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La Sagrada Familia: un giro de 180 grados respecto de los ideales heteronormativos

Lunes, 30 de diciembre de 2024

IMG_9199La reflexión de hoy es de Cristina Traina, titular de la Cátedra Cardenal Avery Dulles, S.J. de Teología Católica en la Universidad de Fordham y colaboradora de Bondings 2.0, cuya biografía y ensayos anteriores se pueden encontrar aquí.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Domingo de la Octava de Navidad: la Sagrada Familia Jesús, María y José, están disponibles aquí.

Puede que no haya una fiesta en el año eclesiástico que resulte menos hospitalaria para los católicos queer que la Fiesta de la Sagrada Familia. Parece seguir el mensaje de bienvenida de la encarnación de Dios para todos con la rápida advertencia: “excepto para ti”. Esto es cierto no solo para las personas queer, sino para todas las familias que han sufrido la muerte, la separación, el divorcio, la deportación, el encarcelamiento o cualquier otra circunstancia que impida que su hogar se parezca (o a veces incluso intente parecerse) al modelo de familia nuclear heteronormativa: María, José y Jesús.

Sin embargo, los gráficos idílicos de la familia nuclear “tradicional” de estilo de los años 50 que Grace Bulletin cubre e inspira homilías son engañosos. En las Escrituras, la verdadera Sagrada Familia es queer y no conformista. María, una joven que ya estaba comprometida con un hombre llamado José, concibió a Jesús fuera del matrimonio en una aparente infidelidad. La analogía más cercana a la concepción de Jesús es la inseminación artificial por un donante, un método que el Vaticano prohíbe.

Para aumentar la complejidad de la historia, María habría sido madre soltera si no hubiera sido por un sueño que animó a José a casarse con ella de todos modos y servir como padrastro de Jesús. Lejos de vivir vidas tranquilas, los ocupantes romanos los obligaron a viajar a Belén justo antes de la fecha prevista del parto de María, lo que la obligó a dar a luz en la inmundicia y la pobreza, y luego a huir a Egipto como refugiada de un Herodes asesino.

Y ni siquiera hemos explorado los eventos sobrenaturales que rodean a la estrella, los Reyes Magos, las huestes de ángeles y los pastores, el comportamiento salvaje y loco de Juan, el primo de Jesús, o los ritmos de sumisión a Dios y fortaleza resuelta en la adversidad de Santa María y San José en el primer siglo. En el evangelio de Lucas, que cuenta la historia más detallada de los primeros años de vida de Jesús, la Sagrada Familia está formada por tres personas que, en su mayoría, no tienen parentesco entre sí y que, bajo presión, hacen todo lo posible por sobrevivir juntas.

En resumen, desde el punto de vista de los evangelios, la Sagrada Familia está 180 grados alejada de la familia heteronormativa idealizada. En cambio, la familia se vuelve tan extraña en tantas direcciones que uno se pregunta por qué los católicos la han reverenciado como modelo familiar. Por ejemplo, según la teóloga Carrie Frederick Frost, en el cristianismo ortodoxo “la Sagrada Familia” no suele referirse a Jesús, María y José, sino a la familia heterosexual de María, la Madre de Dios, con sus padres, Ana y Joaquín.

IMG_9195Tal vez esta extrañeza bíblica explique la sorprendente ambivalencia del leccionario a la hora de destacar a la Sagrada Familia como modelo de matrimonio y paternidad heterosexuales. En cambio, ofrece una amplia gama de posibles opciones de lectura. Según su parroquia, la primera lectura podría advertirle que reverencie a su padre, que está en un puesto de honor sobre usted (Eclesiástico 3). O tal vez te recuerde que cuando Dios respondió las oraciones de Ana por un hijo, Ana contradijo los ideales devocionales de la maternidad y la sumisión de la esposa al sacar al niño Samuel de su casa, dedicarlo al Señor y dejarlo en el templo (1 Samuel 1).

El salmo que escuchas puede alabar a la esposa que es como una vid fructífera casi invisible y a los hijos que son como plantas de olivo (Salmo 128), o puede expresar un anhelo de habitar en la casa de Dios (Salmo 84). La epístola puede ordenar a las esposas que se subordinen a sus esposos (Colosenses 3:18), amonestarte a “vestirte de amor” y “dejar que la paz de Cristo controle” tu corazón (Colosenses 3:12-17), o recordarte que es el amor de Dios por nosotros lo que nos hace hijos en la familia de Dios (1 Juan 3:1-2).

La única lectura obligatoria es el evangelio, el relato de Lucas sobre la decisión de Jesús, de doce años, de abandonar a sus padres y conversar con eruditos rabinos en el templo de Jerusalén (Lucas 2:41-52). Además de la creíble desobediencia de Jesús y la comprensible preocupación de sus padres, amplifica la visión completamente queer (extraña) que Lucas tiene de la Sagrada Familia. “¿No sabían que yo debo estar en la casa de mi Padre?”, pregunta Jesús, como un estudiante de secundaria que se pierde y luego es encontrado y pone los ojos en blanco y le dice a su madre y padrastro: “¡Bueno, me tocó a mí ir a la casa de papá el fin de semana pasado!”. En otras palabras, el leccionario da cabida a los ideales familiares “tradicionales”, pero también promueve otras visiones de la familia.

Esta ambivalencia resulta menos sorprendente cuando nos damos cuenta de que, según el erudito en patrística Michael Foley, el término “Sagrada Familia” probablemente fue aplicado por primera vez a Jesús, María y José por san Bernardino de Siena (1380-1444). No fue hasta el siglo XVII que los cristianos occidentales desarrollaron devociones en torno a cada uno de los miembros de la familia, y no fue hasta finales del siglo XIX –con el ideal de la familia nuclear en lugar de la extensa y las familias nucleares reales bajo la amenaza de las injusticias del trabajo industrial– que el Papa León XIII trazó una clara línea divisoria entre la Sagrada Familia y los hogares cristianos. De hecho, Foley escribe: “Durante los primeros mil trescientos años del cristianismo, el término ‘sagrada familia’ se utilizó sólo en referencia a los miembros de Cristo en lugar de a sus parientes; es decir, la sagrada familia era la Iglesia.

De hecho, como ha argumentado la teóloga Elizabeth Stuart, todas nuestras conexiones e identidades humanas palidecen ante nuestra identidad bautismal, que nos proclama como hijos amados de Dios y hermanos en Cristo mediante el poder del Espíritu Santo. Aprovechemos el día de hoy para celebrar esta visión original de la Sagrada Familia y para dar gracias por la red de relaciones humanas queer, complicada y amorosa que magnifica nuestras alegrías y alivia nuestras adversidades. Nada podría ser más bíblico.

—Cristina Traina, 29 de diciembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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“Dejar a Jesús entrar en nuestra casa”. Sagrada Familia – C (Lucas 2,41-52)

Domingo, 29 de diciembre de 2024

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Necesitamos ante todo buscar, cuidar y desarrollar un proyecto sano, digno y dichoso de familia que pueda plasmarse en la vida concreta de cada hogar. Jesús, acogido con fe y convicción en nuestra familia, nos puede ayudar a corregir y mejorar nuestro modo de vivir y nos puede descubrir un camino nuevo más digno de seguidores de su Evangelio.

Dejar a Jesús entrar en nuestra casa significa arraigar la familia con más verdad, más pasión y más ilusión en su persona, su mensaje y su proyecto del reino de Dios. Muchas cosas habrá que hacer los próximos años para reavivar nuestras familias, pero nada más decisivo que poner a Jesús en el centro del hogar, confiando en su promesa: «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo» (Mateo 18,20). No estáis solos. En el centro de vuestro hogar está Jesús. Él os reúne, os alienta y os sostiene. Con Jesús todo es posible.

Acoger a Jesús en el hogar es tarea de toda una vida. Lo primero es aprender a vivir en el hogar con un corazón nuevo y un espíritu renovador. Esto significa empezar a vivir una relación nueva con Jesús, una adhesión más viva. Una familia formada por cristianos que apenas conocen a Jesús, que solo lo confiesan de vez en cuando y de manera abstracta, que nunca leen el evangelio, que se relacionan con un Jesús mudo del que no escuchan nada especial, nada de interés para el hombre y la mujer de hoy, un Jesús apagado que no atrae ni seduce, que no toca los corazones…, es una familia que difícilmente podrá sentir su fuerza renovadora.

Si ignoramos a Jesús y desconocemos su mensaje, no podremos orientar nuestra vida de familia desde su Evangelio. Si no sabemos mirar el mundo, la vida, las personas, los hijos, los problemas… con los ojos con que Jesús miraba, diremos que contamos con la luz privilegiada de la revelación, pero seremos una familia ciega que no sabe mirar la vida como la miraba Jesús. Y si no escuchamos el sufrimiento de la gente con la atención, la sensibilidad y la compasión con que Jesús escuchaba a los que encontraba sufriendo en su camino, seremos familias sordas. Y si no sintonizamos con el estilo de vivir de Jesús, con su pasión por hacer un mundo más justo, con su ternura hacia los niños, con su perdón a los despreciados…, no sabremos transmitir lo mejor que Jesús transmitía, lo más valioso, lo más atractivo: su Buena Noticia.

Se trata de vivir en nuestras familias esta experiencia: caminar los próximos años hacia un nivel nuevo de convivencia familiar, más inspirada y motivada por Jesús, y hacia una dinámica y un estilo de vida mejor orientados a abrir caminos al reino de Dios, es decir, a ese mundo nuevo más humano y dichoso que quiere el Padre para todos, empezando por los últimos. Después de veinte siglos de cristianismo, las familias cristianas necesitan un «corazón nuevo» para vivir y comunicar la Buena Noticia del Dios revelado en Jesús en medio de la sociedad actual. Lo decisivo es no resignarnos a vivir hoy en familia sin Jesús

José Antonio Pagola, Dejar entrar en casa a Jesús
PPC Madrid 2018, 86-88

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“Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros”. Domingo 29 de diciembre de 2024. Sagrada Familia

Domingo, 29 de diciembre de 2024

06-sagradafamilia (C) cerezoLeído en Koinonia:

Eclesiástico 3, 2-6. 12-14: El que teme al Señor honra a sus padres.
Salmo responsorial: 127, 1-2. 3. 4-5: Dichosos los que temen al Señor.
Colosenses 3, 12-21: La vida de familia vivida en el Señor.
Lucas 2, 41-52: Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros

Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Los textos de la liturgia hacen referencia a temas familiares. En la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, escuchamos los consejos que un hombre, Ben Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo, da a sus hijos. El respeto y la veneración de éstos hacia sus padres es cosa agradable a los ojos de Dios, que éste no dejará sin recompensa. Los hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus propios hijos. Todos estos consejos, aún conservando hoy plena validez, parecen insuficientes, puesto que están dados desde una mentalidad estrictamente rural, en donde otros aspectos de la vida familiar no son tenidos en cuenta. No sólo importa hablar hoy del respeto que los hijos deber a los padres, sino de la actitud de éstos con relación a los hijos. Esta insuficiencia resulta particularmente notable en momentos como los actuales, cuando la familia tiene planteados problemas de pérdida de sus funciones.

Desde una perspectiva cristiana, la familia continúa teniendo una función insustituible: ser una comunidad de amor en donde los que la integran puedan abrirse a los demás con una total sinceridad y confianza. Dejando aparte los consejos que en último lugar da San Pablo, y que son puramente circunstanciales y muy ligados a las costumbres y mentalidad de la época, la exhortación a la mansedumbre, a la paciencia, al perdón y, sobre todo, al amor, es algo realmente básico para la familia de nuestro tiempo.

El evangelio de Lucas en el que se nos cuenta la pérdida del niño Jesús en el Templo, fue escrito probablemente unos cincuenta años después de este suceso. Doce años es, aproximadamente, la época en que los niños comienzan a sentirse independientes. Para Lucas, esta primera subida de Jesús a Jerusalén es el presagio de su subida pascual y por ello, estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.

La sabiduría de Cristo ha consistido para Lc en entregarse desde su joven edad “a su Padre”, sin que esto quiera decir que supiera ya adónde le llevaría esa entrega. Pero en ella va incluida ciertamente la decisión de anteponer su cumplimiento a toda otra consideración. Sus padres no tienen aún esa sabiduría. María parece que llega a presentirla. Pero, de todas formas, respetan ya en su hijo una vocación que trasciende el medio familiar. Y esto es algo muy valioso para cada una de nuestras familias. La educación de los hijos tiene que comenzar por una actitud de sincero respeto. Si no, es imposible que surja la compresión y el amor.

Pablo da algunos consejos para la convivencia con otros. Se requiere humildad, acogida mutua, paciencia. Y si fuese necesario, perdonar. Así procede Dios con nosotros. Su actitud debe ser el modelo de la nuestra (v.12-13). Pero, “por encima de todo”, está el amor, de Él tenemos que revestirnos, dice Pablo empleando una metáfora frecuente en sus cartas (v.14). De este modo “la paz de Cristo” presidirá en nuestros corazones (v.15).

Si el amor es el vínculo que une a las personas, la paz se irá construyendo en un proceso, los desencuentros irán desapareciendo (los enfrentamientos también) y las relaciones se harán cada vez más trasparentes. En el marco de la familia humana, esos lazos son detallados en el texto del Eclesiástico (3,3-17).

Lucas nos presenta a la familia de Jesús cumpliendo sus deberes religiosos (vv. 41-42). El niño desconcierta a sus padres quedándose por su cuenta en la ciudad de Jerusalén. A los tres días, un lapso de tiempo cargado de significación simbólica, lo encuentran. Sigue un diálogo difícil, suena a desencuentro; comienza con un reproche: “¿Por qué nos has hecho esto?”. La pregunta surge de la angustia experimentada (v. 48). La respuesta sorprende: “¿Por qué me buscaban?” (v. 49), sorprende porque la razón parece obvia. Pero el segundo interrogante apunta lejos: “¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”. María y José no comprendieron estas palabras de inmediato, estaban aprendiendo (v.50).

La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras. Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.

No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María “entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3) Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”). Leer más…

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Sagrada Familia: Estirpe de Dios, juzgados (=salvados) por un crucificado

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9216Del blog de Xabier Pikaza:

Este día de la Sagrada Familia (29.12.24)  solemos evocar la pequeña casa de Jesús con José y María, en Belén o Nazaret. Pero hoy quiero recordar la gran familia de la humanidad, que Pablo definió en Atenas como estirpe de Dios, en quien vivimos, nos movemos y somos, siempre con riesgo de perdernos, pero  juzgados (salvados en amor) por el (un) crucificado.  

  Citaré primero el texto y lo comentaré con brevedad, para exponerlo después con cierto detalle, indicando, al fin, la fuente de mi exposición.

29Por tanto, si somos estirpe (=genos, género)de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a imágenes de oro o de plata o de piedra, esculpidas por la destreza y la fantasía de un hombre. 30Así pues, pasando por alto los tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. 31Porque tiene señalado un día en que juzgará (salvará) al universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos».  (Hechos 17, 26-31),

Ésta es la parte central de discurso de Pablo en el Areópago de Atenas (Hch 17).   Para conectar con sus oyentes, Pablo empieza recordando que en Atenas había un altar particular (un bômon) dedicado al Dios desconocido.   Sabe que los atenienses han sido y siguen siendo buscadores de Alguien al que ignoran, y así les dice: eso que veneráis sin conocerlo (touto, en neutro) es el Dios que yo os anuncio.

 (a) Él nos ha hecho para habitar (katoikein) en la tierra, conforme a la palabra de Gen 1, 28: creced, multiplicaos, llenad la tierra, sin prioridad de un pueblo sobre otros, rechazando así en posible particularismo griego o judío, pues la tierra entera es de todos y para todos los hombres

(b) Nos ha hecho para buscarle (dsêtein), es decir, para encontrarnos a nosotros. Esta es la tarea humana: Habitar en el mundo y buscar a Dios, pues en élios vivimos, nos movemos y somos, siendo todos de su estirpe (como dice el poeta pagano Arato, Phaen. 5)

(d) Pues somos todos de su estirpe… Ése es uno de los pocos lugares donde la Escritura cristiana (Pablo) cita como autoridad a un poeta pagano, que “genos” (estirpe, familia) de Dios… Otros pueblos se distinguían por tribus, lengua y naciones, como dice sin cesar la Biblia.

Novedad cristiana:  Dios del resucitado (=del crucificado: Hch 17, 30‒33).

IMG_9215            Nos ha hecho Dios de su familia (genos) para buscarle, encontrarle y vivir en él, pero en general nos hemos perdido. No vivimos en Dios, sino en nuestros conflictos, en nuestro deseo de poder y de dinero.

  ‒ Pero Dios ha pasado por alto (hyperidônlos tiempos de ignorancia (agnoia) de los hombres.  No quiere que nos perdamos, no nos abandona, ni en Atenas, la ciudad de la gran sabiduría del mundo.

‒ Por eso, Dios anuncia y ofrece conversión, transformación (metanoia, nuevo nacimiento) a los hombres ignorantes, perdidos en un mundo de deseos, de poderes que nos esclavizan.    Dios ha querido, quiere darnos, una oportunidad de nuevo nacimiento, para que vivamos, nos movamos y seamos.

Este fue el argumento del gran discurso de Pablo en Atenas, ante los “jueces” del Areópago. Dios quiere ofrecernos su salvación por un “crucificado”, a quien ha resucitado de los muertos, para resucitarnos a todos con él. La salvación de Dios (=la renovación de la vida humana) no viene por el poder, dinero e inteligencia de un mundo que se busca a sí mismo, sino por un crucificado, es decir, por los expulsados de la sociedad humana, por las víctimas, como Jesús crucificado, por los niños, como Jesús que nace en un pesebre de pastores, expulsado de Belén.

   Éste es el tema de la introducción de un libro que estoy terminando  con el título En él vivimos, nos movemos y somos. Un camino de vida por la Biblia.  No lo he publicado, lo estoy terminando de escribir. Me gustaría que saliera a la luz el próximo año 2025. Para este día de la familia ofrezco a mis lectores las primeras páginas de la introducción de ese libro que titulará, Dios mediante, En él vivimos, nos movemos y somos.

Los atenienses antiguos aceptaron la primera parte del discurso de Pablo: En Dios vivimos, nos movemos y somos porque eso no les compromete a nada. Pero no pueden aceptar la segunda parte: La resurrección de los muertos, de los crucificados. En un sentido general… con Dios o sin Dios todo es lo mismo. Vivir en Dios puede ser una pura tautología: Vivir en la vida… La novedad de la familia cristiana (del Dios verdadero) es la resurrección de los muertos concretos, es decir, de los crucificados. Porque esto sí que nos hace familia:

 –Los crucificados, los expulsados, las víctimas… nos hacen familia en Dios

Creer que Dios resucita a los crucificados, a las víctimas, significa que Dios nos hace ser familia por medio de ellos y para ellos… Por amor de y amor para los “crucificados” nos hacemos familia.

En él vivimos, nos movemos y somos (de la introducción al libro

Un escritor llamado Lucas, escenificó el comienzo del cristianismo en un capítulo y discurso del libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 17, 16-34), un texto de gran densidad que aquí recojo como introducción y encuadre de este camino de espiritualidad cristiana:

            El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra. Tampoco puede ser servido por manos humanas como si tuviera necesidad de algo, ya que él da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos, como muy bien lo dijeron algunos poetas de ustedes: «Nosotros somos también de su raza.. (genos, género).

 . Así pues, pasando por alto aquellos tiempos de ignorancia, Dios anuncia ahora en todas partes a todos los humanos que se conviertan. Porque tiene señalado un día en que juzgará el universo con justicia, por medio del hombre a quien él ha designado; y ha dado a todos la garantía de esto, resucitándolo de entre los muertos». 32Al oír «resurrección de entre los muertos», unos lo tomaban a broma, otros dijeron: «De esto te oiremos hablar en otra ocasión». 33Así salió Pablo de en medio de ellos. Pero algunos se le juntaron y creyeron, como Dionisio el areopagita y una mujer llamada Dámaris (Hech 17, 16- 34).

            Pablo Había conversado con epicúreos, más centrados en los placeres, yestoicos, partidarios de un tipo de ética exigente, pero al servicio del orden establecido. Unos y otros le tomaron como espermologos: que siembra (vomita) palabras (como esperma seco). Pero sintieron curiosidad, pues enseñaba novedades, nuevos dioses (Jesús y Resurrección), y quisieron conocer su contenido, como suele pasar hoy día

Dios, la Realidad buscada (Hech 17, 24-27).Pablo había discutido con transeúntes o curiosos, pero algunos que se tomaban como sabios y formaban parte de dos escuelas filosóficas, estoicos y epicúreos, quisieron escuchar y discutir con calma el tema y le llevaron al Areo-pago, colina (Pagus) de Ares (Marte), tribunal, universidad y corte de Justicia de Atenas y del mundo.

            Para captar la atención de los oyentes y situar el tema, Pablo empezó aludiendo a un altar particular (bômon) que los atenienses habían alzado al Dios desconocido, que identificaban con su ley (nomos).Parece que no había en Atenas un altar al Dios desconocido (agnosto Theô), pero se ha encontrado entre sus ruinas un inscripción dedicada a losdioses desconocidos (agnostois theois), indicando que no había sólo uno, sino muchos, en un mundo lleno de divinidades egoístas, de comida y dinero, placer, guerra, raza o Estado. Partiendo de ese dato organiza su discurso para decir que ese Dios desconocido de los griegos (touto) es aquel en quien vivimos, nos movemos y existimos y que se ha revelado en Jesucristo, por su muerte y su resurrección 17, 31). A partir de aquí organiza sus dos primeras tesis

Primera tesis. Ese Dios desconocido es elhacedor (poiesas) de todas las cosas. El ofrece vida/respiración(dsôê/pnoê) a todo lo que existe. En él somos, él es vida de nuestra vida, aliento de nuestro aliento, verdad original, Tao, Brahma, Allah, Gran Espíritu de cielo, estrellas y tierra, plantas y animales. Por eso, la verdadera religión/conocimiento consiste en acepar todo lo que hay (lo que viene de Dios, sin reprimir nada), pero sin alzar un altar al dios desconocido para así elevarnos nosotros, como los sabios del mundo.

Segunda tesis: Dios es vida (historia) de los hombres (Hech 17, 26-28). Pablo pasa así delcosmos griego a la historia judía, pero con un toque helenistas (somos genos, familia de Dios). De esa forma expone la fe bíblica, pero en términos universales. Un griego podría ofrecer ciertos reparos al origen común y único de la humanidad (ex henos, de unos) y no insistiría en la historia particular de Adán/Eva (Gen 2-3). Leer más…

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Quiso ser familia de todos (29.12.24)

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_8833Del blog de Xabier Pikaza:

Publiqué ayer un nota de NN sobre el nacimiento de Jesús. Retomo hoy el motivo, adaptando las páginas finales de NN pues mañana, 29.12.24, celebra la iglesia católica la fiesta de la Sagrada Familia.
 

Es un tema que nos cuesta imaginar,  no digo “pensar”. Es muy importante, en este tiempo en que más que la IA (inteligencia artificial) nos   amenaza la FA (familia artificial).  No quiero ni puedo apuntar soluciones, pero quizá el relato de NN que he reformulado para esta página nos permita vislumbrar facetas nuevas. Buen día a todos

28.12.2024 | NN y Xabier Pikaza

(Sigue lo de ayer). Sentí un gozo infinito, en medio del asombro y la fascinación de saberme rodeada por los siete espíritus en la sinagoga, cuando se anunciaba el primer rayo de luz de la mañana. Mi padre me había repetido muchas veces que cuando se proclama la Palabra viene un Ángel, el mismo Gabriel, poderoso mensajero, proclamando la presencia de Dios en nuestra vida. No pude casi ni respirar. Él me decía:

Una espada te traspasará el corazón, para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones… Porque el hijo que nacerá de ti será causa de enfrentamiento y caída para muchos hombres y pueblos  (Lc 2, 34-35).

Así lo escuché y lo entendí, en un instante de luz y sufrimiento. Era como si el mismo Dios me pidiera permiso para introducir su gozo y su dolor en mi pequeña vida de mujer. Y le di gracias a Dios y le pedí que me concediera fuerzas para cumplir lo que él quería, aunque mi hijo tuviera que morir incluso en cruz, por la violencia de miles y millones de violentos de este mundo. Supe así que Dios amor infinito es el dolor más grande de la tierra.

Y entonces vino Gabriel de nuevo y me pidió que siguiera sentara en el estrado de madera y me rodearon de pie, montando guardia, en círculo de vida, los siete arcángeles santos. Y quise ponerme yo también de pie, pero Gabriel me dijo otra vez: Sigue sentada, porque eres gebira de Dios, Señora y nosotros testigos de la gran Palabra.

Los siete arcángeles de Dios iluminaban con su inmensa luz matutina todo el espacio de la sinagoga convertida en cielo. Quise levantarme, pero otra vez me hiceron quedar sentada, en el centro de la sinagoga y supe que Dios era silencio y luz, una luz, siete luces, Palabra de Dios, dolor de vida.

Supe así que Dios viene a los hombres en su sinagoga, a través de los libros sagrados que traen su Palabra. Cerré por un segundo los ojos, como transpuesta y al abrirlos descubrí que luz no era ya de los arcángeles. Sino del mismo Dios, la luz del gran Poder (Mercaba) de la que nos hablaba el rabino explicando el libro de Ezequiel,  y esa luz del Poder se hizo Palabra:

 ‒ Alégrate, Myriam, el Señor Dios está contigo.

Yo me turbé al recibir aquel saludo. ¿Cómo podía venir Dios y visitarme? ¿Cómo podía hablarme en una sinagoga que parecía ocupada por soldados? No lo sé, pero supe con un conocimiento superior al de todos los conocimientos del mundo, que no eran soldados enemigos, como los del Monte Hermón cuando bajaron para violar a las mujeres, sino ángeles buenos para darnos vida. Me sentí inundada por la luz y el amor de Dios…. y el corazón empezó a latir como si quisiera romper mi pecho, y tuve inmenso miedo y paz inmensa. Y Dios siguió diciendo:

– No temas, has hallado gracia … Concebirás, y darás a luz un hijo…

Quedé primero muy callada… escuchando la Voz que estallaba como temporal de fuego en mis entrañas, como si no fuera yo, como si fuera Dios mismo en mi interior… Y le respondí sin saber bien lo que decía:

‒ ¿Cómo será, pues no conozco varón? ¿Cómo será, pues estoy en la sinagoga, con el paño del Nombre de Dios en la cabeza, rodeada de ángeles-soldados, sin saber cómo responderles?

– Soy el mismo Dios, y los que me acompañan son arcángeles. Concebirás y darás a luz un hijo, y le llamarás Jesús, pues nada hay imposible para Dios.

 – Y yo le respondí: Soy tu amiga, soy tu sierva, añadiendo las palabras que nos decía el Rabino que debía responderse: Yehí, Genoito, fiat, Hágase en mí según tu voluntad.

Myriam quedó en silencio y Magdalena oyó el ritmo de su respiración pausada, como latido del corazón de Dios, que se ensancha para abarcar todo el universo y se contrae  para habitar en aquellos que le acogen y responden. Tras un momento de adoración, Myriam siguió diciendo:

Fueron palabras abismales, que yo escuchaba con asentimiento, diciendo:

Soy tu sierva, soy la amiga, hágase en mí según tu voluntad.

Era yo quien decía esas palabras, pero al mismo tiempo, era Dios quien las decía, las más hondas, las únicas que vengo escuchando y respondiendo desde entonces, como si estuviera sucediendo todavía lo que sucedió para siempre aquella madrugada. Todo estaba hecho, todo era ya… Y yo misma era Todo y lo sigo siendo. No tuve ni tengo que hacer nada más. No tenía ni tengo desde entonces más oficio, pues ya solo en amar es mi ejercicio.

– Era Dios ¿Qué podías hacer tú?

Nada y todo, pues todo estaba hecho y debía seguir haciéndose hasta el fin de mi vida, el fin de los tiempos. Fue como si el mundo entero se hubiera detenido para hacer que mi seno fuera seno, vientre y matriz de Dios, aquella pascua de primavera, no en Jerusalén donde estaban celebrando los ricos, sino en la pobre Nazaret de Galilea.

No sé si pasó sólo un instante o si pasaron miles de siglos, pues el tiempo de Dios se había detenido en mi pequeño tiempo de mujer emocionada, dolorida, jubilosa. Supe así que mi vida era seno de la vida  que Dios, alfarero supremo, va amasando, de un modo intangible, en nuestra pequeña y pobre carne humana, que es de Dios, Dios mismo hecho carne (cf. Jn 1, 14).

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Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo C

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9181Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Suele decirse que la familia está en crisis. Los matrimonios por la Iglesia, y también los civiles, disminuyen de forma notable; los divorcios y las separaciones crecen. En la fiesta de la Sagrada Familia esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras, mientras que el evangelio nos depara una sorpresa.

Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14

El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, “honrar padre y madre”implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, “aunque chocheen”.

Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21

La sección final de la carta a los Colosenses exhorta a vivir como cristianos, insistiendo en la bondad, el perdón, la paz, el agradecimiento a Dios. Después de estos consejos, añade una serie de advertencias dirigidas a las esposas, los maridos, los hijos, los padres, los esclavos y los señores. Las cuatro primeras han sido elegidas para esta fiesta de la Sagrada Familia. Pueden resultar extrañas por su carácter exigente, como si las relaciones familiares en Colosas dejaran bastante que desear. Pero estos consejos forman parte de la cultura de la época, muy influida por la filosofía estoica. Con una notable diferencia en nuestro caso: mientras los estoicos enfocaban estas virtudes desde un punto de vista humano, la carta adopta un enfoque cristiano. Hay que obrar de este modo “como conviene en el Señor” y “porque eso le gusta al Señor”. Cristo es el punto de referencia para el comportamiento en la familia cristiana. Precisamente este enfoque permite adaptar la advertencia dirigida a la mujer a nuevas circunstancias. Hoy día no se le puede pedir que viva bajo la autoridad del marido “como conviene en el Señor”. Pero todos los miembros de la familia deben plantearse cuál es la forma de vida que “conviene en el Señor” y la que más le agrada.

Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.

Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.

Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.

Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.

Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.

¿Un evangelio impropio?

Después de los consejos anteriores, que animan a obedecer y respetar a los padres, lo que menos podíamos esperar es un evangelio en el que Jesús parece ofrecer un pésimo ejemplo de falta de respeto.

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: 

− Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados. 

Él les contestó: 

− ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre? 

Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres. 

¿Qué quiere decirnos Lucas con este extraño episodio que solo cuenta él?

Lo que quiere decir a María y de María

En el relato inmediatamente anterior se ha contado que Simeón, al tener a Jesús niño en sus brazos, además de hablar de su futuro anunció a María que una espada le atravesaría el alma. Jesús no iba a ser para ella puro motivo de alegría, sino también de angustia y preocupación. Saltando por alto doce años, la visita al templo le sirve a Lucas para ejemplificar esa espada que atravesaría a María durante toda su vida: sufrimiento y desconcierto (porque, aunque Jesús se explique, “ellos no comprendieron lo que quería decir”). Cuando hablamos de los sufrimientos de María, de sus “dolores”, pensamos casi siempre en la pasión y muerte de Jesús. Sin embargo, Jesús hizo sufrir a María toda su vida, no solo al final. La hizo sufrir con su actividad y sus palabras, que suscitaban la oposición y el rechazo de mucha gente y que terminarían provocando su muerte.

Lo que quiere decir de Jesús

¿Qué pensaba Jesús de sí mismo? ¿Era simplemente un buen israelita que, un día, acudió a que Juan lo bautizara y después tuvo la experiencia de que Dios le hablaba y le encomendaba una misión, como parece sugerir el comienzo del evangelio de Marcos? Lucas quiere corregir esta imagen. La estrechísima relación de Jesús con Dios no empieza en el bautismo, se da desde siempre.

Este episodio se comprende mucho mejor si se recuerda la historia del profeta Samuel. Consagrado por su madre al templo, ha pasado toda su vida junto al sacerdote Elí. Hasta que, a los doce años (según Flavio Josefo), una noche Dios lo llama: “Samuel, Samuel”. Naturalmente, no puede imaginar que Dios lo llame y va corriendo junto al sacerdote Elí. Este le dice que no lo ha llamado, que vuelva a acostarse. Pero la escena se repite al pie de la letra, y el narrador se siente obligado a comentar: “Samuel no conocía todavía a Yahvé”. Lleva doce años en el templo, viviendo con el sumo sacerdote, asistiendo al culto, pero “no conocía todavía a Yahvé”. Jesús, en cambio, a los doce años, sabe perfectamente cuál es su relación con él: “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Dios es su Padre, y ese conocimiento se lo ha comunicado ya a José y María con anterioridad. Estas palabras contrastan no solo con la ignorancia de Samuel sino también con lo que le ha dicho María: “Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.” Para Jesús, su único Padre es Dios. Y su misión la ha recibido mucho antes del bautismo.

Lucas, tan buen conocedor de la Escrituras, cuando dice que Jesús asombraba a todos los maestros con su sabiduría, es posible que esté aludiendo al Salmo 119: “Soy más docto que todos mis maestros porque medito tus preceptos. Soy más sagaz que los ancianos porque observo tus decretos” (vv.99-100). Aunque Jesús no pondrá nunca el acento en la letra de los preceptos y decretos, sino en la entrega plena a la voluntad de su Padre.

María y nosotros

Lucas tiene especial interés en presentar a María como modelo del cristiano. Con pocas palabras (“He aquí la esclava del Señor”), con el silencio (como en el caso de los pastores y de Simeón) y, sobre todo, con su actitud de reflexionar y meditar todo lo que se relaciona con Jesús. María no es tan lista como los teólogos, y mucho menos que los obispos y papas. Ella no entiende muchas cosas. Jesús la desconcierta. Pero conoce el gran remedio para el desconcierto: la oración. Cuando estamos a punto de recomenzar el contacto con la actividad de Jesús, es muy bueno acordarnos de ella e intentar imitarla.

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29 de Diciembre de 2024. Fiesta de la Sagrada Familia. Ciclo C.

Domingo, 29 de diciembre de 2024

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“Su madre conservaba todas las cosas en lo íntimo de su corazón”

(Lc 2, 41-52)

María, como madre y como mujer de fe se nos pone hoy de ejemplo. Tras haber perdido a Jesús en Jerusalén, tras días de gran angustia familiar, no comprendiendo los comentarios de su hijo, se nos presenta a María orante, contemplativa, serena, posando lo que vive, lo que duda, sus alegrías y sus miedos, en el corazón. No es tanto el “espacio” de las emociones como lo profundo de la persona.

María irá comprendiendo con el paso de los años que su hijo no será como ella pensaba (ningún hijo ni hija lo somos). Es una parte del Evangelio que da lugar a volar con la imaginación a la vida oculta de Cristo, a esas conversaciones con sus padres, momentos en los que la rutina lo invadía todo…

En este tiempo en que vivimos nos resulta extraño este “conservar las cosas en lo íntimo del corazón”. Podemos preguntarnos: ¿y no lo compartía? Hoy que subimos fotos a facebook o las compartimos por whatsapp… Nuestra gente cercana sabe enseguida dónde hemos cenado, qué nos hemos comprado o a dónde hemos viajado… ¿Compartimos con la misma facilidad nuestros deseos, nuestros anhelos, cómo Dios va actuando en lo cotidiano de nuestra vida? Creo que no, que hay cosas que necesitamos guardar en lo profundo de nosotras mismas, allí donde no tenemos una imagen que mantener, donde somos realmente libres.

María nos enseña a vivir en Dios. Por cierto, en cada Eucaristía lo decimos: “por Cristo, con Él y en Él”. Se nos invita a abandonar ese vivir hacia fuera, pensando en qué van a opinar las demás personas sobre nosotras… Solo tras dejar en lo más íntimo de nuestro ser lo que nos va ocurriendo, podremos ser hombres y mujeres entregadas al servicio de la humanidad.

Oración

Trinidad Santa, ayúdanos a vivir en ti,
y a guardar lo que vamos viviendo en lo íntimo de nuestro ser.


*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El Evangelio no sacraliza ningún tipo de familia.

Domingo, 29 de diciembre de 2024

Dios es FamiliaLA FAMILIA DE NAZARET (C)

Lc 2,41-52

Solo si conocemos lo que era la familia en tiempo de Jesús, estaremos en condiciones de comprender lo que nos dice el evangelio. En aquel tiempo no existía la familia nuclear, formada por el padre la madre y los hijos. En su lugar encontramos el clan o familia patriarcal. El control absoluto pertenecía al varón más anciano. Todos los demás miembros: hijos, hermanos, tíos, primos, esclavos formaban una unidad sociológica. Este modelo ha persistido en toda el área mediterránea durante milenios. La esposa entraba a formar parte de la familia del varón, olvidándose de la suya propia.

Todos los miembros de la familia formaban una unidad de producción y de consumo. Pero la riqueza básica del clan era el honor. Sus miembros estaban obligados a mantenerlo por encima de todo. No era solo una cuestión social sino también económica. Las relaciones económicas eran inconcebibles al margen de la honorabilidad y el prestigio. Era vital para el clan que ningún miembro se desmandara y malograra el bienestar de toda la familia. Esto no quiere decir que no tuvieran los esposos relaciones especiales entre ellos y con los hijos. Incluso podían tener su casa propia, pero nunca gozaban de independencia.

Esta perspectiva nos permite comprender mejor algunos episodios de los evangelios. El que acabamos de leer es un ejemplo. Desde la idea de una familia formada por José, María y Jesús, es incomprensible que se volvieran de Jerusalén sin darse cuenta de que faltaba Jesús. Si todo el clan (treinta – cincuenta personas) sube a Jerusalén como familia, los varones irían juntos, las mujeres también y los jóvenes andarían por su lado, sin preocuparse demasiado los unos de los otros, porque la seguridad la daba el grupo.

Otros pasajes que se explican mejor desde esta perspectiva: (Mc 3, 20-21) “Al enterarse ‘los suyos’ se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio”. Lo que pretendía su familia era evitar una catástrofe para él y para todo el clan. El tiempo les dio la razón. Más adelante (Mc 3, 31-34): “Una mujer dice a Jesús: tu madre y tus hermanos están fuera. Él contestó: Y ¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Se nos está diciendo que para llevar a cabo su obra, Jesús tuvo que romper con su clan, lo cual no supone que rompiera con sus padres. Este episodio lo recoge también Mateo y Lucas.

Hay otro aspecto que también se explica mejor desde este contexto. La costumbre de casarse muy jóvenes (las mujeres a los 12 -13 años y los hombres a los 13-14). Era vital adelantar la boda, porque la media de edad era unos treinta y tantos años y a los cuarenta eran ya ancianos. En el ambiente que tenían que vivir, no era tan grave la inexperiencia de los recién casados, porque seguían bajo la tutela que daba el clan. También la responsabilidad de criar y educar a los hijos era tarea colectiva, sobre todo de las mujeres.

Jesús no se sometió a ese control porque le hubiera impedido desarrollar su misión. Fijaros el ridículo que hacemos cuando, en nombre de Jesús, predicamos una obediencia ciega, es decir irracional, a personas o instituciones. Cuando creemos que el signo de una gran espiritualidad es someter la voluntad a otra persona, dejamos de ser nosotros mismos. La explicación que acabo de dar pretende armonizar la responsabilidad de Jesús con su misión y el cariño entrañable que tuvo que sentir, sobre todo por su madre.

El relato evangélico que acabamos de leer está escrito ochenta años después de los hechos; por lo tanto no tiene garantías de historicidad. Sin embargo es muy rico en enseñanzas teológicas. No hay nada de sobrenatural ni de extraordinario en lo narrado. Se trata de un episodio que revela un Jesús que empieza a tomar contacto con la realidad desde su propia perspectiva. Justo a los doce años se empezaban a considerar personas, a tomar sus propias decisiones y a ser responsables de sus propios actos.

Sentado en medio de los doctores. Los doctores no tienen ningún inconveniente en admitirle en el “foro de debate”. Tiene ya su propio criterio y lo manifiesta. Lucas prepara lo que va a significar la vida pública, adelantando una postura que no es de niño. Sus padres no lo comprendían. La verdad es que fue, para todos los que le conocieron incomprensible. Siguió bajo su autoridad, pero ya ha dejado claro que su misión va más allá de los intereses del clan. La última referencia es un fuerte aldabonazo. Dice el texto: Jesús crecía en estatura en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres.

Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Lo importante no es la clase de institución familiar en que vivimos, sino los valores humanos que desarrollamos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó  la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para los seres humanos. El ser humano nace como proyecto que tiene que desarrollarse con la ayuda de los demás.

No debemos sacralizar ninguna institución. Las instituciones tienen que estar siempre al servicio de la persona humana. Ella es el valor supremo. Las instituciones ni son santas ni sagradas. Con frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos. No son las instituciones las culpables sino algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para defender sus propios intereses. No se trata de echar por la borda una institución por el hecho de que me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano.

La familia sigue siendo hoy el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no solo durante los años de la niñez o juventud, sino durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco ideal para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio.

En ninguna parte del NT se propone un modelo de familia, sencillamente porque no se cuestiona el existente en aquel tiempo. Proponer un único modelo de familia como cristiano es pura ideología. Si dos hermanos viven con uno de los padres forman una familia, cuando muere el padre, ¿dejan de ser una familia? Y si son dos personas que se quieren y deciden vivir juntas, ¿no son una familia? Jesús no defendió instituciones, sino a las personas que la forman. En cualquier modelo de familia lo importante es el amor, que Jesús predicó y que debemos desarrollar en cualquier circunstancia que la vida.

Meditación-Contemplación 

Piensa: ¿Qué sería yo sin los demás?
Nada, absolutamente nada, ni siquiera mi existencia sería posible.
Si los que te rodean han hecho posible que tú seas,
¿es mucho pedir, que tú ayudes a los demás a ser?
Deja que todos encuentren en ti un apoyo para seguir viviendo;
es la única manera de vivir tú humanamente.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Qué o a quién buscamos? ¿Por qué seguimos buscando a Jesús?

Domingo, 29 de diciembre de 2024

 

sainte-famille-2007Lc. 2, 41-52

En pleno ambiente navideño nos encontramos este domingo, dedicado a la Sagrada Familia, con un texto evangélico nada fácil. Nada fácil por el texto en sí mismo y por ese ambiente que tiñe o sesga nuestra lectura.

Son los últimos versículos de estos dos primeros capítulos de Lucas que conocemos como los evangelios de la infancia de Jesús. En el versículo siguiente ya se nos presenta otro escenario y a Juan Bautista y Jesús en plena vida pública.

Intentemos dejar a un lado el “evangelio del niño perdido” y acerquémonos al texto, elaborado como una parábola que quiere mostrar o dar testimonio de Jesús, el Hijo de Dios, propósito que vertebra todo el evangelio de Lucas. Y desde esta perspectiva os invito a pararnos en tres aspectos:

– Jesús, Hijo de Dios, un adulto que toma la Palabra en el Templo

Recordamos que en Israel, en tiempos de Jesús, un niño pasaba a ser considerado adulto a los doce años, con una serie de ritos y obligaciones, entre ellas la subida al Templo de Jerusalén en la Pascua. Por lo tanto el relato no trata de un niño, sino de un hijo adulto, que va descubriendo, y esta es la intención del evangelista, que su vida tiene su razón de ser en cumplir la voluntad de Dios, su Padre. Y nos lo presenta en un ambiente concreto, el Templo, rodeado de maestros de Israel, a los que trata como a iguales, les hace preguntas y les responde. Es decir, el evangelio nos presenta a Jesús como “maestro”, y maestro que asombra y deslumbra.

Y correlativa a la imagen de Jesús maestro, está la de discípulo. En este caso una imagen rompedora de discípula, porque es una mujer, María, su madre, la que conservará todo esto en su corazón. Verdadera actitud de discípulo, llevar en el corazón las palabras y gestos de su Señor.

– Jesús que nos pregunta a nosotros como a María y José ¿Por qué me buscabais?

No es cualquier pregunta al paso, en el texto de hoy aparece cuatro veces la idea de “buscar” (vv. 44, 45, 48 y 49). Es más, el evangelio está lleno de expresiones sobre los que “buscan a Jesús” sin encontrarle unas veces (Lc 2, 44-45 y 24, 3, 23-24) y encontrándole otras (Lc 2, 46; cf. Lc 24, 7, 21, 46).

Porque esta búsqueda, nos dice Lucas, requiere unas actitudes, o responde a unos “por qués”. Lo vemos en los pastores, pobres y marginados, y los Magos, estudiosos y extranjeros, (Mt 2,11) que fiándose de las señales, escuchando atentamente lo que saben interpretar como voz de Dios, expresada en ángeles o en la estrella, le reconocen y le encuentran en ese niño pobre pequeño, recostado en un pesebre, tan distinto a lo que esperaban. Actitud tan distinta a la búsqueda de los maestros de la Ley que, a pesar de leer las escrituras o precisamente por ello, no lo encuentran. No lo encuentran porque solo buscan lo que confirme sus teorías, sus planes, sus leyes…  ¿Por qué buscamos nosotros a Jesús? ¿Cómo le buscamos? ¿Estamos abiertos/as a las pobrezas, a los pesebres, a los llantos de un niño como expresión de la cercanía y la ternura de nuestro Dios? ¿O intentamos marcarle los caminos, los nuestros, que nunca son los suyos?

– Jesús que interpela a María y José y a cada uno de nosotros: “¿No sabíais que yo…?”

Otra expresión que recorre el evangelio de Lucas, de estos primeros capítulos al último. Hoy escuchamos cómo reprocha a sus padres, inquietos y preocupados, lo mismo que a los discípulos de Emaús, decepcionados y tristes: “¿Es que no sabíais…?  Y en ambos el texto añade: Pero ellos no comprendieronno comprendieron los hechos ni las palabras de Jesús.

¿Cuántas veces no nos pasa a nosotros lo mismo? No comprendemos los silencios de Dios, no entendemos lo que hace o sus planes entre nosotros…  En esos momentos el evangelio nos invita a dar el salto de la fe, a “guardar en nuestro corazón” eso que no entendemos y, a pesar de ello, como María la discípula fiel, abandonarnos a su voluntad para seguirle, para ser también sus discípulos.

Que este domingo, al acoger el evangelio nos dejemos interpelar por Jesús. Que después de escuchar de sus labios de tantas formas ese ¿Por qué me buscáis? ¿No sabéis que yo?…  comprendamos que Él sigue bajando con nosotros al Nazaret de nuestra vida, allí donde cada uno estamos, donde se va desarrollando lo ordinario y lo excepcional, donde nos encontramos con los demás y vamos creciendo, donde las relaciones de familia y amistad se afianzan, donde gratuitamente recibimos las gracias que nos hacen mejores, más felices…  Porque al final de nuestras búsquedas descubrimos que es Él el que ha decidido estar para siempre a nuestro lado y animar desde dentro nuestras vidas, si le dejamos. Que esta sea la continua Navidad que vivamos día tras día.

Mª Guadalupe Labrador Encinas, fmmdp

 

Fuente Fe Adulta

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La casa del Padre.

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9051Domingo I de Navidad: Fiesta de la Sagrada Familia

29 diciembre 2024

Lc 2, 41-52

Sin duda, Lucas elaboró este relato con el fin de presentar a Jesús como hijo fiel que vive desde y para el Padre. No puede ser casual que, en este evangelio, el término “Padre” sea el primero que aparezca en boca de Jesús y sea igualmente el último: “Padre, a tus manos confío mi espíritu” (Lc 23,46).

¿Qué significa “estar en la casa del Padre”? Desde un nivel mítico de consciencia, el Padre es alguien separado que marca el destino del mundo y del ser humano. El acierto consiste, por tanto, en vivir cumpliendo su voluntad, entendida de manera heterónoma, y anhelando el encuentro con él, acabando con la separación sentida como fractura.

Desde la comprensión no-dual, la “casa del Padre” es la única y misma “casa” de todo. No se trata, por tanto, de un lugar ni de un ser separado, sino que se refiere a ese Fondo último que constituye el núcleo y la identidad última de todo lo que es: el Fondo que constituye y sostiene a todas las formas.

Vivir en la casa del Padre es vivir en conexión con eso que somos, ese no-lugar -dado que no puede ser pensado-, que es Plenitud. Se halla siempre disponible, si bien, para acceder al mismo, se requiere entrenarse en acallar la mente. Es justamente el silencio de la mente (silencio del yo) el que nos permite ver más allá de las formas y conectar, descansar, permanecer, vivir y actuar desde el Fondo. De hecho, a poco que agudicemos el oído interno, si no lo tenemos muy desacostumbrado o incluso atrofiado, no tardaremos en oír la voz interior del Anhelo que clama: Ven a casa.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Sagrada Familia sí, pero difícil también

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9165Del Blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Jesús en el Templo: Un hecho teológico.

El relato de Jesús en el Templo bien pudo acontecer y bien está que conservemos estas “crónicas” y tradiciones de Navidad: los relatos evangélicos, villancicos, “belenes”. Pero no parece que sea una narración histórica.

Hemos de pensar que es un relato compuesto por San Lucas para hablar a aquellas comunidades y a nosotros de quién es Jesús.

        La cuestión es que, a partir de una “romería”, se arma un diálogo para sordos:

Es lógico que: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”. Pero también es evidente que María no está hablando de Dios Padre, sino de su marido, José.

        María y José ¿encontrarían a Jesús discutiendo con los “doctores del Templo o con los teólogos del concilio de Trento, por ejemplo? ¿Jesús era un niño prodigio que se lo sabía todo? No parece que sea ese el significado de este relato evangélico.

        La cuestión es que Jesús responde un tanto “extrañamente”:

        “¿No sabíais que yo tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?”

Jesús les recuerda a María y José que no tiene ninguna obligación hacia su familia. Él, -Jesús-, no ha venido para seguir el camino de los padres, sino del Padre.

Lo recordarán siempre, pero sin entenderlo. No entendieron aquellas palabras que les decía, (Lc 2,50).

02.- La cuestión de fondo es ¿quién es JesuCristo

Cristología ascendente y descendente.

        Quizás las palabras “ascendente y descendente” son un poco raras y difíciles. Vamos a ver si nos acercamos a intuir y comprender un poco -solamente un poco- el asunto Jesús.

Cristología descendente

        La mayor parte de los creyentes tenemos la mentalidad de una cristología “descendente”. Jesús era una especie de “extraterrestre”, un niño prodigio, que vivía en los espacios siderales, quién sabe dónde, y que -un buen día- a Dios se le ocurrió enviarlo a la tierra. Por eso se encarnó de manera muy extraña, pero ya desde niño “se lo sabía todo” de “este mundo y del otro”. Pasó unos treinta años esperando a su crucifixión, pero sin que tampoco tuviera demasiada importancia, pues Jesús ya sabía que iba a resucitar.

        Con esta mentalidad Jesús “desciende” del cielo a la tierra, pero la tierra y lo terrenal, lo corpóreo no tienen excesiva importancia ni interés.

Cristología ascendente.

        Es otra manera de ver y acercarse a. Jesús.

El hijo de María, es la Palabra, lo que Dios nos quería decir, nos lo va a decir por medio de un Jesús que nace entre nosotros, vive en una familia, iría al colegio-ikastola (sinagoga) de Nazaret. Siendo niño-adolescente subió algunas veces con sus padres a Jerusalén, al templo (de adulto subiría muchas más). Así, poco a poco, Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

        Jesús no fue un “niño prodigio”, sino que fue creciendo, madurando.

Jesús fue la expresión de Dios. Lo que Dios nos  quería decir se llama Jesús. La última y definitiva Palabra salvífica de Dios es Jesús.

Jesús vivía desde su fe profunda y desde su  continua unión con el Padre: Yo y el Padre somos uno, (Jn 10,30), predicaba, curaba enfermos, discutía con el legalismo y las injusticias de los fariseos, saduceos, sacerdotes del Templo, etc.

Es la cristología ascendente. Podríamos pensar que el relato de Jesús en el Templo no es el final de la infancia de Jesús, sino el “comienzo” de Jesús como creyente adulto.

El Jesús que vuelve a Nazaret no es el mismo que el de antes de subir a Jerusalén, al Templo. “Las cosas” del Padre le queman por dentro: un fuego que ha llegado para incendiar la tierra, (Lc 12,49). Le entristece no logra transmitir esta llama a sus padres, del mismo modo que tampoco lo ha logrado con los maestros del Templo.

Algo ha cambiado en Jesús. Jesús crecía.

03.- María conservaba estas cosas en su corazón.

        María, la madre de Jesús, como José y como toda la familia no entendían y estaban desconcertados ante el comportamiento y actitudes de Jesús. Incluso pensaban que Jesús estaba “fuera de sí”, (Mc 3,20-21).

La actitud de Jesús en la vida Jesús era extraña: discutía en el Templo con los sabios, Jesús que vuelca las mesas y las “ventanillas” del Templo, Jesús se salta la ley por menos de nada: cura en sábado, toca la lepra, la muerte, se deja tocar por la hemorroísa, etc., Jesús al que le siguen zelotas y prostitutas…

        María estaba desconcertada. María pensaría muchas veces ¿Quién es este hijo mío?

Por eso María conservaba y meditaba todas estas cosas en su corazón. Seguramente que María y José le dieron más de cuatro vueltas en la cabeza a la cuestión.

        El anuncio del ángel Gabriel llega a María después que ella ha llegado a la fe en su hijo Jesús. María es madre, pero sobre todo, es creyente en Jesús.

04.- La de Jesús: ¿una familia romántica?

La familia de Nazaret será santa y sagrada, pero en calma, no.

La Sagrada familia fue sin duda santa, pero ciertamente no fue tranquila. Es obligado distanciarse de la imagen consabida imagen tradicional de la familia de Nazaret: La Virgen vestida de manto celeste que hila lana, “San José” todo seráfico que trabaja la madera y  “Jesús niño” rubio como un sueco, ojos azules, de color sonrosado, con un vestido más blanco imposible, siempre en una pose de bendición como preparándose para la futura misión … algún angelito disperso por el cuadro, algún pajarillo y florecillas. ¿Todo muy idílico? Nada de nada.

        La agitación, como en tantas familias, es causada por el Hijo.

        No le entienden. Y él, Jesús, no hace nada por facilitar las cosas.

        Los tres, Jesús, José y María  son santos pero inquietos.

        Inquieto José porque no ve respetada su autoridad y ve que Jesús rompe con la tradición (religión) de su pueblo. Inquieta María, que no entiende a este Hijo. Inquieto Jesús, porque soporta mal las pretensiones de sus padres.

Lo más probable es que hubiera una grave tensión y más de cuatro discusiones entre Jesús y su familia

05.- Meditemos y conservemos.

        Nunca está de más echar una “pensada” a la vida, a los problemas y conflictos. Es la actitud de María.

        Bueno será que pensemos las cosas personalmente y en la familia, en la sociedad y  en la Iglesia.

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“ Jesús y su fidelidad a los “asuntos” de su Padre”, por Consuelo Vélez

Domingo, 29 de diciembre de 2024

IMG_9159De su blog Fe y Vida:

Comentario al domingo de la Sagrada Familia 29-12-2024

El mensaje más importante de este texto es la figura de Jesús y su relación de fidelidad a “los asuntos” de su Padre

La discusión con los maestros de la Ley está mostrando la necesidad de discernir cuál es la voluntad de Dios, cuál es el significado de la ley, cómo ha de vivirse

El texto nos muestra al Jesús humano que crece en su seno familiar, realiza las tradiciones culturales y religiosas de su tiempo, creciendo en “sabiduría, en estatura y en gracia” delante de Dios y de los hombres

Para la fiesta de Pascua iban sus padres todos los años a Jerusalén.  Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según costumbre.  Al terminar ésta, mientras ellos se volvían, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que sus padres lo supieran.  Pensando que iba en la caravana, hicieron un día de camino y se pusieron a buscarlo entre los parientes y los conocidos.  Al no encontrarlo, regresaron a buscarlo a Jerusalén.

Luego de tres días lo encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas.  Y todos los que lo oían estaban maravillados ante su inteligencia y sus respuestas.  Al verlo, se quedaron desconcertados, y su madre le dijo:

–Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.

Él replicó:

–¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo estar en los asuntos de mi Padre?

Ellos no entendieron lo que les dijo.  Regresó con ellos, fue a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.  Jesús crecía en saber, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres.

(Lc 2, 41-52)

Este texto de Lucas que hoy se nos pone a consideración, se sitúa entre el llamado evangelio de la infancia, buscando hacer un recuento sucinto de lo que debió ser la vida de Jesús antes de comenzar su predicación o vida pública. Lucas nos presenta a Jesús en el seno de su familia y cumpliendo las prácticas de todo buen judío: subir en la Pascua a Jerusalén. Jesús ya, con 12 años, comienza a ser adulto para aquella sociedad, cumpliendo sus deberes religiosos.

No podemos tomar al pie de la letra el texto ni creer que nos está hablando de la familia “ideal” como tantas veces se predica, porque no es el objetivo de este texto. Posiblemente lo que podemos aprender es la necesidad de todo ser humano de un grupo familiar que le transmite y le ayuda a cultivar los valores. Pero no hay que olvidar que, ayer como hoy, la familia supera el modelo papá, mamá, hijos, ya que en la época de Jesús la familia era ampliada a todos los familiares cercanos y, en la actualidad, hay muchas familias monoparentales y también familias ampliadas, sea por necesidades económicas, sea por relaciones filiales. Convendría tener siempre una imagen más amplia de familia para construir mucho más esos lazos de amor tan necesarios para todo ser humano pero que, supera tantas veces, los estrechos lazos de padres e hijos. Lo que quiero decir es que la familia no es el tema central de este texto y menos que algunos predicadores excluyan de la iglesia a los casados por segunda vez o que viven sin casarse. Como lo ha dicho el papa Francisco recientemente, todos tienen cabida en la Iglesia.

El mensaje más importante es la figura de Jesús y su relación de fidelidad a “los asuntos” de su Padre. La discusión con los maestros de la Ley o las preguntas y respuestas que el texto manifiesta están mostrando la necesidad de discernir cuál es la voluntad de Dios, cuál es el significado de la ley, cómo ha de vivirse. Es interesante que el texto dice que todos los que lo escuchaban quedaban maravillados por su inteligencia y sus respuestas e incluso quedaban desconcertados. Lo que podremos ver por el final de la historia de Jesús es que de ese maravillarse y desconcertarse se pasa a la persecución y a la muerte. Así es el mensaje del reino: se comienza a acoger y cuando se percibe su radicalidad, es más fácil repudiarlo o domesticarlo.

Muy interesante es el hecho de ver a María dirigiéndose a Jesús para preguntarle por lo que ha hecho. Lo normal hubiera sido que fuera José el que lo reprendiera. De alguna manera se muestra esa subversión de valores que se va engendrando alrededor del mensaje del reino. María sigue tomando la palabra como lo hemos visto en otros relatos del evangelio, visibilizando su protagonismo como mujer, protagonismo acallado por siglos.

Ante tantas especulaciones de las películas o de relatos apócrifos de que Jesús se fue esos treinta años de vida oculta a estudiar técnicas de meditación o a entrenarse en poderes extraordinarios, este texto nos muestra al Jesús humano que crece en su seno familiar, realiza las tradiciones culturales y religiosas de su tiempo, creciendo en “sabiduría, en estatura y en gracia” delante de Dios y de los hombres. No son cosas extraordinarias lo que Jesús va a anunciar en su vida pública, sino que se convertirá en profeta y testigo de esa experiencia de Dios que asimiló, discernió, discutió, entendió en su juventud. Nadie da lo que no tiene y Jesús comunicó su experiencia con el Dios del reino y su fidelidad indiscutible a su voluntad y mensaje.

(foto tomada de:  https://www.literaturabautista.com/el-nino-jesus-y-los-doctores-de-la-ley-bosquejo/)

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“Sagradas Familias”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Domingo, 29 de diciembre de 2024

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Comentario a la lectura evangélica (Lucas 2, 41-52) de la Misa del Domingo de la Sagrada Familia – 29 diciembre 2024 –

Sagradas Familias

Fiesta de la familia, recita la liturgia.

Fiesta de mi familia, añado yo.

De la familia concreta, objetiva, real, de la que provengo o que he formado o deseo formar. Y, en los tiempos que corren, esta fiesta resulta chocante y provocativa, casi una provocación que sobrevuela nuestras disputas políticas y sociales, que infunde vigor y energía a nuestra vida cotidiana.

Nos guste o no, la familia es y sigue siendo el corazón de nuestro itinerario vital, de nuestra educación, a menudo fuente de muchos sufrimientos, de algunas decepciones y, gracias a Dios, de inmensas alegrías.

Nos hace sonreír que Dios haya querido vivir la familia.

Es sorprendente que haya elegido una familia tan anómala y complicada para hacerlo.

Asombra que la Iglesia persista en proponer esta familia como modelo, donde la pareja vive en la precariedad de lo cotidiano, el niño es la presencia de la Palabra de Dios, y la pareja se encuentra huyendo por la repentina notoriedad del recién nacido…

Pero no es en la diversidad en lo que queremos seguir a María y José, sino en su concreción como pareja que ve su vida trastocada por la acción de Dios y por el delirio de los hombres, en su capacidad de apartarse, seriamente, sin chantajes, sin angustias, para formar parte de un proyecto mayor, el que Dios tiene sobre el mundo.

Si la Navidad nos obliga a preguntarnos si realmente queremos a un Dios tan indefenso, la meditación sobre esta familia y los treinta años que vivieron en Nazaret, si cabe, nos proporcionan intuiciones aún más incisivas…

Dios crece, pues.

Crece en la vida cotidiana de una familia de pobres, llena de fe y entregada al Misterio. Una familia que tiene algo que decir a mi familia.

Cotidianeidad

La primera reflexión procede de la cotidianidad que viven María y José.

Estamos acostumbrados a considerar el tiempo dividido en días laborables y festivos. Otro es el paso repetitivo y aburrido de los días, otro es el acontecimiento que preparamos con intensa alegría; otro la fatiga del trabajo, otro la embriaguez de las vacaciones de verano. Así en la fe: los domingos, si podemos, sacamos cuarenta cinco… minutos para la Misa y luego, durante la semana, nos vemos desbordados por los compromisos.

Nazaret nos enseña que Dios viene a habitar en el hogar, que en lo cotidiano y en la repetitividad de los gestos podemos realizar el Reino, tener una experiencia mística, crecer en el conocimiento de Dios.

Podemos (¡en serio!) elaborar una teología del pañal, un tratado místico de los deberes de los niños, una espiritualidad de la hipoteca que hay que pagar.

La extraordinaria novedad del cristianismo es -¡precisamente! – su absoluta ordinariez.

Parejas que tenéis un primogénito: vuestras fatigas y noches de insomnio, la agotadora relación entre vosotros a causa del cansancio y las preocupaciones, son lo mismo que María y José.

Amigos que tenéis problemas en el trabajo: José también tuvo noches de desasosiego antes de solicitar una hipoteca para poder ampliar su taller de carpintería.

Dios decidió habitar lo mundano, tender un puente sobre el paso de los días.

El Padre

La segunda reflexión surge de la respuesta aparentemente dura y poco amable de Jesús a sus padres (¡como buen adolescente!) sobre su permanencia en Jerusalén después del Bar Miztvah: debe atender las cosas del Padre. Jesús recuerda a sus propios padres (¡!) la primacía de Dios en la vida de una familia. Estamos juntos para ayudarnos a encontrar la felicidad, el sentido de la vida, estamos juntos para caminar hacia la plenitud. Dios no es un apéndice superfluo de nuestras opciones, que quizá haya que sacar a relucir cuando hay vacaciones o algún problema. Si nos convertimos en buscadores de Dios, nos damos cuenta plenamente de la finalidad de nuestro estar juntos.

El misterio en casa

Me he preguntado cientos de veces cuánta fe tuvieron que tener estos padres para decirse a sí mismos que este niño, idéntico a todos los niños, era realmente el Hijo de Dios. José miraba a menudo a su virginal esposa al final del día, avergonzado por la inmensidad de su fe, sintiéndose un poco inadecuado por tan maravillosa tenacidad.

María, cuando llevaba café a media mañana a José con su pelo rizado lleno de virutas, bendecía al Señor en su corazón por haberle dado un compañero tan sencillo y verdadero.

La Sagrada Familia nos invita a mirar a los demás miembros de la familia con una mirada de fe y de luz, descubriendo el Misterio escondido en personas que consideramos estáticas e inmutables.

Confiemos a Dios nuestras familias concretas, las que tenemos o hubiéramos querido tener, con todas las fatigas y alegrías, contradicciones y pobrezas, emociones y bondades que sabemos dar.

Dios habita en ellas.

Feliz Navidad.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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Epifanía 2. Manifestación de Dios, misión cristiana (Mt 2, 1-12 y 28, 16-20). Buscar el centro, salir a las periferias

Viernes, 7 de enero de 2022
Comentarios desactivados en Epifanía 2. Manifestación de Dios, misión cristiana (Mt 2, 1-12 y 28, 16-20). Buscar el centro, salir a las periferias

Clipboard-17825-R154Oj1xNPTlUbyTU1rxsiO-568x320@LaStampa.it.jpg f=detail_558&h=720&w=1280&$p$f$h$w=3bc683aDel blog de Xabier Pikaza:

Presenté ayer el tema más externo de la epifanía, con la revelación de la Estrella, y el viaje iniciático (actual) de los Magos desde un fondo de astronomía bíblica. Hoy completo el tema evocando el fondo teológico de la epifanía, con sus dos elementos.

(a) La Epifanía es, por un lado, la fiesta de la Manifestación de Dios, del brillo y fulgor escondido de su divinidad en la vida de los hombres. Está en el fondo la certeza de que los hombres son (somos) revelación de Dios, manifestación afortunada de la “estrella” o luz que viene de lo alto (como sabe Mt 2, 1-12)..

(b) La Epifanía se abre, por otro lado, a la misión cristiana. No somos simplemente revelación de Dios, sino que tenemos que “decirlo”, como mensajeros del Cristo de Dios en la tierra, caminando desde el centro (Belén y Galilea) a las periferias de la tierra enriqueciendo a todo el mundo con la estrella (gracia) luz de Dios  que es el sentido y futuro de la vida (Mt 28, 16-20).

 Introducción “litúrgica”.

Recuerdo con nostalgia el “orden” de la liturgia romana anterior al Vaticano II cuando, después de Navidad, venía el “tiempo de la epifanía” que, de hecho, se alargaba hasta cuaresma, como primera versión del Cristianismo, con sus tres tiempos centrales: De Navidad-Epifanía, de Cuaresma-Pascua y de Pentecostés.

Con la reforma postconciliar (que en esto ha sido desafortunada, los liturgos del post-concilio se equivocaron), este “tiempo de epifanía” desaparece prácticamente de tal forma que tras el domino 2º después de Navidad comienza un “tiempo ordinario”, que, a mi juicio, está “descafeinado” de evangelio.

Se pierde así el “tiempo de epifanía”, con todo lo referente al principio de la “manifestación de Dios en Cristo” (en su nacimiento y en el comienzo de su vida “apostólica”: Bautismo, bodas de Caná). Ciertamente, la misión cristiana se funda en la muerte y pascua de Cristo-Mesías, pero sin esta epifanía o manifestación misionera de la encarnación-nacimiento de Cristo (como primera parte del tiempo de Pentecostés) se corre el riesgo de perder algo importante en la visión del origen y expansión del cristianismo.

El tema no es que nosotros propaguemos la misión de Cristo, sino que Dios se manifiesta en nuestra vida, que seamos revelación de Dios.

Somos epifanía de Dios. Sentido general

Icono de la huida a egiptoLa palabra epifanía (manifestación) ha entrado en la liturgia cristiana, para evocar la presencia y manifestación de Dios en el nacimiento de Cristo, tal como aparece en el relato de los magos (Mt 2, 1-12).

(1)  Religiones epifánicas y proféticas.En sí misma, la palabra epifanía (con su experiencia de fondo) no pertenece a la tradición de la Biblia hebrea, de tal manera que los especialistas han tendido a distinguir dos tipos de religiones.

(a) Las religiones paganas, que pueden llamarse religiones de epifanía, porque en ellas se revela el misterio eterno de Dios en formas inmutables, de presencia o manifestación de lo divino.

(b) Por el contrario, la religión bíblica es de tipo profética: no da testimonio del Dios «que siempre es», sino del Dios que actúa en el tiempo, abriendo un camino de historia que culminará en el día de Yahvé, el momento de su revelación final, de tipo apocalíptico, no epifánico (significativamente, el nombre de Antioco Epífanes ha quedado como símbolo de los enemigos de Yahvé: 2 Mac 2, 20; 2, 13).

            De todas formas, esta distinción no puede tomarse como absoluta y, así en los textos finales del Antiguo Testamento se alude con frecuencia a la epifanía de Dios, entendida como “salida” de Dios  (por utilizar un lenguaje del Papa Francisco), un camino que nos lleva del centro (Belén-Galilea) a los confines de la tierra.

Epifanía cristiana. Textos básicos del NT

Los textos más antiguos del Nuevo Testamento no hablan de la epifanía de Dios, sino que emplean un lenguaje vital de manifestación y presencia de Dios en la vida de Jesús. Pero los textos más tardíos (especialmente las Cartas Pastorales de la tradición de San Pable)   han empleado un lenguaje de epifanía, , que aparece ya también en Lc 2, 11-12, donde Jesús viene a mostrarse como manifestación de Dios sobre la tierra (cf. Lc 2, 10-11).

En esa línea se sitúa la pequeña confesión de 1 Tim 3, 16 donde se dice que es

  • «el misterio se manifestó en la carne y fue justificado en el Espíritu;
  • se apareció a los ángeles y fue predicado a las gentes;
  • fue creído en el cosmos y fue asumido en Gloria».

            El misterio se ha manifestado (ephanerôthê), de tal forma que se ha dejado ver en el nivel angélico. De la epifanía (de Dios o de Cristo) hablan también  1 Tim 6, 14 y 2 Tim 4, 1-8. Pero el texto epifánico por excelencia es el de Tito 2, 11-13:

«Se ha manifestado (epephanê) la gracia salvadora de Dios a todos los hombres, enseñándonos a vivir de manera prudente, justa y piadosa en este tiempo, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas, aguardando la bienaventurada esperanza, la manifestación (epiphaneian) de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo».

El autor de la carta a Tito ha interpretado el cristianismo como religión de epifanía, pero conservando un elemento escatológico: se ha manifestado (epephan) ya la gracia de Dios que nos salva. Frente a los mitos o cultos orientales que hablaban de la epifanía de un Dios cósmico (o de un emperador sagrado), la carta a Tito habla de la epifanía de «nuestro Dios Jesucristo», es decir, del Mesías crucificado. Quizá en ningún otro lugar del Nuevo Testamento se ha presentado el cristianismo con expresiones tan helenistas. En ningún otro lugar se ha destacado tanto la divinidad de Jesús, en claves de epifanía sagrada, conservando, sin embargo, las bases cristianas.

Magos de Mt 2 y misioneros de Mt 28.

El texto básico de la Epifanía de Dios en el NT es el de Mt 2, 1-12.  Este motivo) nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica (-nómica) que vincula al ser humano (y especialmente al que aparece como salvador) con un (=el) Astro del cielo: es como luz en el firmamento, marcando la línea de futuro de la historia. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse (simbólicamente) una luz, que atrae a los “magos”, que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por eso, este pasaje debe interpretarse en la línea que lleva del mesianismo particular judío (Mt 10, 5-6) al mesianismo universal de Mt 28, 16-20.

          Desde ese fondo se distinguen y completan los dos tipos de cristología y misión que han definido el comienzo de la iglesia, según el evangelio de Mateo: una es centrípeta (los gentiles tienen que venir a Jerusalén para adorar al Dios israelita en su Mesías); la otra es centrifuga (los enviados del Cristo pascual salen a ofrecer en todas las direcciones su mensaje). La primera tradición (Mt 2) es más judía y puede entenderse como principio del evangelio de Mateo. La segunda (Mt 28, 16-20) es más pascual, expresando mejor la novedad cristiana. Entre ambas se extiende el evangelio, que ahora interpretamos como relato de transformación cristológica y misionera. Ambos modelos resultan paradójicos.

Los magos (gentiles) buscan en Jerusalén al Rey de los judíos. Vienen pero no encuentran al Rey en Sión/Jerusalén, sino en Belén; no lo descubren venerado y victorioso, sino escondido y perseguido; por eso tienen que volver a su país, no pueden quedarse en Judea, ni cultivar de una forma nacional el mesianismo. Ese retorno de los magos es un signo del carácter todavía incompleto de un mesianismo cerrado en Israel.

Los discípulos de Jesús llevarán su mensaje y vida (su discipulado), pero no desde Jerusalén sino desde la montaña de la pascua de Galilea (Mt 28). No van para volver a Jerusalén (donde estaría el centro de la iglesia establecida), sino para ofrecer su fermento de vida (su discipulado) a todos los pueblos de la tierra, quedándose entre ellos. Son portadores del mensaje-vida de Jesús, pero no de una forma nacional judía (o cristiana), sino que deben aceptar en cada país el esquema de vida (cultura, religión fundante) de los pueblos hacia los que se dirigen.

El evangelio de Mateo (=Mt) ha elaborado una cristología del camino misionero, que pasa del camino de los Magos a Jerusalén-Belén (Mt 2) al camino de los misioneros de Jesús desde el monte de Galilea a todos los pueblos de la tierra (Mt 28, 16-20), como seguiré indicando. Ésta es una reflexión programáticaes de tipo académico. proviene de un trabajo publicado Estudios trinitarios (2003), recogido on line en Mecabá, recreado pora el Aula de Teología de la Universidad de Cantabria y reelaborado, finalmente,  en Comentario de Mateo, con anotaciones del Diccionario de la Biblia. Es un texto académico, muy matizado, con abundantes notas. Buen tiempo de epifanía a todos

EPIFANÍA DE DIOS Y MISION CRISTIANO: DE MAGOS DE ORIENTE A LOS MISIONEROS GALILEOS DE JESÚS (Mt 2, 1-12; 28, 16-20)

Magos. Rey de los judíos y mesías pascual

 Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos…Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica (-nómica) que vincula al ser humano (y especialmente al salvador) con un (=el) Astro del cielo: es como luz en el firmamento y futuro de la historia. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz, se expande una esperanza de salvación sobre la tierra. Esa luz atrae a los “magos”, que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por eso, como venimos suponiendo, este pasaje debe interpretarse en la línea que lleva al mesianismo universal de Mt 28, 16-20.

Los magos preguntan por el mesías en Jerusalén, pero no lo encuentran allí (en la ciudad del templo, donde habita un rey de este mundo), sino en Belén, capital donde se centran y cumplen las promesas. De esa forma, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al mesías, puede entenderse ya como anuncio de la culminación pascual del evangelio: una prolepsis de lo que será la misión final cristiana, interpretada aquí en forma centrípeta (desde el modelo de la gran peregrinación de pueblos hacia el centro de la tierra, que es Jerusalén).

 – La cristología de los magos brota de la tradición israelita: los pueblos paganos de Oriente vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los magos, son signo de un camino de búsqueda y fe universal, que desborda el nivel israelita, tanto por su origen como por su meta. Por su origen: la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión (de su paganismo). Por su meta: tras adorar a Jesús no quedan allí, para formar parte del pueblo judío, sino que vuelven a sus tierras, como indicando que el camino y luz del Rey israelita ha de interpretarse desde sus propias tradiciones religiosas y culturales.[1]

– La cristología del envío final (28, 16-20) empalma con los magos, pero invierte y completa su sentido: no son ellos (magos gentiles) los que deben buscar en Jerusalén al Rey israelita, para encontrar al Niño de Belén y marchar por otro camino hacia su tierra; son los mismos cristianos quienes deben expandir la experiencia mesiánica ia todos los pueblos de la tierra, como enviados del Cristo pascual, desde la montaña de su resurrección (en Galilea, no en Jerusalén). Los cristianos ya no esperan la venida de los pueblos, como parece haber hecho la iglesia primera de Jerusalén y la tradición de las comunidades judeo-cristianas, cuya dotrina ha recogido (y superado) Mt en su evangelio, sino que deben ir a las naciones (y no sólo a las de oriente), llevando la buena nueva del discipulado, de la comunicación fraterna, poniéndose así en manos de la cultura y vida de los pueblos. [2]

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“Seguir la estrella”. Epifanía del Señor – C (Mateo 2,1-12) 06 de enero 2021

Jueves, 6 de enero de 2022
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09_EPIFANIA-C_1487581Estamos demasiado acostumbrados al relato de los magos. Por otra parte, hoy apenas tenemos tiempo para detenernos a contemplar despacio las estrellas. Probablemente no es solo un asunto de tiempo. Pertenecemos a una época en la que es más fácil ver la oscuridad de la noche que los puntos luminosos que brillan en medio de cualquier tiniebla.

Sin embargo, no deja de ser conmovedor pensar en aquel escritor cristiano que, al elaborar el relato de los magos, los imaginó en medio de la noche, siguiendo la pequeña luz de una estrella. La narración respira la convicción profunda de los primeros creyentes después de la resurrección. En Jesús se han cumplido las palabras del profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una luz grande. Habitaban en una tierra de sombras, y una luz ha brillado ante sus ojos» (Isaías 9,1).

Sería una ingenuidad pensar que nosotros estamos viviendo una hora especialmente oscura, trágica y angustiosa. ¿No es precisamente esta oscuridad, frustración e impotencia que captamos en estos momentos uno de los rasgos que acompañan casi siempre el caminar del ser humano a lo largo de los siglos?

Basta abrir las páginas de la historia. Sin duda encontramos momentos de luz en que se anuncian grandes liberaciones, se entrevén mundos nuevos, se abren horizontes más humanos. Y luego, ¿qué viene? Revoluciones que crean nuevas esclavitudes, logros que provocan nuevos problemas, ideales que terminan en «soluciones a medias», nobles luchas que acaban en «pactos mediocres». De nuevo las tinieblas.

No es extraño que se nos diga que «ser hombre es muchas veces una experiencia de frustración». Pero no es esa toda la verdad. A pesar de todos los fracasos y frustraciones, el hombre vuelve a recomponerse, vuelve a esperar, vuelve a ponerse en marcha en dirección a algo. Hay en el ser humano algo que lo llama una y otra vez a la vida y a la esperanza. Hay siempre una estrella que vuelve a encenderse.

Para los creyentes, esa estrella conduce siempre a Jesús. El cristiano no cree en cualquier mesianismo. Y por eso no cae tampoco en cualquier desencanto. El mundo no es «un caso desesperado». No está en completa tiniebla. El mundo está orientado hacia su salvación. Dios será un día el fin del exilio y las tinieblas. Luz total. Hoy solo lo vemos en una humilde estrella que nos guía hacia Belén.

José Antonio Pagola

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Fiesta de la Epifanía del Señor. 6 de enero de 2022

Jueves, 6 de enero de 2022
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epifania6-1024x785Leído en Koinonia:

Isaías 60, 1-6: La gloria del Señor amanece sobre ti. 
Salmo responsorial: 71: Se postrarán ante ti, Señor, todos los reyes de la tierra. 
Efesios 3, 2-6: Ahora ha sido revelado que también los gentiles son coherederos. 
Mateo 2, 1-12: Venimos de Oriente para dorar al Rey.

 La época en que se escribe esta parte del libro del profeta Isaías (Tercer Isaías) corresponde a la restauración, es decir, al regreso a Jerusalén de los exiliados en Babilonia, regreso a la gran ciudad de Dios. Cuando este grupo de exiliados llegó a Israel encontró sus ciudades destruidas, sus campos abandonados o apropiados por otras familias, las murallas derruidas y el templo, el lugar donde Yahvé habitaba, incendiado. Esta dramática realidad los desanimó completamente, centrando sus esperanzas y sus motivaciones únicamente en la reconstrucción de sus viviendas y sus campos, dejando de lado la restauración del templo y, con ello, la confianza en la venida gloriosa de Yahvé, quien traería para Israel la salvación plena en la misma historia. Isaías anima la fe de su pueblo, los invita a poner nuevamente su fe y su corazón en la fuerza salvífica de Yahvé, quien traerá la paz y la justicia a su pueblo, por ello Jerusalén será una ciudad radiante, llena de luz, en donde la presencia de Dios como rey hará de ella una nación grande, ante cuya presencia se postrarán todos los pueblos de la tierra. El profeta manifiesta con esta gran revelación que Dios es quien dará inicio a una nueva época para Israel, una época donde reinará la luz de Dios y serán destruidas todas las fuerzas del mal, pues Dios se hace presente en Israel y ya más nadie podrá hacerle daño.

Esta visión profética posee una comprensión muy reducida de la acción salvífica de Dios, ya que es asumida como una promesa que se cumplirá en beneficio única y exclusivamente del pueblo de Israel y no de toda la tierra. Pablo, a través de la carta a los Efesios, ampliará esa comprensión, afirmando que la salvación venida por Dios, a través de Jesús, es para “todos”, judíos y paganos. El plan de Dios, según Pablo, consiste en formar un solo pueblo, una sola comunidad creyente, un solo cuerpo, una sola Iglesia, un organismo vivo capaz de comunicar a toda la creación la vida y la salvación otorgada por Dios. La carta a los Efesios expresa que el misterio recibido por Pablo consiste en que la Buena Nueva de Cristo se hace efectiva también en los paganos, ellos son coherederos y miembros de ese mismo Cuerpo; esto significa que Dios se ha querido revelar a toda la humanidad, actúa en todos, salva a todos, reconcilia a todos sin excepción.

El evangelio que leemos hoy, en la Fiesta de la «Epi-fanía», confirma este carácter universal de la salvación de Dios. Mateo expresa, por medio de este relato simbólico, el origen divino de Jesús y su tarea salvífica como Mesías, como rey de Israel, heredero del trono de David; para ello el evangelista insiste en nombrar con exactitud el lugar donde nació Jesús y en confirmar, a través del Antiguo Testamento, que con su presencia en la historia se da cumplimiento a las palabras de los profetas. Por otro lado, el rechazo de este nacimiento por parte de las autoridades políticas (Herodes) y religiosas (sumos sacerdotes y escribas) del pueblo judío y el gozo infinito de los magos, venidos de Oriente, anuncian desde ya ese carácter universal de la misión de Jesús, la apertura del evangelio a los paganos y su vinculación a la comunidad cristiana. La Epifanía del Señor es la celebración precisa para confesar nuestra fe en un Dios que se manifiesta a toda la humanidad, que se hace presente en todas las culturas, que actúa en todos, y que invita a la comunidad creyente a abrir sus puertas a las necesidades y pluralidades del mundo actual.

En un tiempo como el que vivimos, marcado radicalmente por el pluralismo religioso, y marcado también, crecientemente, por la teología del pluralismo religioso, el sentido de lo «misionero» y de la «universalidad cristiana» han cambiado profundamente. Hasta ahora, en demasiados casos, lo misionero era sinónimo de proselitismo, de «convertir al cristianismo» a los «gentiles», y la «universalidad cristiana» era entendida desde la centralidad del cristianismo: éramos la religión central, la (única) querida por Dios, y por tanto, la religión-destino de la humanidad. Todos los pueblos (universalidad) estaban destinados a abandonar su religión ancestral y a hacerse cristianos… Tarde o temprano el mundo llegaría a su destino: a ser «un sólo rebaño, con un solo pastor»…

Hoy todo esto ha cambiado, aunque muchos cristianos (incluidos muchos de sus pastores) todavía siguen en la visión tradicional. Buen día hoy, pues, para presentar estos desafíos y para profundizarlos. No desaprovechemos la oportunidad para actualizar también personalmente nuestra visión en estos temas. En la RELaT (servicioskoinonia.org/relat) hay muchos materiales para estudiar el tema, así como para debatirlo en grupos de estudio o de catequesis.

En el Nuevo Testamento, además de Juan 7,42, encontramos referencias a Belén en las narraciones de Mateo 2 y Lucas 2 acerca del nacimiento del Salvador en la ciudad de David. La tradición de que el Mesías debía nacer en Belén tiene su base en el texto de Miqueas 5,2, donde se señala que de Belén Efrata debía salir quien gobernaría Israel y sería pastor del pueblo. Hoy ya sabemos que Jesús nació probablemente en Nazaret, y que la afirmación de que nació en Belén es una afirmación con intenció teológica.

El término “magos” procede del griego “magoi”, que significa matemático, astrónomo y astrólogo. Estas dos últimas disciplinas eran una misma en la antigüedad, por lo que con ambas se podía estudiar el destino y designio de las personas. Es decir, los «reyes magos» no fueron ni reyes ni magos en el sentido actual de estas palabras; habrían sido astrólogos o estudiosos del cielo. Fue el teólogo y abogado cartaginés Tertuliano (160-220 d.C.) quien aseguró que los magos serían reyes y que procederían de Oriente. En la visita de los magos a Jesús, los Padres de la Iglesia vieron simbolizadas la realeza (oro), la divinidad (incienso) y la pasión (mirra) de Cristo.

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Epifanía 1. Los magos y la estrella, con una nota de astro-nomía (-logía) bíblica

Jueves, 6 de enero de 2022
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adoracion-reyes-ravena--644x450Del blog de Xabier Pikaza:

Popularmente esta fiesta se llama de los Reyes. Pero la tradición y liturgia de la Iglesia la llama Epifanía, que significa “manifestación sagrada” o presencia de Dios, con el sentido de Teofanía. Se celebra desde antiguo, y es la fiesta primitiva de la Navidad (que una fiesta más tardía). Así la conservan todavía las Iglesias orientales. Trataré de ella en dos “postales”.

La primera (hoy, víspera de Reyes: 5.1.22) expone de un modo más popular y exigente la venida de los magos y la estrella, en búsqueda de Cristo, es decir, de la nueva humanidad, insistiendo en la astronomía-astrología sagrada.

La  segunda tratará de la Epifanía estrictamente dicha, como “fiesta” de la misión (manifestación) de Cristo y de su iglesia (esto es, de sus magos-ministros mediadores), y lo hará de un modo más teológico, evocando el tema de la nueva y más alta epifanía cristiana, en un mundo que parece quedarse sin luces de Dios, ni de Navidad.

1.LOS MAGOS Y LA ESTRELLA

Introducción.

Recogiendo tradiciones ancestrales, para situar la novedad del nacimiento de Jesús, Hijo de Dios,  el Evangelio de Mateo cuenta la historia de unos “magos” (expertos, adivinos, sabios) de Oriente que vinieron a Jerusalén buscando al Rey de los Judíos, para ofrecerle sus respetos y servirle Belén, donde se dice que vino a posarse su Estrella.

Habían visto la luz de su “estrella” e imaginaron la riqueza de su corte, y de esa forma, dejándolo todo vinieron, preguntaron, se cercioraron en sueños. No le hallaron donde le esperaban, en el templo de Gran Dios de la Ciudad, ni en el Pretorio del Emperador, ni en la escuela de Rabinos eruditos, sino que en una casa humilde Belén, con José y María, sus testigos. Así vienen ahora, miles y millones de “magos” de oriente y occidente, del norte y del sur, buscando a un Rey Justo que pueda protegerles, dándoles dignidad, y un salario suficiente, y una casa… No vienen en camellos, sino como polizontes, andando por bosques y desiertos, en barcos o trenes “piratas”.

Buscan a un Rey Justo, en el Vaticano de Roma o en el Palacio de Oriente de Madrid, en la Comunidad Europea  o en el Pentágono de USA, pero no le encuentran su ese lugar. Nadie les acoge… todos cierran las entradas con muros y soldados, matan a los niños y mayores que sobran… y así muchos mueren o tienen que marcharse de nuevo (como los magos de la historia), sin haber “adorado” al Nuevo Rey, que es un niño. Esa es la historia de fondo de esta fiesta de la Epifanía de Jesús, vulgarmente fiesta de los Magos, o incluso de los Reyes Magos (cuando el unido Rey del relato es el Niño al que orienta la Estrella, en brazos de su madre.

Nueva introducción

La fiesta del 6 de enero, día de Magos (llamados de ordinario Reyes), que vienen de Oriente para adorar al Niño se llama, litúrgicamente, Epifanía. Es la fiesta de la “revelación de Dios”, su manifestación suprema, en la vida de Jesús, un hombre que nace para “alumbrar” a otros hombres. Ha sido durante siglos la fiesta principal de la Navidad, mejor dicho, la Navidad en sí, como expresión de la Luz de Dios que alumbra a los hombres.

Es una fiesta de ilusión creadora, pues los “reyes” no son reyes, sino buscadores de Dios, hombres atentos a la voz de las estrellas. Tampoco son “magos” en sentido vulgar, sino visitantes que vienen de lejos queriendo encontrar (y compartir) la verdad… Ellos nos preguntan.  ¿Podemos, debemos responderles?.

Esta es una fiesta que se abre al conocimiento más hondo de la venida de Dios entre los hombres. Es una fiesta que se ha concretado en general en una ilusión de niños: la fiesta de la Cabalgata de los Magos de la Paz, que quieren que el Niño viva, que todos los niños vivan y tengan ilusiones y regalos, fantasía y gozo que inunda también a los varones. Quiere ser la fiesta en que los niños pueden ser los Reyes de la casa y la ciudad, día en que la vida es un regalo.

Es una fiesta en la que pueden hacerse reflexiones infinitas. Aquí me contentaré con presentar el texto de la Biblia, empezando por la “estrella”, para ofrecer una breve evocación de su sentido, precisando después el sentido de la estrella, con una reflexión más erudita de la astronomía-astrología de la Biblia.

Texto, Mt 2 (Historia de Jesús)

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: – ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo. La enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron: – En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: “Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo Israel.” Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que les precisara el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles: – Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño, y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría, entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Y habiendo recibido en sueños un oráculo para que no volvieran a Herodes se marcharon a su tierra por otro camino (Mt 2, 1-12).

(Explicaciónn en Historia de Jesús y Comentario Mateo)

Magos somos nosotros Esta es la fiesta del fin y sentido de la Navidad. Cuando parece que todo está definitivamente cerrado vienen unos Magos para abrir las puertas de la vida. Cuando parece que el cielo está negro, brilla una luz para aquellos que quieren seguir caminando. Herodes mata a los niños de Belén, asesina a los inocentes para seguir reinando (como nuestra cultura que mata a unos 40.000 mil niños cada día para seguir reinando…).

Pero queda uno, Jesús, que podrá reinar, para que nunca más mueran los niños inocentes. Y que, sobre todo, la certeza iluminada de que los magos somos (tenemos que ser) nosotros, encargados de ofrecer a los niños un mundo donde sea posible la vida, la ilusión de la vida. Debemos hacernos MagosNosotros, los mayores, tenemos que hacer de magos, para decir a los niños que hay estrellas que guían a la Navidad, en la ruta de la vida, que sigue abierta.

1. Nosotros, los mayores, somos responsables directos o indirectos de los 40.000 niños de Belén y sus alrededores (todo el mundo) que mueren de hambre cada día, asesinados por un sistema que sólo se busca a sí mismo. Nosotros, los magos, debemos crear un mundo donde ningún niño-Dios muera abandonado.

2. Nosotros, los magos, debemos enseñar a los niños (con nuestra presencia y testimonio) que la vida es un don,que el oro del mundo es un regalo, para todos los hombres y mujeres del mundo: que la economía de la tierra está al servicio de la vida y la ilusión de todos, desde China y África, la India y Persia (tierras de los magos) hasta el extremo del occidente. Que no nos mataremos por oro ni petróleo, sino que lo compartiremos, para bien de todos los niños

3. Nosotros, los magos, tenemos que decir a los niños que la vida es gozo y gloria, es incienso de admiración y de ternura, de intimidad orante y de cercanía, de amor mutuo, de encuentros infinitos. Tenemos que decirles que no buscaremos la gloria del poder, la victoria de la imposición, el incienso de la mentira, sino que buscaremos y compartiremos el incienso del amor que puede celebrarse en intimidad de familia. Les diremos que habrá siempre un perfume a su lado (a nuestro lado), al lado de todos los hombres y mujeres, que podrán comer y gozarse y soñar…

4. Nosotros los magos tendremos que enseñar a los niños que la vida está hecha también de mirra. La mirra es perfume de amor (de enamorados), pero también es bálsamo de muerte (se emplea para honrar a los cadáveres). La mirra es como una flor preciosa que nos puede acompañar en la vida, en el crecimiento de cada día, en la comunión de cada noviazgo, en la tristeza y esperanza de cada despedida… Que cada muerte sea tiempo de amor, esperanza de amor (y no fruto de violencia).

2.LA ESTRELLA DE LOS MAGOS. ASTRONOMÍA Y ASTROLOGÍA DE LA BIBLIA

(Diccionario Biblia: Entrada “astros”)

  1. La estrella de la Navidad de Jesús, el día de su nacimiento.

Carece de sentido preguntar a los astrónomos-científicos el día en que brilló la estrella de los magos (cf. Mt 2, 9-10)[1], pues al evangelio Mateo no le importan los astros externos, ni él mismo fue en persona a Belén o Nazaret, para investigar lo que pasó, sino que fue a la Biblia, para descubrir lo prometido, conforme a la experiencia de la Iglesia (hacia el 70/80 dC). No sabemos el día en que nació, aunque una tradición simbólica y celebrativa (apropiada para el hemisferio norte) dice que fue el 25 de diciembre. No sabemos ni siquiera el año (entre el 7 y el  4 a.C.)[2].

El texto dice, simbólicamente, que los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos… Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica (-nómica) que vincula al ser humano (y especialmente al hombre salvador) con un (=el) Astro del cielo. Así es la estrella de la Epifanía,  como luz en el firmamento y futuro de la historia. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz, se expande una esperanza de salvación sobre la tierra.

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Los reyes magos somos nosotros. Fiesta de la Epifanía.

Jueves, 6 de enero de 2022
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images21Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El autor del primer evangelio (el de Mateo), que probablemente vive en Antioquía de Siria, lleva años viviendo una experiencia muy especial: aunque Jesús fue judío, la mayoría de los judíos no lo aceptan como Mesías, mientras que cada vez es mayor el número de paganos que se incorporan a la comunidad cristiana. Algunos podrían interpretar este extraño hecho de forma puramente humana: los paganos que se convierten son personas piadosas, muy vinculadas a la sinagoga judía, pero no se animan a dar el paso definitivo de la circuncisión; los cristianos, en cambio, no les exigen circuncidarse para incorporarse a la iglesia.

Mateo prefiere interpretar este hecho como una revelación de Dios a los paganos. Para expresarlo, se le ocurre una idea genial: anticipar esa revelación a la infancia de Jesús, usando un relato que no debemos interpretar históricamente, sino como el primer cuento de Navidad. Un cuento precioso y de gran hondura teológica. Y que nadie se escandalice de esto. Las parábolas del hijo pródigo y del buen samaritano son también cuentecitos, pero han cambiado más vidas que infinidad de historias reales.

La estrella

Los antiguos estaban convencidos de que el nacimiento de un gran personaje, o un cambio importante en el mundo, era anunciado por la aparición de una estrella. Orígenes escribía en el siglo III:

“Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la tierra siempre han aparecido astros de este tipo que presagiaban revoluciones en el imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo. Yo mismo he podido leer en el Tratado de los Cometas, del estoico Queremón, que han aparecido a veces en vísperas de algún aconteci­miento favorable; de lo que nos proporciona numerosos ejemplos” (Contra Celso I, 58ss).

Sin necesidad de recurrir a lo que pensasen otros pueblos, la Biblia anuncia que saldrá la estrella de Jacob como símbolo de su poder (Nm 24,17). Este pasaje era relacionado con la aparición del Mesías.

El bueno: los magos

De acuerdo con lo anterior, nadie en Israel se habría extrañado de que una estrella anunciase el nacimiento del Mesías. La originalidad de Mt radica en que la estrella que anuncia el nacimiento del Mesías se deja ver lejos de Judá. Pero la gente normal no se pasa las noches mirando al cielo, ni entiende mucho de astronomía. ¿Quién podrá distinguirla? Unos astrónomos de la época, los magos de oriente.

La palabra “mago” se aplicaba en el siglo I a personajes muy distin­tos: a los sacerdotes persas, a quienes tenían poderes sobrenaturales, a propagandis­tas de religiones nuevas, y a charlatanes. En nuestro texto se refiere a astrólogos de oriente, con conocimientos profundos de la historia judía. No son reyes. Este dato pertenece a la leyenda posterior, como luego veremos.

El malo: Herodes, los sumos sacerdotes y los escribas

La narración, muy sencilla, es una auténtica joya literaria. El arran­que, para un lector judío, resulta dramático. “Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes”. Cuando Mt escribe su evangelio han pasado ya unos ochenta años desde la muerte de este rey. Pero sigue vivo en el recuerdo de los judíos por sus construcciones, su miedo y su crueldad. Es un caso patológico de apego al poder y miedo a perderlo, que le llevó incluso a asesi­nar a sus hijos y a su esposa Mariamme. Si se entera del nacimiento de Jesús, ¿cómo reaccionará ante este competidor? Si se entera, lo mata.

Un cortocircuito providencial

Y se va a enterar de la manera más inesperada, no por delación de la policía secreta, sino por unos personajes inocentes. Mt escribe con asombrosa habili­dad narrativa. No nos presenta a los magos cuando están en Oriente, observando el cielo y las estre­llas. Omite su descubrimiento y su largo viaje.

La estrella podría haberlos guiado directamente a Belén, pero entonces no se advertiría el contraste entre los magos y las autoridades políticas y religiosas judías. La solución es fácil. La estrella desaparece en el momento más inoportuno, cuando sólo faltan nueve kilómetros para llegar, y los magos se ven obligados a entrar en Jerusalén.

Nada más llegar formulan, con toda ingenuidad, la pregunta más compromete­do­ra: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto su estrella y venimos a adorarlo”. Una bomba para Herodes.

El contraste

Y así nace la escena central, importantísima para Mt: el sobresalto de Herodes y la consulta a sacerdotes y escribas. La respuesta es inmediata: “En Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas”. Herodes informa a los magos y éstos parten. Pero van solos. Esto es lo que Mt quiere subrayar. Entre las autori­dades políticas y religiosas judías nadie se preocupa por rendir homenaje a Jesús. Conocen la Biblia, saben las respuestas a todos los proble­mas divinos, pero carecen de fe. Mientras los magos han realizado un largo e incómodo viaje, ellos son incapa­ces de dar un paseo de nueve kilómetros. El Mesías es rechazado desde el principio por su propio pueblo, anunciando lo que ocurrirá años más tarde.

Los magos no se extrañan ni desaniman. Emprenden el camino, y la reapari­ción de la estrella los llena de alegría. Llegan a la casa, rinden homenaje y ofrecen sus dones. Estos regalos se han interpretado desde antiguo de manera simbólica: realeza (oro), divinidad (incienso), sepultura (mirra). Es probable que Mt piense sólo en ofrendas de gran valor dentro del antiguo Oriente. Un sueño impide que caigan en la trampa de Herodes.

Los Reyes magos, somos nosotros

A alguno quizá le resulte una interpretación muy racionalista del episodio y puede sentirse como el niño que se entera de que los reyes magos no existen. Podemos sentir pena, pero hay que aceptar la realidad. De todos modos, quien lo desee puede interpretar el relato históricamente, con la condición de que no pierda de vista el sentido teológico de Mt. Desde el primer momento, el Mesías fue rechazado por gran parte de su pueblo y aceptado por los paganos. La comunidad no debe extrañarse de que las autoridades judías la sigan rechazando, mientras los paganos se convierten.

Nosotros somos los herederos de esos paganos convertidos. Y debemos preguntarnos hasta qué punto nos parecemos a ellos. No se trata de hacer un largo viaje de miles de kilómetros, ni de llevar regalos costosos. A Jesús lo tenemos muy cerca: en la iglesia, en el prójimo, en nosotros mismos. ¿Tenemos el mismo interés de los Magos en presentarnos ante él y adorarlo? Si buscamos en nuestro interior, encontraremos algo que ofrecerle.

La mitificación de la estrella

La estrella ha atraído siempre la atención, y sigue ocupando un puesto capital en nuestros naci­mientos. Mt, al principio, la presenta de forma muy sencilla, cuando los magos afirman: “hemos visto salir su estrella”. Sin embargo, ya en el siglo II, el Protoevangelio de Santiago la aumenta de tamaño y de capacidad lumínica: “Hemos visto la estrella de un resplandor tan vivo en medio de todos los astros que eclipsaba a todos hasta el punto de dejarlos invisibles”. Y el Libro armenio de la infancia dice que acompañó a los magos durante los nueve meses del viaje.

En tiempos modernos incluso se ha intentado explicarla por la conjunción de dos astros (Júpiter y Saturno, ocurrida tres veces en 7/6 a.C.), o la aparición de un cometa (detectado por los astrónomos chinos en 5/4 a.C.). Esto es absurdo e ingenuo. Basta advertir lo que hace la estrella. Se deja ver en oriente, y reaparece a la salida de Jerusalén hasta pararse encima de donde está el niño. Puesta a guiarlos, ¿por qué no lo hace todo el camino, como dice el Libro armenio de la infancia? ¿Y cómo va a pararse una estre­lla encima de una cuna? Para Dios «nada hay imposible», pero dentro de ciertos límites.

El número y nombre de los magos

En el Libro armenio de la infancia (de finales del siglo IV) se dice: “Al punto, un ángel del Señor se fue apresurada­mente al país de los persas a avisar a los reyes magos para que fueran a adorar al niño recién nacido. Y éstos, después de haber sido guiados por una estrella durante nueve meses, llegaron a su destino en el momento en que la Virgen daba a luz… Y los reyes magos eran tres hermanos: el primero Melkon (Melchor), que reinó sobre los persas; el segundo, Baltasar, que reinó sobre los indios, y el tercero, Gaspar, que tuvo en posesión los países de los árabes”. Para Mt, el dato esencial es que no son judíos, sino extranjeros.

            Según Justino proceden de Arabia. Luego se impone Persia. En cuanto al número, la iglesia siria habla de doce.

El contraste entre la primera lectura y el evangelio

La liturgia parece ver en el relato de los magos el cumplimiento de lo anunciado en el libro de Isaías (Is 60,1-6).

¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz;

la gloria del Señor amanece sobre ti!

Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos,

pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti.

Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.

Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti;

tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, radiante de alegría;

tu corazón se asombrará, se ensanchará,

cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar

y te traigan las riquezas de los pueblos.

Te inundará una multitud de camellos,

de dromedarios de Madián y de Efá.

Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro,

y proclamando las alabanzas del Señor.

            Sin embargo, la relación es de contraste. En Isaías, la protagonista es Jerusalén, la gloria de Dios resplandece sobre ella y los pueblos paganos le traen a sus hijos, los judíos desterrados, la inundan con sus riquezas, su incienso y su oro. En el evangelio, Jerusalén no es la protagonista; la gloria de Dios, el Mesías, se revela en Belén, y es a ella adonde terminan encaminándose los magos. Jerusalén es simple lugar de paso, y lugar de residencia de la oposición al Mesías: de Herodes, que desea matarlo, y de los escribas y sacerdotes, que se desinteresan de él.

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06 Enero de 2022. Epifanía. Ciclo C

Jueves, 6 de enero de 2022
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“¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?

Hemos visto salir en Oriente su estrella, y venimos a adorarle.”

(Mt 2,1-12)

Hoy recordamos la visita de unos sabios extranjeros a Jesús recién nacido. La historia es como un juego de reyes: en primer lugar, para entrar en el espíritu del Evangelio, podemos olvidarnos de todas las ideas sobre Melchor, Gaspar y Baltasar que pueblan nuestro imaginario. El segundo rey es Herodes, el rey de Judea. Y el tercer rey es Jesús, el Mesías judío que ya desde el comienzo atrae a gente de otras naciones.

En la escena, los sabios son quienes van de acá para allá. Vienen de lejos siguiendo una estrella que les ha de llevar hasta el rey de los judíos. Mirándoles sentimos el sabor que nos dejan las personas libres: lo que les guía es una estrella del cielo, están en movimiento, les llena la alegría. Van sin expectativas, prejuicios ni intereses, saben reconocer a Jesús. Y, lo más importante: lo adoran.

Esto es lo que la liturgia nos invita a hacer en este tiempo: como los sabios, ponernos delante de Jesús vacías de nosotras mismas, sin pedir, sin querer comprender, sin esperar nada. Solo permanecer en silencio.

La actitud de Herodes es completamente diferente. Quiere saber dónde está el Mesías, pero tiene miedo. Teme por su propio poder. Pretende encontrar a Jesús sin moverse de su palacio.

Y Jesús, tan pequeñín, ya mueve a tanta gente. Este tiempo nos ayuda tal vez a acercarnos a él con más sencillez, confianza, silencio. Cuando crece, a veces sentimos que no le comprendemos, que le pedimos demasiado y hacemos demasiado poco, que no tenemos ganas de acercarnos a él por miedo a que la vida se nos complique más de lo que ya está… Hoy se nos regala una buena ocasión para estar, para poner el corazón, sin más propósito, delante del Señor de nuestra vida.

Oración

Padre, que tu Santa Ruah nos vaya transformando en personas sabias y libres, capaces de cruzar oasis y desiertos buscando a tu Hijo en nuestro mundo


*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios se está manifestando siempre en todo lo que es.

Jueves, 6 de enero de 2022
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EPIFANÍA (C)

Mt 2,1-12

Es una de las fiestas más antiguas, anterior a la Navidad. “Epifanía” significa en griego manifestación. Parece ser que en su primer significado hacía referencia a la primera luz que aparecía en Oriente y anunciaba el nuevo día. Hasta hace bien poco se conmemoraban este día tres ‘manifestaciones’ de Jesús: la adoración de los magos, la boda de Caná y el bautismo. Hoy celebramos en occidente la adoración de los magos, más conectada con la Navidad y como símbolo de la llamada de todos los pueblos a la salvación ofrecida por Dios en Jesús. En oriente se sigue celebrando hoy la Navidad.

El relato que hoy leemos del evangelio de Mateo, no hay la más mínima posibilidad de que sea histórico. Esto no nos debe preocupar en absoluto, porque lo que se intenta con esa “historia” es dar un mensaje teológico. Dios se está manifestando siempre. El que lo descubre tiene que convertirlo en imágenes para poder comunicarlo a los que no lo han descubierto. Si nos quedamos en los signos, no descubriremos la realidad. Dios se manifiesta siempre pero lo descubrimos solo en circunstancias muy concretas.

El concebir la acción de Dios como venida de fuera y haciendo o deshaciendo algo en el mundo material, sigue jugándonos muy malas pasadas. Muchas veces he intentado explicar cómo es la actuación de Dios, pero acepto que es muy difícil de comprender, mientras sigamos creyendo en un Dios todopoderoso, apto para hacer o deshacer cualquier entuerto. Pensemos, por ejemplo, en el comienzo de la mayoría de las oraciones de la liturgia: “Dios todopoderoso y eterno… para terminar pidiendo algo.”

Debemos superar la idea de Dios creador como hacedor de algo que deja ahí fuera. Dios no puede desentenderse de la criatura, como hacemos nosotros al ‘crear’ algo. Lo que llamamos creación es manifestación de Dios, que está ahí sosteniendo en el ser a su criatura. Imaginad que la creación es la figura que se refleja en el espejo. Si quitamos del medio la realidad reflejada, el espejo no podría reflejar ninguna imagen. Dios crea porque es amor y en la creación manifiesta su capacidad de unir. Al crear Dios solo puede buscar el bien de las criaturas, no puede esperar nada de ellas para Él.

La creación no falla nunca. Siempre está manifestando a su creador. En el Génesis se repite una y otra vez, que lo que iba haciendo Dios era “bueno”. Cuando llega a la creación del hombre, dice: era todo “muy bueno”. La idea de un Dios que tiene que estar haciendo chapuzas con la creación es mezquina. La idea de una salvación como reparación de una creación que le salió mal, es consecuencia de un maniqueísmo mal disimulado. Cada ser humano puede no ser consciente de lo que es y vivir como lo que no es, pero seguirá siendo manifestación de Dios y como tal único y perfecto.

Podemos seguir diciendo, que Dios actúa puntualmente en la historia, que se sigue manifestando en los acontecimientos, pero conscientes de que es una manera impropia de hablar. Con ello queremos indicar que el hombre, en un momento determinado, se da cuenta de la acción de Dios, y para él es como si en ese momento Dios hiciera algo. Como Dios está en toda criatura y en todos los acontecimientos, está ahí en todo momento. La manifestación de Dios es siempre la misma para todos, pero solo algunos, en circunstancias concretas, llegan a descubrir su teofanía.

La presencia de Dios nunca puede ser apodíctica, nunca se puede demostrar, porque no tiene consecuencias que se puedan percibir por los sentidos y por lo tanto no se puede obligar a nadie a admitir esa presencia. Es indemostrable. Tener esto claro equivaldría a desmontar todo el andamiaje de las acciones espectaculares como demostración de la presencia del poder de Dios. No digamos nada cuando ese poder se quiere poner al servicio de los “buenos”, e incluso, en contra de los “malos”. Pascal decía: “Toda religión que no confiese un Dios escondido, es falsa”.

Dios es el Dios que se revela siempre y el que siempre está escondido. La experiencia de los místicos les llevó a concluir que Dios es siempre el ausente. S. Juan de la Cruz lo dejó claro: “A donde te escondiste, Amado y me dejaste con gemido. Como el ciervo huiste, habiéndome herido. Salí tras ti clamando y eras ido.” Y el místico sufí persa Rumi dice: “Calla mi labio carnal. Habla en mi interior la calma, voz sonora de mi alma, que es el alma de otra Alma eterna y universal. ¿Dónde tu rostro reposa, Alma que a mi alma das vida? Nacen sin cesar las cosas, mil y mil veces ansiosas de ver Tu faz escondida”.

El relato de los Magos no hace referencia a personas sino a personajes. Ni eran reyes, ni eran magos, ni eran tres. Eran sabios que escudriñaban el cielo para entender la tierra. Porque estaban buscando, encontraron. Fijaros que lo descubren los que estaban lejos, pero no se enteraron de nada lo que estaban más cerca del niño. Para descubrir la Presencia lo único definitivo es la actitud. Al descubrir algo sorprendente, se pusieron en camino. No sabían hacia donde encaminarse, pero arriesgaron.

Otro mensaje importantísimo para los primeros cristianos, casi todos judíos, es que todos los seres humanos están llamados a la salvación. Para nosotros hoy esto es una verdad obvia, pero a ellos les costó Dios y ayuda salir de la conciencia de pueblo elegido. Pablo lo propone como un misterio que no había sido revelado en otro tiempo: “También los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa”. Lo definitivo no es pertenecer a un pueblo sino estar en búsqueda.

Preguntan por un Rey de los judíos, clara contraposición al rey Herodes. La ciudad se sobresaltó con él, es decir identificada con el rey en su tiranía. Es Herodes el que lo identifica con el Mesías. Los sacerdotes y escribas “sabían” donde tenía que nacer, pero no experimentan ninguna reacción ante acontecimiento tan significativo. Una vez más se demuestra que el conocimiento puramente teórico no sirve de nada.

En aquellas culturas, el signo de la presencia extraordinaria de Dios en una vida humana era la estrella. Se creía que el nacimiento de toda persona estaba precedido por la aparición de su estrella. El relato nos dice que la estrella de Jesús, solo la pudo ver el que está mirando al cielo. Solo los que esperan algo están en condiciones de aceptar esa novedad. Los magos insatisfechos siguen escudriñando el cielo y por eso pueden detectar la gran novedad de Jesús. En Jerusalén nadie la descubre.

Los dones que le ofrecen son símbolo de lo que significa aquel niño para los primeros cristianos después de haber interpretado su vida y su mensaje. El oro, el incienso y la mirra son símbolos místicos de lo que el niño va a ser: el oro era el símbolo de la realeza. El incienso se utilizaba en todos los cultos que solo se tributan a Dios; la mirra se utilizaba para desparasitar el cuerpo y para embalsamarlo, como hombre.

Meditación

¿Por qué no descubrimos a Dios? Muy sencillo:
O busco un dios que no existe.
O le busco donde no está.
O le busco con la razón y no con el corazón.
No hay que buscar a Dios
si no la luz que nos permita verlo en todas partes.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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