ISSN: 1575-6866
LOGOS. Anales del Seminario de Metafísica
Vol. 35 (2002): 331-346
Popper, Bouvard y Pécuchet.
Nueva refutación del Mundo 3
Ruy J. HENRÍQUEZ GARRIDO
(Universidad Complutense de Madrid)
Resumen
Utilizando el argumento de la novela Bouvard y Pécuchet de Flaubert,
como posible refutación del Mundo 3 de Popper, analizamos algunas de las
principales consecuencias que para la filosofía de la mente, así como para la
ciencia y el conocimiento, tiene el pensamiento popperiano sobre el llamado
mundo del conocimiento objetivo.
Palabras clave: Mundo 3, Filosofía de la mente, significantes, conocimiento objetivo, subjetivismo, epistemología, lectura ingenua.
Abstract
Using the plot of Flaubert’s novel Bouvard and Pécuchet, as a possible
refutation of Popper’s World 3, we have analyzed some of the main consequences on the Philosophy of Mind, as well as for Science and Knowledge,
that Popperians’ thought has over the so called world of the objective knowledge.
Keywords: World 3, Philosophy of Mind, Significant, Objective
Knowledge, Subjectivism, Epistemology, Naïve Reading.
Hacia finales de los años 60, en un célebre artículo suyo titulado
“Epistemología sin sujeto cognoscente”1, Karl Popper propuso la hipótesis
1
Popper, 1992, p. 106.
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de que las teorías científicas, las obras de arte, la poesía y, sobre todo, el
conocimiento objetivo registrado en libros, revistas o en cualquier otro
medio, podrían conformar lo que primero denominaría Tercer Mundo y, posteriormente, el Mundo 3. Se trata de un mundo independiente del mundo real
y del mundo de los estados mentales. Un mundo que tendría efectos sobre la
realidad y en el que se podrían hacer descubrimientos de la misma índole que
los que se llevan a cabo en el mundo físico: como cuando se descubre un
territorio aún inexplorado, un río que nadie ha cruzado o una desembocadura no registrada todavía en ningún mapa.
... podemos distinguir los tres mundos o universos siguientes: primero, el mundo
de los objetos físicos o de los estados físicos; en segundo lugar, el mundo de los
estados de conciencia o de los estados mentales o, quizá, de las disposiciones
comportamentales a la acción; y en tercer lugar, el mundo de los contenidos de
pensamiento objetivo, especialmente, de los pensamientos científicos y poéticos
y de las obras de arte.2
Este mundo hipotético, que recuerda inmediatamente a Platón y su teoría
de las ideas, ha tenido desde su postulación innumerables refutaciones a
manos de quienes son partidarios de una interpretación monista de la realidad: positivistas lógicos, fisicalistas, conductistas, etc.; para quienes las producciones del pensamiento, lo simbólico y lo abstracto, y aún la propia mente
humana, carecen no sólo de valor, ante cualquier experiencia de los sentidos,
sino de la existencia ontológica necesaria que nos permita hablar de ello.
La tradición literaria y filosófica suele atribuir a Aristóteles el haber
dicho que si bien era amigo de Platón, se consideraba más amigo de la verdad. La proliferación innecesaria de mundos que le atribuía a Platón, molestaba a Aristóteles tanto como la idea misma de vacío. Y es que verdaderas
para Aristóteles, de acuerdo con Brentano3, son todas aquellas proposiciones
que pueden ser verificadas con alguna realidad material, siendo, en última
instancia, esta realidad la que determina el conocimiento y el valor de verdad
de nuestros enunciados.
Es conocida la anécdota en la que un periodista pregunta a Einstein qué
armas cree que se emplearán en la tercera guerra mundial. El físico, consciente de la capacidad destructora de la bomba atómica, respondió: “No lo sé,
pero en la cuarta se usarán palos y piedras”. Probablemente, inspirado por el
mismo espíritu catastrofista que enmarcó los años de la guerra fría, Popper
2
3
Ibíd.
Brentano, 1998.
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imaginó que si la humanidad desapareciera dejando unos cuantos descendientes, el conocimiento y la civilización podrían ser recuperados siempre y
cuando se conservaran las bibliotecas y la capacidad de aprender de los
libros, es decir, si no desapareciera el Mundo 3.
No fue, sin embargo, la disputa con los filósofos monistas, sino la crítica
hacia la perspectiva subjetivista imperante en la epistemología, la que contribuyó a que Popper fundamentara la existencia del conocimiento objetivo, su
autonomía y su capacidad de operar transformaciones sobre los estados mentales, Mundo 2, y la realidad física, Mundo 1.
Muchos años antes de esta enriquecedora, aunque polémica, hipótesis
popperiana, Flaubert imaginó un infierno semejante, en una novela dolorosamente cómica en la que trabajó los últimos años de su vida y que sólo llegaría
a ver la luz, inconclusa y póstumamente, en 1881. Se trata de su célebre
Bouvard y Pécuchet. En ella Flaubert cuenta la historia de dos hombres
mediocres que, sin saber muy bien cómo, se ven arrastrados vertiginosamente a casi todas las formas del conocimiento, sin conseguir entender algo de
las ciencias o de las artes. Esta fantástica refutación de Popper, que le precede un siglo, y de su teoría del Mundo 3, es para algunos una metáfora de la
impotencia del hombre, de su inútil pretensión de conocimiento y del fracaso de la ciencia.
Borges justifica esta idea en su Vindicación de “Bouvard et Pécuchet”4.
En ese texto llama imbéciles a los dos personajes y cree encontrar el sentido
de la novela en la imposible aprehensión del conocimiento que, en última instancia, refleja el escepticismo del propio Flaubert hacia la ciencia y el saber
humanos.
Flaubert, según Faguet, soñó una epopeya de la idiotez humana y superfluamente le dio (movido por recuerdo de Pangloss y Candide y, tal vez, de Sancho y
Quijote) dos protagonistas que no se complementan y no se oponen y cuya dualidad no pasa de ser un artificio verbal. Creados o postulados esos fantoches,
Flaubert les hace leer una biblioteca, para que no la entiendan. Faguet denuncia
lo pueril de este juego, y lo peligroso, ya que Flaubert, para idear las reacciones
de sus dos imbéciles, leyó mil quinientos tratados de agronomía, pedagogía,
medicina, física, metafísica, etc., con el propósito de no comprenderlos. Observa
Faguet: “Si uno se obstina en leer desde el punto de vista de un hombre que lee
sin entender, en muy poco tiempo se logra no entender absolutamente nada y ser
obtuso por cuenta propia.”5
4
5
Borges, 1989, p. 259.
Ibíd.
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Resulta dudoso que este, u otro, sea el único sentido de esta magnífica
novela. Sin embargo, si uno se acerca al libro de Flaubert, en el que dos hombres absurdos se hallan extraviados en el limbo de su ignorancia y de sus prejuicios, hasta el punto de resultar conmovedores, comprueba que lo que no
pueden soportar, ni Bouvard ni Pécuchet, es la incertidumbre que compete a
todo conocimiento: que siempre abandonan el camino de la ciencia cuando
ésta les muestra los límites, las fronteras imprecisas en donde el conocimiento hace sus avances.
¿Qué es el Mundo 3?
Podemos decir, pues, que hay una especie de tercer mundo platónico (o bolzanesco) de libros en sí mismos, teorías en sí mismas, problemas en sí mismos,
situaciones problemáticas en sí mismas, argumentos en sí mismos, etcétera.
Afirmo, además, que aún cuando este tercer mundo sea un producto humano,
hay muchas teorías, argumentos y situaciones problemáticas en sí mismos que
nunca han sido producidos o entendidos por el hombre y puede que nunca lo
sean.6
El Mundo 3 es el resultado de la crítica que Popper elabora del marco
epistemológico en el cual se desenvuelven la mayoría de las reflexiones
filosóficas y psicológicas acerca del conocimiento científico. Dicha epistemología pretende llegar a la comprensión de la ciencia a través de una investigación subjetiva de los distintos estados mentales del sujeto cognoscente,
esto es, de aquel que se encuentra en la situación de conocer, saber, creer, etc.
Frente a esta estrategia subjetivista, cuyo margen de explicación de las
teorías y del conocimiento científico es limitado y, acaso, irrelevante, Popper
propone el camino inverso. Es decir, en lugar de explicar el conocimiento
objetivo por medio de los diversos estados mentales por los que pueda devenir un sujeto en el proceso de conocer, Popper sostiene que es el estudio de
las estructuras simbólicas y significantes de la ciencia las que realmente nos
podrían permitir una comprensión de lo mental.
El conocimiento en este sentido objetivo es totalmente independiente de las pretensiones de conocimiento de un sujeto; también es independiente de su creencia o disposición a asentir o actuar. El conocimiento en sentido objetivo es conocimiento sin conocedor: es conocimiento sin sujeto cognoscente.7
Popper, 1992¸ p. 113.
Popper, 1992¸ p. 108. Poco más adelante dirá: “... una epistemología objetivista que
estudie el tercer mundo puede contribuir arrojar muchísima luz sobre el segundo mundo de la
6
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La única forma de entender el pensamiento y el conocimiento científico,
así como el funcionamiento de la mente en general, es el estudio de los problemas, de los argumentos y de las conjeturas que la ciencia va produciendo
y desplegando en libros y revistas especializadas. Esto es, otorgando al pensamiento científico un status objetivo que la epistemología subjetivista le
sustrae.
Desde que Descartes propusiera la universalidad de la razón, pocos, pero
señalados, han sido los filósofos que han defendido un lugar ontológico propio para las producciones de las ciencias y de las artes. Popper, y también
Kuhn, con sus grandes y pequeñas diferencias, han sido dos de estos pensadores que, de una u otra manera, han contribuido a hacernos entender que el
pensamiento y sus producciones tienen un nivel de objetividad comparable al
del mundo físico.
Con su hipótesis del Mundo 3, Popper plantea la existencia de una realidad en la que lo simbólico tiene una categoría material autónoma de aquello
que ha definido como el Mundo 1 –el de las realidades físicas – y del Mundo
2 – el que acoge los estados psíquicos que distinguen la vida mental de los
sujetos.
Esto permite comprender no sólo el desarrollo del conocimiento científico, sino la manera en que las ideas y los pensamientos influyen y transforman
la realidad material y mental de los hombres: la manera, en última instancia,
en que el problema mente-cuerpo podría llegar a resolverse8.
Popper reconoce que la crítica de quienes se oponen a su idea del Mundo
3 se funda en que los libros, los pensamientos y las teorías se consideran producciones de la mente humana, esto es, realizaciones de los diferentes estados mentales de los sujetos y que por tanto no pueden ser entendidas como
entidades independientes de tales estados. Este punto de vista subjetivista se
sostiene sobre el prestigio que la causalidad tiene para nuestro sentido
común. Popper afirma, por el contrario, que el conjunto de las creaciones de
la mente humana no pueden ser reducidas, sin desdibujar su magnitud, a
meros contenidos mentales y propone una lectura en sentido contrario, es
decir, desde los productos hacia los modos de producción:
Deberíamos constatar que el estudio de los productos es mucho más importante
que el estudio de la producción, incluso para comprender la producción y sus
métodos.9
conciencia subjetiva; especialmente, sobre los procesos de pensamiento subjetivos de los
científicos. Pero la conversa no es verdadera.” p. 111.
8 Popper, 1997.
9 Popper, 1992, p. 113.
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Ahora bien, si alguna vez la precariedad original del Mundo 3 nos hubiera llevado a admitir la directa influencia de nuestros estados mentales subjetivos sobre él, su desarrollo más allá de las consideraciones particulares de
cada creador y científico, excede con mucho cualquier intento de equivalencia o de reducción. Son tales las dimensiones del Mundo 3 que, volcado sobre
sí mismo, produce y genera realizaciones científicas, intelectuales o artísticas
(teorías, conjeturas, problemas, etc.), que ningún hombre habría podido producir de manera directa, por cuenta propia. La aportación que el mundo del
conocimiento hace al sujeto es, en cualquier caso, inmensamente mayor que
lo que éste, por sí mismo, puede aportar a su engrandecimiento. Para decirlo
en términos económicos: siempre recibimos más de lo que invertimos.
En este sentido podríamos decir que no es el hombre el que piensa la
ciencia, sino que son las propias producciones de la ciencia y de las artes las
que piensan al hombre.
Por esta razón las transformaciones en este mundo, en contra de lo que se
suele creer, parecen escapar a los designios del hombre, obedientes como son
a unas leyes propias.
..., esas conjeturas, aunque se refieran indirectamente a objetos creados por nosotros, se refieren directamente a problemas y hechos que en cierto modo han surgido a partir de nuestra creación y que no podemos controlar o influenciar: son
hechos sólidos y la verdad acerca de ellos es a menudo difícil de descubrir.10
Esta autonomía del Mundo 3, que parece generarse y reproducirse hasta
el infinito, lejos de ser un inconveniente, es uno de los hechos más importantes para el aumento del conocimiento humano.
Algo particularmente relevante de la hipótesis que presenta Popper, es
que el Mundo 3 resulta fundamental para la constitución de la propia racionalidad de los sujetos. Lo producido alguna vez por la mente de los hombres
se transforma de esta manera en herramienta para producir otras mentes.
Según esta idea, el Mundo 3 sería una especie de instrumento en el que los
individuos particulares son transformados en sujetos de la cultura y de la civilización.
Difícilmente se pueden exagerar las repercusiones o los efectos de retroalimentación que produce la evolución del tercer mundo sobre nosotros – nuestros cerebros, tradiciones (si alguien partiese de donde partió Adán no progresaría más
10
Popper, 1992, p. 116.
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que éste), nuestras disposiciones a la acción (es decir, nuestras creencias) y nuestras acciones.11
La ciencia y, en general, el orden del pensamiento, obedece a unas leyes
establecidas más allá de las particularidades de la conciencia o la voluntad de
los sujetos. Esta evolución de la ciencia tiene, no obstante, unas leyes precisas de desarrollo y de transformación a las que Popper se refiere como teoría
de la resolución de problemas. Lo que esta epistemología nos enseña, dice, es
una teoría racional de la emergencia del conocimiento: “Los saltos emergentes que conducen a un nuevo nivel son, en primera instancia, los nuevos problemas (P2) creados por eliminación de errores (EE) de una tentativa de solución teórica (TT) a un viejo problema (P1)”12.
Sin embargo, más importante que reconocer esta deuda con el Mundo 3,
al que debemos nuestra propia racionalidad, es destacar las relaciones de
mutua influencia que el hombre mantiene con sus obras. Mediante este ejercicio de retroalimentación el sujeto consigue superarse y transformarse a sí
mismo, produciéndose esa “autotrascendencia” que Popper valora como el
hecho más importante de la evolución humana.
Aparentemente, cualquiera podría reconstruir el conocimiento de la
humanidad, las producciones de la civilización y los beneficios incalculables
de la mente consultando los documentos adecuados y los materiales generados en la producción del conocimiento. Como argumento a favor de la existencia y autonomía del Mundo 3, Popper propone lo que denomina dos experimentos mentales a todos aquellos que consideran los libros y las teorías
como una simple expresión de la subjetividad humana:
Experimento (1). Todas las máquinas y herramientas han sido destruidas, junto
con todo nuestro aprendizaje subjetivo, incluyendo el conocimiento subjetivo
sobre las máquinas, las herramientas y cómo usarlas. Sin embargo, sobreviven
las bibliotecas y nuestra capacidad de aprender en ellas. Está claro que, tras
muchas penalidades, nuestro mundo puede echar a andar de nuevo.
Experimento (2). Como antes, han sido destruidas las máquinas y herramientas,
junto con nuestro aprendizaje subjetivo que incluye nuestro conocimiento subjetivo de las máquinas, las herramientas y cómo usarlas. Pero, esta vez, también
han sido destruidas todas las bibliotecas, de manera que nuestra capacidad para
aprender de los libros se hace inútil.13
Popper, 1992, p. 120.
Popper, 1992, p. 141.
13 Popper, 1992, p. 107.
11
12
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Según el experimento 1, si conservamos la capacidad de aprender de los
libros, así como las bibliotecas, siempre es posible reconstruir la civilización.
Pero si las bibliotecas desaparecen, aun cuando conservemos todas nuestras
capacidades de aprendizaje, de acuerdo con el experimento 2, esta tarea se
hará imposible, y la cultura y el conocimiento habrán desaparecido irremediablemente.
Un libro, para Popper, es un libro más allá de que alguien lo lea y lo comprenda. ¿Qué deberíamos pensar, entonces, si ciertos sucesores de este
mundo en ruinas, a pesar de poseer libros y capacidad para aprender de ellos,
no consiguieran acceder al conocimiento? ¿pensaríamos que el mundo del
conocimiento y de las ideas dependen de nuestra supervivencia, y que carece de objetividad y autonomía? El Mundo 3, el mundo del conocimiento
objetivo, no sería más que una ilusión sometida a los caprichos de la voluntad y los afectos de los hombres.
Bouvard y Pécuchet: la refutación del Mundo 3
La persona que lee un libro comprendiéndolo es una criatura excepcional.14
Como si de dos filósofos se tratara, Flaubert imagina que Bouvard y
Pécuchet, dos vetustos copistas entrados en años, se retiran al campo a vivir
de una inesperada herencia, el resto de sus días.
Colmadas las necesidades más urgentes de la vida diaria, los dos héroes
deciden embarcarse en una serie de proyectos que los conducirán por vastas
áreas del conocimiento humano: desde la agricultura hasta la pedagogía,
pasando por la historia, la medicina, la química, las artes escénicas, la filosofía, la literatura, la arqueología y ciertas artes de menor prestigio intelectual como la magia, el espiritismo, la gastronomía o la frenología. Con el
mismo entusiasmo emprenden el estudio de la política, se dejan tentar por el
escepticismo o acuden arrobados al piadoso llamado de la religión.
Se informaban sobre los descubrimientos, leían los prospectos, y, debido a esta
curiosidad, se les desarrolló la inteligencia. En el fondo de un horizonte cada día
más lejano divisaban cosas a la vez confusas y maravillosas.15
Cada una de las empresas que se proponen, por descabelladas y capri14
15
Popper, 1992, p. 114.
Flaubert, 1973, p. 16.
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chosas que resulten, los obliga a realizar innumerables consultas en los más
variados manuales de ciencia, así como en todos los tratados de artes y oficios que pasan por sus manos. Flaubert lleva a cabo, a lo largo de toda la
novela, una ingente recopilación bibliográfica de los muchos campos a los
que se ven avocados sus personajes. Es conocida la meticulosidad con que
Flaubert emprendía la escritura de cada uno de sus libros, las arduas lecturas
que llevaba a cabo para documentarse y alcanzar esa perfección de la palabra
a la que aspiraba. No es imposible, por tanto, que Bouvard y Pécuchet fuera
también una parodia de sí mismo.
Para juzgar imparcialmente sería necesario haber leído todas las historias, todas
las memorias, todos los periódicos y todas las obras manuscritas, pues de la
menor omisión puede depender un error que llevaría a otro, y así ininterrumpidamente.16
y más adelante, refiriéndose a la tarea del narrador, agrega:
Los que pretenden narrar, simplemente, no valen más, pues no se puede decir
todo; es necesario escoger. Pero en la elección de documentos prevalecerá cierto criterio, y como éste varía según las condiciones del escritor, la historia nunca
será definitiva.17
Según Borges, Flaubert leyó 1500 tratados y libros con el propósito de
escribir su última novela. El objetivo era hacer un compendio de la estupidez
humana, una crítica despiadada de la institución del conocimiento; para lo
cual recopiló todas las ideas recibidas, los lugares comunes y las frases de
cajón que pudo encontrar en la ideología popular o en los libros consultados.
Si admitimos que “la estupidez humana da una idea del infinito”18, como
decía Renan, tal vez podríamos comprender la razón por la cual el gran escritor francés no concluyó su última novela.
El Quijote, como La Odisea, es una metáfora universal, un referente para
comprender a los hombres y sus obras. Por eso no es del todo desafortunada
la comparación de Bouvard y de Pécuchet con ese lector inagotable de libros
de caballería que soñó Cervantes. Como él, estos dos infaustos “hombres de
ciencia” son unos lectores insaciables en busca de un conocimiento que, no
obstante, se les sustrae continuamente por la lectura, probablemente inútil,
que hacen de los libros.
Flaubert, 1973, p. 128.
Flaubert, 1973, p. 132.
18 Citado por J. Lacan, 1998, p. 27.
16
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La diferencia se halla en que, en la novela de Flaubert, los libros de caballería están representados por manuales y libros de divulgación científica, que
tan populares se hicieron desde principios del siglo XIX. En La estructura de
las revoluciones científicas, Kuhn dice que estos manuales no ayudan a comprender los cambios de paradigmas en la ciencia y que, por tanto, tampoco
contribuyen a entender acertadamente el desarrollo del conocimiento científico. En términos generales, los libros de texto muestran a la ciencia y sus
revoluciones como un cúmulo de aportaciones de carácter subjetivo en permanente línea ascendente, es decir, “no como revoluciones sino como adiciones al conocimiento científico”19. Por otra parte, y quizá por esta razón,
tales documentos no gozan de un gran prestigio dentro del gremio de los
hombres de ciencia, y aquellos profesionales que se dedican a publicar este
tipo de libros corren el riesgo de ver deteriorada, más que ensalzada, su carrera.
Sin embargo, es inevitable que la finalidad de esos libros sea persuasiva y
pedagógica; un concepto de la ciencia que se obtenga de ellos no tendrá más probabilidades de ajustarse al ideal que los produjo, que la imagen que pueda obtenerse de una cultura nacional mediante un folleto turístico o un texto para el
aprendizaje del idioma.20
Tal vez la gran aportación de Kuhn a la historia de la ciencia haya sido
precisamente el de una paradoja: constatar que los libros que divulgan la
ciencia no son propiamente libros de carácter científico. Una paradoja que tal
vez podríamos resolver pensando que la ciencia se constituye en dos tiempos
diferentes, pero igualmente importantes: el de la investigación y el de la
escritura. Ahora bien, una ciencia sin escritura, sin la base material de la
escritura, no resulta concebible21.
No es nuestro propósito evaluar el valor o la pertenencia de los libros de
texto al pensamiento científico. Más bien diremos que, en virtud de la coherencia de nuestro discurso, también ellos pertenecen al Mundo 3 de Popper y
por tanto a las fuentes documentales del pensamiento que lo constituye.
Pues bien, a lo largo de toda la novela de Flaubert vemos cómo, de forma
recurrente y casi sistemática, la dificultad creciente de los libros especializados confunde a los personajes en sus estudios, la falta de claridad los aburre
y su propia ignorancia los empuja a experimentar por cuenta propia, en un
Kuhn, 1995, p. 212.
Kuhn, 1995, p. 20.
21 Menassa, 1987, “La escritura como base material de las ciencias”.
19
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desesperado intento por reinventar las ciencias y conseguir hacer, sin otra
ayuda que sus propias fantasías, algún descubrimiento. En un arrebato de
locura intentan transformar aquello que no conocen, poniendo en su lugar
algo conocido que les resulte más familiar. Un sordo nihilismo los empuja,
contagiando su malestar y su escepticismo al lector, en lo que parece constituir una refutación insalvable del Mundo 3 de Popper. Su lectura nos hace
pensar, entonces, que el mundo del conocimiento objetivo carece de autonomía, es decir, que se trata de un ámbito sometido a las determinaciones
subjetivas de los hombres que contribuyen a su engrandecimiento.
Seguramente, lo que dice Flaubert respecto a la frustración que experimentan sus dos personajes con el estudio de la fisiología, lo podría haber
dicho acerca de su experiencia con la ciencia en general: “En la imposibilidad de comprenderla, no creyeron más en ella”22. Así, el escepticismo de la
novela lo contamina todo, hasta que en el límite del paroxismo, Bouvard y
Pécuchet están a punto de ser ajusticiados por una sociedad que no tolera la
magnitud de su nihilismo.
Entonces en el espíritu de los dos se desarrolló una facultad lamentable: la de ver
la necedad y no tolerarla. Les entristecían cosas insignificantes: los anuncios de
los periódicos, el perfil de un burgués, una reflexión tonta oída por casualidad.23
La novela queda inconclusa, pero entre las notas de trabajo que deja
Flaubert antes de morir, se puede leer el destino que sus personajes eligen
después de renunciar al conocimiento: copiar como antes, volver a sus antiguos oficios.
Vindicación de Popper
... somos prisioneros de nuestros prejuicios o de nuestro marco de supuestos,
pero con la ayuda del método del mundo 3, que consiste en situar nuestras teorías
y nuestros supuestos fuera de nosotros –o de formularlos claramente, de modo
que puedan ser criticados–, siempre podemos huir de esta prisión por medio de
la crítica racional.24
Podríamos decir que, al contrario de Don Alonso Quijano, Bouvard y
Flaubert, 1973, p. 75.
Flaubert, 1973, pp. 246-247.
24 Popper, 1997, p. 197.
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Pécuchet no se ven afectados por la lectura de los libros, sino, en cualquier
caso, por la falta de una verdadera lectura. Ocurre pues, que en lugar de estudiar la ciencia que se proponen conocer, esto es, en lugar de hacer acopio de
los significantes propios de ese campo y alienar sus ideas previas ante ellos,
abandonan la tarea que se han propuesto, prefiriendo sus prejuicios a la incertidumbre que todo nuevo conocimiento les ofrece. Finalmente, Bouvard y
Pécuchet optan por la certeza de las ideas fijas antes que por la incompletud
que les ofrece la ciencia. Desisten cuando los límites del conocimiento se
hacen imprecisos, cuando justamente comienza la ciencia: empeñados en
demostrar que el conocimiento es imposible por no ser absoluto. Así, en lugar
de dudar de sí mismos, prefieren dudar de la ciencia:
La ciencia se ha hecho según los datos brindados por un rincón del mundo. Quizá
no convenga a todo el resto ignorado, que es mucho más grande y no se puede
descubrir.25
Aunque, aparentemente son incapaces de aprender de los libros, refutando así el experimento mental que propusiera Popper (nota 13), en realidad
ocurre que no llevan a cabo la tarea que se proponen y que tan necesaria
resulta en el camino de la ciencia. Es esta una tarea de investigación que
supone la imprecisión y la vaguedad de lo que se quiere conocer, su fundamental parcialidad, la incompleta comprensión de sus objetos, pero también
la radical autonomía de los significantes puestos en juego en el orden del pensamiento.
Y es que la autonomía del Mundo 3 resulta fundamental en la justificación del argumento que la sostiene. Popper se sitúa en la línea de los grandes
sistemas filosóficos al proponer para el orden del pensamiento una categoría
ontológica propia, un nivel de objetividad que nos permite pensar en la mente
y sus productos como una realidad objetiva, fundamental para el hombre.
Dicha realidad es, en cualquier caso, una realidad externa e independiente de
la actividad mental de los sujetos –Mundo 2–, y por tanto libre de toda introspección epistemológica solipsista o subjetivista.
Como ya hemos visto, lo que Popper se propone con su metáfora del
Mundo 3, es dar una solución al callejón sin salida que la epistemología subjetivista ofrece, no sólo a las cuestiones de la mente, sino a toda la filosofía
que concierne al desarrollo de la ciencia y al conocimiento científico. De
forma precisa Popper afirma que las claves para entender la mente humana
están fuera de ella:
25
Flaubert, 1973, p. 85.
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... en contra de lo que pueda parecer a primera vista, estudiando los productos
mismos podemos aprender sobre el comportamiento productivo más de lo que
podemos aprender, sobre los productos, estudiando el comportamiento productivo.26
La estrategia que propuso Popper nos conduce a una necesaria redefinición de lo que es la mente y el orden del pensamiento. En contra del clásico
planteamiento sustancialista que los estudios de la mente nos ofrecen, Popper
invierte el orden de nuestra lectura y destaca la importancia que lo simbólico
tiene sobre nuestras mentes y sobre la realidad física; su fundamental independencia y la incalculable extensión de sus efectos. El Mundo 3 es irreductible a cualquiera de las simplificaciones que pretenden obviar su existencia,
llámense éstas fisicalistas, conductistas o psicologistas.
Lo que se puede llamar segundo mundo –el mundo de la mente– se convierte
cada vez más en el nexo entre el primer y el tercer mundos: todas nuestras acciones en el primer mundo están influidas por nuestra captación segundo-mundana
del tercer mundo. Por eso es imposible comprender la mente humana y el ego
humano sin comprender el tercer mundo (la “mente” o “espíritu objetivo”); y por
eso es imposible interpretar sea el tercer mundo como mera expresión del segundo, sea el segundo como mero reflejo del tercero.27
Cuando Kuhn señala que a partir de cierto momento los libros de ciencia
resultan ilegibles para los legos, quiere decir que un determinado campo de
la ciencia sólo puede ser leído desde los significantes que le pertenecen y que
lo produjeron: ¿Cuáles son, entonces, estos significantes a los que aquí nos
referimos? Los significantes propios de una ciencia, necesarios para su comprensión e inteligencia, son precisamente aquellos que define Popper como
los elementos más importantes del Mundo 3: los conceptos, los problemas,
los argumentos, las formulaciones teóricas, etc. Sin estos significantes, no
hay forma de construir un instrumento de lectura posible para la comprensión
de un campo de conocimiento dado:
Sólo en las primeras etapas del desarrollo de las diversas ciencias, anteriores al
paradigma, posee el libro ordinariamente la misma relación con la realización
profesional que conserva todavía en otros campos creativos. Y sólo en los campos que todavía conservan el libro, con o sin el artículo, como vehículo para la
comunicación de las investigaciones, se encuentran tan ligeramente trazadas las
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Popper, 1992, p. 113.
Popper, 1992, p. 143.
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líneas de la profesionalización que puede esperar un profano seguir su progreso,
leyendo los informes originales de los profesionales. Tanto en la matemática
como en la astronomía, ya desde la Antigüedad los informes de investigaciones
habían dejado de ser inteligibles para un auditorio de cultura general.28
Es decir, la lectura de determinadas áreas del conocimiento requieren un
distanciamiento del pensamiento corriente, un desprenderse de las ideas que
comúnmente manejamos en nuestra vida cotidiana, para acceder al lenguaje
especializado que las genera. Como afirma Kuhn, aunque se suele deplorar
esta distancia, cada vez mayor, que separa el pensamiento científico, con su
lenguaje hiperespecializado y su lectura sofisticada de la realidad, del resto
de las otras áreas de conocimiento y del pensamiento común, pocas veces se
ha reparado en la importancia que tal abismo puede tener en el desarrollo de
la ciencia.
Bouvard y Pécuchet no consiguen aprender nada por la lectura ingenua29
que llevan a cabo de los libros. Esta lectura ingenua se distingue precisamente por el rechazo de los significantes propios de una ciencia –que les permitirían alcanzar su inteligencia–, anteponiendo a ellos las ideas previas y los
prejuicios a los que están habituados y que tan irrenunciables resultan. Para
decirlo en términos popperianos, una ciencia sólo puede ser leída desde sus
propios contenidos “tercer mundanos” y no a la inversa, como pretenden los
personajes de Flaubert.
De esta manera, creemos que Bouvard y Pécuchet en realidad es un falso
argumento en contra del conocimiento objetivo de Popper. Desde una perspectiva popperiana, podríamos decir que tanto Bouvard como Pécuchet
representan la epistemología subjetivista: una cierta manera de entender el
conocimiento desde un punto de vista psicologista. Una idea que hace a los
contenidos y estados mentales subjetivos más importantes que el conocimiento objetivo o, peor, que considera este conocimiento objetivo reducible
a términos mentales internos (creencias, voliciones, etc.). Más que un argumento en contra del Mundo 3 y de la epistemología objetivista que plantea
Popper, Bouvard y Pécuchet supone una demostración de que el programa
subjetivista resulta imposible de cumplir.
Todo conocimiento, habitualmente, supone una revolución para el sujeto
que conoce, una subversión de sus modos habituales de pensar y no un simple incremento de lo que ya sabía30. Todo nuevo conocimiento opera sobre el
Kuhn, 1995, p. 48.
Menassa, 1987, “La lectura como producción”.
30 Kuhn, 1995, pp. 28-29.
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sujeto cognoscente una transformación que, como ya vimos, Popper denomina “autotrascendencia”, es decir, la capacidad que tiene el hombre de ir más
allá de sus propias ideas y de su conocimiento previo. Lo que afirma sobre
las relaciones del artista con su obra, cobra aquí una gran importancia:
Pienso que cada gran obra de arte trasciende al artista. Al crearla, éste interactúa
con su obra: recibe constantemente sugerencias de su obra, sugerencias que
señalan más allá de lo que él pretendía originalmente. Si posee humildad y la
autocrítica para prestar oído a estas indicaciones y aprender de ellas, creará una
obra que trascenderá sus propias facultades personales.31
A veces ocurre, sin embargo, que el sujeto, o la sociedad entera, prefiere
renunciar a lo nuevo para conservarse en lo conocido, tal como al final hacen
Bouvard y Pécuchet: volver a sus antiguos oficios de amanuenses y copistas,
copiar como antes. Todo, con tal de no enfrentarse a las transformaciones que
necesariamente traerá el conocimiento.
Afortunadamente, las evoluciones y las revoluciones del Mundo 3 no
dependen de nuestra voluntad, sino de la determinación imparable de sus
contenidos simbólicos que nos llevan a cumplir su lógica más allá de que la
entendamos o la aceptemos:
De un modo similar, Einstein dijo en cierta ocasión: “Mi lápiz es más listo que
yo”. Por supuesto, lo que quería decir era que al anotar las cosas por escrito y al
calcularlas sobre el papel, a menudo obtenía resultados que iban más allá de lo
que había previsto. Podemos decir que al utilizar lápiz y papel se conectaba al
mundo 3 del conocimiento objetivo. Así, convertía sus ideas subjetivas en ideas
objetivas y de este modo lograr consecuencias remotas o no intencionadas que
iban mucho más allá de su punto de partida.32
Como dice Popper, si el Mundo 3 dependiera de nuestra subjetividad, de
nuestros estados mentales internos, cada uno de nosotros debería comenzar
siempre por donde comenzó Adán y nada nos permitiría pensar que iríamos
más lejos que él. Seríamos siempre el primer hombre y, probablemente, nadie
nos sucedería.
Para llegar a ser sujetos de la cultura y del lenguaje es necesario admitir
que antes de nacer nosotros ya hubo cultura y hubo lenguaje: todo un mundo
de conocimiento en permanente movimiento, sujeto a sus propias leyes.
31
32
Popper, 1997, p. 68. y p. 199.
Popper, 1997, p. 68.
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Referencias bibliográficas
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Editores.
Brentano, F. (1998), Sobre el concepto de verdad. Excerpta Philosophica, 26,
Facultad de Filosofía, Universidad Complutense de Madrid.
Flaubert (1881), Bouvard et Pécuchet, Paris, A. Lemerre, 1881. Page de titre.
Paris, BnF. [Traducción esp. (1973), Bouvard y Pécuchet. Barcelona,
Seix Barral Editores.]
Kuhn, T. S. (1995), La estructura de las revoluciones científicas. Madrid,
Fondo de Cultura Económica.
Lacan, J. (1998), La relación de objeto (Seminario 4). Buenos Aires,
Editorial Paidós.
Menassa, M. O. (1987), Freud y Lacan –hablados– 1. Madrid, Editorial
Grupo Cero.
Popper, K. (1992): “Epistemología sin sujeto cognoscente”. En
Conocimiento objetivo. Un enfoque evolucionista. Madrid, Editorial
Tecnos.
Popper, K. (1997), El cuerpo y la mente. Escritos inéditos acerca del conocimiento y el problema cuerpo-mente. Ediciones Paidós / I.C.E. de la
Universidad Autónoma de Barcelona.
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