JOSÉ ANTONIO GORRÁIZ
ÉTICA E INFORMACIÓN.
MÉXICO D.F.
OCTUBRE 2008
ÍNDICE.
Introducción…………………………………………………………………………..………...3.
Capítulo I: LA INFORMACIÓN……………………….….…...............................…..............4.
1.- Definición de información…….....…………………………………………………....4.
2.- Elementos de la información………………….............................................................5.
2.1.- Los informadores……………………………………………………………………5.
2.2.- Los destinatarios…………………………………………………….………………6.
2.3.- Los medios de información.........................................................................................7.
3.- Tipos de información…………………………………………………………………...8.
4.- El fin de la información………………………………………………………………....9.
Capítulo II: LA LIBRE INFORMACIÓN................................................................................10.
1.- La libertad………………………………………………………………………………10.
2.- La libertad de información………………………………….…...................................11.
3.- Restricciones a la libertad de información..................................................................11.
Capítulo III: ETICA E INFORMACIÓN.................................................................................14.
1.- La Ética………………………………………………………………………………….14.
2.- La Ética en la información…………………………………………………………….15.
2.1.- La ética del informante……………………………………………………………..16.
3.- Consecuencias y responsabilidad en la información………………………………17.
3.1.- La responsabilidad del informante.............................................................................18.
3.2.- La responsabilidad del destinatario…………………………………………………18.
CONCLUSIONES……………………………………………………………………………..20.
BIBLIOGRAFÍA……………………………………………………………………………….23.
INTRODUCCIÓN.
Se dice que vivimos en la era de la información.
Con los avances tecnológicos de los últimos dos siglos la información ha vivido una expansión insospechada, tanto en la población que tiene acceso a ella, como en la diversidad de temas abarcados, y la velocidad de distribución.
Vivimos rodeados de información: información impresa, información auditiva, información visual. Vemos la televisión y recibimos información, escuchamos la radio y recibimos información, leemos el periódico y recibimos información, navegamos por internet, recibimos mensajes por teléfono, leemos libros y revistas, vemos películas y constantemente, como nunca antes en la historia, recibimos información. Los eslóganes nos bombardean: “Usted tiene el derecho a estar informado”, “Necesita estar informado”, “Es un deber estar informado”, pero, ¿Realmente estamos informados?
¿Qué es la información?, ¿para qué nos sirve tanta información?, ¿se tiene un derecho absoluto a la información?, ¿es ética toda información?, ¿necesitamos tanta información?
Penetrar en cierta medida a tales cuestiones es precisamente el objetivo del presente trabajo.
CAPITULO I
LA INFORMACIÓN.
1.- DEFINICIÓN DE INFORMACIÓN.
La palabra “información” abarca un gran número de acepciones, sin embargo, el concepto que aquí nos interesa es expresado, por el Diccionario de la Lengua Española, como:
“Comunicación o adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los que se poseen sobre una materia determinada.”
REAL ACADEMIA DE LA LENGUA; Diccionario de la Lengua Española, Vigésima segunda edición, Tomo II, Editorial Espasa Calpe, Madrid, 2001, p. 1274.
Este concepto todavía es muy amplio para el objeto de estudio del presente trabajo, por lo que considero más adecuado el planteado por Luka Brajnovic en su “Deontología periodística”
Cf. BRAJNOVIC, Luka; Deontología periodística, EUNSA, Pamplona, 1978. p. 67.. Brajnovic, en dicha obra, precisa el concepto de información como el hacer públicos conocimientos, hechos, acontecimientos, proyectos, etc., mediante técnicas especiales, utilizando medios técnicos de comunicación social, medios que amplían el efecto de lo informado a toda la sociedad.
Independientemente de la amplitud del concepto utilizado, la información es una consecuencia del anhelo natural humano por conocer la verdad.
Si bien este anhelo es general a todo ser humano, en mayor o menor medida y bajo diferentes aspectos, Etienne Gilson dice que la búsqueda de la verdad es un asunto personal.
Cf. GILSON, Etienne; El amor a la sabiduría. Asesoramiento y Servicios Educativos A.C. Caracas, 1974, p. 24. El hecho de que haya gente que conozca la verdad, o mejor dicho un aspecto de esta, no quiere decir que nosotros la conozcamos. A manera de ejemplo: un astrónomo puede conocer los gases que componen la atmósfera de un planeta lejano, lo cual es completamente ignorado por un pastor que, por su parte, sabe perfectamente cuales son las pasturas que convienen a sus ovejas para producir más leche. Ambos ignoran lo que el otro conoce, pero mediante un intercambio de información, ambos podrían enriquecer su conocimiento. Sin embargo, no necesariamente tales conocimientos sean de su interés, corroborando que el saber es un asunto personal. Un asunto personal que implica una decisión libre en el hombre: ¿Quiero conocer ese aspecto de la verdad o no?
2.- ELEMENTOS DE LA INFORMACIÓN.
La información no puede existir si no hay un informador y un destinatario o receptor.
Cf. BRAJNOVIC; Op. Cit., p. 68. Además, especialmente bajo el concepto de información al que nos estamos refiriendo, se requiere un medio de información, por el cual el informador transmita el conocimiento al destinatario.
La información solo puede darse entre personas. Tanto informadores como destinatarios son personas humanas con conciencia.
2.1.- Los informadores.
Cualquier persona que comparte o transmite un conocimiento es un informador.
Esto nos lleva inmediatamente a percibir que hay diferentes tipos de informadores, con características también diferentes, por lo que Brajnovic los clasificó en cuatro grupos
Cf. Ibid., p.69.:
Profesionales: aquellos que están preparados profesionalmente para desempeñar el trabajo de información correspondiente.
Espontáneos: aquellos que informan por afición o accidentalmente.
Expertos: aquellos que no son profesionales de la información, pero sí especialistas en un tipo de conocimiento.
Oficiales: aquellos que representan a instituciones, gobiernos, organizaciones, etc.
A partir de aquí, en el presente trabajo, al referirnos al informador, nos estaremos refiriendo al profesional, a aquel que ha decidido dedicar una parte relevante de su vida a la información, en cualquiera de sus aspectos, para lo cual se ha preparado concienzudamente, haciendo de esta actividad además, el medio de su subsistencia.
2.2.- Los destinatarios.
Son las personas a las que va dirigida la información, los que la reciben. En un sentido amplísimo, el destinatario puede ser un solo individuo, pero relacionado, como hemos hecho a un informador profesional que utiliza medios técnicos para difundir la información, los destinatarios son conocidos como “el público”.
El público puede ser dividido en dos grandes grupos
Cf. BRAJNOVIC; Op. Cit., p. 69.:
Público en general: Que abarca toda la sociedad, sin importar nivel cultural, estrato social, o división de ningún tipo.
Público determinado: Cuando la información se dirige específicamente a un grupo social, ya sea profesional, político, religioso, de edad, de género, etc.
La información puede causar o no interés en el receptor, muchas veces dependiendo de los gustos e intereses del mismo, pero más allá de esos intereses, los destinatarios pueden tener una actitud pasiva o activa ante la información recibida.
De hecho vale la pena mencionar, porque lo considero relevante respecto a la actitud de los destinatarios, la diferencia entre información y comunicación que establece el estratega en negocios Daniel Burrus
Cf. BURRUS, Daniel; The seven failures of business grow, Official Board Markets, Vol. 84, No. 37, September 13, 2008, p. 19.: en la primera, el flujo de conocimiento se da en un solo sentido, del informador al destinatario, mientras que en la segunda, se da en dos sentidos, en un intercambio entre informador y destinatario o mejor dicho, en donde ambos toman el rol de informadores y destinatarios, ya sea simultanea o alternativamente.
Es por ello que ante la información, es más probable que el destinatario sea pasivo, mientras que la comunicación provoca acción y enriquecimiento entre ambas partes.
El hombre inevitablemente, es guiado, en mayor o menor medida, por los medios de información, el problema es cuando una gran parte de ese público pasivo acepta irreflexivamente como la verdad, lo informado por los medios.
Cf. LEAUTE, Jacques, in BRAJNOVIC, Op. Cit., p. 72.
2.3.- Los medios de información.
Los medios de información, como su nombre indica, sirven precisamente para divulgar la información.
Diferentes medios de información han ido apareciendo con el transcurso del tiempo, gracias a los descubrimientos humanos y al avance tecnológico. Primero surgieron los medios impresos, gracias a los cuales se pueden reproducir copias idénticas de textos e ilustraciones. Después surgió la radio que divulga información mediante sonidos. Siguió el cine con la imagen en movimiento. Posteriormente fue la televisión, que logró transmitir imágenes en movimiento en el mismo momento en que las cosas suceden. Finalmente, en los últimos años, ha surgido el internet con una capacidad de reacción superior a los anteriores y una diversidad que, prácticamente los absorbe a todos.
Cada uno de estos medios tiene sus propias características por lo que, más que competir entre sí, se complementan.
Cf. BRAJNOVIC, Op. Cit., p. 99.
Hay medios que exigen una mayor participación del receptor, como pudiera ser el caso de los medios impresos, en donde generalmente hay que adquirirlos, se puede seleccionar lo que se lee y lo que no, e incluso permiten la pausa para la reflexión, ya que es el propio receptor el que maneja los tiempos, mientras que hay otros más pasivos, como la radio y la televisión, en donde la decisión se limita a ver o no ver, a escuchar o no escuchar, pero en la que los tiempos son plenamente marcados por el informador, sin pausas para la reflexión.
Tanto medios impresos como radiofónicos y televisivos, tienen canales de retroalimentación muy limitados. En este sentido, el internet se ha revelado como un medio con mucha mayor potencialidad de comunicación entre informador y destinatario, permitiendo una mayor y más oportuna retroalimentación y participación por parte de este, mediante foros y herramientas equivalentes.
Mucha de la capacidad comunicativa y de retroalimentación de un medio, más allá de las restricciones técnicas que cada uno de ellos tenga, dependerá de la intención del informador en proporcionar un auténtico medio de comunicación para su público, mediante el cual, él mismo, como informador, se vea enriquecido.
3.- TIPOS DE INFORMACIÓN.
En el ámbito de la información, la cantidad y la diversidad no implican riqueza informativa.
Cf. BRAJNOVIC, Op. Cit., p. 77.
El hombre puede querer conocer por puro placer, de hecho, en un primer nivel, este puede ser el fin inicial que lleve a un hombre a buscar cierto conocimiento. Sin embargo, puede haber también conocimientos subordinados a otros fines, como el deber y el propio fin último. Para un profesionista el conocer las novedades y los avances relacionados a su profesión puede llegar a ser una obligación grave, de lo contrario, podría caer en negligencia e irresponsabilidad.
Por otra parte podemos buscar información de valor muy relativo, incluso ociosa y perjudicial, como la vida privada de los personajes del medio artístico o una erudición desordenada en un aspecto poco relevante de la vida.
Hay muchas perspectivas desde las cuales, puede ser buscado el conocimiento. En base a cada una de ellas se puede hacer una clasificación de los diferentes tipos de información.
He escogido dos de los planteados por Brajnovic, a manera de ejemplo
Cf. Ibid., p. 70.:
a.- Por su valor:
- Necesaria: imprescindible que la conozca el mayor número posible de personas.
- Adecuada: útil para muchos, aunque no de vital importancia.
- Superflua: que no es ni necesaria ni importante, aunque puede ser interesante.
b.- Por su contenido:
- Científica: culta.
- Periodística: en cualquiera de sus formas y medios técnicos.
- Secreta: confidencial.
No son estas, ni mucho menos todas las perspectivas de la información, ni es la idea profundizar en cada una de ellas, sino tan solo plantear que hay diferentes saberes: unos pueden ser fines y otros pueden ser medios pero, ninguno de ellos en el hombre, puede abarcar por completo el conocimiento absoluto de la verdad, sino que tan solo aspira al conocimiento de alguno de sus aspectos.
4.- EL FIN DE LA INFORMACIÓN.
El fin de la información se centra en el servicio a los demás…
“…con conocimientos sólidos de los hechos y temas tratados, con honradez, proporcionando una información, una documentación y una argumentación basadas totalmente en la verdad. Una verdad, además bien intencionada, constructiva y claramente honesta.”
BRAJNOVIC, Op. Cit., p. 74.
Ahora bien, el servicio a los demás puede ser proporcionado de muchas maneras, siendo lo que cualquiera de ellas busca; el bien común.
En esto la información comparte su fin con cualquier otra profesión. Lo que hace diferentes entre sí a las distintas profesiones es la forma en que proporcionan dicho servicio en busca del bien común.
En el caso de la información, basándonos en las definiciones que contemplamos al principio, tal servicio consiste en comunicar conocimiento, el cual está íntimamente relacionado con la verdad, es decir, a entender las cosas como son.
La verdad es la conformidad del entendimiento con la realidad.
El informador profesional tiene, por lo tanto, un fin eminentemente social, debiendo tener siempre presente el bien común en general y el bien de su público en particular.
Cf. Ibid., p. 95.
Como la aportación al bien común, por parte de él, se centra en informar la verdad, no debe limitarse a divulgar una recolección de noticias, sino que está obligado a someter a la crítica los datos conseguidos, crítica que abarca desde la comprobación de los hechos, hasta la observación de las fuentes informativas, para transmitir al público una información veraz y valiosa.
CAPITULO II
LA LIBRE INFORMACIÓN.
1.- LA LIBERTAD.
Vivimos, - o eso nos dicen -, en la coordenada espacio temporal en donde se demanda y se presume tener todo tipo de libertades. Entre esas libertades se encuentra la “libertad de información”.
Hablar de la libertad de información, es reconocer la existencia de la libertad en un sentido superior, ya que la libertad de información no es más que una particularización de la libertad en su sentido más amplio.
La libertad es lo que diferencia al hombre de los animales: su capacidad de autodeterminación.
Cf. GAY, José; Curso de filosofía fundamental, Ediciones Rialp, Madrid, 1993, p. 256. Solo el hombre es libre, ya que es la única creatura que puede escoger entre adherirse a su fin o no hacerlo. Todos las demás creaturas, se adhieren a su fin por necesidad y en consecuencia actúan necesariamente. Todas las creaturas actúan según su naturaleza, incluido el hombre, pero solo este tiene la libertad como parte de su naturaleza.
Los actos libres son los actos propiamente humanos.
Al hablar de un acto libre, estamos hablando de un acto voluntario y, por lo tanto, orientado a un fin. Un fin que debe ser conocido por quien debe decidir sobre la ejecución de tal acto.
Actuar con libertad requiere una deliberación previa de la inteligencia ante diferentes fines a elegir, lo cual implica conocimiento. Un mayor conocimiento proporciona más libertad y, a la vez, más responsabilidad.
El desarrollo de la persona depende del desarrollo de su inteligencia y de su libertad.
Cf. GÓMEZ, Rafael; Problemas morales de la existencia humana, Editorial Casals, Madrid, 1996, p. 36.
2.- LA LIBERTAD DE INFORMACIÓN.
Respecto a la libre información el Artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice:
“Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.”
Este artículo hace referencia a dos necesidades naturales del hombre: por un lado, la de expresar sus ideas, sentimientos y opiniones, y por otro, la de conocer la verdad.
La primera necesidad es la que da origen al derecho del informador, mientras que la segunda otorga el derecho al público. Esto hace que la información sea un derecho dual; en un sentido es un derecho para el informador y en otro para el destinatario. El complemento de ambos derechos es lo que da como resultado a la auténtica información.
El derecho a la información es una exigencia, continuación y aplicación práctica de la libertad de expresión, la cual es una libertad tanto individual como social.
Cf. BRAJNOVIC; Op. Cit., pp. 90-91.
Este derecho a la información en general, presupone otros derechos y libertades
Cf. Ibíd., pp. 91 – 92.:
La libertad informativa; de expresión, de acceso a la información y de utilización de medios informativos.
El derecho a fundar empresas como medios de comunicación social.
El derecho a la búsqueda, reunión y exploración de la información directa o indirecta.
El derecho a ser informado veraz y honestamente.
El derecho a no ser agredido ni coaccionado mediante la información.
3.- RESTRICCIONES A LA LIBERTAD INFORMACIÓN.
Sin embargo, la libertad de información, como toda libertad, no está exenta de restricciones.
En la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos encontramos restricciones para la libertad de información cuando en el Artículo 6 se declara que:
“Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.
La personalidad jurídica parte de la conciencia universal de que todo ser humano es persona y que en tal carácter debe ser titular de derechos y obligaciones. Este atributo es conocido como la capacidad de goce, que se distingue de la capacidad de ejercicio, que consiste en la aptitud de ejercitar dichos derechos y cumplir con tales obligaciones por sí mismo.”
Dicho artículo nos indica que toda persona tiene, no solo derechos, sino también obligaciones, y por ende responsabilidad ante sus actos y las consecuencias que de tales actos se deriven.
Los derechos humanos son explicitaciones de la libertad radical de la persona, pero esto implica otras tantas exigencias éticas para dicha persona. Los derechos humanos indican lo que el hombre necesita para tener toda la dignidad que le corresponde por naturaleza, pero a su vez conlleva la exigencia de reconocer y respetar esos derechos en los demás.
Cf. Gómez; Op. Cit,. p.37.
Desde la perspectiva del informador, este tiene el derecho de informar, pero por encima de esto se encuentra con el derecho del público destinatario a estar realmente informado, lo cual conlleva deberes y responsabilidades del informador, tales como una adecuada preparación profesional, el propio sentido de responsabilidad, la honestidad profesional y la lealtad a la dignidad humana y a la profesión.
Cf. BRAJNOVIC; Op. Cit., p. 86.
Los derechos del destinatario con respecto a la información, se convierten automáticamente en obligaciones para el informador. Si, tal y como se ha mencionado, el público tiene el derecho a estar informado verazmente, esto implica que el informador está obligado a informar verazmente, y es responsable con respecto a la veracidad de lo que informa. Si el destinatario tiene el derecho a no ser agredido por medio de la información, - por muy veraz que esta sea -, el informador está obligado a evitar la utilización del medio informativo como herramienta de agresión. Y si de igual manera, el destinatario tiene derecho a no ser coaccionado por medio de la información; el informador no deberá utilizar la información, ni el medio de información, como instrumento para coaccionar.
El informador, si bien tiene el derecho a informar, no debe anteponer tal derecho, a los derechos del destinatario, y antes de ejercer ese derecho, debe reflexionar sobre qué fin busca con su información y que consecuencias tendría el conocimiento público de dicha información.
Los derechos del destinatario de la información son incompatibles con una arbitrariedad y unos intereses particulares de la empresa informativa o del informador, que deben actuar conforme a la verdad y la justicia, siendo este su deber ético y su responsabilidad.
Cf. BRAJNOVIC, Op. Cit., p. 92.
Por otra parte, en el Artículo 12 de la Declaración de los Derechos Humanos, también se declara que:
“Nadie será objeto de injerencias arbitrarias a su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.”
El derecho a la intimidad, a tener una vida privada está por encima del derecho a la libre información. Un informador, no tiene derecho a divulgar algo que, por la circunstancia que sea, ha llegado a conocer, perteneciente al ámbito de la vida privada e íntima de alguien.
El derecho individual a la información puede estar restringido por el secreto legítimo o la intimidad de otra persona. Habrá gente con el privilegio al acceso a dicha información, ya sea por su cargo en la sociedad, por su profesión, o por el carácter mismo de la información. Lo que puede ser sabido por un médico o un abogado, no es de interés legítimo para todos, aunque dicha información pueda generar curiosidad en otros. La información es un requerimiento social solo cuando es necesaria para todos o para muchos y cuando el interés por ella está justificado.
Cf. Ibíd., p. 91.
CAPITULO III
ÉTICA E INFORMACIÓN
I.- LA ÉTICA.
Toda actividad libre del hombre está enfocada a un fin. Sin embargo, como plantea Aristóteles, hay unos fines superiores a otros, debiendo subordinarse los inferiores a los superiores, pero por encima de todos, debe haber un fin supremo, al que todos los demás fines se subordinan.
Cf. ARISTÓTELES; Ética Nicomaquea, I – I y II.
Para Aristóteles este fin último del hombre es la felicidad.
Cf. Ibid., I – VIII y IX. Bajo la perspectiva cristiana, el fin supremo del hombre es Dios. En Él encuentra su perfección y su felicidad.
La adecuación de cada acto libre del hombre a su fin último pertenece al ámbito moral, del cual se ocupa la Ética.
Cf. GAY; Op. Cit.,, p. 251.
La Ética, no es una ciencia especulativa sino práctica, ya que su fin no es el conocimiento, sino la acción.
Su objeto material son los actos libres del hombre, los actos propiamente humanos. No hay una ética en los animales ni en el resto de las creaturas pues no actúan libremente.
El objeto formal de la ética se centra en la bondad o maldad de esos actos humanos. Son buenos cuando tales actos se ordenan al fin último del hombre y malos cuando no lo hacen.
Este fin último siempre estará de acuerdo a la naturaleza humana. De ahí que la naturaleza misma sea la ley para el actuar humano.
Cf. Ibid., pp. 255 – 256.
El fundamento último de los órdenes, tanto natural como moral, es Dios, sin embargo, el fundamento próximo del orden moral es la naturaleza humana. El orden moral tiene su fundamento metafísico en el ordenamiento de la naturaleza humana a sus fines.
Cf. GAY; Op. Cit. p. 258.
2.- LA ÉTICA EN LA INFORMACIÓN.
La información es una actividad o un conocimiento aplicado y, por lo tanto, está compenetrada a la ética.
Cf. BRAJNOVIC; Op. Cit., p. 72.
La información, como todo acto libre, tiene un fin, el cual ya vimos que es el de divulgar el conocimiento, la verdad conocida. Este fin está subordinado a fines superiores como el bien común, el enriquecimiento de las personas, tanto en lo individual como en lo colectivo, fines que a su vez se subordinan al fin último del hombre: la felicidad que logra al encontrar a Dios y cumplir su voluntad.
La veracidad es el fundamento esencial de la información. Si la información no es veraz, en realidad no es información sino que es desinformación.
Cf. Ibídem. La desinformación es éticamente mala, al no estar cumpliendo el objetivo primordial de la información: la divulgación de la verdad. Por el contrario, lo que está divulgando es una falsedad, una realidad deformada, o una mentira descarada. El fin de la desinformación será cualquier otro: el ego, el lucro, la venganza, la negligencia, pero nunca será el mismo que el de la información.
Los orígenes de la desinformación pueden ser múltiples, pero cualquiera que sea dicho origen, siempre será éticamente malo, cayendo el peso y la responsabilidad de tal acto en el informador.
Los medios de información al ser, como su nombre indica, medios, no son éticamente buenos ni malos. Es la intención del informante que los utiliza la que los puede convertir en estupendos instrumentos de educación, cultura e información, o en terribles herramientas de manipulación social de quienes los poseen y emplean. Pueden servir para ampliar los horizontes del saber humano, para desarrollar el gusto artístico y las virtudes morales, o pueden también ser utilizados para degradar, pervertir y esclavizar al ser humano.
Cf. Ibíd., pp. 73 – 74.
2.1.- La ética del informante.
Un buen informador, un auténtico informador, debe tener profundos y claros principios éticos, no solo por su propio bien, sino por el bien de los demás. Esa es su responsabilidad.
Cf. BRAJNOVIC, Op. Cit., p. 71. El informador debe ser íntegro, justo y amante de la verdad.
Cf. Ibíd., p. 85. La ética de sus actos como informador será fundamental, en cuanto a los efectos que puede producir en los destinatarios.
El hombre es una unidad integral e indivisible, con una conciencia también indivisible. La conciencia, por las propias limitaciones del hombre pude ser mutable y perfectible, más nunca divisible. En él no puede haber una conciencia privada y otra social, o una familiar y otra profesional. No existe una conciencia para cada ámbito de la vida del hombre, sino que es una sola conciencia presente en cualquiera de estos ámbitos.
Por lo tanto, antes que nada el hombre debe formar su conciencia mediante la educación ética, la cual servirá en primer lugar al propio individuo y luego al resto de la sociedad.
Cf. Ibíd., p.48.
Esto, por supuesto, sucede también con el informador. Un informador que quiera ser ético como profesional, primero lo deberá ser como persona. Si como tal no ordena su vida entera al fin último que como hombre tiene, no hay argumentos para afirmar que sí lo hará como informador. Si en su vida escoge fines desordenados al fin último, también será propenso a desordenar los fines de su profesión corrompiendo su labor de informador.
El informador será bueno, tanto en el sentido profesional como en el ético, cuando se adhiera humildemente al fin de la información. Si por el contrario toma la posición soberbia de autoconstituirse en juez, árbitro y dictador de la verdad, en realidad ha desvirtuado y corrompido su función de informador. Ejemplo de esta perversión de los medios de información es el título que en ocasiones han recibido como “El cuarto poder”, un poder que influye, no solo en la sociedad, sino en las decisiones que autónomamente deberían tomar los tres poderes de gobierno que rigen en la mayoría de los países: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Una función que en realidad está muy desviada del fin de la información, convirtiéndolos en realidad en medios de manipulación, que sirven a otros intereses lejanos a los de la información.
Estos medios de manipulación, disfrazados como medios de información, imponen sus ideas a la sociedad, al insistir en atraer y concentrar la atención del destinatario en un tipo de temas y problemas que, más bien, son del interés de pequeños grupos con acceso al poder de dichos medios.
Cf. BRAJNOVIC; Op. Cit., p. 75.
El saber debe proporcionar al hombre unos mayores cimientos para el ejercicio de su libertad, sin embargo, una avalancha de información malintencionada, que por su volumen no pueda ser asimilada, ni reflexionada, por los destinatarios, es más probable que haga de estos esclavos, que hombres libres.
Cf. Ibíd., p. 80.
Un aspecto que puede afectar a la ética de la información, y frecuentemente lo hace, es la competencia entre empresas de medios de información. Tal competencia es inevitable e incluso conveniente. Sin embargo, un afán desmedido de competencia entre medios informativos puede provocar deformaciones informativas no éticas.
Bajo esta presión competitiva, olvidando su verdadero fin, el informador puede caer en la tentación de querer satisfacer al público, con tal de incrementar su audiencia o el número de lectores, proporcionando como información, a través del medio informativo a su disposición; morbo, perversión, o moda, que a fin de cuentas no ayuda al perfeccionamiento y enriquecimiento del público destinatario, sino a su envilecimiento y decadencia.
Es por ello que el buen informador debe mantenerse independiente al público y fiel a sus principios y a su misión.
3.- CONSECUENCIAS Y RESPONSABILIDAD EN LA INFORMACIÓN.
Un medio de información no debe formar un molde en el pensamiento del público, un pensar homogéneo en la población, sino que debe dar los elementos necesarios para ayudar a que cada individuo que compone la sociedad piense por sí mismo, cuestionando, criticando, reflexionando, y en resumen, ejerciendo su libertad, con lo cual sin duda enriquecerá a la sociedad en su búsqueda de la verdad, búsqueda que debe darse, tanto en lo individual, como en lo general.
Un medio informativo, del tipo que sea, que pretenda generar una opinión pública homogénea y común, es un medio manipulador, que lo que busca es algún otro fin diferente a la profundización de conocimientos y, por ende, a la búsqueda de la verdad.
3.1.- La responsabilidad del informante.
Aquí podríamos dividir la idea de informante en dos: una refiriéndonos a la persona concreta que informa, al profesional de la información, y otra, a la empresa poseedora del medio de información. Ambos tienen responsabilidad en cuanto a la ética y a las consecuencias de lo que informan, en unas ocasiones compartiendo dichas responsabilidades y en otras de diferente manera.
Un medio informativo, entendido como la organización o empresa y los profesionales especializados que la integran, cuyo fin es divulgar información, debe proporcionar objetivamente a los receptores la capacidad de juzgar por sí mismos los hechos y acontecimientos informados, sin distorsión o adulteración de la verdad.
Cf. BRAJNOVIC; Op. Cit. p. 78.
El hombre contemporáneo se encuentra bombardeado por tal cúmulo de informaciones de todo tipo, desordenadas, que no las puede seleccionar de un modo consciente y reflexivo, ya sea por falta de capacidad o de tiempo. Esto tiene graves consecuencias cuando los medios, especialmente la radio y la televisión, seleccionan la información, para encajarla en el molde temporal de su programación, sin dedicarle tiempo a publicar toda la información disponible sobre el tema, con lo cual frecuentemente caen en la transmisión parcial de una realidad, sirviendo más como instrumentos de propaganda demagógica, de las corrientes de moda, o de intereses particulares y egoístas.
Cf. Ibid., p. 79.
Así pues todo informador debe evitar la mentira, la información inventada o la no comprobada, respetando de paso las normas generales de la moral.
Cf. Ibíd., pp. 85-86. El fin no justifica los medios. Aunque el fin de la información sea el conocimiento de la verdad, esta no debe ser conseguida a cualquier precio, sino que debe respetar las restricciones antes mencionadas.
3.2.- La responsabilidad del destinatario.
Ya vimos que, en mayor o menor medida, todo hombre anhela conocer, pero que el interés por el conocimiento tiene en cada quien, diferentes niveles de profundización, e incluso diferentes objetivos.
El receptor no tiene porqué aceptar todo aquello que se le ofrece como información. Una actitud pasiva ante esto nos convierte en presas de los informadores, y nos convierte en cómplices de nuestra propia masificación.
Cf. BRAJNOVIC, Op. Cit., p. 78.
Esto genera diferentes actitudes ante la información. Hay a quien le basta conocer los sucesos y hay a quien le interesa conocer las causas de dichos sucesos. El primero se queda en lo superficial, irreflexivamente, acepta como verdad prácticamente cualquier cosa y es presa fácil de la manipulación, mientras que el segundo se cuestiona, reflexiona, pone a trabajar sus capacidades humanas, y eventualmente puede llegar a discernir entre información falsa e información verdadera, desechando la primera y enriqueciéndose con la segunda, información que, convertida en conocimiento, lo hará más fuerte en el ejercicio de su libertad.
El primero cae más en el efecto sensible que le produce la información, y su opinión puede cambiar según lo indicado por la información más reciente, mientras que el segundo se esfuerza mediante el intelecto en un auténtico interés de encontrar la verdad. Este utiliza la memoria confrontando los sucesos y opiniones recientes con aquellas del pasado. Detecta las contradicciones y valora los argumentos que soportan cada caso.
Para el primero, siempre lo nuevo, lo actual, es lo verdadero, el segundo podrá distinguir en que aspectos progresa el presente y en que otros no.
En el primero habrá una tendencia a la radicalidad, a lo blanco o negro, a lo absolutamente bueno o absolutamente malo, según indiquen las tendencias más recientes, mientras que el segundo, percibirá una amplia gama de grises que matizarán cada uno de los extremos opuestos. Sin embargo el primero, al ser presa fácil de la manipulación, podrá caer en la contradicción, mientras que el segundo tendrá la capacidad de detectar tales contradicciones.
Así mismo es muy posible que el primero acepte como esencial aquello que es accidental, mientras que el segundo despreciará lo accidental, captando o conservando lo que realmente es esencial.
En una actividad crítica ante la avalancha de información y ante los móviles de la misma, el receptor debe cuestionarse: ¿Qué intención tiene esta información que estoy recibiendo?
CONCLUSIONES.
La información, entendida como la publicación de conocimientos a través de medios técnicos de comunicación social, tiene como causa principal el anhelo natural humano por conocer la verdad.
Sin embargo, no toda verdad necesita ser conocida por el hombre, ni toda verdad despierta el interés de cada individuo. Hay verdades que interesan a ciertos individuos pero no a otros, los cuales centrarán su interés en otras verdades distintas.
Toda información requiere de tres elementos: un informador, que posee el conocimiento, un destinatario, a quien va dirigido dicho conocimiento, y un medio informativo a través del cual el conocimiento es transmitido del informador al destinatario.
Aunque puede haber informadores coyunturales, el informador habitual es el informador profesional: el que siente la información como vocación, para lo cual se instruye y se prepara, haciendo de esta actividad el medio de su subsistencia.
Se especializa en un ámbito del conocimiento, o en un escalafón de los que componen el entramado de los medios de información, dirigiendo la información al destinatario que, según el tipo de dicha información, puede ser un público determinado o el público en general.
Esto nos lleva a que la información, según el valor de su contenido, pueda ser:
a.- Necesaria para todo ser humano, como por ejemplo aquella relacionada a su fin último o a su supervivencia.
b.- Necesaria para un público determinado, como puede ser para un profesionista el conocer las novedades y los avances relacionados a su profesión.
c.- Adecuada, según el gusto de cada individuo o de un grupo de ellos, que si bien no es de vital importancia, puede ser útil o simplemente aportar un conocimiento placentero y enriquecedor.
d.- Superflua, cuando no es ni necesaria ni importante, aunque puede ser interesante. Este tipo de información banal con frecuencia cae en la curiosidad ociosa y malsana, provocando que el destinatario, en lugar de enriquecerse con ella, se envilezca.
El informador, por lo tanto, debe tener claro que el fin de la información es el servicio a los demás y el bien común, mediante la transmisión veraz, honrada y bien intencionada de conocimientos.
Dentro de este contexto, la libertad de información es un derecho del hombre, tanto desde la perspectiva del informante como desde la del destinatario.
Reconocer la libertad de información es reconocer la existencia de la libertad en su grado más amplio, desde el cual se desprenden todas las libertades particulares, entre las cuales está la propia libertad de información.
La libertad es una característica exclusivamente humana, mediante la cual el hombre puede elegir entre adherirse a su fin o no. Todas las demás creaturas se adhieren a su fin necesariamente.
Así pues, la libertad de información, como toda libertad se da únicamente en el ámbito humano.
La libre información es un derecho de todo hombre, ya sea como informador y su derecho a divulgarla, o como destinatario y su derecho a conocerla.
Sin embargo, la libertad de información, no es una libertad sin fronteras y como toda libertad tiene sus propias restricciones. Todo acto libre tiene consecuencias, por lo tanto, el que lo ejecuta tiene responsabilidad por el mismo.
El derecho a la información se ve limitado por otros derechos de rango superior. Por encima del derecho del informador a informar, está el derecho del destinatario a estar informado veraz y objetivamente, así como a enriquecerse con la información.
Por otra parte está el derecho a la intimidad y el secreto legítimo. El derecho a la información es un requerimiento social tan solo cuando la información es necesaria, sí no para todo el público, sí para una parte importante del mismo.
En resumen, el derecho a la libertad de información queda delimitado principalmente por el apego a la verdad, los derechos de los demás, la búsqueda del bien común, y en general por la Ética.
La Ética es el conocimiento de los actos libres del hombre en cuanto a si se ordenan o no al fin último del hombre, si lo hacen son “buenos” y si no son “malos”.
La información, por un lado tiene su propio fin: la divulgación veraz de conocimientos. Fin que está subordinado a fines superiores, como el bien común y el perfeccionamiento de las personas, todos ellos a su vez subordinados al fin último del hombre.
Para que la información sea éticamente buena no es suficiente, aunque sí necesario, que cumpla con su propio fin de divulgar la verdad, sino que además requiere que este fin propio esté acorde con los fines superiores mencionados.
Podría darse el caso, de que un acto informativo cumpla con el fin propio de la información al divulgar una verdad determinada, pero no con una intención ordenada a los fines superiores, sino que la auténtica intención sea, a manera de ejemplo, dañar la reputación de un determinado personaje, lo cual convertiría a tal acto en uno éticamente malo.
Esta intención que le da valor ético a la información surge del informante, el cual siempre será una persona libre, al igual que el destinatario.
El destinatario, como persona libre, está obligado a ordenar su actividad de recepción informativa, no debiendo conformarse con aceptar pasivamente lo que los medios informativos le entreguen como información, ya que estaría capitulando ante la posibilidad de ser manipulado y masificado por parte de ciertos medios.
El destinatario debe tratar de discernir entre auténtica información y desinformación, debe clasificar el valor de dicha información, y su ética, así como cuestionarse el posible fin del informante al divulgar cierto conocimiento.
El destinatario pues, tiene su propia parte de responsabilidad, ante lo que los medios de información presentan como información y el efecto que esta tiene en su desarrollo como ser humano y su orientación hacia el fin último.
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