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Familia y salud mental

1992

FAMILIA y SALUD MENTAL INFORME SOBRE EL MUNICIPIO DE LA CORUNA José Luis Veira Veira Manuel Peralbo Vzquiano Alicia Risso Migues DOI: https://doi.org/10.17979/spudc.9788497497787 Esta obra se publica bajo una licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional (CC BY-NC-SA 4.0) Portada: Foto.-PATRICIA PIÑEIRO PEREZ MONOGRAFIAS N. 0 7 EDICION: UNIVERSIDADE DA CORUÑA SERVICIO DE PUBLICACIÓNS © DE ESTA EDICION: UNIVERSIDADE DA CORUÑA Imprime· (6alicia Editorial, S.A. - CBaesa C. Garnbrinus, 97. La Grela-Bens. La Coruíla IS.BN.: 84-88301-53-7 Depósito Legal: C. 1.251-1992 I.S.B.N.: 978-84-9749-778-7 (electrónico) Queremos mostrar nuestro agradecimiento al Excmo. Ayuntamiento de La Coruña y a su Centro de Salud Mental Infantil, sin cuyo apoyo y financiación este estudio no hubiese sido posible. Agradecer también a todos y cada uno de los que participaron en la aplicación de la encuesta y en la introducción de los datos en el ordenador. PRESENTACION Presentación 9 Desde hace algunos años ha comenzado a extenderse, entre los distintos sectores rela­ c ionados con el estudio del hombre, una creciente preocupación por los problemas de salud, tanto física como mental, que aquejan a cada vez más amplios sectores de Ja población. Dentro de esta preocupación básica es especialmente relevante el interés dirigido hacia el estudio e intervención sobre los problemas de salud infantil. Buena muestra de ello se encuentra en la implantación cada vez mayor de Servicios de Salud Mental Infantil auspiciados por distintas Instituciones públicas que, sin embargo, manifiestan su imposibilidad para atender, con los medios disponibles, la creciente demanda de atención primaria que requiere la intervención sobre los problemas de salud infantil. La complejidad que revisten tales problemas ha llevado a la necesidad de abordarlos desde una óptica interdisciplinar, y ello se refleja, en cierta medida, en la propia composición de los servicios planificados para su abordaje. Subyace a todo ello la constatación, compartida ya por la práctica totalidad de la comunidad científica, de que no es posible separar el ámbito de la salud física del de la salud mental. Entre ambos existe una interdependencia recíproca. Lo físico y lo psíquico son dimensiones inseparables que l levan a abordar tanto la prevención como la coJTección de los problemas de salud desde una perspectiva integrada. Al mismo tiem­ po, esta perspectiva nos obliga a reflexionar sobre el papel que desempeñan los factores socio­ lógicos y los procesos de interacción familiar, entre otros, en la génesis de las alteraciones infantiles. Esta óptica es Ja que se manifiesta en coJTientes de tan amplia difusión como la deno­ minada Medicina conductual, Psicosomática, Sociología de la Salud o en el Modelo de Competencia, representando cada una de ellas enfoques diferentes del problema, pero com­ partiendo las ideas básicas antes señaladas. Sin embargo, antes de abordar Ja dimensión empírica de este estudio, puede resultar conveniente analizar, siquiera someramente, algunos aspectos concretos relacionados con el papel que desempeñan la sociedad y la familia en la prevención de la desadaptación individual. Esto supone considerar no sólo las características del sistema familiar, sino también Ja i n fluen­ cia que tienen las diversas formas de interacción familiar y las relaciones entre la familia y la escuela, por ejemplo, en Ja aparición de dificultades de adaptación tanto en hijos como en padres. ------------- PARTEI Salud mental y sociedad 13 l. Salud mental y sociedad Existe una l arga tradición investigadora en la que se pone de relieve la estrecha rela­ ción existente entre salud mental y sociedad. Durante muchos años se ha buscado, con relativo éxito, una conexión explicativa entre diversas alteraciones psicológicas y la estructura social, surgiendo así toda una l iteratura sobre los factores vinculados con tales alteraciones que se pro­ longa hasta nuestros días. Entre estos factores destacan la clase social, el ambiente familiar, los factores genéticos y el estrés. Cada uno de ellos se.enfatiza en mayor o menor medida según la orientación de los autores, aunque ha existido cierto interés por analizar su relación con tras­ tornos de tipo crónico como la esquizofrenia. Así, respecto a clase social como factor determinante, existen datos que muestran una distribución espacial de la esquizofrenia tal que la mayor concentración se da en las áreas cén­ tricas de las ciudades -las más deterioradas socialmente- disminuyendo en las áreas más ale­ jadas y residenciales, lo que se ha i nterpretado.como indicativo de la existencia de una estrecha relación entre alteraciones psicológicas y clase social. En cualquier caso, parece que la distri­ bución de los pacientes tiene algo que ver con el grado de desorganización y deterioro social de las áreas de residencia. Esto se confirma, aunque con ciertas modificaciones, en la investiga­ ción llevada a cabo por Hollingshead y Redlich en 1 950, con una amplia muestra de sujetos. En el estudio de Hollingshead y Redlich se usaba una batería de indicadores que incluía ocupación, área de residencia y nivel educativo. La idea mencionada anteriormente se vio confirmada, en el sentido de que se percibió una relación inversa entre casos de psicosis y nivel social; pero los casos de neurosis, en cambio, aparecían con mayor frecuencia entre los miembros de las clases sociales más altas. Los autores explicaron este fenómeno por el hecho de que los individuos pertenecientes a las clases altas acuden con más facilidad al psiquiatra, quien suele definir la neurosis como un estado mental, el cual depende en gran parte de la con­ ceptualización que haga el propio psiquiatra. De todas formas, la relación entre clase social y trastorno psicológico parece tener cierta lógica, aunque queda por aclarar el nexo causal explicativo. En este sentido pueden barajarse dos hipótesis, la que podría denomio narse "hipótesis de la pérdida de estatus social" (Drift Hypothesis) y la "hipótesis de la causa social" (Social Causation Model). En el primer caso se argumenta que si las clases sociales más bajas arrojan una tasa mayor de alteraciones psico-sociológicas, es porque los individuos con problemas de adaptación social pierden o se ven forzados a abandonar sus empleos, iniciando así una carre­ ra de descenso en la escala social que les llevaría a una concentración en las áreas más depri­ midas de la ciudad. En el segundo caso, el acento se pone en el propio entorno social, siendo la pertenencia a una clase social concreta la determinante de las alteraciones. La dureza de la segunda hipótesis se dulcifica admitiendo que no es tanto la perte­ nencia a una clase social, cuanto lo que esta situación conlleva. En efecto, los individuos de cla- 14 Salud mental y sociedad ses baj as suelen tener carencias formativas que dificultan su interpretación del entorno, con lo que la ausencia de elementos culturales que puedan dar explicación y, eventualmente, capaci­ dad para manipular ese entorno, puede estar en la base de la correlación entre clase social y tras­ torno psicológico. El escenario familiar es otro de los factores que con más frecuencia se ha presentado como variable vinculada a la aparición de alteraciones comportamentales. En este ámbito des­ tacan tres circunstancias que han correlacionado en nmnerosos estudios. En primer lugar, la presencia en la madre de serios problemas médicos parece contribuir al surgimiento de altera­ ciones psicológicas, especialmente entre los niños. En segundo lugar puede mencionarse la ausencia de roles definidos en la familia, lo que dificulta l a identidad de sus miembros, paiti­ cularmente si se trata de aquellos roles que tienen que ver con las relaciones entre padres e hijos. Finalmente, la incapacidad de los padres para la comunicación y el razonamiento, con los hijos y entre sí, configura el tercer elemento desencadenante de trastornos psicológicos en el seno de la familia. Aunque muchos estudios hacen referencia a los problemas de tipo psicológico pre­ sentados por los hijos, la aparición de tales problemas como producto del ambiente familiar no se refiere sólo a los n iños sino que también los adultos son afectados por esta variable. Así, en términos globales, afecta más a los solteros que a los casados y, dentro de estos últimos, más a las mujeres que a los varones. Esta diferencia por sexos se ha i nterpretado en función de la dis­ tinta valoración que unos y otras hacen de la i nstitución matrimonial: mientras los varones pare­ cen ver en el matrimonio una relación i nstrumental, que les permite realizar su trabajo y volver al hogar encontrando todo dispuesto (comida, cena, limpieza, cuidado de los niños, etc.), las mujeres parecen atender más a los aspectos afectivos del matrimonio, siendo más importante para ellas la calidad misma de la relación, que cualquier otra consideración instrumental. Los factores genéticos también constituyen un factor que se relaciona con la aparición de las tradicionalmente llamadas "enfermedades mentales"; si no con todas, por lo menos con algunas, especialmente las más graves. Sin embargo, pocos autores creen que sea una causa estrictamente genética la que provoca la mayoría de ellas; más bien suele mantenerse que cier­ tas condiciones fisiológicas incrementan el riesgo o proclividad a padecerlas. Sea como fuere, la relación entre genética y alteración del compottamiento sigue sin ser esclarecida del todo. Probablemente la respuesta se encuentre en un replanteamiento de la cuestión: no se trata tan­ to de deslindar lo genético de lo aprendido, sino de considerar a la persona como fruto de ambas realidades. Finalmente, el estrés, en el ámbito de las ciencias sociales, suele definirse como la ansiedad causada por problemas reales o imaginarios experimentados por el sujeto y, así con­ siderado, también forma parte de la constelación de factores relacionados con las alteraciones psicológicas. A este respecto, las investigaciones suelen citar específicamente aquellos acon­ tecimientos que por su gravedad podrían calificarse de "sucesos de vida", como l as enferme­ dades graves, la muerte de un ser querido, la pérdida del empleo, el conflicto matrimonial, la soledad, etc. Estos sucesos de vida producen fatiga e indiferencia ante el trabajo, la familia y e l entorno cotidiano del i ndividuo, d e tal suerte que puede llegar al convencimiento d e que es pre­ ferible construir una "realidad" di stinta de la real. La teoría de Melvin L. Kohn, aunque referida sólo a la esquizofrenia, puede repre­ sentar una combinación de la "Drift Hypothesis" y el "Social Causation Model", al afirmar que este trastorno tiene que ver con un proceso de desorganización social, a la vez que se da una cierta vulnerabilidad de las clases óaj as, incidiendo todo ello en una elevación de las tasas de pacientes con este tipo de problemas. La referencia a esta teoría puede servirnos de reflexión - ·· ·---·---·----------------·---- Salud mental y sociedad 15 para comprender que la alteración comportamental, como cualquier otro proceso social, hun­ de sus raíces en un entramado complejo de causas sociales, psicológicas y genéticas. Por este motivo, el análisis del comportamiento "desviado" requiere en las ciencias sociales una explicación previa del concepto. Así, debemos empezar por reconocer que l a aprobación o reprobación d e las conductas ajenas proviene d e nuestras propias expectativas de cómo deberían comportarse los demás y que los juicios de valor resultantes serán favorables o desfavorables en función de que dichas conductas se ajusten o no a esas expectativas, con lo que tendremos tendencia a enjuiciar como desadaptado todo aquel comportamiento que las contradiga fuertemente. Este simple hecho nos revela que las conductas son continuamente evaluadas por el prójimo, produciendo una gran variedad de reacciones. Constantemente las personas juzgan el proceder de las otras, y con frecuencia se toman decisiones acerca de lo apropiado de nuestra conducta y de la ajena, aunque todo esto no suele trascender del ámbito de la vida cotidiana y habitualomente queda circunscrito al círculo de allegados. Sin embargo, consideremos por un momento las decisiones y reacciones sociales de aquellos grupos que tienen el poder de resol­ ver sobre cosas tales como "esto es delito o no es delito" o "determinada persona debe o no debe ir a prisión" o "tal sujeto debe o no debe ser internado en una residencia para enfermos mentales". En estos casos la trascendencia de las decisiones alcanza mayores proporciones por­ que tienen consecuencias sociales más i mportantes, como cuando se trata de los grupos de legisladores, jueces, pol icías, psiquiatras, psicólogos y demás profesionales que tienen el encargo de la sociedad de determinar si alguien ha cometido un delito o si alguien es un "enfer­ mo mental". Para entender correctamente el concepto de desviación social es necesario preguntar­ se por las razones y c ircunstancias por las que se toman determinadas decisiones. Este enfoque fue propuesto por la Teoría del Etiquetado (Labeling Theory) y se concreta en la formulación de dos problemas. En primer lugar esclarecer la producción social de Ja desviación, esto es, aquellos procesos a través de los cuales se l l ega a tipificar un comportamiento como no adap­ tativo. En segundo lugar, estudiar el efecto que el etiquetamiento de una persona como desa­ daptada tiene sobre su comportamiento. Tradicionalmente se consideraba como sujeto desviado a todo aquel que violaba una norma. Esta era la posición adoptada tanto en el terreno del Derecho como de la Criminología e incluso de l as Ciencias Sociales. Sin embargo, una respuesta negativa a la pregunta de si el des­ viado es o no es el que viola una norma, cambió el curso de las investigaciones: Becker ( 1963) argumentó que no es así porque previamente es preciso diferenciar dos hechos, por un lado lo que es la violación de la norma y por otro lo que es conducta desviada. Esta distinción, aparentemente intrascendente, permite trasladar el foco de interés desde el transgresor hacia el que produce y aplica las normas. En palabras de Becker los grupos sociales producen la desviación, creando las normas cuya infracción constitu­ ye desviación, y aplicando dichas normas a determinadas personas, etiquetándolas de marginadas. (p. 14). En este sentido la Teoría del Etiquetado no se pregunta por las causas que motivan la violación de una norma, sino por l as razones y circunstancias bajo l as cuales determinados "infractores" se convierten en el objetivo de la reacción social oficial. Como ejemplo puede c itarse el caso de las apuestas o de los juegos de azar que, según l as circunstanci as históricas de cada país, pueden estar prohibidos o por el contrario ser fomentados. Otro caso lo constituye el 16 Salud mental y sociedad aborto, considerado no hace mucho como delito grave y siendo en la actualidad permitido bajo ciertos supuestos legales. Ejemplos como el de la Ley Seca en USA, o de la prohibición de la marihuana o de la cocaína a principios de siglo, podrían ser añadidos a la lista. En el ámbito de los que padecen trastornos psicológicos, bastaría con recordar la con­ sideración que éstos tenían en otros tiempos cuando eran encarcelados como deli ncuentes comunes. De hecho, los "enfermos mentales", como muchas veces se les denomina, pueden ser percibidos como amenaza social, pero también como fuente de inspiración y sabiduría, tal como ocurría en los pueblos primitivos con el "chamán", quien con frecuencia era una perso­ na que podía experimentar fuertes alucio naciones, después de las cuales orientaba la conducta de la tribu en una u otra dirección. La producción social de la desviación también puede ser afectada por la producción estadística y la eficiencia de los agentes de control social (policía y jueces, especialmente). Así, la forma y la intensidad de la recopilación de datos sobre la delincuencia o sobre las alteracio­ nes psico-sociales, afecta directamente a las tasas correspondientes en una población dada. Las estadísticas pueden, además, reflejar la realidad de muy distinta manera. En nues­ tro país, por ejemplo, existen d istintas fuentes para medir la delincuencia: las estadísticas del INE, las Judiciales, las Policiales, las de Prisiones y las de Victimización (sociológicas). Todas ellas arrojan luz sobre la magnitud de la delincuencia, pero n i nguna coincide en las cifras; la razón es porque siguen protocolos distintos en Ja recogida de datos. También los datos referentes a alteraciones de índole psicológica variarán de acuerdo con la eficiencia de los diagnósticos, de la red asistencial y de la proporción de pacientes inter­ nados. La propia producción estadística depende, a su vez, de la voluntad política de determi­ nados grupos sociales. En definitiva, la desviación tiene que ver, por un lado, con lo que ciertos grupos socia­ les definan como amenaza o peligro social y, por otro, con la capacidad de esos grupos para persuadir a los legisladores de que hagan e i nterpreten las leyes de acuerdo a sus propias pers­ pectivas. Ello implica estudiar las relaciones de poder entre los grupos sociales, así como los procesos a través de los cuales se producen las normas y se etiqueta a los grupos sociales. El concepto de desviación primaria (cuando el sujeto es descubierto y definido como "delincuente", "enfermo mental" o sencillamente "raro") cobró especial relieve al explicar el inicio de muchas carreras delictivas. A ella puede seguirle una desviación secundaria, que implica una estigmatización del sujeto. En este sentido, la desadaptación social es secuencial. La estigmatización de la persona como desviada (trátese de un delincuente, ele un psi­ cótico o de un drogadicto) concluye con la aceptación de ese rol por parte del sujeto. Por ello Becker ( 1 963) destacó la importancia del etiquetamiento público para que la desviación secun­ daria tenga efecto. De esta manera, la reacción social ante determinadas etiquetas resulta deci­ siva en la explicación de la evolución de l as conductas. Etiquetas tales como las de "expresi­ diario" o "ex-enfermo mental" pueden servir de ejemplo. Subsisten, no obstante, algunos problemas no resueltos por la Teoría del Etiquetado. En primer lugar, no existe una metodología eficaz para medir el grado de las reacciones socia­ les, y en segundo lugar parece que no se presta demasiada atención a la capacidad de respuesta que el sujeto tiene ante un etiquetamiento. En esta última línea se ha empleado el término de "nuevos desviados" para designar a todos aquellos movimientos sociales de marginados que reclaman se les trate con dignidad, una vez que han aceptado la etiqueta, y el concepto de "des­ viación terciaria" para calificar a los grupos "gay", a los niños, los viejos, los gordos y todos aquellos que de una u otra forma sufren algún tipo de discriminación por razón de una etiqueta. Una vez hecha la anterior digresión acerca del concepto ele desviación social, puede plantearse ahora la interrogante de si la salud mental es o no una cuestión, una etiqueta social. Salud mental y sociedad 17 La respuesta suele darse a partir d e dos presJJmiestos teóricos. El primero d e ellos e s e l q u e lla­ maríamos "modelo médico" y el segundo "modelo social". El modelo médico no prestó, durante bastante tiempo, mucha atención a los factores sociales de la enfermedad mental y de alguna manera sigue anclado en su perspectiva genéti­ co-hereditaria. Su carácter distintivo viene dado por la búsqueda de factores causales orgáni­ cos (como un desequilibrio químico) o psicológicos ("psicosomáticos"). En este sentido se da gran importancia a los síntomas del trastorno y se trata de establecer nexos causales entre u n factor y la enfermedad. Por su parte, el modelo social no trata de discutir el modelo médico, sino el rol que desempeña la reacción social ante la enfermedad mental. Como consecuencia de ello podría estimarse que la alteración comportamental no es una enfermedad como las demás sino que es una manera de quebrantar ciertas normas sociales. Un precursor de la Teoría del Etiquetado fue Thomas S. Szasz, al insistir en el carác­ ter mítico de la "enfermedad mental". Para Szasz ésta es un mito porque el modelo médico tra­ ta de establecer relaciones entre síntomas físicos y causas fisiológicas, en-ando así el campo en que deben tratarse los que la padecen. El trastorno psicológico es, ante todo, una conducta, y ésta expresa ideas y creencias, lo cual implica evaluaciones y j uicios sociales y comunicación (Szasz, !963). Cuando hablamos de enfermedad corporal, añade Szasz, nos referimos a la desvia­ ción de una norma clara y precisa como es la i ntegridad física del cuerpo; pero tratándose de l a enfermedad mental l a norma quebrantada es de índole psicológica, ética y legal. Al no considerar este extremo, Ja Psiquiatría pasó a convertirse en una fabulosa máquina de control social. La medical ización de la sociedad completó su último círculo al incluir los "enfermos mentales", que constituían el grupo in-eductible, puesto que ya no se les podía encarcelar impunemente. Las protestas de Szasz, entre otros, en este sentido, propicia­ ron la búsqueda de nuevos enfoques para explicar estos trastornos y una de las alternativas fue la aplicación de la Teoría del Etiquetado. La primera aplicación de la teoría se debe a Thomas J. Scheff ( 1966), por la i mpor­ tancia dada a la reacción de los demás ante los problemas de tipo psicológico y por haber des­ tacado el significado de violar las llamadas normas residuales ("residual rule breaking") . Esto es, muchas personas infringen normas claras de conducta, con frecuencia tipifi­ cadas en códigos escritos, tales como las reglas de tráfico o las leyes que protegen la propiedad. En estos casos la violación de la norma tiene consecuencias previsibles claras. Sin embargo, otro tipo de conductas, como el ensimismamiento de una persona cuando se le está dirigiendo la palabra, produce una sensación extraña porgue se incumple una norma no escrita ni clara­ mente fijada. Se trata de las normas residuales. Reírse a solas sin causa aparente o alterar sin razón e l discurso de una conversación pueden ser consideradas infracciones de normas resi­ duales. Aunque no se conoce muy bien la naturaleza de estas normas residuales, lo cierto es que su violación produce reacciones sociales que pueden conducir al etiquetamiento de una persona como "enferma mental". Scheff plantea su perspectiva en forma de proposiciones. Entre estas proposiciones hay dos importantes que se refieren a la i nfracción de las normas residuales. La primera de ellas establece que algunas personas pueden oír, ver o experimentar cosas que otras no puede n . Fac­ tores tales como el hambre, la fatiga, las drogas e incluso sentimientos de rebeldía contra lo convencional, pueden estar en la base de tales percepciones. Estas personas pueden ser etique­ tadas de desviadas por no ajustarse a l as normas convencionales. Un ejemplo notable de esto 18 Salud mental y sociedad se encuentra en la reacción de la crítica ante las primeras obras pictóricas de los impresionistas franceses, cuyos colores fueron tomados por una evidencia de perturbación mental. La otra proposición afirma que el etiquetamiento público de los transgresores de nor­ mas residuales es el factor más i mportante que puede desenco adenar una carrera de desviado, desde el punto de vista del comportamiento. La perspectiva de Scheff refuerza el rol de la reac­ ción social en la génesis de las alteraciones psicológicas. No obstante, estamos todavía lejos de encontrar el nexo causal explicativo de este tipo de trastornos. Probablemente la explicación se encuentre en algún lugar entre los distintos modelos propuestos. Por otra parte, han de tenerse en cuenta las críticas de Walter R. Gove ( 1 980) a la Teo­ ría del Etiquetado. Según este autor, la situación social ha cambiado mucho desde los años cin­ cuenta. Por ejemplo, se produjeron cambios en los tratamientos psiquiátricos, al descubrirse nuevos fármacos que permiten el no i nternamiento de los pacientes y ello condujo a una desins­ titucionalización de la alteración comportamental. También se produjeron cambios en el incre­ mento y reconocimiento de los derechos de l os pacientes, disminuyendo sensiblemente e l número d e internados i nvoluntarios. Finalmente, ha habido cambios en l a opinión pública acerca de la "enfermedad mental". Todo esto ha contribuido al debilitamiento del etiqueta­ miento si no del "enfermo mental'', al menos sí del "ex-enfermo mental". De todos modos quizás sea pronto para asumir plenamente estas críticas, porque la reacción social no es uniforme en todos los estratos sociales ni entre los distintos países . -------··----··--··----- 19 Algunas características del sistema familiar 2. Algunas características del sistema familiar Como señalan Musitu y cols. ( 1 988), el estudio de los procesos familiares ha estado ínti­ mamente relacionado con los avances metodológicos que han tenido lugar desde los años 20, y que han alcanzado su culminación a partir de los años 50 y 60, con el auge de las técnicas com­ putacionales y el desarrollo y paralela sofisticación de las técnicas estadísticas. El estudio de la familia nuclear se puede abordar desde varias perspectivas: conside­ rando l a familia como un sistema social, considerándola como un pequeño grupo donde lo que interesa analizar es su estructura y funciones, o considerándola como un sistema interpersonal, en el que interesa conocer l as relaciones diádicas y las características individuales de sus miembros. Hacer siquiera una breve presentación de los distintos modelos teóricos que, funda­ mentalmente desde principios de siglo, se han ido elaborando, puede resultar una tarea que excede de los objetivos concretos que este trabajo se ha planteado'. Cabe señalar, sin embargo, algunas de las características que, desde la perspectiva sistémica, se atribuyen a la famil ia. Uti­ lizaremos para ello las que señalan McCubbin y McCubbin ( 1989) en el denominado Modelo Tipológico de Ajuste Fam i liar: l . Los problemas y cambios se consideran como elementos normales dentro del ciclo de la vida.familiar. 2. Las familias desarrollan fuerzas y capacidades básicas encaminadas a promover el desarrollo y crecimiento de los miembros de lafamilia, de la unidadj(uniliar y encamina­ dos a proteger a lufwnilia de las grandes perturbaciones en los casos de los cambios y transiciones con los que se enfrenta. 3. Las fámilias también se enfrentan a crisis que fuerzan a que la unidadfwniliar modifi­ que su modo defuncionamiento y se adapte a la situación. 4. Lasfamilias desarrollanfuerzas y capacidades únicas y básicas encaminadas a proleger­ la de estresores y presiones no normativas, así como a.fómentar la adaptocirín y readapta­ cirín de /a.familia tras una crisis. 5. Las familias se benefician y a la vez contribuyen a la red de relaciones y recursos de la comunidad y en especial durante los períodos de crisis y esrrés familiar. 1 Pueden encontrarse buenas revisiones de las concepciones que acerca de la familia han tenido algunas de las corrien­ tes sociológico-antropológicas más influyentes de este siglo (la Teoría general de sistemas, el Interaccionismo sim­ bolico y la Teoría del intercambio) en la obra ya citada de Musitu y cols. ( 1988) o en el trabajo de Pelechano (1991 ). 20 Algunas características del sistema familiar 6. El.funcionamiento.familiar es con muclwfrecuencia predecible por formas pautadas de conducta interpersonal moldeadas y mantenidas por fac1ores intergeneracionales, por presiones situacionales que se han desarrollado a lo largo del liempo, por la personalidad de los miembros de lafamilia y por los sucesos normativos y izo normativos que identifican a la familia a lo largo del ciclo viwl. 7. En el proceso de evaluación que lleva a la intervención sobre las.familias con e/fin de recuperar/as después de un suceso estresanle o para poder enfi-entarse a él con entere;:.a, el psicólogo debe wmar en consideración tanto lasforwlez.as como las debilidades del sis­ temafimcional definido como familia. 8. La intervención debe dirigirse tanto a las debilidades (para eliminarlas) como a lasfor­ talezas (para potenciarlas). Con ello se logran efectos de generalización positivos, a modo de catalizadores para que se den otros cambios positivos. 9. Las.familias desarrollan y mantienen resislencias internas y recursos adaptativos que varían enfiterza y elasticidad a lo largo del ciclo vitalfámiliar; puede intervenirse sobre estos desarrollos con el fin de que funcionen de manera más efectiva. Estos recursos desempeñan un papel crucial en la solución de conflictos que aparez.can en un .futuro. (Pelechano, 1991,p. 739). Como se puede ver, resalta la consideración de familia como un sistema integrado den­ tro de una red social, que posee, o puede poseer, recursos para garantizar la supervivencia del sis­ tema y de cada uno de sus miembros y que sirve como apoyo para la solución de los problemas individuales o relacionales que en ella puedan aparecer. Estos recursos estarán condicionados, sin duda, por algunas vmiables derivadas del tipo de estructura familiar. Es posible en este senti­ do situar a las familias según tres grandes formas de estructuración (Lautrey, 1985): l. Estructura débil. No existe ninguna regla que permita conocer de antemano si unao acción será permitida o no. 2. Estructuración flexible. Existen normas fijas que pueden ser flexibilizadas segúno las situaciones y los contextos. 3.oEstructuración rígida. Existen reglas inmutables que no permiten ningún tipo deo excepción. En realidad no es posible encontrar estos tres tipos de organización en forma pura, sino que más bien podemos encontrar toda una gama de situaciones intem1edias entre los tres polos. Pero, además del tipo de estructura familiar, existen otras variables que permiten iden­ tificar y caracterizar a los diferentes tipos de familias. El tipo de trabajo, el estatus social, el nivel de ingresos, la educación, las condiciones de la vivienda familiar, etc., determinan expe­ riencias que diferencian a unas familias de otras, pero que también permiten identificar las características que las hacen homogéneas. La homogeneidad de las características relaciona­ das con las condiciones de existencia definen experiencias comunes (y por tanto propiedades comunes) a toda una serie de individiduos que se reconocen, por ello, como miembros de una determinada clase social. Entre los indicadores de la clase social y del tipo de estructuración familiar se han uti­ lizado la categoría profesional del padre, el n ivel de estudios, el tamaño y composición de la familia y la dimensión de la v ivienda (Lautrey, 1985). Lo importante de considerar ambas variables, estructuración y clase social, se deriva de la constatación de su relación con el desa­ rrollo intelectual de los hijos y con la solución de los problemas derivados del estrés o del con­ flicto, por ello serán aspectos incluidos en los análisis de las familias de La Coruña que pre­ sentaremos posteriormente. Tampoco conviene olvidar que el papel de la familia en el desarrollo del niño pudo comprobarse con claridad a partir de la constatación de los fe nómenos de retraso general del Algunas características del sistema familiar 21 desarrollo que aparecen en niños criados en instituciones. En estos casos se apreciaba la impor­ tancia de una adecuada estimulación e i nteracción con los cuidadores (Kagan, 1978). Dentro de las múltiples variables que se pueden tomar en consideración cuando valo­ ramos el impacto de las relaciones familo iares sobre la conducta infantil, cada día cobran mayor relevancia las derivadas de los tipos concretos de interacción que tienen lugar entre padres e hijos. La revisión de los estudios sobre la relación entre medio familiar y las interacciones vocales, verbales y lingüísticas de padres e hijos realizada por Musitu y col s. ( 1988) muestra, por ejemplo, cómo las madres de clase social media o media alta, cuentan historias a sus hijos, describen imágenes de libros en términos muy precisos, dan muchas explicaciones y esperan que el niño participe activamente en la actividad de l ectura, y utilizan un l enguaje más com­ plejo; lo que no aparece tan estructurado en clases sociales baj as, donde el lenguaje es menos complejo. Kagan y Tulkin ( 197 1) observaron que las madres de clase media adecuaban más su conducta al n ivel de activación de sus hijos que las de clase social baj a (las primeras acudían antes a las llamadas de atención de sus hijos). De igual forma parece de fundamental impor­ tancia que el comportamiento y l as reacciones de los padres con los hijos sean contingentes e inmediatas, si se quiere conseguir un resultado eficaz (Díaz Aguado, 1984 ). Así, advertir a los hijos de premios o castigos (por l a realio zación de actividades positivas o negativas) que nunca ocuffen o sólo recaen sobre e llos al cabo de un tiempo considerable, tan sólo sirve para fomen­ tar la incredulidad ante los avisos paternos y para desarrollar un conocimiento muy preciso en los n iños sobre los límites de tolerancia de los padres. Del i nforme de Robinson ( 1978) se desprende que l as madres de la clase social baj a utilizan frecuentemente técnicas i mperativas m ientras que la d e l a clase media o favorecida uti­ liza mayoritariamente exhortaciones personales. Se puede concluir que l as madres pertenecientes a la clase social baja usan y enseñan el lenguaje como medio para controlar directamente el comportamiento del n iño mediante órdenes, o para definir papeles. En cambio, las madres de la clase media alta, a esta función del lenguaje le añaden razones, expresadas verbalmente, sobre el porqué de ciertas conductas, e información acerca del material y el ambiente social en general. También los niveles altos de logro tienden a transmitirse de padres a hijos. Los niños cuyos padres dedican tiempo a participar con ellos en actividades de tipo i ntelectual, renun­ ciando a su tiempo libre, transmiten a éstos el i nterés y el gusto por dichas actividades (Bandu­ ra, 1986), por lo que suelen aspirar a un tipo similar de estudios y profesiones. También diversos estudios destacan que la actitud paterna hacia la educación se encuentra estrechamente asociada con la cantidad y calidad de información relativa al sistema educativo. En general, los padres más favorables al sistema educativo están mejor informados respecto a su estructura interna y se sienten más dispuestos a apoyar a sus h ijos en la consecu­ ción de metas académicas (INCIE, 1976). Además, el medio familiar influye de forma importante en el rendimiento académico. Sin embargo, hay que tener en cuenta que éste no es producto de una sola variable, ya que exis­ ten otros factores externos que movilizan o i nhiben el aprendizaje. En cualquier caso, parece claro que cuanto más elevado es el nivel socioprofesional de los padres, más escasas son las dificultades escolares de los n iños; mientras que en los medios más desfavorecidos los fraca­ sos alcanzan porcentajes preocupantes. No obstante, el rendimiento escolar parece depender más de los factores culturales, o del n ivel de estudios de los padres, que de las condiciones materiales de vida (Shiff, 1982; Pelechano y cols., 1989). A estas variables habría que añadir, 22 Algunas características del sistema familiar en cualquier caso, las somato-fisiológicas, las intelectuales, las motivacionales, las de organi­ zación escolar y las de aprovechamiento de los recursos del Centro, etc. (Repetto, 1 984) . S e podría decir, por tanto, que e l clima fami liar s e relaciona directamente con l a inte­ ligencia, el logro escolar, la autoestima escolar, el ajuste escolar, la competencia cognitivo­ emocional y el desarrollo socioeconómico adecuado (Nelson, 1 984 ) . A s í pues, aspectos como las formas d e control que los padres emplean con los hijos, las relaciones afectivas padres-hijos, el apoyo cultural, etc., son aspectos que inciden no sólo en la educación y el proceso de aprendizaje de los hijos, sino también en el grado de adaptac ión oodesadaptación que éstos alcanzan. Probablemente, sin embargo, en la base de esta influenciao notoria de la familia sobre el desarrollo y la educación de los hijos se encuentren aspectos tales como sus ideas acerca de cómo aprenden los niños y cuál es su papel como padres en el proce­ so de aprendizaje de sus hijos. Como señala Palacios ( l 987a), estos aspectos varían en función de factores de cons­ telación fami liar (número de hijos y espaciamiento entre ellos), del estatus social de los padres y del sexo de padres e hijos. Así, por ejemplo, los padres de hijos únicos creen más en la ense­ ñanza directa que los que tienen tres, en los que se insiste más en la autorregulación. Además, los padres de clase media utilizan conceptos como feedback positivo, madurez, estructura del entorno, existencia de estadios evolutivos, etc., con mayor frecuencia que los padres de clase baj a. A l tiempo, los padres de estatus alto perciben tener una mayor capacidad de influencia sobre el desarrollo de sus hijos, como corresponde a sus ideas más de tipo interaccioni sta, m ientras que los padres de estatus bajo, más proclives a ideas innatistas, presentan una percep­ ción de capacidad de influencia más reducida. Esta capacidad de influencia percibida decrece a medida que los niños se van haciendo mayores y, además, se consideran más influyentes en el área social que en la cognitiva (Goodnow, 198 1). En este sentido, Palacios ( 1 987a) señala la existencia de tres tipos básicos de ideas sobre el desarrollo y la educación de los hijos: 1 . Tradicionales: Los padres pertenecientes a esta categoría suelen tener bajo nivel de estudios (en general son de procedencia rural) y escasa información sobre el desarrollo y la educación; son poco sensibles a las cualidades psicológicas de la interacción con el niño, tie­ nen ideas i nnatistas y un bajo nivel de influencia percibida sobre el desarrollo, defendiendo prácticas educativas de naturaleza coercitiva. 2 . Moderados o actual i zados: Son con mayor frecuencia de procedencia urbana. Defienden la interacción entre la herencia y el medio como causante de buena parte de las dife­ rencias interindividuales; parecen poco estereotipados en sus ideas, permisivos, sensibles a las cualidades psicológicas de la interacción con el niño; sus expectativas evolutivas son optimis­ tas y el grado de influencia que creen tener sobre el niño es elevado. Finalmente, su nivel de información parece ser alto y compartido por el cónyuge. 3.aParadój icos: Suelen proceder de un nivel educativo medio o bajo, presentan un altoo grado de búsqueda de información, aunque sea bajo el nivel de i nformación que manifiestan. Son ambientalistas, pero parecen percibir que el control del ambiente educativo se les escapa. Tienen expectativas evolutivas positivas, pero no parece que de ellas deriven prácticas i nteractivas en consonancia con esa precocidad. Presentan ideas a veces muy poco, y a veces muy, estereotipa­ das. Se trata, pues, de una posición oscilante entre las dos anteriores. Por otra parte, l a incidencia de l a fami l i a sobre l a adaptación del niño tiene lugar según e l tipo de interacción que promuevan. Así, el desarrol lo psicológico infantil se ve mejor estimulado por interacciones en las que los adultos aportan una estimulación rica, se sitúan en la zona de desarrollo próximo del n iño, que alienta al máximo los procesos simbólicos com­ plejos y que i ncita en el niño su autonomía y su sentimiento de competencia. Además estas for- Algunas características del sistema familiar 23 mas de interacción se relacionan con las propias ideas evolutivo-educativas que sostengan (Palacios, l 987b ). Esta referencia cobra especial relevancia en lo relacionado con la educación infantil, ya que implica no sólo "andamiar" el desarrollo del niño, sino aquilatar de forma adecuada el apoyo que se le debe prestar según su nivel de competencia, concediéndolo cada vez mayor, según se incrementa su competencia. El distanciamiento de la acción como forma de potenciar los procesos simbólicos en el niño (Sigel, 1 985) define, además, un componente especialmen­ te productivo de la interacción entre éste y los adultos. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que las relaciones entre estas ideas y el com­ portamiento de los padres con sus hijos no son mecánicas y lineales (Sigel, 1 985), aunque se han encontrado relaciones significativas entre las ideas de los padres y las interacciones tem­ pranas con los hijos, las prácticas de socialización, el desempeño intelectual y el rendimiento académico del niño (Brooks-Gunn, 1 98 5 ; McGillicuddy-DeLisi, 1 98 5 ; Spangler, 1 986). Es necesario insistir de nuevo en que a pesar de que hemos venido esbozando una relación aparentemente lineal entre ideas de los padres, pautas educativas familiares y desa­ rrollo infantil, existen otras variables, algunas procedentes de otros contextos de crianza extra­ familiares, que inciden sobre el desarrollo, alterando su curso y direccionalidad. No obstante, no es necesario decir que toda influencia familiar que aliente los proce­ sos s i mbólicos complejos del niño ayudándole, dentro de la zona de desarrollo próximo (Vygotski, 1 979), a anticipar, inferir, comparar, secuenciar, categorizar o relacionar; que ayu­ de a planificar las actividades acomodando los niveles de ayuda externa al nivel de competen­ cia infantil ; que desarrolle expectativas positivas acerca de la actividad propia; que proporcio­ ne una relación afectiva estable y que colabore a una mayor autonomía personal, incidirá, sin duda, en una mejora considerable de la adaptación del niño a su medio ambiente. Por otro lado, es obvio que no todas las familias poseen las características que les per­ mitan reaccionar de forma flexible y adaptativa ante los estresores sociales. Precisamente por ello cobra especial relevancia el conocimiento de las relaciones entre la interacción que tiene lugar dentro del núcleo familiar y los problemas que pueden surgir a lo largo del ciclo vital de sus miembros. De la constatación de este hecho se ha derivado la preocupación por el análisis de las diversas formas de interacción que se pueden dar en el núcleo familiar. 2.1. Influencia familiar y salud El interés por el estudio de las relaciones personales y las interacciones dentro del sis­ tema familiar se ha traducido en un número notable de publicaciones e investigaciones, tanto desde la perspectiva sociológica como desde la psicológica. Algunos trabajos relevantes, en este sentido, son los de L' Abate ( 1 985), Macklin y Rubin ( 1 983), Olson y McCubbin ( 1 983), Patterson ( 1 975), Spanier y Thompson ( 1 984), Finkelhor, Gelles, Hotaling y Straus ( 1 983) o Aldous ( 1 982), entre otros muchos. La familia representa, desde luego, un marco idóneo para el estudio de aspectos rela­ cionados con el desarrollo, la personalidad, la organización social o la desviación o desadapta­ ción personal y/o social. Además, la vida familiar parece guardar cierta relación con la salud física y mental de sus miembros, como ya se comentó. Así lo indican los estudios de Verbrugge ( 1 979), Berkman y Syme ( 1 979), B loom, White y Asher ( 1 975), o la revisión de Pelechano sobre "Familia, estrés y enfermedad" ( 1 99 1 ). En ellos se informa no sólo de una mayor longevidad en los hombres y mujeres casados, sino también de una menor tasa de ingresos en servicios psiquiátricos. Al mismo tiempo, son los casados quienes más frecuentemente señalan estar muy satisfechos con su vida (Bernard, 24 Algunas características del sistema familiar 1 97 2 ; Glenn, 1 97 5 ) . Ahora bien, también el matrimonio acarrea consecuencias negativas (como e l divorcio, los intentos de suicidio o el consumo de drogas y alcohol), aunque en cual­ quier caso no se pueda negar el papel de apoyo social que la familia puede desempeñar para con sus miembros. Las relaciones familiares también parecen tener influencia sobre el comportamiento y las actitudes de los hij os . Así, Greenberg y Nay ( 1 982) observaron que los estudiantes cuyos padres se habían divorciado rompían más frecuentemente que los demás sus relaciones con los otros como solución a problemas interpersonales. El apoyo social que se prestan mutuamente los miembros de la familia parece influir, asimismo, en la reducción del estrés y, por ello, en el aumento del bienestar físico y mental ( Biegel, McCardle y Mendelson, 1 985; Peri man y Rook, 1 987). Frecuentemente, sin embargo, los problemas en la familia tienen un impacto más dañino sobre sus miembros, porque existen dificultades para la comunicación (no muestran sus verdaderos sentimientos o evitan comunicarse los problemas para no generar confl ictos). Los problemas suelen ser resueltos fácilmente cuando sus miembros son capaces de contribuir con su opinión o con información; la comunicación abierta y honesta promueve relaciones saluda­ bles y fuertes en la familia, haciéndola más adaptable al cambio. Cuando existe incomunicación entre los padres, además de tensión o tendencia a l a separación, los hijos también suelen presentar dificultades para intervenir e n l a relación padre­ madre, o para pedir alguna aclaración, y en los casos de separación y divorcio, el tono y la amplitud de la comunicación entre los padres y los hijos tiene una significación especial en relación con el desarrollo de problemas emocionales. Se han realizado muchos programas dirigidos a incrementar la comunicación familiar (Bornstein y Bornstein, 1 986; Floyd y Floyd, 1 987) a través del desarrollo de habilidades. Esta es también un meta de la terapia familiar. Desde este punto de vista los mensajes no claros son perturbadores del sistema familiar. Así, desde la perspectiva de Minuchin ( 1 974) se sugiere que el miedo a conflictos abiertos inhibe la comunicación familiar y contribuye a perturbaciones psi­ cosomáticas y de otro tipo como las relacionadas, por ejemplo, con la delincuencia juvenil. 2.2. Estructura familiar y delincuencia juvenil Desde el punto de vista psicológico, la relación entre l as características del grupo familiar y la delincuencia j uvenil ha comenzado a despertar el interés de los investigadores a partir de principios del siglo XX (Mirón, Otero y Luengo, 1 988). A pesar de que hay una his­ toria relativamente larga de investigaciones sobre la influencia de l a familia en la génesis de este problema, hay que decir que los resultados existentes son bastante dispares. No obstante, como señalan Mirón et al. ( 1 988), se puede decir que algunas caracte­ rísticas del sistema familiar tienden a presentarse relacionadas con el problema en cuestión. Entre ellas se encuentran la utilización de pautas educativas inadecuadas, la ausencia de super­ visión y control sobre la conducta del hijo, las relaciones afectivas pobres entre padres e hijos, los hogares desintegrados, etc. Afecto y normativización parecen destacar como elementos relevantes en la aparición o no de conductas desviadas en jóvenes. Hay que señalar, sin embargo, que las diferentes formas de interacción fami liar pare­ cen influir de forma diferencial sobre la aparición de distintas formas de delincuencia juvenil. Así, por ejemplo, en los varones el conflicto fami liar se relaciona con la transgresión de nor­ mas y la conducta contra la propiedad, mientras que ya no existe una relación directa con rela­ ción a la conducta agresiva, en la que parece influir más claramente la gravedad de los conflic­ tos en la interacción madre-joven (Norland et al. , 1 97 7 ; Henggeler et al . , 1985). Algo parecido ----··----·-----···---------------·-·-·-··-----------------······-·-------------------···-·--·· Algunas características del sistema familiar 25 se puede decir respecto a la influencia del grado y tipo de control familiar sobre la conducta: a menor supervisión familiar, mayor gravedad de la conducta delictiva del joven, y a mayor incoherencia y rigor físico en el control, mayores problemas de conducta violenta en la ado­ lescencia (Fanington, 1 978; McCord, 1 979). Estos datos avalan la necesidad de explorar las características del sistema fam il iar para poder efectuar análisis y predicciones que posibilaiten y colaboren a la prevención e inter­ vención sobre los muy diferentes problemas que pueden generarse dentro del núcleo familiar. De esta forma queda c lara, también, la importancia que tienen las diversas formas de interacción fami liar sobre la aparición de variados tipos de problemas y dificultades tanto en los padres como en los hijos. Desde un punto de vista sociológico, el concepto de "delincuencia j uvenil" presenta algún que otro inconveniente derivado de su propia naturaleza ambigua, que dificulta su defi­ nición con preci s ión. Su frecuente uso en los medios contribuye sin duda a una mayor confu­ sión respecto del concepto, por lo que se hace necesaria una aclaración previa del mismo. Así, la mayoría de las veces no queda suficientemente del im itada la diferencia entre conducta delic­ tiva (desviada) y conducta criminal (punible), a la vez que el adj etivo "j uven il" hace referencia a una categoría de edad poco precisa. Desde que se creara en Chicago el primer Tribunal Tutelar de Menores ( 1 899) ha pasado mucho tiempo y el propio concepto de "menor" ha variado sustancialmente según las legislaciones de Jos distintos países'. Corno en tantas otras dimensiones de la vida social , el concepto de juventud ha evolucionado en relación al desarrollo económico y social de los pue­ blos, y otro tanto ha pasado con el concepto de conducta delictiva aplicada a los jóvenes. Pero vayamos por partes y fij émonos primero en el concepto "j uvenil". Desde siempre ha resultado difícil obtener un consenso sobre el término "j uventud". En la l iteratura especializada no resulta fácil encontrar una definición convincente al respecto. A lo sumo se encuentran definiciones acerca de la edad de comienzo de esta etapa de la vida, casi siempre desde el punto de vista psicológico o biológico, que se suele identificar con el final de la infancia (fin de la pubertad). Pero no se dice nada acerca de cuándo se deja de ser j oven. Lo más frecuente es encontrarnos con una combinación de criterios biológicos y j urídicos, que en poco ayudan a avanzar en este terreno. Así se entendería que la j uventud es una etapa que comienza con el fin de la pubertad y termina con la emancipación legal a todos los efectos. Como quiera que la edad de emancipación legal es muy variable según los países e inclu­ so confusa dentro de un mismo país, nos vemos abocados a seguir preguntándonos sobre la natu­ raleza de la juventud si queremos estudiar a este colectivo desde un punto de vista criminológico. Lo cierto es que si con respecto al comienzo de la juventud podemos seguir mante­ n iendo el m i s mo criterio, al tomar corno referencia l as transformaciones psicofi siológicas de la pubertad, resulta más difícil ponerse de acuerdo en cuanto al momento en que se produce el fin de la juventud y se pasa a la condición de adulto. La razón estriba en que. . . la emancipación legal es sólo una condición de la verdadera emancipación social. En el sentido fuerte del tér­ m i no, la emancipación de los jóvenes en nuestra sociedad actual requiere cuatro condiciones para completarse en la forma social típica: A . La independencia económica: puesto de trabajo estable. B. La autoadministración de los recursos. C. La autonomía personal: capacidad de tomar decisiones propias. 2 Véase López-Rey y Arrojo, 1 985, p. 1 25 y s s . 26 Algunas características del sistema familiar D. La constitución de un hogar propio, o capacidad para hacerlo, independiente del hogar de origen. (De Zárraga, 1 985, pp. 24-25). Fácilmente se puede comprender que la consecución de estas cuatro condiciones pue­ de verse muy retrasada en el tiempo, debido especialmente a la escasez de empleo. Según esto, nos podríamos encontrar con jóvenes de hasta 30 años. No obstante, creemos que la clarifica­ ción sociológica de cuando acaba la juventud aporta un punto de v ista fértil para la investiga­ ción, aun cuando subsista la mencionada ambigüedad del término. En cuanto al concepto de "delincuencia", también convendría hacer alguna precisión. En el Congreso de las Naciones U n idas celebrado en Londres en 1 960 se recomendaba reducir el concepto de delincuencia j uvenil a través de la del imitación de las conductas juveniles que pudieran ser objeto de represión penal . Lo que se pretendía -y se sigue pretendiendo- era esta­ blecer una distinción clara entre dos tipos de conductas, esto es, la delincuencia y la criminali­ dad. Por delincuencia se entendería toda conducta irregular, cuya valoración es variable según los grupos sociales, mientras que por criminalidad se entendería toda conducta punible por comisión de un acto delictivo, válido para todos los grupos sociales'. Según este criterio, muchos comportamientos delictivos de los jóvenes no tendrían que ser tipificados necesariamente como criminales y en consecuencia no serían punibles, lo que supondría una mayor tolerancia de ciertas conductas que se consideran "propias" de l a juventud. Naturalmente, esta consideración sugiere la necesidad de i mplementar políticas familiares y educativas paralelas. La aplicación práctica de estas concepciones supondría una alteración considerable de las estadísticas oficiales sobre delincuencia juvenil. Tanto si fijamos unos criterios u otros para determinar el período que conforma la "juventud", como si alteramos la tipificación de las conductas delictivas, nos encontraremos con que las estadísticas de delincuencia juvenil arro­ jarían resultados muy distintos. Lo dicho hasta aquí no tiene otra i ntención que mostrar dos hechos ciertos: 1 . La evolución estadística de la del i ncuencia juvenil depende de los criterios con que se hayan confeccionado dichas estadísticas. 2 . La comparab i lidad de las estadísticas de delincuencia juvenil entre dos o más paí­ ses resulta sumamente difícil debido preci samente a las diferencias de criterio con que se sue­ len recoger y elaborar los datos. A pesar de estas l imitaciones, es posible hoy en día obtener cifras de cierta fiabilidad combinando las diferentes estadísticas oficiales (las de los Tribunales Tutelares de Menores, Judiciales y Policiales) con las derivadas de las encuestas sociológicas de victimización y de autodenuncia. Ha sido a partir de estas combinaciones estadísticas cómo se ha podido investigar no sólo l a evolución de la delincuencia juvenil en nuestro país, sino también los factores sociales que se encuentran detrás de este fenómeno. Pero antes de pasar revista a cuáles sean estos factores convendría recordar el carácter de inevitabilidad que la Sociología confiere a la delincuencia. La delincuencia es una conducta desviada que se inscribe en la propia naturaleza humana. En el siglo pasado ya había mostrado Durkheim la imposibilidad de encontrar una sociedad sin delito. Entre otras cosas, porque aun cuando consideráramos una sociedad ideal, perfecta, j usta, compuesta de seres cuasi perfectos, esta misma perfección llevaría a esos seres a castigar y definir como desviada cualquier con- 3 López-Rey y Arrojo, 1 985. Algunas características del sistema familiar 27 ducta que no se ajustara a sus cánones de perfección. Llegados a tal extremo, el urgarse la nariz podría llegar a ser considerado delito. Esto es así debido al hecho de que el delito no es una consecuencia directa del acto, sino que es una definición social. Sólo es delito aquello que la comunidad quiere que sea deli­ to. En consecuencia ello no tiene nada que ver con la naturaleza intrínseca del acto, y explica que lo que en una sociedad es considerado delito, puede no serlo en otra cultura, o en otro momento de esa misma sociedad. Desde este punto de vista podemos contemplar la delincuencia como un fenómeno más de los que ocurren con cierta regularidad en las sociedades. La delincuencia sería tan nor­ mal como lo es la enfermedad o la l luvia. La medicina lucha por rebajar el grado de morbilidad de una población a unas cotas óptimas, pero no se plantea Ja eliminación total y absoluta de l a enfermedad. De igual manera podemos decir q u e la lluvia es un fenómeno normal, y sólo nos planteamos medidas contra ella cuando las precipitaciones adquieren magnitudes no tolerables por Ja comunidad, como es el caso de las inundaciones. Sentados estos presupuestos, podemos afirmar que el estudio de Jos factores sociales de la delincuencia juvenil -como de cualquier otra delincuencia- no persigue erradicar total­ mente este tipo de comportamiento, sino simplemente explicarlo y posteriormente poner los medios necesarios para reducir el volumen del mismo, de tal manera que la sociedad no se sien­ ta amenazada por un excesivo crecimiento de crímenes y actos delictivos, a la vez que se impi­ de la marginación de muchos jóvenes que en otras circunstancias hubieran seguido el camino de Ja delincuencia. De entre los factores sociales que se han citado para encontrar explicación al inicio de una carrera delictiva en los jóvenes, los más frecuentes son sin duda aquellos que van asocia­ dos al problema de la emancipación. Ello nos remite de forma directa al estudio de las estruc­ turas familiares porque es allí donde, en la mayoría de los casos, la emancipación del adoles­ cente tiene lugar. Estudiar las estructuras familiares no significa necesariamente que culpabilicemos de antemano a la familia como génesis de cualquier tipo de desviación. Todo lo contrario. Pode­ mos afirmar que si J a mayoría de las personas no son delincuentes es porque han crecido y han aprendido a emanciparse en un ambiente familiar favorable. En sentido contrario podemos considerar que cuando surge la desviación puede deberse a fallos en el mecanismo de sociali­ zación familiar, si nos atenemos a los hallazgos de las l lamadas Teorías del Control Social4• Pero sería también exagerado decir que toda desviación tiene sus orígenes en los posi­ bles fallos del proceso de socialización familiar, pues numerosos estudios han demostrado que la delincuencia j uvenil es fruto de factores sociales ajenos a la propia estructura famil i ar, como son el paro, la clase social (teorías de l a deprivación y de la asociación diferencial), el sexo (teo­ rías de l a masculinidad y teorías demográficas), la baja autoestima y el fracaso escolar (aunque estos dos últimos podrían incluirse en el apartado de la socialización familiar). Antes de pasar revista a cada uno de estos factores, convendría dejar claro que todas estas variables, que se citan como posibles causas o concausas de la delincuencia, lo son con respecto a la delincuencia como dato estadístico global que arroja en un momento determina­ do una sociedad, y cuya variación en el tiempo y en el espacio nos permite suponer que es debi­ do a la variación (covariación) de aquellos factores sociales. Esta perspectiva no es otra que la perspectiva sociológica. El foco de interés está en Ja evolución estadística de la delincuencia y no en el delincuente como individuo. 4 Véanse Hirschi ( 1 9 69) y Matza ( 1 9 64). 28 Algunas características del sistema familiar Desde este punto de vista, los fallos en el proceso de socialización, el paro, la clase social, etc. , han de contemplarse como variables estructurales y típicas de una sociedad o cul­ tura. Esto puede parecer fácil de entender en e l caso del paro o l a c l ase social, pero en el caso del proceso de social ización se requiere una explicación adicional, debido a que aquí concu­ rren tanto aspectos psicosociales como sociológicos. En efecto, e l proceso de socialio z ación, por su propia naturaleza, máxime si nos cen­ tramos en el seno de la fam il i a, puede resistirse a un tratamiento netamente sociológico, s i entendemos este proceso como la mera i nterrelación d e personal idades que con vi ven dentro de un mismo grupo familiar. S i n embargo, si por proceso de socialización familiar entendemos pautas establecidas (consistentes y duraderas) por la mayoría de la comunidad, y cuya efecti­ vidad surge de la estructura famil iar imperante en cada momento histórico, no nos cabe duda de que estamos en presencia de una variable sociológica tan "estructural" como lo puedan ser la clase social o e l sexo. Todavía más, si contemplamos la estructura fami liar como una reproducción a peque­ ña escala de la sociedad global, tal como vienen señalando la mayoría de las corrientes socio­ lógicas contemporáneas, al considerar a la familia como agente reproductor de los valores sociales imperantes, la conexión entre ambas instancias (sociedad y famil ia) se nos hace más evidente; con lo cual tendremos que establecer algún nexo entre estructura fam iliar y delin­ cuencia, al igual que se ha establecido entre estructura social y delincuencia. Pero ¿cómo puede influir en las variaciones de delincuencia j uveni l una determinada estructura familiar? La primera respuesta nos viene dada por las llamadas Teorías del Control Social. Según estas Teorías -y sin entrar ahora en sus detalles ni diferenciaciones- será la soli­ dez de los lazos que unen al j oven con su sociedad, su grado de compromiso con los valores i mperantes, su arraigo social, en definitiva, lo que le permite desarrollar una conducta ajusta­ da y no desviada (este es el caso de la llamada "Bonding Theory" de H i rschi). Bajo este supues­ to es fáci l entender que una estructura familiar conflictiva o desanaigada constituye un factor de riesgo, al menos en principio. Así, pues, el deficiente ajuste marital, la ausencia de uno de los cónyuges -tanto física como simbólicamente-, la falta de comunicación padres-hijos, etc., pueden constituir todos ellos factores de riesgo. También constituiría un factor de riesgo la ausencia de controles normativos claros dentro de Ja famil ia, pues tal como sugirió Matza ( 1964), si bien todos estamos dispuestos a cumplir las normas, lo cierto es que existen áreas de la estructura social en las que dichas nor­ mas son difíciles de cumplir, ya sea porque no existen, porque son ambiguas o simplemente porque se pueden i nterpretar de manera confusa. En este terreno es de suma importancia el estudio de los sistemas de control normativo que los padres utilizan respecto de los hijos, por­ que probablemente el tipo de control establecido tenga mucho que ver con los fallos en el pro­ ceso de socialización. Concretamente, el estudio de estos sistemas de control sobre los hijos, en relación al sexo, constituye una de las más recientes aportaciones de la Sociología Criminal. La estrecha relación entre las variables estructura fami liar, control familiar sobre los hijos y delincuencia femenina/masculina ha sido puesta de relieve muy recientemente por Ja teoría del Poder-Control de Hagan ( 1989). En efecto, desde los comienzos de la Cienci a Criminológica se ha insistido siempre en la naturaleza "masculina" de la delincuencia. En todas las sociedades y en todos los tiem­ pos, las estadísticas siempre arrojan una diferencia muy grande "a favor" de los varones en lo que a comisión de delitos se refiere. No es de extrañar, por lo tanto, que durante mucho tiempo se atribuyera al sexo un factor determinante en la evolución de la delincuencia. La masculini­ dad fue considerada como un factor de riesgo, debido a que en este sexo podrían concurrir ele­ mentos biológicos y psicológicos que propiciaran una mayor agresividad social. Algunas características del sistema familiar 29 Sin embargo, la reciente evolución de l a delincuencia femenina en muchos países del l lamado capitalismo avanzado, ha hecho modificar l as posturas en torno a esta cuestión. E l aumento constante, aunque moderado, d e la delincuencia femenina e n este tipo d e sociedades en la última década necesita una explicación que vaya más allá de las perspectivas meramente sexistas. La Teoría del Poder-Control de H agan puede faci litar una nueva orientación explica­ tiva, al integrar en un solo modelo teórico las variables de estructura familiar, tipo de control establecido por los padres sobre los hijos y aumento de la delincuencia femenina. Así, Hagan parte del supuesto de que la familia reproduce a pequeña escala las estructuras de poder de l a sociedad global, d e t a l manera q u e pueden distinguirse varios tipos d e estructura fami liar según la posición social que ocupen los cónyuges fuera del hogar. Esta posición social (clase social, si se prefiere) viene determinada por si el cónyuge tra­ baja o no fuera del hogar y, en caso afirmativo, si mantiene una posición de poder dentro de la orga­ nización para la que trabaja, o si por el contrario carece de cualquier tipo de influencia sobre otros empleados. Según esto, Hagan llega a identificar hasta siete tipos de estructura familiar que se dis­ tinguen entre sí por el grado de equilaibrio entre las posiciones de clase social de los cónyuges'. De los datos que aporta la investigación de H agan ( 1 989), se desprende que las hijas pueden convertirse en factor de riesgo con mayor facilidad en aquellas familias en que, por efecto de la simetría social de los cónyuges, éstos tienden a educar y controlar a las hijas con los mismos valores que a los hijos, esto es, instándoles a la competitividad y a la asunción del riesgo, esperando que así puedan lograr el éxito social con mayor probabilidad". Así, pues, el proceso de la igualación en los tipos de control y la abolición de formas sexistas de socializa­ ción familiar estarían en la base explicativa del aumento de la delincuencia juvenil femenina. Este aumento no se daría, concluirá Hagan, si no hubiese un proceso paralelo de transforma­ ción de las estructuras fami liares, en el sentido indicado, es decir en una expansión de las fami­ lias simétricas a l a vez que se da un aumento de las monoparentales. Pero l a atribución del aumento de la delincuencia femenina a l a educación no sexista, no implica que la educación sexista deba ser considerada como más eficaz en la prevención de la delincuencia juvenil . El propio H agan señala que el fallo estriba en que persiste la confusión entre dos modelos distintos de control fam i liar: uno "instrumental", aplicado preferentemente a los varones, y otro "afectivo" ejercido sobre las mujeres. El hecho de que a las hijas, en las familias simétricas, se les aplique el control instrumental, no significa por ello que deje de apl i ­ cárseles el afectivo, con l o q u e deben soportar dos tipos d e control . Esto expl icaría por qué aumenta l a delincuencia femenina, aunque no l legue todavía a ser comparable a la masculina. Por otra parte, la aplicación del modelo de control afectivo a los hijos no se contempla, paradój icamente, como j usta correspondencia, en las fami lias simé­ tricas'. 5 La perspectiva empleada por Hagan acerca de las clases sociales está tomada de R. Dahrendorf, el cual utiliza la dico­ tomía de clases que mandan y clases que obedecen, poniendo así en segundo plano los criterios economicistas de Marx. 6 Es preciso señalar, al filo de la exposición de los estudios de Hagan, que cuando se habla de delincuencia masculina o femenina, se tiende a olvidar sistemáticamente el fenómeno de l a prostitución, que es la conducta desviada feme­ nina por excelencia, y que con frecuencia no forma parte de las estadísticas por no ser considerada delito. En caso contrario quizás las estadísticas arrojarían un saldo más alto de delincuencia femenina. 7 Hagan y otros ( 1 989). 30 Algunas características del sistema familiar Por control "instrumental" se entiende aquel que está basado en controles externos, tales como horarios, compañías, rendimiento escolar, comportamiento adecuado, etc. El con­ trol "afectivo" se refiere más bien a aquel que se ejerce a través de la intimidad y la comunica­ ción sincera, incluso la amistad, y que suele ser más frecuente en la relación madre-hija. Lo interesante del modelo expuesto por Hagan es precisamente la importancia que da a la estructura familiar y su consiguiente modo de socialización (tipo de control) de los hijos, en la explicación de la formación de poblaciones de riesgo para la conducta desviada de los jóvenes de ambos sexos. De estos estudios se desprende que, quizás, una buena política de prevención sería la de que las familias simétricas utilizasen indistintamente para los hijos y las hijas el modelo de control ejercido tradicionalamente sobre las hijas -esto es, el "afectivo"-. Tal vez entonces los factores criminógenos atribuidos artificialmente a la masculinidad, desaparecerían y la delin­ cuencia masculina (que prácticamente es toda la existente) podría comenzar a evolucionar en el sentido de asemejarse en su volumen a la femenina. Otros factores citados como el paro y la clase social, han tenido su explicación a tra­ vés de las Teorías de la Deprivación, que pusieron de manifiesto el hecho de que si las clases bajas arrojan un mayor índice de delincuencia j uvenil es debido a dos circunstancias: primero, a que el aparato legislativo-judicial-policial se emplea más a fondo y con más contundencia sobre estas clases bajas y, segundo, a que la escasez de recursos, a veces extrema, induce con mayor facilidad al delito a los pobres que a las clases acomodadas. Sin embargo, el paro no debe ser contemplado como una variable causal indepen­ diente sino que va asociada al nivel de consumo de la sociedad. Así, se ha comprobado que a un mismo nivel de paro se da mayor delincuencia j uvenil en una sociedad opulenta que en otra de recursos escasos. Ello nos permite sugerir que la sociedad de consumo ejerce una mayor presión sobre el "parado" que en el caso de sociedades no consumistas. La oferta desmesurada de bienes, el lujo y la superabundancia, cuando se dan en una situación de paro, resultan ser fac­ tores criminógenos de cie1ta consideración. Finalmente nos queda por señalar una de las más recientes metodologías en el estudio sociológico de la delincuencia j uvenil, cuya finalidad fundamental es prever la evolución de la misma y en consecuencia aj ustar la política económica asignada a la represión del delito. Se trata de la aplicación de modelos de análisis demográfico al estudio de la delin­ cuencia. En EE.UU. han crecido en popularidad en los últimos años este tipo de estudios. Tie­ nen la ventaja de estar basados en datos empíricos, cuya evolución es razonablemente previsi­ ble, tales como la edad, sexo, raza y residencia de los delincuentes habituales. Así, algunos estudios, basándose en datos suministrados por la UCR (Uniform Crime Reports), prevén que los homicidios tenderán a disminuir en los próximos años, por el simple hecho de que el grupo de criminales demográficamente delimitado Uóvenes entre 1 8-24 años) tiende a disminuir. Estos estudios nos l levan a considerar la importancia que tienen las estadísticas a Ja hora de elaborar modelos teóricos propios. La evolución de la delincuencia j uvenil no puede ser estudiada con rigor si no disponemos de instrumentos de análisis apropiados. Aunque en nuestro país las estadísticas oficiales han mejorado sensiblemente en los últimos años, lo cierto es que queda mucho camino por recorrer para conseguir la misma efi­ cacia que en otros países de nuestro entorno. Actualmente disponemos de dos tipos de fuentes de datos: por un lado, las estadísticas oficiales (judiciales y policiales, fundamentalmente) que presentan dificultades de interpretación y sesgos evidentes en cuanto a criterios de clasifica­ ción de los delincuentes y, por otro lado, las estadísticas elaboradas a partir de encuestas de vic­ timización y de autodenuncia, dirigidas a poblaciones en general. Estas últiamas sirven para Algunas características del sistema familiar 31 evaluar la l lamada "cifra negra" de la delincuencia, y para cotej arlas con las oficiales y tener así una aproximación más real de la evolución de la delincuencia juvenil. El disponer de datos fiables y actualizados es la base para una buena prevención de Jos actos delictivos. Sin este instrumento esencial, estamos abocados a la utilización problemática de modelos sociológicos elaborados en culturas y sociedades diferentes de la nuestra y, en con­ secuencia, de dudosa efectividad. Ahora bien, estos problemas se encuentran mediatizados fuertemente por las relacio­ nes que la famil ia mantiene con otras instituciones sociales relevantes, entre las que destaca, sin duda, la institución escolar. Esta puede ser fuente, en muchas ocasiones, de conflictos intra­ familiares que afecten a las relaciones de los padres entre sí y entre éstos y sus hijos. Por ello dedicaremos a las relaciones familia-escuela algunos breves comentarios. 2.3. Las relaciones entre la familia y la escuela El ingreso en l a escuela es una experiencia que i mp l ica la adaptación a normas y reglas de comportamiento, la observación de nuevos modelos, la contrastación de conductas y valores distintos en compañeros y profesores, el desempeño de nuevos roles, etc. En resumen, es el paso de un medio conocido y seguro a otro desconocido, donde el niño tiene que aprender y jugar papeles distintos, en continuidad o no con ideas y valores internalizados en la propia familia ( Bronfenbrenner, 1 977). Por otro lado, no es desde luego original decir que las relaciones entre familia y escue­ la han sido, y son, difíc iles y complejas, pero, en cualquier caso, quizás convenga distinguir, por razones de análisis, varios niveles en los que queremos centrar esta reflexión. En primer l ugar, nos gustaría señalar cómo la propia concepción de Ja educación que tienen padres y profesores está en función de las concepciones c ientífico-sociales de l a infan­ cia, que han ido cambiando a lo largo del tiempo (Rodrigo, 1 98 5 ; Triana y Rodrigo, 1 985). En segundo lugar, l a comprensión de las relaciones entre fami l ia y escuela no es posi­ ble sin revisar la trayectoria histórica reciente de la fami lia, como núcleo de educación infor­ mal, y de la escuela, como marco en el que se desarrolla la educación formal, puesto que la situación actual tiende a ser el reflejo de una progresiva pérdida de funciones por parte de la institución familiar y de la paulatina asunción de esas funciones por parte de la escuela. En tercer lugar, puede ser relevante abordar el problema de cómo es posible articular ambos contextos a partir de la necesidad de que ambas instituciones se potencien mutuamente y plantear cuáles pueden ser las claves sobre las que esta articulación puede tener lugar. La importancia que se ha venido concediendo a la familia en la educación t::stá moti­ vada frecuentemente por el carácter de preparación para la escolaridad que se le atribuye, pro­ ducto de la constatación de las diferencias entre niños que han tenido tempranas experiencias educativas y los que no. Procede también de la idea de que el desarrollo adulto se gesta ya én las primeras etapas de l a vida, lo que ha llevado a dirigir las estrategias edµcativas de padres y profesores de modo que conduzcan al niño hacia el tipo de pensamiento, personalidad y con­ ducta que esperamos del adulto. S ubyace a estas ideas una concepción teleonómica del desa_r,rollo, en la que el sentido de las diversas etapas del desarrollo humano se pone en función de la finalid ad qµe persiguen: la adaptación a las condiciones que exige la vida adulta. El desarrollo del individllO, visto así, se reduce a una etapa concreta de la vida que tiene su término al final de la adolesc�ncia, en la que todavía parece considerarse al individuo como maleable o permeabÍe a las influencias sociales. 32 Algunas características del sistema familiar Es bastante evidente que esta perspectiva supone partir de una concepción deficitaria de la infancia, claramente opuesta a la que mantienen las actuales conientes en Psicología del Desarrollo. Desde esta perspectiva, el desa1Tollo no tiende a un estado final de madurez, sino que representa un proceso que abarca toda la vida del individuo y, en cada etapa, éste debe alcanzar el mayor nivel posible, pero sin que, necesariamente, el grado alcanzado determi ne absolutamente el curso del desarrollo posterior. Se concibe, así, el desarrollo como un proceso consistente en una serie sucesiva de estadios en los que el niño puede alcanzar cotas diferentes, en función de la paiticular combi­ nación entre Jos factores endógenos y exógenos que puedan existir en cada momento de la vida. Desde esta óptica, la educación en la familia no adquiere valor en cuanto contexto que prepara para... , sino como un medio en e l que se facilita y optimiza el desarrollo humano, y en el que se debe propiciar todo aquello que conduzca a un mayor nivel de madurez en todos los sentidos. Ahora bien, al examinar el papel de la familia y de la escuela en la educación es importante tener en cuenta que la institución educativa se desarroll a en un momento hi stóri­ co en el que la fami lia se ve l i mitada para cumplir su función educativa. La era industrial con­ l leva la emigración a las grandes ciudades y la ruptura de la familia extensa, quedando ésta configurada de forma nuclear por el padre, la madre y los hij os . Al tiempo, la exigencia de formar i ndividuos que pudieran incorporarse al aparato productivo l leva a que la familia deba dej ar parte de su responsabilidad educativa en manos de una institución cuyos fines giran alrededor de la integración de los c iudadanos dentro de un sistema social que requiere no sólo formación profesional mucho más especiali zada, sino también el respeto de las nor­ mas y formas de relación, sin las cuales los objetivos propios de una sociedad i ndustrial se verían claramente dificultados. Históricamente, por tanto, la familia se ve superada por exigencias a las que no pue­ de responder, y se comienzan a cimentar las bases para la separación entre los dos contextos. Sus funciones son distintas desde el comienzo la fami lia, que antes podía formar a los hijos para un particular desempeifo profesional l igado a un tipo de economía familiar, ahora se ve reducida a desempeñar funciones de vigilancia y cuidado conducentes a favorecer la supervi­ vencia y, subsecuentemente, la integración social de sus hijos. Por su parte, Ja escuela se encarga de reproducir la superestructura del Estado y de proporcionar los conocimientos y las habilidades necesarias para asegurar Ja continuidad de la economía industrial. Para esta función, l a escuela se nutre de personas (los profesores) cuya formación y, por ello, volumen de conocimientos no es compartido por la mayoría de la pobla­ ción. La comunicación, entonces, sólo podría tener lugar alrededor de un único tópico com­ partido: el rendimiento, el cual, además, se consideraba como determinado fundamentalmen­ te por variables constitucionales del individuo y no tanto por variables ambientales o instruc­ cionales. Además, dado que el rendimiento se ponía en relación directa con la posesión de un mayor o menor nivel aptitudinal (y éste, genéricamente, podía ser atribuido a determinantes genéticos), escaso era el papel que en su desa1Tollo podrían j ugar los padres. Del mismo modo, e l profesor cumpliría su función presentando el material objeto de aprendizaje, ya que l a educación escolar se reducía prácticamente a la adquisición de conoci­ m ientos, sin que se i ncorporaran estrategias metodológico- didácticas adecuadas a las caracte­ rísticas evolutivas y a las necesidades del aprendizaj e de cada alumno en particular. Con el transcurso del tiempo, la propia dinámica social y los avances en Psicología Infantil y en las Ciencias de la Educación van conduciendo a p lanteamientos en los que se resalta la necesidad de adecuar los métodos educativos al sujeto que aprende, situándolo en un Algunas características del sistema familiar 33 marco educativo activo y constructivo. Subyace a este planteamiento la idea de que no es posi­ ble un correcto aprendizaj e sin la existencia de un desarrollo que lo posibilite. Obviamente esta concepción, que supone un aprendizaje basado en el autodescubrimiento como método para comprender, dentro de un ambiente enriquecido, las relaciones entre los objetos del mundo físico, implica no sólo modificaciones en la función de la familia, encargada de proporcionar ese ambiente rico y estimulante, sino también i mportantes cambios en la planificación meto­ dológico-didáctica del proceso de enseñanza-aprendizaje. Es necesario destacar, sin embargo, que la relación entre ambos contextos, familia y escuela, permanece distante aun en este caso. Es la etapa en la que proliferan los j uguetes y materiales educativos como medio de inducir en el niño el desarrollo necesario para adaptarse, sin mayores problemas, a la actividad escolar. La función educativa de la familia, en este caso, es subsidiaria de Ja que desempeña la escuela, sirviendo de apoyo, a través del j uego y la esti­ mulación adecuada, para conseguir una preparación óptima que facilite al niño su ingreso en los centros escolares, pero sin que los padres j ueguen papel alguno dentro del Centro. Más adelante, con la progresiva democratización de la enseñanza en el Estado español aparecen dos hechos que afectan directamente al problema de la integración entre los dos con­ textos. Por un lado, la i mportancia cada vez mayor que se concede a los procesos de interacción como mediadores del aprendizaje y el desarrollo infantil; por otro, la incorporación de los padres a la vida escolar a través de los consejos escolares y las asociaciones de padres. Se trata, una vez más, de la confluencia entre el avance del conocimiento y el progreso social. Ahora bien, sería absurdo decir que estos hechos permiten afirmar que entre familia y escuela ha cambiado algo importante. De hecho, vivimos quizás una época de creciente desconfianza y a veces enfrenta­ miento (desde luego no generalizado) entre padres y profesores. La causa, probablemente entre otras, puede proceder de las siguientes razones: 1. Como suele ocurrir en otros órdenes de la vida, la colaboración que debería existira entre los agentes del proceso educativo se h a reducido a una intervención, algunas veces fisca­ l izadora, de la actividad de los profesores que, en consecuencia, parecen defenderse de la "ingerencia externa" estableciendo a veces barreras adicionales a las tradicionalmente exis­ tentes. 2. La i ntervención de los padres en el ámbito escolar se produce sin que se especifi­ quen con claridad los papeles que pueden y deben desempeñar y los límites que deben marcar su actuación, a lo que se añade la escasa formación que se les proporciona para que su colabo­ ración con el Centro pueda resultar fructífera. El panorama que a partir de aquí podría ofrecerse al observador del proceso educati­ vo sería el de un colectivo, el del profesorado, que se defiende de una crítica, a veces excesiva, procedente de un contexto social que no sólo valora poco su actividad profesional, sino que además, desde una v isión limitada de la educación institucional, exige del profesional respon­ sabilidades que, en ocasiones, no le corresponden. Por contra, desde la perspectiva de Jos docentes los padres aparecen como "no inicia­ dos" cuyas exigencias se fundamentan en un interés restringido a su caso particular y cuyo des­ conocimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje institucional, y de las condiciones a veces difíciles en las que éste tiene lugar, imposibilita una comunicación y comprensión mutuas. De esta reflexión, en absoluto exhaustiva y probablemente discutible por su generali­ dad, se deben desprender, sin embargo, algunas conclusiones que, si bien no son novedosas, sí resultan cada vez más evidentes. 34 Algunas características del sistema familiar La primera es, como casi siempre, de sentido común. Padres y profesores podrán l le­ var a cabo una colaboración constructiva cuando, más que observar los mutuos defectos, apor­ ten soluciones a los múltiples problemas que se generan en cualquier proceso educativo. La segunda supone admitir por parte de los padres que la valoración de la acción edu­ cativa implica renunciar, parcialmente, a la perspectiva individual y asumir la necesidad de formación que esto conlleva; y que esta formación e información debe proceder inicial o com­ plementariamente de los propios profesores. Pero supone también comprender, desde la ópti­ ca del profesional de la educación, que la perspectiva individual de los padres es algo irrenun­ ciable para ellos, y que sólo se puede incorporar (como ocurre cada vez más) la visión de con­ j u nto a la individual cuando el proceso educativo en las escuelas sea valorado, conocido, comprendido, y a veces experimentado, a través de una participación directa, por los padres. La tercera y última conclusión se refiere a la necesidad de apoyo institucional para que los profesores puedan no sólo formarse permanentemente, sino atender a otras demandas, como las anteriores, de cuyo abordaje depende, en parte, el cambio en la concepción social de la educación. Es importante señalar, finalmente, que en lo que se refiere a los efectos aditivos de los ambientes escolar y familiar, o l o que denominábamos anteriormente como grado de aj uste entre ambos ambientes, se ha venido constatando que el ambiente escolar puede actuar como un amortiguador del ambiente familiar y viceversa, con respecto a la autoestima escolar y fami­ liar. Así, en los niños pertenecientes a fam i lias caracterizadas por el conflicto y el control rígi­ do, los efectos que esto tiene sobre la autoestima, la adaptación y el l ogro escolar pueden ver­ se reforzados o eliminados en un ambiente escolar con bajo o alto apoyo y estructura. Perseguir un ajuste entre contextos supone incidir en la mejora de la propia educación familiar, pero también en la mejora de la formación profesional del profesorado, especialmen­ te en lo referente a su preparación instruccional y psicopedagógica. En cualquier caso, de lo dicho se desprende la i mportancia de la colaboración de ambas instituciones en la tarea educativa. Su disociación funcional explica buena parte de las limitaciones del sistema educativo y así se indica en diferentes estudios. En este sentido, habi­ tualmente se insiste ( Husen, 1 97 8 ) en la necesaria reforma de l as estructuras educativas, urgiendo l a transformación de las mismas hacia lo que se ha dado en l lamar "una sociedad edu­ cativa", en donde las diversas instancias sociales han de conjugar sus funciones y posibilida­ des para una mutua potenciación. La cooperación entre la familia y la escuela permitiría proponer a los niños modelos coherentes de conducta conectando con los intereses, aspiraciones, valores y modelos de hom­ bre y de sociedad que el niño interioriza en su entorno humano. PARTEI I Objetivos l. 37 Objetivos No es intención de este trabajo profundizar sobre todos los posibles factores que inci­ den en l a aparición de problemas de salud en l a población infantil, ni siquiera se pretende apor­ tar con él u n mejor conocimiento acerca de la etiología o el desarrollo de tales desadaptaciones. Se pretende, únicamente, responder a una serie de necesidades operativas que cualquier Servi­ cio de Salud Mental Infantil pueda tener en lo que se refiere a disponer de información directa y asequible sobre una serie de aspectos fundamentales para la mejor gestión y distribución de sus recursos. En este sentido, los objetivos fundamentales que nos hemos propuesto podrían sintetizarse en los siguientes: l. Disponer de u n conocimiento lo más real posible acerca de la incidencia que tienena !os problemas de salud mental en la población que cubre el Servicio; lo que permite contrastar la información oficial, centrada únicamente en la contabilización de los casos que han sido registrados dentro de la Red Asistencial. 2. Conocer la incidencia que tienen las características socio-económicas y culturalesa de la población cubierta por el Servicio, en la aparición de problemas de salud infanti l . 3 . Identificar l o s tipos d e relaciones educativas predominantes entre l a s fam ilias cona hijos, que pueden ser objeto de atención por el Servicio de Salud, y la incidencia que pueden tener los distintos tipos de interacción familiar sobre la salud mental de padres e hijos. 4. Conocer, en último lugar, los factores de riesgo que se detecten entre la poblacióna estudiada. Todo ello, es obvio, puede ser de utilidad tanto para la dirección y programación de actividades preventivas, como para la planificación y distribución óptima de los recursos asis­ tenciales en l a intervención c l ínica sobre los problemas de la población infantil. 39 Metodología 2. Metodología El universo estudiado es el comprendido por todas las familias residentes en el muni­ cipio de La Coruña, en el momento de realizar la investigación. El número de estos núcleos familiares asciende a 67.895, según el Censo de 1 98 1 . No obstante, e l universo tomado como punto de partida para seleccionar la muestra no ha sido el número de familias, sino el número de viviendas familiares ocupadas en el muni­ cipio y cuya cifra es de 67 .567 (Censo 1 98 1 )a; con este cambio de criterio se garantiza mejor la selección al azar de la unidad a entrevistar, debido a que la administración de la encuesta se rea­ lizó seleccionando el número de la vivienda, planta, escalera y puerta. Por otra parte, este cambio de criterio no supuso variación alguna en el volumen de la muestra, habida cuenta de que ambas cifras (el número de familias y el número de viviendas) son prácticamente coincidentes. Por vivienda se ha entendido, siguiendo el modelo del INE, sólo aquélla que figura en el Censo como vivienda familiar ocupada y principal, es decir, la que en el momento actual sirve de residencia a una familia, constituyendo su l ugar de convivencia habitual (prin­ cipal); de esta manera quedaron fuera del universo las viviendas secundarias (lo que no pre­ senta a nuestro juicio ninguna distorsión o sesgo muestra!, debido a su exiguo número, 3.875 en total, y a que, por otra parte, su inclusión en el universo no hubiera modificado sustancial­ mente el volumen de la muestra) y las personas que viven solas. Así pues, el universo está constituido por las fami l ias residentes en las 67 .567 vivien­ das existentes en el m unicipio de La Coruña. Por tratarse de un universo finito (menor de 100.000 unidades), la fórmula para el cálculo del tamaño de la muestra es: s2 .P.Q.N E 2 ( N- l ) + s 2 . P . Q Teniendo en cuenta que el nivel de confianza apropiado en estos casos debe ser ± de 2 sigmas (seguridad del 95,5% ), y que el margen de error se ha fijado en un - 5%, por conside­ rarlo perfectamente tolerable (debido a que las entrevistas fueronapensadas para ser realizadas a domicilio, conaselección al azar del mismo), una vez hechas las opo1tunas sustituciones, obte­ nemos la siguiente muestra: 4 . 50 . 50 . 6 7 5 6 7 2 5 ( 6 7 5 6 6 ) +4 . 5 0 . 50 10000 . 6 7 5 6 2 5 ( 6 7 5 6 6 ) +10000 397 40 Metodología En total se realizaron, sin embargo, 400 entrevistas con el fin de prever algunas anu­ laciones. Los datos se recogieron en el curso 1 987-88. E l sujeto a entrevistar en estas 397 viviendas fue l a madre. La decisión de elegir a la madre como sujeto muestra! entrañaba en u n principio riesgos pero, también, alguna ventaja. Entraña un riesgo porque introduce en la población-universo un sesgo estadístico i mportante, esto es, quedan excluidos automáticamente los varones, que sólo serían entrevistados en caso de viudedad o de familia uniparental, y las familias sin hijos. Sin embargo, de acuerdo con la i nformación que se pretende obtener (cuestiones relativas al hogar, composición de la familia, clima familiar, hijos, etc.) quizás sea la madre l a que tenga el mayor conocimiento o, en todo caso, similar al del marido. Esta apreciación no es enteramente subjetiva, sino que se deriva de la reiterada constatación por parte de los profesionales que trabajan en Centros de Salud Men­ tal Infantil de que en las consultas siempre cuentan con la presencia de la madre, sin perjuicio de que algunas veces acuda también el padre, aunque con mucha menos frecuencia. Por lo demás, los estudios más recientes realizados en España (Del Campo, 1 98 l y 1 99 1 ; FOESSA, 1 983; M . B eltrán y otros, 1 986) revelan que la concepción predominante es la l lamada familia simétrica, es decir, aquella en que la información y toma de decisiones tiende a realizarse entre los cónyuges de mutuo acuerdo, aunque existe todavía una separación de roles domésticos basada en el sexo. En este sentido, parecía que sustituir la opinión del padre por la de la madre quedaba suficientemente legitimada por ajustarse a los objetivos de la inves­ tigación. No obstante, es conveniente recordar que en aquellos temas en los que entran en j ue­ go actitudes personales, deberá tenerse en cuenta siempre que se trata de Ja opinión de las madres y, en consecuencia, la muestra es representativa exclusivamente de esta categoría de personas. En cuanto a las sustituciones previsibles en el diseño de la encuesta, estaban previs­ tos los siguientes casos: a) S e debería sustituir la familia seleccionada al azar por otra también al azar, cuando la primera no tuviera hijos; b) Cuando después de haber realizado el tercer intento en días y horas diferentes no se hubiera localizado a la persona seleccionada, y c) En caso de negativa extrema a responder a la entrevista. Con respecto a la selección de la vivienda en la que se debía realizar la entrevista, se siguió un procedimiento de selección al azar. Para ello se procedió al establecimiento de rutas aleatorias que, partiendo de un punto y con previa obtención al azar del número que pem1itía realizar la primera entrevista, seguía luego una trayectoria zigzagueante de izquierda-derecha­ izquierda. En este recorrido, el número de la vivienda en que debía realizarse la entrevista, así como la planta, la escalera y Ja puerta, se determinaba también al azar, con ayuda de una tabla de números aleatorios que se fac ilitó a Jos entreviastadores. El cuestionario fue realizado en dos fases. En la primera de ellas participaron los asis­ tentes a un curso organizado por el Centro de Salud Mental Infantil del INSALUD mediante discusiones de grupo, y se fijaron las grandes áreas que debería recoger el cuestionario, con arreglo a los objetivos del estudio. En la segunda fase se procedió a Ja descomposición de dichas áreas en variables e indicadores que permitieran su conversión en preguntas y escalas concretas, tal como aparecen en el cuestionario definitivo (ver anexo número 1 ) . E l cuestionario tiene u n carácter cerrado y precodificado que permite s u utilización i nmediata en ordenador, de forma que toda la información recogida pudiera ser sometida a tra­ tamiento estadístico. Para este tratamiento se utilizó el SPSS/PC+. Hay que tener en cuenta, después de lo dicho, que la elaboración de un cuestionario sobre Salud Mental presenta dificultades importantes, y Ja definición de lo que se entiende por ------- Metodología 41 Salud Mental no es la menor de ellas. La dificultad de estudiar el tema a través del método de entrevista obliga, por tanto, a tomar algunas decisiones que se traducen en la forma en que se formulan las preguntas. Así, partimos de la imposibilidad de establecer otras relaciones que no sean puramente covariaciones entre acontecimientos de orden sociológico y/o psicológico. En cuanto a los primeros, es relativamente fácil encontrar indicadores que puedan servir para caracterizar, en distintos sentidos, a la población entrevistada; las variables psicológicas, sin embargo, presentan una dificultad muy superior a la hora de encontrar los indicadores adecua­ dos. La subjetividad de la persona entrevistada, así como su posible tendencia a acomodarse a respuestas socialmente deseables, son algunos de los factores que hacen que los resultados deban ser tomados con prudencia. Esta problemática llevó, en su momento, a optar por un tipo de preguntas en las que se exploraran, más que hechos reales, las percepciones (obviamente subjetivas) de l a gente sobre ellos (siendo hechos éstos que se refieren a su vida socio-personal cotidiana). En este orden de cosas, son dos los tipos de preguntas que se diseñaron. Unas se refie­ ren a la evaluación que el encuestado realiza sobre distintos acontecimientos familiares o per­ sonales que ya han tenido, o aún tienen, lugar. En otras se pide al sujeto una predicción sobre cuál podría ser su comportamiento en distintos supuestos. Hubo también toda una serie de preguntas que tratan de obtener información con valor psicológico, solicitando de la persona encuestada datos reales acerca de temas tales corno número de suspensos de sus hijos, alteraciones psicológicas sufridas por los miembros de la familia, etc. Existe otra dificultad adicional inherente a este tipo de estudios. Nos referimos al pro­ blema de obtener información lo más exacta posible acerca de las alteraciones psicológicas sufridas por los miembros de la familia. El abordaje de este tema supuso la toma de una serie de decisiones que, supuestamente, deberían contribuir a obtener datos relevantes. En primer lugar, la pregunta debería referirse a las alteraciones sufridas durante el último año. Con ello se eliminaba la posibilidad de que en unos casos el problema ya hubiera sido resuelto, mientras que en otros fuera reciente, o persistiera aún . E n segundo lugar, la pregunta incorporaría una tmjeta e n la que el entrevistado, con las aclaraciones necesarias del encuestador, debería seleccionar aquellas alteraciones apareci­ das en su familia. En tercer lugar, la relación de alteraciones no sería exhaustiva, sino que se referiría a los problemas más comunes dentro de la población, dejando la posibilidad de indicar "otras", e incluyendo dentro de la lista alteraciones comportamentales que, si bien se definen legal­ mente (por ejemplo, delincuencia y drogadicción), pueden ser incluidas sin lugar a dudas, por sus implicaciones socio-personales, en la categoría de problemas de Salud Mental. Por último, se incluyeron los padres y otros parientes dentro de la pregunta, con la intención de verificar la posible relación entre los problemas de los adultos y los de sus hijos. Con todo ello se pretendió disminuir, razonablemente, las dificultades para la obten­ ción de este tipo de información sin que esto afectara, de forma i mportante, a la complejidad del cuestionario. Por otra parte, tanto en las preguntas relacionadas con la aparición de problemas de Salud Mental, como en todas aquellas en las que se requiere información sobre la situación de los hijos, puede notarse que el cuestionario recoge información diferencial de los distintos hijos de la familia, hasta un máximo de 1 O. En unos casos se atendió principalmente al criterio orden de nacimiento, mientras que en otros se hace especial hi ncapié en las edades de los hijos. La razón de esta tendencia hacia la exhaustividad en la recogida de información sobre los hijos se encuentra en dos planteamientos previos: 42 Metodología l . El orden de nacimiento de los hijos puede ser significativo en los aspectos relacio­ nados con las decisiones que sobre ellos toman los padres en lo relativo a su escolarización, vigilancia de su salud física y psíquica, etc. 2. Los padres i nteraccionan de diferentes formas con sus hijos según la etapa evoluti­ va en la que éstos se encuentren. Obviamente, esta forma de recoger datos hace que el cuestionario elaborado sea muy complejo en su estructura, pero creemos que sin esta complej idad añadida, los resultados hubieran sido poco minuciosos, menos relevantes y, por ello, menos útiles para caracterizar la situación real en la que se encuentra la población i nfantil . Las edades de los hijos fueron agrupadas por bloques para no dificultar e n exceso los análisis. Estos bloques de edad no se establecieron, sin embargo, sin motivo, sino que preten­ den agrupar edades que comparten características similares en cuanto a los procesos de desa­ rrollo que tienen lugar en ellas: 1 ) O a 4 años: Etapa preescolar, inteligencia preoperatoria; predominio de la familia como centro del proceso educativo. 2) 5 a 8 años: Inicio de la escolarización y paso por el ciclo inicial de Ja E.G.B. en eln que tienen lugar los aprendizajes básicos; ampliación del contexto en el que se socializa el niño. 3) 9 a 12 años: Cambio de ciclo en E.G.B., dominio de la inteligencia operatoria; finn de la infancia y comienzo de la adolescencia. 4)n13 a 1 7 años: Adolescencia, desarrollo del pensamiento adulto, fin de la E.G. B . yn comienzo del B .U.P. o F.P.; nuevas relaciones con los iguales y tendencia a Ja independencia personal. 5) 1 8 años o más: Mayoría de edad, inicio de estudios superiores o entrada en el mun­ do laboral, etc. 43 Descripción de la muestra 3. Descripción de la muestra Cuando se estudia una población concreta es conveniente establecer un marco de referencia más amplio, que nos permita llevar a cabo comparaciones con el fin de determinar las características básicas de esa población. En el caso presente, la población que nos ocupa está representada por el conjunto de fami has con hijos, seleccionadas muestralmente y representativas del total de ese tipo de fami­ lias en el municipio de La Coruña. Este conjunto de familias (390 en total) representa una población de 1 .645 personas, siendo la media de miembros por familia de 4,2, cifra ésta superior, como era de esperar', a la media de Galicia (3,7) y de España (3,5)2. (Cuadro 3 . 1 ). Cuadro 3.1: Tamaño medio de la familia. Tamaño medio de la familia En La Coruña EnnGalicia En España 4,2 (familias con hijos) 3,7 (censo 1 98 1 ) 3,5 (censo 1 98 1 ) El 0,5 de aumento d e l a media en L a Coruña, con respecto a l a media d e Galicia, es perfectamente explicable por las características de la muestra empleada (familias con h ijos). La ventaj a de este tipo de muestra estriba en que nos es posible conocer las caracte­ rísticas de las familias a las que pertenecen los niños del municipio y, de alguna manera, los niños urbanos de Galicia. 3.1. Tamaño y composición de la familia Tal como se acaba de señalar, las familias que han paiticipado en la encuesta tienen . un tamaño medio de 4,2 miembros viviendo en el hogar. En este sentido, la figura 3.n1 . 1 mues­ tra que son las familias con cuatro y tres miembros (38,2% y 28,5 %, respectivamente) las pre­ dominantes (66,7%, sumadas), lo que sugiere la idea de que la mayoría de ellas están com­ puestas por los cónyuges y uno o dos hijos. 'Nótese que se trata de una muestra de familias con niños, lo que supone excluir a todas las familias sin hijos (unipa­ rentales, viudos, etc.). 'Ambas incluyen todo tipo de familias, independientemente de que tengan hijos o no. Descripción de la muestra 44 45 p o R e E N T A J 40 35 30 25 20 15 1o E s 38.2 50 o � 1 1 1,3 2 3 4 5 6 7 0,3 0.3 13 17 FIGURA 3. 1. 1 NUMERO DE HABI TAN TES POR VIVIENDA Este dato se confirma con el hecho de que en el 83% de los casos no suelen convivir en la misma casa más que el marido, la mujer y los hijos. Cuando conviven otros familiares, éstos suelen ser los padres de alguno de los cónyuges. Las características de los padres de estas familias vienen reflejadas en la figura 3 . 1 .2 y en el cuadro 3 . 1 . l , que muestran las edades y el estado civil de los padres. En el primer caso (figura 3 . 1 .2) podemos observar que tanto en los maridos como en las esposas el n ivel de edad predominante se encuentra entre los 35 y los 45 años (42,2% y 43, 1 %, respectivamente), sien­ do menor el promedio de edad de las mujeres que el de los hombres. En cuanto al estado c ivil (cuadro 3 . n1 . 1 ), es importante señalar que el 1 ,6% de las entrevistadas se encuentran divorciadas o separadas, lo que representa una cifra superior a la que se daba en ] 980 por Del Campo, referida a la población española, y que era de 0,85%. Sin embargo, la cifra encontrada en La Coruña no es excesiva si tenemos en cuenta que han pasa­ do siete años y es sabido que las tasas de divorcio tienden a crecer en nuestro país desde que se promulgó, en 1981, la l lamada Ley del Divorcio. Por otra parte, la cifra comentada por Salus- 45 Descripción de la muestra p o R e E 100 8 5,3 90 80 70 60 N 50 T A J E s 40 30 20 10 o 24 o menos 2 5- 3 4 45-54 35-44 �Ho m b res 55 o más � M uje res FIGURA 3. 1.2 EDAD DE LOS CONYUGES Cuadro 3.1.1.: Estado civil de las madres entrevistadas Estado civil Casadas % 94,1 2,6 Viudas Solteras 1,8 Divorciadas 0,8 S eparadas 0,8 tiano del Campo debe ser considerada como valor mínimo, "ya que se basa en la información verbal de los entrevistados, los cuales, por motivos de recelo o vergüenza, han podido falsear su s ituación matrimonial legal o de hecho"3. ' ótese que las estimaciones de Salustiano del Campo fueron hechas antes de la promulgación de la Ley del Divorcio. (Véase Campo y Navarro, 1 985). --------------·----·-· 46 Descripción de la muestra Un elemento fundamental en la composición familiar es el hogar, esto es, la vivienda. Esta constituye el soporte físico-ambiental de la familia y, en buena medida, configura Ja vida cotidiana familiar y, en consecuencia, condiciona las pautas de socialización. De la vivienda hemos querido subrayar los aspectos importantes: el régimen de tenen­ cia y los metros cuadrados. En el primer caso, el 50,8% de los matrimonios es propietario de J a vivienda; el resto l a tiene en régimen d e alquiler o prestada. El 3 7 , 7 % d e los matrimonios se encarga del pago del alquiler y el l 0% es ayudado por parientes. (Figura 3 . l .3). M atrimonio - 37.7% Tíos Otros N.C. - 0.5% - 4.6% - 1.5 % Son p ropie tari o s - 50,8% FIGURA 3. 1.3 QUIENES PAGAN EL ALQUILER Los metros cuadrados de una vivienda constituyen un indicador fiable de la calidad de vida, sobre todo si se tiene en cuenta el número de sus habitantes•. En este sentido (figura 3 .1.4 ), la mayor parte de la población entrevistada vive en pisos comprendidos entre 80-90 m2_ (25,9% ), si bien es preciso tener en cuenta el alto número de no saben/no contestan en este apartado (20,8% ), lo que por otra parte resulta significativo: la compra o alquiler de un piso, parece no hacerse tanto en función de los metros cuadrados (que muchas veces se desconocen o se terminan olvidando) como del número de habitaciones. No obstante, si excluimos este grupo que no ha declarado la extensión de su vivienda, la cifra media de metros cuadrados de la población asciende a 90 (los cálculos son, lógicamen­ te, tentativos). Si tenemos en cuenta que el tamaño medio de la familia es de 4,2 miembros, podría obtenerse un índice de hacinamiento' de 2 1 ,4 m' por persona. Esta cifra, lejos de ser ' Abrahams y Dean, 1978. ' Metros 2 dividido por número de habitantes de la vivienda. 47 Descripción de la muestra óptima, representa un índice aceptable dentro de los parámetros culturales en que nos move­ mos. A este respecto, sólo recordar que un índice de 30 m' por persona se consideraba en algu­ nos países europeos como satisfactorioº. Más de 120 m 111-120 m 101-110 m 91-100 m - - - - 5,9% 3,3% 5.6% 16,2% FIGURA 3. 1.4 METROS CUADRADOS POR VIVIENDA Junto con la vivienda, el tiempo de residencia de la entrevistada en un determinado lugar, puede indicarnos su nivel de arraigo, tanto laboral como cultural, y el grado de adapta­ ción a su medio ambiente. En este sentido, es importante destacar que el 31,3% de las entrevistadas reside en el municipio de La Coruña desde siempre y que el 43,8% es residente desde hace más de 10 años, siendo sólo un 8,5% las que residen en el municipio hace menos de 3 años. (Figura 3 . 1 .5). En consecuencia, podemos decir que más del 75% de las entrevistadas están firmemente arraiga­ das en la localidad, lo que supone un factor positivo en cuanto excluye gran parte de los ele­ mentos distorsionadores propios de la inmigración. 'Véase Schmidt-Relenberg, 1976. Descripción de la muestra 48 Más de 10 años - 43,8% Menos 3 6 - - 6 años 3 ar',os - ·de - 8.5% 7,4% 10 a ñ o s - 9,0% FIGURA 3. 1 . 5 TIEMPO DE RESIDENCIA EN ESTE MUNICIPIO Finalmente, en el cuadro 3. 1.2 se muestran las edades y sexo de los hijos de las fami­ lias entrevistadas. Cuadro 3.1.2: Edades y sexo de los hijos de las familias encuestadas. s E d a d e s Orden hijos e X O F 0-4 5-8 PRIMERO 16,9 13,9 21,2 30,3 17,7 52,6 47,4 SEGUNDO TERCERO 16,2 23,9 26,4 28,1 25,l 25,0 12,5 50,0 19,5 23,9 20,8 --- - 10,6 5,8 8,3 --- - 52,5 42,9 CUARTO QUINTO 27,3 18,3 33,3 25,0 65,2 42,9 47,5 57,1 34,8 57,1 TOTALES 21,4 26,2 25,0 19,0 8,5 51,2 48,8 9-12 13-17 18-más M 3.2. Nivel de estudios y ocupación de los padres En cuanto al nivel de estudios de los padres encuestados, destaca el hecho de que un 65,6% de las mujeres ha realizado estudios primarios o menos, mientras que este porcentaje se reduce en el caso de los maridos (52,2%); la relación se invierte según se incrementa el nivel de estudios (véase figura 3 .2. 1 ). 49 Descripción de la muestra p o R 1 - Ninguno 2 N T - Primarios incompletos 3 - Primarios completos 3 3,6 35 1 4 - Formación prolesicnal 5 - Bachiller s uper io r 6 - Algún curso universitario 7 - Diplomatura 30 8 e E 1 40 universitaria - Licenciatura o Doctorado 25 20 15 A J 10 E 5 s o 2 5 4 3 �Marido 7 6 8 IR M u jer FIGURA 3.2. 1 ESTUDIOS REALIZADOS POR LOS CONYUGES En cuanto a la situación laboral, sólo el 33,3% de las mujeres trabajan, m ientras que en el caso de los hombres el porcentaje se eleva al 92,4%. La ocupación principal de las muje­ res (véase cuadro 3.2.1) sigue siendo el cuidado de la casa (56,4% ). Cuadro 3.2.1: Ocupación laboral de ambos cónyuges. TRABAJA Sí ENTREVISTADA MARIDO 33,3 92,4 Sólo de vez en cuando 0,8 No, busca s u primer empleo 0,5 No, está en paro No, por enfermedad 7,4 0,3 4,9 1,0 1,1 0,3 56,4 --- No, está jubilado No, es est udiante No, es rent ista Es ama de casa NS/NC --- --- 0,3 --- 0,5 --- 0,3 0,5 Descripción de la muestra 50 La ocupación de aquellos que afirman tener una situación l aboral activa se muestra en la figura 3.2.2. En ella se puede observar, comparando ambos sexos, cómo el mayor porcenta­ je de las mujeres que trabajan fuera de casa se ocupan en empleos no especializados o relacio­ nados con el comercio, mientras que en el caso de los hombres éstos ocupan con mayor fre­ cuencia que las mujeres empleos de tipo especializado (compartiendo con las mujeres una dedicación similar en empleos de tipo administrativo). Destaca también el mayor porcentaje de mujeres dedicadas a la enseñanza y a profe­ siones técnicas de grado medio como enfermería, peritos, etc., frente a la mayor dedicación de los hombres a actividades liberales, empresariales o de representación comercial. p 25 ; - Obreros especializados R - 4 - Administrativos - Obreros no especializados Comerciantes 5 - Vendedores, ag e n tes a comisión 7 - Profesionales liberales 20 8 - Maestros, profesores 9 e E 2 3 o - Suboficiales FF.AA. 1 0 - Empresarios 11 15 - Otros trabajos N T 10 A J 5 E s o 2 3 4 5 � Marido 7 6 8 9 10 11 m M ujer FIGURA 3.2.2 EN QUE TRABAJAN LOS CONYUGES Por último, conviene señalar que de los resultados obtenidos se desprende que en el 29,5% de los casos trabajan tanto la mujer como el marido, aunque existe un 55,9% de familias en las que sólo trabaja el marido, y la mujer se considera como ama de casa. 3.3. Situación de los hijos En lo relativo a la situación de los hijos, los datos analizados por niveles de edad muestran que el 45,8% de los hijos primogénitos se encuentran realizando estudios de E.G.B., y el 1 5,9% de B .U.P., mientras que el 1 2,3% son menores de 4 años y no van a la guardería; Descripción de la muestra 51 siendo ligeramente superior el porcentaje de aquellos que acuden a centros públicos (56,7%) frente a los que asisten a centros privados (43,3% ). Igualmente en el caso del segundo hijo, el 59,5% asisten a centros de E.G. B . , un 1 1 ,2% son menores de 4 años y están en casa y el 10,7% asisten ya a centros de B .U.P. En cualquier caso, se distribuyen casi por igual entre centros públicos (58,8%) y privados (4 1 ,2%). El tercer hijo suele encontrarse también mayoritaria­ mente realizando estudios de E.G . B . (55,7% ), aunque un 1 5,7% asisten a guarderías infantiles y un 1 4,3% aún son menores de 4 años. En este caso predomina notoriamente la asistencia a centros públicos (69,5%) frente a los privados (30,5%). Los hijos que ocupan el cuarto lugar asisten, fundamentalmente, a centros de E.G . B . (54,5% ), o bien son menores de cuatro años y están en casa (22,7% ), asistiendo mayoritariamente a centros públicos (70,6% ). Una situación similar se da en los hijos que ocupan el quinto lugar. Los aspectos descriptivos que hemos comentado hasta aquí nos permiten caracteri­ zar en términos generales a la población encuestada. En los apartados siguientes comentare­ mos los datos sobre la salud mental de la población y algunas características más específicas del medio familiar que se obtuvieron del análisis de la encuesta. A partir de las relaciones entre todos estos puntos intentaremos completar el perfil de la familia con hijos del municipio de La Coruña, a fin de establecer tanto los factores como las poblaciones de riesgo vinculados con la salud mental. 53 Datos sobre salud mental 4. Datos sobre salud mental De acue(do con los datos que se desprenden de la encuesta, en el cuadro 4. 1 puede verse, por orden de importancia, el porcentaje de alteraciones psicológicas en la población general (afectados - total) y la incidencia de cada alteración en el total de familias encuestadas (afectados - familias)7• Cuadro 4.1: Porcentajes de alteraciones psicológicas en el total de la muestra y en el total de familias encuestadas. AFECTADOS ALTERACIONES 1 % FAMILIAS n=390 2,13 8,97 Dificultades lecto-escritura y cálculo Drogadicción Pesadillas, terrores nocturnos 1,76 0,91 7,44 3,85 0,79 3,33 Hiperactividad 0,73 3,08 Convuls iones 0,49 0,43 2,05 1,79 1,28 Miedos intensos, fobias Hiperagresividad 1 % TOTAL n=l645 Retraso mental 0,30 Delincuencia 0,30 1,28 Anorexia Ansiedad aguda Pérdida control es fínteres 0,24 0,18 0,12 1,03 0,77 0,51 Lesión/parálisis cerebral Intentos de suicidio Obesidad 0,12 0,51 0,12 0,12 0,51 0,51 Autismo, psicosis Retraso control esfínteres 0,06 0,26 0,06 0,26 Trastornos psicos omáticos Otros tras tornos 0,06 0,30 0,26 1,28 TOTALES 9,22% 38,97% Téngase en cuenta que cada familia puede presentar varias alteraciones; el porcentaje real de familias afectadas es de 27,6%. 54 Datos sobre salud mental Es importante recordar que algunas de estas alteraciones no se corresponden estricta­ mente con las categorías diagnósticas habituales, como el DSM de la AP A, sino que se refie­ ren a problemas, a veces definidos legalmente (p.e., delincuencia), y a veces asocinados con otras alteraciones (p.e., hiperagresividad), que suelen generar dificultades de adaptación, tan­ to familiar como social. Hecha esta matización, a partir de los datos del cuadro 4. 1 se observa que, sin tener en cuenta la edad de los sujetos, los problemas que aparecen con más frecuencia, por orden de importancia, son: Miedos intensos (fobias), dificultades de lecto-escritura y cálculo, drogadicción, pesadillas o te1rnres nocturnos, hiperactividad, convulsiones, hiperagresividad, subnormali­ dad, delincuencia y anorexia. El resto de las alteraciones se sitúa por debajo del 0,2% de inci­ dencia en e l total de la muestra. Sin embargo, si comparamos la población infantil con la adulta el panorama resulta diferente (véase figura 4. 1 ). p o 3 ,5 1 1 2 3 4 3 5 6 R e E 7 8 2,5 9 - 10 Miedos intensos, fobias Dificult. lecto-escr. y cale. 11 12 Drogadiccion - Pesadillas, terrores nocturnos - Hiperactividad - Convulsiones - Hiperagresividad - - 13 14 15 Perdida control esfínteres - Lesion/paralisis cerebral - Intentos de suicidio - Obesidad - Retraso control esfínteres - 18 - 19 Anorexia Ansiedad aguda - 16 17 Retraso mental Delincuencia - - Autismo, psicosis Trastornos psicos omaticas Otros trastornos 2 N T 1,5 A J E s o ,5 o 2 3 4 5 6 7 8 9 �Hijo s 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 8 Ad ultos FIGURA 4. 1 TRANSTORNOS DETECTADOS EN LA FAMILIA Las alteraciones que aparecen más frecuentemente en los hijos, por orden de impor­ tancia, son las siguientes: Dificultades de lecto-escritura y cálculo, drogadicción, convulsiones, miedos inten­ sos (fobias), hiperagresividad, delincuencia, hiperactividad y subnormalidad. Las restantes alteraciones se sitúan por debajo del 0,3% de incidencia. Datos sobre salud mental 55 En la población adulta, en cambio, se ordenan de la siguiente manera: Miedos intensos (fobias), dificultades de lecto-escritura y cálculo, pesadillas o terro­ res nocturnos, hiperactividad y ansiedad. El resto de las alteraciones tiene porcentajes inferio­ res al 0,3 % . Destacan e n estos resultados la mayor presencia e n los hijos que e n los padres d e pro­ blemas relacionados con la lecto-escritura y el cálculo, drogadicción, convulsiones (que suelen ser relativamente frecuentes en niños de corta edad como efecto, entre otras razones, de estados febriles, o como secuela, por ejemplo, de traumatismos craneoencefálicos) e hiperagresividad; mientras que es mayor la incidencia en los adultos de las fobias, la hiperactividad y las pesadi­ llas. El retraso mental y los trastornos oroalimenticios (anorexia) tienen una importancia simi­ lar en ambos grupos. Por otro lado, podría hablarse de trastornos específicos de los hijos, puesto que no aparecen en la población adulta; éstos son, en primer lugar, la delincuencia, con el porcentaje más alto; en segundo lugar, con porcentajes equivalentes entre sí, las lesiones cerebrales, los intentos de suicidio, la obesidad y la pérdida del control de los esfínteres, y, en tercer lugar, con los mismos porcentajes aunque inferiores a los mencionados antes, el retraso en el control de los esfínteres, el aislamiento grave (autismo) y los trastornos psicosomáticos. La ansiedad, en cambio, aparece como un problema exclusivo de la población adulta. Hay que tener en cuenta que el número de individuos que aparecen en la encuesta afectados por alguna alteración es de 1 52, de los cuales 20 son padres, 48 madres, 6 otros parientes que viven con la familia y 78 hijos. Esos 1 52 casos se dan en una muestra de 390 familias que constituyen una población de 1 .645 personas (735 hijos y 9 1 0 adultos), lo que representa una incidencia de alteraciones en la población muestra! del 9,2%. Si extrapolamos este porcentaje a la población del munici­ pio de La Coruña (24 1 .808 personas, según el Padrón de 1 986) podríamos estimar un total de 22.246 casos con alteraciones de este tipo y, en el supuesto de referirnos al total de la población de Galicia (2.785.394, Padrón de 1 986), los casos con alteraciones ascenderían a 256.256. Estas cifras indican la presencia de las alteraciones psicológicas en la población general, más que su prevalencia, dado el carácter de la pregunta utilizada. De todas maneras, esta incidencia debe considerarse con reservas por el sentido subjetivo del cuestionario, ya que no se trata de casos diagnosticados, sino evaluados por el propio entrevistado. Ahora bien, las alteraciones psicológicas parecen afectar a familias determinadas, de tal manera que todos los casos ( 1 52) se concentran en el 27 ,6% de Ja muestra, aunque si se eli­ minan las familias en las que sólo los adultos tienen problemas se puede decir que las altera­ ciones infantiles se concentran en el 1 6,9% de las familias encuestadas. Según esto podemos concluir, haciendo una estimación, que en La Coruña habría unas 1 1 .474 familias afectadas, y que en Galicia estas familias ascenderían a 1 27.6898• Hay que tener en c uenta, después de lo dicho hasta el momento, que la incidencia y prevalencia de trastornos psicológicos es una cuestión difícil de medir y que resulta problemá­ tica a la hora de hacer estimaciones comparativas, debido, fundamentalmente, a la variedad de instrumentos de medición que se utilizan en los distintos países. Por otra parte, no siempre se emplean los mismos baremos para medir respuestas a encuestas masivas que a lo sumo sólo pueden detectar tendencias generales. A pesar de estas limitaciones, se han hecho numerosos estudios al respecto que arro­ jan resultados que oscilan entre un 1 0% y un 20% de trastornos psíquicos en la población gene­ ral, variando según los instrumentos empleados en la medición. 8 Según el censo de 1 981 , en La Coruña hay 6 7.895 núcleos familiares y en Galicia 755.3 1 9. ·---- ---- --------·-------"·-·- 56 Datos sobre salud mental Así, los porcentajes de sujetos con trastornos psíquicos oscilan alrededor del 20% o entre el 1 5 y el 25 % (Dohrenwend, 1 980). En Europa, la prevalencia media para trastornos neu­ róticos es del 1 9 % (Vázquez, 1 98 1 ). Investigaciones epidemiológicas l levadas a cabo en Espa­ ña (Vázquez, 1 98 1 , 1 982) muestran una prevalencia similar de problemas psíquicos ( 1 1 ,5 % en comunidades rurales y 9,4% en urbanas)9• Los resultados indican que el 1 0,6% de los hijos presentan alteraciones. Según e l orden d e nacimiento, hay alteraciones e n el 1 0,5% d e los primeros hijos, e n e l 12,8% d e los segundos hijos, en el 4,2% de los terceros hijos y en el 1 2,5% de los cuartos hijos; en el quinto hijo no aparecen problemas. No todos los hijos, teniendo en cuenta el orden de nacimiento, presentan alteraciones en las mismas edades: el primer hijo suele presentar alteraciones cuando cursa la E. G .B. (49,9%) y en enseñanza media (27,2%); en el caso del segundo hijo, los problemas aparecen más frecuentemente en E.G.B. (57,6%) y antes de la etapa escolar ( 1 8,6%, entre O y 4 años); e l tercer hijo presenta problemas fundamentalmente antes d e la etapa escolar (35,7%) y cuando cursa la enseñanza media (35 ,7 % )ny, por último, el cuarto hijo presenta alteraciones sobre todo durante la etapa de E.G.B. (66,7% ). En la figura 4.2. puede verse la edad actual de los hijos con problemas relacionada con el orden de nacimiento. , p o R e E N T A J E s 100 90 80 70 60 50 40 30 20 10 o 13-17 años 9-12 años 5 - 8 años � Hijo 1 UH i j o 2 �Hijo 3 U H i jo 4 FIGURA 4.2 HIJOS CON PROBLEMAS SEGUN EDAD Y ORDEN DE NACIMIENTO 'Datos tomados de Páez y otros , 1986. 1 8-mas a ñ o s 57 Datos sobre salud mental Por otra parte, l o s problemas suelen ser más frecuentes, e n general, e n los niños que en las niñas. (Figura 4.3). p 80 7 1,4 o R 70 e 60 E 50 N T 40 30 A J 20 E 10 s o P r i m e r h i jo Terce r h i jo S e g u n do h i jo �Varones C u a r to hijo � M u jeres FIGURA4.3 SEXO DE LOS HIJOS CON PROBLEMAS SEGUN ORDEN DE NACIMIENTO Cuando se pregunta a las familias cuyos hijos han presentado alguna de las alteracio­ nes psicológicas que se incluían en el cuestionario, acerca de si han acudido o no a algún espe­ cialista para tratar el problema, y cuál ha sido el especialista en particular al que se han dirigi­ do (véase figura 4.4), puede observarse que o bien no se consulta a ningún especialista, o bien se acude al pediatra (independientemente de la patología presentada); en mucha menor medi­ da se consulta a un psicólogo o a un médico general . Debe señalarse, no obstante, la existencia de una pauta de comportamiento según el orden de nacimiento de los hijos, en el sentido de que sobre los primogénitos parece concen­ trarse una mayor atención y cuidado, que se traduce en un mayor porcentaje de consultas a todos los especialistas en general. Ello es debido, quizás, a la ausencia de modelos de referen­ cia-experiencia, que indudablemente se van acumulando a medida que se tienen más hijos. A partir del tercer hijo los porcentajes de consulta al especialista disminuyen drásti­ camente, fo cual confirmaría lo dicho anteriormente. Así de un 32,4% de familias que nunca ----------------- 58 Datos sobre salud mental p o 1 00 R e 80 E N T 60 40 A J 20 E s o S e g u n d o h ijo Pr i m e r h i jo C u arto h i jo Tercer hijo � Pediatra D Ps i c ó l o g o D M éd i co general n N u n ca co n s u l taron B Ps i qu i atra FIGURA 4.4 ESPECIALISTAS CONSULTADOS POR LOS PROBLEMAS DE LOS HIJOS SEGUN ORDEN DE NACIMIENTO han llevado a su primogénito al especialista, pasamos a un 66,7% en lo que al cuarto hijo se refiere (Fig. 4.4). Esta circunstancia bien podría ser un factor de riesgo, porque la sensación de conocimiento (por la experiencia adquirida a partir de las alteraciones sufridas por hijos ante­ riores) puede inducir a la automedicación o, simplemente, a la negligencia de los padres. Ahora bien, una vez comentado cuáles son los trastornos que tienden a aparecer con mayor frecuencia en la población, especialmente en la infantil , en qué edades se manifiestan y si se recurre o no a especialistas para su solución, puede resultar de extraordinario interés cono­ cer las características definitorias de las familias cuyos miembros presentan alteraciones ya que, por lo visto hasta el momento, los factores_ que desencadenan las alteraciones infantiles no parecen depender sólo del hecho de que existan otros familiares afectados. Características del medio familiar 59 5. Características del medio familiar 5.1. Las relaciones de pareja No cabe duda de que uno de los aspectos fundamentales que caracterizan la vida fami ­ liar tiene que ver c o n las formas específicas d e interacción entre los miembros d e la pareja (Palacios, 1 987 a, l 987b; Palacios y otros, 1 987). La influencia que este aspecto tiene en la edu­ cación de los hijos y en la posible aparición de alteraciones de orden mental, hace que los datos recogidos en la encuesta sobre este particular cobren una importancia especial. No ha sido, sin p 100 o 90 R 80 e 70 E N T 60 50 40 A J E s 30 20 10 o T r a b ajar fuera Cu id ar a los n i ños L i mpi a r l a casa � M u jer D Marido compra repa raciones E Am b os D E mple a d a FIGURA 5. 1. 1 RESPONSABLE DE ACTIVIDADES FAMILIARES ----··---·------------- 60 Características del medio familiar embargo, pretensión de este estudio registrar todos los posibles factores que pueden estar pre­ sentes en este tipo de relaciones, sino más bien seleccionar aquellos que más frecuentemente suelen estar asociados con los problemas de salud mental infantil . Entre ellos destacan los datos referentes a la distribución de los roles dentro del matrimonio, la satisfacción con los dis­ tintos aspectos de la vida familiar, la comunicación existente dentro del matrimonio para tratar los distintos problemas derivados de la vida en común, etc. Estos y otros aspectos serán los que pasaremos a comentar a continuación. Los datos referentes a la distribución de las tareas del hogar (figura 5 . 1 . 1 ) revelan l a existencia d e una escasa simetría en l a distribución tradicional d e l o s roles masculino y feme­ nino. Esta tendencia general tiende a equilibrarse únicamente en los aspectos relacionados con el cuidado de los hijos y en una cada vez mayor presencia de la mujer en el mundo del trabajo. Otro de los aspectos que muestra la adecuación de las relaciones entre los cónyuges es el relacionado con la satisfacción (tal y como la evalúa la persona encuestada) con diferen­ tes aspectos de la vida familiar. En este sentido (figura 5 .1 .2) aparece un claro predominio de las manifestaciones que indican satisfacción con los distintos ámbitos de la vida familiar. Es i mportante considerar, sin embargo, que la menor satisfacción se observa en lo relacionado con el nivel económico y con el trabajo, si bien por lo general los encuestados tienden a situarse en posiciones intermedias que parecen reflejar la existencia de una cierta conformidad con su estado actual, en relación con el que verdaderamente les resultaría satisfactorio. p o R e E 1 00 90 80 70 60 N 50 T 40 A 30 J E s 20 10 o Tra b ajo N i ve l eco n ó m ico � M uch o Relaci o n e s pareja 0Ba s t a n te l.R N ada FIGURA 5. 1.2 GRADO DE SATISFACCION RESPECTO A DISTINTOS A MBITOS DE LA VIDA FAMILIAR Profes i ó n m ar i do O N.C. 61 Características del medio familiar La tasa de conflictividad matrimonial queda reflejada en ese 2,4% que afirma no estar nada satisfecho con sus relaciones de pareja; a esta cifra quizás habría que añadirle el 1 , 1 o/o de no sabe/no contesta, porque es obvio que el que está satisfecho no lo oculta. En este supuesto, los matrimonios conflictivos ascenderían al 3,5% de la población entrevistada, lo que con­ cuerda con el 4% aproximado de conflictividad matrimonial grave registrada en España en 1 980"'. No cabe duda, por otra parte, que uno de los aspectos más importantes en toda rela­ ción de pareja es el grado de comunicación existente entre los cónyuges sobre los distintos aspectos de la vida familiar. Los datos proporcionados por la encuesta (figura 5 . 1 .3) revelan un diferente nivel de comunicación según los temas de que se trate. Así, por ejemplo, es especial­ mente destacable el predominio de la comunicación sobre temas relacionados con los hijos, frente a la menor comunicación entre los miembros de la pareja en lo referente a problemas tales como los relacionados con el trabajo, los problemas económicos, sobre la familia de la m ujer o del marido, o la casi inexistente costumbre de conversar sobre cuestiones de política o religión; especialmente si tenemos en cuenta el porcentaje de parejas que manifiestan no hablar nunca sobre tales temas. p 100 o 90 R 80 e 70 E 60 N T A J E 50 40 30 20 1o s Personales TrabaJo Económicos mFrecuentemente Hijos DA Familias veces Políticos Rel lg losos m.Nunca FIGURA 5. 1.3 FRECUENCIA CON LA QUE LOS CONYUGES HABLAN SOBRE DISTINTOS PROBLEMAS Tomando como indicador el grado de comunicación, se pod1ia decir que el modelo familiar predominante se basa en una consideración central de los hijos: los hijos son el foco de preocupación familiar por excelencia. Este modelo, que ahora empieza a discutirse, después de 10VéaseDe! Campo y Navarro, 1985, p.189. 62 Características del medio familiar haber tenido una clara hegemonía desde los años 60, tiene sus ventajas e inconvenientes. Entre estos últimos cabe citar los derivados de la automutilación personal de los cónyuges y la sobre­ protección de los hijos. 5.2. Modelos de socializacion familiar Quizás uno de los aspectos más i nteresantes que se desprenden de la encuesta reali ­ zada sea el relacionado con las características generales del proceso d e socialización q u e tiene lugar en las distintas familias. Aspectos tales como las formas de control que los padres tien­ den a emplear con sus hijos, las relaciones afectivas entre padres e hijos, el apoyo cultural pres­ tado por los padres, etc. son, todos ellos, aspectos que inciden directamente no sólo en la edu­ cación y en el proceso de aprendizaje de los hijos, sino también, de forma importante, en el gra­ do de adaptación o desadaptación que alcanzan los niños. En este sentido, los datos referentes a los factores que caracterizan el proceso de socialización en las distintas familias de la población de La Coruña pueden sintetizarse en las pautas· generales que describimos a continuación. En primer lugar, si algo se ha constatado claramente en la i nvestigación psicológica de los últimos años, es que la mayor parte de las pautas de comportamiento que aprenden los hijos se adquieren a través de la observación de los distintos modelos sociales' ' . La familia, en este sentido, juega u n papel i mportante al proporcionar a los hijos un conocimiento preciso acerca de qué comportamientos son admisibles y cuáles no. El comportamiento de los padres frente a los hijos tendrá, entonces, una i mportancia indudable sobre su desarrollo, tanto emo­ cional como social. En este orden de cosas, puede resultar revelador analizar si los padres tienden a evitar las discusiones frente a los hijos, como un indicador de su preocupación por favorecer su desa­ rrollo socio-emocional. Los datos de que disponemos indican una tendencia general a evitar las discusiones cuando los hijos se hallan presentes, aunque un 14,2% de los padres manifiestan no conceder importancia a la presencia de los hijos cuando discuten. (Figura 5 .2 . 1 ) . I n te n t a n n o h ac e r l o 40,0% N o i m p o r t a que e s l é n 14,2% N u nca d i s c u t e n 5,8% Sólo si no están 40,0% FIGURA 5.2. 1 DISCUTEN DELANTE D E LOS HIJOS '' Para una interesante revisión sobre es te tema véase Musitu , Román y Gracia ( 1 988). ____..,. ___________ ------ Características del medio familiar 63 Intimamente relacionadas con este aspecto se encuentran las características de las rela­ ciones emocionales entre padres e hijos. Estas son de enorme importancia para un adecuado desarrollo, y condicionan, además, la mayor parte de las actividades sociales, escolares, etc., a las que se deberá enfrentar el niño. La situación general de la población encuestada se puede apreciar en la figura 5 .2.2. RELACIONES A FECTIVAS MADRE-HIJOS p 100 o R 80 e E N T A J E 80 40 20 s � M uy buenaa D auenu � N I buenu ni malea 0 M alaa RELACIONES AFECTIVAS PADRE-HIJOS p o R e E N T A J E 100 80 80 40 20 s � Muy buena• O Malaa D Buenu Em Muy malaa � Ni buena• ni malea FIGURA 5.2.2 Un análisis general de estos resultados indica claramente que Ja valoración por parte de los encuestados de las relaciones afectivas que mantienen con sus hijos empeoran notoria­ mente con la edad de estos últimos. Es especialmente destacable el hecho de que sólo aparez­ can relaciones afectivas malas o muy malas en el período de edad comprendido entre los 1 8 64 Características del medio familiar años o más, momento en el que la mayoría de edad, y un incremento notable en la exigencia de autonomía en todos los órdenes por parte de los hijos, tienden a plantear mayores conflictos en la familia, la cual posee ya escasos medios de control sobre los hijos de esta edad. En este sen­ tido, distintos estudios, tanto transversales como longitudinales, señalan que "a medida que se acerca el momento puberal, decrecen las explicaciones que sus padres tienen con el hijo, la interacción en el seno de la familia se torna más rígida, decrece la deferencia del hijo hacia la madre, y se multiplican las interrupciones de su conducta por la intervención paterna ( . . . ) A lo largo de la adolescencia, sin embargo, el hijo interrumpe más y más a los padres y cada vez les da menos explicaciones acerca de su propia vida"12• De no menor i mportancia para e l proceso de desarrollo y la educación infantil es el grado de acuerdo entre los cónyuges acerca del tipo de educación que deben proporcionar a sus hijos. Los resultados de la encuesta muestran una elevada coincidencia entre los padres en este aspecto. Así, el 27,7% de los cónyuges manifiestan estar muy de acuerdo y el 64,1% se mues­ tran de acuerdo. No se puede desdeñar, sin embargo, la existencia de un 5, 1 % de encuestados que informan estar en desacuerdo y un 1 , 1 % que i ndican estar muy en desacuerdo. Los padres parecen tener, por tanto, una clara tendencia hacia la elaboración de criterios unificados sobre la educación de sus hijos. (Figura 5.2.3). M u y d e acuerdo - 27.7% En D e acuerdo - desacuerdo - 5, 1% 64,1 % FIGURA 5.2. 3 GRADO DE ACUERDO PADR&MADRE EN LA E DUCACION Y TRATO DE LOS HIJOS Por otra parte, el control ejercido por los padres a lo l argo del proceso de socialización presenta pautas coherentes y consistentes con la edad de los hijos. Así, por ejemplo, en cuanto al control ejercido sobre el horario que regula las comidas en la familia (figura 5 .2.4), es clara la tendencia hacia una disminución del control según se incrementa la edad de los hijos. 12 Véanse Steinberg (1981) y Steimberg y Hill ( 1 97 8). Características del medio familiar 65 Algo parecido ocurre en lo referente al control ejercido sobre la hora de acostarse, levantarse y aseo personal (figura 5 .2.4), ya que la tendencia que aquí se manifiesta es la de un control creciente de los O a los 8 años, que aumenta o se mantiene hasta los 1 2 años, para dis­ minuir notoriamente a partir de esta edad. p o R e E N T A J E s CONTROL DE LAS HORAS DE LAS COMIDAS CONTROL DE LA HORA SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS DE ACOSTARSE p o R e E N T A J E s " " o --- -G- •1 o " " o G· MO -B-11 ' º "º CONTROL DE LA HORA DE LEVANTARSE CONTROL DEL ASEO PERSONAL SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS p o R e E N T A J E s " " O -- ---o- _,.. -B-11 p o R e E N T A J E s " ·º " o -9-11 O · lfO ·O· NO FIGURA 5.2.4 El control de las amistades, en cambio, se incrementa de forma continua hasta los 1 7 años, para comenzar a disminuir paulatinamente a partir de esa edad, l o que muestra una pauta similar a la observada en cuanto a la asistencia a misa y al horario dedicado al estudio (figura 5 .2.5), aunque en estos últimos dos casos la tendencia que revelan los datos es que el control familiar sigue más claramente una curva en forma de ' U ' invertida a través de las edades con­ sideradas, ejerciéndose el máximo de control sobre los hijos con edades entre 9 a 12 años y el mínimo sobre las edades extremas (aunque en estos comportamientos se controla algo más a los mayores que a los más pequeños). 66 p o R e E N T " J E s Características del medio familiar CONTROL DE LAS AM ISTADES CONTROL DE LA ASISTENCIA A MISA SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS " " p o R e o " E N T A J E s .. -4 •t 'º o 'º -0--11 0 NO O NO CONTROL DEL HORARIO DE ESTUDIO SEGUN LA EDAD D E LOS H IJOS a p o R e E N T A J E s o " a ., . 'º -e-11 o "º FIGURA 5.2. 5 Finalmente, por lo que se refiere a la hora de volver a casa por la noche, al consumo de tabaco o alcohol, al consumo de drogas y al gasto de dinero en diversiones (figura 5 .2.6), el grado de control ejercido sobre la conducta de los hijos es continua y progresivamente cre­ ciente a lo largo del tiempo, lo que es congruente con el peligro de desviación social que Jos padres frecuentemente atribuyen a este tipo de comportamientos. CONTROL VUELTA A CASA CONTROL DEL CONSUMO POR LA NOCHE DE TABACO Y ALCOHOL SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS SEGUN LA EDAD D E LOS HIJOS o p o R e E N T A J E s p o R e 'º '° O· -e-.a1 --0- NO ... - - . --O E N T A J E s 'º o " -0-at 0 NO Características del medio familiar 67 CONTROL GASTO DE DINERO CONTROL DEL CONS UMO DE DROGAS EN DIVE RSIONES SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS o p o R e E N T A J E s º --- " p o R e o E N T A '° J E s " -e-11 o " o " o --B-11 -0- 111CJ O NO FIGURA 5.2.6 En cualquier caso, puede decirse que, en general, la mayor presión familiar a lo largo del proceso de socialización parece ejercerse entre los 9 y los 1 2 años, exceptuando, por supuesto, aquellos comportamientos que no suelen darse en estas edades (los cuatro últimos comentados). Otro aspecto de fundamental importancia para el desarrollo individual y social de los niños tiene que ver con el tipo de reacciones de los padres frente al incumplimiento de normas por parte de sus hijos. Los datos relacionados con este aspecto se pueden observar en la figura 5.2.7. En ella se manifiesta claramente el predomino de reacciones que implican un intento de razonar con el niño cuando transgrede las normas establecidas, frente a los comportam ientos paternos centrados en el castigo y en la amenaza de castigo. REACCION DE LOS PADRES ANTE REACCION DE LOS PADRES C UANDO LA DESOBEDIENCIA DE S US H IJOS EL HIJO PEGA A UN COMPAÑERO SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS SEGUN LA EDAD DE LOS HIJOS o 100 o 100 e " e " R N A s FIGURA 5.2. 7 68 Características del medio familiar Sin embargo, a pesar de la existencia de esta relación consistente a través de la edad, si valoramos el peso específico que cada forma de control tiene en cada período evolutivo podremos observar cómo los padres tienden a incrementar con la edad e l control basado en el castigo, que llega a su máxima expresión en el período comprendido entre los 9 y los 12 años; a partir de este momento se produce un descenso hasta los 1 8 años. Algo similar ocun-e en l o referente a l control basado e n l a amenaza d e castigo, donde s e observa un incremento e n su uti­ lización a partir de los 5 años hasta los 1 2, sin que se diferencien entre sí los períodos com­ prendidos entre los 5-8 años y los 9- 1 2 años. Esta tendencia cambia en lo relacionado con el empleo del razonamiento como méto­ do para controlar el comportamiento de los hijos. Los datos, en este sentido, indican una dis­ minución en su empleo de los 4 a los 1 2 años, notándose un incremento posterior entre los 1 3 y los 1 7 años, aunque es mucho más importante este incremento a partir d e los 1 8 años. Esta trayectoria es congruente con el hecho de que a partir de la adolescencia las formas de control basadas en el castigo tienen relativamente poca eficacia en una etapa marcada precisamente por la búsqueda de la propia independencia y de la autonomía personal en todos los órdenes del -comp_ortamiento. En relación con este tema, y complementando los datos anteriores, se encuentran las distintas formas en que los padres reaccionan cuando sus hijos se comportan agresivamente con los demás. Como también se puede observar en la figura 5 .2.7, en el período comprendido entre los 0-4 años prevalecen formas de control basadas en el razonamiento con los hijos (50%) , lo mismo ocurre en el período de 5 a 8 años, en el que resalta e l incremento de las for­ mas de control basadas en el castigo, aunque este tipo de conductas disminuyen a partir de aquí hasta los 1 8 años. Esta misma tendencia se reproduce en edades posteriores. Resulta curioso, sin embargo, el hecho de que exista un alto porcentaje de personas que no contestan a esta pre­ gunta, lo que puede ser indicativo de una cierta indecisión o desconocimiento acerca de la for­ ma más adecuada de reaccionar ante este tipo de situaciones , o, también, de un deseo de evitar responder de alguna forma socialmente no deseable. En este sentido, quizás puedan resultar ilustrativos los resultados obtenidos por Elder ( 1 962, 1 963) en una investigación sobre 7 .400 adolescentes y sus respectivas familias en U.S.A'3• En su investigación caracteriza y cuantifica una serie de estructuras parentales de crianza de los hijos, según la liberalidad de la disciplina familiar en estos tipos de padres: auto­ cráticos, autoritarios, democráticos, igualitarios, permisivos e indiferentes . En general, los padres aparecen como más autocráticos (un 9% de la muestra) y más autoritarios (un 1 3% ) que las madres (con porcentajes, respectivamente, del 6 y del 9% ). Las madres eran más democrá­ ticas, igualitarias y permisivas que los padres (respectivamente, 30 frente a 27% , 1 4,5 frente a 1 1 %, y 20 frente a 1 4 % ). Respecto a la relación entre esos tipos de disciplina y el desarrollo de la independencia, del estudio se deduce una mayor frecuencia de adolescentes con conducta independiente entre hijos de padres democráticos (52%) y permisivos (57%) que entre los de padres autocráticos (35% ). Diversos investigadores posteriores han encontrado resultados similares, aun partiendo de supuestos diferentes como octme en Palacios y otros (1987). Por otra parte, es obvio que uno de los factores que influyen en la iniciación del con­ sumo de bebidas alcohólicas en niños y adolescentes, que pudieran repercutir en la posible apa­ rición de problemas de dependencia en la edad adulta, es la observación y/o consumo de estas bebidas en la familia. Para poder analizar este aspecto hemos centrado nuestro análisis en el consumo de vino en la familia, ya que esta bebida parece estar presente con mayor frecuencia a la hora de las comidas. En este sentido, y como se observa en la figura 5.2.8, en la mayor par" Citado por A. Fierro ( 1 985). 69 Características del medio familiar te de las fami lias no se consumen normalmente bebidas alcohólicas; al mismo tiempo, el 35,8% de los encuestados manifiestan consumir menos de 1 /2 litro diario; sin embargo, existe un 1 3,4% de familias en las que se consume más de 3/4 de l itro diarios. N ada - 43.8% 1 1/4 a 1 1/2 - 0,8% l a l 0 l / 4 0- 2 . 1 % M e n o s de 1 / 4 - 2 2 , 9 % 1/4 a 1/2 - 12.9% 112 a 3/4 - 5,9% FIGURA 5.2.8 CONSUMO DE VINO EN LAS COMIDAS (CANTIDAD DIARIA EN LITROS) Además, como se puede observar en la figura 5 .2.9, el consumo de vino en los hijos no comienza hasta el período comprendido entre los 13 y los 1 7 años. Cabe señalar que el por­ centaje de consumo entre los 1 3 y los 17 años se limita a un 2%, incrementándose, a partir de los 1 8 años, hasta un 4,7%. Otro aspecto importante en la adquisición y mantenimiento de pautas de comporta­ miento a lo largo del proceso de socialización, tiene que ver con la influencia de los modelos que se observan en los medios de comunicación social. A través de ellos se difunden actitudes, valores, y pautas de conducta en general que pueden tener una incidencia decisiva en el desa­ rrollo del i ndividuo y en el proceso de adaptación social. En este sentido, no cabe duda de que en l as sociedades tecnológicas uno de los medios que mayor poder de influencia tiene sobre la conducta infantil es la televisión. Evidentemente no todos los contenidos que a través de ella se difunden son adecuados para la formación del niño, por ello, en la mayoría de los casos los propios responsables de estos medios indican aquello que puede ser inadecuado para el públi­ co infantil , bien destacándolo explícitamente, bien actuando sobre la hora de emisión. Sin embargo, como se puede observar en la figura 5.2. 1 0, sólo e l 46,7% de los padres siguen estas recomendaciones habitualmente m ientras que un 25,5% manifiestan no atender nunca a este tipo de censura'4• " La reciente desaparición de los rombos ha preocupado a las Agrupaciones de telespectadores que piden el respecto información" (La Voz de Galicia, 3 de Julio de 1 988) . Creemos, sin embargo, que habría que incidir en este tema des­ de otra perspectiva, dado el poco o nulo caso que la población hace de estas señales, según se desprende de los datos. Características del medio familiar 70 p 1 00 o R 80 e E 60 N T 40 A J 20 E s o 0-4 años 9 - 1 2 años 5-8 años � Ag u a O vino - Refrescos 13-17 años D Leche 18-más años - Otros FIGURA 5.2.9 QUE BEBEN LOS HIJOS CON LAS COMIDAS SEGUN EDAD DE LOS HIJOS N . C. - 5 . 0 % N u nca - 2 5 . 5 % FIGURA 5.2. 10 RESPETAN CENSURA CON ROMBOS DE TV Para finalizar este apartado haremos referencia a un aspecto que nos parece de espe­ cial interés. Los datos obtenidos en la encuesta en lo relativo a las formas de interacción entre padres e hijos, si bien no nos permiten caracterizar de forma clara cuál es el tipo de estructura­ ción familiar que define a las familias entrevistadas, sí permiten aclarar algunos aspectos refe­ rentes a los cambios que se producen en la i nteracción entre los padres y los h ij os a través de l a edad. 71 Características del medio familiar Las pautas generales, que se reflejan e n los datos señalados, parecen apuntar hacia J a existencia de ideas implícitas en l o s padres sobre l a s características propias d e los niños d e dis­ tinta edad, y sobre los objetivos sociales, educativos y conductuales que deben alcanzar sus hijos en cada etapa del desarrollo. La existencia de teorías implícitas en los padres sobre el desarrollo y la educación infantil no es un planteamiento nuevo, como se puede constatar en Ja literatura psicológica actual 15• Sin embargo, gran parte de estos trabajos se centran más en el descubrimiento y categorización de las distintas ideas implícitas de los padres sobre el desa­ rrollo infantil, y en las repercusiones evolutivas que tales ideas tienen. En este sentido, aunque tales ideas pueden ser persistentes a lo largo del ciclo vital de los padres, los datos de nuestro estudio abundan en la existencia de ideas evolutivas más específicas acerca de cómo adecuar el comportamiento paterno a los cambios que, con la edad, creen que tendrán lugar en sus hijos (lo que se ha dado en l lamar 'conocimiento de los padres acerca del calendario evolutivo' ), todo ello, quizás, con la pretensión de conseguir instaurar repertorios comportamentales, nor­ mas de conducta, valores, etc . , que los padres consideran importantes para la correcta integra­ ción de sus hijos en el medio en el que viven. En estas consideraciones podría encontrarse la explicación de las distintas formas de proceder que los padres emplean con los hijos según la edad que éstos tengan, tal y como aparecía en las figuras anteriores. p o 1 00 R e 80 E N T 60 40 A J 20 E s o 5-8 años 0 - 4 años � N unca / Casi n u n c a • F r e c u e n te m e n te 9 - 1 2 años 13-17 a ñ o s O A veces O M u y f re c u e n temente FIGURA 5.3. 1 COMPRAN LECTURAS PARA LOS HIJOS SEGUN EDAD DE LOS HIJOS " Véase, por ejemplo, Sigel (1 985), Bacon y Ashmore ( 1 986) y Lautrey ( 1 980). 18-más años Características del medio familiar 72 5.3. Estimulación cultural de los hijos En la actualidad existe suficiente evidencia acerca del papel determinante que tiene l a estimulación cultural sobre el proceso d e aprendizaje infantil . U n o d e l o s indicadores del grado e n que la familia fomenta e n el niño este aspecto es, precisamente, la forma en que se le facilitan o no lecturas más o menos adecuadas al nivel de desarrollo del niño. En este sentido, como se puede observar en l a figura 5.3. J , los padres no suelen facilitar con frecuencia cuentos, con o sin texto, cuando sus hijos se encuentran entre los 0-4 años (al menos si tenemos en cuenta la importancia que tiene faci litar este tipo de estimu­ lación a los hijos desde edades tempranas), a partir de este momento se incrementa la frecuen­ cia de compra de lecturas durante el período de ingreso en la escuela (5-8 años), sigue incre­ mentándose ligeramente hasta los 1 2 años, para a partir de aquí comenzar a disminuir ( coinci­ diendo con el final de la E.G. B . y el comienzo de B .U .P. o F.P.) El hecho de que con la edad disminuya de forma importante el suministro de lecturas a los hijos, es un indicador del bajo índice de lectura del país'6• Aunque las razones pueden ser varias (el adolescente demanda otras cosas; "los cuentos no son para mayores"; los padres ya no están a la altura de los hijos, etc.) el hecho es contundente: llegada determinada edad, el libro ya no entra en el ámbito de los obsequios normales que se hacen a los hijos. Existe otro aspecto importante que merece la pena mencionar. Nos referimos al des­ tacado papel que tienen las expectativas de los padres sobre el futuro de sus h ijos, en el com­ portamiento escolar de éstos y en su futuro laboral. Es obvio que cuanto más altas sean las expectativas de los padres mayor será su inte­ rés por estimular el desarrollo y el aprendizaje de sus hijos, lo que redundará, en cierta medida, en un mayor rendimiento escolar y en una actitud más favorable ante el estudio, la cultura y/o la técnica. Los resultados de la encuesta indican, en lo referente a este aspecto (figura 5 . 3 .2), una tendencia a esperar que l a posición futura de los hijos sea superior a la de los padres (53,5% ), mientras que sólo el 1 3 , 1 % esperan que sea igual. Es importante destacar la existen­ cia de un 2, 1 % que manifiestan que sus hijos alcanzarán una posición menor a la del padre, así como que el 3 1,3% no contestan. M a yo r q u e su p a d r e - 53.5% I g u a l q u e s u p a d re M e nor que - 13.1% su padre - 2.1% N . C. - 3 1 . 3 % FIGURA 5.3.2 ESTATUS QUE CREE ALCANZARAN SUS HIJOS " Numerosas encuestas han mostrado el baj o índice de lectores en España, si se compara con el resto de Europa. 73 Características del medio familiar Sin embargo, la preocupación de los padres por el acceso de sus hijos a la cultura y a l a educación, no sólo se traduce en el fomento de la lectura, sino también en la planificación del ambiente familiar con el fin de favorecer el proceso de aprendizaje de los niños. Este aspecto, evidentemente importante sobre todo en los niveles escolares, no siempre puede ser atendido convenientemente por los padres. Unas veces por desconocimiento de su importancia y, otras, quizás con mayor frecuencia, por imposibilidad material para responder a estas necesidades. Este puede ser el caso del lugar destinado a sala de juegos y/o estudio en la vivienda familiar. Así, por ejemplo, como se ve en la figura 5 . 3 . 3 , sólo un 7 , 1 o/o de los encuestados destinan un lugar específico de la casa para esta función entre los 5 y 8 años. Este porcentaje se incremen­ ta al 1 1 ,5 % entre los 9 y 1 2 años, sube 1 igeramente al 1 2, 8 % entre los 1 3 y 17 años, para des­ cender notoriamente al 4,3% a partir de los 1 8 años de edad. En la mayor parte de los casos, este lugar específico de j uego o estudio suele ser sustituido por la propia habitación de los hijos. En este caso se encuentran el 34,5% de los hijos entre 5 y 8 años, el 54,7% de los niños entre los 9 y los 1 2 años, el 55,7% de los de 1 3 a 1 7 años y el 60,9% de los mayores de 1 8 años. p o 1 00 R e 80 E N T 60 40 A J 20 E s 9-12 años 5-8 años 13-17 años � Ha b i ta c i ó n p ro p i a D Zona p a r a e s t u d i a r D N o e s t u d i a e n casa � No estud ia 18-más a ñ o s • Salón I Cocina FIGURA 5.3.3 LUGAR DONDE ESTUDIAN LOS HIJOS SEGUN EDAD DE LOS HIJOS Es bastante frecuente, sin embargo, que el estudio se realice en lugares poco adecua­ dos para ello (salón, cocina, etc.) En esta situación más precaria se encuentran el 4 1 ,6% de los niños entre 5 y 8 años, el 3 1 , 1 o/o de los niños entre 9 y 12 años, el 28,2% entre los 1 3 y los 1 7 años y e l 32,6% de los mayores de 1 8 años. Características del medio familiar 74 La tendencia general, como se puede ver, es bastante positiva si se tiene en cuenta que en la mayor parte de los casos el estudio se realiza en lugares de relativo aislamiento, lo que favorece la concentración en las tareas al disminuir las fuentes de distracción. Esta preocupación de los padres por la trayectoria escolar de sus hijos, sobre todo por la de aquellos que tienen una edad intermedia, se confirma e n el interés que manifiestan por contactar con los tutores o profesores de sus hijos a lo largo del curso. Los datos, en este aspec­ to, siguen la misma pauta según la edad de los hijos ya señalada anteriormente, como se obser­ va en la figura 5 .3.4. p o 1 00 R e 80 E N T 60 40 A J 20 E s o 5-8 años 1 3 - 1 7 a ñ os 9-12 años � F re c u e n temente CJ A l g u n a vez 1 8 -m á s a ñ o s - N u nca FIGURA 5.3.4 VAN A HABLAR CON LOS PROFESORES DE S US HIJOS SEGUN EDAD DE LOS H WOS Así, la asi stencia al centro disminuye según se incrementa la edad de los h ijos, como revela el hecho de que entre los 1 3 y los 17 años aparece un 1 2, 8 % de casos en los que nunca se asiste al centro, y un 59,5% que ya no asisten a partir de los 1 8 años . Una vez más, la mayor par­ te del control tiende a efectuarse en los niveles más bajos de edad. La satisfacción de los padres con las notas escolares de los hijos se muestra en la figu­ ra 5.3.5. Características del medio familiar p 75 1 00 o R BO e E N 60 40 T A 20 J E s o 5-B a ñ o s 9-12 años 13-17 años � M uy satisfechos D Sat i s fe c h o s D I n s at i s fe c h o s E M u y insatisfechos 1 8 - m á s a ñ os E I n d i feren tes FIGURA 5.3.5 GRADO DE SATISFACCION CON LAS NOTAS DE LOS HIJOS SEGUN EDAD DE LOS HIJOS El rendimiento escolar que presentan los hijos de los encuestados se expone en l a figura 5 . 3 . 6 . E n él s e puede observar l a existencia d e un relativamente bajo índice d e suspen­ sos, sobre todo en el segundo hijo (que suele ser por lo general el más pequeño de la familia, al menos si tenemos en cuenta que el tamaño más frecuente de las familias entrevistadas es de cuatro miembros) . El mayor porcentaje de suspensos, en cambio, se centra en torno a los hijos primero y tercero. Como se puede ver si se agrupan los porcentajes de más de tres suspensos, el primer hijo suspende 3 o más asignaturas en el 57,3% de los casos y el tercero en el 55,5%, disminuyendo al 46, 1 % en el segundo h ijo. El número de aprobados de cada hijo también aparece en la figura 5 . 3 .6. 76 Características del medio familiar NUMERO DE SUSPENSOS DE LOS HIJOS SEGUN ORDEN DE NACIMIENTO p o R e 100 80 E N T A 80 40 J E s Primer hijo Tercer h i j o S e g u n d o hijo �1 0 2 03 o 4 C u a r t o hijo 'Wdii!5 o m h NUMERO DE APROBADOS DE LOS HIJOS SEGUN ORDEN DE NACIMIENTO p o 100 R e 80 E N T A J 80 40 20 E s P r i m e r tliJo Te rcer hilo Segundo hlJo �1 o 2 D3 o • fWA !5 o mu FIGURA 5.3.6 Cuarto hijo Factores de riesgo 77 6. Factores de riesgo De un primer análisis de Jos resultados se desprende que un mayor acuerdo entre Jos cónyuges sobre la educación y trato dado a los hijos coincide con una mayor comunicación entre ellos (el 5 1 ,9% hablan frecuentemente y se muestran de acuerdo sobre la educación de los hijos, y el 24,9% hablan frecuentemente y se muestran muy de acuerdo en este aspecto). Por otra parte, el acuerdo sobre la educación de los hijos va paralelo con Ja satisfac­ ción con su rendimiento escolar. Así, por ejemplo, entre los 5 y los 8 años el 64, 8 % de los padres se muestra entre satisfechos y muy satisfechos con las notas escolares de los hijos, y a la vez se manifiestan de acuerdo en cómo deben educarlos ; porcentaje que se eleva al 85,4% si se incluyen aquellas familias que se muestran muy de acuerdo y, a la vez, muy satisfechas o simplemente satisfechas. Si se consideran estos datos en relación con la edad de los hijos, el porcentaje global disminuye de forma continua a medida que los hijos son mayores. Así la satisfacción baja al 74,5% en el grupo de 9- 1 2 años, desciende al 68,6% en el grupo de 1 3 a 1 7 años, y continúa bajando hasta al 5 7 , 1 % en el de 18 años o más. (Véase figura 5 . 3 .5). Puesto que existe relación entre el grado de acuerdo de los padres sobre l a educación dada a Jos hijos y el nivel de comunicación existente entre los cónyuges, también debería exis­ tir relación entre la frecuencia con la que hablan los cónyuges sobre los hijos y el grado de satis­ facción con las notas escolares. Esto es, básicamente, lo que reflejan los resultados del análisis de los datos, sobre todo en los niveles de edad comprendidos entre los 5 y los 12 años. De estos datos se puede desprender que la comunicación y la satisfacción altas se refuerzan mutuamente, mientras que si son bajas se debilitan mutuamente. También parece existir una cierta relación, aunque no llega a ser significativa, entre el grado de acuerdo de Jos padres sobre la educación de sus hijos y su valoración de su com­ portamiento en casa. Así, el porcentaje de familias que están muy de acuerdo o de acuerdo, y al tiempo valoran el comportamiento del hijo como bueno o muy bueno es del 73,6% en el grupo de O a 4 años, del 7 1 ,3 % en el grupo de 5 a 8 años, del 75% en el grupo de 9 a J 2 años, del 77,5% entre 1 3 y 17 años y del 72,6% en el de más de 1 8 años. De nuevo, acuerdo y comunicación parecen ser dos variables importantes que carac­ terizan los polos más positivos de Ja vida y de las relaciones familiares. Así se observa, tam­ bién, en lo referente al grado de satisfacción con el nivel económico, en relación con si hablan onno sobre los problemas relativos a la economía familiar.n COMUNICACION < > SATISFACCION <--> AMBITOS -- DE LA VIDA FAMILIAR La importancia que tiene este aspecto en el proceso de desarrollo de los hijos se pue­ de constatar fácilmente, asumiendo que Ja satisfacción tiene mucho que ver con el grado de comunicación existente, si se observan las siguientes relaciones encontradas. ----- 78 Factores de riesgo 1 ) Existe una relevante relación entre la satisfacción con el nivel económico y el esta­ tus que creen que alcanzarán los hijos. 2) Es significativa la relación entre el grado de satisfacción en las relaciones de pare­ ja y la comunicación sobre problemas personales, sobre problemas de trabajo, sobre problemas económicos, sobre los hijos, sobre sus familias, sobre política y sobre religión . 3)nExiste una relación significativa entre el grado de satisfacción con las relaciones den parej a y el acuerdo entre los padres sobre la educación y trato dado a los hijos, quién trabaja fuera de casa (marido, mujer o ambos), y quién repara cosas estropeadas. En otro orden de cosas, de los cruces realizados se desprende que, a mejores relacio­ nes afectivas entre la madre y los hijos entre los O y 4 años, mejor reaccionan las madres ante la desobediencia de los hijos de esta edad ( intentan razonar y muy buenas relaciones afectivas: 32, l % ). Algo similar, aunque no llega a ser significativo, ocurre con las relaciones afectivas con el grupo de O a 4 años y la reacción de los padres cuando los hijos le pegan a alguien. Por otra parte, existe relación entre la calidad de las relaciones afectivas de las madres con sus hijos y las relaciones afectivas de los padres con sus hijos, es decir, suele existir coin­ cidencia entre ambos cónyuges, tal como se mencionó en el capítulo anterior". En resumen, podría decirse que la intensidad de la comunicación está relacionada estrechamente con la vida matrimonial y, en consecuencia, con el desarrollo integral del niño. Que la comunicación es un buen indicador del ajuste marital está corroborado además por los datos que se exponen en el cuadro 6. 1 , y que se refieren al conjunto de los matrimonios españoles: Cuadro 6. 1 : Correlación entre los índices de la vida matrimonial I nt eracción S at i s facción Int eracción + l , 000 ----- S at i s facción D i s cus iones +0,5 2 5 - 0,228 Confl i cto -0, 158 + 1 ,000 -0,5 6 9 -0,3 7 4 18• Discusiones - -------+1,000 + 0,445 De estos datos se pueden obtener las conclusiones siguientes: -"A mayor grado de comunicación e interacción entre los esposos hay un mayor nivel de satisfacción matrimonial". -"Cuanto más numerosas son las discusiones dentro del matrimonio, menos es la satisfacción de sus componentes". -"Cuanto mayor es el índice de discusiones matrimoniales mayor es también el de conflictividad matrimonial"19• Volviendo a nuestro estudio, puede decirse que dentro de un modelo familiar que con­ sidera central la educación de los hijos, la comunicación entre los cónyuges representa un indi­ cador fiable del ajuste marital, de tal manera que podríamos representarlo esquemáticamente de la siguiente manera: 11 Véase figura 5.2.2. " Fuente: Encuesta inédita sobre la familia española, dirigida por Salustiano del Campo, 1 980. 19 Del Campo y Navarro, 1985, pp. 195- 196. 79 Factores de riesgo + + Grado de acuerdo en e l mode l o educat i vo r Grado de comun i cac i ón ~ + __:_¡ A j uste ma r i ta l I --:-1 A j us t e ma r i t a l I Grado de acuerdo en e l mode l o educat i vo · + Sat i sfacc i ón con el rend i m i ento esco l a r - Sat i s facc i ón con el CCllllJ<lr tami ento fi l ial - S a t i sfacc i ón con e l CCllllJ<lrtam i ento fi l ial + + • - S a t i sfacc i ón con el rend i m i ento esco l a r Este diagrama pretende representar l a dirección y J a forma e n que unas variables influyen en otras. Para ello se han utilizado líneas indicativas de la dirección de la influencia, y signos positivos y negativos que significan "alto" o "bajo", respectivamente. Así, podemos decir que si el grado de comunicación es alto (+), será alto también el grado de acuerdo con el modelo educativo, la satisfacción con el rendimiento escolar de los hijos y Ja satisfacción con el comportamiento filial, Jo que, finalmente, redundará en un alto ajuste marital. En el caso contrario, cuando el grado de comunicación entre los cónyuges es bajon(-), tenderán a ser bajas todas las otras variables, aumentando la conflictividad matrimo­ nial (ajuste marital bajo). Las relaciones que muestra el diagrama han de entenderse siempre en términos rela­ tivos. La doble dirección de las flechas nos indica que las distintas variables tienen un efecto de retroali mentación (feed-back), lo que nos permite comenzar Ja lectura en cualquier punto del diagrama. Esto significa que no debe atribuírsele al "grado de comunicación" entre los cónyu­ ges un carácter causal determinante; es tan sólo la variable que más se relaciona con el resto. ----------- Población de riesgo 7. 81 Población de riesgo Los resultados de la encuesta indican que las alteraciones psicológicas analizadas sue­ len aparecer más frecuentemente en familias compuestas por 3 ( 1 6,7%), 4 (45,5%) y 5 (22,7%) miembros. Sólo un 2 1 ,2% de las familias con problemas viven con otros parientes, y cuando este es el caso, el 64,3% suelen convivir con los abuelos. Este tipo de familias con problemas habi­ tan con frecuencia en viviendas entre 80 y 90 m'. Como ya mencionamos al referirnos al estado de salud mental de la población, los problemas suelen ser más frecuentes en los niños que en las niñas. También se mencionó que las alteraciones se manifiestan fundamentalmente en la edad escolar. Sin embargo, en lo rela­ tivo a los problemas de tipo escolar, no existe ninguna característica especialmente definitoria de las familias con problemas, al menos si las comparamos con las características generales del resto de la población. Se observa, no obstante, en este tipo de familias, unas relaciones afectivas menos satisfactorias con el grupo de hijos entre O y 4 años, que en Ja población general (el 63,5% de la población valora sus relaciones como muy buenas y el 33,9% como buenas, frente al 3 3,3% dentro del grupo con problemas que valora sus relaciones como muy buenas y el 60% como buenas). En el resto de los grupos de edad las relaciones se mantienen como en la población general, resaltando únicamente el empeoramiento de las relaciones madre-hijo que tiene lugar con los mayores de 1 8 años (el 1 0% las valoran como malas). Esta misma tónica general siguen las relaciones afectivas entre padre-hijo dentro del grupo de familias con problemas. En este orden de cosas, también es ligeramente superior a la muestra total el porcen­ taje de desacuerdo sobre la educación y trato con los hijos. Así, el 1 , 1 % y el 5, l % de la pobla­ ción encuestada se manifiestan como muy en desacuerdo y en desacuerdo respectivamente, mientras que en las familias con problemas los porcentajes son de 1,6% y 9,5%. Sin embargo, contra lo que cabría esperar, estas familias no difieren notoriamente del resto de la población en las reacciones de los padres cuando Jos hijos no respetan las normas que ellos han establecido. Sólo se detecta, en este sentido, una ligera tendencia a emplear el castigo con mayor frecuencia que la población general con los hijos de edades comprendidas entre O y 4 años y 1 3 a 1 7 años (37,5% frente a 22,4% y 32% frente a 24,7%, respectivamente) También parece existir una cierta tendencia, dentro de este grupo de familias, a ejer­ cer un mayor control sobre el comportamiento de los hijos (excepto por encima de los 1 8 años), en comparación con la población general, en las áreas de: hora de las comidas, hora de acos­ tarse y hora de l evantarse. Desciende, sin embargo, el control ejercido por las familias con pro­ blemas en las áreas de: aseo personal, tipo de amistades, ir a misa y consumo de drogas. En este tipo de familias tiende a castigarse la agresión a otras personas, o a utilizar l a amenaza de castigo como procedimiento disuasorio, más que e n la población general, con los ------·-··------ 82 Población de riesgo hijos con edades comprendidas entre los 0-4 años ( 1 3,3% frente a 5 ,6% y 20% frente a 6,5%, respectivamente). Esta tendencia se invierte en el grupo de edad de 5 a 8 años, donde los padres emplean más el razonamiento (66,7% frente a 54,4%) y menos los procedimientos de castigo ( 1 3 ,3% frente a 1 6%) que la población general. La situación se mantiene, aunque de forma menos clara en el grupo de 9 a 1 2 años ; comparativamente con el total de la muestra, se incre­ mentan los procedimientos de castigo ( 1 8,8% frente a 1 3,3%), pero también intentan razonar más (68,8% frente a 61 ,3%) con los hijos de estas edades. Esta misma pauta se refleja en el gru­ po entre los 1 3 y 17 años. A partir de los 1 8 años el razonamiento con los hijos aparece como la pauta de comportamiento predominante (77,8%) . Por otra parte, e n este tipo de familias, s i las comparamos con l a población general, se dan menos casos, proporcionalmente, en los que la madre se dedica al cuidado de los niños ( 61 ,9% frente a 7 1 , 1 %), siendo más frecuente en dichas familias la atribución del cui dado de los niños a personas a sueldo ( 1 2,7% frente a 5 ,8%). Una tendencia similar (a asumir conjuntamente por los cónyuges las responsabilida­ des de la familia, o a dejarlas en manos de una persona a sueldo) se observa en los aspectos rela­ cionados con la limpieza de la casa y la realización de las compras. Por otra parte, no existen diferencias significativas entre la población general y las familias con problemas en cuanto al consumo de vino en las comidas. En este orden de cosas, en lo relativo a las bebidas que consumen los hijos durante las comidas, sólo destaca un mayor consumo de vino que en el resto de la población entre los hijos de más de 1 8 años pertenecien­ tes a las familias con problemas ( 1 0% frente a 4, 7%). Estas familias, curiosamente, tienden a estar más satisfechas con su trabajo que el res­ to de la población (24,6% frente a 1 8 ,3%), y con su nivel económico (84,6% frente a 79,2%). Por otro lado, el grado de satisfacción con sus relaciones de pareja no difiere notoriamente del de la población general. Sí se observa, sin embargo, una menor comunicación entre los cónyuges en lo relati­ vo a sus problemas personales (4,8% que no hablan nunca de estos problemas frente a 2,4% ). En esta línea, se diferencian claramente de la población general en su valoración del comportamiento en casa de los hijos de O a 4 años. En general, estas familias lo suelen consi­ derar peor que el resto (6,3% como malo o muy malo frente a 2,6%). Lo mismo ocurre con el período de edad de más de 18 años ( 1 8,2% frente a 6% ). En otro orden de cosas, este tipo de familias compra lecturas a sus hijos con menor fre­ cuencia que el resto, aunque parece que su frecuencia se incrementa con la edad, sobre todo a partir de los 1 3 años. Existe también un aspecto que resulta interesante hacer notar, nos referimos al hecho de que entre estas familias se encuentren madres con titulación universitaria en mayor porcenta­ je que en el resto de la población (2 1 ,2% frente a 1 4,9%). También es superior el número de madres en paro o que buscan su primer empleo ( 1 6% frente a 7,9%) y jubiladas (3% frente a 1 %), siendo menor el número de amas de casa (43,9% frente a 56,4%). De los análisis precedentes se desprende que existen dos dimensiones predominantes que pueden explicar gran parte de la incidencia de las alteraciones psicológicas en la población. Estas dimensiones son, por un lado, el grado de comunicación entre los cónyuges y la satisfacción/insatisfacción con las relaciones de pareja (aj uste marital) y, por otro, el grado de acuerdo alcanzado en la educación de los hijos y la satisfacción con el comportamiento de los mismos dentro del hogar (ajuste paterno-filial). Ambos ajustes podemos resumirlos en el con­ cepto de integración familiar, de manera que obtengamos una tipología dicotómica familiar, distinguiendo entre familias con baj a integración y familias con alta integración. Población de riesgo 83 Profundizando en el análisis de estas dos dimensiones, se puede llegar a precisar el nivel de asociación y de importancia entre las distintas variables en juego. Para ello se ha seguido el siguiente procedimiento: primero se seleccionaron aquellas familias cuyo diagnóstico (en las dimensiones señaladas) era de baja integración familiar y aquellas otras con alta integración familiar. Se obtuvieron así un total de 10 famileias en el pri­ mer caso y 1 6 en el segundo. En segundo lugar, utilizando estos dos conjuntos o tipos de familias, se procedió a la aplicación de un índice de asociación multivariable (Q de Yu le) con el fin de poder determinar la relación entre el tipo de familia y otras variables como son las alteraciones psicológicas, el estado civil, el nivel de estudios de los cónyuges y la ocupación de éstos. La relación entre el grado de integración familiar y las alteraciones psicológicas resultó evidente, a juzgar por los resultados del cuadro 7 . 1 . Cuadro 7.1: Presencia de alteraciones psicológicas según integración familiar. Integración familiar Baja Alta (N) Alteraciones A 60% 12% (8) Psicológicas A 40% 88% ( 18) (10) (16) (N) A: 26 Hubo alteraciones A: No hubo alteraciones Epsilon = 48 Q = 0,83 El alto índice de asociación (0,83)"', muestra la fuerte asociación entre el ajuste mari­ tal y paterno-filial (integración) y la aparición de alteraciones psicológicas en el seno familiar. Pero si aislamos de la relación establecida aquellos casos de alteraciones psicológicas que presentan exclusivamente los padres u otros parientes (no hijos), el índice de asociación todavía aumenta más (ver cuadro 7 .2). Ello quiere decir que el grado de acuerdo sobre la edu­ cación de los hijos, las relaciones de pareja y el grado de comunicación matrimonial son facto­ res, todos ellos, que van asociados con la aparición de alteraciones psicológicas en los hijos. No significa esto que exista necesariamente una relación de causa-efecto, aunque sí una matriz de variables que explican la incidencia de las alteraciones. 2<l Recuérdese que los valores de Q oscilan entre O (mínimo) y 1 (máximo). 84 Población de riesgo Cuadro 7. 2: Alteraciones en los hijos según integración familiar. Integración Alteraciones Psicológicas en los hijos familiar Baja Alta ( N) AH 40% 0% (4) AH 60% 100% (22) (10) (16) 26 ( N) AH: Hubo alteraciones en los hijos - AH: No hubo alteraciones en los hijos = Epsilon 40 = Q 1 Esta fuerte asociación también se encuentra en el cruce entre alteraciones paternas y alteraciones en los h ijos, tal como muestra el cuadro 7.3. Cuadro 7.3: Relación entre alteraciones de los padres y alteraciones de los hijos en familias con alta y baja integración. Alteraciones psicológicas en los padres Alteraciones psicológicas en los hijos AP AP (N) AH 50% 0% (4) AH 50% 100% (22) (N) (8) (18) 26 AP: Hubo alteraciones en los padres - AP: No hubo alteraciones en los padres AH: Hubo alteraciones en los hijos AH: No hubo alteraciones en los hijos Epsilon = 50 Q = 1 Según esto, parece que existe un factor hereditario (no en sentido biológico, sino cul­ tural) que favorece la aparición de alteraciones psicológicas en los hijos cuyos padres/madres presentaron asimismo algún tipo de alteración. 85 Población de riesgo Resumiendo, podría decirse que las familias con baja integración y que presentan algún tipo de alteración paterna, constituyen una población de alto riesgo para la aparición de alteraciones psicológicas en los niños. Ni que decir tiene que ambas variables se refuerzan mutuamente, aunque bastaría la presencia de una de ellas para definir una situación de riesgo. Ahora bien, si convenimos en que el grado de integración familiar está relacionado íntimamente con la aparición o no de alteraciones psicológicas en los niños, cabría preguntar­ se ahora por aquellas variables que van asociadas con mayor frecuencia a la alta o baja inte­ gración. En este sentido, hemos encontrado que el estado civil de la parej a (cuadro 7.4) y el nivel de estudios de los cónyuges (cuadros 7 .5 y 7 .6) presentan altos índices de asociación con e l nivel de integración familiar. Cuadro 7.4: Relación entre estado civil e integración familiar. Integración familiar Casados Divorc., sep., solt. (N) Baja Alta (N) 70% 100% (23) 30% 0% (3) (10) (16) Epsilon = 30 26 Q = 1 No se ha de olvidar que un 70% de matrimonios con baja integración permanecen casados todavía. La significación estadística ha de buscarse aquí en el hecho de que entre los matrimonios de alta i ntegración no se presenta ningún caso de ruptura o conflicto. En cuanto al nivel de estudios (que de alguna manera representa un indicador de esta­ tus social), la baj a i ntegración parece estar relacionada con bajos niveles de estudio, tanto en la madre (0,74) como en el padre (0,62), aunque algo menos en este último caso. Quizás, los nive­ les de estudio de las madres puedan tener una mayor influencia que los de los padres en la inte­ gración familiar en general y en el ajuste marital en particular. (Véanse cuadros 7.5 y 7 .6). Sin embargo, como ya se indicó anteriormente, existe un cierto número de madres que, habiendo realizado estudios superiores, informan de que en su familia existen individuos que presentan algún tipo de alteración psicológica. Este dato podría resultar, en principio, con­ tradictorio dada la relación que acabamos de establecer. No obstante, hay que tener en cuenta que este tipo de madres pueden presentar una forma de interacción con sus hijos poco apropia­ da (fundamentalmente de sobreprotección) que puede llevar a la generación de situaciones de riesgo para la salud psíquica de éstos21• Pero, dado que nuestro estudio encontró en la interacción entre los cónyuges uno de los factores con mayor potencial explicativo del clima familiar, era obligado explorar la homo­ geneidad o heterogeneidad de estatus (nivel de estudios en este caso) en la pareja. La teoría indica que la homogeneidad de estatus, esto es, la homogamia (pertenencia de los cónyuges a una misma clase social, representada aquí por el nivel de estudios), proporciona a la pareja una mayor faci lidad en la comunicación interpersonal que la heterogeneidad de estatus o heteroga­ mia (pertenencia de los cónyuges a diferentes clases sociales, representadas aquí por dispares niveles de estudio). 86 Población de riesgo Cuadro 7.5: Relación entre nivel de estudios de la madre e integración familiar. Integración Nivel de estudios M ADRE familiar Baja Alta (N) Alto 20% 63% (12) Bajo 80% 37% (14) (N) (10) Epsilon (16) = 43 26 = Q 0,74 Cuadro 7.6: Relación entre nivel de estudios del padre e integración familiar. familiar Integración Nivel de estudios P ADRE Baja Alta (N) Alto 50% 81% (18) Bajo 50% 19% (8) (10) (N) Epsilon 26 (16) = 31 = Q 0,62 Como puede observarse (cuadro 7 .7), la homogamia está relacionada con un alto gra­ do de integración familiar, mientras que por el contrario, la heterogamia va asociada a bajos niveles de integración. Como resultado, podríamos estimar que las parejas con fuertes diferen­ cias en su nivel estudios tienen dificultades mayores para establecer una comunicación inter­ personal fluida, lo que representa, sin duda, un factor de riesgo. Cuadro 7. 7: Relación entre homogamia-heterogamia de la pareja e integración familiar familiar Integración Baja Alta (N) Nivel de H · 40% 81% ( 17) estudios H 60% 19% (9) (N) (10) (16) H:-Homogamia 26 (mismo nivel de estudios) 'H: Heterogamia (distinto nivel de estudios) Epsilon = 41 Q = 0,72 --- · · ··--- - · · · ··--· · ·----.-- -· ····· --·--·····-- -------·······--·-···· --··-··-----··------------- - · ·- ·-·- -··--······- --··-------··· ··--- - - ------- - - La integración escolar de los niños con problemas 87 8. Integración escolar de los niños con problemas Uno de los aspectos que más preocupan en la actualidad a los encargados de planifi­ car y orientar el proceso educativo, es el relacionado con la necesidad (siempre puesta en cues­ tión por algunos sectores) de integrar en la educación general básica a todos aquellos niños que, a pesar de estar afectados por algún tipo de disfunción física o psíquica, pueden aprovecharse de la educación "normal" y obtener con ello una mejor integración social. Abordar este tema resulta siempre complejo, pero en la presente investigación nos ha parecido importante anali­ zar algunos de los factores que pueden estar implicados en la actitud social, fundamentalmen­ te de los padres, ante esta posibilidad. Esto nos ha llevado a plantear, dentro de la encuesta realizada, una serie de preguntas dirigidas a analizar las creencias de los padres acerc á de la posibilidad de prevenir alteraciones de índole psicológica, su posible reacción ante la presencia de niños con deficiencia mental en el aula de su hijo, y qué es lo que suelen hacer cuando creen que su hijo tiene algún problema relacionado con la salud mental. En este sentido, lo datos que se desprenden de la encuesta indi­ can lo siguiente. Como se puede apreciar en la figura 8. 1 , parece que la mentalidad "fatalista" acerca de la inevitabilidad de las enfermedades mentales cede paso a otro tipo de mentalidad más con­ fiada en la prevención y la recuperación. No deja de ser importante, sin embargo, la cifra de ese 1 3 ,6% que niega toda posibilidad de prevención, habida cuenta que se trata de familias que ya han tenido alguna experiencia en este sentido. Por lo demás, quizás no sería demasiado aven­ turado sumarle a ese porcentaje el de los "no sabe-no contesta" ( 1 8,2%, porque en este terreno la ignorancia puede ser considerada como fatalista. Prevenible a veces Evitable - - 37.9% 30.3% FIGURAB.1 CREE QUE LA ENFERMEDAD MENTAL ES ... La integración escolar de los niños con problemas 88 En lo referente a la actitud familiar ante la presencia de un deficiente mental en la mis­ ma aula que su hijo, los datos obtenidos se muestran en la figura 8.2. Apoyarlo - 59.2% N.C. No hacer nada - - 3.0% 34.8% FIGURAB.2 ACTITUD ANTE PRESENCIA DE DEFICIENTES EN EL AULA DEL HIJO Como se puede ver, l a opinión pública parece moverse entre el apoyo decidido (59,2%) y la indiferencia (34,8%), respecto de la integración social de los disminuidos menta­ les en las aulas escolares; sólo intentaría evitarlo un 3%, y otro 3% no tiene una opinión for­ mada al respecto. Conclusiones 89 9. Conclusiones Como resumen final de los resultados de la investigación, en los aspectos relaciona­ dos con los problemas de Salud Mental infantil y los factores de riesgo que se han identificado, presentamos las siguientes conclusiones: 1 . Dentro de la población infantil las alteraciones que aparecen más frecuentemente por orden de importancia son: -Dificultades graves de lecto-escritura y cálculo. -Drogadicción. -Convulsiones. -Miedos intensos (fobias). -Hiperagresividad. 2.eLa incidencia de las alteraciones psicológicas en la población muestra! fue de une 9,2%. Extrapolando este porcentaje a la población del municipio de La Coruña puede estimar­ se un total de 22.246 casos con alteraciones psicológicas. Este mismo porcentaje representaría, en Galicia, un total de 256.256 casos. Ahora bien, si tomamos como punto de partida la u nidad familiar, resulta que el porcentaje de familias afectadas asciende al 27,6%, lo que da como resultado en La Coruña un total de 1 1 .474 familias afectadas. 3 . Aunque en general el clima familiar es satisfactorio, como era de esperar, se encon­ tró una tasa de conflictividad matrimonial grave en torno al 3,5%, lo que concuerda con otras medias de ámbito nacional. 4. El modelo de educación y socialización familiar predominante es aquel que consi­ dera a los hijos como centro de la preocupación familiar. De aquí que las actitudes ante los hijos por parte de los cónyuges constituyan un elemento esencial para el ajuste o desajuste marital. 5 . Las relaciones afectivas de los padres con los hijos tienden a empeorar a medida que éstos crecen. Pude decirse que el momento clave comienza generalmente con la adoles­ cencia y en particular en torno a los 1 2 años de edad. 6.eLa estimulación cultural de los hijos a través de la lectura (compra de libros, revis­ tas, etc.) decrece con la edad de éstos, lo cual es compensado quizás por la preocupación que los padres muestran en respetar ámbitos privados de estudio para sus hijos. 7 . El grado de acuerdo entre los cónyuges en la educación de sus hijos, así como el nivel de comunicación entre ambos son factores que inciden favorablemente en el grado de integración familiar. El desacuerdo y la incomunicación son factores de riesgo. En este senti­ do el 6,2% de las entrevistadas manifestó estar en desacuerdo con la educación de sus hijos; este porcentaje asciende al 1 1 , lo/o cuando se trata de familias con problemas de alteraciones tanto en los padres como en los hijos. 8 . El grado de integración familiar (medido a partir del ajuste en las formas de educar a los hijos y en las relaciones de pareja) está asociado con la aparición de alteraciones psicoló- 90 Conclusiones gicas en la familia. En este sentido, han aparecido más hijos con problemas en familias de baj a integración familiar que en las restantes. 9.ePor otra parte, el grado de integración familiar va asociado también al estado civile de la pareja: los casados presentan una mayor integración que el resto (divorciados, separados, solteros). 1 O. La integración familiar depende también en buena medida del nivel de estudios de los cónyuges, siendo mayor aquélla cuando el nivel de estudios de la mujer supera los estudios primarios. La integración familiar aumenta más todavía cuando se da homogeneidad de esta­ tus cultural entre marido y mujer. 1 1. La actitud de la población ante las enfermedades mentales es positiva mayorita­ riamente, en el sentido de que confían en la prevención y en las técnicas de recuperación . No obstante existe un 1 8,2% que considera estos problemas como inevitables. 1 2 . En cuanto a la integración escolar de los niños con problemas en la escuela, un 59% de la población entrevistada apoyaría la medida, mientras que un 6% no estaría de acuer­ do o Jo vería con recelos. No obstante la incógnita está en el 35% que se mantiene en actitud pasiva ("no haría nada") y cuya reacción llegado el caso es difícilmente previsible. APENDI CE E N CUESTA Apéndice Encuesta AÑO CD (1-2) CD 93 NUM. CUESTIONARIO MUNICIPIO D RUTA (7-8) (3-6) (9) P. l. ¿Puede decirme cuántas personas viven en su hogar, incluyéndole a Vd. y al servicio doméstico? N.º CD ( lO- l l ) P.2. ¿Le importaría decirme l a edad y el sexo d e todos y cada uno d e los hijos/as que viven actualmente con Vd.? (Ordena de mayor a menor). §mm J. o 2. o 3.o 4. o 5. o EDAD SEXO Fem. Mas. EDAD (13-13-14) 6. o (15-16-17) 7.º §mm 8. o (18-19-20) 9. o (21-22-23) 10. o (24-25-26) SEXO Mas. Fem. (27-28-29) (30-31-32) (33-34-35) (36-37-38) (39-40-41) P.3. Aparte de sus hijos y de su esposo/a, ¿vive en su casa algún otro pariente? SI -Alguno/s de sus padres ¿Podría indicarme qué rela­ ción de parentesco tiene con Vds.? NO -Alguno/s de sus hermanos............ . (43) -Otros (especificar) (42) -NS/NC . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . P.4. ¿Podría indicarme quién paga el alquiler del piso? -El matrimonio ....e............. . -Alguno/s de sus hijos .............. -Alguno/s de sus hermanos. (44) -Matrimonio es propietario -Otros (especificar) .................. . -NS/NC P.5. ¿Le importaría decirme cuántos m2 tiene su vivienda? -Menos de 80 m2 -Entre 111-120 m2 • • • • (45) -Más d e 120 m' ••••••••••••••••••• -NS/NCe. -Entre 80-90 m2 -Entre 91-100 m'. .. -Entre 101-110 m'. P.6. ¿Podría indicarnos en qué situación se encuentra actualmente cada uno de sus hijos? (mostrar ficha 1). N.º HIJO SITUACION o TIPO DE CENTRO 2 3 4 5 6 7 8 9 ll 12 13 14 15 o PUBLICO PRIVADO l.º 2 (46-47-48) 2. o 2 (46-47-51) 3. 2 (52-53-54) 2 (55-56-57) 5. o 2 (58-59-60) 6. o 2 (61-62-63) 7. 2 (64-65-66) 8.o 2 (67-68-69) 9. o 2 (70-71-72) 10. o 2 (73-74-75) o 4. o o Apéndice Encuesta 94 P.7. ¿Podría indicarme el grado de satisfacción o insatisfacción con las notas escolares de sus hijos? A ÑOS 9-12 5-8 13-17 18 o más -Muy satisfecho ...a.. . a.. . a.. . . .. . (76) -Satisfecho (77) -Indiferente (78) -Insatisfecho (79) -Muy insatisfecho .. -NS/NC. . P . 8 . ¿Dónde estudian habitualmente sus hijos? A ÑOS 5-8 9-1 2 13-17 18 o más -En su propia habitación . . (2F) (11) -En u n lugra común destinado para ello . . . (12) -En e l salón, cocina, sala d e estar, etc .. (13) -No estudia en casa. . (14) -No está e n edad escolar -NS/NC. . P.9. ¿Podría señalar con qué frecuencia acude Vd. o su marido al centro en el que estudian sus hijos, para hablar con el tutor o con alguno de los profesores? A ÑOS 5-8 9-12 13-17 18 o más -Frecuentemente . . . . . (15) -Alguna vez durante e l curso (16) -Nunca . . (17) -NS/NC (18) P .10. ¿Podría indicarnos el número de suspensos y sobresalientes que sus hijos han obtenido el curso pasado? (incluyendo la convo­ catoria de septiembre). ENTREVISTADOR: Suspenso incluye: -Necesita mejorar (NM) Sobresaliente incluye: -Muy deficiente (MD) -Deficiente (D) -Progresa adecuadamente + l. o Suspenso Sobresaliente . . . . NS/NCa. 2. o 3. o N . 0 de HIJO 4. o 5.o 6. o 7. o 9. o 8. o 10. o 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 1 (19-20) (21-22) (23-24) (25-26) (27-28) (29-30) (31-32) (33-34) (35-36) (37-38) P.11. En general, ¿cómo calificaría Vd. las relaciones afectivas que mantiene con sus hijos habitualmente? EDAD 0-4 -Muy buenas -Buenas . . -Ni buenas ni malas -Malasa. -Muy malas -NS/NC. . . . . . . . . . . . . . . 5-8 9-12 13-17 18 o más i i i i i (39) (40) (41) (42) (43) 95 Apéndice Encuesta �I P. l2. ¿Y las de su marido con sus hijos? EDAD 9-12 5-8 0-4 13-17 11� 1 1 -Muy buenas -Buenas. -Ni buenas ni malas.. -Malas .. -Muy malas -NS/NC . . . . .. . . . . . . . . . . . 3 3 4 4 5 5 o o 18 o más 1� 3 4 5 (44) (45) 3 (46) 4 (47) 5 (48) o o P.13. En general, ¿podría Vd. decirme el grado de acuerdo o desacuerdo entre Vd. y su cónyuge acerca de la educación y trato cotidiano dado a sus hijosº -Muy de acuerdo . . -De acuerdo (49) -En desacuerdo..a........a...... -Muy en desacuerdo -NSINC .. . . . . . .... .. . . . . . P. l 4. En general, ¿suele exigir Vd. o su marido algún tipo de control serio o disciplina a sus hijos sobre los siguientes aspectos? (*=NS/NC; s=sí; n=no). EDAD -A la hora de las comidas.. 1 9-12 5-8 0-4 n 2 o 13-17 18 o más n 11 1 2 o 1 2 o 1 2 o 1 (3F) 2 o (11-15) (16-20) -A la hora de acostarse 1 2 o l 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o -A la hora de levantarse 1 2 o l 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o (21-25) -En el aseo personal . . .a. . . a .a........ 1 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o (26-30) -Tipo de amistades ..a. . . . . .a. a ........ . 1 2 o 1 2 o l 2 o 1 1 2 o (31-35) l 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 2 o -Si va o no a misa.. o l 2 o (36-40) -Horario que debe dedicar al esn1dio. 1 2 o 1 2 o l 2 o 1 2 o l 2 o (41-45) -A la hora de volver a casa por la noche 1 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o (46-50) -Consumo de tabaco o alcohol.. 1 2 o 1 2 o l 2 o 1 2 o l 2 o (51-55) -Consumo de drogas . . .a.......... . . . .. 1 2 o 1 2 o l 2 o 1 2 o 1 2 o (56-60) -Gasto de dinero en diversiones . . a. 1 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o 1 2 o (61-65) P.15. Cuando alguno de sus hijos no cumple alguna de las normas que Vd. ha impuesto, ¿cómo suele reaccionar? EDAD 0-4 5-8 9-12 13-17 18 o más -Castigándole . (66) -Amenazándole concastigarle .. (67) -Intento razonar con él. .. (68) -No haría nada, lo ignoraría. (69) -Aprobaría lo que ha hecho (70) -NS/NCa. Apéndice Encuesta 96 P. 16. ¿Le importaría decirme quién realiza habitualmente en su hogar las siguientes tareas? -Trabajar fuera de casa (71) -Cuidado de los niños .. . (72) -Limpieza de la casa..... . (73) -Reparar cosas que se estropean (74) (75) -Hacer las comidas . . . ................. (76 ) -Ir a la compra P. 17. ¿Cómo suele reaccionar Vd. cuando se entera de que alguno de sus hijos pegó a otra persona? EDAD 0- 4 -Le castigo .. -Amenazo con castigarle. -Intento razonar con él -No hago nada -Lo aprobaría -NSINC . . a.................. 5-8 9-12 13- 17 18 o más iiiii (4F) (l I) (l 2) (la3) (14) (15) P. 18. ¿Qué antidad diaria, por término medio, consumen Vds. de vino en casa? -Menos de l/4 l. .a . -De l/4 a 1/2 1 -De l/2 a 3/4 l. -De 3/4 a 1 1 -De 1 a 1 y 1/4 1 w � -De 1 y 1/4 a 1 y 1/2 l. -De 1 y 1/2 a 2 l. . . . . -Más de 2 l.. -No se consume -NS/NC. · · · · · · · · · ···· ······ (16) P. 19. Durante las comidas, ¿qué bebidas acostumbran a tomar sus hijos? EDAD 13- 17 18 o más l (17) 2 2 (18 ) 3 3 3 (19) 4 4 4 (20) 5 5 5 5 (21) 6 6 6 6 6 o o o o o 0-4 5 -8 1 1 2 2 2 -Cerveza 3 3 -Refrescos .. 4 4 5 -Otras (especificar) -NSINC . . -Agua -Vino ...a. . . . . a .. . a . . .a .. -Leche ··············· 9 -12 ;: ;� ;� ;� P. 20. Señale el grado de satisfacción que siente ante los siguientes aspectos de su vida familiar. Ma uy -Con su trabajo . . . . . . . . . . . . . . . -Con su nivel económico -Con las relaciones de pareja. . -Con l a profesión d e s u marido. . l � Baa s ante Ma alo SINC Na O (22) (23) 2a (24) Oa 3a la (25) P.21. ¿Le importaría decirme c o n qué frecuencia habla con su cónyuge acerca de l o s siguientes aspectos? Algunas veces Nunca NSa/NC 2 3 o (26) -Problemas de trabajo .. 3 o (27) -Problemas económicos. . 3 o (28) o o o o (29) Frecuentemente -Problemas personales ..a . -Sobre los hijos ..a... 2 3 -Sobre la familia propia o la de él.. 2 3 -Sobre poi ítica 2 -Sobre religión 2 (30) (31) (32) ------ ------- ----------·----------·-···-----------·---------· 97 Apéndice Encuesta P. 22. ¿Cómo calificaría Vd. el componamiento de sus hijos en casa? EDAD 0-4 9-12 5-8 13-17 18 ó más mmmmm -Muy malo -Malo .. -Regular ...e -Muy bueno .. -NS/NC (33) (34) (35) (36) (37) P. 23. Suele ser normal que los matrimoni�s discutan entre sí. ¿Puede decirme ahora cuál de estas situaciones se aproxima más a lo que hace Vd.? -Cuando discuto con mi marido no me impona que estén los niños delante. -Cuando discuto con mi marido procuro que no estén delante los niños, aunque a veces no puedo evitarlo........ ........ .......... 2 -Cuando discuto con mi marido procuro que no estén los niños delante. En caso con­ trario, dejo la discusión para más tarde. 3 -Nunca discuto con mi marido.. 4 -NS/NC. ... o (38) P. 24. ¿Se suele respetar en su familia la censura que T.V. establece para determinados programas o películas? (rombos) -SL .. -Sólo a veces (39) -Nunca -NS/NC .. P. 25. ¿Pertenece alguno de sus hijos a algún tipo de asociación juvenil? (Se admite respuesta múltiple). SI -Clubs o asociaciones culturales ................. . . .e. ...........e. . . .... . -Asociaciones religiosas.. NO NS/NC rn ITTW -Clubs deportivos o recreativos -Partidos o movimientos políticos -Otros (especificar) .. (40) (41) (42) (43) (44) P.26. ¿Con qué frecuencia compran Vds. lecturas (también los tebeos) para sus hijos? EDAD 0-4 5-8 9-12 13-17 18 ó más mm rn rn rn -Nunca o casi nunca.. -Alguna vez al año..... -Frecuentemente. -Muy frecuentemente.. -NS/NC. (45) (46) (47) (48) (49) P.27. Atendiendo al porvenir de sus hijos, ¿qué posición social cree Vd. que llegarán a alcanzar? (en estudios e ingresos). -Menos que la de su padre.. -Igual que la de su padre.e.............. -Mayor que la de su padre -NS/N C . ................. . (50) Apéndice Encuesta 98 P. 28. Indique a continuación si Vd. o alguno de los que conviven en su hogar presenta o ha presentado últimamente alguna de estas dificultades. (1986-87). (Mostrar Ficha 2) COD!GO DIFICULTADES 4 2 6 8 7 9 11 12 13 14 15 16 17 18 19 21 22 23 24 25 o -El padre -La madre -Otros (especificar) l. o 2.º 3. o 4. o 5. o 6. o 7. o 8. o 9. o N.ºHIJO 10.0 -No, nadie tuvo problemas D (Pasar a la P .30) (5F) (51-52) (53-54) (55-56) (57-58) (59-60) (61-62) (63-64) (65-66) (67-68) (69-70) (71 -72) (73-74) (75-76) (77-78) P. 29. En relación a la pregunta anterior, indique en qué casos acudió a alguno de los siguientes especialistas para consultar o tratar dichos problemas. (Señalar el último al que acudió). N.0 ORDEN HIJOS 1.0 -Pediatra..... -Psiquiatra -Psicólogo ... -Médico general.. -No, nunca.. - SI C ... (5F) 2. 0 3.0 (12) (1 3) 4.0 5.0 6.0 7.0 8.0 9.º 10.º (18) ( 19) (20) iiiiiiiiii (11) (14) (15) (16) (17) P. 30. ¿Con cuál de estas afirmaciones está Vd. más de acuerdo? -No es posible evitar la aparición de las alteraciones psicológicas. -A veces es posible prevenir la aparición de las alteraciones psicológicas.. -Es posible prevenir y evitar la aparición de las enfermedades mentales -NS/NC (21) ............... P. 31. ¿Cuál de las siguientes actitudes adoptaría Vd. si un hijo suyo tuviera que compartir el aula con algún niño deficiente mental? -No haría nada.....e.................. -Lo apoyaría todo lo posible... . (22) -Tomaría medidas para evitarlo (protestar ante la APA, etc.) . ......e. ...e. ..e. . -Otras medidas (especificar)... -NSINC MOTIVOS: (23) P. 32. Estado civil P. 33. ¿Cómo se considera Vd. en materia religiosa? -Casado .... -Soltero ............e .. . -Practicante ................... 2 -Divorciado 3 -Separado .... 4 -Viudo/a .. 5 -Otros (espec.) 6 -NS/ C o (2 4) -No practicante. ¿En qué año ocurrió? (25-26) -Creyente sin afil. religiosa.. -No creyente. -Indiferente .. -NS/NC (27) Apéndice Encuesta P. 34. Edad Hasta 24 25-34 99 35-45 46-55 56.. NS-NC P. 35. ¿Cuánto tiempo llevan viviendo en es­ te municipio? m -Marido -Mujer -Desde que nací -Más de 10 años (28-29) -De 6 a 10 años -De 3 a 6 años P. 36. ¿Qué estudios han realizado Vd. y su cónyuge? F M -No sabe leer ni escribir 1 1 -Primarios incompletos 2 2 -Primarios completos (EGB) 3 -F.P. 4 4 -Bachiller superior (BUP) 5 5 -Algún año de estudios universitarios 6 6 -Título universitario de grado medio 7 7 8 -Licenciatura o más -NS/NC o o (31-32) -Menos de 3 años -NS/NC (30) P. 37. ¿Trabajan Vd. y su cónyuge ac­ tualmente? F M -Sí 1 1 -Sólo de vez en cuando 2 2 -No, estoy en paro 4 4 -No, por enfermedad física 5 5 -No, estoy jubilado 6 6 -No, soy estudiante 7 7 -No, soy rentista 8 8 -Soy ama de casa 9 9 -NS/NC o o -No, busco mi primer empleo (33) P. 38. (Sólo en caso afirmativo de la pregunta anterior) ¿Le importaría decirme cuál es su ocupación actual y la de su cónyuge? (Especificar tal cual le conteste). M F M F -Labrador 1 -Profesores, maestros 8 -Obrero no especializado 2 2 -Oficiales (FFAA) 9 9 -Empleado administrativo 3 3 -Grandes y medios empresarios 10 10 -Comerciante (pequeño industrial) 4 4 -Profesionales superiores independientes 11 11 -Ventas a comisión, agentes comerciales 5 5 -Otros (especificar) 12 12 6 6 -NS!NC o o 7 7 -Suboficiales (FFAA) -Peritos, técnicos, enfermeras ... 8 (34-35) (36-37) P. 39. ¿Conoce Vd. algún centro en La Coruña que se dedique al cuidado de la salud mental infantil? -Cuáles -No conoce ninguno -NS/NC (38) P. 40. Sexo -Masculino -Femenino [l] [TI (39) SEÑAS DEL ENTREVISTADO: . Telf. FECHA REALIZACION ENTREVISTA: OMBRE ENTREVISTADOR: Firma: REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS --- --- -- ---- - Referencias bibliográficas 103 Abrams, Ch., y Dean, J. P. ( 1 978): La vivienda y la familia. En E. Fromm, M. Horkheimer, T. Parsons y otros. La familia. Barcelona: Península. Aldous, J. (Ed.) ( 1 982): Two paychecks: lije in dual-earner families. Beverly Hills, CA: Sage. Bacon, M . K., y Ashmore, R. D. (Eds.) ( 1 986) : Thinking about the family: Views of parents and children. Hillsdale, N.J. : Erlbaum. B andura, A. ( 1 986): Social foundations of thought and action. Englewood Cliffs, N .J., Prenti­ ce Hall. Traducción al español: Pensamiento y acción. Fundamentos sociales. B arcelona, Martínez Roca, 1 987. B astide, R. ( 1 978): Sociología de las enfermedades mentales. México: Siglo XXI. B aumrind, D. ( 1 97 2 ) : Current patterns of parental authority. Developmental Psychology Monographs, 4 ( 1 ), 1 - 1 02. 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INDICE PRESENTACION . . . . . . . . . . . . . . e ............................. . ................ ............ ..... 9 PARTE l . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11e l. SALUD MENTAL Y SOCIEDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e ............... 13 2 . ALGUNAS CARACTERISTICAS DEL SISTEMA FAMILIAR. . . . . . . . . . . 19 2 . 1 . Influencia familiar y salud. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 2 . 2 . Estructura familiar y delincuencia juvenil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 2 . 3 . Las relaciones entre la familia y la escuela. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 PARTE 11 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35 1 . OBJETIVOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e ......................... 37 2.e METODOLOGIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e.. . . . . . . . .e. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e 39 3. DESCRIPCION DE LA M UESTRA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e 43 3 . 1 . Tamaño y composición de la familia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43 3 . 2 . Nivel de estudios y ocupación de los padres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 48 3 . 3 . Situación de los hijos . . . . . . . . . e ............... .................................. 50 4 . DATOS SOBRE SALUD MENTAL. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 5 . CARACTERISTICAS DEL MEDIO FAMILIAR. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e ..... 59 5 . 1 . Las relaciones de parej a. . . . . . . . . . . . . . . . e ...................................... 59 5 .2 . Modelos de socialización familiar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e ............... 62 5 . 3 . Estimulación cultural de los hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72 6. FACTORES DE RIESGO. . . . . . . e .................. . ................................e 77 7 . POBLACION DE RIESGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .e. . . . . . . . . . . 8. LA INTEGRACION ESCOLAR DE LOS NI Ñ OS CON PROBLEMAS . 81 9 . CONCLUSIONES . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 APENDICE: ENCUESTA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . e .................. ............................ 91 REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 101 87 José Luis Veira Vei­ ra es natural de La Coruña. Cursó sus Manuel Peralbo Uz­ quiano es Profesor Titular del Departa­ ciatura de Sociolo­ gía en la Universidad Evolutiva y de la Educación de la Uni­ to en el Departa­ ña. Se doctoró en Filosofía y CC. de la dad de La Coruña. estudios de Licen­ Complutense, don­ de posteriormente se doctoró. Realizó labor investigadora en la Universidad de Wisconsin-Madison (USA) y entre sus publicaciones des­ tacan: "La Cultura de la Droga en Galicia", "Análisis sociológico del profesorado uni­ versitario" y "Socio­ logía de la Empre­ sa". Actualmente es Catedrático de So­ ciología en la Univer­ sidad de La Coruña y Decano de la Fa­ mento de Psicología versidad de La Cor�­ Educación (Sección Psicología) por la Universidad de San­ tiago de Compostela en 1986. Ha dirigido proyectos de investi­ Ha participado en varios proyectos de investigación de la DGICYT y de la CICETGA, funda­ mentalmente en sus aspectos metodoló­ Sus publicaciones y Sus publicaciones se han centrado en ponencias en con­ gresos se han cen­ trado fundamental­ mente en el análisis de las relaciones entre autoconoci­ miento y educación, el estudio de la com­ prensión lectora y en las relaciones entre Española de Socio­ el desarrollo y la educación de los hijos. logía. mento de Psicolo­ gía de la Universi­ gación de la CICET­ GA y de la DGICYT. cultad de Sociología de esta Universidad. Es V i cepresidente de la Federación Alicia Risso Migues es Profesora del área de Metodolo­ gía de las Ciencias del Comportamien­ interacción familiar y gicos y estadísticos. el estudio de proce­ sos atencionales y perceptuales, así como en cuestiones relacionadas con la sexualidad y con la problemática de la institución familiar.