Me ubiqué junto a los tronos
tan falsos como la juventud
que se precipita por los regueros de la falta de aliento.
Yo quisiera saber desde donde vuelven,
que vuelven y de vuelta están,
sin haber saboreado la tierra.
La tierra se mastica, nutricia
acumula plenas y ganadas,
idas y vencidas, sobre la piel de frío caucho
con la que se ennoblece el gallinero
que abre su boca a la zorra.
Raposa, pobre y dueña raposa
de su prole, de su boca,
pobre y vida y discurso muriente
de tantos soles,
tantas vías luces,
tanta inercia
llevada al canto de la moneda
cuando se lanza al aire.
La zorra la sigue con sus tremendos
ojos pardos confundiendo
su destello con el del sol naciente,
y medra con su aullido,
y me despierta, quiere despertarme:
Tú estabas aquí antes que yo,
me susurra,
habla por mi boca
con mis uvas y tu ira.
Ahora,
alguien que no entona.
Ahora,
alguien que usurpa el cauce.
Sofía Serra, febrero 2011
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