La expresi�n "el mejor equipo del mundo" se lee varias veces hoy en pr�cticamente todas las cr�nicas de la prensa alemana. Se refiere al que "lo era" (hasta ayer, escriben) y al que est� "en camino de serlo". Los rotativos germ�nicos no hablan solo de fin de ciclo, sino de traspaso de poderes. Entienden que la trascendencia del duelo de anoche en�Baviera�no se limita a lo que puede suponer en t�rminos hist�ricos con respecto a este Barcelona glorioso, sino que se�ala tambi�n el que podr�a ser el punto de inicio de un nuevo reinado del�Bayern. "El equipo de�Heynckes�rescata el honor del resto de clubes de la�Bundesliga", incluso interpretan. �Y eso? Porque al golear al Barcelona demostr� que los rivales que cada semana salen vapuleados en la�Bundesliga�no son tan malos: simplemente ocurre que este�Bayern�es capaz de aplastar hasta al conjunto que durante todo este tiempo ha servido de referencia al f�tbol mundial. Es este un d�a de conclusiones grandilocuentes.

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Aunque debi� haberse preparado para ello desde hace bastante tiempo -quiz� desde el d�a en el que decidi� aceptar la oferta del Manchester United-, Ars�ne Wenger debi� tener ayer sentimientos encontrados cuando percibi� en el rostro de Robin Van Persie que el holand�s al que �l hab�a firmado del Feyenoord cuando era un chico rebelde sin garant�as de futuro exitoso acababa de cumplir el sue�o que le hab�a llevado a abandonar la v�a de la fidelidad para abrazar un respetable, comprensible y human�simo pragmatismo competitivo.

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No es f�cil enamorarse del Wigan. Por televisi�n, su moderno estadio proyecta la imagen m�s fr�a de todos los recintos en los que se disputa la Premier League. Nunca se llena, y muy a menudo, el ambiente lo generan m�s los hinchas visitantes que ocupan las 4.000 plazas del�away end�que los propios habitantes de la ciudad. El Wigan no puede seducir a aquellos curiosos que se aproximan a su realidad con cuentos de hadas ni figuras legendarias. Aqu� no hay un Brian Clough, un Matt Busby, un John Toschack ni un Bill Shankly. Es un pueblo gris -porque es un pueblo, es un�town, no tiene catedral ni universidad y por lo tanto no es una�city- que te da la bienvenida con antip�ticos edificios que parecen f�bricas viejas. La tradici�n obrera, revolucionaria,�orwelliana�-el autor de�1984�llam�The Road to Wigan Pier�a una de sus obras m�s famosas de su periodo inicial- se percibe en cada rinc�n y en cada esquina, y no puede disimularla ni la peque�a calle principal que han intentado arreglar con un centro comercial y algunos caf�s que podr�an estar en cualquier otra parte. Este es un lugar que creci� con el�boom�de la industria t�xtil en la vecina Manchester y que ejerci� durante mucho tiempo como una de sus ciudades-dormitorio cercanas. A�n lo sigue siendo, en realidad. Wigan es una estaci�n de paso en la l�nea de tren que une Merseyside con Greater Manchester; un punto equidistante entre las dos grandes metr�polis del oeste de Inglaterra.

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Real Madrid y Bayern parecen muy cerca de las semifinales de la Champions. Barcelona y Dortmund son favoritos en las otras dos eliminatorias, mucho m�s inciertas a d�a de hoy. Los b�varos fueron quiz� el equipo m�s deslumbrante de la semana y, si bien es debatible si son ya los m�ximos candidatos a ganar el torneo, s� parece claro que aquello de "tercer equipo de Europa" ya les queda peque�o. Ese panorama -Bar�a, Madrid y unos cuantos peleando a gran distancia- parece haberse modificado -ahora hablar�amos de Bar�a, Madrid y Bayern-. Es ya viernes y se ha escrito mucho sobre los distintos partidos, pero quiero detenerme en cuatro aspectos -m�s bien t�cticos- que me llamaron la atenci�n.

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Ha sido delicado -y sigue si�ndolo- hablar del Bar�a en estas �ltimas semanas. Uno entiende que la enfermedad de Tito Vilanova ha tenido un efecto sobre el juego del equipo -an�mico y t�ctico-, pese a los admirables esfuerzos que el cuerpo t�cnico est� haciendo para intentar que se note menos. As� que cualquier cr�tica que se pudiera hacer a un conjunto que, indudablemente, hab�a bajado su nivel pod�a incluso traspasar algunas fronteras �ticas. Si siempre es complicado -e imprudente- opinar desde fuera, m�s lo es cuando las decisiones tomadas vienen condicionadas por cuestiones de humanidad. La manera de afrontar las dificultades elegida por el Barcelona debe ser siempre respetada, se comparta o no se comparta. Porque pone por delante el afecto, el apoyo moral, la fidelidad en los tiempos dif�ciles hacia una persona que forma parte del grupo. Un club de f�tbol es muy grande, y suele decirse que est� por encima de cualquier individuo. Puede que lo est� en t�rminos deportivos -el Bar�a sigue siendo el Bar�a despu�s de Cruyff, el Madrid sigue siendo el Madrid despu�s de Di St�fano-, pero no creo que lo est� en t�rminos humanos. No entiendo los problemas de juego del equipo azulgrana sin considerar la complejidad de la situaci�n vivida. Y es por ello que considero que poca cr�tica se puede hacer.

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El Chelsea perd�a 2-0 a los diez minutos, solo tres d�as despu�s de una dolorosa derrota en Bucarest ante un Steaua repleto de nombres desconocidos. La afici�n del United empez� a cantarle a Ben�tez que ser�a destituido la ma�ana siguiente, y se sumaron algunos de los hinchas�blues�que siguen estando en contra del t�cnico espa�ol pese a su petici�n de apoyo en Middlesbrough. La mejor noticia para el conjunto londinense al descanso era el resultado: el 2-0 era hasta corto. Rafa se ve�a en el abismo. Su decisi�n para cambiar el partido fue sorprendente: Hazard por Moses -aqu� todo bien- y Mikel por Lampard. Mikel, un medio centro defensivo de rendimiento mediocre en los �ltimos a�os en el Bridge, entraba por la mayor leyenda de la historia del club cuando hab�a que remontar un 2-0. Doble o nada: el fracaso era el fin.

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La expulsi�n de Nani centra, obviamente, los debates post-partido. L�gico, porque aunque alg�n �rbitro amigo me ha comentado que le parece roja por considerar que su acci�n puede ser interpretada como "juego brusco grave", la acci�n es tremendamente controvertida. A mi modo de ver, Nani levanta la pierna para controlar la pelota, y aunque impacta a una altura considerable con los tacos contra el cuerpo de Arbeloa, su gesto es de abrir el pie para amortiguar el bal�n con el interior -nunca le imprime una fuerza dirigida hacia el contacto con el rival-. Incluso los jugadores del Madrid no piden en ning�n caso la tarjeta roja en el largo espacio de tiempo que transcurre entre el incidente y la expulsi�n -de hecho, Alonso le dice al colegiado que Nani est� perdiendo tiempo, y esa parece ser su �nica objeci�n-. Sin embargo, y asumiendo que esta decisi�n condicion� tremendamente el partido -hasta ese momento el United sufri� muy poco-, hay algunos detalles m�s t�cticos que no deber�an escapar del an�lisis.

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El Shakhtar no compareci� en Dortmund. O al menos, el Shakhtar que est�bamos acostumbrados a ver. No tuvo ni un �pice del descaro mostrado en Stamford Bridge: de aquella noche de Londres solo reprodujo en la cuenca del Ruhr la debilidad de su l�nea trasera y de su portero. Podr�amos hablar de nuevo de un misterio que ya casi molesta: esa tendencia al fracaso del equipo nuevo rico de Europa del Este sustentada en su empecinamiento en invertir pr�cticamente todo su dinero en la fase ofensiva, como si defender no importara. Podr�amos hacerlo, porque el Shakhtar nos dio motivos: Rakitskiy est� horroroso en el 1-0 de Santana, Kucher est� mal en el 2-0 de G�tze y Pyatov est� en su l�nea de inseguridad habitual en el 3-0 de Kuba. Pero si solo habl�ramos de esto ocultar�amos una realidad quiz� m�s desesperante: el Shakhtar fue timidez pura. Su primera parte es dif�cil de comprender: necesitaba marcar, y sin embargo se dedic� a esperar. No tuvo intensidad alguna para robar y salir. Sus te�ricos armadores de juego, Fernandinho y Mkhitaryan, casi no tocaron el bal�n. Gundogan pudo iniciar con una tranquilidad pasmosa, bajando a recoger entre los centrales y dirigiendo el ataque del Dortmund con una comodidad que sin duda agradeci�. No necesit� el cuadro de Klopp jugar un gran partido. Tuvo el control, domin�, no sufri� nada, pero tampoco es que generara tant�simas. Le bast� con un notable G�tze y un buen rendimiento colectivo general. Nadie pens� que ser�a tan f�cil.

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En la fase de grupos, el Dortmund disfrut� del papel que m�s le gusta: el de atractivo�outsider�al que no se le puede exigir demasiado. Es en ese contexto cuando saca su mejor versi�n, canalizando su car�cter rebelde y su entusiasmo, una mezcla de la personalidad colectiva de la gente de la cuenca del Ruhr y de la idiosincrasia de su entrenador. El Manchester City y el Real Madrid ten�an plantillas mucho m�s caras y Europa admir� que el BVB saliera a por ellos con valent�a y sin complejos. La presi�n era para Mancini y para Mourinho, nunca para Klopp. Hoy, en la previa de la vuelta de los octavos de final ante el Dortmund, todo es distinto.

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Cuando jugaban juntos en el Manchester United formaban una gran sociedad, pero tambi�n construyeron una especie de rivalidad. Algunas voces le discut�an a Cristiano Ronaldo su estatus superior: "Rooney entiende mejor el juego", lleg� a decir �ngel Cappa. Luego, claro, ocurri�lo de aquella tarde de julio de 2006 en Gelsenkirchen, cuando Horazio Elizondo expuls� a Wayne por un incidente con Carvalho protestado por Cristiano de manera grandilocuente. El de Madeira lo pag� al regresar de sus vacaciones con abucheos en los campos de la Premier cuando el United jugaba de visitante. Los dos cracks se perdonaron, pero Rooney firm� su mejor cifra goleadora justo cuando Ronaldo se fue. Sus 26 tantos ligueros en la 2009-2010 duplicaban -y m�s- los 12 de la 2008-2009. �Qu� ocurr�a? "Sin Cristiano juega m�s cerca de la porter�a contraria. Y puede finalizar muchas acciones que antes terminaban con remates del portugu�s", opinaron los analistas.

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