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MOVIMIENTO SINDICAL EN TRANSICIÓN

Introducción La llegada de la democracia despertó distintas "añoranzas" y "sueños" en los trabajadores chilenos, tal como tituló un libro publicado en 1991. 2 Algunos dirigentes sindicales, como los del gremio del Cuero y Calzado, afirmaban que: "los trabajadores teníamos la aspiración, y todavía la tenemos, de recuperar en parte los derechos arrebatados o suspendidos por la dictadura". 3 Ello evidenciaba la latencia del pasado en la memoria de algunos líderes sindica-les en el naciente régimen civil. Aunque otros dirigentes precisaban que esa recu-peración de derechos sería una tarea compleja y que tardaría al menos unos años en lograrse. Por ello, incluso al ver la lentitud y la falta de voluntad para tomar decisiones en su favor, los sindicalistas mantenían su disposición a contribuir con la política gubernamental: "por lo pronto, seguimos apoyando a este Gobierno porque, a pesar de que no lo siento como mío, es el camino para llegar a una democracia con bases sólidas de verdad y justicia y la reconciliación de nuestro pueblo". 4 Cuestión que reflejaba-en cierta medida-el choque entre las expecta-tivas de los trabajadores y la realidad política que enfrentaba el país. Por lo cual, al menos algunos de sus dirigentes, estaban dispuestos a posponer parte de sus reivindicaciones con el fin de consolidar el régimen democrático para luego recu-perar los derechos arrebatados bajo la dictadura de Pinochet.

MOVIMIENTO SINDICAL EN TRANSICIÓN CONFLICTIVIDAD Y CULTURA POLÍTICA SINDICAL EN LA POSTDICTADURA CHILENA (1990-2010) JOSÉ IGNACIO PONCE LÓPEZ 1 Introducción La llegada de la democracia despertó distintas “añoranzas” y “sueños” en los trabajadores chilenos, tal como tituló un libro publicado en 1991.2 Algunos dirigentes sindicales, como los del gremio del Cuero y Calzado, afirmaban que: “los trabajadores teníamos la aspiración, y todavía la tenemos, de recuperar en parte los derechos arrebatados o suspendidos por la dictadura”.3 Ello evidenciaba la latencia del pasado en la memoria de algunos líderes sindicales en el naciente régimen civil. Aunque otros dirigentes precisaban que esa recuperación de derechos sería una tarea compleja y que tardaría al menos unos años en lograrse. Por ello, incluso al ver la lentitud y la falta de voluntad para tomar decisiones en su favor, los sindicalistas mantenían su disposición a contribuir con la política gubernamental: “por lo pronto, seguimos apoyando a este Gobierno porque, a pesar de que no lo siento como mío, es el camino para llegar a una democracia con bases sólidas de verdad y justicia y la reconciliación de nuestro pueblo”.4 Cuestión que reflejaba –en cierta medida– el choque entre las expectativas de los trabajadores y la realidad política que enfrentaba el país. Por lo cual, al menos algunos de sus dirigentes, estaban dispuestos a posponer parte de sus reivindicaciones con el fin de consolidar el régimen democrático para luego recuperar los derechos arrebatados bajo la dictadura de Pinochet. 1. Doctor © en Historia, Universidad de Santiago de Chile. Becario pcha Conicyt. 2. Echeverría, Fernando y Rojas H., Jorge, Añoranzas, sueños y realidades, sur, Santiago, 1992. 3. Ibíd, p. 36. La frase es de Manuel Jiménez, por entonces también era miembro ejecutivo del Comité Ejecutivo de la cut y militante del Partido Socialista. 4. Ibíd, p. 70. Palabras del dirigente portuario de Arica, Luis Cortez. 311 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 312 Sin embargo, con el correr de los años, distintos sectores laborales, que estuvieron inicialmente dispuestos a apoyar al gobierno, fueron perdiendo la paciencia e impulsaron importantes movilizaciones sindicales. Así, tal como sostuvo la esposa de un obrero de la minería del carbón, en los sectores de trabajadores y trabajadoras se empezó a concluir que: “si miramos atrás Aylwin fue un gobierno que no hizo nada, tenía la garantía de excusarse, de decir que era un gobierno de transición, estábamos saliendo de la dictadura, teníamos que normalizar el país, ya 4 años, pero después llegó Frei y Lagos y seguimos en transición cerrando empresas y nada”. Situación que trató de ser explicada por los militantes de partidos históricamente vinculados al mundo obrero, tal como relató otra esposa de un minero: “yo tuve una conversación con un dirigente del Partido Socialista cuando se cerraron las minas de Schwager, el año ‘94, le dije mira lo que está pasando, el gobierno, la gente tantas ilusiones, le expliqué como dueña de casa lo que yo pensaba. Y él me dice: ‘mira, tú tienes que tener bien claro, que aquí ya no existe la lucha de clases, el campesinado, el obrero… está obsoleto’”.5 Estas diferentes perspectivas entre las expectativas de los integrantes de la clase trabajadora y los análisis de los partidos políticos, daba cuenta de los desacoples que se estaban experimentando durante la “transición” chilena en el histórico vínculo entre organizaciones políticas y movimiento sindical. De allí que, en el caso de los trabajadores organizados, la esperanza inicial, dio paso al desencanto y, a partir de experiencias como la antes relatada, a sentirse defraudados. Por esto, no fue extraño que en un espacio donde se daban estas situaciones, como en la minería del carbón, se desarrollaran importantes, simbólicas e incluso trágicas movilizaciones sindicales. Porque, en definitiva, al ver un distanciamiento de la coalición de gobierno de las promesas de cambio laboral, los sindicalistas tenían la posibilidad de mantenerse pasivos esperando que en algún momento se hicieran estas transformaciones, o recurrir a la movilización. Algunos optaron por la primera, mientras otros retomaron la histórica disposición a la acción y la confrontación del movimiento sindical chileno. En este marco, a contrapelo de aquellas corrientes que han tendido a ver al sindicalismo en una crisis permanente desde los ‘90 hasta la actualidad, se puede evidenciar que este se trató de acomodar y adaptar al contexto postdictatorial. Por ello, distintos sectores sindicales se movilizaron bajo los gobiernos de la Concertación, a pesar de mantenerse los pilares de la legislación laboral dictatorial, expandirse las lógicas neoliberales en el esquema productivo (terciarización de la 5. Sandoval, Carlos, De Subterra a Subsole: El fin de un ciclo, Santiago: Quimantú, 2011, pp. 121-122. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) economía y tercerización de la producción) nacional, existir un ambiente cultural adverso para las identificaciones clasistas y una posición de los partidos políticos proclives al consenso social y alejados de los postulados de antaño. En este marco, si en un primer momento (1990-1993) se retomaron algunos aspectos de su cultura política sindical más cercanos al diálogo con la empresa y la acción al interior de la institucionalidad, dándose una hegemonía de la estrategia sindical de “concertación social”; determinados sectores importantes en el nuevo perfil económico, al ver sus demandas postergadas, impulsaron diferentes movilizaciones y actuaron más allá de la ley, permitiendo el posicionamiento de una estrategia confrontacional-clasista, que enfatizaba en otros aspectos de la cultura política sindical chilena. De allí que se haya desplegado un agitado ciclo de luchas laborales entre 1994 y 1998, el cual trajo un cambio en las correlaciones de fuerzas entre estas dos tendencias que tensionaron al campo sindical, permitiendo una ofensiva de los sectores que promovían un activismo confrontacional-clasista, pero sin diluir toda la influencia de aquellos proclives a la concertación social. Estas disputas político-sindicales, sumadas a las reconversiones laborales por el avance del neoliberalismo, la expansión de relaciones de trabajo “flexibles” (temporales e informales), un contexto que promovía las identidades de clase media y la “crisis asiática” generaron un declive de la conflictividad y la acción sindical, que se extendió entre 1998-2003. Aunque se dieron algunas luchas de trabajadores, estas en general fueron derrotadas, incluyendo privatizaciones y cierres de fuentes de trabajo. No obstante, durante esos años los dirigentes sindicales y partidos políticos intentaron repensar el papel de los trabajadores en el nuevo escenario, lo cual contribuyó a generar diagnósticos sobre el neoliberalismo, las nuevas realidades sociales y laborales, y perspectivar nuevas estrategias sindicales. Ello condujo a la diversificación de estas, moviéndose en posiciones que oscilaban entre un sindicalismo de diálogo social; otra que enfatizaba una apuesta socio-política pero sin perder la disposición al diálogo; mientras que otra coincidía con ese horizonte socio-político pero con un énfasis anti-neoliberal; y otra, mucho menos influyente, buscó crear colectivos de trabajadores como alternativa al sindicalismo tradicional. Estas estrategias, si bien estuvieron en tensión, también permitieron reconocer los nuevos tipos de trabajadores que emergían en el neoliberalismo criollo, particularmente los subcontratados, y se volcaron a organizarlos. Así, los trabajadores subcontratados de áreas estratégicas de la economía nacional se sumaron a otros sectores que se habían mantenidos activos desde los años anteriores, generando un ciclo de revitalización sindical entre el 2003 y 2009, que tuvo su momento más álgido el 2007 y reposicionó coyunturalmente a los trabajadores organizados como actores importantes en el escenario político nacional. 313 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 314 Como se verá en este artículo y a modo de hipótesis, sostenemos que esta revitalización sindical, a pesar de ostentar características emergentes y situarse en nuevos tipos de trabajadores, mantuvo distintos aspectos de largo plazo del sindicalismo nacional, conformando una serie de prácticas y subjetividades que mezclaron rasgos novedosos como otros tradicionales. De esta manera, la cultura política sindical chilena sobrevivió, aunque con cambios y nuevos énfasis, tratando de acomodarse y adaptarse a la postdictadura. Esto lo argumentaremos abordando la trayectoria de la acción sindical en postdictadura en el marco de procesos de más largo plazo. Por ello, analizamos cuatro dimensiones y procesos: a) el desarrollo de la cultura política sindical chilena hasta 1973; b) las transformaciones económicas, políticas y laborales experimentadas desde 1973 hasta 1990 y su impacto en esa cultura política sindical; c) la forma en que esta se trató de adaptar en la postdictadura, viendo algunas tendencias laborales y sindicales a nivel general; y d) cómo se manifestó también en distintos ciclos de movilización y el desarrollo de diferentes estrategias sindicales para reposicionar a las organizaciones de trabajadores como protagonistas del escenario político-social del país. Todo lo cual abordaremos a través bibliografía sobre el movimiento de trabajadores chileno y algunas fuentes primarias de una investigación en curso. La cultura política sindical chilena antes del golpe En el imaginario nacional se ha tendido a caracterizar al movimiento sindical chileno que actuó entre 1930 y 1973, como vigoroso, organizado y con una alta capacidad de intervención política. Sin embargo, tanto investigaciones recientes como diversos datos tienden a matizar esta mirada y restringir estos rasgos solo al periodo inmediatamente previo al gobierno de la Unidad Popular hasta el golpe de Estado que le puso fin.6 Como puede verse en el Gráfico 1, la tasa de afiliación sindical contemplada dentro de la ley, al menos hasta 1967, se movió en torno al 10% y 18%, experimentando distintas oscilaciones que solo fueron revertidas por un sistemático crecimiento desde la segunda mitad del gobierno de Eduardo Frei Montalva y, sobre todo, bajo el mandato de Salvador Allende. 6. Entre estas, véase a Gaudichaud, Franck, “’Construyendo Poder Popular’. La cut, el movimiento sindical y las luchas obreras en el periodo de la Unidad Popular”, en Julio Pinto, Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular, lom Ediciones, Santiago, 2004. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) gráfico 1 7 PORCENTAJE DE AFILIADOS A SINDICATOS EN RELACIÓN A LA POBLACIÓN TOTAL OCUPADA 1933-1973 315 Y, aunque el activismo sindical en torno a las huelgas siguió un derrotero similar, también muvestra que el desarrollo de las movilizaciones “extra-legales” fueron un aspecto cada vez más relevante en la experiencia socio-política de los trabajadores chilenos durante este periodo. Cuestión que se corrobora a partir de los trabajadores comprometidos (t.c.) en conflictos “extra-legales”:8 7. Fuente: Elaboración en base a Anuarios estadísticos (1950-1960); Angell, Alan, Partidos políticos y movimiento obrero en Chile, Ediciones Era, Ciudad de México, 1974. Se debe precisar que si se comparan los sindicalizados solo con la población asalariada, la proporción aumenta entre un 2% y 3%. 8. Acá, a diferencia de lo planteado por los organismos institucionales, tomamos la noción de “huelga extra-legal”, al igual que lo hacen otros autores. Pérez, Domingo; Medel, Rodrigo y Velásquez, Diego, “Radiografía de las huelgas laborales en el Chile del neoliberalismo democrático (1990-2015): masividad del conflicto por fuera de la ley en un sindicalismo desbalanceado”, en José Ponce, Camilo Santibáñez y Julio Pinto, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017. transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. gráfico 2 9 TIPOS DE HUELGAS EN CHILE 1932-1969 316 gráfico 3 10 TRABAJADORES COMPROMETIDOS EN HUELGAS EN CHILE 1947-1969 9. 10. Fuente: Idem. Fuente: ver nota a pie de página 6. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) Estos aspectos daban cuenta, entre otras cosas, de un marco institucional que limitaba la acción sindical al contextualizarse en el esquema productivo chileno. De esta manera, no solo los afectaba la división que se establecía por ley entre los asalariados (industriales y profesionales), sino que también la condición de formar sindicatos en industrias con un mínimo de 25 trabajadores, lo cual impidió que al menos un cuarto (entre 70.000 y 110.000) de asalariados fabriles se pudieran organizar.11 A esto se debían sumar la prohibición de negociar por sector productivo, el estricto control de los ingresos de los sindicatos, impidiéndoles financiar huelgas y dirigentes a tiempo completo, además de negarles su politización. Situación que era más dura en los trabajadores estatales, que representaban entre un 13% y un 16% de los empleados, y que tenían explícitamente prohibido constituir sindicatos; y en los trabajadores agrícolas, que bordearon entre el 20% al 30% de los ocupados, y que por distintas vías tenían obstaculizado de facto formar sindicatos, cuestión que solo cambió en 1967.12 De esta forma, en la práctica, entre 1930 y 1973 cerca de un 50% de la población ocupada estuvo impedida “estructuralmente” de ejercer su derecho a sindicalizarse. Esto explica, desde nuestra perspectiva, en buena medida el bajo nivel de sindicalización legal, alta fragmentación y heterogeneidad que se mantuvieron en el periodo.13 En torno a esta tensión estructurante se fue delineando la cultura política sindical chilena. Según Rolando Álvarez, esta se caracterizó por: estar enraizada principalmente en torno a los espacios industriales (y mineros, podríamos agregar); tener una fuerte identidad clasista; imbricarse con los procesos sociales y políticos democratizadores vividos en el país; teniendo una estrecha vinculación con los partidos, especialmente de izquierda; siendo esta mediación lo que permitió al movimiento sindical relacionarse con el Estado, pero sin perder su “autonomía” respecto a este, dotándolo de cierta capacidad negociadora para hacer valer tanto sus demandas económico-corporativas como políticas, logrando importantes momentos de cohesión sindical, aunque sin soslayar la pluralidad de tendencias que convivían en su seno.14 A lo anterior cabe agregar otro aspecto: la disposición a la acción por fuera de la ley. Esto porque, a pesar de las limitaciones que le imponía la legislación al 11. Información en base a los datos en Aranda, Sergio y Martínez, Alberto, La industria y la agricultura en el desarrollo económico chileno¸ Instituto de Economía y Planificación y Departamento de Sociología, Universidad de Chile, Santiago, 1970. 12. Barría, Jorge, Las relaciones colectivas de trabajo en Chile, insora, Santiago, 1967. 13. Gaudichaud, Franck, “Construyendo… op. cit. 14. Álvarez, Rolando, “¿Represión o integración? La política sindical del régimen militar. 1973-1980” en Historia, n° 43, Vol. ii, julio-diciembre, Universidad Católica de Chile, 2010, pp. 325-355. 317 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 318 sindicalismo chileno, este desarrolló una serie de prácticas que la desbordaban. Además del creciente despliegue de las huelgas “extra-legales”,15 evidenciadas en los Gráficos 2 y 3, se debe mencionar que los empleados fiscales desplegaron de facto sus organizaciones sindicales (anef) e implementaron un mecanismo de negociación colectiva, que como pocas, adquirió un carácter sectorial.16 Por su parte, más allá de los obstáculos que tenían, también los trabajadores del campo generaron organizaciones antes de la reforma de 1967, fuera bajo la figura de sindicatos profesionales o industriales, junto a mecanismos de presión para instalar sus demandas, mediante huelgas o pliegos de petición.17 Por su parte, los obreros industriales de empresas con menos de 25 trabajadores formaron “comités” para presentar sus reivindicaciones y negociar en la práctica con sus empresas.18 Ahora bien, esto no quería decir que la disposición a la acción sindical se basara en una clara postura beligerante hacia la patronal. A comienzos de la década de mayor actividad sindical, una investigación encuestó a varios dirigentes de sindicatos base del país, tratando de dar cuenta de su pensamiento.19 Estos no consideraban necesariamente malas las relaciones con los empresarios, aunque se planteaba que estos últimos no tenían mucha voluntad para pagar mejores salarios o preocuparse por el bienestar obrero. En la misma investigación, paradójicamente, los más cercanos aliados del sindicalismo eran vistos como el principal obstáculo para superar la situación crítica que decían pasar: la politización de los partidos y el descuido de las Centrales o Federaciones sindicales. De esta manera, no solo la poca voluntad de la patronal, sino que también la exacerbada influencia de los partidos 15. Thielemann, Luis, “La rudeza pagana: sobre la radicalización del movimiento obrero en los largos, 1957-1970” en Revista Izquierdas, n° 44, junio 2018, Universidad de San Petesburgo. 16. Legalmente, solo los trabajadores de la gran minería del Cobre, tras un acuerdo en 1951, y los trabajadores del Gremio del Cuero y Calzado pudieron desarrollar la negociación sectorial. 17. Loveman, Brian, Antecedentes para el estudio del Movimiento Campesino Chileno: Pliego de Peticiones, Huelgas y Sindicatos Agrícolas, 1932-1966, Tomo i¸ icira, Santiago, 1971. En una línea similar, pero analizando a este sector y sus vínculos con organizaciones partidarias, se puede ver: Acevedo, Nicolás, Un fantasma recorre el campo. Comunismo y politización campesina, 1935-1948, América en Movimiento, Valparaíso, 2017. 18. Barría, Jorge, Las relaciones colectivas… op. cit. 19. Landsberger, Henry; Barrera, Manuel y Toro, Abel, El pensamiento del dirigente sindical chileno. Un informe preliminar¸ insora, Santiago, 1963. Se debe precisar, eso sí, que estas encuestas solo se referían a los dirigentes de sindicatos, sin incluir a las otras diversas organizaciones “por fuera de la ley”. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) provocaban la débil influencia que decían tener los dirigentes sindicales en la economía y política nacional, en comparación a los empresarios. Esto último, por otro lado, daba cuenta de la valoración de la noción de “autonomía” sindical respecto a los empresarios, el Estado y los partidos, que estaba presente en el movimiento obrero chileno, que por entonces era pregonada por insignes dirigentes, tales como Clotario Blest.20 Con todo, al parecer el carácter de “autónomo” con el que se ha caracterizado al sindicalismo chileno21 convivió tanto con prácticas de confrontación como de negociación con la patronal. Por lo que, en vez de ver una dicotomía entre subordinación o independencia, esto deba mirarse como dos polaridades dentro de un continuum de prácticas y subjetividades –a veces contradictorias– en la cultura política sindical, de la cual se utilizaban –dependiendo del contexto y finalidad– distintos aspectos de ese repertorio de acción. Por ello, hasta los primeros años del gobierno de Eduardo Frei Montalva no se vislumbraba una radicalización sustantiva del movimiento obrero. En efecto, si bien se pueden rescatar algunas experiencias particulares de acción obrera más confrontacional, es recién a partir de 1967 cuando comenzó un periodo de mayor algidez. Como se puede apreciar en los gráficos anteriores, la sindicalización, las huelgas y los trabajadores comprometidos en estas tuvieron un alza significativa recién en el bienio 1966-1967, destacando principalmente las movilizaciones por fuera de la ley. De todas maneras, las formas más beligerantes de acción obrera, como eran las tomas de fábricas, apenas ocurrieron en cinco ocasiones en 1968. Por lo mismo, creemos que hasta ese momento aún la politización de los obreros se daba con prácticas que desbordaban la ley, pero que no apuntaban a una confrontación radical de la institucionalidad y mucho menos a su ruptura violenta. A pesar que entre los dirigentes sindicales imperaba una perspectiva de cambio social total o parcial, las acciones “más allá de la ley”, tal como ha señalado Alan Angell, se daban muchas veces por el engorroso procedimiento para desarrollar una huelga legal y lo extenuante de su ritmo para lograr sus objetivos.22 Más aún, estas prácticas muchas veces buscaban el cumplimiento de los acuerdos alcanzados previamente con los patrones. A esto, cabe agregar, que desde 1965 el gobierno demócrata-cristiano, al menos discursivamente y en la promoción de algunas leyes, tuvo mayor simpatía hacia la sindicalización, en particular en el campo y con los empleados fiscales. Empero, con el correr del tiempo mostró su 20. Orellana, Paola, Clotario Blest en la cUT. Por la democracia de los trabajadores, América en Movimiento, 2018. 21. Zapata, Francisco, Autonomía o subordinación en el sindicalismo latinoamericano, Fondo de Cultura Económica, México, 1993. 22. Angell, Alan, Partidos políticos… op. cit. 319 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 320 inclinación represiva hacia los trabajadores, generando recelo entre estos y empujándolos a posiciones más radicales, particularmente entre los jóvenes que hacían sus primeras experiencias laborales y sindicales.23 Por lo mismo, fue recién en 1970 cuando las tomas de fábricas alcanzaron un número significativo, llegando a las 133, sobrepasando sustantivamente las 24 realizadas en 1969. Y, mientras se desataba esta conflictividad, entre organización, represión estatal-empresarial y prácticas de solidaridad obrera se iban enmarcando en una perspectiva clasista las distintas luchas sociales, particularmente de los trabajadores, generando un acervo que podía desenvolverse durante el gobierno de Salvador Allende. De tal modo, fue recién durante los cortos años de la Unidad Popular cuando se expandieron las prácticas más radicales del movimiento de trabajadores. La llegada del “compañero presidente” a La Moneda y sus promesas de campaña, motivaron la acción obrera “desde abajo” para el cumplimiento del programa, sobre todo tras los intentos de boicot y lucha callejera impulsados desde la oposición social y política al gobierno. Durante estos años la sindicalización alcanzó vertiginosamente niveles records, superando el 30% de los ocupados, las huelgas legales se redujeron a un 3% del total y las tomas de fábrica se desplegaron en distintos puntos del país. Esto último tuvo como una de sus expresiones más novedosas los llamados cordones industriales, que evidenciaron la disruptiva, acelerada pero oscilante radicalización política obrera vivida entre 1972 y 1973. A diferencia del periodo anterior, en los tres años del gobierno popular no solo se dio una radicalización de forma, sino que también de fondo en el movimiento obrero, ya que en torno a los cordones además de acciones beligerantes con el orden capitalista, se trató de implementar una forma de autogestión clasista de las fábricas y sus territorios, fuera en complemento y/o tensión con las políticas impulsadas desde el gobierno popular.24 La profundidad de esto provocó que no solo entrara en crisis el aparato estatal en medio de una encarnizada lucha de clases, sino que también las mismas estructuras organizativas de los trabajadores, fueran políticas o sindicales. Tanto los lineamientos del gobierno, los partidos, la cut, las Federaciones y Confederaciones de trabajadores fueron cuestionados por sus bases obreras hacia 1973. Estas impugnaciones no buscaron siempre ayudar o hacer avanzar al gobierno en sus políticas, sino que a veces se hicieron para resistir estatización de empresas o por el mero hecho de mejorar las condiciones salariales de algunos trabajadores, siendo varias funcionales a la “guerrilla de paros” 23. Thielemann, Luis, “La rudeza… op. cit.; Winn, Peter, Tejedores de la revolución. Los trabajadores de Yarur y la revolución chilena, lom Ediciones, Santiago, 2004. 24. Gaudichaud, Franck, Mil días que estremecieron al mundo. Poder popular, cordones industriales y socialismo durante el gobierno de Salvador Allende, lom Ediciones, Santiago, 2016. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) contra la Unidad Popular.25 Por esto, la radicalización y politización del movimiento sindical entró en tensión con su supuesta “autonomía”, fuera respecto a los partidos, el Estado o la patronal. De allí que, aun cuando la Unidad Popular no pretendió controlar y homogeneizar al sindicalismo chileno a su alero, siendo criticada por sectores más a la izquierda por permitir la participación de la dc o el pr en la cut, la necesidad de una estrategia revolucionaria institucional altamente planificada no se acopló de manera adecuada con la independencia pregonada por varios años al interior del movimiento obrero chileno. Esto porque la “autonomía sindical” era entendida desde distintos ángulos: algunos la concebían como independencia de clase respecto a los empresarios, otros en relación al Estado, otros en torno a los partidos, y otros hacia el conjunto de estos actores. En esta lógica, algunos entendieron la contribución al proyecto popular desde la autonomía obrera en torno a un proyecto de clase articulado a la up, otros como el desarrollo de una autogestión “desde abajo” de las fábricas, otros como resistencia a las políticas de intervención y estatización del gobierno, y otros como simple necesidad de frenar la extrema radicalización y politización a la que había llegado la sociedad chilena. En resumen, no solo el movimiento obrero alcanzó una notoria identificación clasista y un desarrollo sindical unitario y relevancia política, con avances y retrocesos entre 1930 y 1973, sino que también desplegó un repertorio de acciones que articulaban prácticas dentro y fuera de la ley para instalar sus demandas, develando que la disposición al desborde de la institucionalidad era uno de los principales vectores de su praxis. Esto, a su vez, venía complementado con un discurso de “autonomía” que era entendido desde distintos ángulos, que en algunos momentos fortalecía la acción sindical unitaria, mientras que, 25. Aunque esto no ha sido estudiado de forma sistemática, existen varios casos aislados analizados. Por ejemplo, Lira, Robinson, “Un modelo de relaciones industriales y orientación sindical. El caso de la Refinería de Azúcar de Viña del Mar, 1930-1973”, en Proposiciones, Santiago, sur Ediciones, 1996; La Rosa, Edgardo, “Los trabajadores del papel y su rechazo a la estatización de la Industria Papelera durante la Unidad Popular: Testimonios sobre la identidad, el sindicalismo y la sociabilidad obrera. Puente Alto (1920-1973)”, Tesis para optar al grado de Licenciado en Historia, Universidad Academia de Humanismo Cristiano, Santiago, 2010. Quizás la movilización “anti-UP” más emblemática sea la de una sección (Rancagua) de codelco durante 1973. Un ensayo analítico-testimonial de Bitar, Sergio y Pizarro, Crisóstomo, La caida de Allende y la huelga de El Teniente, Ediciones Ornitorrinco, Santiago, 1986; y un trabajo de corte sociológico en Francisco Zapata, “Las relaciones entre el movimiento obrero y el gobiernode Salvador Allende” en Cuadernos del cEs, nº 4, Centro de Estudios Sociológicos El Colegio de México, México, 1974. 321 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. en otros, cuando se intensificó el conflicto de clases, si bien puso en tensión al Estado capitalista, también puso en jaque las propias estructuras organizativa de los trabajadores. De tal modo, la cultura política sindical chilena podía tener puntos en común, pero también era heterogénea y no pocas veces contradictoria. ¿Qué ocurriría con esta cultura política sindical bajo la dura represión implementada por la dictadura cívico-militar iniciada en 1973? La Dictadura cívico-militar neoliberal y la cultura política sindical chilena (1973-1990) 322 Es un consenso historiográfico que la dictadura militar impactó de forma sustantiva en la sociedad chilena y, en particular, a la clase trabajadora. Esquemáticamente, los casi diecisiete años en que Pinochet dirigió los destinos del país se pueden resumir en tres grandes cambios: la desarticulación de los sujetos mesocráticos y populares que venían bregando por reformas estructurales “democratizantes”;26 tras esta “contrarrevolución” vino una “revolución capitalista” de corte neoliberal, empujada por el empresariado, la derecha y los militares;27 luego de la cual se buscó consolidar estas transformaciones, a través de una nueva institucionalidad política.28 Esto fue un proceso complejo que redibujó las relaciones sociales del país en general y las económico-laborales en particular. De esta manera, la fuerza de los trabajadores organizados no se vio solo maniatada por la represión, la exoneración, exilio y cooptación de los dirigentes sindicales, sino que también por la verdadera refundación de las relaciones laborales al calor de las políticas de inspiración “neoliberal”. Buscando depurar a los trabajadores del “cáncer marxista”, tras el golpe de Estado fueron declaradas ilegales la cut e intervenidas las Federaciones, Confederaciones y sindicatos de base, y mientras algunos dirigentes eran perseguidos por los organismos represivos del Estado, otros –más vinculados con la izquierda– eran hechos 26. Corvalán M., Luis, Del anticapitalismo al neoliberalismo en Chile. Izquierda, centro y derecha entre la lucha por los proyectos globales, 1950-2000, Sudamericana, Santiago, 2002. 27. Moulian, Tomás, Chile Actual. Anatomía de un mito, lom Ediciones, Santiago, 1997; Garate, Manuel, La Revolución Capitalista en Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago, 2012; Valdivia, Verónica; Álvarez, Rolando y Donoso, Karen, La alcaldización de la política. Los municipios en la dictadura de Pinochet, lom Ediciones, Santiago, 2013. 28. Corvalán, Luis, Del anticapitlismo… op. cit.; Valdivia, Verónica; Álvarez, Rolando y Donoso, Karen, La alcadización de… op. cit. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) desaparecer. La represión dirigida a los trabajadores fue elocuente: desaparecidos habrían sido cerca de 2.279 asalariados de distintas áreas, mientras que 13.887 fueron torturados y prisioneros políticos durante el régimen de Pinochet.29 En paralelo, con el objetivo de construir una base social propia en el mundo sindical, la dictadura intentó cooptar a dirigentes contrarios a la Unidad Popular, para luego de fracasar en esto, tratar de forjar una nueva corriente basada en ideas corporativistas y antipartidistas. Sin embargo, tras este nuevo revés y al emerger un movimiento sindical opositor a finales de los setenta, Pinochet optó por impulsar una legislación laboral de corte neoliberal que mantuviera debilitadas y atomizadas las organizaciones de trabajadoras, siendo tratadas duramente cuando quisieran resistir y desbordar dicha institucionalidad.30 Este nuevo marco legal fue el “Plan Laboral” impulsado por José Piñera en 1979. A los pocos días de su llegada al Ministerio del Trabajo, además de la hegemonía alcanzada por las ideas neoliberales en los funcionarios del régimen hacia esa época,31 la propuesta anunciada por Piñera respondió a la ofensiva iniciada por los dirigentes sindicales opositores a la dictadura y a una serie de acciones obreras sectoriales que se venían extendiendo desde 1976. Estas tuvieron sus puntos más álgidos con las movilizaciones de los mineros del cobre en 1978 y el posterior boicot internacional a la economía chilena apoyado por la central sindical norteamericana afl-cio.32 El anuncio de un nuevo marco jurídico laboral para regular las relaciones de trabajo y frenar las arbitrariedades patronales, permitió finalizar el boicot de la afl-cio. Los 8 decretos constitutivos del “Plan” tuvieron principalmente dos objetivos: debilitar la capacidad negociadora de los trabajadores y desregular el mercado laboral. Si bien reconocía varios tipos de sindicatos, solo podían negociar los de una misma unidad productiva, pero a diferencia del periodo anterior, 29. López, Ana, “El mundo del trabajo entre el disciplinamiento y la resistencia, Chile, 1973-1981” en Procesos. Revista de Historia ecuatoriana, nº 44 (julio-diciembre 2016), pp. 75-101. 30. Álvarez, Rolando, “Represión o integración… op. cit. 31. Valdivia, Verónica, El golpe después del golpe. Leigh versus Pinochet. Chile, 1960-1980, lom Ediciones, Santiago, 2003. 32. Sobre esto véase, Zapata, Francisco, “La acción sindical en la gran minería del cobre ¿Continuidad o ruptura?” en Zapata, Francisco (comp.), Clases sociales y acción obrera en Chile, Colegio de México, México, 1986; Álvarez, Rolando, “Las políticas laborales de la Dictadura Militar. Entre la institucionalización del neoliberalismo y la represión (1979-1989)” en Ponce, José; Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017. 323 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 324 existían una serie de restricciones para las organizaciones con menos de 50 trabajadores, además de pasar a ser voluntaria la afiliación sindical, dar la posibilidad de formar más de un sindicato por empresa, reducir el número de dirigentes por cada organización y limitar el financiamiento de estas solo al aporte de sus socios. A su vez, la negociación colectiva pasó a ser bipartita, sin participación estatal; podían darse varias según la cantidad de organizaciones que existieran en una empresa e incluso se declaró irrenunciable que un trabajador pudiera llegar a un acuerdo individual con el patrón; se mantuvo expresamente prohibida la negociación sectorial; la huelga legal tuvo una serie de limitaciones, entre ellas temporales (máximo 59 días), económicas (descuentos de los días no trabajados) y políticas (contratación de rompe-huelgas y la realización de lockout), cuestiones que la hacían casi inviable; la inexistencia de una “ley de piso de negociación” provocó que cada dos años se volvieran a discutir todos los aspectos del contrato colectivo, sin tener en cuenta necesariamente los derechos laborales obtenidos con anterioridad. Ante el marco represivo y con esta legislación anti-sindical, se allanó el camino para “flexibilizar” el mercado del trabajo, saliendo el Estado de la regulación de las relaciones laborales, permitiendo expandir el control patronal en las empresas.33 Los “buenos resultados” macroeconómicos de las políticas de corte neoliberal, a comienzos de los años ochenta, llevaron a que se hablara del “milagro chileno”, que resaltaba las transformaciones ocurridas después del golpe de Estado, pero obviando sus “costos” y a sus principales “víctimas”: los trabajadores.34 En 1981 se resaltó el descenso de la inflación (de un 1.000% a un 10%), una tasa de crecimiento sostenida (un 6% anual), el aumento y desarrollo de nuevas exportaciones (se cuadruplicaron en relación a 1973), el paso de un déficit a un superávit fiscal (-21% 1973 a +5,5% 1980) y el aumento de los salarios (9% anual), pero sin recordar la brusca caída que habían tenido todos estos índices los años anteriores. Por lo cual, en realidad, este “milagro” apenas era una tibia recuperación económica, particularmente en la realidad que experimentaban los trabajadores, entre ellos el alto desempleo (15%) y una caída de las remuneraciones de un 60%.35 A lo que se deben agregar los enormes costos que sufrieron por la privatización del sistema previsional, de salud, educacional y la privatización de importantes empresas estatales. Aspectos trazados a su vez por el cambio del perfil económico nacional: la relocalización de los sectores productivos en torno al comercio exterior desplazó la importancia que ostentaba el 33. Gárate, Manuel, La revolución… op. cit.; Álvarez, Rolando, “Las políticas laborales de… op. cit. 34. Winn, Peter (ed.), Victims of the Chilean Miracle: Workers and Neoliberalism in the Pinochet Era, 1973-2002, Durham, Duke University Press, 2004 35. Garate, Manuel, La Revolución… op. cit., pp. 223-225. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) mercado interno, con lo que la actividad industrial pasó a un tercer plano, siendo reemplazada por la inversión en la extracción de materias primas (minería, forestal, agricultura, acuicultura, etc.) y por el alza del comercio y los servicios, volviéndose estos dos últimos particularmente relevantes en la generación de puestos de trabajo.36 Por lo anterior, de cara a 1980, la morfología de la clase trabajadora chilena comenzaba a cambiar sustantivamente y a sentar las bases que se proyectarían por las décadas siguientes. Como se puede ver en el Cuadro 1, en términos ocupacionales la clase trabajadora industrial y de la construcción experimentó una brusca caída entre 1971-1982. También se dio un descenso de los obreros de la minería, dando cuenta de los avances tecnológicos que ya empezaban a operar en el sector. Por su parte, los trabajadores del comercio y servicios si bien tuvieron un leve aumento inicial, este se hizo permanente, equiparando durante este periodo a los trabajadores industriales y de la construcción. 325 cuadro 1 37 SIGNIFICACIÓN NUMÉRICA DE LA CLASE OBRERA 1971-1989 (EN PORCENTAJE DE LA PEA NACIONAL Y EN NÚMERO DE PERSONAS) grupo obrero 1971 1980 1982 1986 1987 1988 1989 1,3% 1,2% 0,9% 0,7% 0,7% 0,7% 1% 38.400 46.300 34.100 30.680 33.220 33.400 49.920 25,8% 11,1% 7,5% 10% 11,3% 11,9% 12,7% 762.200 404.100 275.600 426.940 496.120 545.860 593.600 7,4% 12% 10,5% 11,8% 11,6% 12,8% 12,6% 218.700 437.500 386.800 506.800 507.420 582.790 591.320 34,5% 24,4% 18,9% 22,5% 23,8% 25,5% 26,4% 1.019.700 887.900 696.500 964.420 1.036.760 1.162.050 1.234.840 Minería Industria y Construcción Comercio y Servicios Total 36. Gonzalorena, Jorge, El modelo económico chileno: análisis crítico de resultados y perspectivas, Universidad Católica Blas Cañas, Serie de Investigaciones, Santiago, 1998. 37. Fuente: Boccardo, Giorgio, “La clase obrera chilena durante la dictadura (1973-1989): transformaciones en su acción y estructura social”, en Izquierdas, n° Especial 44, junio 2018, p. 66. transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 326 A nivel “molecular” estos cambios se vivieron como un fuerte despojo laboral, fuera por el cierre de empresas, la pérdida de empleos, búsqueda de nuevas estrategias para sobrevivir y para trabajar, o por la represión y persecución política en los espacios laborales y habitacionales. Por lo mismo, cuando el nuevo esquema productivo mostró su enorme vulnerabilidad a los ciclos económicos mundiales, que entraron en crisis en 1982, se agudizó aún más la desigual distribución del ingreso en el país y se disparó el desempleo a cifras récords,38 generándose un panorama propicio para la protesta social. Aunque los trabajadores habían desarrollado varias huelgas entre 1979 y 1981, habían experimentado no solo la fuerte represión de la dictadura, sino que también todos los obstáculos de la nueva legislación para presionar por sus reivindicaciones. Y, si bien habían logrado rearticular distintas plataformas sindicales opositoras al régimen (“El Grupo de los Diez” y la “Coordinadora Nacional Sindical”) y recuperado diferentes dirigencias de base en el marco de la nueva ley, no les alcanzaba para retomar la tenue ofensiva lograda previamente al “Plan Laboral”. De esta manera, la resistencia era defensiva a las políticas dictatoriales, pero al menos movilizaba y permitía acumular de forma semi-clandestina ciertos lazos sindicales39 para cuando se abriera una brecha en el régimen, cuestión que ocurrió el 11 de mayo de 1983. En los primeros meses de 1983 ocurrieron hechos importantes que evidenciaban la sobrevivencia de aspectos de la cultura política sindical chilena. Por un lado, a comienzos de enero se dieron la primera huelga ilegal en el marco de la nueva institucionalidad (Colbún-Machicura), además de otra legal que se extendió por los 59 días que permitía la ley (madeco). Dados los magros resultados de ambas movilizaciones y la dura represión obtenida, se constituyó el Comando Nacional de Solidaridad y Defensa del Trabajo, con el fin de apoyar otras acciones sindicales. A su vez, la Pastoral Obrera de la Iglesia Católica comenzó a denunciar los abusos de la dictadura, mientras también los militantes clandestinos del pc impulsaban distintas protestas. Marco en que los trabajadores del cobre chileno realizaron un congreso nacional, momento en que definieron llamar a un paro y protesta nacional para el 11 de mayo, al que se plegaron la Coordinadora Nacional Sindical y otras organizaciones. Dado que contó con la renuencia de dirigentes vinculados al pdc, del udt, la cepch y la anef, se definió caracterizarla solo como una Protesta Nacional. La convocatoria fue un éxito, evidenciándose el descontento que existía con la situación social y económica en la que estaba el país y con 38. Gárate, Manuel, La revolución… op. cit. 39. López, Ana, “El mundo del… op. cit. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) la dictadura misma. Se iniciaba con esta acción lo que sería conocido como el ciclo de Jornadas de Protestas Nacionales, que se extendería entre 1983 y 1986.40 Si bien las movilizaciones de trabajadores fueron perdiendo centralidad en las protestas y adquirieron más relevancia los actores poblaciones y juveniles, además de los partidos políticos, es bueno preguntarse qué sucedió con la identidad de los sujetos tras este ciclo de movilizaciones contra dictadura. Una encuesta realizada en sectores populares urbanos de Santiago durante 1987, revelaba que a pesar del deterioro laboral y el alto nivel de cesantía en el país, un 35% de los entrevistados se identificaba con la clase obrera y al menos otro 15% como “pueblo”, mientras que solo un 19% lo hacía como “clase media”.41 Identificación de clase que coincidía con la autopercepción que tenía una franja importante de cesantes, trabajadores de empleo mínimo e incluso de pequeños propietarios o cuentapropistas.42 En este sentido, tal como se sostenía al comparar estos resultados con investigaciones similares previas al golpe, se mantenía una alta identificación en torno al trabajo, aunque habían descendido las nociones de “clase obrera” o “proletariado”, pero nunca al bajo nivel alcanzado entre los que se reconocían como “clase media”.43 En síntesis, la autopercepción como clase trabajadora mantenía una cuota importante y mayoritaria en el imaginario colectivo del país. En este sentido, es plausible explicar que la decreciente relevancia de las movilizaciones sindicales en torno a lo laboral no se daba porque había perdido importancia el trabajo en la vida de los asalariados, sino que más bien por otras razones. Más aún, como concluía una encuesta realizada a dirigentes de bases de la capital, durante 1986 todavía se mantenía cierto activismo sindical, que se había desplegado tanto en prácticas legales (huelgas y negociaciones colectivas) como ilegales (huelgas, viandazos, paros totales o de horas extraordinarias, etc.). Volviéndose a legitimar estas últimas por la represión y las malas experiencias de negociación dentro de la legislación dictatorial. Pero, a pesar de la disposición a movilizarse, los dirigentes reconocían la poca participación permanente de sus afiliados. Lo que, sumado al débil apoyo de las estructuras sindicales superiores, explicaban 40. Un análisis en detalle del ciclo de Protestas, en: Bravo, Viviana, Piedras, Barricadas y Cacerolas, Universidad Alberto Hurtado, 2017; y sobre la rearticulación de las organizaciones sindicales, Araya, Rodrigo, Organizaciones sindicales en Chile. De la resistencia a la política de los consensos: 1983-1994, Ediciones Universidad Finis Terrae, Santiago, 2015. 41. Valenzuela, Eduardo, “Identidad y representaciones en el mundo popular”, en Proposiciones, n° 13, sur Ediciones, Santiago, enero-abril 1987, pp. 78-105. 42. Tironi, Eugenio, “Pobladores e integración social” en Proposiciones, n° 14, sur Ediciones, Santiago, 1987, pp. 64-84. 43. Valenzuela, Eduardo, “Identidad y representaciones… op. cit. 327 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 328 la precaria situación de las organizaciones de trabajadores. Con este panorama, tal como aparecía en la mencionada encuesta, los dirigentes sindicales asumieron que sus principales enemigos eran el gobierno y las ff.aa., quedando en un tercer lugar los empresarios.44 Por ello, creemos, que las dificultades que encontraban para mejorar sus condiciones dentro de la ley, la precaria situación de las organizaciones sindicales y la percepción de quienes encarnaban a la dictadura (gobierno y militares) como los principales enemigos de los trabajadores, llevaron a que estos centraran sus esfuerzos de lucha en la recuperación de la democracia y pospusieran la solución de sus reivindicaciones económico-corporativas para un régimen democrático. De allí que, tal como planteaba otra encuesta, gran parte de los entrevistados pretendía que después del plebiscito de 1988 se instalara un gobierno de centro reformista o de izquierda (45%), por sobre uno de derecha (22%).45 De tal manera, a pesar de la represión y las transformaciones estructurales tanto de la economía chilena, la legislación laboral y de la morfología de la clase trabajadora, distintos aspectos de la cultura política sindical sobrevivían en los años que se fraguaba la transición de la dictadura a los gobiernos civiles. Su identificación clasista y una disposición de lucha, tanto dentro como fuera de la ley, su accionar independiente, pero sin perder sus (tensas) relaciones con otros sujetos, para contribuir a los procesos de democratización política, eran aspectos de la acción sindical de los trabajadores que sobrevivían a los casi 17 años de dictadura. Por esto, no es extraño que varios se preguntaran en los últimos años del régimen de Pinochet cómo se desenvolvería la cultura político sindical bajo la transición a la democracia en Chile. Tendencias generales en la acción sindical durante la postdictadura El final de la década de los ’80 estuvo marcado por el recambio institucional de la dictadura cívico-militar a los gobiernos civiles de la Concertación, en el marco del itinerario plebiscitario establecido años antes por Pinochet. Mientras sucedía esto, en 1988 gran parte del movimiento sindical constituyó una nueva Central Unitaria de Trabajadores (c.u.t.). Ello, sumado al triunfó del “no” a Pinochet en octubre de 1988, la realización de elecciones libres en noviembre de 1989 y 44. Albuquerque, Mario y Zúñiga, Víctor, ‘Democracia, Participación, Unidad’. Una mirada a la estrategia sindical desde el sindicato de base, cedal, Santiago, 1987. 45. Echeverría, Fernando, “La Opinión política de los trabajadores” en Proposiciones, n° 16, Santiago, 1988, pp. 62-71. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) la instalación en el gobierno de una coalición de centro-izquierda, integrada por partidos con larga trayectoria sindical como el pdc, ps y el pr, parecía llevar a la realidad las expectativas que tenían por entonces los dirigentes del movimiento de trabajadores chileno.46 Más cuando, tanto durante como después de la campaña, quien fue el primer Presidente electo postdictadura, Patricio Aylwin, se reuniera con los principales dirigentes sindicales y se comprometiera a resolver al menos algunas de las más importantes demandas de los trabajadores del país. ¿Qué ocurrió con la llegada de los gobiernos de la Concertación? Ya que este es uno de los elementos más discutidos por los cientistas sociales durante la última década e imposible de agotar en un artículo, aquí nos remitiremos a establecer algunos elementos sobre el desarrollo económico-laboral que condicionó el devenir de la acción sindical chilena en el periodo. Como han destacado algunos investigadores, en el plano económico y particularmente en el laboral es donde más elementos de continuidad se pueden ver en los gobiernos postdictatoriales.47 Esto se dio porque durante los primeros gobiernos de la Concertación, especialmente bajo el mandato de Patricio Aylwin, se puso como eje la necesidad de asegurar la “gobernabilidad” del país, que en lo económico significó no hacer reformas sustantivas a los lineamientos políticos legados por la dictadura para no entrar en conflicto con las elites económicas.48 Por lo mismo, siguiendo la lógica planteada por Manuel Gárate, la política económica de la Concertación fue similar pero no igual a la aplicada durante la dictadura, caracterizándose ella por: “(1) una centralidad de los equilibrios macroeconómicos, (2) la reducción del papel del Estado en la economía, (3) la primacía del sector privado en la producción, (4) el desequilibro entre capital y trabajo y (5) el apoyo irrestricto a la estrategia exportadora como motor del crecimiento”.49 Uno de los aspectos que 46. Idem. 47. Sobre las reformas y sus balances, pueden verse entre otros: Aravena, Antonio y Núñez, Daniel, “Los Gobiernos de la Concertación y el Sindicalismo en Chile” en Revista Trabajo, Centro de Análisis del Trabajo, UAM-Iztapalapa, Año 5, n° 8, oit, México. pp. 113-130; Frank, Volker, “Políticas sin política: el fracaso de la concertación social en Chile” en Ponce, José; Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017. 48. Para una reflexión “desde adentro” de la política de la Concertación durante el primer gobierno de Aylwin, véase el libro de su Ministro del Interior. Boeninger, Edgardo, Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1997. 49. Gárate, Manuel, La revolución… op. cit., p. 387. 329 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 330 más se destacó para diferenciar ambos periodos, fue la disminución de la “deuda social”, reflejada en un significativo descenso de los altos índices de indigencia y pobreza heredados de la dictadura, pero que se logró vía un gasto fiscal focalizado, sin reformas tributarias o laborales que mejoraran sustantivamente las condiciones de trabajo o la redistribución del ingreso en el país.50 Por esto, tal como han sostenido otros autores, creemos que los gobiernos de la Concertación tuvieron un limitado rasgo progresista, siendo corregidos los aspectos más brutales del neoliberalismo heredado,51 pero volviéndose un sistema más complejo y “avanzado”,52 que en vez de excluir, integró a amplias franjas de la población bajo sus lógicas (el ciudadano credit-card53), pero que a la postre terminó también “madurando” sus contradicciones y “fisurándose” hacia el final de los gobiernos concertacionistas.54 De tal modo, bajo los gobiernos de la Concertación no solo se mantuvieron, sino que se enfatizaron los aspectos del esquema productivo nacional en torno a la exportación de materias primas y la expansión del capital privado en los sectores de servicios y comercio. Por todo esto, se consolidó la transformación en la “morfología” de la clase trabajadora que se venía dando al alero de las políticas de corte neoliberal. Tal como se ve en el Cuadro 2, la clase trabajadora siguió preponderando en comparación a los actores laborales independientes y al empresariado, cayendo solo marginalmente tras la “crisis asiática”, pero se redibujó su composición interna al expandirse su desarrollo en los sectores de servicios y comercio, más que duplicándose estos hacia el último gobierno concertacionista. Mientras que los trabajadores de la industria y la construcción, aunque aumentaron levemente, su incremento fue menor a la tasa de crecimiento del conjunto de los asalariados. Los agrícolas, aun cuando mantuvieron su cantidad, cayeron en proporción al total de trabajadores. 50. Idem. 51. Garretón, Manuel Antonio, Neoliberalismo corregido y progresismo limitado. Los gobiernos de la Concertación en Chile, 1990-2010¸ clacso-arcis, Santiago, 2012. 52. Ruiz, Carlos y Boccardo, Giorgio, Los chilenos bajo el neoliberalismo. Clases y conflicto social. nodo xxi y El desconcierto, Santiago, 2015. 53. Moulian, Tomás, Chile actual… op. cit. 54. Agacino, Rafael, “Hegemonía y contrahegemonía en una contra-revolución neoliberal madura”, Ponencia presentada en el Grupo Clacso Hegemonía y Emancipación, Caracas, 2006. Disponible en: http://www.archivochile.com/ Chile_actual/08_p_ich/chact_piz0004.pdf; y Gaudichaud, Franck, Las fisuras del neoliberalismo chileno. Trabajo, crisis de la democracia tutelada y conflictos de clases, Quimatú y Tiempo Robado Editoras, Santiago, 2015. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) Y, por último, si bien la minería conservó su importancia en la economía nacional, decrecieron los puestos de trabajos vinculados a ella. cuadro 2 55 CLASIFICACIÓN POBLACIÓN OCUPADA 1990 1995 2000 2005 2009 Empresarios 193.550 168.645 170.352 177.888 191.111 Artesanado tradicional 240.758 279.318 311.333 311.304 360.170 Campesinos y colonos pobres 372.938 347.830 328.955 336.716 308.717 Sectores medios independientes 292.686 426.882 469.936 501.898 543.930 Suma No Asalariados (% del Total) 1.099.931 (23,3%) 1.222.674 (23,2%) 1.280.576 (21,8%) 1.327.805 (20,9%) 1.403.927 (19,1%) Sectores medios asalariado 1.114.094 1.391.318 1.556.664 1.836.056 2.183.070 Clase obrera del comercio y los servicios 599.533 690.389 857.634 933.911 1.168.714 Clase obrera minera 47.207 42.161 29.371 25.413 36.752 Clase obrera industrial y de la construcción 571.209 695.659 610.917 692.492 742.391 Asalariados agrícolas 448.470 405.801 422.943 419.307 433.674 Suma Asalariados (% del Total) 2.780.513 (58,9%) 3.225.329 (61,2%) 3.477.528 (59,2%) 3.907.177 (61,5%) 4.564.601 (62,1%) Grupos marginales 566.488 569.176 622.666 660.726 742.391 Cesantes y BTPV (% del Total) 269.082 (5,7%) 247.697 (4,7%) 487.559 (8,3%) 438.366 (6,9%) 632.135 (8,6%) 4.721 5.270 5.874 19.059 7.350 4.720.736 5.270.145 5.874.203 6.353.134 7.350.404 Sin clasificar Total A ello debemos sumar otros fenómenos que fueron transformando la fisonomía de la clase trabajadora. Entre los más destacados está la sustantiva 55. Fuente: Proyección en base a la información dada por Ruiz, Carlos y Boccardo, Giorgio, Los chilenos bajo… op. cit. 331 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 332 expansión del trabajo precarizado desde finales de los ‘90. Si la asalarización había avanzado junto con los nuevos puestos de trabajo, también lo hicieron las distintas formas de contratos temporales (part-time, estacional, a plazo, por faena, etc.), trabajos informales y formas de tercerización laboral (subcontratación y suministro de trabajo). La más extendida y expresiva de estas relaciones laborales fue la subcontratación. Aunque su opacidad contractual y legal limitan su medición durante todo el periodo estudiado, el Ministerio del Trabajo ha estimado que ya entre 1999 y 2004, cerca de un 42,9% y un 50,5% de las empresas subcontrataba respectivamente, proyectando a mediados de la primera década del 2000 que un 35% de la fuerza laboral estaba bajo régimen de subcontratación o suministro de trabajo.56 Otro factor que transformó la fisonomía de la clase trabajadora fue la inclusión generalizada de la mujer en el mercado laboral. La participación femenina en el mundo del trabajo en las últimas décadas pasó de un 30% a un 48,3%.57 Su aumento mayoritario se dio en los sectores comercio y servicio, en los cuales históricamente ha participado. Esta “segregación horizontal” en el mercado laboral, ha provocado la existencia de áreas con una altísima “feminización” (educación, salud, servicios domésticos), y otras con una todavía muy baja participación de mujeres (minería e industria).58 Segregación expresada en desigualdades salariales y labores, pues en aquellas áreas “feminizadas” las remuneraciones son menores que en “masculinizadas”. De todas formas, esta expansión femenina en el trabajo ha estado acompañada de su creciente involucramiento en las organizaciones, pasando su tasa de sindicalización de un 8,2% en 2002 a un 12,7% en 2009.59 Lo que, sin embargo, no ha venido acompañado de una promoción de las mujeres en las organizaciones laborales, 56. Silva, Consuelo, “La Subcontratación en Chile: Aproximación sectorial”, Documento Preparado para el Consejo Asesor Presidencial Trabajo y Equidad, 2007. Disponible en: https://www.researchgate.net/publication/268295239_LA_ SUBCONTRATACION_EN_CHILE_APROXIMACION_SECTORIAL 57. Según estudio de Brega, Carla; Durán, Gonzalo y Sáez, Benjamín, Mujeres trabajando. Una exploración al valor del trabajo y calidad del empleo, Fundación Sol, Santiago, 2015. Disponible en: www.fundacionsol.cl 58. Riquelme, Verónica, Actuaciones y políticas de género en empresas del sector bancario, Departamento de Estudios, Dirección del Trabajo. Santiago, 2013. 59. Riquelme, Verónica y Abarca, Ximena “Participación de las mujeres en el mundo sindical. Los desafíos de género en el nuevo milenio” en Ponce, José; Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) reflejándose que en áreas con una alta feminización (sobre un 65%), solo un 45% de cargos son ocupados por mujeres, siendo generalmente secretarias o tesoreras. El caso del Colegio de Profesores, la principal organización docente del país, es elocuente: con un 73% de profesoras del total de su base afiliada, recién en sus últimas elecciones del directorio nacional (2016) alcanzaron a integrarse 4 mujeres de un total de 11 cargos. Organización que nunca ha tenido a una mujer encabezándola. A nivel general y de base, las tendencias son más agudas: en el país hay 31.859 dirigentes sindicales de base, de esta cifra, 7.781 son mujeres, es decir, de cada cuatro dirigentes hay apenas una mujer (24,4%).60 El peso de estos cambios internos en la clase trabajadora, además de las variaciones en los patrones de consumo,61 han sido ponderados como los efectos más sustantivos para la disolución de la fuerte identidad de clase que había existido en el país al menos hasta los ochenta. Este tema es difícil abordarlo desde el presente, pues existen pocos estudios sistemáticos y significativos entre 1990 y 2010 donde se aplique la categoría de clase trabajadora para medir la autopercepción de los chilenos. En cambio, se masificó el uso de categorías de estratificación social, en base a los ingresos o al consumo, cuestión que llevó a calificar al país como una sociedad de “clase media”, pues a la hora de aplicar encuestas sus resultados arrojaban una abrumadora identificación respecto a este estrato (cerca del 65-70%).62 Esto mostraba un enorme salto en comparación a la baja autopercepción que existía en torno a ella hacia fines de los ‘80, como vimos más arriba. Sin embargo, investigaciones recientes han relevado el débil sustrato material de la idea de “clase media”, la cual se basaría más en construcciones discursivas y, por tanto, ostentando una frágil posición e identidad social en Chile.63 Siguiendo esta lógica, Vicente Espinoza ha cuestionado 60. Idem. 61. Para una síntesis de los debates en torno a las transformaciones capitalistas, el consumo y la cuestión de las “clases medias” en el Chile postdictatorial, véase: Ariztia, Tomás, “Clases medias y consumo: tres claves de lectura desde la sociología” en Polis, Vol. 15, n° 43, Santiago, 2016. 62. En una estratificación entre clase alta, clase media alta, clase media, clase media baja y clase baja. Para esto, pueden verse los diferentes estudios pnud para Chile entre las décadas del ‘90 y ‘2000. 63. Barozet, Emmanuelle y Fierro, Jaime, “La clase media en Chile. Implicancias sociales y política” en Revista Paraguaya de Sociología, Año 51, n° 145, enero-junio de 2014), Paraguay, pp. 147-158. Disponible en: http://repositorio.uchile.cl/bitstream/ handle/2250/143350/La_Clase_Media_en_Chile_Algunas_Implican.pdf?sequence=1&isAllowed=y 333 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 334 la supuestamente masiva identificación de “clase media” en el país, problematizándola a la luz de algunas encuestas aplicadas entre 1998 y 2009, donde se ponía como alternativas las nociones de “clase media” y “clase trabajadora”, bajando la primera a un 35-40% y la segunda moviéndose en torno al 35%.64 Si sumamos a esto último los planteamientos de investigaciones cualitativas que han realzado la importancia de la experiencia del trabajo en las trayectorias e identidades actuales de la sociedad chilena, pero que a diferencia del pasado se viven de forma individualizada y no colectiva,65 podemos sugerir que si bien la identidad de clase trabajadora se debilitó, tanto por el contexto ideológico y político mundial-nacional como por las transformaciones socio-económicas y laborales dadas en el país, mantuvo una proporción relevante y cercana a la que se le puede adjudicar a la “clase media”. Por tanto, no solo por cuestiones ocupacionales-cuantitativas, sino que también subjetivas-cualitativas, la identificación de clase trabajadora, a pesar de lo planteado por algunas teorías, ha mantenido un lugar importante en el imaginario de la sociedad chilena en postdictadura. Sobre este panorama estructural se desenvolvió el movimiento de trabajadores. En primer lugar, como se ve en el Gráfico 4, aunque con el cambio de régimen político se dio un repunte inicial en la afiliación sindical, alcanzando niveles similares a los ostentados en las organizaciones de trabajadores hasta la década de 1950, desde 1993 la tasa de sindicalización tendió a caer al aumentar la cantidad de asalariados, pero que no se integraban o formaban organizaciones laborales, alcanzando su punto más bajo entre 1999-2002, y repuntando levemente en torno al 12%-13% hacia el 2008-2009. En resumen, la sindicalización llegaba solo al nivel de las décadas de 1930 y comienzos de 1960, quedando muy lejos de lo alcanzado hacia 1970. 64. Espinoza, Vicente, “¿Clase media o trabajadores?” en Le Monde Diplomatique, julio 2013, Chile. Disponible en: https://www.lemondediplomatique.cl/article2922,2922.html. El autor hace referencia a las encuestas del Centro de Estudios Pública (cep), en las cuales para el año 1998 un 36% de los encuestados se percibían como clase trabajadora y un 45% en las distintas variantes de clase media (alta/media/baja), mientras el 2000 era un 44% y 35%, y el 2009 eran de 34,7% y 44,1% respectivamente. El muestreo de estas encuestas fue en torno a 1.500 personas. Para las limitaciones de una interpretación apresurada y mecánica en relación a la noción de clase trabajadora a partir de estos datos, pueden verse en: “Entrevista a Vicente Espinoza realizada por Héctor Palomino. Los cambios recientes de la sociedad chilena: ¿clases medias o trabajadores?”, en Revista de Trabajo, Año 10, n° 12, Nueva Época, Argentina, 2014, pp. 175-190. Disponible en: http://www.trabajo.gov.ar/downloads/estadisticas/2014n12_revistaDeTrabajo.pdf 65. Araujo, Kathia y Martuccelli, Danilo, Desafíos comunes. Retrato de la sociedad chilena y sus individuos. Tomo ii. Trabajo, sociabilidad y familias, lom Ediciones, Santiago, 2012. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) gráfico 4 66 PORCENTAJE DE AFILIADOS A SINDICATOS EN RELACIÓN A LA POBLACIÓN TOTAL OCUPADA 1990-2009 335 En segundo lugar y siguiendo una lógica similar, en los primeros años de los gobiernos concertacionistas, aunque los trabajadores tuvieron una disposición al diálogo y a actuar dentro de la legislación vigente, rápidamente desplegaron movilizaciones para conseguir sus reivindicaciones y pronto se movieron por fuera de la ley. A inicios de los ‘90 comenzaron a repuntar las huelgas, pero bajó su cantidad entre 1998 y 2005, para luego reactivarse durante el último gobierno de la Concertación. En este derrotero, conforme pasaban los años y se veía que el sistema no era receptivo a las demandas de los trabajadores, se reactivó la acción huelguística “extra-legal”, que ocupó una proporción cada vez mayor. Su relevancia se puede ver en toda su magnitud al diferenciarse la cantidad de trabajadores involucrados en este tipo de movilizaciones (Gráfico 6). El número abrumadoramente mayoritario de los asalariados que recurrieron a la acción más allá de la ley, refleja dos cuestiones: a) el tipo de trabajadores que estaban protagonizando el nuevo ciclo histórico de conflictividad laboral: los empleados estatales y nuevos trabajadores tercerizados; b) entre estos trabajadores movilizados, habían algunos con larga trayectoria sindical, por lo que la “tradición” de moverse tanto dentro como fuera de la ley se mantenía en la acción sindical, impregnando incluso a los “nuevos” actores laborales del país. 66. Fuente: Elaboración propia en base a Anuarios Estadísticos Dirección del Trabajo (2009). transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. gráfico 5 67 TIPOS DE HUELGAS 1990-2010 336 gráfico 6 68 TRABAJADORES COMPROMETIDOS POR TIPO DE HUELGA 1990-2010 67. Fuente: Elaboración: a partir de los datos entregados facilitados por el Observatorio de Huelgas Laborales del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (coes). 68. Fuente: Idem. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) Vemos pues, que la clase trabajadora chilena ha experimentado varios cambios en su forma en la postdictadura, expandiéndose en el área de servicios y comercio en detrimento de la industria y la construcción, apareciendo nuevas relaciones contractuales e incluyéndose un amplio contingente femenino entre los asalariados. A su vez, transformaciones contextuales y culturales han debilitado la identificación clasista entre los trabajadores, pero sin perder toda su relevancia en el imaginario colectivo. Y si bien la sindicalización es menor a la de 1973, ha estado en márgenes similares a las décadas de 1930 y 1960. Además, se ha retomado oscilantemente la acción sindical y su disposición a expresarla tanto dentro como fuera de la ley. De este modo, aunque sin alcanzar los niveles esperados, el movimiento sindical ha experimentado transformaciones estructurales, pero también la permanencia de algunas tendencias de larga data en su accionar. ¿Cómo se relacionaron estos cambios con el desarrollo más concreto de la conflictividad y las estrategias sindicales en la postdictadura? 337 Conflictos y estrategias sindicales en la postdictadura chilena En torno a estas tendencias generales de la acción sindical es importante tratar de delinear las estrategias que se fueron trazando e interactuando en su interior. A diferencia de otras perspectivas,69 por una opción analítica, las veremos a nivel de interacción de partidos y liderazgos políticos en el seno del sindicalismo 69. Si bien esto se ha analizado, ha sido desde un ángulo de las directrices en la cut y haciendo énfasis en los momentos de hegemonía de estrategias sindicales (viéndose casi como momentos de las estrategias de la clase trabajadora en general), o quienes las han visto como estrategias que coexisten en disputa no se han puesto en relación con el desarrollo de la conflictividad sindical del periodo. Para el primer caso véase Osorio, Sebastián, “De la estrategia concertacionista al sindicalismo de contención. Un balance de la cut en la postdictadura, 1990-2016”, en Ponce, José; Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017; Aguiar, Santiago, “La clase trabajadora en los gobiernos de la Concertación. El ciclo de la hegemonía/dominio de la burguesía y la colaboración de clases: de la subordinación a la crisis de la subordinación”, en Cuadernos de Estudios del Trabajo, n° 22. Disponible en: www.estudiosdeltrabajo.cl. Para el segundo, Rojas, Jorge y Aravena, Antonio, “El mundo sindical y el trabajo asalariado en Chile” en Escobar, Patricio (ed.), Trabajadores y empleo en el Chile de los noventa, lom Ediciones, Santiago, 1999. transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 338 chileno, pero también en relación a la conflictividad desplegada por este último. Esta cuestión es relevante porque, al menos desde mediados de los ochenta, militantes políticos y activistas sindicales habían comenzado a problematizar qué papel debía jugar el movimiento de trabajadores bajo un nuevo régimen democrático.70 Con el transcurso de los años, se fue instalando como interrogante si el movimiento de trabajadores iba a tomar una postura más proclive al diálogo o al conflicto en la naciente “nueva democracia”. Como se ha planteado más arriba y siguiendo a otros autores, durante el último lustro de la dictadura de Pinochet, las principales organizaciones sindicales chilenas centraron su lucha por la democracia y, en cierta medida, postergaron sus reivindicaciones para lograrlas en el desarrollo de esta, por lo que no desactivaron en su totalidad la movilización social.71 Por lo mismo, para los trabajadores organizados su compromiso con la democracia no incluía dejar de exigir sus reivindicacione y menos desactivar la movilización. En tal sentido, no puede considerarse que existiera aún una estrategia de desmovilización sindical completamente clara y hegemónica entre los trabajadores en 1990. Y si algún sector político quería controlar las organizaciones sindicales, debía tener mucho cuidado y sutileza, porque si una enseñanza común decían extraer sobre su pasado reciente los dirigentes de trabajadores, era la necesidad de mantener su “autonomía” y “unidad” como elementos inclaudicables para su desarrollo en el nuevo contexto político.72 Con la llegada de Patricio Aylwin al gobierno se fueron desenvolviendo las estrategias sindicales. Se pueden señalar dos grandes líneas entre las cuales se tensionó el movimiento de trabajadores chilenos. Por un lado, estuvo la impulsada por los partidos y liderazgos sindicales cercanos a la coalición gobernante, conocida como estrategia de “concertación social”. Esta se caracterizó por tener como centralidad contribuir a la consolidación de la democracia en Chile, mostrar al movimiento de trabajadores como actor autónomo pero dispuesto al diálogo con el empresariado, y que desplegara sus prácticas y canalizara sus reivindicaciones dentro del marco institucional vigente. De esta forma, si bien se enfatizaba en algunas dimensiones históricas del movimiento sindical, también se buscaban desincentivar otras, tales como la acción por fuera de la ley, 70. Puede verse un interesante ejercicio de planteamientos, diálogos y debates entre empresarios, intelectuales, asesores sindicales y dirigentes de trabajadores en una recopilación de artículos y ponencias realizadas en un seminario a fines de 1984, en el libro de vv.aa., Concertación social y democracia, Centro de Estudios del Desarrollo, Santiago, 1985. 71. Araya, Rodrigo, Las organizaciones… op. cit. 72. Albuquerque, Mario y Zúñiga, Víctor, ‘Democracia, Participación, Unidad’… op. cit. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) su disposición más confrontacional y su posible politización “extrema”. Por ello, esta apuesta sindical no se legitimaba necesariamente en torno a la trayectoria histórica del movimiento obrero chileno, sino que muchas veces –siguiendo el ambiente de la época– se planteó como un indispensable “nuevo sindicalismo” o “nueva cultura laboral”, que asumía los errores cometidos por los trabajadores en el pasado y que debía adaptarse a las nuevas lógicas del capitalismo.73 Por otro lado, se planteó un sector de la izquierda y del campo sindical –encabezado principalmente por el pc–, que criticaban dicha perspectiva, impulsando una estrategia que podemos denominar “confrontacional-clasista”. Si seguimos la lectura planteada por dicha colectividad, su objetivo también era contribuir al desarrollo democrático del país, pero buscando su profundización. Para esto, se decía, era necesario que la clase obrera no solo fuera una actriz independiente, sino que principal, que conquistara la hegemonía social y perspectivara un proyecto socialista democrático. Aunque no se criticaba el diálogo en sí, planteaba que su desarrollo no rendiría frutos sin movilización decidida contra el empresariado y la derecha. Por esto, vieron la “concertación social” y la desmovilización sindical a la que ella conducía –según esta perspectiva–, como la pérdida de autonomía de la clase trabajadora. Esto, además, daba cuenta del intento por conectar con una de las principales preocupaciones que tenían los sindicalistas al inicio de la transición, utilizándola probablemente como argumento legitimador de esta estrategia sindical. El planteamiento, en definitiva, se fundaba en la necesidad de recuperar los derechos perdidos por los trabajadores bajo la dictadura, conectando la lucha bajo la “nueva democracia” con la tradición y cultura política sindical histórica del país, notándose en gran medida las reminiscencias del pasado y el carácter de resistencia que asumía esta estrategia bajo el nuevo contexto histórico.74 Estas apuestas políticas gozaron de distintos posicionamientos al inicio de la postdictadura. En la cut75 y en las dirigencias de importantes organizaciones como el Colegio de Profesores y la anef, tendió a preponderar la estrategia 73. Una profundización pero sintetizada de estos planteamientos puede verse en Rojas, Jorge y Aravena, Antonio, “El mundo del trabajo… op. cit.; y en Osorio, Sebastián, “De la estrategia… op. cit. 74. Este tema lo hemos desarrollado en profundidad en otro artículo: Ponce, José y Álvarez, Rolando, “¿Comunismo en una era postcomunista? La política sindical del partido comunista de Chile, 1990-2010”, en Revista Nuestra Historia, n° 1, fim, España, 2016. 75. Véase los trabajos de Araya, Rodrigo, Las organizaciones… op. cit. y Osorio, Sebastián, “De la estrategia… op. cit. 339 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 340 de “concertación social” en los primeros años de la “transición” (1990-1993). Esto se evidenció en la canalización institucional de sus reivindicaciones y una general –aunque no permanente– disposición al diálogo, que tuvo como sus hitos más expresivos los Acuerdos Marcos alcanzados entre la cut con los empresarios y el gobierno. Sin embargo, desde algunos sectores laborales se desarrollaron tempranamente distintas movilizaciones: los subcontratados de la minería cuprífera de El Teniente (1990),76 los acereros de Huachipato (1991),77 los mineros de Chuquicamata (1991),78 profesores (1991) y los trabajadores de la Salud agrupados en la fenats (1991 y 1993).79 En varios de estos últimos, aunque no en todos, había cierta influencia de militantes comunistas. Pero más importante que esto, reflejaba que en algunos sectores existía disposición a la movilización sindical impulsada “desde abajo” por los trabajadores, los cuales buscaban mejorar sus condiciones económicas y/o posicionar a la clase como una actriz relevante en el proceso transicional. Esto último tensionaba la estrategia de “concertación social” y abría una brecha para el avance de las propuestas de “confrontacional-clasista”. A esta situación, se sumarían la sistemática negativa empresarial para viabilizar cambios sustantivos a la legislación laboral,80 el compromiso cada vez más tenue del gobierno de Patricio Aylwin con las reivindicaciones de los trabajadores81 y, por ende, los constantes fracasos de los Acuerdos Marcos donde participaban los dirigentes sindicales, principalmente los promotores de la “concertación social”. De tal modo, se fueron erosionando de forma lenta pero permanente los liderazgos sindicales que promovían esta estrategia e, incluso, algunos dirigentes de base de la misma coalición de gobierno comenzaron a cuestionar esta apuesta, 76. Una referencia en Agacino, Rafael; González, Cristián y Rojas, Jorge, Capital transnacional y trabajo. El desarrollo minero en Chile, lom Ediciones, Santiago, 1998. 77. Una reseña general de esta movilización se encuentra en Zapata, Francisco, Historia mínima de: el sindicalismo latinoamericano, Colegio de México, México, 2013; y analizada en un marco más general de los trabajadores de la cap en Chile, en Ayala, Jorge, Historia del movimiento sindical de Huachipato 1979-2013, Escaparate, Concepción, 2016. 78. Zapata, Francisco, Historia mínima de… op. cit. 79. Esto es analizado, desde la perspectiva de la relación entre partidos políticos y este sector, en Álvarez, Rolando, Hijas e hijos de la rebelión. Una historia social y política del Partido Comunista de Chile en postdictadura (1990-2000), Manuscrito Inédito. 80. Álvarez, Rolando, Gremios Empresariales, política y gobierno. Los casos de Chile y Perú (1986-2010), lom ediciones, Santiago, 2014. 81. Frank, Volker, “Políticas sin política… op. cit. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) intentando distanciarse de ella, haciendo leves críticas al gobierno y llamando a movilizarse, pero mostrándose a la postre siempre dispuestos a retomar el diálogo. De esta forma, fue entrando en crisis la lógica subyacente en la estrategia de “concertación social”, lo que se reflejó en: la postura más crítica que asumió la cut al final del gobierno de Aylwin; el leve crecimiento de la acción huelguística entre 1992-1994, principalmente “extra-legal” y encabezada por trabajadores de la salud, profesores y mineros del carbón; pero también en la permanente caída de la sindicalización y el recelo que se instaló en grandes franjas de trabajadores para sumarse a sindicatos y/o a canalizar sus demandas dentro de la institucionalidad laboral. Así, se empezaba a diluir en el movimiento sindical la esperanza de rescatar los antiguos derechos perdidos o lograr algunas mejoras sin recurrir a la lucha bajo los nuevos gobiernos. Con la llegada del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, rápidamente quedó en evidencia su posición más tecnocrática y económicamente privatizadora, cuestión criticada incluso por intelectuales y dirigentes políticos de su misma coalición.82 Esto preveía una situación menos inclusiva de los trabajadores en su gobierno, a pesar de estar en el ministerio del Trabajo un socialista, como era Jorge Arrate. Lo cual se sumó al cada vez más claro deterioro de la estrategia de “concertación social” en el plano sindical, que colapsó durante el nuevo gobierno. Algunos sectores laborales rápidamente se movilizaron, tal como ocurrió con los profesores (1994-1997),83 los mineros del carbón (1994-1997),84 los funcionarios 82. Conocido fue el debate entre “autoflagelantes” y “autocomplacientes” en la coalición a mediados del mandato de Frei. Una compilación posterior y en términos académicos, en Muñoz, Óscar y Stefoni, Carolina (coord.), El período del Presidente Frei Ruiz-Tagle, Editorial Universitaria, Santiago, 2003. 83. Una referencia a estas movilizaciones en: Assaél, Jenny y Insunza, Jorge, La actuación del Colegio de Profesores en Chile, Laboratorio de Políticas Públicas, Serie Ensayos e investigaciones, n° 33, Buenos Aires, 2007; y un análisis sobre su relación este sector con el Partido Comunista en Álvarez, Rolando, Hijas e hijos… op. cit. 84. Hemos tratado esta movilización en Ponce, José, “Acción sindical durante los gobiernos de la Concertación. Los casos de las movilizaciones de Lota (1994-1997) y de Codelco (2005-2008)”, Tesis para optar al grado de Magister en Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2016. Otros trabajos que la han tratado: Sandoval, Carlos, De subterra a… op. cit.; Moyano, Cristina, “El cierre de las minas de carbón en Lota y Coronel. Representaciones sociales desde el sindicalismo en los 90”, en Revista de Humanidades, nº 29, enero-junio, 2014, pp. 191-217. Disponible en: http://revistahumanidades.unab.cl/wp-content/uploads/2014/07/A8.-MOYANO.pdf; Alfaro, Karen, El exilio del trabajo minero en Lota (1973-2007) ¿Fin de la clase en la era neoliberal?, Escaparate, Concepción, 2015. 341 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 342 de la salud municipalizada (1995), los médicos (1996) y nuevamente los trabajadores de la salud (1997).85 A ello se sumaron los cuestionamientos de sectores importantes, como eran los mineros del cobre y los portuarios, en relación a los intentos de privatizar coldeco y emporchi (1994 y 1998). Al igual que la creciente tendencia de los trabajadores comprometidos en movilizaciones “extra-legales”, estos acontecimientos daban cuenta del protagonismo que tenían los trabajadores del Estado en la acción sindical. Aunque sin la capacidad de impactar en la agenda política en comparación a lo ocurrido en otras épocas, la lucha sindical mantenía vigencia. En paralelo a estas acciones se fueron desplazando las correlaciones de fuerza en las principales organizaciones de trabajadores, dándose un reposicionamiento de los sectores críticos a la estrategia de “concertación social”, siendo reemplazados los dirigentes demócrata-cristianos por sindicalistas vinculados al pc o al ps y que esbozaban críticas al gobierno. Esto derivó en importantes derrotas de los demócrata-cristianos en las dirigencias del Colegio de Profesores (1995), la anef (1996) y la cut (1997). Este reposicionamiento sindical tuvo distintas tensiones, dándose la más aguda y difundida durante la elección de la multi-sindical en 1996, cuando un grupo de socialistas prefirió una alianza con el pc para alcanzar la testera de la cut, en detrimento la dc María Rozas.86 Así, los promotores de la “concertación social” quedaban en una situación más defensiva, mientras quienes promovían la estrategia de “confrontación-clasista” en alianza con otros sectores, ganaban posiciones. Pero este ciclo de movilizaciones que permitió un avance de la estrategia sindical “confrontacional-clasista” experimentó distintos obstáculos. Por un lado, el cierre de algunas empresas limitó la posibilidad de existencia de los espacios laborales de sectores que intentaban resistir las políticas neoliberales (enacar), mientras otros vivieron importantes reformulaciones en sus condiciones de trabajo al privatizarse sus fuentes laborales (emporchi). Por otro lado, el impacto de la “crisis asiática” en el país y el alto desempleo que trajo, dejaron en mal pie a los trabajadores que conservaron sus puestos, siendo ya no solo presionados por un agresivo empresariado,87 sino que también por un amplio contingente de cesantes disponibles como “ejército de reserva” del capital. Y aunque los impulsores de la “concertación social” habían retrocedido en 85. Álvarez, Rolando, Hijas e hijos de… op. cit. 86. Osorio, Sebastián, “Trayectoria y cambios en la política del Movimiento Sindical en Chile, 1990-2010: El caso de la cut, entre la independencia política y la integración al bloque Histórico Neoliberal”, Tesis para optar al grado de Magister en Historia, Universidad de Santiago de Chile, 2014. 87. Álvarez, Rolando, Gremios Empresariales… op. cit. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) su hegemonía, conservaban ciertas cuotas de influencia en el campo sindical, constituyéndose más un equilibrio de fuerzas entre estos y los sectores que planteaban prácticas más “confrontacionales” para conseguir mejoras laborales. A ello cabe sumar un contexto cultural que pretendía diluir las identificaciones en torno a la clase trabajadora en favor de las nociones de “clase media” y de emprendedores.88 La proyección de esta compleja situación por al menos un lustro (1998-2003), junto a la incapacidad de las organizaciones de trabajadores para salir de su impasse, fomentó la tesis de la “crisis sindical”. Todo esto se reforzó por desgajamientos y la poca capacidad de convocatoria que tuvo la cut en sus movilizaciones impulsadas a inicios del gobierno de Ricardo Lagos;89 las derrotas en las luchas contra las privatizaciones de los puertos (1999-2001); y en las movilizaciones del profesorado para mejorar sus condiciones salariales y laborales (2002-2003).90 Hitos complementados con la caída de la sindicalización y de las huelgas durante estos años. Eso sí, a pesar de todo lo anterior, no solo algunos trabajadores intentaron resistir las políticas de corte neoliberal (aunque con magros frutos), sino que también sus principales líderes y los partidos políticos trataron de repensar sus estrategias sindicales. En este sentido, si bien se reafirmó la cuestión de la “autonomía” como una necesidad de largo plazo por todos los actores al interior del movimiento sindical, se mantuvieron otras diferencias, pero con ciertas reformulaciones. Por un lado, quienes promovían la “concertación”, ahora planteaban el “diálogo” y la “paz social” como forma de adaptarse a la nueva sociedad globalizada. Según esta propuesta, a pesar de las deficiencias de la transición a la democracia, la nueva etapa demandaba una renovación sindical para afrontar la realidad de un mercado laboral más autónomo, flexible y móvil. Contrariamente a una desactivación de las organizaciones de trabajadores, para esta estrategia se debía promover la participación sindical, pero a nivel de empresa, integrando desde allí a los trabajadores con el empresariado, buscando mejorar la distribución del ingreso, la cual permitiría 88. Moulian, Tomás, El consumo me consume, lom Ediciones, Santiago, 1998. 89. Osorio, Sebastián, “Trayectoria y cambios… op. cit. 90. Matamoros, Christián, “El Colegio de Profesores y la evaluación docente. Entre el consenso y la resistencia. Chile 2000-2005”, en Jornal de Políticas Educacionais, Vol. 10, n° 20, julho-dezembro de 2016, Brasil, pp. 8-32; y Matamoros, Christián, “Tensiones en el sindicalismo docentes durante el gobierno de Lagos, 2000-2005”, en Ponce, José; Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017. 343 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 344 alcanzar el por entonces tan ansiado crecimiento económico y la equidad social. Esto debía ser complementado por la tutela estatal y la promoción de mejores leyes laborales por parte del gobierno, con participación de los trabajadores y empresarios, reconociendo el rol político de estos actores. A su vez, el movimiento sindical debía diferenciar entre la conciencia social y la conciencia clasista, pues esta última no daba cuenta de la nueva realidad laboral, por lo que los trabajadores no debían asumir proyectos sociales antagónicos como antaño, sino que de colaboración social.91 Por su parte, aquellos sectores que habían impulsado la estrategia de “confrontacional-clasista” fueron reformulando su planteamiento al calor de su experiencia de lucha. Asumiendo la consolidación del capitalismo neoliberal chileno, buscaron impulsar un sindicalismo “socio-político anti-neoliberal”. Este apuntaba a construir un proyecto alternativo al neoliberalismo, con un sujeto social amplio, encarnado en un “movimiento de movimientos”, pero donde los trabajadores debían jugar un rol central. Por ello, además de sus luchas, las organizaciones sindicales debían apoyar otras movilizaciones sociales, pero también sintetizarlas en una propuesta político-programática más general. Esto tuvo sus expresiones más consistentes en el Colegio de Profesores (con la promoción de “Fuerza Social y democrática”) y en la cut (con las movilizaciones por un “Chile Justo y Solidario”), entre finales de los ‘90 y comienzos de los 2000. Pero uno de los aspectos de este planteamiento que más frutos rindió fue la pretensión de organizar al creciente grupo de trabajadores precarizados y desregulados del cobre, forestal, pesca y de la fruta, entre otros. Los que, junto a las demás franjas sindicales activas, debían tener una actitud más confrontacional con el sistema.92 El dirigente socialista y presidente de la cut durante casi toda la primera década del 2000, Arturo Martínez, planteó una estrategia intermedia a las dos anteriores. Él coincidía en los profundos cambios provocados por la globalización y el neoliberalismo en Chile, apoyando la necesidad de un “sindicalismo socio-político”, que asumiera al trabajador no solo en cuanto tal, sino que también como miembro de la sociedad. Pero, a diferencia de lo planteado por el pc, 91. Estos planteamientos fueron elaborados por distintos militantes de la Concertación, muchos de los cuales ocupaban cargos políticos o eran asesores sindicales. Para este artículo, eso sí, hemos realizado un resumen de lo planteado por una importante dirigente sindicales de la cut y militante del pdc. Véase Rozas, Maria, Globalización y Concertación social, oil, Santiago, 1998. 92. Un desarrollo de esta perspectiva a la luz de los debates en la cut en Osorio, Sebastián, “Trayectoria y cambios… op. cit, y a partir de la estrategia del Partido Comunista en Ponce, José y Álvarez, Rolando, “¿Comunismo después… op. cit. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) Martínez proponía un sindicalismo “socio-político” con “diálogo” y “acuerdos sociales”. Para el por entonces presidente de la cut, el movimiento sindical debía ser autónomo e independiente, aunque sin dejar de tener una relación fluida y en pie de igualdad con otros actores como los partidos políticos, para resolver así de forma complementaria el conjunto de necesidades de los trabajadores. De todas maneras, era necesario identificar el campo propio de la acción sindical, centrándose este en luchar por mejoras laborales y salariales, impulsando una dimensión de servicios (entregar prestaciones sociales a sus afiliados), organizar a los sectores precarizados, y generar una infraestructura para la formación, educación y comunicación sindical.93 Una cuarta estrategia, mucho menos influyente en comparación a las ya esbozadas, buscó impulsar un nuevo tipo de organización sindical, denominada Colectivos de Trabajadores. Esta apuesta pretendía reconstruir una identidad y un instrumento político-social independiente de clase, en el marco de los altos niveles de flexibilidad, precarización y circulación de la mano de obra. Ello porque estos últimos fenómenos habían puesto en crisis al sindicalismo “tradicional”, por lo que este debía ser superado, reformulando la identidad de trabajador en torno a una idea general de productor social, sin distinciones por oficios o sectores. Además, esto debía desbordar las luchas sectoriales y apuntar a los derechos generales de los trabajadores. Centrándose, por tanto, no en reconstruir el movimiento sindical tradicional, sino que un movimiento de trabajadores autónomo, con capacidad de acción directa y ayuda mutua. En rigor, esto no debía dejar de lado la lucha sindical, pero sí entenderla solo como una dimensión de un proceso de mayor acumulación de fuerza político-social de clase, retomando los derroteros de la lucha del movimiento obrero de comienzos del siglo xx y que, en varios aspectos, habían sido dejadas de lado por el sindicalismo “estatista”.94 Sin embargo, la influencia de esta corriente quedó limitada a pequeñas franjas de trabajadores organizados, y aunque algunos de sus promotores fueron líderes en el importante sector portuario,95 su acción sindical siguió primando por sobre su práctica fuera de lo laboral. 93. Martínez, Arturo, “Estrategia sindical en un Chile internacionalizado”, en Ensignia, Jaime (ed.), Mitos y realidades del mercado laboral en Chile, Fundación Friedrich Ebert, Santiago de Chile, 2005. 94. Agacino, Rafael, “El capitalismo chileno y los derechos de los trabajadores”, Cuadernos del Trabajo, n° 9, Universidad Veracruzana, Veracruz, 2001. Disponible en: https://www.uv.mx/iihs/files/2012/11/Cuaderno9.pdf 95. Una referencia a la influencia de los Colectivos de Trabajadores, pero en torno a otros debates en: Santibáñez, Camilo y Gaudichaud, Franck, “Los obreros portuarios y la 345 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 346 En el marco de estos planteamientos, se pueden extraer algunas conclusiones. En primer lugar, al menos de forma discursiva, todas estas estrategias pretendían reposicionar a los trabajadores como actores importantes en la sociedad chilena. Ahora bien, segundo, a pesar de sus matices, la estrategia de sindicalismo “socio-político” era sustentada por actores muy influyentes en las principales organizaciones de trabajadores, de allí que se volviera hegemónica en la cut el año 2003 e influyera a sectores más específicos. Tercero, en general, aunque los diagnósticos podían variar, todas concordaban en la débil situación del sindicalismo, asumiéndose el profundo impacto del capitalismo neoliberal en la experiencia de trabajo y la necesidad de reimpulsar la acción de los trabajadores, en particular organizando a los “precarizados”. Pero estas coincidencias, como cuarto elemento, convivían con un tema que generaba diferencias, como era el énfasis en el diálogo o la confrontación; y con otro, en el que parecían coincidir todos, pero que era vagamente definido, tal como sucedía con la noción de “autonomía” sindical. En este marco de coincidencias y diferencias entre las elaboraciones estratégicas de los actores políticos y sindicales, sumadas a los impulsos de los mismos trabajadores para resistir o revertir las políticas neoliberales –entre otros factores–, contribuyeron a reposicionar la fuerza sindical, incluso cuando se tenía una mirada sumamente pesimista sobre su rol en el siglo xxi. Como ya distintas investigaciones lo han analizado, el ciclo de movilizaciones entre el 2005 y 2009 marcó un repunte de la acción sindical. El llamado “renacer de la huelga obrera”, liderado por los novedosos trabajadores subcontratistas de los “estratégicos” sectores económicos exportadores del cobre, las forestales y el salmón,96 fue parte de un periodo de mayor agitación social en el país, que se acentuaría desde el 2011 en adelante. Dichas movilizaciones de trabajadores llamaron la atención por varias cosas: a) por irrumpir en un escenario donde se afirmaba la “crisis del sindicalismo”; b) ser protagonizadas por actores sometidos a un régimen laboral que se creía coartaba estructuralmente la lucha sindical; c) el alto impacto mediático que tuvieron, tanto por su extensión, adhesión en la opinión pública, represión y beligerancia obrera. El remezón que generó esto, trajo que hasta la empresarial revista Capital tomara la conflictividad laboral como uno de los aspectos principales que caracterizaron el idea de ‘posición estratégica’ en la postdictadura chilena (2003-2014)” en Ponce, José; Santibáñez, Camilo y Pinto, Julio, Trabajadores y trabajadoras. Procesos y acción sindical en el neoliberalismo chileno, 1979-2017, América en Movimiento, Valparaíso, 2017. 96. Aravena, Antonio y Núñez, Daniel (eds.), El renacer de la huelga obrera en Chile, ical, Santiago, 2009. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) año 2007, siendo visto con mucho recelo por los capitalistas.97 Todo ello reposicionó la acción sindical y dotó de legitimidad las movilizaciones de trabajadores, expresado en un leve repunte de la afiliación sindical, la formación de sindicatos y un alza de las huelgas, especialmente las ilegales, hacia el 2009, último año de gobiernos concertacionistas. La incidencia inicial de estas movilizaciones derivó en tempranas lecturas que no solo vieron la emergencia de nuevos actores sindicales, sino que también novedosos liderazgos98 y formas de organización,99 constituyentes de un emergente “nuevo sindicalismo”.100 Empero, las movilizaciones más significativas quedaron acotadas a los sectores ya mencionados y a las franjas que venían activándose con cierta permanencia desde los ‘90 (profesores, salud y portuarios101), teniendo un impacto menor en áreas con gran cantidad de trabajadores (retail). Por ello, a pesar de poder leerse como tendencias sindicales emergentes que vienen a revertir la situación del sindicalismo tradicional,102 en estos “nuevos” actores laborales se fueron internalizando y desarrollando prácticas y subjetividades de larga data, adoleciendo en varios casos de las mismas deficiencias que los sectores con más trayectoria: débil e intermitente participación, dependencia de los dirigentes, centrarse en luchas económicas, entre otros aspectos. Por lo que nos parece más adecuado caracterizar este ciclo 97. Capital, 20 de abril de 2008. Disponible en: http://www.capital.cl/anuario-2007/ 98. Baltera, Pablo y Dussert, Juan, Liderazgos sindicales emergentes. El caso de los trabajadores subcontratados de la salmonicultura, cobre y forestales, Santiago: División de Estudios, Dirección del Trabajo, 2010. 99. López, Diego, El movimiento sindical en el gobierno de Michelle Bachelet: nuevas acciones y liderazgos, Friederich Ebert Stiftung, 2009. Disponible en: www.fes.cl 100. Baltera, Pablo y Dussert, Juan, “Nuevo Sindicalismo y dinámicas regionales en Chile”, Documento s/f. Disponible en: http://www.subdere.gov.cl/sites/default/noticiasold/articles-82969_recurso_6.pdf; Villalobos, Cristóbal, “Subcontratación y sindicalismo en el siglo xxi: Relaciones sociales, Trabajo y Organización Sindical en la gran minería del cobre chileno”, Revista gpt, Universidad de Santiago, Chile, n° 8, agosto, 2010. Disponible en: http://www.revistas.usach.cl/ojs/index.php/revistagpt/article/viewFile/649/613 101. A pesar de ser un sujeto sindical muy activo, existen muy pocos estudios sobre los trabajadores portuarios. Para el periodo que analizamos, se puede ver el trabajo de Santibáñez, Camilo y Gaudichaud, Franck, “Los obreros portuarios… op. cit. 102. Julian, Dasten, “Tendencias de un sindicalismo fracturado. Sindicalismo autoritario v/s sindicalismo movimientista”, en Actuel Marx/ Intervenciones, n° 13, 2012, Santiago, pp. 95-113 347 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. como una revitalización sindical,103 donde coexisten diversos perfiles o “modelos” de acción,104 e ideologías con distintas perspectivas de relacionarse con la política.105 Pluralismo que, si bien diversifica la práctica sindical y lo han reactivado, mantiene una serie de obstáculos políticos y estructurales, que, dependiendo de su expansión, pueden consolidar orgánicamente su actual fractura fáctica,106 contraria a la histórica pretensión unitaria del sindicalismo chileno. De tal modo, a pesar de la debilitada y precaria situación en la cual se encuentra, el movimiento sindical ha intentado adaptarse y reformularse en la postdictadura, logrando una leve revitalización en la última década. Aunque esta ha tenido altos y bajos, y está muy lejos de lograr reposicionar a la clase trabajadora como actriz política nacional al nivel que pensaban los dirigentes sindicales cuando luchaban para terminar con la Dictadura, sí se evidencia que el movimiento de trabajadores ha mantenido agencialidad durante la postdictadura chilena, digna de seguir siendo historizada. 348 Conclusiones En las páginas anteriores hemos querido analizar el camino seguido por el movimiento de trabajadores durante la postdictadura chilena, pero en el marco de su devenir más general en el siglo xx. En tal sentido, hemos tratado de establecer los principales ejes de lo que consideramos su cultura política sindical, a saber, su utilización de los marcos institucionales dependiendo del contexto, teniendo una fuerte disposición a desbordar la ley, a combinar la negociación con la confrontación social, además de ostentar una fuerte identificación clasista 103. Campusano, Karim; Gaudichaud, Franck; Osorio, Sebastián; Seguel, Pablo y Urrutia, Miguel, “Conflictividad laboral y politización. Una aproximación a las orientaciones políticas del sindicalismo en el “neoliberalismo maduro”, 19892015”, en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Cuestiones del tiempo presente, agosto, 2017. Disponible en: http://journals.openedition.org/nuevomundo/70639 104. Gutiérrez, Francisca, “Oportunidades y peligros del pluralismo sindical en el Chile post-transición” en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, junio, 2013. 105. Gutiérrez, Francisca, “¿Sindicatos sin socios, pero representativos?: Ideologías de la representatividad sindical en Chile”, en Polis, Vol. 15, n° 43, 2016, pp. 533555. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-65682016000100025&lng=es&nrm=iso 106. Gutiérrez, Francisca, “Oportunidades y peligros… op. cit.; Julian, Dasten, “Tendencias de un… op. cit. movimiento sindical en transición: conflictividad y cultura política sindical en la postdictadura chilena (1990-2010) y tener un discurso que enfatizaba en la “autonomía” sindical, pero que convivía con prácticas que vinculaba (no carente tensiones) a las organizaciones de trabajadores con los partidos políticos, el Estado y la patronal. Aspectos que sobrevivieron –no sin matices y nuevos énfasis– a los profundos cambios económicos, políticos y laborales ocurridos bajo el régimen cívico-militar de Pinochet. Convirtiéndose estas experiencias históricas en un acervo para el movimiento sindical de cara a los gobiernos postdictatoriales. Por ello, a pesar de los intentos por limitar su accionar a los marcos institucionales y en favor de una “concertación social” bajo la llamada “transición a la democracia”, la movilización de los trabajadores se desplegó en el nuevo régimen, al ver que los derechos que pensaban recuperar y por los que habían contribuido a sacar al dictador de La Moneda, no se conseguían. De esta manera, aunque se mantuvieron condiciones económicas e institucionales que limitaban su intervención, además de un discurso político que llamaba a la “gobernabilidad”, las organizaciones de trabajadores presionaron en favor de sus derechos, recurriendo a los vectores más confrontacionales de su cultura política sindical. Además, mientras se movilizaban y se problematizaba sobre los límites y potencialidades de su fuerza, se dinamizaron, reformularon y diversificaron las estrategias sindicales para reposicionar al sindicalismo como protagonista en el escenario político nacional. Aunque hoy son otros sectores laborales quienes lideran y mantienen un revitalizado activismo, las tendencias emergentes para un “novedoso sindicalismo” –como se vislumbró a finales de la década del 2000–, parecen haber quedado tan limitadas como las que se han visto propias del “sindicalismo tradicional”. Más aún, se puede observar que las nuevas organizaciones, dirigentes y sectores movilizados son permeadas por los rasgos de la cultura política sindical de larga data en Chile, tanto en sus potencialidades como limitaciones para lograr los objetivos que se planteen. Pero estos cambios estructurales y diversificación de estrategias han generado potenciales fracturas y quiebres entre distintas formas de acción sindical, que tienen hoy sus principales expresiones en la alta fragmentación de las organizaciones de trabajadores y la cuestionada representatividad de la cut.107 Por ello, a pesar de sus luchas, intentos por trazar 107. Aunque la fuerza de la cut se ha calculado entre el 70% y 85% de la población sindical afiliada, todos coinciden en que estos números son “inflados”, porque dichos datos son entregados por la central y declarados por los sindicatos y Confederaciones, generalmente en el marco de las elecciones de la multisindical. De tal manera, ha aparecido y se ha debatido crecientemente sobre los “sindicatos brujos” que abultarían su representatividad. Un par de datos no menores que matizan esta alta representación de la cut, son la aparición reciente de centrales sindicales alternativas en las últimas décadas (Central Autónoma de Trabajadores, 349 transiciones: perspectivas historiográficas sobre la postdictadura chilena. 350 nuevos rumbos y una revitalización en el último gobierno de la Concertación, el movimiento sindical no ha podido retomar el sitial y los derechos arrebatados durante la Dictadura cívico-militar, que los trabajadores pretendían recuperar bajo el nuevo régimen “democrático”. Por lo antes dicho, cabría preguntarse si efectivamente se ha producido una “transición” en el movimiento de trabajadoras y trabajadores chilenos. Si concebimos esta noción como un camino lineal y teleológico, del paso de un “viejo” a un “nuevo sindicalismo” vigoroso, parece estar muy lejos de lo ocurrido con los trabajadores organizados en la postdictadura. De allí que varios autores lo vean casi en una atávica situación de crisis permanente que el sindicalismo no puede romper. Sin embargo, si analizamos este periodo como una experiencia y proceso de acción (muchas veces abortados) para reposicionarse en el escenario socio-político nacional, encontraremos acontecimientos y movimientos necesarios de ser historizados. Evidenciando que la trayectoria postdictatorial de los trabajadores organizados fue vivida de una forma específica, con ritmos y perspectivas particulares, muchas veces distintas a lo pretendido por las elites políticas, sociales y económicas. Quizás si seguimos abriendo la postdictadura a un enfoque como este, podamos ver otros planos y ángulos que nos ayuden a ver los cromáticos colores y matices de nuestra historia reciente, especialmente la de esa fantasmagórica presencia que infinidad de veces dieron por muerta, pero que sigue recorriendo nuestro presente, como es la clase trabajadora. Unión Nacional de Trabajadores y la Central Clasista de Trabajadores) y la declaración en la encla 2007 de al menos un 66% de sindicatos del sector privado sin afiliarse a ninguna Central. Sobre la evolución de la cut, ver: Gutiérrez, Francisca, “Oportunidades y peligros… op. cit.; y Osorio, Sebastián, “De la estrategia… op. cit.