Publicado en:
María Luisa Rivara de Tuesta (ed.), La intelectualidad peruana del siglo XX
ante la condición humana, Tomo I, Lima: Editorial Gráfica Euroamericana,
2004.
JORGE POLAR Y EL DESENCANTO DEL POSITIVISMO
Pablo Quintanilla
Pontificia Universidad Católica del Perú
Uno de los momentos claves del desarrollo de la filosofía en el Perú se
da entre mediados del siglo XIX y comienzos del XX, en que una misma
generación de filósofos, formados originalmente en la escolástica más
tradicional, se convierten al positivismo más radical para posteriormente
abandonarlo por una diversidad de formas de espiritualismo.
Es un curioso dato de sociología académica que esto pueda suceder, es
decir, que un mismo grupo de filósofos atraviese tres posiciones filosóficas que
se encuentran entre sí tan distantes cuanto se puede estarlo. Es un dato, sin
embargo, que resulta sumamente significativo para entender un particular
período histórico, así como la forma en que éste fue visto por los intelectuales
de aquella época. En esta contribución voy a ocuparme sólo de uno de esos
intelectuales, que es además de alguna manera característico de este
desplazamiento. Mi interés, sin embargo, no es sólo describir la dialéctica de
las ideas que hizo posible este movimiento sino, principalmente, intentar
reconstruir la actitud personal que se debió haber gestado en tales momentos.
En primer lugar, habrá que situar históricamente a nuestro personaje.
Jorge Polar Vargas nació en Arequipa (Perú), el 21 de abril de 1856 y murió en
la misma ciudad el 6 de julio de 1932. En 1874 obtuvo, en la Universidad
Nacional de San Agustín de Arequipa, los grados de bachiller, licenciado y
doctor en Jurisprudencia. En 1878 obtuvo, por la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos, en Lima, los grados de bachiller, licenciado y doctor en Letras.
Para optar estos grados, escribió y sustentó las tres siguientes tesis,
respectivamente: “La revolución social causada por el establecimiento del
Cristianismo fue indispensable para la realización del progreso”, “La revolución
filosófica de Sócrates”, y “La única forma de gobierno conveniente a la forma
americana de la vida es la forma republicana”. Desde muy joven se dedicó a la
docencia, tanto escolar como universitaria. A partir de 1882 enseñó filosofía
moderna y contemporánea, historia del arte y, principalmente estética, tema en
que se especializó, en la Universidad de San Agustín. Fue diputado por
Caylloma desde 1895 hasta 1907. Paralelamente fue rector de la Universidad
de San Agustín, de 1896 hasta 1907, y Ministro de Justicia, Culto e Instrucción
de 1904 a 1906. Nuevamente fue rector en la Universidad de San Agustín de
1916 a 1920, rectorado que interrumpió en 1919 para ejercer el cargo de
Ministro Plenipotenciario del Perú en Cuba. Publicó los siguientes libros: Lucía
(1886), Biografía de don Juan Manuel Polar (1886), Estudios literarios (1886),
Algo en prosa (1887), Poesías (1887), Blanca (novela, 1888), Nuestro Melgar
(1891), Arequipa, (1891), Filosofía ligera (1895), Estrofas de un poema (1896),
Nociones de estética (1903), Confesión de un catedrático (1925) y Curso de
filosofía moderna (1928).
EL ENCANTAMIENTO DEL POSITIVISMO
Desde mediados del siglo XIX, las doctrinas positivistas, 1 sobre todo de
Comte y Spencer, influyeron notablemente en la filosofía latinoamericana. En el
Perú, los más importantes representantes de esta escuela fueron Javier Prado
Ugarteche, Mariano H. Cornejo, Manuel Vicente Villarán y Manuel Gonzáles
Prada, entre otros autores. Éstos compartían la fe en el progreso social y
epistemológico que el desarrollo científico traería consigo, una vez que se
extirpasen todos los obstáculos que se anteponen al libre ejercicio de la razón.
He redactado este artículo sobre Jorge Polar sobre la base de mi texto inédito más amplio
titulado “Del espejo al caleidoscopio: aparición y desarrollo de la filosofía en el Perú”, del que
he tomado varios párrafos.
1
A fines del siglo XIX el Perú salía de una devastadora guerra contra Chile, así
como de varias guerras civiles. Frente a este caótico estado de cosas, los
postulados de orden y progreso que traía el positivismo prometían resolver los
males principales que impedían el desarrollo del país. Por otra parte, el
positivismo era visto como la defensa de la razón y de la ciencia, las cuales
habían sido subyugadas y manipuladas por la tradición escolástica y por los
prejuicios conservadores, en los cuales habían sido educados la mayor parte
de los que después se harían positivistas. Así pues, uno puede ver el
surgimiento del positivismo en gran medida también como una reacción a una
educación sectaria y dogmática. De hecho, la virulencia como algunos de estos
positivistas se expresaban de la formación escolástica tradicional, de lo cual
Gonzáles Prada es un espléndido ejemplo, muestra lo ofendidos que se
encontraban por haber recibido una educación que no estaba destinada a
formar individuos creativos y autónomos, sino piezas en un engranaje. Un tipo
de educación que, en última instancia, los menospreciaba intelectualmente.
Probablemente por esa razón, muchos de ellos no sólo se alejaron del
escolasticismo sino también de toda concepción religiosa, en algunos casos
retornando después al credo católico como, por ejemplo, Víctor Andrés
Belaúnde. Otros, como Jorge Polar, se alejaron del escolasticismo pero
mantuvieron su fe religiosa. En este contexto intelectual, el positivismo
representó la ciencia, la modernidad, la defensa de la razón y el progreso;
exactamente lo contrario de lo que la escolástica representaba.
Sin embargo, los filósofos peruanos solían interesarse por el positivismo
principalmente en tanto éste pudiera tener aplicaciones beneficiosas, sobre
todo para la organización social, jurídica y política del país, así como para el
desarrollo de la educación o de la tecnología. Estos filósofos tenían menos
interés en el positivismo como doctrina filosófica en sí misma, en sus
postulados epistemológicos o en sus presupuestos conceptuales.
En cambio, y a pesar de no haber sido suficientemente apreciado como
filósofo, Jorge Polar fue quizá el más filosófico de los positivistas de esta
generación, porque desde el comienzo se consagró a la discusión de temas
auténticamente filosóficos por sí mismos, y no necesariamente con el objetivo
de aplicarlos a otras actividades. Salazar Bondy sostiene,2 y pienso que con
razón, que Polar fue el primer filósofo académico peruano que propuso ideas
propias, lo que no necesariamente significa que haya sido el primer filósofo
académico peruano ni tampoco el primer filósofo peruano en proponer ideas
propias. Polar es, además, un autor de alguna manera paradigmático del giro
hacia el espiritualismo que sufre su generación, por lo que resulta interesante
analizar en este autor cómo se produjo este desplazamiento, por qué se dio y
qué cosas presupuso, además de qué tan radical fue el cambio.
En diversas publicaciones, que suelen proceder de discursos que dio
siendo rector de la Universidad San Agustín de Arequipa, Polar propone la
necesidad de definir de manera objetiva y clara los conceptos principales de la
epistemología y de las ciencias,3 en otro lugar discute algunos de los
presupuestos de la teoría de la evolución de Darwin
4
y en algún otro discurso
delibera acerca de las relaciones entre el conocimiento científico y la libertad
académica,5 haciendo naturalmente una defensa de la tesis de que no se
puede dar una sin la otra. Sin embargo, su mayor reflexión filosófica giró en
torno de la filosofía del arte.
Polar pretendió aplicar los principios positivistas a la estética. Incluso
publicó un manual de estética totalmente naturalista6 en el que pretende definir
los valores estéticos en términos de procesos físicos, como el sonido y la luz,
sin utilizar ningún concepto metafísico. Piensa que la belleza es sólo ritmo y
combinación de ritmos, o, como él lo llama, euritmia. El proyecto máximo del
Polar positivista era construir una ciencia positiva de la belleza. Así, la belleza
es entendida como un ritmo de la luz y el sonido, que a su vez no son sino un
ritmo del éter o del aire.7
Salazar Bondy, Augusto, Historia de las ideas en el Perú contemporáneo. El proceso del
pensamiento filosófico, Lima: F. Moncloa, S.A., 1965.
3
Discurso pronunciado por el señor rector D. Jorge Polar al inaugurar el año escolar de 1896.
Arequipa: Tipografía Cáceres, 1896.
4
Discurso pronunciado por el Dr. D. Jorge Polar en la apertura del presente año escolar,
Arequipa: Empresa Tipográfica, 1897.
5
Discurso pronunciado por el rector Dr. D. Jorge Polar al inaugurar el año escolar de 1896,
Arequipa: Tipografía Cáceres, 1896.
6
Jorge Polar, Nociones de estética, Arequipa: Tipografía Cáceres, 1903.
7
Jorge Polar, Confesión de un catedrático, op. Cit., p.32.
2
Pero lo que hace de Polar un positivista no es el intentar explicar el
fenómeno estético mediante el uso de las ciencias naturales, sino el sostener
que lo bello puede ser reducido a lo físico, es decir, el sostener que ésta es la
única explicación válida del fenómeno estético. Si él hubiera aceptado la
viabilidad de varias explicaciones posibles, no reducibles entre sí, habría
estado varios pasos más lejos del positivismo. En su última etapa, Polar apuntó
en esa dirección, pero nunca llegó a desarrollar una posición sólida al respecto.
Sin embargo, su objetivo último era poder elaborar una explicación que no
recurriese a los conceptos de la metafísica tradicional, lo que, a su juicio, no
llevaban sino a la confusión y el error. Naturalmente, para él como para la
mayor parte de positivistas, la palabra „metafísica‟ aludía a cualquier género de
discurso que no fuese reductible o analizable en términos de objetos físicos
espacio-temporales o conceptos lógicos. Pero el caso de Jorge Polar es
particularmente interesante. Su trayecto intelectual comenzó con la formación
escolástica que tuvo en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa,
donde estudió derecho y letras, pasando por un positivismo spenceriano con
aire kantiano, que aparece en su libro Filosofía ligera8 y recalando finalmente
en el espiritualismo de Boutroux, como lo cuenta en su finamente escrita
autobiografía intelectual, Confesión de un catedrático, de 1925. Sin embargo, a
lo largo de su obra, incluyendo su etapa de positivista, Polar intentó conciliar el
positivismo con su fe católica, tarea no fácil de realizar, por lo que es frecuente
encontrar gruesas contradicciones en sus planteamientos. Piensa, por ejemplo,
que todo conocimiento debe ser demostrado racionalmente, y cree que no es
posible el conocimiento racional de las cosas en sí mismas, pero sostiene que
se puede conocer racionalmente la existencia de Dios a partir del principio de
causalidad, lo que puede ser considerado un remanente de su etapa
escolástica. También afirma la existencia del alma, aunque sostiene que el
alma “es una serie de fórmulas que determinan las leyes de los fenómenos de
consciencia.”9 Lo que está claro es que el positivismo de Polar se constituye,
sobre todo, a partir de un ambivalente rechazo a la escolástica española en la
que había sido formado.
8
9
Jorge Polar, Filosofía ligera, Arequipa: Tipografía Cuadros, 1895.
Jorge Polar, Discurso, p.13
Nuestra Universidad es la hija postrera de la vieja ciencia
española, confusamente fecundada por el espíritu de la libertad.
Sobre la filosofía española, semi-escolástica, semi-platónica,
ingertáronse (sic), no se sabe cómo, algunas ligeras
humanidades
libres,
atrevidas,
brillantes.
Y
nuestras
generaciones universitarias han llevado así, dentro del cerebro
entendiéndose no sé como, ideas metafísicas y lógicas viejas,
mezcladas con ideas juveniles inquietas y aventureras.10
Si, por una parte, Polar afirma que toda metafísica es un abuso de la
razón, por otro lado sostiene la posibilidad de conocer racionalmente un objeto
metafísico: Dios. Hay aquí una contradicción no resuelta que debió haberlo
conducido a desarrollar una concepción más compleja del conocimiento, cosa
que no llegó a hacer ni siquiera en su época de espiritualista. Al final de su
vida, según cuenta en su Confesión de un catedrático, volvió a Arequipa a sus
clases de estética y a disfrutar de la vida en la tranquilidad del campo, pero no
llegó a desarrollar, o por lo menos no por escrito, una nueva epistemología.
Polar sostuvo que el positivismo era una herencia natural de Kant,
combinada con una reacción a los delirios del idealismo post-hegeliano.
Anotación de hechos, anotación de manifestaciones de fuerzas
que no sabemos lo que son en sí mismas: he aquí el material de
la ciencia. 11
Aunque la influencia de Kant condujo a los positivistas a sostener que
los hechos pertenecen al ámbito fenoménico y no al noumenal, la idea de
conocimiento como representación no sufrió mayor modificación. Polar piensa,
por ejemplo, que Kant y el positivismo nos enseñaron a no pretender tener
conocimiento de lo real en sí, sino sólo de lo fenoménico, cuyo conocimiento sí
es posible si se sigue el método científico apropiado. Esta idea está,
naturalmente, vinculada con el monismo metodológico y ontológico, el cual
afirma que sólo hay un método científico válido, así como sólo hay una forma
de existencia, la material, que es propiamente la espacio-temporalidad.
10
Jorge Polar, Discurso, op. Cit. p.14.
Discurso leído por el Dr. D. Jorge Polar al tomar posesión del cargo de Rector, Arequipa:
Tipografía Cáceres, 1896, p.8.
11
También se halla asociado a esta idea el supuesto de que hay un solo
concepto de conocimiento subyaciendo a las diversas disciplinas. Así, por
ejemplo, cuando hablamos de formas de conocimiento físico, matemático,
histórico o psicológico, estas diferentes disciplinas y actividades tendrían en
común un mismo concepto de conocimiento que subyacería a sus respectivas
instanciaciones o aplicaciones. Lo que el positivismo está presuponiendo es,
pues, que subyaciendo a la diversidad de usos de la palabra „conocimiento‟ hay
una esencia común, un mismo significado básico, que podemos rastrear, y que
es la capacidad de reproducir en la mente o en el lenguaje algo que existe
originalmente fuera de ellos. He aquí el presupuesto representacionalista que
atraviesa las diversas formas de positivismo. Pero, como hemos visto, es la
versión matizada del positivismo inglés el que influye en nuestros intelectuales.
El propio Polar confiesa sus preferencias en el siguiente texto:
Por dicha mía no aprendí el Positivismo ni en Moleschot, ni en
Büchner, ni en Haeckel, infilósofos ellos, de los que no hay para
qué hablar en horas verdaderamente espirituales. Tampoco
aprendí el Positivismo en Comte, del que sólo conocí algunos
fragmentos; su clasificación de las ciencias; su ley de los tres
estados y edades humanas, la teológica, la filosófica y la positiva,
la positiva que hubiera sido interesante llegar a ver. Por dicha mía
yo aprendí el positivismo en Taine, Spencer y Guyau, que
procedían de la alta tradición empirista inglesa.12
En todo caso, lo característico de este tipo de positivismo fue su
cientificismo y su pretensión inductivista de encontrar leyes naturales para
explicar todos los fenómenos. Lo primero se entiende como la reducción del
concepto de conocimiento al conocimiento científico, es decir, la tesis de que
no hay formas no científicas de conocimiento, donde por científico se
comprende únicamente las ciencias de la naturaleza. Lo segundo se entiende
como la afirmación de que la naturaleza está gobernada por regularidades
ineluctables que pueden ser descritas, gracias a la inducción, mediante leyes.
Encontrar las leyes que gobiernan el comportamiento de todos los fenómenos
era pues considerado el epítome del conocimiento. Por ello, una disciplina que
no tuviese como pretensión (o que teniendo la pretensión no pudiese
12
Jorge Polar, Confesión de un catedrático, Arequipa: Tipografía Cuadros, 1925, p.18.
realizarla), el describir las leyes que gobiernan los fenómenos objeto de su
estudio, no produce ningún tipo de conocimiento. Está también presente en
Polar el clásico presupuesto positivista de la unificación de las ciencias: buscar
la ley de la naturaleza que subsuma a todas las demás.13 Pero, en defensa de
Polar, puede decirse que él tuvo consciencia de cierta forma de estructuralismo
u holismo epistemológico y ontológico que, si bien pueden encontrarse
implícitos en Kant, su formulación explícita era novedosa para la época de
Polar.
Un objeto al que no pudiéramos encontrarle ninguna relación con
algún otro objeto, ¿cómo podríamos entenderlo? ¿Qué podríamos
pensar, qué decir de un ser que a ningún otro pudiéramos
referirlo. Sólo por sus relaciones podemos, pues, conocer a las
cosas y, por lo tanto, nunca llegaremos a conocer a ningún ser en
si mismo o por si mismo.14
El DESENCANTAMIENTO
La mayor parte de positivistas peruanos tuvieron un especial interés por
la estética y el arte, lo que no siempre resultó fácil de integrar con el
positivismo; más aún, algunos de ellos fueron también poetas, como González
Prada y Polar. Todo esto prepararía el terreno para el abandono final del
positivismo hacia el pluralismo, que me parece sería una mejor manera de
describir la diversidad de posiciones que surgieron después del colapso del
positivismo, porque no todas las posiciones que se generaron estaban influidas
directamente por Bergson, como el vocablo „espiritualismo‟ erróneamente
sugiere.
Pero este desplazamiento se dio también en otros ámbitos. Por ejemplo,
en el pensamiento de Honorio Delgado (Arequipa, 1892-1969), hay un
movimiento desde una concepción positivista y biologizante del psicoanálisis,
que precisamente él introdujo en el Perú, hacia una posición cercanamente
13
14
Jorge Polar, Confesión de un catedrático, op. Cit. p.20.
Ibid., p.19.
dualista, que sostiene que la vida mental es irreducible a las explicaciones
biológicas.15
En su época de transición, Jorge Polar piensa que las deficiencias
principales del positivismo son, en primer lugar, la pretensión de explicar la
realidad en términos de leyes, es decir, el reductivismo fisicalista y, en segundo
lugar, el prescindir de lo absoluto,16 que es entendido por Polar como Dios.
Pero, ciertamente, esas no fueron las únicas limitaciones de nuestros
positivistas. A pesar que todos ellos creían que el método científico por
antonomasia es la inducción, ninguno de ellos se planteó la famosa paradoja
de Hume. Esta es la paradoja según la cual la inducción no puede ser
fundamentada mediante la deducción ni mediante la experiencia, por lo que la
única justificación que tenemos para creer en la inducción es la inducción
misma; es decir, confiamos en la inducción porque hasta ahora ella nos ha
permitido predecir correctamente el curso de la naturaleza. Pero, como Hume
vio, si uno considera que el método científico es la inducción, justificar la
inducción en la inducción misma tiene como consecuencia que todo el edificio
de la ciencia, del cual los positivistas se sentían tan orgullosos, reposa en
última instancia en una circularidad. De ser así, ¿cómo podría la ciencia ser el
paradigma del conocimiento cierto? Nuestros positivistas no tenían el suficiente
conocimiento de epistemología clásica para formularse estas preguntas que
cuestionaban los cimientos mismos de sus planteamientos. Es más, en el caso
de Polar, se puede suponer que no tenía una idea clara de lo que era la
inducción, porque en su Discurso con frecuencia parece confundirla con la
deducción.17
Otras objeciones al positivismo están dirigidas contra el determinismo.
Así, Polar considera a Emile Boutroux, y no a Bergson ni a Deustua, como su
liberador del positivismo. Boutroux sostenía que nuestro mundo no es el único
Estas tesis las desarrolla en su libro Psicología, escrito con Mariano Iberico y publicado en
1933.
16
Jorge Polar, Confesión de un catedrático, op. cit., p. 25.
17
Jorge Polar, “Observar los hechos y deducir las leyes que los rijen (sic): he aquí toda la
ciencia.” Discurso, op. Cit., p. 10.
15
posible18 y, por tanto, no reina en él el azar sino la contingencia. A partir de la
tesis de que el mundo es contingente en su origen y en su devenir, Polar
pretende inferir que la causalidad no rige al mundo, lo cual es claramente una
inferencia injustificada.
Pero lo que en verdad condujo a Polar al espiritualismo fue el cansancio
por lo que él veía como la esterilidad del positivismo; su incapacidad para decir
algo relevante acerca de muchos de los problemas más importantes que
afectan al ser humano. También fue su catolicismo y su auténtica vocación
metafísica y poética, que eran claramente incompatibles con el positivismo, lo
que lo acercó al espiritualismo. Debe decirse, sin embargo, que, aparte de
cierta retórica filosófica, no hay muchos ni muy sólidos argumentos en la
defensa que Polar hace del espiritualismo. Un ejemplo de estos argumentos es
el que menciono a continuación: La materia está hecha de átomos, pero los
átomos son sólo “remolinos de energía, torbellinos de energía” Luego, la
materia es energía. “No hay sino energía en el universo”. “Extraña conclusión
casi espiritualista de la física moderna.”19 Aquí la confusión radica en equiparar
ontológicamente energía y espíritu. La energía, como probaría Einstein, es
materia enrarecida y la materia es energía condensada. Materia y energía
pertenecen a la misma categoría ontológica, no así el espíritu. Aunque en
algunas ocasiones Polar menciona a Einstein, no es consciente de estar
cometiendo una confusión de categorías ontológicas.
Sostiene Polar que la energía es pura espiritualidad,20 pero afirma que
esta espiritualidad “al distenderse se extiende en materialidad”. 21 Este parece
un argumento innecesariamente oscuro pero, en medio de esta confusión, hay
una cierta intuición que está en la línea de lo que mucho tiempo después se
llamaría “la doctrina de los dos puntos de vista”, o “de los dos aspectos”. Hay
varias versiones de esta tesis. La más débil sostiene que la realidad es en sí
misma física pero que también puede ser descrita como mental, sólo que esta
descripción es irreducible a la física. Esta es la posición de Daniel Dennett. La
18
Jorge Polar, Confesión de un catedrático, op. Cit., pp. 43-6.
Jorge Polar, Confesión de un catedrático, op. Cit., p.65.
20
Ibid., loc. Cit.
21
Ibid., p. 66.
19
versión más radical sostendría que la realidad no es en sí misma ni física ni
mental; de lo único que se podría predicar „físico‟ o „mental‟ sería de la
descripción que hacemos de ella. Esta posición fue defendida de manera
clásica por Peter Strawson,22 aunque, por supuesto, de manera más remota
por Spinoza. Una tesis parecida a esta fue defendida y bautizada por Bertrand
Russell como “monismo neutral”. Actualmente Richard Rorty sostiene una
versión de ella, que puede ser rastrearse hasta William James, quien fue leído
y apreciado por Polar, como lo relata en su autobiografía.23 Es importante
reconocer que Polar se encontraba auténticamente informado de la mayor
parte de discusiones internacionales de su época, como lo prueba su
conocimiento del pragmatismo. Polar, hombre fascinado por la ciencia y movido
por una fuerte inclinación religiosa, encontró una manera de integrar ambos
intereses ayudado por el famoso libro de William James, Las variedades de la
experiencia religiosa.24 De éste incorpora la tesis pragmatista de que
(T)oda distinción teórica debe traducirse en una distinción
práctica. Para resolver una cuestión especulativa, el mejor
método es determinar cuáles serían las consecuencias prácticas
en una y otra de las dos alternativas, y si no las tienen, la
discusión filosófica es inútil y vana. ¿A qué ocuparse de la verdad
o falsedad de una proposición si en ningún caso ha de tener
resultado práctico? Una idea que no puede modificar en nada
nuestra conducta, ¿qué valor tiene en efecto? Para desarrollar
todo el sentido de un pensamiento, basta determinar los actos a
los que puede dar lugar: de ellos saca todo su valor. El
pensamiento de un hombre está orgánicamente vinculado a su
conducta. (…) En la acción nacerá, pues, la verdad para el
hombre. El pensamiento hay que vivirlo.25
Otro aspecto valioso de Jorge Polar es su reconocimiento del carácter
temporal y transitorio de toda filosofía, así como su consciencia de las
22
Peter Strawson, Freedom and resentment.
Cf. Daniel Dennett. Cf. Dennett, Brainstorms: Philosophical Essays on Mind and Psichology,
MIT Press, 1981; The Intentional Stance, MIT Press, 1987; “The interpretation of texts, people
and other artifacts”, en: Philosophy and Phenomenological Research, Otoño, 1990, Vol. 50, pp.
177-194; Consciousness Explained, London: Penguin Books, 1991; “Real Patterns”, en: The
Journal of Philosophy, Vol. 88, 1991; Kinds of Minds: Towards and Understanding of
Consciousness, New York: Basic Books, 1996. Richard Rorty. Cf. “Inquiry as
recontextualization: An Anti-dualist account of interpretation”, en: Objectivity, Relativism and
Truth. Philosophical Papers Volume One, Cambridge: Cambridge University Press, 1991.
24
Que Polar cita como La experiencia religiosa. Cf. Confesión de un catedrático, p.104.
25
Jorge Polar, Confesión de un catedrático, op. Cit., pp. 102-3.
23
proporciones. Esto le da profundidad y sabiduría, así como cierta humildad
intelectual y lo hace inmune al dogmatismo, lo que no es fácil de encontrar en
otros filósofos de la misma época. Estos rasgos reflejan su propia concepción
de la condición humana: Polar siempre vio al ser humano como una criatura
estética, como un ser intelectualmente libre y autónomo, pero situado en un
mundo que es básicamente la creación de la divinidad. Polar tenía un omnívoro
interés por todo lo intelectual y lo artístico, por todo lo que tuviera que ver con
el ser humano. Tanto la ortodoxia del escolasticismo como el reductivismo del
positivismo eran, pues, incompatibles con esa manera de entender al hombre,
por lo cual no resulta sorprendente que haya abandonado ambas posiciones. El
espiritualismo era lo que más comulgaba con sus características intelectuales,
así como con su personal talante, pero desafortunadamente ya no
desarrollar suficientemente esa dirección.
pudo