AL-ANDALUS y EL MEDITERRÁNEO
EN TORNO AL ANO 1000
N
La época de Almanzor
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ALMANZOR (938-1002). ASPECTOS BIOGRÁFICOS
Virgilio MAR TfNEZ ENAMORADO
Arabista
Desde la perspectiva del tiempo, más de 1000 años contemplan su muerte, Almanzor se ha
integrado en la nómina de los grandes prohombres de la historia de España. Sin duda que lo fue.
Pero, como siempre ocurre en estos casos, detrás de su brillante carrera política, de su condición de
guerrero invencible, de su activo patronazgo de la cultura ... , detrás de tantas facetas que cubrió el
personaje se ciernen sombras, oscuros episodios en los que el dirigente andalusÍ no sale especialmente bien parado desde una perspectiva contemporánea. Almanzor, Muharnmad ibn Abí 'Amir, fue
una figura histórica en la que siempre asomaba la contradicción: sin legitimidad, se erigió en paladín
de la dinastía a la que ridiculizaba sin pudor en la persona de Hixam II; elevó a al-Andalus a sus
momentos más sublimes quien abrió una situación de inestabilidad que terminaría por cerrar definitivamente el ciclo omeya; después de su desaparición, al-Andalus se convirtió en una sociedad
militarmente en regresión, situación que no variaría hasta su extinción a fines del siglo XV; humilde
"hombre de provincias" que supo sacar todo el provecho a las posibilidades de promoción que
brindaba una sociedad como la cordobesa; reivindicando su "arabidad", dudosa en cualquier caso,
alentó la "segunda berberización" de al-Andalus con la masiva penetración de norteafricanos en su
ejército; personaje de actuación inmisericorde con el enemigo, incluso si éste era de su familia, actuó
con delicadeza a favor de una cultura cortesana que bajo su amparo vivió un gran desarrollo;
Maquiavelo de al-Andalus, como se la ha llamado, fue capaz al mismo tiempo de quemar la biblioteca de al-Hakam JI al-Mustansir bi-llah por irreverente y de disfrutar con sesiones poéticas en las
que se expresaban opiniones cercanas a la procacidad ... Hasta en su muerte afloró esa permanente
paradoja: guerrero temible para el enemigo y, de hecho, haciendo honor a su sobrenombre, invencible, acabó con él una enfermedad mientras guerreaba. Es posible que en esa condición de hombre
siempre contradictorio, convertida en una virtud y convenientemente asumida, radique parte de su
fulgurante éxito, para el que no escatimó esfuerzos a lo largo de su intensa vida.
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Almanzor representa un caso único en la
historia, por lo que supone de fulgurante
promoción personal hasta alcanzar las más
altas instancias del poder. Es cierto, como
ha señalado P. Guichard, que en el Oriente
'abbasí se estaba dando la "usurpación" de
los buyíes que bien pudiera recordar en parte
a la protagonizada por los 'amiríes, pero, en
cualquier caso, existe, al menos, una diferencia insoslayable: en el caso de al-Andalus
a fines del siglo X, más que de una casta,
hay que hablar de un personaje con dotes
de gran gobernante y que tratará de crear a
la postre un sistema de legitimidad en el
gobierno distinto del "oficial". Posteriormente, sus descendientes, 'amiríes y grupos
cortesanos promovidos con la revolución
almanzoriana (saqaliba y "beréberes nuevos"), sí tenderán a conformar oligarquías
E<tattta de Almanzor. Avda. BIas Irffimte, AIgecíraJ.
allí donde alcanzaron el poder durante el
período de taifas.
En ese ascenso no hay casualidades, sino una estrategia perfectamente diseñada desde sus
primeros pasos. Es por ello que su biografía puede ser definida como el triunfo de una ambición,
controlar todo el poder de al-Andalus desde una posición política carente de la suficiente legitimidad para ello.
Su actuación estuvo siempre encaminada a resolver rodas esas contradicciones, no escatimando esfuerzos en ganar posiciones de privilegio a partir de una red de influencias que le permitieran solventar los inconvenientes de esa ausencia de legitimidad. Es cierto que su relación con
Subh se ha convertido en un tópico literario. Pero en cualquier caso no hace sino demostrar que
cuando podía, Ibn Abi 'Amir no dudaba en buscar apoyos, mientras más sólidos mejor, para
seguir en su promoción personal.
Cuando nació en la alquería de Torrox, en las inmediaciones del río Guadiaro, de las dependencias de Algeciras en el año 938, al-Andalus hacía menos de 10 años que estrenaba una situación política nueva, radicalmente distinta a la vivida con anterioridad a la proclamación del
Califaro por parte de 'Abd al-Rahman III en el año 929. Este hecho representa uno de los acontecimientos más destacados en el devenir histórico de esa entidad política que fue al-Andalus y
sin su concurrencia es casi seguro que no podría haberse dado una figura como Almanzor. Aunque de familia de supuesro pasado árabe, uno de cuyos ancestros más remotos participó a principios del siglo VIII en la conquista de la Península Ibérica, lo que le valió la obtención de propiedades en la región algecireña, Almanzor no puede considerarse por nacimiento parte de la élite
que desde Córdoba dirigía el Estado musulmán más occidental. Sin embargo, varios familiares
ostentaban cargos de cierta relevancia en la administración omeya. Precisamente, uno de sus tíos
residía en la capital cordobesa y allí se dirigió Muhammad ibn Abi 'Amir, que pronto demostró
una excelentes cualidades para el estudio. En la metrópoli de Occidente, aquel joven recibió los
rudimenros de la gramática árabe y del Corán de parte de prestigiosos maestros. Todo ello le valió
para trabajar como escribano público en las inmediaciones de la Mezquita cordobesa. En el año
967 va a ingresar como auxiliar de notaría en la curia del cadí supremo cordobés, preludio de su
incorporación a la administración cordobesa.
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Aprovechando las circunstancias que se le presentaban, Ibn Abi 'Amir observó la posibilidad
que se le brindaba de entrar a formar parte de la burocracia palacial mediante el cargo de intendente de los bienes de los hijos del califa al-Hakam n. Por aquel mes de febrero de 967 apenas si
contaba con 29 años de edad. Las causas que explican el nombramiento no son claras, pero,
como insistentemente se ha señalado, es bastante probable que fueran razones de cama, la relación que mantenía con Subh (Aurora), la mujer vascona de al-Hakam 11, las que finalmente
expliquen tan asombroso ascenso. Porque al no tratarse de un fota eslavo y no pertenecer a la
amplia familia omeya, las posibilidades de obtener un cargo de tanta confianza del califa eran
prácticamente nulas. Junto a ello, la elección de amistades influyentes que le permitieran abrir
puertas de palacio debió jugar un papel importante en su ascenso. Lo cierto es que el joven que
había llegado desde provincias a la capital cordobesa se encontraba integrado en palacio ejerciendo la turoría del príncipe 'Abd al-Rahman, lo que representaba una oportunidad furura de promoción ciertamente importante.
Esa coyuntura no tardó en llegar. Seis meses después se hacía cargo de la dirección de la ceca
cordobesa, a fines del año siguiente era designado tesorero y curador de sucesiones y algo después
cadí en dos de las circunscripciones provinciales más ricas de al-Andalus, Niebla y Sevilla. Su
fulgurante ascenso no acaba ahí y en julio del año 970 pasa a regir directamente la administración
de los bienes del heredero Hixam. Como se puede comprobar, la mayor parte de las magistraturas
desempeñadas por Ibn Abi 'Amir en esas fechas le van a procurar inmensas posibilidades de
manejar el patrimonio estatal, hecho que puede ayudar a explicar, con la concurrencia de otros, la
liberalidad que se permitió en sus mayalis con poetas cortesanos y aduladores varios. Pero más allá
de esta circunstancia, es seguro que el manejo de esos fondos es uno de los argumentos de mayor
consistencia para comprender el ascenso de un personaje sin familia de prestigio que lo respaldara
ni dinero previo que lo avalara.
Es en este ascenso vertiginoso donde comienza a forjarse la leyenda de Almanzor, consistente
en un variopinto rimero de elementos: además del miro del perfecro amante que dejaba satisfecho a rodo el gineceo del sultán, seguramente exagerado por sus coetáneos, yel de sagaz hombre
de la administración, dotado de un excepcional carisma, tenemos la personificación del guerrero
invencible, jamás derrotado por el
enemigo, estereotipo que adquirirá más tarde, al encabezar las aceifas
contra los cristianos del Norte y
mandar expediciones al Magreb,
inmiscuyéndose como no lo había
hecho ningún gobernante omeya
en los asuntos norteafricanos.
Como administrador general de
la ceca, Almanzor parece que realizó un desfalco que fue tapado con
prontitud por un amigo. AIHakam II realizó una pequeña
remodelación en su administración
en el año 971-972. Sin embargo,
la influencia del algecireño en el
seno del Estado califal no menguaba, al contrario. Desde luego, las
funciones burocráticas acaparadas
Mezquita de Córdoba. (Archivo fotográfico E/ Legado Anda/usí).
por Ibn Abi 'Amir eran destacadí-
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simas, pero se le escapaba completamente la vertiente militar. Sin el concurso del ejército, Almanzor
no hubiera podido conseguir tal acumulación de poder. Él sabía de esa circunstancia y se puso a
la tarea. De hecho, paulatinamente transformó con audacia el ejército andalusí, con una
"berberización" que, a la vista de los resultados obtenidos en el campo de batalla -más de una
cincuentena de aceifas contra el Norte hispano, de las que nunca salió derrotado- funcionó bastante bien.
La ocasión de penetrar también en las altas instancias del Ejército se presentó cuando, tras una
derrota de las ttopas andalusíes, fue nombrado intendente general y cadí supremo para captar
rebeldes entre las tribus magrebíes, uniéndose a la tropa cordobesa que partía para el Magreb.
Esto sucedía en el año 973. A su regreso a al-Andalus, Almanzor fue designado inspector de las
tropas mercenarias en el Magreb.
Mientras al-Hakam Il estuvo enfermo, la suplencia a la manera de regencia la efectuó el visir
al-Mushafi El fallecimiento del califa en octubre de 976 provocó un golpe de mano de los saqaliba,
los eslavos de la corte. Dos de ellos protagonizaron una intentona para evitar que Hixam b. alHakam, ante su segura inexperiencia por contar tan sólo con 12 años de edad, rigiera los destinos
de al-Andalus. Para ello postulan como califa a un hermano del difunto al-Hakam al-Mustansir
bi-llah, de nombre al-Mugira b. 'Abd al-Rahman. La reacción legitimista partió no sólo de alMushafi, el visir, sino también, y especialmente, de Ibn Abi 'Amir, quien con sus propias manos
asesinó al pretendiente al-Mugira. Sabía lo que hacía y es seguro que abrigaba por entonces la idea
de poder manipular al infante en su provecho.
La entronización como califa de Hixam Il, efectuada entre una desmesurada pompa, acarreaba serios problemas de legalidad, pues se trataba de un menor. La precariedad con la que el
infante tomó el poder queda demostrada por el hecho de que, en el mismo funeral de al-Hakam
1I, distintos estamentos expresaran sus dudas sobre la validez del acto en sí.
De la alianza entre al-Mushafi e Ibn Abi 'Amir debía salir la adjudicación de las dos magistraturas más altas del Estado. Y, en efecto, así fue: el primero se hizo nombrar hayib (chambelán o
primer ministro), mientras que el segundo pasaba a desempeñar el cargo de wazir (visir o ministro). Controlando a uno ya otro, "la gran señora" (al-sayyida al-kubra) Subh mantenía cierto
dominio de la situación, con un disimulado desplazamiento de aquellos dos eslavos que habían
desempeñado puestos de alta responsabilidad con al-Hakam. Pronto se pudo comprobar que la
nueva situación traía consigo una política populista, destinada a satisfacer alguna de las demandas de esa masa que sólo esperaba del poder rebajas fiscales. Inmediatamente, se produjo la abolición del impopular impuesto sobre el aceite.
El fallecimiento del segundo califa andalusí despertó ciertas perspectivas en los ejércitos de los
núcleos cristianos del Norte. Las ilusiones que se hicieron, poco fundamentadas, fueron cortadas
de raíz por Ibn Abi 'Amir, quien aprovechó la situación para afianzar su posición militar. A finales
de febrero del año 977, el que será poco tiempo después conocido como Almanzor comandaba su
primera expedición en tierra peninsular por parajes leoneses que se saldó con un espectacular
éxito para el algecireño.
Estaba claro que la siguiente treta de Ibn Abi 'Amir sería la de apartar a al-Mushafi de su
camino. Aprovechándose de la rivalidad existente entre éste y el liberto Galib, encargado militar
del mantenimiento de la frontera, urdió una estratagema con la intención de desplazar a alMushafi para promocionar aún más al popular Galib. Mediante un decreto califal, el general fue
nombrado titular de los dos visiratos y Almanzor jefe de las tropas establecidas en la capital. En
esa tesitura, participaron conjuntamente en la batalla de Mola del año 977, cuyo resultado exitoso llevó a Ibn Abi 'Amir a titularse sahib al-madina (prefecto de la ciudad) en Córdoba. Con ello
se conseguía aislar aún más si cabe a al-Mushafi, quien en un desesperado intento por recobrar,
aunque sólo fuera en parte, la influencia perdida trató de casarse con la hija de Galib, de nombre
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Fortaleza de Jimeml de la Frontera, cerca de/l/alfe del Guadiaro (lugar de nacimiento de Almanzor).
Asma. La maniobra de Ibn Abi 'Amir, ejecutada con la intrigante maestría que le caracterizaba,
no se hizo esperar: cuando estaba ultimado el contrato matrimonial entre al-Mushafi y Asma,
Ibn Abi 'Amir consiguió tomper el compromiso y ganarse a Galib como suegro. El matrimonio se
celebró con toda pompa a comienzos del año 978.
La celebridad que le ocasionó a Almanzor los cargos acumulados, en particular el de sahib alrnadina por lo que suponía de contacto con la población cordobesa, no era, a su juicio, más que
un peldaño en su incesante deseo, compulsivo diríamos, de ascender por las magistraturas del
Estado. Su situación económica era envidiable, pues cobraba la importante cantidad de 80 dinares,
de acuerdo con la propuesta de Subh de elevarle el sueldo en el año 977-978 para que recibiese los
mismos honorarios que al-MushaH. Pero aún así, era evidente que el algecireño optaba a igualarse con Galib en la titulación, y, tras una triunfante campaña por el norte peninsular en compañía
del general, le fue concedido el título de dul-wizaratayn (los dos visiratos). La definitiva caída del
otrora poderoso al-Mushafi no se podía hacer esperar y en marzo de 978 se produjo su destitución y detención junto a otros miembros de su familia. No obstante, sabemos que el nombramiento de hayib y la asunción de la "dirección del Estado" los recibió en el año 977.
Ni que decir tiene que el mismo día en que al-Mushafi fue destituido todas las prerrogativas
que acompañaban al título de hayib, así como el mismo cargo, pasaron de manera automática a
ser detentados por Ibn Abí 'Amir. Sin embargo, nuevas incertidumbres se cernían sobre su fulgurante carrera política. En 979, una conjura promovida por sectores legitimistas estuvo a punto de
conseguir dar un vuelco a la situación, para sustituir a Hixam II por otro nieto de 'Abd alRahman In. Todos los promotores de la conjura fueron ajusticiados sin clemencia por Almanzor.
Ante la acumulación de tanto poder, lbn Abi 'Amir sintió la necesidad de crear una escenografía para dar lustre y prestigio a su actividad pública. Aunque había mandado construir sendas
almunias principescas en los alrededores de la metrópolis cordobesa y más tarde (988) mandará
realizar la más grande ampliación de la mezquita aljama, en la percepción política del buen gobernante musulmán, y Almanzor estaba más que persuadido de que él lo era, no podía faltar la
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condición de constructor de ciudades. De ahí que se dispusiera a edificar una ciudad que emulase
incluso en su denominación a la urbe califal por excelencia, Madinat al-Zahra'. Se trata de "la
ciudad brillante", Madinat al-Zahira, cuyas obras se iniciaton en el año 979 para prolongarse
durante dos años. Sabemos que se emplazaba en dirección Este, aguas arriba del río Guadalquivir,
en uno de sus ptonunciados meandros, en torno al actual pago del Cortijo de las Quemadas. Peto
independientemente de que este acto sea un reflejo de una ideología oficial en el Islam que ha
llevado a sus gobernantes a fundar ciudades, Ibn Abí 'Amir, con su olfato político agudísimo,
pretendía también un objetivo de mayor alcance si cabe. Se trataba de escenificar cierta ruptura
de relaciones entre el poder legítimo del califa y el poder de facto de él mismo -lo que los ctonistas
andalusíes llaman wahxa-, con lo que tal desvinculación demostraba ante la sociedad cordobesa
quien era el que llevaba las riendas del Estado. Además, su intención de suplir a Madinat alZahra' e incluso a Córdoba está fuera de duda, toda vez que la fundación de la ciudad fue acompañada de una dotación de secretarías del Estado. La instalación de Ibn Abi 'Amir en al-Madinat
al-Zahira, el año 981, y de todo el aparato burocrático señala el comienzo de una nueva etapa de
su carrera. Su desvinculación formal de la figura del califa Hixam 11 supone un salto cualitativo
hacia el acaparamiento del poder en sus manos, incluso con la asunción de la dignidad califal.
Aunque sólo fue una tentativa, rápidamente desestimada, sabemos que Ibn Abi 'Amir estuvo
tentado de proclamarse califa, situación que no se dio por la labor de persuasión ejercida por
alguno de sus colaboradores. En todo caso, aunque Almanzor no consiguiese su objetivo de
asumir el Califato, en la práctica ocupó todo el poder como pocos gobernantes omeyas pudieron
hacerlo. Esa "usurpación" de las funciones propias del califa, reducido a un monigote en sus
manos, tenía, sin embargo, la contrapartida de la ausencia de legitimidad, resaltada por ciertos
ulemas. La defensa de Almanzor ante esta acusación sólo podía hacerse desde una huida hacia
adelante. Y ello es lo que supone el yihad, la "guerra santa". Así se explica el fervor conquistador
del hayib. De igual manera, esa ortodoxia adquirida le llevó, para contentar a cuantos reacios
pudieran cuestionarse la licitud de su gobierno, a depurar la biblioteca creada por al-Hakam 11 de
obras "impías". Con ello, se trataba de ganar el apoyo de la población, y particularmente de un
sector de los ulemas, para desacreditar simultáneamente el modo de proceder de al-Hakam II
como hombre volcado hacia la cultura y cierto "libre pensamiento". Por tanto, esta medida puede
ser considerada como una inflexión en el ejercicio del poder amirí.
nueva etapa durará unos 20 años. Representa el poder omnímodo, sin competencia ni
control alguno, de Ibn Abí 'Amir. Se aprecia una sustirución de sus labores burocráticas en las
altas magisrraruras de la administración por otras estrictamente militares en las dos áreas sensibles
para la política exterior del Estado omeya, la frontera con los núcleos cristianos y el Magreb
occidental. Pero, además, el hayib seguía detentando este tírulo, que le daba cierta legitimidad,
una vez que hubiera anunciado públicamente que el adolescente califa se consagraba en plenitud
a una vida ascética y de retiro. Hixam II delegaba en el hayib toda la cosa pública, mientras que
Ibn Abi 'Amir se encargaba de aislarlo físicamente con obras en el Alcázar cordobés.
Mientras tanto, la desdibujada figura del califa es vista como una marioneta en manos del inefable Almanzor, "una imagen sin significado" en opinión de un autor oriental. Con todo, el autócrata
no había logrado acallar todas las reticencias que a su ptodigioso ascenso ponían determinados
miembros legitimistas de la corte, entre ellos Galib, el general de la Frontera Media, suegro de Ibn
Abi 'Amir, quien veía con acritud como el algecireño había desmantelado el poder de la dinastía,
aún cuando la mantuviera a nivel estrictamente simbólico. La situación entre suegro y yerno se fue
agriando hasta que degeneró en enfrentamiento bélico directo en 981. Contando el octogenario
Galib con el concurso de tropas del conde de Castilla, con el mismo Garci Fernández en persona, y
del rey de Navarra, alas órdenes de Ramiro, vástago de Sancho Garcés II Abarca, mientras que junto
a Ibn Abí 'Amir marcharon sus más prestigiosos militares, se produjo el encuentro ante el castillo de
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San Vicente, próximo a Atienza, donde Galib murió. La crueldad de
Almanzor era tal que envió la cabeza
de Galib a Asma', hija del general y
mujer del hayib.
A continuación, en ese mismo afio
de 981, una vez instalado en la ciudad de al-Zahira, Ibn Abi 'Amir se
otorgó sin ningún complejo el título
de al-Mansur, "el victorioso", sobrenombre que sería pronunciado a continuación del nombre del califa Hixam
II desde los almimbares de al-Andalus.
Ellaqab (sobrenombre) habría de aparecer en todo documento oficial, incluyendo monedas, bordados o cualquier tipo de escrito, que emanase o
El Califá con crittdos. Píxide de al-Mugira. Año 968.
fuese dirigido a Almanzor. Haciéndo(MU5eo del Louvre, París).
se eco de los complejos prorocolos
desarrollados por los fatimíes y 'abbasíes, y ante la demanda de la propia dinastía omeya que
estaba poniendo en práctica ceremonias cada vez más aparatosas, al-Mansur obligó al desenvolvimiento de toda una solemnidad regia en torno a sí mismo, que incluía el tratamiento con el título
reservado a reyes de mawlaya, es decir, "señor". Obligó, de igual forma, a los súbditos que se
presentasen ante su persona a que le besasen la mano, como se saludaba ordinariamente al califa.
Ordenó a sus secretarios que todos los escritos que fuesen expedidos por la administración califal
en su nombre se iniciasen así: "De al-Mansur ibn Abí 'Amir (Dios le guarde!) a Fulano".
Todo ello confirma el marchamo "oriental" en la concepción del poder que Almanzor desarrolló en el ejercicio del mismo. La creación de una ciudad propia enlaza directamente con la
concepción masriqí -omeya y 'abbasí, hundiendo sus raíces en tradiciones premusulmanas- de
la creación de ciudades cortesanas orientales, en las que el prorocolo regio cobra la significación debida. Todo se dispone para que mediante un boato perfectamente codificado se ensalce
la figura del soberano, convertido en objeto de veneración en sí mismo. En el caso de Almanzor,
la diferencia estriba en la circunstancia, nada baladí, de que no desempeñó la máxima prelatura
califal y, por tanto, la edificación de Madinat al-Zahira puede considerarse excepcional por
cuanto no es un jalifo su impulsor sino un simple hayib. Ello demuestra, en todo caso, que esta
actuación es una de las manifestaciones más evidentes de parte de Almanzor por hacerse un
hueco entre los grandes soberanos de al-Andalus, capacitados para la ordenación de aquel
cosmos que era la sociedad andalusí con un acto reservado en exclusividad a los descendientes
del Profeta. La emulación, incluso en el nombre, de Madinat al-Zahra' es palpable. Levantar
ciudades es una de las prerrogativas que sólo los califas pueden llevar a cabo y Almanzor, sin
serlo, lo consigue. Residir en la ciudad fundada por 'Abd al-Rahman 111 pudiera haber sido
considerado un signo de debilidad frente a la grandeza, aunque con palpables indicios de decadencia a fines del siglo X, de la dinastía omeya. Por eso, era necesario diferenciarse del gran
proyecto urbanístico de al-Nasir, para no verse mediatizado por el mismo. Si Almanzor desarrolló esa política tan ambiciosa, ello es debido que el poder omeya, interesado desde el principio en "orientalizar" al-Andalus, había cumplido con creces sus objetivos iniciales. No hace
falta decir que los resultados saltan a la vista y que la estructura estatal cordobesa en esos años
finales del siglo X era tan "oriental" como la 'abbasí.
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Si en la edificación de Madinat al-Zahira se muestra la perspectiva que del poder tenía quien lo
ejercía de una manera implacable, no menos elocuentes son los objetos vinculados a Ibn Abi
'Amir y a su saga. Todos ellos son vivo reflejo de lo que Almanzor y sus hijos pensaban de sí
mismos, de cómo querían ser vistos por sus súbditos y de la relación que mantenían con el califa
Hixam n. Mariam Rosser- Owen ha estudiado concienzudamente la iconografía empleada en la
treintena de objetos de mármol, en los tres marfiles del grupo de Madinat al-Zahira y en el par de
tejidos del tiraz califal que son de la época 'amirí. Las conclusiones de estos trabajos de investigación son claras: existe por parte de Almanzor y de sus sucesores una intención expresa por dotar
a todas estas piezas de un marchamo ideológico propio en el que se deje patente la idea del
gobierno justo y, al mismo tiempo, implacable que los 'amiríes querían transmitir; además, en
esta iconografía se repite siempre -prosigue esta investigadora- la presentación de imágenes contrapuestas: naturaleza sosegada y refinada y combate entre animales, evocaciones de la poesía
floral frente a virulentas escenas de leones y águilas devorando gacelas y cuadrúpedos. En definitiva, todo un programa deliberadamente desarrollado para engrandecer una "dinastía" que mantenía una "usurpación" del poder legítimo califal.
A toda esta política de auto-exaltación política y de control de todos los resortes del mulk,
tendríamos que añadir una diáfana política de cesarismo populista. Ante la hambruna que
sacudió al-Andalus en el año 990, Almanzor supo ganarse a la población con medidas claramente destinadas a que sus penalidades se atenuasen. "Políticas demagógicas" serían calificadas en los tiempos que corren. Por si fuera poco, el mismo Almanzor, a pesar de estar acostumbrado al boato cortesano y a los mayores lujos, se involucró personalmente en la ayuda a
los más menesterosos. Todo por afianzar
un poder en aquel momento totalmente
a su disposición.
Su precariedad en lo que a legitimidad
respecta le obligó a mantener el título de
hayib hasta el año 991, cuando lo cede a su
hijo 'Abd al-Malik que por aquel entonces
contaba con 18 años de edad. Sólo entonces se vio con la suficiente confianza para
traspasarlo a su vástago. Pero, como es frecuente en el personaje histórico, todo llevaba una contrapartida y la acumulación de
títulos honoríficos en torno a su persona no
acabó ahí: en 996 adornó su nombre con el
epíteto de sayyid, "señor", y malik karim, "rey
generoso".
La oposición hacia el régimen 'amirí parecía desmantelada por la autoridad demostrada por Almanzor para acabar con ella. Sin
embargo, todos los rescoldos de los odios
sembrados, procedentes de los enemigos de
quien había protagonizado el cursus
honurum más acelerado de cuantos gobernantes tuvo al-Andalus, no se habían apagado. En el año 989, un miembro de la familia conocido con el apelativo romance de
Medirla de Tetuán. Marruecos. (Archivo fotográfico A. Torremocha). "Piedra Seca" y el gobernador de Zaragoza
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se ganaron la confianza de un hijo de Almanzor, 'Abd Allah, para urdir una conspiración en
contra del hayib. Una vez que la trama fue descubierta, 'Abd Allah b. 'Amir se refugió en los
dominios del conde de Castilla, lo que no fue óbice para que, tras una múltiple presión por parte
de Almanzor, fuese entregado y asesinado fríamente. Los restantes conspiradores no corrieron
mejor suerte. A fines del siglo X, nadie estaba en condiciones de disputar el poder a Almanzor. Su
control de la situación era tal que en el año 997 preparó una de las marchas más vistosas de
cuantas se celebraron en la ciudad de Córdoba bajo su gobierno.
Desde años antes y hasta su fallecimiento en 1002, la sucesión de victorias militares llena la
biografía de Almanzor. Las campañas contra Barcelona (985) y Santiago de Compostela (993)
son, sin duda, sus expediciones más célebres, por lo que tuvieron, en especial la segunda, de
humillación de la Cristiandad hispana. Ahora bien, el número de aceifas superó la cincuentena y
en ninguna de ellas los ejércitos califales regresaron derrotados. Fue precisamente en una campaña contra la región de la Rioja donde halló la muerte el célebre personaje. Como no podía ser de
otra manera en una vida tan azarosa, su fallecimiento está envuelto en una nebulosa creada en
parte por los ctonistas, derivada asimismo de su fama en vida y de las propias condiciones confusas del hecho. De regreso de una correría, el gran Almanzor halló la muerte por una prolongada
enfermedad, tal vez una artritis gotosa, en la ciudad de Medinaceli. En su alcázar fue enterrado,
"bajo el polvo que había recogido durante sus campañas, pues cada vez que salía en expedición,
sacudía todas las tardes sus ropas sobre un tapete de cuero e iba reuniendo todo el polvo que caía".
Bibliografía básica
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- De la Expansión Arabe a la Reconquista: Esplendor y Fragilidad de al-Andalus, Fundación El Legado Andalusí, Granada, 2002.
- E. Lévi-Proen~al,
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