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Almanzor, el Victorioso (967-1002)

Ma'afiri, llamado al-Mansür nació en Torrox (Málaga), una alquería dependiente de Algeciras, junto a la desembocadura del río Guadiaro, en 938 y falleció en Medinaceli en 1002. Se llamaba en realidad Muhammad Ibn Abí Amir, pero se le conoce con el nombre de Almanzor, término castellano que deriva de la expresión castellana 'El Victorioso por Allah', título que él mismo se otorgó. En el 978 se autodesignó hachib 1 , término equivalente a Primer Ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán.

Almanzor, el Victorioso (967-1002) Abu Amir Muhammad Ibn Abí ‘Amir al-Ma’afiri, llamado al-Mansür nació en Torrox (Málaga), una alquería dependiente de Algeciras, junto a la desembocadura del río Guadiaro, en 938 y falleció en Medinaceli en 1002. Se llamaba en realidad Muhammad Ibn Abí Amir, pero se le conoce con el nombre de Almanzor, término castellano que deriva de la expresión castellana ‘El Victorioso por Allah’, título que él mismo se otorgó. En el 978 se autodesignó hachib El hachib era un cargo político destacado en algunas Cortes musulmanas. Aunque la naturaleza exacta del cargo varía mucho según las regiones y épocas, suele traducirse como chambelán., término equivalente a Primer Ministro, dignidad que le permitió ejercer una autoridad absoluta sobre todo el territorio hispanomusulmán. Descendiente de una noble familia árabe de Yemen, pero de escaso patrimonio, establecida en la región de Algeciras desde la conquista musulmana de la Península Ibérica. Después de estudiar a fondo la ley islámica, Almanzor protagonizó un espectacular ‘cursus honorum’ en la Corte del califa Al-Hakam II, terminando por convertirse en tutor del joven heredero, Hisham II, estudió abogacía en Córdoba y, durante el califato de éste, ocupó importantes cargos administrativos, como los de Director de la ceca de Córdoba (967), Intendente del Ejército del General Galib (972) y ese mismo año cesado como Director de la Casa de la Moneda, pero nombrado Jefe de la Policía de la Marca Media La Marca Media, era una de las demarcaciones territoriales en que estaba dividido al-Ándalus, la antigua Península Ibérica islámica, durante el emirato y el califato de Córdoba. Comenzaba en los nacimientos de los ríos Duero y Tajo y terminaba en el río Guadiana. Una vez proclamado califa Hisham II, en 976, Almanzor procuró apartarlo del poder, para hacerse él mismo con las riendas del Gobierno. Dio muestras de una firme religiosidad lo que le supuso el apoyo de ulemas y alfaquíes, rebajó los tributos para atraerse a las clases populares, y, por último, hizo del Ejército, integrado fundamentalmente por bereberes, la base de su poder. Almanzor En el 976, la prematura muerte de al-Hakam II situó al frente del califato de Córdoba a Hisham II, un niño de tan sólo once años, circunstancia que aprovechó Almanzor, hombre decidido y ambicioso, para hacerse con las riendas del poder. Tenía hermosa presencia y finos modales, claro talento y enérgica voluntad. De escasos escrúpulos, desmedida ambición por el poder y la gloria y estaba dispuesto a emplear cualquier medio para conseguir sus propósitos. Aquel mismo año fue designado tutor del joven califa, con la ayuda de la madre de éste, Subh, una cautiva vascona que probablemente era su amante. Dos años más tarde, en el 978, tras haber convertido a Hisam II en una marioneta política y postergado a personajes tan influyentes como al-Mushafí y Galib, Almanzor centró su interés en el Ejército. En 977, consiguió que el chambelán al-Mushafí le encomendara la dirección militar de la campaña que se estaba preparando contra los cristianos. Almanzor destruyó la fortaleza de Los Baños de la Encina (Jaén), reconstruida por Ramiro II de León después de su victoria en Simancas, regresando a Córdoba con un importante botín, que repartió espléndidamente entre sus soldados, lo que le hizo ganar adhesiones entre los Jefes militares y la admiración del pueblo. Cultivó la amistad del General Galib, héroe militar durante el Reinado de al-Hakam II casándose con su hija Asmá. Junto con Galib, que odiaba al chambelán al-Musafí, urdió una conspiración contra éste. Acusado de malversación, al-Mushafí fue destituido de su cargo y encarcelado. Murió envenenado o estrangulado después de sufrir una persecución implacable, que alcanzó a toda su familia. El camino hacia el poder absoluto quedó abierto para Almanzor. Con la finalidad de marcar las distancias con respecto al Palacio de Medinat al-Zahara, Almanzor ordenó la construcción de una nueva ciudad residencial, a la que llamó Medinat al-Zahirah (‘Ciudad Brillante’), que superó en esplendor y riqueza a la construida por Abd al-Rahmán III (Medinat al-Zahara) donde residía el califa. En 980, todo el aparato administrativo se trasladó a la nueva ciudad. Su primera decisión fue expulsar del Ejército califal a la mayor parte de los mercenarios eslavos -los cuales, con el paso del tiempo, habían llegado a constituir una verdadera casta de privilegiados en la Corte cordobesa- y sustituirlos por unos 20.000 bereberes, reclutados por él mismo en el Norte de África, medida que le proporcionó una enorme popularidad. Así mismo, emprendió una profunda reestructuración de sus tropas con el propósito de acabar con la organización tribal de éstas, que era fuente de continuos conflictos, dispersando en diferentes unidades a los miembros más destacados de cada familia. Las intenciones de Almanzor eran ya evidentes. Subh trató de evitarlo, pero ya era tarde. El único competidor que podía hacerle frente era su suegro Galib, que condenaba con indignación el secuestro del califa y la actuación de su yerno. Galib se declaró defensor de los derechos de Hisham II, y una parte del Ejército se puso de su lado. La guerra comenzó. Ramiro III de León, interesado en fomentar la desunión, envió refuerzos a Galib. En la batalla que ambos Ejércitos libraron en Torrevicente (Soria), cayó derrotado Galib, que murió a consecuencias de las heridas recibidas. Almanzor, molesto por la ayuda que Ramiro III prestó a su suegro, marchó sobre Zamora. No pudo tomar la ciudad, pero saqueó y devastó la comarca (981). Como respuesta, Ramiro III fraguó una alianza con el Monarca navarro Sancho Garcés II Abarca y con el conde castellano García Fernández. Los tres presentaron batalla a Almanzor en La Rueda (Valladolid), pero fueron derrotados y la importante fortaleza de Simancas cayó en poder musulmán, que apenas sí hicieron prisioneros, ya que degollaron a casi todos los que cayeron en su poder. Almanzor continuó hasta las puertas de León sin que Ramiro III pudiera impedirlo, aunque lo avanzado del invierno obligó a Almanzor a retirarse. Cuando llegó a Córdoba, triunfante y con un rico botín, tomó el título de Al-Mansur bi-llah (el Victorioso de Allah), nombre que los cristianos desvirtuaron y pronunciaron como Almanzor. Exigió para él y para sus hijos, idéntico tratamiento que se daba al califa, ordenando que su nombre fuera pronunciado en todas las mezquitas de Al-Ándalus a continuación del de Hisham II. Ya sólo le quedaba librarse del influyente y poderoso General beréber Cha’far Ibn Alí Ibn Hamdun, que tan útil le había sido para deshacerse de Galib. Cha’far cayó asesinado a la salida de un banquete. Dotado de una personalidad carismática y de un gran talento militar, entre los años 977 y 1002 Almanzor llevó a cabo un total de 56 campañas en tierras cristianas sin conocer la derrota, razón por la cual recibió el sobrenombre de al-Mansur (el Victorioso), con el que pasaría a la historia. De hecho, se trataba de incursiones rápidas y devastadoras, realizadas durante los meses de primavera y verano, que tenían por objeto sembrar el terror entre los habitantes de los reinos cristianos del Norte peninsular. Así, por ejemplo, asoló Salamanca (977), venció a los Ejércitos coaligados de Ramiro III de León, García Fernández de Castilla y Sancho II de Navarra en las batallas de Gormaz, Langa y Estercuel (977) y en la de Rueda (978), saqueó Barcelona (985), arrasó Coímbra, León y Zamora (987 y 988), asaltó Osma (990) y atacó Astorga (997). Almanzor desconfiando de los árabes, incrementó los contingentes bereberes en su Ejército. El erario apenas si podía hacer frente a los desorbitados gastos que originaba el mantenimiento de una tropa tan numerosa, base del poder de Almanzor, que solucionó este problema declarando la “Guerra del Islam” o “Guerra Santa”. En el verano de 997, asoló Santiago de Compostela​ después de que el obispo Pedro de Mendoza evacuara la ciudad. ​En una operación combinada en la que participaron tropas de tierra, aliados, ​cristianos y la​ flota, las fuerzas de Almanzor alcanzaron la ciudad a mediados de agosto. Quemó el templo prerrománico dedicado a Santiago, ​respetando su sepulcro y obligando a los cautivos cristianos a trasladar a hombros las campanas de la Catedral y las puertas de la ciudad hasta Córdoba. ​El saqueo y el botín, junto con los numerosos tributos que obligó a pagar a los Reyes cristianos, sirvieron para hacer frente a los enormes gastos militares. Esto permitió la continuidad del Camino de Santiago, que había comenzado a atraer peregrinaciones el siglo anterior. La campaña supuso un gran triunfo para el chambelán en un momento político delicado, pues coincidió con la ruptura de su larga alianza con Subh. El revés leonés fue tan grande que permitió a Almanzor asentar población musulmana en Zamora a la vuelta de Santiago​ mientras que el grueso de las tropas en territorio leonés quedaba en Toro. Almanzor gobernó con mano de hierro; conservó la unidad y la prosperidad de el Al-Ándalus; infligió graves y aplastantes derrotas a los Reinos cristianos, a los que mantuvo a raya, pues ninguno se libró de sus saqueos y siguió influyendo en los asuntos del Norte de África. Almanzor fue uno de los grandes gobernantes de Al-Ándalus. Si se mostró astuto, ambicioso y cruel, también fue justo con muchas de las personas que trabajaron con él. En 991, Almanzor designó a su hijo Abd al-Malik, de 18 años, para el importante cargo de chambelán. Las preferencias que Almanzor demostró hacia Abd al-Malik despertaron el odio de su otro hijo, Abd Allah, de 22 años, de quien Almanzor sospechaba que no era hijo suyo. Abd Allah, al sentirse postergado, entró a formar en una conspiración para derribar a su padre. Almanzor, advertido por sus espías de lo que se tramaba, ordenó la ejecución de su hijo. En 1002, Almanzor emprendió su última campaña. Llegó hasta las proximidades de Nájera (La Rioja) y destruyó el monasterio de San Millán de la Cogolla. En la retirada, se sintió enfermo, y fue necesario llevarle en litera hasta Medinaceli, donde falleció el diez o el once de agosto de 1002 y allí mismo fue enterrado. Antes de morir, pidió a su hijo, Abd al-Malik, que marchase a Córdoba y tomara el poder, pero que respetara a Hisham II, del que no debía temer nada, y que tratase con dureza a los omeyas que intentaran crearle problemas. La muerte de Almanzor fue recibido por los cristianos con un gran alivio. La Crónica Silense dice al respecto: ​Pero, al fin, la divina piedad se compadeció de tanta ruina y permitió alzar cabeza a los cristianos pues, en el año decimotercero de su reino, después de muchas y horribles matanzas de cristianos, fue arrebatado en Medinaceli, gran ciudad, por el demonio, que le había poseído en vida, y sepultado en el infierno. A lo largo de su dilatado mandato, Almanzor tuvo la habilidad política de respetar el aparato califal y mantener intactas algunas de las prerrogativas de Hisam II, lo que no sólo le proporcionó un gran prestigio en vida, sino que también favoreció que, tras su muerte, el califa nombrara hayib a Abd al-Malik, su hijo predilecto, quien también se mostraría como un administrador eficiente y un inteligente Jefe militar. La muerte de Hisham II permanece envuelta en la oscuridad. Lo cierto es que, en 1013, abdicó en Sulayman, quien más tarde juraría que no había ordenado la muerte de Hisham II y que éste permanecía con vida. Pudo ocurrir que Sulayman facilitara la fuga de Hisham II a un lugar de Asia, o bien que fuera estrangulado o envenenado. No obstante, cualquiera que fuera su destino, su cadáver nunca apareció; a partir de 1013, ya no se volvió a hablar de él. Hisham II murió tan obscuramente como había vivido. Su hijo Abd al-Malik le sucedió al frente del Gobierno de Al-Ándalus (1002-1008). Las cosas se complicaron con el segundo hijo de Almanzor, Abd al-Rahman, Sanchuelo (1002-1009), llamado así al ser su madre una Princesa navarra, Abda, la vascona, hija de Sancho Garcés II Abarca con quien se inició la gran guerra civil, que acabó unos años después con el califato de Córdoba. Bibliografía ALVAR, Jaime. Historia de España y América. RÍOS MAZCARELLE, Manuel. Diccionario de los Reyes de España. BIOGRAFÍAS Y VIDA. INTERNET 4