ISSN: 1390-1249; e-ISSN: 1390-8065
Bob Jessop
El Estado. Pasado, presente, futuro
Madrid: La Catarata, 2017, 350 págs.
Las perspectivas sociológicas y politológicas
que han buscado abordar al Estado como objeto de estudio se han encontrado con una verdad inocultable: el Estado se mueve, presenta
variabilidades institucionales y espacio-temporales que dificultan inteligir su dinámica.
Frente a este objeto escurridizo, la obra de
Bob Jessop El Estado. Pasado, presente, futuro
ofrece un conjunto de herramientas teórico-analíticas que permiten un acercamiento al
Estado desde un enfoque estratégico-relacional. Se revisan, a continuación, algunos de sus
planteamientos centrales.
El enfoque estratégico-relacional se sustenta en la concepción del Estado como una
“relación social” que incorpora en la materialidad de sus instituciones, prácticas, efectos y
discursos; esto es, “selectividades estratégicas”
que orientan su acción y que, en conjunto,
constituyen la condensación material de rela-
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ciones de fuerzas sociales histórica y espacialmente dispuestas. Esta concepción del Estado
permite no solo captarlo en tanto aparato, su
ejercicio y sus efectos, es decir, como un punto de partida. Por el contrario, mediante los
condicionantes relacionales y las interacciones
estratégicas que subyacen a su funcionamiento, también permite captarlo como un punto
de llegada. Así, la constitución, el desarrollo
y el despliegue del Estado se muestran como
expresiones relacionales contingentes ligadas
con causas externas e internas al ejercicio de
la estatalidad.
Subyace al enfoque de Jessop el planteamiento de que las formas concretas que asume
el Estado y sus “efectos” deben ser analizados
en función de: i) el impulso que éste adopte
desde la sociedad y del que a su vez éste pueda
imprimirle; ii) del equilibrio variable de fuerzas sociales dentro y fuera del Estado; y iii) de
la interacción de las selectividades enquistadas
en el núcleo del aparato estatal que, al mismo
tiempo, se encuentran en constante modelamiento. Por lo tanto, se trata de una lógica orgánica que afirma la imposibilidad de pensar
al Estado por fuera de la sociedad ni a la sociedad independiente de los efectos estatales.
Por medio de estos planteamientos, el autor propone un desplazamiento del objeto de
estudio desde el Estado hacia el “poder estatal”
visto a través de los efectos que lo constituyen
y que devienen de él a partir de la dialéctica
entre las selectividades del sistema estatal y las
fuerzas sociales en pugna. Fruto de esta dinámica, el Estado muestra una condición múltiple y cambiante, expresa características desordenadas, “polimórficas” y “policontextuales”
mediante las cuales adquiere formas diferentes
según el lugar y el momento histórico en el
que opere.
Este abordaje analítico desecha el planteamiento de que el Estado moderno se corresponde de manera inmediata con el modo de
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Reseña. El Estado. Pasado, presente, futuro
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producción capitalista por medio de un sesgo
clasista inherente, argumentando, en su lugar,
la “adecuación formal” existente entre Estado
y capitalismo, así como la tensión que subyace
a esta adecuación. Ésta radica en que el poder
estatal es un efecto mediado por el equilibrio
variable entre todas las fuerzas operantes en
un contexto determinado, por lo tanto, se encuentra siempre en disputa. Si el Estado es una
relación social materializada en un conjunto
institucional que incorpora selectividades históricamente sedimentadas, pero que varía en
atención a una determinada correlación de
fuerzas, atender las dinámicas específicas de
articulación de sus formas de dominación por
medio de sus pautas estratégico-relacionales
abre la posibilidad de disputar y transformar
el ejercicio de la estatalidad.
Estos son algunos de los planteamientos
centrales que Jessop expone a lo largo de su
obra, la cual se compone de diez capítulos organizados en tres partes. A manera introductoria, el capítulo 1 expone las diferentes perspectivas teórico-metodológicas bajo las cuales
se han abordado las cuestiones del Estado
atendiendo a la complejidad de su dinámica,
llegando a establecer un primer planteamiento que permea su obra: no puede establecerse
una teoría general del Estado. Éste constituye
una asociación política compleja, polimórfica
y policontextual, que requiere ser estudiada
desde diferentes perspectivas. Además que
debe ser visto en su desarrollo histórico, vinculado orgánicamente a la sociedad e incrustado en un sistema interestatal.
En la primera parte, “El Estado como concepto, relación y realidad”, el autor desarrolla
los elementos teórico-analíticos centrales de
su obra. En el capítulo 2, tras la exposición
de la teoría clásica de los tres elementos para
el abordaje del Estado –aparato estatal, población y territorio–, se propone integrar un
cuarto elemento: la idea de Estado. Con estos
parámetros, se ensaya una definición de Estado que identifica sus características genéricas, sus aspectos materiales y simbólicos, y los
efectos que produce.
En el capítulo 3 se desarrolla el enfoque estratégico-relacional. Se expone la concepción
del Estado como una relación social, como la
condensación material de relaciones de fuerzas
con un equilibrio variable en tiempo y espacio
concretos; una mediación institucional, discursiva y simbólica que incorpora selectividades que privilegian a ciertos agentes e intereses
por sobre otros. Mediante este planteamiento,
el autor posiciona, como objeto analítico de
la “estatalidad”, las dinámicas de fuerza que lo
condicionan, así como las interacciones entre
los patrones de la selectividad estratégica, condensados históricamente en el cuerpo del Estado, y las estrategias adoptadas en coyunturas
específicas para su transformación.
En el capítulo 4 se analiza la relación entre
Estado, poder, dominación e intereses específicos. Al respecto, Jessop plantea que, si bien
las sociedades modernas constituyen sociedades de clase y el Estado constituye la forma
moderna de organización de lo político, éste
no opera como mero reflejo de los intereses
de una clase social. El poder del Estado constituiría un efecto mediado por el equilibrio
variable entre todas las fuerzas que manejan
una determinada situación, lucha que opera
dentro y fuera del Estado. Por lo tanto, la relación entre poder de clase y poder estatal no
sería una relación mecánica, sino que estaría
mediada por la correlación de fuerzas sociales
entre diversos agentes y la condensación/disputa de las selectividades estatales.
En la segunda parte, “Sobre territorio,
aparato y población”, el autor integra planteamientos que desarrollan su teoría de los cuatro
elementos. El capítulo 5 aborda lo referido a
la socio-espacialidad estatal. Desarrolla lo referente a la “genealogía del Estado” por medio
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de sus procesos históricos de territorialización,
para luego proponer el modelo TLER (territorio, lugar, escala, redes) como un modelo
analítico del despliegue del poder estatal. El
planteamiento central de este capítulo argumenta que el ejercicio de la estatalidad opera
en ámbitos socio-espaciales multinivel heterogéneos que demandan arreglos espacio-temporales variables para garantizar su despliegue,
los cuales inciden y a la vez se encuentran condicionados por el equilibrio de fuerzas y la capacidad para el despliegue de las selectividades
estatales en cada nivel.
El capítulo 6 aborda lo referido a la población y la idea de Estado. Diferenciando
las concepciones de Estado nacional y Estado nación, Jessop plantea que el despliegue
del Estado en un nivel territorial específico
no garantiza su consolidación como nación.
Ésta más bien provendría de los aspectos discursivos y simbólicos que integra, a partir de
lo cual es capaz de constituir una comunidad
imaginada que opera como cuerpo ilusorio
del Estado en tanto construye un interés común que permite su despliegue. Esta idea de
comunidad, argumenta el autor, se vería cuestionada actualmente por la idea de una sociedad global.
A partir de las discusiones actuales sobre el agotamiento del Estado y las nuevas
formas de gestión de lo político, el capítulo
7 aborda lo referido al ejercicio de la gobernanza en el neoliberalismo. Cuestionando las
respuestas hegemónicas al rol del Estado en
el mundo contemporáneo, las cuales defienden al mercado como locus de la organización
de la sociedad, Jessop plantea que más bien
es el Estado el que se constituye como locus
de la gobernanza. Ésta, referida a “jerarquías
enmarañadas” y “redes de poder paralelas” a
la estatalidad que opera de manera asimétrica,
sería articulada desde el Estado, cuyo poder
opera como gobierno + gobernanza a la som-
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bra de la jerarquía. En esta línea, más que una
completa desestatización de la política, habría
operado un cambio del ejercicio de la estatalidad hacia nuevas modalidades para ejercer su
poder: más allá de la coerción, dependiendo
de consensos alrededor del núcleo estatal e incluyendo equilibrio de variables en los modos
de gobernanza que articula.
En la tercera parte, “Pasado y presente (futuros) del Estado”, se desarrollan las perspectivas contemporáneas del Estado. En el capítulo
8 se aborda la relación entre el mundo de los
Estados y el mercado mundial. Se argumenta
que, en un escenario de hegemonía del capital financiero y crisis neoliberal, el Estado
cumple una función esencial en su resolución
espacio-temporal. Sin embargo, paradójicamente, el neoliberalismo se ha encargado de
socavar sus capacidades para abordar las crisis
y con ello sus capacidades para garantizar la
reproducción ampliada del modo de producción capitalista. De esta forma, a pesar de que
el Estado sigue siendo un nivel irremplazable
para el funcionamiento sistémico, su cuestionamiento por medio de su desnacionalización, de la desestatización de lo político y
la extraterritorialización de las soluciones a la
crisis, minan cada día más sus capacidades institucionales.
En el capítulo 9 examina la relación entre
capitalismo y democracia. Se sostiene que, si
bien existe una adecuación formal desplegada
históricamente entre el sistema democrático
y el modo de producción capitalista, éstas no
son afines en esencia. Más aún, la envoltura
democrática del Estado como la mejor forma
de gobierno posible estaría dando paso a formas autoritarias que en la actualidad se constituyen como la mejor vía para garantizar la
reproducción sistémica en el marco de la hegemonía del capital financiero. De esta forma,
el despliegue del autoritarismo, la securitización y la austeridad se estarían constituyendo
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como la nueva normalidad que gobierna el
funcionamiento de los Estados.
Finalmente, el capítulo 10 cierra con algunas hipótesis respecto del futuro de los Estados y perspectivas para la teoría del Estado.
En relación con lo primero, se mencionan
macrodesafíos que condicionarán el despliegue del Estado: las crisis medioambientales,
las crecientes contradicciones de la economía
mundial, el declive hegemónico de los Estados Unidos y el fortalecimiento de los agentes
y organismos que operan en niveles transnacionales y supranacionales. Jessop plantea que
estas macrotendencias complejizarán y desplazarán el ejercicio de la gobernanza hacia ámbitos extraterritoriales y multiespaciales. Sobre
la teoría del Estado, el autor hace hincapié en
la necesidad de su abordaje atendiendo a su
complejidad, su polimorfismo, su policontextualidad y su condicionamiento por el equilibrio de fuerzas dentro y fuera de sus límites
en el marco del funcionamiento general de
la sociedad capitalista. En atención a esto, el
autor concluye afirmando la complejidad de
su estudio, pues si bien de un lado el mundo
de los Estados constituye un subsistema entre
otros, éste debe gestionar la interdependencia
del conjunto de los subsistemas sociales.
En definitiva, la obra de Bob Jessop, lejos
de clausurar el debate sobre el Estado, abre
una multiplicidad de líneas de investigación y
focos de interés, especialmente en el contexto
actual, marcado por el despliegue de la globalización neoliberal, el cambio en la correlación
de fuerzas sociales en favor de un viraje neoconservador, el repliegue de los logros sociales
de la conflictividad precedente y el cansancio democrático del Estado. Esto, sumado a
la imposibilidad de articular un movimiento
que enfrente o ponga una traba a las tendencias descritas, se torna imprescindible reflexionar respecto a las formas contemporáneas del
despliegue de lo político.
Como lo menciona Jessop hacia el final de
su obra, el futuro de la estatalidad es contingente. Cuestionar al Estado moderno es necesario en estos momentos, pero sin desconocer
que no solo representa parte del problema,
sino también parte de la solución. Comprender su dinámica en la era de la contrarrevolución neoliberal constituye una agenda en
disputa para orientar una estrategia política
adecuada y convertir al Estado en un lugar de
reinvención de la política y de articulación de
un nuevo proyecto de emancipación social. Si
bien ahora se vislumbran tendencias e hipótesis de trabajo, es necesaria una renovación de
la teoría del Estado y el establecimiento de un
programa de investigación en todas las latitudes. Pero esto a su vez únicamente será posible
si se parte del reconocimiento de que es en
la organicidad entre Estado y sociedad que se
juega la comprensión del poder estatal.
Danilo Ricardo Rosero
Facultad Latinoamericana
de Ciencias Sociales, Ecuador
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