AVISO. POR LA NATURALEZA DE LOS TRABAJOS DE ESTE BLOG, EL ARGUMENTO E INCLUSO EL FINAL DE LAS PELICULAS SON REVELADOS.

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sábado, 12 de diciembre de 2015

EL CLUB DE LA LUCHA (DAVID FINCHER, 1999): La consciencia como pantalla de proyección.

El club de la lucha se trata de una de las obras maestras de David Fincher (Alien 3, Seven, The game, El curioso caso de Benjamin Button, The social network o la reciente Perdida son algunas de las películas de este director). A pesar de unas valoraciones muy polarizadas desde su proyección en la gran pantalla, y de un discreto éxito comercial, ha derivado en una película de culto desde su lanzamiento en dvd. Basada en la novela de Chuck Palaniuk está protagonizada, en sus principales papeles, por Edward Norton, Brad Pitt y Helena Bonham Carter. Con el estilo visual propio de Fincher (quien proviene del campo publicitario y de los vídeos musicales) y las excelentes interpretaciones de sus protagonistas, El club de la lucha está considerada en IMDB (Internet movie database) entre las diez mejores películas de la historia. Dentro de las posibles lecturas que tiene esta película, y dadas las características de este blog, nos ceñiremos a su lectura psicológica, y para ello partiremos de una hipótesis inicial: que todos los personajes de El club son proyecciones de una misma psique, en este caso del narrador de la historia (Edward Norton). ¿En qué me baso para lanzar esta hipótesis? Si recordáis el inicio de la película habréis observado que, en algunos momentos, aparecen breves flashes en los que aparece la imagen de distintos personajes, dando la impresión que aquello que el protagonista nos narra estuviera proyectado en una pantalla que, en nuestro caso, lo consideraremos como la pantalla que representa su consciencia donde se proyecta su propio mundo interno tal y como ocurre con los sueños. Vamos a ver, a través del desarrollo de la película este universo interno del narrador. Para nuestro análisis dividiremos la película en tres fases. La primera que ira desde el inicio de la película hasta la aparición de Tyler Durden (Brad Pitt). La segunda fase de la película irá desde esta aparición hasta el surgimiento del Proyecto Mechen y la tercera y última la que va de éste al final de la película.

I. PRIMERA PARTE: EL PERSONAJE DEL NARRADOR (EDWARD NORTON).

Podemos observar el personaje del narrador interpretado por Edward Norton (y al que llamaremos Norton) desde dos perspectivas. Por un lado, es durante toda la película el yo como centro de consciencia o de darse cuenta, mientras que por otro lado es el personaje que representa en cada fase de la película. Así, y en esta primera parte, se nos muestra desde el inicio de la película como una personalidad esencialmente inmadura y determinada por la imagen. Trabajo y su apartamento, así como su decoración IKEA, parecen ser todo su mundo:

Te despiertas en los aeropuertos de [...] Vas de la hora del pacífico a las Rocosas. Pierdes una hora, ganas una hora. Esa es tu vida y se está acabando por minutos [...] Viaje a donde viaje la vida es simple. Raciones individuales de azúcar, raciones individuales de leche, de mantequilla, bandeja de pollo al cordon bleu para miroondas, champús y cremas suavizantes, muestras de enjuage bucal, pastillas de jabón. Las personas que conozco en cada vuelo son mis raciones individuales de amigos. Entre el despegue y el aterrizaje es el único tiempo que compartimos.

Aquejado de insomnio (no es de extrañar), y ante la negativa del médico para recetarle medicación empieza a recurrir a un grupo de terapia de hombres aquejados de cáncer de testículos donde conoce a Bob, un hombre enorme, ex-culturista, que debido al tratamiento hormonal ha desarrollado unos grandes pechos, así como una voz chillona y una gran emocionalidad. Se trata, sin duda, de una imagen del hombre que ha perdido su masculinidad dando paso a una feminidad hipertrofiada. Es sugerente la imagen de Norton llorando abrazado, por no decir engullido, por los brazos y los pechos de Bob.

El narrador (Edward Norton) con Bob.

Norton llora y llora y empieza a frecuentar otros grupos de terapia para enfermos de distintas dolencias, a cual más extraña, donde sigue llorando. Si bien esta actividad le permite conciliar el sueño, Norton no parece identificar la fuente de su sufrimiento. Se conforma con calmarlo en estas reuniones en las que él mismo se describe como "un centro pequeño y cálido alrededor del cual se agrupaba la vida de ese mundo". Dice en un momento dado: "Si yo no decía nada, la gente siempre presuponía lo peor, Cuanto más lloraban ellos más lloraba yo". Se trata de un comportamiento esencialmente confluente. Norton encuentra refugio en grupos de terapia que potencian esencialmente elementos característicos de lo femenino: vulnerabilidad, intimidad, expresión de las emociones, abrazos y lloros y, esencialmente, el sufrimiento compartido. Pero en ellos está ausente toda traza del elemento masculino que va a representar el Club de la lucha. En palabras de Jung, Norton representa el hombre identificado con el arquetipo del ánima, y Bob es una de las proyecciones en la que es representado. La hipertrofia de lo femenino en Bob tiene su opuesto en Cloe, un enferma terminal que a pesar de manifestar no temer a la muerte dice lo siguiente: "si embargo, desgraciadamente, me encuentro sola. Nadie quiere acostarse conmigo. Estoy tan cerca del fin y lo último que quiero echar es un último polvo". Una imagen de que lo femenino sin lo masculino, o a la inversa, implica una hipertrofia de uno de los polos, con la consecuente hipotrofia del otro, que es la enfermedad, el sufrimiento del alma en sí mismo. Norton representa un tipo de hombre que se ajusta a un modelo de nuestra sociedad: hombres que han crecido con madres y con la ausencia de los padres. Dice Norton en un momento dado: "No puedo casarme. Soy un niño de treinta años", a lo que el personaje de Tyler representado por Brad Pitt (al que llamaremos Tyler-Pitt) le responde: "Somos una generación de hombres criados por mujeres. Me pregunto si otra mujer será la respuesta que realmente necesitamos". Y, en realidad, la pregunta de Tyler-Pitt tiene mucho sentido si se transforma en ¿necesitamos a otra mujer que siga haciendo de madre? Esa búsqueda de refugio materno lo observamos en Norton cuando dice de sus abrazos con Bob: "Bob me quería porque creía que a mi también me habían extirpado los testículos. Encontrarme allí, apretado contra sus tetas, dispuesto a llorar, eran mis vacaciones".

Es entonces cuando aparece Marla Singer (Helena Bonham Carter). Surge como una proyección de Norton que refleja su autoengaño (su mentira reflejaba la mía, dice) a la vez que representa el "otro lado", el lado más destructivo de la condición de lo femenino que le habita y que su consciencia rechaza reconocerla. Marla representa la condición de "parche" de los apoyos buscados por Norton. Ella es su realidad, la realidad que se expresa en las palabras que Norton dice de ella: "La filosofía de la vida que tenía Marla era que en cualquier momento podría morir. Y la tragedia, según ella, era que no ocurriera". No es de extrañar que, desde su aparición, Norton vuelva a sufrir de insomnio.



El rechazo que experimenta por Marla no es más que el rechazo que experimenta por que su imagen le fuerza a contemplarse a sí mismo y a su falsedad: "¡¡Marla maldita embustera, grandísima turista. yo no te necesito, lárgate!!", le grita desesperado. Como ocurre en los sueños, Marla es la sombra de la identificación con la parte femenina de Norton (la identificación con el arquetipo del ánima). Marla es provocadora y descarada, desagradable y seca, y muestra el abuso que Norton hace del sufrimiento y del dolor ajeno en beneficio propio, de centro pequeño y cálido nada. Ese primer encuentro con su sombra femenina llevará a Norton a  ser lanzado a profundizar en sí mismo, dando paso así a un nuevo encuentro, a una nueva dimensión de su sombra: la masculinidad reprimida.

II. SEGUNDA PARTE: TYLER DURDEN Y LA MASCULINIDAD REPRIMIDA.

Tras la aparición de Marla, y en uno de sus habituales vuelos, Norton conoce a Tyler Durden (Brad Pitt), un fabricante de jabones que muestra un peculiar carácter. Su aparición coincide con dos hechos significativos para Norton: la pérdida de su maleta... "todas mis pertenencias estaban en mi maleta. Mis camisas Kalvin Klein, mi zapatos Donna Karan, mis corbatas Giorgio Armani..." y, posteriormente, el incendio de su apartamento: "ese apartamento era mi vida. Amaba cada uno de esos muebles. No se trataba sólo de un montón de objetos destrozados sin valor, me representaban". Ese es el indicador, la pérdida de la falsa identidad, de que empieza el proceso que llevará a Norton a convertirse en Tyler Durden. Pero ¿cómo es el Tyler Durden interpretado por Brad Pitt? Se trata de un personaje característico de "la sombra" descrita por Jung, el alter ego que representa la personalidad reprimida. En él se darán aspectos negativos y positivos, si bien, y en primer lugar, tratará de conectar a Norton con el instinto de la agresividad y también con el de la sexualidad (que parece inexistente en Norton). Así empezarán sus curiosas luchas que desembocarán en la creación de El club de la lucha, un círculo de energía exclusivamente masculina que halla su lugar en el sótano de un bar- un buen símbolo de lo insconsciente -. También Tyler-Pitt será importante en la capacidad de llevar a Norton a cuestionarse sus ideales sociales, a profundizar en la aparente realidad. Se trata de la compensación del eros femenino de Norton a través del logos masculino que Tyler-Pitt le propone. Es esa mezcla de agresividad y logos la enseña del club donde, de tanto en tanto, Tyler-Pitt reflexiona con sus compañeros:

Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra ni una depresión. Nuestra guerra es una guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados...

Edward Norton con Tyler Durden (Brad Pitt).
Sin embargo, y en el lado de la negatividad, tenemos la violencia y la destructividad que cada vez irá a más en Tyler-Pitt. Observaremos este aspecto de su personalidad en el paso que va de El club de la lucha al proyecto Meihen. Dice al respecto Jung de estos niveles inferiores de la personalidad:

En ese nivel más profundo, con sus emociones apenas controladas o no controladas en absoluto, se comporta uno más o menos como un primitivo, que no sólo es víctima de sus afectos, carente de voluntad propia, sino que muestra además una notable incapacidad de juicio moral. [1]

De su apartamento de diseño situado en la decimoséptima planta de un gran edificio, Norton se va a trasladar a la casa centenaria y semiderruida de Tyler. Situada a ras de suelo, con distintas habitaciones y recovecos y un sótano, esta casa constituye el acercamiento al mundo inconsciente del que Norton se ha mantenido siempre tan alejado. En ella se dará el encuentro con lo masculino representado por Tyler que implicará la exclusión de lo femenino, con la única excepción de Marla, que jugara el papel de simple mujer-objeto en el plano de lo sexual.

Marla en la casa de Tyler.
Como veremos se inicia también aquí la evolución de lo femenino en Norton, quien pasa de su relación maternal (imago materna) a una relación más sexual (la mujer como objeto sexual) y de ésta, como veremos en la última parte de la película, al amor, al reconocimiento de la mujer como sujeto.

La relación con Tyler y El club de la lucha desembocarán en el desarrollo en Norton de una energía masculina muy distinta de la imagen que tenemos de él en la primera parte de la película, donde impera su parte femenina, y que culminará en la confrontación con su Jefe y el abandono de su trabajo. La imagen del Jefe se trata de una proyección de Norton que habla del futuro que le aguarda si las cosas no cambian. Se trata del típico modelo de hombre que se refugia en el trabajo y evade así la esfera doméstica, tanto en el papel de pareja como en la de padre. Como escribí en otro lugar, se trata de un hombre a la fuga (ver entrada Steven Spielberg y la función paterna. Pulsar aquí). El sentido del deber (en relación con el trabajo), suele ser uno de los refugios de la masculinidad desvalorizada. Con su confrontación y abandono, Norton confirma que se dirige hacia una nueva concepción de la vida y de su relación con lo masculino.

El Club de la lucha.

- Una reflexión sobre Tyler como Sombra.

Sin lugar a dudas Tyler-Pitt se corresponde con lo que llamo "Sombra ideológica", por eso van con ella de la mano la destructividad y el logos. En cierta manera nos recuerda al Coronel Kurtz de Apocalypsis Now (pulsa aquí para ver entrada en el blog), uno de los iconos de la sombra ideológica por excelencia. Hay en su discurso y en su acción, como en el caso de Kurtz, una clara coherencia con el entorno en el que se desarrollan los hechos, si bien, y como decía Jung, carente  de todo juicio moral. Como suele ocurrir en los procesos de identificación con la sombra, estos se caracterizan como una fuerte inyección de energía que se manifiesta como una determinación ciega que se dirige hacia la consecución de sus objetivos. Esto es lo que observamos en algunas de las acciones de Tyler-Pitt, y lo que finalmente se hará claro en el desarrollo del proyecto Meihen.

III. DEL CLUB DE LA LUCHA AL PROYECTO MEIHEN: la toma de consciencia.

A partir de cierto momento Tyler empieza a reclutar miembros de El club de la lucha (entre ellos esta Bob) que actúan bajo sus órdenes. Poco a poco se van pareciendo cada vez más a autómatas que ejecutan actos de sabotaje dirigidos hacia la sociedad de consumo. ¿Qué representan estos personajes dentro de la psique de nuestro protagonista? No son más que una proyección de lo que le está ocurriendo a Norton: la posesión por parte de la sombra (Tyler-Pitt) quien dirige sus actos inconscientemente. Igualmente que la identificación con el arquetipo de la persona (autoconcepto de la gestalt, ideal del yo del psicoanálisis) nos automatiza, lo mismo ocurre con la identificación con el arquetipo de la sombra. Es en esta fase de la película que Norton descubrirá, poco a poco, que él es Tyler Durden, que es él mismo quien ha incendiado su apartamento, quien también se ha acostado con Marla, que él es el creador de El Club de la lucha y que, finalmente, es también quien dirige el proyecto Meihen.

Norton con los "autómatas" de Tyler.

Será determinante, en el sentido de reconocer que él es Tyler Durden, la muerte de Bob, claro ejemplo del riesgo que corre el propio Norton con la identificación absoluta con su sombra masculina a costa de su polaridad femenina. Es impactante la escena en la que Norton, tras la muerte de Bob en una acción de sabotaje, reclama el reconocimiento de su identidad al resto de autómatas: él es Robert Paulson. Un Norton exaltado exclama, ante la voluntad del resto "¡Nuestro compañero no es una prueba, es una persona! ¡Era mi amigo! ¡No dejaré que le enterréis en el jardín! ¡Es Bob!", y ante la respuesta de uno de los autómatas de que en el proyecto Meihen nadie tiene nombre, sigue manifestando vehementemente: "¡Escuchad, era nuestro amigo, y tenía nombre: Robert Paulson!", ante lo cual se produce una curiosa respuesta de los autómatas: "En la muerte, un miembro del proyecto Meihen tiene nombre". Y repiten el nombre de Bob como autómatas. Este momento será determinante en la toma de consciencia del propio Norton. ¿Y qué implica esta toma de consciencia? Esencialmente dos aspectos: capacidad autocrítica y, en consecuencia, la adquisición del propio juicio moral, y la recuperación de lo femenino integrándose con lo masculino. Respecto al primer aspecto, lo observamos en la relación que nuestro protagonista establece con el detective de la policía que investiga el caso del incendio de su apartamento para confesarle que él es el responsable del proyecto Meihen y, respeto al segundo, lo vemos cuando Norton, dándose cuenta de que él es Tyler Durden (a partir de ahora Norton-Tyler), intenta primero proteger a Marla, a la vez que le declara su amor... Es como si ahora reconociera la importancia de lo femenino para compensar el exceso destructivo que representa su sombra como Tyler-Pitt.

Norton-Tyler protegiendo a Marla.
Como consecuencia de este reconocimiento, que es a su vez recuperación de su identidad, Norton-Tyler adquiere su capacidad autocrítica y su propia capacidad para el juicio moral, y comprende el significado del proyecto Meihen: la voladura de las oficinas centrales de unas compañías de tarjetas de crédito con el objeto de crear una situación de caos económico y social. Es por ello que se presenta ante el detective que sigue el caso de su apartamento incendiado, proyección en éste momento de la trama, de esta capacidad crítica y de evaluación moral.

La escena final es genial como culminación de la integración que se da en Norton-Tyler. En su intento de evitar las explosiones que volarán los edificios antes citados, Norton-Tyler se vuelve a encontrar con Tyler-Pitt quien se enfrenta a él para que no lo haga. Es muy interesante el diálogo que se abre entre ellos frente a las grandes ventanas desde las que contemplar la demolición de los edificios:

Norton-Tyler: Te lo suplico, no lo hagas.
Tyler-Pitt: No lo hago yo, lo hacemos nosotros, es lo que queremos.
Norton-Tyler: No, yo no quiero eso.
Tyler-Pitt: Ya! Sólo que tú careces de significado. Tenemos que olvidarnos de tí.
Norton Tyler: Solo eres una voz en mi cabeza.
Tyler-Pitt: Y tú lo eres en la mía.
Norton-Tyler: ¡Eres una maldita alucinación! ¿Por qué no logro deshacerme de tí?
Tyler-Pitt: Porque me necesitas...
Norton-Tyler: No, no es cierto, ya no, te lo aseguro.
Tyler-Pitt: ¡Tú me creaste! ¡Yo no creé un alter ego perdedor para sentirme mejor! ¡Asume tu responsabilidad!
Norton Tyler: ¡Lo hago! Que soy responsable de todo, lo acepto, por favor, te lo suplico, tienes que suspender todo esto.
Tyler-Pitt: ¡Alguna vez te he decepcionado! ¡Hasta donde has llegado gracias a mi! Vamos a salir victoriosos, como siempre, aunque te lleve pataleando o chillando, porque al final me lo agradecerás.
Norton-Tyler: ¡Tyler, Tyler! Te lo aseguro, agradezco todo lo que has hecho por mi, pero esto es demasiado. ¡Ya no lo quiero!
Tyler-Pitt: ¡Y que quieres, volver a tu mierda de empleo! ¡A tu asquerosa vida viendo telecomedias! ¡No lo haré!

Y es entonces cuando Norton-Tyler se convierte en Tyler Durden finalmente. Es entonces cuando recupera el dominio de sí, y adquiere el control sobre su propia sombra. Por eso el acto de dispararse sobre sí mismo no acaba con él, pero si con la imagen de Tyler-Pitt y la de Norton (su rostro queda desfigurado): Tyler Durden ha recobrado finalmente su lado masculino sin renunciar a su lado femenino. La imagen final de Tyler dándose la mano con Marla es significativo en éste sentido. Del universo femenino inicial de la debilidad y la dependencia, del desconcierto histérico y el refugio en la imagen establecida al universo masculino homoerótico caracterizado por la voluntad de poder y la dominación, el carácter protofascista y el machismo excluyente, son desplazados por la fuerza del amor que, sin renunciar a la fuerza de lo masculino, integra la polaridad femenina de la sensibilidad y el cuidado, de la sutil penetración y del vacío creativo. Esa integración tiene su imagen cuando ambos, Tyler y Marla, contemplan desde la ventana la demolición de la economía de mercado, pues, finalmente, es eso de lo que se trata.

La demolición de la economía de mercado.

En términos psíquicos ¿cómo entender que, al final, el proyecto Meihen triunfe? Desde mi punto de vista, se trata de que el Tyler Durden que ahora se recupera como tal no es, ni mucho menos, el mismo que inició su trayecto recurriendo a los grupos de terapia para enfermos y así calmar su insomnio y su ansiedad. La destrucción de estos grandes símbolos de la economía de mercado, que tan claramente sabemos que nos determinan, implican por parte de Tyler el reconocimiento de las creencias que nos han sido presentadas como verdades desde nuestra familia y desde la misma sociedad en la que estamos inmersos, y bajo cuyo peso corremos el riesgo de perder toda identidad diluyéndonos en lo colectivo. Inmersos en una sociedad de marcado carácter materialista y consumista, corremos el riesgo de perder toda dimensión de cuestionamiento y de posicionamiento ante esa colección de creencias que nos son impuestas y que no suponen más que una verdadera colección de miopías presentadas como pseudoverdades al servicio del beneficio de unos cuantos. La destrucción de los edificios representantes de la economía de mercado no ocurren en el mundo externo sino en el propio mundo interno de Tyler, lo que le permite posicionarse de una manera distinta, ahora sí, en el mundo exterior, una vez que él ha devenido más consciente de su propio mundo interno y de su singularidad.

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[1] Jung, C. G. Aion. Contribuciones al simbolismo del sí mismo. Obra Completa Vol. 9/2. Ed. Trotta, pár. 15


martes, 15 de mayo de 2012

DELITOS Y FALTAS: WOODY ALLEN, EL HUMOR Y LA VIOLENCIA COTIDIANA.


La película Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanours, 1989) es una película de Woody Allen que constituye para mí un cierto punto y a parte. Realizada entre películas más bien de corte serio como Septiembre, Otra mujer o Alice constituye una película más perturbadora de lo que parece, y en la que lo serio y el humor alcanzan un profundo equilibrio en el que precisamente se sustenta el significado más profundo de la película. Equidistante del humor un tanto bufón de películas como Toma tu dinero y corre, El dormilón, La última noche de Boris Grushenko  o Bananas, así como de la bergmaniana Interiores, o de ese humor más trágico de Annie Hall o Manhattan, Delitos y faltas constituye una reflexión de calibre sobre la condición humana con tintes más Nietzscheanos (es inevitable la referencia a obras como el Anticristo o Así habló Zarathustra). Hay en ella también influencias de Bergman (utilizó para esta pelicula a Sven Nyvquist, el fotógrafo que colaboró en un gran número de sus películas), así como de Dostoyevsky (Crimen y castigo) y, sin duda, constituye una de las películas más interesantes de Allen.

Delitos y faltas se construye sobre dos historias paralelas. La de Judah Rosenthal (interpretado por un excelente Martin Landau, protagonista de las conocidas series de finales de los sesenta y de los setenta Misión imposible y Espacio 1999), un afamado oftalmólogo y la de Cliff Stern (interpretado por el propio Woody Allen), un realizador de documentales con buenas finalidades pero de escasa repercusión y éxito y cuyas vidas se cruzarán hacia el final de la película a través del rabino Ben (interpretado por Sam Waterston – Los gritos del silencio -), paciente y amigo del primero y cuñado del segundo. Veamos en primer lugar ambas historias por separado y de que manera utiliza Allen la seriedad para la primera y el humor para la segunda, así como los personajes relacionados con ellos.

1. LA HISTORIA DE JUDAH ROSHENTAL Y LO SERIO: EL DELITO.

Martin Landau como Judah
Judah Rosenthal es un afamado oftalmólogo, filántropo y, aparentemente, perfecto padre de familia y esposo que descubre, al llegar a casa después de un homenaje que se le ha realizado, que Dolores (Anjelica Houston), su amante, le ha escrito una carta a su mujer para explicarle la realidad de la situación que la une con su marido. A partir de aquí se inicia la trama en la que Dolores pretende el absurdo de lograr el amor de Judah chantajeándolo no sólo con su mujer, sino también con algún lio financiero un tanto turbio. La presión que Dolores ejerce sobre Judah le lleva a pensar en asesinarla, si  bien mediante la ayuda de su hermano mafioso Jack, quien contrata a un asesino para librarse de Dolores. Jack, un individuo claro en este sentido le dice:

Tú no te enteras de los que pasa en el mundo. Estás aquí sentado con tus cuatro acres y tus amigos ricos, y ahí afuera, en el mundo real es todo muy distinto […] y yo no soy tan fino como para tratar de  no ver la realidad. Nunca he podido estar al margen de las cosas…
Tú nunca has servido para hacer de duro. No te gusta ensuciarte las manos, pero por lo visto esa mujer existe y el problema no se va a esfumar.

Jack es como su propio lado más sombrío, el señor Hyde al que se opone Ben, el rabino que le pide que confíe en la posibilidad de perdón y reparación. En una escena impactante en donde presa de sus dudas acerca de si seguir con el plan de Jack, Ben aparece como su conciencia moral y le dice:

A veces cuando hay verdadero amor y verdadero reconocimiento de una falta puede haber también perdón […] Tendrás que confesar la falta y esperar comprensión. Yo no podría seguir viviendo sino creyera de todo corazón en una estructura moral con significado real y en la misericordia y en cierta clase de poder superior, si no no habría base que nos guíe la vida. Y te conozco lo suficiente como para saber que también hay en ti un átomo de este sentimiento.

Pero Judah no confía en el perdón de su mujer y ve todo su mundo burgués derrumbarse por esa “debilidad” de haberse dejado seducir por Dolores, una histérica emocionalmente necesitada y desequilibrada, tal y como la define que le pone inevitablemente en contacto con “el mundo real”:

Ben: ¡Es una vida humana! ¿Crees que dios no lo ve?
Judah: Dios es un lujo que yo no puedo permitirme.
Ben: Ahora hablas como tu hermano Jack.
Judah: Jack vive en el mundo real. Tú vives en el mundo de los cielos. Yo logré librarme del mundo real pero, de repente me ha alcanzado.
Ben: Tienes una aventura con ella por placer y luego, cuando ya tienes bastante, quieres barrerla debajo de la alfombra.
Judah: No hay otra solución que la de Jack Ben, aprieto un botón y ya puedo volver a dormir por las noches.
Ben: ¿Podrás dormir con eso? ¿Eso eres tú realmente?
Judah: No voy a permitir que esa neurótica me destruya.
Ben: La Ley Judha, sin ley todo son tinieblas.
Judah: ¡Hablas como mi padre! ¿Pero de qué sirve la ley si me impide recibir justicia? Es justo lo que me está haciendo… ¿Es esto lo que yo merezco?

Y así procede a pedirle a Jack que busque al individuo que acabará con la vida de Dolores. El resto de la película evoluciona desde su sentimiento de culpa hasta, como bien dice al final, su “racionalización”. En la magistral escena final donde se encuentran por única vez Judah y Cliff, el primero, en una especie de confesión velada bajo el argumento de una posible película, le dice:

Todo el mundo lleva sobre su conciencia actos terribles. ¿Qué esperabas que hiciera, ir a entregarse? La vida real es así, En la vida real lo racionalizamos y lo rechazamos o no podríamos seguir viviendo.

Y aquí, desde luego, hay que entender racionalización como la manipulación desde la razón para justificarse, para explicarse aquello que se necesita oír para dar cuenta de las acciones realizadas… Se trata de la racionalización como mecanismo de defensa orientado a evitar la censura, el sentimiento de culpa. Judha, desde luego, lo utiliza convenciéndose a sí mismo de la solidez de sus argumentos: ¡Hablas como mi padre! ¿Pero de qué sirve la ley si me impide recibir justicia? Es justo lo que me está haciendo… ¿Es esto lo que yo merezco?”.

La escena acaba con un Judha partiendo felizmente con su mujer y hablando de cómo será la boda de su hija…

2. LA HISTORIA DE CLIFF STERN Y EL HUMOR: LAS FALTAS.

Woody Allen como Cliff
Cliff es un realizador de documentales de escasa repercusión cuya mujer (Wendy, Joanna Gleason) es la hermana del rabino Ben y de Lester (Alan Alda), contrariamente a él un productor de gran éxito y multimillonario  de series y culebrones de gran consumo al que desprecia profundamente. Sin embargo, pronto se observa cierta inconsistencia en Cliff, puesto que no tarda en verse en su desprecio no sólo un desprecio ideológico sino que también la envidia de su éxito (algo que su mujer ya observa). Si bien en Jack podemos ver la sombra de Judha, en Lester podemos ver el yo ideal – como proyección social – de Cliff. Debido a sus problemas económicos Cliff se ve, en el colmo de las propuestas, a aceptar un trabajo de Lester que trata de rodar un documental apologético de él mismo para un programa de mentes creativas. En el desarrollo de éste conoce a Halley Reed (Mia Farrow) de quien se enamora, a la vez que pone de relieve la crisis de su matrimonio con Wendy. Halley de repente entra en la vida de Cliff como la posibilidad de reconocimiento. Lo significativo de Cliff es su definición permanentemente en contraposición a Lester. Esto es significativo en sí mismo y característico del mecanismo de defensa de la proyección: el desprecio y ridiculización que Cliff prodiga constantemente a Lester no es más que la proyección del desprecio y ridículo que siente por sí mismo, la proyección de su propia desvalorización en su opuesto. No es de extrañar que Allen ponga en boca de Cliff la siguiente expresión acerca de Lester: “Le quiero como a un hermano. Como Caín a Abel.”. Sin embargo, justamente Lester también desea a Halley, lo cual aun acentúa más la actitud de inconsistencia de Cliff.

El momento clave de todo este despropósito aparece en el momento en el que Cliff le pasa a Lester los primeros rodajes del documental que ya lleva grabados: una mofa de Lester. Obviamente es despedido. Falta a su compromiso y se queda sin el dinero.  Al mismo tiempo declara su amor a Halley quien, no obstante, le dice que parte hacia Londres por motivos de trabajo pero también como su necesidad de tomar perspectiva.

Finalmente, en la fiesta final nos enteramos de que Wendy se separa de Cliff, a la vez que en la misma fiesta Lester aparece con Halley presentándola como su novia para su consternación. En un momento en el que ambos se encuentran a solas Halley le dice:

Halley: El no es como tú crees… Es maravilloso, es tierno y cariñoso y romántico…
Cliff: Y un triunfador, eso es lo que es… Es rico y tiene éxito
Halley: Ten mejor opinión de mi ¿quieres?
Cliff: Siempre tuve una excelente opinión de ti, hasta hoy. Mira... antes nos reíamos de ese hombre, de sus programas tontos, de su modo de hablar.
Halley: Es un encanto
Cliff: Mi peor temor hecho realidad.

Halley le devuelve entonces una carta de amor que le escribió diciéndole que no es su destinataria adecuada, manifestándose entonces una de las mayores inconsistencias de Cliff: la carta es en gran parte una copia de otra de James Joyce. Cliff no puede confiar ni en las palabras que surgen  desde sí mismo, y éste es su auténtico drama.

Luego se produce el encuentro entre Judha y Cliff. Hay un momento en el que Cliff, tras oír la historia de Judah - “ahora esta libre del todo. Su vida ha vuelto por completo a la normalidad. Vuelve a su mundo protegido de riqueza y privilegios” - le dice que entonces “sus peores angustias se cumplen”. Es muy interesante observar esa expresión de las peores angustias (o temores) que se cumplen en función de su propio caso o del de Judah. En el primero, es la elección de Halley sobre Lester la que deriva en la peor angustia de Cliff en tanto lo que significa para él  mismo. Sigue inevitablemente poniendo el énfasis en lo exitoso de Lester, en una Halley que cae seducida por su dinero y por ser un tipo triunfador, no pone, en ningún momento, la consciencia en su inconsistencia propia y las actitudes, las faltas, que eso le lleva a cometer. En la segunda, la peor angustia se refiere a tener que vivir con el sentimiento de culpa por el atroz asesinato cometido. Sin embargo Judah ya ha racionalizado su historia, y como bien dice: “La gente arrastra consigo sus pecados, o puede que tenga un mal momento… pero pasa pronto y con el tiempo todo se olvida”.

3. LA RELACIÓN ESPECULAR ENTRE JUDHA Y CLIFF: DELITOS Y FALTAS.

No pasa desapercibida la relación especular entre Judah, que comete un asesinato (crimes, crimen, delito grave) y Cliff autor de faltas (Misdemeanours, falta, delito menos grave), es decir faltas entendidas en el sentido de poca gravedad, de pecadillos o pequeñas fechorías. Y, no obstante, es Judah quien, por lo menos a priori, conserva todo su mundo sin mella a pesar del grave delito cometido, mientras que Cliff, a pesar de sus faltas de poca monta, parece recibir un castigo mucho mayor: pierde a su mujer, pierde a Halley y se queda sin trabajo y sin documental. Parece que Woody Allen nos pone ante la tesitura de un Universo sin justicia y sin ley, absolutamente indiferente:

Lo que digo realmente, y lo digo con toda claridad, sin ningún mensaje esotérico de por medio, es que tenemos que aceptar que vivimos en un universo sin Dios y que la vida carece de sentido y que a menudo es una experiencia terrible, brutal y sin esperanza, y que las relaciones amorosas son durísimas, y que aun así tenemos que encontrar la manera, no sólo de hacer frente, sino de llevar una vida decente y moral. [1]

No obstante, creo que esta lectura es esencialmente insuficiente. Más allá de los evidentes silencio de dios bergmaniano o de la nietzscheana muerte de dios creo que uno de los temas fundamentales que aquí se nos plantea es la diferencia entre la conciencia inmoral (Judah) y la inconsciencia moral (Cliff). Judah sabe lo que ha hecho, sabe las fuerzas que le dirigen en cada momento y sabe incluso de la falsedad de su racionalización… Judah puede elegir en todo momento. Cliff, sin embargo, vive inconsciente de las fuerzas que le determinan y sus decisiones son tomadas sobre un fundamento absolutamente inconsciente: Lester es el espejo de su propia proyección. La acción de Cliff se dirige finalmente hacia sí mismo, si  bien de manera inconsciente, y esa acción inconsciente si parece, trágicamente, llevar a Cliff a su propia perdición. Es quizá por eso que Woody Allen aplica el humor a su historia, finalmente la más trágica, pues como dice Lester al principio de la película: lo cómico es tragedia más tiempo. Ese recurso es habitualmente aplicado por Allen en muchos de sus películas y adopta, por ejemplo, la típica forma de un comentario jocoso en una situación trágica, como por ejemplo el siguiente fragmento extraído de La última noche de Boris Grushenko:

Como me metí en este trance nunca lo sabré. Es realmente increíble… seré ejecutado por un crimen que jamás cometí. Claro que… ¿No va toda la humanidad en el mismo bote? ¿No es toda la humanidad ejecutada al fin por un crimen que no cometió? La diferencia es que todos los hombres van… finalmente. Pero yo iré a las seis de la madrugada de mañana. ¡Tenía que ir a las cinco! pero tengo un abogado listo… consiguió indulgencia.

Parecería que el mensaje de Allen tiene que ver con la conciencia… Como que lo trágico se refiere a lo inconsciente, como que desde esa perspectiva el destino parece ineludible, mientras que desde la conciencia, esta nos expone a lo circunstancial, a lo contingente, a que los delitos se descubran o no en función de los distintos elementos que deben darse, o no, para su desvelamiento. Judah escapa porque en su acción entra en juego la decisión consciente, Cliff cae de pleno en el mundo real precisamente porque decide inconscientemente tropezándose literalmente con las consecuencias de su visión mediocre y fracasada sobre sí mismo.

En todo caso, la historia de Cliff, como también la de Dolores, la amante de Judah, nos habla de la agresividad y la violencia cotidiana que transcurre en esos flujos de actitudes, comportamientos y decisiones ejecutadas desde lo inconsciente.

4. SOBRE LOS PERSONAJES DEL RABINO BEN Y EL PROFESOR LEVY: EL SILENCIO DE DIOS Y EL UNIVERSO INDIFERENTE.
Sam Wasterton como el Rabino Ben
Ben, el amigo y paciente de Judah y cuñado de Cliff, es un rabino que se erige en la voz de la estructura moral trascendente: la moral que deviene de dios. Sin embargo, aquello en lo que pone acento la película es que esa tragedia que se registra en el ser humano individual proveniente de sus faltas determinadas inconscientemente, no parece encontrar una justa respuesta en las faltas, delitos y horrores determinados conscientemente o colectivamente: el tan traído silencio de Dios. ¿Por qué Dios no responde a las atrocidades que son causadas por el ser humano? ¿Por qué en ocasiones, y no siempre, llega la justicia cuando la atrocidad ya se ha perpetrado? Benedicto XVI pronunció un discurso similar en el año 2006 en el campo de concentración de Auschwitz:
Tomar la palabra en este lugar de horror, de acumulación de crímenes contra Dios y contra el hombre que no tiene parangón en la historia, es casi imposible; y es particularmente difícil y deprimente para un cristiano, para un Papa que proviene de Alemania. En un lugar como este se queda uno sin palabras; en el fondo sólo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto? [3]
Sea como sea el holocausto judío, el salvaje esclavismo al que fueron sometidos los africanos (se han propuesto 60 millones de secuestrados, de los cuales 24 millones fueron a parar a América, 12 millones a Asia y 7 millones a Europa, mientras que los 17 millones restantes fallecerían en las travesías), el reciente genocidio en Ruanda, las pestes negras de la edad media, y un largo y largo y largo  etcétera no ponen de relieve el silencio de dios en el holocausto sino el silencio de dios a lo largo de todas las atrocidades históricas cometidas… incluidas las cometidas en su nombre.
Martin S. Bergmann como L. Levy
Hay otro personaje, el profesor Louis Levy (interpretado en la realidad por el profesor de psicología clínica de la Universidad de Nueva York, Martin S. Bergmann), protagonista del documental de Cliff que nos trasmite en sus breves apariciones una visión distinta. Personaje definido como vitalista situa al ser humano enfrentado a un universo indiferente. Al sentimiento religioso de Ben cuando dice: Yo no podría seguir viviendo sino creyera de todo corazón en una estructura moral con significado real y en la misericordia y en cierta clase de poder superior, si no no habría base que nos guíe la vida” Levy le respondería:

Pero debemos recordar siempre que nosotros cuando nacemos necesitamos mucho amor para convencernos de que hay que seguir viviendo y una vez conseguido ese amor suele durarnos. Pero no olvidemos que el universo es un lugar muy frío. Somos nosotros que lo revestimos con nuestros sentimientos y, desde luego, en ciertas condiciones nos parece que todo esto ya no vale la pena.
No deja de ser curioso el destino de ambos personajes: Ben, el rabino, se vuelve ciego y el profesor Lévy con todo su vitalismo se suicida. Efectivamente, Ben enceguece pues es la única manera con la que puede seguir manteniendo sus creencias puesto que la realidad no las sostiene. Como suelen decir en ocasiones los cristianos: los designios del señor son inescrutables. Cosas así son el único sostén del silencio de dios. Dice al respecto de esta película Daniel Gerber en su brillante comentario:

La realidad organizada por las creencias no puede ser aceptada más que al precio de una total ceguera. Así, para seguir creyendo, Ben debe estar ciego… [4]
Por el otro lado el profesor Levy, con su inesperado suicidio, parece indicar que la frialdad y la indiferencia del universo puede, en ocasiones, con el amor, un amor que no dura siempre y con el que no sólo revestimos el universo (odio, agresividad, desesperación, sufrimiento también lo revisten), para convencernos de seguir viviendo. Siguiendo una vez más a Daniel Gerber, Levy se opone a Ben pues…
… recuerda esta limitación de la divinidad cuando habla de lo imprevisible de los acontecimientos: precisamente porque no hay garante universal, porque no hay garantías últimas, es decir, otro que pudiera darnos plena seguridad, vivimos siempre confrontados a la violencia de lo imprevisible.
Quizá por eso el cristianismo tuvo que recurrir a la vieja escatología para premiar a los “buenos” y castigar a los “malos” después de la muerte con la promesa del cielo y la amenaza del infierno. La justicia de dios no se realiza en este mundo sino en el otro… Algo parecido ocurre con la rencarnación. El ser humano, desde siempre, huye de la tiranía del azar, de la violencia de lo imprevisible porque ese enfrentamiento con la falta de sentido se torna insoportable para la existencia humana. Levy abunda en un mensaje no siempre suficiente pero que parece único y que un pensador radical como Slavoj Zizek recoge en su obra en unas palabras que siempre me han impactado por lo reales que las siento:
… lo esencial de la afirmación de que incluso si llegara a tener todo el conocimiento, sin amor no sería nada, no es meramente que con amor, sea algo. Con amor, también soy nada, si así puede decirse, una nada humildemente consciente de sí, una nada que se enriquece por paradoja por el conocimiento mismo de su carencia. Sólo un ser menesteroso, vulnerable es capaz de amor: el misterio final del amor es así que la falta de completitud  es en cierto sentido más alta que la completitud. Por un lado, sólo un ser imperfecto, menesteroso, ama: amamos porque no sabemos todo.[5]
Pero el acceso a ese tipo de amor es el trabajo de toda una vida y, como le ocurre a Louis levy, a veces eso no da la fuerza suficiente para continuar.
5. NOSTALGIA E IDEALIZACIÓN.
En un momento del film el profesor Levy hace el siguiente comentario:
Comprenderán que lo que pretendemos en realidad al enamorarnos es una paradoja muy extraña. La paradoja consiste en que al enamorarnos estamos buscando el rencuentro con todas o algunas de las personas que quisimos de pequeños. Por otro lado le pedimos a nuestros seres amados que corrijan todos los errores que aquellos lejanos padres o hermanos cometieron con nosotros, así que ese amor contiene en sí una contradicción: la de volver al pasado y la de deshacer el pasado.
¿Y no es acaso eso lo que se observa en la relación de Cliff con su sobrina? Se trata de una relación imposible y que, precisamente por imposible deviene en satisfactoria. En ella se encuentran presente y pasado, hombre y niña, la pizza y el viejo cine en el que ven viejas películas que nos recuerdan ese presente hecho de nostalgias imposibles, la paradoja de volver al pasado y la de deshacerlo, de nostalgias como las que evoca la letra de Lucía, la canción de Joan Manel Serrat que dice:
No hay nada más bello que lo que nunca he tenido
nada más amado que lo que perdí
perdóname sí hoy busco en la arena
esa luna llena que arañaba el mar
Esa misma paradoja de Levy es la que está implícita en estos versos de la canción: No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí”, a la que puede oponérsele otro de Joaquín Sabina, la de su canción Con la frente marchita y que dice: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”, y que como dice Daniel Gerber:
Es la nostalgia por un pasado idealizado, evocado sobre todo por medio de la pista sonora que nos lleva a esa visión romántica con canciones de Cole Porter, Irving Berlin, Noel Coward y otros, que produce también otro contrapunto: el pasado presente. El mundo árido y desagradable del presente nos hace añorar el mundo del pasado […] También la nostalgia se hace presente en el culto por las viejas películas y el viejo cine de Greenwich Village, que es como el pequeño oasis en medio de una sórdida realidad. [5]
Y así Cliff y su sobrina devienen en esa relación satisfactoria porque ejemplifica y porque la trasciende al platonizarla, el famoso aforismo lacaniano: no hay relación sexual. Aforismo que hay que entender en el sentido de la asimetría que relaciona al hombre con la mujer no transformándolos precisamente en complementarios: cuando se trata de varones y mujeres, sea cual fuere la naturaleza, modalidad e intensidad de un encuentro sexual no será como el encastre de las dos piezas de un rompecabezas de dos piezas. Siempre habrá algo que sobre o que falte, algún elemento tercero estorbando la unión sin interferencias. [6]
Sorprende una película que en una hora y veintisiete minutos aborde tantos temas y de una manera tan profunda. Conciencia, justicia y felicidad; tragedia e inconsciencia, religión y sinsentido, moral y amoralidad, nostalgia e idealización. En fin… una gran película.
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[1] Eric Lax. Conversaciones con Woody Allen. Editorial Lumen
[3] Gerber, Daniel. El psicoanálisis en el malestar de la cultura. Editorial Lazos
[4]  Zizek, Slavoj. El frágil absoluto. Editorial Pre-textos, nro. 579
[5] Ver nota 3