La energía en Euskadi
Elementos para la consecución de un modelo
sostenible y socialmente integrador
Trabajo Final
Máster Oficial en Cooperación y
Desarrollo Internacional
Reallizado por:
Sara Iturriaga De la fuente
Dirigido por:
Roberto Bermejo Gómez De Segura
1. Diagnóstico a 2015
1.1.
Datos estadísticos sobre consumo
Definir la política energética de Euskadi es tarea del Departamento de
Desarrollo Económico e Infraestructuras del Gobierno Vasco. En junio de 1981 se
terminaron de definir las competencias que quedaban transferidas al ejecutivo
autonómico, entre ellas, bastante capacidad de gestión en materia energética. Un año
más tarde se creó en Ente Vasco de la Energía (EVE). Es el organismo oficial que,
además de dibujar las líneas estratégicas, recopila y proporciona datos sobre en qué
formas y de qué manera se consume energía en la Comunidad Autónoma. El informe
completo más reciente sobre datos energéticos revisa el año 2015.
Es una fecha interesante por varios motivos. Por un lado se produce un descenso
generalizado en el precio de los combustibles fósiles, especialmente del crudo, por
otro, se logran las mayores cuotas históricas en instalación renovable en el mundo. El
precio del crudo en el mercado internacional llegó a desplomarse hasta un 70% en
menos de un año. 2015 es también el ejercicio en que Euskadi abandona la tendencia
de descenso del consumo energético que mantenía desde 2010, aumentando en un
1% el consumo final al albor de cierta recuperación económica. El aumento en la
demanda, el consumo de energía y electricidad en este período se observa a su vez
en el resto del estado. Según datos del Club Español de la Energía, “la demanda de
energía primaria o total se ha incrementado notablemente, el +4,6%” entre el 2014 y el
2015 (Club Español de la Energía, 2016).
Aunque estos datos no son de estricta actualidad, son perfectamente útiles para
realizar una radiografía de la situación en que se encuentra el territorio. Por todo ello,
el análisis sobre la coyuntura energética que se presenta a continuación está basado
en el estudio del documento que los comprende, llamado Datos Energéticos 2015
(EVE, 2016).
1.1.1. Consumo per cápita
Uno de los indicadores más utilizados para valorar el consumo en una
población es su reparto por habitante. Aunque presenta lagunas y puede no resultar
representativo (por ejemplo en áreas con muy baja población donde existe un centro
1
industrial muy consumidor) este indicador permite realizar comparaciones entre áreas
geográficas.
En 2013 el Consumo Interior Bruto per cápita en Euskadi era de 2.93 Toneladas
Equivalentes de Petróleo por habitante (tep/hab). Es probable que esta cifra haya
aumentado en relación con el crecimiento del consumo energético general de los
últimos años. Aun así, es una cifra menor que la del conjunto de la Europa de los 28
de aquel entonces que alcanzaba un 3.27 tep/hab.
Conviene explicar que las características particulares de cada región suponen
variaciones importantes en este indicador, de forma que las enormes diferencias en
cuanto a densidad de población que se dan entre la provincia de Bizkaia y Araba
hacen que la representatividad del dato quede trastocada.
Bizkaia es la provincia más densamente poblada y su nivel de industrialización es muy
superior que el de sus aledañas, por tanto, es la Diputación Foral más consumidora. El
Consumo Interior Bruto de Bizkaia representa más de la mitad del consumo total
vasco, alcanzando en 2015 el 51.2%, sin embargo, tiene el menor consumo per cápita.
Araba supone únicamente el 17.7% del total del consumo y sin embargo, al tener una
baja densidad de población, es la provincia con un mayor consumo energético per
cápita. El EVE estudia este fenómeno teniendo como referencia los datos del 2014.
Aquel año el consumo final de energía per cápita en Álava era de 3,17 tep/hab,
seguido del guipuzcoano con 2,61 tep/hab y en último lugar se encontraría Bizkaia con
1.85 tep/hab.
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Es significativa la diferencia que existe entre el consumo y la generación por habitante.
En la comparativa que el Ente ofrece entre Estados de la Unión Europea se puede
observar que la producción de energía primaria en Euskadi es de apenas 0,2 tep por
habitante, mientras que su consumo ronda los 3 tep (2,9). El Reino Unido presenta
consumos cercanos a los vascos (2,94 tep/hab) pero, a diferencia de la Comunidad
Autónoma de Euskadi (CAE), dispone de recursos fósiles propios y su nivel de
producción es de 1.67 tep/hab.
1.1.2. Por sectores
El efecto de la crisis económica
sobre la demanda energética se reflejó de
forma más tardía en Euskadi que en el resto
del estado. Desde el año 2010 las cifras
recogen
un
descenso
paulatino
ligado
especialmente a la menguante producción
industrial. El ejercicio 2015 es el primero en
reflejar un cambio en esta tendencia. Los
datos del Ente certifican que en ese año el
consumo energético interior bruto creció un
1.5%. Todos los sectores aumentaron su
consumo a excepción de la industria, donde
se produjo una reducción de hasta el 2,8%.
Destaca sobremanera el aumento de un 5,1% en el sector doméstico y el sector de
servicios que hinchó su consumo un 4%. También es notable el aumento en el
transporte, un 3,4%. A diferencia de los dos sectores mencionados con anterioridad,
que consumen principalmente energía eléctrica, la movilidad en la CAPV se alimenta
básicamente de petróleo y derivados siendo su crecimiento el más preocupante de
cara a la sostenibilidad. El sector primario ha aumentado un exiguo 1,4%. Por
desgracia, este también es un sector muy intenso en el uso de combustibles fósiles.
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Industria, pesada consumidora e insostenible
La industria vasca consume principalmente gas natural y energía eléctrica. Su
merma productiva es la causante del descenso del 3%
en la demanda del
hidrocarburo. De todas formas, el sector industrial sigue siendo el principal cliente del
mercado gasista vasco, correspondiéndole más del 44% de la demanda total de Gas
Natural, seguido por la generación eléctrica (37,2%). El hecho de que la industria y la
generación eléctrica mantengan una fuerte dependencia del Gas Natural importado
responde a las políticas que desde los años ochenta se han implementado desde el
Gobierno Vasco que apuestan por hacer de este el elemento energético principal.
Un informe publicado en 2016 por el EUSTAT afirma que: “en comparación con otras
economías, la estructura productiva vasca se asemeja más a Alemania que a España
o a Francia”. Señala que los sectores que tradicionalmente han tenido mayor peso,
como la metalurgia y la máquina herramienta siguen siendo los pilares del tejido
productivo vasco a pesar de la drástica reducción que han sufrido entre 2008 y 2014.
En la otra cara están las áreas productivas con menor importancia, según el EUSTAT:
“Los sectores con menor peso dentro de la Industria de la C.A. de Euskadi son el de
Industrias Extractivas y Coquerías y refino de petróleo, que únicamente representa el
0,4% cada uno” (EUSTAT, 2016).
Transporte, totalmente fósil. Absolutamente desfasado
El sector vasco del transporte es el principal consumidor de petróleo y
derivados como fuelóleos o linóleos, keroseno u otros (86,1%). La situación es muy
4
preocupante dada la absoluta falta de diversificación de los combustibles y el
preponderante papel del transporte por carretera. El gasóleo de automoción supone un
74% del total de la demanda de estos derivados del petróleo.
Las propuestas gubernamentales y los fondos públicos que deberían haber sido
destinados a la electrificación renovable de la movilidad no se han empleado
correctamente. No se han puesto en marcha medidas que dieran lugar a un trasvase
efectivo de la distribución de mercancías por tren o cualquier medio alternativo al
motorizado. Se han menospreciado las oportunidades para implementar el vehículo
eléctrico (incluyendo vergonzosos casos de corrupción) y no se ha investigado y
desarrollado con la seriedad requerida, llegando a 2017 con un modelo de transporte
más acorde a la situación de finales del siglo XX que a la actual.
1.1.3. Por tipo de energía
La forma de energía que tuvo un mayor aumento en la demanda en 2015 fue la
electricidad. Este aumento vino ligado al crecimiento en el sector residencial y de
servicios. El debilitamiento de la siderurgia fue causante de la única merma en la
demanda eléctrica. En el lado contrario, la forma de energía con menor peso en el mix
vasco son el carbón y sus derivados.
A pesar del aumento de la electrificación, el País Vasco sigue siendo profundamente
dependiente de los combustibles fósiles y la energía en forma eléctrica solo supone el
25,6% del consumo final total.
5
De la energía eléctrica que consumimos más del 60% proviene de fuera de la
comunidad, produciendo de forma local poco más del 37%. Lamentablemente, los
kilovatios que se generan en Euskadi son principalmente sucios y dependientes de los
combustibles fósiles. De hecho, un 37.2% del Gas Natural que Euskadi importa se
dedica en exclusiva a la producción eléctrica en centrales de ciclo combinado. Gorka
Bueno, profesor de la UPV-EHU valoró este modelo de generación fundamentado en
el consumo de gas natural en el año 2008. Bueno denunciaba que: “No existe nada
semejante en ningún otro país desarrollado del mundo. En 2007, los únicos estados
que tenían un porcentaje más alto eran Uzbekistán, Catar, Turkmenistán, Bangladesh,
Belarús, Emiratos Árabes Unidos, Algeria, Azerbaiján, Rusia, Irán y Argentina” (Bueno,
2008). En el informe en que Bueno aportaba esta información se preguntaba a su vez
si estos eran los países de referencia para Euskadi, añadiendo que “En la Unión
Europea el consumo de gas natural es el 24,9% del consumo primario y en la OECD el
23,7%” (Bueno, 2008).
Combustibles fósiles, lo más demandado
Las fuentes de energía no renovables y en especial aquellas que se obtienen a
partir de recursos fósiles siguen siendo la base de la dieta energética de Euskadi.
Aunque por fin el uso de carbón es prácticamente cero, la suma del petróleo y sus
derivados junto con el Gas Natural suponen aún el 77% de la demanda.
Durante el ciclo 2014-2015 convergen diversas situaciones que contextualizan los
movimientos en el consumo interno de combustibles fósiles. El mercado internacional
es presa de una situación de incertidumbre que da lugar a una volatilidad en el precio
del crudo. Se producen sucesivas inundaciones del mercado del gas y el petróleo por
la explotación de yacimientos mediante técnicas no convencionales junto con una gran
caída de la producción a nivel mundial. El barril de Brent llegó a situarse en el entorno
de los 37 dólares por barril. Este derrumbe de los precios animó el uso del vehículo
privado al traducirse en “rebajas” en las gasolineras. La demanda de gasóleos B y C
creció un 14% en el territorio respecto a los valores del año anterior (EVE, 2016).
El único movimiento a celebrar en este período es el cierre de única central operativa
de generación eléctrica mediante la combustión de carbón que quedaba en Euskadi,
relegando la piedra sucia pero densa energéticamente a usos industriales que no
alcanzan el 1% del consumo energético total.
Energías renovables, suspenso absoluto
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El porcentaje que la energía renovable supone sobre el total del consumo en
Euskadi es apenas el 7%. En Europa sólo regiones como Reino Unido e Irlanda
presentan porcentajes tan pequeños o inferiores, claro que estas disponen de recursos
fósiles propios. Estamos muy lejos del objetivo del 20% pautado por la Comisión
Europea para 2020. Pero alcanzarlo, e incluso superarlo no es imposible. Así lo
manifiesta el 36% de cobertura del consumo por medios renovables alcanzado por
Suecia o el 30% de Austria y Finlandia. La renta de estas regiones tampoco sirve
como excusa. España, con un nivel de renta muy inferior, llega a satisfacer por estos
medios el 15 % e Italia el 18%.
El repaso a las estrategias energéticas aprobadas en Euskadi desde el año 2000
evidencia que el problema es la falta de seriedad para enfocar las inversiones y los
planes en esta dirección. Es posible enumerar una larga lista de fracasos, objetivos
incumplidos y políticas incoherentes. Euskadi tiene un gran margen para aumentar su
utilización de energía renovable en especial en el aprovechamiento eólico y
fotovoltaico.
1.2.
Impactos del elevado consumo
1.2.1. Ambientales
¿Es Euskadi sostenible? Antes de responder conviene hacer una reflexión
sobre el propio concepto de sostenibilidad. Hay que valorar si lo que se espera
sostener es una actividad en el tiempo o si son las condiciones medioambientales el
objeto de interés. Qué es la sostenibilidad y en qué se diferencia del llamado
desarrollo sostenible. Las propuestas que surgen de las instituciones vascas insisten
en la idea de potenciar un crecimiento económico inteligente, cada vez menos intenso
en consumo energético y de recursos, más limpio y eficiente. Desafortunadamente,
estas proyecciones son muy difíciles de lograr y por supuesto no existen al margen de
un planeta que ya se está calentando, cuyos recursos se están agotando y que
requiere poner en duda de forma urgente el propio concepto de crecimiento.
El Gobierno Vasco lleva años haciendo apología de una buena intención en cuanto a
reducir el impacto ambiental de la comunidad. Periódicamente son publicados datos
sobre emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) e incluso hay aprobada una
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Estrategia de Cambio Climático del País Vasco 2050. El ejecutivo considera que de
continuar con las políticas actuales las emisiones de GEI se llegarían a reducir un 40%
en 2050 respecto a los datos de 2005 pudiendo llegar hasta el 80% de realizarse
mayores esfuerzos. La primera medida para lograrlo es: “apostar por un modelo
energético bajo en carbono”, que pretende alcanzarse: “caminando hacia un transporte
sin emisiones” (Gobierno Vasco, 2015).
Según ese documento la CAPV supone: “una aportación del 0,5 % del total de
emisiones de la Unión Europea” (Gobierno Vasco, 2015). En los últimos años se
puede observar una reducción de las toneladas anuales emitidas, sin embargo, tal
disminución está muy ligada a la caída productiva por efecto de la crisis económica.
Cabe esperar que la recuperación de los sectores productivos genere de nuevo
aumentos en las emisiones de GEI. El Inventario de Emisiones de Gases de Efecto
Invernadero de 2014 del Departamento de Medio Ambiente y Política territorial del
ejecutivo mantiene que: “respecto al año 2005, las emisiones han disminuido un 25%,
estando ligeramente por debajo de la senda marcada para conseguir los objetivos de
la Estrategia Vasca de Cambio Climático” (IHOBE, 2015).
Lo más probable es que no se logren los objetivos propuestos en cuanto a reducción
de emisiones, tanto los de las estrategias a corto plazo (2020, 2030) como en las
proyecciones a 2050. Así viene ocurriendo sucesivamente con todas las metas al
respecto aprobadas hasta el momento. Es trágico que mientras otras regiones
europeas dan muestras de esfuerzo por lograr los objetivos propuestos desde la
Comisión Europea para la sostenibilidad, la Comunidad Autónoma Vasca no esté
haciendo lo suficiente. Constantemente se minusvaloran las externalidades negativas
de nuestro sistema productivo. En el informe sobre las emisiones de GEI del 2014, los
autores describen que: “de acuerdo con los datos se ha calculado un incremento del
0,02%, lo cual no es significativo” (IHOBE, 2015).
1.2.2. Sobre la salud
Otro efecto pernicioso del actual modelo energético es su afección sobre la
salud pública. Un mix fundamentado en los combustibles fósiles incide negativamente
en las condiciones de salubridad. Además de las emisiones de gases tóxicos
asociadas a los procesos de combustión, los hidrocarburos conllevan otro tipo de
impactos. En los años 50 el desarrollismo británico basado en la combustión de carbón
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supuso una contaminación atmosférica brutal. Fue entonces cuando, debido al
aumento de las necesidades médicas por problemas respiratorios e infartos, se
comenzó a investigar la relación entre contaminación y enfermedad.
Un estudio realizado por el Institut Valencià d'Estudis en Salut Pública (IVESP) da
cuenta de los efectos que sobre la salud tienen los combustibles fósiles. Explica que
determinar cuáles son las afecciones a corto plazo y cuál es el elemento que las causa
es confuso, ya que situaciones meteorológicas así como otros elementos estacionales
producen variaciones. El Institut concluye que es innegable que existe una estrecha
relación con la exposición a contaminantes derivados de los hidrocarburos en ciertos
tipos de patologías (Institut Valencià d'Estudis en Salut Pública (IVESP), 1999).
El informe, que fue publicado por la Revista Española de Salud Pública, determina que
las afecciones derivadas de la contaminación atmosférica “van desde un aumento de
la mortalidad total y por causas respiratorias y cardiovasculares a las alteraciones del
funcionalismo pulmonar”. Los autores señalan que en las ciudades y áreas con baja
calidad del aire el número de visitas médicas por habitante es más alto que en las
regiones con menor tráfico o presencia industrial. Las afecciones a largo plazo que
actualmente se relacionan con la baja calidad del aire son, entre otras, el bajo peso al
nacer, algunos problemas en el desarrollo cognitivo de los infantes, el asma, el cáncer
de pulmón además de otras acusaciones respiratorias y cardiovasculares e incluso la
reducción de la fertilidad (Institut Valencià d'Estudis en Salut Pública (IVESP), 1999).
De cara a reducir los problemas de salud producidos por el modelo energético existe
una vía con incidencia directa, el ataque radical a un parque automovilístico casi
totalmente motorizado mediante los combustibles fósiles. Aunque no existe un
automóvil con impacto cero, los vehículos que queman diésel emiten más dióxido de
carbono que los de gasolina, estos más que los que funcionan con gas natural y todos
ellos mucho más que el vehículo eléctrico y el propulsado con tecnología de hidrógeno
renovable. Hay que trabajar para que estas tecnologías tengan un encaje económico.
Entre los gases dañinos que salen de los tubos de escape se encuentran:
hidrocarburos que no han sido quemados (HC), óxidos de nitrógeno (NOx), monóxido
de carbono (CO), dióxido de azufre (Cox), aldehídos, partículas enanas pero tóxicas
de hollín (Mp) y por supuesto el conocido dióxido de carbono (CO²). La Organización
Mundial de la Salud (OMS) definió al CO² como “asesino silencioso” (Institut Valencià
d'Estudis en Salut Pública (IVESP), 1999). Hasta la prohibición de la gasolina con
plomo, este venenoso elemento formaba parte del coctel de emisiones.
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En una nota de prensa publicada en diciembre de 2015, el Gobierno Vasco exponía
los comportamientos de la sociedad vasca respecto del transporte. Reconocía que: “El
coche o moto privado es la forma de transporte más habitual entre la población de
Euskadi, el 35% lo utilizan todos o casi todos los días”. En el mismo documento se
admitía que: “La razón principal por la que se elige un medio de transporte u otro es la
comodidad” (Gobierno Vasco, 2015). Además, en los estudios del EUSTAT que dan
pie a la publicación de esta nota de prensa se recoge que el vehículo privado es el
medio más utilizado para los desplazamientos más frecuentes de la población, tales
como, acudir al lugar de trabajo o al centro de estudios (Gobierno Vasco, 2015). He
aquí un elemento a transformar para una posible transición energética. Este tipo de
movimientos se realizan en su mayoría en zonas urbanas y periurbanas entre
distancias no demasiado amplias. Son por tanto los que mejor capacidad tienen para
realizarse mediante vehículos eléctricos dado que las limitaciones de las baterías
obligan, por el momento, a relegar el uso del vehículo eléctrico a trayectos de pocos
kilómetros. De invertirse en implementarse con seriedad una infraestructura de carga y
facilitación del vehículo eléctrico podría suponer una mejora ambiental y en términos
de salud pública.
El tema de la contaminación de las ciudades debido a la densidad del tráfico
motorizado que albergan ha estado recientemente de actualidad. La alcaldía de
Madrid tomo la determinación de limitar los vehículos que circulan por la M30, principal
arteria de la ciudad. Para ello, estableció un sistema de cuotas alternas en base al
número de las matrículas, de modo que unos días los automóviles cuya matrícula
terminara en un número par podían moverse, al día siguiente era el turno de los
números impares. Esta medida, sin duda, resultó incómoda para muchas personas,
algunas de las cuales mostraron un profundo rechazo ante la necesidad de adaptar
sus costumbres. No obstante, se trata de un primer intento de restringir el uso del
vehículo privado, algo nunca visto en España pero que tiene que ir convirtiéndose en
parte de la cotidianidad, si no es por motivos ecológicos, por la escasez de recurso
fósil o simple y llanamente por salud.
Al consistorio madrileño le tocó la papeleta de defender su propuesta, que aunque no
es idílica, responde a una alarmante situación de afectación a la salud pública. El aire
de Madrid superó durante varias series temporales los umbrales estipulados como
aceptables por la Unión Europea. El límite está en los 180 microgramos de dióxido de
carbono por metro cúbico de aire y la alerta salta cuando esta concentración se
alcanza durante 18 horas. Un artículo publicado por Ecologistas en Acción alerta de
que: “la contaminación por dióxido de nitrógeno causa cada año 5.900 muertes
10
prematuras en el Estado español, según las estimaciones más recientes de la
Organización Mundial de la Salud” (Ecologistas en Acción, 2016).
La Unión Europea ha realizado un proyecto llamado APHEIS, cofinanciado por el
programa de Enfermedades Relacionadas con la Contaminación puesto en marcha
por la Comisión. Entre las publicaciones a que ha dado lugar se encuentra una
evaluación de los impactos de la contaminación por partículas en cinco ciudades
españolas, Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Bilbao.
Estudiaron la incidencia de partículas de tamaño inferior a un micrómetro (PM10) y sus
concentraciones en diferentes períodos. De las conclusiones obtenidas, los autores
destacan que: “Los niveles diarios de PM10 (…) en Bilbao, Madrid y Sevilla son
responsables de 1,4 muertes prematuras por 100.000 habitantes y año debido a sus
efectos a corto plazo y de 2,8 muertes/100.000 en un periodo de hasta 40 días tras la
exposición” (Fustel, 2005).
1.2.3. Deuda ecológica
El desarrollismo vasco que ha permitido alcanzar una renta per cápita, una
producción y un consumo elevados se sirve de la destrucción de las condiciones
necesarias para la vida y para un medio ambiente saludable en otras regiones del
planeta. Por ello, otro concepto a tener en cuenta a la hora de valorar el modelo de
desarrollo (y energético) es el de Deuda Ecológica (DE).
Este término es relativamente reciente. Hace referencia al deber contraído por una
región con aquellas otras que se han visto afectadas negativamente por su actividad
económica. Es una valoración monetaria del expolio pasado y presente de recursos
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naturales, la exportación de impactos sobre el medio ambiente y el uso del espacio
global como vertedero (Ekologistak Martxan y Euskal Begia, 2005).
La Deuda Ecológica se contrapone a la Deuda Externa. Frente a la contraída por las
regiones empobrecidas mediante créditos para el desarrollo concedidos por entes
financieros internacionales y países con economías potentes, la Deuda Ecológica es
contraída por estos últimos sobre los primeros. Viene a denunciar el ideal del
desarrollo evidenciando algunos de los aspectos negativos de este y poniendo de
manifiesto que a aquellos a los que se les exige el pago de deudas financieras quizás
sean quienes deben recibir una compensación. Hay cuatro componentes de la DE: la
Biopiratería o el acaparamiento que la agroindustria y los laboratorios hacen de
saberes sobre semillas, plantas medicinales y otros conocimientos indígenas sin
compensación a estos y por los que al final obtienen beneficios, la Deuda de Carbono
por el vertido constante de GEI a la atmósfera, los Pasivos Ambientales derivados de
la extracción de recursos naturales sin atención a la afección ambiental y por último la
Exportación de residuos tóxicos (Ekologistak Martxan, et al. 2005).
Como región fuertemente industrializada, gran consumidora pero escasa en recursos
endógenos la Comunidad Autónoma Vasca tiene una gran DE. El primer componente,
la Deuda de Carbono, se calcula teniendo en cuenta la cantidad de emisiones que el
Panel Internacional de Expertos por el Cambio Climático (IPCC) consideró como nivel
crítico. Según este organismo, desde 1967 las emisiones superan las capacidades de
los sumideros naturales para hacerles frente. Para darle un valor monetario se calcula
la tonelada de CO² entre el PIB. En el trabajo realizado por Ekologistak Martxan y
Euskal Begia titulado La Deuda Ecológica en Euskadi; ¿Quién debe a quién? Se
afirma que sólo monetizando las emisiones de GEI, el territorio es “deudor ecológico
por más de 22.000 millones de euros, siendo la deuda del año 2000 cercana a los 800
millones de euros”. En el momento en que Euskal Begia y Ekologistak Martxan
realizaron el informe la unidad de deuda de carbono (la tonelada de CO² entre el PIB)
valía 58€. Realizar esta valoración en términos financieros permite comparar la
cantidad que supone la Deuda de Carbono en relación con la Deuda Externa. El
trabajo de Euskal Begia y Ekologistak Marxan concluye que en el año 2000 la Deuda
de Carbono acumulada mundial ascendía a 14.5 billones de euros, siete veces la
cantidad que el Banco Mundial reconocía como Deuda Externa.
Las grandes cifras que presenta la CAE en cuanto a emisiones de GEI que hinchan la
Deuda Externa son en buena medida fruto del modelo energético. Los combustibles
fósiles son los causantes de tres cuartas partes de las emisiones. Ante tal situación,
12
los autores de la publicación anteriormente citada consideran que: “lo que pide el
sentido común, es aplicar el principio de prevención y poner freno a nuestro derroche
actual, reconvirtiendo nuestro sistema energético hacia los recursos renovables”
(Ekologistak Martxan, et al. 2005).
Por desgracia, algunos de los métodos renovables no hacen sino agravar la Deuda
Ecológica. En ocasiones se buscan soluciones llamadas renovables que permitan
mantener los funcionamientos sociales y económicos que asfixian al planeta pero
generan una vida cómoda en las regiones enriquecidas. Así está ocurriendo, por
ejemplo, con la producción de Agro Combustibles. Debido a la escasez y la carestía de
los terrenos en Europa se utilizan campos de regiones donde es más barato producir
para instalar monocultivos destinados a crear biodiesel. La Unión Europea importa
masivamente aceite de palma de Indonesia con este fin. Las estimaciones apuntan a
que hasta 6 millones de hectáreas podían haberse deforestado en la región asiática
por este negocio (Bermejo, 2017).
El concepto de DE no tiene relevancia jurídica hoy en día. No es exigible su
compensación a ningún estado, ni supondría una compensación real, dado que no es
posible recuperar el daño ambiental a través de la moneda. No obstante, es útil para
acercar el debate acerca del impacto sobre el medio a sectores de la sociedad que,
habiendo asumido el lenguaje del dinero, no comprenden ni valoran este tipo de
cuestiones.
1.3.
Tendencias hacia un aumento del consumo
Pilar Urrutikoetxea, ex directora del Ente Vasco de la Energía, realizó un
interesante Diagnóstico de la situación Energética donde analiza las tendencias y las
estrategias de cara a 2030. Sugiere que el consumo energético vasco aumentará
sustancialmente a pesar de los esfuerzos por desligar la producción del consumo
energético y de los avances en materia de eficiencia. Estima que: “la energía que
requeriría Euskadi para satisfacer sus necesidades, podría incrementarse en 15 años
un 14% alcanzando los 7,2 Millones de toneladas equivalentes de petróleo (Mtep) en
2030” (Urrutikoetxea, 2015).
El aumento de la demanda vendría ligado a la recuperación económica, esto nos
coloca ante el dilema sobre la conveniencia de favorecer el crecimiento del Producto
Interior Bruto a pesar de que ello suponga ahondar en la problemática ambiental. Es
destacable que la energía de procedencia renovable sería la forma que experimentaría
13
un mayor crecimiento (en torno a un 22%). A pesar de tal empuje, al partir de una
situación de muy exigua contribución al mix de demanda total, continuaría
satisfaciendo una porción limitada. De hecho, la proyección de Urrutikoetxea mantiene
que la cuota de energía renovable sobre la demanda total seguirá en 2030 en el 7%,
es decir, porcentualmente estaría en el mismo punto que se encuentra hoy día y muy
lejos del 30% que para la misma fecha espera alcanzar la Unión Europea.
Las estimaciones indican que no será superado el modelo energético actual basado en
la dependencia de los combustibles fósiles. Las formas de energía que se cree que
vivirán un mayor aumento serán el Gas Natural (20%) y el petróleo y sus derivados
(11%). Esta última fuente continuará siendo la más demanda (42%) y junto con el Gas
Natural supondrá que los combustibles fósiles aporten casi un 70% a la demanda total.
En resumen, el consumo energético aumentará y cada vector crecerá de forma
paralela al aumento general, deviniendo en el 2030 en un mix energético
prácticamente idéntico al actual (Urrutikoetxea, 2015) .
2. Causas de la actual situación de insostenibilidad
2.1.
Históricas, un desarrollo de espaldas al medio natural
14
El actual escenario socioeconómico vasco es el resultado de una historia de
desarrollo al margen de cualquier valoración sobre de los impactos ambientales de las
actividades económicas. La actual demanda de recursos energéticos y bienes de
consumo supera la media española y la del conjunto de la Unión Europea como
consecuencia de un pasado en el que el crecimiento venía ligado a la combustión y al
extractivismo. Y el crecimiento nunca se ponía en duda, aunque supusiera la
destrucción del medio ambiente.
Hoy, se anuncia una reconversión de la economía para poder seguir creciendo pero de
forma menos contaminante. Se alardea de la búsqueda de la eficiencia y del valor
añadido. Las promesas políticas exponen con entusiasmo una Euskadi líder en
innovación y desarrollo, amable con el medio ambiente, incluso vanguardia en
sostenibilidad. Se vende el humo de un sector servicios y de producción industrial
inteligente que vendría a tomar el relevo al humo tóxico que supone la industria
pesada en su papel de motor económico. Sin embargo, esta no es la primera vez que
la economía vasca busca una transformación y la historia demuestra que los impulsos
para tales cambios no tienen nada que ver con criterios ambientales, sino que se han
debido a la búsqueda de rentabilidad de las actividades.
Los balleneros se transformaron en boniteros y después en barcos de pesca de bajura
según el sector pesquero se topaba con los límites causados por la sobreexplotación
del mar Cantábrico. A mediados del siglo XVII la población de cetáceos estaba
prácticamente extinta. Los marineros vascos exprimieron su actividad económica sin
valorar el recurso natural del que se valían. Por aquella época empezó a intensificarse
la explotación de mineral de hierro, especialmente en la margen izquierda del Nervión.
Se produjo una revolución industrial que derivó en un estallido poblacional y un
aumento espectacular de la contaminación atmosférica. Como resultado se estableció
un modelo económico cuyo pilar era la industria pesada. A mediados del SXX Altos
Hornos de Bizkaia.SA era la mayor empresa del estado, el paisaje se tiñó de negro y
hasta que la falta de rentabilidad no era angustiosa no existió ningún interés por
replantear el modelo productivo. Esta forma de actuar, priorizando el interés
económico del momento sin atender a la sostenibilidad no ha desaparecido. Es el
modus operandi de la economía actual.
15
El abandono de aquellas industrias se debió a la merma de sus beneficios. El resto: la
limpieza, los árboles, centros comerciales, museos y turistas son consecuencia de la
necesaria búsqueda de otro medio de generación de empleo y capital. La Fundación
Deusto, desde su Instituto de la Competitividad publica un Informe de la
Competitividad del País Vasco. En el último expresan que la economía vasca necesita
dirigirse a “una competitividad de carácter más proactivo (basada en la calidad y
eficiencia), para llegar a una tercera fase en la que se busca una competitividad más
participativa y sistémica (basada en la innovación)” (ORKESTRA, 2015).
Entre las reflexiones que están abriéndose paso en los discursos económicos se
encuentran aquellas que tratan de la desmaterialización y descarbonización de la
economía. El objetivo es promover mercados en los que el valor añadido y, de forma
especial, la separación entre aumentar el capital y el consumo de energía requerido
para ello (intensidad energética). Estas ideas tienen un margen cada vez mayor para
permear entre instituciones financieras internacionales y políticas locales. Su encaje
en el sistema económico y social actual es más sencillo que el de aquellos discursos
sobre el decrecimiento o los que promueven una congelación del PIB. En definitiva se
trata de fomentar nuevas formas de hacer comercio, no de paralizarlo.
En el año 2011 el Departamento de Medio Ambiente, Planificación Territorial,
Agricultura y Pesca del Gobierno Vasco expuso que una de las vías por las que atacar
los efectos que la crisis estaba teniendo sobre la economía vasca era potenciar la
16
industria “verde”. Lo hizo en una publicación titulada Mercados y empleos verdes
2020; El papel de la Industria Vasca hacia una economía sostenible. El ejecutivo
expresaba la voluntad de dirigirse hacia una economía: “baja en carbono y con
sistemas de producción ecoeficiente que minimizan la utilización de materiales, la
generación de residuos y la contaminación ambiental” (Gobierno Vasco, 2011). En
todo el documento está presente el interés de embarcarse en la senda del respeto al
medio ambiente. Aunque la motivación sea la oportunidad de mercado, dice ir en pos
de una mejora en de la situación del planeta justificando que ello constituye una
oportunidad de mercado. La Consejera Pilar Unzalu señala que se trata de: “uno de
los nichos de oportunidad con mayor potencial de desarrollo en los próximos años. Las
previsiones indican que el mercado verde global se va a multiplicar por 3 en la próxima
década” (Gobierno Vasco, 2011).
La realidad es que la economía de la Comunidad Autónoma de Euskadi (CAE) sigue
pivotando en el sector industrial. Este sector continúa suponiendo más del 21% del
Producto Interior Bruto de la autonomía (EUSTAT, 2016), y aún es demasiado intenso
en energía, demasiado dependiente y demasiado contaminante.
2.2.
Apuestas equivocadas
2.2.1. Gas natural, Shale Gas, estrategia inerte
El Ente Vasco de la Energía explica que fue la crisis del petróleo de los años 70
un elemento que vino a marcar las políticas sobre materia energética se han ido
adoptando en la CAE hasta la actualidad. La dependencia que la industria vasca tenía
del petróleo hizo que se viera muy afectada, por ello, cuando se tuvo oportunidad de
legislar al respecto se establecieron las líneas que marcarían el resto de decisiones.
Tal como lo expone el EVE, lo más importante era la búsqueda de mayor seguridad y
diversificación. Para ello se realizó “una apuesta clara por el gas natural, para
satisfacer las necesidades de la industria, así como las actividades domésticas y
comerciales, y posteriormente también para la producción eléctrica, impulsando así el
desarrollo de las necesarias redes de distribución” (EVE, 2014).
Hace apenas siete años que el EVE y el Gobierno jaleaban la idea de explotar
hidrocarburos en Euskadi. El rechazo social y la evidencia de la inconveniencia de
tales propósitos han logrado paralizar los proyectos. El mapa de Euskadi y de los
17
alrededores fue dividido en cuadrículas a repartir entre aquellas empresas que
pudieran investigar y valorar las reservas de Gas Natural y otros tipos de hidrocarburo.
Entre ellas, y como facilitadora de muchas de las prospecciones se encontraba la
Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi (SHESA). Una empresa de capital público que
hace evidente el ínfimo interés de los gestores de la política vasca en abandonar el
caduco modelo energético carbonizado.
En los años que siguieron al 2010 se fantaseó con la exploración y posterior
explotación de yacimientos de gas no convencional. El sector energético tenía sus
miras en obtener Gas Natural en el territorio mediante técnicas como la fracturación
hidráulica (fracking). Se trata de tecnologías más incisivas que permiten acceder a
recursos de difícil extracción. Con anterioridad el uso de estas técnicas no era
interesante, dado que aún se disponía de recursos de fácil acceso y por ello no tenía
sentido implementar más tecnología y mayores costos. No obstante, los yacimientos
fáciles de extraer son cada vez más escasos y ello incentiva que la industria ponga en
marcha estas tecnologías denominadas no convencionales. El impulso a las
renovables fue eclipsado por exploraciones para futuras posibles prospecciones en
busca de hidrocarburos tanto en el continente como bajo el mar.
En la CAPV, por ejemplo, hay gas de esquistos o lutitas disperso entre los poros de la
roca pizarra. En territorio costero existen además vetas de flish negro, un tipo de crudo
que también requiere de complejas tecnologías para su extracción. Las empresas
interesadas en estas explotaciones cuentan con un aliado de gran valor, la SHESA.
Esta empresa figura junto con otras en las solicitudes de permisos de investigación de
shale gas y otros combustibles, no solo en la comunidad autónoma sino también en
provincias limítrofes como Burgos. Algunas de las exploraciones planteadas afectan a
las cuencas hidrográficas de los principales pantanos de abastecimiento de
poblaciones como Gazteiz y Bilbao. Es el caso de los permisos Angosto 1 y 2, que se
encuentran en pleno nacimiento del río Kadagua cuyas aguas alimentan el pantano de
Ordunte.
Cuando
se
aprobó
la
Estrategia
Energética de Euskadi 2020 (3E2020) los
terribles impactos negativos del uso a gran
escala
de
las
tecnologías
no
convencionales para la extracción de
hidrocarburos no se habían hecho todavía.
Seísmos,
contaminación
de
aguas
18
subterráneas y superficiales, gran generación de emisiones de GEI y afecciones sobre
la salud debidas en gran parte a los químicos requeridos en las explotaciones.
El Lehendakari de aquella legislatura era Patxi López (PSE). Aunque no fue su
ejecutivo, sino el anterior del PNV, quien inició los trámites para que las empresas
norteamericanas (que eran quienes disponían de la tecnología) se interesasen por los
yacimientos vascos. López desveló estos proyectos a la opinión pública viajando a
Dallas a visitar distintas explotaciones.
Dallas es uno de los lugares donde más se ha utilizado la técnica consistente en la
fracturación hidráulica de la roca para alcanzar el gas que alberga. Al principio,
menospreciando el impacto ambiental evidente por la ocupación del territorio y el
aumento del tráfico de camiones, las explotaciones se publicitaron como potentes
generadores de capital. La zona vivió un auténtico boom. Se generaron miles de
puestos de trabajo y la gente se instalaba incluso en autocaravanas al calor del
negocio producto del fracking. En pocos años comenzaron los problemas de mayor
gravedad. Accidentes con vertidos de productos tóxicos y reparaciones costosas en
las carreteras hasta patologías provocadas por la contaminación además de temblores
del suelo. El diario El Mundo se hizo eco de una publicación de Nature
Communications bajo una información titulada: “Un estudio vincula el 'fracking' a 30
terremotos en Texas en 2014” (Corral, 2015).
En cuanto la sociedad civil contó con información suficiente sobre los peligros que los
proyectos podían acarrear se produjo una intensa reacción. Los movimientos
ecologistas emprendieron campañas informativas y de denuncia. Por todas las
regiones afectadas surgieron plataformas de rechazo y numerosos municipios (la
mayoría de los afectados) firmaron mociones declarándose “Libres de Fracking”. Tal
reacción llegó a manifestarse en sede parlamentaria en forma de una Iniciativa
Legislativa Popular que buscaba, directamente, la prohibición de este tipo de
tecnologías. Con el paso de los años, los beneficios que para la economía vasca
deberían tener estos proyectos han sido denostados. Excepto la formación Balmaseda
(en territorio burgalés y vasco), el resto de formaciones no presentan un volumen de
contención de hidrocarburo tal que compense los daños que las explotaciones podrían
suponer sobre otros sectores. Existe el temor de que los impactos repercutan
gravemente en las zonas turísticas o de valor agrícola.
Hoy, el fantasma de que, de una forma u otra, los yacimientos no convencionales de la
península sean explotados no ha desaparecido. Afortunadamente, existe mayor
19
información sobre su peligrosidad y todo intento de su puesta en marcha será vigilada
con atención.
2.2.2. Hormigón y asfalto
Es ineludible una transformación urgente del sector del transporte. Actualmente
constituye un enorme problema para avanzar en materia energía-clima además de ser
un lastre para la independencia energética y de cara a la seguridad. En Euskadi este
sector es el responsable de cerca del 37% del consumo final de energía y la mayor
parte de su demanda viene dada por el transporte por carretera.
No se está realizando el esfuerzo necesario de cara a favorecer la movilidad
sostenible. Un ejemplo evidente es la limitada capacidad del tendido ferroviario frente
a las infraestructuras para vehículos. El último gran éxito ferroviario ha cumplido ya
diez años y fue la inauguración de Metro Bilbao. Ciertamente, no era una apuesta
demasiado compleja, pues se trataba de la modernización de una vía ya existente de
Eusko Tren. Aun así, logró facilitar la movilidad de la ciudadanía del área del Bilbao
metropolitano
desincentivando
la
utilización
de
medios
más
contaminantes
especialmente el vehículo privado. Lamentablemente, desde entonces apenas se han
hecho modificaciones en la red de cercanías que une los tres territorios apenas que es
francamente deficiente.
El Gobierno Vasco cuenta con un organismo dedicado a ponderar la situación de este
sector dentro de la Dirección de Planificación del Transporte del Departamento de
Desarrollo Económico e Infraestructuras. Se trata del Observatorio del Transporte en
Euskadi (OTEUS) y como parte de su labor elabora diversas publicaciones.
Analizando estas publicaciones y las inversiones realizadas en el sector parece que el
modelo del asfalto y el combustible fósil está aún lejos de perder peso.
Una publicación de referencia es la Panorámica del Transporte en Euskadi, la más
reciente data de 2015. Este documento afirma que entre los años 2013 y 2014 el
sector del transporte de mercancías creció por encima de un 10% concentrándose el
aumento en el transporte por carretera y aéreo (OTEUS, 2015). Estos son medios de
transporte muy intensos en su consumo de combustibles fósiles y por lo tanto esta es
una evidencia de que el modelo está manteniendo una inercia contraria a los objetivos
de sostenibilidad. Las estadísticas muestran que el sector del transporte no ha hecho
más que aumentar su consumo energético y su nivel de emisiones desde 1990.
20
De cara al futuro, tanto desde la Consejería de Transporte del ejecutivo como desde la
Unión Europea, se muestra interés por que el transporte de mercancías vaya
desplazándose de las carreteras hacia el ferrocarril. En este sentido se promueve la
ampliación de la autopista ferroviaria VIIA que actualmente une el puerto británico de
Calais con Le Bolou en Francia para que llegue a Álava. La línea se proyectaba para
el 2020 teniendo como destino una estación intermodal en Júndiz que albergaría a su
vez el Tren de Alta velocidad de la “Y” vasca. Estos proyectos suponen costes
inmensos y no están llegando a completarse, mientras, las carreteras vascas siguen
llenas de camiones. Recientemente la Unión Europea ha exhortado a reformar 11
túneles del Tren de Alta Velocidad que se suponían terminados dado que no cuentan
con las medidas de seguridad suficientes. Para poner estos túneles al día se
requerirán otros 52 millones de euros con cargo a la hucha del Ministerio de Industria
del Gobierno de España junto con nuevas expropiaciones.
Otra inversión ejemplo del despilfarro y de la inercia del no cambio ha sido la Variante
Sur Metropolitana. Realizada bajo el pretexto de acabar con los enormes atascos de la
autovía A8 abrieron en 2011 los primeros tramos. La autopista más costosa por
kilómetro de España y de la que varias agrupaciones consideran que “nace obsoleta”
(Supersur Ez, 2008). No se han logrado los resultados esperados y cabe preguntarse
por qué los 952 millones de euros dedicados a su construcción no se han invertido en
movilidad alternativa al automóvil consumidor de hidrocarburo.
También la corrupción está siendo un lastre para la puesta en marcha de un mejor
sistema de transporte. Destaca el caso Hiriko, proyecto que nace en 2010 para el
desarrollo del coche eléctrico. Se trata de un consorcio en el que un conjunto de
empresas y entidades debían gestionar varios millones de euros de procedencia
pública para poner en circulación varios automóviles eléctricos. Dentro de este
21
entramado se encontraban dos asociaciones sin supuesto ánimo de lucro así como un
nutrido grupo de hombres relacionados con el Partido Nacionalista Vasco y el alto
empresariado de la región. Actualmente, seis personas están acusadas de fraude y
blanqueo de capitales por su relación con el desvío de al menos 6.4 millones de euros.
Una pequeña porción de los hasta 18 millones de los fondos públicos con muy dudoso
recorrido (Rioja, 2016).
2.2.3. Descrédito a las renovables y a la eficiencia
Nunca se alcanzan los objetivos que el EVE propone en sus estrategias respecto
de la participación de las energías renovables en la satisfacción de la demanda
energética final. Titulares como el del medio on line Energías Renovables que reza:
“Euskadi no ha mejorado su cuota renovable ni una sola décima en diez años”
evidencian el fracaso. El reportaje abre con la siguiente frase: “7,2% en 2005, 7.2% en
2015” (Barrero, 2016). No hay demasiado hueco a la esperanza en este aspecto del
mix energético. En el análisis de Pilar Urrutikoetxea cuando se dibujan las tendencias
a 2030 se mantiene una cuota de renovables similar.
De cara al año 2010 el Gobierno Vasco y el Ente Vasco de la Energía dieron forma a
una Estrategia Energética que en su título decía aspirar a “Un desarrollo energético
sostenible” (EVE, 2005). Entre otros ambiciosos objetivos, uno de los más llamativos
era satisfacer hasta el 12% de la demanda mediante fuentes renovables. Al final de la
década no se había alcanzado el 7%. En definitiva, aquel periodo sirvió para
consolidar el modelo energético basado en el consumo de Gas Natural, cuya demanda
creció un 120%, poniendo en evidencia que ese “desarrollo sostenible”, aunque
sugerente, no era prioritario. Las siguientes estrategias siguieron la misma línea. La
estrategia que se aprobó para la siguiente década (3E20202) llevaba unos objetivos
tan disparatados que tuvo que ser revisada a mitad de plazo. La cuota sobre la
demanda que se esperaba cubrir con energía de procedencia renovable era del 14%
(EVE, 2012).
Con frecuencia se confunde energía renovable con energía amigable para el medio
ambiente y esto no es cierto. Conviene desglosar las fuentes de obtención de energía
que el Gobierno Vasco y el EVE incluyen entre las renovables. Entre los métodos
renovables de generación encontramos que el uso de biomasa supone más de un
68% de la producción renovable local total. Aquí se incluye la revalorización de
22
residuos, una práctica de dudosa conveniencia medioambiental. El siguiente método
de aprovechamiento energético renovable en la CAPV son los biocombustibles que
suponen más del 15% de la producción renovable local. Las tecnologías
hidroeléctricas suponen un 8,2% y la eólica y la solar son curiosamente los medios de
generación renovable menos utilizados (EVE, 2016).
Entre la biomasa hay que distinguir la que proviene de cultivos y la que proviene del
aprovechamiento de residuos, bien urbanos como industriales u agropecuarios. El uso
de residuos para la producción energética es interesante para las autoridades dado
que están en la obligación de gestionarlos y de esta forma pueden valorizarlos.
Es, junto con los tratamientos de reciclaje, la forma de dar salida a la gran cantidad de
deshechos que genera la sociedad (Lomas, 2001). Los métodos más relevantes de
generación mediante biomasa utilizados en Euskadi son las centrales térmicas y de
cogeneración como la planta de Zabalgarbi, que se nutre de los residuos urbanos de
Bilbao.
Es importante el papel de las calderas instaladas en las viviendas que ha contado con
un plan del EVE de ayudas a su instalación y la recuperación del uso de biogas (EVE,
2016). Repercute en el uso del suelo y los ecosistemas boscosos además de en
muchos casos (como en el de los pellets) requerir de procesado y distribución
industrial. Por lo tanto, el concepto de biomasa no tiene por qué ir ligado al de
sostenibilidad, sino que debe ser controlado para que efectivamente su uso tenga un
impacto positivo. Por otra parte están los biocombustibles. El fomento de su utilización
para la diversificación del transporte y las ayudas a la instalación de plantas para su
procesamiento inciden en el establecimiento de monocultivos además de suponer una
presión para el alza del precio de semillas que podrían servir como alimento.
También existe debate al respecto de la generación eléctrica hidráulica. Aunque en
territorio vasco la mayor parte de las instalaciones son de pequeño tamaño, afectan a
23
las cuencas hídricas, a los cauces y ecosistemas de los ríos. Además, los mecanismos
por los cuales en una época se favoreció su instalación para, posteriormente, pasar a
un segundo plano o ser objeto de desidia por el Ente ha favorecido también su
rechazo.
En cuanto a la generación de energía eléctrica por métodos de aprovechamiento de la
fuerza eólica, el mayor problema está relacionado con el sistema eléctrico español. El
actual modelo eléctrico es centralizado, requiere de grandes centros productivos
desde los que colectar kilovatios para que una empresa pueda gestionarlos. De esta
manera, un grupo reducido de empresas (véase, Endesa, Iberdrola, EdP y Gas Natural
Fenosa) pueden controlar el mercado eléctrico, consolidándose como oligopolio.
Logran que las leyes y planes energéticos del poder ejecutivo se adapten a sus
intereses, ya que de ellas depende el suministro de un elemento imprescindible.
El poder de estas empresas está retrasando la implementación de cambios normativos
que serían necesarios para lograr una transición energética, por ejemplo, medidas que
permitan la generación eléctrica distribuida y a pequeña escala. En Euskadi no existen
espacios amplios y con las características necesarias para la instalación de grandes
campos de generación eólica y por ello su importancia es escasa. Lo mismo ocurre
con la generación fotovoltaica. Si bien presenta un gran potencial para satisfacer
pequeños consumos, ese tipo de instalaciones no han sido suficientemente
incentivadas. Sólo en la etapa en que desde el Gobierno de España se dieron
facilidades para la instalación de estas tecnologías se logró alcanzar el objetivo
propuesto por los entes autonómicos. De hecho, es el único elemento de la estrategia
por “Un desarrollo sostenible” aprobada en 2005 de cara a 2010 que se alcanzó. Muy
diferente de lo ocurrido con la tecnología Solar térmica. Pese a estar en un avanzado
24
estado de madurez, las instalaciones termo-solares apenas se potenciaron. Del
objetivo de alcanzar 152 miles de metros cuadrados en instalaciones solo se lograron
20 (EVE, 2012).
3. Estrategias y políticas de instituciones superiores
3.1.
NN.UU: COP 21 y estrategias para el desarrollo
sostenible
3.1.1. COP 21, aceptación internacional del cambio climático
Por fin se ha logrado un consenso global sobre que emprender acciones es
urgente para no perder las condiciones que permiten la existencia de nuestra forma de
vida sobre el planeta. La Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático
celebrada en París en diciembre de 2015 (COP21) supuso un antes y un después en
cuanto a la aceptación evidente y unánime del cambio climático. Todos los países se
comprometieron a aceptar comprometerse, lo que en el lenguaje diplomático
internacional supone un gran avance.
La Cumbre de Acción por el Clima (COP21) tuvo como punto de mayor relevancia el
consenso de las 165 naciones reunidas en torno a que, de mantenerse los modelos
actuales de producción, las consecuencias climáticas llevarían al desastre. El aumento
de la temperatura global debido al efecto invernadero conduce inexorablemente a la
sucesión de fenómenos climáticos de los cuales se desconoce cuán grave e imposible
de gestionar pueden llegar a ser sus consecuencias. Se estableció que debían de
realizarse enormes esfuerzos para mantener el aumento de la temperatura global por
debajo de los 2ºC. Dos grados centígrados es el umbral ante el cual las consecuencias
son inimaginables para el Panel de Expertos sobre Cambio Climático, lo que no quiere
decir que con un aumento menor no se vayan a producir un cúmulo de desastres. La
situación es apremiante. La conclusión de las conferencias atajó que lo deseable sería
que el aumento no sea superior al grado y medio. Sin embargo, para lograr este
objetivo la reducción de emisiones debería ser drástica, lo que no se está produciendo,
25
además de precisar de la implementación de tecnologías de captación de CO2 y otras
tecnologías cuya implementación a día de hoy no es realmente factible.
Aunque el acuerdo final no se expresa la búsqueda de economías hipocarbónicas,
representantes de algunos estados europeos como Francia y Alemania si definieron
esta vía. A pesar de la postura negacionista respecto al cambio climático del actual
presidente de los EE.UU, Donald Trump, su predecesor, Barack Obama, firmó el
acuerdo en que se comprometía con la lucha global para evitarlo. La mayor economía
del planeta junto con la China, que siempre habían permanecido al margen de los
intentos de las Naciones Unidas de controlar el nivel de emisiones de GEI (siendo a su
vez las más contaminantes) aceptaron la necesidad de enfrentar este problema.
Es de celebrar la implicación de las naciones que habían rechazado otros intentos
internacionales de atención al medio ambiente como podían ser el Protocolo de Kioto
de 1997 o las conclusiones de la Conferencia de Dorha de 2012 pero no debe tomarse
como la panacea definitiva. La realidad es que el texto final de la COP 21 no establece
mecanismos sancionadores para aquellos estados que actúen en contra de los
objetivos plasmados. Además, no menciona en ningún momento a los hidrocarburos
causantes de la mayor parte de las emisiones y olvida diagnosticar la necesidad de
lograr economías hipocarbónicas o pasos definidos por los que guiarse hacia la
consecución de los objetivos. Por otro lado, queda abierto el establecimiento de
revisiones del documento cada cinco años. Teniendo en cuenta que pasados solo un
par de ellos desde su firma, el actual jefe de Estado de EE.UU ha rechazado el
tratado, cabe pensar que incluso la primera revisión de este tendrá un tono negativo.
Aun así, las naciones reunidas reconocieron que los impactos económicos que cabe
esperar de los desastres ambientales derivados de la acción humana serán inmensos.
Para enfrentarlos se propone consolidar un fondo financiero global.
Euskadi, al no hacer suficiente por variar su modelo productivo y de consumo se está
marginando, no sólo del impulso europeo hacia un mayor compromiso ambiental, sino
de un movimiento que implica a las Naciones Unidas y que aboga por tomar cartas
urgentes en el asunto. La falta de seriedad en los objetivos respecto a la
implementación renovable desmarca a la CAPV de la senda que están recomendando
los organismos internacionales de mayor rango.
3.1.2. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible
El concepto de Desarrollo Sostenible ha sido objeto de manipulación desde su
surgimiento. En la primera conferencia internacional en que se utilizó este concepto
26
fue en relación directa con la necesidad de priorizar el cuidado medioambiental, hoy se
ha vaciado su contenido para llenarlo con otro mejor adaptado a las dinámicas del
mercado. En concreto es la palabra “sostenible” la que más ha mutado. El factor de
sostenibilidad se ha ligado al de desarrollo y este último siempre en relación con el
crecimiento económico. De esta forma se ha logrado que cuando se habla de la
sostenibilidad de una acción, un elemento o una empresa, la semántica conduce a
interpretar que aquello podrá mantenerse en el tiempo. No significa que tenga poco
impacto sobre el entorno o el medio ambiente sino que será perdurable.
La reflexión sobre la sostenibilidad atendía en su nacimiento, hace trescientos años, a
una cada vez mayor preocupación sobre el futuro de la vida humana en la tierra, sobre
si sería posible su continuidad y si se daría con cierta estabilidad (Bermejo, 2014). Sin
embargo, al embarrarse en el debate sobre cómo ligar esta sostenibilidad al modelo
económico imperante y abrazar el término desarrollo, ha sido profundamente
tergiversado. Roberto Bermejo considera que a través de su uso en diferentes
declaraciones y cumbres internacionales, el Desarrollo Sostenible “deja de ser un
concepto y se convierte en un término de referencia, un icono” (Bermejo, 2017).
Las Naciones Unidas tienen aprobados 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible
(ODS). Vienen a reemplazar a los 8 Objetivos del Milenio (ODM) aprobados en
noviembre del 2000 en la denominada Cumbre del milenio. En aquel momento ya se
reconoce la necesidad de trabajar por la sostenibilidad ambiental (era el séptimo
objetivo). La fecha límite para su revisión era 2015. Una vez concluido el plazo, si bien
se habían logrado importantes avances por la reducción de la pobreza extrema, en
especial en India y China, no se podía celebrar un mejor estado de los ecosistemas
mundiales. A ello se debe en buena medida que cuando se elaboran los ODS se
pivota sobre la idea de que sin un planteamiento a cerca de la sostenibilidad no se
27
puede terminar con la pobreza. De hecho, el destrozo ambiental genera y perpetúa las
situaciones de conflicto y pobreza. Tanto los ODM en su día como los ODS actuales
son soft law, es decir, no son vinculantes. No obstante se elaboran mediante
aportaciones de delegados y expertos de organizaciones internacionales y Estados
miembro de las NN.UU y representan la voluntad de dirigirse hacia ellos.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible buscan unir el desarrollo de las naciones con la
reducción de gases de efecto invernadero y otras medidas en pos de la sostenibilidad
(Verdes-Montenegro et al, 2015). El primero de los objetivos sigue siendo el fin de la
pobreza, pero a partir del sexto (agua limpia y saneamiento) ya se especifican
materias más estrictamente medioambientales. El séptimo se corresponde con el logro
de energía no contaminante y asequible, el onceavo busca la sostenibilidad de las
ciudades y comunidades, el doceavo habla de dirigirse hacia una producción y un
consumo responsable, el treceavo es la acción por el clima y los dos a continuación
tratan del cuidado de los ecosistemas marinos y terrestres. Será el paso del tiempo el
que evidenciará los avances en cada una de las materias propuestas, no obstante es
positivo que existan acuerdos fundamentales para que las naciones no potencien su
economía totalmente al margen de los ecosistemas de los que se sirven.
3.2.
La política energética de la Unión Europea
El Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea dispone tres líneas que deben
ser transversales a toda actuación en materia de política energética, estas son la
competitividad, la seguridad del suministro y por último la sostenibilidad. Actualmente
está en vigor un conjunto de medidas respecto a energía y clima conocido como
Directiva 20/20/20 (Directiva 2009/28/CE, 2009).
Los objetivos buscan alcanzar el año 2020 con un nivel de emisiones de GEI un 20%
inferior a los niveles de 1990, mejorar en eficiencia de forma que las previsiones de
consumo para esa fecha se reduzcan en un 20% y, por último, que un 20% del
consumo final bruto de energía sea cubierto con fuentes renovables. Todo parece
indicar
que
las
metas
ambientales
de
esta
estrategia
serán
alcanzadas.
Concretamente, en una valoración que la Comisión hizo pública en Marzo de 2014 se
daba por logrado el objetivo de reducción de emisiones, dado que en 2012 eran un
18% inferiores respecto a los niveles del año 90. Cabe apuntar que la caída en la
producción debida a la crisis económica ha contribuido en esta disminución (Gallo,
28
2015). También en 2012 se logró que de las necesidades energéticas un 14,4% fuera
satisfecho por fuentes renovables y aunque se redujo el consumo de energía primaria
no se puede descartar que la recuperación económica dificulte en parte la consecución
del objetivo de un 20% de mejora de la eficiencia.
De cara a 2030 la Unión Europea pretende aumentar estos objetivos, llegando a un
40% en la reducción de emisiones siempre según los niveles de 1990, una cuota de
suministro renovable del 27% y un porcentaje idéntico en mejora de la eficiencia. Estas
propuestas fueron signadas en diciembre de 2014 y están en consonancia con la Hoja
de ruta para una economía hipocarbónica competitiva para 2050, la Hoja de ruta de la
energía 2050 y lo expuesto en el Libro Blanco sobre el transporte. La Unión Europea
Hipocarbónica competitiva que se dibuja en estos documentos para mediados de siglo
un objetivo de reducción en emisiones de GEI de entre el 80% y el 90%, de los cuales
hasta un 60% devendrían del sector del transporte (Comisión Europea, 2011).
El tratado de Maastricht en que se da forma a la Unión contempla que la relación con
el medio en la satisfacción de las necesidades materiales y energéticas será un ámbito
de implicación de la Unión (Unión Europea, 1992). Más adelante, en
2004 y
valiéndose del principio de prevención de daños y de que “quien contamina paga” la
Comisión aprobó una Directiva vinculante en cuanto a Responsabilidad Ambiental.
Desde la consolidación de la Cumbre sobre el Clima de 2014 las medidas regulatorias
sobre emisiones y la cuestión energética han tomado mayor calado en las medidas
que se proponen desde la Comisión Europea y el Parlamento. La meta final es
consolidar una Unión de la Energía en la cual el suministro esté asegurado de forma
económicamente competitiva al tiempo que menos dañina para el medio ambiente.
Cuando un usuario accede a la página web oficial de la Unión Europea y se interesa
por la sección dedicada al medio ambiente encuentra la siguiente afirmación: “La
naturaleza es nuestro sistema de soporte vital, por lo que debemos cuidar de ella. Al
igual que compartimos los recursos como el agua y el aire, los hábitats naturales y las
especies que albergan, también compartimos las normas medioambientales para
protegerlos. Europa trabaja para salvaguardar estos recursos naturales y detener la
desaparición de especies y hábitats amenazados”. Pero la situación de los Estados
miembro es muy diferente entre unos y otros, tanto por el nivel de consumo como por
su contribución ambiental o la posibilidad de emprender mejoras en estos campos.
La Comisión Europea es consciente de ello, por tanto “no sólo se encarga de fijar
objetivos para el conjunto de la UE sino que también, los traduce a objetivos
nacionales” (Gallo, 2015). El punto de mayor importancia de las políticas
29
medioambientales europeas es el compromiso con una reducción de entre un 80% y
un 95% las emisiones de GEI de cara a 2050. Este es el elemento clave para el resto
de políticas y sirve de base al empuje de cualquier medida estatal, autonómica o
regional que ayude a la mitigación. Es el trampolín en que impulsar políticas para una
transformación radical del actual mix energético.
3.2.1. La UE y el transporte fósil
Uno de los mayores problemas que encuentra la Comisión Europea con
respecto a su futura sostenibilidad es el sector del transporte. Supone un 5% del PIB
de la Unión y su consumo energético es fundamentalmente dependiente de los
combustibles fósiles (Comisión Europea, 2011). Para atajar la problemática al respecto
se han aprobado varias directivas y una serie de Libros Blancos.
El primer Libro Blanco se aprobó en 2001 y desde entonces varios le han sucedido
corrigiendo y ampliando los objetivos en relación a su vez con lo estipulado en la Hoja
de Ruta para una economía hipocarbónica competitiva. La Comisión no plantea
restricciones al respecto de la movilidad, sino generar las infraestructuras o
tecnologías que sean necesarias. La Comisión Europea no busca lograr un transporte
empujado totalmente mediante renovables sino que se conforma con avanzar en lo
que denomina combustibles alternativos.
30
La Unión Europea define como Combustibles Alternativos (CA) a los que “sustituyen,
al menos en parte, a los combustibles fósiles clásicos como fuente de energía en los
transportes y que pueden contribuir a la descarbonización de estos últimos y a mejorar
el comportamiento medioambiental del sector del transporte” (Directiva 2014/94/UE,
2014). Entre estos se encuentran los agro combustibles, la electricidad, el hidrógeno
pero también, y de forma muy importante, el gas natural. Este es un elemento
controvertido, dado que su implementación se apoya en el mito sobre las amplias
posibilidades de sus reservas y de su menor contribución al cambio climático. Lo cierto
es que aunque durante la combustión el gas natural emite menos CO² que el petróleo,
en sí mismo su contribución al efecto invernadero es mayor. Cuando se valora el gas
en cuanto a combustible se desatiende a la contribución al calentamiento global que
suponen las fugas de metano desde el momento de su explotación, por lo tanto no
conviene tomar a este como un elemento en el que sostener el consumo energético
del futuro. La Comisión Europea espera que este hidrocarburo haga las veces de
puente que permita reducir la dependencia del petróleo mientras se consolida un
sistema de transporte menos intenso en combustibles fósiles.
Un hándicap para la consolidación del nuevo modelo de transporte es que en algunos
puntos de la normativa aprobada en 2014 se delega a la acción de los estados
miembro. Ocurre así con los puntos de recarga para los vehículos eléctricos, sobre los
que se expresa la necesidad de que para 2025 las naciones cuenten con un número
adecuado de puntos de recarga. Es una recomendación demasiado vaga a añadir al
hecho de que los vehículos eléctricos tienen aplicaciones limitadas.
Variar el modelo de transporte supondrá aumentar el consumo de algunos materiales y
la construcción de nuevas infraestructuras. La UE es consciente de que poner en
marcha una transición en el sector del transporte supondrá agravios tanto en materia
ambiental como, y en especial, económica. Su apuesta es mantener el movimiento
tanto de ciudadanos como de productos dentro de unos parámetros menos emisores
pero igual o más competitivos en la economía mundializada.
3.2.2. La Electricidad en la Unión Europea
Para lograr una Unión Europea baja en carbono es indispensable un tejido eléctrico
adaptado. Los movimientos realizados por los agentes implicados en el mercado de la
electricidad en la Unión y las instituciones se encaminan hacia un mayor centralismo.
El discurso oficial mantiene que se “impulsa una Unión Energética en la que los
ciudadanos estén en el centro del sistema” (Mejía, 2014), sin embargo, se ha
31
consolidado una liberalización del mercado eléctrico en el que a la vez que se
proyectan grandes centros de generación y redes de Muy Alta Tensión el poder de
decisión popular queda siempre pendiente.
La Comisión Europea considera que la mayor dificultades “la carencia más importante
y persistente es la falta de integración entre mercados nacionales” (J.I. Pérez Arriaga,
2006). En el proceso de integración de las naciones respecto del mercado energético
se ha creado un sistema o algoritmo de acoplamiento, el Multi-Regional Coupling. En
él, los principales operadores de algunos estados comparten sus precios diarios de la
energía tratando de valorar un precio medio de esta. No es el único intento, existen
otros proyectos similares pero en ninguno participan la totalidad de los mercados
nacionales. La pauta es a una mayor integración entre estos pero aún faltan muchos
elementos. Mientras las instituciones y los grandes operadores buscan mayor
interconexión, las regiones más pequeñas y los planteamientos ambientalistas hacen
apología de modelos menos conectados. Es una batalla abierta entre la consolidación
de un modelo de generación eléctrica de gran potencia y centralizado o la generación
descentralizada.
Desde la Comisión Europea se han aprobado una serie de infraestructuras
consideradas claves para la Unión de la Energía. Entre los denominados Proyectos de
Interés Común, la mayoría están relacionados con la mejora del tendido eléctrico,
consolidando redes inteligentes y líneas de Muy Alta Tensión que conecten regiones
haciendo especial énfasis en el báltico y la península además de contemplar cómo
adaptar la red para la inclusión de generación eléctrica renovable. El siguiente tema al
que se presta atención es a la distribución y utilización del Gas Natural.
3.3.
La política energética del Estado Español
El marco legislativo español establece que tanto la planificación como el
desarrollo de las energías renovables son campos de actuación compartida entre el
Estado y las Comunidades Autónomas. Estas tienen margen para gestionar cómo
aprovechar los recursos renovables de su territorio y para la coordinación se creó la
Conferencia Sectorial de Energía. No obstante, toda actuación debe estar sujeta al
marco legal del Estado manteniéndose en la línea de los compromisos internacionales
de los que este forme parte.
España, como Europa y Euskadi enfrenta una situación muy compleja en cuanto a su
modelo energético. Es tremendamente dependiente del exterior, especialmente de los
32
combustibles fósiles, de países geoestratégicamente complicados además de tener un
mix muy contaminante (CES, 2011). Tanto la política exterior y de defensa como la
económica y ambiental se ven muy influenciadas por esta situación.
Las directivas vinculantes de la Unión Europea respecto del Estado español para el
2020 exigen una serie de cuotas para la consecución de los objetivos generales de la
Unión. España debe reducir su nivel de emisiones de GEI al menos un 10% respecto a
los valores de 1990, un 20% del consumo energético ha de tener procedencia
renovable además de realizar un enorme esfuerzo en materia de eficiencia energética,
campo poco cultivado hasta el momento. De hecho, los porcentajes acordados por la
comisión contemplan un aumento superior al 121% dado que se parte de un punto
paupérrimo (Gallo, 2015).
En 1994 se aprueba un Real Decreto que estipula algunas fuentes de energía bajo la
consideración de Régimen Especial, este término engloba a las renovables excepto la
gran hidráulica. Las deferencias que el Gobierno Español de José Luís Rodríguez
Zapatero (PSOE) tuvo para favorecer la instalación de renovable dieron con un
importante aumento en la potencia instalada. Durante este periodo las fuentes
energéticas consideradas de régimen especial contaron con ayudas a su puesta en
funcionamiento.
El 27 de Enero de 2012 el nuevo ejecutivo presidido por Mariano Rajoy aprueba un
Real Decreto que contempla una moratoria a la instalación de renovables y suspende
las primas. A consecuencia del desincentivo gubernamental, el sector fotovoltaico
pasó de emplear a más de 40.000 personas de 2008 a apenas 7.500 en 2012. Los
cambios en la política energética española han sido valorados por multitud de expertos
y en diferentes foros. Una idea que trasciende es la expresada por Aitor Urresti en su
página web que considera que el posicionamiento actual supone una desventaja para
los consumidores. Dificulta el autoconsumo y mantiene una electricidad cara en un
mercado que favorece a las grandes compañías (Urresti, 2015).
El marco actual en que se desenvuelve la política energética viene marcado por el
Plan de Energías renovables 2011-2020, la Ley 2/2011 de 4 de Marzo de Economía
Sostenible, el Plan Nacional de Acción de Eficiencia Energética 2014-2020 y la
Estrategia de Seguridad Energética Nacional aprobada en 2015.
La Estrategia de Seguridad Energética hace patente la nula atención del ejecutivo
español por la energía de origen renovable. De hecho, en todo el documento las
referencias a estas fuentes son exiguas. Un primer ejemplo de ello se observa en la
33
presentación del documento, firmada por el Presidente Mariano Rajoy. En un momento
hace referencia a las características geográficas de España en cuanto a su relación
con el sector energético. A pesar de que el Estado el que mayor irradiación solar
recibe de toda Europa, este elemento ni siquiera aparece. Al respecto, el documento
señala que: “la posición geográfica de nuestro país presenta, en particular, dos
grandes oportunidades. De un lado, la facilidad para conectar a Europa con la cuenca
atlántica y, de otro lado, el papel clave que podemos desempeñar como potencial
puerto energético de llegada y distribución diversificada de recursos energéticos a la
Unión Europea” (Gobierno de España, 2015). La estrategia desliza aquí la perspectiva
de que el Gas natural juegue un papel fundamental en la sustitución del crudo,
atendiendo al papel de puerto central en Europa que pude jugar la península.
Alemania recibe muchas menos horas de luz solar a lo largo de un año que España, y
los rayos que le llegan tienen una incidencia menor. No obstante, desde su gobierno sí
se ha potenciado la electrificación de origen renovable, por lo que la región ha sido
durante años líder europeo en instalación de tecnología solar fotovoltaica, teniendo
hasta ocho veces más potencia instalada que España. El Diario de Noticias de
Gipuzkoa valoró este hecho en un artículo publicado en 7 de Mayo de 2017 cuyo titular
informa: “El país germano acumula más de 39,7 GW de capacidad solar fotovoltaica
instalada frente a los 5,4 GW españoles” (Noticias de Gipuzkoa, 2017). De la
presentación que el presidente Rajoy hace de la estrategia se desliza que cualquier
avance en materia de generación renovable responde a la necesidad de cumplir con lo
pactado con la Unión Europea más que una voluntad o compromiso medioambiental
interiorizado. Se deja ver su desdén cuando describe un suministro energético
asegurado: “a través de recursos externos pero también y cada vez más por medio de
la generación de fuentes autóctonas, en el marco de los compromisos que hemos
asumido” (Gobierno de España, 2015).
El modelo español de generación eléctrica se basa en grandes centros de producción
y una extensa red de distribución. Por ello, en vez de favorecer las instalaciones de
pequeño tamaño para el autoconsumo, las inversiones realizadas han buscado los
terrenos donde poder plantar aerogeneradores e instalaciones fotovoltaicas de gran
potencia. Las tecnologías renovables tienen un gran potencial para romper con el
sistema eléctrico centralizado. Permiten establecer sistemas de cercanía, son el medio
para lograr sistemas con diversidad de puntos de generación y consumo y por tanto
suponen un reto y una amenaza para el actual mercado energético Español y sus
grandes corporaciones.
34
4.
Desarrollo de las tecnologías necesarias para crear un
modelo energético sostenible
Existen fórmulas para abandonar el sistema actual de consumo de energía,
pero la transición hay que hacerla ya. Este trabajo busca denunciar que no se está
haciendo lo suficiente para la consecución de un modelo energético justo con el medio
ambiente y con la población mundial, pero a su vez quiere señalar que existen vías
para lograrlo. Es preciso actuar políticamente para que el sistema energético se
adecue a la situación real. Desde una ciudadanía informada y consciente al
establecimiento de sistemas que satisfagan las necesidades sin sobre-consumir ni
sobre-explotar a otras regiones del planeta. Promover un sistema descentralizado,
renovable y adaptado a economías de escala para lo que es necesaria una
transformación de la infraestructura energética y el mercado energético actual.
Uno de los cambios más urgentes es poner en movimiento un auténtico relevo
industrial y tecnológico, mediante el cual se logre que la producción de bienes y
servicios necesarios para la sociedad siga funcionando pero con otros medios. Los
medios de producción que hasta ahora funcionaban en un modelo basado en el
consumo de combustibles fósiles deben adaptarse, cambiar, para poder seguir
cubriendo la demanda pero mediante tecnologías que utilicen principalmente energía
renovable. Diversos autores, investigadores, instituciones y organismos que van desde
los más cercanos, cono Antonio Martínez Turiel (CSIC) hasta el World Energy Council,
apuntan a que un modelo energético lógico de cara al futuro es aquel que tiene como
pilares las energías renovables. Para darles la estabilidad necesaria habría que
acompañar esta generación con el uso de hidrógeno renovable como célula de
combustible. De esta forma se podría almacenar la energía para utilizarla en forma de
electricidad cuando se requiera además de permitir un sistema de transporte efectivo.
Sin embargo, ningún esfuerzo será suficiente si no se produce de forma paralela una
reducción de la demanda y el consumo.
4.1. Transformar requiere tiempo y recursos, cuanto antes mejor
Llevar a cabo el relevo industrial exige generar toda una nueva infraestructura y
por lo tanto debe hacerse cuando aún existe un excedente energético. El excedente
energético permite un margen de consumo de energía para producir aquello que sea
necesario para lograr la transición del modelo productivo sin que la sociedad o el
35
planeta tengan que sufrir de forma demasiado grave las consecuencias. Cuanto menor
sea este excedente, mayores serán los impactos que la población y el medio ambiente
tenga que enfrentar para poder lograr a futuro una economía que pueda seguir
proporcionando aquello que sea necesario.
Este planteamiento lo expuso el investigador Robert L. Hirsch en el conocido como
“Informe Hirch” publicado en 2005 y realizado por encargo del Gobierno de los
Estados Unidos. El problema que investigó Hirsch fue el declive a nivel mundial de las
posibilidades de extraer crudo de petróleo. El llamado Peak Oil o Pico del petróleo
impone la crisis energética, dado que este producto y sus derivados resultan
imprescindibles para el desarrollo de cualesquiera otras fuentes de obtención de
energía. No hay placas solares sin el petróleo implicado en la extracción de los
materiales que precisan, el transporte de todos los elementos y la industria que las
fabrica. Todo el sistema por el que actualmente se satisfacen las necesidades necesita
crudo a un precio razonable.
El título original del documento es “Peaking of World Oil Production: Impacts,
Mitigation and Risk Management”. En él se describen diferentes escenarios según la
anticipación con la que una economía realice los esfuerzos para anticiparse al pico de
extracción de petróleo. La conclusión fundamental es que el pico del petróleo supone
un impacto de gravedad en cualquier sociedad y que para hacerle frente es preciso
organizarse con anterioridad. Si no existen medidas anticipadoras y los cambios se
empiezan a producir una vez alcanzado el techo de extracción de petróleo las
consecuencias serán muy graves (Hirsch, 2007). Se producirá una escasez de
combustibles que obligará al racionamiento y hará desestructurarse el sistema
económico con consecuencas que pueden durar hasta dos décadas. De anticiparse
diez años al techo de extracción, los impactos para la sociedad serán menores aunque
contundentes. Este escenario es menos doloroso para la sociedad aunque igualmente
perjudicial. Hirsch estima que las medidas previas deben tomarse hasta con veinte
años de antelación. Estima que es entonces cuando el excedente energético permite
realizar la transición industrial para que una vez alcanzado el pico la economía pueda
seguir funcionando sin demasiado impacto.
Cuando Robert L. Hirsch publicó su investigación el debate acerca de cuándo iba a
alcanzarse el punto de inflexión en la extracción de crudo estaba candente. Distintas
fuentes barajaban diferentes datos e incluso potencias como Arabia Saudí jugaba con
la información sobre sus reservas haciendo variar el panorama según su conveniencia.
En 2010 la Agencia Internacional de la energía reconoció que dado que no se estaban
36
descubriendo nuevos yacimientos de gran tamaño y valorando los rendimientos de las
explotaciones existentes el pico se alcanzó en el año 2006 (Turiel, 2010). Preguntarse
si esta fecha es exacta no tiene mucho sentido. Lo importante es que ya no hay
margen alguno para la anticipación. Habiendo dejado pasar probablemente una
década, es el momento de actuar sin más contemplación.
La Doctora Kenetth Ramírez defiende la necesidad de actuar con urgencia en su tesis
Nuevo Regionalismo, cooperación energética y el desarrollo de una Estrategia
Energética Global. Hacia una política de Transición. Kenetth mantiene que: “Dada la
gran inercia de los sistemas energéticos, a causa de la larga vida económica y elevado
coste de las instalaciones y de la dificultad en cambiar los hábitos de consumo, el
momento de actuar es ahora” (Ramírez, 2008).
España y Euskadi no deben dejar pasar el tren de la implementación de tecnologías
renovables. Para ser producidas precisan materiales e industria para cuya existencia a
día de hoy son necesarios los combustibles fósiles. Bien para extraer las materias
primas, bien para transformarlas además de para lograr la red de cableado, baterías y
demás requerimientos para la puesta en marcha de fuentes de energía renovable
siguen siendo precisos elementos no renovables. Es por ello que autores como Pedro
Prieto (ingeniero técnico experto en energía) o Antonio Martínez Turiel (miembro del
CSIC) insisten en que las renovables tienen sus limitaciones. Una de ellas es que si se
espera demasiado tiempo para realizar los esfuerzos necesarios para su
implementación los costes serán mayores, pudiendo limitar excesivamente las
capacidades para realizarlo.
37
4.2.
Propuestas para la transición global
Hay al menos tres referencias que esbozan líneas de actuación para una
transición energética. Todas tienen sus puntos débiles pero a su vez aportan visiones
sobre cómo orientar un trabajo que (algo en lo que todas coinciden) debe empezar a
realizarse cuanto antes. Las tres propuestas que tomo como ejemplo de impulsos al
cambio global son las realizadas por el World Energy Council (WEC), por la
International Renovable Energy Agency (IRENA) y por la organización ecologista
Greenpeace.
Todas ellas comparten elementos imprescindibles a la hora de enfrentar la
problemática. El primero sería el reconocimiento internacional de que el sistema
energético actual no es sostenible y la urgencia de su transformación. También es
común la idea de que tanto el consumo como demanda deben reducirse de forma
notable al tiempo que la eficiencia ha de mejorar. Otro elemento constantemente
señalado es la mayor contribución que las fuentes renovables deben tener sobre el
mix final de consumo. Por otra parte se insiste en aspectos sociales como la toma de
medidas regulatorias y económicas que hagan a los estados más tendentes a la
sostenibilidad a la vez que se empuje desde la educación para que las poblaciones
interioricen cuál es el paradigma energético actual en realidad y actúen en
consecuencia.
La guía más antiguas de las mencionadas es la publicada por el World Energy Council
(WEC) en 2001. Su informe, titulado Living in one world, valoraba las posibilidades
para una transición energética. Expone como, de no hacer nada, los escenarios
tendenciales serían nefastos. Contempla una merma de la población mundial por la
imposibilidad de hacer frente a enfermedades y por la incapacidad de enfrentar las
necesidades de la agricultura debido a la carestía de los sistemas dependientes de los
combustibles fósiles implicados en la revolución verde de la ganadería y la agricultura.
Añade que gran parte de la población continuará buscando aun el nivel de vida que el
desarrollismo de los anteriores siglos había logrado mientras no existen los recursos
para satisfacerlo y el mundo anteriormente aventajado trata por todos los medios de
impedir el asedio de los movimientos migratorios (WEC, 2001). Los datos actualizados
hacen que las perspectivas del WEC se queden cortas respecto a la posible magnitud
del desastre). El WEC elabora a su vez un escenario positivo en el que se aprovecha
38
el margen dado por la actual disponibilidad de reservas para acometer grandes
reformas en el modelo de abastecimiento energético mundial. Las ideas expuestas por
este organismo no tienen el calado suficiente, son en definitiva más difusas y laxas
que las presentadas por ejemplo por la Agencia Internacional de la Energía Renovable
(IRENA).
La Hoja de Ruta propuesta en el año 2016 por IRENA llamada REmap 2030-2050
dibuja una transición hacia un abastecimiento energético fundamentado en tecnologías
bajas en carbono. Además de una absoluta transformación hacia la electricidad de
origen renovable, IRENA expone que otros medios no fósiles son necesarios en la
generación de calor o frío e incluso en el transporte (la biomasa, por ejemplo). Un valor
añadido al trabajo de esta organización es que atienden a las diferencias regionales y
al factor económico de las propuestas de transición que proponen. El objetivo general
de esta publicación es lograr un modo de cumplir con el mandato de Naciones Unidas
de que en el año 2030 la cuota de las renovables sobre el consumo final se haya
duplicado, llegando a suponer un 36%. La Hoja de Ruta denuncia que este primer
paso es vital para lograr una economía descarbonizada en un margen de al menos
cincuenta años y absolutamente imprescindible para controlar el aumento de la
temperatura global (IRENA, 2016).
En la REmap se especifican cinco áreas de actuación obligatoria. La primera sería
corregir el mercado energético internacional para crear un tablero de juego más
equilibrado que permita la transición. Seguidamente insiste en que la red de suministro
debe ser adaptada a los requerimientos de las tecnologías renovables. Además,
señala la necesidad de implementar e investigar los mecanismos de calor y frío de
origen no fósil que se deben instalar en los perímetros urbanos e industriales. En
cuanto al transporte, enarbola las soluciones renovables junto con el uso de
biocombustibles. Por último, ensalza las posibilidades de las bio-energías. Este
modelo tiene muchos puntos discutibles. Plantea cuadruplicar la producción de agrocombustibles, aprovechar toda hidroeléctrica de gran tamaño que sea posible además
de la energía nuclear y tecnologías que actualmente no son viables económicamente
como el secuestro de carbono.
Por último están las ideas que Greenpeace propone desde dos escenarios. El Energy
Revolution básico que lleva publicándose desde 2005 y el menos realista Energy
Revolution Powered by 100% Renewables. En el primer escenario el objetivo principal
es limitar las emisiones de Gases de Efecto Invernadero de forma drástica. Dibuja un
2050 donde no se sobrepase un total de emisiones de 4 Gt al tiempo que no estén en
39
funcionamiento ninguna central nuclear ni de lignitio. Para ello insiste en la
implementación absoluta de medidas de eficiencia además del uso de energía de
fuentes renovables tanto para la electricidad como para el calor. En este escenario no
se desestima el papel que los agro-combustibles o la biomasa pueden tener a la hora
de hacer frente a la intermitencia de las tecnologías solar y fotovoltaica. Es
especialmente relevante que Greenpeace admite en este escenario que para lograr la
centralidad de las fuentes de energía renovable, el hidrógeno renovable, como
combustible y para el almacenamiento de energía sería indispensable (Greenpeace,
2015).
El segundo escenario propuesto por Greenpeace es bastante discutible. Un 2050
donde todo el mix energético depende de energías de origen renovable además de un
gran protagonismo del hidrógeno en el transporte. Exige unos esfuerzos magnánimos
que no tienen visos de ocurrir además de exigir una transformación absoluta del
sistema eléctrico hacia una compleja combinación que albergara la generación
descentralizada y la centralizada. En conclusión se trata de un modelo que con las
perspectivas reales no es posible alcanzar.
4.3.
Producción eléctrica renovable: la eólica y la fotovoltaica,
una revolución en el mundo
En diferentes áreas del planeta se están llevando a cabo iniciativas de
transición que muestran la pauta a seguir. Las energías renovables están
suponiendo una revolución. Durante este siglo la potencia acumulada global de
generación renovable es mayor año a año y la tendencia es a que siga
aumentando. Algunas tecnologías como la eléctrica fotovoltaica, la solar térmica
y algunos parques de generación eólica han logrado establecerse en paridad de
costes o incluso resultar en ocasiones más baratas que las fuentes tradicionales.
La paridad de costes es el concepto con el que se indica que una tecnología de
generación eléctrica es capaz de verter a la red la energía eléctrica que produce
a precios iguales que las fuentes como la nuclear, los ciclos combinados u otras
fuentes convencionales. No es correcto mantener que las tecnologías renovables
son el futuro, son el presente.
40
Los primeros esfuerzos en el desarrollo de las economías y sistemas renovables
partieron en su mayoría de Europa. Toman fuerza en la década de los noventa y
es la República Federal de Alemania quién los abandera. Ponto aprueba una
Ley de Energías Renovables y primas para el impulso de tecnologías
renovables. El país germano confía en prescindir de todas sus centrales
nucleares en 2020 y que en 2050 un 85% de su electricidad sea suministrada
por energías renovables (Bermejo, 2017). El Consejo Europeo es, de entre los
Organismos Internacionales, el que con mayor rapidez ha aprobado medidas
vinculantes respecto del cumplimiento de metas en cuanto a suministro eléctrico
por medios renovables.
En la COP21 se vieron tendencias muy positivas en este sentido. La cumbre fue
un éxito en múltiples sentidos, entre otros por el compromiso de más de 195
países por dirigirse hacia un modelo que tenga en cuenta la deriva climática.
Destaca el caso de China, que entre sus Contribuciones Nacionales
Determinadas afirmaba que en 2020 sus emisiones de GEI dejarían de
aumentar. Para lograrlo, un 20% de su electricidad debería tener su origen en
fuentes limpias. Desde 2011 China ha vendido ampliando su parque renovable
de forma espectacular. El año 2016 se vio un bajón en el ritmo de instalación de
las tecnologías eólicas aunque el país asiático siguió siendo el líder,
estableciendo un 43% del total instalado en el mundo. Superando ampliamente a
los siguientes mayores instaladores, Estados Unidos y Alemania (IRENA, 2017).
En varios países NO-OCDE se puede observar un interés sólido en el desarrollo
de fuentes de energía renovables para asegurar el suministro energético.
Durante el año 2015 la mitad de los esfuerzos en instalación renovable los
realizó la República Popular China (IRENA, 2016).
41
Las tecnologías de menor tamaño pueden cubrir la demanda de fincas pequeñas
o viviendas individuales con consumos moderados mientras que otras más
complejas pueden servir para edificios de familias. Existen modelos de
aerogeneradores y sistemas fotovoltaicos de pequeña escala que podrían
satisfacer las necesidades de algunos tipos de consumidores. Se pueden
considerar generadores de pequeña escala a aquellos que van desde los 100 w
hasta los 500 Kw. Estos medios deslocalizados de generación pueden
combinarse, por ejemplo, fotovoltaica y eólica para generación eléctrica, solar
térmica para el calor además de medidas de eficiencia pueden dar cobertura a
las necesidades energéticas de las familias.
El Gobierno de Uruguay, está azuzando el uso de tecnologías renovables de
pequeña escala y favoreciendo un modelo de generación y consumo distribuido.
Desde el departamento dedicado a la energía se elaboran guías para que los
ciudadanos puedan conocer y utilizar tecnologías renovables de pequeña
escala. El tirón que supone que las políticas institucionales apoyen tales
medidas ha conducido a la república americana a reducir vertiginosamente su
dependencia de los combustibles fósiles. En diez años ha logrado que un 56,5%
de su energía sea abastecida por fuentes renovables (Gobierno de Uruguay,
2016).
4.4.
El desarrollo de las baterías y el hidrógeno renovable, el
camino para adaptar el transporte
Para enfrentar la gestación de un mundo más sostenible hay que abordar
seriamente la cuestión del transporte. Los únicos medios que pueden llegar a suponer
un nuevo modelo realizable son la combinación del vehículo eléctrico y el hidrógeno
renovable como combustible.
Durante décadas se ha focalizado la atención en el desarrollo de Combustibles
Alternativos, priorizando la investigación en los Agro-combustibles acompañado de un
cierto desdén en el establecimiento del vehículo eléctrico como medio de movilidad
ciudadana. Pero aunque por estos motivos no exista aun un paradigma de
motorización sostenible no queda otro remedio que buscarlo y desarrollarlo.
42
En cuanto a los Agro Combustibles (AC) hay que señalar que se valora la existencia
de cuatro generaciones en su investigación y no obstante no se han obtenido
resultados concluyentes que favorezcan su uso a gran escala. En un primer momento
se investigó con plantas con valor alimenticio, lo que suponía un elemento de
competencia en el mercado y podía disparar el precio de los alimentos. Cuando el
estudio se centró en las plantas sin valor alimenticio otro problema salió a relucir, la
escasez del terreno cultivable suponía otra forma de competitividad. Para evitarlo llegó
la tercera generación, las algas, el mar como campo de cultivo y posteriormente el uso
de plantas y restos forestales. Impactos negativos como el uso de pesticidas y
fertilizantes, la necesidad de agua para cultivos y refinerías y otras variables de la
producción de agro combustibles han motivado su rechazo, además de que en el ciclo
total de generación de algunos tipos de AC la cantidad de emisiones de GEI puede ser
incluso superior a la de los hidrocarburos convencionales (Bermejo, 2017).
El coche eléctrico tal y como está mercantilizándose actualmente dispone otras
limitaciones. La principal es que la movilidad eléctrica está
condicionada a la
autonomía de las baterías, aunque la tendencia es a su mejora, actualmente limita su
aplicación a vehículos de transporte de pasajeros que realicen trayectos cortos. Los
países líderes en su desarrollo son Estados Unidos, Japón, Corea del Sur además de
Noruega y otros estados avanzados. De momento es una tecnología costosa. Los
principales compradores son individuos con rentas medias y altas quienes lo utilizan
como segundo vehículo recargando las baterías en el hogar o en el centro de trabajo.
La Unión Europea quiere lograr en 2020 un objetivo de entre 8 y 9 millones de
vehículos eléctricos vendidos, pero a menos de tres años, tal objetivo no parece
alcanzable.
El elemento que se presenta como piedra angular para lograr un nuevo paradigma en
el transporte es el uso del Hidrógeno Renovable. El teórico más conocido sobre las
posibilidades del hidrógeno es j. Rifkin. Este sociólogo, economista y activista
estadounidense publicó en 2002 un libro titulado La economía del hidrógeno donde
mantiene que de este material depende el logro de una revolución tecnológica y social
que permita a las sociedades humanas adaptarse al fin de la era de los combustibles
fósiles. El uso de este material permitiría generar sistemas eléctricos descentralizados
y de gran capacidad gracias a la Célula de Hidrógeno (CH).
No se habla de hidrógeno sino de Hidrógeno Renovable y de Célula de Hidrógeno
(CH) ya que el elemento no se utiliza tal y como se encuentra en la naturaleza sino
que requiere diferentes procedimientos. En primer lugar, el hidrógeno necesita ser
43
generado, para ello se utiliza energía eléctrica y agua, se lleva a cabo un
procedimiento llamado electrólisis por el cual se separa el hidrógeno del oxígeno. Lo
interesante es que esa electricidad puede venir de los excedentes de producción de
las redes renovables que debido a su carácter aleatorio generan picos de producción
que no tienen por qué coincidir con los de consumo. Por ejemplo, si un parque eólico o
solar está generando más de lo que la red requiere en ese momento, el excedente
puede utilizarse para realizar electrólisis y el hidrógeno resultante sería almacenado.
Se trata de Hidrógeno Renovable cuando la electricidad implicada en su proceso de
obtención proviene de fuentes renovables.
El hidrogeno es el combustible más ligero, tiene una alta densidad energética y
además se considera la mejor opción para almacenar grandes cantidades de energía
durante largos periodos de tiempo, su uso resta la problemática de la intermitencia de
algunas formas de generación renovable (Bermejo, 2017). En un informe realizado por
la Agencia Internacional de la Energía se mantiene la idea de que únicamente “el
hidrógeno encierra el potencial para modos de transporte de larga distancia no
conectados a una red, tales como el transporte de mercancías por carretera, la
aviación y la navegación” (IEA, 2014).
Además de como combustible, el hidrógeno tiene muy interesantes aplicaciones en la
forma de Células de Hidrógeno. Son tecnologías asimilables a las baterías pero de
muy alta eficiencia. Son dispositivos que al inyectárseles hidrógeno generan
electricidad y calor desechando vapor de agua. Existen diferentes tipos de células con
distintas aplicaciones, pero sus ventajas comunes son su alta eficiencia y rendimiento,
la capacidad de esta tecnología para adaptarse a diferentes dispositivos según tamaño
y requerimiento de energía y por supuesto la ausencia de emisiones tóxicas. La
mayoría de los desarrollos se están centrando en el transporte vehicular, marítimo y
ferroviario debido a que el tamaño de las células de hidrógeno es considerable lo que
dificulta su aplicación para el tráfico aéreo.
44
Hay ejemplos de medios de transporte propulsados de esta forma en todos los
campos. En la automoción Asia ha sido la región con mayores avances, Europa y
Estados Unidos están ahora abriendo este nicho de mercado. Toyota fue la empresa
pionera, comercializando un coche de célula de hidrógeno en el año 2014. Le siguió
Hyundai y más tarde Honda. Los mayores impulsos a esta tecnología en su uso
ferroviario los está dando el Ministerio de Transportes alemán, debido a que la mitad
del su red de raíl no está electrificada y hacerlo sería muy costoso investiga en las
posibilidades de sustituir las unidades que funcionan con diésel por otras de célula de
hidrógeno. En la aviación se están realizando múltiples proyectos pero no se espera
su pronta aplicación comercial. La NASA trabaja en un prototipo capaz de mover a
nueve personas, el centro aéreo-espacial alemán ha desarrollado un modelo (Hy4) con
cuatro asientos y Boeing obtiene buenos resultados en las pruebas que hace desde
2007. Se trata de aviones pequeños pero son buenos comienzos. En la navegación el
campo es muy interesante. En Hamburgo funciona hace casi una década un barco
para 100 pasajeros y en cuanto al transporte de mercancías también se ha observado
su correcto funcionamiento.
Actualmente el uso de estas tecnologías enfrenta barreras importantes, en su mayoría
relacionadas con la falta de maduración. Aunque se está investigando en la mejora de
las necesidades tecnológicas y en lograr la reducción de costes, su implementación
está bastante retrasada. Hay que insistir en su desarrollo dado que el hidrógeno como
combustible y su aplicación en células de hidrógeno son las vías con más
posibilidades para lograr a futuro el funcionamiento de un sistema de transporte en
economías descarbonizadas.
45
5.
Hacia un modelo energético vasco sostenible,
descentralizado y socialmente incluyente
El modelo energético vasco debe ser reformado en su totalidad. Las claves
son: reducir de forma acusada el consumo, limitar los combustibles fósiles y favorecer
una electrificación renovable y descentralizada. Además es deseable que la
ciudadanía esté bien informada y forme parte de los procesos de decisión para lograr
que el modelo energético responda a criterios más democráticos. Los ejemplos de
Dinamarca y Alemania demuestran que cuando las políticas públicas son favorables
para la creación de modelos descentralizados los avances en generación renovable
son espectaculares.
El Gobierno Vasco mantiene una Estrategia sobre Cambio Climático (KLIMA) con
ambiciosos objetivos de reducción de emisiones de GEI, un 40% en 2030 y hasta un
80% en 2050 en relación con los valores de 1990. Las proyecciones de esta estrategia
no se van a lograr si el ejecutivo no da un giro de 360 grados a sus políticas. Debe
favorecer la remunicipalización de los servicios y favorecer el cooperativismo,
rompiendo con la relación de sumisión a los grandes operadores que mantienen el
anticuado sistema existente.
Como se ha explicado, del suministro total de energía de la CAPV incluyendo las
importaciones, las energías renovables sólo suponen un 6,8% y esto contando con la
gestión de los residuos, lo cual es bastante fraudulento, pues no son prácticas
definidas por la sostenibilidad ni por la búsqueda de un modelo renovable y “verde”
real. Prácticamente la mitad de la producción eléctrica interna (un 46,7%) se genera en
centrales de ciclo combinado. En 2005 el EVE se hacía eco de este error, de tal modo
que en la estrategia aprobada ese año hacían explícito lo recomendable de que: “para
el año 2010 se cierren las centrales térmicas existentes de combustibles fósiles
tradicionales, y que sean sustituidas por un parque de generación avanzado más
eficiente, competitivo y respetuoso con el medio ambiente” (EVE, 2005). La 3E2020
establecía el siguiente reto como una de las claves de la planificación energética:
“basar el modelo energético en una mayor presencia de energías menos
contaminantes, más eficientes y menos costosas, como es el caso de una adecuada
combinación entre gas natural y energías renovables con tendencia a la evolución de
las segundas en detrimento de la primera” (EVE, 2005).
46
Para la consecución de un modelo energético vasco sostenible hay que establecer
prioridades. En primer lugar hay que asimilar que se debe reducir drásticamente el
consumo energético en todos los sectores de la economía. El sector industrial debe
afrontar una transición en la que se abandone la industria pesada en favor de aquella
que pueda servir a la generación de un modelo sostenible. La generación de la
infraestructura para el nuevo modelo energético es una oportunidad para generar gran
cantidad de empleo verde. Por su parte, el transporte debe reducir al máximo el
parque de motor fósil. Para ello es imprescindible desarrollar las tecnologías de
hidrógeno como combustible y la célula de hidrógeno además de que el transporte de
mercancías se realice principalmente por ferrocarril y transporte marítimo. En cuanto a
la edificación, la Hoja de Ruta de Edificación Sostenible del País Vasco no debe
quedarse en una declaración de intenciones. La eficiencia y el menor consumo de los
edificios son prioritarios.
La siguiente prioridad es invertir y desarrollar un modelo energético fundamentado en
las energías renovables. Las instituciones y las empresas cuentan con información
suficiente sobre qué tecnologías de generación renovable tienen aplicabilidad en
Euskadi y cuales no. Además, hay que adaptar la red de distribución para dar cobijo a
formas deslocalizadas de producción y facilitar la generación y el consumo de menor
distancia.
Todos estos cambios deben pasar por una democratización de los procesos de
decisión sobre qué modelo energético se desea, informando previamente y de forma
seria a la población. Se puede tomar ejemplo de los procesos de municipalización de
los servicios energéticos alemanes o estadounidenses. Solo de esta forma podremos
afrontar el futuro atacando la pobreza energética y la crisis de recursos pero siendo
más benevolentes con el medio ambiente y con el resto del planeta.
5.1.
El reto: satisfacer las necesidades en un modelo
renovable
Euskadi es escasa en recursos energéticos propios por lo que tremendamente
dependiente. Ocurre así con todos los bienes en general, pero en el caso que nos
ocupa, esta problemática es extrema y constituye el gran reto a dirimir. ¿Es siquiera
posible satisfacer las necesidades de la economía y la sociedad vasca por medios
mayoritariamente renovables?
47
La capacidad interna de generar energía es exigua. Entre el resto de socios
comunitarios solamente Luxemburgo supera a Euskadi en dependencia. La CAPV es
en más de un 93% dependiente de fuentes de energía que provienen del extranjero.
Este es un escollo de cara al futuro y un más que probable foco de inestabilidad.
Resulta imposible imaginar un nivel suficiente de autosatisfacción a través de
renovables que permita satisfacer la demanda actual además de producir hidrógeno
que será necesario para completar el modelo. Los puntos clave son: Desarrollar al
máximo las capacidades renovables para lo cual es conveniente favorecer la
generación distribuida, reducir drásticamente el consumo energético, transformar en
su práctica totalidad el transporte además de favorecer el autoconsumo y la formación
de comunidades con poder para comercializar y potenciar la energía renovable.
A pesar de la disponibilidad de medios económicos y un cierto margen en la
gobernanza, la CAPV mantiene un mix energético muy mejorable. El profesor Gorka
Bueno apunta: “la clave para romper con la dependencia hacia los combustibles
fósiles, y para hacer frente a la inseguridad energética y climática: reducir
considerablemente el consumo energético y fomentar la producción propia, autóctona”
(Bueno, 2008).
5.2.
Potencial de energía renovable en el momento actual de
Euskadi
El Consejo Económico y Social (CES) Vasco publicó en 2011 un
pormenorizado informe sobre las capacidades locales en cuanto a energías
renovables. Valora las diferentes fuentes: eólica, océanos, biomasa, geotermia, solar e
hidroeléctrica para posteriormente estudiar las posibilidades en Euskadi y plantearse
un horizonte a 2050. Es muy positivo que en el trabajo realizado por el CES no se
fantasea con desarrollos tecnológicos futuros sino que se valoran las posibilidades
teniendo en cuenta los costes y dificultades derivados de factores tecnológicos,
técnicos, socio-económicos, medioambientales, administrativos y legislativos.
Las conclusiones de este estudio reconocen que ciertas fuentes de energía renovable
no tienen potencial suficiente, otras pueden aportar una cuota de generación muy
limitada mientras que en algunas es interesante y apremiante invertir. A diferencia de
los recursos fósiles como el petróleo o el gas que pueden ser transportados con
relativa facilidad, los recursos renovables han de ser endógenos. El CES advierte que:
48
“este aspecto supone disponer en el propio emplazamiento de un valor mínimo del
recurso por debajo del cual no es rentable su aprovechamiento” (CES, 2011), es decir,
invertir en renovables es necesario, pero no en todas sus formas, hay algunas que no
tienen sentido dadas las condiciones de Euskadi.
De la energía del viento, existe cierto potencial on-shore, en las cimas de algunos
montes, aunque se han producido situaciones de rechazo social a estas instalaciones.
En cuanto al viento en el mar, la profundidad de la plataforma continental impone
dificultades para cimentación o el anclaje de aero-generadores off-shore aunque es
uno de los campos en los que más se está investigando. Las esperanzas más
interesantes están en el aprovechamiento del viento en el mar mediante plataformas
flotantes. En el océano, ni la diferencia entre las mareas (alta y baja) ni la fuerza de las
corrientes es suficiente como para motivar la inversión en energía mareomotriz o de
captación por las corrientes marinas. Tampoco existe un cambio de temperatura que
haga pensar en el aprovechamiento de la tecnología mareomotérmica, por lo tanto, la
única tecnología realmente interesante para aprovechar el océano es la de captación
de la energía de las olas o undimotríz. Tampoco hay en la CAPV capacidad para
aprovechar la geotermia para producir electricidad, si bien se puede utilizar el calor de
la tierra para mantener templados algunos edificios pero este recurso tendrá una
importancia muy limitada. En cuanto al sol, el nivel de radiación de Euskadi permite la
implantación de fotovoltaica aunque de forma “muy ajustada” (CES, 2011). También es
viable el uso de la energía solar para cuestiones térmicas (solar térmica) no así para la
solar termo-eléctrica, que necesita mayores niveles de radiación.
El informe del CES plantea como escenarios futuros los años 2020 y 2050. Es
demasiado complejo valorar con acierto la situación de las tecnologías renovables a
largo plazo, pues el cumplimiento o no de los objetivos y normativas así como las
situaciones de mercado y los avances tecnológicos pueden desbaratar enormemente
lo proyectado.
49
El horizonte a 2020 es demasiado cercano, por tanto, aunque las referencias a tal
fecha son las más probables de cumplirse no hay que desatender las tendencias que
el CES espera para
mediados de siglo. Desafortunadamente, la próxima década
llegará bajo un mix de generación renovable bastante parecido al actual. Las
tecnologías de las que el organismo espera un mayor crecimiento de cara a 2050 son
aquellas que aprovechan los recursos marinos (mareas, corrientes, olas y
mareomotérmica, aunque esta última está en un estado embrionario).
Para la obtención de calor y frio el medio renovable más importante será la biomasa
en su conjunto, que completará hasta el 80% de la generación térmica renovable y lo
hará casi absolutamente en forma de calor. La solar térmica y la geotermia tendrán un
papel residual.
Sobre cuánta energía renovable puede llegar a producir Euskadi en el 2050, el CES se
aventura a proponer una cifra superior a las 4.820 toneladas equivalentes de petroleo
al año (Ktep/año). En el escenario tendencial que propone Pilar Urrutikoetxea para el
año 2030 Euskadi tendrá un consumo superior a las 7,2 Ktep/año, y cabe esperar que
siga aumentando. Es posible que de las necesidades energéticas vascas a 2050
lleguen a satisfacerse por medios renovables aproximadamente el 40% y así se
considera en la Estrategia Energética 2015-2025.
50
De cualquier forma, las premisas con las que el CES elabora su estudio son muy
conservadoras y pueden verse superadas por el avance de la tecnología y la
disminución de costes que se está produciendo. De hecho, el potencial de la
generación
fotovoltca
distribuída
para
satisfacer
necesidades
en
el
propio
emplazamiento o cerca es una tecnología poco valorada y con un creciente potencial.
5.3.
La necesidad imperiosa de reducir el consumo
energético
Hablando en plata: el elevado consumo actual no podrá ser satisfecho
mediante fuentes renovables por más que estas se potencien. Tampoco los objetivos
plasmados en la estrategia KLIMA sobre reducción de emisiones serán alcanzados si
para satisfacer la demanda se continúa utilizando fuentes contaminantes y no
renovables. No queda otra opción, la CAPV está obligada a reducir su consumo
energético.
5.3.1. Reducir la intensidad energética
El Gobierno Vasco y el Ente Vasco de la energía celebran en sus publicaciones
que la Intensidad Energética se redujera dos puntos entre el año 2014 y el 2015. La
Intensidad energética (IE) es el índice que refiere a la cantidad de energía utilizada
en la generación de una unidad de Producto Interior Bruto.
Una economía es más intensa energéticamente en la medida en que para lograr un
punto de crecimiento en la producción necesite mayores cantidades de energía, y al
contrario, si para lograr ese crecimiento utiliza menos unidades energéticas será una
economía con menor Intensidad Energética. Este indicador proporciona una idea
sobre la eficiencia de una economía y ayuda a observar si se está produciendo una
desvinculación entre el aumento en el consumo y el aumento en la generación de PIB.
Aunque tradicionalmente se ha aplaudido el factor consumo de energía como variable
sobre el potencial de una región (es uno de los criterios utilizados por las Naciones
Unidas para considerar el “poder” de un estado), hoy en día las necesidades respecto
al medio ambiente, la eficiencia y la producción segura y sostenible abogan por
establecer economías con menor IE.
51
El Instituto Vasco de la Competitividad Orkestra ha estudiado como afecta el consumo
energético al sector industrial. Desde 1993 ha visto crecer su consumo energético por
encima de un 25% (ORKESTRA, 2013). La reforma de los métodos mediante los
cuales se abastece tiene un peso atroz sobre la demanda y el impacto ambiental de la
comunidad autónoma. El abandono del carbón supone un punto de inflexión al tratarse
del combustible más contaminante, pero el reto de lograr una producción industrial
limpia aún es lejano.
5.3.2. Mutar el transporte
El sector del transporte en Euskadi tiene características obsoletas, la
transformación que ha de producirse cambiaría radicalmente la distribución actual de
los movimientos tanto de personas como de mercancías. El punto principal es reducir
los desplazamientos por carretera y la dependencia que este sector tiene del petróleo,
siendo en la actualidad responsable de un 80% del consumo total de este hidrocarburo
en la CAPV (Gobierno Vasco, 2016).
Los últimos datos recogidos en las encuestas sobre movilidad señalan que la inmensa
mayoría (98,8%) de los desplazamientos realizados por personas tienen como origen y
destino la comunidad autónoma. Son por tanto movimientos de corto recorrido.
Aunque el uso del vehículo privado desciende ligeramente, mantiene la segunda
posición en cuanto a medio de transporte utilizado. El uso de la bicicleta aumenta de
forma muy somera pasando del 1,9% en 2011 al 2.2% en 2016. También se observa
una ligera disminución en la demanda de transporte colectivo.
Para lograr un sistema de transporte de viajeros más acorde a los tiempos hay que
tratar de fomentar el uso de la bicicleta y los medios no motorizados, para lo que se
deben revisar medidas urbanísticas y de infraestructuras que faciliten este tipo de
desplazamientos. Además, hay que lograr que los medios de transporte colectivo
resulten más atractivos. Reducir los precios de los billetes y mejorar la oferta serían
medidas adecuadas. Los autobuses urbanos deben ir adaptándose impulsando el uso
de electricidad y célula de hidrógeno. Igualmente se deben emprender iniciativas que
hagan que la población abandone sus vehículos de motor de combustión. Para ello
hay que lograr que las tecnologías menos contaminantes sean cada vez más
accesibles. Medidas fiscales en favor del vehículo eléctrico, medidas técnicas que
52
faciliten su establecimiento así como una intensa labor de información y
concienciación ciudadana son indispensables.
En Euskadi se da un uso intensivo de las carreteras para el desplazamiento de
mercancías, por lo que una parte fundamental del sistema económico está
profundamente anclada en la insostenibilidad. El peso del asfalto para tales
movimientos
es muy superior
al que presenta
la
Europa de los
28
y
desafortunadamente la tendencia es a su intensificación (OTEUS, 2015).
El Plan Director de Transporte Sostenible de Euskadi 2030 valora trabajar para lograr
un mayor equilibrio entre medios de transporte. Entre sus objetivos considera
necesario “incentivar los modos de transporte más sostenibles, como el marítimo y el
ferroviario” (Gobierno Vasco, 2017). El traslado de las mercancías a través del mar
sería una buena medida que además podría acompañar los esfuerzos para la
consolidación del uso del hidrógeno como combustible, dado que el marítimo es un
medio con gran potencial para estas tecnologías.
Por otro lado, el tejido ferroviario “responde a trazados y funcionalidades diseñados en
el SXIX y, por tanto, requiere una modernización” (Gobierno Vasco, 2017). Otros
estados han emprendido cambios a este respecto. Destaca el caso de Suiza, que
desde hace más de una década obliga a los camiones que transportan mercancías a
través de su territorio a hacerlo subidos en trenes. Es interesante también la propuesta
Sueca que en el año 2016 estrenó una prueba de dos kilómetros de autopista eléctrica
para camiones con catenaria.
De momento no existe una solución unitaria para un modelo de transporte realmente
sostenible en el campo ambiental y soportable en el campo económico. Transformar
este sector va a conllevar esfuerzos económicos de calado. La apuesta más
53
congruente es potenciar un sistema eléctrico combinado con el uso de célula de
hidrógeno e hidrógeno como combustible e ir trasladando las mercancías de las
carreteras a redes ferroviarias y marítimas optimizadas. Además, es primordial
favorecer la movilidad en transporte colectivo, tratar de disminuir el uso del vehículo
privado poniendo los medios necesarios para hacer interesante a la población el uso
de este tipo de medios.
5.3.3. Edificación para el SXXI
Existen multitud de medidas que se pueden aplicar desde la rehabilitación y la
nueva construcción a fin de que los edificios tengan un mejor comportamiento
ambiental. La construcción, utilización y demolición genera enormes impactos entre
emisiones de GEI, uso de materias primas, agua y energía además de generar
toneladas de residuos. Este sector es el principal causante de la artificialización del
suelo y de su pérdida, siendo este un recurso no renovable en Europa (IHOBE, 2014).
En Euskadi existen ciertas obligaciones al respecto del comportamiento ambiental de
los edificios además de diversas guías para la edificación y rehabilitación sostenible.
Por otro lado, Comisión dispone en una Directiva aprobada en 2010 que toda nueva
construcción debe tender a un consumo energético casi nulo (Directiva 2010/31/UE,
2010). Entre las medidas imprescindibles para lograr una mayor sostenibilidad se
encuentra la potenciación al máximo de la eficiencia energética. Se debe trabajar en la
inercia térmica, superando las construcciones funcionales ajenas al entorno y
favoreciendo el almacenamiento de calor con zonas soleadas orientadas al sur
además de blindar toda pérdida de calor indeseada. En aquellas construcciones en
que sea posible (viviendas, comercios…) la energía que se consuma debe proceder
de fuentes renovables. No hay que menospreciar la capacidad de la generación in situ,
cuyas tecnologías mejor desarrolladas son la fotovoltaica y la eólica de pequeño
tamaño. En un futuro otras tecnologías que aun no están en un grado de maduración
suficiente vendrán a sumarse a estas. Para todo ello es preciso que desde las
instituciones se apoye la instalación de estas tecnologías, pues para el usuario los
costes económicos pueden suponer un enorme desincentivo, más como sociedad, es
el coste ecológico el que ha de ser solventado sin mayor dilación.
El consejero de Obras Públicas y Transportes del Gobierno Vasco, Iñaki Arriola,
describe claramente el camino a seguir en la presentación de la Guía de Edificación
Sostenible para la Vivienda en la CAPV:
54
“Resulta primordial promover una arquitectura más ecológica y respetuosa
con el entorno, capaz de construir edificios bioclimáticos que propicien la
eficiencia energética, la gestión sostenible de residuos, el equilibrio
medioambiental y, en definitiva, la adaptación de las intervenciones
urbanísticas al medio en que se realizan” (Gobierno Vasco, 2009).
5.4.
Generación eléctrica distribuida y autoconsumo
Las energías renovables tienen un innegable potencial para romper con las
retrógradas condiciones del mercado energético actual. El caso de la fotovoltaica es
especialmente poderoso. Hay que forzar a las instituciones para que aprueben
políticas que faciliten una red eléctrica con pequeños puntos de producción renovable.
La generación distribuida mediante tecnologías renovables y controlada desde los
municipios es el camino para lograr un modelo energético más sostenible e inclusivo.
Es la forma de minimizar la posibilidad de que las personas se queden sin acceso a la
energía eléctrica por las condiciones de mercado al tiempo que constituye la vía para
lograr economías de escala.
La energía se trata como un bien de mercado y no como una necesidad básica. El
mercado eléctrico en el Estado, al igual que en Europa, ha vivido un proceso de
privatización, consolidándose empresas con gran capacidad para influenciar en las
normativas al respecto y en conclusión, logrando un modelo que genera mayores
beneficios para estas. Sin embargo, el acceso a la energía es indispensable para
desenvolverse en la sociedad dentro de los parámetros de respeto a la dignidad. La
generación renovable distribuida, más allá de las ventajas ambientales, conlleva
beneficios sociales. Tienen la capacidad de introducir mayor competencia en el
mercado energético, permitiendo que los precios respondan a criterios más justos. Un
mercado más plural podría lograr una bajada en el precio de la electricidad (Bermejo,
2017).
5.4.1. Cooperativas Energéticas para la transición
Una forma de búsqueda de la consolidación de un nuevo mercado energético
que gana fuerza de forma espectacular es el cooperativismo. Gracias a la puesta en
marcha de cooperativas que se integran en el mercado energético se da cobertura a
55
proyectos de generación renovable además de alimentar el proceso de acercar a la
población la gestión de la energía como recurso necesario más allá de ser un bien de
mercado. En general estas devienen de grupos de consumidores que tomando
conciencia se unen para formar corporaciones que puedan comercializar energía que
tenga asegurada una procedencia renovable. Son una de las más valiosas
herramientas para lograr un cambio en el modelo energético. Constituyen un ataque al
oligopolio al incluir nuevos operadores en el mercado. Además, la experiencia expone
que cuando estas cooperativas alcanzan una disposición de capital suficiente,
invierten en la instalación de puntos de generación renovable. SOMenergia, nacida en
Girona en 2010 fue la pionera y actualmente tiene más de 36.500 socios y gestiona
54.800 contatos de electricidad. De entonces hasta ahora se ha producido una
explosión del cooperativismo en el Estado. Operan más de una decena de este tipo de
empresas en el Estado y surgen nuevas y nuevos proyectos relacionados con ellas
constantemente.
En Euskadi la cooperativa de mayor tamaño es GOIENER, con alrededor de 7.080
socios gestiona más de 8.580 contratos. En el haber de esta empresa está la lucha por
la soberanía energética teniendo como referencia ámbitos geográficos de pequeña
escala, por lo que centra su actividad en la CAE y Navarra. Además de comprar
energía eléctrica de procedencia renovable para la comercialización entre sus socios,
ejerce un papel colaborador, sirviendo de comprador para otros proyectos
cooperativos de menor tamaño que aún no pueden acceder al mercado primario de la
electricidad.
5.4.2. Lucha contra la pobreza energética
La
generación
distribuida
renovable
junto
con
la
popularización
y
democratización del mercado de la energía constituyen una forma de atacar la
creciente problemática que de la pobreza energética. La Asociación de Ciencias
Ambientales (ACA) describe que un hogar o una familia se encuentran en este tipo de
pobreza “cuando es incapaz de pagar una cantidad de servicios de la energía
suficiente para la satisfacción de sus necesidades domésticas y/o cuando se ve
obligado a destinar una parte excesiva de sus ingresos a pagar la factura energética
de su vivienda” (ACA, 2014). Hay tres elementos fundamentales que intervienen en la
pobreza energética. Por un lado la renta percibida, pero por otro se encuentran dos
elementos más directamente ligados con campos a trabajar de cara a una transición
energética, la calidad y eficiencia de las viviendas y el precio de la energía.
56
Existen ejemplos interesantes de reversión del proceso de privatización del mercado
eléctrico, en Alemania por ejemplo entre 2007 y 2012 un total de 230 empresas de
servicios energéticos pasaron de manos privadas a ser gestionadas municipalmente
(Bermejo, 2017). Las redes inteligentes o smart grids permiten controlar las
necesidades del sector, junto con el desarrollo de las renovables que se ha producido
en el país germano han facilitado el proceso de municipalización. Una ventaja de estas
redes de producción y distribución de escala municipal es que permiten una mayor
implicación de la ciudadanía a la hora de tomar decisiones.
Crear empresas municipales para gestionar elementos como el calor, la electricidad y
el gas acercaría la gestión de un bien necesario a la población. Estas empresas
pueden unirse mediante consorcios para evitar que debido a su pequeño tamaño se
vean en desventaja en el mercado. Los ejemplos de municipalización de la energía
observables en el mundo indican que este tipo de empresas invierte más en
renovables que las empresas privadas, por lo que es más fácil consolidar un mix
energético sostenible.
Al estar sujetas tanto a las necesidades como al control público, las empresas
municipales se apresuran más en hacer frente a los impactos. En Estados Unidos,
cuando el huracán Sandy golpeó los servicios energéticos en 2012 las empresas
públicas lograron reestablecer el suministro en apenas un par de días, mientras que
las privadas se demoraron aproximadamente una semana.
6. Conclusión
En el mundo se están produciendo cambios de importancia en cuanto a la
energía. Desde la aceptación de una crisis energética que impone un cambio de
modelo por el agotamiento de los combustibles fósiles hasta la asunción del cambio
climático y la puesta en marcha de medidas urgentes para limitar sus consecuencias.
Las fuentes de energía renovables están viviendo un crecimiento explosivo con visos
de cambiar el panorama, especialmente el aprovechamiento solar aunque sin
menosprecio del resto. La investigación en esta materia es un campo en constante
crecimiento y no cabe duda de que el mundo se dirige hacia una mayor utilización de
la electricidad en detrimento de los combustibles.
Euskadi con un modelo energético más sostenible debería ser:
Muy inferior en su consumo. Abandonando la industria pesada por la producción de
bienes y servicios que sean necesarios para la satisfacción de las necesidades de la
57
población en coherencia con el medio. Con una intensidad energética muy pequeña y
un consumo principalmente eléctrico y renovable. El transporte de ciudadanos dentro
de la CAE se daría en lo posible por medios no motorizados, transporte colectivo
mejorando las conexiones de ferrocarril así como autobuses y vehículos eléctricos.
Las mercancías deben trasladarse a los raíles y a un transporte marítimo. El desarrollo
de la tecnología de hidrógeno es el pilar en el que apoyar un nuevo sistema de
transporte. La edificación debe lograr la máxima eficiencia caminando hacia una
demanda energética y unas emisiones irrisorias, favoreciendo en lo posible la
autogeneración.
Convivir en una economía de escala. Favoreciendo la producción y el consumo de
cercanía. Para lo cual conviene apoyar un sector primario que actúe con medios
adecuados, sin agotar los suelos y siendo menos intenso en el uso de energía.
Sistemas agrícolas integrados en los que el ecosistema se vea como un conjunto
donde todos los elementos se necesitan, evitando el monocultivo y el uso de
agroquímicos derivados de los hidrocarburos. Ganadería ponderada a las necesidades
y a las disposiciones medioambientales así como un sector pesquero responsable. No
se produciría para llenar los mercados a precio asequible sino para satisfacer las
necesidades.
Disponer de una red renovada de generación y transporte de energía. Permitiendo la
generación eléctrica distribuida. Favoreciendo la existencia de multitud de puntos de
generación. Las anteriores apuestas por el Gas Natural han logrado un tejido de
distribución que puede ser utilizado para el hidrógeno renovable, dado que en cierta
proporción este último facilita el movimiento del primero.
Contar con una potente infraestructura de generación renovable de aquellas formas
que tienen capacidad real de funcionar en Euskadi. Con eólica of shore flotante y
habiendo desarrollado y madurado el aprovechamiento de las olas sin menosprecio de
los sistemas de pequeño tamaño aplicables a edificios y centros de consumo.
Toda esta transformación requiere una sociedad implicada, informada y coherente.
Gorka Bueno propuso en 2014 cómo podría ser una Euskadi sostenible. En su opinión,
el consumo energético debería reducirse a la mitad en cuatro décadas, el transporte
se reduciría en un 75% y la industria en un 40%. El sector primario volvería a ser
central para cubrir las necesidades. En ese hipotético futuro, observa “las inversiones
que hubieron de ser realizadas durante la primera década de la transición fueron
58
enormes, y supusieron un gran esfuerzo para la sociedad. Posteriormente, sin
embargo, estas inversiones han sido más que compensadas” (Bueno, G, 2014)
Euskadi de esta forma sería más justa. Con quienes la habitan, pues estaría menos
contaminada y habría dado con la facilitación de lo indispensable desde la cercanía,
tanto alimentos o vestido como calor y electricidad. Mejorando las relaciones
interpersonales favoreciendo el intercambio y la cooperación entre vecinos. Pero
también, muy intensamente, en sus relaciones con el resto del planeta. Reduciendo
las importaciones de elementos en cuya explotación se apisonan las formas de vida de
otras comunidades tanto como los ecosistemas de regiones alejadas destrozando sus
posibilidades vitales y agravando una huella ecológica inmensa.
Actualmente la CAPV invierte una importante suma de capital financiero y humano en
la ayuda al desarrollo de regiones empobrecidas, sin embargo, es el sistema vasco el
que ha de invertirse para permitir que esas zonas dejen de perder. Hay que poner
patas arriba el actual modo de vida. Sólo cambiando aquí se podrá conseguir un mejor
vivir en las regiones que digieren sin quererlo las externalidades negativas del
sobreconsumo local.
59
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