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Robert Ingersoll sobre los dioses

Robert G. Ingersoll Sobre los Dioses Traducción por Sergio R. Docal) Fuente: El cristianismo al descubierto. http://www.geocities.com/pejlj/inger_sagrada_biblia.htm?200913 Fuente: El cristianismo al Descubierto. http://www.geocities.com/pejlj/ingersoll.htm Maquetación actual: Omegalfa. Octubre 2009 Reseña del autor: El Coronel Robert Green Ingersoll (1833 1899), fue un veterano de la Guerra Civil Estadounidense, líder político de EE.UU. y orador durante la edad de oro del librepensamiento, recordado por su gran cultura y su defensa del agnosticismo. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 2 Robert G. Ingersoll Sobre los Dioses  Toda nación ha creado su dios, y ese dios siempre se ha parecido a sus creadores. Ha odiado y ha amado todo lo que ellos han odiado y amado, e invariablemente se le ha visto a favor de los ocupantes del poder. Todo dios ha sido intensamente patriótico, ha detestado a todas las naciones excepto la propia. Todos estos dioses han exigido alabanza, adulación y adoración. Muchos de ellos disfrutaban de los sacrificios, y consideraban el olor de la sangre inocente un divino perfume. Todos estos dioses han insistido en tener un vasto número de sacerdotes, y los sacerdotes siempre han insistido en ser mantenidos por el pueblo; y el principal negocio de tales sacerdotes ha sido hacer alardes de su dios, e insistir en que Él podría vencer fácilmente a todos los demás dioses juntos. Estos dioses han sido fabricados en modelos innumerables y de acuerdo con los patrones más grotescos imaginables. Algunos tienen mil brazos, otros cien cabezas, algunos están adornados con collares de serpientes vivas, algunos van armados de garrotes, algunos de espada y escudo, algunos con broqueles, y algunos tienen alas como un querubín; unos son invisibles, otros  "Sobre los Dioses" es la traducción del primero de cinco igualmente interesantes y educativos ensayos del Coronel Robert G. Ingersoll reunidos y publicados en forma de libro con el título "On the Gods and Other Essays" ("Sobre los Dioses y Otros Ensayos") por la editorial Prometheus Books, de 700 East Amherst Street, Buffalo, New York 14215. El lector hispano que conozca la lengua inglesa y desee leer también el original de este ensayo, o los otros sublimes capítulos del libro, debe dirigirse a Prometheus Books, a la dirección indicada, para adquirir un ejemplar. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 3 se muestran totalmente, y algunos solamente muestran la espalda; algunos eran celosos, otros tontos, uno se convertían en hombres, otros en cisnes, otros en toros, otros en palomas, y algunos en Espíritus Santos y hacían el amor a las bellas hijas de los humanos. Algunos eran casados, todos debían de haberlo sido y otros eran considerados solteros empedernidos por toda la eternidad. Algunos tuvieron hijos, y los hijos se tornaban dioses y eran adorados como sus padres lo habían sido. La mayoría de estos dioses eran vengativos, salvajes, libidinosos e ignorantes. Como generalmente dependían de sus sacerdotes para informarse, su ignorancia difícilmente puede excitar nuestro asombro. Estos dioses ni siquiera sabían la forma de los mundos que habían creado, pues los suponían perfectamente planos. Algunos pensaron que el día podía prolongarse deteniendo el sol, que soplando cuernos se podían derribar las murallas de una ciudad, y todos sabían tan poco de la verdadera naturaleza de la gente que habían creado, que ordenaban a esa gente a amarlos. Algunos eran tan ignorantes como para suponer que un hombre podía creer lo que quisiera, o lo que le ordenaran, y que guiarse por la observación, la razón y la experiencia era un pecado de los más viles y condenables. Ninguno de estos dioses pudo hacer un relato real de la creación de esta pequeña tierra. Todos eran lastimosamente deficientes en geología y astronomía. Por lo general, eran de los más miserables legisladores, y como ejecutivos, muy inferiores al promedio de los presidentes estadounidenses. Estas deidades han exigido la más abyecta y degradante obediencia. A fin de complacerlas, el hombre ha llegado a tener que bajar la cerviz hasta el mismo suelo. Desde luego, esos dioses siempre han mostrado predilección por las gentes que ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 4 los han creado, y han manifestado esa predilección ayudando a esos pueblos a robar y destruir otros, y a violar a las esposas e hijas de sus víctimas. Nada satisface tanto a estos dioses como la matanza de incrédulos. Nada los encoleriza tanto, hasta hoy mismo, como que alguien niegue su existencia. Pocas naciones han sido tan pobres como para tener un solo dios. Los dioses eran fáciles de hacer, y la materia prima cuesta tan poco, que generalmente el mercado de dioses estaba bastante abarrotado, y el cielo repleto de estos fantasmas. Estos dioses no solamente se ocupaban de los cielos, sino que se esperaba que interviniesen en los asuntos de los humanos. Regían sobre todo y a todos. Estaban a cargo de todos los departamentos. Todo se suponía bajo su inmediato control. Nada era demasiado pequeño, nada demasiado grande; la caída de un gorrión y los movimientos de los planetas eran regulados igualmente por estas industriosas y observadoras deidades. Frecuentemente descendían de sus tronos estelares para impartir instrucciones a las personas en la tierra. Se cuenta de uno que bajó entre truenos y relámpagos para decir al pueblo que no debía cocinar un cabrito en la leche de la madre. Algunos dejaban sus luminosos aposentos para venir a decir a las mujeres si debían tener, o no tener, hijos, para informar a un sacerdote cómo cortar y llevar el delantal, y para dar direcciones acerca de la forma apropiada de limpiar los intestinos de un ave. Cuando la gente descuidaba de adorar a uno de tales dioses, o dejaba de alimentar y vestir a sus sacerdotes (que venía a ser lo mismo), generalmente los visitaba con pestilencia y hambre. Algunas veces permitía que otra nación los arrastrara a la esclavitud, a la venta de sus esposas e hijos, pero generalmente su sed de venganza asesinando a todo primogénito. Los sacerdotes ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 5 cumplían con su deber a plenitud, no solamente anunciado esas calamidades, sino probando, cuando sucedían, que habían sucedido porque la gente no les daba lo suficiente. Estos dioses diferían como difieren las naciones; las más grandes y poderosas tenían los dioses más poderosos, mientras que las más débiles se veían obligadas a contentarse con las sobras celestiales. Cada uno de estos dioses prometía felicidad aquí y en el más allá a todos sus siervos, y amenazaba con castigar por toda la eternidad a todo el que no creyera en su existencia o sospechara que algún otro dios podría ser superior a él; pero negar la existencia de todos los dioses era, y sigue siendo, el crimen de los crímenes. Enrojezca las manos con sangre humana; difame al inocente; estrangule al niño que sonríe en el regazo materno; engañe, viole y abandone a la bella joven que lo amó y confió en usted, y su caso no es un caso perdido. Por todo eso puede que sea perdonado. Por todo eso, la corte en bancarrota establecida por el evangelio dejará a usted en libertad; pero niegue la existencia de esos espíritus divinos, de esos dioses, y la cara dulce y llorosa de la Misericordia se torna lívida de odio eterno. Las puertas de oro celestiales se cierran, y usted, con una maldición infinita retumbando en sus oídos, con el sello de la infamia sobre la frente, comienza su interminable recorrido por los lóbregos confines del infierno, errante inmortal, proscrito eterno, convicto sin muerte. Uno de esos dioses, y uno que exige nuestro amor, nuestra admiración y nuestra adoración, y que es adorado, si la mera ceremonia de labios afuera es adoración, dio por guía a su pueblo escogido las siguientes reglas de guerra: "Cuando llegues a una ciudad a pelear contra ella, proclama paz para ella. Y será que si la respuesta que te den es respuesta de paz, y te abren sus puertas, entonces todos los habitantes que encuentres en ella te ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 6 pagarán tributo y te servirán. Pero si no acepta tu paz, sino que decide pelear contra ti, entonces deberás sitiarla. Y cuando el Señor tu dios la haya entregado en tus manos, matarás a todo varón de ella con el filo de la espada. Pero las mujeres y los pequeñuelos, y el ganado, y todo lo que esté en la ciudad, todo el botín, tomarás para ti, y comerás el botín de tus enemigos que el Señor tu dios te ha entregado. Así harás con todas las ciudades que están alejadas de ti, que no son las ciudades de estas naciones. Pero de las ciudades de este pueblo que el Señor tu dios te da por heredad, no dejarás con vida nada que respire". ¿Es posible concebir algo más perfectamente infame? ¿Puede usted creer que tales direcciones fueron dadas por un ser que no sea infinitamente perverso? Recuérdese que el ejército que recibió tales órdenes era un ejército invasor. La paz se ofreció a condición de que el pueblo sojuzgado se hiciese esclavo del invasor; pero si alguno tuviese el valor de defender su hogar, de pelear por el amor de su mujer y su hijo, la espada no perdonaría a nadie, ni siquiera al balbuciente bebé de hoyuelos. Y nos llaman a adorar a tal dios, a caer de rodillas y decirle que es bueno, que es misericordioso, que es justo, que es amor. Se nos pide que sofoquemos todo noble sentimiento del alma, que pisoteemos todos los dulces impulsos caritativos del corazón. Porque rehusamos estupidizarnos, porque rehusamos volvernos mentirosos, nos denuncian, nos odian, nos calumnian, nos aíslan aquí, y ese mismo dios amenaza con atormentarnos en eterno fuego tan pronto la muerte le permita clavar sus garras en nuestras almas desnudas e indefensas. Que odie la gente, que el dios amenace; nosotros lo despreciaremos y desafiaremos, y educaremos a esa gente. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 7 El libro llamado Biblia está lleno de pasajes igualmente horribles, injustos y atroces. ¡Éste es el libro que se da a leer en las escuelas a nuestros hijos para hacerlos cariñosos, buenos, gentiles! ¡Éste es el libro que nuestra Constitución reconoce como la fuente de toda autoridad y justicia! ¡Extraño, pero nadie ha sido perseguido por la Iglesia por creer que Dios es malo, mientras que cientos de millones han sido despedazados por creerlo bueno! La Iglesia ortodoxa (o sea, la Iglesia predominante aquí) nunca perdonará al Universalista por decir "Dios es amor". Siempre se ha considerado como una de las más elevadas pruebas de verdadera y pura religiosidad insistir en que todos, hombres, mujeres y niños, merecen maldición eterna. Siempre ha sido una herejía decir "Dios finalmente nos salvará a todos". Nos dicen que estos aterradores párrafos, estas infames leyes bélicas, se justifican porque la Biblia es la palabra de Dios. La verdad es que nunca ha habido ni podrá haber argumentos que tiendan a demostrar la inspiración de ningún libro. A falta de evidencia positiva, de analogía, de experiencia, discutir es simplemente imposible, resultando, cuando más, en una inútil agitación del aire. En el instante en que admitimos que un libro es demasiado sagrado para ponerlo en duda, o para razonar sobre él, nos hacemos siervos mentales. Es infinitamente absurdo que un dios dirija un mensaje a seres inteligentes y, no obstante, haga un crimen castigable con las llamas eternas que esa gente use la inteligencia con el fin de comprender su mensaje. Si tenemos derecho a usar la razón, naturalmente que tenemos el derecho de actuar de acuerdo con ella, y ningún dios tiene derecho a castigarnos por tal acción. La doctrina de que la felicidad futura depende de nuestra creencia es monstruosa. Es la infamia de las infamias. La noción ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 8 de que la fe en Cristo será recompensada con una eternidad de bienaventuranza, al mismo tiempo que la confianza en la razón, la observación y la experiencia merece sufrimiento eterno es demasiado absurda para tener que refutarla, y solamente puede mitigarse con esa ridícula mezcla de locura y de ignorancia llamada "fe". ¿Qué hombre pensante puede jamás creer que la sangre puede aplacar a Dios? Y, no obstante, nuestra religión entera está basada en esa creencia. Los judíos aplacaban a Jehová con sangre de animales, y de acuerdo con el plan cristiano, la sangre de Jesús ablandó un poco el corazón de Dios e hizo posible la salvación de unos pocos afortunados. Es difícil concebir que la mente humana pueda dar su asentimiento a tan terribles ideas, o que cualquier hombre lúcido pueda leer la Biblia y todavía creer en la doctrina de la inspiración. Si la Biblia es falsa o verdadera es cosa insignificante en comparación con la libertad mental de la especia humana. La salvación por la esclavitud carece de todo valor. Salvar de la esclavitud es de un valor inestimable. Mientras un hombre crea que la Biblia es infalible, ese libro será su amo y señor. La civilización de este siglo no es hija de la fe, sino de la incredulidad: el resultado de la libertad de pensamiento. Todo lo que se necesita a mi entender para convencer a cualquiera de que la Biblia es simple y puramente invención humana una bárbara invención es leerla. Léala como usted leería cualquier otro libro; piense de ella lo que pensaría de cualquier otro; sáquese de los ojos la venda de la reverencia; expulse de su corazón el fantasma del temor; despida del trono de su cerebro la silueta encapuchada de la superstición, y lea entonces la Sagrada Biblia, y se sorprenderá de que haya pensado jamás, ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 9 por un momento, que un ser de infinita sabiduría, bondad y pureza, pudo ser el autor de tanta ignorancia y tanta atrocidad. Nuestros antepasados no solamente tenían sus fábricas de dioses, sino también de demonios. Estos demonios generalmente eran dioses desacreditados y caídos en desgracia. Algunos habían capitaneado rebeliones fracasadas; otros habían sido sorprendidos reclinados en los pliegues sombríos de alguna nube besando a la esposa del dios de los dioses. Estos demonios generalmente congeniaban con el hombre. Hay un hecho maravilloso con relación a ellos: en casi todas las teologías, mitologías y religiones, los demonios han sido mucho más humanos y misericordiosos que los dioses. Ningún diablo dio jamás órdenes a sus generales de matar niños y de desgarrar el vientre de las mujeres en estado. Estas barbaridades fueron siempre ordenadas por los buenos dioses. Las pestes fueron siempre enviadas por los dioses más misericordiosos. La terrible hambre en que el niño moribundo chupó con pálidos labios el pecho marchito de la madre muerta fue enviada por amantes dioses. Ningún demonio ha sido acusado jamás de tan perversa brutalidad. Uno de esos dioses, según el relato, ahogó un mundo entero, con excepción de ocho personas. El anciano, el joven, la hermosa, el desvalido, todos fueron devorados sin piedad por el mar sin costas. Eso, la tragedia más terrible que la imaginación de ignorantes sacerdotes pudo jamás concebir, fue acto, no de un demonio, sino de un dios, así llamado, que los humanos adoran en su ignorancia hasta el día de hoy. ¡Qué mancha dejaría un acto así sobre el carácter de un demonio! Uno de los profetas de uno de esos dioses, teniendo en su poder a un rey capturado, lo deshizo en pedazos a la vista de todo el pueblo. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 10 ¿Ha habido un tunante de diablo jamás capaz de semejante salvajada? Se dice que uno de estos dioses dio las siguientes instrucciones sobre la esclavitud humana: "Si compras un siervo hebreo, seis años te servirá, y el séptimo saldrá libre gratis. Si vino solo, se irá solo; si casado, su esposa irá con él. Si su amo le dio esposa, y ella le dio hijos e hijas, la esposa y los hijos e hijas serán del amo, y él se irá solo. Y si el siervo se lamentase diciendo, 'quiero a mi amo, a mi esposa y a mis hijos; no quiero irme libre", entonces el amo lo llevará ante los jueces, a la puerta, o al marco de la puerta, y el amo le abrirá un hoyo en la oreja con un punzón; y será su esclavo para siempre". De acuerdo con eso, se da libertad a un hombre a condición de que abandone para siempre a su esposa e hijos. ¿Ha habido jamás un demonio que haya ofrecido a un esposo, a un padre, tan cruel y despiadada alternativa? ¿Quién puede adorar a semejante dios? ¿Quién puede doblar la rodilla ante semejante monstruo? ¿Quién puede rezar a semejante arpía? Todos estos dioses amenazaron con torturar eternamente el alma de sus enemigos. ¿Ha proferido semejante amenaza diablo alguno? La acción más baja de que se tiene noticias del diablo es lo que hizo con Job y su familia, y eso fue hecho con permiso expreso de uno de esos dioses, y para decidir una pequeña diferencia de opinión entre sus serenas majestades sobre el carácter de "mi siervo Job". El primer relato que tenemos del diablo se encuentra en ese libro puramente científico llamado Génesis, y es como sigue: "Bueno, la serpiente era más sutil que todo otro animal del campo que el Señor Dios había hecho, y dijo a la mujer, «¿No dijo Dios 'no comerás frutas de los árboles del jardín?'». Y la ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 11 mujer dijo a la serpiente, «Podemos comer frutas de los árboles del jardín, pero de la fruta del árbol que está en el centro del jardín Dios ha dicho, 'no comerás de él, ni lo tocarás, o morirás'». Y la serpiente dijo a la mujer, «De seguridad no morirás; porque Dios sabe que el día que comas de él, tus ojos serán abiertos, y serás como los dioses, sabiendo el bien y el mal». Y cuando la mujer vio que el árbol daba buen alimento, que era agradable a la vista, y deseable para hacer a uno sabio, tomó fruta de él y comió, y también la dio a su marido, que estaba con ella, y él la comió. Y Dios, el Señor, dijo «Véase, el hombre se ha vuelto como uno de nosotros, conocedor del bien y el mal. Y ahora, que no extienda la mano y tome también del árbol de la vida y coma y viva para siempre». Por lo tanto, el Señor Dios lo echó del Jardín del Edén a labrar la tierra de que salió. Así echó al hombre, y colocó al este del jardín del Edén un querubín y una espada flameante, que giraba en todas direcciones para guardar el árbol de la vida". De acuerdo con este relato, la promesa del diablo se cumplió al pie de la letra. Adán y Eva no murieron, y sí se volvieron como dioses, sabiendo el bien y el mal. El relato, no obstante, muestra que los dioses aborrecían la educación y el conocimiento entonces como ahora. La Iglesia todavía guarda fielmente el peligroso árbol de la sabiduría, y ha ejercido en todas las edades su mayor poder para evitar que el ser humano coma de su fruto. Los sacerdotes nunca han cesado de repetir la vieja falsedad y la vieja amenaza: "No comerás de él, ni lo tocarás, o morirás". Desde todos los púlpitos viene el mismo grito, nacido del mismo temor: "No vayan a comer y ser como dioses, conocedores del bien y el mal". Por esa razón la religión odia la ciencia, la fe detesta la razón, la teología es la enemiga declarada de la filosofía, y la Iglesia, con su espada ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 12 flamígera, todavía guarda el odiado árbol, y, como su supuesto fundador, maldice hasta las más abyectas profundidades a los bravos pensadores que comieron y se tornaron como dioses. Si el relato dado en el Génesis es verídico, ¿no deberíamos, después de todo, dar las gracias a esta serpiente? Fue nuestra primera maestra, la primera defensora del estudio, la primera enemiga de la ignorancia, la primera en susurrar en oídos humanos la sagrada palabra "libertad", creadora de ambición, autora de la modestia, la indagación, la duda, la investigación, el progreso, y la civilización. ¡Dadme la tormenta y la tempestad del pensamiento y la acción, más bien que la calma inerte de la ignorancia y la fe! ¡Desterradme del Edén si queréis; pero primero dejadme probar el fruto del árbol de los conocimientos! Algunas naciones han tomado prestados sus dioses; entre ellas, me veo obligado a decirlo, la nuestra. Al dejar de existir los judíos como nación, y no tener ninguna necesidad más de fe un dios, nuestros antepasados se apropiaron de él, y adoptaron a su diablo al mismo tiempo. Este dios a préstamo es todavía objeto de alguna adoración, y este diablo adoptado todavía excita la aprehensión de nuestras gentes. Todavía se le supone dedicado a armar trampas y tender lazos con el fin de capturar nuestras almas en un descuido, y todavía se encuentra librando guerra, con algún éxito, contra nuestro dios. A mi entender, parece cosa fácil explicar estas ideas relativas a dioses y diablos. Son productos perfectamente normales. El hombre los ha creado a todos, y en igualdad de circunstancias los volvería a crear otra vez. El hombre no solamente ha creado todos esos dioses, sino que los ha creado de los materiales de que se encontraba rodeado. Generalmente los ha modelado a su ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 13 imagen, dándoles manos, cabezas, pies, ojos, oídos y órganos de la palabra. Cada nación no solamente ha hecho a sus dioses y diablos hablando su propia lengua, sino que ha puesto en sus bocas los mismos errores de historia, geografía y astronomía, y todos los otros generalmente cometidos por la gente. Ningún dios ha sido más adelantado que la nación que los creó. Los negros representaban sus deidades con piel negra y cabello rizado. Los mongoles dieron al suyo un matiz amarillo y ojos negros almendrados. A los judíos no se les permitía dibujar el de ellos, o estaríamos viendo a Jehová con una barba completa, cara ovalada y nariz aguileña. Zeus era un griego perfecto, y Júpiter parecía un miembro del senado romano. Los dioses de Egipto tenían el rostro paciente y la plácida mirada de los amantes pueblos que los hicieron. Los dioses de países nórdicos se representaban bien abrigados en ropaje de pieles; y los de los trópicos iban desnudos. Los dioses de la India a menudo cabalgaban elefantes; los de algunas islas eran grandes nadadores, y las deidades de la zona ártica disfrutaban con deleite de la grasa de ballena. Casi todos los pueblos han esculpido o pintado imágenes representativas de sus dioses, y estas representaciones eran tratadas generalmente por las clases bajas como mismísimos dioses, y a esas imágenes e ídolos dirigían sus plegarias y ofrecían sacrificios. En algunos países, hasta hoy mismo, si la gente después de largas plegarias no obtenía lo que pedía, desechaba sus imágenes por impotentes, o las vituperaba de la forma más acre con golpes y maldiciones. "¿Cómo, espíritu perro", dicen, "te damos casa en un templo magnífico, te bañamos en oro, te brindamos la comida más selecta, te ofrecemos incienso, y después de todo eso, eres tan ingrato que nos niegas lo que te pedimos?" Y entonces bajan al dios y lo arrastran por el polvo de las ca___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 14 lles. Si entretanto sucede que se da lo que habían pedido, con mucha ceremonia lo lavan bien, lo vuelven a llevar otra vez a su templo, donde se hincan de rodillas a dar excusas por lo que hicieron. "La verdad es", dicen, "que fuimos un poco impacientes, pero tú demoraste un poco más de la cuenta en conceder lo pedido. ¿Por qué diste lugar a esta paliza que te propinamos? Pero lo hecho, hecho está. No pensemos más en ello. Si estás dispuesto a olvidar lo pasado, te iluminaremos para que brilles más que antes" El ser humano nunca ha estado falto de dioses. Ha adorado a casi todo lo imaginable, incluyendo los animales más detestables y repugnantes. Ha adorado el fuego, la tierra, el aire, el agua, la luz, las estrellas, y por cientos de siglos se ha postrado ante enormes serpientes. Las tribus salvajes a menudo hacen dioses de artículos que obtienen de la gente civilizada. Un pueblo llamado "todas", de la India, adora un cencerro. Otro, nombrado "los kotas", adoran dos fuentes de plata, que consideran marido y mujer, y otra tribu se hizo un dios del rey de copas de la baraja. Habiendo sido siempre el hombre superior a la mujer en cuanto a fuerza física, la mayoría de los grandes dioses han sido masculinos. Si las mujeres fuesen superiores físicamente, los entes que se suponen regidores de la naturaleza hubiesen sido mujeres, y en vez de ser representados en ropas de hombre, lo hubiesen sido en vistosas colas, vestidos de bajo escote y lazos. Nada más evidente que el hecho de que cada nación da a su dios las características propias, y que cada individuo da a su dios sus peculiaridades personales. El hombre no tiene ideas, no puede tenerlas, excepto las que le insinúa su ambiente. No puede concebir nada completamente distinto de lo que ha estado viendo y sintiendo. Puede exagerar, ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 15 rebajar, combinar, separar, deformar, embellecer, mejorar, multiplicar, comparar lo que ve, lo que siente, lo que oye, y todo lo que pueda percibir por medio de los sentidos, pero no puede crear. Habiendo visto exhibiciones de fuerza, puede decir "omnipotente". Habiendo vivido, puede decir "inmortalidad". Sabiendo algo del transcurso de tiempo, puede decir "eternidad". Concibiendo algo de sabiduría, puede decir "Dios". Habiendo visto exhibiciones de maldad, puede decir "diablo". Habiendo visto unos pocos destellos de felicidad a través de las tinieblas de su vida, puede decir "cielo". Habiendo experimentado dolor en sus innumerables formas, puede decir "infierno". Todas estas ideas surgen de algún hecho, pero sólo la base. La superestructura ha sido creada por exageración, disminución, combinación, separación, deformación, embellecimiento, mejoramiento o multiplicación de realidades, de modo que el edificio no es más que una agrupación incongruente de lo que el hombre ha percibido por medio de los sentidos. Es como si hubiese dado a un león las alas de un águila, los cascos de un bisonte, la cola de un caballo, la bolsa de un canguro, y la trompa de un elefante. Con la imaginación hemos creado un monstruo imposible. No obstante, las diversas partes de ese monstruo realmente existen. Y así ocurre con todos los dioses que la humanidad ha hecho. El hombre no puede salirse de la naturaleza ni siquiera con el pensamiento más arriba que la naturaleza no puede elevarse, más abajo no puede caer. El hombre, en su ignorancia, supuso que todos los fenómenos eran producidos por ciertos poderes inteligentes, y con relación directa a él. Mantener relaciones amistosas con esos poderes fue y sigue siendo el objeto de todas las religiones. Se arrodilló por temor y para pedir auxilio, o por gratitud por algún favor ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 16 que suponía se le había hecho. Con sus súplicas trató de calmar al ser que, según creía, se había enfurecido por alguna razón. El rayo y el trueno lo aterrorizaban. En presencia del volcán, se hincaba de rodillas. La gran selva poblada de bestias salvajes y feroces, las monstruosas serpientes que se arrastraban por las profundidades misteriosas, la inmensidad del mar, los cometas llameantes, los siniestros eclipses, la calma sobrecogedora de las estrellas, y, sobre todo, la perpetua presencia de la muerte, lo convencieron de que era una presa a merced de invisibles fuerzas malignas. Las enfermedades extrañas y terribles a que estaba sujeto, los escalofríos y calenturas de la fiebre, las contorsiones de la epilepsia, las parálisis súbitas, la obscuridad de la noche, y los sueños alocados, terribles y fantásticos que llenaban su cerebro, no le dejaban dudas de que estaba acosado y perseguido por incontables espíritus del mal. Por algún motivo suponía que estos espíritus diferían en sus grados de poder que no todos eran igualmente malévolos que el más alto gobernaba al bajo, y que la existencia misma dependía de lograr la ayuda de los más poderosos. Para tal propósito recurría a la plegaria, la adulación, la adoración y los sacrificios. Tales ideas al parecer eran universales entre los salvajes. Durante siglos incontables todas las naciones suponían que los enfermos y los locos estaban poseídos de malos espíritus. Durante miles de años la práctica de la medicina consistió en aterrorizar a esos espíritus para ahuyentarlos. Generalmente, los sacerdotes hacían los ruidos más fuertes y disonantes posibles. Soplaban cuernos, golpeaban rudos tambores, chocaban platillos, mientras proferían los gritos más aterradores. Si la "ruidoterapia" fracasaba, imploraban a otro espíritu más poderoso. Aplacar a esos espíritus era considerado de infinita importancia. El infeliz bárbaro, sabiendo que los hombres podían ablan___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 17 darse por medio de regalos, daba a esos espíritus lo que a él le parecía del mayor valor. Con el corazón destrozado, ofrecía la sangre de su hijo predilecto. Le era imposible concebir un dios totalmente distinto a él, y suponía que esos poderes del aire de conmoverían un poco a la vista de un dolor tan grande y tan profundo. Sucedía con el bárbaro entonces lo que sucede con el civilizado ahora una clase vivía de la otra y trataba sus temores como mercancía. Ciertas personas se ofrecían para apaciguar a los dioses y para informar a la gente cuáles eran sus obligaciones hacia esas fuerzas invisibles. Eso fue el origen del sacerdocio. El sacerdote pretendía alzarse entre la ira de los dioses y la impotencia del humano. Era el abogado del hombre ante la corte celestial. Llevaba al mundo invisible un estandarte de tregua, una protesta, y un pedido. Regresaba con una orden, una autoridad, y un poder. El hombre caía de rodillas ante su propio servidor, y el sacerdote, aprovechándose del respeto que inspiraba su supuesta influencia ante los dioses, hacía de su prójimo un hipócrita rastrero y un esclavo. Hasta Cristo, el supuesto hijo de Dios, enseñó que había personas poseídas por malos espíritus, y frecuentemente, de acuerdo con el relato, dio pruebas de su divino origen ahuyentando demonios de sus infelices conciudadanos. Expulsar demonios fue su principal ocupación, y los demonios que extraía generalmente aprovechaban la ocasión para reconocerlo como el verdadero Mesías; lo cual además de ser un rasgo de bondad de ellos, era muy provechoso para él. El hecho de que Cristo podía resistir las tentaciones del diablo era considerado como evidencia concluyente de que estaba ayudado por algún dios, o por lo menos por algún ser superior al hombre. San Mateo relata un intento hecho por el diablo de tentar al supuesto hijo de Dios; y siempre ha excitado la admi___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 18 ración de los cristianos que la tentación haya sido resistida tan noble y heroicamente. El relato a que me refiero es así: "Entonces Jesús fue llevado por el espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. Y cuando el tentador vino a él, dijo: 'Si eres el hijo de Dios, ordena que estas piedras se vuelvan pan'. Y él contestó y dijo: 'Está escrito; no de pan solamente vivirá el hombre, sino de toda palabra que proceda de la boca de Dios'. entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa y lo colocó en un pináculo del templo y le dijo: 'Si eres el hijo de Dios, lánzate para allá abajo...' Jesús le dijo: 'Está también escrito, no tentarás al Señor tu Dios'. De nuevo, el diablo lo llevó a una elevadísima montaña, y le mostró todos los reinos de la tierra y su gloria, y le dijo: 'Todo esto te daré si caes y me adoras'". Los cristianos ahora aseguran que Jesús era Dios. Si era Dios, desde luego que el diablo lo sabía, y no obstante, según este relato, el diablo tomó a Dios omnipotente y lo colocó en el pináculo de un templo, y trató de convencerlo de que se lanzase a tierra. Al fracasar en esto, tomó al creador, al dueño, al gobernador del universo, lo llevó a una montaña elevadísima, y le ofreció este mundo este grano de arena si él, el Dios de todos los mundos, bajara la cerviz para adorarlo, un pobre diablo sin título de propiedad ni siquiera de un pie cuadrado de tierra. ¿Es posible que el diablo fuese tan idiota? ¿Hay que dar crédito a esta deidad por no haber sucumbido a esa burla? ¡Piénselo! ¡El diablo el príncipe de los fulleros, el rey de los pícaros, el maestro de la astucia, tratando de sobornar a Dios con un grano de arena que ya pertenecía a Dios! ¿Hay nada en toda la literatura religiosa del mundo más groseramente absurdo que esto? ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 19 Estos demonios, según la Biblia, eran de varias clases: unos podían hablar y oír, otros eran sordomudos. No todos podían expulsarse de la misma manera. Los espíritus sordomudos eran especialmente difíciles. San Marcos habla de un señor que trajo su hijo a Cristo. El muchacho, al parecer, estaba poseído de un espíritu sordomudo sobre el cual los discípulos no tenían dominio. "Jesús dijo al espíritu: «Tú, espíritu sordo y mudo, te ordeno que salgas de él y que no entres más en él»" Ante lo cual el espíritu sordo (habiendo oído lo que se le dijo), gritó (siendo mudo) e inmediatamente desocupó el recinto. La facilidad con que Cristo dominó este espíritu sordo y mudo causó la admiración de sus discípulos, quienes le preguntaron en privado por qué ellos no habían logrado expulsar el espíritu. A lo cual respondió: "Esa clase solamente se saca por medio de la oración y el ayuno". ¿Hay algún cristiano en el mundo entero que crea que semejante historia puede encontrarse en cualquier otro libro? El problema es que esta gente piadosa ha cerrado su razón y ha abierto su Biblia. En el tiempo antiguo la existencia de demonios era aceptada universalmente. Nadie tenía duda sobre eso, y de esa creencia era lógico que para que una persona pudiese derrotar a esos demonios, tenía que ser un dios, o estar ayudada por uno. Todos los fundadores de religiones han establecido sus ínfulas de origen divino dominando espíritus malignos y suspendiendo las leyes de la naturaleza. Sacar demonios era un certificado de divinidad. Un profeta que no pudiese hacer frente a los "poderes de las tinieblas" era mirado con desprecio. La expresión de los más elevados y nobles sentimientos, la más inmaculada y santa vida, infundían poco respeto a no ser que estuviesen acompañadas del poder de realizar milagros y dominar espíritus. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 20 Esta creencia en poderes buenos y malos tuvo su origen en el hecho de que el hombre estaba rodeado de lo que le gustaba llamar fenómenos benévolos y malévolos. Los fenómenos que causaban placer al hombre eran achacados a buenos espíritus, y los que eran desagradables, o dañinos, eran achacados a espíritus malos. Admitiendo, pues, que todo fenómeno era causado por espíritus, los espíritus fueron divididos de acuerdo con los fenómenos, los cuales eran buenos o malos según cómo afectasen al humano. Los buenos espíritus se suponían autores de los buenos fenómenos, y los malos espíritus, de los malos, de modo que la idea de un diablo es tan universal como la idea de un dios. Muchos escritores declaran que para que una idea sea universal, tiene que ser verdadera; que todas las ideas universales son innatas, y que las ideas innatas no pueden ser falsas. Si el hecho de que una idea ha sido universal prueba que es innata, y si el hecho de una idea sea innata prueba que es correcta, entonces los creyentes en ideas innatas tienen que admitir que la evidencia de un dios superior a la naturaleza, y la de un diablo superior a la naturaleza, son exactamente iguales, y que la existencia de semejante diablo debe ser tan evidente por sí misma como la existencia de tal dios. La verdad es que de los buenos fenómenos se infirió un dios, y de los malos un diablo. Y es tan natural y lógico suponer que un diablo pudiera causar felicidad como suponer que un dios podría producir miseria. Por consiguiente, si un ser supremo inteligente e infinito (todopoderoso) es el autor de todo fenómeno, es difícil determinar si tal inteligencia es amiga o enemiga del hombre. Si todos los fenómenos fuesen buenos, podríamos decir que fueron todos producidos por un ser perfectamente benévolo. Si todos fuesen malos, podríamos decir que fueron producidos por un poder perfecta___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 21 mente malévolo; pero como los fenómenos son, en lo que atañe al hombre, buenos lo mismo que malos, deben ser producidos por diferentes y antagónicos espíritus; por uno que a veces actúa por bondad y a veces por maldad; o todos puede que sean productos de la necesidad, sin relación alguna con sus consecuencias sobre el hombre. La idiótica doctrina de que todo fenómeno se debe a la intervención de buenos o de malos espíritus ha sido y sigue siendo universal. Que la mayoría todavía cree en algún espíritu que puede cambiar el orden natural de los sucesos está probado por el hecho de que casi todos recurren a la plegaria. En este mismo momento debe haber miles implorando a algún supuesto poder que interfiera a su favor. Algunos quieren recobrar la salud; otros piden que guarden y proteja al amado y al ausente; unos imploran riquezas, otros piden lluvia, algunos en vano piden comida, algunos piden resurrecciones, unos pocos piden más sabiduría, y de vez en cuando alguno le pide al Señor que haga lo que mejor le parezca. Miles piden que los protejan del diablo; algunos, como David, imploran venganza, y algunos imploran que los libren de tentaciones. Todas estas plegarias descansan en la idea (y por ella son producidas), de que hay un poder que no solamente puede alterar, sino que probablemente alterará, el orden del universo. Esta creencia ha imperado en la gran mayoría de las tribus y naciones. Todo libro sagrado está repleto de relatos de tales intervenciones, y nuestra propia Biblia no es la excepción de esta regla. Si creemos en un poder superior a la naturaleza, es perfectamente natural suponer que tal poder es capaz de intervenir, e intervendrá, en los asuntos de este mundo. ¿Si no hay intervención, de qué valor práctico puede ser ese poder? Las Escrituras nos cuentan los más sorprendentes relatos de divina inter___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 22 vención. Animales que hablan como hombres; manantiales que surgen de huesos calcinados; el sol y la luna se detienen en el cielo para que el General Josué tenga más tiempo para asesinar; la sombra de un reloj de sol retrocede diez grados para convencer al reyezuelo de un pueblo bárbaro de que no va a morir de un furúnculo; el fuego se niega a arder; el agua rehúsa buscar su nivel y se alza como una pared; granos de arena se tornan en piojos; para complacer a un caprichoso, bastones corrientes se vuelven serpientes y después se tragan unos a otros a modo de ejercicio; arroyos murmurantes, burlándose de la fuerza de gravedad, corren monte arriba durante años siguiendo a tribus errantes por el puro goce de jugar; la profecía se hace más fácil que la historia; los hijos de Dios se enamoran de las jóvenes del mundo; mujeres transformadas en sal a fin de conservar fresco un gran suceso en la mente humana; un excelente artículo de azufre es importado del cielo libre de gravamen aduanal; la ropa rehúsa gastarse por cuarenta años; pájaros que mantienen restaurantes y alimentan a los profetas errantes gratis; osos que despedazan a niños por que se burlaron de viejos sin peluca; el desarrollo muscular depende del largo del cabello; los muertos resucitan simplemente para hacer una broma a sus enemigos y herederos; brujos y magos conversan libremente con los espíritus de los fallecidos; y Dios mismo se torna tallador de piedra y grabador, después de haber sido sastre y costurero. El velo entre el cielo y la tierra siempre estaba rasgado o alzado. Las sombras de este mundo, el resplandor del cielo, y el brillo del infierno se mezclaban hasta que uno no estaba seguro de qué país realmente habitaba. El hombre vivía en un mundo irreal. Equivocaba sus ideas, sus sueños, con la realidad. Sus temores se volvían monstruos terribles y malignos. Vivía en medio de furias, hadas, ninfas y náyades, duendes y fantasmas, ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 23 brujos y magos, espíritus y trasgos, deidades y diablos. Las profundidades obscuras y tétricas estaban llenas de garras y alas, picos y pezuñas, miradas lascivas y bocas burlonas, maldad y deformación, la astucia del odio y las figuras viscosas que el terror puede trazar y dibujar sobre el lienzo sombrío de la noche. Es suficiente para casi volver a uno loco de compasión el pensar en lo que el humano ha sufrido durante la larga noche; las torturas que ha soportado, rodeado, como se creía, de fuerzas malévolas y agarrado firmemente por los feroces fantasmas del aire. No es extraño que haya caído sobre sus temblorosas rodillas, que haya construido altares, y que los haya enrojecido hasta con su propia sangre. No es de extrañar que haya implorado a sacerdotes ignorantes y a magos sin escrúpulos por ayuda. No es de extrañar que se haya arrastrado servilmente en el polvo hasta la puerta del templo y allí, en la locura de la desesperación, haya elevado a los oídos sordos de los dioses sus amargos gritos de agonía y terror. El salvaje, cuando sale del estado de barbarie, gradualmente pierde la fe en sus ídolos de madera y piedra, y en su lugar coloca una multitud de espíritus. Según avanza en conocimientos, generalmente desecha los espíritus menores, y en su lugar cree en uno, que él supone infinito y supremo. Suponiendo a este gran espíritu superior a la naturaleza, le ofrece adoración y lisonjas a cambio de ayuda. Por último, viendo que no obtiene ayuda de esta supuesta deidad, encontrando que toda búsqueda de lo absoluto tiene que terminar necesariamente en fracaso, que el hombre no puede de ninguna manera concebir lo incondicional, empieza a investigar los hechos que lo rodean y a depender de sí mismo. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 24 La gente empieza a pensar, a razonar, a investigar. Lentamente, penosamente, pero seguramente, los dioses van siendo expulsados de la tierra. Hasta los más religiosos opinan que son raras las ocasiones en que se supone que les corresponda intervenir en los asuntos humanos. En la mayoría de los aspectos nos suponemos libres. Desde la invención de las naves a vapor y del ferrocarril, que permite que los productos de todos los países pueden intercambiarse fácilmente, los dioses han abandonado el negocio de causar hambres. De vez en cuando matan a un niño porque sus padres lo idolatraban. Por lo general, han dejado de causar accidentes de ferrocarril, hacer explotar calderas, y estallar lámparas de kerosene. El cólera, la fiebre amarilla y la viruela todavía se consideran armas del arsenal celestial; pero el sarampión, la sarna y el paludismo son ahora atribuidos a causas naturales. Por lo general, los dioses han dejado de ahogar niños, a no ser en castigo por no observar el Sábado. Todavía prestan alguna atención a los asuntos de reyes, hombres de ingenio y personas de gran riqueza; pero a la gente ordinaria la han abandonado para que se defienda como mejor pueda. En las guerras entre grandes naciones todavía los dioses intervienen, pero en el pugilismo el mejor contendiente, con un árbitro honrado, vence con seguridad. La Iglesia no puede abandonar la idea de la Especial Providencia. Renunciar a esa doctrina es renunciar a todo. La Iglesia tiene que insistir en que los rezos son contestados, que algún poder superior a la naturaleza escucha y concede lo que pida un sincero y humilde cristiano, y que ese poder, en alguna forma misteriosa, proveerá para todos. Un devoto sacerdote trataba en toda oportunidad de grabar en la mente de su hijo el hecho de que Dios se ocupa de todas sus criaturas; que un gorrión que cae recibe su atención, y que su ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 25 amante bondad está en todas sus obras. Viendo un día una grulla vadeando en busca de alimento, el buen hombre señaló a su hijo la admirable adaptación de la grulla para poder buscarse el sustento en esa forma. "Mira", le dijo, "cómo sus patas están hechas para vadear. Mira qué pico tan largo y delgado tiene., Observa con qué destreza recoge los pies cuando los mete o los saca del agua. No causa ni la menor ondulación. Así es cómo puede acercarse al pez sin anunciar que se aproxima. Hijo, es imposible mirar esa ave sin reconocer el diseño y la bondad de Dios, que así provee los medios de subsistir". "Sí", respondió el joven "creo que veo la bondad de Dios, por lo menos desde el punto de vista de la grulla; pero, después de todo, padre, no crees que el arreglo es un poco duro para el pez?" Hasta el más adelantado religionista, que no cree ya en una gran intervención de los dioses en el mundo en esta época, todavía cree que en el principio algún dios formuló las leyes que gobiernan el universo. Cree que a consecuencia de esas leyes el hombre puede levantar un peso mayor con una palanca que sin ella; que ese dios hizo la materia de tal forma, y dispuso así el orden de las cosas, que dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo; que un cuerpo puesto en movimiento seguirá moviéndose hasta que algo lo detenga; que la distancia es mayor alrededor que a través de un círculo; que un cuadrado perfecto tiene cuatro lados iguales en vez de cinco o siete. Insiste en que se necesitó la interposición directa de la providencia para que un todo sea mayor que una parte, y que si no hubiese sido por ese poder superior a la naturaleza, dos veces uno podría ser más que dos veces dos, y varas y cuerdas podrían tener un solo extremo cada una. Como el viejo profeta escocés, da gracias a Dios porque el domingo viene al final de la semana y no en el medio de ella, y que la muerte llega al final, ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 26 en vez de al comienzo, de la vida, dándonos así tiempo para prepararnos para ese santo día y solemnísimo acontecimiento. Esta gente religiosa no ve más que diseño en todas partes y una intervención inteligente y personal en todo. Insisten en que el universo ha sido creado, y que la adaptación de los medios para los fines es perfectamente aparente. Señalan a la luz del sol, a las flores, a las lluvias de abril, y a todo lo que es bello y útil en el mundo. ¿No se les ha ocurrido que un cáncer es tan bello en su desarrollo como la más roja rosa? ¿Que lo que gustan de llamar la adaptación de los medios a los fines es tan aparente en el cáncer como en la lluvia de abril? ¡Qué hermoso el proceso de digestión! ¡Por cuán ingeniosos medios la sangre se envenena para que el cáncer pueda nutrirse! ¡Por cuán maravillosas disposiciones el sistema total tiene que pagar tributo a ese divino y encantador cáncer! Mire con qué admirable adaptación se alimenta de la carne delicada y palpitante que lo rodea. Mire cómo lenta, pero ineluctablemente se extiende y crece. ¡Qué maravilloso mecanismo lo provee de largas y delgadas raíces que alcanzan hasta los más recónditos nervios de dolor para sustentarse y vivir! ¡Qué hermosos colores ostenta! Visto con el microscopio, es un milagro de orden y belleza. Todo el ingenio humano es incapaz de detener su crecimiento. Piense en cuánto hubo que pensar para inventar la forma en que la vida de un hombre se pierda para producir un cáncer. ¿Es posible contemplarlo y dudar de que hay un diseño en el universo y que el inventor de este maravilloso cáncer debe ser infinitamente poderoso, ingenioso y bueno? Nos dicen que el universo fue diseñado y creado, y que es absurdo suponer que la materia ha existido por toda la eternidad, y que es perfectamente evidente que Dios sí. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 27 Si un dios creó el universo, debe haber habido un momento en que comenzó a crear. Antes de ese momento debe haber habido una eternidad durante la cual no existía nada absolutamente nada a excepción de este supuesto dios. De acuerdo con esta teoría, este dios pasó la eternidad, por decirlo así, en un vacío infinito y en ocio perfecto. Admitiendo que un dios sí creó el universo, la pregunta que surge es, ¿de qué lo creó? Ciertamente, no lo hizo de la nada. La nada, considerada como materia prima, es un fracaso decisivo. Se deduce, pues, que el dios debe haber hecho el universo de sí mismo, siendo lo único que había en existencia. El universo es material, y si fue hecho de Dios, el dios debe haber sido material. Con ese mismo pensamiento en mente, Anaxímenes de Mileto dijo: "La creación es la descomposición del infinito". Se ha demostrado que... el universo es infinito. Si un universo infinito fue hecho de un dios infinito, ¿cuánto queda del dios? La idea de una deidad creadora está abandonándose, y casi todas las mentes verdaderamente científicas admiten que la materia debe haber existido eternamente. Es indestructible, y lo indestructible no puede crearse. Es el remate de la gloria de nuestro siglo haber demostrado la indestructibilidad y la persistencia eterna de la energía. Ni la materia ni la energía pueden aumentar ni disminuir. La energía no puede existir aparte de la materia. La materia existe solamente en conexión con la energía, y, por lo tanto, una fuerza aparte de la materia y superior a la naturaleza, es una comprobada imposibilidad. La energía, pues, debe haber existido eternamente y no pudo crearse. La materia en todas sus innumerables formas, desde la tierra hasta los ojos de los seres que amamos, y la fuerza ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 28 (energía), en todas sus manifestaciones, desde un simple movimiento hasta el más elevado pensamiento, niegan la creación. El pensamiento es una forma de fuerza. Caminamos con la misma fuerza con que pensamos. El hombre es un organismo que cambia diversas formas de energía en fuerza de pensamiento. El hombre es una máquina en que debemos poner lo que llamamos alimentos, para que produzca lo que llamamos pensamiento. ¡Piense en esa maravillosa química por la cual el pan se transformó en la divina tragedia de Hamlet! Un dios no solamente tiene que ser material, sino que debe ser un organismo capaz de cambiar otras formas de energía en energía de pensamiento. Esto es lo que llamamos comer. Por lo tanto, si el dios piensa, debe comer, o sea, necesariamente tiene que tener medios de proveerse de la fuerza con que pensar. Es imposible que un ser pueda eternamente impartir energía a la materia sin tener los medios de reponer la energía impartida. Si ni la materia ni la energía fueron creadas, ¿qué evidencia tenemos de la existencia de un poder superior a la naturaleza? El teólogo probablemente responderá, "Tenemos ley y orden, causa y efecto, y además, la materia no pudo haberse puesto en movimiento por sí misma". Supongamos, por aquello de discutir el asunto, que no existe un ser superior a la naturaleza, y que la materia y la energía han existido desde la remota eternidad. Supongamos ahora que dos átomos se encuentran. ¿Se producirá algún efecto? Sí. Supongamos que vienen en direcciones opuestas y con igual fuerza, y se detendrán, que es lo menos que podemos decir. Eso es un efecto. Si así es, ahí tiene usted materia, energía y efecto sin un ser superior a la naturaleza. Supongamos ahora que otros dos ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 29 átomos como los dos primeros se encuentran en circunstancias exactamente iguales. ¿No sería el efecto exactamente el mismo? Sí. Causas iguales producen efectos iguales, que es lo que llamamos ley y orden. Tenemos, pues, materia, energía, efecto, ley y orden sin un ser superior a la naturaleza. Sabemos, pues, que todo efecto debe ser también una causa, y que toda causa debe ser también un efecto. El encuentro de átomos produjo un efecto, y como cada efecto debe ser también una causa, el efecto producido por el choque de los átomos debe también haber sido la causa de algo. Tenemos, pues, materia, energía, orden, causa, efecto, sin un ser superior a la naturaleza. Nada queda para lo sobrenatural más que el espacio vacío. Su trono es hueco, y su alardeado reino carece de materia, de energía, de ley, de causa y de efecto. ¿Pero qué es lo que ha puesto toda esta materia en movimiento? Si la materia y la energía han existido eternamente, entonces la materia debe estar siempre en movimiento. No puede haber fuerza sin movimiento. La fuerza es siempre activa, y no hay, no puede haber, cese. Si, por lo tanto, la materia y la fuerza han existido eternamente, así podemos decir también del movimiento. En el universo entero no hay ni siquiera un átomo en estado de reposo. Una deidad fuera de la naturaleza no existe en nada, no es nada. La naturaleza abarca con sus brazos infinitos toda la materia y toda la energía. Todo lo que esté fuera de su alcance es carente de ambos y difícilmente digno de la devoción y adoración de un solo ser humano. No hay más que una forma de demostrar la existencia de un poder independiente de la naturaleza y superior a ella, y es rompiendo, aunque sea por un solo instante, la continuidad de causa y efecto. Saque de la cadena sin fin de la vida un peque___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 30 ño eslabón; detenga por un momento la gran procesión, y habrá demostrado más allá de toda contradicción que la naturaleza tiene un superior. Cambie por sólo un segundo el hecho de que la materia atrae a la materia, y aparece un dios. El más rudo salvaje siempre ha sabido eso, y por ese motivo siempre ha exigido la evidencia de un milagro. El fundador de religión debe tener la facultad de convertir agua en vino, curar con una palabra al ciego y al tullido, y alzar a la vida el muerto con un simple toque de la mano. Le era necesario demostrar a satisfacción de su bárbaro discípulo que era superior a la naturaleza. En los tiempos de ignorancia eso era fácil de hacer. La credulidad del salvaje era casi ilimitada. Para él las maravillas eran lo hermoso, lo misterioso era lo sublime. Por consiguiente, toda religión tiene como base un milagro es decir, una violación de la naturaleza es decir, una falsedad. En toda la historia del mundo, nadie ha tratado jamás de demostrar una verdad con un milagro. La verdad desprecia la ayuda del milagro. Solamente lo falso se ha valido de señales y portentos. Ningún milagro ha sido realizado jamás, y ningún hombre cuerdo ha pensado jamás en haber efectuado uno, y hasta que uno se efectúe, no puede haber evidencia de la existencia de un poder superior a la naturaleza e independiente de ella. La Iglesia quiere que creamos. Que la Iglesia, o uno de sus santos intelectuales, realicen un milagro, y creeremos. Se nos dice que la naturaleza tiene un superior. Que ese superior domine a la naturaleza por un solo instante, y acataremos como ciertas sus afirmaciones. Hemos oído suficientes habladurías. Hemos escuchado todos los sermones adormecedores, vacíos e insulsos que queríamos ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 31 escuchar. Hemos leído su Biblia y las obras de sus mejores cerebros. Hemos oído sus rezos, sus solemnes gemidos, sus amenes reverentes. Todo eso nada significa. Queremos un hecho. Rogamos a las puertas de sus iglesias por solamente un pequeño hecho. Pasamos el sombrero entre sus congregaciones y bajo sus púlpitos, e imploramos de ustedes un solo hecho. Ya sabemos todo sobre maravillas mohosas y rancios milagros. Queremos un hecho contemporáneo. ¡Por caridad, un hecho! Sus milagros son demasiado antiguos. Los testigos murieron hace dos mil años. Su reputación de veraces en los vecindarios en que vivían es totalmente desconocida para nosotros. Dennos un milagro nuevo y corrobórenlo por testigos que todavía tengan el jovial hábito de vivir en este mundo. No nos remitan a Jericó a escuchar los cuernos retorcidos, ni nos pongan en el fuego con Shadrach, Meshech y Abednego. No nos obliguen a cruzar el mar con el Capitán Jonás, ni a cenar con el señor Ezequiel. De nada vale que nos envíen a cazar zorras con Sansón. Hemos perdido absolutamente todo interés en ese discursito tan elocuentemente pronunciado por el inspirado burro de Balaam. Es menos que inútil que nos muestren peces con dinero en la boca, y que nos señalen las grandes multitudes alimentándose hasta la saciedad con cinco panecillos y dos sardinas. Exigimos un milagro nuevo, y lo queremos ahora. Que las Iglesia proporcione por lo menos uno, o que para siempre guarde silencio. En el remoto pasado, la Iglesia violaba el orden de la naturaleza para probar la existencia de su dios. En aquel tiempo los milagros se hacían con pasmosa facilidad. Se hicieron tan comunes, que la Iglesia ordenó a sus sacerdotes que desistieran de ellos. Y ahora esa misma iglesia habiendo encontrado la gente un poco de sentido común no sólo admite que no puede realizar milagros, sino que insiste en que la ausencia de milagros, la ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 32 marcha constante e ininterrumpida de causa y efecto, prueba la existencia de un poder superior a la naturaleza. El hecho es, no obstante, que la inquebrantable cadena de causa y efecto prueba exactamente lo contrario. Sir William Hamilton, uno de los pilares de la teología moderna, tratando de este mismo asunto, usa el siguiente lenguaje: "Los fenómenos de la materia, en cuanto a indicar la existencia de un dios, muy al contrario conducen a negarlo. Los fenómenos del mundo material están sujetos a leyes inmutables, se producen y reproducen en la misma sucesión invariable, y manifiestan solamente la fuerza ciega de una necesidad mecánica". La naturaleza no es más que una serie interminable de causas eficientes. No puede crear, pero transforma eternamente. No hubo comienzo, ni habrá fin. Las mejores mentes, hasta del mundo religioso, admiten que en la naturaleza material no hay evidencia de lo que ellos con gusto llaman un dios. La evidencia la encuentran en el fenómeno de inteligencia, y muy inocentemente aseguran que la inteligencia está por encima de la naturaleza, y hasta de hecho opuesta a ella. Insisten en que el ser humano, por lo menos, es una creación especial; que él tiene en algún rincón de su cerebro una chispa divina, una pequeña porción de la "Gran Causa Primordial". Dicen que la materia no puede producir pensamiento, pero que el pensamiento puede producir materia. Nos dicen que el hombre tiene inteligencia y que por lo tanto debe haber una inteligencia mayor que la de él. ¿Por qué no decir "Dios tiene inteligencia, por lo tanto debe haber una inteligencia mayor que la de Él"? Que nosotros sepamos, no hay inteligencia aparte de la materia. No podemos concebir el pensamiento, a no ser que sea producido dentro de un cerebro. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 33 La ciencia con que quieren demostrar la existencia de una imposible inteligencia y un poder incomprensible la llaman metafísica o teología. Los teólogos admiten que los fenómenos materiales tienden, por lo menos, a refutar la existencia de un poder superior a la naturaleza, porque en tales fenómenos no vemos más que una cadena interminable de causas eficientes nada más que la fuerza de una necesidad mecánica. Por lo tanto, recurren a lo que denominan los fenómenos de la mente para explicar ese poder superior. El problema es que en los fenómenos de la mente encontramos la misma interminable cadena de causas eficientes; la misma necesidad mecánica. Cada pensamiento tiene que haber tenido una causa eficiente. Cada motivo, cada deseo, cada temor, esperanza, sueño, tiene que haber sido producido necesariamente. No hay lugar en la mente humana para la providencia o el azar. Los hechos y las fuerzas que gobiernan el pensamiento son tan absolutos como los que gobiernan los movimientos de los planetas. Un poema se produce por las fuerzas de la naturaleza, y se produce tan necesaria y naturalmente como las montañas y los mares. En vano buscaría usted un pensamiento en el cerebro humano sin una causa eficiente. Toda operación mental es resultado de ciertos hechos y condiciones. Los fenómenos mentales se consideran más complicados que los materiales y por consiguiente más misteriosos. Siendo más misteriosos, lo consideran mejor evidencia de la existencia de un dios. Nadie infiera un dios de lo simple, de lo conocido, de lo entendido, sino de lo complejo, de lo desconocido, de lo incomprensible. Nuestra ignorancia es Dios; lo que sabemos es ciencia. Cuando abandonemos la doctrina de que un ser infinito (todopoderoso) creó la materia y la energía y promulgó un código de leyes para su gobierno, la idea de intervención se perderá. El ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 34 verdadero sacerdote será entonces, no el vocero de alguna pretendida deidad, sino el intérprete de la naturaleza. Desde ese momento la Iglesia deja de existir. Los cirios se consumirán en el polvoriento altar; las polillas se comerán el descolorido terciopelo del púlpito y de los bancos; la Biblia pasará a ocupar un puesto junto a los Shastras, Puranas, Vedas, Eddas, Salgas y Coranes; y los grilletes de una fe degradante caerán de las mentes humanas. "Pero", dice el religionista, "usted no puede explicar todo, no puede entender todo; y eso que usted no puede explicar, eso que usted no comprende, es mi dios". Estamos explicando más cada día. Estamos comprendiendo más cada día; por consiguiente su dios se va volviendo más pequeño cada día. Sin inmutarse, el religionista insiste entonces en que nada puede existir sin una causa, a excepción de la causa, y que esta causa sin causa es Dios. A esto responderemos: Toda causa debe producir un efecto, porque hasta que produzca un efecto, no es una causa. Todo efecto a su vez tiene que hacerse causa. Por lo tanto, en la naturaleza de las cosas, no puede haber una última causa, por la razón de que la llamada última causa necesariamente producirá un efecto, y ese efecto tiene por necesidad que convertirse en causa. Todo efecto tiene que haber tenido una causa, y toda causa tiene que haber tenido un efecto. Por lo tanto, no puede haber habido una primera causa. Una primera causa es exactamente tan imposible como un último efecto. Más allá del universo no hay nada, y dentro del universo lo sobrenatural no existe ni puede existir. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 35 En el momento en que estas grandes verdades se comprendan y admitan, la creencia en una providencia general o especial se tornará imposible. Desde ese instante el hombre cesará sus vanos esfuerzos por complacer a un ser imaginario, y volverá su tiempo y su atención a los asuntos de este mundo. Abandonará la idea de alcanzar un objetivo con plegarias y súplicas. El elemento de incertidumbre será eliminado, en gran parte, del dominio del futuro, y el hombre, envalentonado por una serie de victorias sucesivas contra las obstrucciones de la naturaleza, alcanzará una serena grandeza desconocida para los discípulos de cualquier superstición. El dedo de una supuesta omnipotencia no seguirá interfiriendo con los planes de la especie humana, y nadie creerá que las naciones o los individuos están protegidos o son destruidos por ninguna deidad. La ciencia, libre de las cadenas de los hábitos piadosos y el prejuicio evangélico, regirá suprema en su esfera. La mente investigará sin reverencia, y publicará sus conclusiones sin temor. Agasiz (Luis Agasiz: geólogo y paleontólogo suizo [18071873] que estudió los fósiles y la acción de los glaciares) no volverá a vacilar antes de declarar la cosmogonía mosaica totalmente en desacuerdo con las verdades demostradas de la geología, y dejará de aparentar reverencia alguna por las escrituras judías. El momento en que la ciencia logre tornar la Iglesia impotente para el mal, los verdaderos pensadores hablarán sin freno. Las banderitas de tregua que llevan tímidos filósofos desaparecerán, y las habladurías acobardadas dejarán paso a la victoria duradera y universal. Si aceptamos que algún ser todopoderoso ha regido los destinos de las personas y de los pueblos, la historia se vuelve una cruel y sanguinaria farsa. Siglo tras siglo, el fuerte ha pisoteado al débil; el astuto y cruel ha enlazado y esclavizado al simple e ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 36 inocente; y en ninguna parte, en todos los anales de la humanidad, dios alguno ha socorrido al oprimido. El hombre debe dejar de esperar ayuda de lo alto. A estas horas deberíamos saber que el cielo no tiene oídos con que oír ni mano con que ayudar. El presente es hijo necesario del pasado. No ha habido azar, ni puede haber interferencia sobrenatural. Si se han de destruir los abusos, el hombre debe destruirlos. Si los esclavos deberán ser libertados, el hombre deberá libertarlos. Si hay nuevas verdades que descubrir, el hombre deberá descubrirlas. Si se viste al desnudo, si se alimenta al hambriento, si se hace justicia, si se recompensa el trabajo, si la superstición se destierra de la mente, si se protege al indefenso, si el derecho por fin triunfa, todo será por obra del hombre. Las grandes victorias del futuro deberán ganarse por el hombre y sólo por el hombre. La naturaleza, en lo que podemos discernir, sin pasión y sin intención forma, transforma y vuelve a transformar por siempre. Ella ni llora ni se regocija. Produce al hombre sin propósito, y lo extermina sin arrepentimiento. Ella no conoce diferencia entre lo beneficioso y lo dañino. Veneno y nutrición, dolor y gozo, vida y muerte, sonrisas y lágrimas, todo es igual para ella. Ni es misericordiosa ni es cruel. No se le puede halagar con adoración ni ablandar con lágrimas. Ella ni siquiera conoce la actitud de la plegaria. No siente diferencia entre el veneno en las fauces de las serpientes y la merced en los corazones humanos. Solamente por medio del hombre la naturaleza toma nota de lo bueno, de lo verdadero y lo hermoso; y, que nosotros sepamos, el hombre es la inteligencia superior. Y, no obstante, el hombre continúa creyendo que hay un poder independiente de la naturaleza y superior a ella, y todavía trata ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 37 por medio de apariencias, ceremonias, súplicas, hipocresía y sacrificios, de obtener su ayuda. Sus mejores energías se han desperdiciado al servicio de este fantasma. Los horrores de la brujería nacieron todos de la creencia ignorante en un ser totalmente depravado superior a la naturaleza y que obra en perfecta independencia de sus leyes; y toda superstición religiosa ha tenido por base la creencia en por lo menos dos seres, uno bueno y otro malo, ambos con el poder de cambiar el orden del universo arbitrariamente. La historia de la religión es simplemente la historia de todos los esfuerzos del hombre en todas las edades para eludir a uno de estos poderes y apaciguar al otro. Los dos poderes no han inspirado mucho más que abyecto temor. La mirada burlona, calculadora y fría del diablo, y el ceño fruncido de Dios eran igualmente terribles. De todos modos, la suerte del hombre estaría echada para siempre por un poder desconocido superior a todas las leyes y a toda realidad. Hasta que esta creencia se deseche, el hombre tendrá que considerarse esclavo de amos fantasmales ninguno de los cuales promete libertad ni en este mundo ni en el venidero. El hombre tiene que aprender a confiar en sí mismo. La lectura de biblias no va a protegerlo de las ráfagas invernales; las casas, la hoguera, la ropa sí. Para evitar el hambre, un arado vale lo que un millón de sermones, y las patentes medicinales curan más enfermedades que todos los rezos que se han pronunciado desde el comienzo del mundo. Aunque muchos hombres eminentes han tratado de armonizar la necesidad y el libre albedrío, la existencia del mal y la potencia y bondad infinitas de Dios, solamente han conseguido producir fracasos eruditos e ingeniosos. Esfuerzos inmensos han sido hechos para reconciliar ideas totalmente incompatibles con los hechos que nos rodean, y todos los que no han aceptado una ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 38 pretendida reconciliación, han sido denunciados como infieles, ateos o burlones. El poder total de la Iglesia ha sido lanzado sobre los filósofos y hombres de ciencia a fin de extraerles una negación de la autoridad de la demostración y de inducir a algún Judas a traicionar a la Razón, uno de los salvadores de la humanidad. Durante ese aterrador período conocido como la Edad del Obscurantismo, la Fe regía y apenas había quien se rebelase. Sus templos estaban "alfombrados con rodillas", y los tesoros de las naciones adornaban sus incontables capillas. Los grandes pintores prostituyeron su genio para inmortalizar sus tonterías, mientras los poetas lo hacían con cantares. A su pedido, el hombre cubría la tierra de sangre. Las balanzas de la Justicia se inclinaban bajo su oro, y para su uso fueron inventados ingeniosos instrumentos de tortura. Construyó (la Iglesia) catedrales para Dios y mazmorras para el hombre. Pobló las nubes de ángeles y la tierra de esclavos. Durante siglos el mundo fue volviendo sobre sus pasos inmutablemente hacia la noche de la barbarie. Unos cuantos infieles, unos cuantos herejes, gritaron "¡Alto!" a la gran canalla de la devoción ignorante, e hicieron posible a los genios del siglo diecinueve alterar radicalmente los crueles credos y las supersticiones de la humanidad. Los pensamientos humanos, para que puedan ser de algún verdadero valor, deben ser libres. Bajo la influencia del temor, el cerebro se paraliza, y en vez de resolver con valor un problema, adopta temblando la solución que otro dice haber hallado. Mientras la mayoría de los hombres se inclinen hasta el mismísimo polvo ante algún principito o reyezuelo, ¿hasta dónde no llegará la abyecta sumisión de sus pequeños espíritus en presencia de su supuesto creador y dios? En esas circunstancias, ¿de qué pueden valer sus razonamientos? ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 39 La originalidad de la repetición y el vigor mental del acatamiento son todo lo que podemos esperar del mundo cristiano. Mientras toda pregunta se conteste con la palabra "dios", la investigación científica será simplemente imposible. Con la misma rapidez con que los fenómenos se expliquen satisfactoriamente, los dominios del poder que se supone superior a la naturaleza deberán disminuir, mientras que el horizonte de lo sabido continuará su incesante expansión. Ya no nos satisface más que se explique la caída y el alza de las naciones diciendo "Así lo quiere Dios". Tal explicación coloca a la ignorancia y a la educación en exacta igualdad, y en realidad impide explicar cosa alguna como es real y debido. ¿Pretenderá el religioso que el verdadero propósito de la ciencia es explicar cómo y por qué Dios actúa? Desde tal punto de vista, la ciencia consistiría en la investigación de la ley de acción arbitraria y en un gran esfuerzo para determinar las leyes que por necesidad obedecerá el capricho infinito. Desde el punto de vista filosófico, la ciencia es el conocimiento de las leyes de la vida; de las condiciones conducentes a la felicidad; de los hechos que nos rodean, y de las relaciones que mantenemos con nuestros semejantes y las cosas por medio de las cuales el hombre sojuzga a la naturaleza y somete las fuerzas elementales a su voluntad, haciendo de la fuerza ciega un servidor de su cerebro. La creencia en una providencia especial no deja lugar al espíritu de investigación y es incompatible con el esfuerzo personal. ¿Por qué va un hombre a tratar de oponerse a los designios de Dios? ¿Quién de ustedes puede añadir un codo a su estatura? Bajo la influencia de esa creencia, el hombre, iluminado por una ilusión, considera los lirios del campo y descuida los planes ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 40 para el mañana. Creyéndose en las manos de un poder infinito, que en cualquier momento lo puede lanzar al más profundo infierno o elevarlo al más alto cielo, necesariamente abandona la idea de lograr algo por sus propios esfuerzos. Mientras esa creencia era general, en el mundo reinaban la ignorancia, la superstición y la miseria. Las energías humanas se desperdiciaban en un vano esfuerzo por obtener la ayuda de ese poder, que se suponía superior a la naturaleza. Por siglos incontables hasta seres humanos eran sacrificados en el altar de este dios imposible. Para agradarlo, las madres han vertido la sangre de sus criaturas, los mártires han cantado himnos triunfales en medio de las llamas; los sacerdotes se han hartado de sangre; las monjas han renunciado a los éxtasis del amor; los viejos han implorado temblando; las mujeres han llorado y suplicado; todo dolor ha sido soportado, y todo horror ha sido perpetrado. A través de los tenebrosos largos años, la humanidad ha sufrido más de lo que uno puede concebir. La mayor parte de las miserias han sido sufridas por el débil, el amante, el inocente. Las mujeres han sido tratadas como bestias ponzoñosas, y niños pequeños han sido pisoteados como si fuesen sabandijas. Numerosos altares se han enrojecido hasta con la sangre de bebés; bellas mozas han sido entregadas a viscosas serpientes; razas humanas completas han sido condenadas a siglos de esclavitud; en todas partes, atrocidades que el poder del genio es incapaz de expresar. Durante todos esos años, los sufrientes han suplicado; los labios marchitos de hambre han rezado; las pálidas víctimas han implorado; y el cielo ha permanecido sordo y ciego. ¿De qué han servido los dioses al hombre? No es respuesta decir que cierto dios creó el mundo y dictó ciertas leyes, y que entonces volvió su atención a otros asuntos, ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 41 dejando sus hijos débiles, ignorantes, desvalidos, a librar la batalla de la vida solos. No es ninguna solución declarar que en algún otro mundo este dios hará a unos pocos de sus súbditos, o aunque fuese a todos, felices. ¿Qué derecho tenemos a esperar que un ser perfectamente sabio, bueno y poderoso obre mejor que como ha obrado, como sigue obrando? El mundo está lleno de imperfecciones. Si fue hecho por un ser todopoderoso, ¿qué razón tenemos para decir que lo hará más cerca de la perfección que lo está ahora? Si el "Padre" todopoderoso permite a la mayoría de sus hijos vivir en la ignorancia y la miseria ahora, ¿qué pruebas tenemos de que va a mejorar su condición jamás? ¿Tendrá Dios mayor poder? ¿Se tornará más misericordioso? ¿Aumentará su amor hacia sus criaturas? ¿Pueden jamás cambiar su conducta la sabiduría, el poder y el amor infinitos? ¿Es susceptible de mejorar en alguna medida la infinito? Nos informa el clero que este mundo es una especie de escuela; que los males que nos rodean tienen por fin desarrollar nuestras almas, y que solamente sufriendo puede el hombre volverse puro, fuerte, virtuoso y grande. Suponiendo que esto sea verdad, ¿qué me dicen de los que mueren en la infancia? Los niños pequeños, de acuerdo con esta filosofía, nunca podrán desarrollarse. Fueron tan desgraciados como para escapar las ennoblecedoras influencias del dolor y la miseria, y como consecuencia, están condenados a una eternidad de inferioridad mental. Si el clero tiene razón en esta cuestión, ninguno es tan desgraciado como el feliz, y todos debemos envidiar solamente a los sufrientes y preocupados. Si el mal es necesario en esta vida para el desarrollo del hombre, ¿cómo es posible que el alma mejore en el placer perfecto del Paraíso? ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 42 Desde que Paley (William Paley [1743-1805] teólogo y filósofo británico) encontró su reloj, se ha confiado en el argumento del "designio" como incontrastable. La Iglesia enseña que este mundo, con todo lo que contiene, fue creado substancialmente como lo vemos ahora; que el césped, las flores, los árboles, y todos los animales, incluyendo al hombre, fueron creaciones especiales, y que no mantienen ninguna relación necesaria uno con cada otro. El más ortodoxo admitirá que alguna tierra ha sido arrastrada al mar por el agua; que el mar ha avanzado un poco sobre la tierra, y que algunas montañas pueden ser una minucia más bajas que en la mañana de la creación. La teoría del desarrollo gradual era desconocida para nuestros padres; la idea de la evolución no se les ocurrió. Nuestros padres consideraban el estado de las cosas como el arreglo original. La tierra aparecía a ellos fresca de las manos de una deidad. No sabían nada de la lenta evolución de años incontables, sino que suponían que la variedad casi infinita de formas vegetales y animales había existido desde el comienzo. Supongamos que en alguna isla encontramos un hombre de un millón de años de edad, y supongamos que lo encontramos en posesión de un hermosísimo carruaje construido del más perfecto modelo. Y sigamos suponiendo que nos diga que fue resultado de varios cientos de miles de años de trabajo y de cavilaciones; que por cincuenta mil años él había usado el tronco más aplanado que podía encontrar, antes de que se le ocurriese que hendiendo el tronco obtendría la misma superficie con solamente la mitad del peso; que necesitó muchos miles de años para inventar las ruedas para su tronco; que las primeras ruedas que usó eran sólidas, y que cincuenta mil años de cavilación le sugirieron el uso de rayos y de suncho; que por muchos siglos usó las ruedas sin sotrozo (pasador que impide que la rueda se ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 43 salga del eje), que necesitó cien mil años más para que se le ocurriese usar cuatro ruedas en vez de dos; que durante siglos caminó detrás del carruaje cuando iba cuesta abajo, para frenarlo, y que solamente por un golpe de suerte inventó un freno; ¿pensaríamos nosotros que este hombre fue desde el mismo principio un mecánico infinitamente ingenioso y perfecto? Supongamos que lo encontramos viviendo en una elegante mansión, y que nos dice que vivió en esa casa quinientos mil años antes de que se le ocurriese ponerle un techo, y que solamente poco antes había inventado las ventas y puertas; ¿diríamos que había sido desde el principio un cabal y científico arquitecto? ¿No prueba una mejoría en la cosa creada una mejoría correspondiente en su creador? ¿Empezaría un dios infinitamente sabio, bueno y poderoso que intentara producir un hombre, por las formas más bajas posibles de vida, por los organismos más simples imaginables, y durante períodos inmensurables de tiempo, lenta y casi imperceptible-mente mejorase el basto comienzo, hasta llegar al hombre? ¿No se habrían desperdiciado siglos incontables en la producción de formas imperfectas que se abandonarían después? ¿Puede la inteligencia humana descubrir la menor sabiduría en cubrir la tierra de horrores rastreros que viven de la agonía y el dolor de otros? ¿Podemos ver justificación en la construcción de la tierra en forma tal, que solamente un porción insignificante de su superficie es capaz de producir un hombre inteligente? ¿Quién puede ver misericordia en hacer el mundo de forma que los animales devoren a otros animales; de modo que cada boca es un matadero y cada estómago una tumba? ¿Es posible descubrir inteligencia ni amor infinitos en la carnicería universal y eterna? ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 44 ¿Qué pensaríamos de un padre que diese una granja a sus hijos, y antes de permitirles tomar posesión de ella, plantase allí miles de arbustos y lianas venenosos; la poblase de bestias feroces y reptiles ponzoñosos; pusiese unos cuantos pantanos en los alrededores para fomentar la malaria; dispusiese las cosas de forma que de vez en cuando la tierra se abriese y se tragase a algunos de sus seres queridos; y además de eso, alzara volcanes en las cercanías que pudieran en cualquier momento arrastrar a sus hijos en ríos de fuego? Supongamos que ese padre descuidara de informar a sus hijos cuáles plantas eran mortíferas; que los reptiles eran venenosos; que no dijese nada sobre los terremotos y conservase el negocio de los volcanes en profundo secreto; ¿lo llamaríamos ángel o demonio? Sin embargo, eso es exactamente lo que el dios ortodoxo ha hecho. Según los teólogos, Dios preparó el mundo expresamente para hospedar a sus amadas criaturas. Sin embargo, llenó los bosques de bestias feroces, colocó serpientes en todos los senderos, sembró el mundo de terremotos, y adornó su superficie con montañas de llamas. A pesar de todo esto, nos dicen que el mundo es perfecto; que fue creado por un ser perfecto y que por lo tanto es necesariamente perfecto. Un instante después, esas mismas personas nos dirán que el mundo fue maldecido; cubierto de zarzas, abrojos y espinas; y que el hombre estaba condenado a la enfermedad y la muerte simplemente porque nuestra pobre, querida madre comió una manzana contra las órdenes de un dios arbitrario. Un amigo mío muy creyente, habiendo oído que yo había dicho que el mundo estaba lleno de imperfecciones, me preguntó si lo que oyó fue cierto. Cuando le dije que sí, expresó gran sorpresa ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 45 de que alguien tuviese esa osadía, porque a su juicio era imposible nombrar una sola imperfección. "Tenga la bondad", me dijo, "de nombrar aunque sea una mejoría que usted podría hacer si estuviese en su poder". "Bueno", dije yo, "yo haría la buena salud contagiosa en vez de la enfermedad". La verdad es que es imposible reconciliar todas las enfermedades, dolores y sufrimientos de este mundo con la idea de que fue creado, y vigilado y protegido por un dios infinitamente sabio, poderoso y benevolente superior a la naturaleza e independiente de ella. El clero, sin embargo, quiere contrarrestar el mal real de esta vida con los goces que se esperan en la próxima. Nos aseguran que todo es perfecto en el otro mundo, los cielos claros, todo serenidad y paz. Aquí pueden derribarse los imperios, extinguirse en sangre las dinastías; millones de esclavos pueden hacer la más ardua labor bajo los ardientes rayos del sol y los crueles golpes del látigo, pero en el cielo todo es felicidad. Las epidemias pueden cubrir la tierra con los cadáveres de los seres queridos; los supervivientes doblados sobre ellos en agonía, pero el plácido seno celestial no titubea en su serenidad. Los niños pueden expirar pidiendo pan en vano; los bebés pueden ser devorados por serpientes, mientras los dioses sonríen sentados en las nubes. El inocente puede languidecer hasta la muerte en la obscuridad de la mazmorra; hombres valientes y heroicas mujeres pueden ser reducidas a cenizas en la pira de la intolerancia, mientras el cielo permanece lleno de canto y alegría. En el ancho mar, en la obscuridad y la tormenta, los náufragos pueden luchar con las crueles olas mientras los ángeles tañen sus arpas. Las calles del mundo están repletas de los enfermos, los deformes, los desvalidos; mientras los ángeles flotan y vuelan en sus dominios felices. En el cielo se encuentran muy contentos para sentir conmiseración, demasiado ocupados cantan___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 46 do para ayudar al que implora y sufre. Sus ojos cegados, los oídos tapados, los corazones convertidos en piedra por el egoísmo infinito de su alegría. El marino rescatado goza demasiado de su felicidad cuando llega a tierra para desviar su pensamiento un instante hacia sus hermanos que se ahogan. Con la indiferencia de la felicidad, con el desprecio de la gloria, el cielo apenas lanza una mirada de soslayo a las miserias de la tierra. Las ciudades pueden ser devoradas por el torrente de lava; la tierra abrirse, muriendo millares; las mujeres pueden alzar sus manos entrelazadas hacia el cielo, pero los dioses están demasiado felices para ayudar a sus criaturas. Las sonrisas de las deidades no conocen las lágrimas humanas. Los gritos celestiales ahogan los sollozos terrenales. Habiendo mostrado cómo el hombre creó dioses, y cómo se volvió esclavo tembloroso de su propia creación, las preguntas naturalmente surgen. ¿Como se libró, aunque haya sido en pequeña medida, de estos monarcas del cielo, de estos déspotas de las nubes, de esta aristocracia aérea? ¿Cómo creció, aunque haya sido en la medida que lo hizo, más allá de la ignorancia y el abyecto terror, y descartó el yugo de la superstición? Probablemente, lo primero que tendió a librar su mente del abuso fue el descubrimiento del orden, de la regularidad, de la periodicidad del universo. De ahí empezó a sospechar que no todo lo que sucedía tenía que ver con él. Notó que hiciera lo que hiciera, el movimiento de los planetas era siempre el mismo; que los eclipses eran periódicos; y que hasta los cometas vienen a ciertos intervalos. Eso lo convenció de que los eclipses y cometas no tenían nada que ver con él, y que su conducta no tenía relación con ellos. Se dio cuenta de que no eran causados para su bien ni para su mal. Aprendió así a contemplarlos con admiración en vez de miedo. Empezó a sospechar que el ham___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 47 bre no era enviada por alguna deidad enfurecida y vengativa, sino que resultaba del descuido y la ignorancia del hombre. Aprendió que las enfermedades no eran producidas por espíritus malévolos. Encontró que eran debidas a causas naturales y podían curarse por medios naturales. Demostró, por lo menos para su propia satisfacción, que el rezo no es medicina. Encontró por triste experiencia que los dioses no eran de valor alguno práctico, porque nunca lo ayudaban a no ser cuando él era perfectamente capaz de ayudarse a sí mismo. Por último, empezó a descubrir que sus acciones individuales no tenían nada que ver con extrañas apariciones celestiales; que era imposible para él ser tan malo como para causar un huracán, ni tan bueno como para detener uno. Después de muchos siglos de reflexión, medio que llegó a la conclusión de que responder a un cura no era necesariamente causa de un terremoto. Observó, sin duda con considerable sorpresa, que personas muy buenas a veces eran aniquiladas por un rayo, mientras que otras muy malas escapaban ilesas. Llegó con frecuencia a la penosa conclusión (la más penosa a que todo ser humano haya podido llegar) de que el justo no siempre vencía. Notó que los dioses no intervenían a favor del débil y el inocente. De vez en cuando le sorprendía ver a un incrédulo disfrutando de la más excelente salud. Llegó por último a la conclusión de que no podía haber conexión posible entre un universo inusitadamente severo y el no haber dado un cordero al cura. Empezó a sospechar que el orden del universo no cambiaba constantemente para ayudarlo porque repetía un credo. Observó que algunos niños robaban después de haber sido bautizados debidamente. Notó una gran diferencia entre la religión y la justicia, y que los adoradores del mismo dios sentían deleite en cortarse el cuello unos a otros. Vio que las disputas religiosas llenaban el mundo de odio y esclavitud. Por fin tuvo el valor de sospechar que ningún dios ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 48 ha intervenido jamás en el orden de los sucesos. Aprendió unos pocos hechos, y esos hechos positivamente rehusaban armonizar con las supersticiones ignorantes de sus padres. Encontrando sus sagrados libros incorrectos y falsos en algunos particulares, su fe en su autenticidad empezó a flaquear; encontrando a los curas ignorantes en ciertos puntos, empezó a perder respeto por la sotana. Esto fue el comienzo de la libertad intelectual. La civilización humana ha crecido en la misma proporción en que el poder religioso ha decrecido. El progreso intelectual humano depende de cuán a menudo podemos cambiar una vieja superstición por una nueva verdad. La Iglesia nunca autorizó al humano empezar a realizar siquiera uno de esos cambios; al contrario, ha esgrimido todo su poder para impedirlos. A pesar de la Iglesia, no obstante, el hombre ha descubierto que algunos de sus conceptos religiosos estaban equivocados. Leyendo la Biblia descubrió que las ideas de su dios eran más crueles y brutales que las de los más depravados salvajes. Descubrió también que este sagrado libro está repleto de ignorancia, y que tuvo que haber sido escrito por personas totalmente desconocedoras de la naturaleza de los fenómenos que nos rodean; y de vez en cuando, algún hombre ha tenido la bondad y el valor de declarar sus honrados pensamientos. En todas las épocas, algún pensador, algún dudante, algún investigador, algún odiante de la hipocresía, algún despreciador de la burla, algún bravo amante de la justicia, se ha enfrentado con gusto, con orgullo y con valor a la furia ignorante de la superstición por amor a la humanidad y a la verdad. Estos hombres divinos generalmente fueron despedazados por los adoradores de los dioses. A Sócrates lo envenenaron porque no mostraba reverencia por algunas deidades. Cristo fue crucificado por una plebe religiosa por el crimen de blasfemia. Nada complace tanto a un religioso como ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 49 destruir a sus enemigos por orden de Dios. La persecución religiosa se origina en una mezcla de amor a Dios y odio al hombre. Las terribles guerras religiosas que han anegado en sangre al mundo han tendido por lo menos a hacer caer toda religión en la desgracia y el odio. La gente pensante empezó a poner en duda el origen divino de una religión que hace que sus creyentes sientan el más absoluto desprecio por los derechos de los demás. Unos cuantos empezaron a comparar el cristianismo con las religiones de pueblos paganos, y se vieron forzados a admitir que no valía la pena morir por la poca diferencia que veían. También averiguaron que otras naciones eran hasta más felices y prósperas que las suyas. Empezaron a sospechar que su religión, después de todo, no era de mucho valor real. Durante trescientos años el mundo cristiano se esforzó por rescatar de los "infieles" el sepulcro vacío de Cristo. Por trescientos años los ejércitos de la cruz se vieron desconcertados y derrotados por las huestes victoriosas de un impúdico impostor. Este hecho enorme sembró la simiente de la desconfianza por toda la cristiandad, y millones empezaron a perder la fe en un dios que era vencido por Mahoma. La gente descubrió también que el comercio hacía amigos donde la religión había hecho enemigos, y que el fervor religioso era incompatible con la paz entre naciones e individuos. Descubrieron que los que más amaban a sus dioses eran inclinados a ser los que menos amaban al ser humano; que la arrogancia del perdón universal era sorprendente; que los más malignos tenían el descaro de rezar por sus enemigos; y que la humildad y la tiranía eran frutos de un mismo árbol. Durante siglos ha habido un mortífero conflicto entre unos pocos hombres y mujeres valientes de pensamiento y genio de un ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 50 lado, y la gran masa religiosa ignorante del otro. Ésta es la guerra entre la Ciencia y la Fe. Los pocos han apelado a la razón, al honor, a la ley, a la libertad, a lo conocido, y a la felicidad aquí en este mundo. Los muchos han apelado al prejuicio, al temor, al milagro, a la esclavitud, a lo desconocido y a la miseria en el más allá. Los pocos han dicho: "¡Piense!" y los muchos han dicho: "¡Crea!". La primera duda fue matriz y cuna del progreso, y desde la primera duda el hombre ha continuado avanzando. El hombre empezó a investigar, y la Iglesia empezó a oponerse. El astrónomo escudriñaba los cielos, mientras la Iglesia le marcaba la amplia frente con la palabra "Infiel", y ahora ni una centelleante estrella en toda la vasta expansión ostenta un nombre cristiano. A pesar de toda religión, el geólogo ha penetrado la tierra, ha leído su historia en libros de roca, y hallado, escondidos en su seno, recuerdos de todas las edades. Viejas ideas han perecido en la retorta del químico, y verdades útiles han tomado su lugar. Uno por uno, los conceptos religiosos han sido colocados en el crisol de la ciencia, y hasta ahora no se ha encontrado más que escoria. Con el microscopio se ha descubierto un nuevo mundo; en todas partes se ha encontrado lo infinito; el hombre ha investigado en todas direcciones, y en ninguna parte, ni en la tierra ni en las estrellas, ha encontrado la huella de ningún ser superior a la naturaleza ni independiente de ella. En ninguna parte se ha descubierto la más ligera evidencia de intervención externa alguna. Éstas son las sublimes verdades que han permitido al hombre deshacerse del yugo de la superstición. Éstos son los hechos espléndidos que han arrancado el cetro de la autoridad de las manos del clero. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 51 En el vasto cementerio llamado "el pasado" yacen la mayoría de las religiones humanas, y allí están también casi todos sus dioses. Los templos sagrados de la India son ruinas desde hace largo tiempo. Sobre las columnas y cornisas, sobre las paredes pintadas y dibujadas, se adhieren y trepan las enredaderas. Brahma, el de oro, con cuatro cabezas y cuatro brazos; Visnú, el sombrío, el castigador del malvado, con sus tres ojos, su luna creciente y su collar de calaveras; Silva, el destructor, rojo en mares de sangre; Kali, la diosa; Draupadi, de brazo blanco; y Crisna, el Cristo, todos desfilaron hacia la lejanía, dejando desolado sus tronos celestiales. A lo largo de las márgenes del sagrado Nilo, Isis llorosa no pasea más en busca del fallecido Osiris. La sombra del ceño de Tifón no sigue cayendo sobre las ondas. El sol se alza como antaño, y sus rayos de oro todavía hieren los labios de Memnón, pero Memnón está tan mudo como las Esfinges. Los templos sagrados están perdidos en las arenas del desierto; las momias polvorientas todavía esperan la resurrección que les prometieron sus sacerdotes; y las viejas creencias, grabadas en piedra peculiarmente tallada, duermen en el misterio de una lengua perdida y muerta. Odín, el autor de vida y alma, Vili y Ye, y el poderoso gigante Ymir, se marcharon hace mucho tiempo de los salones helados del norte; y Tor, con su guante de hierro y su martillo resplandeciente, ha cesado de derribar montañas. Deshechos están los círculos y dólmenes de los antiguos druidas; caídos en las cimas de las colinas, y cubiertos por el moho de los siglos, están los sagrados promontorios de piedras. Los fuegos divinos de los persas y de los aztecas se han apagado en las cenizas del pasado, y no hay quien los vuelva a encender ni quien alimente las sagradas llamas. El arpa de Orfeo está callada; la copa vacía de Baco ha sido echada a un lado; Venus yace muerta en piedra y su blanco seno no se agita más con los estremecimientos del amor. Los arroyos ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 52 todavía murmuran, pero ninguna náyade se baña en ellos; los árboles aún ondean, pero ninguna dríade baila en el bosque. Los dioses han volado del alto Olimpo. Ni siquiera las hermosas mujeres pueden atraerlos con sus encantos, y Dánae yace ignorada, desnuda bajo las estrellas. Silenciados para siempre están los truenos de Sinaí; perdidas las voces de los profetas, y la tierra en que otrora corría leche y miel es hoy un desierto inhóspito. Uno por uno, los mitos se han desvanecido de las nubes: una a una ha desaparecido la hueste de fantasmas, y uno a uno los hechos, las verdades y las realidades han pasado a ocupar sus puestos. Lo sobrenatural casi ha desaparecido; lo natural perdura. Los dioses han huido, pero el hombre sigue aquí. Las naciones, como los individuos, tienen sus épocas de juventud, de adultez o plenitud, y de decadencia. Con las religiones es igual. El mismo inexorable destino aguarda a todas. Los dioses creados por las naciones deben perecer con sus creadores. Fueron creados por hombres, y como los hombres, deben pasar a la historia. Las deidades de una época son la mofa de la próxima. Cuando la India estaba en su apogeo, Brahma se sentaba en el trono del mundo. Cuando el cetro pasó a Egipto, Isis y Osiris recibieron el homenaje de la humanidad. Grecia, con su fiero valor, hízose imperio, y Zeus se colgó la púrpura de la autoridad. La tierra temblaba al paso de los intrépidos hijos de Roma, y Jove agarraba con mano envuelta en cota de malla los rayos del cielo. Roma cayó, y los cristianos, desde su territorio, tajaron a filo de espada las naciones gobernantes del mundo, y ahora Cristo está sentado en el viejo trono. ¿Quién será su sucesor? Día a día, los conceptos religiosos se hacen menos y menos intensos. Día a día, el viejo espíritu muere de su libro y credo. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 53 El ardiente entusiasmo, la sed inagotable de la Iglesia temprana, se han ido para nunca volver. Las ceremonias permanecen, pero la antigua fe está esfumándose del corazón humano. Los manidos argumentos no logran convencer, y las denuncias que otrora blanquearon los rostros de una raza, provocan hoy solamente burla y disgusto. Con el transcurso del tiempo, los milagros se empequeñecen, y las evidencias que nuestros padres consideraron concluyentes, dejan totalmente de satisfacernos. Hay un "conflicto irreprimible" entre la religión y la ciencia, y ambas no pueden ocupar el mismo cerebro ni el mismo mundo. Mientras desecho completamente todas las creencias y niego la verdad de todas las religiones, no hay esperanza en mi corazón, ni desprecio en mis labios, por las almas esperanzadas, amantes y tiernas que creen que de toda esta discordia resultará una perfecta armonía; que todo mal en alguna forma misteriosa se volverá bien; y que sobre todas las cosas hay un ser que, en alguna forma, habrá de reclamar y glorificar a cada uno de los hijos de los hombres; pero por esos que sin piedad tratan de probar que la salvación es casi imposible; que la maldición o condena es casi segura; que los caminos del universo conducen al infierno; esos que llenan la vida de miedo y la muerte de horror; que maldicen la cuna y se burlan de la tumba, es imposible albergar otros sentimientos que la lástima y el desprecio. Razón, Observación y Experiencia la Sagrada Trinidad de la Ciencia nos han enseñado que la felicidad es lo único que vale, que el momento de ser feliz es ahora, y que la forma de ser feliz es hacer feliz al prójimo. Con eso nos basta. Con esta creencia vivimos contentos y morimos. Si por ventura se demostrara la existencia de un poder superior a la naturaleza e independiente ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 54 de ella, entonces tendremos tiempo para arrodillarnos. Hasta entonces, vivamos erguidos. A pesar de que los incrédulos han batallado en todas las épocas por los derechos humanos, y en todo tiempo han sido los intérpretes defensores de la libertad y la justicia, la Iglesia constantemente nos acusa de derribar sin construir después. La Iglesia debe saber a esta hora que es absolutamente imposible arrebatar a una persona sus opiniones. La historia de la persecución religiosa establece totalmente el hecho de que la mente necesariamente resiste y desafía todo intento de regularla por la violencia. La mente necesariamente se aferra a las viejas ideas hasta que esté preparada para las nuevas. En el momento en que comprendamos la verdad, todas las ideas equivocadas serán necesariamente desechadas. Un cirujano fue a ver una vez a un pobre baldado y tuvo la bondad de ofrecer ayudarlo con todos los medios que estaban a su alcance. El cirujano empezó a disertar con mucha erudición sobre la naturaleza y origen de la enfermedad; sobre las propiedades curativas de ciertas medicinas; los beneficios del ejercicio, el aire y la luz, y las diversas maneras por las cuales su salud podría recuperarse. Sus frases estaban tan llenas de buen sentido, y mostraban tan profundo pensamiento y certera sabiduría, que el baldado, completamente alarmado, gritó: 'No me quite las muletas, por favor le suplico. Son lo único que tengo, y sin ellas sería con seguridad un ser miserable". Dijo el cirujano: 'No voy a quitarle las muletas. Voy a curarlo, y entonces usted mismo será el que desechará las muletas'". En lugar de las tonterías de las nubes, los incrédulos proponen las realidades terrenales; por la superstición, las espléndidas demostraciones y logros de la ciencia; y por la tiranía teológica, la libertad desencadenada del pensamiento. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 55 No decimos nosotros que lo hemos descubierto todo; que nuestras doctrinas son el todo de la verdad. Sabemos que el desarrollo humano no tiene fin. No podemos desenmarañar las infinitas complejidades de la materia y la energía. La historia de un mónada (Definición 2: "unidad orgánica microscópica". Def. 3: "pequeño protozoo flagelado".) es tan desconocida para nosotros como la del universo; una gota de agua, tan maravillosa como todos los mares; una hoja, como todos los bosques; un grano de arena, como todas las estrellas. No estamos tratando de cambiar el futuro, sino de libertar el presente. No estamos forjando grillos para nuestros hijos, sino rompiendo los que nuestros padres forjaron para nosotros. Somos los defensores de la averiguación, de la investigación, del pensamiento. Ya de por sí, eso es una confesión de que no estamos perfectamente satisfechos con nuestras conclusiones. La filosofía no ostenta el egotismo de la fe. Mientras que la superstición levanta muros y crea obstáculos, la ciencia abre todas las rutas del pensamiento. No pretendemos haber circunnavegado todo y haber resuelto todas las dificultades, pero creemos que es mejor amar al humano que temer a dioses; que es más grande y más noble pensar e investigar cada cual por sí mismo que repetir un credo. Estamos convencidos de que en el mundo puede haber muy poca libertad mientras el hombre adore a un tirano celestial. No esperamos lograr todo en nuestros días; pero queremos hacer todo lo bueno que podamos, y rendir todo el servicio posible a la noble causa del humano progreso. Sabemos que eliminar dioses y seres y poderes sobrenaturales no es un fin. Es un medio para llegar a un fin, siendo ese verdadero fin la felicidad del ser humano. Talar bosques no es el fin o propósito de la agricultura. Eliminar de los mares a los piratas no es todo lo que es el comercio. ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 56 Estamos tendiendo las bases del gran templo del futuro no el templo de todos los dioses, sino de todos los pueblos, donde, con ritos apropiados, se practique la religión de la Humanidad. Estamos haciendo lo poco que podemos para apresurar la llegada del día en que la sociedad deje de producir millonarios y mendigos indolencia ahíta e industria famélica , la verdad en harapos y la superstición en lujoso ropaje y coronada. Estamos buscando el momento en que lo útil sea lo honorable, cuando el RACIOCINIO, desde su trono del cerebro del mundo, sea Rey de Reyes y Dios de Dioses.  **** **** ___________________________________________________________ R. G. Ingersoll Sobre los dioses pág. 57