El estado de la cuestión
La Escuela de Fráncfort, hoy
The Frankfurt School Today
José Manuel Romero Cuevas
Resumen
Abstract
El presente artículo se confronta
con la cuestión de cómo cabe valorar
la aportación de la Escuela de Fráncfort
desde nuestros días. Para ello, en primer
lugar, distingue conceptualmente entre
Escuela de Fráncfort y teoría crítica,
mostrando las virtualidades de cada una
de estas expresiones. A continuación,
expone sintéticamente qué ha dado de
sí el trabajo teórico de los seguidores
más visibles de esta Escuela en las
últimas décadas. Y apunta finalmente
una serie de temáticas en las que las
aportaciones de la Escuela de Fráncfort
continúan siendo fuente de inspiración
para numerosos investigadores actuales.
This article examines how to
evaluate the contribution of the
Frankfurt
School
from
today’s
perspective. In the first place, I
distinguish conceptually between
Frankfurt School and Critical Theory,
and focus the potentialities of each
of these terms. Then, my article
synthetically resumes the findings of
the theoretical work of the most visible
representatives of this School in the
last decades. Finally, it hints at several
topics for which the contributions of
the Frankfurt School are still a source
of inspiration for a large number of
current researchers.
Palabras clave: Escuela de Fráncfort, Teoría crítica, Habermas, razón comunicativa, Honnet.
Keywords: Frankfurt School, Critical Theory, Habermas, Communicative
Reason, Honnet.
1. Escuela de Fráncfort y teoría crítica:
una aclaración conceptual previa
Para afrontar la cuestión del significado, vigencia y actualidad de
la Escuela de Fráncfort en nuestros días hay que realizar previamente una aclaración conceptual básica. Hay que determinar qué cabe
entender por Escuela de Fráncfort y por teoría crítica, que son las
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dos expresiones con las que suele identificarse a la producción teórica del grupo de pensadores vinculados al Instituto de Investigación
Social de Fráncfort desde los años 30 a los 60 del siglo pasado. El
término Escuela de Fráncfort se utilizó durante la década de los sesenta para caracterizar la posición teórica de Max Horkheimer (18951973), Theodor W. Adorno (1903-1969) (director, de 1959 a 1969, del
Instituto de Investigación Social)1 y, por extensión, Herbert Marcuse
(1898-1979) que, tras su salida al exilio en 1933 permaneció en los
EE.UU. el resto de su vida2. Se refería a un grupo de pensadores, todos nacidos en familias judías asimiladas (de hecho, ninguno de ellos
llegó a practicar dicha religión), cuyo trabajo intelectual se realizó
(al menos durante un periodo de tiempo de sus vidas) en el marco
del Instituto de Investigación Social, bien en Fráncfort, bien en el
exilio en Suiza y en los EE.UU. en los años 30 y 403. Este grupo de
pensadores, por su procedencia judía y por su marcada orientación
política de izquierda, tuvo que salir al exilio con la subida del nacionalsocialismo al poder y desde allí fue testigo impotente de los
crímenes que el régimen nacionalsocialista llevó a cabo dentro de
Alemania y, sobre todo, en el este de Europa. Entre estos crímenes
destaca, por su carácter de auténtico trauma histórico para Europa
y el mundo entero, el asesinato masivo y sistemático de millones de
judíos europeos, fundamentalmente en campos de exterminio, del
que Auschwitz constituye el caso paradigmático por el número de
personas que allí fueron gaseadas e incineradas. Todo esto forma
parte de la experiencia histórica de estos pensadores y debería ser
tenido en cuenta a la hora de considerar la especificidad de esta Escuela. La expresión Escuela de Fráncfort fue asumida y utilizada por
los pensadores integrados en ella, fundamentalmente por Adorno4.
En su caso, utilizó esta expresión a finales de los años 60 para caracterizar su posición (en la que incluía significativamente a Jürgen
Habermas) frente al positivismo en el debate realizado aquellos años
1 Ver WIGGERSHAUS, R.: Theodor W. Adorno. Beck, Múnich, 1987, p. 132.
2 Ver WIGGERSHAUS, R.: La escuela de Fráncfort. Fondo de Cultura Económica,
México, 2011. Ver también JAY, M.: La imaginación dialéctica. Historia de la
Escuela de Frankfurt y el Instituto de Investigación Social (1923-1950). Taurus,
Madrid, 1989.
3 Otros miembros relevantes del Institut für Sozialforschung fueron Friedrich
Pollock, Leo Löwenthal, Franz Neumann y Erich Fromm. Walter Benjamin fue
también colaborador del Instituto durante los últimos años de su vida.
4 Ver ADORNO, Th.W.: Escritos sociológicos I. Akal, Tres Cantos (Madrid), 2004
y, del mismo autor, Introducción a la sociología. Gedisa, Barcelona, 1996, p. 169.
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sobre la metodología de las ciencias sociales5. Cabría pensar que la
categoría «Escuela de Fráncfort» surgió precisamente en el marco de
estos debates sobre el positivismo en la Alemania de los años 50 y
60, de ahí que incluyera, a ojos de muchos (incluido Adorno), a Habermas como colaborador de Adorno en tales debates en aquellos
años. Como suele ser habitual, la caracterización de un grupo de
intelectuales como «escuela» suele tener significativos componentes
de contingencia, pues suele depender de factores contextuales que
no están directamente vinculados a los desarrollos teóricos propios
del grupo de intelectuales en cuestión. Habitualmente, la atribución
de la categoría de «escuela» suele ser realizada desde una posición
externa a la misma, aunque a continuación pueda ser adoptada por
los miembros de tal grupo para caracterizar la especificidad de su
propia posición frente a los contrincantes teóricos.
En contraste con tal expresión, la noción de teoría crítica, forjada por Horkheimer, sí pretendió caracterizar consciente y reflexivamente la singularidad del posicionamiento teórico de este grupo de
pensadores y, por ello, merece una presentación más extensa y detallada. Fue articulada por Horkheimer, con la ayuda de Marcuse, en
dos famosos artículos de 1937, publicados en la revista del Instituto
de Investigación Social, la Zeitschrift für Sozialforschung, para caracterizar la posición teórica del Instituto frente a, por un lado, lo que
denominó teoría tradicional y, por otro, frente a la filosofía en cuanto
tal6. La concepción de la teoría crítica expuesta en estos textos puede
ser considerada como una actualización del programa marxiano de
crítica de la sociedad capitalista. En una entrevista realizada en los
años 70 sostuvo Marcuse que «la teoría crítica nació y fue bautizada
5 Ver ADORNO, Th.W. / DAHRENDORF, R. / PILOT, H. / ALBERT, H. / HABERMAS,
J. / POPPER, K.: Der Positivismusstreit in der deutschen Soziologie. Luchterhand,
Neuwied/Berlín, 1972. Sobre esto, ver DEMIROVIć, A.: Der nonkonformistische
Intellektuelle. Die Entwicklung der Kritischen Theorie zur Frankfurter Schule.
Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1999, pp. 746-855.
6 Se trata del artículo de Horkheimer «Teoría tradicional y teoría crítica» y del
artículo, firmado conjuntamente por Horkheimer y Marcuse, titulado «Filosofía y
teoría crítica», ambos publicados en el número VI de Zeitschrift für Sozialforschung,
correspondiente al año 1937. Ver HORKHEIMER, M.: Gesammelte Schriften. Band 4:
Schriften 1936-1941. Fischer, Fráncfort del Meno, 1988, pp. 162-225 y MARCUSE,
H.: Schriften. Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1979, vol. 3, pp. 227-249. Sobre la
noción de teoría crítica, ver RUSCONI, G.E.: Teoría crítica de la sociedad. Martínez
Roca, Barcelona, 1969; CORTINA, A.: Crítica y utopía. La Escuela de Fráncfort.
Cincel, Madrid, 1985; HELD, D.: Introduction to Critical Theory. From Horkheimer
to Habermas. Polity Press, Cambridge, 1990.
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como un término y un concepto para el marxismo comprendido críticamente». Se trató de un «desarrollo crítico del marxismo, por lo tanto, ninguna repetición, sino seguir trabajando en la teoría a la luz de
las transformaciones que definen la propia situación histórica»7. Este
intento de actualización implicaba rechazar toda visión teleológica,
toda visión de las contradicciones socio-económicas como históricamente productivas, y la negación de la idea de que la consecución de
una sociedad más justa constituya un proceso necesario, en el sentido de históricamente inevitable en tanto que las tendencias históricas
dominantes en el presente apunten hacia ella, tal como puede leerse
en determinados pasajes de la obra de Marx y Engels: «Y así, al desarrollarse la gran industria, la burguesía ve tambalearse bajo sus pies
las bases sobre las que produce y se apropia de lo producido. Y a la
par que avanza, se cava su fosa y cría a sus propios enterradores. Su
muerte y el triunfo del proletariado son igualmente inevitables»8. La
teoría crítica mantiene una convicción diferente, expresada por Walter Benjamin en un apunte: «La experiencia de nuestra generación:
que el capitalismo no morirá de muerte natural»9. La crítica de Benjamin a la concepción burguesa del progreso (concepción también
presente en la socialdemocracia alemana), reflejada en sus textos
durante los años 20 y 30 y expuesta de manera impactante en sus
póstumas «Tesis sobre el concepto de historia», puede leerse como
ejemplificación de la posición que la teoría crítica asume respecto al
decurso histórico en un contexto determinado por la toma del poder
del nacionalsocialismo y por los posteriores acontecimientos de la
Segunda Guerra Mundial10.
Naturalmente, tal intento de actualización del enfoque marxiano
se tuvo que confrontar con la especificidad de las nuevas condiciones
socio-económicas y políticas de su momento histórico (la década de
los 30 del siglo XX) y la distancia que la separaba respecto al contexto en el que escribió Marx. En este punto, surgía toda una serie de
cuestiones relativas a si existía o no un proletariado industrial objetivamente interesado en un cambio revolucionario, si la clase trabajadora podía contar aún como un factor de oposición a lo existente, si
7 Ver MANNFELD, W. / MARCUSE, H.: «Fragen an Herbert Marcuse zu seiner
Biographie», en JANSEN, P.-E. (ed.): Befreiung denken – Ein politischer Imperativ.
Verlag 2000, Offenbach, 1990, p. 34.
8 MARX, K. / ENGELS, F.: Manifiesto comunista. Endymión, Madrid, 1987, p. 38.
9 BENJAMIN, W.: Das Passagen-Werk. Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1982, p. 1250.
10 Ver BENJAMIN, W.: «Tesis sobre el concepto de historia», en Id.: Obras. Abada,
Madrid, 2010, libro I, vol. 2, pp. 305-318.
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era aún posible ensamblar teoría y praxis política o si la teoría debía
pagar su remisión inquebrantable a la verdad con la renuncia a vincularse con la praxis política, etc.
Pero posiblemente la reformulación más relevante del planteamiento marxiano consistió en el distanciamiento respecto de la autopercepción intelectual de Marx, que le llevó a considerar como
científico su trabajo teórico11. En Horkheimer y Marcuse, en cambio,
no se trata de equiparar el enfoque de la teoría crítica con el de las
ciencias naturales, sino todo lo contrario: se trata de determinar la
especificidad metodológica de la teoría crítica frente al modo de proceder de las ciencias naturales y de las ciencias sociales que, bajo una
interpretación positivista, han tomado aquéllas como modelo. En la
tematización de los aspectos metodológicos de la teoría crítica estos
autores afrontan una problemática con la que se confrontó, desde
sus propios parámetros teóricos, la hermenéutica de W. Dilthey y
del primer M. Heidegger (y cabría, por ello, entender las reflexiones
de Horkheimer y Marcuse como un modo de definir y delimitar la
posición de la teoría crítica respecto a los planteamientos de estos
pensadores)12. Efectivamente, Dilthey había distinguido entre ciencias explicativas (las ciencias naturales) y ciencias comprensivas (las
ciencias del espíritu), poniendo la diferencia entre ambas en la actitud que adopta el investigador en cada uno de estos tipos de ciencia,
que en el primer caso se mantiene externa a su asunto de estudio
y en el segundo avanza desde fuera hacia el interior de su objeto,
para interpretar y comprender su significado13. El primer Heidegger,
por su parte, distinguió entre el enfoque teorético, de efectos objetivantes, del modo de proceder de la filosofía tradicional (en la que
Heidegger incluía a la fenomenología de E. Husserl) y su propio proceder hermenéutico, capaz de acceder, sin distorsionarlo –es decir,
sin cosificarlo–, a su ámbito de investigación, a saber, la existencia
humana en su modo cotidiano de darse14.
11 Ver, por ejemplo, MARX, K.: El Capital. Siglo XXI, México, 1990, Libro III,
p. 1041.
12 Cf. FATH, Th.: Der frühe Horkheimer und Dilthey. Eine Untersuchung zur
Konstitutionsphase der Kritischen Theorie. Peter Lang, Fráncfort del Meno, 2006;
PICCONE, P. / DELFINI, A.: «Herbert Marcuse’s Heideggerian Marxism», en Telos 6
(1970), pp. 36-46 y MAGNET, J.: «El joven Marcuse y su camino de Heidegger a
Horkheimer», en Eikasia. Revista de Filosofía 49 (2013), pp. 225-240.
13 Cf. DILTHEY, W.: El mundo histórico. Fondo de Cultura Económica, México,
1978, pp. 99-108.
14 Ver, por ejemplo, HEIDEGGER, M.: La idea de la filosofía y el problema de
la concepción del mundo. Herder, Barcelona, 2005, pp. 103ss. Sobre esto, ver
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En Horkheimer y Marcuse encontramos también una contraposición entre el proceder de lo que llaman teoría tradicional (donde se
incluye a las ciencias naturales y a la filosofía tradicional) y un proceder propio y, como Dilthey, ponen el acento en la diferente actitud
(Verhalten) que orienta cada uno de estos tipos de teoría. La teoría
tradicional estaría caracterizada por la adopción por parte del investigador de una actitud no valorativa, neutral, contemplativa respecto
a su ámbito de investigación, de manera que todo interés de tipo
moral o político aparece como distorsionador de la pretensión de
objetividad y rigurosidad de tales ciencias. Esta actitud sería común
a las ciencias naturales, a la sociología y la economía dominantes en
el ámbito académico y a la propia filosofía tradicional, representada
en el siglo XX de manera paradigmática, piensa Horkheimer, por la
fenomenología de Husserl15. Lo que Horkheimer reprocha a estas
disciplinas es, en primer lugar, una falta de autorreflexión acerca de
su función social, es decir, sobre el lugar que ocupan en el seno de
la división social del trabajo. En segundo lugar, les cuestiona que
utilizan una ficción teórica, la ficción de un sujeto de conocimiento
depurado de todo interés no teórico16. Si esta ficción puede tener
efectos productivos en el ámbito de las ciencias naturales, en el ámbito de las ciencias sociales sólo puede llevar al autoengaño o, peor,
al encubrimiento de los intereses reales que orientan la investigación.
Pues para Horkheimer, en efecto, «no hay teoría de la sociedad (…)
que no contenga intereses políticos»17.
RODRÍGUEZ, R.: La transformación hermenéutica de la fenomenología. Una
interpretación de la obra temprana de Heidegger. Tecnos, Madrid, 1997.
15 Tal como me ha indicado, con razón, Noé Expósito, la imagen que
Horkheimer tenía del pensamiento de Husserl estaba determinada, como es
natural, por los textos publicados por este en aquel momento. Posiblemente, si
Horkheimer hubiera conocido los textos sobre la crisis de las ciencias europeas
que Husserl estaba elaborando en aquellos años (ver HUSSERL, E.: La crisis de
las ciencias europeas y la fenomenología trascendental. Prometeo Libros, Buenos
Aires, 2008) o, anteriormente, los artículos, publicados a comienzos de los años
veinte en una revista japonesa e inéditos entonces en Alemania, sobre la situación
cultural europea (HUSSERL, E.: Renovación del hombre y de la cultura. Cinco
ensayos. Anthropos, Barcelona, 2012), habría modificado su visión de Husserl
como un filósofo tradicional en los términos propuestos por él, es decir, como
un pensador contemplativo y neutral, no involucrado a través de intereses extrateóricos en su ámbito de investigación.
16 Ver HORKHEIMER, M.: Ocaso. Anthropos, Rubí (Barcelona), 1986, p. 75.
17 HORKHEIMER, M.: Teoría tradicional y teoría crítica. Paidós, Barcelona, 2000, p. 57.
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Para la teoría tradicional el mundo se presenta «como un conjunto
de facticidades; el mundo está ahí, y debe ser aprehendido»18. La
teoría tradicional no se plantea la cuestión de cómo se constituyen
como tales los hechos de los que se ocupa ni se confronta con el
tema del uso y aplicación social de los conocimientos que genera.
Para Horkheimer, en cambio, el «hecho» está siempre preconstituido socialmente y preinterpretado antes de toda «elaboración teórica
consciente»19. Frente a la teoría tradicional, que concibe el mundo
como un conjunto de hechos que la teoría tendría que aprehender,
Horkheimer sostiene la preformación social y el carácter preinterpretado de todo supuesto hecho en el ámbito histórico-social.
La teoría tradicional estaría plasmada en las ciencias naturales, tal
como son concebidas en la era moderna y defendidas por el positivismo: como saberes hipotéticos cuya tarea es explicar los hechos que
componen el mundo. Tales saberes hacen uso de la experimentación
y generan las condiciones para el desarrollo tecnológico aplicable a la
industria. Sin embargo, la interpretación tradicional (y positivista) de tales ciencias no es capaz de tematizar su función social en el seno de las
formas de praxis social que dan forma a la sociedad vigente. Concibe
a tales ciencias como impulsadas por intereses internos al campo científico y sólo por ellos (excluyendo todo influjo externo de tipo moral,
político…). A pesar de ello, Horkheimer afirma que la teoría tradicional
desempeña «una función social positiva», en cuanto «instrumento material de producción»20 y desempeñará asimismo tal función en una sociedad emancipada. En otras palabras, Horkheimer sostiene que el tipo
de saber que son las ciencias naturales vigentes es fundamental para la
vida social, también en las condiciones de una sociedad reconciliada.
La diferencia entre la teoría tradicional y la teoría crítica se da
fundamentalmente en la actitud que mantienen respecto a la realidad: entre ambas se da «la oposición real de dos actitudes diferentes»21. La teoría tradicional es caracterizada por Horkheimer como
«contemplación que se limita a registrar lo que tiene delante» y a la
cual, en consecuencia, «se ofrecen siempre meras series de fenómenos»22. El teórico tradicional es un «observador»23. Frente a la actitud
del observador propia de la teoría tradicional, la actitud crítica se
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Ibíd.,
Ibíd.,
Ibíd.,
Ibíd.,
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Ibíd.,
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p. 40.
p. 65.
p. 64.
p. 65.
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sabe formando «parte del desarrollo de la sociedad»24. La «diferencia
decisiva» entre teoría tradicional y teoría crítica se da en «la relación
entre sujeto y objeto». En la teoría tradicional «sujeto y objeto están
rigurosamente separados». Para el teórico tradicional, el asunto del
que se ocupa «permanece absolutamente intacto» y exterior respecto
de su teoría. De lo que se ocupa la teoría tradicional es de un objeto
«trascendente a la teoría», independiente de ella. El teórico tradicional adopta respecto a su asunto la actitud de «observador» que «en
cuanto tal no puede cambiar nada en el acontecimiento». El objeto
del que se ocupa la teoría tradicional aparece caracterizado por una
exterioridad, independencia y necesidad propias no sometibles a la
praxis (así aparece precisamente la naturaleza para la ciencia natural
realizada en el marco de la teoría tradicional). En el seno de la teoría
tradicional, los científicos «se ven como meros espectadores, como
participantes pasivos en un acontecer violento, que tal vez se pueda
prever, pero que en cualquier caso no se puede dominar»25.
En resumen, la actitud de la teoría tradicional es la del observador que se confronta con su asunto de manera contemplativa, como
un estar ahí externo e independiente de la teoría. Su modelo es la
relación sujeto cognoscente-naturaleza, propia de la concepción tradicional de las ciencias naturales. Por su parte, la actitud de la teoría
crítica es la del sujeto interesado, impulsado por una voluntad político-moral, que asume que la teoría posee una función social y trata de
hacer reflexiva de manera coherente tal función. Sabe que el esfuerzo
teórico-crítico forma parte de la realidad social misma que constituye
su asunto. Su actitud es «crítica», que es la «actitud humana que tiene
como objeto a la sociedad misma»26.
La teoría tradicional considera como cuestiones externas a ella
misma «el origen social de los problemas, las situaciones reales en las
que se necesita la ciencia o los fines para los que ésta se aplica»27.
Todo esto es asumido por la teoría crítica como asunto propio. Esta
no da por válidas sin más «las condiciones de la realidad de las que
parte la ciencia», sino que es consciente de que «los objetivos y el tipo
de percepción, el planteamiento de los problemas y el sentido de las
respuestas» son relativos a la «actitud humana» histórica28. Para la teoría crítica la autonomía de la labor teórica reclamada por la teoría tra24
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27
28
Ibíd.,
Ibíd.,
Ibíd.,
Ibíd.,
Ibíd.,
p. 64.
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dicional es ficticia. En contraposición a ello, afronta reflexivamente la
cuestión de su función en el seno de la totalidad de la praxis social. A
la teoría crítica la define por tanto una labor de autorreflexión acerca
de su modo de afrontar su asunto de estudio y acerca de su función
social. Manteniendo la convicción de que «no hay teoría de la sociedad (…) que no contenga intereses políticos», trata de hacer explícito
de manera reflexiva el interés que la impulsa. Este interés aparece
caracterizado en «Teoría tradicional y teoría crítica» con diferentes
formulaciones: «la teoría crítica no tiene de su parte otra instancia
específica que el interés (…) en la supresión de la injusticia social»29
o bien «la teoría crítica persigue de forma plenamente consciente, en
la formación de sus categorías y en todas las fases de su desarrollo,
el interés en la organización racional de la actividad humana, interés
cuya aclaración y legitimación también le compete a ella»30.
A la teoría crítica por tanto la impulsa un interés en la emancipación, un interés emancipador. El papel epistemológico de dicho
interés para la labor de la teoría crítica es decisivo. Esto aparece paradigmáticamente en un pasaje concreto de «Teoría tradicional y teoría
crítica», cuando sostiene que la posibilidad de y la tendencia a «una
organización social racional y que corresponda a la universalidad»
son inmanentes a la organización y desarrollo del trabajo en la sociedad vigente. Pero tal posibilidad y tendencia no están presentes en la
conciencia de muchos individuos ni en la esfera pública, pues «hace
falta un determinado interés para percibir y conocer estas tendencias»31. Esto es clave: las posibilidades de una sociedad más justa son
alumbrables ya a partir de las condiciones presentes en la sociedad
dada, pero como tales posibilidades sólo son alumbrables en virtud
de un interés específico: el interés por la realización de una organización social que acabe con la explotación y la dominación. Para tal
interés, determinadas condiciones o determinados factores constituyen instancias que apuntan, tienden, hacen posible, una organización
social más justa, mientras que para un interés opuesto (interesado en
el mantenimiento del sistema vigente) las mismas condiciones y factores tendrían un carácter diferente, por ejemplo, el estatuto de posibles causas de crisis del sistema. También en otro pasaje afirma Horkheimer que sólo el interés en la realización de la autonomía permite
reconocer en el proceso histórico las tendencias y fuerzas efectivas
29 Ibíd., pp. 76-77.
30 Ibíd., p. 80.
31 Ibíd., p. 47.
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que apuntan en tal dirección32. El interés al que se refiere Horkheimer no es un interés constitutivo de la razón humana, sino un interés
fraguado históricamente en el marco de los conflictos surgidos a lo
largo de la historia en el interior de las sociedades escindidas. Es un
interés constituido históricamente en el marco de la experiencia histórica de uno de los colectivos en pugna en el escenario social y vinculado por tanto a su posición social: el colectivo de los que sufren
las injusticias generadas por la estructura social. Horkheimer asocia la
teoría crítica con un «interés en el cambio, un interés que se produce
necesariamente ante la injusticia dominante»33.
De esta manera, los intereses externos al conocimiento y a la
búsqueda pura de la verdad no sólo no tienen por qué contaminar y
separar de su camino al proceso de conocimiento riguroso, sino que
pueden poseer un papel epistemológico decisivo: el interés por la
emancipación (un interés de carácter político-moral surgido históricamente) es lo que hace factible iluminar, percibir, conocer, las posibilidades de una sociedad mejor contenidas en el seno de la existente,
lo cual permite sustentar la crítica de la sociedad vigente en cuanto
efectúa una amputación y una frustración sistemáticas de tales posibilidades. Sólo tal interés tiene acceso a la realidad de la posibilidad
y a su fuerza desfundamentadora de lo meramente existente, que de
otro modo quedaría en el limbo de lo meramente irreal y fantasmal34.
No hay que olvidar que estas importantes reflexiones metodológicas se realizaron en el marco de un programa de investigación
sobre la sociedad contemporánea que invocaba una colaboración
entre diversas disciplinas y que Horkheimer en su discurso de toma
de posesión del cargo de director del Instituto de Investigación Social
en 1931 denominó materialismo interdisciplinar. Efectivamente, Horkheimer propuso una «investigación social orientada filosóficamente», que implicaba «una compenetración y un desarrollo dialécticos
32 Ibíd., p. 58.
33 Ibíd., p. 75. La atribución de un interés emancipatorio a la teoría crítica
fue teorizada por Habermas a final de los años sesenta en una importante obra:
Conocimiento e interés. Taurus, Madrid, 1989.
34 Sobre la concepción de la teoría crítica de Horkheimer durante los años
treinta, ver SCHMIDT, A.: «Die ursprüngliche Konzeption der Kritischen Theorie
im frühen und mittleren Werk Max Horkheimers», en HONNETH, A. / WELLMER, A.
(eds.): Die Frankfurter Schule und die Folgen. Walter de Gruyter, Berlín, 1986,
pp. 89-112 y ABROMEIT, J.: Max Horkheimer and the Foundations of the Frankfurt
School. Cambridge University Press, Cambridge, 2011.
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continuos de teoría filosófica y praxis de las ciencias particulares»35.
El programa de una teoría crítica de la sociedad exigía el trabajo en
común de filosofía y ciencias y disciplinas particulares de cara a elaborar un diagnóstico crítico de la sociedad vigente, impulsado por un
interés explícito en la abolición de aquellas relaciones sociales que
mantienen a los individuos en una situación de indignidad, opresión
y minorización.
Habría que hacer referencia también al procedimiento de crítica
cultivado de manera paradigmática por los miembros de la Escuela
de Fráncfort. Se trata del procedimiento de la crítica inmanente, que
habría tenido centralidad, sobre todo, en la filosofía, la sociología y
la crítica de arte de Adorno: efectivamente, para Rolf Tiedemann la
crítica inmanente «es un concepto central de la filosofía adorniana,
en cierto modo es su centro metodológico»36. La crítica inmanente
es un procedimiento de crítica que no contrapone a su objeto un
criterio normativo externo al mismo, sino que a su figura histórica
opone elementos, considerados normativos, presentes ya en el objeto
sometido a crítica. La crítica inmanente llevaría a cabo de esta forma
una exposición de las contradicciones internas a la realidad cuestionada, es decir, las contradicciones históricas que la realidad presenta
con elementos definitorios de sí misma. El proceder de la crítica
inmanente vendría definido por lo que Hegel denominó negación
determinada. En contraste con la negación abstracta, que conduce a
una anulación completa de lo negado, la negación determinada de
una realidad lleva al surgimiento de una nueva figura a partir de las
contradicciones de tal realidad37. Puede sostenerse que en la obra de
Horkheimer, Adorno y Marcuse se produjo una reflexión continuada
sobre la posibilidad y la productividad (o, en su caso, la imposibilidad e improductividad) política de tal forma de crítica en las condiciones transformadas del capitalismo desarrollado.
Un ámbito en el que fue productivamente aplicado tal proceder
analítico inmanente por parte de estos pensadores fue el de la cultura y la producción artística. Ya desde su tesis doctoral Benjamin
sustentó teóricamente a partir de F. Schlegel el proceder de la crítica
35 HORKHEIMER, M.: «Die gegenwärtige Lage der Sozialphilosophie und die
Aufgaben eines Instituts für Sozialforschung», en Id., Gesammelte Schriften, vol. 3.
Fischer, Fráncfort del Meno, 1988, pp. 29 y 35.
36 ADORNO, Th.W.: Ontologie und Dialektik. Suhrkamp, Fráncfort del Meno,
2008, p. 348.
37 Ver HEGEL, G.W.F.: Fenomenología del espíritu. Abada, Madrid, 2010, p. 151.
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literaria como crítica inmanente de las obras38. En las décadas posteriores extendió este proceder interpretativo inmanente al conjunto de
las producciones culturales de una época y trató de plasmarlo en una
investigación sobre los Pasajes del París del siglo XIX que pretendía
dar cuenta de la protohistoria de la modernidad39. El trabajo teórico
de Benjamin fue una fuente de inspiración constante para Adorno
durante toda su vida, también como objeto de discusión para tratar
de determinar la especificidad de su propia posición en los ámbitos
de la crítica literaria y musical, del análisis y valoración de la cultura
de masas y del desciframiento de las obras de arte40.
No podemos detenernos aquí en la historia de los desarrollos
teóricos de estos pensadores desde los años 30 hasta los años 60 y
70. Pero hay que hacer referencia a que la publicación en 1947 de
Dialéctica de la Ilustración por Horkheimer y Adorno41 fue recibida
por parte de relevantes intérpretes dos décadas más tarde como un
significativo desplazamiento del proyecto teórico de estos pensadores respecto a lo plasmado por Horkheimer en la década de los 30.
Pues esta obra fue leída como un diagnóstico no sólo de la sociedad
moderna capitalista, sino de la civilización occidental en su conjunto
a partir del concepto de razón plasmado en ella. La razón que se ha
impuesto y realizado en la civilización occidental y, de manera extrema, en la modernidad es una razón consistente en la capacidad de
manipulación, control, transformación y dominación de la naturaleza
externa e interna al individuo: es una razón fusionada con la dominación. Racional sería así la intervención en el medio natural que consigue realizar los propios fines del agente (sean estos los que sean).
Es tal razón instrumental la que ha orientado y orienta el proceso de
desarrollo científico, técnico, económico, de la sociedad moderna
hasta alcanzar una situación catastrófica en la que se ensamblan la
dominación imparable de la naturaleza externa y la dominación de
la naturaleza interna de los sujetos por sistemas políticos totalitarios
o en vías de devenir totalitarios a pesar de su cáscara democrática.
38 BENJAMIN, W.: «El concepto de crítica de arte en el Romanticismo alemán», en
Id.: Obras. Abada, Madrid, 2006, Libro I, vol. 1, pp. 7-122. Ver, sobre esto, CANERLIESE, R.: El primer romanticisme alemany. Friedrich Schlegel i Novalis. Edicions
de la Universitat de Barcelona, Barcelona, 2018, pp. 124-128.
39 Ver, sobre todo, el volumen ya referido de BENJAMIN, W.: Das PassagenWerk, op. cit.
40 Ver ADORNO, Th.W.: Sobre Walter Benjamin. Cátedra, Madrid, 1995.
41 Ver HORKHEIMER, M. / ADORNO, Th.W.: Dialéctica de la Ilustración. Trotta,
Madrid, 1994.
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341
José Manuel Romero Cuevas
Indiquemos aquí solo que el planteamiento de este libro, así leído, ha
sido el punto de partida para la crítica de Horkheimer y Adorno por
parte de pensadores de su círculo en los años sesenta: sobre todo, J.
Habermas y A. Wellmer42.
2. La Escuela de Fráncfort, hoy
Cabrían dos maneras de afrontar la cuestión «la Escuela de Fráncfort, hoy». Una sería analizar qué ha dado de sí esta corriente de pensamiento en las décadas posteriores al fallecimiento de sus miembros
originales hasta nuestros días. Es decir, se podría investigar si ha
habido un esfuerzo por continuar su programa de trabajo teórico por
parte de determinados discípulos suyos, si su planteamiento teórico
ha sufrido en este proceso un desarrollo y ampliación, una crítica y
reformulación o, más bien, un abandono. La otra manera de confrontarse con esta cuestión es afrontar su significado desde el punto de
vista actual, es decir, analizar cómo cabe leer hoy el planteamiento
de Horkheimer, Adorno y Marcuse y cómo puede valorarse la posible
actualidad de sus enfoques e ideas para nosotros43.
2.1. Después de la Escuela de Fráncfort
Respecto a la historia posterior de la Escuela de Fráncfort hay
que tener en cuenta la situación de cada uno de sus miembros en la
década de los sesenta y setenta. De entre ellos, fueron Horkheimer y
Adorno los que tuvieron un papel relevante en el Instituto de Investigación Social y en la Universidad de Fráncfort durante las décadas
de los cincuenta y sesenta. Marcuse había permanecido en los EE.UU.
(contra su voluntad, tal como muestra su correspondencia, sobre todo
con Adorno, en estos años, en los que intenta en vano volver a Alemania obteniendo una plaza como profesor universitario)44. La pro42 Ver, sobre todo, HABERMAS, J.: Teoría de la acción comunicativa. Vol. 1.
Taurus, Madrid, 1989, y WELLMER, A.: «Razón, utopía y la dialéctica de la Ilustración»,
en GIDDENS, A. et al.: Habermas y la modernidad. Cátedra, Madrid, 2001, pp. 65-110.
43 Sobre estos dos modos posibles de afrontar desde hoy el significado de
la Escuela de Fráncfort, ver WELLMER, A.: «Die Bedeutung der Frankfurter Schule
heute», en HONNETH, A. / WELLMER, A. (eds.): Die Frankfurter Schule und die
Folgen. Walter de Gruyter, Berlín, 1986, pp. 25-27.
44 La correspondencia entre Marcuse y Adorno está en su mayor parte inédita.
Parte de ella puede consultarse en el legado de H. Marcuse conservado en el
Archivzentrum de la Universitätsbibliotek Frankfurt am Main.
342
Diálogo Filosófico 108 (2020) 330-359
La Escuela de Fráncfort, hoy
ducción teórica de Horkheimer había ido decayendo tras su regreso
a Alemania tras la guerra y sus posicionamientos políticos, de manera
paralela, se habían ido reorientando hacia una actitud que se traducía en planteamientos concordantes con posiciones conservadoras
(aquí habría que referir, por ejemplo, su oposición a que Habermas
se habilitara con Adorno en el Instituto de Investigación Social por
su excesivo –para Horkheimer– carácter izquierdista45 o su discurso,
en 1967 en la Amerikahaus de Fráncfort acerca de que en la guerra
de Vietnam uno de los bandos estaba luchando por la libertad, refiriéndose con ello al ejército norteamericano46). En este contexto, la
figura relevante fue sin lugar a dudas Adorno, en cuanto director del
Instituto y como Catedrático de Filosofía y Sociología en la Universidad de Fráncfort. Fue su prematura muerte en el verano de 1969 (con
66 años) lo que en buena medida dinamitó la posibilidad de que se
consolidara en el Instituto de Investigación social y en la Universidad
de Fráncfort un grupo de investigadores capaz de llevar adelante
de manera productiva un programa de investigación vinculable de
algún modo al trabajo teórico desarrollado por Adorno (y por Horkheimer en los años 30)47. En todo caso, no hay que perder de vista
el contexto político y académico de Frankfurt de estos años, con un
estudiantado que, influido precisamente por Adorno, Horkheimer y
Marcuse, se había radicalizado hasta tomar una posición beligerante
frente a ellos (sobre todo frente a Adorno, como la figura institu45 Ver MÜLLER-DOOHM, S.: En tierra de nadie. Theodor W. Adorno: una
biografía intelectual. Herder, Barcelona, 2003, pp. 562-566. Habermas se habilitó
con W. Abendroth en Marburgo, en 1961, y volvió a Fráncfort en 1964 (después
de haber sido profesor en Heidelberg de 1961 a 1963) como titular de la cátedra
de Filosofía y Sociología que había dejado vacante Horkheimer tras su jubilación.
46 Cf. DEMIROVIć, A.: Der nonkonformistische Intellektuelle, op. cit., pp. 899-900.
47 De alguna manera, Adorno tenía la esperanza de que el tipo de trabajo
teórico que Horkheimer y él realizaban tuviera una continuidad tras su
desaparición. Esto lo pone de manifiesto una carta dirigida a Marcuse en la
que Adorno le recomienda que lea del Festchrift que se le ha dedicado por su
cumpleaños las aportaciones de Karl Heinz Haag y de Habermas: según Adorno,
ambas son extraordinarias y en ellas se encuentra el consuelo de que, a pesar de
todo, «desde un punto de vista teórico la cosa continúe, aunque nosotros vayamos
a morir algún día» (Carta de Th.W. Adorno a H. Marcuse el 24/09/1963, en el
Archivzentrum de la Universitätsbibliotek Frankfurt am Main). El volumen al que
se refiere Adorno fue editado por Horkheimer con el título Zeugnisse. Theodor
W. Adorno zum 60. Geburtstag. Europäische Verlagsanstalt, Fráncfort del Meno,
1963.
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José Manuel Romero Cuevas
cional y académica más visible del grupo)48 y con una autoridad
universitaria que quería escindir la sociología del Departamento de
Filosofía creando para ella un departamento propio, lo cual suponía
un golpe directo a las pretensiones académicas y teóricas de alguien
como Adorno, que disponía de una cátedra de Filosofía y Sociología.
Tal escisión se consumó después de su muerte, lo cual hay que contabilizar entre las razones que motivaron a Habermas a abandonar
Fráncfort y aceptar la oferta de dirigir el Instituto Max Planck en Starnberg49. La muerte de Adorno precipitó los acontecimientos. Por un
lado, el Instituto de Investigación Social perdió rápidamente ímpetu
y relevancia. En parte porque, con la implementación de la reforma
universitaria y la creación de un Departamento de Sociología, dejó de
ser un centro de formación de sociólogos, tal como había sido desde
1954. Con ello, volvió a ser sólo un instituto de investigación50. Por
otro lado, del círculo de colaboradores más relevantes de Adorno
y Horkheimer sólo permaneció en Fráncfort Alfred Schmidt (Oskar
Negt marchó a Hannover, Habermas, como se ha indicado, a Starnberg. Colaboradores de Adorno como Hermann Schweppenhäuser y
Rolf Tiedemann sí permanecieron en Fráncfort después de la muerte
de Adorno, pero dedicados sobre todo a la labor editorial de publicación de la obra de Benjamin y del propio Adorno). Es significativo
que en una carta a Habermas de abril de 1971 sostuviera Marcuse:
«Entiendo sus razones para marchar de Fráncfort y, a pesar de ello,
me apena. De alguna manera es un acto simbólico, que pertenece a
“el final de la Escuela de Fráncfort”. ¿Qué ha sido de Negt y Schmidt? ¿Quién le va a suceder a usted en la cátedra?»51. Todo ello, en el
marco de una deriva política en la República Federal Alemana que
combinó la radicalización de algunos grupos de estudiantes hasta la
vía violenta y una sobrerreacción del Estado, de efectos claramente
restrictivos sobre el ejercicio de las libertades de los ciudadanos en la
esfera pública y en el ámbito político.
48 Sobre esto, ver la monumental documentación contenida en KRAUSHAAR,
W. (ed.): Frankfurter Schule und Studentenbewegung. Von der Flaschenpost zum
Molotowcokctail 1946-1995. Roger & Bernhard, Hamburgo, 1998, 3 vols.
49 Ver sobre esto DEMIROVIć, A.: Der nonkonformistische Intellektuelle, op. cit.,
pp. 853-854.
50 DEMIROVIć, A.: Forschungsarbeiten. Mitteilungen des Instituts für
Sozialforschung 10 (1999), pp. 47-48.
51 Citado por DEMIROVIć, A.: Der nonkonformistische Intellektuelle, op. cit., pp.
853-854.
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La Escuela de Fráncfort, hoy
De entre los colaboradores de Adorno durante los años 50 y 60, el
que ha tenido una trayectoria intelectual más visible y reconocida ha
sido sin duda Habermas52. Hay que valorar el hecho de que Habermas nunca se haya postulado como miembro de la Escuela de Fráncfort o de una supuesta segunda generación de dicha Escuela. Sí es
cierto que se ha ubicado a sí mismo en el marco de lo que denomina,
siguiendo a Horkheimer y Adorno, teoría crítica de la sociedad, pero
no como una etiqueta escolástica, sino como lo que podríamos denominar programa de investigación y es en esta dirección en la que
ha desarrollado su labor teórica en las décadas posteriores a la muerte de Adorno. Demirović ha expuesto cómo en una carta de marzo
de 1970 Habermas «se posicionó en contra de considerar «etiquetas
recientemente puestas en circulación como “Escuela de Fráncfort”
o “Teoría Crítica”» como si se tratara de una institución «que tuviera
que sostenerse a través del reclutamiento de miembros ortodoxos».
Esto probaría un tipo de espíritu escolástico que del pensamiento
de Adorno sólo retendría sus gestos vacíos53. A mitad de los años
80 sostuvo Habermas que «caracterizaciones como “Teoría Crítica”
o “Escuela de Fráncfort” sugieren la unidad de un vínculo escolar
que, con excepción de los pocos años en Nueva York, nunca ha
tenido lugar». En las discusiones intelectuales que se producen en la
actualidad, piensa Habermas, ejercen su influjo impulsos procedentes de la teoría crítica, pero en direcciones tan distintas y a menudo
contrapuestas que no puede hablarse en ningún caso de «identidad
de una escuela». Por eso es mejor despedirse de la ficción de «un vínculo escolar unitario» y confrontarse con «los problemas mismos para
comprobar cuán lejos se llega con la explotación revisionista, carente
de contemplaciones, del potencial de inspiración de una tradición de
investigación ramificada como ésta»54. Recordemos que Habermas,
después de su estancia en Starnberg, fue profesor de nuevo en la
Universidad de Fráncfort de 1983 a 1994, lo que hay que contabilizar
para comprender la continuidad de su visualización como pensador
vinculado a dicha ciudad y, para muchos, con la Escuela de Fráncfort.
52 Sobre la vida y obra de Habermas, ver MCCARTHY, Th.: La teoría crítica
de Jürgen Habermas. Tecnos, Madrid, 1992; VELASCO, J.C.: Habermas. Alianza,
Madrid, 2013 y MÜLLER-DOOHM, S.: Jürgen Habermas. Eine Biographie. Suhrkamp,
Berlín, 2014.
53 Ver DEMIROVIć, A.: Der nonkonformistische Intellektuelle, op. cit., p. 854.
54 HABERMAS, J.: «Drei Thesen zur Wirkungsgeschichte der Frankfurter Schule»,
en HONNETH, A. / WELLMER, A. (eds.): Die Frankfurter Schule und die Folgen. Walter
de Gruyter, Berlín, 1986, pp. 8-12.
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José Manuel Romero Cuevas
Lo que hace sobresalir la producción teórica de Habermas es que
se desarrolla no sólo en el ámbito de la filosofía sino, explícitamente,
en el de la teoría de la sociedad. Su obra culminante, Teoría de la
acción comunicativa, contiene una teoría comunicativa e intersubjetiva de la racionalidad, que quería responder a las presuntas aporías
de la concepción de la racionalidad de Dialéctica de la Ilustración,
y una ambiciosa teoría de la sociedad, que pretendía posibilitar una
crítica, normativamente sustentada, de las patologías de las sociedades actuales. El modo en que la patología central de la sociedad
contemporánea es concebida por Habermas en términos de una concepción reformulada del concepto marxiano de cosificación (como
colonización del mundo de la vida por los subsistemas económico y
administrativo estatal) muestra que la pretensión de Habermas es formular su teoría social en relación explícita con la Escuela de Fráncfort. Ahora bien, no tanto como continuación de la misma, sino en
discusión con ella. Efectivamente, ya en los años sesenta, Habermas
parece mantener una teoría de la sociedad que incluye la referencia
a subsistemas de acción racional con respecto a fines, asumiendo así
ideas procedentes de la teoría social de M. Weber55. Con la irrupción
de la influencia de la teoría de sistemas de Parsons y Luhmann a comienzos de los años 70, esta concepción se desarrolló hasta desembocar en una teoría de la sociedad en dos niveles, mundo de la vida
y sistemas. Mundo de la vida y sistemas corresponderían a los dos
modos de aproximación a la realidad social por parte del investigador social: como participante implicado en un determinado contexto
de interacción comunicativo y como observador externo. Desde la
perspectiva metodológica que caracteriza al investigador implicado
la realidad social aparece como un mundo de la vida, es decir, como
una trama de interacciones sociales que tiene como sustento toda
una serie de evidencias compartidas (continuamente refundadas a
partir de la comunicación intersubjetiva). De este modo, el investigador en actitud participante no sería capaz de experimentar en la
realidad social coacciones externas que distorsionen el contexto de
interacción comunicativo, pues lo que se le presenta como realidad
social es una comunidad de interlocutores que se reproduce a través
55 Ver HABERMAS, J.: Ciencia y técnica como «ideología». Tecnos, Madrid, 1990,
pp. 70-71. Sobre esto ver HONNETH, A.: Crítica del poder. Fases en la reflexión de
una teoría crítica de la sociedad. Antonio Machado Libros, Madrid, 2009. Esta
cuestión ha sido planteada también recientemente por Francisco Javier García
Garriga en su tesis doctoral titulada «Crítica de la categoría de consenso a partir
de Rawls y Habermas» (Universidad de Barcelona, 2019).
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La Escuela de Fráncfort, hoy
de la acción orientada al entendimiento, es decir, la acción comunicativa. El observador externo, en cambio, sí estaría en condiciones
de poner de manifiesto coacciones (sistémicas) que se imponen a
espaldas de los agentes y socavan las condiciones que hacen posible
un diálogo orientado al entendimiento. Sería el observador externo,
pues, el que sería capaz de un diagnóstico crítico de un contexto
de interacción distorsionado (y ello, en abierta contradicción con el
planteamiento defendido por Horkheimer en su artículo «Teoría tradicional y teoría crítica», tal como se ha expuesto arriba, para el que
tal actitud de observador externo caracterizaba el modo de proceder
de la teoría tradicional)56.
Bajo la categoría de sistemas Habermas incluyó la economía de
mercado capitalista y la administración burocrático-estatal. Concibió
los sistemas como institucionalización, en forma de un ámbito de
acción libre de valores, de la acción instrumental (el trabajo) y la
acción estratégica (la acción dirigida a modificar el comportamiento
de los demás). El mercado económico y la administración estatal se
diferencian y desconectan del mundo de la vida en los albores de
la modernidad, ante el aumento de complejidad de la sociedad moderna emergente. Paradójicamente, la condición de tal diferenciación
sistémica fue la racionalización del mundo de la vida, que consistió
en la instauración del lenguaje como medio de entendimiento y de
coordinación de la acción (frente al peso de la tradición y de las
formas de autoridad no justificadas racionalmente) y dio lugar a una
diferenciación de los componentes estructurales del mundo de la
vida, es decir, la cultura, la sociedad y la personalidad. La consecuencia de tal proceso es que en el mundo de la vida racionalizado cabe
un afrontamiento por separado de cuestiones relativas a la cultura, a
la sociedad y a la personalidad mediante la acción comunicativa, lo
cual quiere decir de un modo autónomo, desvinculado de posiciones
particularistas heredadas de la tradición y de la religión. La racionalización del mundo de la vida implicó un ablandamiento del peso de
la tradición, el cual hizo posible la extensión en el ámbito social de la
acción racional respecto a fines. Pero, con ello, la sociedad moderna
emergente alcanzó tal grado de complejidad que la acción orientada
al entendimiento ya no fue capaz de coordinar la acción socio-económica de los agentes. En este contexto, surgió y se diferenció un
56 Sobre esto, me permito referir aquí mi artículo «Entre hermenéutica y teoría de
sistemas. Una discusión epistemológico-política con la teoría social de J. Habermas»,
en Isegoría. Revista de Filosofía Moral y Política 44 (2011), pp. 139-159.
Diálogo Filosófico 108 (2020) 330-359
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José Manuel Romero Cuevas
mecanismo de coordinación de la acción que sí posibilitó la reproducción material en condiciones de gran complejidad: el mercado.
En él queda institucionalizada la acción instrumental y coordinada
mediante el medio de regulación sistémica (que Habermas califica
también como medio de comunicación deslingüistizado) que es el
dinero. La diferenciación de la economía de mercado como subsistema autorregulado impulsó la reestructuración de la administración
estatal tradicional en términos sistémicos, a través de un proceso de
racionalización que dio lugar a su diferenciación como sistema regulado por el principio de comunicación deslingüistizado del poder.
Esta diferenciación de los subsistemas en la modernidad ha sido para
Habermas necesaria para la posibilitación de la reproducción material del tipo de sociedad compleja que es la sociedad moderna y no
resulta reversible, es decir, no cabe pensar en una reestructuración
democrática del ámbito de la economía que anule su carácter de subsistema autorregulado por el medio dinero, pues ello pondría abiertamente en peligro la reproducción material de una sociedad compleja
como la moderna. Ahora bien, parece en principio que, por su propia
dinámica, los sistemas tienden a sobrepasar los límites que les corresponden y a colonizar el mundo de la vida, sustituyendo en dimensiones crecientes de la vida social la acción orientada al entendimiento
(que es el medio a través del cual se efectúa la reproducción social)
por los medios de comunicación deslingüistizados que son el dinero
y el poder. Hay que hacer referencia en todo caso a las indicaciones
de Habermas acerca del «patrón selectivo» de modernización que han
seguido las sociedades capitalistas desarrolladas: la modernización
efectivamente acontecida habría seguido un «patrón capitalista», que
es el que habría desencadenado que «las estructuras simbólicas del
mundo de la vida» queden «deformadas», es decir, «cosificadas bajo los
imperativos de los subsistemas diferenciados y autonomizados a través de los medios dinero y poder»57. En cualquier caso, sea la causa
de la colonización la dinámica propia de la diferenciación sistémica
o el patrón selectivo capitalista que tal proceso ha seguido de hecho
en la modernidad, con tal colonización se pone en peligro, piensa
Habermas, la reproducción social, fundamento de la vida social en
su conjunto, al socavar el medio a través del cual se realiza: la regulación de la acción social a través de la acción orientada al entendimiento (o acción comunicativa).
57 HABERMAS, J.: Teoría de la acción comunicativa. Taurus, Madrid, 1989, vol.
II, pp. 465 y 402.
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Diálogo Filosófico 108 (2020) 330-359
La Escuela de Fráncfort, hoy
Con este planteamiento, que Habermas no ha rechazado en esencia a pesar de sus matizaciones posteriores58, éste se sitúa mucho
más lejos de Marx y de su proyecto de una teoría crítica del capitalismo59 que los miembros de la Escuela de Fráncfort. Además de
promover un cambio de paradigma filosófico (de la filosofía del sujeto, en la que permanecerían presos los representantes de la Escuela
de Fráncfort, a la filosofía de la intersubjetividad)60, Habermas se
ubicaría en el ámbito de la filosofía social en un paradigma abiertamente post-marxista. Esto marca una distancia muy amplia con los
miembros de la Escuela que, en el caso de Adorno y Marcuse (en el
caso de Horkheimer, hasta la Segunda Guerra Mundial), mantuvieron
hasta el final el proyecto de actualizar (y, en absoluto, de renegar de)
el programa marxiano de una teoría crítica de la sociedad. Las fuertes
discusiones que ha generado la teoría de la sociedad de Habermas61
muestran que su concepción de la sociedad en dos niveles es difícilmente apropiable por un posicionamiento que pretenda articular una
teoría crítica de la sociedad con un alcance crítico de algún modo
comparable al empeño teórico realizado por el primer Horkheimer,
Adorno y Marcuse.
Un discípulo de Habermas, Axel Honneth, que en las últimas décadas ha alcanzado una importante visibilidad teórica e institucional (ha sido director del Instituto de Investigación Social de 2001
a 2018 y ha sido titular de la Cátedra de Filosofía Social de 1995 a
2015, Cátedra de la que habían sido titulares en su momento, con
58 Por ejemplo, la realizada en su obra Facticidad y validez (1992), en la que
se revisa la idea de que la administración estatal tenga carácter sistémico en la
sociedad moderna, pero conservando la calificación de sistema para la economía
de mercado capitalista. Ver HABERMAS, J.: Facticidad y validez. Trotta, Madrid,
1998, p. 433.
59 En su monografía, publicada en 1938, titulada Karl Marx, Karl Korsch
calificó ya la empresa teórica de éste como una teoría crítica del capitalismo. Ver
KORSCH, K.: Karl Marx. Folio, Madrid, 2004. Para una versión actualizada de esta
caracterización de la empresa de Marx, ver RUIZ SANJUÁN, C.: Historia y sistema en
Marx. Hacia una teoría crítica del capitalismo. Siglo XXI, Madrid, 2019.
60 Sobre esto ver, fundamentalmente, HABERMAS, J.: El discurso filosófico de la
modernidad. Taurus, Madrid, 1989.
61 Véase MCCARTHY, TH.: «Complejidad y democracia: las seducciones de la
teoría de sistemas», en Id.: Ideales e ilusiones. Reconstrucción y deconstrucción
en la teoría crítica contemporánea. Tecnos, Madrid, 1992, pp. 165-192; HONNETH,
A.: Crítica del poder, op. cit.; JÜTTEN, T.: «The Colonization Thesis: Habermas on
Reification», en International Journal of Philosophical Studies 19/5 (2011), pp. 701727 y STAHL, T.: «Habermas and the Project of Immanet Critique», en Constellations
20/4 (2013), pp. 533-552.
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la denominación de Cátedra de Filosofía y Sociología, Horkheimer,
Habermas y Schmidt), ha recibido por parte de algunos intérpretes el
estatuto de miembro más relevante de la presunta tercera generación
de la Escuela de Fráncfort62. Nuestro escepticismo acerca de la tesis
que sostiene la existencia de «generaciones» dentro de la Escuela de
Fráncfort no debe conducir a minusvalorar la aportación teórica ni la
labor institucional de Honneth en Fráncfort. Lo que nos interesa es
valorar en qué medida puede hablarse de una continuidad de su proyecto teórico con los temas y enfoques de los miembros de la Escuela
de Fráncfort. En su tesis doctoral, publicada en 1985, Honneth realizó
una discusión con Horkheimer, Adorno, M. Foucault y Habermas que
pretendía mostrar que sus concepciones de la sociedad eran deficitarias en tanto que no atendían a la relevancia social y teórica de las
luchas sociales63. De un modo teóricamente ambicioso, su trabajo de
habilitación, editado en 1992, llenó de contenido tal noción de lucha
social en términos de lucha por el reconocimiento, a la cual Honneth
atribuyó una centralidad no sólo social sino moral64. El concepto
de lucha por el reconocimiento permitiría poner de manifiesto la
gramática moral de los conflictos sociales, lo cual implicaría sostener
que la motivación esencial de las luchas sociales no son los intereses
materiales, económicos, sino expectativas de tipo moral. La lucha por
el reconocimiento ha constituido una indudable aportación a la filosofía social y a la filosofía moral y política contemporáneas, tal como
muestra su influencia posterior.
En su marco desarrolló Honneth a final de los años 90 una teorización de la sociedad, muy influida por la filosofía del derecho de
Hegel65, en términos de orden de reconocimiento diferenciado en
tres esferas de acción social: la primera es la constituida por las relaciones familiares y personales (tal esfera de acción estaría regulada
por el principio normativo del amor), la segunda remite al ámbito
del derecho y de la interacción de los ciudadanos con los mismos
62 Ver ANDERSON, J.: «The «Third Generation» of the Frankfurt School», en
Intellectual History Newsletter 22 (2000). No dispongo aquí del espacio para
ubicar y caracterizar los planteamientos de una serie de pensadores relacionados
con Habermas que suelen ser visualizados como vinculados a la teoría crítica,
como es el caso de Albrecht Wellmer, Christoph Menke o Reinhard Forst.
63 Cf. HONNETH, A.: Crítica del poder, op. cit.
64 HONNETH, A.: La lucha por el reconocimiento. Por una gramática moral de
los conflictos sociales. Crítica, Barcelona, 1997.
65 Ver sus trabajos sobre Hegel publicados en HONNETH, A.: Patologías de la
libertad. Las cuarenta, Buenos Aires, 2016.
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La Escuela de Fráncfort, hoy
derechos (cuyo principio normativo es la igualdad), y la tercera es
el ámbito de la economía de mercado (regulado por el principio
normativo del logro o rendimiento [Leistung])66. La tesis de Honneth
es que la sociedad moderna constituye un orden de reconocimiento,
en cuyas esferas de acción están institucionalizados los principios
normativos (ya referidos) que regulan y definen las tres formas de reconocimiento fundamentales desde un punto de vista antropológico:
el reconocimiento de las necesidades individuales en el marco de las
relaciones afectivas, el reconocimiento jurídico y la valoración de las
aportaciones que, en forma de trabajo, realizamos a la sociedad67.
La convicción de Honneth es que en la sociedad moderna está institucionalizada, en los tres ámbitos de acción diferenciados en ella, la
promesa de un reconocimiento que haga posible la autorrealización
de sus miembros (y sería el primer orden de reconocimiento en la
historia que haría esto posible).
En la teoría de la sociedad formulada en su importante obra El
derecho de la libertad (2011) Honneth reformula este planteamiento
a partir de una renovada confrontación con la filosofía del derecho
de Hegel68. Con Hegel, sostiene que la sociedad moderna promete
la realización, en ámbitos decisivos de la vida social, de un tipo de
libertad que no es meramente la libertad negativa (la libertad que
resulta de la no interferencia de otro individuo o del Estado), ni la
libertad reflexiva (la libertad que se sustenta en la reflexividad moral individual), sino la libertad social. Esta libertad se plasmaría en
instituciones en cuyo seno los individuos se relacionarían con los
demás mediante relaciones de reconocimiento mutuo, bajo la consideración de que el cumplimiento de los fines de los demás constituye la condición de posibilidad del cumplimiento de los propios
fines. En el concepto de libertad social, por tanto, Honneth integra
su teorización previa sobre el reconocimiento moral. La libertad social sería el tipo de libertad cuya realización es prometida por la
sociedad moderna en los ámbitos ya mencionados de las relaciones
familiares y personales, de la interacción de los ciudadanos con los
mismos derechos de participación social y política y de la actividad
66 Ver FRASER, N. / HONNETH, A.: ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate
político-filosófico. Morata, Madrid, 2006.
67 Ver HONNETH, A.: «Integridad y desprecio. Motivos básicos de una concepción
de la moral desde la teoría del reconocimiento», en Isegoría. Revista de Filosofía
Moral y Política 5 (1992), pp. 78-92.
68 HONNETH, A.: El derecho de la libertad. Esbozo de una eticidad democrática.
Katz, Buenos Aires, 2014.
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económica en condiciones definidas por el mercado69. Ahora bien,
el análisis de la sociedad contemporánea ofrecido por Honneth en
dicha obra muestra en cada uno de estos ámbitos el desfase entre lo
prometido institucionalmente por cada una de estas esferas modernas de acción y la realidad fáctica generada por las transformaciones
sociales, económicas y políticas de las últimas décadas, que resultan
iluminadas de manera crítica precisamente a partir de la remisión a
los principios normativos institucionalizados en tales esferas de acción. En este contexto, Honneth indica en El derecho de la libertad,
sobre todo en el ámbito de la economía, las reformas que habría que
introducir para posibilitar la realización efectiva de la libertad social
en este ámbito.
Las críticas recibidas por Honneth a causa de la tesis supuesta en
esta obra de que la libertad social, concebida en sus términos (como
reconocimiento mutuo en el marco de relaciones sociales experimentadas como colaborativas), es realizable, a través de determinadas
reformas, dentro de la economía de mercado capitalista le han hecho
reformular su planteamiento en sus textos posteriores70. En su obra
La idea del socialismo (2015) ha revisado su posición hasta sostener
que la promesa de libertad social ostentada por el mercado sólo
puede ser realizada en condiciones post-capitalistas. En concordancia con ello, reivindica ahora un socialismo de mercado que debería
realizar en términos universalistas la promesa de libertad social inherente a la sociedad moderna71.
Sin querer hacer desmerecer las aportaciones teóricas de Honneth (aunque sosteniendo, naturalmente, la necesidad de discutirlas),
resulta evidente que su declarado postmarxismo72 lo coloca a gran
distancia de las pretensiones críticas de Horkheimer, Adorno y Marcuse. En el caso de Honneth hay que hablar no sólo de una visión de
69 Sobre la concepción de la libertad social de Honneth ver SALONIA, M.:
«Libertad social y emancipación», en ROMERO, J.M. / ZAMORA, J.A. (eds.): Crítica
inmanente de la sociedad. Anthropos, Barcelona, 2020, pp. 51-68.
70 Ver, por ejemplo, los siguientes artículos publicados en Critical Horizons
16 (2015): JÜTTEN, T.: «Is the market a sphere of social freedom?», FREYENHAGEN,
F.: «Honneth and social pathologies: a critique», SCHAUB, J.: «Misdevelopments,
pathologies, and normative revolutions: normative reconstruction as method of
critical theory» y MCNEILL, D.N.: «Social freedom and self-actualization: «Normative
reconstruction» as theory of justice».
71 Ver HONNETH, A.: La idea del socialismo. Una tentativa de actualización.
Katz, Buenos Aires, 2017, pp. 114 y 150. Ver también HONNETH, A.: «Rejoinder», en
Critical Horizons 16/2 (2015), pp. 208 y 224.
72 HONNETH, A.: La idea del socialismo, op. cit., p. 110.
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La Escuela de Fráncfort, hoy
la obra de Marx como históricamente superada, sino de un conocimiento más bien limitado de dicha obra, centrado sobre todo en sus
escritos de juventud, descuidando sus investigaciones económicas,
en particular El capital. De esta manera, su intento de concebir su
noción de reconocimiento y de libertad social como sustento de una
idea renovada de socialismo presenta importantes déficits a la hora
de determinar las transformaciones socio-económicas que resultarían
necesarias para la realización del socialismo de mercado propuesto
por él73.
Precisamente, en la dirección de retomar el diálogo con Marx (y
con Hegel, aunque no tanto el Hegel de la filosofía del derecho, sino
el de la Fenomenología) apuntan las aportaciones teóricas de Rahel
Jaeggi, discípula de Honneth y profesora en la Universidad Humboldt
de Berlín. Nociones como alienación, crítica de la ideología, crítica
del capitalismo y crítica inmanente de las formas de vida constituyen
los ejes de la reflexión de Jaeggi hasta el momento. Vamos a tratar estos ejes de su reflexión con algo de detenimiento. En su tesis doctoral, Jaeggi ha recuperado la noción de alienación como concepto que
sigue siendo apropiado, a pesar del olvido en el que ha caído en el
ámbito de la filosofía social de las últimas décadas, para caracterizar
aspectos decisivos de la forma de vida actual. Este término recogería
fenómenos actuales como la sensación de impotencia social y la pérdida de una relación significativa respecto a uno mismo y respecto
al mundo, considerados ambos como extraños. De este modo, trata
de hacer fructífero este concepto para referir un estado de ánimo
individual y colectivo, según el cual no nos sentimos configuradores
autónomos de nuestra existencia sino entregados a la dinámica de
determinadas relaciones coactivas que se nos imponen74.
Jaeggi realiza además una decisiva reivindicación de la crítica de
la ideología75. Defiende un tipo de crítica de la ideología que no
sostiene sólo que en la realidad social no se cumplen determinados
valores e ideales institucionalizados (como puede ser el caso de la
justicia o la libertad), sino que su plasmación efectiva da lugar a una
trama de coacciones que representan la antítesis de lo prometido por
73 Me permito referir aquí mi texto «El socialismo como crítica inmanente del
capitalismo. Una discusión con Axel Honneth», en ROMERO, J.M. / ZAMORA, J.A.
(eds.): Crítica inmanente de la sociedad. Anthropos, Barcelona, 2020, pp. 85-106.
74 Ver JAEGGI, R.: Entfremdung. Zur Aktualität eines sozialphilosophischen
Problems. Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 2005.
75 JAEGGI, R.: «Was ist Ideologiekritik?», en JAEGGI, R. / WESCHE, T. (eds.): Was ist
Kritik? Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 2009, pp. 266-295.
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José Manuel Romero Cuevas
tales valores76. Por ello, la crítica de la ideología constituye un modo
de doble crítica: crítica de los valores e ideales institucionalizados,
dado que legitiman una institución en virtud de unos principios normativos que carecen de realización efectiva, y crítica de las relaciones
sociales que determinan que la plasmación real de los valores se
realice como inversión de su promesa normativa.
Esta pensadora reivindica expresamente la legitimidad de la crítica del capitalismo77. Jaeggi distingue entre una forma de crítica del
capitalismo de tipo funcional (que sostiene que el capitalismo como
sistema económico no funciona, es decir, está sometido a la amenaza
continua de la crisis), moral (que apunta, mediante la categoría de
explotación, al carácter injusto del capitalismo) y ética (que muestra que la vida alienada generada por el capitalismo imposibilita la
autorrealización de los sujetos). Jaeggi apuesta por anudar estas tres
formas de crítica en una crítica de la forma de vida capitalista que
ponga de manifiesto, fundamentalmente, el modo en que frustra la
realización de nuevos procesos de aprendizaje colectivos, necesarios
para resolver los problemas acuciantes a los que está enfrentada la
humanidad en su conjunto.
Por último, es significativa la distinción establecida por Jaeggi en
su importante obra Kritik von Lebensformen entre crítica interna y
crítica inmanente78. La crítica interna adoptaría como normativos
los valores e ideales de la sociedad vigente y enjuiciaría a partir de
ellos las situaciones en las que no se cumplen. Realizaría tal cuestionamiento bajo la suposición de que tales valores e ideales son
realizables dentro del marco institucional de la sociedad vigente. En
consecuencia, la crítica interna no aspira a una transformación en
profundidad de la sociedad, pues no la considera necesaria, y se contenta con indicar reformas que harían factible la realización adecuada de los valores e ideales generalmente aceptados. Tales reformas
conducirían significativamente a un afianzamiento del orden social
vigente, no a su cuestionamiento. En contraste con tal concepción de
la crítica, Jaeggi reivindica la crítica inmanente, que aspira a explicitar las contradicciones de una forma de vida o formación social. Una
de las contradicciones fundamentales que pondría de manifiesto tal
76 Ibíd., p. 274.
77 Ver JAEGGI, R.: «Was (wenn überhaupt etwas) ist falsch am Kapitalismus?
Drei Wege der Kapitalismuskritik», en JAEGGI, R. / LOICK, D. (eds.): Nach Marx.
Philosophie, Kritik, Praxis. Suhrkamp, Berlín, 2013, pp. 321-349. Este texto se
ofrece en traducción española en el presente número de Diálogo Filosófico.
78 Ver JAEGGI, R.: Kritik von Lebensformen. Suhrkamp, Berlín, 2013, pp. 257-309.
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Diálogo Filosófico 108 (2020) 330-359
La Escuela de Fráncfort, hoy
crítica es la contradicción entre lo que la sociedad pretende ser y lo
que efectivamente posibilita realizar. Según Jaeggi, tal contradicción
sería irresoluble dentro de la forma de vida vigente y sólo podría ser
solventada en una nueva configuración de la vida social.
Estos ejes de reflexión abren las distancias entre Jaeggi y las teorías
de la sociedad de Habermas y de Honneth y remiten a la necesidad
de sustentar metódicamente una teoría crítica del capitalismo en cuanto forma de vida. Esta fundamentación metódica ha sido desarrollada por Jaeggi en su obra Kritik von Lebensformen en una propuesta
teórica ciertamente abstracta, que se entendió a sí misma como una
teoría crítica de la crítica79. Resulta evidente que esta labor sólo puede
constituir un momento, una etapa, del trabajo teórico orientado a la
teorización crítica de la sociedad y no su fin. Parece que el alcance y
valor de la aportación de Jaeggi al programa de la Escuela de Fráncfort de una actualización del proyecto marxiano de una teoría crítica
del capitalismo se jugará en el modo en que sepa salir de tal plano de
abstracción metodológica y alcance una confrontación teórico-política
con las realidades definidoras del régimen social vigente80.
2.2. La Escuela de Fráncfort, (considerada desde) hoy
En este último apartado vamos a tratar sintéticamente en qué nos
puede seguir apelando lo que fue la Escuela de Fráncfort, qué temas
y problemas formulados por los miembros de dicha Escuela pueden
continuar apareciendo como vinculantes o inspiradores para nosotros hoy:
a) Las aportaciones de Horkheimer en torno a los fundamentos
metodológicos y normativos de la teoría crítica siguen constituyendo
un marco fructífero para la reflexión actual sobre la relación entre
conocimiento e interés, entre teoría y crítica, tal como muestran, por
ejemplo, los trabajos de Robin Celikates y Emmanuel Renault81. Las
79 Ver JAEGGI, R.: Kritik von Lebensformen, ed. cit., p. 447. Sobre el planteamiento
de Jaeggi, ver SALONIA, M.: «Rahel Jaeggi y la crítica inmanente», en NICOLÁS, J.A.
/ WAHNON, S. / ROMERO, J.M. (eds.): Crítica y hermenéutica. Comares, Granada,
2020, pp. 245-258.
80 Respecto a esta cuestión, ver FRASER, N. / JAEGGI, R.: Capitalismo. Una
conversación desde la Teoría Crítica. Morata, Madrid, 2019.
81 Ver CELIKATES, R.: Kritik als soziale Praxis. Campus, Fráncfort del Meno, 2009
y RENAULT, E.: «El Capital como modelo para la Teoría Crítica», en Constelaciones.
Revista de Teoría Crítica 8-9 (2017), pp. 461-474.
Diálogo Filosófico 108 (2020) 330-359
355
José Manuel Romero Cuevas
reflexiones de Horkheimer sobre la teoría crítica pueden ser consideradas como una contribución a la labor de fundamentación de las
ciencias sociales y humanas en un contexto, como sigue siendo el
nuestro, en el que continúa la hegemonía de la concepción positivista del conocimiento, también en las ciencias sociales y en las propias
humanidades.
b) Resulta todavía paradigmático el modo en que la Escuela de
Fráncfort concibió el proyecto de análisis crítico de la sociedad capitalista contemporánea como una labor que debía realizarse como
un programa de investigación interdisciplinar, que incluyera y ensamblara la teorización y la investigación social empírica. La dificultad, sobre todo institucional, con la que se presenta la realización
de esta empresa no debería conducir a renunciar prematuramente
a ella. Asumiendo que el diagnóstico de los problemas o patologías
de la sociedad actual debería articularse partiendo de un trabajo que
integre teoría e investigaciones empíricas, diversos sociólogos y teóricos sociales actuales han realizado significativas aportaciones en esta
dirección en el ámbito de la filosofía y la teoría social. Entre ellos,
destaca la influyente investigación de Harmut Rosa sobre el fenómeno de la aceleración social como signatura propia y definitoria de la
modernidad82.
c) La confrontación con los trabajos de Horkheimer, Adorno y
Marcuse nos sigue abocando a la tarea, en la que ellos perseveraron,
de actualizar el proyecto marxiano de una teoría crítica del capitalismo. Entiendo que esta tarea es asumida por ejemplo por Jaeggi y
Timo Jütten, este último muy crítico de la concepción del capitalismo
de Habermas y de Honneth. Y no sólo por ellos: varios de los teóricos del valor, como Moishe Postone y Michael Heinrich, han recibido
una productiva inspiración de las ideas de la Escuela de Fráncfort,
sobre todo de Adorno83. Lo que tenemos que aprender todavía de las
82 Ver ROSA, H.: Beschleunigung. Die Veränderung der Zeitstrukturen in der
Moderne. Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 2005; Alienación y aceleración. Hacia
una teoría crítica de la temporalidad en la modernidad tardía. Katz, Buenos Aires,
2016, y Resonancia. Una sociología de la relación con el mundo. Katz, Buenos
Aires, 2019. En nuestro país encontramos un intento de efectuar un análisis social
crítico teóricamente sustentado, por ejemplo, en los trabajos de Benno Herzog.
Ver su Invisibilisation of Suffering. The Moral Grammar of Disrespect. Palgrave
Macmillan, Londres, 2020.
83 Ver JAEGGI, R.: «Crisis, Contradiction, and the Task of a Critical Theory»,
en BARGU, G. / BOTTICI, Ch. (eds.): Feminism, Capitalism, and Critique: Essays
in Honor of Nancy Fraser. Palgrave Macmillan, Basingstoke, 2017, pp. 209-224 y
JÜTTEN, T.: «Habermas and Markets», en Constellations 20/4 (2013), pp. 587-613. Ver
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aportaciones de los miembros de la Escuela de Fráncfort es que para
comprender críticamente la sociedad vigente Marx sigue siendo un
interlocutor necesario (lo cual nunca significó para estos pensadores
seguirlo de manera ortodoxa) y la noción de capitalismo continúa
siendo la categoría explicativa clave.
d) Los trabajos de la Escuela de Fráncfort siguen confrontándonos
con la cuestión de las virtualidades teóricas y políticas en nuestros
días del procedimiento de la crítica inmanente. En esta labor de reapropiación y discusión del sustento normativo y del alcance crítico
de este procedimiento teórico cabe incardinar, además del esfuerzo
plasmado en la obra de Honneth El derecho de la libertad, las recientes aportaciones de Jaeggi y Titus Stahl84. Los trabajos de los
miembros de la Escuela de Fráncfort pueden actuar a este respecto
como impulso para articular una teorización de la sociedad actual
que, atendiendo a la complejidad de sus dimensiones, apunte a su
(pretensión propia de) racionalidad y efectúe, a partir de ella, un
cuestionamiento de su irracionalidad efectiva, de su injustificable definición restrictiva de lo histórica y políticamente posible.
e) Sigue apareciendo como un ámbito de investigación fructífero el análisis concreto, inmanente, materialista, de las producciones
culturales y artísticas en la estela de lo realizado en su momento de
manera diferencial por Benjamin y Adorno. Los trabajos cinematográficos y teóricos de Alexander Klüge85 ya desde los años 60 y las
aportaciones posteriores de autores como Fredric Jameson y Susan
también POSTONE, M.: Tiempo, trabajo y dominación social: una reinterpretación
de la teoría crítica de Marx. Marcial Pons, Madrid, 2006 y HEINRICH, M.: Crítica de
la economía política. Una introducción a «El capital» de Marx. Escolar y Mayo,
Madrid, 2008. Entre nosotros, José Antonio Zamora ha realizado aportaciones a esta
corriente de crítica del fetichismo económico que recibe inspiración de las ideas de
Benjamin y Adorno. Ver, por ejemplo, su aportación «Totalidad capitalista y Teoría
Crítica de la Sociedad: Intento de actualización», en INSAUSTI, X. / NOGUEROLES, M. /
VERGARA, J. (eds.): Nuevos diálogos de pensamiento crítico. Universidad Autónoma
de Madrid, Madrid, 2015, pp. 59-82.
84 Ver JAEGGI, R.: Kritik von Lebensformen, ed. cit. y STAHL, T.: Immanente
Kritik. Elemente einer Theorie sozialen Praktiken. Campus, Fráncfort del Meno,
2013. Entre nosotros, pueden verse los trabajos compilados en ROMERO, J.M. (ed.):
Immanente Kritik heute. Transcript, Bielefeld, 2014 y ROMERO, J.M. / ZAMORA, J.A.
(eds.): Crítica inmanente de la sociedad. Anthropos, Barcelona, 2020.
85 Ver, por ejemplo, los trabajos publicados por KLÜGE, A. / NEGT, O.:
Öffentlichkeit und Erfahrung. Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1972 y Geschichte
und Eigensinn. Suhrkamp, Fráncfort del Meno, 1993.
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Buck-Morss86 muestran la vigencia del proyecto de interpretación
dialéctica de las producciones artístico-culturales del presente que
aspira a explicitar en las mismas un contenido de verdad (un contenido político utópico) que tenga efectos prácticos (en una dirección
crítica, emancipadora) en la vida social.
3. A modo de conclusión
En virtud de lo expuesto en el presente artículo se comprueba
que la etiqueta «Escuela de Fráncfort» presenta algunos déficits en su
pretensión de caracterizar al grupo de pensadores que realizaron su
labor en el marco del Instituto de Investigación Social de Fráncfort.
Pues refiere primeramente a Horkheimer y a Adorno, y con ello en
principio cumpliría con su pretensión. Pero, para ser justos, debería
incluir también a Marcuse, el cual sin embargo nunca llevó a cabo
su trabajo teórico ni docente en Fráncfort. Su pertenencia al Instituto
de Investigación Social se produjo en el exilio, desde 1933 a 1941,
primero en Suiza y luego en los EE.UU. Pero, además, con la noción
de Escuela de Fráncfort se pretendía incluir a Habermas durante los
años 60. Así lo entendió expresamente Adorno y lo dio por bueno,
no así el propio Habermas, que consideró que tal noción no podía
incluirle a él, persona de una generación, experiencia histórica y
condicionamientos completamente diferentes a los miembros de la
presunta Escuela. En todo caso, con la muerte de Adorno, Horkheimer y Marcuse resulta claro que se produjo lo que Marcuse ya en
1971 denominó el «final de la Escuela de Fráncfort». Lo cual no ha
impedido que toda una serie de autores hasta nuestros días hayan
encontrado en la obra de aquellos pensadores fuente de inspiración
y de motivación, temas y cuestiones, tesis y categorías, que han resultado fructíferos para su trabajo intelectual posterior87. Para valorar
los efectos posteriores de la obra de los miembros de la Escuela de
86 Ver JAMESON, F.: Teoría de la postmodernidad. Trotta, Madrid, 1996 y
Signatures of the Visible. Routledge, Nueva York, 1992 y BUCK-MORSS, S.: Mundo
soñado y catástrofe. La desaparición de la utopía de masas en el Este y en el Oeste.
Antonio Machado Libros, Madrid, 2004.
87 Ver, por ejemplo, LEYVA, G. (ed.): La Teoría Crítica y las tareas actuales de
la crítica. Anthropos, Barcelona, 2005; WOLIN, R.: The Frankfurt School Revisited.
Routledge, Nueva York / Londres, 2006; WINTER, R. / ZIMA, P.V. (eds.): Kritische
Theorie heute. Transcript, Bielefeld, 2007, y KOZLAREK, O. (ed.): Vielfalt und Einheit
der Kritischen Theorie. Kulturwissenschaftliche Perspektiven. Springer, Wiesbaden,
2020.
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La Escuela de Fráncfort, hoy
Fráncfort quizá resulta más provechoso atender a la centralidad y
relevancia de la noción de teoría crítica. Posiblemente, las reflexiones
de Horkheimer, Marcuse y Adorno sobre dicha noción y el modo en
que la misma orientó el trabajo teórico e investigador de los miembros del Instituto de Investigación Social de los años 30 a 60 sí permiten definir lo que podríamos llamar un determinado programa de
investigación o incluso una problemática teórica, en cuyo marco han
encontrado (y continuamos encontrando) elementos para un trabajo
teórico-crítico renovado varias generaciones de investigadores en los
ámbitos de la teoría del conocimiento de las ciencias sociales, de la
filosofía social y la teoría de la sociedad, de la estética y de la teoría
de la cultura en los últimos cincuenta años88.
Recibido el 17 de febrero de 2020
Aprobado el 7 de septiembre de 2020
José Manuel Romero Cuevas
Universidad de Alcalá de Henares (Madrid)
[email protected]
88 En nuestro país esto se ha plasmado en la fundación, hace una década,
de la Sociedad de Estudios de Teoría Crítica y en la edición, desde entonces, de
Constelaciones. Revista de Teoría Crítica.
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