NEUROCIENCIA Y MEDIACIÓN
Por: Fernando Díaz Colorado
Fernando Díaz Colorado: Psicólogo de la Universidad Católica de Colombia. Especialista en Administración Pública. Especialista en Derecho Penal y Ciencias Forenses. Magister en Filosofía Latinoamericana. Master en Psicoterapia en base antropológica de la Universidad de Salamanca, España. Profesor de las Facultades de Derecho y Psicología en las Universidades: Católica de Colombia, Universidad Humani Mundial de Guanajuato, México. Instituto de Mediación de México. Miembro fundador de la Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense. Miembro fundador de la organización Opción Vida, Justicia y Paz. Miembro de la Sociedad Mundial de Victimología. Miembro honorario de la Asociación de Psicología Jurídica y Derecho Penal de México. Exfuncionario del Programa de Protección y Asistencia a Víctimas y Testigos de la Fiscalía General de la Nación. Conferenciante nacional e internacional en temas relacionados con Victimología, Criminología, Seguridad Ciudadana y Psicología Jurídica y Forense. Fundador del primer programa de posgrado en psicología jurídica en Colombia. Asesor en temas de seguridad pública y privada. Presidente del Tribunal Nacional de Ética y Deontología del Colegio Colombiano de Psicología. Presidente de Cemajur Internacional. Autor de los libros: El Síndrome de Estocolmo en situación de Toma de Rehenes y Secuestro en Colombia. Psicología y Ley. Conflicto Mediación y Conciliación desde una perspectiva Psicojurídica. Metis en el Análisis de Situación. y, La Justicia desde las Víctimas.
“La depravación de la naturaleza humana se muestra sin disfraz alguno en las relaciones ilimitadas que imperan entre las diversas naciones” (E. Kant)
Intentaré en este escrito plantear los hallazgos fundamentales de los avances de la neurociencia y su utilidad práctica en el campo de la mediación de conflictos humanos.
Inicialmente podemos empezar precisando que cuando decimos neurociencia nos estamos refiriendo al campo del saber científico del cerebro humano y en general del sistema nervioso humano. El estudio del cerebro y en general de la mente ha alcanzado durante los últimos años avances que eran ciencia ficción hace poco tiempo. Estos avances de la neurociencia han sido complementados con otros campos del saber que han originado tecnologías que han permitido ampliar, potenciar y desarrollar una mayor capacidad humana en varios procesos cognitivos como ocurre en el campo del aprendizaje.
Es importante precisar de entrada lo que claramente afirma R. Llinás (2003), cuando señala que: “el primer paso fundamental para explorar, desde un punto de vista científico, la naturaleza de la mente es rechazar la premisa de que ésta apareció súbitamente como resultado de una intervención espectacular”. La mente es el resultado de un proceso de desarrollo, que emana del perenne mecanismo biológico de ensayo y error. La mente es el resultado de un proceso evolutivo de más de 700 millones años que aún hoy continúa. Esta afirmación es clave ya que el cerebro no es una estructura terminada o estable, es por el contrario una estructura biológica que ha venido evolucionando y cuyos cambios se han venido dando en la medida en que el ser humano ha tenido contacto con el entorno material, social y cultural de su existencia
podemos entonces afirmar que la neurociencia es la especialidad científica que se dedica al estudio integral del sistema nervioso (cerebro, sistema nervioso central, sistema nervioso periférico), teniendo en cuenta sus funciones, su estructura y su dinámica. De este modo la neurociencia intenta a explicar las diversas características de la conducta y de los procesos cognitivos del ser humano a través de la biología.
La neurociencia se centra en el estudio del cerebro y en cómo este órgano incide en el pensamiento y en el comportamiento de los seres humanos en general. Además, intenta descubrir el funcionamiento del sistema nervioso cuando existen enfermedades psiquiátricas o trastornos neurológicos. De allí que sus descubrimientos sean útiles para comprender la manera como los seres humanos generamos, abordamos, ampliamos y solucionamos los conflictos.
La neurociencia engloba una amplia gama de inquietudes científicas acerca de cómo se organiza el sistema nervioso de los seres humanos y de otros animales, cómo se desarrollan y cómo funcionan para generar la conducta. Estas preguntas pueden explorarse usando las herramientas analíticas de la genética y la genómica, la biología molecular y la biología celular, la anatomía y la fisiología de los aparatos y sistemas, la filosofía, la biología conductual y la psicología (Purves, 2015).
En el campo de la mediación es clave comprender como los seres humanos gestionamos los sentimientos como la ira, la vergüenza, el temor, la amenaza, la inseguridad, la venganza, etc., componentes centrales que explican la emergencia de los conflictos humanos. En este sentido se hace necesario señalar que el ser humano es fundamentalmente un ser emocional antes que un ser racional y que las emociones son componentes esenciales en el ejercicio de comprender la manera como pensamos y como resolvemos los conflictos. El cerebro humano es una estructura de tres cerebros (cerebro reptil, cerebro emocional, corteza cerebral) que interactúan de manera sistémica y compleja y que responden a una lógica evolutiva así como a las demandas del entorno. El cerebro humano no reproduce la realidad sino que la construye, la recrea y la manifiesta.
Su objetivo a nivel general es comprender cómo actúa el cerebro y eso que nosotros llamamos mente. Para muchos la neurociencia fundamenta los avances tecnológicos que intentan modificar los pensamientos y comportamientos a través del cerebro. La neurociencia ha crecido enormemente durante los últimos años lo que ha permitido la utilización de algunas aplicaciones tecnológicas que permiten conocer, utilizar y/o controlar algunas funciones de la mente. Poder dominar la mente, hacer posible un manejo negociable de los conflictos menos vengativo y castigador para construir una mente dialogante, comprensiva y pacífica es el anhelo de la humanidad en estos momentos de crisis política, violencia generalizada y desconcierto mundial.
Sin embargo, uno de los mayores aportes de las Neurociencias no está dado tanto por la introducción de nuevas tecnologías que permiten el estudio del cerebro, sino por su capacidad de armonizar los aspectos neurobiológicos de la conducta humana, con los aportes de índole psicológico y social. En general, la colaboración entre estas disciplinas científicas ha ayudado a profundizar en el estudio del cerebro, lo cual ha repercutido en la mejor comprensión de los fenómenos humanos, entre ellos, lo sociales y culturales (Vidal, 2015). Por ejemplo, en los últimos años, se ha logrado evaluar diferentes sistemas cerebrales relacionados con las emociones y la toma de decisiones, así como también, conocer de manera más clara su interacción con las áreas corticales superiores, responsables del comportamiento humano.
Los avances más importantes de la neurociencia se encuentran en los avances investigativos y prácticos sobre la memoria artificial (capacidad alterar y ampliar la memoria a largo plazo); manipulación de los sueños (posibilidad para moldear los sueños y soñar con lo que se desee); trasplante de células cerebrales (mejoramiento de procesos cerebrales); aumento de la capacidad de vigilancia (mejoramiento de la atención y el aprendizaje); aumento de la capacidad para mentir mejor (mejora en la capacidad creativa para mentir sin sentir culpa); mejoramiento de las habilidades cognitivas (utilización de la música como potenciador de la memoria; grabar los sueños (escaneo del cerebro para crear representación y grabación de los sueños; próstesis cerebrales (las prótesis neurales que restituyen algunas funciones del cerebro cuando recibe un trauma o herida grave; obtención de datos del cerebro (utilización de interfaz cerebro máquina y software que lee la mente mediante señales encefalográficas) y el control mental (convertir pensamientos en señales eléctricas y recepcionando señales magnéticas para controlar comportamientos)
Como podemos ver la neurociencia es un campo del saber científico que centra su utilidad práctica en la maximización de las capacidades humanas que se encuentran localizadas en el sistema nervioso central, de allí que los descubrimientos de la neurociencia sean muy utilizados en el campo de la inteligencia artificial y la big data. Así mismo, con el fin de potenciar las funciones básicas del cerebro humano como son la memoria el pensamiento, el lenguaje y las emociones humanas. En este sentido es importante mencionar los hallazgos recientes de la psicología cognitiva que han modificado de manera importante las teorías existentes sobre la naturaleza humana.
Hoy en día podemos afirmar que el desarrollo de la psicología cognitiva de corte evolutivo nos ha permitido poder conocer la manera como los seres humanos nos conducimos a través de nuestra vida y como enfrentamos los diferentes desafíos que esta nos presenta, no debemos olvidar que la mayoría de las teorías sobre la naturaleza humana estaba centrada en creencias religiosas, mitos e ideologías sin respaldo científico alguno (el buen salvaje, el fantasma de la máquina, la existencia del alma divina). Es por ello, que recientemente se ha debatido en el campo psicológico y antropológico el famoso debate entre la tabula rasa, las ideas innatas, el aprendizaje y la cultura; es decir, venimos al mundo de la vida sin nada en la mente, o venimos con conocimientos previos.
En el campo de la violencia y los conflictos humanos hoy sabemos que muchas teorías que se han sostenido durante años no son ciertas y carecen de validez científica, como las que afirman que la guerra y la violencia son comportamientos ajenos a nuestra naturaleza y que son aspectos externos a la vida humana o producto de una patología genética, heredada o aprendida. Hoy sabemos gracias a la psicología cognitiva que hay razones para afirmar que la violencia de los seres humanos no es en sí una enfermedad o un deterioro, sino que forma parte de lo que somos como seres humanos.
La violencia sigue estando presente en la mente de los seres humanos, según Kenrick y Buss (1998), más del 80% de las mujeres y el 90% de los hombres tienen fantasías en las que matan a las personas que no les gustan y en todas las culturas los hombres sienten placer al pensar en asesinatos, a la gente le gusta contemplar el combate y las peleas. Por ello, para muchos científicos la violencia no se comprenderá nunca sí solo nos fijamos en los genes o en el cerebro de las personas violentas pues la violencia es un problema social y político, y no solo un problema biológico y psicológico.
Los acontecimientos políticos y sociales no son externos a la vida humana sino que forman parte de su existir. Por ello, es clave comprender la recomendación de S. Pinker (2003), cuando nos dice que lo correcto es invertir la pregunta que nos hacemos, en lugar de preguntar porqué se produce la violencia, lo nos debemos preguntar es porqué la evitamos.
En el pasaje de la “vida de los hombres” de Hobbes, citado por Pinker (2003), se explica que la violencia de los hombres se debe a tres causas principales: la ganancia, la seguridad y la reputación, no cabe duda que esta formulación tiene mucho que ver con características propias de la naturaleza humana. Para S. Pinker (2003), son además de las expresadas por Hobbes la competencia, los obstáculos que surgen en el camino, el estatus, la riqueza, el humillar y el derrotar al enemigo. Es clave comprender que los seres humanos disciernen un círculo moral que no abarca a todos los seres humanos sino sólo a los miembros de su clan, su pueblo o su tribu. Dentro del círculo nuestros semejantes son el blanco de nuestra comprensión; fuera se les trata como algo que no nos pertenece.
Otra característica distintiva de los seres humanos es la fabricación de herramientas y armas, de allí que una carrera armamentística hace más probable la guerra, porque acelera la espiral de miedo y desconfianza. Además, en todas las sociedades del mundo estudiadas nos encontramos con juramentos de vengar a alguien y rituales que santifican estos juramentos. En los estados modernos los ciudadanos le exigen al Estado venganza, hay personas que toman la justicia por su propia mano, otros exigen procesar y castigar.
Los estudios sobre las contiendas étnicas muestran que quienes participan en ellas siempre se sienten resentidos con sus oponentes. Para que la venganza actúe de elemento disuasorio se hace necesario que la voluntad de llevarla a la práctica se haga pública, porque la esencia de la disuasión es dar a los posibles atacantes motivos para que consideren su actitud antes de que procedan a la acción.
El último factor que analiza S. Pinker (2003), es la gloria o el honor. Como bien lo señaló Hobbes, los hombres se pelean por una sonrisa, una palabra, una opinión diferente y/o cualquier otro signo de menosprecio, pues desde que se registran los números sobre los homicidios las causas más frecuentes han sido las discusiones de origen trivial: insultos, imprecaciones, disputas, gestos, etc. En la guerras entre Estados se suele disputar el honor nacional o la defensa de la patria, esto está centrado en la venganza a la más mínima ofensa por pequeña que esta sea. Las culturas del honor surgen en todo el mundo porque amplifican los sentimientos humanos universales como el orgullo, la ira, la venganza y el amor por familiares, amigos y porque a la vez parecen una respuesta sensata a las condiciones locales existentes.
El honor de un hombre es una especie de realidad social que existe porque todos están de acuerdo en que existe, pero no por ello es menos real, porque reside en una noción compartida de poder. Harari, Y. (2019), nos recuerda que uno de los factores fundamentales de la construcción del homo sapiens, es justamente la creación de realidades, mitos y creencias sin representación material alguna. El abjurar del honor es un aprueba de debilidad y de bajo estatus en la creencia de la mayoría de las sociedades humanas. En muchos lugares del mundo donde hay sociedades violentas el honor está presente y es el que alimenta la violencia. La tendencia a ser considerados duros, su disposición a participar en represalias violentas por cualquiera asunto implica un aumento de su reconocimiento que explican la cultural del honor (Searle, J.).
Lo que hoy sabemos por las neurociencias es que la violencia no es un impulso primitivo e irracional, ni una patología, es por el contrario el fruto inevitable de la dinámica de los organismos sociales racionales y que procura su propio interés. La violencia se alimenta de las creencias, los mitos, las ideologías, los constructos sociales que los seres humanos construimos en el diario vivir en sociedad y mediados por una cultura. De allí que sea erróneo afirmar que la violencia está en la cultura o en la sociedad por fuera del sujeto, por el contrario la violencia forma parte integral del ser humano que se alimenta y se fortalece con los aspectos que ahora sabemos no son tan externos como la cultura y la dinámica social.
Lo ideal sería que los seres humanos renegáramos de la violencia en lugar de castigarlos por ejercerla, pero no se ha encontrado la fórmula ideal para establecer un leviatan democrático para penalizar la competencia agresiva, desactive las trampas de la violencia y elimine las culturas del honor que rigen actualmente.
Sin embargo, así como hoy sabemos por la investigación científica que la violencia no es algo ajeno o extraño al hombre, sino que forma parte integral de su naturaleza, es importante señalar que para la mediación de conflictos humanos es clave saber que los seres humanos sí bien nos consideramos seres racionales, somos fundamentalmente irracionales dado que no tenemos una apertura mental activa como lo señala J. Barón. En su perspectiva nos dice que los seres humanos deberíamos considerar las evidencias que van en contra de sus creencias; que es más útil prestar atención a quienes discrepan de uno que prestar atención a quienes están de acuerdo con uno; el cambiar de opinión no es un signo de debilidad; la intuición no es la mejor manera guía para tomar decisiones y, finalmente es importante no perseverar en tus creencias incluso cuando se aportan evidencias en contra de ellas. Estas son las características centrales de la irracionalidad humana.
No cabe duda que su analizamos detenidamente lo que señalan Tetlock y Mellers (2002), el eje central en el cual se mueven todos los conflictos está centrado en la manera irracional como pensamos y gestionamos los conflictos. Además muchos de los conflictos se generan y se mantienen por creencias inmodificables que las personas no someten a crítica como cuando afirmamos que los acontecimientos se desarrollan de acuerdo con un plan divino o del destino; que todo sucede por una razón, que no existen los accidentes ni las coincidencias, que nada es inevitable y que la aleatoriedad es con frecuencia un factor en nuestra vida personal.
Recordemos que en el proceso de la mediación el mediador debe saber que las personas solo comprenden los conceptos cuando se ven forzadas a analizarlos detenidamente, a discutirlos con él o los otros y a utilizarlos para resolver los problemas que antecedieron o que surgen durante el proceso mediador. Por ello, la formación efectiva en el pensamiento crítico y la eliminación de los sesgos cognitivos pueden ayudar en el ejercicio del mediador y del proceso de la mediación en general.
La mayoría de los seres humanos estamos enmarcados en el sesgo cognitivo de la ilusión de profundidad explicativa (Rozenblit y Keil, 2002) en el que estamos engañados con respecto a nuestro propio grado de comprensión del mundo, de allí que el mero requisito de explicar una opinión nos puede ayudar a deshacernos de nuestro exceso de confianza. Lo que parece ser cierto es que los seres humanos creemos firmemente que lo que pensamos, vemos y captamos es verdad y que lo equivocados son los demás.
La ciencia psicológica ha señalado que las personas somos bastante capaces de ser racionales con imparcialidad cuando estamos evaluando argumentos en lugar de generarlos, y cuando estamos buscando la verdad más que tratando de vencer en un debate o de imponer la suya. Es decir, el proceso de mediación es un escenario claramente expresivo de los sesgos cognitivos, la irracionalidad y la ilusión de coherencia que los participantes en el ejercicio evidencian, por ende, se debe constituir en un escenario de evidencia crítica soportada en los hechos más que en las creencias, interpretaciones y sesgos de los participantes.
Esto no quiere decir de ninguna manera que los sesgos, creencias, significados e interpretaciones no sean considerados como componentes del conflicto, por el contrario implica que el mediador ejerza la tarea de generar un escenario de debate crítico sobre esas creencias, mitos, ideologías y sesgos que sustentan la interpretación de cada uno de los componentes del conflicto que se aborda. El poder de la racionalidad nos dice S. Pinker, implica incrementar el bienestar, para ser buenos con los demás a pesar de nuestra naturaleza imperfecta. Somos una especie que ha desarrollado, evolucionado y emergido la capacidad de razonar pero que debemos ampliar y aceptar a pesar de nuestras intuiciones y nuestras realidades desconcertantes.
La capacidad racional de los seres humanos implica ser capaces de desarrollar habilidades para cuestionar, poner a prueba nuestras creencias, verdades, suposiciones y certezas. En el abordaje de los conflictos humanos el mediador debe saber que la postura narrativa de quienes han ocasionado el conflicto se refleja en una dinámica amplia de emociones que son el piso o la base de la afirmación del pensamiento.
El mediador debe saber que la racionalidad no es algo separado de la emocionalidad y de nuestro cerebro reptil o arqueocerebro; nos conducimos por una tendencia de defensa, ataque, de respuesta emocional y de construcción cognitiva que están íntimamente ligadas y que explican la manera como nos comportamos. Identificar las emociones que soportan las ideas y el pensamiento en general es una de las tareas que el mediador debe saber para gestionar de una mejor manera el diálogo, el debate y la crítica que sustenta el conflicto que se ha presentado a estudio. La ira, la venganza, el odio, el resentimiento son emociones propias que están en nosotros y no son necesariamente malas, ni debemos eliminarlas, lo malo está en la manera como las gestionamos.
Referencias
Buss, D. M., & Kenrick, D. T. (1998). Evolutionary social psychology. In D. T. Gilbert, S. T. Fiske, & G. Lindzey (Eds.), The handbook of social psychology (pp. 982–1026). McGraw-Hill.
Harari, Y. N. (2019). De animales a Dioses. Bogotá. Ed. Debate
Llinás, R. (2003). El cerebro y el mito del yo. Bogotá. Norma
Pinker, S. (2003). La Tabla Rasa. Bogotá. Ed. Planeta
Pinker, S. (2018). En defensa de la Ilustración. Bogotá. Ed. Planeta
Pinker, S. (2021). Racionalidad. Buenos Aires. Paidós
Purves, a. (2015). Neurociencia. Bogotá. Panamericana
Rezenblit L. y Keil, F. (2002). The Misunderstood Limits of Folk Science: An Illusion of Explanatory Depth
Tetlock PE, Mellers BA. The Great Rationality Debate. Psychological Science. 2002;13(1):94-99. doi:10.1111/1467-9280.00418
Vidal, F. (2015). La neurointerdisciplinariedad: ¿realidad fecunda o publicidad engañosa? Mente y cerebro, (73), 44-47.