UN ENSAYO SOBE EL SILENCIO
EN LA OBRA DE LUIS VILLOO
AN ESSAY ON SILENCE IN THE
WORK OF LUIS VILLORO
Rogelio Laguna
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México
Recibido: 14 de junio de 2014.
Aceptado: 4 de julio de 2014.
Resumen: En el presente ensayo hacemos una revisión del tema del silencio en la obra del filósofo mexicano Luis Villoro. Esta revisión es
importante a la luz de una nueva lectura de su obra en la que se están
considerando diversas aportaciones no incluidas en anteriores lecturas
generales, como es el caso del silencio. En nuestra opinión ésta es una vía
fundamental del pensamiento del autor, la cual se inserta en su búsqueda
por abordar los otros de la razón.
Palabras clave: Wittgenstein, filosofía de la India, filosofía mexicana, lenguaje, palabra.
Abstract: In this essay we review the topic of silence in the work of
Mexican philosopher Luis Villoro. This review is important in the light
of a new reading of his work in which various contributions not included in previous general readings are considered, as in the case of silence.
In our view this is a fundamental way of thinking of the author, which
goes directly to his quest to address the others of reason.
Keywords: Wittgenstein, indian philosophy, mexican philosophy, language, word.
UN ENSAYO SOBE EL SILENCIO
EN LA OBRA DE LUIS VILLOO
Rogelio Laguna
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad Nacional Autónoma de México
I: LA MEZQUITA AZUL (1985)1
El ilósofo se acerca a la mezquita azul
erigida por el sultán Ahmed en 1609. A lo
lejos, entre las calles sucias y congestionadas
palabras, nos dice el pensador, sólo imágenes
que se han convertido en signos; ciras que
hablan en silencio. El espacio mismo es un
gran signo silencioso.
de Estambul, pueden observarse sus seis
En ese espacio, que atraviesa la luz a través
magníicos minaretes, que se erigen hacia
de los enormes vitrales el ilósofo piensa en
el cielo (a la Meca, que también poseía
San Buenaventura “La luz es la sustancia
seis minaretes tuvieron que construirle un
de la deidad”. Entonces nos dice: “Pienso
séptimo para que la mezquita de Ahmed no
en la energía resplandeciente que surca
pudiera competir con ella).
el universo, pienso en los cúmulos de las
Conforme el ilósofo transita por las calles
de la ciudad se encuentra de repente en
estrellas y en la fuerza primigenia que
estalla en las galaxias”.4
la gran extensión abierta donde reposa la
El ilósofo se detiene ante una separación
mezquita. Entra en el templo y enseguida
de madera que divide a ieles de visitantes,
se abre otro espacio: un patio blanco,
la mezquita poco a poco empieza a llenarse
rectangular, despojado de todo adorno
de hombres descalzos “que se inclinan
que evocan los jardines zen que muestran
varias veces con reverencia, se recogen en
“el vacío colmado”.2 “Plenitud es vacío”,
nos dice el ilósofo, “los reclamos de los
vendedores de tarjetas empiezan a dejar de
oírse, se escuchan lejanos, en sordina, sólo
está presente el silencio del gran espacio
abierto”.3
él permanece junto a una mujer sentada
en lor de loto. Recuerda unas palabras:
“Dios habita en su templo sagrado, guarde
silencio el mundo”.6 Se arrodilla.
El silencio se rompe suavemente por la voz
El patio a su vez es un pasaje, justo después
de atravesarlo aparece la mezquita, se entra
en un enorme espacio circular que reposa
sobre cuatro inmensos pilares. No hay
1 Todos los ensayos de L. Villoro a los que nos referimos
en este ensayo están recompilados en el libro Luis
Villoro, La significación del silencio y otros ensayos,
Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2008.
2 “La mezquita azul” en Ibíd., p.91.
3 Id.
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silencio”.5 Los turistas se desvanecen pero
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del mullah, que con emoción contenida
hace una imploración y una alabanza.
Poco a poco todo parece detenerse en un
suspenso […]. Es la belleza transparente,
absoluta. Nadie se ha movido. Los ieles
sólo se inclinan o alzan la cabeza, atentos
a la plegaria. Pese a la pequeña valla que
4 Ibid., p.92.
5 Id.
6 Id.
me separa de ellos, siento que somos uno
[…]. Ahora todos somos una sola voz que
se eleva como las lechas de los minaretes.
[…] Todo se vuelve para siempre
transparente, todo es puro, detenido en
suspenso, sereno y pacíico, todo está
salvo.7
La voz del mullah calla, los ieles se retiran
con recogimiento. El ilósofo siente que
vuelve su egoísmo, que empieza a poner
en duda la experiencia que acaba de vivir
con certeza. Y entonces se da cuenta que
para aceptar aquello que vivió tiene que
analizarlo y justiicarlo con el pensamiento.
Todavía antes de iniciar tal tarea racional
nos dice:
Como un torpe camello en el desierto
trazaré caminos en la tersa plenitud de
la arena, cortaré en ranjas el espacio,
llenaré de aristas y planos el vacío, como
un mono ridículo convertiré en gestos
disociados la gracia de la danza, cortaré
el cántico luido, al romper en conceptos lo
indecible.8
Lo que aparece en el análisis posterior es
que el ilósofo descubre con su razón que
hay ciertos fenómenos, ciertas vivencias del
hombre en los que aparece la experiencia de
un otro que no puede acabar de describirse
en el lenguaje discursivo, ni a recortarse en
conceptos.9 No se trata de una experiencia
7 Ibíd., p.93.
8 Ibíd., p.94. El subrayado es nuestro.
9 Sobre la preocupación de L. Villoro sobre estas
experiencias nos dice Isabel Cabrera: “Villoro está
dividido: por un lado cree que el rigor y la claridad
deben acompañar a la relexión ilosóica e imponer
límites al discurso de la razón; por otro, tiene
intuiciones religiosas profundas que algunas veces le
han señalado la presencia de lo que no puede decirse,
pero que, una vez vivido, tampoco puede ignorarse.
El conlicto ha encauzado el pensamiento de Villoro
a relexionar sobre otras formas de lenguaje, usos
indirectos que pudieran ayudar a comunicar
esa vivencia indescriptible”. Isabel Cabrera, “La
experiencia del silencio” en Ernesto Garzón Valdés
y Fernando Salmerón (eds.), Epistemología y cultura.
En torno a la obra de Luis Villoro, UNAM, Instituto de
Investigaciones Filosóicas, México, 1993, p.312.
sobrenatural sino que “el mismo mundo
vivido es a la vez este mundo ordinario y una
realidad otra”.10 Una experiencia de este
tipo sólo puede ser colocada por el ilósofo
en una epistemología coherentista que
pueda aceptar ciertas notas discordantes
con la experiencia propiamente ilosóica o
cientíica en la que el mundo se muestra en
ocasiones lleno de precisión y certeza y, por
otra parte, casi en términos de ilusión, de
vivencias de la que en realidad poco podría
decirse.
“¿Qué puede hacer la razón con una
experiencia de este tipo?” se pregunta el
ilósofo. Puede aceptarla pero en términos
de que es coherente con otras creencias
racionales, así la hace vivible para sí y hasta
cierto punto expresable y aceptable por
los demás. “Eso es lo que puede hacer la
razón con una experiencia extraordinaria:
quitarle
su
carácter
disruptivo
para
poder asimilarlo. ¿No es justamente lo
que la ilosofía ha hecho siempre con las
convicciones religiosas?”.11
Pero, ¿qué clase de hombre requiere una
operación semejante para aceptar una de
sus vivencias más bellas? La respuesta de
Luis Villoro es precisa:
Sólo un hombre dividido entre la
nostalgia por lo sagrado y la mentalidad
racionalista, cientíica, que comparte
con su época, puede sentir la urgencia de
justiicar su creencia en lo otro, porque
sólo así pueda hacerla consistente con su
concepción del mundo y presentarla como
aceptable para otros hombres. Sólo en una
sociedad donde lo sagrado, expulsado de
la vida cotidiana, debe manifestarse en
soledad en momentos inusitados, puede
plantearse el problema de someterlo a una
crítica racional, para poder mantener su
presencia.
10 “La mezquita azul” en Luis Villoro, La significación
del silencio…, p. 99.
11 Ibíd., p.131.
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Lo que ha aparecido entre líneas, es
que existe un ámbito, tal vez un tipo de
experiencias, sobre los cuales la ilosofía
tienen diicultades para decir algo, es más,
cuando las traduce a lenguaje ilosóico
parece no poder decirlas. ¿Qué hacer ante
esta clase de experiencias?, ¿será que rente
a ellas la ilosofía tenga que callar, como
pedía Wittgenstein?, o bien, ¿será que la
ilosofía tenga que aceptar otros lenguajes,
e incluso al silencio mismo como moneda
de signiicación que puede decir más que
cualquier proposición?
Villoro coincide con Janik y Tulmin en que
las rases inales de la obra de Wittgenstein
modiican el sentido total de la obra,
pero diiere con ellos en que justo las
proposiciones inales estarían advirtiendo
“que lo verdaderamente importante del
Tractatus no es lo que se dice en él, sino
lo que no puede decirse en él y sólo se
comunica después de haber comprendido
que no puede decirse”.13 Esto último es
lo que piensa Villoro que es el mensaje de
Wittgenstein en el Tractatus y que es “de
mucho mayor interés que todas las doctrinas
II: LO INDECIBLE EN EL TRACTATUS
(1975)
lógicas incluidas en la obra”.14
De tal forma que, insistamos, sólo se puede
Algunos años antes de “la mezquita azul”,
que es el texto al que nos hemos referido en la
sección anterior, Villoro había descubierto,
en la lectura de Wittgenstein, la posibilidad
de que el silencio fuera el destino último de
la ilosofía ante la presencia del mundo. En su
interpretación, el sentido inal del Tractatus
de Wittgenstein es una advertencia sobre
los límites del pensamiento ilosóico y su
lenguaje.
comprender la petición de silencio a la
ilosofía al inal de la obra si se comprende
que ésta quiere establecer claramente los
límites del lenguaje con sentido; es un límite
a la expresión de los pensamientos más que al
pensamiento. Con ello lo que Wittgenstein
estaría expresando, en opinión de Villoro,
es que el lenguaje igurativo posee límites,
mismos que son indecibles por el propio
lenguaje igurativo.15 Es decir: “el análisis
conduce a aceptar últimos elementos
Villoro cree que sólo desde esta perspectiva
simples, ya no analizables, representados en
que admite los límites de la ilosofía se pueden
las proposiciones por signos simples. Son
comprender las últimas partes del Tractatus
los objetos”.16
del ilósofo vienés, secciones por lo general
omitidas o ignoradas por los ilósofos del
lenguaje, lógicos y epistemólogos. Villoro,
en cambio, advierte que no es casualidad que
ciertas proposiciones, incomprensibles para
ciertas tradiciones lógicas, se encuentren al
inal de la obra: “la penúltima entrada del
Tractatus, antes del silencio (6.54) da la clave
de su lectura. La obra pretende conducir a
ver
el
mundo
“correctamente”(richtig),
pero para ello es menester “superar” las
posposiciones del Tractatus”.12
12 “Lo indecible en el Tractatus” en Luis Villoro, La
significación…, p.166.
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Los objetos, ve Villoro, ellos mismos no son
decibles. Esto es, pueden ser representados
en una igura, pero como dice Wittgenstein
“Sólo puedo hablar de ellos, no puedo
expresarlos ellos mismos. Una proposición
sólo puede decir cómo es una cosa, no
lo que es”.17 Los objetos son entonces,
propiamente indecibles.18
13 Ibíd., p.167.
14 Id.
15 Ibíd., p.169.
16 Id.
17 Citado en Id.
18 Id.Recordemos en esto que Quine expresó, en
una preocupación cercana, que la existencia es
irrepresentable y no agrega nada a las proposiciones
lógicas
como
allí, del mundo”.23 Es decir, la experiencia
el sustrato último del cual se predican
que necesitamos para comprender la lógica
cualidades, como la sustancia aristotélica.
no es que algo esté en tal o cuál situación,
Los
objetos
aparecen
entonces
La sustancia no puede decirse. “Los
objetos,
sustancia
del
mundo,
están
supuestos en todos los hechos capaces de
ser igurados por el lenguaje, pero ellos
mismos no son hechos”.19 La sustancia
como vio Wittgenstein (2.024), existe
independientemente
del
mundo
que
acontece. El mundo es lo que tiene hechos
que acontecen, pero la sustancia no es un
hecho, en tanto que no puede ser descrita
por el lenguaje.
explica Villoro, sino que algo sea. Pero esto
no es propiamente una experiencia:
La lógica es anterior a cualquier
experiencia de que algo sea así. […] Y
esa experiencia presupuesta en la lógica,
es justamente la que Wittgenstein llama
“mística”. “Lo místico no es cómo sea el
mundo, sino que el mundo sea” (6.44).24
Wittgenstein, observa Villoro, tenía muy
claro que ni la ciencia ni la lógica “explican”
la existencia de los hechos del mundo.25
Frente a ellos contemplo al mundo como un
En ese sentido, dice nuestro autor “podemos
“fuera” y un “dentro”. El mundo (según la
decir que los objetos no forman parte del
acepción wittgensteineana) aparece con un
mundo pero, a la vez, son los elementos
límite, aunque dicha experiencia del límite,
últimos que debo suponer en cualquier
hecho del mundo”.20 La sustancia queda
fuera de los límites del mundo (del lenguaje)
y los objetos son las manifestaciones de
los límites de este mundo, se maniiestan
“como
la
existencia
pura
de
“algo”
indescriptible”.21
A esta limitación de los objetos, se suma
la limitación de la forma lógica, pues las
proposiciones, dice Wittgenstein, “pueden
representar toda la realidad, pero no pueden
representar lo que deben tener en común
con la realidad para poder representarla:
la forma lógica (4.12)”.22 La forma lógica
es indecible y sólo puede mostrarse en
lo decible. Este último paso, interpreta
Villoro, signiica que la forma lógica es
un tipo de espacio en el que se construye
la igura del lenguaje, que supone a su vez
una “experiencia básica”: “la existencia,
19 Id.
20 Ibíd., p.170.
21 Id.
22 Citado en Id.
ya advertimos, no es una experiencia, en
tanto que no se reiere a un hecho que
pueda estar en relación con otros hechos.
Se reiere, dice el pensador mexicano “a
la circunstancia de que un hecho y todo
conjunto de hechos sea…”.26
Esta visión del mundo como un todo
limitado no puede ser representada por el
lenguaje, entonces puede comprenderse
aquella proposición de Wittgenstein que
dicta: “El sentimiento del mundo como
un todo limitado es lo místico”.27 Esto
Villoro lo entiende como la consideración
23 Id.
24 Id.
25 Ibíd., p.172.
26 Id. Podemos recordar aquí la célebre pregunta de
Heidegger, ¿por qué hay ser y no más bien la nada?
Sobre esta cuestión en 1993 Villoro comentó “[…]
para quien no tenga una experiencia directa del Todo,
permanente y directa, siempre quedará la inseguridad
y la duda. En ella debe optar entre un mundo absurdo o
uno con sentido. Quien actúa como si el mundo tuviera
sentido, como si existiera lo Otro, aun si en realidad
no hay nada, ése ha dotado de sentido al mundo, ése
ha hecho la opción más alta”. L. Villoro, “Respuesta a
discrepancias y objeciones”, en Ernesto Garzón Valdés
y Fernando Salmerón (eds.), op.cit., p.334.
27 “Lo indecible en el Tractatus” en Luis Villoro, La
significación…, p.173.
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del
mundo
como
un
acontecimiento
inexplicable, gratuito “que hubiera podido
no ser, y sin embargo, es, [lo que] causa un
indescriptible asombro”.28 El mundo está
rente a nosotros como un milagro brotado
de la nada, lotando en el ininito universo.
Wittgenstein había dicho en sus cuadernos
“el milagro artístico es que el mundo exista.
Que exista lo que existe”.29
un todo limitado.
No se trata, sin embargo, explica Villoro
de que Wittgestein recurra a la vieja salida
metafísica de acudir a una mística de
los suprasensible para dar la explicación
última. El más allá del mundo del vienés, en
la interpretación del pensador mexicano,
es la suposición del más allá como un
trascendental, en la acepción kantiana, en
Frente a esa presencia, el silencio, dicen
el que el “más allá” es en realidad un “más
Villoro y Wittgenstein. Pues la presencia
acá” de toda experiencia. “Es el conjunto
de las cosas es una experiencia fundamental
de condiciones que la hacen posible;
que resulta una suerte de trascendental
éstas no son experimentables, porque no
para la conformación del lenguaje y del
constituyen una parte de la experiencia,
conocimiento y que por tanto resulta
pero debo admitirlas para el todo de la
indecible (el ojo que mira no puede mirarse).
experiencia”.32 El trascendental no puede
Lo objetos chocan con los límites del
decirse por el lenguaje, porque los límites
lenguaje. Villoro nos dice que “la religión, la
del mundo corresponden a lo que puede
estética, la ética, toda actitud dirigida hacia
trazar el lenguaje igurativo, ya preigurado
los valores absolutos, toda pregunta por el
por la lógica.
“sentido” del mundo y de la vida, choca
contra los límites del lenguaje y se basa
en la captación del mundo como portento
inexplicable”.30 Así tenemos la intuición
de que hay elementos de la realidad que
no caen en la esfera de la representación y
quizá tampoco del pensamiento.
al inal lo que funda el inicio de la obra,
“cede a la tentación de balbucir lo que, en
rigor, no puede ser dicho”.31 Los balbuceos,
sin
duda,
apuntan
sin
embargo a esa visión inal del mundo como
28 Id.
29 Ibíd., p.174.
30 Id.
31 Ibíd., p.176.
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callar. Villoro encuentra que las oraciones
del Tractatus sobre lo indecible se limitan
a comunicar siempre lo mismo: “que
lo indecible es de tal manera que no se
encuentra en el mundo. No dicen nada más.
Para expresar lo indecible sólo cabe la “vía
Así Wittgenstein en el Tractatus muestra
sorprendentes
Frente a lo que no se puede decir, mejor
negativa””.33
Siguiendo
a
Wittgenstein,
Villoro
escribe que rente a esas experiencias que
32 Ibíd., p.180.
33 Ibíd., p.183.
sobrepasan los caminos del lenguaje, tal
“milagros” y presencias. “Comprender
vez sólo podamos establecer proposiciones
que las preguntas metafísicas carecen de
provisionales, sin un verdadero sentido. En
sentido es la única vía para captar por mí
algún momento habremos de darnos cuenta
mismo aquello por lo cual preguntan”.35-36
que al carecer de sentido no representan
En términos de Kant, dice nuestro autor,
nada del mundo sino que hacen “otra cosa”:
parecería que el Tractatus quiso poner
ayudarnos a encontrar la visión correcta del
límites al pensamiento para hacer lugar al
mundo. Y una vez que la encontremos nos
sentimiento y a la voluntad, y por supuesto,
decidamos a guardar silencio.
al silencio.
Dicha visión correcta implica que aceptemos
que hay cosas sobre las que el lenguaje
igurativo
y
la
ilosofía
no
pueden
pronunciarse, por ejemplo sobre el sentido
de la vida:
III: UNA FILOSOFÍA DEL SILENCIO:
LA FILOSOFÍA DE LA INDIA (1959)
Si Wittgenstein en pleno siglo XX tiene
que proclamar los límites de la ilosofía
occidental, tal vez sea porque la tradición
Así, sólo al comprender que carece de
sentido formular cualquier proposición
sobre “el sentido de la vida”, dejo de
buscar afanosamente ese sentido en
algún acontecimiento del mundo, por
ejemplo, en la realización de una obra, en
la obtención de algún bien o en el logro
de algún objetivo, porque sólo entonces
comprendo que “el sentido de la vida” no
se reiere a ningún hecho […] que este no
se encuentra en ningún acontecimiento de
la vida, sino en la vida misma: el sentido
ilosóica occidental ha coniado demasiado
de la vida es vivirla en plenitud.34
relexiones,
En este horizonte abierto por Wittgenstein,
dice Villoro que se debe aprender a vivir sin
palabras para ciertas cosas, y aceptar ciertos
34 “Una ilosofía del silencio: la ilosofía de la India”
en Luis Villoro, La significación…, p.187.
en la voz y en la palabra, en el logos que
funda la realidad. Para hablar del silencio,
o más bien, para referirnos a lo que de
alguna forma dice, sin decir, requeriríamos
de otra ilosofía. Una ilosofía, incluso más
antigua que la ilosofía griega, a la que
Villoro dedicó en 1959 buena parte de sus
relexiones: la ilosofía de la India.
Antes de pasar a la exposición de dichas
conviene
detenernos
a
señalar que los diversos textos que Villoro
dedica al silencio responden a una honda
preocupación del ilósofo por pensar lo
Otro, e incluso por pensar de otra manera.
35 Ibíd., p.188.
36 “Sólo calla quien ha comprendido, porque sólo
quien ha comprendido puede acallar realmente sus
preguntas. El silencio es un precepto obligado para
quien no comprende y es una liberación para quien
comprende; el primer tal vez quisiera hablar pero
sabe que no debe, el segundo, en cambio, no siente ni
siquiera la necesidad de hablar”. Isabel Cabrera, op.cit.,
p.323.
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Villoro busca a lo largo de su obra lo otro
del pensamiento, lo otro de la palabra, lo
otro frente a lo cual es difícil posicionarse.
Esta vía que tendrá rutos fundamentales
en su acercamiento al indigenismo, por
ejemplo, en contraste con el mundo
occidental.
En ese camino de contrastes, Villoro se
acerca a la ilosofía de la India para buscar
otras posibilidades de la relexión. La
pluralidad de su pensamiento se observa en
que no discute, como tal vez otros ilósofos
de su generación considerarían necesario,
si la ilosofía de la India era o no ilosofía.
Aceptaba, más bien, con gran humildad, la
presencia de ese camino.
La ilosofía de la India marchó, en cambio,
en otra dirección desde un inicio, en
ella aparece un pensamiento que intenta
ranquear sus propios límites para acercarse
a lo encubierto, a lo informe y al silencio.
Los sabios de los Upanishads se preocupan,
como los presocráticos, por la naturaleza.
Pero el principio en el que encuentran
tejida la trama del cosmos, que es origen y
raíz de la vida, la morada en que todo reposa
lo llaman “Brahma”. Estos pensadores de
Oriente tratan, explica Villoro, de encontrar
un principio radical tan amplio que pueda
explicar tanto la realidad material como el
ensueño, la construcción y la destrucción,
la materia y el espíritu.39
Es así que 1959 Villoro se aleja del canon
tradicional que ha puesto la mirada irme
en Grecia como cuna del pensamiento
ilosóico y se acerca a la India, porque ésta
le permite adentrarse en otros aspectos
de la realidad imposibles para Occidente,
entre todos ellos, el que nos ha interesado
en este ensayo: el silencio.
Nuestro autor nos presenta una ilosofía
india que puede compararse con la ilosofía
griega, pero que comienza mucho antes,
cuando algunos hombres cansados de las
guerras y del ritualismo religioso se internan
en los bosques para buscar por sí mismos
la verdad.37 Esos hombres encuentran
caminos para el pensamiento que no tienen
que ver con los ilósofos griegos que habían
construido un mundo de formas, en el que
el logos, palabra y razón marcaba el límite
entre los entes, formaba el cosmos y salvaba
Estos ilósofos del silencio observan que si
busco en torno mío no habré de encontrar
dicho principio, a mi alrededor sólo veo
objetos determinados, cosas separadas de
otras, imágenes, ideas, claridad, en suma.
Estos ilósofos no quieren la claridad
que tanto valoraron los ilósofos griegos,
quieren ahondar en el misterio, en lo que
está escondido a la vista y se mueve en
las sombras. Nombres y formas son las
determinaciones que me impiden ver
a Brahma.40 “Al nombrar las cosas, las
separo y deino; la palabra saca al ente
de su anonimato y lo muestra; a la vez lo
determina”.41 Por eso para llegar a Brahma
hay que rebasar los nombres y las formas.
La ilosofía occidental, como bien vio
Wittgenstein, no puede salir de los nombres
ni de las formas.
a los seres del caos. Por eso, dice Villoro
Para llegar a Brahama, explica Villoro,
“la imagen griega del cosmos es la esfera
los ilósofos indios efectúan la negación,
inita, equilibrada en todos sus puntos,
método ilosóico por excelencia en dichas
perfectamente
acabada”.38
37 “Una ilosofía del silencio: la ilosofía de la India”
en Luis Villoro, La significación…, p.70.
38 Ibíd., p.72.
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latitudes, sólo comparable en Occidente
39 Ibíd., p.73.
40 Ibíd., p.74.
41 Id.
con las vías negativas de Plotino y de
Pseudo-Dionisio, inclusive Wittgenstein.42
De Brahma no se puede airmar ninguna
cualidad, pues cualquier especiicación lo
determinaría. “El principio de todo resulta
así “lo otro”, lo distinto por naturaleza de
cualquier cosa deinida”.43
Se observa entonces por qué la filosofía de
la India es una filosofía del silencio: todos
uno de sus gestos va trenzando la ilusión
de la forma y del movimiento. El universo
entero es una procesión de imágenes que
en el vacío dibuja la línea silenciosa de
su danza. El mundo antes que artificio
de la razón, es fruto del poder de un
gran ilusionista. No podemos decir, sin
duda, que no sea nada; pues se esfuma en
cada instante sin dejar huella, como las
frágiles figuras de la danza.46
los Upanishads cuando quieren hablar de
El mundo del nombre y la forma es en la
Brahma usan términos negativos, pues
medida en que tiene detrás la presencia
Brahama está protegido por el silencio
de Brahama y no es en la medida en que
del lenguaje, de él no puede decirse qué
aparece bajo la ilusión de la individualidad
es. Villoro escribe “el fundamento de toda
y la determinación. En ese sentido es maya,
forma no puede, él mismo, determinado;
irrealidad, sueño, ilusión mágica, es como
ha de estar vacío… Vacío.
una chispa de fuego que gira hasta formar
El principio
de todo, dirán con fuerza los filósofos
budistas, es eterno vacío. Vacío que no es
la nada; no. Todo lo contrario: vacío que
un aparente círculo.47
La cuestión estriba en que ambos mundos,
encierra la plenitud del todo.”44-45
el de Brahma y el de la ilusión son uno
Brahma, ya dijimos, no es el Nus, ni el Logos,
facetas del mismo mundo, según nuestra
solo, ambas experiencias muestran dos
órdenes que sólo serían manifestación de
forma de contemplarlo.48 Así, “la filosofía
la pluralidad del mundo posibilitada por
de la India no enseña a ver otro mundo;
él. Para acercarse a Brahama hace falta el
enseña a ver este mismo mundo con ojos
gesto silencioso de la sensibilidad hindú:
distintos”.49 De ahí que encontremos
El mundo surge del ademán mágico del
dios: danza Shiva, el Dios creador, y cada
42 Al respecto de la vía negativa Villoro opinó en 1993
“La vía negativa ha abierto, en el silencio, la posibilidad
de una experiencia real, directa de la Otredad. Y me
atrevo a decir a sugerir que las experiencias personales,
estéticas y morales, no diieren en cualidad, sino en
grado, de aquella experiencia. […] En todos ellos se
aprehende algo otro que se maniiesta en este mundo. La
experiencia religiosa podría verse, creo, como el grado
más alto y depurado de esas experiencias estéticas y
morales[…]” L. Villoro, “Respuesta a discrepancias
y objeciones” en Ernesto Garzón Valdés y Fernando
Salmerón (eds.), op.cit, p.334.
43 “Una ilosofía del silencio: la ilosofía de la India”
en Luis Villoro, La significación…., p.75.
44 Ibíd., p.76.
45 En contraste con Villoro, nos dice Isabel Cabrera,
para otros pensadores como Camus el silencio no
signiica la presencia sino la ausencia de Dios “y no
maniiesta el sentido del mundo sino su carácter
absurdo […] Dios no contesta, Dios no existe para
el hombre”. I. Cabrera, op.cit., p.325. También María
Zambrano en su Tumba de Antígona hablará del silencio
de los dioses rente a la tragedia de los hombres.
una concepción de la verdad distinta de
los griegos. En Grecia la verdad sale a la
luz, se dice. En la India se trata de negar
toda verdad, de abolir las determinaciones
hasta llegar a lo que está cubierto por las
formas. En la India:
El conocimiento verdadero no tiene
por vehículo de expresión la palabra,
al menos la palabra discursiva. Ésta
determina y define: lo contrario del
movimiento negativo que conduce a la
verdad. El conocimiento verdadero es un
movimiento de retorno: va del discurso a
46 “Una ilosofía del silencio: la ilosofía de la India”
en Luis Villoro, La significación…, p.78.
47 Id.
48 Id.
49 Ibíd., p.79.
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«…El conocimiento verdadero es
un movimiento de retorno: va del
discurso a su origen, el silencio…»
LUIS VILLORO
su origen, el silencio. Porque, así como el
fundamento de la forma es el principio
informe, así también el fundamento de
toda palabra es el silencio del cual surge
y en el cual se revierte.50
El lenguaje, así, no es más que un momento
en medio del silencio. Por eso, dice Villoro,
la verdad es anterior a la palabra: la verdad
es silencio.51
reducido la palabra a su uso predicativo,
únicamente conformado según las reglas
lógicas, y provisto de signiicaciones
invariables.54 Pero, como lo muestra el
propio Villoro en sus textos, para admitir
la función discursiva (igurativa) de la
palabra se debe admitir la posibilidad de
comprender el mundo signiicativamente, es
decir, que la referencia singular del lenguaje
predicativo es anterior a dicho lenguaje,
IV: LA SIGNIFICACIÓN DEL SILENCIO
y “se encuentra ya en la percepción, en la
(1960)
conducta práctica, en el gesto”.55 Como ve
Abordemos, por último, un artículo de
autor, las signiicaciones no resultan de
Heidegger (Ser y tiempo §34), dice nuestro
1960 que recogió de manera sistemática las
las palabras, las preceden. Antes de hablar,
preocupaciones de Villoro sobre el silencio.
o mejor dicho, más allá del hablar, están
En “La signiicación del silencio” nuestro
esferas más amplias de signiicación en las
ilósofo quiere saber qué signiica el silencio.
que yacen la música, la danza, el canto y la
Es claro que esto resulta una preocupación
poesía, así como el silencio.
paradójica para la ilosofía toda vez que
desde los griegos hasta Descartes, y todavía
en nuestros días, la palabra ha sido el
patrimonio que el hombre no comparte
con ninguna otra creatura.52 “El mundo
humano llega hasta donde alcanza el
lenguaje; y este no sería nuestro mundo si
no se conformara a las signiicaciones que
el lenguaje le presta”.53
Pero la ilosofía, advierte Villoro, ha
50 Ibíd., p.80.
51 Id.
52 “La signiicación del silencio” en Luis Villoro, La
significación…, p.48.
53 Id.
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Antes del discurso “estamos en contacto
directo con las cosas, las experimentamos y
manejamos, nos conmovemos con ellas o en
ellas actuamos; pero siempre necesitamos
de su presencia”.56 Frente a ello la palabra
discursiva es un triunfo y una pérdida.
Ganamos, por un lado, la posibilidad de
referirnos a las cosas sin tenerlas presentes,
podemos separarnos de ellas. Las poseemos
en igura por medio de un signo que las
54 Id.
55 Id.
56 Ibíd., p.49.
mantiene ante la conciencia como un
término de
referencia.57
e irradia en toda hora una luz semejante. Pero
Esa posibilidad,
en mi mundo vivido, anterior [anterioridad
en efecto, dice Villoro, sólo pertenece al
lógica] al discurso, ese disco luminoso es
hombre. Incluso hay ilósofos que han
nuevo cada día y cobra en momentos fulgores
soñado con que el lenguaje discursivo
de esplendor inesperado”.61
supla las cosas de modo tan perfecto que la
olvidar las cualidades y la particularidad
El lenguaje discursivo me permite hablar de
cierta regularidad, pero no logra eliminar la
extrañeza del mundo ni suprime la capacidad
de asombro. Villoro advierte que “debajo de
las palabras las cosas siguen siendo singulares
e imprevistas”,62 sólo describibles en este
estado, tal vez, con el lenguaje de la poesía,63
que vivimos en ellas, y sólo de esta forma se
o con la mímica o la música…
puede crear igura. (Nietzsche había dicho,
“¿Hay algo más sorprendente que la lengua de
fuego que surge de pronto, vivaz en la estufa
cotidiana” Cualquier cosa puede ser a la vez
algo habitual, representable en el discurso, y
una presencia vivida e irrepresentable”.64
estructura de las cosas corresponda a la del
lenguaje. Pero es imposible que la capacidad
igurativa “copie” a la realidad, porque
la palabra tiene que hacer abstracción de
las cosas para prescindir de su presencia,
en este sentido, que cuando digo “hoja”
realizo una metáfora que abstrae las formas
únicas, los tonos únicos de cada hoja que
percibo. ¿Dónde está la “hoja”? sólo en el
lenguaje).58
La palabra logra eliminar la singularidad
de las cosas y esto, dice Villoro, de cierta
forma tranquiliza. Pues “antes del lenguaje,
todo para el hombre es nuevo, nada habitual
ni previsible”.59 Vivir sin la palabra, dice
nuestro autor, es una experiencia insurible
pues en ella el hombre:
No podría jamás saber a qué atenerse
con ello; si tiene un nombre, en cambio,
puede clasiicarlo, hacerlo un poco suyo,
manejarlo por medio de su símbolo. El niño
quiere saber cómo se llaman todas las cosas
para poder hacérselas hospitalarias.60
Mas el lenguaje discursivo resulta a su vez una
pérdida, pues con él no podemos hablar del
mundo que vivimos sino del que nos hemos
representado. En el lenguaje “sé que el sol
que cada día se levanta es siempre el mismo
57 Ibíd., p.50.
58 F. Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido
extramoral.
59 “La signiicación del silencio” en Luis Villoro, La
significación …,p.54.
60 Id.
Villoro advierte entonces que el lenguaje
discursivo no logra expresar y comunicar la
presencia vivida del mundo, tal vez el silencio
puede decir más que el discurso en tanto
que, como la poesía, la música, la pintura,
logra negar las signiicaciones invariables y
objetivas del lenguaje discursivo.65
Villoro advierte que hay distintos tipos
de silencio: el que acompaña a un alma
recogida, el silencio que puede ser signo
de la mansedad o del orgullo y desprecio,
también está el noble silencio de quien
escucha o el silencio “farisaico” de quien
juzga.66 Sin embargo en ninguno de estos
casos el silencio signiica por sí mismo sino
como signo de una intimidad mental.
61 Ibíd., 55.
62 Id.
63 La palabra poética, dice Villoro quiere hablar de la
presencia concreta de los fenómenos como los vivimos,
usa la palabra sí, pero es una palabra que sustituye a
las cosas e inmediatamente es a su vez sustituida por
una experiencia que bien puede equipararse a guardar
silencio rente al mundo. “Toda metáfora es ya un
principio de negación de la palabra”, Ibíd., p.60.
64 Ibíd., 56.
65 Ibíd., 56-57.
66 Ibíd., 61.
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A Villoro le interesa el silencio que acompaña
que intenta representarla. El silencio es la
al lenguaje como su trama, la palabra lo
signiicatividad negativa en cuanto tal: dice
interrumpe, pero retorna a él.
lo que no son las cosas vividas; dice que no
Antes de aparecer una palabra, puede haber
un silencio que la anuncie. Hay pausas que
indican claramente la inminencia de una
rase desconcertante o imprevista […]
en estos casos es obvio que el silencio no
sólo enlaza elementos signiicativos del
lenguaje, también a él empieza a brotarle
una vaga signiicación propia.67
son cabalmente reducidas al lenguaje”.70
Nosotros agregamos a esto, que el silencio
señala que el mundo jamás será expuesto por
completo al recuento de la razón.
El silencio aparece entonces como símbolo
de una presencia, no es de extrañarse
entonces que sea el silencio la manera en que
El silencio incluso puede llegar a suplantar
muchas religiones reieren a la divinidad y
palabras y oraciones y toma una completa
al espacio de lo sagrado, como sucede en la
signiicación. Hay silencios cómplices, otros
ilosofía de la India.
que reprueban y condenan, y otros que
que separa la realidad vivida del lenguaje
El hombre es capaz de hablar, esa es
una de sus potencias más importantes y
fundamentales, pero también vive, y esa
vivencia lo invita a guardar silencio ante
la pura presencia, inexplicable, de las
cosas. El silencio, dice nuestro autor “no
suministra conocimiento alguno acerca de
cómo sean las cosas, sólo dice que la cosas
son, y que este su ser es inexpresable por
la palabra”.71 Seguramente tiene razón
Luis Villoro cuando observa que de los
hechos más importante de la vida como el
amor, el surimiento, la muerte no puedo
dar cuenta con palabras, sólo mostrar su
“incomprensible presencia”.72
67 Ibíd., 62.
68 Ibíd., 63.
69 Ibíd., 66.
71 Ibíd., 68.
72 Id.
otorgan
y entregan.68
Cuando en una conversación suplantamos las
palabras por el silencio, dice Villoro, es como
si nos diéramos cuenta que “la palabra no es
adecuada al modo como las cosas en torno
se presentan, que no puede igurarlas con
precisión”.69 En esos momentos se observa
que la palabra es un horizonte limitado
y que lo que vivimos lo rebasa. Las cosas
rebasan las posibilidades de las palabras. El
silencio se usa para intercambiar palabras,
pero al negar la palabra “muestra el hiato
56
70 Id.
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