ARTÍCULOS
’Ilu. Revista de Ciencias de las Religiones
ISSN: 1135-4712
http://dx.doi.org/10.5209/ILUR.XXXXXXX
El Hijo del hombre: del libro de Daniel al Nuevo Testamento
Ignacio Sanz Extremeño1
Recibido: 4 de noviembre de 2016 / Aceptado: 24 de febrero de 2017
Resumen. La expresión bíblica «Hijo del hombre» ha sido, desde el principio del cristianismo, una de
las más estudiadas, utilizadas e interpretadas. Este artículo intenta estudiar, desde los textos, el origen
de la expresión en el libro de Daniel y su aparición en la Septuaginta, en algunos textos de los llamados
apócrifos y en el Nuevo Testamento. Los autores de los evangelios, que escriben en griego y conocen
bien el libro de Daniel, relacionan de manera directa el mensaje apocalíptico y mesiánico que aparece
en Daniel 7,13, y el uso trivial y cotidiano en arameo de la expresión autorreferencial, dando lugar a la
interpretación de «el Hijo del hombre» como título salvíico o mesiánico.
Palabras clave: Hijo del hombre; cristianismo primitivo; Libro de Daniel; Septuaginta; Jesús histórico;
ipsissima verba.
[en] Son of Man: from the Book of Daniel to the New Testament
Abstract. «Son of Man» is one of the most studied, used and interpreted Biblical expressions since
the very beginnings of Christianity. This paper tries to provide evidence for the textual origin of this
expression, basing on the diferent studies and interpretations over its occurrences on the Book of
Daniel, the Septuagint, some of the so-called Apocrypha and the New Testament. The authors of the
Gospels, who wrote in Greek and knew well the Book of Daniel, directly connected an apocalyptic and
messianic message, as put forward in Daniel 7:13, with its Aramaic trivial use as an auto-referential
designation. Thus, they gave room to a new interpretation of the «Son of Man» expression as a salviic
and messianic title.
Keywords: Son of Man; Early Christianity; Book of Daniel; Septuagint; Historical Jesus; ipsissima
verba.
Sumario. 1. Introducción. 2. El Hijo del hombre en el proceso de la investigación sobre el Jesús histórico. 3. El Hijo del hombre en la Biblia hebrea. 4. Daniel 7,13. 4.1. Las traducciones de Daniel al griego.
4.2. Daniel 7,13. Comparación de los textos griegos y sus diferentes traducciones. 4.2.2. La llamada
«Old Greek» (OG). 4.2.2.1. El Papiro 967. 4.2.2.2. El Códice 88, 4.2.3. Teodoción. 4.3. «Uno como
Hijo de hombre». 4.3.1. Una igura angélica. 4.3.2. Un símbolo mesiánico. 4.3.3. Una representación de
un colectivo. 5. El Hijo del hombre en la Septuaginta. 6. 1 Henoc. 7. 4 Esdras. 8. El Hijo del hombre en
el Nuevo Testamento. 8.1 Los dichos sobre el Hijo del hombre. 8.2. Actuación de Jesús en su momento
presente. 8.3. Sobre la pasión y resurrección del Hijo del hombre. 8.4. Sobre la parusía del Hijo del
hombre. 8.5. El Hijo del hombre en el cuarto evangelio. 9. Conclusión. 10. Bibliografía.
Cómo citar: Sanz Extremeño, I. (2017), El Hijo del hombre: del libro de Daniel al Nuevo Testamento,
en Ἰlu. Revista de Ciencias de las Religiones 22, xx-xx.
1
Universidad Eclesiástica San Dámaso (España).
E-mail:
[email protected]
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1
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1. Introducción
Pocas expresiones bíblicas han dado lugar a tantos estudios, artículos, libros e incluso
congresos internacionales, como la que es el objeto de este artículo.
El objetivo del mismo es estudiar la evolución de un término desde su aparición
en arameo en Daniel 7,13 hasta su traducción al griego en sus diversas variantes y
su posterior adaptación como título salvíico o mesiánico realizada por los primeros
cristianos. Para ello, en primer lugar, analizaré los antecedentes del uso de Hijo del
hombre en la Biblia hebrea.
Puesto que, como se verá, los primeros seguidores de Jesús toman la expresión
del libro de Daniel, he considerado necesario ahondar en las diversas versiones griegas del texto, examinar sus matices y, por supuesto, investigar el signiicado propio
del Hijo del hombre en el libro de Daniel.
Como resulta verosímil pensar que los primeros cristianos manejaban alguna de
las versiones griegas de la Biblia, he realizado un análisis comparativo de las veces
que aparece el término en la Biblia hebrea y en la Septuaginta para, de esta manera,
poder observar y comentar las discrepancias y las coincidencias que pudiera haber.
Posteriormente he ampliado la búsqueda de la expresión a los llamados textos
apócrifos; así, comentaré las apariciones del término en dos textos tan importantes
para la literatura apocalíptica y la no canónica como son 1 Henoc y 4 Esdras.
Por último, el estudio del Hijo del hombre en el Nuevo Testamento, de las apariciones de este término y su distinto signiicado arrojará luz sobre la evolución que se
produjo en el uso de la expresión desde Daniel hasta los primeros autores cristianos.
2. El Hijo del hombre en el proceso de la investigación sobre el Jesús histórico
A pesar de que, según nos transmiten los Evangelios, Jesús pronunció muchas veces
esta expresión reiriéndose a sí mismo, no se nos ofrece en ellos una explicación de
qué es lo que signiica. De hecho, fuera de los cuatro Evangelios, en los libros que
forman parte del Nuevo Testamento solamente encontramos la locución una vez
en los Hechos de los Apóstoles, una vez en la Epístola a los Hebreos, y dos veces
en el Apocalipsis –en ninguna de estas cuatro ocasiones, como veremos, Jesús se
reiere a sí mismo– y ni Pablo ni ninguno de los demás autores la utilizan ni, por lo
tanto, podemos encontrar en sus textos ninguna explicación ni indicación del signiicado que podrían darle. Sin embargo, muchos estudiosos han interpretado el término
como algo esencial en la manera que tenía Jesús de referirse a sí mismo y, por tanto,
de autodeinirse. Si realmente Jesús lo utilizó para referirse a sí mismo –como esos
estudiosos pretenden mostrar–, el examen podría permitirnos tener un mayor conocimiento de lo que pensaba Jesús sobre sí mismo2.
La primera interpretación de que tenemos noticia es de Ignacio de Antioquía, en
su Carta a los Efesios. Para él, el título subrayaba la naturaleza humana de Jesús,
contraponiéndolo –o agregándolo– al título de «Hijo de Dios», que señala su naturaleza divina:
2
Tomo la base de este apartado de Tejada-Lalinde 2014, 1-7, con algunas modiicaciones, actualizaciones y
matizaciones.
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3
IgEf 20,2.
μάλιστα ἐὰν ὁ κύριός μοι ἀποκαλύψῃ, ὅτι κατ᾽ ἄνδρα κοινῇ πάντες ἐν χάριτι ἐξ
ὀνόματος συνέρχεσθε ἐν μιᾶ πίστει καὶ ἐν Ἰησοῦ Χριστῷ, τῷ κατὰ σάρκα ἐκ
γένους Δαυίδ, τῷ υἱῷ ἀνθρώπου καὶ υἱῷ θεοῦ, εἰς τὸ ὑπακούειν ὑμᾶς τῷ ἐπισκόπῳ
καὶ τῷ πρεσβυτερίῳ.
En especial (os mostraré el plan divino) si el Señor me revela que todos como un
solo hombre estáis reunidos en común por la gracia de Su nombre en una única fe
y en Jesucristo, que es de la estirpe de David en cuanto a la carne, Hijo del hombre
e Hijo de Dios, para que vosotros obedezcáis al obispo y al colegio de presbíteros
(…)3.
A primera vista, esta parece la interpretación más obvia que podría hacer un cristiano y varios padres de la Iglesia coinciden en la explicación. A principios del siglo
III, Tertuliano fue el primero que entendió «Hijo del hombre» como un título derivado de Daniel 7,13:
Aduersus Marcionem IV, 10,9-10.
Quid nunc, si ipso titulo ilii hominis censetur Christus apud Danielem? Nonne
suicit ad probationem prophetici Christi? Cum enim id se appellat quod in Christum praedicabatur creatoris, sine dubio ipsum se praestat intellegi in quem praedicabatur.
¿Y qué, si Cristo es descrito en Daniel por este mismo título «Hijo del hombre»?
¿No es esto suiciente para probar que Él es el Cristo de la profecía? Pues cuando
se llama a Sí mismo lo que se decía del Ungido del Creador, sin duda se ofrece
a Sí mismo para ser reconocido como Aquel para el que se reservaba tal título4.
Sin embargo, la interpretación genealógica se convirtió en la más inluyente
desde el principio y a lo largo de toda la Edad Media y continuó siendo la preponderante hasta la reforma protestante. Esto podría deberse al hecho de que los primeros
comentaristas se basaron únicamente en la forma griega de la designación –ὁ υἱὸς
τοῦ ἀνθρώπου–, y que probablemente desconocían el término original en arameo. El
griego podría traducirse por «el Hijo del hombre», como si Jesús estuviera diciendo
simplemente que él era hijo de un determinado progenitor. Como señala Burkett5,
las tres opciones principales entre los primeros estudiosos para adjudicarles la progenitura eran María, José y Adán. María podría ser tomada en consideración porque «hombre» podría tomarse como «ser humano». También podría referirse a José
porque, aunque tradicionalmente los cristianos no creían que él era el padre biológico, era, sin embargo, su tutor. Por último, algunos, haciendo hincapié en el artículo
determinado, dedujeron que Jesús era el hijo de Adán, la simiente prometida. Esta
interpretación genealógica era tan preponderante en la Edad Media que, incluso,
algunas versiones de la Biblia transcribían «el hijo de la Virgen» en lugar de «el
Hijo del hombre». Sin embargo, este análisis fue siendo sustituido por otras vías de
interpretación a partir del siglo XVI, y hacia el XIX los investigadores habían abandonado prácticamente dicha interpretación genealógica del término.
3
4
5
Edición: Ehrman 2003. Traducción mía.
Edición: Evans 1972. Traducción mía.
Burkett 2004, 6.
4
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Coincidiendo con la «búsqueda del Jesús histórico» que se inició en el siglo XIX,
comenzaron a surgir las dudas respecto a la autenticidad de los «dichos» de Jesús y
si él usó realmente el término para referirse a sí mismo. En 1958, Rudolf Bultmann
fue uno de los primeros en dividir los apotegmas sobre el Hijo del hombre en tres
categorías diferentes que hablan, 1) del que viene, 2) del que padece y resucita, 3)
del «Hijo del hombre» que actúa ahora6. Con respecto a la primera categoría, Bultmann expuso que Jesús no se refería a sí mismo sino a otra igura posterior y que fue
la primitiva comunidad cristiana la que, más tarde, identiicó a Jesús con el Hijo del
hombre; según esto, esta categoría hablaría, en realidad, de la parusía de Jesús. Sin
embargo, considera que los dichos pertenecientes a la segunda categoría son elaboraciones de la primera Iglesia a partir del texto de Daniel y que el Hijo del hombre
se utilizó en las alocuciones de la tercera categoría únicamente como una expresión
idiomática. Algunos alumnos de Bultmann empezaron la segunda «búsqueda del
Jesús histórico» en la década de los años sesenta del siglo pasado –produciéndose
casi inmediatamente la tercera búsqueda– y pronto muchos investigadores se sumaron a las dudas sobre la autenticidad de los dichos, airmando que en su mayoría se
originaron en la primitiva comunidad cristiana. Más recientemente, J. D. Crossan7
llegó a la conclusión de que la casi totalidad de los dichos eran creaciones de la
iglesia primitiva, con la excepción de la frase que se encuentra en Mateo 8,20, Lucas
9,58 y Q: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos; en cambio,
el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».
La interpretación de que Hijo del hombre no era un título –ya fuera mesiánico o
salvíico–, sino una locución de autorreferencia comenzó a ganar terreno. Los investigadores fueron coincidiendo en la idea de que Jesús había hablado arameo y que la
expresión aramea pudo haber sido utilizada en «tres formas en el tiempo de Jesús: 1)
en el sentido indeinido; 2) en el sentido genérico; y 3) en un sentido denominativo o
semi-denominativo» 8. Vermes, por ejemplo, era un defensor de la idea de que Jesús
se refería a sí mismo, pero que la expresión aramea no era un título, sino una alocución que él utilizaba para referirse a sí mismo de manera indirecta9.
Un criterio que da unidad a casi todas las corrientes que se incluyeron en la llamada «tercera búsqueda» es que tienden a un criterio de plausibilidad histórica: lo
que es plausible en el contexto judío y permite comprender la génesis del cristianismo primitivo, puede ser histórico10. En este sentido, se podría decir que sólo porque una frase no encaja con las estructuras propias de un idioma no signiica necesariamente que pertenezca a otro. Así, algunos estudiosos llegan a la conclusión de que
ὁ υἱὸς τοὺ ἀνθρώπου no es una construcción griega habitual y que, por lo tanto, debe
ser arameo o hebreo; sin embargo, es muy posible que no tengan suicientes datos
para airmarlo taxativamente. Por el contrario, sería preciso hacer una investigación
mayor sobre la sintaxis de las lenguas involucradas, antes de realizar una aseveración con respecto al origen arameo del Hijo del hombre11.
6
7
8
9
10
11
Bultmann 1981, 70.
Crossan 1991.
Witherington 1990, 237.
Vermes 1977, 171-202.
Theissen-Merz 1999, 19-28.
Wilson 2016, 4s.
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5
3. El Hijo del hombre en la Biblia hebrea
En el Tanaj o Biblia hebrea no hay ninguna aparición de «Hijo de hombre» con
artículo determinado. El único caso, sin el artículo, atestiguado en arameo está en
Daniel 7,13 –versículo del que nos ocuparemos en el siguiente epígrafe–. En hebreo
aparece en 105 ocasiones, también en indeinido. En la Biblia hebrea, la expresión
ben adam se utiliza sobre todo para referirse a un individuo especíico. Veamos en
un cuadro la disposición de las apariciones y su uso12:
Tanaj
Biblia hebrea
Concurrencias de
ben adam
Sentido genérico
o indeinido
Referido a un
individuo especíico
Números
1
1
0
Job
3
3
0
Salmos
3
3
0
Isaías
2
2
0
Jeremías
2
2
0
Ezequiel
93
0
93
Daniel
2
0
2
Totales
106
11
95
Como puede observarse, en Ezequiel la expresión aparece 93 veces y en todas
ellas se reiere especíicamente al profeta. En Daniel 8,17, la única aparición en
este libro –además de la que da origen al término griego, 7,13–, también se alude
concretamente al profeta. Entonces, si ben adam puede utilizarse sin el artículo
determinado, en alocuciones claramente deinidas, es muy posible que la expresión
equivalente en arameo funcione de la misma manera. Ya que, como vemos, en la
Biblia hebrea no aparece en ninguna ocasión con el artículo determinado, no parece
extraño que no exista tampoco en su traducción al griego, la Septuaginta; del mismo
modo, estas expresiones hebreas cuando tienen un sentido genérico o indeinido son
ielmente traducidas al griego13.
La tradición bíblica no deine a los hombres por su esencia, como hacían los
griegos –cuerpo, alma–, sino que lo hace por su linaje tanto familiar como social, de
un modo histórico. Así, «judío» es aquél que nace de un judío –más concretamente,
de una mujer judía– y, por tanto, hombre es todo aquél que nace de otro hombre –o
mujer–: de esta manera, cada ser humano es un «Hijo de hombre». Esto se señala
muy claramente en el libro de Ezequiel, especialmente en algunos comienzos de
capítulos: Ez 2,1; 3,1; 4,1.
12
13
Tejada-Lalinde 2014, 13.
Tejada-Lalinde 2014, 12-14.
6
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4. Daniel 7,13
Dado que el interés del presente artículo es comprobar cómo se recoge la expresión
semítica en sus traducciones al griego y puesto que para la mayoría de los estudiosos
los primeros cristianos toman la alocución del libro de Daniel, será interesante analizar este texto con mayor detenimiento.
4.1. Las traducciones de Daniel al griego
Las versiones griegas del Libro de Daniel –como sucede también con las de la Peshitta siriaca y la Vulgata Latina– contienen, además de los doce capítulos que se
encuentran en el Texto Masorético original (MT), las llamadas Adiciones: la Oración
de Azarías y el Cantar de los Tres Judíos, así como las historias de Susana, Bel y
el Dragón. La historia textual de estas versiones griegas es muy compleja. Existen
dos tradiciones textuales distintas: el libro de Daniel de la LXX o Antiguo Griego
(= OG-Dn) y el llamado Daniel de Teodoción (= Th-Dn). La relación existente entre
OG-Dn y Th-Dn es un tema cuya investigación aún no se ha cerrado14.
4.2. Daniel 7,13. Comparación de los textos griegos y sus diferentes traducciones
4.2.2. La llamada «Old Greek» (OG)
Aunque es importante tener en cuenta las diferencias existentes entre el original
hebreo-arameo y las versiones griegas, así como el tratar de investigar las razones de
estas diferencias, también merece la pena examinar la interpretación que nos proporciona OG, ya que es un testimonio importante de una tradición especíica del libro
de Daniel, sobre todo si tenemos en cuenta que en muchos sentidos, cada traducción
supone una interpretación del texto15.
De este texto conservamos dos versiones que, en el caso de los versículos que nos
ocupan, presentan algunas variantes.
4.2.2.1. El Papiro 967
El Papiro 967 es un manuscrito bíblico datado en el siglo III d.C., que fue descubierto en 1931. Es notable porque contiene fragmentos del texto griego original del
Libro de Daniel, que fue reemplazado por un texto revisado a inales del siglo IV.
Nos han llegado 59 páginas manuscritas, que se encuentran repartidas en cinco lugares: la Chester Beatty Library (Dublín), la Biblioteca de la Universidad de Princeton,
la Biblioteca de la Universidad de Colonia, la Abadía de Santa María de Montserrat
(Barcelona) y la Fundación Pastor de Estudios Clásicos (Madrid).
a ἐθεώρουν ἐν ὁράματι τής νυκτός
b καὶ ἰδοὺ ἐπὶ τῶν νεφελῶν τοῦ οὐρανοῦ ἤρχετο ὡς υἱὸς ἀνθρώπου,
c καὶ ὡς παλαιὸς ἡμερῶ(ν) παρῆν,
14
15
Di Lella 2001, 588.
Reynolds 2008, 70.
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7
d καὶ οἱ παρεστηκότες προσήγαγον αύτῷ.
Contemplaba entre las visiones de la noche y he aquí que sobre las nubes del cielo
venía uno como Hijo de hombre y llegaba como anciano de los días y los que
estaban presentes le servían16.
4.2.2.2. El códice 88
El Codex Chisianus 88 (también conocido como Chigianus o «MS 88») es un manuscrito del siglo IX, editado por primera vez en 1772. Contiene lo que sobrevivió como
única versión original de la Septuaginta del Libro de Daniel, hasta el descubrimiento
del Papiro 967. El manuscrito probablemente deriva de la recensión de la Septuaginta hecha por Orígenes aproximadamente en 240.
a ἐθεώρουν ἐν ὁράματι τής νυκτός
b καὶ ἰδοὺ ἐπὶ τῶν νεφελῶν τοῦ οὐρανοῦ ὡς υἱὸς ἀνθρώπου ἤρχετο,
c καὶ ὡς παλαιὸς ἡμερῶν παρῆν,
d καὶ οἱ παρεστηκότες παρῆσαν αύτῷ.
Contemplaba entre las visiones de la noche y he aquí que sobre las nubes del cielo
venía uno como Hijo de hombre y llegaba como anciano de los días y los que
estaban presentes se le acercaban.
4.2.3. Teodoción
Teodoción fue un erudito judío de época helenística que tradujo la Biblia hebrea al
griego aproximadamente en el 150 d.C. Ya en el siglo II el texto es citado en el Pastor de Hermas y en el Diálogo con Trifón de Justino.
La traducción de Teodoción fue tan copiada en la iglesia paleocristiana que su
versión del libro de Daniel prácticamente superó a la de la Septuaginta. San Jerónimo (en su prólogo a Daniel, 407 d.C.) registra el rechazo a la versión de la Septuaginta del libro de Daniel.
a ἐϑεώρουν ἐν ὁράματι τῆς νυκτὸς
b καὶ ἰδοὺ μετὰ τῶν νεϕελῶν τοῦ οὐρανοῦ ὡς υἱὸς ἀνϑρώπου ἐρχόμενος ἦν
c καὶ ἕως τοῦ παλαιοῦ τῶν ἡμερῶν ἔϕϑασεν
d καὶ ἐνώπιον αὐτοῦ προσηνέχϑη.
Contemplaba entre las visiones de la noche y he aquí uno como Hijo de hombre
que venía entre las nubes del cielo y llegaba ante el anciano de los días y fue llevado ante su presencia.
4.3. «Uno como Hijo de hombre»
Como indica Reynolds17, la OG presenta al «uno como Hijo de hombre» como
alguien asimilado al «anciano de los días» de cuatro maneras:
16
17
Para todas las versiones griegas del Libro de Daniel, tomo la edición de Ziegler-Munnich 1999; las traducciones
son mías.
Reynolds 2008, 77.
8
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1. Llega «como» (ὡς) el anciano de los días.
2. Aparece «sobre» (ἐπὶ) las nubes del cielo.
3. Recibe la asistencia de los presentes, lo que sugiere el culto dado a Dios.
4. Se le acercan los que estaban presentes ante el anciano de los días18.
Examinando el retrato que se hace del «uno como Hijo de hombre», se ve que
la OG lo describe como alguien similar al anciano de los días, pero no hay ninguna
indicación de equivalencia o identiicación; es decir: no parece que nos indique que
se trate de la misma persona, sino de dos personas con características asimiladas.
De hecho, la entrega de la autoridad al «uno como Hijo de hombre» implica que la
condición humana de esta igura es diferente de la del anciano de los días19. En este
retrato también se sugiere que tiene una naturaleza mesiánica. Esto se ve más claramente en el siguiente versículo, Dn 7,14 –en la versión de OG–, en el que se habla
de la autoridad regia que recibe, en el hecho de que su reino nunca pasará y en su
diferenciación de los santos del Altísimo:
Y se le dio a él una autoridad real, y todas las naciones de la tierra por linajes y
toda la gloria estaba a su servicio. Y su autoridad es autoridad eterna que ya no será
suprimida, y su reino ya no se destruirá.
Como indica Wilson20, aunque son muchas las opiniones que se han vertido
acerca del signiicado de la expresión, solamente tres interpretaciones merecen un
análisis más detallado; esto se ve aún más claro si partimos de las propuestas que ya
hizo Collins21 y que, como ocurre en otras investigaciones de este estudioso, se han
convertido en clásicas.
4.3.1. Una igura angélica
Según Russell22, la explicación más simple es la más satisfactoria. Airma que aquél
«como un hijo de hombre» es un ángel y, en concreto, Miguel, que es el encargado
de la protección de Israel. Según él, sería en un desarrollo posterior –en 1 Henoc y
en la tradición cristiana– cuando se convertiría en una igura mesiánica.
Es cierto que los ángeles son descritos en muchas partes con una apariencia
humana, especialmente en los textos apocalípticos: (Dn 8,15; 10,18), como un hombre (Dn 9,21; 10,5; 12,6-7) y a semejanza de los Hijos de los hombres (Dn 10,16).
Pero también Daniel es llamado Hijo del hombre (Dn 8,17), y la frase de origen arameo «como Hijo de hombre» no se usa en ningún otro sitio más que en Daniel 7,13.
La gran debilidad argumental que tiene la interpretación angélica es que en ningún
sitio del canon hebreo se da poder y culto a los ángeles, como sí recibe el «uno como
Hijo de hombre» (Dn 7,14)23.
18
19
20
21
22
23
Aunque una comparación exhaustiva se escaparía a los límites del presente estudio, conviene indicar que, en el
caso de Teodoción, el «uno como Hijo del hombre» llega «entre» las nubes, se presenta «ante» el anciano de los
días y no se hace mención de los que estaban presentes.
Reynolds 2008, 79.
Wilson 2016, 11.
Collins 1993, 304-310.
Russell 2005, 67.
Shepherd 2006, 103.
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9
4.3.2. Un símbolo mesiánico
En las imágenes bíblicas tradicionales, el jinete que está «sobre» o «entre» las nubes
suele ser identiicado con Yahveh. Esta identiicación se explica fácilmente porque
una imagen similar se puede constatar en la mitología ugarítica, en la que Baal es
descrito a menudo como un jinete de las nubes. Sin embargo, Baal está subordinado
a El, que es el padre de los dioses y de los seres humanos. Aplicando la analogía al
texto que nos ocupa, si el que viene con las nubes es Baal, el anciano de los días
sería El; es decir: el anciano de los días sería Yahveh y el Hijo del hombre el mesías,
puesto que está subordinado a Dios. Siguiendo una argumentación similar, Reynolds
sostiene que, según la lectura de la OG, la igura del Hijo del hombre es claramente
mesiánica24.
4.3.3. Una representación de un colectivo
Probablemente esta sea la teoría más defendida por los estudiosos25: la idea de que
el Hijo del hombre debe ser interpretado colectivamente como el pueblo de Israel.
Según esto, si las cuatro bestias que describe Daniel son la representación de cuatro
reinos o pueblos, el Hijo del hombre sería la representación del quinto y deinitivo:
el pueblo elegido, que fue menospreciado y perseguido, pero más tarde devuelto a
su antigua gloria. Esta interpretación fue propuesta por Dodd26 y fue compartida y
ampliada por Russell, que airmó que el Hijo del hombre tiene un sentido colectivo
y que «representa el reino de Dios entregado al pueblo de Dios»27.
5. El Hijo del hombre en la Septuaginta
El nombre de Septuaginta o Biblia de los setenta hace referencia al número de los
eruditos –setenta o setenta y dos– que, según la tradición, tradujeron la Torá judía en
tiempos del rey Ptolomeo II Filadelfo (285-246 a.C.). En un principio, la traducción
abarcó sólo el Pentateuco, pero posteriormente el nombre pasó a designar todos los
escritos que integran la Biblia griega28. Los primeros cristianos la emplearon como
Biblia oicial para la evangelización y así, mediante la traducción a otras lenguas, el
inlujo de la Septuaginta se extendió hasta los conines del Imperio romano.
Dado que el punto de partida es comprobar cómo pasó la expresión Hijo de hombre del arameo del libro de Daniel a su traducción griega, compararé las ocasiones en
las que aparece la alocución en la Biblia hebrea y en la Septuaginta:
Números
24
25
26
27
28
Tanaj Biblia hebrea
Septuaginta Biblia griega
1
1
Reynolds 2008, 70-80.
Wilson 2016, 13-14.
Dodd 1952, 118
Russell 1981, 122.
Fenández Marcos-Spottorno 2008-2015 Vol. I, 11ss.
10
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Isaías
2
1
Jeremías
2
2
Ezequiel
93
86
Salmos
3
4
Job
3
3
Daniel
2
2
Judit
0
1
Eclesiástico
0
1
Totales
106
102
Como se aprecia en el cuadro, además del baile de cifras que se produce en algunos de los libros –en Salmos y, especialmente, en Ezequiel–, llama la atención que el
término aparece en la Septuaginta en dos lugares en los que no aparecía en la Biblia
Hebrea, en libros originalmente compuestos en época helenística, alrededor del siglo
II a.C.
El pasaje del libro de Judit está inserto en el discurso que pronuncia ante los
ancianos de la ciudad y contiene una cita de Números, pero ordenada de distinta
manera29; de hecho, podemos comparar ambos textos con la traducción de la Biblia
hebrea:
Nm 23,19 (Biblia hebrea).
No es el hombre para mentir, ni Hijo de hombre para arrepentirse.
¿Es El quien dice y no hace, o quien habla y no realiza?30
Nm 23,19 (LXX).
No como al hombre se engaña a Dios,
ni como al Hijo del hombre se le puede amenazar31.
Jdt 8,16 (Biblia hebrea).
Pero vosotros no hipotequéis los planes del Señor, nuestro Dios, porque no hay
que amenazar ni juzgar a Dios como a un hombre.
Jdt 8,16 (LXX).
Pero vosotros no hipotequéis los planes del Señor nuestro Dios, porque no hay
que amenazar a Dios como a un hombre, ni juzgarlo como a un Hijo de hombre.
Por su parte, la cita del Eclesiástico –o Sabiduría de Ben Sirakh– está incluido en
un apartado en el que «se formulan máximas sapienciales sobre las relaciones entre
Dios y el hombre, sobre la conducta del sabio y del necio y se dan instrucciones
sobre el hablar32»:
29
30
31
32
Corley 2015, 228.
Para todos los textos de la Biblia Hebrea, tomo la traducción de Cantera-Iglesias 1975.
Para todos los textos de la Septuaginta, tomo la traducción de Fernández Marcos-Spottorno 2008-2015.
Fernández Marcos-Spottorno 2008-2015 Vol. III, 552.
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11
Si 17,30.
No pueden existir todas las cosas entre los hombres,
porque el Hijo del hombre no es inmortal.
Como se ve, en ambos casos el signiicado que podríamos dar a «Hijo de hombre» es, simplemente, el de «ser humano, hombre», sin ninguna connotación mesiánica que pudiera haber sido heredada del libro de Daniel.
6. 1 Henoc
El libro que conocemos como Henoc etiópico o 1 Henoc es en realidad un conjunto
de textos de épocas dispares, fusionados en un volumen por una mano desconocida,
parapetada, como suele ser habitual, bajo el nombre de un personaje ilustre33.
La práctica totalidad de los estudiosos está de acuerdo en la división de 1 Henoc
en cinco secciones, que formarían una especie de «pentateuco», lo que era habitual
en algunas colecciones de textos judías; a estas se añadiría una introducción y una
conclusión. En el segundo de estos libros –conocido como Libro de las parábolas
o Similitudes– aparece la expresión Hijo del hombre en 14 ocasiones. Además de
estas citas, la visión que se narra en Daniel 7 es interpretada en los capítulos 46 y 47:
1Hen 46,1-2.
Allí vi al que posee el «Principio de días», cuya cabeza es blanca como lana, y con
él vi a otro cuyo rostro es como de apariencia humana, mas lleno de gracia, como
uno de los santos ángeles. Pregunté a uno de los santos ángeles, que iba conmigo
y me mostraba todos los secretos, acerca de aquel Hijo del hombre, quién era, de
dónde venía y por qué iba con el «Principio de días»34.
1 Hen 47,3.
En esos días vi al «Principio de días» cuando se sentó en su trono de gloria y los
libros de los vivientes fueron abiertos ante él. Y toda la cohorte del cielo superior
y su cortejo estaba en pie ante él.
En el texto, la manera en la que se reiere al Hijo del hombre no hace suponer que
fuera un título reconocible, sino que parece otra manera de referirse a aquel «cuyo
rostro es como de apariencia humana», mientras al mismo tiempo alude a Daniel35.
A pesar de su vínculo con Daniel, el Hijo del hombre que aparece en 1 Henoc va
más allá de su faceta humana: el libro fue escrito para articular la visión del mundo
que tenía un determinado grupo de judíos del siglo I d.C. La igura es aquí el contrapunto celestial de los justos en la tierra. Mientras ellos son oprimidos y humillados, él está entronizado y ensalzado; cuando se maniieste en el juicio escatológico,
también los justos serán ensalzados36. Así, el autor del Libro de las parábolas parte
del libro de Daniel para desarrollar su propia expresión de la fe y la esperanza de los
justos; mientras que no ofrece ninguna razón para que podamos ver otro origen a la
33
34
35
36
Díez-Macho 1982, 13.
Los textos de 1 Henoc corresponden a la traducción de Corriente-Piñero 1984.
Collins 2010, 197.
Collins 2010, 205.
12
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expresión más que el libro de Daniel, muestra cómo éste inspiró una igura salvadora celeste dentro del judaísmo del primer siglo de nuestra era. Como bien señala
Adams37, en el Libro de las parábolas se da al Hijo del hombre un papel escatológico: su función principal es la de juez en el juicio inal, sentado en el trono divino
(cfr. 45,3; 51,3; 55,4; 61,8; 62,2-5; 69,29); él juzga las obras de los ángeles (61,8),
las de los reyes y los gobernantes de la tierra (62,3-12) y las de los pecadores (45,23). Tras la sentencia y su cumplimiento, el elegido gobernará sobre unos transformados cielo y tierra (45,4-5).
Generalmente se acepta que el Hijo del hombre se identiica con Henoc al inal
del Libro de las parábolas. En 71,14, Henoc es recibido por un ángel en su ascensión
al cielo y le dice:
«Tú eres el Hijo del hombre que naciste para la justicia; ella ha morado en ti, y la
justicia del «Principio de días» no te dejará».
Sin embargo, como airma Collins en varios artículos, «la supuesta identiicación
(de Henoc con el Hijo del hombre) sigue siendo problemática»38.
7. 4 Esdras
Esdras fue un escriba que, probablemente, vivió durante el reinado de Artajerjes II,
cuya fama de restaurador de las costumbres le convirtió en protagonista de varias
leyendas y libros piadosos. El llamado Libro IV de Esdras o 4 Esdras comprende los
capítulos 3 al 14 del texto latino conocido como 4º de Esdras.
La obra se sitúa en Babilonia, el año 30 después de la destrucción de Jerusalén,
es decir, el 557 a.C.39
Aunque el autor de 4 Esdras no emplea explícitamente la frase «Hijo del hombre», es evidente su relación con la imaginería de Dn 7,13 en el retrato de la igura
salvíica40:
4Esd 13,2-3.
Y vi que se levantaba un viento del mar de manera que agitaba todas sus olas. [Y
miré y vi que este viento hacía que una igura como de hombre saliera del corazón
del mar]41.
De hecho, el mismo autor se encarga de dejar claro que conoce y utiliza el texto
de Daniel:
4Esd 12,11-12.
El águila que has visto subir del mar es el cuarto reino de la visión que tuvo tu
hermano Daniel. Pero a él no se le interpretó en los términos en los que yo te lo
interpreto y te he interpretado.
37
38
39
40
41
Adams 2005, 45.
Collins 1992, 453; 19982, 151-153.
Díez Macho 1982, 250.
Tejada-Lalinde 2014, 34.
Los textos de 4 Esdras corresponden a la traducción de Muñoz León 2009.
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La igura que podríamos relacionar con el Hijo del hombre tiene un sesgo mucho
más mesiánico que en el libro de Daniel y que, incluso, en 1 Henoc. Por ejemplo, en
los capítulos 11 y 12 aparece un león, que es interpretado de forma explícita como
«el ungido que el Altísimo reservó para el in (de los días)» (12,32). En los versículos
siguientes describe la escena del juicio que, a diferencia de lo que se narraba en el
Libro de las parábolas, se lleva a cabo en la tierra y que se asocia con la restauración
del pueblo judío42:
4Esd 12,33-34.
Los llevará vivos primeramente a juicio, y una vez que les haya reprochado, los
aniquilará. Pero librará al resto de mi pueblo con misericordia, a los que fueron
salvados dentro de mis conines, y los alegrará hasta que llegue el in, el día del
juicio del que te he hablado desde el principio.
Según Vermes, no podemos deducir del texto un uso de «Hijo de hombre» como
un título mesiánico, como aparecerá posteriormente: «todo lo fechable de 4 Esdras
es sin duda posterior al año 70 d.C., y está condicionado por la destrucción del Templo. Su testimonio es más relevante, en consecuencia, para la comprensión de los
orígenes del cristianismo que para la de Jesús y su época»43.
8. El Hijo del hombre en el Nuevo Testamento
En los evangelios sinópticos, «Hijo del hombre» es un título usado para caracterizar a Jesús, aunque la mayor parte de las ocasiones aparece en su propio discurso.
Debido a sus características especiales, las veces en las que aparece el término en
el Cuarto Evangelio se estudiarán en un epígrafe aparte. En el siguiente cuadro se
muestra el número de veces que aparece la expresión en cada uno de los libros44 del
Nuevo Testamento. La ordenación de los textos está realizada cronológicamente, por
la importancia que pueda tener para la evolución del término; dado que lo relativo
a la datación de los textos del Nuevo Testamento es controvertido, he adoptado la
estimación media que se extrae del reciente artículo de Porter45.
42
43
44
45
Texto
Ocurrencias
Evangelio de Marcos
14
Evangelio de Mateo
30
Evangelio de Lucas
25
Hechos de los Apóstoles
1
Collins 2010, 210.
Vermes 1977, 184.
Fernández Ramos 2001, s.v. Hijo del hombre.
Porter 2016.
14
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Epístola a los hebreos
1
Evangelio de Juan
13
Apocalipsis
2
8.1. Los dichos sobre el Hijo del hombre
Si, como estamos viendo, la expresión «Hijo del hombre» había ido tomando importancia y se había ido tiñendo de signiicado mesiánico, resulta extremadamente curiosa
«la falta de impacto de la expresión en los contemporáneos de Jesús. Lejos de ser tratado como un misterio, el más problemático de todos los problemas del Nuevo Testamento (…) no despertó ni entusiasmo ni hostilidad entre amigos y adversarios»46.
Son varios los estudiosos que coinciden en dividir las apariciones en el NT Hijo
del hombre en tres categorías o clases47:
1. Los referidos a la actuación de Jesús en su momento presente.
2. Los que hablan de la pasión y la resurrección del Hijo del hombre.
3. Los que se reieren a la parusía del Hijo del hombre.
En algunas ocasiones estas categorías son, de hecho, impuestas arbitrariamente
a los textos. Algunos de los dichos no encajan perfectamente en ninguno de sus tres
grupos. Por ejemplo, la última bienaventuranza en Lucas habla de los cristianos
que son condenados al ostracismo a causa del Hijo del Hombre (Lc 6,22-23). ¿La
condena es por su lealtad al Jesús terrenal o por su esperanza en el Hijo celestial
del hombre? En Lucas 17,22 Jesús les dice a los discípulos que vendrán días en los
que desearán ver al Hijo del Hombre y no lo verán. En un contexto post-pascual,
este versículo se reiere a Jesús como el Hijo terrenal del Hombre por cuya ausencia ahora están de luto, como lo que se dice en Lucas 5,35, «Vendrán días cuando
les sea arrebatado el esposo, y entonces ayunarán en aquellos días.» Pero también
podría entenderse como referido a la parusía, que vendrá «en el tiempo del Hijo del
Hombre» (Lc 17,26)48.
Existen cuatro ocasiones en las que quien lo pronuncia no es Jesús y las cuatro se
dan fuera de los evangelios. La primera está en el libro de los Hechos de los Apóstoles y corresponde a la respuesta que da Esteban a sus martirizadores: Hch 7,56.
La segunda es de la Epístola a los Hebreos y, en realidad, recoge una cita del libro
de los Salmos 8,5-7: Hb 2,6.
Las dos veces que aparece el término en el Apocalipsis tienen una evidente procedencia de Daniel 7,13: Ap 1,13 y 14,1449.
Para una mejor comprensión, voy a seguir la clasiicación indicada más arriba a
la hora de exponer las características de las distintas ocasiones en las que aparece la
46
47
48
49
Vermes 1977, 172.
Cf. Bultmann 1981, 70; Piñero 2006, 207ss; Naseri-Naseri 2013, 192; Kirchhevel 1999, 181; Pikaza 2007, 30s
y 450; Fernández Ramos 2001, s.v. Hijo del hombre; Vermes 1977, 188.
Yarbro Collins, 1996, 144.
James D. G. Dunn estudia exhaustivamente las citas de Daniel que están presentes en los textos de los Evangelios y del Apocalipsis de Juan. Véase Dunn 2001, 529-536.
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alocución en los evangelios sinópticos y, posteriormente, comentaré las apariciones
de la locución el en cuarto evangelio, por sus características especiales.
8.2. Actuación de Jesús en su momento presente
Parece que en estos textos la expresión es utilizada como circunloquio para referirse
a sí mismo con modestia, sin decir «yo»50. Así, por ejemplo en Mc 10,45 (par.: Mt
20,28).
Incluso en esta otra ocasión –Mc 2,27-28 (par.: Mt 12,8; Lc 6,5)–, en la que Jesús
se autoproclama como dueño del sábado, la mención al Hijo del hombre no es más
que una manera de referirse a sí mismo, que cobra sentido si se une al versículo anterior, sin sacarla de contexto. Al mismo tiempo, resulta interesante recalcar que existe
una norma rabínica según la cual, si hay que elegir, más vale salvar la vida humana
que las leyes del sábado51.
También en Mc 14,21 (par.: Mt 26,24), que se encuentra inserta en el relato de la
cena pascual, queda patente que el término es utilizado como autorreferencia.
Una de las citas por las que parece más claro el signiicado autorreferencial del
término es aquella en la que Jesús pregunta quién dice la gente que es él. Mientras
Mateo pone en boca de Jesús «Hijo del hombre», los paralelos en Marcos y Lucas
dicen simplemente «yo»: Mt 16,13; Mc 8,27; Lc 9,18.
Esto mismo –solo que al contrario– sucede en un pasaje que analizaremos más
adelante: Mc 8,38 (par.: Mt 10,33; 16,27; Lc 12,8); en esta ocasión es Mateo el que
utiliza el pronombre personal, mientras los otros dos hablan de Hijo del hombre.
La siguiente cita es, en realidad, la primera vez que aparece el término en el
Evangelio de Marcos y en ella parece claro que Jesús se reiere a sí mismo, aunque
se arrogue el poder de perdonar los pecados; según Vermes, si hubiese dicho «yo
tengo autoridad para perdonar los pecados», habría parecido inmodestia52: Mc 2,1011 (par.: Mt 9,6; Lc 5,24).
Así, vemos que Jesús es simplemente un hombre como los demás, que come y
bebe y no tiene dónde reclinar la cabeza: Mt 11,19 (par.: Lc 7,34) y Mt 8,20 (par.:
Lc 9,58).
8.3. Sobre la pasión y la resurrección del Hijo del hombre
Algunos autores consideran que los ejemplos que se incluyen en este apartado son
uaticinia ex euentu y, por lo tanto, son elaboraciones posteriores realizadas por los
primeros cristianos. Como airma Piñero: «Muchos críticos católicos admiten este
argumento, aunque en el fondo late en él una crítica racionalista: no es admisible que
Jesús, como hombre que era, pudiera predecir el futuro» 53. Este tipo de textos queda
bastante claro con el siguiente caso: Mc 8,31 (par.: Lc 9,22).
El versículo anterior está inserto en el relato del primer anuncio de la Pasión;
curiosamente, en el segundo y tercer anuncio vuelve a usar la misma expresión: Mc
9,31 (par.: Mt 20,18; Lc 9, 44) y Mc 10,33 (par.: Lc 18,31).
50
51
52
53
Piñero 2006, 207.
Vermes 1977, 192.
Vermes 1977, 191.
Piñero 2006, 208.
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En otras ocasiones, se identiica con «pecadores» a aquellos a los que se va a
entregar al Hijo del hombre: los sumos sacerdotes y los escribas tendrán en sus
manos el destino del Hijo del hombre: Mc 14,41 (par.: Mt 17,22; Lc 24,7).
En el episodio de la transiguración de Jesús vuelve a mencionar la resurrección
del Hijo del hombre y lo enlaza con Elías, como personaje ya resucitado; pero, a la
vez, une a Elías con Juan el Bautista, como precursor del Hijo del hombre: Mc 9,913 (par.: Mt 16,9-13).
8.4. Sobre la parusía del Hijo del hombre
En la tradición sinóptica no encontramos ninguna palabra de Jesús en la que indique
que regresará en un futuro inminente54. Por eso los ejemplos de esta categoría se
entienden por algunos investigadores como referencias por parte de Jesús a un personaje celeste diferente de sí mismo, que llegará tras él y que será intermediario en
el Juicio Final55. En algunas ocasiones hay que forzar un poco la interpretación para
concluir que Jesús no está hablando de sí mismo: Mc 8,38 (par.: Mt 10,33; 16,27; Lc
12,8). Como indica J. Schröter56, en esta cita es la primera vez que aparece el término
Hijo del hombre con la función de juez apocalíptico.
Resulta llamativo que «Hijo del hombre» nunca se reiera a la vez a la pasión y
a la parusía. Según Piñero57, la traducción errónea al griego de la frase aramea hizo
que se relacionara con el personaje de Daniel 7,13 y Marcos –y posteriormente los
otros evangelistas– mezcló las distintas tradiciones con la mesiánica y las adjudicó
en su totalidad a Jesús.
La parábola de la cizaña aparece solamente en Mateo. En ella resulta evidente
que el Hijo del hombre es un personaje secundario y que está en la interpretación de
la parábola, hecha por la primitiva iglesia58: Mt 13,37-41. Este pasaje representa al
Hijo del Hombre como Juez. La referencia al «Reino de su Padre» muestra que él es
el agente de Dios en el ejercicio del juicio. La representación del Hijo del hombre
como juez también se encuentra en el Libro de las parábolas de Henoc (1 Hen 46,48; 69,29)
En este apartado cabe citar los textos en los que se pone de maniiesto la vinculación de la expresión, en origen autorreferencial, con el pasaje mesiánico de Daniel
7,13; esto es algo que cualquier judío medianamente cultivado de la época conocía
perfectamente: Mc 14,62 (par.: Mt 24,30; Lc 21,27) y Mt 26,64. También el pasaje
de Lc 12,8-9 comparte con Daniel 7 las características de la escena celestial, el escenario forense y la presencia del Hijo del Hombre. Es probable que Daniel 7 tuviera
una inluencia en la creación de este dicho59.
Tanto en el texto de Mateo que acabamos de ver como en el siguiente de Lucas,
se empieza a ver la tensión existente entre el «ya» y el «todavía no» de la parusía;
en ambos se dice que el Hijo del hombre será visible en su esplendor «desde ahora»:
Lc 22,69.
54
55
56
57
58
59
Piñero 2006, 208.
Flusser 1969, 103; de Jonge 1977, 53-54; Sanders 1993, 246-248.
Schröter 2010, 275.
Piñero 2006, 208s.
Fernández Ramos 2001, s.v. Hijo del hombre.
Yarbro Collins-Collins 2008, 155.
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En otras ocasiones, el Hijo del hombre «aparece como un personaje simbólico,
que representa al ser humano, visto en su culminación, desde el in de los tiempos»60:
Mc 13,26 (par.: Mt 24,30; Lc 21,27).
A veces, la esperanza escatológica es referida a un evento anterior, conocido por
todos, para ejempliicar la desolación que precederá al juicio inal. Al mismo tiempo,
se advierte de la inminencia de la parusía del Hijo del hombre y del desconocimiento
del momento exacto: Mt 24,37-44 (par.: Mc 13,32-37; Lc 17,26-30; 34-40).
En los ejemplos anteriores, resulta curioso que, mientras que Mateo alude al diluvio, Lucas lo hace a la destrucción de Sodoma y Gomorra y Marcos, sin embargo,
no pone ningún ejemplo.
Del mismo modo se relaciona al Hijo del hombre con Jonás: debería ser para
sus contemporáneos lo mismo que Jonás fue para los ninivitas61: Mt 12, 39-40 (Lc
11,30).
Este es otro de los casos de uaticinia ex euentu evidentes: «preigura» la resurrección de Jesús, cuando el texto fue compuesto mucho después.
También se enlaza la igura del Hijo del hombre con la del Espíritu Santo, lo que
supone una tensión entre la fase terrena y la celeste de Jesús62: Mt 12,32 (par.: Lc
12,10).
Por último, Jesús «anuncia su función escatológica: quien le niegue en el mundo
será negado por el Hijo del humano cuando venga en la gloria del Padre para el
juicio»63: Mt 16,31.
La representación del Hijo del hombre como juez es más clara en la respuesta de
Jesús a la pregunta de Pedro: «Ya lo ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos
seguido; ¿qué recibiremos, pues?». La respuesta de Jesús incluye la frase «el trono
de su gloria», que también aparece en las El libro de las parábolas de Henoc con
referencia al trono del «Hijo del Hombre», es decir, la igura de Daniel 7 que en el
libro de Henoc representan como un mesías preexistente y celestial64.
8.5. El hijo del Hombre en el cuarto Evangelio
En la presentación del Hijo del hombre que realiza el autor del Evangelio de Juan
no se pueden distinguir claramente las tres categorías que hemos utilizado para los
evangelios sinópticos65. Por ello he preferido incluir el uso del término en este Evangelio en un epígrafe distinto y comentarlas una a una.
En el cuarto Evangelio se da un cambio en el concepto de mesianismo: de la
noción puramente judía de «hijo de David» guerrero, hasta el Hijo del hombre, juez
futuro y, además, divino66. En palabras de Fernández Ramos, «el evangelista utiliza al Hijo del hombre como medio para armonizar (…) la escatología tradicional,
vinculada al “apocalíptico” Hijo del hombre, y la escatología existencial, vivencial,
realizada ya en parte, aunque caminando todavía hacia la consumación67».
60
61
62
63
64
65
66
67
Pikaza 2007, 31.
Fernández Ramos 2001, s.v. Hijo del hombre.
Fenández Ramos 2001, s.v. Hijo del hombre.
Pikaza 2007, 450.
Yarbro Collins-Collins 2008, 152.
Fernández Ramos 2001, s.v. Hijo del hombre.
Piñero 2006, 401.
Fernández Ramos, 2001, s.v. Hijo del hombre.
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La primera de ellas habla de la parusía y de la fe que se necesita para esperar su
llegada. el Hijo del hombre aparece aquí como un apoyo sobre el que poder ascender
al cielo prometido: Jn 1,51.
Este sentido escatológico se sigue apreciando en la siguiente cita, pero se nos
indica el origen del Hijo del hombre y su ascenso a los cielos al inal; también se ha
interpretado la «elevación» como uaticinium ex euentu de la cruciixión de Jesús y,
al mismo tiempo, de su gloriicación: Jn 3,13-15.
En el juicio inal, será el Hijo del hombre el que juzgue, gracias al poder que le
dio Dios Padre: Jn 5,26-27.
La vida eterna no es algo del todo gratuito, es algo que debe ganarse con esfuerzo,
como el alimento terreno: Jn 6,27.
Enlazado con el sentido del alimento imperecedero, está la institución de la Eucaristía como medio de alcanzar la vida eterna: Jn 6,53-55.
En la siguiente cita, aunque algo complicada de entender, parece claro el carácter
autorreferencial de Hijo del hombre, ya que lo equipara a «yo soy»; al igual que ocurría con Jn 3,13-15, en ocasiones se ha interpretado la «elevación» como uaticinium
ex euentum: Jn 8,28.
En la narración de la curación del ciego, también queda patente la identiicación
personal de Jesús con el Hijo del hombre, ya que es el que tiene delante el ciego
cuando puede ver: Jn 9,35-37.
La siguiente cita puede entenderse como un anuncio de la pasión, en la línea de
lo que comentábamos en el epígrafe 8.4: Jn 12,23.
Los contemporáneos de Jesús tenían una idea más o menos clara de lo que era la
igura del Mesías y, lógicamente, trataron de enlazarlo con la idea que propagaba del
Hijo del hombre: Jn 12,34.
La traición de Judas supone el comienzo de la pasión de Jesús y, por tanto, de su
posterior resurrección y su parusía: Jn 13,31.
Como se ha podido comprobar, todas las apariciones de la expresión en el cuarto
Evangelio –excepto 9,35-37– hacen referencia, de una u otra manera, a la gloriicación de Jesús, a la metáfora de la elevación con el doble signiicado: por una parte,
la izada de la cruz, la presunta derrota de Jesús ante la muerte y, por otra parte, la
gloriicación, el ascenso a los cielos del resucitado y el reconocimiento por parte de
Dios Padre. La otra aparición, ya citada y comentada, es un caso evidente de autorreferencia, por lo que guarda el sentido original de la expresión aramea.
9. Conclusión
Los autores de los evangelios no conocieron a Jesús; de hecho, pertenecían a la
generación posterior e incluso, como es probable en el caso del autor del cuarto
evangelio, a dos generaciones después de la de Jesús. Esto, que podría parecer una
obviedad, debe ser recordado aquí, porque nos hace ver que los evangelistas no fueron testigos directos de las palabras y las acciones de Jesús, sino que escribieron lo
que otros les contaron que habían escuchado y vivido.
De este hecho se derivan unas consecuencias que resultan importantes: por un
lado, en ningún momento se nos explica qué signiica Hijo de hombre y, además,
como ya hemos visto (vid. 8.1), no hay constancia tampoco de que la expresión
despertara ni entusiasmo ni hostilidad ni extrañeza. Resulta difícil no deducir de
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esto que la expresión era, si no de uso común, sí fácilmente comprensible. Esto no
debería parecernos extraño si relexionamos en lo que ocurre en la actualidad con
la alocución: la traducción habitual en español es «el Hijo del hombre», con los dos
artículos, mientras que en inglés se dice «Son of man», sin artículos. No cabe duda
de que el concepto es el mismo y, al tiempo, es fácilmente comprensible por lectores
de ambos idiomas, pero la expresión se ha adaptado al sistema gramatical de cada
lengua. Algo parecido debió pasar en la época de Jesús: probablemente muchos de
sus contemporáneos eran bilingües; aunque hablantes nativos de arameo, también se
defenderían con el griego. Y lo que es evidente es que el griego era el vehículo de
cultura y, por lo tanto, de escritura. Y más aún, los evangelios se escriben para un
público conocedor del griego.
Tras lo que hemos visto, resulta más que probable que Jesús se reiriera a sí
mismo como Hijo del hombre, con el sentido autorreferencial que tiene el término
en arameo. Posteriormente, los autores de los evangelios, grecoparlantes y, además,
conocedores del libro de Daniel en la versión inserta en la Septuaginta, enlazaron,
por una parte, el mensaje apocalíptico crucial que aparece en Daniel 7,13, con la
venida de «uno como Hijo de hombre», identiicado desde el primer momento como
el Mesías prometido y liberador, y, por otra, el uso trivial y cotidiano en arameo de
la expresión autorreferencial y dieron lugar a la interpretación de «el Hijo del hombre» como título salvíico o mesiánico.
Evidentemente, el aceptar que el título Hijo del hombre procede de un libro que
pertenece a la literatura apocalíptica judía, pasando además por sus «secuelas» en
1 Henoc y 4 Esdras, daría un argumento a los que airman que, en realidad, el nacimiento del cristianismo se inserta dentro del conjunto de movimientos apocalípticos que, en esta época, se van fraguando dentro de la historia de la religión de Israel.
Por el contrario, la ausencia de certeza sobre si Jesús utilizaba de manera habitual
la expresión autorreferencial «Hijo del hombre» y nuestro desconocimiento de si
esta expresión iba intencionalmente ligada a la cita del Libro de Daniel, no nos
permite airmar de manera contundente que Jesús fuera un profeta esencialmente
apocalíptico.
10. Bibliografía
E. Adams, «The Coming of the Son of Man in Mark’s Gospel», Tyndale Bulletin 56 (2)
(2005) 39-61.
R. Bultmann, Teología del Nuevo Testamento, Salamanca, 1981.
D. Burkett, The Son of Man Debate. A History and Evaluation, Cambridge, 2004.
F. Cantera y M. Iglesias, Sagrada Biblia, Madrid, 19753.
J. J. Collins, «The Son of Man in First-Century Judaism», NTS, 38 (3) (1992) 448-66.
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