La muerte de mi mujer ha afectado más a mi hijo pequeño. Nos ha afligido a todos de manera diferente. Reconozco que los primeros meses el dolor me hizo descuidarlos. A ellos, que son los más vulnerables. Mi suegra me sigue reprochado que entonces desapareciera, que me quitara de en medio y no quisiera saber nada de nadie. Durante ese tiempo se los llevó a su casa. Allí el niño ya tenía terrores nocturnos. El psicólogo empezó a tratarnos a los tres. Decía que era un proceso normal de aceptación, que en los sueños se liberan nuestros miedos.
Cuando volvieron conmigo, tenía especial cuidado al acostarlo. Le leía un cuento, lo abrazaba, miraba debajo de la cama, detrás de las cortinas, dentro del armario, y dejaba una lamparita encendida.
Había noches en las que se despertaba gritando, empapado en sudor y aterrado. Entonces me quedaba a dormir con él. Lo notaba entre mis brazos con la respiración acelerada, tan vulnerable que me destrozaba el corazón.
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Maravilloso relato, querida Abril. Siempre es un placer leerte, echo de menos tus letras.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amiga.
Ay, los terrores nocturnos. Qué tendrá la noche que nos deja desprotegidos...
ResponderEliminarUn abrazo
Un cuento para leer bajo la luz de una lámpara.
ResponderEliminarUn saludo!...espera, mejor dos!
Gracias por pasar por mi blog.Todo lo que ves es mío un abrazo desde La bella Miami
ResponderEliminarEres una artista! Besos
Eliminarandas perdida contame se te extraña
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