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El exilio y la conciencia despierta que se escribe | Reflexiones Marginales
Re exiones Marginales - ISSN 2007-8501 Otorgado por el Centro Nacional del ISSN
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El exilio y la conciencia despierta que se
escribe
CYNTHIA PECH
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El exilio y la conciencia despierta que se escribe | Reflexiones Marginales
Los temas que atraviesan El exilio como síntoma: literatura y fuentes, no sólo me interesan como temas
académicos propiamente dichos, sino como cuestiones fundamentales de una re exión necesaria en
el ámbito personal y político, y más en un tiempo tan convulso y donde la violencia produce
desplazamientos que causan vivencias en carne propia, heridas silenciadas, desamparos compartidos,
orfandades, desalientos vitales y exilios diversos. Por ello, me parece que este libro arroja una serie
de pistas para acercarnos a ese no-lugar donde el sujeto en cuestión “-repasando la sutil expresión de
Alain Badiou- deviene «fragmento local de un procedimiento de verdad»” (p. 21) y del que se vale la
autora para ir desarrollando, poco a poco y sobre la marcha de su propio discurso, “las fuentes que
han iluminado” su dicho. Fuentes heterodoxas y plurales, señala, que le ayudaron a ella a desplegar su
propio pensamiento respecto del exilio como condición existencial –y por ello sintomal- y la memoria
como recurso clave de todo acontecimiento.
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exilio y la conciencia
despierta que
se escribe
| Reflexiones
La lectura de este libro me haElsupuesto
una provocación
pero
también
un reto Marginales
que creo haber
superado en el propio ejercicio de diálogo con la autora y a partir de recuperar las ideas centrales
como aprendizajes obtenidos de un texto exuberante en argumentos y muy profundo. En lo personal,
el libro de Cassigoli me representa un esfuerzo signi cativo por ejercitar un pensamiento que nos
recuerda que hay que seguir pensando el exilio, la autobiografía como memoria viva, la escritura
como estrategia para vengarse del mundo que arrebata al exiliado, diría Imre Kertész (1998, p.78), y
el sentido ético del perdón que en sí mismo contiene su imposibilidad.
Los cuatro apartados/ensayos que conforman este libro, proponen una lectura lineal, pero también,
no lineal. El discurso de Rossana Cassigoli se ancla en lo que ella llama “etnografía existencial del
exilio” en la que su observación densa sobre su “experiencia singular” en tono al exilio de su madre
judía en tiempos del nazismo y el exilio familiar en México a partir del golpe militar sucedido en Chile
en 1973, nos aproxima a emociones y sentimientos que tocan nuestra propia vulnerabilidad, nuestra
propia humanidad y por ello, nuestra comprensión. Sin embargo, este libro no es propiamente una
autobigrafía sino, como bien lo advierte de inicio la propia autora, es un rastreo “de zonas marginadas
de una biografía intelectual del exilio” cuyo desafío es el de vincular, en el ejercicio mismo de la
re exión, “las dimensiones intelectual y emocional, para intentar veri car un hecho antropológico: los
contenidos intelectualizados y teorizados responden a una imposibilidad de zanjar embates
emocionales” (p. 13)
***
“No existe historia pequeña”, se asegura de escribir Cassigoli como principio determinante en la
“apostilla” que apertura su re exión hacia los territorios sinuosos como son la memoria, su escritura y
el valor que guarda con la autobiografía, y que tocan mi propia biografía. La lectura de este libro me ha
hecho evocar momentos familiares que traslucen secuelas de un cierto exilio familiar. Surge de
manera espontánea el recuerdo de mi abuelo materno que, con lupa en mano, tardaba en leer el
periódico del día toda una eternidad. Mi abuelo materno nació en Líbano y llegó a México en 1922,
tenía 20 años y una vida que a partir de ahí se dedicó a vivir con el pasado agazapado y sumido en la
incapacidad de historizarse. Su extranjería la asumió como renuncia y en tensión permanente con la
engañosa apertura hacia una vida asimilada en la cultura mexicana. Para que ello constara, decidió
dejar su lengua, el árabe, en el lo de su pasado y vivir un bajo per l que lo mantuvo –aún lo recuerdoentre la tristeza y los recuerdos que pre rió ahogar en el silencio porque, sin duda, la pérdida de su
lugar le signi có, como bien señalas, “la pérdida de la familiaridad y de la con anza en la vida comunal;
la pavorosa constatación de que ese orden es vulnerable y puede convertirse súbitamente en un
in erno” (p. 72). Mi abuelo siempre supo que no habría regreso, quizá porque no pudo dejar el exilio
que siempre lo habitó.
Pero en realidad no quiero hablar de mi abuelo, sino hacer constatar que El exilio como síntoma:
literatura y fuentes es un libro que conmueve, pero además, ofrece un trazo que nos descubre las
posibilidades que hay de construir la historia olvidada de la memoria a partir del “régimen ético de la
autobiografía” como medio para recuperar esa pequeña historia que como bien señaló la autora, no lo
es.
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Como procedimiento de verdad, el relato autobiográ co que se escribe desde la memoria individual
de sujetos determinados por el exilio, es estrategia pura. No hay duda que la autobiografía transgrede
la memoria histórica y coloca al sujeto que narra como “sujeto en su devenir”, porque, explica
Cassigoli, “la motivación autobiográ ca emana de un autoconocimiento. Un sujeto que emerge, se
permite decir algo al lenguaje; «obliga a pensar eso que se llama sujeto». Tal acontecimiento «no es lo
que se puede ver» sino «lo que se vuelve»” (p. 27); es decir, es donde la palabra propia le devuelve al
sujeto la dignidad y el sentido de y ante su propia vida. Una vida vivida sobre un “interior
deshilachado” y que muchas veces no avizora el regreso como hecho probable, aunque la tristeza
siempre lo acompañará con recuerdos de un pasado que lo acerque al origen, al lugar donde comenzó
todo… Comparto con la autora la idea de ver a la memoria como “responsabilidad presente” y
posibilidad histórica que en la propia palabra que (se)narra, se establece, sin duda, la toma de palabra
necesaria para el devenir constitutivo de una sociedad. En este sentido, la autobiografía es praxis que
encuentra sentido no en el individuo que (se)narra, sino en la “estructura especular” que nos devuelve
hacia el nosotros y justo por esta responsabilidad es que, nos dice la autora, el exilio contiene en sí
mismo un problema ético.
***
Una posición ética que la autora asume y explicita en el apartado/ensayo sobre el impacto losó co
de Primo Levi y Jean Améry, a propósito de las encrucijadas que contienen sus obras en torno a “la
responsabilidad de no olvidar”, en el caso del lósofo italiano, y a los factores involucrados en el
perdón y que no se sintetizan en una cuestión de voluntad de quien perdona, es decir, de la víctima, en
el caso del ensayista francés de origen autriaco. Sus obras son ejemplo de relatos autobiográ cos que
Cassigoli utilizas para argumentar a partir del diálogo permanente que sostiene con ellos. Es a partir
de recordar las contingencias particulares de estos autores sobrevivientes del holocausto, que
plantea cuestiones fundamentales con las que yo me quedo y que es el valor moral que tiene el
resentimiento, el cuestionamiento sobre la culpabilidad colectiva y el carácter resistente del noperdón que revisa desde una “ética del perdón” (de Giannini, p. 155), a partir de desteologizar el
concepto y mostrar el sentido “real” del perdón para quien experimenta la ofensa y para quien lo pide.
El perdón no es lo mismo para el ofendido y para quien ofende, la diferencia estriba, señala la autora,
en que “el perdón que se da no es una acción, en el sentido de que no sólo por el hecho de decir «te
perdono» ocurra allí el evento del perdón” (P. 161). Si algo es el perdón es ser una promesa y, en todo
caso, el perdón, si es que existiera, no logra borrar el dolor ni la ofensa, y por ello, emana en sí una
disyuntiva: su imposibilidad real. Una cuestión que entonces me lleva a preguntar en voz alta ¿Qué
signi ca hoy en día pedir perdón? ¿Qué signi ca hoy en día perdonar?
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exilio y laque
conciencia
despierta
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Reflexiones
Marginales
Vele la pena seguir pensandoElaquello
sí se puede
pensar
no se| debe
olvidar.
Aquello que la
escritura vocifera y hace que la conciencia despierte y se registre en otras posibilidades del lenguaje
como es la poesía y en la que la autora muestra -de la mano de Gadamer y a propósito de la poesía de
Hilde Domin-, que unos versos encierran experiencias que se abren en la palabra para escapar del
silencio que contiene toda experiencia traumática. Y justo leyendo al poeta kosovar Xhevdet Bajraj,
que vive en México desde 1999, me encontré con unos versos que sintetizan la preocupación que me
parece central en toda la re exión de Cassigoli: el sentido ético que tanta falta nos hace; además de
que deja abierto el diálogo pendiente sobre las otras sobrevivencias de las que como señaló bien Levi,
no somos los verdaderos testigos. Estos versos los comparto para escuchar igualmente su silencio:
La foto del año
Los hombres vestidos de azul
Con bestias negras en las manos
Que ladan ra-ta-ta-ta
Asesinaron a cuatro personas
Cuatro personas fueron asesinadas y no había guerra
No había guerra te lo juro por Dios
Y no se volvió el evento del año en el planeta
Como premio de consolación
La foto de los familiares de uno de los muertos
Llorando aterrorizados junto al cadáver
Se declaró la foto del año a nivel mundial
Te lo juro que se declaró
El asesinado en señal de protesta
Se rebeló en el recuerdo
Y sigue viviendo en ausencia (Bajraj, 2005, p. 15)
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Bibliografía
1. Bajraj, El tamaño del dolor, ed., Era, México, 2005.
2. Kertész, Un instante de silencio en el paredón. El holocausto como cultura. Herder, Madrid, 1998.
Notas
[1] Anotaciones a propósito del libro de Rossana Cassigoli, (2016), El exilio como síntoma: literatura y
fuentes. Ediciones Metales Pesados-UNAM: Chile. Presentado el 7 de noviembre en la 1ª. Feria del
libro latinoamericano y caribeño de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la UNAM.
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