El afán del comediante
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El que habla sin rigor pretende que así lo oigan. Cree haber elegido a oyentes que lo decodificarán. Cree que sabrán que colorea sus dichos. El que habla sin rigor exagera, cuando lo cree propicio. Dice alguna maldad o inexactitud. Y habrá alguno que lo acuse, a secas, de inexacto o malvado. Ese oyente literal se considerará en la alta posición de reeducar con sus valores. Pero, para el que habla en sentido figurado, el oyente literal estará en la baja posición de haber sido solemne en un contexto que no lo ameritaba.