| Colección Filosofía |
El espíritu pensante: Engels en su bicentenario
Jaime Ortega & Gerardo Ambriz (Eds.)
El espíritu pensante.
Engels en su bicentenario
2021
Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales y
Humanidades desde América Latina (CICSHAL)
Equipo Editorial
Roberto Simbaña Q. Director Editorial
Felipe Carrión. Director de Comunicación
Ana Wagner. Coordinadora Editorial
Edición de estilo: Daniela Suárez
Consejo Editorial
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Gamba Torres | Siti Mistima Maat | Nikoleta Zampaki | Silvina Sosa
Disponible para su descarga gratuita en https://press.religacion.com
El espíritu pensante: Engels en su bicentenario
Primera Edición ©2021 Jaime Ortega y Gerardo Ambriz
ISBN: 978-9942-8947-1-7
DOI: https://doi.org/10.46652/ReligacionPress.2
Este título se publica bajo una licencia de Atribución 4.0 Internacional (CC BY 4.0)
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Citar como (APA 7)
Ortega, J., & Ambriz Arévalo, G. (Eds.). (2021). El espíritu pensante: Engels en su bicentenario. Religación
Press. https://doi.org/10.46652/ReligacionPress.2
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Revisores pares/Peer Reviewers
Perla Valero
Fabiola Lara Espinosa
Gonzalo Héctor Suárez Echenique
Javier Gomez Monroy
Fleur Gouttefanjat
Juan Vicente Martínez Bautista
Gonzalo Flores Mondragón
Diana Fuentes
Josemanuel Luna-Nemecio
Ricardo Bernal
Contenido
5
El espíritu pensante: Engels en su bicentenario
7
Revisión por pares / Peer Review
15
Prólogo: Descubrir a Engels hoy
23
Capítulo 1
Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y
la horda primordial
23
Resumen
24
Engels y Freud
24
Mitos científicos
25
Del matriarcado al patriarcado
27
Comunismo primitivo y fraternidad homosexual
28
Matriarcado y proletariado
29
La humanidad entera burguesa y patriarcal
31
Del mono al hombre
32
¿El ser humano es un animal de horda?
33
La realidad ideal
35
Referencias
37
Capítulo 2
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels como teoría de la transición y de la reproducción
social
38
Propósito
39
1. Los estudios sobre Engels
47
2. Engels y Marx: balance de su relación colaborativa
54
3. El cristal y la flama: alegoría para El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado
60
4. Otra lectura de El origen de la familia, la propiedad privada y
el Estado
60
4.1 Las interpretaciones de M. Godelier y C. Meillassoux
61
4.1.1 Una teoría de las transiciones.
65
4.1.2 Reproducción
71
4.2 Una línea teórica complementaria: la teoría del don
73
Referencias
79
Capítulo 3
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
80
1. Introducción: del materialismo histórico a la crítica de la
economía política
84
2. Mazora o el sano escepticismo
86
2.1. Crítica inmanente y crítica exterior
89
2.2. Sin el Esbozo no hay El capital
91
2.3 Una renuncia conceptual
95
2.4. Leyes inventadas
96
2.5 La perspectiva del Esbozo: radicalmente falsa
97
3. Nicolás González Varela o el contexto de la Gaceta Renana
100
3.1 El “Bing Bang” engelsiano
102
3.2. Un “extraño laboratorio”
103
3.3 El primer estímulo hacia la economía: el proteccionismo de
Friedrich List
105
4. Breves ejemplos de la cuestión económica en los artículos de
la Gaceta Renana
108
4.2. Los debates de robo de leña
113
5. A modo de conclusión: regresar al joven Engels y al joven
Marx
115
Referencias
121
Capítulo 4
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
122
Introducción
123
La hegemonía en Lenin
131
La hegemonía en Antonio Gramsci
144
Para pensar la hegemonía con Engels.
160
Referencias
167
Capítulo 5
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
169
La omnipresencia del engelsianismo
171
Marx y… Engels: la no distinción
172
La complejidad de una historia plural
179
Reflexiones finales
180
Referencias
185
Índice
| Colección Filosofía |
El espíritu pensante: Engels en su bicentenario
Prólogo
Descubrir a Engels hoy
Elvira Concheiro1
En los tiempos que corren resulta no sólo necesario sino
sumamente gratificante volver la mirada y la reflexión a la obra de
Friedrich Engels. Nacido en 1820 en Barmen, Alemania, y muerto
en Londres en 1895, el revolucionario alemán tuvo una intensa
vida, llena de acontecimientos que tuvieron gran impacto y que
cambiaron la fisonomía de Europa; participó en forma directa en
varias revoluciones que dieron contenido y esperanza al movimiento
de trabajadores al que siendo muy joven se adscribió; y protagonizó
un sinfín de combates intelectuales y políticos que le llenaban de gozo.
En muchos sentidos Engels fue un personaje fuera de lo común,
que, siendo extraordinariamente prolífico y seguro en sus aportes
científicos, supo construir con Marx, sin celo alguno y haciendo
honor a su talento, una potente pareja política y teórica que dio un
alcance extraordinario a la obra de ambos. Capaz de construir una
duradera relación amistosa que es, hasta nuestros días, absolutamente
notable e, incluso, ejemplar, Engels fue capaz de compenetrarse en el
proyecto diseñado conjuntamente con Marx al grado de renunciar a
cualquier protagonismo personal y de poner su intelecto, su vitalidad
y sus recursos económicos al servicio de ese proyecto y de su propio
amigo, en particular para asegurar que Marx pudiera dedicarse a
escribir El Capital. La generosidad de Engels, su humanismo, su
compromiso personal y político no tiene, en realidad, parangón, por
lo que no sólo sus biógrafos se rinden ante tales atributos, sino incluso
sus detractores.
1 Doctora en Sociología. Investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades. Coordinadora del Grupo de Trabajo “Herencias y perspectivas del marxismo” de CLACSO.
16
Prólogo: Descubrir a Engels hoy
Por esas y otras características personales, Friedrich Engels
resulta lo contrario de las prácticas que hoy son comunes, en las que
prevalece el egoísmo, la competencia y la falta de sentido solidario,
en particular en los medios intelectuales y académicos, pero incluso
políticos, que se han alejado del compromiso por la justicia y contra la
desigualdad, y que desconocen el valor de la obra realmente colectiva.
Resulta, por tanto, sumamente alentadora la aparición de este libro en
el que un conjunto de autores se acerca en forma analítica a la obra de
Engels y abordan varias de sus muy relevantes contribuciones desde
este momento y desde nuestro país.
Friedrich Engels seguramente es más conocido por ser el amigo
fiel de Carlos Marx que por sus propios méritos. Pero, aunque a él
seguramente no le habría molestado ese papel predominante del autor
de El Capital, ya que trabajó bastante para construirlo, lo cierto es
que Engels fue parte de un proyecto de enorme impacto que él, por
convicción propia, construyó junto a Marx, el cual lo convierte en
un personaje al que es muy relevante redescubrir a la luz de nuevos
problemas y fenómenos del capitalismo contemporáneo.
Es importante subrayar que la visión que da soporte a la obra
de Marx y Engels, escrita juntos o separados, conforma un proyecto
colectivo inmerso en un movimiento social, que entonces recién
aparecía masivamente en la escena política europea, que nos debe
llevar a valorar a Engels tanto por lo que escribió bajo su autoría,
como por lo mucho que contribuyó en la obra escrita por Marx. Para
él todo lo que ambos escribieron era parte indisoluble de una lucha
que convocaba cada vez a un mayor número de trabajadores y que
le daba proyección y contenido preciso al ambicioso propósito de
alcanzar la emancipación humana.
Desde los tempranos años cuarenta Engels encuentra en el
movimiento de trabajadores que emergía en la Europa convulsa, al
sector más resuelto e incansable en la lucha por superar en definitiva
Elvira Concheiro
17
el viejo régimen e instaurar la república, lo cual era para los jóvenes
alemanes indispensable para salir de la asfixia intelectual y política en la
que vivía su país. Cuando muestra a Marx que en las filas obreras está la
nueva potencia transformadora, acometen juntos la tarea de organizar
su participación en la revolución que se avecina, para lo cual forman
una red de correspondencia que agrupó a militantes comunistas junto
a intelectuales, amigos y simpatizantes de la perspectiva entonces
recién esbozada por Marx y por él. Esta red internacional perduraría
a lo largo de los años, adoptando diferentes modalidades y alcances,
hasta convertirse en muchos casos en la base dirigente de varios de los
partidos obreros que surgirían a partir de la décadas de los setenta en
toda Europa y varios otros países del mundo.
Engels sabía que pertenecer al movimiento de los trabajadores
e impulsar sus organizaciones les daba una perspectiva de la que se
nutría extraordinariamente su trabajo intelectual. En realidad, se les
abría un ancho camino de conocimiento sin límites, tal como se había
imaginado su inseparable amigo al salir al exilio en París el año de
1843.
Engels vivió ese compromiso con los trabajadores en forma
plena, para lo cual fue clave esencial su compañera Mary Burns,
hilandera ella misma y militante de las mejores causas del pueblo
irlandés. En los años de la Asociación Internacional de Trabajadores,
Engels vuelve, como durante la revolución del 48-50, a ser pieza clave
en el terreno mismo de los conflictos. Las más intensas confrontaciones
políticas e ideológicas, o incluso militares (las cuales le llevaron a
portar entre sus amistades el mote de el general), fueron el terreno
predilecto de la acción de Engels, en los cuales muestra una poderosa
capacidad dirigente sustentada en sus escrupulosos análisis políticos y
su energía práctica.
Como hemos señalado, Engels tuvo una fuerte y carismática
personalidad que lo llevó a destacar en las filas de los revolucionarios
18
Prólogo: Descubrir a Engels hoy
europeos del siglo XIX. Hacia el final de su vida se convirtió sin
duda en la figura emblemática de los partidos obreros y sus obras
contribuyeron en forma directa en el despliegue de sus luchas. Es claro
que tuvo conciencia de ese proceso y se esmeró en realizar una obra que
fuera accesible y, además, estuviera inmersa en los acontecimientos en
los que se desenvolvía aquel movimiento y sus organizaciones. De
modo que tenemos obras de Engels que resultaron de culto entre la
militancia comunista de todo el mundo.
Sin embargo, desde hace algunas décadas, el pensamiento
conservador ha sido asombrosamente persistente en declarar
insustancial e incluso falsa la obra de Engels, aunque ha sido a Marx
a quien han tenido mucho apuro en emitirle repetidas actas de
defunción; aunque se ensañan siempre más con el autor de El Capital,
al que tempranamente señalaron fuentes policíacas como el jefe de una
banda subversiva continental, lo cierto es que ambos amigos sufrieron
frecuentemente no solo persecución política sino también intelectual.
En el caso de Engels hay, además, una militancia persistente y una
forma de vida que desafía a las “buenas conciencias” de su época,
acompañadas desde luego por la aguda crítica a la sociedad de su
tiempo y a la hipocresía de las formas burguesas entonces dominantes
que realizó en muchas de sus obras.
Ciertamente, hay algo de Engels que quita tranquilidad a los
guardianes del orden, y seguramente es también lo que a ciertos sectores
académicos los ha llevado a ignorarlo o descalificarlo sin sustento. Sin
duda, como ya señalamos, resulta peculiar el carácter insubordinado y
rebelde del revolucionario alemán, lo cual se expresa en toda su obra,
tanto política como teórica, que además no sólo subvierte los términos
y los problemas del conocimiento sin ambages ni diletantismo, sino
que con una determinación inusitada se adentra en aspectos de la
vida social que emanan de sectores sociales que con frecuencia son
ignorados o, al menos, irrelevantes para las ciencias sociales.
Elvira Concheiro
19
Incluso, en los nuevos “redescubrimientos” de la obra de Marx
de nuestros días, hay una fuerte querencia filológica a la que también
le estorba Engels, al grado de descalificar su aporte propio tanto como
el inmenso esfuerzo que hizo durante su última década de vida por
sacar a la luz la obra inacabada de su amigo inseparable. En particular,
se ha menospreciado el inmenso trabajo de Engels para ordenar y
preparar los manuscritos del segundo y tercer tomos de El Capital.
Ese esfuerzo por construir un Marx para “especialistas” se ve
alterado por la presencia indeleble del compañero de luchas quien, sin
titubear, sostuvo que Marx había sido ante todo un revolucionario,
y acorde a esa convicción su esfuerzo intelectual tuvo siempre la
urgencia política de que amplios sectores de trabajadores y sus partidos
pudieran tener acceso y comprensión de esa magna obra. Es esto lo
que últimamente ha sido cuestionado y lo que se busca dejar a un
lado o, al menos, desmerecer. Acorde a esta idea, ahora se publica una
versión de El capital tal como quedó a la muerte de Marx, reuniendo
todos los manuscritos no utilizados por Engels en la edición de la obra
de su amigo. No obstante, esos esfuerzos no han logrado sino destacar
el enorme trabajo teórico de Engels y el valioso esfuerzo por ofrecer al
movimiento revolucionario la obra creada por ambos.
Pese a lo anterior, aún resulta insuficiente el debate que se
ha abierto en torno al valor del trabajo que dejó Engels y poca la
revaloración de su obra y de su aporte original. Razones por las cuales
resulta de mayor relevancia el esfuerzo que resume esta obra.
Componen el libro cinco ensayos que presentan una visión
renovada sobre nuestro autor; miradas frescas que actualizan algunos
aspectos de la obra de Friedrich Engels, asuntos que sin duda
mantienen relevancia y que abren caminos para profundizar el estudio
de los aportes del revolucionario alemán.
20
Prólogo: Descubrir a Engels hoy
En su ensayo David Pavón Cuellar demuestra como Friedrich
Engels y Sigmund Freud ofrecen explicaciones próximas pero
contradictorias del origen de la civilización. Desarrolla la idea de que
ambos construyen mitos científicos y los proyectan en la prehistoria
para dar sentido a la historia humana y al presente en el que viven.
Ambos, demuestra, coinciden al situar el origen de lo social-económico
en lo sexual-familiar. Sin embargo, mientras que Freud empieza por el
patriarcado y por la desigualdad constitutiva de la horda primordial,
Engels prefiere comenzar por el matriarcado y por una comunidad
primitiva tan profundamente igualitaria que ya ni siquiera permite
plantear lo que ocurre en ella en términos de igualdad o desigualdad.
Esta diferencia tiene implicaciones políticas decisivas. La sociedad
humana fue y puede volver a ser horizontal para Engels, mientras
que Freud considera que la socialización presupone forzosamente
relaciones jerárquicas verticales de poder.
El ensayo de Adán Pando parte de una crítica de la cuestión
del engelsismo, al revalorar y resaltar las contribuciones originales de
Engels, en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado,
a la concepción materialista de la historia al entender su obra en el
marco de la teoría de la transición histórico social, no a la usanza de
“sucesión lineal de modos de producción” sino de transformación de
formaciones sociales. Se indica que existe el germen de una teoría
de la reproducción social, pues los procesos de reproducción social
son un eje esencial de la permanencia o de la transformación de las
formaciones sociales. La reproducción social es el factor que articula
variadas formas sociales en una unidad.
Por su parte Fernando González encara la discusión sobre el
papel de Engels en la producción de la crítica de la economía política.
Siguiendo lo indicado por Martín Mazora en su Marx discípulo de
Engels, se contraponen sus tesis principales, en gran mediada con
el auxilio de los trabajos sobre el primer encuentro de Marx con la
Elvira Concheiro
21
economía de Nicolás González Varela. El texto cierra con la puesta en
marcha de una hipótesis de trabajo que sostiene que los orígenes de la
crítica de la economía política se encuentran, de manera larvaria, en
los escritos juveniles de Marx de 1843 pertenecientes a la época de la
Gaceta Renana.
Gerardo Ambriz sostiene que en los trabajos de Engels
se encuentran varias ideas que pueden asociarse al concepto de
hegemonía. Este trabajo, que se desprende del prólogo escrito por
Engels en 1899 a la obra de Marx titulada Las luchas de clases en
Francia, nos refrenda que la hegemonía, asunto en el que profundizó
la obra de Lenin y de Gramsci, se encuentra en la visión política de
Engels quien la pone en juego en sus importantes análisis.
Finalmente, Diana Méndez y Jaime Ortega apuntalan una
primera revisión panorámica de la recepción de Engels en México,
a partir de enfrentar los dilemas metodológicos, como lo son la
contraposición entre Engels y el “engelsianismo”. El texto ofrece un
seguimiento de distintos periodos de recepción de su obra, señalando
los motivos políticos e ideológicos, remarcando la pluralidad que
adquirió en la segunda mitad del siglo XX la lectura de Engels.
Queda a juicio del lector atento juzgar el alcance de este
esfuerzo, pero no cabe duda que logra mostrar el mejor camino para
festejar los 200 años de un revolucionario de la talla de Friedrich
Engels.
CAPÍTULO 1
Engels y Freud ante el origen: entre el
comunismo primitivo y la horda primordial
David Pavón Cuéllar
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Resumen
Friedrich Engels y Sigmund Freud ofrecen explicaciones tan próximas como
contradictorias del origen de la civilización. Ambos construyen rigurosos
mitos científicos y los proyectan en la prehistoria para dar sentido a la historia
humana y al presente en el que viven. Ambos también coinciden al situar el
origen de lo social-económico en lo sexual-familiar. Sin embargo, mientras
que Freud empieza por el patriarcado y por la desigualdad constitutiva de
la horda primordial, Engels prefiere comenzar por el matriarcado y por
una comunidad primitiva tan profundamente igualitaria que ya ni siquiera
permite plantear lo que ocurre en ella en términos de igualdad o desigualdad.
Esta diferencia tiene implicaciones políticas decisivas. La sociedad humana
fue y puede volver a ser horizontal para Engels, mientras que Freud considera
que la socialización presupone forzosamente relaciones jerárquicas verticales
de poder. La figura paterna de liderazgo, por ejemplo, resulta ineliminable de
la visión freudiana de la colectividad.
Palabras clave: Psicoanálisis; Psicología; Marxismo; Comunismo; Prehistoria.
Pavón-Cuéllar, D. (2021). Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y la horda primordial.
En J. Ortega y G. Ambriz Arévalo (Eds). El espíritu pensante: Engels en su bicentenario (pp. 23-35) Religación
Press http://doi.org/10.46652/religacionpress.2.c1
24
Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y la horda primordial
Engels y Freud
Engels y Freud no eran paleontólogos ni antropólogos ni
biólogos evolutivos. No eran expertos ni en la evolución de las especies
ni en la génesis de la especie humana. Sus investigaciones y reflexiones
transcurrían por otros caminos, pero estos caminos los condujeron a
la cuestión del origen de la humanidad y de la civilización.
Engels y Freud tenían que remontarse hasta el origen porque
tan sólo así podían mantener su radicalidad en la dimensión
histórica. Esta radicalidad los hizo ir a la raíz de la humanidad y de la
civilización. Los llevó así, por la misma ruta de Marx (1987), hasta “el
hombre mismo”, pero de ahí al origen del hombre y finalmente a la
explicación del origen.
Engels y Freud explican el origen. Lo explican en lugar de
limitarse a relatarlo. Engels y Freud saben que no basta relatar el
origen porque el origen sencillamente no explica nada, sino que debe
ser explicado. Es explanandum y no explanans.
Engels y Freud tienen que explicar el origen porque saben
que no tiene poder explicativo alguno, que no se explica ni siquiera
a sí mismo. Podemos entonces afirmar sobre Freud lo mismo que
Althusser observa sobre Engels en La querella del humanismo. Ni su
teoría es “evolucionista” ni su método es “genético” (Althusser, 1997).
Mitos científicos
Engels y Freud no relatan el origen para explicar genéticamente
lo que se origina. Más bien, como ya lo he dicho, explican el origen.
Lo explican a través de lo que Freud (1998b) mismo designó con la
hermosa expresión de “mito científico”: mito por su carácter fantaseado
y especulado, no descubierto ni demostrado, pero científico por su
fundamentación teórica y por su rigurosidad argumentativa.
David Pavón-Cuéllar
25
Lo científico a veces requiere de lo mítico para abrirse paso. El
mito científico del que habla Freud es como el “cuento verdadero” del
que habla Marx (1982) en sus artículos contra la censura. Tanto para
Marx como para Freud puede ocurrir que la verdad tenga que vestirse
de mentira, de cuentos y mitos, para manifestarse ante nosotros. Es
lo que sucede, para Marx, en los cuentos verdaderos de la prensa
amarillista, pero también de la ideología en general. Es lo mismo que
sucede, para Freud, en lapsus, en sueños y en mitos científicos tales
como el freudiano y el engelsiano sobre el origen de la humanidad y
la civilización.
El mito científico de Engels se encuentra sintetizado en su
maravilloso libro El origen de la familia, de la propiedad privada y del
Estado (1884), aunque su primer acto puede rastrearse en la Dialéctica
de la naturaleza (1883) y especialmente en El papel del trabajo en
la transformación del mono en hombre (1876). En cuanto al mito
científico freudiano, se halla desperdigado entre Totem y tabú (1913),
la Psicología de las masas y análisis del yo (1921), El malestar en la
cultura (1929) y Moisés y la religión monoteísta (1938). Me refiero a
los años porque, por un lado, el aspecto mítico de las ideas freudianas
y engelsianas deriva en parte del contexto histórico en el que se
conciben, el contexto que se proyecta en la pantalla prehistórica, así
como también, por otro lado, el elemento científico se nutre de los
recursos teóricos disponibles y más influyentes de la época.
Del matriarcado al patriarcado
El evolucionismo, especialmente en la versión darwinista de la
evolución biológica por selección natural, es decisivo para el primer
acto de los mitos científicos de Engels y Freud. Ambos presuponen
que los humanos provienen de los animales, de los primates
superiores. Ambos adoptan una perspectiva radicalmente monista y
materialista donde el psiquismo, la mente o el espíritu, son productos
26
Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y la horda primordial
de un desarrollo del sistema nervioso que es un proceso material
estrictamente biológico y fisiológico. Engels y Freud también suponen
que la postura corporal erecta fue decisiva para el surgimiento de la
mente humana.
Los trabajos de Bachofen y Morgan también están entre las
referencias compartidas por Engels y Freud. En consonancia con estas
referencias, tanto Engels como Freud consideran que la civilización
humana se origina en ciertas formas de configuración de la familia
y de relación entre los sexos. Ambos coinciden también al aceptar la
tesis de un orden matriarcal anterior al sistema patriarcal.
Tanto Engels como Freud asocian el patriarcado con la
desigualdad, con las relaciones verticales y opresivas, y el matriarcado
con la igualdad, la horizontalidad y la comunidad. Para Engels (2011),
desde los matrimonios por grupos hasta la familia sindiásmica, tenemos
una forma primitiva de “comunismo” gracias al “predominio de la
mujer”. De igual modo, en Freud (1998d), el “derecho materno” se
vincula con un “liga de hermanos” que pactan “una suerte de contrato
social” basado en la igualdad
Tanto Engels como Freud consideran que la sociedad matriarcal
e igualitaria es la matriz de la humanidad y de la civilización. Es como
si el salto de lo animal a lo humano, de lo natural a lo cultural, tan
sólo pudiera efectuarse con la fuerza de la igualdad, la fraternidad, la
comunidad y la unidad aseguradas por el matriarcado. Como lo dice
Engels (2011), necesitábamos de la “unión de fuerzas”, de la “falta de
celos” y de otros medios matriarcales para “salir de la animalidad” y
así “realizar el mayor progreso que presenta la naturaleza”.
Después de que el matriarcado nos humanizara y civilizara,
llegó el patriarcado a recolectar sus frutos. Engels y Freud conciben
la transición del matriarcado al patriarcado como un acontecimiento
decisivo para la historia. Engels (2011) ve aquí una revolución, “una
David Pavón-Cuéllar
27
de las mayores que la humanidad haya visto” (p. 64). Freud (1998d)
nos habla de una “subversión social”, de un “trastrueque de relaciones”
y de una “revolución” cuyo eco se percibiría en la Orestíada de
Esquilo, particularmente en Las Coéforas y Las Euménides, cuando
Orestes mata a su madre Clitemnestra, es perseguido por las furias y
finalmente absuelto por el Areópago.
Comunismo primitivo y fraternidad homosexual
La transición del matriarcado al patriarcado, tal como aparece
en Engels y en Freud, representa sin duda un paso importante en
el desarrollo de la civilización, pero implica también el triunfo de la
verticalidad y la dominación a costa de la igualdad y la comunidad.
En la visión freudiana, el final del matriarcado nos hace pasar del clan
fraterno igualitario a cierta restauración de la estructura vertical de la
horda primordial pre humana. En la visión engelsiana, de modo aún
más claro, la abolición del derecho materno resulta indisociable de la
supresión del comunismo primitivo, el principio de la concentración
y la acumulación de la riqueza, la esclavización de la mujer, el
surgimiento de la sociedad de clases y el comienzo de la explotación
del hombre por el hombre, la cual, en sus inicios, es principalmente
una explotación de la mujer por el hombre.
Tanto para Engels como para Freud, el patriarcado tiene una
estructura vertical, opresiva, mientras que el matriarcado se caracteriza
por su estructura horizontal, fraterna, igualitaria y comunitaria.
En el mito freudiano, además, la comunidad matriarcal se basa en
lo que Freud (1998a) describe como “sentimientos y quehaceres
homosexuales”. Este elemento de homosexualidad proviene de la época
pre humana en la que el padre todopoderoso de la horda primordial
expulsaba a los hermanos que se reunían en un grupo exterior a la horda
y establecían ahí vínculos homosexuales igualitarios. Desde entonces
la homosexualidad quedará intrínsecamente anudada con la igualdad
28
Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y la horda primordial
y con la sociedad misma, pero también con el matriarcado, todo esto
en contradicción a lo que ahora denominamos “heteropatriarcado”.
En el esquema freudiano, entonces, el elemento homosexual
debe sumarse al matriarcal en el origen igualitario de la civilización,
de la sociedad propiamente humana y de la humanidad misma. Este
origen, tal como lo describe Freud (1998b), consiste en el “violento
asesinato del jefe”, del padre primitivo, y “la transformación de la horda
paterna en una comunidad de hermanos”, una comunidad regida por
el “derecho materno” (1998a). Si estamos aquí en el matriarcado, es
porque, según Freud, “buena parte de la plenipotencia vacante por la
eliminación del padre pasó a las mujeres” (1998d, p. 79).
Matriarcado y proletariado
En la concepción freudiana del matriarcado, las mujeres tienen
ciertamente el poder, pero lo ejercen en un sentido igualitario. Es
exactamente lo mismo que observamos en la concepción engelsiana.
En Engels, al igual que en Freud, es como si el poder se aboliera por el
hecho mismo de ser ejercido por las mujeres en lugar de los hombres.
Las mujeres intervienen aquí exactamente como los proletarios en la
teoría marxista del Estado que el propio Engels formula claramente
en el Anti-Dühring. Al tomar el poder, el proletariado lo “destruye”,
hace que se “extinga” (Engels, 1986b).
El poder proletario es un poder que se neutraliza a sí mismo
y es por eso que el Estado obrero, la dictadura del proletariado,
conduce al comunismo. Es de la misma forma que en Freud y en
Engels el poder matriarcal interviene como un poder que asegura
la igualdad, que acaba con el poder, que igualmente se neutraliza
a sí mismo. Parafraseando a Marx, digamos que la mujer, además
de un sexo definido en la estructura patriarcal, puede significar ella
misma la abolición del patriarcado y de sus relaciones sexuales, así
como el proletariado, además de una clase, aparecía él mismo como
David Pavón-Cuéllar
29
la disolución de la sociedad de clases. ¿Y si los proletarios por los que
apuesta el marxismo hubieran dejado vacante su lugar, como sujetos
de la historia, para las mujeres que tanto le enseñaron al psicoanálisis
a través de la histeria? Tenemos aquí un punto neurálgico en un
momento, como el presente, en el que asistimos a una suerte de
feminización y despatriarcalización de la izquierda radical en todo el
mundo.
El actual giro feminista y antipatriarcal del comunismo tal
vez pueda aprender algo de los errores del momento de hegemonía
proletaria. Uno de ellos fue la esencialización y fetichización del
proletariado que impidió percatarse de lógicas estructurales que
provocaron su aburguesamiento y burocratización en el socialismo real.
Sabemos que las compañeras feministas denuncian cotidianamente
procesos análogos de patriarcalización de ciertos liderazgos en el seno
de sus propias organizaciones feministas.
La humanidad entera burguesa y patriarcal
Quizás una militante antipatriarcal consciente sea capaz de
neutralizar el poder que ejerce, pero también es posible que este
poder esté estructuralmente sobre determinado por el patriarcado
y neutralice de modo inconsciente la feminidad misma de quien lo
ejerce. Fue así como la constitución estructural burguesa del poder
en la modernidad aburguesó a los mismos proletarios que debían
abolirlo. Después de todo, es la estructura la que decide, y es por esto
que el proletario für sich, para sí, dejó de ser el proletario que era al
ser an sich, en sí, como bien lo denunciara Lacan).
Lacan (2006) atrae nuestra atención hacia un aspecto decisivo.
Quizás el proletariado sea simultáneamente una clase y la disolución
de las clases, pero su conciencia de clase, ya por el simple hecho de
ser de clase, no es precisamente de él y es por eso que puede ponerlo en
su lugar e impedirle ser lo que está predestinado a ser. El proletariado
30
Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y la horda primordial
no puede ser consciente, autoconsciente, sino al ser inconscientemente
otro. Simplificando la cuestión, digamos que la única ideología
disponible para la autoconciencia, para que alguien como el proletario
se conciba reflexivamente a sí mismo, es la ideología dominante, la de
la clase dominante, la burguesa, que reviste a menudo la forma de la
psicología.
Vayamos un poco más lejos y reconozcamos que la única forma
de subjetivación concebible en el capitalismo es la impuesta por la
burguesía mediante los más diversos recursos ideológicos, desde la
moral familiar hasta la mejor literatura, pasando por la educación, la
psicoterapia, la publicidad y la industria cultural. Esto es cada vez más
cierto en todos los estratos sociales y en todas las naciones del mundo.
Como lo decían Marx y Engels (1979) en el Manifiesto, la burguesía
“crea un mundo hecho a su imagen y semejanza”. El resultado, ya
constatado por Flaubert (1927) en la misma época del Manifiesto,
es que “la humanidad entera” se ha vuelto “burguesa”, que no hay
más que burgueses, que incluso los menos burgueses tienen algo de
burgueses, que “el pueblo” mismo es burgués.
El modelo burgués es el único modelo de subjetividad que
tenemos en existencias. Ocurre lo mismo con el modelo patriarcal. Se
trata, de hecho, del mismo modelo, al menos en el contexto moderno
capitalista, donde el patriarcado reviste formas burguesas. Es casi
como si ser burgués y patriarcal fuese aquí la única forma en que nos
es dable ser humanos.
Entendemos entonces a Freud cuando naturaliza y universaliza
al sujeto moderno de la burguesía y del patriarcado. Es lo que
hace, en efecto, cuando proyecta a este sujeto sobre la pantalla de
la prehistoria, del origen de la humanidad y de la civilización, en el
momento inmediatamente anterior al del matriarcado. Llegamos aquí
a la encrucijada en la que Freud y Engels toman diferentes caminos.
David Pavón-Cuéllar
31
Del mono al hombre
Antes del matriarcado, lo que tenemos en Engels es algo un
tanto borroso: el estado salvaje, el incesto, la animalidad, así como el
proceso de transformación del mono en hombre por el que un primate
baja de las ramas, adopta la postura erecta, libera las manos, las utiliza,
trabaja y habla y así va humanizándose al desarrollar el cerebro y la
mente. Esta concepción materialista, en la se explica el desarrollo de
la esfera mental por la actividad corporal en el mundo, se encuentra
igualmente en Freud, quien reconoce, en sus propios términos, que “la
postura vertical del ser humano” está “en el comienzo del fatal proceso
de la cultura” (1998c, p. 97). Sin embargo, si Freud discrepa de Engels,
es porque hay algo más en ese origen pre humano que precede al
matriarcado. Lo que hay aquí para Freud es la horda primordial en la
que un padre, macho dominante, acapara sexualmente a las mujeres,
protege a los niños y expulsa a sus rivales, a los demás hombres con
vida sexual, quienes forman otro grupo exterior, aquel grupo al que
ya nos referimos en el que se establecían vínculos homosexuales que
darán lugar después a relaciones sociales igualitarias.
Al final de la fase pre humana, según el mito científico
freudiano, los hombres expulsados de la horda asesinan al padre
primitivo, se lo comen y se reparten a sus mujeres. Tenemos entonces
y sólo entonces la fase igualitaria del matriarcado y del comunismo,
del derecho materno y del clan fraterno. Esta fase es la del umbral de
la humanidad y la civilización, pero es una fase transitoria, pues debe
dar lugar a lo que Freud describe como un “retorno de lo reprimido”.
Lo que retorna es la horda primordial. Es así como se reinstaura el
patriarcado, ahora bajo una forma plenamente humana y civilizada,
cuando “el padre vuelve a ser el jefe de la familia” (1998d, p. 128).
El problema es que el animal humano se engendró en la
horda primordial y nunca dejó de ser, como dice Freud (1998b),
un “animal de horda” y no “gregario”. Para Freud (1998b),
32
Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y la horda primordial
en efecto, la naturaleza humana no es la de un animal gregario
constituyendo grupos horizontales de miembros iguales, sino un
animal de horda organizándose en grupos verticales o triangulares
con un macho dominante. En esto, por cierto, el homo sapiens, como
primate superior, no se distinguiría de otros primates que también
se organizan en hordas autocráticas, dominadas por jefes, y no en
rebaños democráticos, igualitarios, en los que todos siguen a todos.
La igualdad es antinatural en Freud y es por esto que la
desigualdad reprimida tenía que retornar. La fase matriarcal y
comunista no podía durar. En Engels esta fase termina por causa de los
avances técnicos y la acumulación de riqueza que los padres quieren
heredar a sus hijos, pero en Freud termina simplemente porque no
correspondía a nuestra naturaleza de animales de horda sometidos a
un macho todopoderoso.
¿El ser humano es un animal de horda?
La gran cuestión es si podemos admitir la tesis freudiana de
nuestra naturaleza de animales de horda. ¿Somos naturalmente
patriarcales? ¿Nuestra naturaleza nos condena a ser machos dominantes
o sujetos dominados? ¿La horda es la matriz estructural a la que deben
adecuarse todas nuestras organizaciones sociales?
Es verdad que la horda se reconfigura una y otra vez después
de los movimientos revolucionarios. El padre tiránico vuelve siempre
a reaparecer, ya sea con el rostro de Napoleón tras la Revolución
Francesa, de Huerta y Calles tras la Revolución Mexicana, de Stalin
tras la Revolución de Octubre. Es como si lo reprimido tuviera siempre
que retornar. Es como fuera efectivamente nuestra naturaleza.
¿Cómo no creer en el mito científico freudiano? ¿Cómo no
devorar los textos de Freud para intentar desentrañar en ellos la
naturaleza que vuelve por la ventana cuando la expulsamos por la
puerta? Es lo que hacemos y leemos todo lo que Freud tiene que
decirnos, y entonces, por más que nos dejemos llevar por la aguda
David Pavón-Cuéllar
33
y convincente argumentación del autor, no podemos resistirnos
a la impresión de que su famosa horda primordial es una moderna
familia nuclear, patriarcal y burguesa, proyectada sobre la pantalla
de la prehistoria. Corresponde a la concepción engelsiana de la
familia monógama, cuya monogamia, como dice Engels, “tan sólo
es monogamia para la mujer, y no para el hombre” (2011, p. 71).
Nacido y educado en esta familia, el animal de horda es un perfecto
hijo de la burguesía y del patriarcado. Es un ser jerárquico, tan sumiso
como autoritario, tan pusilánime como violento. Es posesivo, agresivo
y competitivo. Es egoísta, mezquino y celoso. Es lo que se aprende a
ser en la configuración edípica.
El Complejo de Edipo le da su estructura al mito científico
freudiano de la horda primordial. Esto es algo que Freud mismo
reconoce. Al reconocerlo, confirma nuestra impresión de que la horda
es una sagaz representación de nuestro presente y no una descripción
fiel de los orígenes de la civilización y de la humanidad en su conjunto.
La realidad ideal
No es ahora el momento de referirnos a los argumentos de
Malinowski, Lacan, Deleuze, Guattari y otros para insistir en la
especificidad cultural e histórica del Edipo y de su expresión en la
horda primordial. Lo que sí hay que decir es algo que aprendemos
del famoso debate sobre la especificidad y la universalización del mito
freudiano. Lo que aprendemos es que aquello que nos hace universalizar
este mito es lo mismo que nos hace reproducirlo, repetirlo, hacer que
retorne una y otra vez después de cada movimiento revolucionario
social o individual.
El padre primitivo reaparece después de cada revolución
porque es una parte esencial de nuestra constitución edípica en la
modernidad occidental. Somos hijos del patriarcado y de la burguesía
y es por esto que Freud tiene razón al atribuirnos la naturaleza de
animales de horda. Es verdad que nos hemos vuelto naturalmente
34
Engels y Freud ante el origen: entre el comunismo primitivo y la horda primordial
burgueses y patriarcales. Después de todo, no tenemos otra naturaleza
que la producida por nuestra cultura y nuestra historia.
Es la modernidad patriarcal y capitalista la que cierra los dos
horizontes del pasado y del futuro, convirtiéndolos en espejos que
nos devuelven nuestra imagen, la de un animal de horda. Estamos
envueltos y aprisionados en la piel de este animal que se multiplica al
infinito en el juego imaginario de espejos. Es por esto que no dejamos
de reconstituir la horda primordial después de cada movimiento
revolucionario. Es por lo mismo que la consideramos natural, eterna,
inescapable, proyectándola en el futuro, pero también en el pasado,
en el origen.
Estamos atrapados entre dos espejos, uno atrás y otro adelante,
ambos ofreciéndonos la imagen de lo que somos en el patriarcado y en
el capitalismo. Quizás tan sólo podamos imaginar lo que somos. Tal
vez no sea posible romper los espejos, pero sí que podemos ser otros
y así reflejarnos de otro modo. Fue lo que hicieron Marx y Engels al
ser comunistas y al descubrir su comunismo en el futuro por el que
lucharon y en el pasado con el que lo justificaron. Sin duda reflejaron
sus ideales en los espejos, ¿pero acaso Freud no lo hizo también al
mantener su realismo pesimista?
La realidad que imaginamos es tan imaginaria, tan ideológica,
tan ideal como los ideales por los cuales intentamos transformarla.
Nuestros ideales, de hecho, podrían ser incluso más verdaderos que
la realidad, en la medida en que manifiestan directamente algo de
nuestro deseo. Esto nos lo enseña Freud. Su enseñanza nos da una
razón más para tomar en serio el mito científico de Engels y actuar en
consecuencia, realizando su verdad en el presente, en el único tiempo
del que disponemos.
David Pavón-Cuéllar
35
Referencias
Althusser, L. (1997). Écrits philosophiques et politiques, tome II. STOCK/IMEC.
Engels, F. (1986). Obras filosóficas. Fondo de Cultura Económica.
Engels, F. (2011). El origen de la familia, de la propiedad privada y del estado. Colofón.
Flaubert, G. (1927). Lettre 352 à L. Colet. En Correspondance III. Conard.
Freud, S. (1998a). Tótem y Tabú. En Obras completas, volumen XIII. Amorrortu.
Freud, S. (1998b). Psicología de las masas. En Obras Completas, volumen XVIII.
Amorrortu.
Freud, S. (1998c). El malestar en la cultura. En Obras completas, volumen XXI.
Amorrortu.
Freud, S. (1998d). Moisés y la religión monoteísta. En Obras completas, volumen
XXIII. Amorrortu.
Lacan, J. (2006). Le séminaire. Livre XVI. D’un Autre à l’autre. Seuil.
Marx, K. (1982). L’interdiction de la Leipziger Allgemeine Zeitung and l’État
Prussien. En K. Marx, Oeuvres III, Philosophie. (pp. 311-317) Gallimard.
Marx, K. (1987). Escritos de juventud. Fondo de Cultura Económica.
Marx, K., y Engels, F. (1979). Textos escogidos. Progreso.
2•2
Engels and Freud before the origin: between primitive communism and the
primordial horde
David Pavón-Cuéllar. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad de
Psicología. Morelia, México.
[email protected]
Abstract. Friedrich Engels and Sigmund Freud offer close and contradictory
explanations of the origin of civilization. Both construct rigorous scientific myths and
project them into prehistory to make sense of human history and the present in which
they live. Both also coincide in locating the origin of the social-economic in sexuality
and the family. However, while Freud begins with patriarchy and the constitutive
inequality of the primordial horde, Engels prefers to begin with matriarchy and with
a primitive community so profoundly egalitarian that it no longer evens allows us
to consider what happens in it in terms of equality or inequality. This difference has
decisive political implications. Human society was and can once again be horizontal
for Engels, whereas Freud considers that socialization necessarily presupposes
vertical hierarchical power relations. The father figure of leadership, for example, is
inescapable from the Freudian vision of the community.
Palabras clave: Psicoanálisis; Psicología; Marxismo; Comunismo; Prehistoria.
CAPÍTULO 2
El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado de Friedrich Engels
como teoría de la transición y de la
reproducción social
Adán Pando Moreno
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Resumen
El propósito de este ensayo es, a partir de una crítica de la cuestión del
engelsismo, revalorar y resaltar las contribuciones originales de F. Engels
realizadas en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado a la
concepción materialista de la historia al entender su obra en el marco de la
teoría de las transición histórico social, no a la usanza de “sucesión lineal
de modos de producción” sino de transformación de formaciones sociales.
Al mismo tiempo, el libro de Engels implica el germen de una teoría de
la reproducción social, pues los procesos de reproducción social son un eje
esencial de la permanencia o de la transformación de las formaciones sociales.
La reproducción social es el factor que articula variadas formas sociales en
una formación unitaria. Por último, ante lo que pueden ser ciertas lagunas
de sentido en el texto de Engels y como complemento de algunas de sus
tesis, se propone recurrir a la teoría ampliada del don entendido éste como
“hecho social total” (Mauss), como “economía no económica” (Bourdieu),
el núcleo de un sistema social cuya producción, distribución e intercambio
es no mercantil.
Palabras clave: Marxismo; reproducción social; transición; parentesco; don
Pando Moreno, A. (2021). El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels como
teoría de la transición y de la reproducción social. En J. Ortega y G. Ambriz Arévalo (Eds). El espíritu pensante:
Engels en su bicentenario (pp. 37-76) Religación Press. https://doi.org/10.46652/religacionpress.2.c3
38
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
Para Juli
Porque, en efecto, la trama debe estar compuesta de modo que, aun sin verla
con vista de ojos, haga temblar a quien oyere los hechos…
Aristóteles, Poética
Propósito1
El propósito de este ensayo es resaltar ciertas contribuciones
fundamentales de Friedrich Engels a la concepción materialista de
la historia realizadas en su obra publicada en 1884 El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado. Para comprender mejor esta
contribución conviene situarse en el marco de una revaloración de los
análisis, los estudios e incluso la competencia teórica del pensador de
Barmen-Elberfeld.
Con desmedida frecuencia El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado ha sido leído en clave “política” –sobre todo por
el marxismo dogmático, vulgarizador-, reduciéndolo al origen clasista
del Estado. No es que dicha lectura sea errónea, sino que es parcial
y, lo peor, reduccionista: constriñe la riqueza del estudio de Friedrich
Engels al aspecto más flojo del texto, con una apariencia de bucólica
simplicidad evolucionista, mientras deja de lado otros aportes de igual
o mayor profundidad teórica.
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado tuvo un
límite epocal: al momento en que fue escrito no se contaba con mucho
más material etnográfico ni histórico documental ni se contaba, sobre
todo, con otras construcciones teóricas que apuntalaran las tesis de
la obra en cuestión. Esta limitación se expresa en algunas lagunas
o incompletudes en el cuadro de la obra. Así, propongo considerar
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado como una
1
Este ensayo recoge resultados de una investigación iniciada hace ya algún tiempo.
Este proyecto cuenta con el apoyo de la Coordinación de la Investigación Científica (CIC) de la
UMSNH para los años 2020 y 2021.
Adán Pando Moreno
39
obra en proceso, tanto en el momento en que fue escrita como en
la actualidad. En el momento en que fue escrita porque, como se
verá, era “la ejecución de un testamento” y podemos entenderla
entonces como un resultado, pero es parte del flujo de investigaciones
que habían emprendido K. Marx y F. Engels sobre este tema. En ese
sentido, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado debe
ser parte de una lectura cruzada con otros escritos de Marx y Engels,
en particular las Formen, las notas etnológicas de Marx y La Marca de
Engels. Pero sigue siendo una obra en proceso incluso en la actualidad
porque las lagunas y zonas nebulosas de El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado deben seguir siendo abordadas desde las
nuevas conquistas teóricas.
En síntesis, la contribución a la que me refiero es entender
el texto de Engels como una teoría de la transición histórico social
a través del vínculo entre relaciones de producción y relaciones de
reproducción. En especial, dada la relevancia en el libro en cuestión,
la comprensión de “los lazos de parentesco” como parte fundamental
de las relaciones de producción-reproducción.
1. Los estudios sobre Engels
Antes de abordar los planteamientos centrales expuestos en el
Propósito, es conveniente manifestar mi posición de partida sobre
algunas cuestiones de orden general. Sobre todo, el lugar de Engels en
el pensamiento marxiano.
Coincido con José Manuel Bermudo (1979) en que la crítica
había tratado injustamente a Engels. Bermudo Ávila dice literalmente
“ha sufrido”, yo he cambiado el verbo y su tiempo porque creo que la
tendencia actual, y estoy de acuerdo con ello, es a revalorar a Engels,
interpretaciones más ecuánimes, juicios más matizados, basados en
estudios histórico-críticos imparciales.
40
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
Las biografías sobre Engels son escasas, sobre todo comparadas
con las de Marx. Las primeras biografías eran conjuntas sobre Marx
y Engels2. Por ejemplo, la biografía escrita por Franz Mehring (1ª.
ed. en alemán, 1918) le concede bastante espacio e importancia a
Engels (Mehring lo conoció personalmente, tendía a considerarlo
un par de Marx; aun cuando Engels en una carta que le escribe a
Mehring el 14 de julio de 1893 se resta importancia a sí mismo),
pero la biografía se titula Carlos Marx y no va más allá de 1883. Se
escribía una biografía para ambos, pero con el nombre de uno solo.
Probablemente fue David Riazanov el primero en usar los nombres
de cada uno en sus conferencias biográficas, aunque el prologador de
las conferencias en español, Aníbal Ponce, menciona que Mehring
acusaba a Riazanov de “su excesiva admiración por Marx” (1971,
p. 6). La primera biografía específica de Engels, y todavía de lectura
esencial, es la de Gustav Mayer: Federico Engels, una biografía (1979).
M. Rubel no incluyó a Engels en su recopilación bibliográfica
sino hasta 1956. A. Schmidt publica El concepto de naturaleza en
Marx en 1962 (en alemán), en el cual toca el tema de la dialéctica de
la naturaleza de Engels. En 1974 Henderson publica una selección
de escritos de Engels con una muy breve “Introducción” del mismo
Henderson donde se columbra ya el intento de hacer un balance de
las aportaciones de Engels y darle un lugar específico: “Sería erróneo,
sin embargo, considerar a Engels simplemente como el alter ego de
Marx” (p. 10)3.
2
Haría falta un análisis de los discursos fúnebres y las notas necrológicas inmediatas
a la muerte de F. Engels para sopesar mejor qué lugar le otorgaban a Engels los allegados, miembros del partido, intelectuales, académicos, etc. De algunos casos lo sabemos bien, por ejemplo
Lenin, pero de otros sabemos poco o casi nada como el apunte biográfico aparecido en 1895
firmado por W. Sombart, notable teórico alemán de quien Engels dijera que era “la primera vez
que un profesor universitario alemán logra ver en los escritos de Marx… lo que este ha dicho”
(Engels, 2014, p. 1130).
3
Friedrich Engels, Escritos. Historia, economía, crítica social, filosofía, cartas. Selección
Adán Pando Moreno
41
Para Bermudo Ávila (1979), la década de los setenta del
siglo pasado, en especial 1970 con la celebración del centésimo
quincuagésimo aniversario del natalicio de Engels, es un momento de
auge en estudios especializados y biografías: aparecen varios números
monográficos de revistas, predominantemente en alemán, y dos
biografías: la de Ilitchev (1976 en francés) y la de H. Gemkow (1ª.
ed. en alemán 1972).
S. Timpanaro analiza a Engels en Praxis, materialismo y
estructuralismo (1ª. ed. en ital. 1970; en esp. 1973). Prestipino escribe
su significativa obra sobre Engels en 1973 (en italiano). También es
época de traducciones al español: la de Timpanaro en 1973, la obra
de Schmidt antes mencionada en 1976 y la de Prestipino en 1977.
Además, aparecieron otros escritos en español: un libro con
extractos de Friedrich Engels Objeto y método de la economía política
(1978), aunque en realidad rebasa el tema del título. La revista
Dialéctica de la UAP le dedicó en su primera época (1976-1988, hasta
el número 20 inclusive) un par de artículos y algunas menciones.
Destacan el artículo de Angelo Altieri Megale en el número 1
de la revista en 1976 y el de Juan Mora Rubio, “Notas críticas al
materialismo de Engels”, en el número 4 en 1978; Gabriel Vargas
Lozano, a la sazón director de la revista, integró reflexiones sobre
Engels en sus artículos sobre marxismo, por ejemplo, en “Marx y el
marxismo. Introducción al debate actual”, en el número 7 de 1979.
La tendencia continúa en la década de los ochenta. W. Roces
publicó en 1981 el prólogo para una colección preparada por él de
de textos e introducción de W. O. Henderson, Barcelona, Península, 1974. Introducción en la
p. 10, además de contener una sucinta cronología. Un caso excepcional es el estudio de Roman
Rosdolsky (1980) sobre Engels y los pueblos “sin historia” que apareció en 1964 en inglés. Digo
excepcional porque parece estar adelantado para su época sin estar enmarcado en la disputa
sobre el engelsismo; es un examen a profundidad que no pretende hacer una valoración global
de la obra de Engels y se centra en las tesis de la Neue Rheinische Zeitung.
42
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
escritos de juventud de Engels, es más que una presentación de la
obra y ahonda en algunas consideraciones sobre Engels . También son
publicados dos libros de Bermudo Ávila: Conocer Engels (1979), una
biografía, y Marx contra Engels (1981), un análisis muy completo del
antiengelsisimo en el marxismo euroccidental.
En inglés aparece en 1981 el texto de Carver sobre Engels,
republicado después como Engels A Very Short Introduction, es un
texto análogo al de Conocer Engels de Bermudo Ávila: se trata de
introducciones amenas y directas a la vida y obra del autor. Años más
tarde, en 1987, es publicado Engels Revisited, una reunión de ensayos
sobre marxismo, feminismo y Engels4.
Algunas historias del marxismo le dedican apartados especiales
a Engels. La de Pedrag Vraniki (1979) tiene un capítulo intitulado “La
concepción teórica de Engels”. L. Kolakowski (1980) no titula ningún
capítulo con el nombre de nuestro autor, pero hace consideraciones
particulares en los capítulos 14 y, sobre todo, 15 y 16 del primer tomo
de su obra Las principales corrientes del marxismo. La imprescindible
História do marxismo, coordinada por E. J. Hobsbawn, trata distintos
aspectos sobre Engels en cuatro capítulos de tres volúmenes5.
El año 1995 auguraba traer más investigaciones sobre Engels
por cumplirse su primer centenario luctuoso. pero la desaparición
de la Unión Soviética generó una ola ideológica antimarxista con
repercusiones en las revistas, las editoriales, las librerías, las academias,
etc. Hubo algunos artículos en revistas y periódicos, algunos foros,
4
Puede complementarse el cuadro que he presentado con la revisión de algunas biografías de Engels en Fernando González, “¿A la sombra de Marx? Un recorrido por las biografías
de Engels” (2021).
5
“História do marxismo V. 1: O marxismo no Tempo de Marx”, “História do marxismo
V. 2: O marxismo na época da Segunda Internacional (Primeira parte)”, “História do marxismo V.
9: O marxismo na época da Terceira Internacional: Problemas da cultura e da ideologia”. Cabe mencionar que la edición en español de Bruguera no coincide con la edición en portugués (brasileña)
ni, por tanto, con el original. La edición de Bruguera contiene menos ensayos.
Adán Pando Moreno
43
pero quizá en un número mucho menor que el esperado6.
Hasta este punto he hecho una somera reseña de ciertos
estudios sobre Engels con un tono afectadamente neutro, pero en
la realidad estos estudios no eran inocuos, detrás de ellos estaba en
mayor o menor grado la cuestión del engelsismo7.
La cuestión del engelsismo, dicho, en síntesis, es un largo debate
al seno del marxismo, con picos y valles de intensidad, en el que la
parte visible del iceberg ha sido el papel de Engels en la constitución
del materialismo histórico y materialismo dialéctico, el marxismo, su
fidelidad a las ideas de Marx, etc. Al final, el debate se focalizo en la
discusión sobre la dialéctica de la naturaleza de Engels.
Según Bermudo Ávila, los primeros cuestionamientos deben
haber comenzado ya en vida de Engels según consta en una carta de
éste a Bernstein del 24 de abril de 1883 en la que habla de “el sainete
del ruin Engels que ha deformado al bravo Marx” (1981, p. 95). Las
primeras críticas posteriores provienen de un Anti-Engels de Stanislaw
Brzozwsky en 1910 (Bermudo Ávila, 1981, p. 94)8. En 1912 aparece
Il materialismo storico in Federico Engels de Rodolfo Mondolfo. Este
libro, sobre todo uno de los capítulos, fue criticado por E. di Carlo, lo
6
En el caso de México, hubo algunos artículos, un suplemento especial del periódico La Jornada coordinado por Elvira Concheiro y un foro, “Engels, hoy”, organizado entre
el CEMOS/Memoria, la revista Dialéctica y la UNAM en el que estuvieron invitados Bolívar
Echeverría, Carlos Aguirre, Enrique Dussel, Jaime Massardo, Jorge Fuentes, Gabriel Vargas,
Rosaura Ruiz, Joseph Ferraro, Andrés Barreda, Juan Luis Concheiro, Atilio A. Boron, Octavio
Ianni, Lucio Oliver, Elvira Concheiro, Ricardo Melgar, y una mesa redonda con Sergio Bagú,
Roger Bartra y Arnoldo Martínez Verdugo.
7
Engelsismo le llama Manuel Sacristán Luzón; Bermudo Ávila y otros prefieren engelsianismo.
8
No he podido constatar directamente esta afirmación. La descripción de Kolakowski sobre Brzozwsky no da cuenta de ello. Walicki sí examina las tesis teóricas de Brzozwsky,
aunque no menciona un “Anti-Engels” y remonta las distinciones críticas que hacía Brzozwsky
entre Marx y Engels (en posición antiengelsiana) al año 1907; Walicki, A. (1984).
44
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
cual motiva una respuesta de Mondolfo en 1916, el cual sostenía que
Engels, más que materialista en el sentido usual de la palabra, seguía
un cierto antropologismo naturalista; en esto residiría el carácter
ambiguo de la dialéctica engelsiana: a veces demasiado hegeliana y
a veces excesivamente positivista (o naturalista). Interesante resulta
que el mismo Mondolfo no detecta en ello una contradicción entre
Marx y Engels, sino una especie de posible variante, lo cual lo lleva a
defender en cierto modo las posturas de Engels.
A partir de este punto, y considerando entre las circunstancias
históricas el anuncio de la crisis del marxismo en 1898 por el filósofo
checoslovaco T. Masaryk (quien sería presidente de la República
Checoslovaca de 1918 a 1935), la polémica sobre el revisionismo
antihegeliano de Bernstein, y la división de la II Internacional en torno
a la posición de los diputados socialistas de cada país de participar
o no en la Guerra Mundial (lo cual motivó la quiebra política de
la II Internacional entre “reformistas” y “revolucionarios”), una
característica común del llamado marxismo occidental será la crítica
contra Engels, llevada a cabo por G. Lukács, A. Gramsci, K. Korsch,
L. Goldman, M. Merleu-Ponty, J-P. Sartre, L. Colleti, A. Schmidt, G.
Petrovic, entre otros (Anderson, 1981, p. 76-77). Hubo un campo de
“defensores” de Engels: todo el DiaMat, desde la ortodoxia soviética
hasta los heterodoxos internos como A. Schaff, S. Timpanaro, los de
J. Ferraro en México, por mencionar algunos.
Hubo después análisis más ponderados, aunque en algunos se
notara una inclinación por Engels, buscaban explicar el trasfondo del
debate y los sentidos del mismo: ciertas posiciones de L. Althusser,
el celebérrimo prólogo de Manuel Sacristán Luzón (s/d)9, el libro
de Bermudo Ávila (1981) y el reciente artículo de Piedra Arencibia
(2015).
9
El texto de Sacristán Luzón viene fechado “Barcelona, 1º. de mayo de 1964”.
Adán Pando Moreno
45
El debate giró en gran medida sobre una falsa antinomia:
¿qué tan marxista era Engels? Falsa antinomia porque (1) no es
posible afirmar el marxismo de Marx (ese es un error reiterado en
las posturas dogmáticas e incluso hasta en Althusser) o, por lo
menos, no es posible ponerlo a priori; y (2) porque, aún en el caso
de que algo así fuera posible, el “marxismo de Marx” resultante
tendría que reconocerse como una teoría con historia, no una verdad
que le hubiera sido revelada sólo a Marx, una teoría no uniforme,
inacabada, en construcción, con topografía o de lo contrario caer en
la religiosamente absurda afirmación de que Marx “era cien por ciento
marxista”. Ya Engels y Marx lo habían dicho en La ideología alemana:
“No sólo las respuestas, sino también los problemas mismos, llevan
consigo un engaño” (1987, p. 17).
Muchas de las críticas contra algunas ideas de Engels incurrían
en falacias muy elementales. Por ejemplo, a lo largo de todo el
debate, una de las palinodias de los críticos de Engels es que lo acusan
alternativamente de hegeliano y de positivista. Otro problema era
caer en el abuso por metonimia, vicio muy academicista, en el que se
generaliza a un autor lo que en realidad ha sido leído en un fragmento
de una obra; así, se le atribuía fácilmente a “Engels” (a todo Engels) lo
que se había leído en algunos párrafos de Dialéctica de la naturaleza
(libro incompleto que no se publicó en vida de él) en lugar de criticar
el fragmento o la obra o la idea. Parece claro que las posiciones del
marxismo occidental que pretendían “re-hegelianizar” el pensamiento
de Marx son al mismo tiempo antiengelsianas10.
No creo que haya habido una conspiración maquiavélica detrás
del antiengelsismo, pero no se puede negar que cumplía una función
10
Digo “re-hegelianizar” porque hubo una especie de convergencia de posturas teóricas (parte de las fundadoras del marxismo occidental: Lukács, Korsch, Bloch, entre otros) que
vindicaban la herencia hegeliana en Marx para combatir las tendencias como la de Bernstein que
quería expulsar la dialéctica del marxismo.
46
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
muy semejante a las estrategias liberales. Así, por ejemplo, Raymond
Aron (como otros pensadores liberales) pretende salvar a Marx del
marxismo; el marxismo occidental pretende salvar a Marx de Engels,
porque Engels es el fundador y fundamento de todo eso que se cree
negativo en el marxismo (Piedra 2015; Bermudo 1981). Maniqueísmo
religioso. El antiengelsismo construyó y puso un Engels a la medida de
sus necesidades, como dice Bermudo Ávila (1981), pero no sólo eso,
también –aunque fuera por un efecto esténcil- construyó y puso un
Marx quizá tan fetichizado como el del dogmatismo soviético11. Y, no
obstante, el debate develó cuestiones irresueltas, teóricas y prácticas,
centrales para el marxismo.
Diré, para fijar mi posición, que estoy de acuerdo con muchas
de las críticas que se hacen contra las exposiciones de la dialéctica en
el Anti-Dühring y en Dialéctica de la naturaleza. Estoy de acuerdo
con que un problema no resuelto, en permanente discusión dentro
del marxismo, es el carácter ontológico de la dialéctica y que divide
al marxismo en “materialismo dialéctico” y “filosofía de la praxis”,
en “ciencia” vs. “Weltanschauung”, para decirlo con etiquetas muy
generales. Pero también estoy de acuerdo en cómo Engels usa la
dialéctica en sus análisis históricos y muchas veces se olvidan o se
tergiversan esas otras aportaciones. Habría que distinguir –haciendo
una analogía con lo que dice Eco de la semiótica- una dialéctica docens,
expresada teoréticamente, y una dialéctica utens, aquella que es puesta
en juego en los análisis.
Engels era un pensador mucho más fino de lo que se solía
admitir. Se dice que sin Engels no habría marxismo, que él lo inventó
(Rubel, 1972); pero antes de eso hay que admitir que sin Engels no
habría habido pensamiento marxiano.
El debate específico está superado, al menos para la mayor
parte de las vertientes marxistas. Pero no se ha recogido lo que dejó
11
Aunque hay aspectos en los que discrepo de este último como la identificación entre
“línea marxiana” y antiengelsianismo opuesta a una línea engelsiana.
Adán Pando Moreno
47
el debate: la agenda de las discusiones de fondo pendientes, ni se ha
levantado la relatoría del fin de este debate.
Las últimas dos décadas han vuelto a virar la percepción
tradicional de Engels. Además de un cierto cambio de posición en
películas (El joven Marx del director haitiano Raoul Peck) y biografías
de los Marx (Amor y Capital de Mary Gabriel), han aparecido al
menos tres estudios en inglés (uno de ellos traducido al español: El
gentleman comunista de T. Hunt)12.
Son de destacar algunos recientes estudios latinoamericanos,
exclusivos o parciales sobre Engels. Tomándolos como indicador del
interés y cambio de posición, particularmente en América Latina, y
sin distinciones críticas por el momento, contamos con los estudios de
Atilio Boron, Néstor Kohan, Horacio Tarcus, Joseph Ferraro, Martín
Mazora, Elvira Concheiro, González Varela, notas e introducciones
de Jorge Veraza, entre otros. Se pueden encontrar en la web tesis
de maestría sobre “el joven Engels”13. E, incluso una multitud de
posts, comentarios, podcast, videos, etc. en diversas plataformas de
internet, desde páginas web hasta redes sociales pasando por los blogs
y YouTube.
2. Engels y Marx: balance de su relación colaborativa
La portada de la primera edición de Die heilige Familie (La
Sagrada Familia) (1845) pone como autores a Friedrich Engels
y Karl Marx, en ese orden. Ya no volverían a aparecer así después
(de hecho, la última obra coautorada publicada fue El manifiesto del
12
Mi agradecimiento a Gerardo Ambriz y a Jaime Ortega por facilitarme las versiones
de los textos de Carver, de Sayers, Evans & Redclift y Kangal.
13
Felipe Cotrim, Jovem Engels: evolução filosófica e critica da economía política (18381844), São Paulo, 2020. Dissertação Mestre. Muy bien documentada en portugués, español,
inglés y alemán, aunque lamentablemente no incluye algunos de los últimos trabajos en español.
Su bibliografía debería ser revisada para incorporar estudios monográficos sobre Engels.
48
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
partido comunista de 1848 aunque hubo muchas otras trabajadas en
conjunto) y con el tiempo perdurarían en el imaginario como Marx y
Engels ¿Por qué? De entrada, debido a la visión unitaria que se tenía
de Marx y Engels, aún desde jóvenes. Engels conoció a W. Liebknecht
en Suiza, país al que acudió el teórico de Barmen-Elberfeld, apodado
“El General”, el 12 de julio de 1849 tras la derrota de los ejércitos
(irregulares) revolucionarios alemanes. Liebknecht recordaría:
Usaba un blusón azul que hacía parecer más alta su espigada
figura (…) De mirada burlona y chispeante, de voz clara y
alegre, irónico y jocundo en el hablar, Federico Engels era la
imagen de una juventud lozana y desenvuelta; era el otro yo de
Carlos Marx, pues ya en ese entonces los veíamos a ambos como a
una sola persona. Y cuanto más próximo lo tenía más crecía en
estatura (…) Por primera vez llegaba a conocer a alguien hasta
quien alzar la mirada ¡He was a man!” (el subrayado es mío).
(Gemkow, 1984, p. 124-125).
Son significativos tanto la nota de considerarlos “una sola
persona” como el impacto que causó el personudo Engels en W.
Liebknecht, el mismo que siete lustros después le haría algunas
trastadas editoriales a “el hombre”.
En seguida, es sabido que Engels mismo afirmó la superioridad
teórica de Marx sobre él, que él mismo se colocó como adlátere de
las teorías de Marx, opinión que no fue cuestionada durante muchas
décadas.
La famosa carta de Engels (1884) a J. P. Becker mencionaba:
“Al lado de Marx me correspondió el papel de segundo violín” (Altieri
Megale, 1976, p. 10). Nueve años después, la ya mencionada carta a
F. Mehring del 14 de julio de 1893:
Adán Pando Moreno
49
Si encuentro algo que objetar es que usted me atribuye más
crédito del que merezco, aun si tengo en cuenta todo lo que
—con el tiempo— posiblemente podría haber descubierto
por mí mismo, pero que Marx, con su coup d’oeil más rápido,
y su visión más amplia, descubrió mucho más rápidamente.
Cuando se tiene la suerte de trabajar durante cuarenta años
con un hombre como Marx, generalmente no se le reconoce
a uno en vida lo que se cree merecer. Si muere el gran
hombre, al menor fácilmente se le sobreestima, y este parece
ser justamente mi caso en la actualidad; la historia terminará
por poner las cosas en su lugar; y para entonces uno estará a
salvo del otro lado de la esquina sin saber más nada de nada
(Engels, 1983).
Agrego una carta más, a W. Sombart del 11 de marzo de 1895:
Para concluir debo agradecerle una vez más por la buena
opinión que tiene de mí y que le lleva a pensar que yo podría
hacer del III tomo algo mejor de lo que es ahora. No obstante,
no comparto ese juicio y creo que he cumplido con mi deber
publicando a Marx en las formulaciones de Marx mismo,
aunque, posiblemente, eso obligue al lector a tensar un poco
más sus facultades de pensar por su propia cuenta... (Engels,
1895).
Sobre todo, aparte de la correspondencia14 anota Engels en su
obra Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (de 1888):
Que antes y durante los cuarenta años de mi colaboración
con Marx tuve una cierta parte independiente en la
14
En el caso de la obra de Marx y Engels, del pensamiento marxiano, la correspondencia cumple una función hermenéutica esencial. Hay un debate sobre cuál es el peso que se
le debería otorgar a las cartas, los discursos, los borradores, etc. de estos dos autores. Dado que
ninguno de los dos llevó un diario o ejercitó el género confesional (más allá de alguna página de
juventud) la correspondencia juega entonces ese papel de contextualizador y recurso descifrador;
son la bisagra entre la vida cotidiana y el pensamiento de estos autores, son, pues, el eslabón
doxográfico (la “biografía intelectual”) del pensamiento marxiano.
50
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
fundamentación, y sobre todo en la elaboración de la teoría,
es cosa que ni yo mismo puedo negar… Pero la mayor parte
de las ideas directrices, … corresponden a Marx. Lo que yo
aporté… pudo haberlo aportado también Marx sin mí. En
cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx alcanzó.
…Marx era un genio; los demás, a lo sumo, hombres de
talento (Engels, 1970, pp. 21-22).
Por último, fue Engels quien también apuntó en 1887 la idea
de una especie de división del trabajo entre Marx y él: “A consecuencia
de la división del trabajo que existía entre Marx y yo, me tocó defender
nuestras opiniones en la prensa periódica, … Esto me condujo a exponer
nuestra concepción, en la mayoría de los casos en forma polémica…”
(1978, p.8, el subrayado es mío). O sea, división del trabajo había,
pero Engels no dudaba en usar el pronombre posesivo en la primera
del plural cuando habla de la concepción de ambos.
En complemento y contraste simultáneo de esta visión, se
conoce lo que Marx decía de Engels o el trato que le daba y hoy en día
tenemos un cuadro más objetivo de las aportaciones de Engels.
Marx llamaba a Engels “Maestro” en algunas cartas
(posiblemente en relación con que el Esbozo de crítica de la economía
política de Engels había llevado a Marx a estudiar “la anatomía de la
sociedad civil”) llegó a decir que era “el hombre más culto de Europa”.
Y en sus cartas es reiterativo el agradecimiento (por ejemplo, cuando
culminó el primer tomo de El capital) y la admiración.
La constatación, para mí, de parte de Marx del lugar que le
corresponde a Engels en el pensamiento marxiano es un segmento del
Prólogo de 1859: después de mencionar que ha mantenido constante
contacto epistolar con F. Engels quien “había llegado conmigo por
otra vía, al mismo resultado” menciona que en Bruselas “resolvimos
elaborar conjuntamente la oposición de nuestros puntos de vista
contra el punto de vista ideológico de la filosofía alemana” y más
Adán Pando Moreno
51
adelante: “Los puntos decisivos de nuestro concepto fueron insinuados
por vez primera en forma científica,… en mi trabajo Misère de la
philosophie, etc….” (Marx, 2016, p. 6 subrayado mío). Cabe resaltar la
forma en que refiere “Nuestro concepto en mi trabajo”: implica que la
construcción conceptual es conjunta, aunque la autoría de un trabajo
puede ser de uno u otro o de ambos. Es decir, igual que en Engels, un
uso muy intencionado del pronombre posesivo.
Ha habido varias interpretaciones sobre la índole aparentemente
paradójica de la relación entre Engels y Marx. Sin descartar el juego
que había entre ambos de ciertos aspectos psíquicos o de personalidad15
conjeturo otras dos razones: la primera, una absoluta honestidad
intelectual para reconocer, por cuenta propia, lo que era de cada uno;
aunada a la generosidad de que, cuando era indecidible saber qué era
de cada uno, se le atribuía al otro. Como Engels vivió más, tuvo más
tiempo para concederle más méritos a Marx.
La segunda razón, más poderosa, es que, a lo largo de su vida,
Marx varió de opinión acerca de cuáles eran sus más valiosos aportes,
pero no sobre la importancia de la colaboración de Engels. Engels,
un tanto al contrario, siempre enfatizó un descubrimiento principal
de Marx (no excluía los otros, pero priorizaba uno): la concepción
materialista de la historia.
Veamos rápidamente: la primera síntesis de los elementos
centrales de la concepción materialista de la historia está explícita
en La ideología alemana (1845 y 1846) pero esta no fue publicada
en vida de Marx y Engels. El segundo momento y en el cual Marx
percibe esta nueva concepción (aunque no autoría propia) es la muy
larga carta a P.V. Annenkov del 28 de diciembre de 1846 (Marx,
2015). Profundizará en ciertos temas económicos en su Miseria de la
filosofía, (publicado en 1847 en francés). Libro que el mismo Marx
citará como el prolegómeno público de su concepción.
15
Por ejemplo, los que retoma Tristram Hunt (2011, pp. 121-122).
52
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
Pero después, y con el intermedio de las revoluciones y
contrarrevoluciones europeas de 1848-1849, hay una carta de Marx
a Weydemeyer del 5 de marzo de 1852 en donde él se atribuye otros
aportes relacionados con la economía política y las clases sociales:
(...) Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber
descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni
la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores
burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta
lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía
económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido
demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a
determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2)
que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura
del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí
más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia
una sociedad sin clases (...) (Marx, 1852).
No es sino en el Prólogo a la Contribución a la crítica de la
economía política de 1859 que presenta una reelaboración sinóptica de
la concepción materialista de la historia, con responsabilidad declarada
de él y de Engels sobre esa concepción. Marx no volvió a escribir una
síntesis como la del Prólogo de 1859. Todas las menciones posteriores
a sus contribuciones científicas son más acotadas y referidas a la crítica
de la economía política.
Engels, por su parte, no hace ningún balance público sobre
cuáles son los descubrimientos (ya sea de Marx o conjuntos) sino
hasta 1877, cuando el Anti-Dühring comenzó a salir por entregas en
el Vörwarts! De ahí en adelante mantuvo siempre la misma opinión:
en Del socialismo utópico al socialismo científico (que es un extracto del
Anti-Dühring), en la biografía de Marx que escribió en 1877-1878
para la Volks-Kalender, en el discurso fúnebre de su amigo en 1883,
en el Ludwig Feuerbach, en la biografía de Marx que escribió en 1892
para el Handwörterbuch der Staatwissenschaft y en muchas cartas.
Adán Pando Moreno
53
Para Engels la gran contribución científica de Marx fue siempre
la concepción materialista de la historia, todos los demás avances,
descubrimientos, teorías, sin duda trascendentes, venían a ser piezas
de ese rompecabezas.
Mucho se ha escrito y debatido (con la cuestión del engelsismo)
sobre la “fase paulina” de Engels16. Lo cierto es que Engels empezó a
sistematizar a Marx años antes de la muerte de éste. Y lo debe haber
hecho bien. Porque, hay que decirlo, cada uno sabía lo que estaba
pensando el otro. Las fechas en las que Engels comienza a hablar de una
división del trabajo y a colocarse como “segundo violín” (sea cual sea
la expresión que use) coinciden con un momento de sistematización
del pensamiento marxiano en el cual él estaba desempeñando una
labor esencial.
Pensar que hay dos teorías entre Marx y Engels es el error
concomitante de pensar que son una sola persona. Es exactamente al
revés: son dos personas con una sola teoría.
Es injusto reducir o subsumir todo Engels en algo de Marx.
Eran dos pensadores conjuntos; unidos no en una persona sino
en la construcción de un cuerpo teórico y en el propósito común
de la emancipación de los trabajadores primero y, con ello, de la
humanidad. No es lógico pensar que Engels acertará en sus ideas sólo
cuando seguía a Marx. Marx y Engels acertaron por separado y juntos;
y se equivocaron por separado y juntos. En ciertos asuntos, Marx “veía
más lejos” como Engels afirmaba, pero también es posible que Engels
fuera más allá en donde Marx se hubiera quedado corto.
16
Esa magnífica metáfora de González Varela para la etapa de la vida y obra de Engels
ya fallecido Marx. Uno hubiera deseado la elección de un tópico menos religioso pero la metáfora dice lo que tiene que decir. Nicolás González Varela, “Los últimos días de Friedrich Engels”,
Biblioteca Omega Alfa, 2020. (Este texto es un fragmento de un libro próximo)
54
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
Liebknecht erraba al considerarlos uno solo y Lenin tenía
razón, y se la concede a Adler, al decir en la biografía de Engels: “En
efecto, dichos tomos de El Capital [el II y el III] son obra de ambos,
de Marx y de Engels” (1979, p. 46). Dicho de otra forma: lo que era
unitario era el pensamiento marxiano o, como lo decía ya Mondolfo
en 1912, marx-engelsiano17.
3. El cristal y la flama: alegoría para El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado
En un pasaje de Seis propuestas para el próximo milenio, Ítalo
Calvino, con su gusto por los emblemas paradójicos, se fascina con
imaginar la “yuxtaposición” de dos figuras, el cristal y la llama:
“Cristal y llama, dos formas de belleza perfecta de las cuales no puede
apartarse la mirada, dos modos de crecimiento en el tiempo, … dos
símbolos morales, dos absolutos, dos categorías para clasificar hechos,
ideas, estilos, sentimientos” (1990, p. 85).
Una flama viva contenida en el interior de un cristal me parece
una buena alegoría para El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado.
Engels comienza el prefacio a la primera edición de su obra de
1884 con la conocida confesión. “Las siguientes páginas vienen a ser,
en cierto sentido, la ejecución de un testamento” (2010, p.9) y agrega
que Marx mismo iba a exponer los resultados de sus investigaciones
sobre Morgan. Para ello, continúa Engels, “(…) tengo a la vista, junto
con extractos detallados que hizo de la obra de Morgan, glosas críticas
que reproduzco aquí, siempre que cabe” (2010, p. 9). No son muchas
las glosas de Marx que reprodujo Engels, aunque sí algunas muy
17
Proseguir en este punto con la distinción y continuidad entre pensamiento marxiano y marxismo nos llevaría por otro derrotero. Remito al lector a mi texto Pando Moreno
(2012).
Adán Pando Moreno
55
importantes. Hoy sabemos que esas glosas son las notas etnológicas
de Karl Marx, redactadas fundamentalmente entre 1880 y 188218.
En tanto ejecución de un testamento, El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado se nos presenta con la apariencia
de un estudio definitivo, cristalizado. La lectura de las obras de L.
H. Morgan, sobre todo La sociedad primitiva19, libro que M. M.
Kovalevsky le había dejado en préstamo a Marx a su paso por Londres
(al parecer, Engels consiguió después un ejemplar enviado desde los
EEUU) les había causado, tanto a Marx como a Engels, una honda
impresión. En el prefacio de 1884, Engels (2010) afirma que Morgan
había descubierto “de nuevo y a su modo” la teoría materialista de la
historia. Y en el prefacio a la cuarta edición en 1891, Engels (2010)
hace una analogía de los descubrimientos de Morgan con los de
Darwin y los de Marx. Con toda probabilidad dicho juicio es cierto,
pese a algunos errores y correcciones necesarias a Morgan.
Dije al comienzo de este ensayo que El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado había tenido una lectura en clave
“política”: el origen clasista del Estado. Y que el defecto principal de
esta lectura era su estandarización y reduccionismo. Esta es la lectura
típica que hace Lenin en El Estado y la revolución (1917), de la obra
18
Los apuntes etnológicos de Karl Marx. Transcritos, anotados e introducidos por Lawrence Krader, Madrid, Siglo XXI/Ed. Pablo Iglesias, 1988. Un precedente de suma importancia es el
número especial de la revista Nueva Antropología dedicado enteramente a la “Introducción a las
notas etnológicas de Karl Marx” de Lawrence Krader. Es decir, la revista publicó sólo el texto de
Krader, no los extractos ni las glosas de Marx. Pero es importante porque toda una generación
de universitarios, antropólogos y marxistas conocimos las notas etnológicas gracias a esa edición
nueve años anterior a la de Siglo XXI. Hay que mencionar que existen diferencias notables de
traducción entre ambas. Lawrence Krader, “Introducción a las notas etnológicas de Karl Marx”,
Nueva Antropología, año III, núm. 10 (número especial), México, abril 1979. En ocasiones, se
incluye en esta etiqueta de “notas etnológicas” el Cuaderno Kovalevsky, compuesto en 1879.
19
Es el título aceptado en español, así se edita, por ejemplo por editorial Ayuso (1970)
o Quinto Sol (1984). Ancient society es el título abreviado del original inglés cuya traducción
aparece en el texto de Engels como “La sociedad antigua”, el título completo es Ancient Society, or
Researches in the Lines of Human Progress from Savagery through Barbarism to Civilization (1877).
56
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
de Engels. Es, en general, la lectura de la III y de la IV Internacional,
la lectura del DiaMat, etc. Debo decir que hubo al menos otra
lectura estandarizada, aunque hoy en día sea una lectura periclitada:
la lectura evolucionista vinculada con algunos pensadores de la II
Internacional. Es la lectura del etnólogo Cunow (o lo que alcanzamos
a saber de ellas)20. Parecería un denominador común a ambas lecturas
el considerarlo definitivo, relativamente estático.
Por razones de espacio no es posible examinar aquí la
ramificación de repercusiones de la teoría y los métodos de Morgan
sobre el desarrollo de la antropología o su relación con el evolucionismo
y de éste con las ideas de Engels. Pero sí es imprescindible señalar que
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado no es un punto
final sino un momento de la investigación, momento que presenta
un cierto aspecto conclusivo cuando lo vemos desde el ángulo del
testamento pero que desde otro ángulo puede ser visto como un flujo
continuo (a veces entrecortado, pero en general continuo). ¿Cuál es,
pues, ese otro ángulo? Fijémonos en la flama al interior del cristal.
Dos líneas convergen para formar este ángulo. La primera tiene
que ver con los métodos y técnicas y con la variedad de contenido
en la composición de El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado; la segunda, que veremos más adelante, está relacionada con el
cúmulo de estudios previos que rodean la obra.
En cuanto a la primera, se trata de una línea distintiva e
importante. En esta obra, Engels, como tal vez no se haya presentado
en ningún otro de los resultados de investigación del pensamiento
20
Heinrich Cunow. Socialdemócrata alemán de entre siglos. Editor de las revistas
socialistas Die Neue Zeit y Vörwarts!. Como científico social abarcó varias disciplinas pero es
más conocido como etnólogo. De la amplitud de su obra se conoce muy poco en español, sobre
todo dos textos sobre el Inca (El sistema de parentesco peruano y las comunidades gentilicias de los
incas de 1891 y La organización social del imperio de los Incas de 1895), y del resto de su obra en
alemán gran parte no ha sido reeditada. En sus dos estudios sobre la zona andina prehispánica el
enfoque de Cunow es morganiano y engelsiano.
Adán Pando Moreno
57
marxiano excepto El capital (aunque de modo distinto), se vale
de manera asaz inteligente de un verdadero arsenal de métodos
particulares e interdisciplinarios al servicio de un estudio que no puede
ser encuadrado en un solo campo. En apretado resumen: el texto de
Engels tiene como trama explícita seguir a Morgan en su secuencia de
los periodo étnicos (aunque Engels casi no utiliza esta denominación
de Morgan) y su sistema de cuestionarios, infiere a partir del derecho
comparado y también de la etnografía comparada poniendo en relieve
las incongruencias por aparentes en dicha comparación, utiliza el
análisis regresivo o retrospectivo tomado de la filología (y extendido
a otros dominios), recurre a la analogía con ramas de la ciencia más o
menos afines (por ejemplo, con Cuvier) utiliza la etología comparada
de primates (algo que probablemente sólo Darwin había hecho) pero
no entre especies actuales sino después del análisis retrospectivo,
analiza documentos históricos (más allá de los citados por Morgan),
ejerce siempre una implacable crítica ideológica, y eso sin tomar en
cuenta el aparato lógico categorial de clasificar, generalizar, graduar,
periodizar, etc.
Con estos métodos, Engels hace un recorrido histórico que
traducido a la cronología actual bien podría abarcar 450 000 años
(estoy tomando como punto de partida conservador cuando los
homínidos fueron capaces de producir fuego)21. Un recorrido por
21
Marx extractó un pasaje de Morgan para sus apuntes etnológicos en el que el estadio
inferior del salvajismo termina cuando hay subsistencia a base de pescado y “el conocimiento
del uso del fuego”. Ni Marx, ni Engels (ni Morgan) podían distinguir bien entre domesticación
del fuego y producción del fuego (no podían porque el desarrollo de la paleoantropología no lo
permitía en ese entonces). Hoy se sabe que hubo un periodo muy largo de tiempo en que los homínidos fueron adaptándose ellos al fuego al mismo tiempo que lo domesticaban, descubriendo
e inventando progresivamente más usos para el fuego, aún antes de aprender a producirlo. Hubo
toda una pirotecnia (en el sentido literal de la palabra: un arte del fuego) sobre como tomarlo de
fuentes naturales, como conservarlo, como transportarlo, antes de poder producirlo. La domesticación del fuego comenzó (según los datos actuales) entre 1.2 y 1.5 millones de años en Koobi
Fora, en la actual Kenya, mientras la producción humana de fuego data de unos 400 a 450 mil
años en la actual Francia. La domesticación del fuego es absolutamente esencial para entender
los procesos de hominización. Pero más aún, el fuego es con toda probabilidad el primer medio
de producción en el estricto sentido marxista de la palabra.
58
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
la historia de técnicas e instituciones sociales que van de la familia
sindiásmica al Estado, pasando por la ofrenda y el sacrificio, la
monogamia, el heterismo y el adulterio, la venganza, el comercio y
el saqueo.
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado no es un
simple traslado de las tesis de Morgan: es un modelo científico. Un
gran modelo científico de fines del siglo XIX. Es cierto que El origen de
la familia, la propiedad privada y el Estado está pletórico de metáforas
de las ciencias naturales: el lector se encuentra con “moléculas”,
“moléculas biatómicas”, “selección natural”, “ácido corrosivo”, pero
también aparecen Teseo y Anacreonte y otras menciones eruditas de
mitos griegos. En el libro no falta la referencia a la tecnología y el
“poderoso dominio de la naturaleza”, se tiene la impresión de estar
frente al gabinete de un museo con las descripciones de los pueblos
precivilizados y ya que estamos a fines del siglo XIX, no podía faltar
una metáfora tan cara a Marx y Engels: el vampiro22. Un libro con
tanto aroma victoriano y, sin embargo, tan crítico de la sociedad
civilizada, de su estructura y su moral, sólo podía haber salido al
parecer de la pluma de un gentlemen comunista.
¿Por qué cuando se le acusa a Engels de positivista, naturalista,
evolucionista y demás epítetos las críticas se centran en el AntiDühring y no en El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado? Porque, entre otras cosas, hay que entender a fondo la ciencia
que está detrás de este libro para poder criticarla y, sin demerito de
muchos de los autores marxistas que han criticado a Engels, lo cierto
es que esa crítica se ha movido fundamentalmente en el plano de la
más pura abstracción23.
22
Dicha referencia tuvo lugar trece años antes del Drácula de B. Stoker. Para conocer
más sobre la metáfora del vampiro en Marx el lector puede remitirse a Marcos Neocleous, “La
economía política de los muertos: la metáfora cognitiva de los vampiros en Marx”, publicado el,
7 de junio 2013 en la revista en línea sinpermiso
23
Ya Godelier había anotado algo sobre el método y el estado de las ciencias en el
siglo XIX. Pero, respecto de la crítica, muchas veces ni siquiera se disciernen bien los conceptos;
Adán Pando Moreno
59
Una vez abordada la primera línea que permite ver la obra de
Engels como un flujo continuo, pasaremos a hablar de la segunda.
Esta segunda línea convergente está relacionada con el cúmulo de
estudios previos. El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado no es una obra iniciada con la lectura de Morgan, ese hecho la
detonó y, sin duda, permitió sistematizarla, pero no es su comienzo.
M. Godelier ha realizado los que quizá sean los estudios más prolijos
sobre la continuidad de las investigaciones de Marx y Engels
acerca de las sociedades precapitalistas y el desarrollo de las formas
comunitarias. En su libro Las sociedades precapitalistas, Godelier
(1978) hace acopio y balance de las ideas de Marx y Engels sobre las
sociedades precapitalistas y las comunidades primitivas periodizando
en seis etapas los estudios marxianos24: desde un primer bloque que
comprende de La ideología alemana hasta El manifiesto comunista,
hasta el sexto y último constituido por El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado.
Una de las principales conclusiones de este libro de Godelier
es que el interés de Engels y Marx por las formas de sociedad
precapitalistas (premodernas, precivilizadas, tradicionales, comunales,
etc.) fue permanente y va de la mano con la génesis de la concepción
materialista de la historia. Otra conclusión importante es que hubo
un giro en 1853 (segunda etapa según Godelier), a partir de sus
investigaciones sobre el gobierno colonial británico en la India y
las transformaciones en los regímenes de propiedad en el Indostán,
por ejemplo, se le tilda a Engels de “evolucionista”, hay que preguntar ¿cuál evolucionismo? Es
muy probable que Morgan ni siquiera leyera a Darwin; la mayoría de los antropólogos evolucionistas no habían leído a Darwin. En el último tercio del siglo XIX, el evolucionismo era un
macroparadigma de muy amplio espectro, era “ambiental”, y había muchos pensadores que se
reclamaban evolucionistas, por ejemplo, el muy influyente H. Spencer, inventor de la fórmula
“la sobrevivencia del más fuerte” (no fue Darwin) y a quien se le ha atribuido la paternidad del
“darwinismo social” ¡aunque sus tesis eran anteriores a Darwin!
24
Esta obra es la traducción de Sur les sociétés precapitalistes publicada en 1970. Existe
otra traducción en español Teoría marxista de las sociedades precapitalistas (1971). Se encuentran
diferencias de traducción entre las dos ediciones en español.
60
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
hay una pérdida de la ingenuidad –si se me permite la expresiónacerca de las formas sociales comunitarias. Desde este punto, Marx
y Engels continuaron profundizando sus investigaciones tanto como
las circunstancias se los permitiese: la tercera etapa son las Formen y
la Contribución, la cuarta El capital y el Anti-Dühring, la quinta los
estudios de la comuna rusa y la germánica y la sexta la obra de Engels
motivo de este ensayo.
Godelier resaltará la importancia de las Formen en este proceso
de construcción teórica. En este punto, hay que señalar que Godelier
no menciona en este libro las notas etnológicas de Marx, con toda
seguridad porque no eran asequibles en 1970, fecha de la edición en
francés. Engels, obviamente, sí las conocía; así, para Engels El origen
de la familia, la propiedad privada y el Estado podía ser de manera
inmediata “la ejecución de un testamento” pero era también la síntesis
de 38 años de investigación. Colocado en esa perspectiva, el libro de
Engels cobra otra dimensión.
Fallecido Marx, a Engels le correspondió la doble y trágica
tarea de cuidar y pulir el cristal, al tiempo que mantenía viva la flama
en su interior.
4. Otra lectura de El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado
4.1 Las interpretaciones de M. Godelier y C. Meillassoux
No se trata de tamaño sino de escala. Incluso de visibilidad; en
esta perspectiva, se vuelve iridiscente lo que antes era opaco para la
lectura estándar. La lectura que propongo se apoya “en los hombros
de gigantes” que ya habían descubierto, así fuese parcialmente, este
contenido. Estos “gigantes” son M. Godelier y C. Meillassoux25.
25
Una extensión de este ensayo requeriría convocar a otro autor ya mencionado (L.
Krader), pero por lo pronto nos ceñiremos a las dos componentes mencionados.
Adán Pando Moreno
61
4.1.1 Una teoría de las transiciones
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado debe ser
considerado un texto sobre teoría de las transiciones. Godelier definía
la transición así:
Se designa con la expresión ‹‹período de transición›› una fase
particular de la evolución de una sociedad, la fase en la que
ésta encuentra cada vez más dificultades, internas o externas,
para reproducir las relaciones económicas y sociales sobre las que
reposa y que le dan una lógica de funcionamiento y de evolución
específica y en la que, al mismo tiempo, aparecen nuevas
relaciones económicas y sociales… (1987, p. 5, subrayados
míos).
La teoría de las transiciones quedó interrumpida (como muchos
estudios y debates del marxismo) con la desaparición de la URSS y
las consecuencias de este proceso. En el estadio en que se encontraba,
la teoría de las transiciones tenía como objeto formaciones sociales
(totalidades sociales concretas), más que modos de producción.
En este punto hay que hacer aclaraciones. A sabiendas de que esto
constituye un debate (por cierto, también interrumpido por la
misma circunstancia) y a reserva de tratarlo en otro momento con
mayor profundidad, tomo la caracterización general que da Godelier
(1987) de modo de producción: en síntesis, el modo de producción
es la relación que establecen los seres humanos entre sí cuando, en
conjunto, se relacionan con la naturaleza. El modo de producción es
la estructura económica, la base real, está conformado de relaciones
de producción en sentido general y en sentido estricto. En sentido
general implica varios tipos de relaciones: las de producción en
sentido estricto, técnicas, de cooperación, relaciones de apropiación
(los “modos de apropiación” que analiza Dussel), relaciones de
distribución y consumo, y relaciones de reproducción, entre otras; las
62
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
relaciones de producción en sentido estricto son las que establecen
los seres humanos con los medios y objetos de producción y entre sí
en lo que implica la posesión y el uso de estos medios. En el modo
de producción, las relaciones de producción en sentido general se
corresponden con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.
El modo de producción es un modelo, un modelo abstracto
y general, no una realidad empírica directamente observable. En
tanto modelo, trata de resaltar las relaciones y estructuras esenciales
haciendo abstracción de las secundarias. Y el modo de producción es
una totalidad social pero no es la totalidad social, es decir, la categoría
modo de producción agrupa el conjunto “total” de relaciones de
producción, reproducción, distribución, apropiación, etc., pero nada
más26. El modo de producción está en la base.
Ya Dussel advierte “contra la fetichización omnitotalizante
del ‘modo de producción’ althusseriano” (2016, p. 226). Por lógica,
estoy en desacuerdo con la “articulación de modos de producción”
en tanto que esta presunta articulación no sería, cuando mucho,
más que un procedimiento teórico para intentar explicar lo que
ocurre en la formación social, pero los estudios sobre transición
demuestran que es un procedimiento incompleto por dos razones.
La primera, porque no deja de parecer un patch work de modos de
producción y, si seguimos la cita anterior de Godelier, veremos que
una parte fundamental del análisis es no sólo la estructura sino el
funcionamiento de la sociedad, tendríamos que poder graduar en qué
medida el funcionamiento social es parte del modo de producción. La
segunda razón va ligada con la primera: no toda forma de producción
encaja dentro de cualquier modo de producción y, sin embargo, una
26
Suele generalizarse demasiado la noción de ‘modo de producción’ cuando los mismos Marx y Engels no lo usaban así. No es el caso de hacer aquí un relato filológico de su uso
en los textos de estos dos autores, aunque debería hacerse, pero, tomando un ejemplo de una
obra de madurez, dice Engels, “El conflicto económico alcanza su punto de apogeo: el modo de
producción se rebela contra el modo de cambio” (Engels, 1979, p. 64).
Adán Pando Moreno
63
pluralidad de formas puede operar en una sola formación social (las
formas, en este sentido, serían parte del funcionamiento). Aclaremos
sucintamente los conceptos: siguiendo a Texier, no hay una oposición
entre forma y formación análoga a estático vs. dinámico (esto tenía
particular importancia en el debate con Sereni), la forma “designa una
estructura, lo que no excluye sino que incluye su devenir interno”
(1976, p. 195). Según Texier, formación tiene un doble sentido, el de
génesis, como en “la formación de la personalidad en el niño”, y el de
organización o estructura, como “los aviones volaban en formación”
(1976, p. 195). De estas distinciones de Texier es posible recoger
la idea de que la forma lo es en singular, para distinguir una forma
necesita contrastarse contra un fondo y contra otras formas. En este
sentido acudo a Gallissot:
Formas se relacionaría ordinariamente, sea con trasposiciones
parciales de realidad social (ejemplo: formas de propiedad o las
formas de la plusvalía o del beneficio) que constituyen por lo
tanto abstracciones sectoriales, sea con tipos de agrupamiento
(ejemplo: la forma germánica –sobreentendido, de comunidad
rural) (1976, p. 177-178).
Después Gallissot (1976) entra en demarcaciones entre
formación y formaciones, entre formación social o económico-social
o socioeconómica, etc. Obviaremos en aras del argumento principal
esa discusión. Forma, para los propósitos de esta explicación, es
un elemento económico social relativamente aislable, separable,
de la realidad social, no porque pueda existir adiabáticamente sino
precisamente porque puede funcionar en diversas formaciones
sociales, tiene diversas facetas para encajar. Formación social (y
generalizo provisionalmente bajo este nombre todas las variantes)
es, para los propósitos de esta explicación, una totalidad social
concreta, una estructura social desplegada y sus esferas y mecanismos
64
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
de funcionamiento27. Si se quiere, también es posible entender la
formación social como un conjunto orgánicamente estructurado de
formas en donde una o un pequeño subconjunto son determinantes
(o “dominantes”).
El caso más ejemplar de esto es la circulación simple de las
mercancías: ni Marx ni Engels la propusieron nunca como un
modo de producción, ni es una etapa histórica por sí misma, pero se
encuentra en muchas formaciones sociales. La mercancía existía antes
del capitalismo, lo mismo que la ganancia o el salario o el mismo
capital. Existían como formas, no como formación social. Sólo en el
capitalismo, a decir de Engels (2014, p. 1137) ese conjunto de formas
orgánicamente interactuantes se convierte en determinante.
Engels y Marx encontraron muchas formas de comunidad (la
eslava, la germánica…) que, inferían, debían haberse desgajado de
una formación primordial. En los procesos de transición podemos
encontrar muchas formas que son relictos de formaciones anteriores
o formas supervivientes o híbridos o formas ad hoc que se encuentran
en esas y sólo en esas formaciones o formas importadas o formas
deformadas de la misma formación, una mezcla de varias de las
anteriores, etc.
Pero, entonces, ¿cuál es el factor que articula las formas diversas
e incluso contradictorias en una formación social? La reproducción, el
modo de reproducción. No necesariamente el modo de producción.
Cualquiera puede constatar, por ejemplo, la pervivencia de formas
27
Llamo funcionamiento o dimensión funcional a algo que es: (1) fenoménico, diferente y opuesto a la esencia y, no obstante, expresión de ella; pero que a la vez (2) es efectivo,
que tiene efecto real, un mecanismo agente. Lo funcional no es “falso” en el sentido de ilusión
o alucinación. Es la “mala empiria” de Marx, es falso en el sentido de pseudos, pertenece al ámbito de la pseudoconcreción (Kosík). Más aún: es ineludible. No hay manera de (1) conocer la
esencia si no es atravesando críticamente lo funcional. Pero no negando su existencia. Y (2) no
hay manera de actuar sobre lo esencial si no es actuando desde la forma de lo funcional (Rieser,
1976).
Adán Pando Moreno
65
precapitalistas de trabajo, de apropiación, de distribución, etc. todavía
hoy en las comunidades campesinas de los pueblos originarios en
México: no producen al modo capitalista, pero, de algún modo,
constituyen una estrategia ya sea a favor o ya sea en contra de la
reproducción del capital.
4.1.2 Reproducción
La cuestión de la reproducción de un sistema (formación social)
es absolutamente esencial. Es parte consustancial de la transición como
lo vimos en la cita de Godelier que abre este apartado. La transición
depende de la reproducción; dicho en forma burda, todo cambio
social puede ser visto como un “fracaso” de la reproducción social.
Hay que estar alertas de no confundir una forma histórica particular
de reproducción con toda reproducción, en especial en el caso del
capitalismo.
El concepto de economía en Engels y Marx no es el de la
economía vulgar de uso cotidiano para nosotros: las relaciones de
producción y reproducción son economía para el pensamiento
marxiano, aunque no se expresen monetariamente o a través del
mercado. Hay una base económica esencial y hay un funcionamiento
económico apariencial. Marx lo analizó en la Introducción de la crítica
de la economía política (1857) al criticar la aparente unilinealidad de la
economía que va de la esfera de la producción y culmina en la esfera del
consumo pasando por las de la distribución y el cambio (esferas éstas
funcionales, aparienciales). Marx (2016) demuestra, por el contrario,
la circularidad, la recíproca imbricación, e incluso identidad, no de
estas esferas sino de las fases del proceso económico. El capitalismo
es enfática y doblemente económico porque es autónomo (el modo
de producción capitalista no requiere de agentes exoeconómicos
ni para su funcionamiento ni para su reproducción) y porque el
66
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
conjunto de formas dominantes en la formación social es económico
(tanto apariencial como esencialmente). Es doblemente económico
e ideológicamente economicista. En el pasado, en las sociedades
precapitalistas existió, para utilizar la expresión de P. Bourdieu, una
“economía no económica” (2014, p. 87).
Pero en el capitalismo la reproducción social aparece como un
tema de segundo orden porque queda subsumida en la producción. En
ese sentido, la reproducción también es economía. Y así lo entendían
Marx y Engels desde 1846, Por ejemplo: “El modo como los hombres
producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza
misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de
reproducir” (Marx y Engels, 1987, p. 19). Con mucha más frecuencia
de lo que se suele admitir, encontramos la fórmula “producción y
reproducción” en el pensamiento marxiano.
Meillassoux (1982) atribuye este quedar en segundo plano
de la esfera de la reproducción a las circunstancias de acumulación
originaria. Pero pienso que hay otra razón adicional: las esferas
esenciales de la producción y la reproducción se han ido escindiendo
cada vez más en la historia.
Gallissot lo sostiene basándose precisamente en El origen de la
familia, la propiedad privada y el Estado:
(…) inspirándonos en Engels (en El origen de la familia, la
propiedad privada y el Estado) que marca cómo la producción
es ante todo disimulada bajo las formas de reproducción
explicitadas en sistemas de parentesco ¿no es posible decir
que, en las formaciones precapitalistas… la referencia a un
modo de producción es interno y la formación económica
está oculta? (1976, p. 178-179).
En la comunidad primitiva (llamémosle así al primer estadio
histórico de la humanidad), todo acto ‘productivo’ era inmediatamente
Adán Pando Moreno
67
reproductivo. Una, por el consumo inmediato e in situ de lo
recolectado (frutas, semillas, raíces, insectos, larvas, carroña) pero
incluso después, cuando los alimentos se trasladaban a alguna clase
de campamento, comer la caza no era sino la continuidad de haber
cazado la presa. De hecho, debía existir más bien la primacía inversa
a la del capitalismo: el peso primordial sería el de la reproducción,
habida cuenta que los antropoides prehomínidos no producen, pero
se reproducen (biológica y gregariamente). La esfera de la producción
debe haber aparecido con la domesticación del fuego, es decir, sólo
cuando el ser humano pudo controlar una forma de “excedente”
energético, sólo cuando “la naturaleza se convirtió en el cuerpo
inorgánico del hombre” (Marx en los Manuscritos del 44). Para que
hubiera un excedente productivo tuvo que haber habido un excedente
de energía y ese fue el fuego. Por eso he afirmado que el fuego es el
primer medio de producción en sentido estricto.
No puedo detenerme en explicar pormenorizadamente los
mecanismos de los modos de reproducción. Diré que Meillassoux
fue el pensador que más avanzó en esa línea y en sus investigaciones
están las bases para ulteriores análisis. Un trabajo señero publicado
en francés 1960 trata sobre los fenómenos económicos en las
sociedades autosubsistentes, y tiene el mérito de plantear tanto los
problemas de las economías precapitalistas como la cuestión de la
reproducción en este tipo de economías combinándolo con la teoría
del don. En un momento Meillassoux (1980) se pregunta por la
“función de ‹‹productor del productor››”, y la posición de las mujeres
en estas sociedades. En 1975 aparece, también en francés, su libro
Mujeres, graneros y capitales, en el que estudia el modo de producción
doméstico, sus mecanismos de reproducción, el lugar social de las
mujeres y sus relaciones con un entorno de economía mercantil.
En este libro Meillassoux (1982) no aborda específicamente a las
sociedades precapitalistas históricas, pasadas, sino a sociedades y
formas precapitalistas presentes. A pesar de su aparente especificidad,
los primeros tres capítulos, sobre todo, son de gran amplitud teórica.
Le siguió La reproducción social (1983), en el que sintetiza su teoría
68
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
de la reproducción y compara las sociedades homogéneas contra las
sociedades de clase. A pesar de su concisión –o quizá gracias a ellospresenta un afinamiento terminológico, toma más en cuenta la base
biológica de la reproducción y se aleja de las tesis del don.
Ahora bien, es necesario correlacionar lo dicho con las tesis
expuestas por Engels en su libro. En aras de la amenidad, presentaré
sólo algunos ejemplos de cada caso.
Todo el libro es prácticamente un estudio de los procesos de
transición, pero resalta más en algunos pasajes en particular. En el
capítulo V sobre la génesis del Estado ateniense: “Desde allí el sistema
monetario en desarrollo penetró, como un ácido corrosivo, en la
vida tradicional de las antiguas comunidades agrícolas, basadas en
la economía natural” (Engels, 2010, p. 160). Una forma importada
actúa como disolvente tanto de la organización social como de la
economía (que, en realidad, son inseparables).
Otro ejemplo, tomado de la sinopsis del capítulo final:
La división del trabajo en la familia había sido la base para
distribuir la propiedad entre el hombre y la mujer. Esta
división del trabajo continuaba siendo la misma, pero ahora
trastornaba por completo las relaciones domésticas existentes
por la mera razón de que la división del trabajo fuera de la
familia había cambiado. La misma causa que había asegurado
a la mujer su anterior supremacía en la casa –su ocupación
exclusiva en las labores domésticas- aseguraba ahora la
preponderancia del hombre en el hogar: el trabajo doméstico
de la mujer perdía ahora su importancia comparado con el
trabajo productivo del hombre (…) (Engels, 2010, p. 230).
Elegí esta cita porque amerita un comentario adicional. Habla
de un proceso de transición, pero, por decirlo así, de escala macro.
Hay que puntualizar que el “trabajo doméstico” (en el sentido que
le da Engels) anterior no ocupaba la misma categoría económica
Adán Pando Moreno
69
que el que ocupa ahora. En las sociedades comunitarias gentilicias el
trabajo doméstico podía ser, igual que ahora, esencialmente trabajo
reproductivo; lo que era radicalmente distinto era la importancia de la
reproducción, mucho mayor en aquel entonces. Lo que dice la cita es
que el “trabajo productivo” pasó a primer plano y fue en ese proceso
que el hombre (varón) adquirió preponderancia.
En relación con esto dice Meillassoux: “(…) las formaciones
agrarias autosuficientes descriptas en este trabajo… dependen menos
del control de los medios de producción materiales que del control de los
medios de reproducción humana: subsistencia y mujeres” (1989, p.
47).
¿Tiene relación? Veamos un argumento de El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado sobre el papel de la reproducción que
es postulado desde el inicio:
Según la teoría materialista, el factor decisivo en la historia
es, en fin de cuentas, la producción y reproducción de la vida
inmediata. Pero esta producción y reproducción son de dos
clases. De una parte, la producción de medios de existencia,
de productos alimenticios, de ropa, de vivienda y de los
instrumentos que para producir todo eso se necesitan; de otra
parte, la producción del hombre mismo, la continuación de la
especie (Engels, 2010, p. 10).
Primero, no cabe duda de que Engels está colocando a posta
los conceptos de producción y reproducción juntos. Segundo, una
lectura apresurada podría creer que, por el orden en que se exponen,
el “De una parte” corresponde a la producción y el “de otra parte”
corresponde a la reproducción. Nada de eso, el postulado implica
ser entendido cíclicamente: la producción de medios de existencia
tiene como fin la reproducción, pero, además, habla de la producción
necesaria para producir (“los instrumentos que para producir”, etc.)
incluso de la reposición de lo desgastado, o sea, volver a producir: re-
70
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
producir. Viniendo del otro lado, la reproducción de la especie es “la
producción del hombre”, es decir, toda reproducción es una segunda
producción. Esa ciclicidad (no quiero decir circularidad) es la de la
imbricación entre producción y reproducción, mucho más notoria
en las sociedades precapitalistas, aunque igual de efectiva en la actual.
Pero no sólo es más notoria. Preguntaba antes sobre la
pertinencia de la cita de Meillassoux en relación con la de Engels. Al
respecto se puede ver en Engels:
El orden social en que viven los hombres en una época o
un país dados, está condicionado por esas dos especies de
producción: por el grado de desarrollo del trabajo, de una
parte, y de la familia, de la otra. Cuanto menos desarrollado
está el trabajo, más restringida es la cantidad de sus productos
y, por consiguiente, la riqueza de la sociedad, con tanta mayor
fuerza se manifiesta la influencia dominante de los lazos de
parentesco sobre el régimen social (2010, p. 10).
“Dos especies de producción” ahí donde la esfera de la
producción está escasamente desarrollada, se manifiesta la dominancia
de la esfera de la reproducción. Tanto más cuanto en estas sociedades
el discernimiento entre una y otra es mínimo en comparación con las
formaciones capitalistas en las que está escindido.
El diferente peso específico de la reproducción (esto es, de las
relaciones de reproducción) en las sociedades precivilizadas le hace
jugar un papel preponderante en la base y, en consecuencia, tiene
efectos superestructurales. Analizando una cita de Morgan en la cual
éste menciona que la familia es “el elemento activo” y los sistemas de
parentesco “se osifican”, Engels introduce la siguiente glosa de Marx:
“Lo mismo –añade Karl Marx- sucede en general con los sistemas
políticos, jurídicos, religiosos y filosóficos” (2010, p. 46). Es decir,
los sistemas superestructurales actuales son análogos al sistema de
parentesco (que, dicho muy rápidamente, son la nomenclatura y las
reglas de las relaciones de parentesco). Todo indica, entonces, que aquí
Adán Pando Moreno
71
la familia (o sea, la relación real, viva, de parentesco) es análoga a la
base. Es completamente congruente con la cita anterior de Engels. Es
también, por cierto, una clara refutación del supuesto ‘economicismo’
en la concepción materialista de la historia y una clara demostración
de la capacidad de análisis dialéctico de Engels.
4.2 Una línea teórica complementaria: la teoría del don
Lo expuesto hasta aquí es suficiente para comprobar que es
menester esta otra lectura de El origen de la familia, la propiedad privada
y el Estado. Sólo quiero hacer un comentario adicional volviendo
brevemente sobre Meillassoux. Párrafos arriba mencioné como
Meillassoux se iba alejando de la teoría del don. Este señalamiento es
importante porque precisamente la teoría del don puede ser la clave
para descifrar ciertos vacíos e inexactitudes de la obra en cuestión.
La teoría del don es una teoría iniciada por el etnólogo francés
M. Mauss hace ya un siglo. El don, en esta perspectiva, es un hecho
social total, constituye una especie de reproducción holográmatica
del todo social. El don es un sistema de intercambio (no comercial,
no mercantil, no dinerario) de objetos, prestaciones, celebraciones,
personas y bienes simbólicos; el intercambio se da en distintos planos
entre individuos, pero más aún entre grupos (internos y externos),
con los antepasados y con las divinidades. Mauss demostró que el don
podía explicar multitud de fenómenos de los pueblos precivilizados
que a los occidentales modernos les parecían irracionales: desde actos
sagrados de ofrenda hasta el derroche “inútil” en celebraciones e,
incluso, el “desperdicio” de bienes útiles que eran arrojados al mar en
el momento culminante del potlatch. Hasta detectó la sobrevivencia
fragmentaria del don en nuestra sociedad (a eso le llamaríamos formas)
en aspectos como la seguridad social. Las tres reglas del don que
postuló Mauss eran dar, recibir y devolver. El don tiene un carácter
72
El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Friedrich Engels
obligatorio pero coactivo, no coercitivo. Mauss no podía ir más lejos
en ese momento. Después de una ruta entrecortada de vicisitudes en
las que no me detendré, la teoría del don se ha desarrollado. Podemos
decir que en la actualidad hay una teoría ampliada del don, en la que
intervienen autores como Godelier, Godbout y otros.
Hoy sabemos que la presunta irracionalidad es porque la
“economía no económica” de los pueblos precivilizados no es una
economía basada en la maximización de ganancia y minimización de
costos (como la capitalista); sino que es una economía en donde los
lazos de reproducción importan más que la eficiencia económica, en
que los lazos comunitarios (Meillassoux habla de “adhesión”, Godbout
habla de “lazos sociales”) importan más que la ventaja individual.
Hoy sabemos que esos pueblos no vivían bajo la ideología del homo
oeconomicus liberal. En ese sentido, la imagen que se nos presenta
de la vida de los pueblos precivilizados como mera sobrevivencia
y con intercambios esporádicos no es real; existía un intercambio
de muchos elementos (recuérdese: prestaciones, trabajo, bienes
simbólicos, personas para alianzas matrimoniales) pero no sujeto a la
lógica comercial.
Engels tampoco podía tomar este factor en cuenta en 1884
(aunque en varias ocasiones tanto Marx como Engels estuvieron muy
cerca). Ahora podemos recurrir a la teoría ampliada del don para
completar el cuadro propuesto por Engels. Por ejemplo, para entender
los mecanismos de intercambio matrimoniales del parentesco; para
entender pasajes como “[hablando de los atenienses gentilicios]…el
matrimonio era para ellos una carga, un deber para con los dioses,
el Estado y sus propios antecesores, deber que se veían obligados a
cumplir” (Engels, 2010, p. 93). O, algo que Engels enfatiza, pero
no explica, cómo fue posible que el comercio (siendo una forma
económica pues no había una economía mercantil generalizada)
tuviera un efecto disolvente tan formidable sobre la polis gentilicia
Adán Pando Moreno
73
ateniense que provocó la migración, la mezcla de residencia, la
circulación del dinero y la usura: lo tuvo porque la organización social
vinculada a la economía del don (es decir, su formación social) estaba
ya agrietada.
Esta lectura de El origen de la familia, la propiedad privada y el
Estado desde la teoría de las transiciones y la reproducción no es un
ejercicio erudito. El estudio de las transiciones no es sólo un examen de
un pasado muerto, es central para seguir consolidando la concepción
materialista de la historia (de toda la historia, no únicamente del
capitalismo) porque, a fin de cuentas, toda revolución social futura
será una transición, transición que cambie radicalmente las estructuras
socioeconómicas de explotación vigentes y que conduzcan a una
sociedad en que se haga realidad la asociación de hombres libres que
tanto Marx como Engels imaginaron.
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2•2
An alternative reading of The Origin of the Family, Private Property and the
State, as a theory of transition and social reproduction
Adán Pando Moreno. Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Facultad
de Filosofía. Morelia, México.
[email protected]
Abstract
The purpose of this essay is, from a critic view of engelsism question, revalue and
highlight the original contributions of F. Engels done in The origin of the family,
private property and the State to the history materialist conception while understanding
his work in the frame of theory of the historical transition, no the custom of “lineal
sucession of mode of production” but to the social structures transformation. At the
same time, Engels book implies the germ of a theory of social reproduction, since
reproduction social processes are an essential axis of stay or the transformation of
social formations. The social reproduction is the factor that articulates different social
forms in a unitarian formation. Finally, to what can be some sense gaps in Engels
text and a complement in some of his tesis, it’s proposed to appeal to the extended
theory of the gift this one as “fait social total” (Mauss), as “economy not economic”
(Bourdieu), the central core of a social system which production, distribution and
exchange is not mercantile.
Keywords: Marxism; social reproduction; transition; kinship system; gift
CAPÍTULO 3
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica
de la economía política: una discusión
Alejandro Fernando González Jiménez
Universidad Nacional Autónoma de México
Resumen
A 200 años del nacimiento de Friedrich Engels visitamos en este trabajo la
discusión sobre el papel de éste en la producción de la crítica de la economía
política. Discusión que seguimos a través del trabajo de Martín Mazora
titulado Marx discípulo de Engels, contraponiendo sus tesis principales con
los trabajos sobre el primer encuentro de Marx con la economía de Nicolás
González Varela. Finalmente, completamos nuestro trabajo con la puesta en
marcha de una hipótesis de trabajo que sostiene que los orígenes de la crítica
de la economía política se encuentran, de manera larvaria, en los escritos
juveniles de Marx de 1843 pertenecientes a la época de la Gaceta Renana.
Palabras clave: Marxismo; reproducción social; transición; parentesco; don
González Jiménez, A. F. (2021). Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía
política: una discusión. En J. Ortega y G. Ambriz Arévalo (Eds). El espíritu pensante: Engels
en su bicentenario (pp. 79-118) Religación Press https://doi.org/10.46652/religacionpress.2.c4
80
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
Esto nos lleva de nuevo al problema del origen y la
motivación de la actitud revolucionaria en quienes
no tienen necesidad de ella; en los decembristas, en
Bakunin, en Lenin, en Marx; ellos no tenían necesidad,
y menos aún Engels, rico fabricante de algodón de
Manchester. ¡Engels no hacia otra cosa que serruchar la
rama en que estaba sentado!
Ernst Bloch (1970)
1. Introducción: del materialismo histórico a la crítica
de la economía política
Si seguimos los enunciados puestos por el marxista
latinoamericano Bolívar Echeverría (1986, p. 11-17), podemos decir
que algo así como el “Marxismo” (en mayúscula y en singular) fue
algo que nunca tuvo, en realidad, un correlato histórico-concreto. Por
el contrario, lo que puede verificarse es la existencia de marxismos (en
minúscula y en plural). Así, pese a lo que algunos de esos marxismos
plantearon, nunca existió un sólo sistema teórico, coherentemente
integrado, que a través del materialismo histórico y el materialismo
dialéctico podía, desde una posición de clase y de forma infalible,
proporcionar el enunciado de las leyes generales de todo lo existente
partiendo del trabajo teórico de Karl Marx y de Friedrich Engels. En
cambio, lo que sí existió fue una lucha tanto teórica como política,
respecto a los usos y apropiaciones de la vida y el trabajo teórico de
aquellos dos militantes comunistas alemanes, que cambió su forma,
intensidad y confrontación dependiendo de la coyuntura política en
la que se encontrase.
Como han hecho notar algunos estudiosos de los marxismos
(Mattick, 1978; Anderson, 1979), cuando estos se encuentran fuera
de lo que Georg Lukács llamó la “actualidad de la revolución” (2005,
pp. 32-36), son obligados a refugiarse en la dimensión teórica del
asunto mismo. Allí se libran “grandes batallas”, donde cada uno de
Alejandro Fernando González Jiménez
81
estos marxismos lucha por distinguirse de los demás y reclamarse
como el hegemónico. Dentro de esas batallas, se abrió hace ya tiempo,
toda una discusión que trata de distinguir a Marx de los marxismos
(Rubel, 2007; Fernández Buey, 1998). Lo que implica, entre otras
cosas, no sólo asumir la pluralidad de discursos y posiciones políticas
que reclaman para sí mismas el nombre del pensador oriundo de
Tréveris, sino, además, la de diferenciar a Marx de cada uno de esos
marxismos. Esa distinción llega incluso hasta la propia figura de
Engels: sosteniendo que el trabajo teórico de este no es el de Marx
(Bermudo Ávila, 1981).
Un punto que destaca en esos campos de batalla, y que es el
que trataremos de seguir en estas líneas, es la tesis que sostiene que la
intención teórica de Marx (y quizás no la de Engels) nunca fue el de
producir un sistema teórico “omniabarcante” capaz de explicar todo
el devenir humano, enmarcado en la idea del materialismo históricomaterialismo dialéctico (Diamat). Sino que el proyecto teórico de
Marx era algo, por decirlo así, más modesto, pero de un calado aún
más radical. De lo que se trataba, fundamentalmente, era de una
producción teórica válida para la estructura orgánica emanada de
la sociedad civil moderna. Es decir, de lo que se trataba era de dar
cuenta de la anatomía o estructura interna del modo capitalista de
reproducir lo social. Ese proyecto tendría su figura teórica, no en el
Diamat o en el materialismo histórico1, sino en lo que el propio autor
1
De hecho, existen algunas posiciones teóricas que afirman que algo así como “el
materialismo histórico” es imposible de encontrar en cualquier manuscrito que haya salido de
la pluma directa de Marx, y que las ideas más afines irían en el sentido de “una concepción materialista de la historia”, lo cual se puede encontrar con mayor claridad en el trabajo teórico de
Engels, pero no así en el de Marx. Lo que de suyo es un debate. Al respecto pueden consultarse la
entrada dedicada a “Materialismo histórico” incluida por el Diccionario histórico crítico de marxismo (Historisch-kristisches Wörterbuch der Marxismus) publicado por el Instituto para la Teoría
Crítica de Berlín (Instituf für Kritusche Theorie, INKRIT), bajo la dirección de Wolfang Fritz
Haug, Frigga Haug y Peter Jehle (2016, pp. 112-125); traducida y publicada al castellano en
“Terminología. Materialismo histórico” en Marx Ahora, No.42/2016. Allí mismo puede leerse lo
siguiente: “El término materialismo histórico (Mh) no es de Marx, y fue asimismo utilizado por
Engels solo en los años de la década de 1890 alternando con el concepto de ‘concepción materia-
82
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
llamó (siguiendo a Engels como lo veremos más abajo), la crítica de
la economía política2 (en adelante CEP). Proyecto que Marx había
dejado inconcluso y sólo esbozado en sus líneas generales3.
Si bien dirimir cómo es que el trabajo de Marx no fue la
producción de un materialismo histórico y sí la puesta en marcha de
una CEP, es algo que requiere reconstruir discusiones algo soterradas,
y realizar las demostraciones pertinentes, es una cuestión que por el
momento no podemos atender, ya que los objetivos aquí planteados
son otros: abordar la discusión sobre el papel de Engels en la génesis de
esa CEP. Por lo tanto, sólo nos limitaremos a destacar tres aspectos
que nos parecen importantes para el tema a tratar aquí: el primero,
es la importancia que esta lectura que reivindica la CEP, concede a
la teoría del valor de Marx, así como a la centralidad de la forma
mercancía, la forma dinero, la alienación y el fetichismo4. El segundo,
la atención privilegiada que reciben los textos inéditos y preparativos
lista de la historia’ usado con anterioridad”. Otro tanto se puede decir respecto al [materialismo
dialéctico] Md: “Marx y Engels no conocieron la expresión materialismo dialéctico (Md). Tampoco puede encontrarse el concepto “filosofía” para designar sus concepciones” (2016, p 101).
2
Entre los autores que reconocen, con sus respectivas diferencias, el proyecto teórico
de Marx como una CEP, se encuentra Roman Rosdolsky (1978); Helmut Reichelt (2013);
Hans Georg Backhaus (1976); Enrique M. Ureña (1977); y de manera más reciente, los trabajos
de Michael Heinrich (2009), Maxi Nieto Fernández (2015); Clara Ramas San Miguel (2018)
y Bernard Stiegler (2016). Y desde nuestros márgenes latinoamericanos, se pueden citar los
trabajos de Bolívar Echeverría (1986); de Jorge Juanes (1982); Pedro López Díaz (2006); Jorge
Veraza (2007) y Adrián Sotelo (2010).
3
Como se sabe, el plan de la CEP, proponía un total de seis libros o rúbricas, el
cual fue anunciado en el mismo Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política de
1859: “Consideraré el sistema de la economía burguesa en la siguiente secuencia: el capital,
la propiedad de la tierra, el trabajo asalariado; el estado, el comercio exterior, el mercado
mundial…” (Marx, 2005, p. 3). Sin embargo, Marx tan sólo publicó parcialmente la primera
de esas rúbricas, que es lo que conocemos como el Tomo I de El capital. Por supuesto que no
podemos dejar de mencionar que existe un debate sobre la vigencia o no de ese plan. Habrá
quién afirme su abandono, ya sea parcial o de manera absoluta (Grossmann, parcialmente
Rosdolsky, y de manera absoluta Michael Heinrich), debate por lo demás importante para la
discusión sobre la estructura y lógica de la CEP, que, sin embargo, por razones de espacio no
podemos abordar aquí.
4
En este aspecto destaca la lectura alemana conocida como la Wertkritik. Al respecto
puede consultarse el trabajo de Anselm Jappe (2016).
Alejandro Fernando González Jiménez
83
a Das Kapital (con lo cual se descentraliza, por decirlo de alguna
manera, la importancia de ese libro, poniendo en movimiento lecturas
sumamente sugerentes de otros textos5). Y, el tercero, la separación entre
Marx y Engels. Separación que, dependiendo del autor consultado,
puede ir desde una sana diferenciación que pretende apartarse del
“mito de Jano”, donde Marx y Engels son una especie de simbiosis
indistinguible, hasta los enfoques que no sólo ven una distinción de
estos dos sino hasta una confrontación irreconciliable, acusando a
Engels de haber traicionado “el trabajo de Marx” (Bermudo, 1981;
Ferraro, 1989).
Pues bien, a reserva de dar cuenta de estos tres aspectos de manera
pormenorizada en otro espacio, aquí, en un intento de contrarrestar
el último aspecto arriba enunciado, trataremos de abordar el papel
que juega Engels en la conformación del proyecto de la CEP a través
de una discusión que se ha abierto en tiempos recientes dentro de
los márgenes latinoamericanos. Visitaremos brevemente las hipótesis
de trabajo del principal protagonista de esta discusión, el filósofo
argentino de urdimbre hegeliana, Martín Mazora, que en su libro
Marx discípulo de Engels (2017) ha llamado la atención sobre el papel
de éste en la génesis de la CEP (aunque según veremos Mazora toma a
ésta como sinónimo de materialismo histórico) a través de reivindicar
la importancia de un trabajo temprano engelsiano titulado Esbozo de
una crítica de la economía política (Engels, 2021). Del mismo modo,
visitaremos el trabajo de otro latinoamericano, Nicolás González
Varela, quien es filósofo, editor y traductor de varias obras de Marx y
Engels al castellano; en dos breves, pero sustantivos ensayos titulados
5
Aquí quizás el caso más destacable sea lo que en Alemania se conoció como la
Neue Marx-Lektüre (La nueva lectura de Marx), y que tuvo a la cabeza a los ya citados Helmut
Reichelt y Hans Georg Backhaus (al respecto véase el trabajo de César Ruíz Sanjuán, “Prólogo.
La Nueva Lectura de Marx” (2008, pp. 7-25), y que de hecho influenció de manera importante
a la llamada Wertkritik aludida en la nota anterior. Pero también es importante mencionar a la
“marxología francesa” que también puso especial atención a los manuscritos inéditos preparativos
a El Capital de Marx (Allí por supuesto la figura principal es Maximilien Rubel).
84
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
Marx y su encuentro con la Economía Política parte I y parte II (2018a;
2018b), Varela acomete, lo que bien podría considerarse como una
réplica al trabajo de Mazora. Finalmente expondremos nuestro punto
de vista y algunas ideas generales sobre la génesis de la CEP en los
escritos marxianos de 1842-1843 incluidos en la Gaceta Renana.
2. Mazora o el sano escepticismo
¿Cuándo y cómo surge la CEP en tanto que proyecto teórico?
Si atendemos al célebre Prólogo a la Contribución de la Crítica de la
Economía Política de 1859 (Marx, 2005) (en adelante sólo Prólogo
del 59), uno de los escasos textos en los que Marx habló de sí mismo
y de su formación (Bildung) teórica, diremos, tal y como lo indicó
su propio autor, que ese proyecto tiene su génesis en los trabajos de
1842-1843, cuando Marx, a la sazón, se desempeñaba como editor
en jefe de la Neue Rheinische Zeitung (Nueva Gaceta Renana) donde
abordó, principalmente, los temas sobre la libertad de prensa y el
robo de leña. Allí nos dice Marx, que por vez primera se vio “en el
compromiso de tener que opinar acerca de lo que han dado en llamarse
intereses materiales” (2005, p. 3), los cuales, constituyen, se puede
entender, el tema por excelencia de la cuestión económica6. Lo que
podría señalarnos que para la fecha Marx aún no tenía un concepto,
resultado de un abordaje crítico del discurso de la economía política
en cuanto tal, sino sólo “representaciones”, “opiniones”, sin poder
emitir aún juicios críticos (lo que de suyo no significa que no tuviese
conocimiento alguno sobre obras y teorías económicas. Regresaremos
sobre este punto).
Lo que le ocasionó, se puede leer en el mismo texto, más dudas
que certezas, por lo que se dedicó, para resolverlas, a leer a Hegel. Es
decir, Marx no se puso a examinar, en primera instancia, a David
6
Resulta interesante notar que en la traducción de este mismo pasaje que hace
González Valera en su trabajo (Marx y su encuentro… (2018a), no traduce “intereses materiales”,
como en la edición de Siglo XXI, sino cuestiones económicas (ökonomischen Fragen).
Alejandro Fernando González Jiménez
85
Ricardo o a Adam Smith (cabezas señeras de la otrora economía
política clásica). Por el contrario, nos dice en el Prólogo del 59, la
primera tarea que emprendió “con el objeto de resolver las dudas que
[le] asediaban fue una revisión crítica de la filosofía del derecho de
Hegel” (Marx, 2005, p. 3). Lo cual es una afirmación sumamente
sugerente que podría, según se le mire, levantar ciertas suspicacias.
¿Por qué Marx, en lugar de ir a los economistas clásicos, para resolver
las dudas que le ha generado su enfrentamiento con los “intereses
materiales”, se dirige a Hegel? Desde luego que ello, en un uso sano
de la razón y del escepticismo, elementos indispensables del modo de
proceder crítico y dialéctico, nos obligaría a someter a juicio y colocar
sobre un tamiz de incredulidad las afirmaciones de Marx, con el fin
de lograr un esclarecimiento sobre la génesis y naturaleza exacta de la
CEP. Se trataría de aplicar la crítica a la misma crítica. Lo cual puede
ser un aval para romper todo dogmatismo y anquilosamiento de la
razón, que muy a menudo se arropa bajo la idea de “la sagrada palabra
de Marx” (Mazora dixit).
En todo caso las claves para tal esclarecimiento, ya sea que las
rechacemos o las convalidemos, están allí puestas por su principal
hacedor. En ese sentido, Mazora, en un ejercicio, que nos parece,
en efecto, de un sano escepticismo, pone en tela de juicio tales
afirmaciones. Mazora duda de que los años de 1842-1843, cómo
nos lo indica el Prólogo del 59, sean los de la génesis de lo que él
entiende como el materialismo histórico7. Por lo tanto, sostiene que
7
Resulta llamativo que en la intervención de Mazora, se hace gala de una revisión
sumamente detallada, que dan cuenta del rigor y seriedad con el cual procede nuestro autor.
Por lo que sorprende que no haya caído en cuenta de que Marx y Engels, no hablaron nunca de
un materialismo histórico en cuanto tal. Sea como fuere, lo que sigue Mazora en su discusión
es la génesis del materialismo histórico o el marxismo (idea esta última que aparece incluso como
subtítulo de su obra). Sin embargo, es cierto que en muchos momentos de su argumentación
las ideas de “marxismo”, el “materialismo histórico”, aparecen traslapadas con la idea de una
“crítica inmanente de la economía política”, o con la misma idea de una crítica de la economía
política, la cual es “en rigor”, según nos dice “un concepto, por cuanto define un programa de
investigación” (2017, p. 15). Para fines prácticos, puede considerarse en su trabajo la siguiente
86
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
ni los escritos periodísticos sobre el robo de leña, ni sobre la libertad
de imprenta, así como tampoco los escritos sobre Hegel de la época,
pueden ser tomados como el inicio de los estudios marxianos sobre la
cuestión económica (Mazora, 2017, pp. 11-16). Que lo que sostiene
Marx no se sigue del contenido de esos escritos de juventud, pues de
allí no se podría desprender vía alguna para una consideración crítica
e inmanente de los llamados intereses materiales. Incluso, apoyándose
en algunas citas del viejo Engels, extractadas de su Contribución a la
historia de la Liga de los comunistas de 1885, Mazora, sostiene que
para los años de 1842-1843-1844, ninguno de los miembros de la
Liga tenía conocimientos sobre la cuestión económica porque nadie
había leído texto alguno sobre ese tema. Incluyendo a Marx (Mazora,
2017, pp. 94-96).
2.1. Crítica inmanente y crítica exterior
Así, Mazora sostiene que es dudoso que Marx haya comenzado
sus estudios de Economía política en 1842-1843 (como también
lo afirmó en su momento el propio Engels, con lo cual el sano
escepticismo de nuestro autor, no sólo recayó sobre la figura de Marx
sino sobre la del propio Engels8). Incluso, cuando nos encontramos
con textos marxianos en los que de manera evidente se abordan
temas sobre los intereses materiales, como son los célebres Manuscritos
económico filosóficos de 1844, Mazora les niega el estatus de una obra
de “materialismo histórico” (2017, p. 53) por ser, según su punto
identidad: materialismo-histórico = marxismo = crítica-inmanente-de-la-economía = crítica de
la economía política. Lo cual nos parece sumamente problemático, porque una consideración
crítica de cada uno de esos términos develaría, que, si bien pueden tener elementos comunes, no
comparten los mismos sentidos teóricos. El materialismo histórico, no es una crítica de la economía
política. Pero como ya lo hemos apuntado ese es tema de otra discusión.
8
“Concretamente: es dudoso que Marx haya comenzado sus estudios de Economía política en
1843 (fecha deslizada por Engels en el prólogo a la primera edición del segundo tomo de El capital)” (Mazora,
2017, p. 11)
Alejandro Fernando González Jiménez
87
de vista, una crítica antropológica y no una crítica inmanente a la
economía política en cuanto tal9. Entonces, de acuerdo con estas
hipótesis ¿Cuándo y cómo sería el arribo definitivo de Marx a la crítica
de la economía política? Es en ese punto donde entra en juego el papel
del joven Engels, al publicar el Esbozo de una crítica de la economía
política (en adelante sólo mencionado como Esbozo). Para Mazora
es “más sólido” suponer que Marx inició sus estudios de economía
“a principios de 1844, a raíz de haber leído el Esbozo… del propio
Engels” (2017, p. 11). Y aunque no hay claridad meridiana sobre
la fecha exacta de la redacción de ese manuscrito, lo cierto es que
este ensayo fue publicado en el único número de los célebres Anales
Franco Alemanes en febrero de 1844, constituyendo así la hipótesis
principal de todo el trabajo de Mazora, según la cual el Esbozo sería “la
primera formulación de lo que en la teoría marxista recibe el nombre
de Crítica de la Economía política” (p.13).
Este trabajo fue, desde luego, leído por Marx causándole una
profunda impresión, al grado de que, como lo recuerda Mazora,
Marx se referirá a él, en el Prólogo del 59, como “el genial esbozo de
una crítica de las categorías económicas” (2017, p. 25), citándolo en el
libro primero de Das Kapital. No obstante, Mazora está convencido
que al “glorificar el breve ensayo engelsiano, Marx se encarga no solo
de relativizar su importancia, sino también de pulverizarlo” (p. 25).
Y ello, incluso, cuando el filósofo argentino, señala que el Esbozo
fue reconocido por casi todas las tradiciones marxistas, al registrar
la importancia que este tuvo para “el desarrollo del materialismo
histórico”. Sin embargo, para Mazora el reconocimiento y el estudio
sobre ese Esbozo no ha sido suficientemente ponderado, pues, aunque
se le reconoce en su importancia siempre se le ha relegado a un
9
Para Mazora es necesario establecer la diferencia entre dos tipos de dialécticas o críticas: la
inmanente y la externa. “En el primer modelo de crítica, se conforma el orden existente como un principio
antropológico, un valor moral, un proyecto político, en definitiva, una idea, un producto de la conciencia;
en el segundo, el orden vigente es cotejado con el orden futuro que, en germen, lleva en sí, y en el cual,
necesariamente, se está transformando” (2017, p. 51)
88
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
segundo lugar, que lo ha dejado virtualmente invisibilizado. Segundo
lugar al que, inclusive, el mismo Engels relegó su propio trabajo en
los prólogos a El capital de Marx y en su “estrategia para difundir el
comunismo” (2017, pp. 96-97).
Así, el reconocimiento principal que hace Mazora sobre el
Esbozo es el hecho de que gracias a él se inició en cuanto tal la CEP,
colocando a Marx en el papel de pupilo y a Engels en el de maestro. El
mérito del Esbozo, según Mazora es que en ese ensayo se muestra que
el sistema económico capitalista tiene contradicciones inmanentes
en virtud de las cuales se dirige hacia su propia destrucción. Con
ello, desde el punto de vista de Mazora se inicia la crítica inmanente
de la economía política. Cuestión a la que Marx no arriba, ni en los
manuscritos de 1842, ni en los dedicados a Hegel en 1843 y ni, a los ya
francamente dedicados al tema económico, como los Manuscritos de
Paris de 1844. Es por ello, nos dice, que “las primeras obras de Marx,
quedaran ignoradas en El capital” (Mazora, 2017, pp. 72-73). Ya que,
según el enfoque de Mazora, la crítica de Marx allí es antropológica,
fuertemente impregnada por la filosofía de Ludwig Feuerbach, más
que por la de Hegel, donde conceptos como esencia humana, esencia
genérica (Gattungswesen), son el andamiaje de una crítica exterior, a tal
punto que, si esos enfoques antropológicos se retiran, toda la crítica
se derrumba, pues Marx no ha llegado a una crítica inmanente, esto
es, no ha llegado aún a la crítica de la economía política en cuanto tal.
No sucede lo mismo, nos dice, con Engels, que, aunque reconoce
que en el Esbozo también se encuentra esa visión antropológica, si se
retira ésta, la crítica de Engels se mantiene en pie (Mazora, 2017, pp.
107-110).
Alejandro Fernando González Jiménez
89
2.2. Sin el Esbozo no hay El capital
Además, Mazora niega la idea sugerida por Marx en el Prólogo
de 1859 de que existan dos “vías distintas (una de Engels y otra de
Marx) y un mismo resultado” (2017, p. 26), es decir, que por caminos
distintos ambos llegaron a la CEP, esto es, a la idea de que la anatomía
de la sociedad civil habría que buscarla en la economía política. De
acuerdo con esta visión, la primera vía, sería aquella donde Marx
habría partido, como el mismo nos lo indica, de los artículos de la
Gaceta Renana (1842-1843), pasando por la crítica a la filosofía del
Derecho de Hegel (1843, 1844), hasta llegar, por cuenta propia, a
los Manuscritos de Paris de 1844, para después conocer a Engels, y
descubrir que “estaban de acuerdo en todo”, poniéndose a escribir,
en conjunto, La ideología alemana (1845). Por su parte Engels habría
recorrido una segunda vía, en solitario, que lo condujo a la redacción
del Esbozo, pasando por su complemento y consecuencia en el libro
de La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845), para llegar a su
punto de intersección con Marx, como ya se dijo, con la redacción
conjunta (y quizás con la colaboración de Moses Hess) de la llamada
Ideología alemana (1845)10. Para Mazora este es un esquema “antiEsbozo”, porque desde su visión, aunque se reconozca el carácter
original y genial del trabajo de Engels, se estaría sosteniendo que
éste “en nada habría contribuido para que Marx llegase «al mismo
resultado»” (2017, p. 25).
Entonces la cuestión es la siguiente: aunque Mazora apunta
que la mayoría de los lectores de Marx reconocen la importancia del
Esbozo éste termina minusvalorado por el esquema de las dos vías
propuesto por el propio Marx, que supondría que con Engels o sin
Engels, Marx indefectiblemente hubiese llegado al mismo resultado:
10
Al respecto, véase el Esquema 1: Dos vías distintas, un mismo resultado (I) y Esquema
2: Dos vías distintas, un mismo resultado (II), elaborados por Mazora (2017, pp. 26-28).
90
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
la redacción del manuscrito conocido como La ideología alemana¸
donde según nuestro autor, se encontraría la primera formulación
de la “concepción materialista de la historia” en cuanto tal (¿y de la
CEP?). Por lo tanto, en principio, el trabajo de Mazora se dirige a
reivindicar al Esbozo, sosteniendo que tales dos vías nunca existieron,
y que en realidad sólo hay una, la abierta por Engels, y que, sin ésta,
Marx nunca hubiese llegado, en realidad, a la cuestión de los intereses
materiales. “Sin el Esbozo, no habría El Capital” (Mazora, 2017, p.
88). En ese sentido, una vez más, sería Engels el maestro que conduce
a su discípulo Marx por la vía que conduce a la crítica de las categorías
económicas.
De esta manera, Mazora retomando algunas líneas de Adolfo
Sánchez Vázquez (2018), sostiene que “Engels le hace ver [a Marx]
sobre todo el papel de la economía [política] como clave de la Sociedad
Civil” (Mazora, 2017, p. 32). Pero incluso va más allá. Mazora sostiene
que, si seguimos lo dicho por Marx en el Prólogo del 59, podría decirse
que sus observaciones allí se transforman en una “clara acusación de
plagio” (2017, p. 32). Apunta que, “no pecaremos de exagerados, por
tanto, si afirmamos que, en el célebre prólogo, Marx se ha atribuido
como propio un logro del joven Engels”, y que “sin duda, otra sería
la valorización del Esbozo (y otra, la valorización de La situación de
la clase obrera en Inglaterra) si Marx hubiera sido el autor” (2017, p.
40). ¡Cómo si Marx y Engels se encontraran insertos en las dinámicas
académicas dominadas por propietarios privados que exigen para sí
mismos la exclusividad de las ideas! Más allá de que Mazora parece
obviar el hecho de que las ideas son patrimonio de la humanidad, y
de que no deben caer sobre ellas la impronta de la propiedad privada,
sostiene que es:
Alejandro Fernando González Jiménez
91
...inadmisible que Marx haya presentado como propia la
tesis —clave para el surgimiento del marxismo— de que la
anatomía de la sociedad civil debe buscarse en la ciencia de la
Economía política cuando fue a todas luces, (articulada con
la crítica dialéctica) una perspectiva de análisis pergeñada por
Engels (Mazora, 2017, p. 40).
Por tanto, la postura de Mazora sostiene que es el Esbozo, y no
los trabajos de Marx de 1842, 1843, 1844, desde donde se desprende
la vía que conduce al materialismo histórico (o a la CEP). Los trabajos
de Marx por sí solos nunca hubiesen llegado a ese resultado. En suma:
“la génesis de la Crítica de la Economía política no hay que buscarla
en Marx, sino en Engels” (2017, p. 77).
2.3 Una renuncia conceptual
Así pues, Mazora identifica una “línea de continuidad” entre
el Esbozo, La situación de la clase obrera en Inglaterra y La ideología
alemana. Es decir, la vía de Engels, que parte de sus estudios tempranos
sobre economía, sí desemboca en la concepción materialista de la
historia o en la “crítica inmanente de la economía política”. “Por el
contrario, entre los textos juveniles de Marx (artículos en la Gaceta
Renana del 42 y el 43, Crítica del 43, Introducción del 44, Manuscritos
de mediados del 44, La sagrada familia escrita a fines del 44) y La
ideología alemana, hay un quiebre conceptual, un salto teórico, difícil
de explicar en términos de evolución interna”. Por tanto, para Mazora,
no habría dos vías (la de Marx y la de Engels) hacia lo que él entiende
por materialismo histórico, “sino sólo una: la del joven Engels” (2017,
p. 88). Y aunque matiza y reconoce que ello no le quita el mérito a
Marx de haber enriquecido el materialismo histórico, sostiene que
“sin Engels, difícilmente hubiera habido Crítica (inmanente) de la
Economía política” (p. 88). Y aunque fácilmente podemos ver que
92
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
esta última afirmación de Mazora puede caer en el campo de los
contrafactuales o de las ucronías, lo que destacamos aquí, es quizás,
la hipótesis más sobresaliente del trabajo que comentamos: con la
Ideología alemana, ya en plena asociación teórica y militante con
Engels, Marx “renunció a su vía antropológica-feuerbachina” (2017,
p. 90), que según su enfoque nunca lo hubiese conducido a la crítica
inmanente de la economía política. Así, Marx le da “la espalda a la
modalidad crítica utópica que venía desplegando hasta entonces” (p.
90).
De este modo la “vía abierta” por Marx, que va desde los
trabajos de la Gaceta Renana a los manuscritos de 1844 —incluso
la obra conjunta con Engels de La Sagrada Familia—, ha sido
cancelada. Mazora habla de “un abandono”, para unirse, a la vía de
Engels en la Ideología alemana, a través de la mediación de las Tesis
ad Feuerbach. Entonces, sí habría dos vías, la de Marx y la de Engels,
pero estas irían como líneas paralelas —y todos sabemos que las líneas
paralelas no se tocan nunca—, una, la de Engels, conduce desde el
principio a la concepción materialista de la historia, y en línea recta
al Manifiesto del partido comunista, para decantar en El Capital. La
otra línea, la de Marx, va en una dirección utópica, antropológica,
que nunca sabremos a donde hubiese terminado (ucronía), pero no
llegaría nunca, según lo expone Mazora, a la crítica inmanente de la
economía. Así —sin recurrir en cuanto tal a la idea althusseriana de
“ruptura epistemológica”, pero llegando, en realidad, a las mismas
conclusiones como veremos más abajo—, Mazora sostiene que
ambas líneas nunca se interceptarían (pues ello convalidaría la tesis
de “dos vías un mismo resultado” que quiere destruir y que es el
caballo de Troya, según su modo de ver, con el que Marx “plagia” los
descubrimientos del joven Engels). Sino que Marx llegado a un punto
(el de la Sagrada Familia), abandona o renuncia a su vía original,
utilizando como mediación las Tesis ad feuerbach, donde habría una
crítica a su concepción antropológica, operando así su posterior
Alejandro Fernando González Jiménez
93
abandono. Lo cual incluso, pone una especie de despropósito en la
propia argumentación de Mazora, porque no sería precisamente el
Esbozo, que Marx lee y conoce, cuando menos en 1844, sino hasta las
Tesis ad Feuerbach, lo que le permiten el salto a la “vía Engels”, aun
cuando Mazora apunta que en las famosas tesis “escritas precisamente
en la primavera del 45, no hay rastros de las nociones básicas del
materialismo histórico” (2017, p. 96), pues esos rastros recién
aparecerían en la Ideología alemana (p. 97).
Entonces, según Mazora, Marx renuncia a su vía de
investigación y opta (o salta) a la vía abierta por el Esbozo de Engels,
ya que la crítica exterior antropológica (tanto política, religiosa, social,
económica) de Marx (y junto con la de él, la de Ludwig Feuerbach,
Moses Hess y en parte la del propio Engels, quién a la sazón también
era feuerbachiano11), basada en la “idea ahistórica” de ser genérico “no
podía resultar sino problemática, incluso extemporánea, en un medio
intelectual marcado a fuego por la dialéctica hegeliana”. Así, la idea
de una crítica desde la esencia genérica, resultaba “menos atractiva”.
Por lo cual, “las objeciones contenidas en las Tesis ad Feuerbach “bien
pueden leerse como una renuncia a lo que venía haciendo [Marx]
hasta entonces” (2017, p. 91). Así pues, para Mazora,
La idea de continuidad entre el joven Marx y el Marx
maduro, según la cual las tesis de La ideología alemana serían
“resultado” de la maduración gradual de las investigaciones
marxianas de juventud, visión implícita en el prólogo de
Marx del 59, resulta insostenible por cuanto la modalidad
crítica (inmanente) del escrito de 1845/1846 es por completo
opuesta a la crítica externa (antropológica) desplegada por él
hasta entonces. En consecuencia, no cabe ni es posible hablar
de continuidad alguna (2017, p. 87).
11
Como recordará el propio Engels (1975), en esa época “todos éramos
feuerbachianos”.
94
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
Con lo cual como se ve, llega a las mismas conclusiones, por
otras vías (en realidad muy cercanas) a las de las posturas althusserianas.
Pues así relega toda la producción de Marx desde 1842 a 1844, a
una crítica antropológica (humanista) utópica, pre-crítica-inmanente
de la economía política, descartando con ello la importancia de los
Manuscritos económico filosóficos de 1844, los cuales serían igualmente
abandonados, al punto de que, según Mazora, Marx nunca más
volverá sobre ellos, ni los mencionará en sus obras posteriores. Dado
que Mazora argumenta más en términos del “materialismo histórico”,
que en los de la CEP en cuanto tal, piensa que las categorías que
forman la “crítica inmanente a la economía” (“modo de producción,
fuerzas productivas, relaciones de producción, correspondencia
o contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción, formas de intercambio, medios de producción, base real
o material, supraestructura ideológica” (Mazora, 2017, p. 97) ) sólo
recién aparecen hasta la Ideología alemana (p. 97). Cuando no repara
de que muchas de las categorías, aprehendidas críticamente, que serán
fundamentales para la figura teórica de la CEP (como son el valor, el
dinero, el trabajo, el salario, la propiedad privada, ganancia del capital,
renta de la tierra, etcétera), ya están, por lo menos en forma preliminar,
salidos de la pluma de Marx en los Manuscritos de París de 184412 (e
12
En una breve nota que Mazora dedica a los Manuscritos de París de 1844 (2017, pp.
53-56), sostiene que el carácter feurbachiano y dialéctico de la obra, es insostenible. La forma
en que Marx trata allí las categorías económicas no es dialéctica, como sí lo son en el Esbozo
de Engels, pues allí son desplegadas las consecuencias necesarias por las cuales las categorías
económicas se ponen como tales. En suma, el Esbozo sí es dialéctico, los Manuscritos del 44 no lo
son. En todo caso nosotros nos preguntamos ¿por qué para reivindicar a uno hay que desestimar
al otro? Sin embargo, lo que habría que resaltar aquí es que el mismo Mazora reconoce que en
los Manuscritos de París, se encuentra expuesta la contradicción riqueza/miseria (2017, p. 55).
De la cual, no parece percatarse, que es mantenida y desarrollada en El capital, en la sección
séptima del tomo primero (Marx, 2003, pp. 759-771), nada más y nada menos, que bajo la
figura de la ley general de acumulación capitalista. Quizás si en lugar de buscar las supuestas
categorías del “materialismo histórico”, Mazora hubiese puesto más atención en las categorías
de la CEP en cuanto tal, hubiese puesto sobre relieve el hecho de que una de las leyes más
importantes del modo de producción capitalista (“inventada o imaginada”, lo cual sería otra
discusión como veremos más abajo), se encontraba ya, por lo menos, in nuce, en los Manuscritos
de París de 1844 a los cuales, según su sugerente interpretación, Marx les dio la espalda. Mazora,
Alejandro Fernando González Jiménez
95
incluso alguna de ellas, un poco antes, como veremos más abajo).
Como resulta evidente, en Mazora tenemos una especie de ultraalthusserianismo: las mismas conclusiones, pero por vías “distintas”
que intentan ir “más allá” de Louis Althusser13. En él no hay ruptura
epistemológica, pero sí una renuncia o abandono de vía.
2.4. Leyes inventadas
Ahora bien, otra vuelta de tuerca en la argumentación de
Mazora es que, siguiendo a Feyerabend, Rescher, Kuhn, Lakatos y
a Popper (Mazora, 2017, p. 85), tratando de esbozar “una crítica al
modo moderno de entender la ciencia”, sostiene que las “supuestas”
leyes inmanentes que dan cuenta del movimiento general de la
sociedad civil, a través de captar sus distintas formas de desarrollo, así
como sus conexiones internas y necesarias, y cuya primera captación
crítica desde la economía estaría en el Esbozo de Engels —lo que
según Mazora, lo pone por delante de los manuscritos de Marx en
una vía hacia el materialismo histórico—, son, en realidad, no un
descubrimiento, como le gustaría pensar tanto a Marx como a Engels,
sino un invento, un mero producto de la imaginación: “las leyes de la
ciencia tienen su origen en el sujeto que conoce, en buena medida son
producto de la imaginación científica” (2017, p. 49).
por ejemplo, parece no reparar que mientras que, en los Manuscritos de París, Marx acomete
un primer abordaje crítico sobre la forma dinero, develando algunas de sus contradicciones
inmanentes, en el Esbozo no podemos identificar por ninguna parte un abordaje en cuanto tal
de la naturaleza de la forma dineraria (sin la cual no se puede arribar al concepto de capital). Se
impone pues, la necesidad de una consideración comparativa entre el Esbozo y Los Manuscritos
de Paris.
13
En la parte final de su trabajo, Mazora, asume que en su investigación ha aceptado
“el argumento central del Pour Marx de Althusser, esto es, que las obras juveniles marxianas
son ajenas a la problemática marxista y, en consecuencia, que el pasaje del joven Marx al Marx
maduro supone una ruptura en su pensamiento”. (2017, p. 144).
96
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
De este modo, a juicio de Mazora, “el término clave para
entender el nacimiento de la perspectiva teórica del Esbozo no es
descubrimiento (según el significado moderno) ni superación (en
sentido hegeliano), sino invención” (2017, p. 93). Según sostiene el
filósofo argentino, el surgimiento de la CEP no obedeció a ninguna
necesidad inmanente de la praxis histórica, por lo que, Engels no pudo
haber inferido la dialéctica inmanente de las conexiones internas de la
sociedad civil burguesa, de ninguna base material, ni de ningún núcleo
racional oculto en el método hegeliano (p. 93). Mazora, reconoce
que la realidad económica, el conflicto social, así como la dialéctica
hegeliana “fueron condiciones necesarias, aunque no suficientes” (p.
93) para el surgimiento del materialismo histórico y del marxismo.
Lo que explica, entonces, que la especificidad de la crítica del Esbozo,
es la intuición y creatividad de Engels. Si bien ello es una separación
de la subjetividad respecto a sus condiciones materiales objetivas, una
separación sujeto-objeto, que tiene muy poco de hegeliana, y por lo
demás nos parece harto conflictiva, sólo apuntaremos aquí que con
ello se hace, si se quiere, un gran reconocimiento al, sin duda, enorme
talento de Engels, que por supuesto, es bien recibido. Después de
todo, como ha apuntado la marxista mexicana Elvira Concheiro “el
primero en reconocer el enorme peso, talento y calado crítico de Engels
fue el propio Marx”. Sin embargo, como veremos las conclusiones de
Mazora no se detienen allí.
2.5 La perspectiva del Esbozo: radicalmente falsa
Llegados a este punto, podemos decir que, la revalorización
histórica y conceptual del Esbozo que ha acometido Mazora, es
sumamente valiosa, porque reactiva su lectura y discusión, con el
fin de vislumbrar la génesis y estructura de la CEP, según hemos
apuntado al inicio de estas líneas. Por ello mismo no puede dejar
de ser un tanto desconcertante algunas de las conclusiones a las que
Alejandro Fernando González Jiménez
97
arriba su trabajo. En efecto, Mazora sostiene que el “marco teórico”
con el cual ha evaluado el Esbozo, contradicen “los fundamentos
mismos del ensayo engelsiano” (2017, p. 144), con lo cual varias de
sus proposiciones “resultan epistemológicamente inaceptables”; si
bien Mazora se permite recuperar algunas, que califica de “proyectos
perfectamente atendibles” (p. 144).
De este modo, apunta que, “el papel jugado por el joven Engels
en la historia de la Crítica de la Economía política se torna brillante”,
dada la dialéctica inmanente que desarrolla, y “que lo condenó a
ocupar un lugar marginal en aquella historia”. Pero a renglón seguido,
Mazora sostiene que tal dialéctica “resulta epistemológicamente
insostenible” (2017, p. 144). Con lo que concluye que “no es posible
rescatar el Esbozo de la marginación histórica en la que se halla desde
siempre sin aceptar que su perspectiva teórica (vale decir, su modalidad
crítica, aquello que de original aportó a la historia de las ideas) es
radicalmente falsa” (p. 144). Entonces, el trabajo de Mazora puede ser
entendido como un recuperar el Esbozo, tan sólo para desecharlo. De
este modo, Engels en tanto que maestro, Marx en tanto que discípulo,
son presentados como los fundadores de una escuela infructuosa, que
sólo puso en marcha su “genial” intuición y su imaginación para
hablarnos de unas supuestas leyes del movimiento capitalista, que hoy
ya no tienen pertinencia teórica.
3. Nicolás González Varela o el contexto de la Gaceta
Renana
En su trabajo Marx y su encuentro con la Economía Política,
presentado hasta el momento en dos partes14, González Valera
(2018a, 2018b), interviene en esta discusión: ¿Cuándo y cómo surge
la crítica de la economía política? Para el también traductor de Marx
14
Estos dos ensayos son un adelanto de una obra mayor que llevará por título Crónicas
marxianas, de pronta aparición.
98
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
y Engels al español, esta cuestión ha ocupado a ciertas corrientes
historiográficas marxistas como no marxistas. Algunas sostendrían
que el primer contacto “serio” de Marx con la economía acontece
a mediados de 1844 con un trabajo de Marx dedicado a James Mill
(texto que no es abordado por Mazora). O, tal cual hemos visto, que
tal encuentro estuvo “inspirado o acicalado” por el Esbozo de una
crítica de la economía política de Engels escrito entre 1843 y 1844.
Para González Valera, esta hipótesis —para decirla en términos de
Martín Mazora, de Engels-maestro-Marx-discípulo—, se sostiene sobre
un presupuesto que no ha sido aún explicitado, el cual consistiría en
lo siguiente: la unidad mítica que establece “la comunidad espiritualintelectual entre Engels y Marx acuñada ya por el primer biógrafo de
Marx Franz Mehring” (2018a, parr. 1).
Nosotros diríamos más que una “comunidad” de lo que se trata
allí es de una identidad absoluta, una especie de Jano, que quiso sostener
la existencia de un “Marxismo” sistemático y plenamente coherente
entre sí (según se prefiera, un materialismo histórico, materialismo
dialéctico o diamat). Mito que sirvió para generar una ideología de
Estado y un culto a la personalidad, que posteriormente se amplió
a la identidad Marx-Engels-Lenin (el marxismo-leninismo), en otros
casos a Marx-Engels-Lenin-Stalin, y en algunos más en Marx-EngelsLenin-Mao, etcétera. Algunas veces el sostener esa identidad absoluta
entre Marx y Engels, sirvió a ciertos detractores, posmodernos y de
derecha, de los marxismos para hacer “un hombre de paja” y con ello
pretender “deconstruir” el discurso comunista.
Sea como fuere, según González Valera, con base en ese
supuesto, se pueden enunciar algunas características comunes a todas
las posturas que quieren ver el surgimiento de la CEP más allá de los
horizontes temporales marxianos de 1844:
1) “Subestimación de la influencia de la Economía Política de
Hegel (Smith, Say, Steuart) en Marx, primero como hegeliano y luego
Alejandro Fernando González Jiménez
99
crítico de su Filosofía política” (González Varela, 2018a, parr. 1).
NCV, refiere la subestimación del alcance de la crítica a la economía
en la Filosofía del derecho hegeliana. Por ello no habría que perder de
vista, tal y como lo ha mostrado Aliscioni, que allí hay un concepto de
capital en Hegel (Aliscioni, 2010), que muy probablemente no pasó
desapercibido para Marx. Así mismo, Narváez (2019) ha mostrado
como es que, en Hegel, si bien no hay una crítica de la economía
política en cuanto tal, sí hay una filosofía crítica de la economía. Por
su parte, en un trabajo de largo aliento, Fernando Huesca (2021) ha
mostrado como Hegel, el que Marx leyó, sí tenía en cuanta al más
avanzado de todos los economistas políticos clásicos: a David Ricardo.
2) “Desvalorización o subestimación de la etapa de Marx en
el periódico liberal Rheinische Zeitung y sus conocimientos de la
Nationalökonomie (en especial Friedrich List)” (2018a, parr. 1).
Este punto, como se verá un poco más abajo, resultará clave en la
argumentación de González Valera.
3) “Ignorancia o subestimación de la influencia de la critique
económica del Socialismo francés de Blanc, Considerat, Proudhon
y Leroux entre 1842 y 1843” (González Varela, 2018a, parr. 1). En
este punto nosotros, sólo agregaríamos los trabajos y la influencia del
llamado socialista utópico francés Charles Fourier, que dentro de sus
proyectos teóricos ya se ensayaba un intento de crítica a la economía
política, muy adelantada para su época. Al respecto, habría que
explorar los orígenes fourerianos de la CEP (Fourier, 2007).
4) “Errores en la datación de los famosos Hefte [manuscritos]
de Paris de 1843-1844” (Gonzáles Varela, 2018a, parr. 1).
5) “Esquema subyacente erróneo de la evolución de Marx (de
filósofo a economista)” (2018a, parr. 1).
6) “Mantenimiento del mito de la unidad espiritual de Engels-
100
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
Marx” (2018, parr. 1). Ahora bien, para el tema que nos ocupa aquí,
la discusión sobre los orígenes engelsianos de la CEP a propósito
del trabajo de Mazora, nosotros pensamos que, éste no ignora esa
identidad, es más, pretende no caer en ella. Incluso, podría decirse
que quiere destruirla, aunque el modo en que lo hace es sumamente
problemático y con resultados paradójicos. Ya que mantener ese mito,
supone, en efecto, la identidad absoluta que ya se ha mencionado,
pero también mantener una subordinación, de Engels a Marx15. Así
pues, Mazora al pretender acabar con ella, propone una nueva: que
ahora sea Marx el discípulo y Engels el maestro.
7) “Carencias en la bibliografía secundaria a la luz de las nuevas
ediciones de Marx y Engels” (2018a, parr. 1).
Como veremos, desde estos 7 puntos, González Valera prepara
su crítica, sobre la cual habrá de profundizar, sobre todo en lo que
respecta al contexto histórico, político y teórico de la Gaceta Renana,
lo que aporta nuevos elementos para el periodo de 1842-1843, pues
tal y como lo ha indicado Marx en el Prólogo de 1859, serían los años
de la primera formulación de la CEP, afirmación que como vimos
Mazora ha puesto en tela de duda, desechándola por “improcedente”.
Pero como se verá, hay algunos aspectos clave, que Mazora no
menciona por ningún lugar y que González Valera explicita aquí.
Veamos algunos de ellos.
3.1 El “Bing Bang” engelsiano
Desde nuestra visión, estos ensayos de González Valera,
pueden ser leídos como una especie de réplica al trabajo de Mazora.
En efecto, ante la hipótesis de éste de que Marx no habría leído
15
Subordinación en la que el propio Engels tuvo su propio papel, según da cuenta el
propio Mazora (2017, pp. 96-99).
Alejandro Fernando González Jiménez
101
nada sobre economía hasta la lectura en 1844 del “genial” Esbozo
de Engels, González Valera revira y sostiene que “Los primeros
intentos (¿fallidos?, ¿en falso?, ¿exploratorios? ¿críticos?) de Marx de
una crítica a la Economía política de la época […] se sucedieron a lo
largo de los años 1842-1843 (mucho antes de su exilio en Paris) en
un contexto muy especial” (2018a, parr. 2). Sucede, pues, que esos
manuscritos, “han despertado escaso interés y llamado la atención de
pocos especialistas16”. Como puede observarse González Valera, opta
por seguir lo indicado por Marx acerca de su formación (Bildung)
en el Prólogo de 1859 así como lo indicado por el mismo Engels en
el Prólogo de 1885 al segundo tomo de El capital, donde expresa que
los estudios de Marx sobre economía se iniciaron en 1843, en Paris,
donde nos hace saber que Marx “sólo conocía a [economistas como]
Rau y List” (González Varela, parr. 2).
Puede desprenderse de la lectura de los trabajos de NCV, que el
tema es cuándo inicia la CEP en Marx y no en Engels, como es el caso
en Mazora. Lo cual no puede dejar de llamarnos la atención, porque
si se nota con cierto detenimiento veremos que, pese a lo declarado
en Mazora no hay una reconstrucción de cómo es que Engels llegó
a los estudios sobre economía, ese camino no está reconstruido,
simplemente nos enfrenta al hecho de la escritura del Esbozo y de la
Situación de la clase obrera en Inglaterra, sin presentarnos la vía que
nos llevó a ese primer y “genial resultado”. De allí que, no sin cierta
evidente ironía, NCV señale que esa tesis de la génesis engelsiana del
16
Cierto es que la lectura de los manuscritos de 1842-1843, sobre todo de los
publicados en la Gaceta Renana han obtenido un relativo interés, véanse los trabajos de Daniel
Bensaid (2012); David Leopold, (2012), pero hasta donde sabemos no se les ha vinculado en
cuanto tal, a la génesis de la CEP, salvo para desecharlos (como en el caso de Mazora y la escuela
althusseriana), o circunscribirlos, sin mayores demostraciones, al pasado juvenil “democráticoliberal” de Marx, según lo estableciera Auguste Cornu en el siglo pasado. En ese sentido es
curioso anotar, que, pese a ciertas representaciones, en realidad, no se ha seguido lo anotado por
Marx en el Prólogo del 59. Es decir, hace falta explorar aún más estos manuscritos y leerlos en
clave de la CEP. Regresaremos sobre este punto un poco más abajo.
102
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
marxismo (o de la CEP), sea una tesis parecida a un “Big Bang”17, que,
en términos rigurosos, carece de “génesis” pues lo que nos presenta es
una especie de “generación espontánea”, que en todo caso sería parte
de la intuición, imaginación y genialidad del joven Engels. Por lo
que aún quedaría pendiente la reconstrucción del cómo y a través de
qué medios el joven Engels llega a una de las primeras redacciones
de la CEP18. O como diría el estudioso althusseriano del marxismo
José Manuel Bermudo, se trata de “que Engels sea estudiado como
cualquier otro pensador político. Es decir, estudiar a Engels de forma
autónoma” (Bermudo, 1981, p. 25) lo que no quiere decir, “estudiar
a Engels como algo independiente de Marx” en lo absoluto.
3.2. Un “extraño laboratorio”
Como ya se apuntó en el inciso 2) del apartado 3.1., González
Valera observa una “desvalorización o subestimación de la etapa de
Marx en el periódico de la Gaceta Renana, el cual califica de un “extraño
laboratorio”, donde convivieron, en tensión, la burguesía renana,
liberales de izquierda y los llamados jóvenes hegelianos. El proyecto
de la Gaceta Renana aparece como una relación “contranatura, curiosa
e inédita”, que fue, por decirlo así, el caldo de cultivo del primer
17
Sin embargo, Mazora no estaría sólo en esta hipótesis del “Bin Bang engelsiano”,
pues ésta estaría compartida por Cornu, Althusser, Mayer, Rubel, Hobsbawm y recientemente
por Stedman Jones (en su extensa biografía). Al respecto véase la nota al pie de página 2 del
trabajo de González Valera.
18
En castellano, quizás ese camino pueda re-hacerse gracias a los materiales que ha
preparado González Valera, en su traducción de Friedrich Engels antes de Marx. Escritos (18381843) (2021). Si bien es cierto que anteriormente contamos con un primer intento de poner
los escritos de juventud de Engels al castellano en una edición cuidada por Wenceslao Roces
—y publicada por Fondo de Cultura Económica México en 1982—, uno de los traductores
militantes, que más hizo por la difusión del marxismo en español, lo cierto es que por razones
que desconocemos aquella edición dejó fuera algunos textos del joven Engels. Mismos que ahora
son restituidos por la edición de González Valera, además de entregarnos una nueva traducción
del Esbozo.
Alejandro Fernando González Jiménez
103
encuentro de Marx con la economía, antes de conocer a Engels. Este
es uno de los aportes más sustantivos del trabajo que nos presenta el
marxólogo de origen latinoamericano, pues en ninguno de los textos
relacionados con el tema, o biografías que hemos podido verificar en
castellano, se encuentra la reconstrucción que aquí nos presenta.
La experiencia en la Gaceta Renana generará profundos
cambios en la formación de Marx: “dejará de ser el mejor discípulo
de Bauer a ser por méritos propios un autor y un polemista destacado
que sorprenderá a sus lectores. Ello en medio de tensiones entre
“Izquierdistas y padres fundadores del Anarquismo y el Comunismo
(Hess, Engels, Marx, Stirner) [que] se abrazan con los padres del
Capitalismo liberal renano (Camphausen, Hansemann, Mevissen)
y con los defensores de la burguesía proteccionista (List, Hofken)”
(González Varela, 2018a, parr. 2).
3.3 El primer estímulo hacia la economía: el proteccionismo
de Friedrich List
Lo sustantivo del asunto es que en esa tensión de fuerzas
contrapuestas (burgueses, liberales y jóvenes hegelianos), que fue la
empresa de la Gaceta Renana, generó que la relación con ésta y el
gobierno prusiano fuese aún más conflictiva, al punto de que no sólo
se tuvo que lidiar con la censura impuesta por el régimen, sino con
los propios conflictos internos, que se manifestaron en continuos
cambios en el puesto de director en jefe de la redacción del periódico.
El cual pasó, como se sabe, por las manos de Hess hasta las del propio
Marx. Sin embargo, González Valera apunta que en un inicio se
contempló para el puesto de jefe redactor a Friedrich List, economista,
ideólogo de la unidad aduanera alemana, de la economía cerrada o
del proteccionismo económico y portavoz de la naciente burguesía
104
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
industrial, a quien posteriormente Marx le dedicará bastante atención19.
No obstante, List “no pudo asumir su cargo por problemas de salud”
nombrando sustituto a uno de sus alumnos Gustav Höfken, quién
demostró ser un redactor en jefe bastante inepto, lo que ocasionó,
como podría esperarse, que las tensiones entre el bando liberal y el
bando de la izquierda radical hegeliana aumentasen.
Con lo anterior como contexto, González Valera nos presenta
la hipótesis de que Marx tenía en mente la obra del economista F. List,
así como la de su escuela, aunado a los críticos que por la época ésta
despertó (amén de que González Valera verifica que en su biblioteca
personal Marx poseía los libros de List). Así, sostiene, que List,
“posiblemente fue el primer estímulo (junto con la lectura de Hegel
y Proudhon […]) que direccionó al Materialismo filosófico del joven
Marx hacia el significado centro de gravedad de la época burguesa:
la Economía Política” (González Varela, 2018b, p. 7). Resulta
importante resaltar que, para González Valera, este “primer estímulo”
no se trata de una “aséptica y libresca influencia académica” sino de
una “auténtica confrontación filosófica-política con la expresión más
sofisticada del Nacionalismo económico burgués de la época”. Por
otra parte, ya con Marx como director de la Gaceta Renana, Karl H.
Brüggemann, crítico acérrimo de List, publicará “nada más ni nada
menos que 25 artículos” (González Varela, 2018b, p. 7) en polémica
con la corriente del proteccionismo económico. Ante lo cual, nos dice
que sería “algo muy extraño o insólito” que el redactor en jefe de una
revista no hubiese leído y conocido aquellos trabajos que tenían como
tema de discusión la “cuestión económica”.
19
En efecto, en 1844 Marx dedicará un esbozo de crítica al trabajo de Friedrich List.
Una versión al castellano de ese ensayo puede consultarse en Karl Marx (2018), “II. Borrador
de un artículo sobre el libro de Friedrich List” en Comunidad, nacionalismos y capital. Textos
Inéditos, publicado por la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Hasta donde
sabemos, el único que en américa latina ha llamado la atención sobre este escrito marxiano ha
sido Álvaro García Linera, quién, junto a Raquel Gutiérrez, lo tradujo del inglés.
Alejandro Fernando González Jiménez
105
Así pues, todo ello habría sido el contexto en el cual Marx se
vio, tal y como lo refiere en su Prólogo de 1859, obligado a emitir
opiniones sobre la “cuestión económica”, tiempo antes de haber leído
el Esbozo. Con ello quedaría sobre relieve que la entrada a la economía
por parte de Marx, no fue a través de la escuela económica clásica
anglosajona (David Ricardo, Adam Smith), sino con la propia escuela
alemana. Al respecto González Valera, sostiene que,
Cuando se afirma temerariamente que Marx no leyó nada
de “Economía política” antes de 1844, en realidad se está
reduciendo el espectro de su conocimiento a la escuela
anglosajona […] Es muy decisivo y sintomático que Marx
comienza su transición hacia el Comunismo crítico (18421843) a partir de una doble lucha simultánea: superación del
Liberalismo radical y lucha contra el Nacionalismo burgués
(2018a, parr. 5).
Si esta hipótesis es correcta, entonces podría decirse que la
teoría del “Bing-Bang engelsiano” queda seriamente cuestionada. La
hipótesis Marx-discípulo-Engels-maestro, como génesis exclusiva de
la CEP queda en entredicho.
4. Breves ejemplos de la cuestión económica en los
artículos de la Gaceta Renana
Pero más allá de la abrumadora evidencia que González
Valera nos proporciona para formular la hipótesis de que la cuestión
económica se encontraba rondando todo el contexto político y
teórico de la Gaceta Renana a través de la presencia de la figura de
Friedrich List (y las tensiones que lo acompañaban), que, de hecho,
nos conduce al manuscrito marxiano que lleva su nombre, aparte de
ello ¿habría alguna otra evidencia propia de los años de 1842-1843
que nos permitan identificar la presencia de la cuestión económica y
106
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
su tratamiento crítico? Nosotros pensamos que sí la hay, y que es
posible identificarla, si se leen los manuscritos periodísticos en clave
económica, y no simplemente se les despacha como idealistas o presos
de una “crítica externa”, donde no habría rastros de las “cuestiones
materiales”. Muy por el contrario, nuestra hipótesis de trabajo, sería
mostrar que en estos manuscritos se encuentra ya, si bien no es el
centro de los mismos, la cuestión económica. En este último apartado,
y por razones de espacio, nos dedicaremos únicamente a dar algunas
pequeñas muestras de lo anterior.
4.1 Los debates sobre la libertad de prensa
La primera muestra la tomaremos de Los debates sobre la libertad
de prensa en la Dieta renana, que como sabemos, Marx, en tanto que
periodista cubrió y dio cuenta de ellos. Así, desplegando una crítica
mordaz —como será siempre la suya—, sobre la defensa timorata del
orador de la dieta que “habla en pro de la libertad de prensa, pero que
su servilismo se manifiesta en contra de ella” (Marx, 1982, p. 209),
el joven Marx, nos hace ver que las palabras de aquel orador, nos
muestran “un perfecto cuadro de costumbres de la reacción urbana”,
que son, pensamos nosotros, al mismo tiempo, los límites de aquellos
burgueses renanos, supuestos “liberales”, que no pueden llevar hasta
sus últimas consecuencias la defensa de la libertad de expresión. Y, lo
que, es más, quieren que la libertad de expresión, para ser defendida,
sea tratada como una libertad industrial más, de allí que Marx señale:
El proponente entiende que la industria de la libertad de prensa
no debe ser excluida de la libertad general de la industria, como
suele hacerse, dejando ver como inconsecuencia clásica la
contradicción anterior. […] A primera vista, le extraña a uno
ver la libertad de prensa enmarcada en la libertad industrial.
Pero no hay por qué rechazar el punto de vista del orador. Si
Rembrandt pinta a la Virgen bajo el ropaje de una campesina
holandesa ¿por qué nuestro orador no puede pintar a la
Alejandro Fernando González Jiménez
107
libertad bajo una forma que le es habitual y con la que está
familiarizado? (Marx, 1982, pp. 209-210).
Como puede observarse de la cita que hemos colocado, el
orador “liberal” se lamenta de que la libertad de prensa no sea tratada
como una libertad de industria más. Pero ¿Cuál es esa libertad de
industria? Pues esa misma que Friedrich List y sus partidarios, incluso
sus críticos de los que nos ha hablado González Valera, quieren, por
una parte, fomentar a través de un férreo proteccionismo o expandir
a través de un desembridado liberalismo. Esa industria que supone,
como lo demostrará la crítica de la economía política más adelante, la
mercantilización de todas las relaciones sociales. Si ya todas éstas, se
han puesto bajo la férula de la mercancía, a través de la industria, y se
les permite su “libre movimiento” “¿Por qué no hacer lo mismo con la
libertad de expresión?”, pareciera preguntarse, y lamentarse el orador
de la dieta renana a través del parafraseo que de él hace Marx. Y es
que la industria ha perdido su significado originario de “capacidad
creativa”, de “ingenio puesto en práctica”, que tiempo atrás poseía.
Para la Renania de la época de Marx, e incluso para las otras latitudes
europeas, industria significa ahora la producción en masa para el
mercado. De allí que Marx use las palabras del proponente renano,
para dejar al descubierto “su contradicción”: quiere salvar la libertad
de prensa, liberándola del yugo del estado prusiano, para esclavizarla
bajo el yugo de la industria capitalista.
Por ello dice Marx, que “a primera vista” puede extrañarle a
uno ver “la libertad de prensa enmarcada en la libertad industrial”.
Pero esa “primera vista” se desvanece si se tiene en cuenta que la
libertad industrial es lo que se encuentra en el centro de la discusión
librecambista o proteccionista, que es el tema que ocupa los tratados
de economía de Friedrich List, cuestión que sabemos, dada la
investigación de González Valera, es muy probable que el Marx de
1842, redactor en jefe de la Gaceta Renana, tuviese en cuenta. Es decir,
108
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
sólo a un desprevenido puede “extrañarle” que un liberal renano para
salvar la libertad de prensa quiera someterla a los intereses materiales
de lo económico; pero ello no puede ya extrañarle a alguien que
como Marx está enterado de las discusiones económicas. Ahora bien,
que esas discusiones sobre la cuestión económica estaban ya en los
aires de la época de la Gaceta Renana, es algo que Marx nos permite
saber cuándo “pide indulgencia” para el orador renano que no puede
pintar la libertad, sino es bajo la impronta de la libertad de mercado
(industrial), porque es la única libertad bajo la cual está habituado a
reconocerla.
4.2. Los debates de robo de leña
Ciertamente los escritos sobre el robo de leña han recibido
más atención que otros del mismo periodo. Y es que, sin duda,
son unos escritos sumamente ricos e intricados, donde Marx pone
en movimiento todo el bagaje teórico que ha interiorizado hasta el
momento: Hegel, Proudhon, Locke, entre otros, son reconocibles en
esas líneas. El tema central de estos manuscritos, el robo de leña, alude
de entrada a un interés material, que, si bien se presenta bajo una
forma jurídica, no deja por ello ser una cuestión económica, de la cual
Marx estaba plenamente consciente.
Como se sabe en el valle del Mosela los campesinos han
comenzado a ser perseguidos y encarcelados por “hurtar” leña muerta
para usarla, no con fines comerciales, sino únicamente como un
medio de vida —diríamos adelantando categorías que no son usadas
allí, como un valor de uso—, que otrora era considerado como una
propiedad común, sancionada por la costumbre. Sin embargo, sobre
el valle del Mosela y sus bosques ha caído una nueva y extraña forma
de propiedad: una que le cede lo común a unas cuantas manos y deja
a la mayoría con una propiedad que no posee nada. ¿Si ese no es
Alejandro Fernando González Jiménez
109
un tema económico en cuanto tal, entonces qué es? Pongamos una
larga cita de estos escritos, que nos ayudará a mostrar la existencia
de la cuestión económica en estos trabajos, para después comentarla
brevemente.
La severísima Ordenanza criminal del siglo XVI nos invita a
acogernos a ella, poniéndonos a salvo de quienes nos tachan
de exagerado humanitarismo, frente a la Dieta renana del
siglo XIX, y acogemos con gusto su invitación. Recogida de
ramas secas y el robo de leña más calificado. Hay una nota
común a ambas cosas. La apropiación de leña ajena. Por
tanto, las dos cosas constituyen robo. En esto se resume la
atropellada lógica encargada en hacer leyes. Llamamos, en
primer lugar, la atención hacia la diferencia entre uno y otro
caso y, es obligado reconocer que los hechos son esencialmente
distintos, nadie podría afirmar que sean iguales por la ley. Para
apropiarse leña verde, hay que separarla por la fuerza de la
unidad orgánica de que forma parte. Y como esto representa
un atentado manifiesto contra el árbol, constituye también,
por ello mismo, un atentado manifiesto contra su propietario.
Además, el hecho se sustraer a un tercero leña cortada, es ya
madera formada. La conexión natural con la propiedad del
árbol se convierte aquí en conexión artificial. Quien, por
tanto, sustrae leña cortada, incurre en una sustracción de
propiedad. En cambio, el que recoge ramas secas no separa
nada de la propiedad. Arrebata a la propiedad lo que está ya
separado de ella. El ladrón de leña pronuncia por sí y ante sí
un juicio contra la propiedad (Marx, 1982, p. 250).
De esta extensa cita que hemos hecho pueden desprenderse
varias cosas. Por una parte, la naturaleza de las leyes consuetudinarias
emanadas en el siglo XVI comparadas con las leyes sumamente
rigurosas y punitivistas del siglo XIX. Sin duda Marx da cuenta de
un cambio en el derecho: la violación de la nueva propiedad se castiga
con gran severidad. Pero como veremos Marx no intenta explicar
esas formas jurídicas por sí mismas (tal y como lo sugerirá mucho
110
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
tiempo después en el Prólogo del 59), sino que brega por encontrar
una explicación más inmanente, “una diferencia esencial” (Marx,
1982, p. 251) que se encuentra a un nivel a un más profundo, más
allá de su determinación jurídica. Por lo que se dirige a indagar sobre
el fundamento mismo de la propiedad20.
Y aquí es posible reconocer, sin que Marx lo cite en cuanto tal,
el argumento de John Locke (2015) del trabajo como fundamento
de la propiedad (y por tanto del valor). En efecto, se lee en el pasaje
que acabamos de citar, que, aunque las leyes punitivistas de la nueva
propiedad no quieren reconocer diferencia alguna entre “recoger
leña” y cortarla, Marx, haciendo intervenir el juicio crítico, apela a
reconocer que no es lo mismo recoger leña muerta que no ha sido
filtrada por el trabajo, y por lo tanto no pertenece a nadie, sino a
todos, de aquella leña viva, que para obtenerla hay que filtrarla a
través del trabajo, fundándose así una propiedad sobre ella (cómo es
evidente, ese es el argumento liberal de Locke), que no es otra cosa
que romper “una conexión natural con la propiedad del árbol” (o sea
una propiedad comunitaria), para instaurar una “conexión artificial”
con el mismo, o sea, el trabajo como fundamento de la propiedad
privada (tesis a todas luces lockeana).
Así, quien “sustrae leña cortada, incurre en una sustracción de
propiedad”. Es decir, la propiedad explicada no por una forma jurídica
sino por un económica: el trabajo como fundamento de la propiedad.
Más abajo apuntará el Joven Marx: “Recoger ramas secas y robar
madera son, por tanto, dos cosas, esencialmente distintas” (Marx,
1982, p. 251). Aquí puede reconocerse la presencia de Proudhon
en estos manuscritos: “El ladrón de leña pronuncia por sí y ante sí
un juicio contra la propiedad” (1982, p. 250), “¿No será robo toda
20
Cuestión sobre la que se continuará insistiendo en los Manuscritos económico
filosóficos de 1844, y que cómo también ha identificado Mazora se encuentra en el Esbozo de
Engels, donde sí es capaz de identificarla, al tiempo que la niega en los escritos de Marx.
Alejandro Fernando González Jiménez
111
propiedad privada?” (p. 251). No habría que olvidar, que el mismo
Proudhon pretenderá, un poco más tarde, realizar su propia refutación
de la economía política, intento que será duramente criticado por
Marx. De hecho, Proudhon será uno de los interlocutores de izquierda
más recurrentes en la conformación de la CEP marxiana, y aquí en
los manuscritos de 1842, su presencia es innegable. Por ello no es de
sorprender, que un poco más adelante en la argumentación del joven
Marx, encontremos el siguiente pasaje: “La medida de la propiedad es
su valor […] El valor es la existencia civil de la propiedad, la expresión
lógica bajo la cual se hace socialmente comprensible y comunicable”
(p. 253).
Sin duda sería tema de gran polémica el sugerir que ésta es
una de las primeras formulaciones propiamente marxiana de una
teoría crítica del valor, la cual ocupará el grueso del discurso de la
CEP en cuanto tal. Sin embargo, no puede negarse su presencia en
los escritos sobre el robo de leña, y quizás aceptar como hipótesis de
trabajo, que esta colocaría a Marx en una “vía” que lo llevaría más allá
de las determinaciones de las formas jurídicas y políticas para, quizás,
conducirle hacia las cuestiones materiales (económicas).
Sea como fuere, en esta breve cita que hacemos, se puede apreciar
que el valor se coloca como medida de la propiedad (quizás aún más
influenciado, como ya lo dijimos por Locke, que por un Ricardo o
un Adam Smith, de los cuales sabemos Marx a la sazón aún no ha
leído), lo que nos indica la necesidad de posteriores investigaciones y
desarrollos por parte del joven Marx. Sin embargo, la afirmación de
“el valor es la existencia civil de la propiedad, la expresión lógica bajo
la cual se hace socialmente comprensible y comunicable”, no puede
no identificarse con las posteriores proporciones de la CEP marxiana.
En efecto, el valor estará ligado a la existencia civil de la propiedad
privada, pues sólo es necesaria la forma valor allí donde el trabajo se ha
dividido a través de la ejecución de propietarios privados que sólo se
112
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
relacionan a través de mercancías. Y en efecto, el valor allí se presenta
como una expresión de esa lógica, aunque no es ni comprensible ni
comunicable para todos.
Sea como fuere, es posible mostrar, cómo es que Marx, para
1842, tiene claridad que de lo que se trata es de un asunto económico
y no de meras formas jurídicas/políticas. Que el atropello que ejecuta
la nueva forma de propiedad, que copta para su interés privadoparticular al Estado y sus funcionarios, despoja a los campesinos de lo
común arrojándolos a una nueva “pobreza económica” (Marx, 1982,
p. 263). Que la furia de los intereses privados (como lo dirá en El capital)
hacen de esa “pobreza”, incluso un negocio, pues los “propietarios
particulares” quieren que el Estado les pague una indemnización y
que los infractores se conviertan en trabajadores de ellos.
En suma, quieren hacer “del delito una renta” y así asegurarse
“una fuente infalible de ganancias, pues gracias al robo se trueca la
plusvalía, de un sueño económico [subrayado nuestro], en una tangible
realidad” (Marx, 1982, p. 273). Así pues, toda la querella de los
propietarios privados de los bosques sobre el robo de leña no es otra
cosa más que el intento de hacer realidad su “sueño económico”:
convertirlo todo en un negocio. Subsumirlo, como lo planteará más
adelante, todo a la forma valor. Si ese claro desenmascaramiento que
hace Marx, de un aparente asunto jurídico y político, para mostrarlo
en su naturaleza terrenal y económica, no es la presencia de los
asuntos materiales, y su tratamiento crítico, en la mente y pluma del
Marx de 1842, antes de haber conocido a Engels y su “genial” Esbozo,
¿entonces de qué se trata?
Alejandro Fernando González Jiménez
113
5. A modo de conclusión: regresar al joven Engels y al
joven Marx
Nos parece que la intervención hecha por Mazora, es del todo
oportuna porque permite visitar y discutir con seriedad la génesis de la
CEP y por otra parte los manuscritos juveniles tanto de Marx como de
Engels. En ese sentido estamos con el filósofo argentino, en su intento
por restablecer a Friedrich Engels, no en un papel subordinado,
sino como un fundador de la CEP. En esa línea podemos seguir
completamente a Mazora cuando sostiene que el Esbozo engelsiano
ha sido siempre “elogiado”, pero en realidad, poco atendido, leído
y estudiado. Su trabajo es pues una invitación a leer y discutir ese
texto fundador de la CEP ha profundidad, asumiendo que Engels
puede sostenerse sobre sus propios pies. Ya que, pensamos nosotros, la
destrucción del mito de la identidad absoluta entre estos dos amigos,
no debe significar su ruptura y “artificial enfrentamiento”. Cierto
que exige, si se le encara dialéctica y especulativamente, el identificar
las diferencias, pero también las identidades, que entre estos dos
pensadores revolucionarios siempre existieron. Pues es poco lo que “se
gana”, a juicio nuestro, si se quiere sobajar a uno para ensalzar al otro.
Se requiere, pues (y para parafrasear, una vez más, a Karl Korsch),
ser críticos con la crítica. Lo cual implica no amilanarse ni ante las
propias afirmaciones de Marx y de Engels, ni ante ningún principio
de autoridad, tal y cómo nos lo ha mostrado Martín Mazora. Por
ello es que su trabajo puede presentar la importancia de la obra del
joven Engels (incluso en contra de las propias opiniones de su autor),
señalando el papel fundamental que el Esbozo tiene para la génesis
de la CEP en cuanto tal. De este modo, Mazora, ha puesto sobre la
mesa más de un elemento valioso para la re-apropiación del trabajo
engelsiano —que sin duda será muy provechoso a más de un estudioso
de la CEP—, aun cuando él mismo termina por decretar la caducidad
del Esbozo y por minusvalorar la obra del joven Marx, puntos en los
que en definitiva no podemos seguir a Mazora.
114
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
Por otra parte, el trabajo de González Valera restituye la
importancia sobre un periodo en la vida y obra de Marx que ha sido
despreciado por muchos y fetichizado por otros. Ha puesto, por lo
menos en el idioma castellano, por primera vez, información muy
valiosa sobre el contexto y origen de los estudios económicos de
Marx, que lo pone en relación con una tradición del pensamiento
económico alemán que en las periferias ha sido poco atendido (con la
excepción de Álvaro García Linera que ya mencionamos). Tal y como
el marxólogo latinoamericano ha puesto sobre la mesa, los estudios
sobre el periodo 1842-1843 han sido poco desarrollados, con lo cual
se hace necesario romper con ciertos clichés fuertemente establecidos
en ciertas historiografías marxianas, de que aquellos manuscritos de
Marx son lanzados desde una posición democrática y liberal. Como
hemos intentado mostrar, a muy grandes y toscas pinceladas, ello no
es del todo cierto. En los manuscritos de 1842-1843 tenemos a un
joven Marx, que antes de ser un demócrata o liberal es crítico de esas
mismas corrientes políticas, y que adelanta apuntes, ideas, tanteos, que
ya se encargan en cuanto tal de la “cuestión económica” o apuntan en
esa dirección. Lo cual desde luego exige más y nuevos estudios, que
convaliden lo aquí expuesto o en su caso lo desechen por insostenible.
Después de todo, estamos convencidos de que la única manera
a través de la cual puede avanzar el pensamiento crítico es a través
de la polémica, el debate, la confrontación y la discusión que obliga
siempre a poner en marcha un sano escepticismo que debe partir
por ser dirigido sobre nuestras “propias certezas”. Sea como fuere, lo
principal que nos han mostrado tanto los trabajos de Mazora como
los de González Valera, es que aún queda mucho por pensar, discutir,
leer y descubrir del periodo juvenil de Marx y Engels, fundadores de
la CEP.
Alejandro Fernando González Jiménez
115
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2•2
118
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una discusión
Sobre los orígenes engelsianos de la crítica de la economía política: una
discusión
Alejandro Fernando González Jiménez. Universidad Nacional Autónoma
de México, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Ciudad de México,
México.
[email protected]
Abstract. Two hundred years after the birth of Friedrich Engels, we will be
visiting in this work, the discussion about his role in the production of the
Critique of political economy project. This discussion will be approached
through the work of Martín Mazora, entitled Marx disciple of Engels. Mazora’s
thesis will be contrasted with the work of Nicolás González Varela, about
Marx’s first encounter with the Economy. Finally, we complete this text
with the formulation of a hypothesis that argues the origins of the critique
of political economy, founded in a larval way, in Marx’s youthful writings of
1843, published in the Rheinische Zeitung
Keywords: Marx; Engels; Marxism; historical materialism; economics;
critique of political economy
CAPÍTULO 4
Sobre la hegemonía. Engels precursor de
Lenin y Gramsci
Gerardo Ambriz Arévalo
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Resumen
En el presente artículo intento mostrar que en la obra tardía de Friedrich
Engels se encuentran varias ideas que pueden asociarse al concepto de
hegemonía. El texto que concentra la mayoría de dichas ideas está en el
prólogo que Engels realiza en 1899, justo en el año de su muerte, para la
obra de Karl Marx titulada Las luchas de clases en Francia. Previamente
al análisis del prólogo, también conocido como su “testamento político”,
expondré los diferentes sentidos que tuvo el concepto de hegemonía en las
obras de Lenin y Gramsci, exposición que nos ayudará, por un lado, a revisar
las interpretaciones de Perry Anderson, Cristine Buci-Glucksmann, Jacques
Texier, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, José Aricó, Atilio Boron, entre
otras; y, por el otro, a problematizar el concepto en cuestión y ver cuál fue
el aporte de Engels y en qué se adelantó a lo tratado por el ruso y el italiano,
respectivamente.
Palabras clave: Marxismo; Ideología; Hegemonía; Revolución; Lucha de
clases
Ambriz Arévalo, G. (2021). Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci. En J.
Ortega y G. Ambriz Arévalo (Eds). El espíritu pensante: Engels en su bicentenario (pp. 121-165)
Religación Press https://doi.org/10.46652/religacionpress.2.c5
122
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
Introducción1
Casi desde el momento de su muerte la obra de Friedrich Engels
se ha visto envuelta en una serie de controversias, no sólo en el ámbito
del anti-marxismo, sino también en el ámbito de los que se declaran
simpatizantes y seguidores de la teoría encabezada por Karl Marx.
Llama la atención que incluso quienes se asumen como marxistas son
los que han vertido los señalamientos más severos contra el autor de
La situación de la clase obrera en Inglaterra. Estos van desde el desprecio
de sus ideas, pasando por las acusaciones de traición a la dialéctica de
Marx (2004, p. 178; Schmidt, 1976, p. 31), y al socialismo2, hasta
llegar, en los casos más extremos, a considerar su obra madura como
sinónimo de la doctrina soviética del Diamat.3
A pesar de todos esos ataques a la obra de Engels existe el
caso de autoras y autores que han intentado defender la interpretación
que hizo de Marx4, y que incluso han mostrado la originalidad y la
actualidad que tienen sus planteamientos en los terrenos de la teoría
y de la práctica política, en especial los concernientes al ecologismo5,
al feminismo6 y en general a la estrategia de lucha para conquistar
1
Este trabajo es parte de una investigación posdoctoral realizada actualmente en el
Programa Institucional de Maestría en Filosofía de la Cultura, y ha recibido el apoyo económico
del CONACYT.
Como señala Kangal: “Una historia sugiere que Engels no es sólo el cofundador del
socialismo moderno, pero también su malévolo detractor” [One tale suggests that Engels is not
just the co-founder of modern socialism but also its malevolent detractor] (Kangal, 2020, p. 3).
2
3
El caso más emblemático es el de Lucio Colletti (1977).
Recientemente, César Ruiz (2019, p. 12) intentó poner en su justa dimensión lo
que quiso hacer Engels con la teoría de Marx. En este mismo sentido, véase José Manuel Bermudo (1979, p. 138). Por su parte, José Ferraro (1998, pp. 38-39) elaboró todo un argumento
en contra de Colletti, Sartre y Lukács, quienes sostenían que Engels distorsionó la dialéctica de
Marx.
4
Michael Löwy (2012) es quien se ha encargado de mostrar los aportes de Engels al
pensamiento ecologista.
5
6
2010).
Sobre el aporte de Engels a la reflexión sobre el feminismo, revisar a Sayers et al.,
Gerardo Ambriz Arévalo
123
el poder político. Y es en el tema de la estrategia en el que quiero
centrarme en este escrito, pues gira en torno a la cuestión de la
hegemonía que, aunque Engels no utilizó este término, está latente
en varias de sus obras, principalmente en la famosa introducción
hecha en 1895 al texto de Marx conocido como Las luchas de clases
en Francia. Sin duda, el concepto de hegemonía es hoy en día uno de
los más debatidos en el ámbito de la filosofía y la ciencia política. Sólo
que en dichos debates se ha tendido a destacar la figura de Antonio
Gramsci, dejando a Lenin en el margen y a Engels en el olvido. A
manera de homenaje y recordatorio, el objetivo en las siguientes líneas
es resaltar la importancia y actualidad de las ideas de Engels sobre la
hegemonía, no sin antes exponer lo teorizado al respecto por Lenin
y Gramsci, lo cual servirá para mostrar cómo sus principales tesis se
encontraban en germen en la obra tardía del comunista de Barmen.
La hegemonía en Lenin
En La palabra H, Perry Anderson hace un rastreo histórico
del término “hegemonía”, el cual va desde la antigua Grecia hasta
nuestros días. En su análisis de este concepto, ubica a Herodoto como
el primero en hablar de “hegemonía” (ἡγεμονία), esto para referirse
al liderazgo espartano dentro de una alianza de ciudades-Estado para
enfrentar militarmente “la invasión persa de Grecia” (2018). De
ahí, se salta hasta la Alemania de mediados del siglo XIX, donde en
varios círculos académicos y periodísticos se hablaba de hegemonía
(Hegemonie-Vorherrschaft) también en el sentido de liderazgo, pero
aludiendo a Prusia “como el reino capaz de liderar a los demás Estados
alemanes en el camino hacia la unidad” (Anderson, 2018).
Según el historiador marxista, será en plena agonía del siglo
XIX cuando el término “hegemonía” no se referirá a las relaciones
políticas entre los Estados, sino a las relaciones “dentro de uno de
124
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
ellos”. Y no será en Alemania, sino en Rusia donde surgirá la versión
clásica de éste, precisamente en el contexto de las discusiones y escritos
de las principales figuras del movimiento político anti-zarista: Pavel
Axelrod, Gueorgui Plejánov y Lenin. Perry Anderson no se detiene
mucho en los primeros dos autores, simplemente cita dos fragmentos
escritos por ellos en 1900 y 1901, respectivamente. De Axelrod
cita lo siguiente: “Mantengo que, sobre la fortaleza de la posición
histórica de nuestro proletariado, la socialdemocracia rusa puede
ganar la hegemonía en la lucha contra el absolutismo” (Anderson,
2018, p. 17). Y de Plejánov esto otro: “«nuestro partido debe tomar
la iniciativa en la batalla contra el absolutismo» a fin de ganar para
«la socialdemocracia rusa –la vanguardia de la clase obrera rusa– la
hegemonía política en la lucha contra el zarismo»” (Anderson, 2018,
p. 17).
El caso de Lenin es especial para Anderson, y en su opinión es el
autor que primero aborda la cuestión de la hegemonía de una manera
más sistemática, ya que para él este término no era algo “aleatorio” y
suponía toda una estrategia sobre cómo el proletariado podría ganar la
hegemonía (gegemoniya) y aspirar al triunfo de su revolución a través
del establecimiento de alianzas con otras clases, en especial con la clase
campesina. Así, Perry Anderson (2018) resalta aquel sentido leninista
de hegemonía donde se pone el énfasis en el “liderazgo político” a
cargo de la clase obrera dentro de una “alianza de clases”, sentido que
se encuentra en sus textos escritos entre 1902 y 1917, pues ahí Lenin
defendía la alianza, pero liderada o dirigida por la clase trabajadora,
toda vez que la burguesía liberal no asumía ese papel ni era capaz de
representar una fuerza real contra el absolutismo. Anderson cita un
fragmento donde Lenin planteaba claramente que si la vanguardia
proletaria no tomaba la iniciativa “dejaría a los liberales al mando,
pondría en sus manos la educación política de los trabajadores [y]
les cedería la hegemonía en la lucha política” (2018, p. 18). Esta
advertencia fue escrita por Lenin en 1902, y es una de las tantas que
Gerardo Ambriz Arévalo
125
aparecen en su artículo publicado en Iskra: “La agitación política
y el punto de vista de clase”. Fue con el paso de los años como el
revolucionario ruso fue reconociendo cada vez más la importancia
estratégica detrás del hecho de que el proletariado estableciera y liderara
una alianza con la clase campesina. Según la interpretación el autor de
El Estado absolutista, “el campesinado era el aliado fundamental que la
clase obrera debía reunir tras de sí, guiando las fuerzas elementales de
la rebelión en el campo, ahora en pleno despliegue, hasta una victoria
común sobre el zarismo” (Anderson, 2018, p. 18).
Dicha alianza era fundamental para Lenin en un contexto de
1905 que incluía el primer ataque importante que tuvo que enfrentar
el régimen de Nicolás II. Y lo seguirá siendo en 1917, lo cual se refleja
en su obra Las tesis de abril, donde no se olvidó de incluir los intereses
de la clase campesina en el proyecto socialista. En la segunda tesis,
por ejemplo, Lenin hace un llamado al partido bolchevique para que
éste, aprovechando la coyuntura, animara al proletariado a pasar de
la etapa revolucionaria donde se encumbró la burguesía liberal (la
Revolución de febrero), a la etapa “que debe poner el poder en manos
del proletariado y de las capas pobres del campesinado” (2004, p. 15).
En las tesis 3, 4 y 5, por su parte, interpela al partido bolchevique
en el sentido de dar la batalla en el terreno ideológico para, por un
lado (tesis 3), demostrar que el gobierno provisional es un “gobierno
de capitalistas”, y como tal tiene intereses de clase que quieren
ocultar bajo el manto de la defensa de los intereses de toda Rusia;
por el otro (tesis 4 y 5), lo interpela para explicar a las masas que la
única salida a los problemas rusos era que los “Sóviets de Diputados
Obreros, Braceros y Campesinos en todo el país” (Lenin, 2004, p.
17), encabezaran el gobierno revolucionario.
También en 1917, pero unos días después de la Revolución
de octubre, Lenin reiteraba su confianza en el mantenimiento de la
alianza entre los obreros y campesinos, pero ya con la mira puesta en
126
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
el establecimiento de un socialismo garante de los intereses comunes
de ambas clases:
Al referirme a la alianza de los obreros bolcheviques con los
eseristas de izquierda, en quienes depositan hoy su confianza
muchos campesinos, procuré demostrar en mi discurso que
dicha alianza puede ser una “coalición honrada”, una alianza
honrada, ya que no existen divergencias radicales de intereses
entre los obreros asalariados y los campesinos trabajadores
y explotados. El socialismo puede satisfacer plenamente los
intereses de unos y otros. Sólo el socialismo puede satisfacer
sus intereses (1961a, p. 269).
Queda claro que para Lenin la hegemonía era crucial para
el triunfo de la revolución, pero también era importante para la
constitución del proletariado como clase, pues como él dijo: “Desde
el punto de vista del marxismo, la clase que niega o no comprende
la idea de la hegemonía no es una clase — o no es aún una clase—,
sino un gremio o una suma de diversos gremios” (1977, p. 48). Pero
la hegemonía y la alianza propuesta por el autor ruso no involucraba
solamente al campesinado, también apuntaba a la unión con otras
clases o grupos marginados. Perry Anderson cita el siguiente fragmento
donde Lenin claramente sugiere al proletariado apoyar activamente
a cualquier movimiento o grupo social, por muy pequeño que sea,
con la finalidad de reafirmar su hegemonía o liderazgo y convertir la
protesta en un movimiento revolucionario:
He ahí por qué nuestro deber primordial es el de explicar al
proletariado, ampliar –y, mediante la participación activa de
los obreros–, apoyar toda protesta liberal y democrática, sea
esta protesta provocada por un choque de los miembros del
zemstvo con el Ministerio del Interior o de los nobles con el
régimen policial de la Iglesia ortodoxa, o de los estadísticos
con los sátrapas zaristas, de los campesinos con los zemskie
nachdlniki, o de los miembros de sectas religiosas con la
Gerardo Ambriz Arévalo
127
policía, etc. Quienes fruncen despectivamente el ceño ante
la insignificancia de algunos de estos choques o la «poca
esperanza» de transformarlos en un incendio general no
comprenden que la múltiple agitación política es justamente
el foco hacia el que convergen los intereses esenciales de la
educación política del proletariado con los intereses esenciales
de la evolución social de todo el pueblo, es decir, los intereses
de todos los elementos democráticos que lo componen (2018,
p. 17).
En su texto de 1905, “Dos tácticas de la socialdemocracia
en la revolución democrática”, texto fundamental para entender
la hegemonía en Lenin, habla de una batalla ideológica que debe
implementar la dirigencia partidista para contrarrestar la confusión
que generaba el mezclar y “confundir las consignas políticas populares
del proletariado revolucionario con las de la burguesía monárquica”,
y, además, para evitar que se adulteraran “las condiciones de la victoria
decisiva de la revolución sobre el zarismo”. Esta lucha ideológica,
según él, evitaría la desorientación y la desorganización proletaria y,
más importante aún, contribuiría a “indicar el único camino de la
victoria y agrupar en torno a la consigna del proletariado a todos los
elementos revolucionarios y republicanos del pueblo” (1976, p. 56).
Respecto a la importancia de la ideología en la articulación
hegemómica, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe (2015) señalan que
Antonio Gramsci fue el primer marxista en concebirla en sentido
materialista y en no ponerla como sinónimo de “falsa conciencia”7.
Me parece que eso no es así, ya que la ideología en Lenin, lo mismo
que en Engels, como lo veremos más adelante, es un factor que tiene
“Todo depende de, pues, de cómo se conciba a la ideología. Aquí Gramsci vuelve
a distanciarse de la problemática clásica en dos puntos fundamentales. El primero se basa en su
concepción material de la ideología. La ideología no se identifica para Gramsci con un ‹‹sistema
de ideas›› o con la ‹‹falsa conciencia›› de los autores sociales, sino que es un todo orgánico y relacional, encarnado en aparatos e instituciones, que mantiene la unidad de un bloque histórico
en torno a ciertos principios articulatorios básicos” (Laclau y Mouffe, 2015, p. 101).
7
128
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
un impacto material en las luchas sociales y de ninguna manera se
pueden reducir ni a una cuestión de “ideas” ni a una “falsa conciencia”.
Como se puede apreciar en la siguiente cita, la ideología puede servir
para encubrir intereses de clase inconfesables, pero también sirve para
generar conciencia, educar, organizar, motivar y generar vínculos
entre las masas:
Todo el trabajo habitual, regular, cotidiano de las organizaciones
y grupos de nuestro partido, la labor de propaganda, agitación
y organización, está orientado a robustecer y ensanchar la
vinculación con las masas. En los períodos revolucionarios
esta labor es más necesaria que nunca. En tales momentos,
la clase obrera se siente instintivamente impulsada a la acción
revolucionaria abierta, y nosotros debemos saber plantear con
acierto los objetivos de esa acción para difundirlos después
del modo más vasto posible y lograr que sean comprendidos.
No hay que olvidar que el pesimismo en boga sobre nuestros
vínculos con las masas suele emplearse ahora como pantalla
para encubrir las ideas burguesas sobre el papel del proletariado
en la revolución. Es indudable que aún tenemos que trabajar
muchísimo para educar y organizar a la clase obrera (Lenin,
1976, p. 14).
Ideas leninistas como esta, fueron interpretadas por Alejandro
Sánchez como una respuesta clara a las críticas de Laclau y Mouffe al
supuesto determinismo económico marxista, consistente en que toda
ideología está determinada por el lugar que ocupa su portador dentro
de las relaciones de producción, pues Lenin “hace hincapié en el
trabajo de propaganda, pedagogía política y formación que permitiría
ensanchar las fronteras políticas de la sociedad civil rusa” (Sánchez,
2019, p. 411), es decir, el revolucionario rusa nunca consideró que
la situación de la clase generaba automática y mecánicamente tanto
un “sujeto revolucionario” como la ideología de dicho sujeto8. Este
8
Como Lenin lo indica, la cohesión de la misma clase trabajadora, y la alianza con
Gerardo Ambriz Arévalo
129
mismo autor señala las inconsistencias que tiene el argumento de la
pareja de autores para mostrar que la hegemonía en Lenin obedece
a una simple “alianza de clases” cuyo vínculo es el grosero interés
económico. En este sentido, dice Alejandro Sánchez, Lenin “sugiere
un concepto de hegemonía que no es tanto una mera “alianza de
clases” como una operación de conciencia política y liderazgo, esto
es, destinada a la formación de determinados consensos entre amplias
capas de las clases subalternas” (2019, p. 412).
Según lo interpreta Sánchez Berrocal, lo que une a las clases
explotadas, y permite la hegemonía de una de ellas, no es un simple
interés económico, ello implica “una operación de concienciación
política y liderazgo, esto es, destinada a la formación de determinados
consensos entre amplias capas de las clases subalternas” (2019, p. 412).
Esto significa que Lenin no era tan ingenuo como para creer que una
alianza y el liderazgo se realiza simplemente con que cierta clase social
negocie con otra qué intereses entran, y cuáles no, dentro del pacto.
Además de esto se requiere de toda una estrategia ideológica para
convencer a otras clases del proyecto socialista, pero no un proyecto
que lo elabora cierta élite del partido para imponerlo a rajatabla, sino
uno que es construido por el proletariado y sus aliados antes, durante
y después del triunfo revolucionario. En 1905 Lenin hablaba de
“imprimirle” a la revolución contra el zarismo un “sello proletario, o,
para decirlo más exactamente, el sello proletario-campesino” (1976,
p. 55). En abril de 1918, cuando al fin la alianza se consolidó con el
triunfo de la revolución, Lenin escribió “Las tareas inmediatas del
poder soviético”, y, como se puede apreciar, seguirá defendiendo la
importancia de fortalecer la alianza proletario-campesina con miras
en la construcción de la “nueva sociedad”:
otras capas del pueblo, no se explican sin la elaboración de un discurso ideológico efectivo: “¡A
la cabeza de todo el pueblo y, en particular, de los campesinos, por la libertad total, por la revolución democrática consecuente, por la república! ¡A la cabeza de todos los trabajadores y explotados, por el socialismo! Esta debe ser, en la práctica, la política del proletariado revolucionario,
ésta es la consigna de clase que debe inspirar y determinar la solución de todos los problemas
prácticos, todos los pasos prácticos del partido obrero durante la revolución” (1976, p. 110).
130
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
La misión principal del proletariado y de los campesinos
pobres, guiados por él, la constituye, en toda revolución
socialista, el trabajo positivo o constructivo de formación de
una red extraordinariamente compleja y delicada de nuevas
relaciones de organización, que abarquen la producción y
distribución planificada de los productos necesarios para
la existencia de decenas de millones de hombres. Una
revolución de esta naturaleza sólo puede verse coronada por
el éxito cuando la mayoría de la población y, ante todo, la
mayoría de los trabajadores, demuestre una iniciativa creadora
histórica independiente. La victoria de la revolución socialista
quedará asegurada únicamente cuando el proletariado y los
campesinos pobres logren el grado suficiente de conciencia,
firmeza ideológica, abnegación y tenacidad. Al crear un
nuevo tipo de Estado, el Estado soviético, que abre ante las
masas trabajadoras y oprimidas la posibilidad de participar
activamente en la construcción independiente de la nueva
sociedad, no hemos resuelto más que una pequeña parte de
un problema difícil (1961b, p. 356).
Las ideas que aparecen en este fragmento son un claro ejemplo
de que para Lenin los retos para alcanzar y mantener la hegemonía
son más complejos de lo que parece. Si la hegemonía proletaria era
indispensable para la conquista del poder político, lo será también
para mantenerse en el poder, y para construir, con la ayuda de los
campesinos, nuevas relaciones sociales de producción, una ideología
y valores acordes con el socialismo y, en general, una nueva sociedad.
No obstante, Lenin no apostaba todo a la hegemonía para establecer
el socialismo, pues sabía que en los momentos inmediatos al triunfo
revolucionario se requeriría del uso de la fuerza para contener los
embates contrarrevolucionarios, es decir, pensaba que, para consolidar
el socialismo, y después el comunismo, no había otro medio más que
establecer, temporalmente,9 “la dictadura revolucionario-democrática
del proletariado y de los campesinos” (1976, p. 56).
“La dictadura democrática revolucionaria del proletariado y del campesinado es, sin
discusión, sólo un objetivo transitorio y temporario de los socialistas” (Lenin, 1976, p. 81).
9
Gerardo Ambriz Arévalo
131
Como dice Perry Anderson, en Lenin, y posteriormente en
Gramsci, la hegemonía, para ser efectiva, siempre debe ir de la mano
de la fuerza. Esto es así en los momentos pre-revolucionarios, pues
según él, para Lenin “la hegemonía en una guerra corresponde al
que lucha más enérgicamente, que nunca pierde la oportunidad de
golpear al enemigo” (2018, p. 18). Pero también es indispensable
una vez conseguido el triunfo por parte del proletariado y las clases
aliadas, ya que es urgente establecer un gobierno donde “la dictadura
–gobierno por la fuerza− se ejercería sobre el enemigo de clase, esto es,
los terratenientes feudales y los capitalistas burgueses” (Lenin, 2018,
p. 18), y donde “la hegemonía –gobierno por consentimiento− regiría
las relaciones de la clase obrera con [las] clases aliadas, sobre todo el
campesinado, que constituía la abrumadora mayoría de la población”
(Lenin, 2018, p. 18). Dicho en palabras de Lenin:
El proletariado necesita el poder estatal, organización
centralizada de la fuerza, organización de la violencia, tanto
para aplastar la resistencia de los explotadores como para
dirigir a la enorme masa de la población, a los campesinos, a la
pequeña burguesía, a los semiproletarios, en la obra de “poner
en marcha” la economía socialista. Educando al partido
obrero, el marxismo educa a la vanguardia del proletariado,
vanguardia capaz de tomar el poder y de conducir a todo el
pueblo al socialismo, de dirigir y organizar el nuevo régimen,
de ser el maestro, el dirigente y el jefe de todos los trabajadores
y explotados en la obra de organizar su propia vida social
(1961c, p. 157).
La hegemonía en Antonio Gramsci
Quienes se han ocupado de establecer cuáles fueron las
fuentes del concepto de hegemonía formulado por Antonio Gramsci
coinciden en que la principal de ellas es Lenin. El texto que estamos
siguiendo de Perry Anderson (2018) no es la excepción, ya que del
revolucionario ruso se pasa inmediatamente a la exposición de las
132
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
características principales de la teoría gramsciana sobre la hegemonía.
Anderson argumentará que lo propuesto por Lenin acerca de la
hegemonía entendida como liderazgo dentro de una “alianza de
clases” tuvo un fuerte impacto en los escritos de Gramsci previos a
su encarcelamiento, sólo que durante el encierro irá conformando
un concepto de hegemonía en el sentido de “dirección intelectual
y moral” que implica una problemática distinta y una complejidad
nunca alcanzada en los “debates rusos”.
En cuanto a la concepción de la hegemonía que implica la
“alianza de clases”, Gramsci realmente no aporta algo que supere
considerablemente lo dicho por Lenin. Dicha concepción es muy clara
en los escritos previos a su encarcelamiento, y se irá enriqueciendo a
la par de su deterioro dentro de la cárcel. La idea respecto a la alianza
de clases más conocida y citada de Gramsci es la expresada en 1926 en
La cuestión meridional. Ahí se señala lo siguiente:
…el proletariado puede convertirse en clase dirigente y
dominante en la medida en que consigue crear un sistema de
alianzas de clase que le permita movilizar contra el capitalismo
y el Estado burgués la mayoría de la población trabajadora
[…] en la medida en que consigue obtener el consenso de las
amplias masas campesinas (2002, p. 77).
La mayoría de los comentaristas que pude revisar, ubican este
texto de Gramsci como el punto de partida de su análisis. Pocos de
ellos hicieron la reconstrucción hecha la filósofa francesa Cristine
Buci-Glucksmann, quien muestra que desde 1924 Gramsci ya había
expresado, en L´Ordine Nuovo, sus primeras impresiones sobre la
cuestión de la hegemonía, y esto bajo una fuerte influencia de dos
ideas expresadas por Lenin. La primera aparece en las Dos tácticas:
Gerardo Ambriz Arévalo
133
Desde el punto de vista proletario, la hegemonía pertenece
al que combate en la lucha con más energía, a aquel cuyas
palabras corresponden con sus actos y que, por esa razón, es
el jefe ideológico de la democracia y critica toda irresolución
(Como se citó en Buci-Glucksmann, 1979, p. 226).
La segunda, en cambio, es una de las tesis que Lenin vertió en
el III Congreso de la Comintern en 1921:
Para la victoria es preciso contar con las simpatías de las
masas. Es cierto que no siempre es imprescindible la mayoría
absoluta; pero para triunfar, para mantener el poder, no sólo
es necesaria la mayoría de la clase obrera… sino también la
mayoría de la población rural explotada y trabajadora (Como
se citó en Buci-Glucksmann, 1979, p. 242).
De estos dos planteamientos, según Buci-Glucksmann,
Gramsci extrae la esencia y expresa lo siguiente en L´Ordine Nuovo,
un número especial dedicado a Lenin en marzo de 1924:
El bolchevismo ha desarrollado por vez primera en la
historia internacional de la lucha de clases la idea de la
hegemonía del proletariado, y ha planteado, prácticamente,
los principales problemas revolucionarios que Marx y Engels
habían propuesto teóricamente. La idea de la hegemonía
del proletariado, dado que ha sido concebida histórica y
concretamente, lleva en sí la necesidad de un aliado para la
clase obrera: el bolchevismo ha encontrado este aliado en la
masa de los campesinos pobres… la revolución se presenta
como una hegemonía del proletariado que guía a su aliado, la
clase de los campesinos (1979, pp. 224-225).
Unos meses más tarde, pero en el mismo 1924, Gramsci,
como bien lo muestra Buci-Glucksmann, se mantiene firme en esa
134
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
convicción e intenta llevar la estrategia leninista de la alianza de clases
a su tierra natal: “nuestro partido se ha planteado explícitamente, por
primera vez, el problema de convertirse en el partido de las grandes
masas italianas, de convertirse en el partido que realice la hegemonía del
proletariado en el amplio marco de una alianza entre la clase obrera
y la masa de los campesinos” (Como se citó en Buci-Glucksmann,
1979, p. 246).
Ahora bien, en los escritos gramscianos que van de 1924 a
1926 no se nota una novedad respecto a lo dicho por Lenin sobre
la hegemonía. Será a partir de 1927, en el transcurso de su criminal
reclusión, como Gramsci, a decir de Aricó, irá introduciendo “los
elementos de novedad de su pensamiento” (1988, p. 87), es decir,
ubicará el concepto de hegemonía en una problemática distinta a la
que guió a Lenin. Como dice Perry Anderson, de la problemática
de la alianza de clases para conquistar el poder bajo la dirección del
proletariado, Gramsci pasó a la problemática de cómo “caracterizar
formas estables de gobierno por cualquier clase social”, es decir,
a la problemática donde la pregunta central será sobre el tipo
“consentimiento” o “sumisión de adversarios a un orden enemigo”
(2018, p. 2021). En su texto Las antinomias de Antonio Gramsci,
Anderson (2006) será más específico al señalar que la concepción
de hegemonía pasó de ser una estrategia de “guerra de maniobras”,
apta para un tipo de sociedad oriental (como fue el caso de la
sociedad rusa), a una “guerra de posición”, aplicable a una sociedad
occidental10. La estrategia a seguir no debe ser la misma si se toma en
cuenta que la relación entre el Estado y la sociedad civil es diferente
Buci-Glucksmann señala que Gramsci fue consciente de esta distinción gracias a
esta reflexión de Lenin de 1918 sobre la diferencia entre una formación social como la rusa y
otras donde existe un capitalismo que cuenta con instituciones culturales más avanzadas que le
ayudan a sostener su poder. Aludiendo al mismo Lenin, Gramsci dirá lo siguiente: “Me parece
que Ilich había comprendido que era necesario pasar de la guerra de movimiento, victoriosamente aplicada en Oriente el año 17, a la guerra de posición, que era la única posible en Occidente” (Gramsci, como se citó en Buci-Glucksmann, 1979, p. 244).
10
Gerardo Ambriz Arévalo
135
en los dos tipos de sociedad. En el caso de las sociedades orientales, el
Estado concentra la mayoría del poder y, por lo mismo, su conquista
implica un ataque directo (la guerra de maniobra). En las sociedades
occidentales, en cambio, dado que el poder estatal está apuntalado por
una serie de instituciones de la sociedad civil, la estrategia idónea es la
lenta “guerra de posiciones” que depende de la lucha ideológica para
alcanzar la hegemonía. Perry Anderson cita varios fragmentos de los
Cuadernos de la cárcel, pero el que muestra claramente la distinción
es el siguiente:
En Oriente, el estado lo era todo, la sociedad civil era primitiva
y gelatinosa; en Occidente existía una relación apropiada
entre estado y sociedad civil, y cuando el estado temblaba,
la robusta estructura de la sociedad civil se manifestaba en el
acto. El estado sólo era una trinchera avanzada, tras de la cual
había un poderoso sistema de fortalezas y casamatas; más o
menos numerosas de un estado al otro, no hace falta decirlo
–pero precisamente esto exigía un reconocimiento exacto de
cada país individual (Gramsci, como se citó en Anderson,
2006, p. 22).
Lo que mantuvo ocupado a Gramsci durante el encierro,
entonces, fue lo de los alcances de la guerra de posición y lo de dar
cuenta de dónde y cómo hace valer su hegemonía la clase capitalista, lo
cual hizo que se enfocara más en la cuestión de la hegemonía entendida
como liderazgo “intelectual y moral”, y en la lucha ideológica que
lleva implícita. Así plantea Gramsci estos dos aspectos:
Las ideologías ya existentes se transforman en “partido”, se
confrontan y entran en lucha hasta que una sola de ellas, o al
menos una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a
imponerse, a difundirse por toda el área social, determinando
además de la unidad de los fines económicos y políticos, la
unidad intelectual y moral, planteando todas las cuestiones
en torno a las cuales hierve la lucha no sobre un plano
136
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
corporativo sino sobre un plano “universal” y creando así la
hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de
grupos subordinados (1980, p. 57-58).
Sobre la cuestión del liderazgo intelectual, Laclau y Mouffe
(2015) dirán que en eso consiste precisamente la gran diferencia
entre la hegemonía en Lenin, entendida como “liderazgo político” y
donde subyace, según ellos, una lógica de intereses de sectores sociales
preconstituidos” (la alianza de clases), y la hegemonía en Gramsci,
que implica un liderazgo, pero “intelectual y moral”. En el primer
caso, la hegemonía,
…puede establecerse sobre la base de una coincidencia
coyuntural de intereses que mantenga separada la identidad de
los sectores intervinientes; mientras que, en el segundo, supone
que hay un conjunto de ‹‹ideas›› y ‹‹valores›› compartidos por
varios sectores o, en nuestras propias palabras, que ciertas
posiciones de sujeto cortan transversalmente a varios sectores
de clase (Laclau y Mouffe, 2015, p. 101).
Los dos autores también sostendrán que en toda su obra
Gramsci entendía la hegemonía bajo esas dos lógicas11, no obstante,
ellos quisieron rescatar el aspecto intelectual y moral por encajar mejor
dentro de sus propósitos de formular una teoría sobre la hegemonía
y la democracia radical que le adjudicaba a cualquiera de los nuevos
movimientos sociales (feministas, ecologistas, etc.) un potencial
hegemónico, más allá de los movimientos de clase.
Tengan o no tengan razón, Laclau y Mouffe fueron quienes
más pusieron el énfasis en la dimensión “intelectual y moral” como el
Javier Balsa analiza las dos dimensiones que tiene la hegemonía en Gramsci, como
alianza de clases y como dirección intelectual y moral”, e introduce una más: “hegemonía estructurada a partir de la difusión de un “modo de vida” que favorecería la aceptación de la situación
de dominación” (Balsa, 2006, p. 16).
11
Gerardo Ambriz Arévalo
137
elemento decisivo para distinguir entre la hegemonía y la dominación,
entre el consenso y la coerción. En ese sentido, la hegemonía se estaría
planteando dos retos que coinciden con las preguntas que una vez
enunció Terry Eagleton, a saber:
¿Cómo tomará el poder la clase trabajadora en una formación
social donde el poder dominante está sutil y ampliamente
extendido a través de prácticas diarias habituales, íntimamente
conectadas con la cultura misma e inscritas en nuestras
experiencias desde la guardería al tanatorio? ¿Cómo combatir
un poder que se ha llegado a entender como el “sentido
común” de la sociedad en vez de percibirse como algo extraño
y opresivo? (2005, p. 154).
No obstante, estos retos, la clase que quiera alcanzar la
hegemonía tiene que alcanzar el consenso, lo que a su vez implica,
como dice Santiago Castro-Gómez, que dicha clase logre “que las
demás clases acepten voluntariamente todo su sistema de valores”, es
decir “una forma de poder que, sin embargo, no recurre a la violencia
física sino al liderazgo moral y cultural con el fin de asegurar la
adhesión y el consentimiento libre de las masas” (2015, p. 294).
Todos esos retos se resuelven en una lucha ideológica que en
la teoría de Gramsci tiene un papel central. El lugar de esta lucha es,
según Gramsci, el conjunto de las instituciones de la sociedad civil
o “los organismos vulgarmente llamados privados” como la iglesia,
las escuelas, los medios de comunicación, etcétera, y el objetivo es
la obtención del “consenso espontáneo que las grandes masas de la
población dan a la dirección impuesta a la vida social por el grupo
dominante” (1975, pp. 17-18). En la interpretación de Mouffe,
además del aspecto político de la definición gramsciana de hegemonía,
sobresale el elemento intelectual y moral que apunta hacia “las
condiciones ideológicas que deben ser cumplidas para que sea posible
una […] voluntad colectiva” (1985, p. 130). En la construcción de la
138
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
hegemonía, entonces, la ideología cumple un papel privilegiado pues,
como ella asegura, para el comunista italiano “los hombres siempre
toman conciencia de sí mismos y de sus tareas en el terreno de una
concepción determinada del mundo, y toda posibilidad de transformar
la sociedad debe pasar necesariamente por la transformación de esa
concepción del mundo” (1985, p. 130).
Para la autora belga hay una diferencia muy grande entre
la propuesta teórica de Gramsci y cualquiera que se haya formulado
antes que él. Y eso porque para el italiano no hay ideologías prefijadas
por X situación de clase, mismas que después entran en conflicto
(ideología proletaria versus ideología burguesa). Hay, eso sí, una visión
o concepción común del mundo que de ninguna manera corresponde
exclusivamente a “la ideología clasista de una clase dominante”. Una
concepción del mundo es, más bien, una articulación, mediante el
principio hegemónico, de un conjunto de elementos ideológicos que
no tienen ningún carácter de clase predeterminado, ni es la expresión
exclusiva de una clase, por más dominante que ésta sea. Para
Gramsci, asegura Mouffe, una clase no necesariamente se convierte
en hegemónica una vez que llega al poder por la vía que sea y toma
el control de los aparatos ideológicos del Estado; se convertirá en
hegemónica cuando sea,
…capaz, a través de la lucha ideológica, de articular a su
principio hegemónico las mayoría de los elementos ideológicos
importantes de una sociedad dada. Por ello le ha sido posible
crear una visión del mundo determinada y establecer una
cierta “definición de la realidad” que es aceptada por aquellos
sobre los cuales ejerce su hegemonía (1985, p. 130).
En suma:
Es en la ideología, a nivel del discurso, donde se crea esta
Gerardo Ambriz Arévalo
139
definición de la realidad que, desde el filósofo hasta el sentido
común, pasando por todos los niveles de cultura, definirá lo
que es justo y lo que es injusto, lo que es posible y lo que es
imposible, y son estos “límites del mundo” lo que es preciso
transformar para crear otro tipo de “subjetividad”. Esta
importancia de la ideología había sido obviamente captada
por los clásicos del marxismo, pero ellos consideraban que el
cambio sólo sería posible después de la toma del poder, lo
cual conducía a negar la importancia de los factores subjetivos
en el proceso revolucionario. Este error, que provenía de
una concepción de la ideología como falsa conciencia que
desaparecería una vez que las condiciones económicas
hubieran sido modificadas, fue desastroso en el caso de los
países occidentales, donde la hegemonía de la burguesía
permitió a ésta imprimir su dirección intelectual y moral a
la sociedad y presentarse como portadora del interés general
(Mouffe, 1985, p. 144).
Esta interpretación de Mouffe, que no difiere de Laclau, generó
muchas críticas, las cuales no podrían siquiera enunciarse en este
breve trabajo. Sólo mencionaré rápidamente las que considero más
importantes y que se conectan con otras características del concepto
gramsciano de hegemonía. Me refiero a las críticas vertidas, por un
lado, contra el supuesto énfasis puesto en la cuestión del consenso
dentro de la sociedad civil y, por el otro lado, a su neoidealismo o al
papel nulo que le dio a las condiciones materiales o económicas de la
hegemonía.
Sobre la primera crítica, el filósofo español César Ruiz Sanjuán
mostró las deficiencias teóricas y prácticas de la “interpretación
reducida de la hegemonía”, interpretación que suele resaltar el papel
del consenso, y que soslaya la función y la importancia de la coerción12
La razón de que la obra de Gramsci sea interpretada en dos sentidos contrapuestos
es explicada por Perry Anderson de la manera siguiente: “En los Cuadernos, la hegemonía adquiría así dos ampliaciones de significado en tensión mutua. Ahora incluía tanto la obtención
12
140
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
o la fuerza que es inseparable en todo ejercicio de la hegemonía.13 Este
tipo de interpretaciones, según él:
Está en la base de la idea socialdemócrata de la vía parlamentaria
al socialismo, según la cual la estrategia socialista debe consistir
en ganar ideológicamente a la clase obrera hasta que se alcance
una mayoría aritmética, de modo que se haga posible un
tránsito pacífico e indoloro hacia el socialismo (2016, p. 7).
Los que han estudiado la teoría marxista saben que, por
defender ideas similares, Eduard Bernstein fue criticado duramente
a principios del siglo XX. Cuando analicemos el planteamiento de
Engels abordaremos un poco más este asunto. Lo que no se ha querido
mencionar por algunos comentaristas es, justamente, la parte leninista
que siempre acompañó al pensamiento de Gramsci, recordemos
que para Lenin el tránsito hacia el comunismo era impensable sin
la implementación temporal de la dictadura del proletariado y la
hegemonía. Como diría Perry Anderson “la hegemonía era polivalente:
impensable sin consentimiento, impracticable sin la fuerza” (2018, p.
23). Dicho en palabras de Gramsci:
El criterio histórico-político en que debe basarse la
investigación es este: que una clase es dominante de dos
maneras, esto es, es «dirigente» y «dominante». Es dirigente
de las clases aliadas, es dominante de las clases adversarias. Por
eso una clase antes de subir al poder puede ser «dirigente» (y
debe serlo): cuando está en el poder se vuelve dominante, pero
sigue siendo también «dirigente›› (1981, p. 107).
por los gobernantes del consentimiento de los gobernados como la aplicación de la coerción
necesaria para hacer cumplir sus órdenes. Como dejaban claro sus formulaciones originarias,
la intención de Gramsci era conjugar las dos; pero sus notas en la cárcel eran fragmentarias y
exploratorias, no terminadas o concluyentes, lo que permitía oscilaciones o incoherencias de
expresión” (2018, p. 21).
José Luis Villacañas, es uno de los que han hecho algunas observaciones a la interpretación que de Gramsci hicieron Laclau y Mouffe: “el populismo asume a Gramsci y su teoría
de la hegemonía, pero detesta su sentido pragmático, su aspiración teleológica, su capacidad de
fundar una Diktatur” (2015, p. 55).
13
Gerardo Ambriz Arévalo
141
Para Ruíz Sanjuán, no hay duda de que la relación entre el
consenso y la coerción se ha querido plantear como “una relación
de mutua exclusión”, pero hay pruebas, en la misma obra de
Gramsci, donde claramente se muestra, más bien, “que ambos están
dialécticamente interrelacionados” (2016, p. 8). Como muestra de
ello cita lo siguiente donde Gramsci señala que la hegemonía es la
suma entre la fuerza y el consenso:
El ejercicio “normal” de la hegemonía en el terreno, ya clásico,
del régimen parlamentario se caracteriza por la combinación
de la fuerza y el consenso que se equilibran en formas variadas,
sin que la fuerza rebase demasiado al consenso, o mejor
tratando de obtener que la fuerza aparezca apoyada sobre el
consenso de la mayoría que se expresa a través de los órganos
de la opinión pública –periódicos y asociaciones- que, con este
fin, son multiplicados artificialmente (1980, pp. 125-126).
La oposición entre el la coerción y el consenso también ha sido
trasladada, por los gramscianos liberales, a la relación entre la sociedad
civil y la sociedad política, ubicando acríticamente la hegemonía
dentro de la primera, y la coerción dentro de la segunda. Esto ha traído
como consecuencia la despolitización del concepto de hegemonía de
Gramsci. Como en el otro caso, Ruiz Sanjuán señala cómo para el
autor italiano las dos instancias de la vida social son inseparables y
“están intrínsecamente vinculadas y se influyen mutuamente en su
funcionamiento” (2016, p. 10)14. El no entender esto, el afirmar “que
el ámbito propio de la hegemonía es la sociedad civil, no el Estado”,
En este fragmento de Gramsci se señala que las instancias señaladas se ubican en el
plano de la superestructura, lo cual implica que su relación es orgánica, sólo separable metodológicamente: “Por ahora se pueden fijar dos grandes planos superestructurales, el que se puede
llamar de la “sociedad civil”, que está formado por el conjunto de los organismos vulgarmente
llamados “privados” [,] y el de la “sociedad política o estado” que corresponde[n], [respectivamente], a la función de “hegemonía” que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad y la del
“dominio directo” o de comando que se expresa en el estado y en el gobierno ‘jurídico’”( 1975,
p. 17).
14
142
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
trae como consecuencias teóricas la culturalización de la política,
muy lejos de la pretensión gramsciana de politizar la cultura. Pero las
consecuencias no son sólo teóricas, sino también prácticas pues, como
señala Ruiz Sanjuán:
…el concepto de hegemonía se convierte así en una suerte de
concepto “anti-político”, que funciona como un dispositivo
que diseña una labor de zapa al nivel de la sociedad civil y que
deja para las calendas griegas la lucha por el espacio político,
que entretanto sigue siendo monopolio de la clase burguesa
(2016, p. 10).
Respecto a las críticas que se le ha hecho al idealismo de la
interpretación de Laclau y Mouffe, considero que son dos las que
cabe exponer aquí, las dos relacionadas a la pretensión de querer
articular una hegemonía, y postular un sujeto político, al margen
de las condiciones socioeconómicas. Por un lado tenemos al filósofo
francés Jacques Bidet, quien señala que la pareja de autores, en su
afán de evadir la perspectiva marxista que le asigna una centralidad
a la lucha de clases, al Estado y la economía, desarrollaron su teoría
donde “la relación capital/trabajo no es más que un elemento entre
otros, de igual importancia que los demás en una sociedad compleja
y fluctuante” (2020, p. 114), y donde los elementos discursivos
(ideológicos) llevan la batuta en la conformación de las diferentes
identidades políticas o posiciones de sujeto. En varias de sus obras,
incluso, decidieron ignorar totalmente a la “infraestructura” cayendo,
así, en el voluntarismo y/o en el idealismo:
Para decirlo en el lenguaje de Marx, pero también en el de
cualquiera de sus equivalentes en cualquier otra aproximación
realista crítica: ellos consideran la “superestructura” sin
interesarse por la “infraestructura”. En suma, hacen a un lado
la cuestión de la estructura que es la cuestión de la relación
(compleja) entre estos dos términos. En esas condiciones,
Gerardo Ambriz Arévalo
143
somos lanzados a una historicidad aleatoria y voluntarista que
proviene de la capacidad de ciertos proyectos para imponerse
sobre otros. A eso se le llamaba antes idealismo (Bidet, 2020,
p. 117).
Por otro lado, Perry Anderson nunca dejó de mostrar las dos
vertientes que ha motivado el concepto de hegemonía del italiano,
las que le conceden el peso a la sociedad civil y al consenso frente a la
sociedad política y a la coerción, y las que, como Laclau y Mouffe, le
asignan el mayor peso al papel intelectual y moral en la articulación
hegemónica frente al aspecto económico. En todo caso, Perry
Anderson reconoce que en la obra de Gramsci no se trata de elegir
una alternativa a la vez que se desecha la otra, sino en la combinación
de ambas, y si alguna tuviera más peso que la otra, eso dependería de
la coyuntura histórica de la formación social o bloque histórico en
cuestión. En su obra clásica, Las antinomias de Antonio Gramsci, cita
un fragmento que muestra esta relación no excluyente:
El hecho de la hegemonía presupone indudablemente que se
tienen en cuenta los intereses y las tendencias de los grupos
sobre los cuales se ejerce la hegemonía, que se forme un cierto
equilibrio de compromiso, es decir que el grupo dirigente
hará sacrificios de orden económico corporativo, pero es
también indudable que tales sacrificios y tal compromiso
no pueden concernir a lo esencial, ya que si la hegemonía
es ético-política no puede dejar de ser también económica,
no puede menos que estar basada en la función decisiva que
el grupo dirigente ejerce en el núcleo rector de la actividad
económica (Anderson, 1980, p. 40-41).
En su artículo “Los herederos de Gramsci”, Anderson hace una
alusión directa a Laclau y a Mouffe, y señala las “aporías” a las que se
llega cuando se hace a un lado las condiciones socioeconómicas de los
sujetos políticos y se apuesta todo a su articulación discursiva:
144
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
El giro lingüístico de la teoría, en consonancia con la moda
imperante a finales del siglo xx, propuso un idealismo
discursivo, que separaba los significados de cualquier
conexión estable con sus referentes. Aquí el resultado fue
separar tan completamente las ideas y demandas de los
amarres socioeconómicos que en principio podrían ser
adoptados por cualquier agencia para cualquier construcción
política. De forma inherente, la gama de articulaciones no
conoce límites. Todo es contingencia: la expropiación de
los expropiadores podría convertirse en consigna de los
banqueros, la secularización de las tierras de la iglesia en un
objetivo del Vaticano, la destrucción de los gremios en ideal
de los artesanos, los despidos masivos en reivindicación de la
clase obrera, los cercamientos en objetivo de los campesinos.
La propuesta se derrotaba a sí misma. No sólo se podía
articular cualquier cosa en cualquier dirección, sino que todo
se convertía en articulación. Primero, la hegemonía y, luego,
el populismo se presentó como un tipo de política entre
otros. Luego, en un movimiento inflacionario característico,
se convirtieron en la definición de toda la política como tal,
haciéndose así superfluos (2015, p. 91).
Para pensar la hegemonía con Engels
Como dije en la introducción, en la obra de Engels aparecen
algunas ideas que fácilmente pueden identificarse con las que vertieron
Lenin y Gramsci sobre la hegemonía. Muchas de esas ideas aparecen
en la introducción de Engels a La lucha de clases en Francia, misma
que escribió el año de su muerte, en 1895, y que fue bautizada por
Bernstein, quizá con intenciones inconfesables, como el “testamento
político” de Engels15. Este texto nunca es referido por Perry Anderson
en su historia del concepto de hegemonía. Quienes sí comentaron el
“testamento” y vieron, a este respecto, cierta relación de Engels con
Francesco Ricci (2016) señala que fue Karl Kautsky quien en un libro suyo de 1899
pide no leer la introducción de Engels como un “testamento”, que era como se manejaba dentro
del SPD.
15
Gerardo Ambriz Arévalo
145
Lenin y Gramsci fueron, entre otros, Jaques Texier y Atilio Boron,
sólo que no profundizaron lo suficiente en el tema. A continuación,
iré presentando las reflexiones del autor alemán que considero aportes
suyos para entender la hegemonía en clave marxista.
Engels (1973) recomienda en la introducción a Las luchas de
clases en Francia, que los dirigentes del movimiento socialista no deben
tomar al pie de la letra lo señalado en esos textos sobre la estrategia
de lucha a seguir, pues las condiciones históricas y sociales de las que
surgieron las luchas políticas en Francia alrededor de 1848 no son las
mismas que las imperantes en la Alemania de 1895. Por esta razón,
“el método de lucha de 1848, es hoy anticuado en todos los aspectos”
(Engels, 1973, p. 16). El método de lucha considerado como anticuado
por Engels, mismo que debe ser remplazado, aunque no abandonado
de manera definitiva, es la lucha de barricadas y el ataque frontal al
poder, es decir, el método implementado en la Revolución francesa de
1789, consistente en “las revoluciones hechas por pequeñas minorías
conscientes puestas a la cabeza de las masas inconscientes” (1973, p.
32). En su momento, las condiciones histórico-materiales de Francia
favorecieron el triunfo de 1789 bajo ese método16, pero esto no se
repitió en 1848, donde la lucha de barricadas tuvo, si acaso, “más
eficacia moral que material”.
Según Engels si las condiciones históricas en el contexto
francés de 1848 no fueron favorables para el triunfo del movimiento
Engels explica una de las razones que llevaron a él y a Marx a considerar este método
de lucha como el más efectivo y rápido para conquistar el poder: “Cuando estalló la revolución
de febrero, todos nosotros nos hallábamos, en lo tocante a nuestra manera de representarnos las
condiciones y el curso de los movimientos revolucionarios, bajo la fascinación de la experiencia
histórica anterior, particularmente la de Francia. ¿No era precisamente de este país, que desempeñaba el papel primordial en toda la historia europea desde 1789, del que también ahora
partía nuevamente la señal para la subversión general? Era, pues, lógico e inevitable que nuestra
manera de representarnos el carácter y la marcha de la revolución “social” proclamada en París en
lebrero de 1848, de la revolución del proletariado, estuviese fuertemente teñida por el recuerdo
de los modelos de 1789 y de 1830” (1973, pp. 14-15).
16
146
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
obrero de aquel entonces, lo serían todavía menos en la Alemania
que le tocó vivir, debido, principalmente, al poderío militar que
fue adquiriendo el aparato represor del gobierno alemán, poderío
consistente en el incremento de efectivos, en un mejor entrenamiento
táctico y disciplinario de éstos, y en el uso de un armamento
“incomparablemente más eficaz” y destructivo como “cañones”,
“fusiles de repetición” y de largo alcance, “cartuchos de dinamita”,
y “granadas de percusión, una de las cuales basta para hacer añicos la
mejor barricada” (1973, p. 29-30).
Pero así como hubo una transformación en el terreno militar
que hizo considerar a Engels (1973) como inviable, e incluso temeraria,
la lucha por esa vía, también tuvo lugar un cambio en las condiciones
materiales17 y subjetivas18 que pusieron “todo patas arriba”, lo cual lo
orilló a pensar que el movimiento socialista prosperaría “mucho más
con los medios legales que con los medios ilegales y la subversión”
(p. 35). ¿A qué medios legales se refiere Engels? Al sufragio universal,
el cual tiene las ventajas de “acrecentar” el número de votantes o
simpatizantes del movimiento proletario; medir su fuerza organizativa,
y la de su adversario, cada tres años; elegir la “acción” a seguir con
base en los resultados obtenidos. Además de esto, Engels señala otras
ventajas no menos importantes:
Engels habla sobre el desarrollo del capitalismo que propició que en Alemania, y
en otras partes de Europa, hubiera un crecimiento en las filas de la clase proletaria, es decir, “ha
puesto en todas partes claridad en las relaciones de clase, la que ha eliminado una multitud de
formas intermedias, legadas por el periodo manufacturero y, en la Europa oriental, incluso del
artesanado gremial, creando y haciendo pasar al primer plano del desarrollo social a una verdadera burguesía y a un proletariado auténtico” (1973, p. 19). Más adelante señala que gracias
al periodo de estabilidad de las últimas dos décadas hubo un “desarrollo industrial pacífico”, y
debido al incremento de los impuestos, para solventar el exorbitante gasto militar, se “echó a las
clases pobres de la población en los brazos del socialismo” (Engels, 1973, p. 23).
17
Theotonio Dos Santos y Vania Bambirra (1980) señalan que el establecimiento, por
parte de Bismarck, del sufragio universal en Alemania, se debió a varios factores entre los que
resalta la presión que ejercieron los dos partidos obreros y su militancia. Los principales grupos
eran los lassalleanos (Asociación General de Trabajadores de Alemania) y los marxistas (Partido
Socialdemócrata Obrero de Alemania).
18
Gerardo Ambriz Arévalo
147
[la] agitación electoral, nos ha suministrado un medio único
para entrar en contacto con las masas del pueblo allí donde
están todavía lejos de nosotros, para obligar a todos los
partidos a defender ante el pueblo, frente a nuestros ataques,
sus ideas y sus actos; y, además, abrió a nuestros representantes
en el parlamento una tribuna desde lo alto de la cual pueden
hablar a sus adversarios en la cámara y a las masas fuera de ella
con una autoridad y una libertad muy distintas de las que se
tienen en la prensa y en los mítines (1973, pp. 25-26).
Más allá de que el sufragio universal haya generado, entre
otras cosas, un crecimiento considerable en el número de militantes y
simpatizantes del movimiento socialdemócrata19, en esta cita aparecen
dos ideas que están relacionadas con las concepciones leninista y
gramsciana sobre la hegemonía. Por un lado, Engels consideraba
que la lucha por el sufragio les daba la oportunidad de “entrar en
contacto con las masas del pueblo”, lo cual implicaba que el partido
no sólo buscara ganar la simpatía de la clase proletaria, sino que
también intentara acercarse a otras clases para establecer y liderar una
alianza contra el régimen establecido20. Por el otro, Engels entiende
la importancia de llevar la ideología y el programa socialista a otras
tribunas o escenarios que no tenían cuando el partido operaba
desde la clandestinidad, es decir, trasladar su lucha ideológica a las
instituciones estatales misma. Veamos con más detalle estas dos ideas.
Antes que Lenin y Gramsci, Engels ya contemplaba la necesidad
de que el movimiento socialista en Alemania encontrara la manera
de establecer y dirigir una alianza con las otras clases marginadas,
en especial con algunas fracciones de la clase campesina. Sin dicha
Como Engels lo señala, el movimiento socialdemócrata pasó en un periodo relativamente corto (de 1871 a 1893) de 100 mil a casi 2 millones de electores.
19
Esta propuesta de Engels, y todo lo que ella implica, tienen para Atilio Boron
(2000) “una clara resonancia gramsciana”, pues anticipa aquella idea del comunista italiano
donde es prioritario, para poder acceder al poder, volverse hegemónica o apuntar a “la conquista
de las grandes mayorías nacionales”.
20
148
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
alianza, sus posibilidades de éxito serían bastante remotas. Pero esto
no sólo en Alemania, pues como dice Engels “incluso en Francia –los
socialistas van dándose cada vez más cuenta de que no hay para ellos
victoria duradera posible a menos que ganen de antemano a la gran
masa del pueblo, lo que aquí equivale a decir a los campesinos” (1973,
p. 32). En su texto “El problema campesino en Francia y Alemania”,
un texto que no ha recibido la importancia que se merece, Engels
expresa con más detalles los alcances y la estrategia para ganar el
consentimiento de la clase campesina. Siempre se consideraba a Lenin
como el primer marxista en identificar la importancia de establecer la
alianza con el campesinado para la construcción del comunismo, y
muy pocos21 le dieron ese mérito a Engels a pesar de la claridad con
la que expresó que:
[…] la conquista del poder político por el partido socialista
se ha ido dibujando como una meta próxima. Pero, para
conquistar el poder político, este partido tiene antes que ir de
la ciudad al campo y convertirse aquí en una potencia”, más
aún: “contra la voluntad de los pequeños campesinos no cabe
[…] ninguna transformación revolucionaria verdadera (2001,
p. 76).
Pero estos no son los únicos fragmentos donde Engels sugiere
la alianza de clases, ni tampoco es la clase campesina el único objetivo
de dicha alianza. En la misma introducción que estamos analizando
nuestro autor habla de intentar ganar el consentimiento “de las
capas medias de la sociedad, tanto los pequeños burgueses como los
pequeños comerciantes” (1973, p. 34)22. En el prólogo de 1870 a su
Como bien señala Henrich Gemkow (1975), mucho antes de que Lenin viera la
importancia de la cuestión campesina, Engels se fue convenciendo cada vez más de que sin la
alianza con los campesinos el movimiento socialista estaba destinado al fracaso, y esta idea se
consolida precisamente en este texto de 1894.
21
Henrich Gemkow señala que Engels también propuso una alianza con los intelectuales. Para sostener esto cita una carta de Engels escrita en 1890 y dirigida a August Bebel
donde habla de la importancia de esta alianza: “En sus últimos años de vida, Engels se interesó
22
Gerardo Ambriz Arévalo
149
obra Las guerras campesinas en Alemania plantea que, si el proletariado
quiere “constituir la mayoría del pueblo alemán”, tiene forzosamente
que buscar aliados entre las clases siguientes: “pequeños burgueses,
el lumpenproletariado de las ciudades, los pequeños campesinos
y los obreros agrícolas” (1971, p. 18-19). Por su parte, también en
“El problema campesino en Francia y Alemania”, llegó a afirmar que
en el partido socialdemócrata “caben individuos de todas las clases
sociales”, esto sin dejar de aclarar que no puede tener cabida en modo
alguno ningún grupo que represente intereses capitalistas (Engels,
2001).
Ahora bien, contrario a lo que opinaron Laclau y Mouffe sobre
el marxismo previo a Gramsci, para Engels es evidente que la alianza
de clases, bajo la dirección del proletariado, no es posible sin una
lucha ideológica. Para el autor comunista, las condiciones económicas
de cierta formación social pueden generar un gran ejército de
proletarios, pero estas mismas no producen en automático, o de
manera mecánica, ni una conciencia de clase acorde con sus intereses,
ni una lucha política contra el capitalismo, ni mucho menos la alianza
de las clases desposeídas de los medios de producción. En otros de
sus escritos, solo o en la compañía de Marx, Engels siempre tuvo en
mente la importancia de la lucha ideológica. En La ideología alemana,
por ejemplo, no dejan de señalar lo prioritario que es “engendrar
en masa” una “conciencia comunista” (Engels, 1958, p. 82) para la
transformación revolucionaria de la sociedad capitalista. En el prefacio
primordialmente por la relación entre la clase obrera y la intelectualidad con miras al advenimiento de una futura sociedad socialista. Pero, en repetidas oportunidades Engels hizo notar a
August Bebel que un sólido partido de clase proletario, en el que se ha impuesto el marxismo,
puede y debe poner en práctica una política activa de alianza con la intelectualidad: “Para tomar
posesión y poner en movimiento los medios de producción, necesitamos gente con instrucción
técnica, y en cantidad [...] y preveo que en los próximos ocho o diez años reuniremos bastantes
jóvenes técnicos, médicos, abogados y maestros para que podamos administrar las fábricas y las
grandes fincas en nombre de la nación y con camaradas del partido” (1975, p. 210).
150
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
antes mencionado de Las guerras campesinas en Alemania, señala que
para que la clase obrera se convierta en la vanguardia del movimiento
revolucionario, tiene que “redoblar sus esfuerzos” para, por un lado,
derrocar a la ideología dominante, es decir, para “desembarazarse cada
vez más de la influencia de la fraseología tradicional, propia de la vieja
concepción del mundo”, y por el otro, para “difundir” cada vez más
la conciencia socialista tanto “entre las masas obreras”, como “entre
la población rural” (Engels, 1971, p. 29). Y en 1893, en una carta
a Mehring, señala el peso significativo que tiene la lucha contra la
ideología dominante para el derrocamiento del régimen, y lo dice con
las siguientes palabras:
La destrucción de las leyendas patrióticas de la monarquía no
es una condición absolutamente indispensable para derrocar
esa misma monarquía que sirve para encubrir la dominación
de clase […], pero es, a pesar de todo, uno de los resortes más
eficaces para lograr ese derrocamiento (Engels, 1955, p. 533).
Para Engels, entonces, los potenciales logros de la lucha legal
e ideológica consisten en la ganancia de adeptos; en la posibilidad
de contactar y convencer a los diversos sectores de la sociedad de las
ventajas de su proyecto político y social; en la oportunidad, incluso,
de conformar una ideología y un programa que incluya las ideas y los
intereses de las clases aliadas23. Y en esto no difiere del joven Marx,
quien sostuvo, en su texto “En torno a la crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel”, que una clase que quiera asumir el papel de
representante de todas las clases, no tendrá éxito si no logra generar
23
En el prólogo de 1890 del Manifiesto comunista, Engels declara que Marx redactó
un programa para los estatutos de la Asociación Internacional de Trabajadores, donde se reflejaron las ideas y no se cerró “las puertas a las trade unions inglesas, a los proudhonistas franceses,
belgas, italianos y españoles y a los lassalleanos alemanes”, y que, incluso, fue aplaudido por “el
propio Bakunin y los anarquistas” (Marx y Engels, 1998, p. 141).
Gerardo Ambriz Arévalo
151
un discurso ideológico que gane la simpatía de éstas. Dicho con sus
propias palabras:
Ninguna clase de la sociedad burguesa puede desempeñar
este papel sin provocar un momento de entusiasmo en sí y
en la masa, momento durante el cual confraterniza y se funde
con la sociedad en general, se confunde con ella y es sentida
y reconocida como su representante general y en el que sus
pretensiones y sus derechos son, en verdad, los derechos y
las pretensiones de la sociedad misma, en el que esa clase es
realmente la cabeza social y el corazón social. Sólo en nombre
de los derechos generales de la sociedad puede una clase
especial reivindicar para sí la dominación general (1967, p.
12).
En general, para Engels (1973) la clase obrera debe ganar, a
través de la lucha ideológica, el consentimiento y la dirección de las
demás clases, y debe constituir una ideología que combata a la ideología
burguesa. Como tal ideología no se formula ni se difunde en el vacío,
es indispensable llevarla a como dé lugar a los espacios públicos a
su disposición, y qué mejor si el mismo sistema imperante permite
la participación de las clases marginadas en las misma instituciones
donde la clase dominante impone su dominio ideológico. Como él
mismo lo dice: “las instituciones estatales en las que se organiza la
dominación de la burguesía ofrecen nuevas posibilidades a la clase
obrera para luchar contra estas mismas instituciones” (Engels, 1973,
p. 26).
Las instituciones que Engels considera como las principales
donde la clase burguesa ejerce su dominio ideológico son, además
del sufragio universal y el parlamento, los sindicatos, los partidos
152
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
políticos24, la prensa y las escuelas25. Este último caso no es mencionado
por Engels en la introducción al texto de Marx, pero en un mensaje
suyo de diciembre de 1893, y dirigido a estudiantes socialistas, nos
hace creer que también consideraba el ámbito escolar como un espacio
nada despreciable para lucha ideológica. El mensaje es el siguiente:
Les deseo mucho éxito en sus esfuerzos por despertar entre
los estudiantes la conciencia de que de sus filas debe salir el
proletariado intelectual llamado a jugar un papel significativo
en la futura revolución, al lado y en medio de sus hermanos,
los trabajadores manuales (Engels citado en Gemkow 1975,
p. 210).
En La ideología alemana Marx y Engels (1958) señalaban
cómo la clase dominante controlaba “los medios para la producción
espiritual”, lo cual era indispensable para su “producción material”
y para el sometimiento de quienes no cuentan con dichos medios26.
A este respecto, pero refiriéndose a Gramsci, Carlos Vilas (2020) señala cómo la
lucha electoral por controlar el parlamento es una de las formas más representativas de la guerra
de posiciones: “la realidad a la que la metáfora alude no es otra que la de la política democrática
y su competencia de mayorías y minorías, alianzas y oposiciones. Las clases y grupos que se expresan a través de los partidos buscan sostener o incrementar la hegemonía en la sociedad y en el
Estado; compiten electoralmente para aumentar su gravitación en el parlamento y otros órganos
representativos y en los órganos de ejecución”.
24
Atilio Boron (2000) señaló que Engels tuvo más sensibilidad que Marx para identificar la complejidad y modificaciones de la dominación capitalista a través de las instituciones
estatales, lo cual prefigura “la reelaboración gramsciana del estado en un sentido amplio, abarcativo no sólo de las instituciones de la sociedad política sino también de aquellas propias de la
sociedad civil. Aún cuando la experiencia histórica posterior demuestre que Engels sobrestimó
las posibilidades ofrecidas por estos nuevos complejos institucionales y representativos del estado capitalista y la legalidad burguesa, lo cierto es que sus precoces observaciones sirvieron para
repensar desde nuevas bases toda la problemática estatal del capitalismo”.
25
La cita completa es la siguiente: “Las ideas de la clase dominante son las ideas
dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material
dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene
a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de
los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por
término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente” (Marx y Engels, 1958, p. 50).
26
Gerardo Ambriz Arévalo
153
Sostenían que la reproducción de sus relaciones de explotación y
dominio se debía, en parte, a que la clase en cuestión había elaborado
todo un discurso ideológico para hacer creer a las demás clases que
sus intereses particulares son favorables para todo el mundo, es decir,
para convencerlas de que es la que encarna las ideas, los valores y los
intereses de todos. En otras palabras:
En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto
de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder
sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio
interés como el interés común de todos los miembros de la
sociedad, es decir, expresando esto mismo en términos ideales,
a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar
estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia
absoluta. La clase revolucionaria aparece de antemano, ya por
el solo hecho de contraponerse a una clase, no como clase,
sino como representante de toda la sociedad, como toda la
masa de la sociedad, frente a la clase única, la clase dominante
(Marx y Engels, 1958, p. 52).
Esto lo tendrá presente Engels en 1895, y por eso mismo
sugirió que no se abandonara la lucha ideológica mientras existiera la
oportunidad de introducirla en las instituciones donde la burguesía
encubre o legitima su dominio. De todas las instituciones que señala,
la lucha por el sufragio es trascendental, pues permite al partido
tanto demostrar que los intereses de la burguesía están muy lejos
de representar a “todo el pueblo” (Engels, 1973), como presentar
el proyecto socialista como el que verdaderamente incluye y ofrece
las condiciones sociales para la vida digna y la libertad de la masa
del pueblo. Incluso la lucha en ese terreno puede hacer posible,
según lo señala en la introducción, aquello que Marx dijo sobre la
transformación del sufragio universal “de medio de engaño que había
154
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
sido hasta aquí, en instrumento de emancipación” (1973, p. 25)27.
Evidentemente, Engels no era tan optimista como para pensar
que el triunfo electoral se convertiría en la sociedad comunista o en
la emancipación humana, ni tampoco que dicho triunfo llegaría de
forma inmediata y pacífica. Para él, la lucha legal o parlamentaria,
así como la batalla ideológica implicada, no era una lucha inútil, sino
indispensable para seguir reclutando aliados y “fortalecer diariamente”
la “fuerza de choque” “hasta el día decisivo” (Engels, 1973). En 1895,
dice Engels, las condiciones históricas no permitían al proletariado
“conquistar la victoria en un gran ataque decisivo”, y por lo mismo
“tiene que avanzar lentamente, de posición en posición, en una lucha
dura y tenaz” (p. 20).
Esta diferencia engelsiana entre el “ataque decisivo” y el
“avance lento de posición en posición”, fue interpretada por Jacques
Texier como precursora de la concepción de Gramsci sobre la “guerra
de posiciones” y la “guerra de movimientos”. Y señala, usando la
terminología gramsciana, que para el viejo Engels la revolución en
el sentido clásico, o la guerra de movimientos, no estaba en aquel
entonces a la orden del día, pero sí estaban las condiciones para
“la guerra de posiciones y la conquista de la hegemonía” (1994, p.
30). Esta última es una guerra pacífica dentro de las instituciones
de la sociedad civil, y cuyos resultados son paulatinos28, dado que el
objetivo ahí es el de ganar la hegemonía o construir una ideología que
obtenga el consenso por parte de quienes integran la formación social
en cuestión, y esto no se logra de la noche a la mañana. Lo contrario
ocurre en el caso de “el ataque decisivo” o “guerra de movimientos”,
la cual no puede prescindir de la violencia, aunque sus resultados
Esta sentencia la toma Engels de la introducción del Programa del Partido Obrero
Francés hecha por Marx en 1880.
27
Según Atilio Boron (2000), esta tiene lugar en “un horizonte temporal mucho más
prolongado y formas y métodos de organización y de lucha popular”.
28
Gerardo Ambriz Arévalo
155
pueden ser inmediatos. Además, sugiere que el optar por una u otra
forma de lucha dependerá de qué tan extendido esté el poder de las
clases dominantes en las diferentes instituciones. Si sucede que en
cierta formación social se cuenta con un poder difuminado en sus
instituciones estatales y de la sociedad civil, la mejor táctica no es la
resignación, ni tampoco la de “bajar a la calle para hacerse degollar”
sino disputarle el dominio ideológico, o la hegemonía, a la clase que
produce y difunde su ideología dentro de esas mismas instituciones.
Para el mismo Texier (1994), Marx y Engels, tanto antes de
1848, como a partir de 1871, consideraron la lucha legal dentro de
las instituciones como una opción para acceder al poder político.
Según su lectura, la pareja de revolucionarios distinguió entre aquellas
formaciones sociales (del mundo continental) donde no existían
instituciones democráticas, y aquellas (del mundo anglosajón) donde
sí existían. En el primer caso no había otra alternativa que optar
por la vía violenta o el “ataque decisivo”; y en el segundo, la táctica
que rendiría más frutos sería la lucha pacífica a través del sufragio
universal. Para mostrar esto, Texier cita el escrito que de forma clara
expresa esta alternativa, se trata de un discurso pronunciado por Marx
en 1872, en un congreso de la Primera Internacional:
El obrero tiene que apoderarse un día de la supremacía
política para asentar la nueva organización del trabajo; debe
derribar la vieja política que sostiene las viejas instituciones
(...) Pero no hemos pretendido que para llegar a este fin
los medios fuesen idénticos. Sabemos que hay que tener
en cuenta las instituciones, los usos y las tradiciones de las
diferentes regiones y no negamos que existen países como
América, Inglaterra y si conociera mejor las instituciones de
ustedes, añadiría Holanda, donde los trabajadores pueden
alcanzar sus fines por medios pacíficos. Si esto es verdad,
debemos reconocer también que en la mayoría de los países
del continente es la fuerza la que tiene que ser la palanca de
nuestras revoluciones; es a la fuerza a la que habrá que recurrir
por algún tiempo a fin de establecer el reino del trabajo (Marx
como se citó en Texier, 1994, p. 25).
156
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
Las ideas de Engels sobre las dos estrategias, las cuales asocia
Jacques Texier a las guerras de posición y de movimiento, fueron
caracterizadas por Karl Kautsky como “estrategia de desgaste” y
“estrategia de derrocamiento”, respectivamente. Perry Anderson trata
de mostrar las sorprendentes similitudes que hay entre la diferencia
kautskiana de las dos estrategias, y la diferencia entre la guerra de
posición y de maniobra que posteriormente desarrollará Gramsci.
En su texto de 1910, titulado Was Nun?, Kautsky reconoció las dos
estrategias en la introducción de Engels que estamos comentando, y
la parte precisa donde lo hace es citada por Perry Anderson, sólo que
sin comentar nada al respecto:
A través de una coincidencia de circunstancias propicias,
durante los años de 1789-93, los revolucionarios en Francia
lograron deteriorar el régimen dominante mediante un audaz
ataque con unos cuantos golpes decisivos. Esta estrategia de
derrocamiento era la única, de que disponía entonces una
clase revolucionaria en un Estado absolutista policiaco que
excluía cualquier posibilidad de formar partidos o de que
las masas populares ejercieran cualquier tipo de influencia
constitucional sobre el gobierno. Una estrategia de desgaste
hubiera fracasado porque el gobierno, enfrentado a opositores
que querían unirse para organizar una resistencia duradera a él,
siempre les hubiera cortado sus posibilidades de organización
o coordinación. Esta estrategia de derrocamiento estaba
todavía en pleno florecimiento cuando se fundó nuestro
partido en Alemania. El éxito de Garibaldi en Italia y las
deslumbrantes aunque perdidas luchas de la insurrección
polaca fueron el antecedente inmediato de la agitación de
Lassalle y de la fundación de la Internacional. La Comuna de
París siguió poco después. Pero fue precisamente la Comuna
la que mostró que los días de una táctica de derrocamiento
ya habían pasado. Estaba adaptada a circunstancias políticas
caracterizadas por una ciudad capital dominante y un
sistema de comunicaciones inadecuado que imposibilitaba
la concentración rápida de grandes números de tropas
provenientes del campo; estaba adaptada también a un
Gerardo Ambriz Arévalo
157
nivel de técnica en planeación de calles y equipo militar que
adjudicaba un gran número de oportunidades a la lucha
en la calle. Entonces fue cuando se asentaron las bases para
una nueva estrategia de la clase revolucionaria que Engels
tan agudamente contrapuso finalmente a la vieja estrategia
revolucionaria en su introducción a La lucha de clases en
Francia y que puede muy bien designarse como una estrategia
de desgaste. Esta estrategia nos ha ganado a partir de entonces
los más brillantes éxitos y ha dotado al proletariado año tras
año de una fuerza mayor colocándolo más que nunca en
el centro de la política europea (Kautsky, como se citó en
Anderson, 2006, p. 115).
Dicho esto, ya sólo nos queda mencionar que la apuesta de
Engels por la lucha legal o dentro de las instituciones, lo mismo
que en Lenin y Gramsci, no debe interpretarse como una renuncia
definitiva a la vía revolucionaria para establecer el socialismo. Como
él mismo lo dice en el “testamento”, la revolución es un derecho
irrenunciable, más aún, “es el único derecho realmente histórico,
el único derecho en que descansan todos los Estados modernos sin
excepción” (Engels, 1973, p. 33). Este matiz fue omitido en la primera
publicación de la introducción y, a pesar de sus reclamos29, no fue
La puntualización que hace Engels, así como otras donde queda claro que no renuncia a la estrategia revolucionaria, fueron omitidas sin su autorización en la versión que se
publicó en Vorwarts, órgano principal del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), el 30
de marzo de 1895. Casi inmediatamente después de la publicación mutilada de sus texto se
quejó ante el partido y escribió dos cartas donde expresaba su inconformidad, una es del 1º
de abril y dirigida a Karl Kautsky, donde expresa lo siguiente: “Para mi sorpresa, veo hoy en el
Vorwarts un extracto de mi Introducción, impresa sin mi conocimiento y cortado de tal modo
que parezco un pacífico pregonero de la legalidad a cualquier precio… Le daré a Liebknecht una
buena respuesta y también, no importa quién sea, a todos aquellos que le dieron la oportunidad
de distorsionar mi opinión sin siquiera decirme una palabra sobre esto”. Y la otra es del 3 de
abril, y es dirigida a Paul Lafargue: “Liebknecht acaba de hacerme una buena. Seleccionó de mi
Introducción a los artículos de Marx sobre la Francia de 1848-50 todo lo que podría servirle de
apoyo a la táctica de paz a cualquier precio y de oposición a la fuerza y a la violencia, lo cual le
gusta pregonar desde hace ya algún tiempo, especialmente ahora, cuando se preparan en Berlín
leyes coercitivas. Pero yo estoy defendiendo estas tácticas sólo para la Alemania de hoy, e incluso
así con una importante reserva. En Francia, Bélgica, Italia y Austria estas tácticas no podrían ser
seguidas como tales y en Alemania pueden convertirse en inaplicables mañana” (Engels, como
se citó en Kellog, 1995).
29
158
Sobre la hegemonía. Engels precursor de Lenin y Gramsci
sino hasta 1930 cuando ésta apareció de manera íntegra30. Engels
nunca renegó de la lucha revolucionaria31, pero tampoco mostró un
optimismo radical en los alcances de la lucha parlamentaria. Él nunca
se planteó el dilema de si se optaba por una acción renunciando a
la otra. Para el revolucionario alemán, las dos luchas, sin descuidar
la lucha sindical, son importantes, e incluso, como ha mostrado la
historia, pueden ir de la mano32. La lucha legal, dice Engels (1973)
al referirse a “las campañas de agitación electoral y los discursos
socialistas en el parlamento”, puede ir “abriendo brechas” dentro del
sistema, a un grado tal que el mismo “poder imperante” rompa el
“contrato” contraído con el pueblo, y arroje a este último en manos
de la revolución33. Algo parecido es mencionado por Engels en 1886,
a propósito de la intuición de Marx sobre el posible tránsito pacífico
Para conocer cómo fue el proceso de escritura, censura, mutilación y publicación de
la Introducción de Engels, véase el texto de Francesco Ricci (2016), “El ‹‹testamento›› falsificado
de Engels: una leyenda de los oportunistas”. A pesar de que se publicó íntegra la introducción
de Engels, hubo autores que nunca se enteraron de ello y que contribuyeron a la confusión o a
tachar a Engels de “revisionista”. Paul Kellog (1995) señala que Lucio Colletti fue de aquellos comentaristas de Engels que no conoció la versión íntegra de la Introducción de Engels, lo cual lo
orillo a tratar de defender la tesis de que las raíces del revisionismo de Eduard Bernstein estaban
justamente en dicho texto del compañero de Marx, esto en su texto “Bernstein y el marxismo de
la II Internacional”.
30
En una carta escrita en 1892 a Laura Lafargue, se ve claramente que Engels, a pesar
de los triunfos del partido socialdemócrata en el terreno electoral, veía a la revolución como algo
latente: “Desde luego, la próxima revolución que se está preparando en Alemania con un rigor y
una constancia sin paralelo en parte alguna, ocurriría por si misma a su debido tiempo, digamos
en 1898-1904”. (Marx y Engels, 1972, p. 331).
31
Como opina Rosa Luxemburgo (1976), tanto la lucha legal como la revolución
“no son métodos diferentes de desarrollo social que pueden elegirse al gusto en el escaparate de
la historia, justamente como se prefieren salchichas frías o calientes”. Más adelante asegura que
los logros de la lucha por las vías legales puede poner la mesa servida para una transformación
revolucionaría, como sucedió en el tránsito del feudalismo al capitalismo: “Encontramos que las
reformas legales no sólo anticiparon la conquista del poder político por la burguesía, sino que,
por el contrario, la prepararon. Una formal transformación político-social fue tan indispensable
para la abolición de la esclavitud como para la completa supresión del feudalismo” (Luxemburgo, 1967, pp. 88-91).
32
La idea engelsiana sobre la lucha ideológica que precede a la revolución queda clara
en este fragmento: “En el siglo XVIII, cuando la burguesía fue ya lo bastante fuerte para tener
también una ideología propia, acomodada a su posición de clase, hizo su grande y definitiva
revolución, la revolución francesa, bajo la bandera exclusiva de ideas jurídicas y políticas, sin
preocuparse de la religión más que en la medida en que le estorbaba” (Engels, 1955, p. 401).
33
Gerardo Ambriz Arévalo
159
hacia el socialismo en Inglaterra. En este caso, el amigo de Engels
también puntualizaba que en dicho tránsito se atravesaría, tarde o
temprano, la contrarrevolución nada pacífica de los dueños de los
medios de producción y sus aliados:
En tales momentos ha de escucharse, sin duda, la voz de
un hombre cuya teoría íntegra es el resultado del estudio,
efectuado durante toda una vida, de la historia y situación
económica de Inglaterra, y a que este estudio lo indujo, a la
conclusión de que, cuando menos en Europa, Inglaterra es
el único país en el que la inevitable revolución social podrá
llevarse a cabo enteramente por medios pacíficos y legales.
No se olvidaba de añadir, ciertamente, que consideraba muy
improbable que las clases dominantes inglesas se sometieran,
sin una “rebelión a favor de la esclavitud”, a esa revolución
pacífica y legal (Marx, 1977, p. 32).
En suma, Engels señala que la “tarea principal” del partido
socialdemócrata es ir ganando adeptos hasta convertirse “en una
potencia decisiva del país” y desbordar “por sí mismo el sistema de
gobierno actual” (1973, p. 34). Si no se cumple esta tarea, no se habrá
dado el paso necesario para alcanzar aquella sociedad comunista que
implica, cito a Engels,
…la emancipación de los trabajadores, la abolición de la
mano de obra asalariada y la creación de una sociedad en la
que todas las mujeres y los hombres, sin distinción de sexo o
nacionalidad, disfruten de la riqueza producida con el trabajo
de todos los trabajadores (como se citó en Hunt, 2011, p.
336).
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2•2
Gerardo Ambriz Arévalo
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On Hegemony. Engels, forerunner of Lenin and Gramsci.
Gerardo Ambriz Arévalo. Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo, Facultad de Filosofía. Morelia, México. E-mail: irmonger@
hotmail.com
Abstract. In this article I try to show that in the late work of Friedrich Engels
there are several ideas that can be associated with the concept of hegemony.
The text that concentrates most of these ideas is in the prologue that Engels
made in 1899, precisely in the year of his death, for Karl Marx’s writing
entitled The Class Struggles in France. But before the analysis of Engels’
prologue, which is known as his “political testament”, I will expose the
different senses that the concept of hegemony had and that appear in the
works of Lenin and Gramsci. This exhibition will help us, first of all, to
review the interpretations of Perry Anderson, Cristine Buci-Glucksmann,
Jacques Texier, Ernesto Laclau and Chantal Mouffe, José Aricó, Atilio
Boron, among other interpretations. Secondly, this exhibition problematizes
the concept of hegemony to see what the original contribution of Engels was
and what he anticipated the investigations of the Russian revolutionary and
the Italian theorist, respectively.
Keywords: Marxism; Ideology; Ideology; Hegemony; Revolution; Class
Struggle
CAPÍTULO 5
¿Tiene El General quién le escriba? Una
aproximación a la presencia de Engels en
México
Diana Méndez Rojas
Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora
Jaime Ortega
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
Resumen
El presente capítulo analiza los distintos dilemas que han impedido
una recepción del pensamiento de Engels en una manera más
extendida. Se analizan las implicaciones del término “engelsianismo” y la
contraposición de una versión supuestamente no dialéctica frente a su
contraparte, así como la no diferenciación entre las obras de Marx y
Engels. Se ofrece una periodización de su recepción en México, tomando
en cuenta los elementos antes señalados.
Palabras clave: Historia intelectual; Marxismo latinoamericano; Recepción
Méndez Rojas, D., & Ortega, J. (2021). ¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación
a la presencia de Engels en México. En J. Ortega y G. Ambriz Arévalo (Eds). El espíritu
pensante: Engels en su bicentenario (pp. 167-182) Religación Press https://doi.org/10.46652/
religacionpress.2.c6
168
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
¿Cuáles son las cualidades específicas de la recepción de
Friedrich Engels en México? ¿De qué manera la recuperación de estas
lecturas enriquece las historias múltiples del marxismo como teoría
e ideología en la región? En las siguientes páginas se desarrolla un
primer esbozo sobre la presencia de la obra de Engels en México,
junto a algunos apuntes para su estudio en extenso. A la fecha no se
cuenta con una sistematización de los influjos del ideario de Engels
en la región latinoamericana. En general, y por diversas razones, se
ha subsumido su aporte teórico-político por una vía negativa, que lo
iguala o identifica con las vertientes más positivistas o mecanicistas
dentro del marxismo, o bien, por una omisa que no reconoce su
originalidad y limita su contribución a haber sido el compañero de
Karl Marx.
Con este objetivo se exponen las principales líneas a través de
las cuales se aprehendió a Engels. Se construye una visión panorámica
dejando para otro momento la profundización sobre discusiones
puntuales. Este ejercicio demanda un contrapunteo con el marxismo
producido en otras regiones, particularmente en Europa Occidental.
De esta forma, se propone que la originalidad del marxismo
latinoamericano, como forma de la práctica teórica en concordancia
con una situación concreta, se encuentra en el diálogo con Europa y,
de forma particular, con el movimiento social.
El capítulo se encuentra dividido en tres secciones, cada
una de las cuales recupera una trama particular de la problemática
circulación de las propuestas de Engels en México. La primera se
aboca al surgimiento y desarrollo del engelsianismo entre los últimos
años del siglo XIX y la década de 1960, se explica que esta forma
interpretativa fue un obstáculo para la cabal comprensión de las
múltiples dimensiones de la argumentación de Engels. La segunda
sección muestra que el engelsianismo coexistió con una posición
intelectual que borró los límites entre los postulados de Marx y
Diana Méndez Rojas & Jaime Ortega
169
Engels, llegando incluso a sostener una subordinación teórica del
segundo. Finalmente, en la tercera sección que va de la década de
1930 hasta la de 1990, se recuperan las diversas lecturas del alemán y
se argumenta que estas múltiples apropiaciones fueron un obstáculo
para una comprensión profunda de sus postulados. A diferencia
de la obra de Marx, la de Engels es fragmentada al momento de su
recepción, diversificándose ampliamente los formatos de su aparición,
circunstancia que complejiza su integración a una narrativa exclusiva.
Este escrito propone que la presencia de Engels en México cobra
trascendencia en la medida en que se le vincula a una amplia historia
del marxismo.
La omnipresencia del engelsianismo
Hacia finales del siglo XIX y principios del XX surgió el
engelsianismo, una construcción ideológica que pretendió explicar la
completud del pensamiento de Engels a partir de un acotado conjunto
de planteamientos, vinculados a la ciencia y la técnica.
Una primera expresión del engelsianismo asimiló la obra de
Engels como una filosofía del progreso. La socialdemocracia alemana,
comprometida con la experiencia civilizatoria europea fue el centro
de irradiación de esta perspectiva. Al paso del tiempo esta visión se
convirtió en el epicentro del marxismo y justificó su presencia en
la existencia de “necesidades de la historia”, así como en el papel
civilizador del capital. Este proceso alcanzó su punto máximo al tomar
partido favorable frente a la Primera Guerra Mundial, que llevó a la
socialdemocracia a abandonar su crítica al militarismo y la política
colonial. Aquella decisión, que dividió al movimiento socialista de la
época, tuvo entre uno de sus componentes la adhesión a una perspectiva
reformista y etapista del desarrollo social. En esta circunstancia el
engelsianismo debe ser considerado como una concepción al servicio
del discurso sobre la inevitabilidad del progreso.
170
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
El engelsianismo cobró un nuevo impulso al afincarse en la joven
Unión Soviética desde la década de 1930. En este espacio se hizo
énfasis en el papel de la ciencia y la técnica para el desarrollo de las
fuerzas productivas. Esta variante abandonó la centralidad del papel
civilizatorio del colonialismo europeo, aunque renovó la expectativa
en torno al progreso sobre una base cientificista. El acelerado ritmo
de la industrialización soviética, y su correlato con la colectivización
forzosa en el campo, afirmó la reproducción de un marxismo centrado
en el desarrollo de las fuerzas productivas como el núcleo de todo
esfuerzo teórico y político. Esto es lo que se conoce como “marxismo
soviético”, una visión inspirada tanto en el cientificismo como en el
tecnicismo que encontró legitimidad en los esfuerzos de Engels por
explicar las leyes del desarrollo de la naturaleza.
Si para los socialdemócratas alemanes y los teóricos soviéticos
Engels era valioso por sus propuestas respecto al carácter racional del
marxismo, filósofos afincados en Europa Occidental encontraron en
ese mismo argumento razones para desacreditarlo. Desde la década
de 1920, autores como el húngaro Gyorgy Lukács (2014), el francés
Maximilian Rubel (2003) o el norteamericano Alvin Gouldner
(1983) construyeron en su crítica al “marxismo cientificista” una
caricaturización del aporte de Engels. De un lado, apuntalaron la idea
de la existencia de un marxismo-hegeliano, dialéctico y humanista, del
otro, un cientificismo comprometido con la teleología de la historia
que dotó de un peligroso privilegio a la ciencia y la técnica. Desde
esta interpretación se valoró positivamente al llamado “joven Marx”,
por sus cualidades humanísticas, y se descalificó al Engels cientificista,
que a decir de Rubel (2003) fue el verdadero creador “del marxismo”
como una ideología de sometimiento.
Estas variantes del marxismo, muy distintas todas ellas,
mantuvieron una valoración muy estrecha del papel de Engels. La
lectura parcial de la socialdemocracia alemana tomó de las ideas de
Diana Méndez Rojas & Jaime Ortega
171
Engels elementos para justificar el discurso del aliento al desarrollo
progresivo de la historia, partiendo de la estrategia reformista. Los
teóricos soviéticos desplazaron esta concepción y otorgaron centralidad
a la ciencia y la técnica como motores del progreso humano. Los
filósofos del “marxismo occidental” contrapusieron a Engels con la
perspectiva dialéctica que encontraron en la obra de Marx.
Según se ha visto, los pensadores más próximos al marxismo,
compartieron una lectura selectiva del pensador alemán, a pesar de
que fueron motivados por distintos ideales. De forma general, puede
decirse que el engelsianismo respondió a una comprensión cercenada
de Engels, a medio camino entre el cientificismo y la crítica del mismo,
ignorando los aportes y los matices que una obra compleja reclama.
Marx y… Engels: la no distinción
Junto a la construcción del engelsianismo como una forma
ideológica “perversa” se desarrolló un trato indistinto, unificador, de
las obras de Marx y Engels. Se trató de una variante que confundió
proposiciones generales entre los dos autores, es decir, sin destacar
aportes específicos de uno u otro. Si bien se asumía que un conjunto
de obras eran resultado del trabajo conjunto entre Marx y Engels,
se estableció una jerarquía en la consideración entre uno y otro. En
primer lugar, se consideraba a Marx y después, en un papel difuso
a Engels. Marx era presentado con una personalidad teórica propia,
original y digna de destacarse; en cambio Engels era retratado como
el “segundo violín” –autodenominación que él mismo acuñó. En
concreto, los aportes de Engels fueron difuminados en la Ideología
alemana y el Manifiesto comunista.
Esta manera de proceder obstaculizó, durante un largo
tiempo, la comprensión de la impronta de Engels en la conformación
de la concepción materialista de la historia y de la “crítica de la
172
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
economía política”. De manera paralela, se prestó poca atención a
los discursos que recibieron una especial contribución de Engels, por
ejemplo: el de la cuestión militar, el proceso de independencia de
Irlanda, la cuestión urbana dentro del capitalismo, la historia de la
formación social y cultural de la clase obrera, entre otros.
En tiempos más recientes algunos autores han reestablecido
el papel de Engels con respecto a la “crítica de la economía política”,
siendo el polémico trabajo de Martín Mazora (2017), el punto
más alto. En definitiva, Engels contribuyó en puntos claves de la
elaboración de este discurso en la medida en que permitió a Marx
conocer su especificidad y él mismo desarrollar temáticas tales como
la consolidación de la urbe capitalista o el vínculo entre ciencia,
tecnología y acción militar. Distinguir los aportes de Marx y Engels
es, en buena medida, un acto de dignificación histórica del segundo, al
hacer evidente que con preocupaciones autónomas Engels contribuyó
a forjar una comprensión de la historia y la política de la sociedad
moderna.
La complejidad de una historia plural
Una dificultad para estudiar la presencia de Engels en México
es la dispersión de sus referencias. La recepción de su producción no
fue uniforme y se caracterizó por una circulación diferenciada que
no siempre fue favorable para el fomento de su lectura compleja.
Esta situación se debe a la presencia de una vertiente del marxismo
latinoamericano que desde sus orígenes emprendió una pugna en
contra del cientificismo, línea a la que fueron asociados los trabajos
individuales de Engels. El ejemplo más ilustrativo de esta tendencia
es el del peruano José Carlos Mariátegui1, quien con su énfasis en el
1
Más que la presencia de autores como Antonio Gramsci, en América Latina la
popular obra de José Carlos Mariátegui marcó gran parte de la desconfianza hacia las perspectivas que colocaban el énfasis en la ciencia y técnica, no porque no estuvieran presentes en su
reflexión, sino más bien porque se privilegió una lectura desde el problema del mito.
Diana Méndez Rojas & Jaime Ortega
173
tema del “mito”, marcó una distancia con las vertientes del marxismo
que a principios del siglo XX se asociaban al nombre de Engels.
Ni el marxismo de la II Internacional con su núcleo eurocéntrico,
ni el cultivado en los primeros decenios de la URSS, con énfasis
en las fuerzas productivas, obtenían centralidad en el marxismo de
Mariátegui, que, aunque débil en un primer momento, se estableció
como el momento “fundador” de la tradición latinoamericana. Esta
es una de las razones por las que las historias regionales del marxismo
no consideran la recepción de Engels como un momento autónomo
(Löwy, 1980; Fornet, 2001).
Sin embargo, mostraremos aquí algunas de las vicisitudes por
las cuales transcurrió, a lo largo del siglo XX, la recepción de Engels.
Se trata de una visión panorámica, intensiva antes que extensiva. Cada
uno de los momentos aquí descritos podrían ser detallados a razón de
que implican contextos diferentes con sus respectivas implicaciones
teóricas e históricas. Centrarnos en el caso de México resulta relevante,
en la medida que fue uno de los países donde el marxismo se cultivó
de una manera más profusa.
El primer elemento a señalar es el de las publicaciones.
Como lo ha mostrado Sebastián Rivera Mir (2021), Engels se
convirtió en un autor muy socorrido entre las editoriales comunistas,
particularmente en su esplendor durante la “primavera del pueblo”, es
decir, el cardenismo. Las obras de Engels se tradujeron y publicaron
rápidamente en México y circularon con fuerza hacia América Latina.
No está, por demás, señalar que Jorge Fuentes Morúa (2007) sostuvo
una idea similar a la de Rivera Mir unos lustros antes, cuando señaló la
presencia del engelsianismo como motivo de formación del marxismo
de esa década tan importante para México. Destaca la circulación
de obras como el Anti-Düring o Dialéctica de la naturaleza. Desde
la óptica proporcionada por Engels, el socialismo era un régimen
social del progreso porque su construcción se ejercía desde el plano
174
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
científico. Esta idea caló con mucha fuerza en las décadas posteriores
a la revolución soviética y permiten entender por qué fueron tan
populares dichas obras. A Engels se le conocía desde la década de
1920, no sólo a través de su acompañamiento a Marx en obras como
el Manifiesto Comunista sino también por autoría propia. Así, circuló
por entregas en El Machete, órgano central del Partido Comunista
Mexicano (PCM), la obra Principios del comunismo. Más tarde, en
el periódico que lo sustituyó, La Voz de México, se dio espacio a una
pequeña sección dedicada a Engels titulada “El párrafo de Engels”
(Rivera, 2021).
Aunque no existe un estudio sobre ediciones posteriores, es
muy claro que conforme el siglo fue avanzando se pluralizó la edición
de obras marxistas. En países como México y Argentina el marxismo
siguió siendo un componente fundamental de la industria editorial. En
México es de hacer notar que las editoriales vinculadas a las expresiones
de izquierda como Era o Siglo XXI, no fueron lugares propicios para
la reproducción de las obras de Engels como sí lo fueron de otros
marxistas. Engels siguió siendo publicado por editoriales vinculadas
al comunismo, como lo fue el caso de Progreso, la famosa editorial
moscovita o de Cártago, vinculada al Partido Comunista Argentino.
En México, algunas obras como Dialéctica de la naturaleza fueron
reeditadas por Grijalbo, una empresa que también tenía presencia
en España y Argentina y fue central durante las décadas de 1960 y
1970 en el campo de las traducciones de textos marxistas. Engels
apareció también en la editorial del Partido Comunista Mexicano,
Ediciones de Cultura Popular, en donde se publicó La situación de la
clase obrera en Inglaterra y el Anti-Düring. Sin embargo, el dato más
relevante fue la edición de las “Obras Fundamentales” en el Fondo
de Cultura Económica a cargo de Wenceslao Roces en la década de
1980, proyecto que quedó trunco, aunque se adelantó gran parte
de la edición de los trabajos de Engels, particularmente los menos
conocidos correspondientes al periodo de su juventud.
Diana Méndez Rojas & Jaime Ortega
175
En la década de 1930 una noción del socialismo adquirió
gran popularidad entre contingentes sociales amplios, aquella marcada
por la figura de la ciencia, en gran medida deudora de una lectura de
Engels (Fuentes, 2007). Fue Vicente Lombardo Toledano, legendario
líder histórico y constructor del Estado, el más comprometido con
esta comprensión de la sociedad. En su interpretación, tanto la
sociedad como la naturaleza poseían leyes descifrables por la ciencia.
Aquellas leyes conducían a la humanidad por estados de desarrollo
en un sentido evolutivo. Lombardo Toledano citaba reiteradamente
obras como el Anti-Düring, a continuación, un ejemplo:
La filosofía marxista extrae su método, sus bases y sus
principios, de la experiencia de los últimos siglos respecto
de la investigación científica de la naturaleza. No hay
que enfocar, afirma [Engels, Anti-Düring], las cosas y los
fenómenos aisladamente, substraídos a la gran concatenación
del universo: no hay que tomarlo de un modo estático,
como si fueran datos fijos, sino captarlo como situaciones
esencialmente variables (Lombardo, 1984, p.36).
Asimismo, la presencia de Engels se arraigó en el campo de
la filosofía de la ciencia. En esta vertiente destacan las lecturas del
biólogo Enrique Beltrán y del físico Elí de Gortari. A Beltrán se le
recuerda por haber introducido en español al biólogo francés Marcel
Prenat, en su libro Biología y marxismo (1936), publicado por la
Universidad Obrera en 1936. En 1945, Beltrán dio a conocer el libro
Problemas biológicos: ensayo de interpretación dialéctica materialista,
en el que dio continuidad a las hipótesis planteadas por Engels en
Dialéctica de la naturaleza, actualizándolas con los descubrimientos de
la época. Beltrán ha sido reconocido por su capacidad para relacionar
la biología y el marxismo, a partir del contexto del nacionalismo de
izquierdas y de la lucha contra cualquier forma de racismo (Barrero
et al., 2020).
176
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
Por su parte, Elí de Gortari, reconocido físico mexicano, tuvo
un acercamiento a Engels desde las formulaciones de la dialéctica
en clave de leyes. El historiador Ángel Mancilla Chávez (2015), ha
señalado que Dialéctica de la física, preparado por Gortari, es un
extraordinario ejemplo de diálogo y actualización de Engels sobre
la base de los descubrimientos contemporáneos en esa disciplina.
Mancilla (2015) destaca dos elementos en la obra del científico, el
del concepto de movimiento, que coloca en suspenso la separación
entre espacio y tiempo y el de la causalidad, a partir de la relación
entre libertad y necesidad. Si bien la línea científica de apropiación
de Engels disminuyó posteriormente, es pertinente mencionar el
trabajo de Rosaura Ruiz (1991), quien hacia finales de la década de
1980 realizó un ejercicio de evaluación de los aportes de Engels. La
científica recuperó la profunda coherencia científica presente en el
Anti-Düring y criticó las inconsistencias de Dialéctica de la naturaleza,
al omitir las tesis darwinistas. El aparente abandono de Darwin
resulta inexplicable para Ruiz, quien lanza la hipótesis de que los
textos que componen Dialéctica de la naturaleza fueron modificados
por los editores soviéticos para fortalecer las posturas de Lysenko, un
consumado anti darwinista (Ruíz, 1991).
Llegada la segunda mitad del siglo XX, emergió otro tipo de
lectura de Engels. Esta transformación se dio en varios frentes y con
causas diversas. Por una parte, la Revolución cubana habilitó nuevas
formas de pensar el marxismo, pluralizando las escalas teóricas en las
que este se desarrollaba. De otra parte, el PCM tendió a un lento
proceso de modernización y transformación interna, que incluyó
experiencias diversas. Una de ellas se dio en las revistas Nueva
época e Historia y Sociedad, esta última dirigida por el economista
Enrique Semo. Ambas publicaciones hacen parte de la estela de las
producciones comunistas, Nueva época como órgano partidario desde
el cual se atisbó el programa de modernización e Historia y Sociedad
como medio intelectual que permitió la socialización de un marxismo
Diana Méndez Rojas & Jaime Ortega
177
en tensión, entre la tradición y la renovación. En Nueva época, Semo
publicó –bajo un pseudónimo– una sugerente reseña sobre textos
inéditos de Engels que habían aparecido en inglés (Villanueva, 1962).
Con ello, el teórico alemán comenzó a ser desprendido del registro
de la “ciencia de la naturaleza” y pasó a ser integrado en la “ciencia
de la historia”. Algo similar ocurrió en Historia y Sociedad, en cuyas
páginas se publicó un texto de Engels sobre el cristianismo, un trabajo
escrito en el campo de la historia. En esta misma publicación, Alberto
Híjar (1976) realizó un ensayo desde el punto de vista del “realismo”
engelsiano, colocándolo en las discusiones estéticas.
Merece mención la presencia de Engels en la editorial Nuestro
Tiempo. Iniciativa que fue fundada por el economista Alonso Aguilar
Monteverde que construyó un catálogo con una fuerte presencia de
autores soviéticos y cubanos, que alternó con una producción nacional
empeñada en desentrañar la especificidad del capitalismo mexicano.
Existen dos ejemplos de esta incorporación. El primero es un volumen
colectivo sobre la situación de la mujer en el capitalismo, donde
los trabajos de Engels sobre la familia son repetidamente referidos
para entender la dimensión sociológica y política (Aranda, 1976).
El segundo es la publicación de una compilación titulada Objeto y
método de la economía política, con prólogo de Aguilar Monteverde
e introducción de Alejandro Malish. En el prólogo, se escribe:
“Esperamos que esta recopilación sea vista como un justo homenaje
a Engels” (Aguilar, 1978, p.8). Por su parte Malish (1978) reivindica
la obra de Engels en consonancia con los aportes de Lenin. Para este
autor la contribución de Engels a la “Economía política” resulta
fundamental, pues acompaña la búsqueda de leyes en la sociedad.
La pluralización del marxismo y su consiguiente modernización
trajo algunas innovaciones sugerentes que se expresaron en varios
planos. Uno de ellos fue el del uso de los textos antropológicos que
favoreció que Engels circulara profusamente. Dos ejemplos son claros,
178
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
el de Jorge Veraza y el de Concepción Tonda. El primero publicó en
el número dos de la revista Ítaca un ensayo sobre el “materialismo
histórico” al respecto del libro El origen de la familia, la propiedad
privada y el Estado. En un largo ensayo, Veraza (1984) desarrolla una
lectura desde los temas de la “crítica de la economía política” de Engels,
mostrando que en su propuesta están dispuestos los principales temas
de esa corriente: el problema de la dualidad de las fuerzas productivas
(técnicas y procreativas) y el de la escasez. Veraza (1984) coloca en
diálogo la lectura de El Capital con la de Engels, mostrando los
aportes de este último a la historización de los procesos descritos. El
segundo texto, a cargo de Tonda (1984), construye un diálogo entre
La sagrada Familia y las posiciones de Bruno Bauer y Flora Tristán
a propósito del. De forma sucinta, Tonda (19849) expone el diálogo
que Engels realiza con ambos autores, del que concluye la existencia
de un proyecto de emancipación de las mujeres como parte integral
del discurso comunista.
Otros textos de la época permitieron una lectura específica
sobre Engels. En el campo del urbanismo, Fuentes Morúa (1991)
innovó haciendo una lectura del problema de la ciudad y el “despotismo
urbano” tanto en el joven Marx como en el Engels de La situación de la
clase obrera en Inglaterra. Elvira Concheiro (1995) apuntaló la idea del
partido político, mostrando una veta hasta entonces poco explorada
de la estrategia y táctica política. De estas aproximaciones, sin duda
la más llamativa fue la de Josep Ferraro por la profundidad de sus
planteamientos. Hacia finales de la década de 1980, Ferraro produjo
dos obras, en 1989 ¿Traicionó Engels el materialismo de Marx? y
en 1999 ¿Traicionó Engels la dialéctica de Marx? Ambos textos son
apuestas de defensa de las tesis de Engels, recuperando su coherencia
explicativa. Los libros también son anti-críticas, pues Ferraro revisa
todas las hipótesis explicativas que señalan alguna incongruencia
tanto en la dialéctica como en el materialismo. De forma convincente,
desmonta los argumentos en cuestión, señalando las inconsistencias
de personajes como Jean Paul Sartre, Gyorgy Lukács y otros tantos.
Diana Méndez Rojas & Jaime Ortega
179
Reflexiones finales
La constante presencia de Engels ha sido minoritaria en
el transcurso de la historia del marxismo en América Latina, si
entendemos con esta categoría el recorrido flexible de las ideas de
Marx y Engels producido a partir de situaciones de países periféricos.
A decir de Jaime Massardo, se trata de una “larga ruta de Engels”
(Massardo, 2001, p.17).
En este texto se han trazado en líneas generales algunos de
los elementos que dificultaron la recepción de Engels, junto a los
principales espacios en los que este autor encontró resonancia, siendo
las publicaciones periódicas sitios prominentes. Según se ha mostrado,
el caso de México resulta paradigmático al concatenar una diversidad
de lecturas, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX.
En definitiva, el General, como se le apodaba a Engels, se afincó de
manera fragmentaria, aunque perdurable en el marxismo producido
en México.
180
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
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2•2
182
¿Tiene El General quién le escriba? Una aproximación a la presencia de Engels en México
Does the General have someone write to him? An approach to Engels’
presence in Mexico
Diana Méndez Rojas
Instituto de Investigaciones José María Luis Mora. Historia Moderna y
Contemporánea. México, México E-mail:
[email protected]
Jaime Ortega
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Departamento de
Política y Cultura. México, México. E-mail:
[email protected]
Abstract. This chapter analyzes the various dilemmas that have prevented a
more widespread reception of Engels’ thought. It analyzes the implications of
the term “Engelsianism” and the opposition of a supposedly non-dialectical
version to its counterpart, as well as the lack of differentiation between the
works of Marx and Engels. A periodization of its reception in Mexico is
offered, taking into account the elements mentioned above.
Keywords: Intellectual history; Latin American Marxism; Reception
Índice
B
Bloque histórico 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84,
85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
C
Capitalismo 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86,
87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172,
177, 178, 180, 181
Clase dominada 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68,
69, 71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135,
138, 141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Clase dominante 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84,
85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
Coacción 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69, 71,
72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138, 141,
142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Comunismo primitivo 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83,
84, 85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
Consenso 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69, 71,
72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138, 141,
142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
crítica de la economía política 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80,
82, 83, 84, 85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115,
116, 117, 118, 172, 177, 178, 180, 181
D
Dialéctica exterior 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84,
85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
186
El espíritu pensante: Engels en su bicentenario
Dialéctica inmanente 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83,
84, 85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
E
Engels 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
engelsismo 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86,
87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172,
177, 178, 180, 181
Estado 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69, 71, 72,
73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138, 141,
142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
F
Familia 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
Feminismo 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86,
87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172,
177, 178, 180, 181
Forma 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
Formación social 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84,
85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
Fraternidad 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86,
87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172,
177, 178, 180, 181
Freud 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
H
Hegemonía 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69, 71,
72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138, 141,
142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Índice
187
Homosexualidad 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84,
85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
Horda 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
I
Ideología 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69, 71,
72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138, 141,
142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Infraestructura 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69,
71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138,
141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Intelectual orgánico 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66,
68, 69, 71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134,
135, 138, 141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
L
Lucha de clases 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69,
71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138,
141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
M
Marx 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
materialismo histórico 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83,
84, 85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
Matriarcado 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85,
86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118,
172, 177, 178, 180, 181
Mono 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
188
El espíritu pensante: Engels en su bicentenario
O
orígenes 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86, 87,
88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172, 177,
178, 180, 181
P
Patriarcado 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86,
87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172,
177, 178, 180, 181
Posmarxismo 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69,
71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138,
141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Proletariado 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85,
86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118,
172, 177, 178, 180, 181
R
Reproducción social 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83,
84, 85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
Revisionismo 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69,
71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138,
141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Revolución 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69, 71,
72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138, 141,
142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
S
Sigmund 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86,
87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172,
177, 178, 180, 181
Sistemas de parentesco 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83,
84, 85, 86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117,
118, 172, 177, 178, 180, 181
Sociedad civil 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68, 69,
71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135, 138,
141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
Índice
189
Superestructura 20, 25, 28, 37, 38, 39, 54, 55, 56, 58, 59, 60, 61, 66, 68,
69, 71, 72, 73, 74, 98, 104, 112, 116, 123, 125, 130, 132, 134, 135,
138, 141, 142, 152, 156, 160, 161, 163, 175, 178, 181
T
teoría del don 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85,
86, 87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118,
172, 177, 178, 180, 181
Transición 20, 21, 41, 47, 50, 52, 58, 65, 74, 75, 79, 80, 82, 83, 84, 85, 86,
87, 88, 89, 91, 92, 94, 97, 98, 99, 107, 111, 115, 116, 117, 118, 172,
177, 178, 180, 181
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