Metafísica y Persona
Filosofía, conocimiento y vida
Metafísica y Persona, Año 14, No. 28, Julio-Diciembre 2022, es una publicación semestral, coeditada por la Universidad de Málaga y la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla A.C., a través de la Academia de Filosofía, por la
Facultad de Filosofía y Humanidades y el Departamento de Investigación. Calle 21 Sur No. 1103, Col. Santiago, Puebla-Puebla, C.P. 72410, tel. (222) 229.94.00,
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[email protected]. Editor responsable: Roberto Casales García. Reservas de Derecho al Uso Exclusivo 04-2014061317185400-102, ISSN: 2007-9699 ambos otorgados por el Instituto Nacional del
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la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de
Gobernación. Impresa por Mónica Lobatón Díaz, Servicios editoriales y de impresión, Enrique Rébsamen 124, colonia Narvarte Poniente, 03020, Ciudad de
México, este número se terminó de imprimir en julio de 2022, con un tiraje de 250
ejemplares.
Metafísica y Persona está presente en los siguientes índices: Latindex, ÍnDICEs-CSIC,
REDIB, SERIUNAM, The Philosopher’s Index, ERIH PLUS, Dialnet, Fuente Académica.
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ISSN: 2007-9699
Metafísica y Persona
Filosofía, conocimiento y vida
Año 14 — Número 28
Julio-Diciembre 2022
Información general
Objetivos científicos
Metafísica y Persona es una revista de difusión internacional y carácter académico, cuyo
objetivo principal es la transmisión y discusión de los resultados de las últimas investigaciones en el ámbito que reflejan su título y subtítulo, mediante la publicación de Artículos
y Notas inéditos y de contrastado valor científico.
Pretende ser un lugar de encuentro y difusión de estudios que ahonden en las relaciones entre filosofía, conocimiento y vida, y que, por su calidad, originalidad y rigor, representen un claro avance en el saber y una contribución de relieve en el campo científico de
las materias que abarca.
Cobertura temática
El eje central de la revista es la realidad de la persona. Los artículos publicados en
ella abordarán el estudio de la persona desde los distintos puntos de vista que permiten
conocerla mejor. El lector encontrará, por tanto, trabajos de Filosofía, Teología, Sociología,
Psicología, Psiquiatría, Neurociencia, Medicina y otros saberes centrados en el hombre.
No obstante, la revista otorga una especial atención a la Antropología filosófica y, muy
en particular, a la Metafísica de la persona, pues son ellas las que dan sentido y sirven de
fundamento al resto de saberes sobre el ser humano.
Público al que se dirige
Metafísica y Persona se dirige especialmente a la comunidad científica y académica y, más
en concreto, a aquellos investigadores de Instituciones Universitarias y otros Centros afines
que, sobre todo desde una perspectiva filosófica, dedican todo o parte de sus trabajos a
mejorar el conocimiento de la persona, necesitado de una constante revisión y puesta al día.
No obstante, por las múltiples orientaciones que acoge, la Revista está también abierta
a un público más amplio: a todos aquellos que, dotados de una base filosófica y de cierta
formación en los saberes acerca de la existencia humana, desean profundizar en el conocimiento de la persona.
Carácter de las contribuciones
Las contribuciones enviadas a Metafísica y Persona han de ser inéditas en cualquier
idioma y no estar sujetas a revisión para ser publicadas en ninguna otra revista o publicación, ni digital ni impresa. En principio, los artículos se publicarán en la lengua en que
hayan sido redactados, aunque en ocasiones, de acuerdo con el autor, podrán ser traducidos al castellano o al inglés.
Los artículos y las notas son sometidos a un arbitraje doble-ciego. Para ser publicados,
los artículos han de obtener dos dictámenes favorables. Las notas, sin embargo, podrán
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Más detalles en relación a este extremo figuran en las Normas editoriales.
Datos generales (edición, difusión, identificación y contacto)
Metafísica y Persona es coeditada entre la Universidad de Málaga (UMA) y la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Nació como revista electrónica,
pero hoy se ofrece a los lectores tanto en formato digital como en papel.
En su versión impresa, la revista se distribuye, con alcance internacional, mediante
intercambio, donaciones e inscripciones (ver Suscripciones).
Identificación esencial
Título: Metafísica y Persona
Subtítulo: Filosofía, conocimiento y vida
Carácter: Revista filosófica
Periodicidad: Semestral
Difusión: Internacional
ISSN en línea: 1989-4996
ISSN impreso: 2007-9699
Lugar de edición, año de edición y entidad editora
• Málaga (España), Universidad de Málaga (Grupo PAI, Junta de Andalucía, HUM-495)
• Puebla (México), Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Facultad de
Filosofía y Humanidades, y Departamento de Investigación)
Año de fundación: 2009
Dirección postal y electrónica
• Livia Bastos Andrade
Facultad de Filosofía
Decanato de Artes y Humanidades
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla
Calle 21 Sur No. 1103, Col. Santiago
72410 PUEBLA (México)
[email protected]
• Gabriel Martí Andrés
Departamento de Filosofía
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Málaga
Campus de Teatinos
E-29071 MÁLAGA (España)
[email protected]
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Consejo Científico Asesor
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Morán y Castellanos, Jorge (†), Universidad Panamericana, México
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Wippel, John F., Catholic University of America, U.S.A.
Zagal, Héctor, Universidad Panamericana, México
Contenido
Artículos
La génesis de la estética estadounidense
Laura Elizia Haubert
Fabio Campeotto
Claudio M. Viale . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11
Thomas Reid y la percepción humana y animal
José Hernández Prado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .41
La responsabilidad moral como una forma de narrativa
Rodrigo Laera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61
Trascendentales y desafío antropológico y cultural en Karol Wojtyla/Juan Pablo II
Alejandro Pardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .81
“Hablan raro allá arriba; pero se les entiende”: la gramática generativa de Rulfo
Noé Blancas Blancas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .123
Idiots rather than persons? The crisis of education in the neoliberal era
Juan Pablo Aranda Vargas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .137
Max Scheler: del personalismo ético a la metafísica del hombre
Aldo Alejandro Camacho . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .163
Notas críticas
¿Cómo comprender la solución de Meillassoux al dilema espectral?
Nicolás Antonio Rojas Cortés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .199
Reseñas
Casales García, R., Avatares de la contemplación y otros ensayos
críticos de filosofía, México: Editorial Torres Asociados, 2009, 265pp.
Cristina Elith Reyes Miranda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .231
Normas editoriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .235
7
Artículos
Metafísica y Persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 14, Núm. 28, Julio-Diciembre, 2022, ISSN: 2007-9699
Thomas Reid y la percepción humana y animal
Thomas Reid and human and animal perception
José Hernández Prado1
Universidad Autónoma Metropolitana, México
[email protected]
Dentro de algunas eras, tal vez será considerado
como una curiosa anécdota que dos filósofos del siglo XVIII, de rango muy distinguido, fueron conducidos, por una hipótesis filosófica, uno a descreer de
la existencia de la materia y el otro a descreer tanto
de la materia, como de la mente.
Thomas Reid, Ensayos sobre las capacidades intelectuales del hombre, 17852 (2002a: 162).
Resumen
Este artículo3 presenta la teoría de la percepción sensorial del filósofo ilustrado escocés Thomas Reid (1710-1796) como una concepción nocionista, de acuerdo con sus obras
de 1764 y 1785, y la contrasta con aquella otra idealista que es posible atribuir a George
Berkeley y David Hume. Asimismo, se articulan las propuestas de Reid con las contemporáneas en torno a la percepción, efectuadas por el neurocientífico Antonio Damasio. La
conclusión del texto afirma que la concepción reidiana de la percepción se puede inscribir
con claridad en un antiprotagorismo reivindicado por la ciencia contemporánea.
Palabras clave: Thomas Reid, percepción sensorial, nocionismo, idealismo, antiprotagorismo.
1
2
3
ORCID: https://orcid.org/0000-0003-0241-8286
“Some ages hence, it will perhaps be looked upon as a curious anecdote, that two philosophers
of the 18th Century, of very distinguished rank, were led by a philosophical hypothesis: one,
to disbelieve the existence of matter; and the other, to disbelieve the existence both of matter
and of mind”. Thomas Reid, Essays on the Intellectual Powers of Mind, 1785 (las traducciones al
español de todos los textos en inglés incluidos en este artículo, corrieron a cargo de su autor).
El autor agradece mucho a las y los dictaminadores anónimos del artículo sus atinadas e
invaluables observaciones para mejorarlo.
Recepción del original: 01/02/2022
Aceptación definitiva: 02/06/2022
41
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 14, Núm. 28, Julio-Diciembre, 2022, ISSN: 2007-9699
Abstract
This article exhibits the theory of perception of the senses by the Scottish Enlightenment philosopher Thomas Reid (1710-1796), as a notionist conception, developed in his
texts of 1764 and 1785, and compares it with the idealist theory that can be attributed to
George Berkeley and David Hume. Reid’s proposals are attached with those on perception from today, vindicated by neuroscientist, Antonio Damasio. The conclusion of this
text declares that Reidian theory can be linked clearly with an Anti-Protagorism suggested
by contemporary science.
Keywords: Thomas Reid, perception by the senses, notionism, idealism, Anti-Protagorism.
1. Una concepción no idealista de la percepción animal
y humana
En su pequeño libro Freedom and Neurobiology, del año 2004, el filósofo
norteamericano John Rogers Searle afirmaba que:
La epistemología ha dejado de ser el centro de la filosofía. Durante tres siglos luego de Descartes, las cuestiones epistemológicas y, especialmente, las
del escepticismo, constituyeron el centro del interés filosófico. En las primeras décadas del siglo XX (sin embargo), la pregunta “¿cómo conoces?”, fue
transformada por Wittgenstein, Russell y Moore en “¿qué es lo que quieres
decir?” Este es el famoso “giro lingüístico” que tuvo lugar en la filosofía en
la primera parte del siglo XX.4
Y agregaría Searle que hay un par de buenas razones para “no tomar al escepticismo tan en serio, como lo hacíamos hace cincuenta años”.5 La primera
es que, en especial las investigaciones de Ludwig Wittgenstein y John Langshaw Austin, mostraron que el escepticismo descansa sobre ciertos usos deficientes del lenguaje (certain misuses of language) y la segunda, más relevante
aún, que, “sencillamente, ya sabemos demasiado. Tenemos una prodigiosa
cantidad de conocimientos que sabemos con objetividad, certeza y universalidad”.6 Por ejemplo, que la Tierra es redonda o que los átomos de hidrógeno
4
5
6
Searle, J. R., Freedom and Neurobiology. Reflections on Free Will, Language, and Political Power,
Nueva York: Columbia University Press, 2004, p. 26. “Epistemology is no longer at the center
of philosophy. For three centuries after Descartes, the epistemological questions, especially
the skeptical questions, formed the center of philosophical interest. In the early decades of
the twentieth Century, the question, ‘How do you know?’, was transformed by Wittgenstein,
Russell and Moore into ‘What do you mean?’ This is the famous ‘linguistic turn’ that took
place in philosophy in the first part of the twentieth Century”.
Searle, J. R., Freedom and Neurobiology…, p. 27.
Searle, J. R., Freedom and Neurobiology…, p. 27. “We simply know too much. We have a prodigious amount of knowledge that is known with objectivity, certainty and universality”.
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Thomas Reid y la percepción humana y animal
tienen un electrón, destacaba Searle. También pudo haber mencionado que el
sol es el centro de nuestro sistema planetario o que en este planeta la vida ha
experimentado una evolución, mediante sus adaptaciones al medio ambiente. Dichas cosas, de nuevo en las palabras del filósofo estadounidense:
Son conocidas con certeza, en el sentido de que la evidencia es ahora tan
grande que resulta irracional dudar de ellas. Y son (certezas) universales en
el sentido de que resultan verdaderas en Vladivostock o en Pretoria, del mismo modo que en Berkeley o en Londres.7
A estas alturas de la historia, los humanos sabemos bastantes e incluso
muchísimas cosas. Sabemos lo que son tales cosas y, asimismo, que son completamente reales. Ello volvería a quedar de manifiesto con la terrible pandemia que vivimos en el mundo desde finales del 2019. Un virus que los
científicos llamaron SARS-Cov-2 causó en nuestra especie, Homo sapiens, la
enfermedad potencialmente incurable y mortal denominada Covid-19 y ésta
ha terminado hasta ahora con la vida de más de 5 y medio millones de personas en todo el orbe –aunque, en realidad, sean muchas más–, sin importar
ni respetar fronteras, razas, culturas, ideologías, países, regiones, gobiernos,
etcétera.8 Y sabemos, además, después de aprenderlo a costos muy elevados
y gracias a una experiencia muy bien documentada, que ha sido factible salvarse de esta pandemia mediante el uso adecuado de cubrebocas y de sensatas medidas de prevención e higiene que incluyeron la mundialmente famosa
“sana distancia”; pero, sobre todo y también, debido a las eficaces vacunas
que con inmensa rapidez desarrollaron los científicos, y a los cada vez más
certeros tratamientos médicos que hoy incorporan medicamentos específicos, igualmente probados con asombrosa velocidad.
Dadas las realidades señaladas, que se vinculan a las verdades y certezas
aquí evocadas, desde la redondez de la tierra hasta la prevención y curación
del malestar Covid-19, adquiere un significado muy especial la frase de Thomas Reid anotada como epígrafe de esta comunicación. El filósofo escocés
del siglo XVIII, conocido y apreciado como el representante principal de la
Escuela Escocesa del Sentido Común,9 ya imaginó que dos enormes filósofos
7
8
9
Searle, J. R., Freedom and Neurobiology…, p. 27. “are known with certainty, in the sense that
the evidence is now so great that it is irrational to doubt them. And they are universal in the
sense that they are true in Vladivostock or Pretoria as they are in Berkeley and London”.
COVID-19 Dashboard by the Center for Systems, Science and Engineering (CSSE) at Johns Hopkins University (JHU), consultado el 15 de enero de 2022. https://gisanddata.maps.arcgis.com/
apps/dashboards/bda7594740fd40299423467b48e9ecf6
Para una biografía de Thomas Reid que pretende ser esclarecedora –además de las ya clásicas
de Campbell Fraser, A., Thomas Reid, Edimburgo y Londres: Oliphant, Anderson & Ferrier,
1898; y Stewart, D., Relación de la vida y escritos de Thomas Reid, traducción al español de José
Hernández Prado, México: Los libros de Homero, 2007–, consúltese Hernández Prado, J.,
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 14, Núm. 28, Julio-Diciembre, 2022, ISSN: 2007-9699
británicos de ese mismo siglo, quienes se habrá adivinado que son, respectivamente, el irlandés George Berkeley y el escocés David Hume, apoyados
ambos en “una hipótesis filosófica” que –conviene precisarlo– sería lo que
Reid denominó la “doctrina” o “sistema de las ideas”10 o, con toda propiedad, el idealismo epistemológico que cobró plena forma en el Siglo de las Luces, realizaron afirmaciones que iban a estimarse como “curiosas”, “algunas
eras” o épocas más tarde y que decían que la materia no existe; es decir, que los
objetos materiales que percibimos, tales como la luna, el sol o los océanos no
son reales, no son objetivos y tan sólo son meras ideas presentes en nuestra
mente humana; y que sentenciaban también, en los escritos de David Hume,
que tampoco es real la mente que “percibe” dichas ideas y que asimismo esa
mente puede considerarse como otra idea o entidad a su vez mental, al igual
que las anteriormente mencionadas.
A juicio de Thomas Reid, el idealismo berkeleyano y el escepticismo humeano eran consecuencia de cierta concepción de la percepción sensorial
humana que conducía a dudar de la realidad de los objetos extramentales y
aún de la propia mente humana. Anticipando la primera razón aducida por
John R. Searle, con respecto al desinterés por la epistemología que comenzara en el siglo XX, Reid propuso que el idealismo y el escepticismo epistemológicos pueden deberse, en buena medida, a ciertos malos usos del lenguaje
humano; y reivindicando desde sus días a la segunda razón señalada por
Searle –nuestro amplio conocimiento actual del mundo y el universo–, Reid
imaginaría como una futura curiosidad filosófica al idealismo y al escepticismo epistemológicos, porque estaba convencido de que el conocimiento
y la ciencia humanas consisten, básicamente, en una cada vez más correcta
interpretación de nuestras percepciones sensoriales y no en una convincente argumentación racional de determinadas ideas o proposiciones, las cuales equivaldrían
a nuestros conocimientos.
Reid se hallaba bastante seguro de todo esto y propuso una concepción alternativa de la percepción sensorial humana a la que esbozaron y suscribieron
autores tales como Locke, Berkeley o Hume. Defendería una concepción nocionista de la percepción, diferente de la concepción idealista de sus compatriotas
británicos.
10
“Verdad y libertad: pilares universitarios personificados por Thomas Reid y Antonio Caso”,
en Devenires, año XXIII, núm. 45, enero-junio, 2022, pp. 215-234.
Reid, Th., An Inquiry into the Human Mind on the Principles of Common Sense. A Critical Edition,
edición de Derek R. Brookes, Edimburgo: Edinburgh University Press, 1997, p. 23; y Reid,
Th., Essays on the Intellectual Powers of Man. A Critical Edition, edición de Derek R. Brookes,
Pennsylvania: The Pennsylvania State University Press, 2002, pp. 171 y ss.
44
Thomas Reid y la percepción humana y animal
En el presente escrito se buscará explicar esta reidiana concepción nocionista de la percepción sensorial y mostrar que ella no sólo se aleja del idealismo
y el escepticismo epistemológicos, sino que además reivindica un muy relevante antiprotagorismo filosófico, en virtud del cual dicha concepción reidiana
nocionista lo es de la percepción humana o de los seres humanos y además de
la percepción animal o de esos seres vivos que, en concreto, son animales no
exclusivamente humanos.
2. La concepción reidiana de la percepción sensorial humana
En la Sección XX del capítulo VI, “De la vista”, de su Inquiry into the Human Mind on the Principles of Common Sense, del año 1764, Thomas Reid destacaba que nos referimos a sensaciones y a percepciones, o bien a actos de la
sensación o actos de la percepción, con una misma estructura lingüística y
gramatical de proposiciones compuestas por sujeto, verbo y predicado. Decimos, por ejemplo, I feel a pain, “yo siento un dolor”, o también I see a tree,
“yo veo un árbol”. La primera proposición se refiere a, o bien expresa una
sensación y la segunda, un acto de la percepción.11
En la primera proposición –I feel a pain–, señalaba Reid, la distinción entre
sujeto y predicado es propiamente gramatical, pero no es real. Puede distinguirse
entre el sujeto “yo”, que es quien “siente”, y el predicado “un dolor”, que es
lo sentido, pero en rigor o en la realidad, el sentir del yo y lo sentido, que es un
dolor, son exactamente lo mismo; son una misma entidad. En las proposiciones
que se refieren a sensaciones, concluía Reid, la distinción entre sujeto y predicado es gramatical, pero no es real.
En cambio, en la segunda proposición –I see a tree–, la diferencia entre sujeto y predicado es ciertamente gramatical, pero también es real. Puede distinguirse
entre el sujeto “yo” que ve, y el predicado “un árbol”, que es lo que se ve. Pero
en la realidad, la acción de ver, por parte del yo y el árbol que es visto por ese
mismo yo son entidades totalmente diferentes. Una es la acción de ver y otra
cosa, muy distinta, el árbol visto. En las proposiciones que se refieren a percepciones, concluía Reid, la distinción entre sujeto y predicado es gramatical,
pero además es real.
11
Reid, Th., An Inquiry into the Human Mind…, pp. 167-168. No sobra agregar que un análisis muy minucioso e integral de la teoría reidiana de la percepción sensorial puede hallarse
en Nichols, R., Thomas Reid’s Theory of Perception, Oxford y Nueva York: Oxford University
Press, 2007.
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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Bajo este engaño del lenguaje, que se desprende de la utilización de una
misma estructura lingüística o gramatical para expresar sensaciones y percepciones, tanto los “filósofos”, como los “vulgares” hemos confundido habitualmente a la sensación y la percepción. Hemos pensado de un modo muy
común que ambas entidades son “la misma cosa” o que son lo mismo. Pero,
en absoluto rigor, proponía Thomas Reid, ello no es así. Las sensaciones son
mera o estrictamente subjetivas. Esto lo descubrimos y constatamos porque en
los enunciados con que nos referimos a esas sensaciones, la distinción entre
sujeto y predicado es gramatical, pero no es real. Pero en las proposiciones
con las que expresamos actos de la percepción o percepciones, es factible distinguir claramente entre el sujeto que percibe –en el ejemplo, “yo veo”– y el
predicado, complemento u objeto que se percibe por el sujeto –en el ejemplo,
“un árbol”– y, por lo tanto, las percepciones no son meramente subjetivas, como
las sensaciones, sino que en ellas hay una parte o un elemento subjetivo –el acto
sensorial de ver, en el ejemplo expuesto– y otro muy distinto ingrediente objetivo, que es el objeto percibido –el árbol visto, también en el ejemplo.
Si todo lo anterior es correcto, a juicio de Thomas Reid, George Berkeley
cometería un error enorme cuando propuso que “ser es ser percibido”.12 De
acuerdo con este célebre filosofema, las cosas son hasta que se las percibe; las
cosas u objetos se constituyen con el acto mismo de percibir y afirmar ello
no es sino eliminar el elemento objetivo de cualquier acto de percepción y
tomarlo a éste como un acto –meramente subjetivo– de la sensación. Ser no es
ser percibido. Ser es algo que pudiera ocurrir aunque nadie lo perciba. Una
cosa es ser y otra, muy distinta, es ser percibido. Decir que “ser es ser percibido” implica una seria confusión. Lo correcto sería proponer que “ser no es
ser percibido y es posible ser, siendo percibido o sin serlo”.
La sensación es puramente subjetiva; sucede sólo “dentro” del o “en” el
sujeto sintiente, mientras que la percepción encierra o contiene tanto una
sensación experimentada por el sujeto, como un objeto real con el que se relaciona esa sensación y que no forma parte de ella, sino que tan sólo se le
vincula para que sea un componente de un cabal acto de percepción. Las
percepciones son, pues, sensaciones de determinada clase. Son sensaciones
que nos hablan de la realidad o de algo que acontece “fuera” de nosotros
mismos o de nuestra mente. No todas las sensaciones son así, pero otras sí
lo son y a ellas se les puede llamar percepciones, porque son estrictos actos de
la percepción. Son percepciones diferenciables de las sensaciones e implican,
por cierto, sensaciones propiamente subjetivas, pero no se reducen a ellas.
12
Berkeley, G., Principles of Knowledge and Three Dialogues, edición e introducción de Howard
Robinson, Oxford y Nueva York: Oxford University Press, 1996, p. 25.
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Thomas Reid y la percepción humana y animal
Pensando de esta manera, Thomas Reid propuso, entonces, en la Sección
XX de su muy importante capítulo sobre la vista, de 1764, que en los actos
de la percepción, diferenciados o diferenciables de los actos de la sensación,
ocurren o se presentan dos elementos que es obligado destacar: 1) En toda
percepción o acto de la percepción encontramos una noción mental del objeto
percibido; una noción que no es, desde luego, el objeto percibido, sino que
consiste en una misteriosa entidad situada en la mente, habitualmente entendida
como una imagen, que le comunica o habla a ésta del objeto real que está
percibiendo, justo a través de un acto perceptual que contiene a otro acto de
la sensación; y 2) Como algo en extremo relevante, que no fue detectado, ni
destacado no sólo por George Berkeley, sino tampoco por John Locke o por
David Hume, una creencia “natural”, que Reid llamaría “instintiva” (instinctive), en la realidad objetiva de la cosa o de las cosas que se perciben en los actos de
percepción.13
Cuando percibimos uno o ciertos objetos, no podemos dejar de creer en
el hecho de que ellos son reales, subrayó Reid. Suponemos inmediatamente
que lo son, sin pensarlo no sólo demasiado, sino inclusive, mínimamente.
Así opera nuestra mente humana y también la de otros animales, además de
nosotros, las y los humanos. Los animales, en general, creen en la realidad
objetiva de las entidades que –nosotros percibimos que– ellos perciben. La
mosca evita el manotazo que le tiramos para ahuyentarla o matarla y también
los predadores se lanzan sobre las presas que han percibido, como, asimismo,
éstas huyen de aquellas fieras que las buscan cazar. Ni los animales ni los
humanos sobreviviríamos tiempo alguno sobre la faz de la Tierra, si no creyéramos ambos en la realidad de los objetos que somos capaces de percibir. En
ocasiones nuestros sentidos nos engañan, pero ello no ocurre siempre, sino
raras veces y por razones o causas que es posible identificar.14
En el capítulo V, “De la percepción”, del segundo de sus ocho Essays on the
Intellectual Powers of Man (EIP), de 1785, Thomas Reid reiteraría y ampliaría
con uno más su breve lista de dos elementos o ingredientes que conlleva todo
acto de percepción humana –y ahora vemos que también animal. Escribiría
Reid allí:
Si, por lo tanto, atendemos a aquel acto de nuestra mente que llamamos la
percepción de un objeto externo de los sentidos, encontraremos en él estas
tres cosas: Primero, alguna concepción o noción del objeto percibido. Segundo,
una fuerte e irresistible convicción y creencia en su existencia presente. Y, en
13
14
Reid, Th., An Inquiry into the Human Mind..., pp. 168-171.
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, pp. 241-252.
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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tercer lugar, que esa convicción y creencia son inmediatas y no el efecto del
razonamiento.15
De acuerdo con esta puntualización, cuando los seres humanos percibimos, no razonamos. No interviene en nuestra percepción razonamiento alguno; no figura ninguna inferencia definida y puntual como parte del acto
mismo de percibir. Por eso admitimos que los animales perciben, aun cuando
aceptemos también –y muy simplistamente– que ellos carecen de razón. En
cambio, sí intervienen en la percepción humana y animal una concepción
mental, la cual produce cierta noción acerca del objeto percibido; y también
un acto de enjuiciar, juzgar o de juicio, por el que desarrollamos la creencia
irresistible o instintiva en la realidad de lo que percibimos, así como una noción
de las entidades objetivas percibidas.
Reid subrayaba que percibir es hacer algo; es desplegar una actividad mental, además de física –en nuestros sentidos corporales– que se expresa en
nuestros lenguajes humanos no sólo mediante ciertos sustantivos, sino, sobre
todo, mediante verbos. Escribió en el primer ensayo, “Preliminary”, de sus
EIP, en el capítulo inicial llamado “Explication of Words”:
La percepción de los objetos externos por nuestros sentidos es una operación
mental de una naturaleza peculiar y merece un nombre apropiado para ella.
Lo tiene en todos los idiomas. Y en inglés, no conozco palabra más adecuada
para expresar ese acto de la mente que el de percepción. Ver, oír, oler, degustar y tocar o sentir son palabras que expresan las operaciones propias de
cada sentido; y percibir expresa lo que es común a todas ellas.16
Y añadiría a su propuesta que, al percibir, los seres humanos creemos en
la realidad de lo percibido, debido a que, cuando percibimos, juzgamos, como
también juzgamos en el momento de sentir algo, recordar algo o ser conscientes de cualquier cosa. Escribiría en el Ensayo VI, “Of Judgment”, Capítulo I,
“Of Judgment in General”, de sus EIP, que:
El juicio necesariamente acompaña toda sensación, percepción de los sentidos (acto de la) conciencia o recuerdo […]. Es evidente que un hombre que
15
16
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, p. 96. “If, therefore, we attend to that act
of our mind which we call the perception of an external object of sense, we shall find in it
these three things. First, some conception or notion of the object perceived. Secondly, a strong
and irresistible conviction and belief of its present existence. And, thirdly, that this conviction and belief are immediate, and not the effect of reasoning”.
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, p. 23. “The perception of external objects
by our senses, is an operation of the mind of a peculiar nature, and ought to have a name
appropriated to it. It has so in all languages. And in English, I know no word more proper to
express this act of the mind than perception. Seeing, hearing, smelling, tasting, and touching
or felling, are words that express the operations proper to each sense; perceiving expresses
that which is common to them all”.
48
Thomas Reid y la percepción humana y animal
siente dolor, juzga y cree que realmente está adolorido. El hombre que percibe un objeto, cree que éste existe y que es lo que percibe con claridad que es.
Y no se haya en su poder evitar dicho juicio. Lo mismo puede decirse de la
memoria y de la conciencia.17
Cuando los seres humanos y los animales percibimos –o también cuando
recordamos o cuando somos conscientes de algo–, no razonamos, en rigor,
pero siempre juzgamos que es real el objeto que percibimos; tenemos la creencia instintiva o irresistible en la existencia objetiva de cuanto estamos percibiendo con nuestros sentidos –que, para el efecto, deben funcionar adecuadamente, pues es posible que los tengamos, pero que no nos sirvan–, además
de cierta concepción o noción de lo que estamos percibiendo.
Y desde luego que aquí subyace una concepción singular del juicio o del
acto de juzgar o enjuiciar; una concepción que es la que suscribe Thomas Reid
y que no es, sencillamente, aquella tradicional que comprende al juicio como
un simple enunciado, proposición o juicio y al juzgar o enjuiciar como mera
capacidad para proferir enunciados, proposiciones o juicios. Reid anteponía
serias objeciones a esta concepción del juicio y del juzgar,18 aduciendo que
con ella es imposible distinguir entre los juicios considerados como veredictos
–por ejemplo, “el acusado es culpable de haber cometido robo”– y los juicios
entendidos en cuanto testimonios –“yo vi al acusado entrar a escondidas en
esa casa”. Pero, sobre todo, con dicha concepción tradicional del juicio no es
factible comprender a los actos del juicio por los que decimos, verbigracia,
“sin comentarios” o “interpreta mi silencio”. Con estos juicios no estamos
proponiendo nada, pero, definitivamente, sí que estamos juzgando.19
En el sexto ensayo y el primer capítulo recién aludidos, Reid esbozaba su
concepción propiamente tribunalicia del juicio o del enjuiciar, como la que
señala que juzgar es, sencillamente, actuar como lo hacen los jueces o los jurados
en los tribunales de justicia. Allí aparecen estas palabras que figuran entre las
más importantes de toda la obra reidiana:
17
18
19
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, p. 409. “Judgment necessarily accompanies all sensation, perception by the senses, consciousness, and memory… It is evident that a
man who feels pain, judges and believes that he is really pained. The man who perceives an
object, believes that it exists and is what he distinctly perceives it to be; nor is it in his power
to avoid such judment. And the like may be said of memory and of consciousness”.
Que en otros lugares el autor de la presente comunicación ha llamado una concepción logicista del juicio o del juzgar, ya que entiende a ese enjuiciar como la capacidad de formular
proposiciones o enunciados que después se pueden incorporar a argumentos lógicos. Ver
Hernández Prado, J., Sentido común y liberalismo filosófico. Una reflexión sobre el buen juicio a
partir de Thomas Reid y sobre la sensatez liberal de José María Vigil y Antonio Caso, México: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco y Publicaciones Cruz O., S. A., 2002,
pp. 7-17; y Hernández Prado, J., Breve introducción al pensamiento de Reid, México: Universidad Autónoma Metropolitana, Colección Biblioteca Básica, 1ª reimp., 2013, pp. 48-53.
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, pp. 406-407
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 14, Núm. 28, Julio-Diciembre, 2022, ISSN: 2007-9699
Aunque los seres humanos debieron haber juzgado en numerosos casos, inclusive antes de que los tribunales de justicia fueran erigidos, es muy probable que esos tribunales existieran con anterioridad a que comenzaran las
especulaciones acerca del juicio y que la palabra misma se derivase de la práctica tribunalicia. Así como un juez, después de conocer las evidencias apropiadas, emite su sentencia en alguna causa y a esa sentencia se le denomina
juicio, así la mente humana pronuncia su sentencia con respecto a lo que le
resulta verdadero o falso y la establece en concordancia con las evidencias
de que dispone. Ciertas evidencias no dejan lugar para la duda. La sentencia
es, entonces, proferida inmediatamente, sin que se busquen o se escuchen
evidencias contrarias, y ello debido a que la cosa es notoriamente cierta. En
otros casos, no obstante, es pertinente sopesar las evidencias de cada lado
antes de pronunciar la sentencia. La analogía entre los tribunales de justicia y
el tribunal interno de la mente es, pues, demasiado obvia como para que pase
inadvertida en todo hombre que haya comparecido ante un juez. Asimismo,
es probable que la palabra juicio –de igual manera que muchas otras utilizadas al referirnos a esta operación mental– esté fundada sobre esa analogía.20
En los juicios efectuados por jueces y jurados se pueden identificar tres elementos muy nítidos, que son las evidencias presentadas por los fiscales acusadores y los abogados defensores; las sentencias o veredictos –también llamados,
justamente, juicios– de los jueces y los jurados; y, por último, los principios para
juzgar que utilizan aquellos jueces y jurados y que serían los principios jurídicos de los que ellos tienen que estar debidamente advertidos y conscientes,
aunque también empleen y lo estén de muchos otros principios de tipo cultural
y moral aunque, sobre todo –y ello lo subrayaría mucho Thomas Reid–, de ciertos primeros principios para juzgar en toda clase de circunstancias, que el filósofo
escocés denominó los primeros principios –para juzgar– del sentido común humano, que Reid estudiaría a fondo en los capítulos V y VI –“The First Principles of
Contingent Truths” y “First Principles of Necessary Truths”, respectivamente–
del sexto ensayo de sus EIP, entre los que figuraba, precisamente, como quinto
primer principio –entre doce que proponía el autor– de las “verdades contin20
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, pp. 407. “Although men must have judged
in many cases before tribunals of justice were erected, yet it is very probable that there were
tribunals before men began to speculate about judgment, and that the word may be borrowed
from the practice of tribunals. As a judge, after taking the proper evidence, passes sentence in
a cause, and that sentence is called his judgment; so the mind, with regard to whatever is true
or false, passes sentence, or determines according to the evidence that appears. Some kinds of
evidence leave no room for doubt. Sentence is passed immediately, without seeking or hearing any contrary evidence, because the thing is certain and notorious. In other cases, there is
room for weighing evidence on both sides before sentence is passed. The analogy between a
tribunal of justice and this inward tribunal of the mind, is too obvious to escape the notice of
any man who ever appeared before a judge. And it is probable, that the word judgement, as
well as many other words we use in speaking of this operation of mind, are grounded on this
analogy”.
50
Thomas Reid y la percepción humana y animal
gentes” –o aquéllas que son pertinentes para poder desenvolvernos en la vida
cotidiana–, el principio que indica que “las cosas que percibimos nítidamente
con nuestros sentidos existen realmente y son algo que percibimos que es”.21
Un primer principio del sentido común como éste, lo es porque se nos presenta
como evidente de suyo; negarlo resulta absurdo y no parece que tenga por
arriba de él otro principio más general del mismo tipo.22
Y, por cierto, cuando efectuamos nuestros juicios con las evidencias adecuadas y recurriendo a los principios y primeros principios del sentido común, que serían los más apropiados para realizar el juicio en cuestión, es
que somos juiciosos y, por lo tanto, razonables y sensatos. Es entonces que el
sentido común humano deviene en cabal sensatez y como ésta no abunda
todo lo que quisiéramos entre los seres humanos, se dice siempre con mucha
razón que “el sentido común es el menos común de los sentidos”.23
Ahora bien, en los juicios que efectuamos –los humanos y los animales
en general– en los actos de percepción, juicios que nos llevan a creer en la
realidad o existencia objetiva de cuanto percibimos, generamos nociones o
concepciones acerca de lo percibido. Estas nociones –es muy importante precisarlo– no son retratos o copias fieles de los objetos percibidos. Son, en rigor, figuraciones mentales limitadas y parciales de aquellos objetos percibidos.24 Cuando percibimos, desplegamos cierta acción física y mental que toma, recolecta o
registra de las entidades reales aquello que es posible o que se puede tomar de
ellas, dejando fuera o de lado otros rasgos que resultan inaccesibles en el acto
mismo de la percepción, sea ella visual, auditiva, táctil, olfativa o degustativa.
Las distintas especies de animales tenemos órganos sensoriales de diferentes
calidad y capacidades. Los perros, por ejemplo, pueden oler y oír mucho mejor que los humanos, pero nosotros vemos y degustamos mejor que ellos. Y
así podrían evocarse infinidad de casos en el reino animal.
Pero aquí radica la enorme diferencia entre la concepción nocionista de la percepción suscrita por Thomas Reid y aquella otra idealista de sus colegas filósofos
compatriotas –o no–: que al percibir, no recibimos impresiones de los objetos –como
lo dijera en forma expresa David Hume–, las cuales serían las “presentaciones”
de las cosas objetivas ante la mente; impresiones que después es factible representar en y por aquella mente a través de ideas –o representaciones, como a menudo se les llama– que terminan siendo las representantes de las cosas en nuestra
21
22
23
24
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, p. 476. “5. Another first principle is, That
those things do really exist which we distinctly perceive by our senses, and are what we perceive them to be”.
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, pp. 453 y ss.
Hernández Prado, J., Breve introducción al pensamiento de Reid…, pp. 51-52.
Reid, Th., Essays on the Intellectual Powers of Man…, pp. 31-32.
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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mente humana;25 representaciones-representantes que luego llegan a considerarse,
mediante nuestra razón o capacidad inferencial, como menos indiscutibles u objetables y hasta más reales que las cosas mismas –que tales ideas “representan”–,
en cuanto representaciones de las entidades objetivas, convertidas ahora en una
realidad dudosa, en virtud de dicha concepción idealista de la percepción.
Al percibir, propuso Thomas Reid, experimentamos percepciones –no recibimos impresiones o meros “datos sensibles”–, las cuales son como un lenguaje con el que nos habla la realidad; un lenguaje que somos capaces de
comprender, a partir de las propias nociones de las entidades reales que percibimos; nociones que desarrollamos inicialmente en los actos de percepción.
Nuestras percepciones son, así, signos; son los signos de un lenguaje con el
que nos habla la realidad a los seres percipientes; y a tales signos los comprendemos de mejor o de peor manera, mediante nociones producidas o no
en la percepción misma, a partir de las cuales nos es posible, sobre todo a
los humanos, efectuar posteriormente inferencias lógicas o racionales,26 las
cuales nos permitirán contar con una mejor noción de las entidades percibidas. A las inferencias inmediatas que desplegamos desde nuestras percepciones iniciales, Reid las llamó conocimiento ordinario o común; “entendimiento
común” –decir, por ejemplo, que el carbón es negro o que la luna es redonda
y esférica. Y a las inferencias mediatas o más elaboradas que desarrollamos
desde nuestras percepciones y sus nociones iniciales, solemos llamarlas conocimiento científico o ciencia –en sus muy diversas modalidades y vertientes.
Tanto el conocimiento ordinario como el científico mejoran y perfeccionan
nuestras nociones perceptuales acerca de la realidad y, por lo tanto, nuestro
conocimiento de esa realidad se revela como uno de mucho mejor calidad
que el que pueden tener y desarrollar otros seres percipientes; los animales,
en general, si bien ellos también conocen, de maneras mucho más limitadas
que nosotros, los humanos.
Por todo ello, para Reid, conocer, como se dijo al principio de esta comunicación, consiste en una interpretación cada vez más correcta y completa de nuestras
percepciones sobre lo real. Conocer es entender aquello que percibimos; no es tanto
y no es, en particular y sobre todo, argumentar lo más convincente o retóricamente posible, cualquier cosa que digamos sobre la realidad. En esto encalla
o a esto arriba la concepción idealista de la percepción sensorial. Pero desde
la concepción nocionista de la percepción sensorial queda muy en claro que
el conocimiento ordinario y, en especial, el científico, consisten en la mejor
comprensión o interpretación posible y perfectible de todo lo percibido. Como esto
25
26
Hume, D., A Treatise of Human Nature, Book One, edición e introducción de D. G. C. Glasgow:
MacNabb, Fontana/Collins, 1982, pp. 45-51.
Reid, Th., An Inquiry into the Human Mind…, pp. 58-61 y 171-174.
52
Thomas Reid y la percepción humana y animal
mismo ya fue sugerido, apuntaba Thomas Reid, desde principios del siglo
XVII, por el inglés Francis Bacon, a este gran filósofo de ningún modo habría
que menospreciarlo y tal vez se le debiera considerar, junto con René Descartes, como el genuino iniciador del pensamiento y la filosofía modernos.27
3. La percepción sensorial en los seres vivos y los animales
dotados de sistema nervioso
A riesgo de mostrarse abusiva, quizás no resulte improcedente hacer aquí
la extensa cita de diez párrafos selectos, escritos por Antonio Damasio en
su libro de 2018, The Strange Order of Things. Life, Feeling and the Making of
Cultures,28 donde el neurobiólogo de origen portugués describe la historia y
evolución de la percepción sensorial en los seres vivos y los animales:
Históricamente, el mundo de las bacterias –células sin núcleo, conocidas
como procariotas– fue seguido dos mil millones de años después por el mucho más complicado mundo de las células con núcleo, o eucariotas. Los organismos multicelulares o metazoarios, llegaron después, hace entre 700 y
600 millones de años.29
¿Cuándo ingresaron los sistemas nerviosos a la marcha de la evolución? Una
buena estimación es el Periodo Precámbrico, el cual finalizó entre 600 y 540
millones de años atrás; ciertamente una fecha muy antigua, pero no tanto si
la comparamos con la de la aparición de la vida. Dicha vida, incluso multicelular, operó bastante bien sin sistemas nerviosos por cerca de tres mil millones de años. Deberíamos reflexionar en torno a esta línea del tiempo antes de
resolver cuándo la percepción, la inteligencia, la sociabilidad o las emociones
hicieron su aparición en la escena del mundo.30
Que el sistema nervioso es el posibilitador de nuestra vida mental está fuera de
dudas. Lo que falta en las tradicionales explicaciones neurocéntricas, cerebrocéntricas e incluso cortexcéntricas es el hecho de que los sistemas nerviosos co-
27
28
29
30
Reid, Th., An Inquiry into the Human Mind…, pp. 203-205; Reid, Th., “115. To Dugald Stewart
(1790)”, en The Correspondence of Thomas Reid, edición de Paul Wood, Pennsylvania: The Pennsylvania State University Press, 2002b, pp. 211-213: y Stewart, D., Relación de la vida y escritos
de Thomas Reid, p. 27.
Damasio, A., The Strange Order of Things. Life, Feeling, and the Making of Cultures, Nueva York:
Vintage Books, Penguin Random House, 2018.
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 54.
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 56.
53
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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menzaron su existencia como ayudantes del cuerpo, en cuanto coordinadores
de los procesos de la vida en cuerpos complejos y diversificados […]31.
En el principio todo era sentir y responder en el organismo unicelular capaz de algún movimiento de su cuerpo integral. A fin de comprender cómo
era ese sentir y responder, uno necesita imaginarse poros en la membrana
protectora de las células y darse cuenta de que cuando ciertas moléculas se
hacían presentes en tales poros, ellas servían como señales químicas para
estas células, que recibían señales de diferentes células y del ambiente […].
No había “ojos” ni “oídos”, pero puede decirse que las moléculas sensoras se
comportaban como si los hubiera.32
Y una vez que los sistemas nerviosos entraron en escena, ello en verdad condujo a representaciones análogas del mundo que rodeaba a los sistemas nerviosos y sirvió como base para las mentes y, finalmente, para la subjetividad.
La marcha hacia las mentes comenzó con un elemental sentir y responder; y
sentir y responder funcionan todavía en el mundo de las bacterias que viven
dentro de nuestros organismos y en cada animal o planta; en el agua, el suelo
o, inclusive, las profundidades de la tierra […]. El nivel de sentir y responder
de la percepción precede a las mentes, históricamente hablando y también
está presente ahora en los organismos dotados de una mente.33
Saltemos unos cuantos miles de millones de años y los organismos serían ya
muy complicados, como también los sistemas nerviosos que los ayudaban a
defenderse ellos mismos y a permanecer vivos. Los sistemas nerviosos se habían hecho capaces de sentir diferentes partes del ambiente –objetos físicos
y otras creaturas vivientes– y responder con los movimientos adecuados de
miembros sofisticados y de todo su cuerpo: agarrar, golpear, destruir, huir
de algo, tocar suavemente, tener sexo […].34
Y en cierto momento, mucho después de que los sistemas nerviosos fueran
capaces de responder a numerosos aspectos de los objetos y movimientos
que sentían, tanto fuera como dentro de sus propios organismos, inició una
habilidad para mapear a los objetos y sucesos experimentados. Esto significaba que más que tan sólo ayudar a detectar estímulos y responder adecuadamente, los sistemas nerviosos literalmente comenzaron a trazar mapas de
las configuraciones de los objetos y sucesos en el espacio, empleando la actividad de células nerviosas en todo un entramado de circuitos nerviosos.35
31
32
33
34
35
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 66.
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 72.
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 73
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 74.
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 74.
54
Thomas Reid y la percepción humana y animal
Ahora estiremos nuestra imaginación para pensar en mapas no sólo de las
formas y ubicaciones espaciales, sino también de los sonidos que ocurren
en un ámbito, suaves o escandalosos, fuertes o débiles, cercanos o lejanos; y
también pensar en mapas construidos a partir del tacto, el olfato o el gusto.
Finalmente, las descripciones producidas por esta red de actividad nerviosa,
los (mencionados) mapas, no son otros que los contenidos de lo que experimentamos como imágenes en nuestras mentes. Los mapas de cada modalidad sensorial son la base para la integración que hace posibles a las imágenes
[…] (constitutivas) de las mentes.36
La habilidad para generar imágenes abrió el camino a los organismos para
representarse (tal vez Damasio debería decir, figurarse) el mundo alrededor de ellos,
un mundo que incluía cada posible clase de objetos y de otros organismos […
Y] les permitió a esos organismos representarse (figurarse) el mundo al interior de
ellos mismos. Antes del surgimiento del mapeo y de las imágenes y las mentes,
los organismos podían reconocer la presencia de otros organismos y objetos
externos y responder adecuadamente a ellos. Ellos podían detectar una molécula química o un estímulo mecánico, pero el proceso de detección no incluía
la descripción de la configuración [el propio Damasio utiliza este término] del
objeto que emitía la molécula o que afectaba al organismo […]. Pero el arribo
de la creación de mapas y de las imágenes procuró una nueva posibilidad:
los organismos ahora podían generar una representación privada (una figuración
privada, habría que decir) del universo que rodeaba sus sistemas nerviosos […].37
La existencia de imágenes (mentales) fue imposible antes de que los sistemas
nerviosos aumentaran su complejidad. El mundo de las esponjas y de los cnidarios, como las medusas, fue enriquecido con el don de un sistema nervioso
simple, pero parece improbable que la creación de imágenes forme parte de
sus capacidades […]. Las mentes que de un modo elemental se asemejan a
las nuestras, pertenecen a criaturas más complicadas […]. Con toda probabilidad, ya están presentes en los insectos, por ejemplo, y plausiblemente en
todos o en la mayoría de los vertebrados. Las aves claramente poseen mentes
y en el momento en que llegamos a los mamíferos, sus mentes tienen tanto
parecido con las nuestras que tratamos a esas criaturas bajo la asunción natural de que ellas entienden no sólo cuanto hacemos, sino a menudo lo que
sentimos y, a veces, lo que pensamos. Tan sólo considérese a los chimpancés,
los perros y los gatos, los elefantes y delfines o los lobos. Es obvio el hecho de
que todos estos animales carecen de lenguaje verbal; de que su memoria y su
intelecto son presumiblemente menos prodigiosos que los nuestros y que, en
consecuencia, ellos no han generado artificios culturales comparables a los
de los humanos. Sin embargo, el parentesco y las semejanzas son abruma-
36
37
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 75.
Damasio, A., The Strange Order of Things…, pp. 75-76.
55
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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doras y son importantes para ayudarnos a entendernos a nosotros mismos y
comprender cómo es que llegamos a ser lo que y quiénes somos.38
38
Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 78. “Historically, the world of bacteria –cells
without nuclei, known as prokaryotes–was followed about 2 billion years later by the far more
complicated world of nucleated cells, or eukaryotes. Multicellular organisms, or metazoans,
came next, 700 to 600 million years ago… (Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 54).
“When do nervous systems enter the evolutionary march? One good estimate is the Precambrian period, which ended 540 to 600 million years ago, and old vintage for certain but not
that old when we compare it with the age of first life. Life, even multicelular life, manage
quite well without nervous systems for about 3 billion years. We should reflect on this time
line before we decide when perception, intelligence, sociality and emotions made their first
appearance on the world stage (Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 56).
“That the nervous system is the enabler of our mental life is not in doubt. What is missing from
the traditional neuro-centric, brain-centric and even cerebral-cortex-centric accounts is the fact
that nervous systems began their existence as asistants to the body, as coordinator of the life
process in bodies complex and diversified… (Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 66).
“In the beginning it was just sensing and responding in a one-celled organism capable of
some movement of its whole body. To imagine what sensing and responding were like, one
needs to picture pores in the membrane envelope of the cell and realize that when certain
molecules were present at these pores, they served as chemical signals to other cells and
receive signals from other cells and from the enviroment… There were no “eyes” or “ears”
although you can say that the sensing molecules behaved as if there were (Damasio, A., The
Strange Order of Things…, p. 72)
“[…] Once nervous systems came onto the scene,would indeed led to analog representations
of the world surrounding nervous systems and serve as the basis for minds and eventually
subjectivity. The march toward minds began with elementary sensing and responding, and
sensing and responding are still at work today in the world of the bacteria that live inside our
organisms and in every animal, plant, water, and soil and even the depth of the earth… The
sensing and responding level of perception precedes minds, historically speaking and is also
present in minded organisms now (Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 73).
“Jump to a few billion years later and organisms were now very complicated, and so were the
nervous systems that helped them fend for themselves and stay alive. Nervous systems had
become capable of sensing different parts of the environment –physical objects, other living
creatures– and respomding with appropiate movements of sophisticated limbs and of the
whole body: grab, kick, destroy, run away from, touch gently, have sex” (Damasio, A., The
Strange Order of Things…, p. 74).
“At some point, long after nervous systems were able to respond to many features of the objects
and movements that they sensed, both outside and inside their own organisms, then began the
ability to map the objects and events being sensed. This meant that rather than merely helped
detect stimuli and respond suitably, nervous systems literally began drawing maps of the configurations of objects and events in space, using the activity of nerve cells in a layout of neural
circuits (Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 74).
“Now stretch your imagination and think of maps not just of shapes or spatial locations, but also
of sounds as they occur in space, soft or rough, loud or faint, close or far away, and also think of
maps built from touch, or smell or taste… Finally, the depictions produced by this web of nervous activity, the maps, are none other than the contents of what we experience as images in our
minds. The maps of each sensory modality are the basis for the integration that makes images
posible… (As) constituents of minds (Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 75).
56
Thomas Reid y la percepción humana y animal
La descripción resultante de los anteriores diez párrafos escogidos de Damasio indica que la percepción sensorial es el punto de llegada de aquello
que ocurrió con organismos unicelulares, como algo más bien distinto que
era una simple detección química de entidades externas a y diferentes de tales
organismos; y que con el surgimiento de los sistemas nerviosos en los animales, en particular, tuvo inicio una cabal percepción como cierto “mapeo” o elaboración de “mapas” de los objetos y procesos externos, en circuitos de células
nerviosas, la cual concluiría en o con la figuración mental de tales objetos39 o
bien en la creación de imágenes –o nociones– dentro de las mentes –imágenes o nociones referentes a realidades extramentales o exteriores a los seres
vivos, ahora sí plenamente capaces de percibir de diversos modos, a través
de variados sentidos–, figuración o creación que pudo tener lugar gracias a
sistemas nerviosos complejos en extremo, que ya incluyeron y articularon la
operación de diferentes sentidos corporales.
Pero entonces, conviene superar, según Damasio, una concepción “neurocentrista”, “cerebrocentrista” y hasta “cortexcentrista” de la percepción sensorial, la cual privilegia la percepción de los seres humanos por sobre la de
otros animales dotados de un sistema nervioso muy complejo o no tanto, que
“The ability to generate images opened the way for organisms to represent the world around
them, a world that included every posible kind of object and other whole organisms… It allowed organisms to represent the world inside each of them. Before the emergence of mapping
and images and minds, organisms could acknowledge the presence of other organisms and of
external objects and respond accordingly. The could detect a chemical molecule or a mechanical
stimulus, but the detection process did not include description of the configuration of the object
that emitted the molecule or shoved the organism… But the arrival of map making and images
provide a novel possibility: organisms could now produce a private representation of the universe
surrounding their nervous systems… (Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 75-76).
39
“The existence of images was not posible before nervous systems grew in complexity. The
world of sponges and cnidarians such as hydras was enriched by th gift of a simple nervous
system, but image making is unlikely to have been among its capabilities… Minds that resembles ours in some elementary way belong to far more elaborate creatures…In all likelihood,
they are present in insects, for example, and probably in all or most vertebrates. Birds clearly
have minds, and by the time we get to mammals, their minds must have enough resemblance
to ours that we treat some of the respective creatures with the natural assumption that they
understand not just what we do but often how we feel and sometimes how we think. Just
consider chimpanzees, dogs and cats, elephants and dolphins, wolves. The fact that they lack
verbal language, that their memory capacity and intellect are arguably less prodigious than
ours, and that consequently, they have not generated cultural artifacts comparable to those
of humans is obvious. Still, the kinship and resemblances are overwhelming, and they are
important to help us understand ourselves and how we came to be what and who we are”
(Damasio, A., The Strange Order of Things…, p. 78).
Como ya se dijo antes y se insertó en el noveno párrafo citado de Antonio Damasio, no se
debería hablar, siguiendo a Thomas Reid, de la representación mental del mundo exterior o de
sus objetos y procesos, sino, en rigor, de una figuración mental del mismo, figuración alusiva a
sus entidades, que, por medio de nociones, se las imagina a éstas de determinadas maneras;
maneras que no corresponden precisamente a la configuración real de dichas entidades.
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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son, asimismo, seres percipientes, capaces de percibir realidades exteriores a
ellos. No son, pues, las imágenes de la mente humana o sus “ideas”, las entidades que “hacen” a la realidad objetiva –como lo pensaron abundantes filósofos dieciochescos y principalmente los compatriotas británicos de Thomas
Reid–, sino que dichas imágenes o nociones mentales han sido el resultado de
una evolución biológica y animal que comenzó a percibir el mundo exterior
desde mucho antes de que existieran los seres humanos, con sus sistemas
nerviosos y sus sentidos y cerebros tan extremadamente complejos.
4. En conclusión. Una concepción antiprotagorista de la
percepción sensorial, a partir de Reid
En la presente comunicación se ha intentado exponer la concepción nocionista de la percepción sensorial que desarrollara el filósofo escocés Thomas Reid
en sus textos de 1764 y 1785 y se ha distinguido a esta concepción de otra –tan
diferente, como criticable y que, desde luego, no fue examinada de un modo
exhaustivo en estas páginas– concepción idealista de aquella misma percepción
sensorial, suscrita, en general, por los filósofos anglosajones más célebres de
finales del siglo XVII y del siglo XVIII –en concreto, John Locke pero, sobre
todo, George Berkeley y David Hume. De manera adicional, se ha buscado
mostrar de qué forma la teoría de la percepción sensorial de Thomas Reid
abarcaba no solamente a la humana, sino también a la percepción animal,
en general; y cómo una descripción contemporánea de la percepción en los
seres vivos y los animales, tal y como se la encuentra, por ejemplo, en la obra
del neurocientífico actual Antonio Damasio, es consistente con la reidiana
concepción nocionista de la percepción sensorial.
Lo que es claro es que la teoría reidiana de la percepción sensorial, o bien
su concepción nocionista de aquella percepción, es una que si bien todavía
era “cerebrocéntrica”, de acuerdo con la terminología de Antonio Damasio,
no era, con toda propiedad, antropocéntrica o centrada exclusivamente en los
procesos perceptuales de los seres humanos, como la de sus ilustres contemporáneos británicos, Berkeley y Hume, sino que fue una que se extendió hasta
los procesos perceptuales de los animales y, en ese sentido, ya podía ser calificada de o caracterizada como no o anti antropocéntrica. Y en la actualidad se
ha perfilado en el campo de las ciencias naturales una propuesta que abarca
o asimila muy bien a dicho antiantropocentrismo. Es la propuesta impulsada con decisión por naturalistas como el recién finado biólogo mirmecólogo,
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Thomas Reid y la percepción humana y animal
Edward Osborne Wilson,40 o como el etólogo, Carl Safina, entre otros posibles
promotores, de la postura llamada antiprotagorismo.41
El antiprotagorismo contemporáneo es propiamente la tesis de que es preciso invertir o “poner de cabeza” en nuestros tiempos al viejo y conocido
filosofema del retórico de la Antigüedad, calificado como sofista a partir de
Sócrates y Platón, Protágoras de Abdera, conforme al cual, “el hombre –el ser
humano– es la medida de todas las cosas”. Puede sugerirse que este filosofema significa que los seres humanos hemos entendido habitual y generalmente al universo entero como algo que existe en función de, o bien gracias a
nosotros mismos. Lo que el actual antiprotagorismo propone, en cambio, es
que “todas las cosas, especialmente las vivas, son la medida del ser humano”.
Los humanos no deberíamos sentirnos tan importantes e indispensables en
el universo conocido. Somos, ciertamente, muy especiales y, desde luego, relevantes, pero asimismo somos el producto de una evolución natural que dio
lugar en el planeta Tierra a nuestra especie, Homo sapiens, recuperando para
ella muchos desarrollos evolutivos que antes aparecieron y se consolidaron
en especies animales diferentes a la nuestra –entre ellos, los referentes a la
percepción sensorial–, de manera tal que debemos entendernos a nosotros
mismos en el contexto de cierta evolución biopsicológica que nos envolvió y
que nos trasciende, inclusive, esclareciendo el hecho de que los humanos no
somos la medida de todas las cosas, sino, por el contrario, todas las cosas y,
en particular las entidades vivas, son la medida o el patrón con el que tendríamos que comprender nuestra propia naturaleza humana.
En este sentido, es factible afirmar que la concepción reidiana de la percepción sensorial, en cuanto concepción nocionista de esa percepción, comenzó a perfilar –desde la segunda mitad del siglo XVIII y en el contexto del
gran movimiento europeo y occidental de la Ilustración– al antiprotagorismo
contemporáneo y que ella misma pudiera ser caracterizada como una teoría
antiprotagorista por excelencia. En contraste, la concepción idealista de la
percepción sensorial en Berkeley y Hume quedaría, acaso, ubicada como una
marcadamente protagorista.
40
41
Lamentablemente fallecido el 26 de diciembre de 2021.
Safina, C., Beyond Words. What Animals Think and Feel, Nueva York: Henry Holt & Company,
2015, p. 20 y 283; y Wilson, E. O., The Origins of Creativity, Nueva York y Londres: Liveright
Publishing Corporation, 2017, p. 67.
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 14, Núm. 28, Julio-Diciembre, 2022, ISSN: 2007-9699
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