Acta Universitaria
ISSN: 0188-6266
[email protected]
Universidad de Guanajuato
México
Chávez Hernández, Ana María; Macías García, Luis Fernando; Gutiérrez Marín, Raquel; Martínez
Hernández, Crisantema; Ojeda Revah, Diana
Trastornos alimentarios en jóvenes guanajuatenses
Acta Universitaria, vol. 14, núm. 2, mayo-agosto, 2004, pp. 17-24
Universidad de Guanajuato
Guanajuato, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=41614203
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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Guanajuato, Gto., México
Trastornos Alimentarios en
Jóvenes Guanajuatenses.
RESUMEN / ABSTRACT
Los trastornos alimentarios son desórdenes psicológicos que presentan graves anormalidades asociadas al consumo de alimentos, siendo los más
frecuentes la anorexia y bulimia nerviosa y el comer compulsivo. Su prevalencia ha mostrado un sostenido incremento en los últimos años en muchos
países del mundo. El presente estudio
deriva de un proyecto más amplio sobre consumo de drogas, alcohol y tabaco en población estudiantil; uno de
cada tres estudiantes de la muestra
también respondieron a la forma A de
cuestionario (n= 810) en la cual se basa
el presente reporte cuyo objetivo fue
determinar las características específicas de estos trastornos entre los alumnos del nivel medio superior de la Universidad de Guanajuato. Se utilizó un
cuestionario en una muestra aleatoria,
bietápica y por conglomerados. De los
resultados destaca que: el rango de edad
de los participantes fue de 14 a 20 años
(media de 15,8 años); 46,5 % fueron
hombres y 53,5 % mujeres; un porcentaje significativo de estudiantes mantiene hábitos alimentarios de riesgo (15
% nunca desayuna y más del 28 % sólo
hace dos comidas al día); comparando
el Índice de Masa Corporal reportado
y el percibido fue frecuente encontrar
alteraciones en la percepción del propio cuerpo. Entre los factores de riesgo
está el hecho de que dos de cada diez
alumnos ha tenido atracones y uno de
cada diez se ha provocado el vómito
con el fin de no subir de peso. A pesar
de que estas cifras son inferiores a las
reportadas en estudios nacionales, son
indicadores significativos de la presencia de trastornos alimentarios entre los
estudiantes de bachillerato.
* Facultad de Psicología, Universidad de
Guanajuato. Av. de las Rosas 501, Col.
Jardines de Jerez, León, Gto.
** Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Guanajuato. Secretario Técnico del Consejo Estatal de PoblaciónGto.
*** Consejo Estatal de Población-Gto. Paseo de la Presa 97, Guanajuato, Gto.
Ana María Chávez Hernández*, Luis Fernando Macías García**,
Raquel Gutiérrez Marín*, Crisantema Martínez Hernández*** y
Diana Ojeda Revah***
INTRODUCCIÓN
L
os trastornos alimentarios, entre los que figuran la anorexia
y la bulimia nerviosa, constituyen una problemática que ha
cobrado gran relevancia dentro del campo de la salud mental debido al sostenido incremento en su incidencia, así como por
la complejidad de su cuadro clínico. El alarmante incremento de
casos de estos trastornos en los últimos años ha sido registrado en
diferentes países, especialmente entre la población joven y, más
recientemente, también en la población infantil (Killen, 1986;
Welch, 1992), en los cuales se ha llegado a reconocer el carácter
epidémico de los trastornos alimentarios (Herscovici, 1990;
Carbajo, 1995).
El término Trastornos Alimentarios se refiere a “desórdenes
psicológicos que presentan graves anormalidades en el comportamiento de la ingestión de alimentos, en un individuo que presenta
una serie de conflictos psico-sociales y estima que su resolución
está inevitablemente condicionada por la adquisición de delgadez o
el mantenimiento de un peso bajo” (Raich, 1994). Los trastornos
alimentarios son un síndrome que termina por afectar múltiples
áreas vitales: relaciones sociales, familiares, escolares, laborales,
sexuales y, sobre todo, la relación del individuo consigo mismo;
además encubre una amplia gama de sentimientos que van desde el
dolor y enojo, hasta la depresión y auto-rechazo. En general, toda
conducta alimentaria es parte de un fenómeno complejo que exige
para su estudio una aproximación multifactorial y una perspectiva
psicosocial.
Los trastornos de la conducta alimentaria más frecuentes son:
comer compulsivo, anorexia nerviosa y bulimia nerviosa, los dos
últimos representan un mayor peligro para quien los padece tanto
por sus implicaciones físicas y mentales como por lo difícil que
resulta su detección temprana. Los criterios diagnósticos que considera el DSM-IV (APA, 2001) para la anorexia nerviosa son: rechazo por parte del paciente a mantener un peso corporal igual o por
encima del valor mínimo normal de acuerdo a la edad y talla,
PALABRAS CLAVE: Trastornos alimentarios; Estudiantes; Nivel medio superior;
Conductas de riesgo.
KEYWORDS: Eating disorders; High school student; Risk behavior.
VOL. 14 No. 2 MAYO-AGOSTO 2004
%
Eating disorders are psychological
disorders related to abnormalities with
the eating behavior, being the most
frequent anorexia, bulimia and
compulsive eating. Its prevalence has
shown a sustained increase in the last
years in many countries of the world.
The present study derives from an
ampler project on consumption of
drugs, alcohol and tobacco in the
student population; one out of three
students of the sample also responded
to the A Form questionnaire (n = 810)
in which the present report is based
and whose objective was to determine
the specific characteristics of eating
disorders in high school students at the
University
of
Guanajuato.
A
questionnaire was applied to a
randomized, two-phases and by
conglomerates, sample. Some results
are: the rank of age of the participants
was 14 to 20 years (average=15,8 years
old); 46,5 % were males and 53,5 %
females; a significant percentage of
students maintain nutritional risk habits
(15 % never have breakfast and more
than 28 % have only two meals at
day); comparing the Corporal Mass
reported and the perceived one, it was
frequent to find alterations in the
perception of the body. Among the risk
factors, two out of ten students have
gorged themselves and one of ten has
provoked the vomit with the purpose
of losing weight. Although these
numbers are smaller than those
reported in national studies, they are
indicators of the presence of eating
disorders among high school students.
Recibido: 27 de Octubre de 2003
Aceptado: 13 de Febrero de 2004
&
miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, y alteración
en la percepción del peso o la silueta corporales; a esto se agregan
la negación del peligro que comporta el bajo peso corporal y, en
las mujeres pospuberales, la presencia de amenorrea manifestada
con la ausencia de al menos tres ciclos menstruales consecutivos.
Por su parte la bulimia nerviosa se diagnostica cuando se presentan: atracones recurrentes, es decir, ingestión de alimento en un
corto lapso y en cantidades superiores a las que la mayoría de las
personas consumirían en circunstancias semejantes, acompañadas
por un sentimiento de pérdida de control sobre la cantidad y
naturaleza del alimento ingerido. Además, con la bulimia nerviosa
aparecen conductas compensatorias que tienen como finalidad no
ganar peso, por ejemplo, provocación del vómito, uso excesivo de
laxantes, diuréticos, enemas u otros fármacos, ayuno y ejercicio
excesivo. Tanto los atracones como las conductas compensatorias
asociadas tienen lugar por lo menos dos veces a la semana durante
un período de tres meses.
En la República Mexicana se han podido comprobar algunos de
los hallazgos que explican estas patologías, aunque lamentablemente la repercusión de estas investigaciones suele ser mínima (cfr.
Holtz, 1992; Escobar, 1992; Michel, 1985; Sosa, 1981). Por
ejemplo, se ha reconocido que la actual y muy extendida preocupación desmedida por la figura y el peso corporal suele acompañar
y participar en la génesis de estos trastornos (Unikel, s.f.). Álvarez
et al., (1998) proponen que a esto se suma una alta estigmatización
con respecto a la indeseabilidad y riesgos de sobrepeso u obesidad.
Por su parte Mancilla et al., (1998) encontraron que 8.3 % de las
estudiantes universitarias que participaron en su investigación tenían algún trastorno en la esfera alimentaria, y que los factores de
riesgo asociados fueron la insatisfacción personal, temor a engordar, baja autoestima y una mayor sensibilidad a la influencia
familia, social y de los medios de comunicación a los mensajes
sobre adelgazar.
Por otro lado, la imagen corporal es una construcción social
con referentes biológicos, psicológicos, económicos y socio-culturales. Las personas diagnosticadas con alguno de estos trastornos
presentan una mayor probabilidad de tener una imagen corporal
negativa, así como de aceptar más fácilmente creencias
socioculturales estereotipadas como son las relacionadas con la
sobrevaloración de la delgadez (Mintz, 1988; Gómez, 1997;
1998b). En un estudio con adolescentes mexicanas, Gómez (1998c)
reporta que aun cuando haya una percepción negativa del propio
cuerpo, si se tiene satisfacción con el cuerpo la probabilidad de
desarrollar algún trastorno alimentario decrece considerablemente.
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Respecto a la diferencia entre géneros, todas
las investigaciones realizadas en México señalan
una proporción mayor de estos trastornos en
mujeres que en hombres (Gómez, 1995). Asimismo, entre los varones, a diferencia de las
mujeres, suele prevalecer una marcada tendencia
a desear un cuerpo más corpulento y a mantener
algunas conductas alimentarias de riesgo como
la práctica excesiva de ejercicio y comer
compulsivamente (Unikel, 2000).
Del mismo modo, los sectores sociales en los
que se sobrevalora el bajo peso corporal han
sido reconocidos como grupos de alto riesgo
para desarrollar trastornos alimentarios, principalmente en mujeres jóvenes; destacan los grupos de las bailarinas profesionales (Unikel 1998,
1996), las deportistas (Dummer, 1987) y entre
modelos (Garner, 1980; Szmuckler, 1985) quienes además, mediante publicidad, mensajes verbales y modelaje conductual social, aumentan la
susceptibilidad de algunas jóvenes al favorecer el
estereotipo de la delgadez, lo que se correlaciona
con el desarrollo de trastornos alimentarios
(Vázquez, 1998). Así, la elección vocacional
podría asociarse a la probabilidad tener trastornos de este tipo (Unikel, 1996; 1998; 1999).
Según diferentes autores (Klemchuk, 1990;
Shisslak, 1987) la insatisfacción corporal, la excesiva preocupación por el peso y los trastornos
alimentarios han venido incrementándose de
manera consistente en las escuelas. Unikel (2000)
reportó que las edades más frecuentes para desarrollarlos son los 18 y 19 años.
También entre población estudiantil de enseñanza básica de la ciudad de México ha sido
registrada la práctica de métodos para bajar de
peso, básicamente reduciendo el consumo de
alimentos considerados “engordadores”; las edades de estos estudiantes son de 10 y 11 años
(Gómez, 1998a). En otro estudio se confirma lo
anterior al registrar que la edad en que el 25 %
de los estudiantes de primaria inician dietas con
la intención de modificar el peso corporal son
los 10 años (Gómez, 1998d). En el mismo
tenor, la edad de inicio de los trastornos
alimentarios en jóvenes mexicanas son los 16,5
años, con un Índice de Masa Corporal (IMC)
de 21,3, es decir, normal (Unikel, s.f.).
Por lo tanto, al considerar que los grupos
estudiantiles son una población de alto riesgo
para desarrollar trastornos alimentarios, es conveniente aplicar instrumentos de diagnóstico y
detección para conocer el nivel de incidencia y
prevalencia entre estudiantes universitarios del
estado de Guanajuato, así como identificar las
características específicas de este fenómeno propias de la localidad, objetivo planteado para el
presente estudio.
METODOLOGÍA
El presente trabajo es el reporte de un estudio de campo, exploratorio y con un diseño de
tipo ex – post-facto; el estudio se llevó a cabo el
segundo semestre del 2002.
El universo se conformó con los estudiantes
de nivel medio superior pertenecientes a las Preparatorias Oficiales de la Universidad de
Guanajuato (unidades académicas de Celaya,
Guanajuato, Irapuato, León, Pénjamo,
Salamanca, Salvatierra, San Luis de la Paz y
Silao). Se realizó un muestreo aleatorio de dos
etapas por conglomerados (Two stages random
sampling). La muestra calculada fue de 2 563
estudiantes pertenecientes a 62 grupos de los
tres grados escolares (precisión 0,004 y confianza del 95 %), sin embargo ésta se incrementó a
2 799 estudiantes al considerar un 10 % de tasa
de no respuesta.
El instrumento de evaluación utilizado fue la
forma A del “Cuestionario de Estudiantes 2002”
elaborado por el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente (INP) y la Secretaría
de Educación Pública. Diversas versiones del
cuestionario, incluyendo las tres formas o anexos
que se usaron en este caso, han sido aplicadas en
México con fines de investigación desde el año
1991. Mientras que el instrumento recoge datos
acerca del consumo y creencias sobre drogas,
ideación suicida, relaciones familiares y sociales,
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'
entre otros, la forma A que se utilizó para la
presente investigación aborda el uso del tiempo
libre, los hábitos e indicadores de trastornos
alimentarios, la presencia de síntomas depresivos, modelos identificatorios y hábitos y relaciones escolares.
hacen y el 15,1 %±2,4 % nunca desayunan
cuando van a la escuela. Las proporciones entre
hombres y mujeres fueron muy parecidas. En
cuanto al número de comidas realizadas al día,
el 3 %± 1 % de los alumnos realiza una sola
comida, 28,1 %±3 % de ellos hace dos, 53,5
%±3,4 % tres comidas y el 14,8 %±2,4 %
come más de tres veces al día. En esta pregunta
también fueron muy similares los porcentajes
de los hombres y las mujeres.
El procedimiento comenzó obteniendo el
permiso del INP para utilizar el cuestionario,
así como el programa para la captura de los
datos y la capacitación para los encuestadores.
Posteriormente se realizó el muestreo y alumnos de la Facultad de Psicología de la Universidad de Guanajuato y del programa “De joven a
joven” aplicaron los cuestionarios en las distintas preparatorias participantes. Cada estudiante
seleccionado respondió el cuestionario y una de
las tres formas anexas. El análisis de los datos se
realizó con el programa computacional SPSS
(Statistical Package for the Social Science) versión 10.0.
Autopercepción e Índice de Masa
Corporal Percibido
En la pregunta sobre la autopercepción se
observaron diferencias estadísticamente significativas (p=0,001 en una prueba chi cuadrada)
en los porcentajes entre hombres y mujeres.
Mientras que las mujeres tendieron a percibirse
más frecuentemente como gordas, los hombres
lo hacían considerándose delgados (Figura 1).
RESULTADOS
60
El total de cuestionarios aplicados fue 2
536 puesto que en algunos grupos no se
pudo encontrar a todos los estudiantes. La
forma A, que aquí se reporta, fue contestada por la tercera parte de los estudiantes, es
decir, 810 alumnos.
50
30
Porcentaje
20
Sexo
10
Hombr e
0
Mujer
uy
m
d
)
(a
)
(a
do
ga
el
)
(a
do
ga
el
o
ad
lg
de
o
d
ni
)
(a
d
or
o
rd
go
ni
g
o
rd
go
uy
m
De estos 810 alumnos 46,5 % son hombres y el restante 53,5 % son mujeres; el
rango de edad va de los 14 a los 20 años; la
media fue de 15,84 años y la desviación
estándar de 1,03 años.
40
Las categorías revisadas en esta sección Figura 1. Autopercepción corporal.
del cuestionario incluyeron preguntas sobre
Hábitos alimentarios, Autopercepción, Índice de Masa Corporal Percibido (IMC-P), PreA partir de los datos sobre el peso y estatura
ocupación por engordar y Conductas de riesgo.
solicitados a los respondientes se calculó el índice de Masa Corporal; ésta cifra se consideró
Hábitos alimentarios
percibida y no real puesto que no hubo manera
Se encontró que el 46,8 %±3,3 % de los
de comprobarla y porque los valores dados fuealumnos siempre desayunan en su casa los días
ron aproximaciones. Con relación a la estatura
que van a la escuela, el 37,3 %±3,2 % a veces lo
únicamente se tomaron en cuenta los datos que
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van de 1,12 cm a 1,94 cm ya que el resto
fueron considerados falseados. La misma razón
explica que respecto al peso solamente hayan
sido tomados en cuenta los datos abarcados
entre los 40 y 122 kg. El IMC-P se calculó con
la siguiente fórmula (Tabla de pesos, s.f.):
IMC = peso en kilogramos / (talla en metros)2
Los resultados se clasificaron en 5 grupos
(Tabla 1). Destacó el hecho de que la mayor
parte de la población tiene un IMC-P adecuado
y en todo caso se registró una mayor frecuencia
de estudiantes con bajo peso que en estado de
obesidad.
delgadas, el 57,8 %±4,0 % se perciben normales y el 22,7 %±4,2 % se perciben gordas. Por
último, de los estudiantes varones que presentaron un IMC-P alto, el 6,10 %±3,0 % se perciben delgados, 55,10 %±7,0 % se perciben normales y el 38,8 %±7,1 % se perciben gordos;
en las mujeres, el 2,8 %±1,4 % se perciben
delgadas, el 39,4 %±6,5 % se perciben normales y el 57,7 %±5,5 % se perciben gordas. En
resumen, un pequeño porcentaje de estudiantes
delgados y con IMC-P normal se perciben gordos mientras que, en el otro extremo, muchos
de los que reportaron tener un IMC-P elevado,
se perciben normales.
Preocupación por engordar
Tabla 1. Clasificación y resultados del índice de masa corporal.
Clasificación
Bajo de peso
Peso saludable
Preobesidad
Obesidad grado I
Obesidad grado II
Obesidad grado III
IMC
(kg/m2)
< 18,0
18,0 a 24,9
25,0 a 29,9
30,0 a 34,9
35,0 a 39,9
40,0 y (+)
HOMBRES
%
12,9±3,3
73,4±4,4
12,3±3,2
0,8±0,9
0,3±0,5
0,3±0,5
MUJERES
%
16,1±3,2
67,1±4,3
14,0±3,2
1,9±1,0
0,5±0,6
0,5±0,6
Con el fin de comparar la autopercepción y
el IMC-P de los estudiantes, como una medida
de satisfacción con el propio cuerpo, se redujeron a 3 las categorías en ambas variables. Las
categorías de la autopercepción fueron: delgado
(incluyendo delgado y muy delgado), normal, y
gordo (que incluye gordo y muy gordo). Las
categorías finales del IMC-P fueron: bajo, normal y alto (esta última incluye preobesidad,
obesidad grado I, grado II y grado III).
De los varones con IMC-P bajo el 58,7
%±7,0 % en efecto se perciben delgados, 39,1
%±7,0 % se perciben normales y 2,20 %±1,5
% se perciben gordos a pesar de estar bajos de
peso. En cuanto a las mujeres de este mismo
grupo, el 50,0 %±5,0 % se perciben delgadas,
45,6 %±5,0 % se perciben normales y 4,40
%±2,0 % se perciben gordas. Por otro lado, de
los estudiantes que resultaron con un IMC-P
normal, el 40,5 %±2,5 % de los hombres se
perciben delgados, el 52,7 %±3,2 % se perciben
normales y el 6,9 %±1,2 % se perciben gordos;
de estas mujeres el 19,5 %±2,3 % se perciben
Entre las mujeres fue más frecuente
haber tenido preocupación por engordar
algunas veces en los últimos tres meses
(33,7 %±4,2 %) a diferencia de los hombres (27,8 %±4,3 %). La misma preocupación, pero experimentada dos o más
veces en una misma semana también fue
mayor entre las mujeres (36,3 %±4,4 % de ellas
contra 10,2 %±2,9 % de los hombres).
Conductas de Riesgo
En la evaluación de diversas conductas de
riesgo de trastornos alimentarios en los últimos
tres meses (Tabla 2) las mujeres sobresalieron
presentando mayor frecuencia de las mismas,
excepto en el uso de enemas alguna vez en
donde tuvieron mayoría los hombres. Más de la
tercera parte de los estudiantes participantes han
tenido atracones, dos de cada diez hacen o han
hecho dietas con el fin de controlar el peso (y
de ellos un hombre por cada tres mujeres), 6,1
%±1,4 % del total de la muestra ha tomado
pastillas y cerca de uno de cada diez estudiantes
ha vomitado intencionalmente, todo con el fin
de no aumentar de peso.
DISCUSIÓN
Es posible observar que en el presente estudio las mujeres presentan mayor preocupación
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Tabla 2. Conductas de riesgo de los trastornos alimentarios.
Conductas de
Sexo
No
Algunas veces
Riesgo
Hombres
74,3 %±4,4 %
21,6 %±4,0 %
Atracones
Mujeres
63,7 %±4,5 %
26,6 %±4,1 %
Hombres
97,3 %±1,6 %
2,2 %±1,2 %
Vómito
Mujeres
87,3 %±3,1 %
9,0 %±2,6 %
Hombres
92,2 %±2,7 %
6,5 %±2,2 %
Ayunos
Mujeres
79,4 %±3,8 %
16,2 %±3,5 %
Hombres
90,8 %±2,9 %
8,4 %±2,8 %
Dietas
Mujeres
68,6 %±4,3 %
24,5 %±4,0 %
Hombres
81,4 %±3,9 %
15,4 %±3,5 %
Ejercicio excesivo
Mujeres
79,9 %±3,8 %
16,2 %±3,2 %
Hombres
97,0 %±1,7 %
3,0 %±1,6 %
Pastillas
Mujeres
89,6 %±2,8 %
7,4 %±2,2 %
Hombres
98,4 %±1,3 %
1,6 %±1,2 %
Diuréticos
Mujeres
94,0 %±2,2 %
4,8 %±1,8 %
Hombres
98,4 %±1,3 %
1,1 %±1,0 %
Laxantes
Mujeres
93,8 %±2,3 %
4,4 %±1,8 %
Hombres
98,9 %±1,0 %
1,1 %±1,0 %
Enemas
Mujeres
98,8 %±1,0 %
0,9 %± 0,8%
por engordar y mayores porcentajes en todas las
conductas de riesgo de los trastornos
alimentarios (indicadores específicos de anorexia
y bulimia nerviosa), quizás debido a que la
presión social es más fuerte hacia ellas, sin embargo, el grupo de los hombres tiene porcentajes que comienzan a parecer significativos.
A pesar de que en otros estudios se reporta
que las conductas de riesgo van en aumento, los
porcentajes aquí encontrados no son muy altos,
sin embargo sí son preocupantes, particularmente el vómito intencional, prodrómico de un
trastorno alimentario grave y cuya prevalencia
fue casi del 15,0 %±1,8 %, los atracones (entre
el 25,0 %±2,2% y 30,0 %±2,3 % según se
evalúen entre los hombres o las mujeres) y las
dietas, que suelen ser vistas socialmente con
mayor aceptación. Estos resultados deben tomarse con reserva debido a las limitaciones del
instrumento utilizado ya que al ser sumamente
extenso pudo generar cansancio y fastidio en los
respondientes y de este modo inducir el falseo
2 o más veces en
una semana
4,1 %±1,9 %
9,7 %±2,4 %
0,5 %±0,61 %
3,7 %±1,6 %
1,4 %±1,1 %
4,4 %±1,8 %
0,8 %±0,8 %
6,9 %±2,2 %
3,2 %±1,6 %
3,9 %±1,7 %
0,0 %
3,0 %±1,5 %
0,0 %
1,2 %±1,0 %
0,5 %±0,6 %
1,8 %±1,1 %
0,0 %
0,2 %±0,3 %
de información. Aunque el porcentaje de estudiantes que presenta las conductas de riesgo
puede ser pequeño, esto es ya un indicador de
que los trastornos alimentarios se encuentran
presentes en la muestra estudiada.
Además, se comprueba que en los estudiantes de las Preparatorias de la Universidad de
Guanajuato está presente uno de los factores
que se han descubierto como propiciadores de
los trastornos alimentarios: la distorsión de la
autopercepción corporal en relación con el IMCP. Los adolescentes se sienten cada vez más
obesos a pesar de tener un IMC aparentemente
normal. Las mujeres tienden a percibirse gordas
y a tener mayor preocupación por engordar,
mientras que los hombres se perciben delgados;
todo esto puede ser el resultado de mensajes
sociales y culturales que recibe preferentemente
la juventud en los que el ideal estético implica
un IMC menor al adecuado para otras medidas
antropométricas. Tanto la inconformidad con
el propio cuerpo como el aprendizaje de con-
VOL. 14 No. 2 MAYO-AGOSTO 2004
ductas compensatorias, presentes ambos en todas las categorías de IMC-P, pueden resultar en
un cuadro franco de anorexia o bulimia nerviosa. Sería interesante investigar con mayor precisión qué aspectos de la insatisfacción con el
propio cuerpo prevalecen entre esta población.
Gómez Pérez-Mitre G. (1997). Alteraciones de la imagen
corporal en una muestra de escolares mexicanos
preadolescentes. Revista Mexicana de Psicología, 14:
31-40.
Algo que llama la atención es la autopercepción como delgados entre quienes reportaron
un IMC-P superior al normal, tanto hombres
como mujeres.
Gómez Pérez-Mitre G. (1998b). Desórdenes del comer: La
Imagen Corporal en México. La Psicología Social en
México, 7: 277-282.
Además de los elementos culturales, hay factores socioeconómicos que podrían estar favoreciendo la existencia de trastornos alimentarios;
tal es el ejemplo de no desayunar en casa o de
realizar sólo una comida al día.
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