Metafísica y Persona
Filosofía, conocimiento y vida
Metafísica y Persona, Año 13, No. 26, Julio-Diciembre 2021, es una publicación semestral, coeditada por la Universidad de Málaga y la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla A.C., a través de la Academia de Filosofía, por la
Facultad de Filosofía y Humanidades y el Departamento de Investigación. Calle 21 Sur No. 1103, Col. Santiago, Puebla-Puebla, C.P. 72410, tel. (222) 229.94.00,
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[email protected]. Editor responsable: Roberto Casales García. Reservas de Derecho al Uso Exclusivo 04-2014061317185400-102, ISSN: 2007-9699 ambos otorgados por el Instituto Nacional del
Derecho de Autor. Licitud de Título y contenido No. (en trámite), otorgados por
la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de
Gobernación. Impresa por Mónica Lobatón Díaz, Servicios editoriales y de impresión, Enrique Rébsamen 124, colonia Narvarte Poniente, 03020, Ciudad de
México, este número se terminó de imprimir en julio de 2021, con un tiraje de 250
ejemplares.
Metafísica y Persona está presente en los siguientes índices: Latindex, ÍnDICEs-CSIC,
REDIB, SERIUNAM, The Philosopher’s Index, ERIH PLUS, Dialnet, Fuente Académica.
Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura
de los editores de la publicación.
Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos
e imágenes de la publicación sin previa autorización de los editores.
ISSN: 2007-9699
Metafísica y Persona
Filosofía, conocimiento y vida
Año 13 — Número 26
Julio-Diciembre 2021
Información general
Objetivos científicos
Metafísica y Persona es una revista de difusión internacional y carácter académico, cuyo
objetivo principal es la transmisión y discusión de los resultados de las últimas investigaciones en el ámbito que reflejan su título y subtítulo, mediante la publicación de Artículos
y Notas inéditos y de contrastado valor científico.
Pretende ser un lugar de encuentro y difusión de estudios que ahonden en las relaciones entre filosofía, conocimiento y vida, y que, por su calidad, originalidad y rigor, representen un claro avance en el saber y una contribución de relieve en el campo científico de
las materias que abarca.
Cobertura temática
El eje central de la revista es la realidad de la persona. Los artículos publicados en
ella abordarán el estudio de la persona desde los distintos puntos de vista que permiten
conocerla mejor. El lector encontrará, por tanto, trabajos de Filosofía, Teología, Sociología,
Psicología, Psiquiatría, Neurociencia, Medicina y otros saberes centrados en el hombre.
No obstante, la revista otorga una especial atención a la Antropología filosófica y, muy
en particular, a la Metafísica de la persona, pues son ellas las que dan sentido y sirven de
fundamento al resto de saberes sobre el ser humano.
Público al que se dirige
Metafísica y Persona se dirige especialmente a la comunidad científica y académica y, más
en concreto, a aquellos investigadores de Instituciones Universitarias y otros Centros afines
que, sobre todo desde una perspectiva filosófica, dedican todo o parte de sus trabajos a
mejorar el conocimiento de la persona, necesitado de una constante revisión y puesta al día.
No obstante, por las múltiples orientaciones que acoge, la Revista está también abierta
a un público más amplio: a todos aquellos que, dotados de una base filosófica y de cierta
formación en los saberes acerca de la existencia humana, desean profundizar en el conocimiento de la persona.
Carácter de las contribuciones
Las contribuciones enviadas a Metafísica y Persona han de ser inéditas en cualquier
idioma y no estar sujetas a revisión para ser publicadas en ninguna otra revista o publicación, ni digital ni impresa. En principio, los artículos se publicarán en la lengua en que
hayan sido redactados, aunque en ocasiones, de acuerdo con el autor, podrán ser traducidos al castellano o al inglés.
Los artículos y las notas son sometidos a un arbitraje doble-ciego. Para ser publicados,
los artículos han de obtener dos dictámenes favorables. Las notas, sin embargo, podrán
ser admitidas con un solo dictamen positivo y rechazadas con un solo dictamen negativo.
Más detalles en relación a este extremo figuran en las Normas editoriales.
Datos generales (edición, difusión, identificación y contacto)
Metafísica y Persona es coeditada entre la Universidad de Málaga (UMA) y la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Nació como revista electrónica,
pero hoy se ofrece a los lectores tanto en formato digital como en papel.
En su versión impresa, la revista se distribuye, con alcance internacional, mediante
intercambio, donaciones e inscripciones (ver Suscripciones).
Identificación esencial
Título: Metafísica y Persona
Subtítulo: Filosofía, conocimiento y vida
Carácter: Revista filosófica
Periodicidad: Semestral
Difusión: Internacional
ISSN en línea: 1989-4996
ISSN impreso: 2007-9699
Lugar de edición, año de edición y entidad editora
• Málaga (España), Universidad de Málaga (Grupo PAI, Junta de Andalucía, HUM-495)
• Puebla (México), Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Facultad de
Filosofía y Humanidades, y Departamento de Investigación)
Año de fundación: 2009
Dirección postal y electrónica
• Departamento de Filosofía
(Tomás Melendo Granados)
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Málaga
Campus de Teatinos E-29071 MÁLAGA (España)
[email protected]
• Departamento de Filosofía
(Livia Bastos Andrade)
Facultad de Filosofía y Humanidades
Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla
Calle 21 Sur No. 1103, Col. Santiago
72410 PUEBLA (México)
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Wippel, John F., University of America, E.U.A.
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Contenido
Artículos
La metafísica ontogónica de Eugen Fink como filosofía meóntica del Absoluto
Uriel Delgado Páez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .11
Hegel, Naturalism and Transcendental Philosophy
Daniel Herbert . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .23
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
Héctor Sevilla Godínez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .33
La acción pedagógica del Logos-Pedagogo para la formación y edificación del bien
común temporal en Clemente de Alejandría
Manuel Alejandro Gutiérrez González . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .53
Vocación, ethos y educación en Ortega y Gasset
Rubén Sánchez Muñoz
Cintia C. Robles Luján . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .95
Transhumanismo bioprogresista extropianista, posthumanismo y bioconservadurismo a la luz del concepto de naturaleza de santo Tomás de Aquino
Manuel Ocampo Ponce . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .121
Notas críticas
El carácter relacional del valor según Frondizi
Alan de Jesús Bonilla Petlachi
Livia Bastos Andrade . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .151
Reseñas
De Regil Vélez, José Rafael, Sin Dios y sin el hombre. Aproximación a la
indiferencia religiosa, Puebla, 2020, 72 pp
Roberto Casales García. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .169
Normas editoriales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .175
7
Artículos
Metafísica y Persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 26, Julio-Diciembre, 2021, ISSN: 2007-9699
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
Heschel’s God. Approaches to the Absolute
Resumen
Héctor Sevilla Godínez1
Universidad de Guadalajara, Guadalajara
[email protected]
A partir de las reflexiones de Heschel, el artículo alude a que no hay modo de
demostrar a Dios, pero tampoco hay forma de eludir la encrucijada de su existencia
y de su posible pasión por el hombre. Se otorga especial atención a mostrar que la
noción sobre la perfección o la eternidad de Dios está sujeta a la percepción humana
condicionada. En ese sentido, no hay manera de conocer a Dios sino a partir de la
admisión de que es Él quien nos busca. La idea de Dios en Heschel, más que una
conceptualización, constituye una invitación a trascender la punzante fantasía de
controlar lo inefable.
Palabras clave: divinidad, religión, espiritualidad, asombro, misterio.
Abstract
Based on Heschel’s reflections, the article alludes that there is no way to demonstrate God, but there is also no way to avoid the crossroads of his existence and his
possible passion for man. The text pays special attention to showing that the notion
about the perfection or eternity of God is subject to conditioned human perception.
In this sense, there is no way to know God, except from the admission that it is He
who seeks us. The idea of God in Heschel, more than being a conceptualization, is an
invitation to transcend the stinging fantasy of controlling the ineffable.
Keywords: divinity, religion, spirituality, amazement, mystery.
1
ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1055-6059
Recepción del original: 15/11/2020
Aceptación definitiva: 15/05/2021
33
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 26, Julio-Diciembre, 2021, ISSN: 2007-9699
1. Breves matices de la obra y vida de Abraham Heschel
Heschel nació en Varsovia en 1907 y vivió en una familia de ancestros
jasídicos. Estudió filosofía en la Universidad de Berlín y obtuvo su doctorado
poco antes de su grado rabínico. La disertación que fue producto de sus estudios doctorales constituyó la base de un texto ampliado que se publicó con el
título de Los profetas. En 1937 aceptó ser director de la Mittelstelle für Jüdische
Erwachsenen Bildung “tras aceptar una invitación directa de Martin Buber”,2
quien gustaba de sus obras y mantuvo una correspondencia teológica con él.
Heschel fue reconocido, desde ese momento, por integrar una alta capacidad intelectual y un desarrollado instinto artístico. De acuerdo con Shatzky,
quien escribió la introducción de La tierra es del Señor, Heschel poseía “una
profunda erudición, el ardiente espíritu jasídico y la intuición artística”.3
A los pocos días de que diera inicio la Segunda Guerra Mundial, Heschel
se trasladó a los Estados Unidos e impartió clases de filosofía y de estudios
rabínicos en el Hebrew Union College, ubicado en Cincinnati. Luego de cinco años se trasladó al Jewish Theological Seminary of America, donde laboró
como profesor de ética y misticismo judío a partir de 1945. Bizzell asegura
que “Heschel era un maestro amado que inspiró a muchos para incorporar la
observancia judía tradicional en la vida moderna”.4 Durante toda su vida se
mantuvo activo y disciplinado, informándose hasta el final de lo que sucedía
en su contexto. Se sabe que “el día de su muerte se encontró en su cama un
texto jasídico junto a un libro sobre la guerra en Vietnam”.5 Así, vivencia
religiosa y compromiso ciudadano lo acompañaron como actitud constante.
Según Jacob y Noam Neusner, “Heschel fue el más grande pensador religioso sobre el judaísmo del siglo XX, en el este u oeste; ciertamente el más profundo y de mayor peso de entre los teólogos judíos que alguna vez han trabajado
en los Estados Unidos”.6 Lo anterior no es cosa menor si se toman en cuenta las
condiciones sociales de ese país en la década de los 70, de modo que Heschel
supo adaptarse al ámbito laico para generar un asentamiento reflexivo que resultó propicio. Además, su interés por conectar con las problemáticas sociales lo
acercó a Luther King y le permitió lograr el objetivo de “transmitir la esencia de
la espiritualidad judía tradicional a lectores que vivían en diferentes situaciones
2
3
4
5
6
Chester, M., Divine pathos and human being, Birmingham: University of Birmingham, 2000, p. 18.
Shatzky, J., “Introducción”, en Heschel, A., La Tierra es del Señor, Buenos Aires: Candelabro,
1952, p. 5.
Bizzell, P., “Rabbi Abraham Joshua Heschel: Religion and race”, en Voices of democracy, núm.
1, 2006, p. 5.
Dresner, S., Heschel, Hasidism and Halakha, New York: Fordham University Press, 2002, p. 3.
Neusner, J. y Neusner, N. (eds.), To Grow in Wisdom: An Anthology of Abraham Joshua Heschel,
Lanham (Maryland): Madison Books, 1990, p. 3.
34
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
sociales”.7 Por todo lo anterior ha resultado de especial importancia, tal como
asegura Merkle,8 explorar su vida y pensamiento.
En su veta incluyente, Heschel colaboró para el crecimiento de otros pensamientos y perspectivas religiosas. Por ello, Starkman no duda en plantear que
“más que nadie […] ayudó a los judíos buscadores a ganar visión para coincidir
los elementos humanistas y cristianos en el judaísmo y viceversa”.9 La importancia de la teología profunda de Heschel ha sido recalcada también por Tucker,10
quien coloca sus obras al nivel de los libros teológicos más importantes que están
dirigidos a los rabinos. A pesar de que Heschel sigue siendo un referente en el
ámbito judío y en los Estados Unidos, su figura y pensamiento han sido poco
consideradas en las indagaciones religiosas y filosóficas de América Latina.
Levenson adjudica la fama e importancia de los libros de Heschel en las
comunidades cristianas en función de la “profunda absorción de los valores
protestantes”11 que Heschel precisó durante su etapa formativa doctoral en
Berlín. Sus textos no fueron diseminados como si se tratase de una lectura
sencilla o superficial, al contrario: eran textos de cabecera para los pensadores e intelectuales del ámbito religioso. De hecho, “durante una famosa
entrevista con el Papa [Paulo VI], éste agradeció al Dr. Heschel por sus libros,
diciéndole que se consideraba como uno de sus alumnos”.12
A propósito de la muerte de Heschel, Meyer aludió con solemnidad y regocijo una cita de Kenneth Woodward publicada en la revista Newsweek del 8 de enero de 1973: “Su deceso tuvo dos bendiciones: su fin había sido sereno –señal de
que ‘Dios había besado su alma’, como lo expresa una antigua metáfora judía– y
se produjo tal como lo desearía cualquier judío piadoso, justo en el Shabat”.13
2. Sobre Dios
Heschel reconoció que no hay modo de corroborar a Dios. En concreto,
“se puede dudar de la revelación o afirmarla; lo que no se puede es negar7
8
9
10
11
12
13
Levenson, J., “The Contradictions of A. J. Heschel”, en Maj’shavot / Pensamientos, vol. 37, núm.
1, 1999, p. 27.
Merkle, J., Abraham Joshua Heschel: Exploring His Life and Thought, New York: Macmillan, 1985.
Starkman, M., “Abraham Joshua Heschel: The Jewish Writer and Thinker”, en Conservative
Judaism, vol. 28, núm. 1, 1973, p. 75.
Tucker, G., “Heschel’s Torah min ha-shamayim. Ancient theology and contemporary autobiography”, en Conservative Judaism, vol. 50, núms. 2-3, 1998, p. 55.
Levenson, J., “The Contradictions of A. J. Heschel”, p. 28.
Meyer, M., “In memoriam”, en Heschel, A., Democracia y otros ensayos, Buenos Aires: Seminario Rabínico Latinoamericano, 1987, p. 11.
Meyer, M., “In memoriam”, p. 12.
35
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 26, Julio-Diciembre, 2021, ISSN: 2007-9699
la o demostrarla”. No obstante, para el rabino existe una opción definitiva:
“si Dios está vivo, la Biblia es Su voz”.14 Es preciso contextualizar esta idea
y compararla con otra advertencia hescheliana: “Dios es infinitamente más
sublime de lo que los profetas fueron capaces de comprender, y la sabiduría
divina es más profunda de lo que la Torá contiene en su forma presente”.15
La aparente contradicción podría referirse de manera más concreta: ¿de qué
manera la Biblia es la Voz de Dios si, al mismo tiempo, lo que han dicho los
profetas no logra expresarlo? De acuerdo con Heschel, la Biblia habla de Dios
y es su Voz proyectada a la comprensión humana, la cual no es capaz de asimilar fidedignamente lo que es Dios; de tal modo, él cree que la Biblia es la
Voz de Dios al hombre, pero que no engloba ni agota lo que es Dios.
Es inevitable la discusión respecto de cuál es el libro sagrado en el que
Dios manifiesta su Voz, dando por sentado de que hay un Dios que tiene Voz
y que nos la quiere compartir. A pesar de que es un lugar común asegurar
que tal Voz se encuentra presente en cada uno de los textos, lo cual parece
más una estrategia de conciliación que una conclusión teológica, es preciso
comprender el mensaje que se desprende de los textos y la influencia que
produce en el espectro cultural y personal. A pesar de que cada creyente de
las religiones monoteístas asume que la revelación está presente en el libro
de su elección (y predilección), conviene una porción de mesura, mediante la
cual se asuma que Dios no puede ser reducido a lo que pueda decirse de Él.
Esa es también la posición de Heschel, con la cual no echa por tierra ni contradice su afirmación respecto a la Biblia. El rabino evadió el fundamentalismo y
escapó del fanatismo al enunciar: “De esto estoy seguro: Su esencia [de Dios]
es diferente de todo lo que soy capaz de saber o decir. Él no es sólo superior,
Él es incomparable”.16
Si bien Dios es más de lo que se dice de Él, Heschel no elude proponer
algunas vetas para la comprensión de Dios, de acuerdo con lo que fue su propia vivencia espiritual. En primer lugar, manifiesta que “Dios es el sentido
que está más allá de lo absurdo. Vaya adonde vaya, tropiezo con lo absurdo”.17 Visto así, aun en la incongruencia humana y en la discordancia de las
conductas de los hombres y sus aspiraciones, a pesar del exilio de la razón
o de la supresión injusta de los derechos humanos, Dios sigue presente en
la absurdidad, en el caos y en la maleza del sinsabor de cada existencia que
respira el maloliente hedor de la violencia y la estulticia.
14
15
16
17
Heschel, A., Dios en busca del hombre, Buenos Aires: Seminario Rabínico Latinoamericano,
1984, p. 314.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 335.
Heschel, A., El hombre no está solo, Buenos Aires: Seminario Rabínico Latinoamericano, 1982, p. 117.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, Buenos Aires: Seminario Rabínico Latinoamericano,
1987, p. 362.
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El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
Asimismo, Heschel señala que “Dios es uno; sólo Él es real”.18 De tal
modo, reconoce que Él es todo en todas partes. Recurriendo a su diligencia
filosófica, el teólogo se defendió de las críticas sobre su panteísmo, al aludir
que “Uno en un sentido metafísico significa integridad, indivisibilidad. Dios
no está en parte acá y en parte allá; está todo acá y todo allá”.19 Sin embargo,
si bien Dios está en todas partes no es como las cosas son; por ello, la idea
de que el hombre es como Dios no era admisible en su pensamiento. En ese
sentido, precisó que “Dios nunca es humano, y el hombre nunca es divino”.20
En la primera sentencia descalificó tenuemente la posibilidad de la Trinidad
católica, en la cual se proyecta la llegada al mundo de Dios hecho hombre.
Persiste una controversia: ¿de qué modo Dios es Uno y es todo, a la vez que
no puede decirse que es igual a lo que no es Él? En la idea de Heschel, “Uno
significa único, sin par”,21 y al mismo tiempo, en función de que no es indivisible, no puede existir a la manera de fracciones de sí. Por el contrario, Dios no es
las cosas, pero las cosas lo contienen al ser provenientes de la Fuente.
De lo anterior se desprende otra noción: Dios es la Fuente. La concepción
hescheliana de la divinidad incluye la referencia a su esencia dinamizadora
de lo existente, su calidad de Origen. Tal idea guarda cierta semejanza con la
expuesta por Aristóteles al mencionar la cualidad de Motor en el Ser inmóvil.
Cabe apuntar con claridad que la distinción entre el enfoque del nacido en
Estagira y el proveniente de Varsovia consiste en que el segundo observó
a Dios como una Fuente que no es inmóvil, si bien sí produce la atracción
amorosa de los seres hacia Él. En tal óptica, Heschel proclama que “Dios es
el centro al cual tienden todas las fuerzas. Él es la fuente, y nosotros somos el
fluir de Su fuerza, el flujo y reflujo de Sus mareas”.22 El Dios que contempla
Heschel provoca que el hombre vaya hacia afuera de Dios, es decir, lo promueve como hacedor; en cambio, la atracción del Motor Inmóvil aristotélico
conduce al hombre (y a las cosas) a su regreso y reintegración con el Motor.
En la esencia de la noción hescheliana existen algunas características notables enunciadas en relación a Dios. Una de ellas es que se Él se encuentra más
allá de la realidad. En su cualidad de ser Uno, Dios no puede estar preso en
la esfera del mundo o en la dimensión humana, de modo que “la unidad no
está dentro de la realidad, sino más allá de ella”.23 En la óptica transpersonal
que acontece en la deidad, la aparente dicotomía se vuelve también unidad.
18
19
20
21
22
23
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 118.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 122.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, pp. 226-227.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 117.
Heschel, A., Los profetas, vol. 3, Buenos Aires: Paidós, 1973, p. 252.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 112.
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Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
Año 13, Núm. 26, Julio-Diciembre, 2021, ISSN: 2007-9699
De esto se explica que, “en la oscuridad, Dios se hace más claro y se siente
más cercano”.24 El desvelo de Dios es posible en medida que no sea velado
por lo dicho de Él. En franca sintonía con lo descrito, el yo de cada individuo
no es el yo de Dios, porque Él no puede estar subordinado a una identidad
como tal. Así, Heschel asume que “lo que para mí es un ‘yo’ es, en primer lugar y esencialmente, un ‘ello’ para Dios”;25 de modo que el plano se mantiene
distinto: el hombre no accede a Dios, sino que es Dios quien está en busca del
hombre y se comunica con él.
Dios está necesitado del encuentro con el hombre, es Él quien lo busca y
espera su respuesta. En esto Heschel contraviene la postura recurrente que
postula la exclusiva responsabilidad del hombre y su obligación de ir a la
persecución de Dios, merecerlo, encontrarlo o ganarse su iluminación. Para
el rabino polaco,
las teorías de la religión comienzan por definir la situación religiosa como la
búsqueda de Dios por parte del hombre y sustentan el axioma de que Dios
permanece silencioso y oculto, despreocupado de la búsqueda del hombre.
[…] La Biblia no sólo habla de la búsqueda de Dios por parte del hombre sino
también de la búsqueda del hombre por parte de Dios.26
La gracia ha sido ganada sin nuestra voluntad, la evidencia de ello es la
existencia. Lo que cabe lograr es actuar con congruencia ante la gracia adquirida. La gracia se tiene, pero la disciplina permite vivir conforme a ella.
La idea de un Dios que necesita al hombre no es del agrado de quienes
perciben o vislumbran un Dios alejado de las vicisitudes humanas, no contaminado por la ignominia y bajeza de los hombres y mujeres. Una postura
similar fue planteada por Moshe Idel y otros cabalistas. En la óptica hescheliana, lo transpersonal admite la cercanía a lo humano, la promueve, la
busca, la forja, la desea. La cuestión es más radical: “Toda la historia humana
tal como se la describe en la Biblia puede resumirse en una sola frase: Dios
está en busca del hombre”.27 De tal modo, Dios no envía a un Hijo a mediar por
Él, Dios es Uno, no trino, por ello la búsqueda ha iniciado por Su cuenta y
elección, es el hombre a quien corresponde responder al cortejo de Dios.
Desmarcándose de la tradición filosófica occidental, sin volverse antifilosófico por ello, Heschel señala que “Dios no es el Desconocido; es el Padre,
el Dios de Abraham; desde el fondo de los tiempos llega a nosotros la com-
24
25
26
27
Heschel, A., Los profetas, vol. 2, Buenos Aires: Paidós, 1973, p. 65.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, pp. 46-47.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 173.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 174.
38
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
pasión y la guía”.28 Es evidente que la personificación de Dios como Padre,
y no como Madre, merece una reflexión particular que podría ser fácilmente
agrupada y signada dentro de los estudios socioculturales en torno a la religión, pero al menos en la reflexión hescheliana no conduce a una apropiación
particularizada de un género, sino a una forma de evidenciar cualidades de
protección, fortaleza y guía que son, usual y sesgadamente, reconocidas en el
padre. El mensaje central que aporta Heschel al proclamar la paternidad de
Dios es que ninguno está realmente excluido, lo cual trastoca y rompe la idea
de exclusividad filial y selectiva que ha provocado tanto rencor antisemítico.
En todo caso, “Dios significa: nadie está solo jamás, la esencia de lo temporal
es eterno, el momento es una imagen de eternidad en un mosaico infinito”.29
Si Dios es Uno, y es Padre, entonces es un solo Padre para todos. Heschel
realiza una clara distinción entre las nociones de Dios enunciadas desde la
academia filosófica y las proclamadas desde la vena bíblica:
El Dios de los filósofos es toda indiferencia, demasiado sublime para poseer
un corazón o para echar una mirada a nuestro mundo […], el Dios de los
profetas es todo preocupación, demasiado misericordioso como para mantenerse alejado de Su creación. No sólo gobierna el mundo en la majestad de
Su poderío, sino que se preocupa personalmente y hasta se conmueve por la
conducta y el destino del hombre.30
En este punto podría considerarse que Heschel comete una polarización
que parece señalar que no hay manera de que se integre la visión filosófica
y la consideración de la profecía, a pesar de que fue exponente vitalicio de
lo contrario. Una conjunción de ambas posibilidades, no sólo en relación a la
veta bíblica, sino en vinculación con las perspectivas religiosas, daría paso a
una filosofía transpersonal.
En los textos de Heschel se recalca la noción de un Dios en constante
disposición a encontrarse con el hombre. El profeta es un aliado de Dios en
cuanto que transmite un mensaje que favorece el encuentro, no es un igual
a Dios, pero, según la tradición, presta su voz para que la Voz sea aún más
notable. En tal óptica,
la presencia de Dios en la historia, la manifestación de Su voluntad en los
asuntos mundanos, son objeto del anhelo del profeta. Lo que ansía no es una
experiencia mística en la noche, sino justicia histórica. La experiencia mística
es la iluminación de un individuo; la justicia histórica es la iluminación de
28
29
30
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 211.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 109.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 246.
39
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todos los hombres, que hace posible que todos los habitantes del mundo
aprendan la rectitud.31
Años después, Lévinas realizó denuncias similares, aludiendo a que el
misticismo de las buenas conciencias no debe estar en contraposición de
la justicia social, sino que el profetismo judío está en sintonía con la ética
universal.
Otra idea fundamental en la teología hescheliana consiste en que Dios se
hace presente en el tiempo de formas diversas, en consideración de la historia. Una consecuencia de ello es que “el hombre puede elevar su plegaria a
Dios del mismo modo en todo lugar, pero Dios no le habla al hombre del mismo modo en todo tiempo”.32 De lo anterior se desprende que Dios está atento
a lo que sucede con el hombre y que está vivo. En esto puede concordarse
con Levenson cuando afirma que la intuición de un Dios viviente “continúa
siendo tan relevante para la condición moderna –y una afrenta tan vital para
la religión antropocéntrica– como lo era en los tiempos que Heschel formuló
dicho pensamiento por primera vez”.33
Por otro lado, el mundo no es distinto al hombre en cuanto a ser un recordatorio de Dios, por el contrario, comunica su grandeza. No obstante, “el
mundo no es uno con Dios, y por ello Su poder no fluye sin impedimentos a
través de todas las etapas del existir”.34 Esto excluye la cruda aseveración de
que los grandes desastres naturales son castigo de Dios o están referidos a
su voluntad. Además, lo que el mundo manifiesta no agota, según Heschel,
lo que Dios significa y de lo que es capaz. En todo caso, “la exterioridad del
mundo comunica algo de la grandeza intrínseca de Dios, grandeza radiante
que se expresa sin palabras”.35 Podría discutirse sobre qué es lo que nos hace
pensar que el mundo sea bello, toda vez que no hemos habitado en otro para
poderlo comparar.
Entre las mayores controversias provocadas por la teología propuesta por
Heschel se encuentra su aseveración de la emocionalidad de Dios. Es evidente que en su comprensión de las cosas, el rabino advierte que de la condición
viva de Dios se desprende su potencial afectación. Naturalmente, si “Dios
está vivo y tiene necesidad de amor y culto”,36 se trata de un Ser en cuya existencia repercute y tiene consecuencia afectiva la respuesta del hombre. Que
Dios sea afectado por el hombre o que mantenga con él una “relación apa31
32
33
34
35
36
Heschel, A., Los profetas, vol. 2, pp. 35-36.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 167.
Levenson, J., “The Contradictions of A. J. Heschel”, p. 29.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 112.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, pp. 104-105.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 359.
40
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
sionada”,37 lo hace aparecer, desde cierto enfoque, con menor autosuficiencia
que los dioses paganos, los cuales no estaban expuestos a la intransigente
respuesta humana, ni condicionaban su bienestar a razón de la sinrazón de
cada hombre o mujer. No obstante, para Heschel, la necesidad de Dios es
sinónimo de su amor y su grandeza y majestad; en sus palabras, “los dioses
paganos tenían necesidades egoístas; el Dios de Israel sólo necesita la integridad del hombre”.38 Distinguir si la necesidad y emotividad constituyen una
debilidad o son, por el contario, la pauta que asemeja a Dios con el hombre,
engrandeciendo a este último sin disminuir al primero, es una veta digna de
considerarse.
En la particular comprensión de Heschel, “Dios no está apartado ni es
indiferente a nuestras alegrías y a nuestras penas”,39 de lo cual se desprende
que cada acto y pensamiento de todo hombre y mujer son sabidos por Él.
Esto ha ocasionado perversas conclusiones de parte de algunos religiosos,
presentando a Dios como una especie de pérfido voyerista que está a la caza
de los pecados para recriminar al individuo. Alejado de tan enferma perspectiva, en el entretejido hescheliano, la presencia de Dios en el mundo y su
saber en torno a los actos no lo reviste de un carácter de juez, sino que evidencia su categoría de absoluta presencia. Visto así, “Dios no mora en los cielos.
Dios habita, si así lo creemos, en todo corazón que esté dispuesto a dejarlo
entrar”.40 En la cita es digna de escrutinio la expresión si así lo creemos, de la
cual puede desprenderse la función condicionante de la elección del hombre.
De no ser así, la idea de Dios presentada podría degenerar hasta convertirlo
en una especie de acosador y constante perseguidor en búsqueda de amor.
Muy radical es la aseveración de un Dios afectado, pero lo es aún más la
sola noción de un Dios infeliz. En la postura de Heschel, incluso Dios puede
mostrar infelicidad y desasosiego, a razón de que “Él es muy infeliz cuando
el hombre es infeliz. Pues está esa gran simpatía de Dios por el hombre”.41
Por otro lado, la alianza entre Dios y el hombre sólo es posible a partir de que
existe un compromiso del segundo para permitir que el primero logre sus
propios fines. Es obvio que de esto se produce una relación de mutua necesidad que bien podría asociarse a la dependencia. La mutua solicitud y expectativa es sintetizada del modo siguiente: “Dios tiene la necesidad del hombre
para el logro de Sus fines, y la religión, tal como la entiende la tradición judía,
es una manera de servir a esos fines, de los cuales nosotros tenemos necesi-
37
38
39
40
41
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 246.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 247.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, p. 237.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 254.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, p. 362.
41
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dad”.42 En tal orden de conjeturas, el judío militante adquiere un sentido para
su vida en la medida en que cumple con el proyecto de Dios y sublima la
alianza entre ambos; esta manifestación no sólo es propia de un Padre con un
hijo, sino que confirma una alianza, una asociación que trasciende a la vida
del hombre particular y deviene en compromiso colectivo.
Del cumplimiento de la alianza, tras la aceptación que el hombre realiza para
fungir como herramienta divina, éste obtiene claridad para comprender en mayor
medida el pensamiento de Dios. La alianza, entonces, produce un intercambio
y Dios comparte sus pensamientos. En torno a ello, Heschel señala que “los
pensamientos de Dios son más elevados que los del hombre. No obstante, así
como Él puede compartir los sufrimientos de sus criaturas, también éstas pueden compartir los pensamientos de Dios”.43 De tal manera, si bien todos pueden
ser referidos como hijos de Dios, sólo algunos penetran en su pensamiento, lo
cual acontece en forma proporcional al compromiso con la alianza pactada.
Resultan radicales y significativas las aseveraciones de Heschel, lo cual es
deseable en un místico comprometido. Si bien sus conclusiones son oportunidad para la experiencia o disposición a lo transpersonal, también constituyen
un aliciente para el ejercicio filosófico. Enseguida se enuncian tres que son
fundamentales: a) Si Dios es afectable existe potencia en Él, de modo que no
es inmóvil. ¿Cómo afirmar a un Dios que es Uno y perfecto si su mutabilidad
lo dirige al cambio y a la afectación potencial?; b) Si Dios depende del hombre
para su felicidad, se implica que su poder es limitado y está sujeto a la elección de un ser inferior a Él; ¿cómo encaja esto en la visión que le es adscrita
como Omnipotente?; c) Si Dios necesita al hombre para el logro de sus fines,
entonces el cumplimiento de su plan es incierto; de ser así, ¿cuántos hombres
y mujeres deben ofrendarse para que semejante plan amoroso se realice?
Los atributos que Heschel encuentra en Dios han sido discutidos, rechazados y aprobados según sea la óptica de quien realiza el juicio. Dos autores
han pretendido explicar la motivación profunda que tuvo que el teólogo que
nos ocupa. Kaplan señaló que “Heschel no describe a Dios, tal como es, sino
las reacciones humanas frente a Su presencia”.44 A su vez, la opinión de Chester45 enfatiza que Heschel fue consciente del problema del antropomorfismo,
pero como persona de profunda fe, necesitó mantener la inteligibilidad de algún tipo de lenguaje religioso y, por lo tanto, de la revelación bíblica. Resulta
de especial interés esta última postura, justo por coincidir con la argumen-
42
43
44
45
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 243.
Heschel, A., Los profetas, vol. 1, Buenos Aires: Paidós, 1973, p. 267.
Kaplan, E., “Misticismo y desesperanza en el pensamiento religioso de A. J. Heschel”, en
Maj’shavot/Pensamientos, vol. 26, núm. 12, 1977, p. 30.
Chester, M., Divine pathos and human being, p. 221.
42
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
tación que en su momento propuso Heschel para justificar la humanización
de la Voz de Dios a través de la Biblia. De acuerdo con Heschel, la intención
era que el texto fuese comprendido de mejor manera por el pueblo. En ese
tenor, “la Biblia es la antropología de Dios más que la teología del hombre”,46
de modo que todo debió ser filtrado para tener semejanza con las peripecias
y situaciones humanas. Podría entonces detonarse una nueva opción reflexiva: ¿hasta qué punto es justificable la simplificación o atenuación y posible
distorsión del mensaje para que sea entendido por la mayoría? ¿Dios habla y
el hombre proclama su mensaje con su intercesión, o Dios calla y lo que nos
corresponde es también el silencio ante su divino vacío?
3. Maneras de aproximarse a Dios
La realidad de lo divino no estaba en duda para Heschel. De acuerdo al
rabino polaco, no puede hablarse de Dios como un Eso, pues su existencia
no es lejana, sino cercana; a pesar de no ser humano, no es algo ajeno a lo
humano. La visión hescheliana es radical en torno al tema de Dios, al punto
de que es todo o es nada en la vida de las personas. Heschel reconocía que la
inexistencia de Dios eliminaba toda posibilidad de sentido y valor a la vida.
Por otro lado, incluso la religión sería una ficción si Dios no recibe la atención
debida. En sus términos, “Dios no tiene ninguna importancia a menos que
tenga una importancia suprema”.47 En ese sentido, “sin Dios, el hombre no
tiene sentido, y todo intento por fundar un sistema de valores basado en el
dogma de la autosuficiencia del hombre está condenado al fracaso”.48
En el enfoque dicotómico que Heschel presenta para ciertos temas, no
existe un punto medio, de modo que Dios está vivo o sin vida. Por lo tanto,
“sólo hay en esencia dos modos de comenzar: pensar a Dios como un ser libre y espontáneo, o como un ser inanimado; o Dios está vivo, o bien carece
de vida”.49 A pesar de que su vida resulta inacabable, el Dios del que habla
Heschel no puede ser conocido directamente sino a partir de analogías. No
obstante, detrás de los velos se encuentra la apabullante expresión de su magna esencia. En ese tenor, “conocer a Dios significa percibir la manifestación en
Su enmascaramiento y percatarse del enmascaramiento en Su más radiante
manifestación”.50 ¿Qué motivos tendría Dios para enmascararse? ¿Por qué ese
46
47
48
49
50
Heschel, A., Dios en busca del hombre, pp. 527-528.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 197.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 218.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 160.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 150.
43
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Dios vivo no permite que el encuentro sea directo? En el enfoque hescheliano,
el enmascaramiento que percibimos no es realmente de Dios, sino por nuestra
percepción frente a Él. Algo similar enunció Buber al referir El eclipse de Dios.
Estar dispuestos a eliminar los maquillajes y velos supone permanecer
atentos a las expresiones de Dios en su creación, puesto que “si el mundo
es la obra de Dios, ¿no es lógico suponer que hay en Su obra signos de Su
expresión?”51 En su perspectiva teológica, Heschel no consideraba a la Tierra
como una madre, sino como una hermana que comparte la categoría de haber
sido creada por Dios. De manera contundente, el rabino solía referir que el
obstáculo para percibir la manifestación de Dios en la naturaleza consiste en
pensarla autónoma y ajena a la expresión de un artífice. Así, “el hecho de que
nuestra mente no consiga encontrar pruebas de la presencia de Dios es apenas una admisión implícita de que consideramos tan perfecta a la naturaleza
como para que resulte imposible detectar huella alguna de su dependencia
de lo sobrenatural”.52 El error se forja, en tal veta, a partir de la negación de la
contingencia implícita en la naturaleza. Del mismo corte resulta la infructuosa premisa de la independencia humana.
El hecho de que Dios sea manifiesto en la naturaleza y en el hombre, no
arroja la consecuencia de que es ellos. Cabe considerar que “Dios no es todo
en todo. Está en todos los seres, mas no es todos los seres. Está en la oscuridad, mas no es la oscuridad”.53 La idea de Heschel en este caso no requirió
de comprobación alguna, de modo que denota cierta diferencia entre la argumentación científica y su ponderación religiosa. Aun en la postrimería de
aceptar la manifestación de Dios en la naturaleza se corre un peligro: tomar el
nombre de Dios como justificación de lo incomprensible o como pretendida
explicación que resuelva las encrucijadas para las que no tenemos solución
intelectual. Con semejante intención, “al darle el nombre de Dios a la ley
suprema de la naturaleza, o al afirmar que el mundo nació a la existencia en
virtud de su propia energía, lo único que hacemos es eludir la pregunta”.54
Visto así, el mundo no es Dios, ni las leyes naturales lo constituyen, sino que
ambas manifestaciones son presididas por la esencia divina.
Eludir a Dios mediante la manipulación de las ideas que se tengan de Él
desestima el descubrimiento de lo inefable, lo oculta. En clara contraposición
a la tradición clásica, Heschel considera que el mandato “Conoce a tu Dios”
(I Crόn. 28:9) resulta superior que el “Conócete a ti mismo” que es sugerido
en el oráculo de Delfos. Por tanto, de acuerdo con su óptica, el imperativo
51
52
53
54
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 223.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 70.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 149.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 107.
44
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
categórico del hombre bíblico es el que tendría que predominar, sobre todo
porque “nο hay un autoentendimiento sin un entendimiento de Dios”.55 La
afirmación no puede ser menos que controversial, porque, si bien se comprende que Heschel alude a Dios como la esencia más íntima que radica escondida en la penumbra del abismo humano, no hay forma de garantizar que
lo que sea que crea de Dios efectivamente lo es; por ende, la noción que se
tenga sobre uno mismo estaría distorsionada a razón de la eficaz conducción
del intelecto en torno a la deidad. No obstante, la eliminación de la noción
de Dios en el camino al autoconocimiento tampoco redunda en mayores certezas: si bien puede eliminarse un factor condicionante al dejar fuera a Dios,
al menos conceptualmente hablando, no hay manera de eludir el resto de
contingencias que someten, asfixian y dominan cualquier osadía de conocimiento auténtico de uno mismo.
La apuesta de Heschel consiste en depositarse por completo en Dios, de
modo que, tras aceptar su supremacía en la propia vida, incluso el yo sea
reducido o su influencia minimizada a tal grado que “adorar a Dios significa
olvidar el yo; un acto extremadamente difícil, aunque posible”.56 Cabe poner
en tela de juicio si la afirmación de un Dios dador de sentido para nuestra
vida, como si su misión fuese ofrecernos consuelo y protección, está dotada
del mismo ego que quería ser ocultado. En otros pasajes de su obra, Heschel muestra conciencia de esa osadía y cuestiona: “¿Quiénes somos nosotros
para valorar a Dios o aun para nombrarlo?”.57
Si la perfección de Dios no puede ser referida por un ser imperfecto como
el hombre, ¿cómo sabemos que es perfecto? Nuestra noción de perfección
está cimentada en lo que conocemos, de lo cual deriva que llamar “perfecto” a Dios, a pesar de la brillantez del adjetivo, se encuentra construido por
referentes humanos y terrenales que no conducen a la pureza de la deidad.
Para Heschel, “la noción de Dios como ser perfecto no es de extracción bíblica”.58 Incluso advierte que “el lenguaje bíblico se halla libre de semejante
insolencia; sólo osó llamar perfectos, tamin, a “Su obra” (Deuteronomio 32:
4), “Su camino” (II Samuel 23:31) o a la “Torá” (Salmos 19: 7)”.59 Llegados a
tal punto, ¿cómo pretende Heschel facultar el conocimiento de sí cuando la
fuente de tal se deposita en un Dios del que nada puede decirse con certeza?
Tal parece que la puerta que se abre nos conduce al enigma y, más aún, a lo
inefable, a la contemplación de un abismo que resulta cognitivamente avasallador por ser inescrutable.
55
56
57
58
59
Heschel, A., Los profetas, vol. 3, p. 337.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, p. 46.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 101.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 101.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 101.
45
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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Cuando el hombre afirma que Dios es un eterno misterio actúa como si
conociese el significado de la eternidad o estuviese dotado de un cualificado
conocimiento de Dios. Precisamente, “al atribuirle al ser último la condición
de eterno misterio, afirmamos sin lugar a dudas que lo conocemos. Así, el
ser último no es un Dios desconocido sino conocido”.60 Resulta paradójico
que en la afirmación de que algo es misterioso se aprecie un conocimiento de
aquello sobre lo cual no se ha podido indagar; la invitación implícita consiste
en reconocer el desconocimiento de Dios, sin aparentar con solemnidades o
discursos que nos es propio o dominado.
Saber que no se sabe y reconocer el misterio es facultad del que conoce en
el desconocimiento. En consonancia, “por sutiles y nobles que sean nuestros
conceptos, en cuanto se tornan descriptivos, es decir definidos, confirman a
Dios aprisionándolo en la trivialidad de nuestra mente”.61 Parte de la afirmación de Dios radica en la negación de nuestro dominio sobre Él, en el cálido
menguar de nuestra violencia simbólica sobre su pureza incognoscible.
Dios no es un objeto que se piensa, pero en la intuición posible de su presencia existe una leve comprensión del misterio de lo humano. Visto así,
“pensar en Dios no es encontrarlo como un objeto en nuestra mente, sino
encontrarnos a nosotros mismos en Él”.62 Ahora bien, si no hay forma de
ver a Dios, también podría cuestionarse la elección de llamarlo “Él” en vez
de “Eso”, puesto que incluso la contemplación de su paternidad podría ser
consecuencia de un deseo de filiación personal más que de un nexo de correspondencia vinculatoria. Heschel reconoce que “Dios es […] totalmente
invisible. Todo pensamiento acerca de él es tan inadecuado, que Él es casi impensable”.63 Visto así, cada vez que uno piensa que su pensamiento de Dios
es adecuado, se denota que existe equivocación. Si uno puede dudar de sus
propias ideas de Dios, ¿por qué tendríamos que aceptar el carácter irrefutable
de las aportaciones del Antiguo Testamento, escrito por personas dispares
entre sí y de las que no conocemos más que su mensaje?
Es laudable el reconocimiento de que “todo intento de formular una teoría,
de fijar un dogma, de definir el itinerario de Dios en la historia, es una farsa,
llena de presunción”.64 Si nos centramos en tan claro postulado, ¿cómo reconocer la elección divina hacia el hombre? En los mismos términos con los que
Heschel aborda de manera radical, con un criterio de todo o nada, la Biblia y
las premisas sobre Dios, cabría especular que sus ideas son la puerta a la con-
60
61
62
63
64
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 223.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 241.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 127.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, p. 349.
Heschel, A., Los profetas, vol. 2, p. 38.
46
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
ciencia de lo absoluto o son una completa farsa: lo suyo es una profecía de los
tiempos contemporáneos o la reiteración de una añeja ficción milenaria.
No estamos obligados a creer en función de un mandato o de una tradición, sino que “lo que nos obliga a creer, es el choque con lo increíble”.65 Visto así, Dios mismo es increíble, no hay modo de aceptar las premisas que de
Él se formulan si se acepta que cualquier conclusión se encuentra cimentada
en los parámetros humanos. Sin embargo, la imprecisión de las formulaciones conlleva el vislumbre de lo no dicho, de lo oculto, de lo que permanece en
la oscuridad. Ahí, en la conciencia de lo inefable, se produce el encuentro con
lo imperceptible, el roce de una brisa que no sopla y una voz que se silencia
al ser oída, la mirada sin pupilas y el choque con el contorno de lo incorporal.
De tal manera, la tarea es “percibir o descubrir que somos conocidos […] descubriéndonos como los objetos de Su pensamiento”.66 El Cosmos se conoce a
sí mismo a partir de la experiencia humana o la experiencia humana se reduce
a incorporar en sí la magnitud del Cosmos.
La apuesta consiste en saberse visto y asombrarse hasta el punto de orientarse a una búsqueda sin fin, puesto que no se puede encontrar lo que ya se
posee. El anhelo de Dios, el deseo de lo absoluto o la aspiración de lo transpersonal sólo es posible a partir de la noción de su posibilidad. Citando a Ovidio,
Heschel afirma que “no existe deseo de lo desconocido”,67 sino la añoranza
de lo conocido. La suposición de que amamos a un Dios que no conocemos
realmente es imposible. Lo que hacemos es condicionar su imagen y depositarla en alguna tergiversación de lo que entendemos por absoluto, perfecto o
magnífico. Por ello, en la negación de lo sabido sobre Dios se abre la opción
de penetrar a la intuición de lo inefable, al menos sabiendo que lo sabido no
es un saber, sino la evidencia de un palpitante anhelo distorsionador. “La curiosidad es el estado de una mente en busca de conocimiento, en tanto que
el asombro último es el estado de conocimiento en busca de una mente, es el
pensamiento de Dios en busca de un alma”;68 con estas palabras se admite
que la presencia de Dios habita en el vacío, justo el que genera el asombro ante
el misterio de lo inefable. El paso al encuentro con Dios es analógico a la disolución de las certezas sobre Él. En el punto de la incertidumbre plena, cuando
esta es acogida como evidencia de comprensión, el asombro se mantiene y la
falsa erudición disminuye al punto de engrandecerse por completo.
65
66
67
68
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 73.
Heschel, A., Los profetas, vol. 3, p. 335.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 182.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 73.
47
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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Es por esto que “toda comprensión de Dios es un acto de ser comprendido por Dios, toda visión de Dios es una visión divina del hombre”.69 En ese
entendido, la comprensión de Dios hacia el hombre ha sucedido de antemano, lo que falta es la comprensión de Su comprensión hacia nosotros, no la
posesión de nuestra comprensión hacia Él. De tal modo, Dios no puede ser
conocido mediante la visión humana; el conocimiento que de Él se tenga es
Su conocimiento trasladado a la noción humana. El regreso a la conciencia,
tras semejante encuentro con la pureza del vacío, sólo nos garantiza el residuo del asombro. Es por esto que cabe transmutar incluso la idea que se
tenga sobre la oración. El rabino concluye: “No estoy dispuesto a aceptar el
antiguo concepto de la oración como un diálogo. ¿Quiénes somos nosotros
para iniciar un diálogo con Dios?”.70 No hablamos con Dios, mucho menos
pedimos que nos favorezca en nuestra vida, todo ello son figuraciones que,
si bien producen bienestar psicológico, no están cimentadas en un auténtico
hecho demostrable. Lo posible no es el diálogo, sino la integración de la visión humana en la divina, mediante la conciencia de ser comprendidos por
Él, incluso en el silencio, sin plegarias o fórmulas preestablecidas, a menos
que sean utilizadas para conducir hacia tal fin.
En la idea de Heschel, “para poder orar es necesario alterar el curso de
conocimiento, pasar por momentos de retiro, entrar dentro de otro curso
de pensamiento, mirar en una dirección distinta”.71 De tal modo, la reiteración de la costumbre no apunta a la consolidación de un descubrimiento, pues
la fórmula misma es lo que cubre el misterio. Si bien Heschel admite que el
teotropismo (el volverse del hombre hacia Dios) “es una estructura de experiencia que puede lograrse mediante la ejecución de actos rituales, oración,
meditación”,72 no equivale a observar en cada uno de éstos la manifestación
divina en nuestras vidas, ni puede asegurarse que constituyen la unión con
Dios o la garantizan. Por el contrario, la disposición no tendría que ajustarse a
momentos específicos elegidos según nuestra conveniencia o disposición; debemos estar preparados para recibir la iluminación en todo momento porque
cada instante constituye una apertura. Por ende, “buscar a Dios está al alcance
del hombre; encontrar a Dios, no lo está. […] La gran intuición iluminadora
no nos es dada a menos que estemos preparados para recibirla. Dios concluye,
mas nosotros comenzamos”.73 Con todo esto se muestra la noción hescheliana
de un vínculo en el que no existe consolidación sin la elección del hombre.
69
70
71
72
73
Heschel, A., Los profetas, vol. 3, p. 336.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, p. 46.
Heschel, A., Los profetas, vol. 3, p. 251.
Heschel, A., Los profetas, vol. 3, p. 251.
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 188.
48
El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
No son momentos lo que nos llevan a la cúspide de lo más íntimo, sino que
“al morar en el umbral de lo sagrado, experimentamos de manera inconsciente
el influjo de su poder”.74 Con todo esto, “Heschel nos ha mostrado que el pathos
divino y el ser humano son dos lados de una relación. Hablar de uno u otro de
manera aislada es un sinsentido teológico”.75 De tal modo, la aproximación a
Dios no debe ser tal, porque la idea misma de aproximarse supone una lejanía
más constante que la cercanía e incluso refiere una distancia.
Si se trata menos de una aproximación y más de la conciencia de una permanente sintonía, entonces “es absurdo suponer que el hombre se halla ante
Dios durante el transcurso de una experiencia o meditación, o durante la realización de un ritual. La relación del hombre con Dios no es un episodio. Lo
que ocurre entre Dios y el hombre dura la vida entera”.76 Sin importar que el
hombre lo note, su existencia está presidida por una esfera de mayor orden
que su propia entidad. Visto así, “toda existencia es coexistencia con Dios”.77
Todo esto se mantiene a contrapelo de la posibilidad de errar, pues es reiterada la condición de incertidumbre; no hay forma de garantizar que la noción
sea vuelta teoría para los demás ni de mostrar certidumbre sin ser pretencioso. Lo que se cree no se sostiene por una explicación subjetiva, porque “no
es como un yo que nos aproximamos a Dios, sino mediante la comprensión
de que hay un solo Yo”.78 Si no es el yo el que se aproxima, entonces no hay
aproximación tal, sino conciencia de la Unidad, una en la que no hay necesidad de aproximarse, del mismo modo en que no tenemos que dirigirnos al
presente ni tratar de llegar hasta ahí porque siempre nos contiene.
Si acaso es verdad que “el ser humano está siempre visto en relación a
Dios”,79 tal como se manifiesta en lo propuesto por Heschel, no hay manera de
eludir la conexión. Es altamente probable que nuestras elaboraciones personales o comunitarias en torno a la relación que Dios tiene con nosotros estén dotadas de condicionamientos y distorsiones, pero lo que parece indudable para el
maestro judío es que “hay una interacción entre el hombre y Dios; desatenderla
es un acto de insolencia. El aislamiento es un cuento de hadas”.80
La dimensión de lo divino aparece llena de misterios, y al hombre le corresponde negar o aprobar. La elección humana importa para la respuesta a
Dios, pero no fundamenta su existencia. Si Dios no existe no hay necesidad
de su negación; por el contrario, si existe no hay forma de evitar su existencia
74
75
76
77
78
79
80
Heschel, A., Dios en busca del hombre, p. 439.
Chester, M., Divine pathos and human being, p. 336.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 238.
Heschel, A., El hombre no está solo, p. 242.
Heschel, A., Democracia y otros ensayos, p. 47.
Chester, M., Divine pathos and human being, p. 268.
Heschel, A., Los profetas, vol. 1, p. 55.
49
Metafísica y persona. Filosofía, conocimiento y vida
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mediante el uso lingüístico o nuestros argumentos. El valor de una creencia
debe ser juzgada en función de los actos que produce y no por la veracidad
de su contenido; además, no basta con la mera afirmación de Dios: es necesario el compromiso social que de ello se desprende.
Conclusiones
No hay modo de demostrar a Dios, pero tampoco hay forma de eludir
la encrucijada de su existencia y de su posible vinculación con la vida humana. A lo largo de la presencia del hombre en el mundo, muchas han sido
las nociones de Dios; no obstante, cabe considerar que la Deidad es más
de lo que se logre decir sobre Ella y que ninguna palabra la describe con
totalidad. Para Heschel, Dios es el sentido, es Uno y es la Fuente, lo cual no
evita que se encuentre más allá de la realidad. A pesar de su diferencia con
el hombre, se mantiene la consideración de que éste porta una imagen de
Él; así, Dios está en busca del hombre y está dispuesto a hablarle y salir a
su encuentro mediante las maravillas del mundo y a través de un mensaje
diferente que concuerda con cada tiempo e historia.
A pesar de las críticas que recibió, Heschel nunca dudó en señalar que Dios
está vivo y necesitado de amor, motivo por el cual se apasiona con el hombre,
quien además es pieza fundamental en el logro de los fines divinos. En retribución, Dios comparte sus pensamientos con quienes se disponen a su encuentro
y al compromiso. Los atributos que Heschel encuentra en Dios constituyen una
oportunidad de reflexión y, a la vez, invitan a la disposición vivencial.
La visión hescheliana de la divinidad no admite medianías: o es todo o
es nada. Cuando un hombre busca a Dios puede comenzar por observar las
expresiones de Dios en su creación, pero debe ser capaz de no eludirlo al suponer que la belleza natural es autónoma. La noción sobre la perfección o la
eternidad de Dios están sujetas a la diminuta percepción humana, lo cual vela
y dificulta el encuentro con lo inefable. Cuando se conoce a Dios se admite el
desconocimiento sobre Él, de modo que sólo resta el asombro. La oración,
por tanto, no debe convertirse en una especie de diálogo con Dios bajo la
pretensión de que somos capaces de escucharlo a través del propio filtro; por
el contrario: la recepción de la iluminación acontece cuando la vida entera
es una oración y ésta es entendida como plena disposición para la conexión
permanente entre el humano y Dios. En un plano así, tanto el teólogo como el
ateo se encuentran y unen en la dimensión transpersonal, dejando de importar el aleteo de nuestra insignificante pretensión controladora o la punzante
fantasía de conceptualizar lo inefable.
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El Dios de Heschel. Aproximaciones a lo absoluto
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