RECUPERANDO EL PASADO | RECOVERING THE PAST
La escuela al aire libre
The outdoor school
Rosa Sensat†
(1873-1961)
Directora de la Escuela Bosque de Barcelona, España
Resumen
Artículo publicado inicialmente en la Revista de Pedagogía en 1929 por Rosa Sensat, directora de sección
femenina de la Escuela Bosque creada en 1914 en Barcelona. El texto presenta una reflexión de Sensat acerca
de la experiencia vivida en la Escuela Bosque. La autora destaca que la escuela tiene como particularidad el tener
la naturaleza como medio, pero también que la acción educativa desempeñada en una escuela, sea cual fuere el
medio, debe ser una actividad dirigida y aplicada. Concluye la autora la importancia del medio natural para
promover el espíritu de observación y estudio, y reclama también la necesidad del aula como espacio para
analizar y sistematizar la información recogida en el medio natural. Cierra esta reflexión realizando una fuerte
apuesta por la educación espiritual frente a la instrucción, y por el respeto a los ritmos de aprendizaje de los
infantes y a su felicidad presente. Teresa Rabazas Romero y Carlos Sanz Simón, investigadores del Museo de
Historia de la Educación “Manuel Bartolomé Cossío” de la Universidad Complutense de Madrid, aportan a
esta reedición una breve contextualización.
Palabras clave: historia de la educación en España; Rosa Sensat; Escuela Bosque; Revista de Pedagogía.
Abstract
Article first published in 1929 in the journal Revista de Pedagogía by Rosa Sensat, principal of the female section of
the Escuela Bosque founded in 1914 in Barcelona. The text shows Sensat’s reflection about her experience in the
Escuela Bosque. The author highlights the school placement, in the natural environment, as a specific
characteristic, but she also states that the educational activity carried out in a school, regardless of the
environment, must be guided and applied. She concludes the importance of the natural environment for
promoting the spirit of observation and study, and she claims for the need of understanding the classroom as a
place for analysing and systematizing the information collected in the natural environment. She closes the
reflection advocating for spiritual education, respect for students’ learning needs and their happiness. Teresa
Rabazas Romero and Carlos Sanz Simón, researchers at the Museum of History of Education “Manuel Bartolomé
Cossío” at the Complutense University of Madrid, have added to this reedition a brief contextualization.
Keywords: history of education in Spain; Rosa Sensat; Escuela Bosque; Revista de Pedagogía.
Tendencias Pedagógicas, 35, 2020, pp. 153-158.
153
1. Presentación
El primer tercio del siglo XX en España estuvo profundamente marcado por la inestabilidad política,
donde destacan acontecimientos como el desastre de 1898, la dictadura de Primo de Rivera, la Segunda
República, la guerra civil y la dictadura franquista. En este contexto, Sensat se ubicó en un movimiento
de regeneracionismo pedagógico cuyo núcleo estuvo en Barcelona (Mata, 1987). Junto a Madrid, fueron
los principales puntos de reivindicación educativa durante esta época.
En la ciudad condal, en 1914, el ayuntamiento fundó la Escuela Bosque del Parque de Montjuïc por
iniciativa de Hermenegildo Giner de los Ríos, recogiendo así la corriente europea que defendía la
enseñanza al aire libre (Moreno, 2013). En el caso de la institución catalana se abrieron dos secciones: la
masculina y femenina, y Rosa Sensat fue la directora de la dedicada a las niñas (Esteruelas, García &
Vilafranca, 2015).
En esta institución, Sensat pudo llevar a cabo su planteamiento pedagógico, el cual se identifica
plenamente con el artículo que a continuación se reproduce: la defensa de la escuela en el medio natural.
Además, Sensat se definía como feminista, si bien su visión de este concepto partía de tres deberes
fundamentales para las mujeres: el trabajo, la educación y la procreación. En este sentido, defendía que
la mujer debía poder valerse por sí misma, si bien también debía valer para ser esposa y madre (Monés,
2011).
La promoción y el éxito de la Escuela Bosque de Barcelona se debió a ella. Con el advenimiento de
la Segunda República, le fue encomendada la tarea de dirigir en la misma ciudad el grupo escolar Milà i
Fontanals. Este se encontraba en una zona socioeconómicamente empobrecida y que representaba un
panorama radicalmente distinto al de la institución que Sensat dirigió desde 1914. Aceptó esta labor en
1931, si bien cuando finaliza la república rehúsa de continuar en su plaza, siendo considerada roja y
separatista por el régimen franquista. Finalmente, la dictadura se negó a reconocer su paga de jubilación,
y falleció en Barcelona el 1 de octubre de 1961, a los 88 años (Associació de Mestres «Rosa Sensat», s.
f.).
En definitiva, la teoría educativa de la pedagoga catalana formó parte de la renovación educativa
desarrollada sobre todo durante la Segunda República, y que se vieron truncados por la llegada de la
guerra civil y la imposición de la dictadura de Francisco Franco (Codina, 2002). Si bien, como se ha
señalado, la llegada del Régimen franquista supuso el final de la actividad educativa de Sensat, cabe
destacar que, tras la muerte de esta pedagoga catalana, surgieron iniciativas clandestinas. Fue el caso de
la Escuela de Maestros «Rosa Sensat», fundada a finales de 1965. Como afirma su discípula, Marta Mata,
fue una escuela diferente, con un alumnado muy joven –el acceso a la formación para el magisterio
comenzaba a los dieciséis años– y que buscaba paliar las deficiencias educativas a través de la propia
práctica escolar. Los principios que guiaron esta institución fueron la formación permanente y continua
de los maestros y maestras, la psicosociopedagogía, la expresión y el conocimiento del medio, entre otras
(Mata, 1987).
En el artículo que a continuación se transcribe, Sensat hace un encendido alegato a favor de la escuela
en la naturaleza. En él, muestra abiertamente su preocupación por la formación convencional y su
rechazo frontal a prácticas que consideraba artificiales, tales como el establecimiento de programas y
horarios escolares, si bien hay que señalar que Sensat no fue contraria a los materiales de enseñanza
(Moreno, 2013). Por último, cabe destacar que la producción bibliográfica de Sensat en la Revista de
Pedagogía fue bastante prolífica, con sendos artículos vinculados al ámbito de la enseñanza doméstica,
las ciencias y la naturaleza, tales como La enseñanza de la economía doméstica (n. 8, 1922), La enseñanza
doméstica en Barcelona (n. 52, 1926), Lecciones de ciencias en relación con la vida diaria (n. 94, 1929)
o Los estudios de la naturaleza en la escuela primaria (n. 139, 1933) (López & Delgado, 2014).
Teresa Rabazas Romero
Carlos Sanz Simón
Museo de Historia de la Educación “Manuel Bartolomé Cossío”
Universidad Complutense de Madrid
154
Tendencias Pedagógicas, 35, 2020, pp. 153-158.
2. La escuela al aire libre, por Rosa Sensat
Uno tras otro pasan los días, se deslizan los años ¡ay! Rápidamente viviendo entre niños, actuando en
la intensa y sugestiva labor de una escuela y acumulando datos y observaciones que funde la ciencia
pedagógica en transformación, juzgamos de tal responsabilidad u trascendencia las afirmaciones que
puedan hacer los educadores, ya en cuestión de principios, ya en especialización didáctica, que no
hablaríamos en voz alta de nuestras observaciones si una invitación, que por otra parte agradecemos
mucho del director de esta Revista, no hubiese construido un estímulo determinado en nuestra
conciencia un momento de parada y de reposo para reflexionar sobre hechos, ensayos, rectificaciones
y resultados. De Montaigne acá, en el terreno filosófico, toda pedagogía se ha infiltrado en la
conciencia de los maestros, de tal manera, que creemos poder afirmar que ni uno sólo ignora nada de
lo que constituye la esencia y el credo de la ciencia de educar. Pero ¡cuán difícil todo en el terreno de
la práctica! ¡Qué gestación tan laboriosa, qué eclosión tan lenta, qué avanzar tan vacilante de las nuevas
ideas, qué labor tan llena de dificultades y de retrocesos la de los maestros ante las realidades que
plantea el hecho vivo de la presencia de un niño, de tantos niños formando colectividad que encierran
en vastas series complejas todas las influencias de la herencia y del medio, todas las remotas
posibilidades de su vida futura! No es extraño que el proceso sea lento y que haya una falta de
correlación tan enorme entre el saber científico y las normas escolares. Por esto todo lo que sea labor
de escuela, hecho vivido y comprobado en el trato diario de niños y maestros, por modesto que sea,
tiene un valor extraordinario, siempre que se dé a conocer con sinceridad y con toda clase de reservas,
no concediéndole la categoría de una definida abstracción, sino simplemente la de dato registrado
que puede representar un jalón de avance en el camino ascendente hacia los puros principios de la
ciencia de educar.
Los límites de un artículo no permiten exponer en totalidad el cúmulo de datos, consignados a
diario, sobre los variados aspectos que ofrecen los problemas educativos en nuestra escuela, y en la
precisión de seleccionar, tomaremos aquellos que se derivan del hecho mismo de su actuación al aire
libre.
No hay necesidad de expresar aquí la finalidad de esta clase de escuelas en el lugar que ocupan en
el cuadro de las instituciones pedagógicas; ni podemos tampoco detallar en estos momentos la multitud
de circunstancias de ambiente y de ideología que han influido en el proceso de evolución de la Escuela
de Bosque de Montjuich. Pero sí diremos, que como resultante del medio y de las ideas y aspiraciones
del momento en que se creó dicha escuela, sin dejar de tender a la modalidad social que le dio origen,
ni de inspirarse en los sentimientos de amor a la infancia pobre y desvalida, sin dejar de poner todo su
interés en la salvación de valores humanos en peligro, ha elevado sus miras hacia los altos fines de una
educación general.
Y en la consecución de estos fines se han presentado toda clase de problemas: de actividad física e
intelectual, de libertad y disciplina, de juego y trabajo, de cooperación y sociabilidad, de instrucción y
de enseñanza en armonía con el medio. El medio es el campo, el espacio libre, lleno de sol y de luz,
con amplias plazoletas, con jardines cuajados de flores, con profusión de árboles de gran variedad, con
bosquecillos de pinos que perfuman el ambiente, con pajares incultos, donde plantas silvestres e
insectos muestran su gracia y su belleza natural, con espléndidas vistas del mar y de la montaña en la
lejanía. Pero no se trasladan a este campo todos los días los niños de la ciudad para saborear una buena
comida, tumbarse al sol y contemplar soñolientamente las copas de los árboles y el cielo azul. Esta
dulce holganza pudiera ser, y aun con ciertos distingos, una obra higiénica y curativa, nunca una obra
de educación. Porque la educación supone una actividad de una escuela no puede ser otra que el trabajo
en su más amplio sentido, es decir, una actividad dirigida y aplicada.
Hemos tratado de poner esto en práctica y surgen las preguntas. ¿Cómo se ha adaptado este núcleo
escolar a las nuevas condiciones? ¿Cómo ha reaccionado con el medio, cómo ha respondido a los
estímulos que este medio le ofrece? ¿Hasta qué punto la afirmación de Rousseau “la mejor escuela es
la sombra de un árbol” puede ser tomada en consideración?
Son muchos los interesados en el problema escolar de nuestro país que piensan si en los lugares
de España donde la dulzura del clima permite el funcionamiento de la escuela en el campo la mayor
parte del año, no se podría ir sustituyendo la escuela ordinaria por la escuela al aire libre, más sana,
más estimulante y más propia para alcanzar una educación armónica. Pero como es natural, se
presentan dudas sobre si las disciplinas de un régimen escolar ordinario podrían realizarse en buenas
condiciones y se pregunta si los niños no sufren una fatiga física excesiva; si no altera a menudo su
salud el rigor del frío y de la humedad en el brillo de una luz demasiado intensa; y desde el punto de
Tendencias Pedagógicas, 35, 2020, pp. 153-158.
155
vista de la instrucción, si la contemplación de la naturaleza con sus bellezas, no produce una especie
de fascinación y una dispersión de espíritu constante que impida concentrar la atención en las
obligadas materias de un programa escolar.
Contestarnos. Efectivamente, la intemperie ocasiona sus molestias: un día es el calor sofocante
que produce lasitud de espíritu; otro es la lluvia que cala hasta los huesos; otra vez es el viento que
levanta las nubes de polvo, que se introduce en los ojos, hace volar los papeles o dispersa las menudas
piezas de un trabajo empezado. En los primeros tiempos de estancia en la escuela estas y otras
dificultades fueron sentidas con intensidad. El espacio era demasiado grande, los estímulos demasiado
vivos, muy fuertes la excitación y el ejercicio, excesivamente impresionante la belleza del lugar. Casi
no pudo hacerse nada de provecho en el sentido que se suele dar a la frase “aprovechar el tiempo”.
Pero todo está en saber comprender lo que conviene según el momento y la ocasión. No era la lectura
lo que la maestra debía empeñarse en seguir cuando una mariposa al pasar interrumpía este ejercicio,
no era la escritura cuando una hoja al caer del árbol posándose en el papel podía dar origen a otras
sugestiones. Lo de más valor para la niña en aquellos momentos era apoderarse de la realidad, tomar
posesión de aquel rincón de tierra con sus misterios de vida, era el impregnarse de aire puro y efluvios
reconfortantes, era endurecer su cuerpo contra los agentes externos, era el ser feliz gozando de los
dones de la naturaleza, era el adaptarse. Es la adaptación lo que se necesita al volver al medio del cual
nunca deberíamos habernos alejado y es la adaptación lo que disminuye y reduce los obstáculos que
se suponen en la escuela pasa por este periodo de adaptación, entreteniéndose con las piedras, el agua,
recogiendo pequeños frutos y desentendiéndose, algunos por completo, de todo trabajo escolar. Pero
una vez pasado este periodo y dueño del nuevo mundo que habita, puede abstraerse en cierto modo
de él, para dirigir su atención a otros intereses y otros estímulos. Respecto a las inclemencias del
tiempo, se cuenta con las clases, que ofrecen un sitio resguardado de la lluvia y de temperatura más
suave, a pesar de tener las vidrieras abiertas completamente, salvo en días muy despreciables. Hemos
de hacer notar que la escuela al aire libre no exige una permanencia constante fuera del recinto
cubierto. Esto sería un concepto exagerado, pues aun entendiendo que se debe trabajar en el espacio
libre siempre que se pueda, creemos que la clase es necesaria por algo más que para resguardarse de
la lluvia y del mal tiempo. Para ciertos momentos de recogimiento interior, de concertación de las
ideas, de reflexión individual, de trabajos manuales minuciosos y delicados, es preciso que el niño
disponga de una ambiente más tranquilo y reposado, más aislado del mundo exterior, menos propicio
a las excitaciones de los sentidos que el campo abierto. La clase es un lugar de meditación y estudio,
es el gabinete de trabajo donde se ordenan y clasifican los materiales recogidos fuera, es el paraje de
descanso de una vida intensa en impresiones y actividades específicas. Así trabajan los hombres en la
vida; así conviene que aprendan a trabajar los niños.
Entendemos que puede aceptarse, pues, la frase de Rousseau de que la mejor escuela sea la sombra
de un árbol, siempre que este árbol se encuentre próximo a una casa, tan sencilla como se quiera,
pero que pueda ofrecer una apacible y confortable refugio.
Fijémonos en otros aspectos de la tarea educativa, derivados también del medio en que se
desenvuelve.
La escuela se halla en plena naturaleza. La tendencia moderna de aceptar una base biológica en la
educación, considerando al hombre en relación con el medio en que está sumergido y del cual
depende en constante acción y reacción recíprocas, no puede encontrar una solución más adecuada
que el desenvolviendo de la obra educativa del niño en el campo, donde los fenómenos de relación
entre él y los elementos de la tierra, entre él y las energías físicas, entre él y los seres vivos que en
concepto de alimentos, bebidas, vestidos, habitación, etc., atienden a sus necesidades, se presentan
constantemente y de un modo espontáneo a su vista y a su observación. No hay bellezas, no hay
estímulos para impresionar el alma del niño como los que nos ofrece el campo con su infinita variedad
de fenómenos y sus enormes fuerzas de renovación; no hay medio más adecuado para la libre
evolución del ser humano en su fase de desarrollo y de iniciación a la vida.
Pero este realismo que se nos entra por las puertas del alma, estas sugestiones que estimulan
nuestra facultad de aprehensión (y hablo en plural porque niñas y maestras suelen sentir al unísono)
esta belleza que nos fascina y que no tenemos horas bastantes para el goce de su contemplación, no
pueden por menos de condicionar todo el trabajo de la escuela e influir en la forma y extensión de la
enseñanza. Efectivamente, la condicionan en el sentido de ser grandemente influida esta enseñanza
por la de la naturaleza, de presidir en toda la labor escolar un espíritu de observación y estudio, de
promover la actividad y la colaboración del alumno en la investigación de los conocimientos que han
de construir su bagaje intelectual. Y la condicionan y la influyen, sobre todo, por la cantidad de tiempo
156
Tendencias Pedagógicas, 35, 2020, pp. 153-158.
que exigen estos procesos de adquisición mental.
De esto surge el conflicto que se presenta en todas las escuelas del mundo; pero que se acentúa
aquí, precisamente por estas influencias del medio y del ambiente. ¿Puede la escuela primaria,
procediendo con la lentitud que reclaman la evolución natural de las fuerzas del niño y los métodos
de adquisición expuestos, llegar a proporcionar aquel mínimo de conocimientos que se juzgan
indispensables para la vida? ¿Podemos, por otra parte, dejar de cumplir la misión primordial de la
escuela que es proporcionar una cultura general, la cual, ante la complicación de la vida moderna, se
considera cada día más amplia y más intensa? Cada vez comprenden los programas nuevas ramas y
nuevas disciplinas de acuerdo con las exigencias de esta cultura, y cada día la familia, que desconoce
en general las verdaderas necesidades del niño, acuciada por los apremios de la lucha por la vida,
siente más el temor de que éste no llegue a aprender lo que necesita saber como hombre, reclamando
con febril apresuramiento un contenido de instrucción de utilidad inmediata que no deja de ser en
muchos casos una falsa sabiduría. Porque ¿es algo apoderarse del signo y no de la idea? ¿Dejan de ser
analfabetos muchos de los que salen de las escuelas sabiendo leer, escribir y contar mecánicamente?
El ideal de dar al niño un dominio del conocimiento en todo orden de estudios se debe abandonar
por otro mejor que es el de alimentar su inteligencia, hacerla fuerte y darle los instrumentos de la
instrucción para adquirirla a su tiempo cuando le sea necesaria. Todos sabemos esto, preconizamos
esto, estamos convencidos de esta verdad y, sin embargo, el programa se levanta ante nosotros como
un espectro, las pruebas de instrucción torturan nuestra conciencia, las exigencias de la sociedad velan
con una sombra de inquietud la serenidad del trabajo de cada día.
No podemos sustraernos a contar uno de tantos episodios, que tomamos de nuestro diario, de
nuestra vida en la escuela.
«Después de comer hemos organizado un paseo por la montaña. Tiene un objeto determinado: ir
a buscar musgo, pequeñas pitas y otros elementos para el Belén. Tomamos nuestros capazos,
azadones, cuchillos y tijeras y nos dirigimos camino del castillo. Son las dos menos cuarto. Salimos
pronto para aprovechar las horas de temperatura más suave. ¡Qué tarde! Tarde de otoño, dulce y
apacible, clara y luminosa. Polvo de oro es el sol derramándose suavemente sobre todo el paisaje, de
tonos rojos y amarillos. Cuando el angosto y antiguo camino de la fortaleza nos desemboca en la
meseta del castillo, el sol de occidente con sus rayos oblicuos nos deslumbra, impidiéndonos mirar a
la cumbre; pero vueltas de cara al mar ¡qué espectáculo tan maravilloso! La vista del puerto, con todo
su movimiento incesante, cautiva nuestra atención y lo miramos un buen rato. Un barco espera el
bote del práctico para la entrada, otro ha salido y se aleja dejando una estela luminosa. Vuelos de
gaviotas, como blancos papelitos revoloteando, se posan blandamente sobre el agua. Los aviones
evolucionan, despegándose suavemente y describiendo círculos sobre la ciudad. Las lanchas
pesqueras, en gran número, ponen en la inmensidad. Las lanchas pesqueras, en gran número, ponen
en la inmensidad azul notas de gracia y armonía. Y la gran urbe, recostada en la sierra, levanta al cielo
las agujas de sus templos, gloriosas obras de arte, y ofrece el espectáculo de su vida laboriosa y de su
desarrollo fabril. En estos momentos de fruición intensa, cuando las niñas claman a coro ¡qué
hermoso es esto! ¡Qué bien se está aquí! Surge pavoroso en nuestro recuerdo el eterno drama. ¿Por
qué habrá operaciones de dividir y reglas gramaticales y obligación de aprender en las escuelas? ¿No
podría ser este vivir intenso, esta emoción de lo bello, este respirar fácil, estas sensaciones de aire
fresco, de sol tibio, de perfumes sutiles y exquisitos, de visiones luminosas de línea, de color y de
matices, estas lecciones vivas de las bellezas del mundo y del trabajo de los hombres, no podrían serlo
todo en la escuela? Meditando sobre esto remontamos la pendiente hacia la otra falda de la montaña.
Nuevas impresiones solicitan nuestra atención. El interés de las niñas se manifiesta vivo por la
cantidad de cosas que encuentran. Buscar y recoger es una gran ocupación. Los capazos se llenan de
musgo, de piedras, de plantas de todas clases, de pitas que hallan, por fin, en un rincón soleado y que
cuestan de arrancar; pero que adquieren, por último, con la tenacidad que ponen los pequeños en un
trabajo que les interesa, arrancándolas con los dedos, sin miedo a los arañazos. Disfrutan
extraordinariamente al ver los resultados de la recolección, que es abundante. Es tarde y regresamos
viendo los palacios de la exposición: el Nacional, que se yergue majestuoso, con sus cúpulas altísimas
y su enorme masa; el estadio, que deja ver ya sus amplias escalinatas: y a lo lejos, una torre románica
del pueblo español, sugestiva y evocadora. Caminamos lentamente el paso, para aspirar aún, por algún
tiempo más, aquel aire perfumado de tomillo y contemplar la riqueza de colores que los últimos rayos
del sol poniente vierten sobre la ciudad envuelta en neblina».
Después de esto y de tantos otros momentos de vida escolar que pudiéramos describir, ¿qué valor
tiene el contenido de un programa o de un horario, que son cosas artificiales y muertas, inspiradas en
Tendencias Pedagógicas, 35, 2020, pp. 153-158.
157
convencionalismos seculares? Esta lección de una tarde ¿no puede dar materia a la labor escolar de
toda una semana, de todo un mes? ¿No hay aquí naturaleza y arte, las dos grandes fuentes de que se
debe nutriera toda la obra de educación? Pero si así no fuera, si todas estas realidades que se han
entrado por los ojos, que son historia, que son geografía, que son civismo, que son conocimiento del
mundo y de los hombres, no alcanzasen a formar en la mente de la niña un contenido utilizable, si
no dejasen en ella rastro alguno de saber formal, ¿no sería nada aún haber conseguido que gozara
unas horas de felicidad, haberle enseñado a amar y comprender la naturaleza, haber conquistado para
ella el goce de placeres puros y honestos y una delicadeza de espíritu que la preservase en todos los
momentos de su vida de groserías y bajezas?
Por esto, pensando así, sintiendo de esta manera, hemos de declarar que los programas
previamente establecidos, no se han seguido más que como direcciones generales y que los horarios
han sido alterados siempre que el estado psicológico de las niñas lo ha hecho preciso. A pesar de las
fluctuaciones de nuestro espíritu, sujeto a múltiples influencias en el conflicto planteado entre la
finalidad de una formación espiritual o de una suma de instrucción determinada, nos hemos inclinado
a lo primero, guardando respeto y reverencia a los principios de la educación nueva, a la naturaleza
del niño, a su felicidad presente, que es acumulación de fuerzas para el porvenir.
3. Referencias
Associació de Mestres «Rosa Sensat». (s. f.). La mestra Rosa Sensat. La meitat del camí. Informació
Bibliogràfica Biblioteca Rosa Sensat, 39. Barcelona: Associació de Mestres «Rosa Sensat»
Codina, M. T. (2002). Rosa Sensat y los orígenes de los movimientos de renovación pedagógica.
Historia de la Educación. Revista interuniversitaria, 21, pp. 91-104.
Esteruelas, A., García, J. & Vilafranca, I. (2015). L’Escola del Bosc cent anys després. Allà on Rosa
Sensat va sistematitzar la seva pedagogía. Temps d’Educació, 49, pp. 111-133.
López, J. D. & Delgado, M. A. (2014). La enseñanza de las ciencias escolares en la Revista de Pedagogía
(1922-1936). Educació i Història, 24, pp. 69-101.
Mata, M. (1987). The Rosa Sensat Teacher-training College in Barcelona. Western European
Education, 19 (2), pp. 6-16.
Monés, J. (2011). La pedagogía catalana al segle XX. Els seus referents. Lleida-Barcelona: Institut
d’Estudis Catalans-Pagès Editors.
Moreno, P. L. (2013). Rosa Sensat, la cultura material de l’escola i el material d’ensenyament. Temps
d’Educació, 44, pp. 77-99.
Sensat, R. (1922). La enseñanza de la economía doméstica. Revista de Pedagogía, 8, pp. 285-290.
Sensat, R. (1926). La enseñanza doméstica en Barcelona. Revista de Pedagogía, 52, pp. 158-168.
Sensat, R. (1929). Lecciones de ciencias en relación con la vida diaria. Revista de Pedagogía, 94, pp.
439-448.
Sensat, R. (1933). Los estudios de la naturaleza en la escuela primaria. Revista de Pedagogía, 139, pp.
391-396.
158
Tendencias Pedagógicas, 35, 2020, pp. 153-158.