Llevas un par de noches ausente y cuando siento que tal vez existe el olvido, llega tu recuerdo y me hago el distraído, no me pasa por el lado, se instala, se queda, se interna, se maximiza, y sé que no es verdad, no, el tiempo no nos lo cura todo, han sido siete eternidades -tú que odias los pares-, y me sigo sintiendo allí, en todo estás, en mis manos, en mi boca, en mi ropa, en cada segundo, y en cada minuto vacío que siempre está lleno de ti. Un vacío sin espacio para el olvido, que a mí -como a ti- no se me da bien. Tus labios parecen de papel como tu piel, y me lleno de inspiración, soy toda un pincel, y sólo de ti quiero escribir, de tu alegría, de lo que te sorprende cada día, decirte "cuéntame, ¿cómo te encuentras?", aunque sé que me responderás "muy bien", malas costumbres, esas que tardamos en quitarnos, más lentas que la ropa al caer, como si no nos conociéramos. Últimamente la vida pasa justo así, como si no nos conociéramos, pero me cuesta tanto, tanto, no amarte, no pensarte, no buscarte, no añorarte, no ser contigo, así que ponte a salvo, resguárdate, no lejos de mí, nunca lejos, es más, vámonos a Marte, seguro que allí no hay nadie, y seguro que sin saber cómo ni cuando se nos erizará la piel y seremos el rescate del naufragio.
Qué largas las semanas en que no me habitas -como si fuera posible-, ya no es siempre viernes ni siesta de verano, nos sé insomnes, desesperadas, distantes, así que, ¿para dónde vamos? ¿Dónde están nuestras mañanas, nuestros después? Yo sólo sé que ayer no es hoy, que hoy es hoy, un hoy que no termina, que carece de tus "hola", de los besos por celular, de un siempre que tiene que llegar, que nos espera, como yo, que espero que me busques a la salida del trabajo, para que me cuentes que me has echado de menos, y que has soñado conmigo, y que el "con menos ropa" sea cuestión de llegar, a cualquier lugar, que al fin traigas la calma. Y déjame, déjame callarte a besos, rozar tus palabras, y si me preguntas, te digo que sí.
Vamos a vivir, vamos a reír, a asumir el riesgo, a mirarnos y a planear una vida cargada de sueños, tal como un julio nos prometimos, tanto por hacer. Para empezar, cien días, cien días estaria bien, cien días de un tiempo que no existe y contarnos que la ciudad nos espera, entre un cigarrillo y otro, entre bocas azules y encerrar toda la luz. Tantos planes, en la ciudad definitiva, donde no hayan aeropuertos, donde no tengamos que despedirnos, donde nos llenemos de "hasta pronto", y sólo saltar de la mano al precipicio, nos esperan mañanas radiantes y soleadas, porque aquí todo es gris, ya no amarillo, ya el jardín está cubierto de desencanto y sólo es el tiempo que recorro sin ti.
¿Dónde estás? No quiero que me pienses a menudo entre lágrimas y suspiros, quiero hacer tus días más felices, como hasta ahora, y recordarte en un abrazo nocturno que no estarás sola, que a todas partes me llevas, que en cada sonrisa por la calle está la mía, y que mi nombre se pronuncia en cada rincón.
Recuérdame cómo hacerlo, no importa qué, a no partirnos en dos, recuérdame cómo no despedirme y cómo clavar mis raíces en ti, necesito no olvidarlo, recuérdame también visitar los lugares a los que hemos ido juntas, antes de conocernos, antes de encontrarnos, conozcámoslos por tercera y quinta vez. Te necesito conmigo, no por ti, no por mí, por los ojalás de la tercera noche, ¿los recuerdas? ¿Y esa madrugada? Media Bogotá conoce la historia, medio Buenos Aires se ha cansado de oírla, y yo sólo quiero mil madrugadas más, mil noches más, sólo quiero verte siempre, en todos los segundos y que sean más que visiones. Ya no estés lejos, que no quiero que mi nombre se le olvide a tu voz, ni mi pelo a tus dedos, ni mi aroma a tus noches. Ya no quiero sentir que he perdido casi todo, que me falta más que la mitad, que tus manos no me salvan del silencio, ya no hay silencio, ya no hay, ya no.
¿Puedes, por favor, quedarte? Buscar canciones en tu ausencia pierde sentido, ya no hay melodía y ninguna habla del futuro y sin tus brazos no hay patria, ni un abrazo en el cual esconderse, ya no hay patria, ya no hay música, es todo un grito al borde del abismo, un grito silenciado.
Al fin primavera, al fin las flores, al fin la gente feliz, no hay al fin sin ti, y un par de días han bastado para que la ciudad cambie, pero no cambia mi amor, por más lejos que me encuentre, y todo es verde, y yo sólo quiero gris y vinotinto, y una ausencia permanente de medias. Quiero tantas cosas, más besos inesperados en calles desoladas una mañana de domingo, sábados bajo las sábanas y oírte hablar en sueños, soplar sobre las heridas y que nos quede siempre un poco más, por ejemplo, la esperanza y espacio en el suelo para más libros, para más maletas, para más "quédate y ya".
¿Recuerdas la historia de la playa? Por favor, cuéntame otra vez ese cuento tan bonito, o del piso en la Calera, donde sólo bailamos y existimos, historias en que la partida no existe, no tiene final, donde todo es posible, historias sin final, sin que todo dé igual.
Tienes que saber, que cada máñana desde ese lunes del triste regreso, vigilo las caras de los viajeros, pero no, ningunos ojos son los tuyos, te busco en cada esquina, y en cada parada, en cada gesto, en cada palabra inventada por y para nosotras, no te encuentro, no están tus manos, y yo que necesito agarrarme de ellas, y perder el miedo al futuro, al mañana, a un tarde que no existe; te escribo en cualquier papel, con tinta roja, con énfasis, con certeza, con ansiedad, con la necesidad de ser eternas, sin rendirnos en ningún momento.
También me atormenta una noche en aquel bar, aquel lugar, una noche de noticias inesperadas, con una llamada en medio de cervezas y llanto, de buenos deseos y espera de un "no te vayas", de un ensayo que fue la vida, y míranos, el miedo cambió de bando, pero como taladra esta tristeza compartida, ensordece.
Y ya ves, han pasado días enteros y nada cobra sentido, porque, ¿para qué existir si no me miras tú?
¿Has cantado tanto como yo, para recordar que sigo a tu lado?
¿Has soñado despierta para vencer el cansancio?
¿Has visto más allá de tu horizonte? ¿Ya te llenaste de valor para buscarme? Tanto delito que exige este amor...
Me he llenado de todavías, y varios se han escrito en la nube de mi boca, en el vacío que queda en mi cintura sin tu cercanía, en tu tacto sin pudor y sin blindajes, me he cubierto de nieve, dentro está tan frío, aún sabiéndome la primera, la vida entera.
¿Cómo vernos marchar de una casa convertida en laberinto?
Y yo aquí, sin poder recordar como tú los sueños, sin poder contarlos, escribirlos, revivirlos, todo pesadillas, sin ganas de otros besos, con el miedo de que me envenenen...
Y el no estás suena tan enorme, se lee doloroso, sobre todo ahora, en un pronto noviembre, que sé, quemará.
No te vayas, que la noche no ha acabado, y ya me enamoré yo, no sólo yo.
No te vayas, que todos van a cantar contigo, y Silvio nos ayudará a imaginar.
Y no quiero, no quiero enviarte postales tiernas y ajadas, quiero llenarte de notitas la pared, las libretas, la mochila, de canciones las mañanas, de palabras favoritas la vida.
Perdona si sigo llegando tarde, seguiré compensándote, e invitándote un vinotinto o un fernet. Por favor, por favor no dejes que esta primavera me lleve muy lejos de ti, que no hayan más estaciones, ni distancias, ni falta de norte, ni mundos por cambiar, ni ecos al llamarnos, ni marchas, ni espera, y ¿para qué perderme si no me buscarás?
Respirar se ha vuelto difícil, ha de ser la astilla del recuerdo o las canciones que te debo. Vivir se ha tornado imposible, sobre todo al regresar de muy lejos y deshacer el equipaje... No hay lluvia, no la has traído ni me has vestido de domingo, y si el reloj funcionara, marcaría aún las 10:57 a.m. Y aunque esos días no cantamos Sabina a las dos de la mañana, extraño la sola idea de llegar a casa y ver que estás dormida, porque sólo me fui un par de minutos, y sé que fueron los más largos para ti, como lo fueron para mí.
Nos merecemos, nos merecemos tan diferentes, tan completas, tan sonrientes, tan calladas, qué innecesarias se nos hicieron las palabras, y usamos sólo las que podíamos, entre jadeos y sorpresas, entre lágrimas y cobijas, entre descubrimientos, murmullos y promesas. Y no se fue el avión, ni el tren, ni el barco, yo de nuevo me quedé allí, persiguiendo indicios de tu amor, sin precaución, y eres todo, menos una extraña para mí.
Y aunque mi voz sonó seria y definitiva un "te esperaré todos los días" me tiene al pie de tu cama, y colgando de tu cuello, todavía en tu colchón, en tu sofá, en tu espalda, porque hoy es siempre y todo empieza y todo acaba en ti.