HURGAR EL SILENCIO.
SOBRE EL PASADO PASADO DE LA HISTORIA PRESENTE
Eugenia GAY
UNQ/UNC/Conicet (Argentina)
[email protected]
Resumen: Este trabajo explora algunas de las interpretaciones sostenidas por
historiadores contemporáneos sobre el silencio en torno al Holocausto que siguió al fin
de la Segunda Guerra Mundial en la academia alemana en general y en la historiografía
alemana en particular. A través del análisis de algunas de estas perspectivas,
pretendemos discutir hasta qué punto la inflexión teórica cuyo origen se identifica en el
Holocausto se ve representada en los diagnósticos que la historiografía ha producido
sobre su propio campo. La hipótesis central sobre la que se construye este trabajo
sostiene que, a pesar de un intenso debate teórico sobre la naturaleza del tiempo y de la
experiencia como categorías básicas de la comprensión histórica que se alimenta de la
recuperación del Holocausto como acontecimiento epocal, la historiografía elude la
revisión a fondo de sus narrativas explicativas. Como consecuencia, se produce un hiato
entre la percepción de una necesidad de renovación de los presupuestos de la disciplina
y las categorías que se utilizan efectivamente en la tarea interpretativa.
Palabras clave: historiografía; Holocausto; silencio de posguerra; temporalidad
Abstract: This paper explores some historian’s interpretations on the “silence” about the Holocaust
after World War II in the German University in general and the German historiographical profession
in particular. Through the analysis of some of these perspectives, we intend to discuss how far the
theoretical inflexion identified with the Holocaust is represented in the diagnoses which historiography
has produced about its own field. The main hypothesis on which this paper is built proposes that, in spite
of a lively theoretical debate over the nature of time and experience as basic categories of historical
understanding, which takes on the Holocaust as its epochal water shedding event, historiography eludes
a deeper revision of its explanatory narratives. As a consequence, a gap is produced between the
perception of the necessity of a renovation of the discipline’s bases and the categories that are in fact
applied in the task of interpretation.
Keywords: historiography; Holocaust; post-war silence; temporality
Se decide, al principio, por simple pánico, seguir adelante como si no hubiera pasado nada 1.
Somos lo que no entendemos, entendemos lo que no somos 2.
1
SEBALD, W. G.: Sobre la historia natural de la destrucción. Trad. Miguel Sáenz. Buenos Aires, Editorial La
Página, Anagrama, 2010, p. 43.
2
RUNIA, Elco: “Presence”, en History and Theory, v. 45, n. Febrero, 2006, pp. 1–29, p. 21.
Ariadna histórica. Lenguajes, conceptos, metáforas, 4 (2015), pp. 83-98
ISSN: 2255-0968 http://www.ehu.es/ojs/index.php/Ariadna/index
GAY
El debate en torno al Holocausto en la Academia alemana sólo comenzó quince
años después del fin de la Segunda Guerra Mundial. Fue en ese momento cuando
comenzó a “levantarse el velo” de silencio tendido sobre lo sucedido3. Hasta entonces,
los historiadores y los intelectuales alemanes en general debatieron incesantemente
sobre la guerra y sobre la nación alemana pero, si bien nunca lo negaron, evitaron
pronunciarse sobre el genocidio y sus implicaciones para la nación. El primer
“reconocimiento de responsabilidad” oficial sobre el Holocausto fue pronunciado recién
en el año de 1951 por el canciller Konrad Adenauer4 bajo presión extranjera; el primer
libro sobre el Holocausto escrito por un historiador alemán fue publicado en 1960, y la
prensa de la República Federal identifica la repercusión de la miniserie “Holocausto”,
televisada en Alemania en 19795, como la primera discusión “publica” sobre el asunto6.
En 1961 Fritz Fischer dio inicio a la primera gran controversia sobre el carácter
“alemán” del nazismo con la publicación de su libro Griff nach der Weltmacht: Die
Kriegszielpolitik des Kaiserlichen Deutschland, 1914-1918. Fue entonces, una vez que
aparentemente habían concluido los juicios y los “peligros” para las carreras
profesionales de los académicos que una afiliación con el nazismo podía significar7, que
la Universidad comenzó a discutir su participación o su responsabilidad en el
nacionalsocialismo. A través de un análisis de la política alemana durante la Primera
Guerra Mundial, Fritz Fischer criticaba tres narrativas ya aceptadas. En primer lugar,
las interpretaciones que entendían al nacionalsocialismo y al antisemitismo
“exterminacionacionista”
8
como un acontecimiento alienígena o un accidente
3
SCHILLER, K: “The Presence of the Nazi Past in the Early Decades of the Bonn Republic”, en Journal of
Contemporary History, v. 39, n. 2, 2004, pp. 285–294, p. 294.
4
KAPLAN, Marion: “Antisemitism in postwar Germany”, en New German Critique, v. 58, n. 58, 1993, pp.
97–108. La presión para el reconocimiento provino de diferentes líderes religiosos y finalmente,
directamente de Washington. Otras versiones afirman que el primer reconocimiento total y oficial
data de 1985. Cf. DUBIEL, Helmut. “The Rememberance of the Holocaust as a Catalyst for a
Transnational Ethic”, en New German Critique, v. 90, 2003, pp. 59–70, p. 64.
Aunque fuese originalmente producida en 1978.
5
6
7
8
84
HERF, Jeffrey: “The ‘Holocaust’ Reception in West and Left Germany: Right, Center, Left”, en New
German Critique, v. 19, n. 19, 2013, pp. 30–52.
SCHULZE, Winfred: “German Historiography from the 1930s to the 1950s”, en VAN HORN MELTON, J.
(ed.). Paths of Continuity: Central European Historiography from the 1930s through the 1950s. Cambridge,
Cambridge University Press, 1994, p. 24.
Así describe Raul Hilberg la clase de antisemitismo que, según Daniel Goldhagen, describiría a los
alemanes. HILBERG, Raul: “The Goldhagen Phenomenon”, en Critical Inquiry 23, no. 4, 1997, pp. 721–
728. GOLDHAGEN, Daniel: Hitler’s Willing Executioners. Ordinary Germans and the Holocaust, Nueva York,
Vintage Books, 1997 (Ver especialmente el capítulo 3).
HURGAR EL SILENCIO
desafortunado dentro del continuum de la historia alemana. En segundo lugar, aquéllas
que concentraban la responsabilidad sobre lo sucedido en la persona de Hitler y,
finalmente, las interpretaciones que identificaban el fracaso en la Primera Guerra
Mundial y las condiciones del Tratado de Versalles como sus causas inmediatas. Fischer
señalaba, al contrario de la narrativa aceptada, que la secuencia de hechos que comenzó
en 1933 y que culminaría en Auschwitz encajaba perfectamente en la historia del
pensamiento y de los ideales políticos de los alemanes9.
En lo sucesivo, los niveles de “apertura” de la discusión sobre el Holocausto
entre los académicos fueron marcados por debates puntuales. El Historikerstreit (debate
de los historiadores) de 1986-1987, que tuvo inicio con las declaraciones de Ernst Nolte
y las respuestas del filósofo Jürgen Habermas, versó sobre la “comparabilidad” del
Holocausto, principalmente respecto de la experiencia del Gulag soviético. El debate
Goldhagen, de 1996-1997, que siguió a la publicación del libro Hitler’s willing executioners, y
del que participara Christopher Browning10, cuestionó la división entre los “nazis” y los
alemanes “ordinarios” que hasta entonces había permitido liberar a la mayoría de la
población del cuadro de los culpables, insistiendo en el antisemitismo inherente a la
cultura alemana. Una exposición de fotografías de la guerra dio inicio, en 1997, al debate
sobre la Wehrmacht, que cuestionó la supuesta ignorancia de los soldados alemanes
respecto de los asesinatos masivos, ampliando significativamente el espectro de los
involucrados. Finalmente, el debate sobre la implicación de los historiadores alemanes en el
nacionalsocialismo, que comenzó en 1998, fue el resultado de la reposición de evidencias
irrefutables sobre la participación activa en la formulación de políticas nazis por parte
de algunos historiadores (como Theodor Schieder y Werner Conze), que tuvieron gran
importancia durante la posguerra, y cuyo prestigio se fundaba de alguna manera en una
supuesta oposición al régimen.
Esta sucesión constituye, por así decirlo, la lectura canónica del desarrollo de las
discusiones sobre el Holocausto, y a primera vista pareciera confirmar una apertura
progresiva de la discusión, posibilitada por el trabajo automático del tiempo sobre las
9
MOMMSEN, Wolfgang: “The Return to the Western Tradition: German Historiography since 1945”,
en German Historical Institute, Occasional papers , n. 4, 1991, p. 15.
10
Uno de los documentos más interesantes de este debate es el libro de BROWNING: Ordinary Men.
Reserve Police Battalion 101 and the Final Solution in Poland, Londres, Penguin, 1998.
85
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experiencias y por la misma desaparición física de los participantes directos del
Holocausto, que acabaría por eliminar el problema de la carga emocional que le es
inherente. En otras palabras, el Holocausto se transformaría por la acción balsámica del
tiempo, en un problema propiamente histórico, que vendría a definirse en base a la
evidencia exhumada por los especialistas. Una de las consecuencias disciplinares más
evidentes de esta apertura fue la creación de un subcampo dentro de la historiografía,
que se ocupa particularmente de las discusiones en torno del problema del Holocausto,
conocido como Holocaust Studies. Sin embargo, la formalización de un campo específico
no implica que la discusión, o la ausencia de discusión sobre este tema no hayan
afectado a otras regiones del debate histórico. A pesar de los beneficios de la
especialización, la compartimentación del saber en campos como Holocaust Studies,
Alltagsgeschichte, Sozialgeschichte o Begriffsgeschichte, e inclusive teoría de la historia, puede
venir a obturar configuraciones transversales que requieren una visión de conjunto. En
este caso, parece probable que bajo esta aparente progresividad de una verdad histórica
que se abre paso, se esconda una problemática mucho más profunda para la disciplina,
que se relaciona con su propio fundamento científico y que amenaza permanecer oculta
tras la lectura progresivista. A través, alrededor, y a pesar del debate sobre el
Holocausto en sí, la experiencia de hacer historia a la sombra de Auschwitz puede
ayudarnos a entender los rumbos del debate contemporáneo sobre la Historia, cuyas
aristas muy frecuentemente parecen quedar reducidas a cuestiones teóricas o
metódicas.
Podemos encontrar una puerta de entrada a ese debate analizando las
interpretaciones sobre el “silencio” que siguió a la caída del Reich más allá de sus
desempeños en campos específicos del saber histórico. Quisiera agrupar estas
interpretaciones en tres grupos principales, aunque muchas veces funcionen en
conjunto.
La primera interpretación podría ser denominada “pragmática”, y sostiene que
los alemanes necesitaban continuar conviviendo con otros alemanes a pesar de las
condenas morales, aparentemente extensivas, para los participantes del genocidio. De
acuerdo con esta interpretación, aún eran necesarios especialistas en todas las áreas
(arquitectos, contadores, ingenieros, administradores, químicos y médicos), y los únicos
disponibles parecían haber estado relacionados al régimen nazi. Había que retornar a la
86
HURGAR EL SILENCIO
“normalidad” como condición para comenzar a superar la catástrofe
11
. Esta
interpretación conlleva como corolario lógico, el diagnóstico de que en realidad la
mayoría de los alemanes había estado implicada de alguna manera en el genocidio, y de
que aquellos que no habían participado activamente, por los menos estaban informados
sobre lo que sucedía. De esa manera, la acusación de la complicidad del vecino podría
suscitar la revelación de la complicidad propia, impidiendo la recomposición de las
relaciones sociales e institucionales. Vale destacar que el hecho de que los alemanes
conocieran el destino fatídico de los judíos no cambiaba sin embargo el carácter de
víctima de aquellos alemanes que sólo “habían seguido órdenes”
12
, y que
experimentaban la vergüenza de reconocer las consecuencias de su propia pasividad (o
cobardía), además de haber sido dramáticamente afectados por la guerra en sí13.
En sus conferencias de Zúrich (1997) sobre los bombardeos aéreos realizados
por los aliados durante los últimos meses de la guerra, Winfried Georg Maximilian
Sebald reclama sobre la ausencia de interpretaciones o representaciones literarias
satisfactorias respecto de los bombardeos aliados en las primeras dos décadas después
de la guerra, y hace extensiva esta crítica también a la historiografía. En el transcurso de
su diatriba, Sebald ofrece una serie de expresiones reveladoras sobre el silencio. En
primer lugar, entiende que la narrativa oficial sobre el estado de destrucción de las
ciudades alemanas estaba destinada a evocar el “primer peldaño de una eficaz
reconstrucción”, más que el “horroroso final de una aberración colectiva”. Esto es, que la
orientación del discurso oficial respondía a la construcción de un futuro posible, más
que al análisis de los eventos recientes. Más adelante, Sebald añade que la
reconstrucción alemana fue en realidad “una segunda liquidación, en fases sucesivas, de
la propia historia anterior, [que] impidió de antemano todo recuerdo; mediante la
productividad exigida y la creación de una nueva realidad sin historia, orientó a la
población exclusivamente hacia el futuro y la obligó a callar sobre lo que había
sucedido”14. Este silencio sobre la experiencia de la guerra habría servido como un
poderoso factor de unión para los alemanes durante aquellos duros años, bajo la
11
LÜBBE, Hermann: “Der Nationalsozialismus im deutschen Nachkriegsbewußsein”, en Historische
Zeitschrift, v. 236, n. 3, 1983, pp. 579–599.
12
BARTOV, Omer: “Germany as Victim”, en New German Critique, v. 80, n. 80, 2000, pp. 29–40, p. 33.
13
Ver SCHULTE, Theo J.: The German Army and Nazi Policies in Occupied Russia, Oxford, OUP, 1989, pp. 3-7.
14
SEBALD, W. G.: Sobre la historia natural de la destrucción, pp. 11-12.
87
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ocupación del enemigo y la condena moral. De alguna forma, el texto de Sebald
confirma el diagnóstico de Omer Bartov, que trataremos más adelante, sobre una
construcción negativa de la nacionalidad de posguerra.
En otras palabras, además de servir para el objetivo pragmático de retomar la
“normalidad” institucional, el silencio habría ayudado a reconstruir una identidad
común. Pero el texto de Sebald permite pensar la conformación de esa identidad
silenciosa de forma más compleja. En la segunda conferencia, en la que describe el
estado insalubre de las ciudades bombardeadas, afirma que “los alemanes, que se habían
propuesto la limpieza e higienización de Europa, tenían que defenderse ahora del miedo
de ser ellos mismos, en realidad, el pueblo de las ratas”15. En esa afirmación y en el tabú
autoimpuesto, inclusive en la esfera privada por la condena de la autovictimización de
los alemanes, se muestra la transfiguración de un cuestionamiento que puede
considerarse histórico o político en retrospectiva, en un cuestionamiento identitario,
amarrado a la incredulidad frente a la connivencia propia y ajena con las atrocidades del
nazismo. Por detrás del silencio sobre los bombardeos se encuentra, sin duda, el silencio
sobre el Holocausto.
Pensando en este texto de Sebald, Andreas Huyssen ha argumentado que
siempre es necesario un cierto olvido (o silencio) para posibilitar el recuerdo16. Sin
embargo, si bien este argumento puede alimentarse de la tácita presencia del Funes de
Borges como una justificación del olvido productivo y necesario, no alcanza como
explicación para los mecanismos, sean psíquicos o políticos, que seleccionan lo que se
relega al olvido y lo que aparece como tarea de elaboración impostergable. Más aún, una
premisa de este tipo puede acabar por naturalizar una supuesta acción temporal
automática o estándar de la memoria, o la preferencia del tratamiento distanciado de la
historia como un presupuesto de la disciplina. Pero ninguno de estos mecanismos es
natural, y menos aún necesario.
Llamaremos “política” a la segunda interpretación del silencio, que se relaciona a
la percepción que los alemanes tenían del resultado de la guerra y de la ocupación
extranjera como una vergüenza y una ofensa a la dignidad nacional. Como afirmara Karl
Jaspers, la demanda de arrepentimiento que proviene “desde afuera”, no sólo no podría
15
SEBALD, W. G.: Sobre la historia natural de la destrucción, p. 38.
16
HUYSSEN, Andreas: Culturas do passado-presente, Rio de Janeiro, Contraponto, 2014.
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HURGAR EL SILENCIO
generar un arrepentimiento verdadero, sino que exigía como única respuesta posible, un
silencio digno 17 . Jaspers parece estar diciendo que la reconstitución de un grupo
identitario desmembrado y deslegitimado por la culpabilización externa, sólo podía
realizarse mediante la reconstrucción de la autonomía para juzgarse según sus propias
reglas. Helmut Dubiel ha descripto el clima político de posguerra, destacando la
generalización del sentimiento nacionalista o “anti-aliado” entre la población, en los
siguientes términos:
En una sociedad extensivamente formada por la teoría y la práctica nazi, aún no
había narrativa ni marco simbólico dentro del cual los alemanes pudieran entenderse a
ellos mismos y a su pasado inmediato, como colectivo político. El único dispositivo
interpretativo legado por los Nazis a la República de Bonn fue el concepto de “nación”.
Para todos los grupos políticos —con excepción de los comunistas—, la nación
continuaba siendo el medio dominante para la auto-reflexión colectiva, en la medida en
que el marco institucional del Estado quedó fragmentado tras la división del país18.
Además, la intervención aliada significó una afrenta a la dignidad y a la
integridad nacional que no era sólo simbólica. Los problemas políticos levantados por la
cruzada “desnazificadora” de los aliados merecen una discusión más profunda que no
será posible tratar aquí. Sin embargo, desde el punto de vista de la interpretación
política, se entiende que durante la ocupación y hasta los años 60, los aliados se
dedicaron principalmente a cazar y enjuiciar a los dirigentes responsables por el
Holocausto.
Los
gubernamentales
interventores
y
educativas
extranjeros
realizaron
de
extensas
las
diversas
instituciones
investigaciones
sobre
la
participación y las responsabilidades de profesores y funcionarios públicos. La línea que
separaba a los “culpables” de las “víctimas” era sin duda muy tenue, pues siempre podía
ponerse en duda hasta qué punto el colaboracionismo había sido utilizado como un
mecanismo de defensa frente a un régimen totalitario que condenaba la falta de
participación como falta al deber cívico y en qué momento esa impasividad se
transformaba en apoyo activo al régimen. El vecino que antes espiaba a los opositores a
Hitler, ahora podía denunciar a sus cómplices. Todo esto sugiere un clima general
cuando menos poco amigable, en el que el silencio representaba una estrategia política.
17
18
JASPERS, Karl: The question of german guilt, Nueva York, Fordham University Press, 2000.
DUBIEL, H: “The Rememberance of the Holocaust as a Catalyst for a Transnational Ethic”, p. 63.
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Dentro de la Academia encontraremos una explicación análoga para el silencio,
que se sostiene sobre un supuesto rasgo “cultural”, pues remite a un ethos de la cultura
alemana que exigía el silencio como recuperación del recto camino moral e intelectual,
en oposición a lo que había ocurrido entre 1933 y 1945. En otras palabras, el silencio no
era considerado como una respuesta a la responsabilización por el Holocausto en
acatamiento de la política aliada, ni un gesto de sorpresa, sino una contraofensiva de los
alemanes “verdaderos” a la cultura de masas, de claro tinte occidental (no-alemán)
promovida por el nazismo. En 1946, Friedrich Meinecke definía la posibilidad de
sobrevivencia de la auténtica cultura alemana sosteniendo que “todo depende en la
actualidad de que logremos interiorizar nuestra existencia” para poder “volver a
encontrar las sendas que nos encaminen de nuevo hacia la época de Goethe”, a pesar de
la contaminación producida por el “aparato civilizatorio extrínseco” que fuera
promovido por el nazismo 19. Meinecke cerraba su obra sobre la catástrofe alemana
diciendo:
Nos han destruido el Estado alemán, y vastos territorios alemanes se han perdido para nosotros.
Por mucho tiempo tendremos que soportar una dominación extranjera. ¿Lograremos salvar el
espíritu alemán? Jamás en su historia se vio gravado éste con una prueba semejante. No nos
sirven gran cosa los ejemplos históricos de acierto o fracaso. Cada vez que el problema se
plantea, vuelve a ser nuevo e individual. Para intentar resolverlo necesitamos hacer acopio de
profunda fe y temeroso cuidado a un tiempo. Pero si contemplamos las altas esferas de lo eterno
y divino, oiremos descender de ellas una voz que nos dirá: “Os ordenamos que tengáis
esperanza”20.
De manera similar, en su discurso inaugural de 1946 Jaspers exhortaba a
estudiantes y profesores a dedicarse a pensar, “congelando” los sentimientos de orgullo,
desesperación, indignación, resistencia, venganza y desprecio para recuperar la
capacidad de ver la realidad. No parece imposible suponer que esta lista de
sentimientos describiera adecuadamente las emociones presentes entre los
universitarios en la audiencia de Jaspers, tanto en relación a las fuerzas de ocupación
como para con sus propios compatriotas. Para Jaspers, de ser posible retomar el camino
del conocimiento verdadero, algo debía permanecer en cada uno que permitiese respetar
al interlocutor y que a la vez permitiera a éste respetarnos: “ese silencio en el cual los
19
MEINECKE, Friedrich: La catástrofe alemana, Buenos Aires, Editorial Nova, 1947, p. 193.
20
MEINECKE, Friedrich: La catástrofe alemana, p. 202.
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hombres escuchan juntos y oyen la verdad”21. Este discurso es sin duda un apelo a la
precaución, a la prudencia requerida de todos los integrantes de la comunidad
universitaria para restaurar un orden interrumpido por la barbarie y la superficialidad
del Nacional Socialismo. Un llamado a reconstituir la comunidad alemana tanto
nacional como intelectual a través del retorno a su trazo más característico: el del
cultivo del espíritu y la cultura, sólo posible desde el trabajo interior y silencioso que
conforma el espíritu alemán.
Dentro de esta explicación, debemos también reevaluar la redención antiantisemítica que supuestamente siguió al fin de la guerra, el mito de la Stunde Null22. Si es
verdad que la función identitaria de la categoría de nación sufrió una crisis en la
historiografía de posguerra23, habrá que considerar también que esta crisis fue por lo
menos tardía. Theodor Adorno ha dado buenas razones para el mantenimiento de las
simpatías nacionalsocialistas entre los sobrevivientes de la guerra24. Los mecanismos de
definición de la nacionalidad a partir de la identificación de un enemigo común
continuaron en funcionamiento, como también ha argumentado convincentemente
Omer Bartov25. Diferentes estudios afirman que en los primeros años de la posguerra, no
sólo las fuerzas de ocupación y los comunistas, sino también los judíos, fueron
identificados como los responsables por la incapacidad de recuperación de la nación
alemana26, en un proceso de victimización deudora de la renovación del mito de la
“puñalada por la espalda” (Dolchstoβlegend) enarbolado por el nazismo. A través de ese
mecanismo, el mito fundacional del espíritu nacional parece haber sufrido más bien una
inversión, en la medida en que pasó a definirse ya no principalmente mediante la
individualización de un enemigo común a ser combatido (los judíos), sino a través de la
identificación del grupo nacional de pertenencia (los alemanes) como víctima.
21
JASPERS, Karl: The question of german guilt, p. 7.
22
HUYSSEN, Andreas: Culturas do passado-presente, p. 118 y ss.
LORENZ, Chris: “Drawing the Line: ‘Scientific’ History between Myth-making and Myth-breaking”,
en BERGER, Stefan.; ERIKSONAS, Linas; MYCOCK, Andrew (eds.), Narrating the Nation: Representations in
History, Media and the Arts, Nueva York, Berghahn books, 2008.
ADORNO, Theodor: “What does coming to terms with the past mean?”, en Harman, Geoffrey (ed.),
Bitburg in moral and political perspective, Bloomington, Indiana University press, 1986, pp. 120-121.
23
24
25
26
BARTOV, Omer: “Defining Enemies, Making Victims: Germans, Jews, and the Holocaust”, en The
American historical review, v. 103, n. 3, 1998, pp. 771–816, p. 796.
HILTON, L. J.: “The Black Market in History and Memory: German Perceptions of Victimhood from
1945 to 1948”, en German History, v. 28, n. 4, 2010, pp. 479–497.
91
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Finalmente abordaremos la tercera interpretación, que descansa sobre el
concepto de trauma, que parece “secuestrar” todas las otras interpretaciones y
anexionarlas en su propia teoría. La narrativa del trauma sostiene que el descubrimiento
de la magnitud del crimen, que no era realmente conocida sino sólo imaginada por la
mayoría de los alemanes, generó un síndrome de estrés postraumático que impedía
hablar sobre el tema explícitamente27. Esta interpretación está asociada a la opinión que
sostiene que la mayoría de los alemanes, los alemanes “ordinarios” entre los que se
cuentan inclusive los integrantes de la Wehrmacht (o sea una porción nada despreciable
de la población), no sabía lo que estaba sucediendo con los judíos, o por lo menos no lo
sabía en toda su extensión. Como sabemos, el “mito de la inocencia colectiva de la
Wehrmacht”, como lo ha llamado Sebald28, no sería contestado hasta entrada la década
de los 90, y la versión sobre la ignorancia generalizada de los alemanes sobre el
Holocausto continúa siendo materia de debate, a pesar de la evidencia. La literatura y el
cine, mucho más que la historia, han defendido la insostenibilidad de tal hipótesis29.
De cualquier manera, en la visión de muchos historiadores, el descubrimiento de
los campos, los hornos, los cuerpos y los huérfanos habría constituido un shock
traumático causante del silencio. La explicación traumática es hoy en día tal vez la más
difundida, sobre todo por trabajos como los de Dominick LaCapra. Aunque su análisis
no se concentra directamente sobre el silencio, LaCapra utiliza las nociones
psicoanalíticas de “trauma”, “pasaje al acto”, “elaboración” y “retorno de lo reprimido”
para explicar los discursos sobre el Holocausto30. Mediante estos conceptos, construye
una teoría que podría asociarse a lo que otros autores han llamado “presentismo”. Según
esta concepción, los hechos del pasado vuelven a presentarse de manera vívida,
imposibilitando su asimilación como experiencia pasada, mediante un “retorno
27
MOELLER, R.: “War Stories: The Search for a Usable Past in the Federal Republic of Germany”, en
The American historical review, v. 101, n. 4, 1996, pp. 1008–1048, p. 1011.
28
SEBALD, W. G.: Sobre la historia natural de la destrucción, p. 124.
29
Ver, por ejemplo, la película Amen de Costa GAVRAS (2002); la miniserie Holocausto de Marvin
CHOMSKY (1978); Shoah, de Claude LANZMANN (1985); la novela Götz and Meyer, de David ALBAHARI, o
La muerte del adversario de Hans KEILSON, entre otros. En general, estos trabajos muestran una manera
de “no saber” que denuncia la ignorancia voluntaria de los alemanes y de la comunidad
internacional.
30
LACAPRA, Dominick: Historia y memoria después de Auschwitz, Buenos Aires, Prometeo, 2009; LACAPRA,
Dominick. Representar el Holocausto: historia, teoría y trauma, Buenos Aires, Prometeo, 2008.
92
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compulsivo al pasado”31 en el que se atribuye la responsabilidad de lo sucedido al “otro”
como contaminante. Refiriéndose a la cuestión de la aplicabilidad del psicoanálisis al
análisis histórico, LaCapra provee una sintética descripción de su filosofía de la historia:
La cuestión de la interpretación de los fenómenos socioculturales en términos de
retorno de lo reprimido está claramente relacionada con la comprensión de las variables
que funcionan como temporalidad repetitiva de (o como) la historia. Aquí las nociones
de simple continuidad o de discontinuidad resultan insuficientes, pues la ‘continuidad’
implica no la identidad a lo largo del tiempo sino cierto modo de repetición, y el cambio
no es un proceso completamente diferenciado aún en formas extremas de trauma. En
realidad, el trauma se produce oscuramente a través de la repetición, pues el
acontecimiento lentamente traumático no se registra al momento de su ocurrencia sino
sólo tras una brecha temporal o período de latencia, que en su momento es
inmediatamente reprimido, desplazado o negado. Entonces de algún modo el trauma ha
de retornar compulsivamente como lo reprimido. Elaborar el trauma brinda la
posibilidad de contrarrestar el acting out compulsivo a través de un proceso de repetición
controlado, explícita y críticamente controlado que cambie significativamente una vida
haciendo posible el reencuentro selectivo y la modificada puesta en marcha de las
posibilidades pasadas que no se han concretado32.
Según esta definición, el psicoanálisis sería de utilidad para la interpretación
histórica no mediante el establecimiento de una analogía entre los procesos individuales
y los sociales, sino como cancelación de la oposición binaria entre individuo y sociedad.
Esta cancelación supone una acción terapéutica mediante la crítica histórica, capaz de
otorgar a las sociedades la posibilidad de elaborar sus traumas colectivos permitiendo la
reconciliación productiva con vistas al futuro33. Esta posibilidad se fundamenta, por su
parte, en una temporalidad repetitiva, aunque variable, que vendría a superar las
interpretaciones alternativas del tiempo como continuidad / discontinuidad34, y que se
expresa socialmente en el fenómeno del acting out. En clave aparentemente lacaniana,
LaCapra afirma que “lo Simbólico podría marcar la entrada al lenguaje […] que
31
LACAPRA, Dominick: Historia y memoria después de Auschwitz, p. 214.
32
LACAPRA, Dominick: Representar el Holocausto, p. 188.
33
LACAPRA, Dominick: Representar el Holocausto, pp. 207-208; 213-214; 229.
34
LACAPRA, Dominick: Representar el Holocausto, pp. 188-189. Aquí se muestra el carácter superador de
la propuesta de LaCapra respecto de las teorías de Sigmund Freud o de Michel Foucault.
93
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permitiría (aunque nunca aseguraría) un rol viable al juicio crítico y a la acción
responsable” 35 . Siguiendo esta lógica, podríamos comprender el silencio como el
período de latencia durante el cual el hecho traumático se encuentra reprimido.
Consecuentemente, el “boom de memoria”, o la obsesión con el testimonio que siguió al
período de silencio podría ser entendido como acting out, y finalmente la elaboración
histórica permitiría la repetición controlada del evento traumático36.
Saul Friedländer también se ha referido al período de silencio como un período
de “latencia” 37 , que se relaciona con el carácter traumático de la experiencia, cuya
elaboración sólo resulta posible en su carácter de retorno. Esto es, se entiende que el
momento traumático no es el del hecho en sí, sino el del recuerdo, en el que se lo
reconoce como traumático. Sin embargo, al contrario de LaCapra, Friedländer entiende
que la elaboración no consiste en “dar cierre” a la experiencia, pues esto significaría
evitar o evadir lo que queda “indeterminado, elusivo y opaco” 38, y que se percibe como
un silencio que se produce en torno de “Auschwitz”. Al contrario, la elaboración
consiste en la aceptación de la indecibilidad de lo real, de la persistencia de la memoria
profunda. A pesar del exceso representado por la experiencia de Auschwitz, y de la
aparente imposibilidad de elaboración individual, Friedländer también se permite
confiar en la labor balsámica del tiempo 39 sobre los traumas colectivos. En clave
lacaniana, sabemos que el exceso representa la imposibilidad de incorporar lo real en el
orden simbólico, esto es, en el lenguaje. De esta manera se puede interpretar por qué
motivo la “cura” temporal consiste en la aceptación de la imposibilidad de articular la
realidad del trauma en el lenguaje, más que en su resolución en una narrativa dadora de
sentido.
35
36
37
38
39
94
LACAPRA, Dominick: Representar el Holocausto, p. 222.
LaCapra sostiene: “la elaboración parecería implicar un modo de repetición que brinda una medida
de propósito crítico respecto de los problemas y un control responsable de la acción que permitiría
cambios deseables”, en LACAPRA, Representar el Holocausto, p. 223.
FRIEDLÄNDER, Saul: “Trauma, Transference and ‘Working through’ in Writing the History of the
‘Shoah’”, en History and memory, v. 4, n. 1, 1992, pp. 39–59, p. 47. Esta definición de “latencia” no debe
ser de ninguna manera asimilada a la propuesta de Hans-Ulrich Gumbrecht, que no pasa de una
descripción impresionista y peligrosamente errática de imágenes encontradas en los años
posteriores a la guerra, supuestamente sin sentido. Ver GUMBRECHT, Hans-Ulrich: “Uma rápida
emergência do “clima de latência”, Topoi, v. 11, n. 21, 2010, pp. 303–317.
FRIEDLÄNDER, Saul: “Trauma, Transference and ‘Working through”, p. 52.
FRIEDLÄNDER, Saul: “Trauma, Transference and ‘Working through”, p. 54.
HURGAR EL SILENCIO
Aun dentro de la narrativa “traumática”, encontramos interpretaciones del
silencio como “olvido” más o menos voluntario. Frank Ankersmit define así el tipo de
“olvido” que explica este silencio:
Existe una tercera variante de olvido, en la cual tenemos excelentes razones para olvidar un
aspecto de nuestro pasado –por ejemplo, cuando el recuerdo es demasiado doloroso para ser
admitido por nuestra consciencia colectiva–. El ejemplo paradigmático de esta clase de olvido es,
claro, la manera en que durante las primeras dos décadas después de la segunda Guerra Mundial
el Holocausto fue “olvidado” en Alemania, y no sólo allí. Recordarlo era tan terriblemente
doloroso –tanto para las víctimas como para los perpetradores– que por mucho tiempo fue
desplazado de la memoria consciente. El resultado fue la represión y la curiosa paradoja de que la
experiencia traumática es al mismo tiempo olvidada y recordada: olvidada en el sentido de que es
exitosamente expulsada de la memoria consciente; recordada en el sentido de que el sujeto de
una experiencia traumática quedará seriamente discapacitado por ella40.
En ese ensayo, Ankersmit identifica el “olvido” del Holocausto con la teoría
psicoanalítica del inconsciente y del trauma¹ que, a diferencia de la variante de olvido
que resulta de un cambio histórico estructural, como la Revolución Francesa (trauma²),
es superable (curable) mediante su narrativización, esto es, mediante la integración de
la experiencia traumática en la identidad histórica. Infelizmente Ankersmit abandona
su distinción entre trauma¹ y trauma² en el transcurso de su exposición, pero lo que
queda claro es que el trauma¹, que corresponde a los sucesos de la Segunda Guerra
Mundial puede ser superado, mientras que el trauma² queda sujeto a un proceso de
sublimación, que representa la contraparte filosófica del trauma 41 , sin nunca ser
superado. Invocando a Hegel, Ankersmit argumenta que en el caso del trauma², la
percepción de la diferencia entre el pasado perdido y la situación actual acaba
constituyendo la identidad del sujeto, y por lo tanto no puede considerarse como un
quiebre total de la continuidad de la historia. La pregunta que se impone en ese
momento es, por lo tanto, por qué esta constitutividad ontológica de la identidad que se
atribuye a la ruptura traumática² no se aplica también al trauma¹, esto es, por qué el
trauma¹ podría ser superado como una anomalía patológica, mientras que la disrupción
causada por el trauma² integra la identidad histórica del sujeto. Tal vez Ankersmit no
contaría al Holocausto como uno de los “suicidios” de la civilización42.
40
41
42
ANKERSMIT, Frank: “The Sublime Dissociation of the Past: Or How to Be(come) What One Is No
Longer”, History and theory, v. 40, n. 3, 2001, pp. 295–323, p. 300.
ANKERSMIT, Frank: “The Sublime Dissociation of the Past”, p. 311.
ANKERSMIT, Frank: “The Sublime Dissociation of the Past”, p. 322.
95
GAY
El apelo al psicoanálisis para la comprensión del Holocausto es por lo menos
comprensible, en la medida en que parece imposible, sin importar cuánto se investigue,
imaginarse qué sucedía en las mentes de los perpetradores antes o después de los
hechos. Ni el histórico antisemitismo, ni la locura de un solo hombre, ni la psicología de
masas son suficientes para comprender semejante barbaridad. Eelco Runia entiende la
retórica del “trauma” como un substituto del antiguo y mal visto “sentido”: “La conjura
del trauma atiende a la […] necesidad de reflexionar sobre el tiempo y la memoria, el
fracaso y el éxito, la individualidad y la historicidad, la vida y la muerte […]. En este
sentido, la exploración del trauma —y su hermano gemelo más reciente, la agencia—
constituye la filosofía de la historia de fondo de los tiempos modernos”43. Esto podría
encontrarse en diagnósticos como el de Ankersmit, para quien el mito funciona como el
alter ego de la historia44. Runia sostiene que este apelo al psicoanálisis responde a la
búsqueda de una “presencia” del pasado, que sería diferente de la búsqueda de sentido
que durante mucho tiempo ha distinguido a la historiografía. A través de esa presencia
sería posible alcanzar aquello que el sentido es incapaz de evocar, en el sentido utilizado
por Hans-Ulrich Gumbrecht 45. De cualquier manera, tampoco parece suficiente —
histórica o políticamente— pensar el “silencio” como una especie de estado de
“latencia” inarticulable46. Esta perspectiva ha dado lugar a una enorme discusión sobre
la irrepresentabilidad del Holocausto que excede el espacio de este trabajo, pero si bien
la intransferibilidad de la experiencia de las víctimas resulta evidente y no se encuentra
en discusión, definitivamente el silencio posterior a la guerra exige algo más que su
constatación.
Como
afirmaba
correctamente
Adorno
en
1959,
“el
olvido
del
Nacionalsocialismo debe ser entendido mucho más en términos de una situación social
general que en términos de psicopatología. Incluso los mecanismos psicológicos de
defensa contra memorias desagradables sirven a fines reales” 47 . El “nacionalismo
patológico” descrito por Adorno viene a describir un sistema político que transforma al
43
44
RUNIA, Elco: “Presence”, p. 4.
ANKERSMIT, Frank: “The Sublime Dissociation of the Past”, p. 321.
45
GUMBRECHT, Hans-Ulrich: Production of Presence. What meaning cannot convey, Stanford, Stanford
University Press, 2003.
46
GUMBRECHT, Hans-Ulrich: Graciosidade e estagnação. Ensaios escolhidos, Rio de Janeiro, Contraponto,
2012.
ADORNO, Theodor: “What does coming to terms with the past mean?”, p. 117.
47
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HURGAR EL SILENCIO
hombre en objeto del destino, condenado a adaptarse para sobrevivir, e incapaz de
ejercer su subjetividad. En este sentido el silencio de los alemanes en la posguerra no se
distingue del silencio reinante durante la guerra: ambos constituyen ejemplos de la
espera letárgica del observador. Consecuentemente, si bien es verdad que el
psicoanálisis puede promover la auto-reflexión individual sobre los mecanismos de los
fascismos, también es cierto que no es suficiente para extirparlo.
Hemos agrupado las interpretaciones del silencio en “Políticas”, “Pragmáticas” y
“Traumáticas” para intentar ordenar el debate bajo criterios diferentes a los de la
especialización disciplinar, a sabiendas de que estas categorías no son ni podrían ser
satisfactorias. Vistas en retrospectiva, el hecho es que todas las interpretaciones sobre
el silencio que siguió a la posguerra asumen que el fin del silencio y la recuperación de
un recto camino se producen mediante el propio paso del tiempo. Es decir, (aún) se
espera que en un futuro más o menos cercano, los responsables directos de la masacre
desaparecerán, recapacitarán o serán condenados por la justicia, de manera que la
historia podrá comenzar a hacer su trabajo de recuperación de la verdad objetiva de un
pasado pasado. En otras palabras, no sólo se asume que la vuelta a la normalidad es sólo
una cuestión de tiempo (el tiempo del duelo, o de la justicia, o de la política), sino que
se atribuye al “silencio” sobre el Holocausto el mismo carácter excepcional dentro del
continuum de la historia alemana que se había atribuido antes al nazismo.
A través de la revisión de estas narrativas, se ha intentado mostrar que este
“futuro pasado” entendido como espacio cerrado nunca llegó. No disminuyeron las
discusiones ni los problemas morales en torno al Holocausto, sino que estos problemas
asumen cada vez más el lugar de centro de gravedad en la discusión sobre la identidad
del presente y del pasado. Sin embargo, la historiografía que se vuelve sobre sí misma
para analizar su pasado reciente (el del silencio de la historia sobre Auschwitz), parece
aferrarse empíricamente a una visión de temporalidad que rechaza teóricamente. En
otras palabras, mientras la discusión teórica sobre el carácter del tiempo recurre a todos
los medios posibles —desde la metafísica, pasando por la geología, hasta el
psicoanálisis— para entender la aparente imposibilidad de dejar al pasado en el pasado,
y la difícil situación que eso implica para la historiografía, la historia que se escribe
sobre la historia del silencio continúa esperando que el tiempo delimite un pasado.
Pareciera que los historiadores rechazaran el principio entrópico y continuasen
intentando “empujar el dentífrico dentro del tubo”.
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Más allá de los problemas que ya hemos señalado, el punto de vista levantado
por Andreas Huyssen según el cual hay que olvidar algo para recordar algo tiene la
ventaja de ayudarnos a pensar en una temporalidad no-lineal de la memoria colectiva y
también de la historia. En el caso del olvido de la Luftkrieg (la misma Luftkrieg a que hacía
referencia Sebald), por ejemplo, señala que la rememoración de los ataques aéreos a
ciudades alemanas era muchas veces visto como un signo de auto-victimización que
significaba relativizar automáticamente los crímenes del Holocausto 48 . Asociando
esquizofrénicamente a Huyssen y Ankersmit, habría que preguntarse qué estamos
intentando recordar los historiadores al olvidar el silencio. ¿No será ésta nuestra
“disociación sublime del pasado”? ¿No será este el evento epocal que nos hace imposible
reconocernos en la historia que practicábamos? ¿No será que es la historiografía la que
se mira a sí misma como un extraño, realizando la operación de distanciamiento de
aquello que ya no quiere ser? Ya se ha dicho, pero sabemos que “no hay peor sordo que
el que no quiere oír”: Somos lo que no entendemos, entendemos lo que no somos49.
48
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HUYSSEN, Andreas: Culturas do passado-presente, p. 170.
RUNIA, Elco: “Presence”, p. 21.