Los austeros versus los no austeros
En un sitio austero puedes demostrar la agudeza de tu espíritu, sonriente, con la frente en alto. O auto compadecerte. Visto así, parece nítida la grandeza del sonriente y la pobreza del que se auto compadece. Pero el que no tolera la austeridad precisa creer que, quienes la toleran, son primitivos.
Si el deprimido decidiera engrandecer su espíritu sonriéndole a una vida de monje, le costaría luchar contra su instinto de dar un codazo a sus ex colegas deprimidos, o una guiñada, que dijera a las claras:
- Yo sonrío, pero no duden que odio este colchoncito de mala muerte, el café sin nada porque no me dan sacarina, y las paredes a medio pintar.