CAPÍTULO 7. YAYOS INFLUENCERS. EMPODERAMIENTO DE LA
TERCERA EDAD A TRAVÉS DE LAS REDES SOCIALES ................................... 146
LAURA PICAZO-SÁNCHEZ
DAVID GARCÍA-MARÍN
CAPÍTULO 8. EL USO DE LAS REDES SOCIALES EN LAS
MOVILIZACIONES DE MAYORES VENEZOLANOS............................................ 167
ELÍZABETH MANJARRÉS RAMOS
CAPÍTULO 9. LA PARTICIPACIÓN EN LA CONSULTA PÚBLICA
DE LA LEY TRANS: ESTUDIO SOBRE LA REPERCUSIÓN DE LA CAMPAÑA
COMUNICATIVA ...................................................................................................... 184
BENJAMÍN CRISTIAN SANTIAGO MONTIEL
MIRIAM SARA RANEDO RODRÍGUEZ
CAPÍTULO 10. EMPODERAMIENTO COMUNICATIVO Y
PARTICIPACION DE UNA ZONA DE COMPENSATORIA EN ZONA DE
TRANSFORMACION, USANDO UN CANAL EDUCATIVO DE CREACIÓN
PROPIA: SCHOOLCOR CAFÉ .................................................................................. 201
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ BAUTISTA
ANTONIO VILLANUEVA MARTÍN
CAPÍTULO 11. COMUNICACIÓN/EDUCACIÓN COMO MODELO
CONVERGENTE PARA POBLACIONES AFRODESCENDIENTES
EN COLOMBIA ........................................................................................................ 218
VERÓNICA MARTÍNEZ GUZMÁN
CAPÍTULO 12. EL NUEVO BESUG DE LOS BOSQUESINOS:
EXPERIENCIAS DE LOS INDÍGENAS DEL AMAZONAS COLOMBIANO CON
LAS ACTUALES TIC’S ............................................................................................. 240
MARTHA LUNA SEONERAY
SECCIÓN II
ACTIVISMO Y PARTICIPACIÓN CIUDADANA
CAPÍTULO 13. DEMOCRACIA DIGITAL Y EMPODERAMIENTO
CIUDADADANO ....................................................................................................... 257
ENRIQUE CONEJERO PAZ
MARÍA DEL CARMEN SEGURA CUENCA
CAPÍTULO 14. EL IMPULSO DE LA PARTICIPACIÓN CIUDADANA
A TRAVÉS DE REDES SOCIALES .......................................................................... 278
RAQUEL FERNANDA GARCÍA OJEDA
MARINA DEL PILAR OLMEDA GARCÍA
CAPÍTULO 15. DEMOCRACIA DIGITAL Y NUEVOS
MOVIMIENTOS URBANOS. LA APROPIACIÓN TECNOPOLÍTICA
TRAS EL 15M EN ESPAÑA ...................................................................................... 296
FRANCISCO JAVIER MORENO GÁLVEZ
CAPÍTULO 13
DEMOCRACIA DIGITAL Y
EMPODERAMIENTO CIUDADADANO
ENRIQUE CONEJERO PAZ
Universidad Miguel Hernández de Elche
MARÍA DEL CARMEN SEGURA CUENCA
Universidad Miguel Hernández de Elche
1. INTRODUCCIÓN
Desde hace más de cuatro décadas la revolución de las tecnologías de
la información y de la comunicación (TIC) está cambiando radicalmente la forma en que vivimos y nos relacionamos. Ya desde sus comienzos se abrió la posibilidad de que surgieran nuevas formas de participación política, con la promesa de nuevas dinámicas democráticas
que, desde entonces, han sido etiquetadas como potencialmente innovadoras, modernas y participativas y que podrían materializar un empoderamiento ciudadano efectivo. Si bien estas promesas parecían justificadas con respecto a las TIC, es importante destacar que las diferentes propuestas de democracia digital o electrónica se basan, explícita o
implícitamente, en conceptos bien enraizados en la teoría democrática
(Lindner y Anchholdzer, 2020).
En este sentido, las visiones, objetivos y enfoques normativos representados por las diferentes conceptualizaciones de la democracia digital se
pueden rastrear volviendo a los principios fundamentales de la teoría
democrática. Las democracias liberales siempre son imperfectas y, tradicionalmente, existe un debate permanente sobre el marco institucional y legal, así como sobre el conjunto de hábitos y costumbres que
exprese adecuadamente los valores democráticos impregnados en una
sociedad y que pueda constituir la quintaesencia de un sistema democrático (Conejero, 2005).
‒
‒
Existen diferentes concepciones normativas de la democracia28, por
consiguiente, cada variante de la democracia basada en las TIC está
inspirada por una concepción normativa, esto es, por una comprensión
específica de una visión ideal-típica de la comunidad política y su
vínculo con el proceso de toma de decisiones políticas. Algunos enfoques de la democracia ponen su énfasis principal en alcanzar un alto
grado de representatividad, otros enfoques promueven la protección de
los derechos y libertades, mientras que otros argumentan la necesidad
de lograr la participación inclusiva y completa de la ciudadanía (Schmidt, 2008).
Para este trabajo, se han seleccionado tres modelos ideal-típicos de democracia29, esto es, el modelo liberal, el republicano (o participativo) y
el modelo deliberativo (Habermas, 1992; Held, 2006; Lembcke et ál.,
2012; Schmidt, 2008; Schultze, 2004). Estos tres modelos se pueden
distinguir según concepciones divergentes sobre la naturaleza humana,
el papel atribuido al individuo en relación con la sociedad, la ciudadanía, y la comprensión de la libertad. La siguiente descripción general
de los tres modelos principales se basa principalmente en los enfoques
propuestos por los autores citados con anterioridad.
El modelo liberal democrático se basa en elementos clave de la política
liberal. Una característica fundamental de este modelo es su fuerte énfasis en los procedimientos. Esto es, en lugar de intentar conceptualizar
una forma predefinida de sociedad, este modelo se centra en el análisis
de procesos e instituciones que aseguren una toma de decisiones generalmente vinculante.
Desde este prisma, el proceso democrático se conceptualiza como una
competencia entre actores estratégicos: grupos de interés, partidos
Existen múltiples aproximaciones sobre los modelos o tipos de democracia, en este sentido,
Held (2002) apuntaba que “dentro de la teoría democrática hay un profundo conflicto entre
quienes consideran que la democracia debe referirse a cierto tipo de poder popular y quienes
entiende la democracia como un mecanismo que facilita el proceso de toma de decisiones” (p.
25)
29 Otros autores, como Collier y Levitsky (1997) definen más de 550 subtipos de democracia,
por lo que el análisis sobre la calidad de las democracias siempre será un problema de índices
de democracia.
28
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políticos, élites, etc. De esta forma, el ciudadano es conceptualizado
como un actor racional cuya participación política se limita más o menos a la expresión periódica de sus preferencias individuales por medio
del voto. Los procesos de formación de la voluntad política, basados en
el debate público y el aprendizaje, no reciben mayor atención en este
modelo. Así, la voluntad política de la comunidad democrática se entiende como el resultado de la interacción de intereses en competencia
y la agregación de las preferencias individuales de los votantes. En el
modelo liberal, el estatus del ciudadano y su esfera privada están protegidos por una serie de derechos fundamentales.
El modelo participativo (republicano) descansa en el supuesto de la participación activa de los ciudadanos en la política30. Para lograr este objetivo, se requiere una comunidad política que comparta un amplio conjunto de valores comunes y una orientación al logro del bien común. La
comprensión del modelo de lo político va mucho más allá de los simples procedimientos para toma de decisiones colectivas. De esta forma,
el proceso político se conceptualiza como el medio central a través del
cual la sociedad se constituye y toma conciencia de sí misma como comunidad. Aquí, el escepticismo del modelo liberal hacia la participación política es reemplazado por la primacía de la participación ciudadana. Los procesos colectivos de formación de la voluntad entre ciudadanos libres e iguales se consideran un valor en sí mismo, y la participación se entiende como una característica holística e integral de la política.
Por último, el modelo deliberativo está estrechamente relacionado con
el anterior, pero incorpora elementos importantes del modelo liberal.
En este sentido, este ideal requiere una comprensión específica y exigente de las condiciones de comunicación bajo las cuales se realizan
los procesos de formación de la voluntad pública. Podemos decir que
surge como una crítica tanto del modelo liberal como del participativo.
Así, mientras que el primero privilegia la autonomía individual para
30 Una variante del modelo de democracia participativa es la propuesta de Barber (1984) sobre
la democracia fuerte, apostando por una sociedad civil crítica y activa que utilice “nuevas tecnologías para establecer un foro cívico nacional en el debate civil y la discusión política razonable entre comunidades geográfica y económicamente dispersas” (Barber, 2000, p.91)
‒
‒
evitar la “tiranía de la mayoría”, el segundo pone la soberanía popular
en el centro del escenario. En lugar de contraponer los derechos individuales y soberanía popular, ambos objetivos reciben el mismo peso en
el modelo deliberativo. El paso integrador es el establecimiento de condiciones sofisticadas para una deliberación pública racional y justa.
Idealmente, estas condiciones deben incluir apertura a todos los posibles participantes y puntos de vista, razonamiento e igualdad y libertad
de expresión.
A diferencia del modelo participativo, este procedimiento orientación
no requiere un acuerdo ex ante de gran alcance sobre una determinada
forma de sociedad u otras fuentes sustantivas de legitimidad. Las preguntas sobre qué normas deben ser constitutivas de la comunidad son
temas clave en los procesos de deliberación pública. Al mismo tiempo,
la deliberativa modelo incorpora el constitucionalismo y la garantía de
los derechos individuales y libertades.
Así, en el modelo deliberativo, el poder político permanece ligado a las
instituciones políticas y públicas, y los procedimientos establecidos
para la toma de decisiones. La idea de soberanía popular se realiza mediante deliberaciones racionales en la esfera pública y en las redes de
organizaciones de la sociedad civil, que ejercen su poder comunicativo
para influir en el sistema de toma de decisiones políticas.
Una de las principales promesas de las TIC era que su desarrollo permitiría profundizar en la consolidación democrática, sobre todo
abriendo nuevas vías para que los modelos de democracia participativa
y deliberativa pudieran acercarse a su tipo-ideal. Abundando en lo antedicho, las primeras predicciones sobre las tecnologías de la información y la comunicación también preveían una transformación en la
forma en que la sociedad civil interactuaría con el gobierno. No obstante, a nuestro juicio, el desarrollo y la implementación de dicha tecnología, hasta ahora, no ha logrado transformar radicalmente el proceso
democrático. Eso sí, la tecnología ha cambiado ciertos aspectos de la
administración pública, particularmente para aquellos sectores que usan
intensivamente las TIC, como se ha visto durante la pandemia de la
COVID-19, pero aún no se ha logrado una síntesis completa entre la
participación pública y la tecnología.
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En este capítulo se analizan los requisitos previos para la implementación efectiva de la democracia digital, que incluye, pero no se limita a
la implementación de las TIC por parte de los poderes públicos. Más
allá de la implementación efectiva de la tecnología, la democracia electrónica también requiere una sociedad civil virtualmente comprometida
que desee y sea capaz de utilizar una esfera pública virtual. Al respecto,
debemos tener mucho cuidado porque en el camino del desarrollo de la
democracia digital pueden aparecer importantes brechas digitales, marginando a los ciudadanos que carezcan de la capacidad de conectarse
por diversas razones, como pueden ser desigualdades de renta, infraestructura o preocupaciones por su privacidad.
Las diferentes olas de nuevas TIC tienen el potencial de fomentar una
esfera pública más inclusiva y fortalecer la democracia, pero se debe
tener mucho cuidado para garantizar que no se produzca una censura
innecesaria, que las grandes corporaciones no abusen de la esfera pública virtual, que la democracia electrónica sea accesible, que la privacidad de los participantes esté protegida y que los ciudadanos en la esfera pública virtual puedan actuar de buena fe.
En este sentido, Sunstein (2003) nos advertía que:
Ante el reciente y enorme incremento de las opiniones comunicativas,
existe un riesgo omnipresente de sobrecarga informativa: demasiadas
opciones, demasiados temas, demasiadas opiniones, una cacofonía de
voces. Además, el riesgo de sobrecarga y la necesidad de filtración van
de la mano (p.61).
2. DEMOCRACIA DIGITAL
Podemos rastrear la literatura sobre la relación entre las TIC y la democracia ya desde la década de los años 60 del siglo pasado, desde entonces se viene anunciando que las nuevas TIC tienen un enorme potencial
para transformar las prácticas existentes de comunicación política y los
propios sistemas políticos (McLuhan, 1964). Desde entonces la literatura científica ha crecido exponencialmente con la misma velocidad de
expansión de las TIC. Y al mismo tiempo se debatía sobre sus implicaciones sobre las instituciones y procesos políticos-administrativos tanto
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en la teoría como en la práctica. Como muchos conceptos en las Ciencias Sociales, no hay consenso sobre la definición de democracia digital. Algunos autores se refieren al término como “democracia electrónica o e-democracia” (Hagen, 1997) o “democracia digital” (Hacker y
van Dijk, 2000). Por otra parte, en los inicios del debate encontramos
definiciones como “tele democracia” (Becker, 1981), “democracia virtual” (Norris y Jones, 1998) o “ciberdemocracia” (Tsagarousianou et
ál., 1998).
La democracia digital es un concepto que se ha utilizado durante las
últimas dos décadas para referirse a las tecnologías y herramientas habilitadas digitalmente que propician diferentes tipos de procesos participativos, como el seguimiento de políticas y representantes, la firma
de peticiones, procesos deliberativos, redacción de textos legales, la votación, etc. Entre las numerosas concepciones más o menos diferentes,
se pueden discernir definiciones con un sabor normativo y otras más
neutrales.
Y cada una de estas definiciones se puede asociar con uno de los modelos básicos de democracia descritos anteriormente. A continuación,
revisaremos brevemente algunos de ellos para establecer los conceptos
básicos y esbozar el marco conceptual para nuestro análisis de herramientas y sistemas digitales.
Una colección de contribuciones, que se centran tanto en cuestiones
teóricas como prácticas. Destacando la relación entre los nuevos medios y la democracia, en este sentido, Hacker y van Dijk conceptualizan
la “digital democracia” como un concepto normativo, esto es,
la democracia digital es el uso de tecnologías de la información y la
comunicación (TIC) y la comunicación mediante computadores (CMC)
en todo tipo de medios (por ejemplo, Internet, radiodifusión interactiva
y telefonía digital) con el fin de mejorar la democracia o la participación
de la ciudadanía en la comunicación democrática (2000, p.1).
En una contribución más reciente, van Dijk (2012) proporciona una actualización de la definición anterior cuando puntualiza que “la democracia digital se puede definir como la búsqueda y la práctica de la
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‒
democracia en cualquier punto de vista utilizando los medios digitales
en línea y comunicación política offline” (p.51).
Tanto Hacker como van Dijk argumentan a favor del término “democracia digital” como preferible a todos los demás. Sin embargo, esto no
significa que la democracia digital reemplace el uso de los medios de
comunicación tradicionales. Nosotros nos decantamos en este trabajo
por el uso del concepto de “democracia electrónica o e-democracia”
como sinónimo de “democracia digital”.
Por su parte, Coleman y Norris (2005) también apuestan por la “e-democracia” como concepto clave y señalan un elemento común esencial,
esto es, “un hilo conductor ... es la suposición de que la democracia
electrónica tiene algo que hacer con el uso de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para mejorar estructuras y procesos
democráticos ” (p. 6 y siguientes); “La democracia electrónica es tanto
de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba; se trata tanto de los procesos institucionales de jerarquías como de la arreglos de redes más
fluidos” (p. 32).
Cuando nos referimos a la democracia digital31 se pueden incluir formas híbridas de participación (en línea y fuera de línea) en lugar de solo
formas “digitales” o “electrónicas”. Otros términos comunes para designar este amplio dominio son “tecnología participativa” o “tecnología
cívica”. Más recientemente, la “democracia digital” también puede incluir formas emergentes de criptodemocracia para la construcción descentralizada de sistemas políticos y el gobierno corporativo y organizacional democrático (Allen et ál., 2019).
En los últimos años, el ecosistema de la democracia digital se ha expandido con un número creciente de plataformas y aplicaciones que
aprovechan los datos geográficos (mapeo colaborativo), tecnologías
31 Por su parte NESTA (2017, p.11) plantea que se debe establecer una distinción entre las
definiciones "minimalista" y "maximalista" de democracia digital. La primera se centra en dar a
los ciudadanos acceso a la información y permitiéndoles interactuar con los gobiernos a través
de consultas en línea y servicios transaccionales online. La segunda apuesta por una participación más activa de los ciudadanos, permitiéndoles colaborar con los políticos y empleados
públicos, tomando sus propias decisiones sobre cómo ellos y sus comunidades locales quieren
ser gobernados.
‒
‒
web semánticas (que proporcionan taxonomías y estructura a temas y
argumentos), algoritmos de aprendizaje automático (que sugieren temas relacionados) y una serie de herramientas de colaboración para la
colaboración sincrónica y asincrónica (wikis, hojas de cálculo en línea,
foros y chats, etc.). La nueva generación de tecnologías cívicas se alinea
con diferentes modelos de democracia (liberal, monitorizada, participativa, deliberativa y epistémica) en función del énfasis de sus funcionalidades (Poblet et ál., 2019).
Ya en 2009, nos encontramos un proceso de institucionalización de la
democracia electrónica cuando se produce la Recomendación europea
del Comité de Ministros a los Estados miembros sobre democracia electrónica (e-democracia)32. Se plantean 12 recomendaciones, haciendo
énfasis en que:
El Comité de Ministros, de acuerdo con el artículo 15.b del Estatuto del
Consejo de Europa [...]. Recomienda que los Estados miembros: 1. considerar la posibilidad de aprovechar las oportunidades que ofrece la edemocracia para fortalecer la democracia, las instituciones democráticas y los procesos democráticos; 2. considerar e implementar la e-democracia como el apoyo y fortalecimiento de la democracia, las instituciones democráticas y los procesos democráticos a través de las TIC,
y vinculado con el compromiso a la participación y la reanudación de
la participación de los ciudadanos en la democracia; [...] (p. 3)
También, en su anexo, incorpora una larga lista de 80 “principios de la
democracia electrónica” y 102 “Directrices”. Cabe destacar dos principios fundamentales: Al introducir o tomar medidas para mejorar democracia electrónica, las partes interesadas deben tener en cuenta los siguientes principios de la democracia electrónica:
1. La e-democracia, como apoyo y mejora de la democracia, las
instituciones democráticas y los procesos democráticos a través
de las TIC, tiene que ver sobre todo con la democracia.
2. La e-democracia es una de varias estrategias para fomentar la
democracia, las instituciones y procesos democráticos, y la
32 Ver Recomendación CM / Rec (2009) 1 del Comité de Ministros a los Estados miembros
sobre la democracia electrónica (e-democracia) (Adoptada por el Comité de Ministros el 18 de
febrero 2009 en la reunión del 1049a Delegados de Ministros).
‒
‒
difusión de los valores democráticos. Es adicional, complementario e interrelacionado con los procesos tradicionales de democracia. Cada proceso tiene sus méritos: ninguno es de aplicación
universal.
Por último, a raíz de la pandemia de la COVID 19 y la necesidad imperiosa de un mundo cada vez más digital, la Comisión Europea ha presentado una hoja de ruta para la transformación digital de Europa hasta
2030. En este sentido, se pretende convertir a la Unión Europea digitalmente soberana en un mundo abierto e interconectado, e implementar
políticas digitales que empoderen a las personas y a las empresas con
el objetivo de alcanzar un futuro digital centrado en el ser humano, sostenible y más próspero. La llamada “Brújula Digital” se basa en la estrategia digital de la Comisión Europea de febrero de 2020 y gira en
torno a cuatro puntos clave (Comisión Europea, 2021):
1) Ciudadanos con capacidades digitales y profesionales del sector digital altamente cualificados: En 2030, al menos el 80% de todos los
adultos deberían tener competencias digitales básicas y la UE debería
tener 20 millones de especialistas en TIC, con perspectiva de género.
1) Infraestructuras digitales seguras, eficaces y sostenibles: En 2030,
todos los hogares de la UE deberían tener conectividad de gigabit y
todas las zonas pobladas deberían estar cubiertas por redes 5G; la producción de semiconductores de punta y sostenibles en Europa debería
representar el 20% de la producción mundial; deberían desplegarse en
la UE diez mil nodos externos muy seguros y climáticamente neutros;
y Europa debería tener su primer ordenador cuántico.
3) Transformación digital de las empresas: Para 2030, tres de cada cuatro empresas deberían utilizar servicios de computación en nube, macro
datos e inteligencia artificial; más del 90% de las pymes debería alcanzar al menos un nivel básico de intensidad digital; y el número de unicornios de la UE debería duplicarse.
4) Digitalización de los servicios públicos: Para 2030, todos los servicios públicos clave deberían estar disponibles en línea; todos los ciudadanos deberían tener acceso a su historial médico electrónico; y el 80%
‒
‒
de los ciudadanos deberían utilizar una solución de identificación electrónica.
A nuestro juicio la implementación efectiva de la democracia digital
debe intentar solventar los siguientes retos:
a)
Participación
Una de las grandes promesas de la democracia digital es alcanzar unos
mayores niveles de participación política. El reto es mayúsculo porque
según informe del Índice de democracia (2020), elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist, donde se hace un análisis del
estado de la democracia en el mundo en el año de la COVID-19, las
noticias son desalentadoras: se constata un retroceso de la democracia
a nivel global. En el año 2020, casi la mitad de la población, eso es el
49%, vive en algún tipo de democracia. Y solo el 8,4% vive en las democracias llamadas “plenas”. Y todavía más de un tercio de la población mundial, el 35,6%, vive en sistemas políticos no democráticos. De
esta forma, sólo 75 de los 167 países analizados, es decir, el 45% del
total, se consideran democracias.
b)
Igualdad de acceso:
Globalmente, el número de usuarios de Internet ha aumentado de 738
millones en el año 2000 a 5.000 millones en 2020 (Internet World Stat,
2020). Esto es, casi el 80% del mundo puede conectarse a Internet.
Una de las principales causas de que los ciudadanos no usen Internet,
aun teniendo posibilidades de acceso, se deriva de su elevado coste. En
este sentido, entendemos que, si se ha constitucionalizado la participación política como un derecho, y se necesita del acceso a la red para
participar, entonces deberíamos procurar que el acceso a Internet también se convierta en un derecho. Sin embargo, el “derecho a estar conectado” puede estar amenazado por las desigualdades económicas y
sociales, por un lado, y por el afán de restringir el acceso y controlar la
información en Internet por parte de algunos gobiernos y las propias
empresas tecnológicas que van acumulado posiciones de oligopolio.
c)
Validación:
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En la democracia virtual los procesos de validación no son sólo el desarrollo de máquinas de votación fiables y seguras, sino que se debe mejorar una amplia gama de temas sobre la protección de los actuales sistemas de votación: verificación de identidad, seguridad y privacidad de
los datos, privacidad del voto y auditabilidad.
d)
Deliberación:
En los procesos tradicionales de un solo canal: una persona puede hablar a la vez. Esto es viable para pequeños grupos de comunicación,
pero el número de conversaciones potenciales crece exponencialmente
con el número de participantes. Si solo hay un micrófono: un ayuntamiento o una asamblea, por ejemplo: las cosas se pueden volver rápidamente inmanejables debido al cuello de botella que se puede producir
en el debate. Este es uno de los mayores desafíos para la toma de decisiones grupales. Las TIC y las redes sociales proporcionan comunicación multicanal, pero el poder de estas innovaciones, en sí mismas, han
creado otros desafíos. No esta demás, recordar los impactos de la creación de silos y la difusión de noticias falsas a través de las redes sociales. Por tanto, para que funcione una democracia digital no basta con
tener canales de comunicación disponibles. Se necesita deliberación,
argumentación y debate para alcanzar entre todos el bien común. Las
herramientas de comentarios de las plataformas de redes sociales como
Facebook no suelen favorecer el diálogo deliberativo. Sin embargo, en
los últimos años ha habido una considerable innovación en el apoyo a
la comunicación de estilo debate en línea. Son ya bastantes las experiencias en la creación de plataformas de software libre para la toma de
decisiones colectivas.
Ya en 2003 la OCDE nos advertía de los desafíos a los que se enfrentaba la implementación de la democracia electrónica, destacando que
los niveles locales de gobierno eran escenarios ideales para aprovechar
las innovaciones de las TIC en la democracia, para después ser incorporada a otros niveles de gobiernos e instituciones políticas. Resaltando
también que cualquier enfoque de participación electrónica que resulte
exitoso en un contexto dado debe adaptarse a la cultura, tradiciones y
objetivos de cada país. Los 5 desafíos siguen estando presentes hoy en
día:
‒
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1. Escala
Desde la perspectiva de un ciudadano, ¿cómo puede la tecnología permitir que la opinión de una persona pueda ser escuchada y no perderse
en el debate de masas? Existe, por tanto, una necesidad de adoptar medidas políticas y tecnologías que sirvan para promover y mantener los
espacios públicos virtuales que permiten que la voz de un individuo se
convierta en una comunidad pública. Desde la perspectiva de los poderes públicos, se presenta el desafío de cómo escuchar y responder adecuadamente a cada contribución individual. No cabe otra opción que
fomentar las comunidades en línea y desarrollo de herramientas TIC
para apoyar tales las comunidades.
2. Capacidad
El segundo desafío se refiere a cómo proporcionar a los ciudadanos una
mayor información sobre asuntos públicos y mejorar su capacidad para
escuchar y participar con argumentos y contraargumentos. Al mismo
tiempo, se debe realizar los esfuerzos necesarios para crear la cultura
adecuada en el ecosistema político-administrativo, con respecto a las
oportunidades y límites de los nuevos canales para la participación y
colaboración ciudadana en el ciclo de políticas públicas que ofrecen las
TIC. La accesibilidad, la información comprensible y la oportunidad de
participar en un debate, habilitados por herramientas tales como foros
de discusión, son condiciones básicas. Temas estrechamente relacionados con lo anterior, son la necesidad de tender puentes entre la brecha
digital y la participación de grupos tradicionalmente marginados en la
formulación de políticas (por ejemplo, mayores, jóvenes o personas con
menos recursos). El desafío se enmarca en desarrollar herramientas
efectivas para la participación virtual que brinden a los ciudadanos la
oportunidad tanto de participar como de comprender el trabajo colectivo de toma de decisiones y el desarrollo de habilidades para empoderar a la ciudadanía.
3. Coherencia
Los gobiernos deben adoptar una visión holística del ciclo de políticas
públicas y diseñar tecnologías para apoyar los procesos de información,
‒
‒
consultoría, participación, diseño, retroalimentación y evaluación. Sin
duda, conducirá a diseñar mejores políticas y servicios públicos, que
tienen más probabilidades de ser implementados con éxito. También,
se debe considerar la posibilidad de abordar qué medida las técnicas de
gestión del conocimiento podrían respaldar el ciclo de formulación de
políticas públicas.
4. Evaluación
A medida que los gobiernos apoyan cada vez más el desarrollo de las
TIC para permitir participación ciudadana en asuntos públicos, la ciudadanía se vuelve más crítica y exigente. Por tanto, se necesitan herramientas y mecanismos de evaluación para valorar científicamente el
valor agregado de la participación virtual. La evaluación es la herramienta que nos permite mejorar y rendir cuentas de los recursos invertidos.
5. Compromiso
Corresponde a la consolidación de las democracias involucrar a los ciudadanos en la esfera pública virtual, la mera existencia de las TIC genera expectativas legítimas de que la opinión pública se utilizará para
mejorar la toma de decisiones políticas. Por este motivo, los gobiernos
deben adaptar sus estructuras y procesos para asegurar que los resultados de las consultas en línea sean analizados, difundidos y utilizados.
Este compromiso debe ser comunicado ampliamente, demostrado en la
práctica y validado regularmente. (por ejemplo, a través de informes
anuales, auditorías, revisiones parlamentarias).
3. DEL GOBIERNO ELECTRÓNICO AL GOBIERNO DIGITAL
Para materializar las promesas políticas es indispensable la acción de
los gobiernos y de las administraciones públicas. Desde los comienzos
de este siglo hemos ido transitando en la evolución del concepto de gobierno, poniendo etiquetas como gobierno electrónico (Baum y Di
Maio, 2000; Gascó, 2014), gobierno abierto (Conejero, 2013; Meijer et
ál., 2012) o gobierno digital (Fishenden y Thompson, 2012)
‒
‒
El gobierno electrónico hacía alusión a la incorporación del las TIC a
las administraciones públicas, con el objetivo de mejorar los procesos
internos y la provisión de servicios públicos utilizando las nuevas tecnologías disponibles, redundando en una buena gobernanza pública.
Por su parte, un gobierno abierto es aquel que establece una constante
deliberación con los ciudadanos, que toma decisiones basadas en sus
necesidades y preferencias, que facilita la colaboración de los ciudadanos y funcionarios en el desarrollo de los servicios que presta y que
comunica todo lo que decide y hace de forma abierta y transparente
(Calderón y Lorenzo, 2010). Por otro lado, se puede considerar como
una doctrina política que sostiene que los temas de gobierno y administración pública deben ser abiertos a todos los niveles posibles en cuanto
a transparencia para conseguir una mayor participación ciudadana y una
mejor regulación. Desde otra perspectiva, para la OCDE el término ha
evolucionado desde una mirada basada en tres dimensiones relevantes
que apelan a contar con una Administración Pública transparente, accesible y receptiva (OCDE, 2006), a un enfoque donde se le considera
como plataforma para resolver cómo el gobierno puede trabajar con la
sociedad y los individuos para co-crear valor público (OCDE, 2010).
En su informe del año 2003 “Un gobierno abierto: fomentar el diálogo
con la sociedad civil”, la OCDE ya adelantaba una noción preliminar
sobre el concepto de Open Government bajo el rótulo de “Administración Abierta”, concebida como plataforma de base para “implantar sólidos marcos jurídicos, institucionales y políticos que rijan el acceso a
la información, la consulta y la participación pública en la materia contribuye a mejorar la política pública, a luchar contra la corrupción y a
incrementar la confianza de la sociedad en la Administración”. En su
concepción y propósito original, aludía a la necesidad del gobierno y la
administración pública para conectar de manera más fluida con la sociedad civil en el marco de lograr una mayor implicación ciudadana en
la elaboración de las políticas públicas y promover el buen gobierno:
“informar, consultar y hacer participar a los ciudadanos constituyen los
pilares de todo buen gobierno, los medios adecuados de fomentar la
apertura, y una buena inversión para mejorar la elaboración de las políticas públicas” (OCDE, 2003)
‒
‒
Los comienzos de la Administración Obama en los EE.UU. y sus esfuerzos por modernizar la administración federal significaron el inicio
del redescubrimiento del concepto gobierno abierto (open government)
dentro del sector público en todo el mundo. En este sentido, el Memorándum for Transparency and Open Government (21 de enero de
2009), incorporó esta cuestión como una prioridad política de primer
orden en torno a tres principios claves: colaboración, transparencia y
participación. A partir de entonces el paradigma de gobierno abierto se
ha desarrollado por todo el mundo33.
En cuanto al gobierno digital, la OCDE (2020) propone un marco de
actuación en políticas para su implementación efectiva (figura 1) basado en seis ejes: 1) Digital por diseño;2) Sector público basado en datos; 3) Gobierno como plataforma; 4) Abierto por defecto; 5) Impulsado
por el usuario, y 6) Proactividad.
FIGURA 1. Marco políticas gobierno digital OCDE
Fuente: OCDE (2020, p. 6)
Existe una Alianza del Gobierno Abierto desde 2011, que incluye 78 países y 76 gobiernos
locales, ver en https://www.opengovpartnership.org/es/about/
33
‒
‒
1) Digital por diseño: Para que la transformación digital del gobierno
tenga éxito, las tecnologías digitales deben estar completamente integradas en la formulación de políticas públicas y en los procesos de diseño de servicios desde el principio. Se propone un sector público por
diseño, esto implica la movilización de las tecnologías de última generación y la gestión efectiva de los datos existentes y emergentes para
repensar y rediseñar los procesos públicos. El objetivo es simplificar
los procedimientos, innovar los servicios públicos y abrir múltiples canales de comunicación y compromiso a través de la red o gobernanza
pública: contar con los actores públicos, privados, del tercer sector y la
ciudadanía. Esto es esencial para fomentar sectores públicos que no
solo sean más eficientes en la creación de valor público, sino que también sean capaces de generar resultados con políticas más sostenibles y
centradas en los ciudadanos.
Un enfoque que es digital por diseño requiere un liderazgo político
claro y mecanismos de coordinación efectivos con estrategias sólidas,
herramientas de gestión y regulaciones, para garantizar que lo “digital”
se considere no solo sea considerado como un tema técnico, sino también como un elemento transformador obligatorio que debe integrarse.
a lo largo de los procesos de diseño de servicios y políticas públicas.
Una cultura digital por diseño requiere que los gobiernos sean agnósticos en tecnología, pero plenamente conscientes de las oportunidades
digitales existentes para un mejor funcionamiento de la administración
y el sector público, alcanzado una mejor creación de valor público. Un
gobierno digital necesita un sector público capaz de abordar los desafíos técnicos a fin de sentar las bases para un rápido desarrollo tecnológico y la digitalización progresiva de los servicios públicos.
2) Sector público basado en datos: Un gobierno verdaderamente impulsado por datos debería:
‒ Reconocer y gobernar los datos como un activo estratégico
clave, definir su valor, medir su impacto y reflejar los esfuerzos activos para eliminar las barreras para administrar, compartir y reutilizar datos.
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‒ Aplicar datos para transformar el diseño, la entrega y el seguimiento de las políticas y los servicios públicos.
‒ Valorar los esfuerzos para publicar datos abiertos y el uso de
datos dentro, entre y fuera de las organizaciones públicas.
‒ Comprender los derechos de los ciudadanos respecto a los datos en cuanto a comportamiento ético, transparencia en su uso,
protección de la privacidad y seguridad de los datos.
3) Gobierno como plataforma: Los gobiernos están rediseñando cada
vez más los servicios para centrarse en las necesidades de sus ciudadanos de forma que aprovechen los datos, Internet y las tecnologías digitales. Dado el alcance y la complejidad del sector público, existe el
riesgo de que la transformación de los servicios gubernamentales se
produzca de manera fragmentada durante un período prolongado en lugar de entregarse de manera oportuna de acuerdo a la escala, coherencia
y eficacia requeridas. El gobierno propuesto como plataforma permite
la transformación a escala mediante la creación de un ecosistema que
permite a los equipos de servicio centrarse en las necesidades únicas de
sus usuarios.
Por lo tanto, el gobierno como plataforma no es solo una cuestión de
implementar varias plataformas tecnológicas para mejorar la experiencia del usuario de un servicio determinado; representa un enfoque más
integral para abordar los desafíos que pueden enfrentar un equipo de
servicio que luego puede enfocarse en las necesidades de los usuarios.
Fuentes claras de datos y transparencia en torno al acceso, la capacidad
de mejora dentro de los equipos y un mejor acceso a los proveedores,
así como la orientación sobre cómo entregar adecuadamente y acceder
a la tecnología y las herramientas, facilitando la prestación de servicios
públicos de manera más eficiente y efectiva.
4) Abierto por defecto: Abierto por defecto se corresponde con el paradigma de gobierno abierto planteado con anterioridad, significa comunicar, informar, consultar y comprometerse con actores externos e internos para co-crear valor público, generar conocimiento y desarrollar
inteligencia pública basada en una cultura basada en el diseño.
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4. CONCLUSIONES
Este trabajo ha puesto de manifiesto las potencialidades de las TIC en
la profundización de la democracia participativa y deliberativa que pueden lograr un empoderamiento efectivo de la ciudadanía. Pero, a su vez,
hemos expuesto que el desarrollo exponencial de las TIC no ha cumplido con las expectativas generadas en cuanto a la mejora de la participación y colaboración ciudadana. El mundo pospándemico demandará cada vez más una gobernanza inteligente de los asuntos públicos,
también debemos destacar que el impacto de dos grandes crisis en apenas una década (la Gran Recesión de 2008 y la crisis de la COVID-19)
obligan a los poderes públicos a transformar radicalmente su forma de
actuar, por tanto, se hace necesario implementar políticas que desarrollen la democracia y el gobierno digital para dar una respuesta más efectiva a las necesidades y problemas de la sociedad.
Es evidente que las posibilidades de las TIC son infinitas, pero sólo se
materializarán si se cuenta con la voluntad política y la habilidad técnica para incorporarlas al proceso político-administrativo, sin embargo,
en la práctica nos encontramos con las resistencias del actual sistema
de democracia representativa. La tecnología es poder, y en este sentido,
las TIC pueden equilibrar las relaciones de poder entre el sector público, el sector privado y la ciudanía, brindándole a este último un empoderamiento que permita una mejora de la calidad de nuestras democracias. El proyecto seguirá siendo el mismo construir sociedades más
prósperas, inclusivas, democrática y sostenibles. Los gobiernos y sus
Administraciones públicas deben liderar este camino a través de una
gobernanza inteligente efectiva, la transformación que supondrá la Revolución 4.0 debe ir acompañada de una implementación real de la democracia digital, el futuro de nuestras sociedades depende de su éxito.
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