Futuros contingentes de la Red: ¿cuerpos futuros?
Un estudio sobre las posibilidades de expansión de la red y la corporalidad.
Jaime Roldán Corrales1
Abstract. This paper briefly discusses some possible future Internet and ICTs through some relevant sources: analysts
and companies, defenders of Internet freedom, popular science and cyber-activists. We explore the possibilities of body
modification that technology can develop from cyberculture, analyzing the problem of dualism from a philosophical
approach and emphasizing the role of myth in contemporary culture cyborg.
Keywords. Internet, WWW, Cyber-activism, Future, Cyberculture, Cyborg, Philosophy of Mind, TICs.
Resumen. El ensayo analiza brevemente algunos futuros posibles de Internet y las TICs a través de algunas fuentes
relevantes: analistas y empresas del sector, defensores de la libertad en Internet, la divulgación científica y el
ciberactivismo. Explora las posibilidades de modificación del cuerpo que la tecnología puede desarrollar desde la
cibercultura, analizando el problema del dualismo desde un enfoque filosófico y destacando el papel del mito ciborg en
la cultura contemporánea.
Palabras clave. Internet, WWW, ciberactivismo, futuro, cibercultura, ciborg, filosofía de la mente, TICs.
1. Algoritmos, futuros “arriesgados”, futurólogos y activismo ciberpunk.
Abrimos el navegador de Mozilla con la página de Google por defecto. Tecleamos ‘futuro de
internet’ y confiamos en los algoritmos de Page Rank desarrollados por Larry Page y Sergey Brin,
fundadores de la compañía, en la Universidad de Stanford.
Bajo las imágenes futuristas aparecen once entradas. Analizaremos seis. Las cuatro primeras recogen
diferentes enfoques de un hecho que tuvo lugar en diciembre del pasado año 2012: La reunión en Dubai
de la Conferencia Mundial de Telecomunicaciones Internacionales organizada por la UIT (Unión
International de Telecomunicaciones), dependiente de la ONU, donde unos 193 gobiernos discutieron a
puertas cerradas la actualización y modificación de las normativas que acordaron en 1988 sobre la
regulación internacional y controlar la estructura de las redes nacionales e internacionales.
La dos primeras página son un resumen de la posición de Mozilla Hispano ante tal encuentro, que
titula “El futuro de la Internet está en riesgo” (30-11-12) y un podcast informativo, criticando la
posibilidad de que los países tengan más poder para regular y controlar la Web. La segunda página es del
portal adslzone.net, un foro sobre noticias relacionadas con Internet, que titula “El futuro de Internet se
decide en estos momentos” (06-12-12) y critica los intentos de control de Rusia, China, Tayikistán y
Uzbekistán, principales censores del planeta; el otro bando partidario de la libertad de Internet, está
encabezado por Mountain View, EEUU y la UE. Esta página nos lleva a otros enlaces como Take
1
Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla en 2003. Actualmente cursando el Máster en Lógica y
Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Salamanca.
Action, propuesta de Google a favor de la Web libre y abierta, la noticia sobre el temor del Parlamento
Europeo sobre el futuro control de Internet por la ONU y la apuesta por Open Wireless, el proyecto de
hacer libre y abierta la Web. La cuarta página enlaza al portal de noticias latinoamericano telesurtv.net
(02-12-12), que informa del encuentro.
¿En qué ha quedado la cosa? Podemos leer las actas finales y el resumen de la propia UIT:
“El tratado establece los principios generales que garantizan la libre circulación de información en todo el mundo.
nuevas disposiciones incluidas [para] ayudar a los países en desarrollo, la promoción de la accesibilidad para las personas
con discapacidad y la defensa del derecho de todas las personas a la libertad de expresión a través de las redes TIC (…)
incluyen una Resolución encaminada a crear un numero único y armonizado a escala mundial para tener acceso a servicios
de emergencia, un nuevo texto en el que se reclama mayor transparencia en la fijación de los precios de la itinerancia móvil, y
nuevas disposiciones destinadas a mejorar la eficiencia energética de las redes TIC y contribuir a luchar contra los residuos
electrónicos. Entre otras cuestiones difíciles que fueron objeto de acalorados debates en la Conferencia, cabe citar las
siguientes: la seguridad de las redes, los contenidos masivos no solicitados, como los mensajes de correo electrónico basura
(spam), la definición de las empresas que prestan servicios con arreglo a lo dispuesto en el tratado, el principio del acceso no
discriminatorio de los países a las redes de otros países, y si convenía incorporar o no un texto sobre la libertad de expresión
en el Preámbulo del tratado.” (UIT, 14-12-12)
Según la IOCIT, agencia costarricense de Inteligencia de Mercado, Planificación Estratégica y
Mercadeo, las polémicas generadas en torno las cuestiones difíciles ha dado origen a que varios países se
negaran a firmar el tratado: Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Dinamarca, República Checa,
Polonia, Suecia, Países Bajos, Nueva Zelanda, Kenia y Costa Rica, según informó el semanario
costarricense El Financiero. Pero el tratado fue por los demás Estados miembros de la UIT, un total de
89.
¿Estamos ante una pérdida de libertad? Para responder tenemos que analizar el documento. En
primer lugar vemos que es un acuerdo de compromiso de aplicación, al igual que otros tratados como los
relativos a los Derechos Humanos, es decir, no es vinculante. Establece unos principios generales, pero
no atañe a los contenidos de las telecomunicaciones. El artículo 9 reconoce que los Estados pueden tener
acuerdos particulares. Su objetivo es facilitar la interconexión e interoperabilidad de los medios de
telecomunicación a escala mundial. En cuanto a la Red mundial y su regulación por los estado
miembros, el Tratado utiliza términos como ‘procurarán velar’, ‘se esforzarán por asegurar’, lo que
muestra el carácter no vinculante o normativo, sino orientativo. Pero ahí está la cuestión, ya que algunos
artículos permiten un control de la Red y de sus contenidos: el artículo 5A establece que los Estados
Miembros “procurarán garantizar la seguridad y robustez de las redes internacionales (…) para evitar
perjuicios técnicos, así como el desarrollo armonioso de los servicios internacionales ofrecidos al
público.” ¿A qué armonía se refiere? Más interesante y menos ambiguo es el 5B: “Los Estados
Miembros deben procurar tomar las medidas necesarias para evitar la propagación de comunicaciones
electrónicas masivas no solicitadas y minimizar sus efectos en los servicios internacionales.” En este
punto, está claro que se defiende un control de las comunicaciones, sean spam o sean noticias críticas
con el gobierno. El problema está en precisar qué comunicaciones ‘no solicitadas’ deben minimizarse y
quién decide cuáles son susceptibles de catalogarse así.
Sin entrar en detalles, el análisis del texto nos lleva a suponer que, más que una batalla por la libertad
de expresión, estamos ante una batalla comercial y publicitaria, una lucha de intereses y reparto del
mercado de las telecomunicaciones.
Si continuamos con el análisis de la búsqueda de Google, encontramos en quinto lugar una entrada
titulada “El futuro de Internet”, publicada en 2006 por Miguel Moliné Escalona, dentro de la web
Bitácora Almendrón. Hace referencia al informe de la compañía Pew Internet and American Life
(Quitney & Rainie 2006) sobre el futuro de Internet para el año 2020, estudio basado en un cuestionario
realizado por 742 expertos cuyas conclusiones principales son:
La Red será un negocio próspero y de bajo costo.
se muestra pesimista acerca de nuestra capacidad para controlarla.
La dependencia de la tecnología podría convertirse en un problema. Hasta el 42% de los encuestados
Un gran número de trabajadores desempeñará sus funciones en “mundos virtuales”. Esta
desconexión del mundo real podría acarrear numerosos problemas.
Emergerán grupos contrarios a la Red —“refuseniks”— que podrían llegar a utilizar medios
violentos para atacarla.
buena parte de la privacidad.
El impacto sobre las personas se considera positivo pero se alerta sobre la posibilidad de perder
El inglés seguirá dominando la Red.
Podemos contrastar esta visión, bastante lejana ya en el tiempo, con otra del mismo año
aproximadamente. Es un vídeo del supuesto Museum of Media History, titulado ‘Epic: ¿cómo será
Internet hacia 2015?’ (Adictosweb 2006), que cuenta desde un presunto futuro en 2015 cómo Internet ha
ido expandiéndose desde sus orígenes en la década de 1980, a partir de la creación de la WWW por Tim
Berners-Lee. Hasta 2004, inclusive, los hechos que presenta son reales. A partir de 2005 va contando
hitos en el desarrollo de Internet que el autor o los autores del vídeo imagina que podrían haber tenido
lugar para llegar a ese hipotético 2015. Es interesante comprobar cómo algunas de sus predicciones han
tenido lugar desde 2005 hasta este año, 2013.
A partir de 2005, el ‘documental’ comienza a anticipar hechos que podemos ver que se han ido
cumpliendo de alguna y otra forma en los últimos años y que reflejan la integración de la vida en
ambientes mediáticos como la nube, las redes sociales, etc. El futuro anticipado de la red que dibuja Epic
pasa por los algoritmos que revisan noticias, nombres, lugares e imágenes y elementos de contexto para
separar hechos de citas, proporcionando estadísticas que se convierten en ecuaciones flexibles,
recalculando, reclasificando y recombinando las piezas sueltas con la información de cada persona,
publicada en blogs, redes sociales, servicios de correo, etc. Esta dirección de construcción de
información personalizada es una predicción cumplida en la actualidad, como lo es la posibilidad de
emisión de información local a través de dispositivos localizados por GPS.
Otra fuente para ver los futuros posibles es un vídeo más reciente, elaborado por Microsoft
(27/10/12), donde expone su visión de futuro. Pizarras digitales conectadas a Internet y traductores
simultáneos y máxima interactividad, tablets en todas partes, en los asientos de los aviones, conectadas
igualmente, (servicio que ya es posible hoy aunque en muy pocas compañías), pantallas y dispositivos en
tarjetas de crédito, en paredes, superficies horizontales, cristales flexibles, ratones táctiles, smartphones
que se confunden con tarjetas de visita y que proyectan imágenes, hologramas, escritura digital, incluso
un papel-pantalla que permite visualizar contenidos dinámicos, todo ultraplano, ultraligero y
ultraconectable. Algo parecido a cómo se imaginaba el futuro de las pantallas para 2014 The Astonishing
Tribe en 2010.
Siguiendo la “futurología” de Internet resulta interesante analizar la conferencia del Michio Kaku
(2009) en el CUNY Queensborugh Community College donde predice cómo será el futuro en 2020 y
2030, gracias a la Ciencia. Brian Bolduc (2012) recoge las principales ideas en la entrevista que le
realizó para el Wall Street Journal. Resumimos las que nos parecen más interesantes y relacionadas con
el tema de nuestro ensayo. Lo más curioso es que hacia 2020 la palabra ‘ordenador’ habrá desaparecido,
ya que en 8 años el precio de un chip, al ritmo de crecimiento que duplica la potencia de los ordenadores
cada 18 meses, podrá costar un céntimo de dólar, lo que conllevará tener millones de chips en todas
nuestras pertenencias. Los coches no tendrán necesidad de tener conductores, tendremos órganos
sintéticos y la palabra ‘tumor’ desaparecerá a su vez, gracias a la nanomedicina y los chips de ADN que
predecirán si vamos a tener un tumor 10 años antes. Kaku habla de ‘realidad aumentada’ que permitirá
tener internet en una lente de contacto, lo que va a cambiar todo: los estudiantes mirarán las respuestas
durante el examen, los actores podrán leer el guión sin necesidad de aprendérselo de memoria, se podrán
traducir conversaciones al instante y podremos responder correctamente en una entrevista de trabajo. No
estamos lejos, el ejército americano ya tiene un prototipo: la “Land Warrior”, que el mismo Kaku dice
haber probado. Predice que el lenguaje de la futura civilización planetaria será el Inglés e Internet el
sistema telefónico mundial. Incluso la “telepatía” será posible: ya existen implantes en el cerebro de
personas con parálisis que les permiten dar órdenes a un ordenador.
Y es que los prototipos y proyectos tecnológicos en desarrollo pasan en muy poco tiempo a
extenderse a grandes masas de usuarios en el mercado global. En fase experimental podemos ver el
Google Glasses Project, que puede definirse como un Smartphone con forma de gafas, que proporcionan
un campo mixto de visión en tiempo real. Es posible encontrarse en el mercado gafas de Realidad
Aumentadas, como las Vuzix Star 1200, que se conectan a un dispositivo USB y proyectan una capa
virtual sobre la retina, o el Virtual Reality Helmet de Sensix, las gafas de Lumus Optic, otras gafas que
permiten reconocimiento facial y la superposición de planos en una máquina para dar soporte técnico o
guiar al mecánico en la reparación o mantenimiento de artefactos, y por mencionar otro ejemplo,
encontramos Aurasma, un dispositivo de Realidad Aumentada que reconoce imágenes de referencia y
gestos de las manos, etc.
Por último analizaremos la sexta entrada de nuestra búsqueda proporcionada por los algoritmos
‘googlelianos’. Se trata de la Revista El Caparazón, editada por la psicóloga social Dolors Reig (2012).
Su artículo reseña el último libro de Julian Assange (2012). En la web de la editora del libro, define a los
‘Cypherpunks’ como activistas que defienden el uso de la criptografía fuerte como vía del cambio
progresivo. El libro recoge varias entrevistas a estos activistas y pensadores para discutir si las
comunicaciones electrónicas sirven para la emancipación o la esclavización. Se cuestionan si Facebook y
Google son las mayores máquinas de vigilancia jamás existentes y cómo nuestra colaboración no tiene
parangón. También se plantean la legitimidad de la vigilancia para los “Cuatro Jinetes del
Infopocalipsis” (lavado de dinero, drogas, terrorismo y pornografía). El acoso a Wikileaks y otros
activistas de Internet y los intentos de introducir leyes contra el intercambio de archivos (SOPA, ACTA,
etc.) muestran, según Assange, la encrucijada a la que se encuentra Internet. Su propuesta es “privacidad
de los débiles y transparencia para los poderosos”. Aunque no podemos estar seguros de un futuro Gran
Hermano vigilante, está claro que la capacidad de control se utiliza principalmente para ganar dinero,
defender la propiedad intelectual o perseguir delitos electrónicos en la mayoría de los países, mientras
que en otros hay una censura evidente y represora. Toda la información que circula en Internet deja de
ser privada en cuanto recorre la red, por lo que la mejor garantía de privacidad es el encriptamiento,
como defienden los cypherpunks.
En este sentido, coincidimos con el análisis de Alonso (2011, 3-4): la revolución en el manejo,
control y distribución de la información en el contexto en el que el progreso social no está garantizado,
pueda llevarnos al intento de utilizar esta imparable revolución para “crear un mundo más cómodo para
minorías anejas al poder”, aunque las TICs no fueron diseñadas a tal efecto. Sin embargo, creará una
brecha social entre los usuarios competentes y los que no, en multitud de grados. Hoy podemos hablar de
alfabetización digital o exclusión digital: la educación pública incorpora a un ritmo creciente elementos
de las TICs: pizarras digitales, portátiles, conexión a Internet, libros electrónicos, etc. Sin embargo el
acceso a Internet no es todavía universal, ni en los países desarrollados ni en el mundo en su conjunto.
Desde un plano técnico, ¿cuál será el futuro de Internet y las TICs? La clave está en la alta
integración que muestran las siguientes tendencias (Alonso 2011: 199, 208-ss):
Especialización de equipos orientados a la ocasión, a la función y a compartir capacidades.
Multitud de modelos alternativos ajustados a las necesidades concretas de los usuarios.
Superación de los condicionantes biológicos para los interfaces.
Uso avanzado de herramientas digitales fuera del alcance de muchos usuarios.
Disfrute de recursos digitales fragmentado y especializado, dando acceso solo a lo pagado, lo
que conllevará el declive de la tarifa plana.
Acceso a la red ubicuo.
Todas estas cuestiones, nos llevan a preguntas ineludibles. ¿Qué cambios sociales provocará esta
revolución digital? ¿Cómo afectará al cuerpo humano, al cerebro? ¿Cómo concebiremos la realidad ante
la Hiperrealidad inminente? Desarrollaremos algunas de estas cuestiones en la siguiente sección desde el
enfoque de la Cibercultura.
2. Ciborgs y cuerpos futuros.
¿Cómo afectará la Hiperrealidad al ser humano? Parece las tendencias futuras se encaminan a una
modificación en la percepción y cognición humanas, a la integración de las interfaces entre humanos y
máquinas. La relación entre el cuerpo y la máquina nos lleva a la Filosofía de la Mente y a otros
problemas clásicos como el del dualismo/monismo. ¿Podríamos hablar de una revolución del cuerpo en
virtud a las posibilidades técnicas que se avecinan?
Los avances médicos nos hacen pensar en la inminente cercanía de los ciborgs, seres entre lo
humano y lo artificial. La ingeniería biomédica, con sus trasplantes, sus prótesis e implantes, junto al
desarrollo de la ingeniería genética y al desarrollo de la cirugía estética, hacen presente un futuro
posthumano. Incluso la nanotecnología profetiza un sistema inmunológico artificial basado en
microrobots que portarán ordenadores miniaturizados que mantendrán sanos y fuertes nuestros cuerpos.
Es evidente que el cuerpo es hoy en día más manipulable y transformable que nunca. Los adalides de la
cibercultura lo conciben como una especie de "membrana permeable cuya integridad es violada y su
santidad amenazada" por todo tipo de artificios que lo mejoran y lo sostienen. De esta forma, los
ancianos han pasado a ser en la actualidad la "vanguardia tecnológica", gracias a su disponibilidad para
la implantación de todo tipo de dispositivos artificiales (Hine 1991: 230-231).
En este sentido, la cibercultura plantea, a lo largo de todas sus manifestaciones, la idea constante y
obsesiva de la obsolescencia del cuerpo (Dery 1995). Para los apologistas postmodernos del cuerpo
obsoleto, la tarea fundamental a la que nos enfrentamos es la de la superación de todas las limitaciones,
entre ellas el mismo cuerpo humano, que se dan al pensamiento, a la mente, a la capacidad del cerebro de
ir más allá, hacia otro estadio evolutivo superior.
Esta concepción del cuerpo como barrera se funda en el odio hacia él, postura que hereda la
cibercultura de nuestra tradición occidental platónica y judeocristiana, hostil hacia lo sensible, lo
corporal y valedora de la creencia del cuerpo como prisión del alma. Bajo esta perspectiva se encuentran
también presupuestos cartesianos: el dualismo cuerpo/alma, materia/espíritu, que separa los dos ámbitos
de realidad como opuestos, concibiendo al cuerpo como máquina. También podemos rastrear elementos
de la doctrina mecanicista de La Mettrie acerca del hombre-máquina, quien defiende la identidad entre
funciones psíquicas y estados corporales:
“Ser máquina, sentir, pensar, saber distinguir entre el bien y el mal, así como entre el azul y el amarillo; en
una palabra haber nacido con inteligencia y un instinto seguro de la mora, y a la vez no ser más que un animal, no
son, pues, cosas más contradictorias de lo que son ser un mono o un loro y saber darse placer a sí mismo”. (La
Mettrie,
El principio rector de la filosofía cibercultural es la expansión del Yo, de la mente, la conciencia. La
New Age, el neoliberalismo y la reinterpretación del superhombre nietzscheano del movimiento de los
extropianos, el body-art cibernético y la música electrónica, entre otros ámbitos, son formulaciones
válidas de esta filosofía de la cibercultura (ciber-válidas), con el aspecto común y novedoso de la
aplicación y apología de la tecnología más puntera para la consecución de dicha expansión,
especialmente en el ámbito de la realidad virtual, la simulación y la interacción entre el hombre y la
máquina.
Esto ha provocado otra revolución, a saber, la de la 'tecnología invasora' del cuerpo. Según
MacLuhan y otros teóricos de la cibercultura, la tecnología permitiría en un futuro no muy lejano la
mecanización del cuerpo o la posibilidad de la descarga de la conciencia en una simulación informática,
es decir, liberar la mente del cuerpo a través de la tecnología pertinente para ello. Lo decía en los años
60. Aún estamos esperando que ocurra. David Ross, gurú del movimiento extropiano, defendía la
posibilidad de una "descarga" de la conciencia en un programa de ordenador, siguiendo las teorías del
tecnólogo y cibernético Hans Moravec. Dicha posibilidad surgía de la traducción de cada "sinapsis del
cerebro (...) a la estructura de programación de un programa de simulación, conservando su
funcionalidad pero perdiendo su estructura física" (Ross 1993: 16). El mito del ciborg o de la separación
de la mente del cuerpo encuentra en los nuevos avances de la cibernética, la robótica, la medicina
protésica y la informática nuevas posibilidades de ampliación del cuerpo y sus capacidades, pero no deja
de ser un relato con nuevas respuestas a viejos interrogantes del ser humano.
Pero la cibercultura también es crítica, de modo que parodia al hombre autista contemporáneo,
encerrado en su propio mundo y conectado al exterior únicamente por un terminal de ordenador, así
como obsesionado por su propio cuerpo. El mito ciborg muestra el vacío y la angustia contemporánea
del ser humano empequeñecido por la tecnología, sus miedos y obsesiones. Resuena una política del
cuerpo: la obsolescencia del cuerpo supone una revolución, puesto que la convierte en un campo de
batalla político-social dentro de las nuevas formas y los nuevos movimientos políticos: el feminismo, la
homosexualidad, el ecologismo, la insurrección low tech contra el monopolio de la tecnología, etc.
Sin embargo, encontramos un sesgo mayoritariamente optimista con respecto a la tecnología
salvífica de la conciencia expandida hasta el infinito. Los tecnófilos superan en número y en capacidad
persuasiva a los tecnófobos. Dentro de la apología de la obsolescencia del cuerpo, es decir, de la postura
acrítica y tecnófila, destaca el transhumanismo o posthumanismo, doctrina filosófica, política y social
que profetiza y defiende un nuevo humanismo más allá de la evolución. El desarrollo evolutivo de
nuestra especie es innecesario cuando ya podemos disponer de un instrumento para forzar y acelerar
dicha evolución. Las nuevas tecnologías han abierto el camino para la expansión de la conciencia y para
un cambio radical en la naturaleza humana. El ser humano dejará de serlo, para convertirse en un ser
posthumano o transhumano2, más perfecto, mejor dotado para la supervivencia y con un potencial
intelectual infinito. Su naturaleza será cada vez menos material para ser más 'espiritual', es decir más
'mental'. Así mismo, este movimiento tecnoevolutivo significará la apertura a la unión mística con el
todo: la mente individual expandida podrá conectarse y fundirse con un universo virtual cibernético que
irá reemplazando a la realidad material en la que nos movemos en la actualidad. La simulación conducirá
a la realidad, en tanto la realidad será transformada en virtualidad.
La propuesta transhumanista basa su credibilidad en los estudios y programas de investigación de los
principales Institutos de investigación tecnológica del mundo y los ingenieros, técnicos y cibernéticos
que trabajan en este campo. En este sentido, la descarga que propone Moravec, es decir, transportar la
conciencia de una persona a una máquina sería plausible desde el momento en que fuera técnicamente
posible realizar una simulación virtual de las conexiones neuronales del cerebro en un programa
superavanzado y con la misma velocidad de procesamiento que el cerebro humano, de modo que al
transferir la información de una mente al programa, se clonaría la conciencia creando una copia perfecta
de la conciencia. Y así, el cuerpo puede ser sustituido por la simulación. Sin embargo, ¿qué ocurriría con
el inconsciente, que representa una mayor parte en el entramado de la mente? ¿Podría hacerse un mapa
virtual de aquello que no puede ser formalizado, estructurado, matematizado, sino interpretado? De otro
lado, los estudios reciente en computación para IA relativos a la construcción de lenguajes formales que
tratan de simular los lenguajes naturales, y el uso desde lógicas no clásicas en IA como los sistemas
modales, temporales, epistémicos, intuicionistas, o la lógica abductiva, nos dan buena cuenta de la
extrema dificultad del desarrollar máquinas que piensen como los humanos, incluso considerando los
reducidos límites del pensamiento lógico-matemático (Horst 2011, Thomason 2012). La IA fuerte es el
la nueva del emperador (Penrose 1991: 23-26).
Al margen de la coherencia, consistencia y la congruencia de estas teorías, es fácil comprobar que
suscitan una llamada de atención para el análisis y posible redefinición de conceptos como vida, ser
humano, cuerpo, mente, conciencia o la realidad. ¿Es posible recrear la conciencia, recrear una vida en
una simulación? ¿En caso de que se pudiera, dicha simulación podría sustituir el modo anterior de la
conciencia inserta en la corporalidad? En todo caso son cuestiones que no tienen respuesta de momento.
La tecnología ni el conocimiento sobre el ser humano y su conciencia actuales no llega al nivel de
desarrollo suficiente para intentar esta vía, caso de que sea posible. Así mismo, las barreras éticas
suponen un obstáculo decisivo para la posibilidad de la descarga misma. Al intentar la descarga de una
conciencia en una máquina, el cuerpo moriría, al quedar 'vacío' de contenido espiritual. En el caso de ser
posible, ¿sería lícito y ético sacrificar vidas humanas para probar el proceso de descarga y su
2
Ambos términos se utilizan como sinónimos, al igual que transhumanidad y posthumanidad.
perfeccionamiento? Puesto que el error siempre se halla presente en toda investigación y en todo
experimento científico-técnico.
Al igual que dentro de la ingeniería genética, nos encontraríamos con la oposición de la mayoría a
jugar con fuego, pero sin embargo siempre se llegaría a un momento en que la barrera ética pudiese ser
transgredida, al igual que con la clonación humana. De esta forma, la posibilidad de experimentar la
descarga se abriría como posibilidad real una vez alcanzados el supuesto grado de desarrollo tecnológico
y cognoscitivo necesario, y la legalización y normalización de la experimentación con humanos para ser
transformados en ciborgs o en simulaciones informáticas de sus conciencias.
Dando por supuesta la posibilidad real del transhumano, cabría interrogarnos por cuestiones más
profundas, pertenecientes al ámbito de la filosofía teórica. El cambio radical que se podría experimentar
en el ser humano, según el cual éste dejaría de serlo, para convertirse en otro ser distinto, trastocaría el
concepto mismo de humanidad o naturaleza humana.
Pero la idea de naturaleza humana ha sido puesta en tela de juicio por la filosofía e incluso por las
ciencias antropológicas mucho antes de la cibercultura. La antropología social y cultural muestra que la
'naturaleza' del ser humano es precisamente no tener naturaleza, sino cultura. Los estudios más recientes
en neurociencia muestran la plasticidad del cerebro y su enorme capacidad de apertura (Steven &
Blakemore 2004, Semin & Echterhoff 2010). Los rasgos biológicos, como el genoma humano o la
composición química del hombre, son la base común que tenemos entre los individuos, pero las
diferencias son más relevantes a la hora de estudiar el fenómeno humano. Es la cultura, lo aprendido, así
como la capacidad de crear, imaginar, inventar y pensar, lo que nos hace diferentes. Y todas estas facetas
pertenecen al ámbito de la cultura, del lenguaje, del pensamiento. Considerar una única esencia natural
humana que podría existir independientemente de sus relaciones sociales no es posible, ya que incluso
desde el mismo punto de vista de la naturaleza el hombre es un ser social y, por tanto, todas sus
relaciones están mediatizadas por estructuras y relaciones sociales.
Esta revolución del cuerpo trae muchas consecuencias, entre las cuales está el abandono de las ideas
obsoletas sobre el cuerpo y la reelaboración de una reflexión acerca del monstruo: la forma humana está
diluyéndose y con ella, la misma idea de naturaleza humana. Esto también tiene una inmensa repercusión
en el ámbito de lo político:
“el cuerpo está dejando de ser esa fortaleza de soledad para convertirse en un campo de
batalla con escaramuzas ideológicas sobre el derecho al aborto, el uso de tejidos fetales, el
tratamiento del sida, el suicidio asistido, la eutanasia, las madres de alquiler, la ingeniería
genética, la clonación, incluso la cirugía plástica... TU CUERPO ES UN CAMPO DE
BATALLA.” (Dery 1995: 228)
La visión que domina nuestra cultura, como ya apuntamos, es la concepción mecánica del cuerpo,
basada en el dualismo cartesiano y en el posterior desarrollo de la filosofía mecanicista y materialista.
Según la doctrina mecanicista, toda la realidad es interpretada siguiendo los modelos de la mecánica,
parte de la ciencia física que estudia los movimientos de los cuerpos. Esta doctrina epistemológica
deviene en ontológica cuando se considera la totalidad de lo real como una inmensa máquina. El
mecanicismo de Descartes es dualista, pero no reduccionista, pues distingue entre dos tipos de realidad
irreductibles: la res cogitans (sustancia pensante) y la res extensa (sustancia extensa). La primera
sustancia queda fuera de las leyes de la mecánica. La segunda, está totalmente determinada por ellas.
Ambas se interrelacionen por medio de la glándula pineal: "el alma [está] en la pequeña glándula que
está en el centro del cerebro, de donde irradia a todo el resto (...) de la máquina de nuestro cuerpo."
(Descartes, Pas. Alma, Art 31.)
De esto se sigue que el cuerpo humano sea considerado como una máquina, al igual que los
animales. La versión materialista de esta concepción del hombre-máquina se halla formulada en la teoría
del mismo nombre de Julian Offray de la Mettrie. Siguiendo las teorías biológicas de su
contemporaneidad, la Mettrie sostiene que la noción de alma es innecesaria como principio vital, puesto
que la materia presenta una tendencia natural al movimiento y la autoorganización, es decir, puede
considerase como vida. Y sin alma, todo dualismo no significa más que pura literatura, pura ficción. La
Mettrie y en general, los materialistas de la Ilustración, reducen toda la realidad a materia, con lo cual
todo principio espiritual o bien se reduce a principios materiales, o bien no es más que una palabra, un
concepto heredado de la tradición y a su vez falso.
La cibercultura muestra la pervivencia de las perspectivas dualistas de la tradición occidental acerca
de la relación entre cuerpo y alma, en particular las ideas platónicas y cartesianas. El cerebro es
concebido como "máquina de carne", como "biocomputadora", mientras que la industria convierte al
cuerpo en mercancía sirviéndose del reduccionismo cartesiano. Multitud de fuerzas representan una
amenaza para nuestro propio cuerpo: no sólo el comercio ilegal de órganos, también el mayor control de
nuestras vidas y la invasión de lo artificial. Todo lo que supone un cambio en él nos desconcierta.
Nuestra cultura presenta una esquizofrenia ante esta confusión, alternando imágenes de culto al cuerpo
perfecto con la violencia contra él por medio del cine fantástico y de terror o incluso en los telediarios.
Esta "enfermedad cultural" responde a una obsesión por el cuerpo que se basa en un profundo horror de
éste. Ya en Platón nos encontramos con este odio al cuerpo:
"¿es el cuerpo o no un obstáculo? Está visto que cuando [el alma] trata de examinar alguna cosa con la ayuda
del cuerpo, éste la engaña radicalmente (...) el alma del filósofo desprecia al cuerpo, huye de él (...) ¿hay algo más
puro que pensar con el pensamiento solo, (...) sin ninguna intervención del cuerpo? (...) el cuerpo nos provoca mil
dificultades." (Platón, Fedón 65a-68a)
No sólo la carga que representa y la frustración de no tener un cuerpo perfecto nos lleva a ese odio,
también en un plano más directo y real experimentamos un profundo temor a las epidemias actuales: el
cáncer y sobre todo el sida. Pero
"el horror al cuerpo también coincide con el síndrome cultural de ansiedad postraumático provocado por
el hecho de que una parte cada vez mayor de nuestro trabajo cognitivo y muscular lo ha asumido la
tecnología." (Dery 1995)
Esta idea proviene de, para quien hemos asistido a un "trauma cultural" resultado de la
"autoamputación tecnológica de todas las funciones humanas", es decir, hemos experimentado una
atrofia corporal que, según se debe a la incompatibilidad de nuestro "diseño natural" de cuerpo cazador y
guerrero con el "diseño cultural" que nos ha llevado a la comodidad y a la rutina. (Hasselstrom 1992:
63). En definitiva asistimos a un divorcio entre el cuerpo y la mente, que llevado al extremo representa
un hecho cada vez más frecuente: la navegación por el hiperespacio. El uso cada vez mayor de nuestras
capacidades mentales supone una alienación del cuerpo que cae con facilidad en un odio hacia él mismo.
El problema parece ser el fallo en la percepción de la identidad entre cuerpo y conciencia. El cineasta
David Cronenberg refleja en su filmografía toda una filosofía de la obsolescencia del cuerpo. Una de las
biografías cinematográfica e intelectual recoge una reflexión del director de Videodrome acerca del
dualismo cuerpo-mente:
"El fundamento del horror, y de la dificultad de la vida en general, se basa en que no
podemos llegar a comprender cómo es que podemos morir. ¿Por qué debe morir una mente sana
sólo porque su cuerpo esté enfermo? Parece haber algo erróneo en eso" (Rodley 1992: 59)
Nada más alejado de esto que la postura platónica acerca de la filosofía como catarsis, según la cual,
la tragedia del filósofo estriba en la consecuencia inmediata de la unión de cuerpo y alma, lo cual
significa que únicamente podremos disfrutar la sabiduría después de la muerte. Sin embargo, mientras
estemos vivos, podemos acercarnos a la verdad a través de la catarsis, el separar lo más posible el cuerpo
del alma, acto que culmina con la muerte. Y si la preocupación del filósofo es precisamente esa catarsis,
podemos concluir que "los que filosofan (...) se ejercitan en morir y son los hombres a quienes menos
temeroso resulta el estar muertos..." (Platón, Fedón 68a)
En todo caso, a pesar de este malestar al que Cronenberg hace referencia, Platón supone una creencia
cultural que pervive hasta nuestros días, en gran parte por la transmisión de la doctrina cristiana, de
raigambre profundamente platónica. La visión judeocristiana del mundo, además del odio al cuerpo,
aporta la repulsión moral hacia la carne (recordemos a San Pablo y su énfasis por la separación entre
cuerpo y espíritu y por la repulsión moral contra la carne, o veamos la postura de la Iglesia Católica
acerca de la sexualidad). Para el cibernauta o el posthumano de la cibercultura, hay una especial analogía
con la actitud propia del filósofo según Platón, en lo que a la aspiración a la liberación o la superación
del cuerpo.
La cibercultura contribuye (incluso incrementa) este odio al cuerpo con su interés por superar las
limitaciones del cuerpo en pos de una liberación de la mente, llegando en algunos casos a postular la
separación total de la mente gracias a la tecnología. Bajo estos planteamientos subyace la idea de que los
rasgos biológicos del ser humano son insuficientes para las exigencias de los avances tecnológicos
inventados por nuestras mentes. Pero lo fundamental sigue siendo la oposición entre la carne "mortal y
pesada" y el "cuerpo etéreo" de la información (Dery 1995: 272).
¿Es posible una solución al problema mente/cuerpo? Una crítica de los planteamientos de la
cibercultura acerca del cuerpo pasa por una consideración filosófica acerca del pretendido problema del
dualismo. Si esta postura filosófica nos parece insuficiente, no menos lo será el monismo. La perspectiva
monista defiende que cuerpo y alma son dos aspectos de una misma realidad, con lo cual no se soluciona
el problema cuerpo-alma porque, al no haber ninguna dualidad entre ambos, no hay ningún problema en
referencia a su relación e interacción. Las teorías monistas, entre las que se encuentran las de Spinoza y
Fechner, abordan el problema reduciendo un ámbito de realidad a otro. Por ejemplo, algunas teorías
materialistas mantienen que los procesos psíquicos se reducen siempre a procesos corporales. Así, el
conductismo reduce todo proceso mental a conducta, mientras que la teoría de la identidad trata la
cuestión analizando el lenguaje: sostiene que si hay, o puede haber diferencias en los significados de los
términos usados para los fenómenos mentales y para los físicos, especialmente los neurofisiológicos, la
referencia a ambas clases de términos es la misma, es decir, física o neurofisiológica. Puede haber un
reduccionismo también en favor de la mente, como por ejemplo Berkeley quien reduce toda realidad a
espíritus. Su monismo idealista sostiene que toda realidad, incluida la material, se caracteriza por ser una
realidad ontológica dependiente respecto a la percepción, a la idea o al pensamiento. Sin embargo,
habremos de buscar una solución en las filosofías que abandonen las posturas dualista y monista por ser
confusas, reduccionistas e inadecuadas a nuestro juicio.
En primer lugar, podemos remitirnos a la tradición, a la filosofía clásica que argumenta la necesaria
unión de alma y cuerpo. Para Aristóteles, "el alma es la entelequia del cuerpo, (...) una entelequia
primera de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia", (Aristóteles De an., II, 1, 412a-413a) y por
tanto no puede ser sin cuerpo, porque es relativa a él como forma de él. El cuerpo no es sino una realidad
limitada por una superficie, con lo cual ni es pura materia ni pura potencia, sino algo "informado":
"cada cuerpo natural que posee vida es (...) sustancia compuesta (...) puesto que se trata
de un cuerpo que tiene vida, no puede ser idéntico al alma, pues el cuerpo animado es el
sujeto o materia, no lo que le es atribuido. Por consiguiente, el alma debe ser sustancia en el
sentido de la forma de un cuerpo natural que tiene dentro de él la vida en potencia."
(Aristóteles De an., II, 1, 412a-413a)
Aristóteles argumenta por qué el alma es la entelequia, el acto o actualización del cuerpo, siguiendo
este razonamiento: tenemos la expresión "aquello por lo cual vivimos y percibimos", la cual tiene dos
significados. El primero es el conocimiento o el alma, según el estagirita; el segundo es el cuerpo o
"cierta parte" de él. A su vez el alma es concepto y forma en sentido primordial, nunca materia y
sustrato. Y recordando los sentidos de la sustancia, materia, forma y el compuesto de ambos, Aristóteles
establece que la materia es potencia y la forma es entelequia. Entonces el compuesto de ambos (el cuerpo
animado) ha de ser una combinación entre potencia y entelequia. Pero hay que dilucidar de qué manera
se combinan. Según Aristóteles "el cuerpo no puede ser la entelequia del alma; el alma es la entelequia
[del] cuerpo". En consecuencia con esto, el estagirita recoge la conclusión de algunos filósofos que
muestra la imposibilidad de que el alma exista fuera de un cuerpo ni que sea propiamente un cuerpo, ya
que está en éste como forma y como entelequia, como actualización. La confirmación de este
razonamiento viene, según Aristóteles, de la "reflexión [del] hecho observado: la entelequia de una cosa
dada sólo puede ser realizada en lo que es ya potencialmente esta cosa, es decir, en una materia
apropiada". (Aristóteles De an., II, 1, 412a-413a), Por tanto, el alma es entelequia y forma de la
materia, del cuerpo que tiene en potencia ser informado, es decir, que tiene en potencia la vida, la
animación.
De esta manera, el ser humano es unidad sustancial entre alma y cuerpo, lo cual nos lleva a la
imposibilidad de la inmortalidad. Si bien Aristóteles alguna vez reconoce la inmortalidad del
entendimiento agente como facultad suprema del alma, la necesaria unión entre alma y cuerpo conlleva
que la corrupción de uno suponga la del otro (Aristóteles De an., II, 1, 412a-413a), ya que no pueden
existir por separado.
Otra perspectiva fundamental en la crítica al dualismo proviene del epicureísmo, una sabiduría
profundamente arraigada en el cuerpo y el placer. Epicuro toma como punto de partida la doxa para
establecer su filosofía. La doxa, lo que me parece que es, es todo aquello de lo que puedo hablar pero sin
saberlo con toda certeza, es la tradición que he recibido por medio del lenguaje, nunca comprobada por
mí mismo. Por tanto, el conocimiento a través de la doxa es algo vacío y vano. Con lo cual es necesario
un conocimiento más sólido, más certero, basado en la comprobación directa de las cosas. Para los
epicúreos el conocimiento ha de fundarse en "aquello que constituye el centro "real" de la existencia
humana: la corporeidad" (Lledó 1999: 89). La doxa aporta conocimientos que están situados en el
cuerpo, en el cerebro, pero que no son cuerpo, sino tradición, todo un "mundo ideológico" que somete al
ser humano, que además de estar coaccionado por los imperativos del cuerpo, al dominio de las
"estructuras míticas, jerárquicas, éticas" (Lledó 1999: 89). Por tanto el ser humano está rodeado por la
coacción de la tradición y por la de su propio cuerpo, con lo que el conocimiento que pueda tener no es
más que humo o cenizas. La solución que proponen los epicúreos es la de eliminar este dualismo, así
como el que separa alma/cuerpo, así como negar la existencia del alma, la cual se puede reducir al propio
cuerpo:
"la naturaleza del espíritu y del alma es corpórea; pues si ellos impulsan los miembros,
arrancan el cuerpo de su sueño, alteran el rostro, rigen y manejan al hombre entero, nada de
lo cual vemos que pueda cumplirse sin tacto, ni el tacto es posible sin cuerpo." (Lucrecio, De
Rer. Nat., III).
"las facultades vitales del cuerpo y del alma gozan de vigor y de vida gracias a su
estrecha unión; pues sin el cuerpo (...) el alma no puede por sí misma emitir los movimientos
vitales, ni a su vez el cuerpo, privado del alma, puede subsistir ni usar los sentidos"
(Lucrecio, De Rer. Nat., III).
El alma estaría compuesta de átomos, diluidos por todo el cuerpo, en una fusión total (los epicúreos
adoptaron la teoría de los átomos de Demócrito). Este planteamiento significa postular la mortalidad del
alma. Cuando morimos,
"surgiendo de lo más profundo de nosotros la sustancia del alma se escapa y disuelve
como humo" "el alma, expulsada del cuerpo, desvalida, a la intemperie, desnuda de su
envoltura, es incapaz de subsistir (...) si fuera inmortal nuestro espíritu, al morir no se
lamentaría tanto de desprenderse del cuerpo, antes se alegraría del salir" (Lucrecio, De
Rer. Nat., III).
El alma que es materia, cuerpo, una vez acontece el momento de la muerte, desaparece al igual que
la carne, pues no deja de ser carne, aunque el lenguaje que utiliza Lucrecio recoja la acepción usual del
alma como principio vital, como impetus vital.
La superación de todo dualismo es una actitud epicúrea por antonomasia. No sólo el dualismo
alma/cuerpo, sino también el de doxa/episteme, y consecuentemente el de sensación/intelección. Al
eliminar estas oposiciones, la sensación y el conocimiento humanos son simplificados y unificados, lo
cual supone un fundamento más sólido para toda sabiduría. De esta manera, "lo que podríamos llamar la
epistemología epicúrea se construye sobre los límites de la corporeidad." (Lledó 1999: 91). El cuerpo es
considerado desde esta filosofía como el momento central del ser aquí, de la aquendidad, con lo cual hay
una primacía de los sentidos, fundamento de todo conocimiento, junto con la citada corporalidad.
Estamos ante una "vuelta a lo sensible, a lo que la reducción de lo sensible puede aportar a la
existencia" que es también una "vuelta al cuerpo"; este empirismo sensualista representa así el sustento
de toda la cultura y toda la tradición.
Esta reivindicación puede caer en materialismo, en un reduccionismo que deje fuera una
consideración global del fenómeno humano. Sin embargo, Emilio Lledó, en un brillante ensayo sobre el
epicureísmo, sostiene que éste no supone ni una ideología ni un "trasnochado materialismo", puesto que
no se reduce ni se prima al cuerpo frente al alma, por la sencilla razón de que todo es cuerpo, según
Epicuro. De esta guisa, si lo incorpóreo es "lo que se piensa a sí mismo", no podría pensarse en lo
incorpóreo pues sería pensar en el vacío, y el mismo vacío no actúa ni padece, sólo permite el
movimiento. Por tanto, la consideración del alma como incorpórea significa entenderla como incapaz de
actuar o padecer, cosa que no sucede según la evidencia que podemos tener nosotros mismos.
Es un tanto discutible decir que la consideración epicúrea no sea reduccionista, si por tal entendemos
el "reducir" todo ámbito de realidad a uno sólo, esto es, la reducción del alma a materia. Pero no puede
pasar por alto que dicha concepción es una reacción contra el dualismo, que es puesto en entredicho así
mismo por ser una visión estrecha de la realidad. Sin embargo, a nuestro juicio, lo argumentos
aristotélicos y epicúreos a favor de la unión estrecha entre alma y cuerpo parecen más evidentes y más
ajustados a la realidad. Incluso podríamos caer en el cientificismo para justificar dicha ausencia de
separación; sin embargo, a nuestro juicio, merece la pena acercarnos a la fenomenología existencialista
para abordar esta cuestión.
La fenomenología existencial ha propuesto la distinción entre cuerpo objeto y cuerpo propio. Ello
con una doble finalidad: por un lado, evitar el dualismo y por otro, dar más importancia al cuerpo como
único medio del sujeto (el cual es necesariamente cuerpo) para incidir e insertarse en el mundo,
subrayando la corporeidad como modo de existir del sujeto -la forma de existir del propio yo y del otro.
El cuerpo objeto, tal como es estudiado por las ciencias, sólo admite relaciones exteriores y mecánicas.
En cambio, el cuerpo propio o cuerpo sujeto, designa el centro de «mi» existencia, en cuanto que
posibilidad de sentir, percibir y actuar en el mundo. No puede decirse que me pertenezca, como tampoco
puede decirse que yo pertenezco a mi cuerpo. La relación es tal que no puede existir diferencia entre
poseedor y poseído:
"El problema del cuerpo y sus relaciones con la conciencia se ve a menudo oscurecido
por (...) considerar el cuerpo como una cosa dotada de sus leyes propias y capaz de ser
definida desde afuera, mientras que la conciencia se alcanza por el tipo de intuición íntima
que le es propia" (Sartre 1976: 386).
Sartre se basa en la imposibilidad de ver el propio cuerpo desde sí mismo. No podemos observar
nuestro cerebro o nuestro estómago, tan sólo podemos hacernos una idea de nuestro cuerpo a partir de la
visión de otros cuerpos ajenos a nosotros. Esto significa que mi cuerpo no se me aparece "en medio del
mundo", como lo están los demás objetos. En este sentido el pensador francés definirá al cuerpo como
"la forma contingente que la necesidad de mi contingencia toma." (Sartre 1976: 393). El cuerpo es la
manifestación de la propia contingencia y lo que nos individualiza a través de un compromiso con el
mundo. Esta individuación proviene de la idea platónica que sostiene que el cuerpo es lo que
individualiza al alma. Sin embargo, Sartre objetará que si bien esto puede entenderse de esta forma, lo
que no puede tomarse en cuenta es la doctrina de la separación de cuerpo y alma, en el sentido en que el
alma no puede ser arrancada de su individuación por la muerte o por el pensamiento puro, tal y como
defendía Platón.
Otro aspecto que se deduce de la distinción entre cuerpo objetivo y subjetivo es el de tomar al cuerpo
como un punto de vista sobre el que no se puede adoptar ningún punto de vista. Mi cuerpo no es objeto
del mundo porque es "incaptable" por mí mismo. Pero sí que se da de alguna manera en mi conciencia.
Pero esto significa que se da de forma parecida a los objetos que también se presentan en mi conciencia.
La solución parece ser la siguiente: considerar el cuerpo como "punto de vista contingente sobre el
mundo", lo cual presupone la distinción siguiente en la relación con el mundo: en primer lugar, el cuerpo
está en relación con las cosas de las que representa un punto de vista; y en segundo, también está en
relación con el observador para el que es punto de vista. Sartre explica esta doble consideración con un
ejemplo aclarador. Si observo un paisaje desde un mirador, veo las dos cosas: el paisaje y el mirador.
Pero la distancia entre el mirador y el yo es menor entre el paisaje y mis ojos. Además, el punto de vista
puede acercarse tanto al cuerpo hasta el punto en que podría fundirse con él, por ejemplo, con un
telescopio o una cámara de fotos (en este caso el instrumento representaría un órgano sensible
suplementario). Pero habría un límite que, al considerar un punto de vista absoluto, haría que la distancia
entre ese límite y yo se rompa, se destruya. Entonces me "sería imposible retroceder para «tomar
distancia» y constituir sobre el punto de vista un punto de vista nuevo" (Sartre 1976, 416). Y así es como
obtengo la definición del cuerpo como "punto de vista sobre el cual no puedo ya adoptar un punto de
vista." Por tanto, la relación entre la conciencia y el cuerpo es de naturaleza existencial, y por ende,
subjetiva. De esta manera argumentar sobre la separación entre conciencia y cuerpo caería en el absurdo,
puesto que mi cuerpo es "estructura consciente de mi conciencia." Al separarlos, ya no podemos hablar
de existencia en tanto ésta se refiere a la relación entre cuerpo y conciencia. Pero es necesario
comprender la conciencia del cuerpo como una conciencia "lateral y retrospectiva", es decir, concebir al
cuerpo como "aquello [la conciencia] de [lo] que se hace caso omiso, lo que se calla, y es, sin embargo,
aquello que ella es; la conciencia, inclusive, no es nada más que el cuerpo; el resto es nada y silencio"
(Sartre 1976: 417).
En la medida en que no podemos existir en la dualidad, se hace imposible defender todo
planteamiento que defienda la inmortalidad del alma e incluso la mera separación de ésta de su "prisión
de carne". La fenomenología existencial que hace Sartre para dar cuenta del cuerpo manifiesta, por
consiguiente, la finitud que caracteriza al ser humano existente como ser en el mundo.
Desde la fenomenología existencialista tenemos más argumentos para defender la unidad
cuerpo/alma en el ser humano. En concreto, tenemos la posición del también filósofo francés Maurice
Merleau-Ponty, para quien somos esencialmente cuerpo. Según Merleau-Ponty, el cuerpo presenta unas
características incompatibles con su consideración como objeto, ya que los objetos están fuera de mi, en
el mundo, con lo cual su ausencia ante mi es carácter esencial. "El objeto no es objeto más que si puede
ser alejado y, por ende, desaparecer (...) su presencia no es viable sin una ausencia posible" (MerleauPonty 1984: 108).Contrariamente a esto, el cuerpo es una presencia constante e invariable en su
estructura. Además, se me presenta siempre desde la misma perspectiva y se me opone a su exploración.
En este sentido, no lo tengo delante mía, sino "conmigo". Mi cuerpo me impone un punto de vista sobre
el que puedo tomar un punto de vista, al igual que decía Sartre. Sin embargo, Merleau-Ponty toma en
cuenta la posibilidad de la introspección a través de un espejo. Pero esta visión no supone un dejar-se-ver
del cuerpo, al igual que al tocarme tampoco el cuerpo se-deja-tocar como objeto, pues "en cuanto ve o
toca el mundo, mi cuerpo no puede ser visto ni tocado." El cuerpo es lo que hace posible los objetos y,
en la medida en que esto es así, no podrá ser objeto. Lo que sí sería, según el filósofo francés, no es otra
cosa que el "medio de nuestra comunicación con [el mundo, entendido éste] no como una suma de
objetos determinados, sino como horizonte latente de nuestra experiencia." (Merleau-Ponty 1984: 110).
Se sitúa por tanto en una postura que puede ser llamada idealista o subjetivista, en el sentido en que la
realidad no puede darse sin sujeto, sin conciencia. Si bien este "idealismo" se fundamenta en la
corporalidad, en lo matérico, nunca en lo eidético. En este sentido, el pensador defiende una
consideración de "espesor de carne [que] constituye la visibilidad de la cosa y la corporeidad del
vidente." (Merleau-Ponty 1984: 168) La idea es incompatible con la conciencia del cuerpo, ya que éste
no puede ser descompuesto al modo en que lo hace el pensamiento eidético. No queda resuelta esta
cuestión acerca del fundamento de la realidad y de las cosas, pero sí queda bien clara la naturaleza
corporal del ser humano, lejana a toda consideración dualista.
Continúa su argumentación con el análisis del término "existir", análisis según el cual se distinguen
dos modos de existir bien diferenciados, siguiendo la línea trazada por Sartre en El ser y la nada: "se
existe como cosa o se existe como conciencia". Pero según Merleau-Ponty hay una ambigüedad que se
manifiesta en la experiencia del propio cuerpo en tanto modo de existir. Pensar el cuerpo como una serie
de procesos o funciones conduce a la confusión, puesto que se hace evidente la ausencia de conexión
causal entre dichas funciones y el mundo externo. Por tanto, el cuerpo no puede ser tomado como objeto,
merced a esta confusión. Tampoco la conciencia del cuerpo ha de entenderse como pensamiento, puesto
que es imposible "descomponerlo y recomponerlo para formarme al respecto una idea clara". El cuerpo
no se deja pensar eidéticamente. La conciencia de él, tampoco. Pues participa de una unidad "implícita"
y "confusa". Por tanto, la única forma de tomar conciencia de él, de conocerlo, no es otra que "vivirlo",
ya que somos cuerpo, ya que el cuerpo es sujeto. (Merleau-Ponty 1984: 215).
Creemos conveniente mostrar un panorama sucinto de la Filosofía de la Mente en la actualidad,
entendida como una disciplina de cierta autonomía que parte de un interés renovado en el tema de lo
mental, a partir de los años setenta en el ámbito norteamericano, en estrecha relación de subordinación al
nacimiento y desarrollo de las Ciencias Cognitivas. Por Filosofía de la Mente suele entenderse el
“conjunto de reflexiones acerca de la naturaleza de lo mental, la relación mente-cerebro, y una serie de temas
filosóficos similares, como es el referido a la naturaleza del conocimiento mental y como consecuencia la
naturaleza de la realidad” (Beorlegui 2007: 122).
Brevemente, esta nueva disciplina surge como reacción al conductismo norteamericano
especialmente por su carácter anti-mentalista. Wattson y Skinner rechazaban la mente, la ‘caja negra’
imposible de medir o analizar con parámetros científicos. Dentro de este conductismo, podemos
distinguir dos tendencias: el conductismo epistemológico y ontológico que niega la existencia de lo
mental y el psicológico/científico o filosófico/lógico. Wattson y Skinner se sitúan en el marco del
conductismo psicológico, mientras que en el filosófico/lógico podemos ubicar a C. G. Hempel, G. Ryle y
el primer Wittgenstein, quienes reducen todo el lenguaje filosófico mentalista a estados o disposiciones
conductuales (Beorlegui 2007: 123).
Las corrientes críticas con el conductismo se dividen en tres ramas principales: 1) Monismos
materialistas o reduccionistas, 2) Dualismos interaccionistas y 3) Posturas intermedias o sintéticas: i)
funcionalismo, ii) emergentismos, iii) estructurismo y iv) neo-hilemorfismo.
1) El monismo fisicalista o Teoría de la Identidad puede resumirse en estos tres postulados de H
Feigl: a) La mente y los estados mentales tienen realidad objetiva; b) la mente es el cerebro y c)
el cerebro es una estructura física. Así, la tesis fundamental que defiende es la identidad de los
estados neurológicos del sistema nervioso central y los fenómenos mentales. Como prueba de
ello, argumentan que el dolor se corresponde numéricamente con el disparo de fibras-c del
cerebro, entendiendo esta correspondencia con una identidad estricta como la que se da en la
oración “Los genes son segmentos de moléculas de ADN” o “el agua es una molécula de H2O”
(Beorlegui 2007: 136).
2) El dualismo interaccionista de K. Popper y J. Eccles (Nobel en medicina) Nobel, quienes
publicaron un libro conjuntamente que resultó de sus reflexiones y diálogos sobre la materia: El
yo y su cerebro. Popper distingue entre Mundo 1 (realidades físicas y biológicas), Mundo 2
(mente humana) y Mundo 3 (productos culturales). El argumento de Popper a favor de la
existencia de la mente es que podemos probar la existencia del tercero (como podemos ver
directamente en las herramientas, teorías matemáticas, filosóficas, estéticas, etc.) y la del
primero, tiene que existir el segundo, que ha sido el sujeto del Mundo. Basándose en esto, Eccles
elaboró una modernización de la teoría cartesiana sustituyendo la glándula pineal por la
conjugación e interacción entre grupos de neuronas y psiconas, donde estaría la mente o el alma
(Beorlegui 2007: 139).
3) Dentro de las posturas intermedias tenemos:
i) El funcionalismo, defendido principalmente por H. Putnam, J. Fodor y D. Lewis, se centra en
la noción de función o descripción funcional, entendida como la descripción de procesos
causales, indicando como una serie de causas o impulsos externos (inputs) dan lugar a respuestas
(outputs). Dentro de esta teoría se maneja la distinción analógica entre mente / cerebro y
software / hardware. Esta corriente dio lugar a la Inteligencia Artificial en sus dos versiones,
débil y fuerte, ambas basadas en el Test de Turing, experimento mental que imagina la
construcción de una máquina computadora que interactúa con un ser humano de modo que es
imposible distinguir si quien responde es el humano o la máquina. Searle atacó duramente a la
IA con su experimento de la Habitación china, arguyendo que la máquina contestaría
adecuadamente a las preguntas pero se comportaría al traducir un texto en chino como si supiera
tal idioma, pero solamente está programada para responder a preguntas preestablecidas. Los
defensores de la IA toman esta prueba en sentido contrario: demuestra que la máquina de algún
modo sabe hablar chino. (Beorlegui 2007: 142-143).
ii) Los emergentismos que solamente comparten una una idea en común: es necesario considerar
la base física de lo mental, esto es, el cerebro. Dentro de esta corriente cabe destacar a M. Bunge,
J. Searle, J. L. Pinillos y J. Montserrat, entre otros.
iii) El estructurismo se debe a P. L. Entralgo, quien basándose en X. Zubiri y situándose muy
cerca del emergentismo, defiende el concepto de sustantividad entendido como conjunto de
notas que forman estructuras adecuadas y suficientes para existir.
iv) El neo-hilemorfismo sostiene la validez actual del hilemorfismo aristotélico-tomista.
Una vez expuesto este panorama de la Filosofía de la Mente y sus precedentes en la Historia de la
Filosofía, nuestro objetivo principal no quiere ser la fundamentación de una teoría o postura que nos
parezca más adecuada o debidamente justificada, sino mostrar el carácter ambigüo y confuso de las
teorías posthumanistas como incoherentes y pseudocientíficas en tanto que no se asientan sobre ninguna
de estas teorías, sino que remiten a ideas inconexas de autores como Platón, Descartes, La Mettrie, etc.,
sin tener en cuenta las aportaciones recientes.
El posthumanismo, más que una filosofía de la mente o una antropología, parece una mitología, un
relato cargado de buenas intenciones y mucha imaginación, por lo que tampoco puede rechazarse sin
más. Su valor reside en la capacidad de revelarnos en un nivel simbólico quiénes somos, cómo el ser
humano se percibe a sí mismo, qué miedos, preocupaciones existenciales y deseos proyecta sobre la
cultura, las artes, las formas de ver la vida.
Además de percibirlo como mitología, puede verse como manifestación de un ritualismo
contracultural que ofrece un sentido y una expresión de los temores, deseos e inquietudes que los nuevos
fenómenos sociales y culturales y los problemas que se derivan de estos fenómenos (la realidad virtual,
el desarrollo de las tecnologías de la información y la cibernética, la ingeniería genética y un largo
etcétera que hemos visto a lo largo del ensayo).
Por tanto, estamos con la postura crítica y escéptica que recoge Dery al final de su obra, al calificar
de "ficciones científicas milenaristas" (Dery 1995: 345) a estas teorías de la cibercultura, y de
entenderlas como fantasías basadas en la retórica postmoderna que utilizan los agoreros de dicha
cibercultura. Sin embargo, debemos dejar una puerta abierta: el tiempo dará (quitará) la razón a estos
planteamientos transhumanistas, pues no pretendemos que nuestra aportación a los problemas planteados
sea definitiva o concluyente: la caja de Pandora de la tecnología sigue abierta y puede depararnos las
más insospechadas realidades en un futuro que, aunque incierto, se nos abre como una inmensa incógnita
acerca del porvenir de la humanidad.
3. Conclusiones.
Nuestro análisis del futuro de Internet en particular y las TICs en general, nos ha llevado a tratarlo
desde diferentes enfoques. Hemos enfocado el asunto resumidamente desde una vertiente política y
legislativa, acerca de los ámbitos que ofrece la red para la libertad de expresión y acceso de información,
la cuestión de la privacidad y el control y las posturas ciberactivistas de Assange y grupos de
“cibercriptógrafos” y hackers, apuntando el tema de la controversia entre ciudadanos y usuarios, y la
alfabetización digital y sus consecuencias. Continuamos abordando el futuro desde un punto de vista
técnico y económico, considerando las posibilidades lógicas de la expansión de Internet y sus
consecuencias para el mundo del trabajo, del negocio, de las herramientas para la vida cotidiana del
ciudadano del futuro. Por último dirigimos la mirada hacia a las predicciones de Michio Kaku, basadas
en la estadística y las tendencias que dirigen la investigación científico-técnica, además de mencionar
brevemente algunos proyectos y prototipos actuales que ya están anticipando nuevas y aumentadas
realidades, anticipando un futuro inmediato caracterizado por la alta integración de las herramientas
tecnológicas en la vida humana en todos los ámbitos.
Todo lo anterior presenta un panorama amplio de reflexión sobre las consecuencias que las TICs
tendrán en el ser humano. Entre estas cuestiones hemos analizado la mitología ciborg de la cibercultura y
su creencia en los cuerpos aumentados o híbridos: el posthumanismo. Hemos propuesto una visión
crítica desde la filosofía de los planteamientos dualistas que subyacen a la mitología ciborg. A partir de
aquí, ¿qué consecuencias podríamos sacar?
La primera: El futuro está ya aquí. Es la conclusión principal que podemos extraer. El futuro está
siendo diseñado y configurado por las decisiones y acciones tomadas hoy y en pasado inmediato. Las
tendencias pueden divergir en ciertos puntos, pero sigue un transcurso lineal progresivo en el avance y
desarrollo de las TICs que conduce a mayor rapidez, integración y abaratamiento de los costes, y una
tendencia a la universalización de los usos de herramientas tecnológicas que provocará sin embargo una
dicotomía entre usuarios, donde una minoría tendrá acceso y conocimiento de los entresijos de estas
tecnologías y el resto se limitará a usarla y pagar por ello. Esta integración repercutirá en cómo seamos
los humanos, en el plano biológico y en el social. Pero esto no significa que nos vayamos a convertir en
ciborgs o en híbridos hombre-máquina, como postula la cibercultura.
La integración de las TICs en las formas de vida o la inclusión de artefactos en el cuerpo humano no
significan un salto evolutivo, por sí solas. Están dentro del terreno de la fantasía, de la mitología
contemporánea. Los seres extraordinarios del imaginario popular contemporáneos plantean los límites de
la humanidad y cumplen con una función simbólico-antropológica que nos permite conocernos a
nosotros mismos y enfrentarnos a nuestros miedos, a los descubrimientos científicos y tecnológicos y
ayudan a comprender el pasado, presente y futuro. Estos mitos fantasean con las posibilidades
tecnológicas de ampliar nuestros cuerpos o convertirnos en Robocops, Terminators, Elegidos o cualquier
tipo de ciborgs. Curiosamente, analizando la filmografía y las series más populares de hace unas décadas
hasta la actualidad, encontramos que el mito ciborg no está en su mejor momento: están de moda los nomuertos, vampiros y zombies, que han desplazado a los ciborgs y replicantes de la década de 1980.
¿Tendrá esto que ver con el lento desarrollo de la robótica? ¿Atenderá a la progresiva implantación de
elementos protésicos y tecnológicos al cuerpo sin que haya provocado cambios significativos en nuestra
“naturaleza”? ¿Será que estamos tomando conciencia de las posibilidades de la ingeniería genética y la
manipulación del código genético para cambiar y mejorar características físicas y biológicas sin
necesidad de artefactos? Estas cuestiones surgen del presente análisis, pero deberán ser tratadas en otro
lugar y diferente momento. En definitiva, solo cabe esperar qué nos depara el futuro y qué predicciones
se cumplen, cuáles no, y qué otras posibilidades, cuestiones y reflexiones surgirán de este desarrollo
tecnológico imparable.
Referencias.
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-Aristóteles: De anima, II, 1, 412a-413a. Buenos Aires: Juárez, 1969.
- Assange, J. 2012: Cypherpunks: Freedom and the Future of the Internet. OR Books.
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http://online.wsj.com/article/SB10001424052970203960804577239852155894014.html (consulta: 2401-13)
-Dery, M. 1995: Velocidad de Escape. La Cibercultura en el final del siglo. Madrid: Siruela. [VdE]
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