Revista Digital Universitaria
10 de agosto 2005 • Volumen 5 Número 8 • ISSN: 1067-6079
LA ARQUEOICTIOLOGÍA EN MÉXICO
M. en C. Ana Fabiola Guzmán
Investigador, Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico, INAH.
[email protected]
Biól. Óscar J. Polaco
Profesor, Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, IPN.
[email protected]
© Coordinación de Publicaciones Digitales. DGSCA-UNAM
Se autoriza la reproducción total o parcial de este artículo, siempre y cuando se cite la fuente completa y su dirección electrónica.
La arqueoictiología en México
http://www.revista.unam.mx/vol.5/num8/art85/art85.htm
LAARQUEOICTIOLOGÍAENMÉXICO
RESUMEN
Los peces fueron uno de los muchos grupos zoológicos explotados por las antiguas sociedades humanas de
México. La ocurrencia de estos animales está documentada en 82 sitios arqueológicos mexicanos, a través
de restos como dientes, espinas caudales y vértebras. Los restos pertenecen a al menos 145 especies de 59
familias. Los peces fueron usados con fines religiosos-ceremoniales, alimentarios, ornamentales y bélicos,
además del comercio, tributo y otros tipos de intercambio con la finalidad de llevarlos a sitios interiores. El
análisis de restos de peces de excavaciones antiguas y recientes, basados en teorías y métodos modernos,
nos permiten proponer nuevas inferencias sobre las actividades y comportamientos humanos.
Palabras clave: huesos, peces, arqueoictiología, México
ARCHAEOICHTHYOLOGYINMÉXICO
ABSTRACT:
Fishes were one of the many zoological groups exploited by the ancient human societies of México. The
occurrence of these animals is documented in 82 Mexican archaeological sites, through diferent skeletal
remains such us teeth, caudal spines and vertebrae. These remains belong at least to 145 species from 59
families. Fishes were used for religious-ceremonial, feeding, ornamental, and warlike purposes, besides
the commercial, tribute, and other types of exchange in order to take them to inland sites. The analysis of
new and old-excavated fish remains, based on modern methodology and theory, led us to propose new
inferences on human activities and behavior.
Keywords: bones, fish, archaeoichthyology, México
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INTRODUCCIÓN:
La relación entre los animales y el hombre de culturas pasadas en México ha sido estudiada tradicionalmente
a través de los diferentes documentos escritos y pictóricos que dejaron tanto autores indígenas como
europeos, pero también puede explorarse a través del estudio de los restos de organismos que se
recuperan en las excavaciones. Ambos enfoques no son excluyentes, al contrario deben contrastarse y
complementarse para sustentar mejor nuestras interpretaciones de la relación hombre-fauna.
El tema que se aborda en el presente artículo corresponde principalmente a este último ámbito, denominado
arqueozoología. La arqueozoología se define como el estudio de los restos animales encontrados en
contextos arqueológicos (Polaco, 1991), entendiéndose por estos últimos aquellos sitios en donde existe
evidencia de la presencia del hombre de culturas ya sean prehistóricas, prehispánicas o coloniales; como
disciplina es relativamente joven ya que aunque existen registros de arqueofauna desde finales del siglo
XVIII en México y del siglo XIX en otros países, es en los años de 1970 que comienza a perfilarse como una
disciplina propia, pasando de proporcionar meros listados de identificación del material, a interpretar la
presencia de los restos como resultado de una actividad cultural concreta.
La cual tiene una temporalidad de estudio en México que va desde los 35 000 años antes del presente,
que es la fecha más antigua de presencia humana en el país, hasta el año 1521 DC, fecha en que cayó el
imperio mexica ante los españoles. Ambos límites son convencionales y por ello es que los arqueozoólogos
trabajan tanto con especies fósiles como con recientes.
La esencia de los análisis arqueozoológicos descansa en el estudio de los restos animales y del sitio en
donde fueron hallados, con objeto de contestar preguntas como qué animales y qué partes de ellos
fueron utilizados (identificación anatómica y taxinómica del material), cuantos organismos fueron utilizados
(cuantificación de los restos), en que época murieron (lectura de los anillos de crecimiento), que talla
tenían los organismos (establecimiento de la relación entre la talla y el tamaño de los huesos), como fueron
colocados (distribución espacial de los restos), donde se distribuyen, que hábitat ocupan, que comen, si
son migratorios, entre otras muchas preguntas que pueden realizarse.
Las disciplinas fundamentales para los arqueozoológos son la anatomía y la taxinomía, pero
desafortunadamente en los planes de estudio de las carreras de biología estas disciplinas se han visto
disminuidas o no están incluidas, pues se considera que ya no son útiles o están pasadas de moda.
Los arqueozoólogos estudian diversos grupos de animales con los que las antiguas sociedades humanas
tuvieron contacto y aprovecharon. En ese contexto, los peces sensu lato, son, en realidad, uno más de
los animales explotados, cuya relevancia en la vida de los antiguos pueblos se empieza a palpar cada
vez más. Al estudio de los restos de peces provenientes de sitios arqueológicos se le conoce como
arqueoictiología.
Los datos sobre los peces arqueológicos que se presentan son producto de trabajos publicados en un
lapso de más de 80 años, desde 1924 hasta el año 2005, así como de investigaciones en curso.
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DESARROLLO
Los peces son el grupo más numeroso de los vertebrados, con más del 50% de las especies, en
cambio, los mamíferos, uno de los grupos mejor conocidos tiene apenas un 10%, situación que
es prácticamente igual cuando consideramos a las que habitan en México: de las 4661 especies
de vertebrados registradas (Conabio, 1998), a los peces corresponden aproximadamente 2122,
contra 491 de los mamíferos. A pesar de ser tan diversos, los peces no son tan conocidos desde el
punto de vista paleontológico, arqueozoológico y osteológico, a diferencia de los mamíferos, que
sí cuentan con mayor información en esos rubros.
¿A qué se debe ello? El principal factor probablemente es que su esqueleto posee una gran cantidad
de huesos, más de 200 en los elementos internos principales, más un número variable de elementos
secundarios (e. g. dientes, elementos de sostén de las aletas o un sinnúmero de escamas y radios
de las aletas), ello aunado a la gran cantidad de especies que hay que considerar. También se debe
a que el desarrollo de la arqueozoología estuvo vinculado a los estudios del hombre prehistórico y
en donde los restos de mamíferos eran los elementos más conspicuos, y a los que por tanto, se les
dio más atención bajo la teoría del hombre como cazador de megafauna. Es precisamente por ello
que el estudio de los restos de peces arqueológicos mexicanos estuvo vinculado en sus orígenes
a la paleontología de peces de agua dulce y a la prehistoria, las que se desarrollaron entre 1960 y
1980.
Finalmente, la recuperación de los restos arqueológicos de peces, se decidió a mediados de los
años de 1980 para reforzar la infraestructura material y humana del Laboratorio de Paleozoología
(actualmente Laboratorio de Arqueozoología “M. en C. Ticul Álvarez Solórzano”) del desaparecido
Departamento de Prehistoria (ahora Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico), del Instituto
Nacional de Antropología e Historia, para atender formalmente la investigación de estos materiales.
Como parte de esa estrategia. En los años de 1990 se estableció el estado del conocimiento sobre
los peces arqueológicos mexicanos como punto de partida para el estudio sistemático de estos
materiales para contestar cuatro preguntas que giran en torno a: dónde se han encontrado restos
de peces y qué especies están involucradas, qué tipo de estudios se han hecho, qué uso tuvieron
los peces y qué factores han limitado su estudio (Polaco y Guzmán, 1997).
A partir de ese trabajo y de la información que se ha generado a la fecha, se sabe de la presencia de restos de peces en 82
sitios arqueológicos distribuidos en prácticamente todo el país, a excepción de siete estados (figura 1). Los estados mejor
conocidos en este aspecto son Chiapas, Veracruz, Quintana Roo, Yucatán y el Distrito Federal. Treinta y dos de los sitios están
prácticamente en la línea de costa, pero son más los que están en sitios interiores, y en ellos se han recuperado peces de agua
dulce, peces marinos o ambos.
figura 1.
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Con respecto a la identidad de los peces, se han reconocido los restos de un mínimo de 145 taxa
(75% identificado a nivel de especie), mismos que están agrupados en 60 familias (cuadro 1). De
ellas, las más frecuentes corresponden a Dasyatidae (rayas de espina), Carcharhinidae (tiburones),
Centropomidae (robalos), Serranidae (cabrillas), Ariidae (bagres marinos) , Lutjanidae (pargos) y
Sciaenidae (corvinas)
1. Orectolobidae
16. Ictaluridae
31. Scorpaenidae
46. Pomacentridae
2. Triakidae
17. Ariidae
32. Triglidae
47. Labridae
3. Carcharhinidae
18. Pimelodidae
33. Centropomidae
48. Scaridae
4. Sphyrnidae
19. Batrachoididae
34. Serranidae
49. Eleotridae
5. Lamnidae
20. Ogcocephalidae
35. Carangidae
50. Ephippidae
6. Pristidae
21. Mugilidae
36. Lutjanidae
51. Acanthuridae
7. Dasyatidae
22. Atherinidae
37. Lobotidae
52. Sphyraenidae
8. Myliobatidae
23. Belonidae
38. Gerridae
53. Trichiuridae
9. Lepisosteidae
24. Exocoetidae
39. Haemulidae
54. Scombridae
10. Elopidae
25. Hemirhamphidae
40. Sparidae
55. Balistidae
11. Megalopidae
26. Goodeidae
41. Polynemidae
56. Monacanthidae
12. Muraenidae
27. Holocentridae
42. Sciaenidae
57. Ostraciidae
13. Clupeidae
28. Fistulariidae
43. Pomacanthidae
58. Tetraodontidae
14. Cyprinidae
29. Synbranchidae
44. Kyphosidae
59. Diodontidae
15. Catostomidae
30. Dactylopteridae
45. Cichlidae
cuadro 1.
Con ese conocimiento y una mejor infraestructura (p. ej., la colección osteológica del INAH contiene a la
fecha más de 1 400 ejemplares de peces, pertenecientes a 377 especies, 211 géneros, 95 familias y 29
órdenes, y es la más completa de su tipo), se han podido hacer estudios más integrativos y potencialmente
regionalizantes, como los casos que se presentan a continuación.
figura 2.
El sitio Urichu se ubica en el margen suroeste del Lago de Pátzcuaro. De aquí se recuperaron
muestras de peces depositadas en cuatro platos colocados en una tumba de temporalidad entre
el Clásico tardío y el Epiclásico (500-900 dC), previo al surgimiento del imperio tarasco (figura 2).
Lógicamente los arqueólogos pensaron que se trataba del pescado blanco (Chirostoma estor), pues es un
pez altamente apreciado en la región y uno de los que menciona la relación de Michoacán con propósitos
ceremoniales. Sin embargo, los 708 restos pertenecían al pez de la familia Goodeidae conocido localmente
como tiro o tiru (Goodea luitpoldi; figura 3), que habita también en el lago de Pátzcuaro y es una de las
pocas especies de peces vivíparos que se conocen en México y en el mundo (Guzmán et al., 2001). Este
registro constituye además el primero confirmado de ofrendas de peces de agua dulce, ya que hasta ese
momento los peces ofrendados en otros sitios arqueológicos correspondían a peces marinos (Polaco
y Guzmán, 1997). Con los huesos había numerosas escamas y gastrolitos o contenidos estomacales
litificados, que significó que los peces fueron depositados enteros.
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La inspección macroscópica indicaba que los peces de temporalidad más temprana (405 y 555 dC ) eran más pequeños
que los de los recipientes depositados tardíamente (800 y 1000 dC). Esto se confirmó al calcular las ecuaciones
de regresión simple para los ejemplares recientes y obtener las tallas de los ejemplares arqueológicos
(material temprano: 27.99-88.70 mm de longitud patrón; material tardío: 71.23-138.00 mm de longitud
patrón), pero quedó pendiente establecer si esa diferencia tenía un significado cultural (los escogieron
por el tamaño de los platos usados) o ambiental (los disponibles en ese momento) o sexual (los pequeños
machos y los mayores hembras).
En la Cuenca del Pánuco, hay cinco sitios arqueológicos con restos de peces. El material de Tula, Hidalgo,
fue estudiado hace más de 20 años (Millon, 1981) y en ella se encontró un único resto, de un Ictiobus,
conocido en algunos sitios como chopa. Los materiales de los sitios de la cuenca baja del Pánuco, en
Veracruz, se estudiaron hace poco menos de 20 años (Merino Carrión y García Cook, 1987), identificándose
principalmente al catán (Lepisoteidae); recientes estudios de las muestras indican la presencia de 10 taxa
en el sitio Altamirano y son peces obtenidos localmente (Guzmán y Polaco, 2002). Otros dos sitios fueron
estudiados hace 10 años, uno en el área de Santa María del Río y el otro en el área de Río Verde, en San
Luis Potosí, el material pertenece a bagre (Ictalurus) y sardinitas (Cyprinidae) (Álvarez y Ocaña, 1994); estas
formas se capturan en el área.
figura 3.
Un sitio más reciente es el de Toluquilla, Querétaro, en donde se recuperaron cinco taxa, dos de origen
marino y tres de origen dulceacuícola (Guzmán, en prensa); este sitio se encuentra prácticamente en la
punta de la serranía, y en los alrededores inmediatos no hay peces, por lo que todos son en cierta forma
un recurso foráneo; para obtener los peces de agua dulce fue necesario bajar aproximadamente 1 km y
caminar otro en sentido horizontal (1.5 km en diagonal) desde la sierra hasta el río Moctezuma.
De interés es la chopa (figura 4), por varias razones, además de ser común a tres de los sitios. Fue un
recurso apreciado en el pasado, lo cual se denota por la abundancia de sus restos, así, desde Hidalgo,
pasando por Querétaro, hasta Veracruz-Tamaulipas y desde 1700 aC hasta 1350 años dC, fue un recurso
importante. Actualmente, la gente de las comunidades locales todavía prefiere consumir este pescado
sobre otras especies.
figura 4.
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Por otro lado, en el aspecto biológico, en la parte media
y baja del Pánuco históricamente se distribuyen dos
especies, aunque algunos ictiólogos llegan a afirmar
que se trata de tres especies. Desafortunadamente,
casi no existen ejemplares en las colecciones biológicas
y las descripciones que se realizaron hace más de 100
años son insuficientes; se tienen planeados estudios
filogenéticos moleculares para resolver el problema,
pero los ejemplares de colección no sirven para ello,
por lo que una posibilidad son los materiales fósiles
y arqueológicos, y así se vuelve importante que
en futuras excavaciones los restos de fauna sean
recuperados en condiciones de extrema limpieza y
poca manipulación.
Adicionalmente, Tula queda fuera de la distribución
histórica de las chopas y así el material nos indica
una posible mayor distribución de esta especie hacia
la parte más alta de la cuenca, o que los habitantes
de Tula importaban este recurso a su ciudad.
El último de los sitios elegido como ejemplo es el
Templo Mayor de Tenochtitlan (figura 5), uno de los que
mayor cantidad de restos de peces ha proporcionado,
peces que tienen un uso exclusivamente ceremonial.
figura 5.
La diversidad comprende un mínimo de 63 especies y 35
familias, siendo las más frecuentes y abundantes la de los tiburones (Carchahinidae), los peces sierra (Pristidae), las rayas
(Dasyatidae), los agujones (Belonidae), los pajaritos (Hemiramphidae), las gallinetas (Pomacanthidae) y los peces globo
(Diodontidae) (e. g. Guzmán y Polaco, 1999, 2000, 2003a; figura 6).
También se han rescatado restos de peces en el área del Templo Mayor, pero de la etapa colonial, estos
materiales nos permiten ver cambios en el uso de los peces y de las especies implicadas.Los materiales
proceden de basureros y se identificaron 13 taxa: hay especies marinas y de agua dulce, pero en la época
prehispánica del Templo Mayor sólo hay especies marinas. En las especies marinas recuperadas las hay de
profundidad como el huachinango, y de zonas estuarinas como el cazón, de las especies dulceacuícolas
hay formas propias de la cuenca de México, y otras que proceden fuera de ella, como el bagre de agua
dulce (Guzmán y Polaco, 2003b). En el Templo Mayor ninguna de las especies es de aguas profundas y
por el contrario predominan las formas arrecifales, lo que nos indica una diferente zona de apropiación
de los peces.
figura 6.
Al comparar las especies encontradas de la época colonial del Templo Mayor con aquellos de la época prehispánica de
este sitio, la única especie compartida es el agujón. Con otros sitios prehispánicos de la Cuenca de México comparte la
presencia de las especies nativas como los juiles y el pescado blanco, y con los sitios coloniales y modernos, el consumo
de dos especies foráneas, el robalo y el bagre de agua dulce.
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Por ello es fácil concluir que la alimentación de la época colonial estaba basada en especies que en
general eran ajenas al consumo de los pobladores prehispánicos, y esta selección está dada por los
diferenteshábitos que tienen los españoles respecto de la población indígena. Así, es de interés reflexionar
que el consumo de peces en la Ciudad de México en la actualidad es predominantemente una herencia
española más que indígena.
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CONCLUSIONES:
La arqueoictiología en México es un disciplina que si bien es relativamente joven, se está desarrollando
dentro los estándares metodológicos y conceptuales modernos, con infraestructura y metodología que se
está adecuando a ello, lo que nos permite, basados en una identificación rigurosa de los materiales y de la
asociación con la información contextual, proponer nuevas interpretaciones de las actividades, conducta
y relación del hombre con los peces en el pasado.
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