BIBLIOTECA Y SOCIEDAD1
Pedro López López
Universidad Complutense de Madrid,
Facultad de Ciencias de la Documentación
plopez@pdi
En el prólogo del segundo libro que escribió el cineasta Michael Moore
Estúpidos hombres blancos, cuenta una jugosa anécdota que tiene que ver con
la profesión bibliotecaria. El 1 de diciembre de 2001, fecha en que se
conmemoraba un episodio importante en la lucha contra el racismo en Estados
Unidos (la costurera negra Rosa Parks se negó a cederle el asiento a un blanco
y desató una tormenta de luchas contra el racismo que terminó en una
importante victoria), Moore fue invitado a un acto para hablar sobre derechos
civiles. En ese acto contó que había enviado ese libro a la editorial Harper
Collins hacía varios meses y que, tras los atentados del 11-S la editorial le había
exigido eliminar dos capítulos en los que criticaba duramente al presidente
Bush. En el acto, Moore comentó que había preparado unas palabras pero no
se sentía con ganas de pronunciarlas; en su lugar, contó el incidente con el
libro y dijo a los asistentes que lamentaba que nadie iba a poder leer lo que
había escrito, así que les propuso leer dos de los capítulos. Cuando terminó la
lectura, el público aplaudió entusiasmado. El acto terminó y a los pocos días
recibió una llamada de la editorial de alguien que le preguntó directamente
“¿Qué les dijiste a los bibliotecarios?”. Moore no sabía de qué hablaba la
persona que tenía al otro lado del teléfono. Desconocía que en el acto al que
había asistido había una bibliotecaria que cuando llegó a su casa se conectó a
internet y mandó un mensaje a un foro de discusión contando el incidente de
Moore con la editorial. El resultado de su mensaje fue que la editorial recibió
montones de mensajes exigiendo la retirada de la censura y, en consecuencia,
la publicación del libro tal cual lo había escrito Michael Moore. La editorial, para
no quedar como censora y dado que el caso ya había salido a la luz y estaba
haciendo ruido, no tuvo más remedio que publicar el libro íntegramente.
Pero después de ganar esta importante batalla, la editorial no se conformó y
silenció la salida, bloqueando su promoción en todos los medios. Moore
reaccionó publicando una carta en internet refiriendo todo lo que había pasado.
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Conferencia pronunciada en la biblioteca Antonio de Hilaria, El Rincón de la Victoria (Málaga), el 17 de
octubre de 2014.
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Entonces el libro se agotó inmediatamente y hubo que reimprimirlo numerosas
veces, a pesar de no tener ninguna publicidad en periódicos ni en radios. En
2002, según cuenta Moore en ese prólogo, al menos durante unos meses fue el
libro más vendido de no ficción en Estados Unidos. El éxito pasó a otros países
rápidamente, y en el Reino Unido también fue el número uno en las listas de
Amazon.
Todo esto motivó que Moore escribiera en el prólogo estas líneas de
reconocimiento a los bibliotecarios:
No debería sorprender a nadie que los bibliotecarios fueran la vanguardia
de la ofensiva. Mucha gente los ve como ratoncitos maniáticos
obsesionados con imponer silencio a todo el mundo, pero en realidad lo
hacen porque están concentrados tramando la revolución a la chita
callando. Se les paga una mierda, se les recortan su jornada y sus
subsidios y se pasan el día recomponiendo los viejos libros maltrechos que
rellenan sus estantes. ¡Claro que fue una bibliotecaria quien acudió en mi
ayuda! Fue una prueba más del revuelo que puede provocar una sola
persona.
El nombre de la bibliotecaria que desencadenó todo es Ann Sparanese (ver
fotos 1 y 2 al final de este texto), una bibliotecaria de Englewood, New Jersey.
En 2007 la invitamos a participar en un libro que coordiné junto con dos
colegas y tuvimos el honor de que aceptara escribir uno de los capítulos. El
libro lleva por título De volcanes llena: biblioteca y compromiso social, y el
capítulo de Ann Sparanese se titula Algunas reflexiones sobre el activismo
bibliotecario en Estados Unidos. Cito ahora un par de párrafos de Ann
Sparanese que ni mucho menos han perdido actualidad, aunque se refieran a
acontecimientos de hace unas cuantas décadas:
Ruth Brown, directora de la biblioteca pública de Bartlesby (Oklahoma)
durante más de treinta años, se vio forzada a dimitir en 1951 porque se
negó a retirar de los estantes la revista The Nation y algunos libros sobre la
Unión Soviética. Pero la realidad es que la señora Brown estaba implicada
en algo muchísimo más subversivo: era miembro de la rama de Oklahoma
del Congreso por la Igualdad Racial y la practicaba en su propia vida
personal y profesional. Éste fue el verdadero motivo por el que la señora
Brown perdió su trabajo; no era neutral en cuestiones de igualdad racial.
En los años sesenta, un bibliotecario fue investigado e interrogado por la
Comisión de Soberanía de Missisipi porque defendía que los negros
pudieran acceder a las bibliotecas públicas, ya que pagaban los impuestos
con que se financiaban.
A E. J. Josey, un bibliotecario afroamericano de Georgia se le denegó
integrarse en la asociación bibliotecaria de su estado por causas raciales. A
pesar de que la segregación existía en las bibliotecas de los estados del
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sur, de que no se permitía asociarse a los bibliotecarios en cuatro estados,
y de que los servicios bibliotecarios para negros eran ínfimos en la mayoría
de las bibliotecas de los estados del norte, no se escribió ni una sola
palabra sobre esto en las revistas profesionales entre 1936 y 1959, hasta
que Eric Moon, director iconoclasta y activista del Library Journal, decidió
dar la batalla. E. J. Josey y otros como él creían que sin un respeto básico
a los derechos humanos, el acceso igualitario y libre a la información y a la
cultura no podía conseguirse. Por ello, el papel del bibliotecario, como el
papel del ciudadano, es comprometerse como profesional con los derechos
humanos y con principios abstractos como la libertad intelectual.
El caso de Ann Brown fue llevado al cine en 1956 por el director Daniel
Taradash en la película Storm Center, protagonizada por Bette Davis y doblada
al español con el título En el ojo del huracán.
El doble éxito que obtuvo contra la censura Michael Moore con la ayuda de una
bibliotecaria no es frecuente, pero, como nos demuestra este caso, es posible.
Los nuevos medios que proporciona internet hacen hoy día bastante difícil
censurar un libro o un artículo, pero todavía hay muchas maneras sutiles de
censurar.
Recientemente he leído un par de libros sobre la historia de los libros
prohibidos. En uno de ellos, Breve historia de los libros prohibidos, de Werner
Fuld, hay una buena recopilación histórica de casos y regímenes que han
censurado y quemado libros. Desde los almanaques que prohibía la Iglesia
Católica y posteriormente también los gobiernos, hasta la quema de libros en el
régimen nazi, pasando por la terrorífica historia de la Inquisición. A lo largo del
siglo XX ha habido episodios muy relevantes protagonizados sobre todo por
gobiernos e instituciones eclesiásticas. Entre los más sonados se cuentan la
censura, acompañada de destrucción y quema de libros, en casos como el
régimen nazi, el régimen franquista y el régimen estalinista, que abarcaba a la
Unión Soviética y a países de su órbita, como la ex República Democrática
Alemana.
Un caso especialmente significativo de censura, por no remontarnos siglos
atrás, sino tan solo a la segunda mitad del siglo XX, fue la censura férrea
impuesta por el senador McCarthy en Estados Unidos en su personal y feroz
batalla contra el comunismo, que contaminaba cualquier actitud progresista. En
nombre de esta lucha, McCarthy ordenó retirar de las bibliotecas de unas
doscientas Casas de América que había en Europa obras de Thomas Mann (La
montaña mágica), de Einstein, de Freud, de Gorki, de Sartre, de Herman
Melville (Moby-Dick), de Howard Fast (autor de la novela Espartaco), etc. De
esta época, podemos ver un buen reflejo en la película mencionada antes,
Storm Center.
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Prácticamente todos los libros con éxito mundial que se nos vengan a la cabeza
han tenido o tienen todavía problemas de censura en muchos países: El Mago
de Oz, La Odisea, El Origen de las Especies, Alicia en el País de las Maravillas,
1984, Las Mil y Una Noches, El Diario de Ana Frank, El Señor de las Moscas, Los
Miserables, El Lazarillo de Tormes, Los Viajes de Gulliver, Harry Potter y un
larguísimo etcétera. Aquí en España durante el franquismo se quemaron y/o
censuraron cientos de miles de ejemplares. Ana Karenina y Guerra y Paz, de
Tolstoi; Crimen y Castigo, de Dostoievski; El árbol de la ciencia, de Baroja; El
Quijote y las Novelas Ejemplares, de Cervantes; El Buscón, de Quevedo;
Fausto, de Goethe; La Celestina, de Fernando de Rojas; Lazarillo de Tormes; La
Cartuja de Parma, de Stendhal; Los tres mosqueteros, de Dumas; Los
Miserables, de Víctor Hugo; Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez... Autores
como Antonio Machado, Federico García Lorca, Blasco Ibáñez eran
directamente prohibidos.
Sin embargo, la gente en general piensa que hoy no existe censura. Esto es así
porque los medios de comunicación transmiten la idea de que vivimos en
democracia y que la democracia es incompatible con fenómenos como la
censura, la tortura, el control de las comunicaciones privadas, etc. Pero
desgraciadamente a lo que llamamos democracia hoy es a un sistema que
respeta algunas formalidades, pero cuyos contenidos se han ido vaciando, de
manera que nos hemos instalado en un estado de excepción permanente que
permite el recorte e incluso la suspensión de derechos en nombre de la crisis,
de la lucha contra el terrorismo o de otras grandes causas que se invocan.
Sin alejarnos del tema, podemos afirmar que hoy día hay censura en los medios
de comunicación, en editoriales (hemos citado el caso de Michael Moore, pero
hay muchos más, también aquí en España), en exposiciones, etc. Algunos
ejemplos actuales del ámbito bibliotecario o de ámbitos muy cercanos en
nuestro país:
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En noviembre 2009 el ayuntamiento de Meco prohibía la presentación de
un libro en su biblioteca sobre el estado de la sanidad madrileña,
presentación que ya había sido anunciada.
-
También en 2009 saltó al foro Iwetel el caso de censura en las
bibliotecas municipales de Pamplona y Barañain (Navarra), donde cargos
políticos hacían llegar una lista de las publicaciones periódicas que
debían recibir las bibliotecas.
-
En junio de 2010 se produjo un curioso caso de censura protagonizado
por la web del Instituto Cervantes. En esos días hubo una especie de
concurso cuyo objeto era que los internautas eligieran una palabra que
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una vez pasado un plazo se daría a conocer. Los internautas podían ir
viendo la frecuencia de las palabras hasta que la palabra “república” se
coló en el primer puesto. A partir de entonces, el internauta recibía un
mensaje de error del sistema, que, supuestamente, iba a arreglarse con
rapidez. Pero esto no ocurrió. La solución adoptada fue publicar las diez
palabras más votadas, en orden alfabético, con lo cual se diluía la
preeminencia de la peligrosa palabra “república”.
-
Hace aproximadamente un año saltó a la prensa que el concejal de
cultura de Barcelona había mandado retirar cinco placas de mármol de la
biblioteca pública Arús. Estas cinco placas contenían motivos de la
masonería y este concejal consideró que había que eliminarlas,
seguramente desconociendo que los cuatro presidentes de la Generalitat
republicana habían pertenecido a la masonería. La masonería fue objeto
de obsesión de diversos dictadores, como Franco, Stalin, Mussolini y
Hitler. De hecho, a principios de los años cincuenta también se
eliminaron adornos masones del Ateneo de Madrid.
-
En la red de bibliotecas del Ayuntamiento de Madrid se comprobó la
existencia de filtros para accesos a páginas web también implantados
con criterios políticos. En 2013, una usuaria denunciaba que no podía
acceder a la web del diario Público ni a la de la Asociación para la
Recuperación de la Memoria Histórica.
En este punto yo aconsejaría a cualquier bibliotecario municipal que tenga
algún problema de censura en su biblioteca que lo denuncie en algún foro o en
alguna de las asociaciones bibliotecarias. Esto puede ser arriesgado, a nadie se
le puede exigir que se juegue el puesto de trabajo, pero en estos foros y
asociaciones es posible denunciar preservando el anonimato, o bien la denuncia
puede partir de usuarios.
La censura es uno de los enemigos contra los que tenemos que luchar desde el
campo de las bibliotecas. Pero hay más enemigos: los recortes, la precariedad
laboral, las ocurrencias de sustituir a los trabajadores por voluntarios
erosionando todavía más el poco derecho laboral que queda, el modelo
agresivo de propiedad intelectual que va crecientemente privatizando la cultura
y el conocimiento, el canon por préstamo de libros, la supeditación de la
gestión a directrices políticas y/o ideológicas, la imposición de modelos de
gestión basados en una eficacia empresarial y un marketing que poco tienen
que ver con la eficacia social que deben perseguir las bibliotecas, etc.
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Se me ha pedido que hable de biblioteca y sociedad, y esto supone hablar de
compromiso social. Si queremos incidir en la sociedad y ser reconocidos por
ella, debemos participar en debates sociales y políticos y tener actuaciones
dirigidas a mejorar la comunidad de la que formamos parte, y la sociedad en
general. Alguien dijo que el ejercicio de una profesión “constituye la principal
responsabilidad y aportación del ciudadano a la comunidad” (Cobo, 2003).
Cuando escuchamos que las bibliotecas no están suficientemente reconocidas,
que los recortes comienzan por ellas en los ayuntamientos, quizás tengamos
que preguntarnos si desde las bibliotecas se hace lo suficiente para tener ese
reconocimiento, y creo que ese reconocimiento vendrá cuando consigamos que
el ciudadano sea un cómplice de las bibliotecas porque ha visto que éstas le
ayudan a mejorar su vida. En algún caso hemos visto que ciudadanos de un
barrio o de un pueblo se han movilizado para protestar por el cierre o intento
de cierre de su biblioteca, como fue hace unos meses el caso de la biblioteca de
Las Palomas, en el barrio de Zaidín (Granada).
¿Contra qué tenemos que luchar? Yo creo que tenemos que luchar por una
sociedad más justa que la que tenemos, y esto pasa por luchar contra los
obstáculos para llegar a ella. Una sociedad más justa será una sociedad más
democrática y más igualitaria. Como sabemos, en las últimas décadas la
sociedad se ha ido haciendo cada vez más desigual. Una desigualdad que
produce mucha riqueza por arriba y mucha pobreza por abajo. Hoy
precisamente es el Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza. No está
al alcance de las bibliotecas terminar con la pobreza, pero sí al menos
proporcionar en la biblioteca un refugio para las personas más vulnerables y
facilitar el acceso a la educación, a la información y a la cultura como
mecanismos para alcanzar un cierto grado de igualdad de oportunidades,
aunque tampoco la igualdad de oportunidades es la solución, sino un paliativo
(se trata de acabar con una sociedad fuertemente jerarquizada en clases, no de
establecer mecanismos más “justos” para llegar a una élite que acapara una
cantidad desmesurada de riqueza y recursos que se traduce en unas
importantes bolsas de pobreza; se trata de acabar con una distribución
absolutamente desequilibrada)2. Pero, si no de igualdad de oportunidades, sí
cabe hablar en todo caso de que la biblioteca puede ayudar a las personas a
comprender mejor el mundo en el que viven gracias al acceso a la cultura y a la
información. Comprender mejor el mundo no solo nos prepara mejor para
enfrentarnos a él, sino, lo que es más importante, para mejorarlo.
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El mismo día de esta conferencia, en una tertulia televisiva de la noche que trataba sobre el ébola y en
la que se aludió al Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza, el periodista Vicente Romero
decía que para luchar contra la pobreza habría que poner más énfasis en luchar contra la riqueza.
Efectivamente, la causa de la pobreza no es una escasez de recursos, sino el desequilibrio en la
distribución de riqueza y recursos, por lo que si no luchamos contra las obscenas acumulaciones de
riqueza y apropiaciones de recursos, jamás solucionaremos el drama de la pobreza.
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Para hacer una sociedad más igualitaria necesitamos, sobre todo, bienes
comunes: espacios públicos, sanidad, educación y otros servicios públicos
asegurados. A medida que las políticas económicas van privatizando recursos y
espacios, la sociedad se va volviendo más desigual porque se va haciendo más
mercado que sociedad. El deterioro de servicios públicos como sanidad y
educación, y de espacios públicos, ya sean bibliotecas u otros edificios y
espacios urbanos, va dejando sin recursos a la población más vulnerable y
generando mayor desigualdad.
Por tanto, otro elemento de lucha está en la defensa de lo público y en frenar la
creciente privatización de bienes comunes. En lo que toca a bibliotecas, nos
afectan dos acuerdos de la Organización Mundial del Comercio, el Acuerdo
General de Comercio de Servicios (AGCS), que es el que va consiguiendo la
privatización creciente de sanidad, educación y servicios culturales como las
bibliotecas a través de la externalización paulatina de las tareas, y el Acuerdo
sobre los aspectos de los derechos de propiedad intelectual relacionados con el
comercio, ADPIC (por sus siglas en inglés). No vamos a entrar en ellos, pero la
filosofía de ambos es introducir la lógica comercial en los servicios públicos,
incluida la privatización total. En el caso del AGCS se introduce una noción de
servicio público extraña a la lógica del Estado del Bienestar. En el AGCS los
servicios incluyen “todos los servicios de todos los sectores excepto aquellos
suministrados en el ejercicio del poder gubernamental” (art. I, párrafo 3-b).
Esta definición puede parecer inocente, pero el siguiente párrafo (3-c) establece
que “un servicio suministrado en el ejercicio del poder gubernamental nunca
podrá tener una base comercial ni entrar en competencia con uno o más
proveedores de servicios”. Con esta lógica se han ido estableciendo servicios de
correo postal privados, por ejemplo.
En este sentido, las negociaciones que se están llevando a cabo en estos días
entre la Unión Europea y Estados Unidos para el Acuerdo Transatlántico de
Comercio e Inversiones (TTIP) suponen una vuelta de tuerca más en el
desmantelamiento progresivo de los servicios públicos, que nos transformará de
ciudadanos con derechos a consumidores. Este tratado supone abrir los
mercados de servicios europeos al capital estadounidense y usar el acuerdo
comercial para abrir la adjudicación de contratos públicos a la competencia del
sector privado. Esto conllevará, según informa la página web de Attac-Madrid,
que los gobiernos locales no estarán autorizados para hacer políticas de
adjudicación a favor de fines sociales o medioambientales.
No será extraño que el día de mañana bibliotecas y universidades, por ejemplo,
estén gestionadas por empresas multinacionales del entretenimiento. De hecho,
el AGCS contempla la privatización de servicios culturales de
los que
tradicionalmente se ha hecho cargo el Estado dentro del rótulo Servicios de
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ocio, cultura y deporte, que comprende bibliotecas, archivos, museos y otros
servicios culturales, sin determinar.
Otra línea de ataque desde la lógica mercantil la representa el canon por el
préstamo de libros y otros materiales en bibliotecas, cuya última disposición es
el RD 624/2014. Con el canon se grava un servicio público como si fuera una
actividad con ánimo de lucro. Esto es introducir la lógica comercial en un
servicio público que lo que tiene que hacer es garantizar derechos ciudadanos,
no comerciar con ningún artículo. Además, este canon, sorprendentemente, no
es cobrado por la administración pública, sino cobrado a la administración
pública por entidades privadas (CEDRO, SGAE…).
Aquí entramos en un terreno complicado técnicamente, pero no tan difícil de
entender desde el punto de vista de la finalidad del insaciable modelo de
propiedad intelectual que se va imponiendo.
Antes de seguir con el canon, quisiera comentar un par de ejemplos que
revelan esta insaciabilidad. El pasado 4 de octubre venía una sorprendente
noticia en eldiario.es (http://www.eldiario.es/cultura/Martin-Luther-King-anosNobel_0_313569255.html), según la cual el famoso discurso de Martin Luther
King, I have a dream es propiedad de los herederos y de la compañía Sony, o
sea, no es patrimonio de la humanidad. El artículo terminaba diciendo:
Resumiendo: hoy celebramos el 50 aniversario de la entrega del Nobel de
la Paz a un hombre que lo merecía, pero no podemos subir a Internet o
difundir su palabra porque, en cualquiera de sus formatos, es ilegal. La
única excepción es el derecho a la cita, en su versión norteamericana que
nos permite subir un pequeño porcentaje del documento que estemos
tratando. Por ejemplo, los 30 segundos de audio que encontramos en la
Wikipedia sobre el discurso. La otra opción es llegar a un acuerdo con la
familia.
También hace unos años hubo que interrumpir la lectura pública que
anualmente se hacía del Ulises de James Joyce en un parque de Dublín porque
los herederos del escritor tenían el derecho de prohibirla. Este tipo de
aberraciones podrá ser muy legal, pero desde luego conculca el sentido común
y supone un saqueo del patrimonio cultural de la humanidad.
De lo que se trata aquí, en mi opinión, es de que la propiedad intelectual es
una parte importante del nuevo capitalismo especulativo. Un autor de
referencia en el análisis del capitalismo actual es David Harvey, que tiene varios
libros muy interesantes, incluida una Breve historia del neoliberalismo publicada
por Akal de todo punto aconsejable. Harvey describe la actual etapa del
capitalismo como de acumulación por desposesión. Se trata de un tipo de
acumulación que se basa en la apropiación de bienes comunes y espacios y
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servicios públicos que financiamos los ciudadanos con nuestros impuestos.
Consiste en crear escasez artificialmente y asignar un valor a algo que era de
dominio público anteriormente, es decir, un bien común. Este es el caso de la
biblioteca y de otras instituciones culturales como los museos, que no es que
sean gratuitas (argumento que manejan tramposamente los que pretenden
sacar beneficio de los servicios públicos como si ellos pusieran de su bolsillo el
coste) , sino que las pagamos entre todos con nuestros impuestos, un pago que
cubre tanto la implantación como el mantenimiento. Hay quien compara el
proceso de privatización del conocimiento con los cercamientos de tierras
comunales en la Inglaterra de los siglos XVII y XVIII, un proceso que permitió
privatizar en favor de terratenientes tierras comunales en las que los
campesinos podían obtener el sustento suficiente para vivir. La legislación que
se va desarrollando actualmente permite privatizar bienes comunes como el
arte, el conocimiento científico y la cultura. Obras que deberían ser patrimonio
común de la humanidad y a las que tradicionalmente se ha tenido acceso, cada
vez tienen un acceso más restringido. Los derechos de acceso a la educación, a
la cultura y a la información están en la Declaración Universal de Derechos
Humanos y en otros documentos de derechos. El artículo 2 de esta Declaración
dice que los derechos proclamados en ella serán disfrutados sin ninguna
distinción por razón de raza, religión, origen nacional, posición económica, etc.
Es evidente que el establecimiento creciente de tasas para acceder a
información y cultura contraviene este artículo y dificulta a las personas más
indefensas económicamente el disfrute de estos derechos.
Por otro lado, la paulatina extensión de estas tasas para fotocopias, CD y DVD,
en realidad se ha convertido en un grandísimo negocio para entidades privadas
de gestión de derechos de autor. Dicen representar a los autores, pero muchos
no estamos afiliados ni estamos de acuerdo con que nos representen, y
tampoco queremos cobrar por estos conceptos que ellos esgrimen. En nuestro
país hay más de 100.000 profesores universitarios que publican artículos
científicos y libros. No son novelistas de gran éxito que puedan vivir de su obra,
si cobran algo por estos conceptos que se van sacando de la manga las
entidades de gestión, será una cantidad ridícula. Para cada uno esa cantidad es
ridícula, pero cuando multiplicamos una cifra insignificante por cientos de miles
o por millones (número de ejemplares en las bibliotecas españolas o números
de préstamos), lo que resulta es un gran negocio para unos pocos. Esto es
aplicable para el caso del gravamen impuesto a las fotocopias y para el caso del
canon por el préstamo de libros.
No cabe duda de que la campaña que están llevando a cabo estas entidades es
eficaz. Hace unos días el periódico La Vanguardia publicaba unas declaraciones
del escritor Lorenzo Silva en las que éste manifestaba que le parecía “muy
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triste” que haya muchos bibliotecarios que “militan de forma feroz” contra el
canon en las bibliotecas. Puede discutirse sobre el canon y sobre cualquier
tema, lo que no entiendo es a qué viene el adjetivo “feroz” aquí, dado que en
ninguno de los actos que la Plataforma Contra el Préstamo de Pago, desde hace
unos días Asociación Contra el Préstamo de Pago en Bibliotecas, se ha
registrado ningún incidente violento. Ha habido abrazos simbólicos a la
Biblioteca Nacional, campañas con pegatinas y folletos, participación en
manifestaciones y otros actos, y yo no he presenciado ninguna actuación que
pueda calificarse de feroz.
El mes pasado el profesor José Antonio Merlo publicaba un interesante artículo
bajo el título La sinrazón del canon por préstamo bibliotecario. Concluía su
artículo recopilando estas diez razones contra el canon:
1. El sistema es injusto, porque cobra por promover la cultura.
2. El sistema es inadecuado, porque no beneficia a los autores.
3. El sistema es ilícito, porque permite recaudar sin derechos.
4. El sistema es arbitrario, porque no se ajusta a indicadores reales.
5. El sistema es antisocial, porque resta financiación a un servicio público.
6. El sistema es erróneo, porque se basa en planteamientos falsos.
7. El sistema es absurdo, porque penaliza a quienes mejor hacer su trabajo.
8. El sistema es desproporcionado, porque vuelve a cobrar por derechos ya
pagados.
9. El sistema es insidioso, porque se establece con intereses particulares.
10. El sistema es pernicioso, porque ataca a las bibliotecas públicas.
Varios ayuntamientos han aprobado mociones contra el canon, y recientemente
el ayuntamiento de Azuqueca de Henares ha tomado la iniciativa de interponer
un recurso ante el Tribunal Supremo. Os invito desde aquí a seguir las
campañas contra este injusto canon. Podéis visitar el blog de la asociación en
noalprestamodepago.org y seguir las acciones que se vayan planteando,
además de descargaros artículos, folletos, logos para pegatinas, convocatorias,
etc.
Me he centrado hasta ahora en dos elementos importantes como son la lucha
contra la censura y contra la entrada de la lógica mercantil en la biblioteca.
Creo que ambos representan bien la lucha más general contra la ignorancia, un
problema quizás tan grande como las guerras y el hambre, porque con el
conocimiento puede alcanzarse la condición de ciudadano, y solo una
ciudadanía fuerte e informada puede hacerse valer para poner coto a los
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desmanes del poder. Es claro que el miedo y la ignorancia son recursos
fundamentales que utiliza el poder para dominar. Un pueblo con miedo es un
pueblo sumiso, y un pueblo ignorante es manejable como un rebaño. Un pueblo
asustado e ignorante es un pueblo vulnerable. Observamos cómo todos los días
nos meten miedo con el terrorismo, con la precariedad laboral, con la posible
pérdida de las pensiones, con la seguridad ciudadana, con la imposibilidad de
mantener un estado del bienestar que no hemos alcanzado del todo en este
país… Por otro lado, la ignorancia es fomentada con una información de
bajísima calidad, con una televisión que fomenta la pasividad y anestesia a la
ciudadanía. Y esta pasividad es asimismo reforzada con represión e intimidación
hacia la ciudadanía que se moviliza. Hace unos días veíamos en la prensa una
foto vergonzosa en un país democrático: un grupo de ciudadanos se reunía en
un parque de la ciudad de Úbeda dentro del funcionamiento de círculos de la
formación política Podemos. Este grupo de pacíficos ciudadanos que se
proponía deliberar en un espacio público fue molestado por la policía local
obligando a todos a identificarse e imponiéndoles una multa de cien euros por
“alterar la seguridad colectiva” (ver foto Nº 3). Sería para reírse si no fuera tan
dramático en una comunidad autónoma con un altísimo nivel de paro, sabiendo
que gran parte de estos vecinos están en una situación económica
desesperada.
Es evidente que la biblioteca tiene mucho que hacer en este escenario. Tanto la
ignorancia como el miedo se combaten con conocimiento.
Pero los bibliotecarios han luchado también contra la guerra, por ejemplo, y se
han involucrado en otras luchas sociales. La American Library Association (ALA)
tiene una mesa redonda compuesta de varios comités que abarcan temas como
multiculturalidad, responsabilidad social, libertad intelectual, derechos de las
minorías sexuales, etc., y sus bibliotecarios han protagonizado importantes
batallas, como por ejemplo contra el FBI para defender la privacidad de sus
usuarios. La corriente denominada Bibliotecologia Progresista que se posiciona
en contra de una falsa neutralidad defendida por parte de la profesión y por
buena parte de responsables institucionales, anima precisamente a involucrarse
en las luchas por la ampliación de derechos de todas las personas, por una
sociedad más igualitaria, por el respeto a las minorías, por una sociedad que
destierre para siempre la guerra como solución a los conflictos.
También desde el campo de la docencia, en el que trabajo, y dentro de esta
misma corriente, somos muchos los que luchamos por superar una enseñanza
basada exclusivamente en el aprendizaje de habilidades de búsqueda y
tratamiento de la información. En 2008 se puso en circulación un manifiesto de
un colectivo denominado Docentes de Información y Documentación por el
Compromiso Social. En las fechas en las que salió se estaban reformando los
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planes de estudio de las nuevas titulaciones de grado de acuerdo con el
llamado Plan Bolonia. En él, con la adhesión de casi un centenar de docentes
de España y Latinoamérica, se defendía la inclusión de materias que refuercen
el compromiso social de los futuros profesionales. Al inicio del manifiesto se
afirmaba que “las enseñanzas en Información y Documentación necesitan
reforzar aspectos relacionados con el pensamiento social y el compromiso
democrático para lograr una formación realmente integral de los profesionales
de este sector”. En el caso de la Facultad de Ciencias de la Documentación de
la Universidad Complutense, se puso en marcha la asignatura Derechos
humanos, ciudadanía y sociedad de la información, al igual que una asignatura
de Ética en el curso de posgrado.
Para ir concluyendo, quiero señalar que una sociedad democrática exige
participación ciudadana, una participación que no debe quedar en depositar
una papeleta cada cuatro años. Y para participar, el ciudadano debe estar
informado y tener una mínima formación cultural. Es claro que aquí la biblioteca
debe jugar un papel fundamental. Por otro lado, la ciudadanía no es una
condición solamente de los usuarios de las bibliotecas que estáis
atendiendo, sino que es una condición que nos abarca a todos. Y esa
condición no queda de puertas afuera del trabajo, sino que somos
ciudadanos en cualquier situación social: haciendo deporte, esperando el
autobús, comprando en el mercado y, ¿por qué no?, en nuestro puesto
de trabajo. Aquel que entienda su profesión como aislada de los avatares
sociales, estará dispuesto a obedecer cualquier orden, y esa
monstruosidad ha sido la base de regímenes totalitarios. A veces incluso
hay que estar dispuesto a desobedecer una orden.
Susan George, economista que prefiere denominarse activista y que tiene un
prestigio que desmiente que el activismo reste profesionalidad, clasifica a las
personas en tres categorías:
-
las que hacen que las cosas sucedan,
las que esperan que las cosas sucedan, y
las que no se enteran de lo que sucede.
Cada uno debe escoger en qué categoría quiere estar.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Y BIBLIOGRAFÍA DE INTERÉS
Cobo Suero, Juan Manuel. Formación universitaria y educación para la ciudadanía.
Revista de Educación, 2003, número extraordinario: Ciudadanía y Educación, pp. 359375.
Eldiario.es. 50 años después del Nobel, Martin Luther King sigue en manos de Sony®
Music Unlimited. En:
http://www.eldiario.es/cultura/Martin-Luther-King-anos-Nobel_0_313569255.html
[Consulta: 15-10-2014]
Gimeno Perelló, Javier; López López, Pedro; Morillo Calero, Mª Jesús. De volcanes
llena: biblioteca y compromiso social. Gijón: Trea, 2007.
López López, Pedro; Vives Gracia, Josep. Ética y derechos humanos para bibliotecas y
archivos. Madrid: ANABAD, 2013. [Este libro puede descargarse en la red visitando la
página del autor en Dialnet: http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=50058 ]
Merlo Vega, José Antonio. La sinrazón del préstamo de pago. En
http://biblioblog.org/2014/09/03/la-sinrazon-del-canon-por-prestamo-bibliotecario/
[Consulta: 15-10-2014]
:
Sparanese, Ann. Reflexiones sobre el activismo bibliotecario en Estados Unidos. En:
Gimeno Perelló, Javier; López López, Pedro; Morillo Calero, Mª Jesúsd De volcanes
llena: biblioteca y compromiso social. Gijón: Trea, 2007, pp. 71-91.
Samek, Toni. Biblioteconomía y Derechos Humanos: una guía para el siglo XXI. Gijón:
Trea, 2008.
VÍDEOS DE INTERÉS
Matt Damon leyendo un texto de Howrd
http://www.youtube.com/watch?v=LGUzOjqZ2sU
Zinn
Vídeo
contra
el
canon
de
https://www.youtube.com/watch?v=TWR9FBFIOK4#t=54
sobre
desobediencia
colegas
Grave incidente en una biblioteca de la Universidad de Los
http://www.prisonplanet.com/articles/november2006/161106torturedid.htm
civil:
italianos:
Ángeles.
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ANEXOS
Foto 1. Ann Sparense con Michael Moore
Foto 2. Ann Sparense, activista
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Foto 3. Policías locales identificando a participantes en una asamblea de Podemos el pasado
14-10-2014 en un pa ue de Ú eda, i po ie do ultas de
€. Dia io Pú li o, -10-2014.
http://www.publico.es/actualidad/549151/la-policia-nacional-multa-con-100-euros-a-los-participantesen-una-asamblea-de-podemos-en-ubeda
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