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2005 Etica y politica en la sociedad democratica.pdf

Confines Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) [email protected] ISSN (Versión impresa): 1870-3569 MÉXICO 2005 María de los Ángeles Yannuzzi ÉTICA Y POLÍTICA EN LA SOCIEDAD DEMOCRÁTICA Confines, enero-junio, año/vol. 1, número 001 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) Monterrey, México Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal Universidad Autónoma del Estado de México Ética y política en la sociedad democrática María de los Ángeles Yannuzzi* La relación entre ética y política en la democracia moderna no deja de ser tensa y peligrosa, ya que esta última introduce un fuerte relativismo moral que, si bien permite la coexistencia en un plano de igualdad de las distintas concepciones propias de toda sociedad compleja, no puede ser sostenido en el campo de la política. Es aquí cuando el poder, al penetrar la dimensión ética, introduce en ella la más grande distorsión, ya que el discurso de la ética se convierte en una mera forma de justiicación del poder. Esto es lo que hace que la constante tensión entre ética y política nunca tenga un modo único o, incluso, satisfactorio de resolución. Sólo la implementación de una lógica argumentativa que parta del reconocimiento de la precariedad y ambivalencia que se entabla en la relación entre ética y política puede servir de resguardo ante aquellas distorsiones que, en nombre de la primera, planteen el riesgo de cercenar desde el poder del estado los espacios de libertad. Ethics and Politics in the Democratic Society In this article I argue that the relationship between ethics and politics in modern democracy is tense and dangerous. In particular, it is dangerous because ethics introduces a strong moral relativism. Moreover, in complex societies this connection cannot be sustained in the ield of politics. That is, when power enters the ethical dimension it distorts it because the discourse of ethics becomes a way of justifying power. It is this interweaving that causes constant tension between ethics and politics such that there is never a satisfactory resolution. Therefore, I purport that only the implementation of an argumentative logic that starts with the recognition of the precariousness and ambivalence of the relation between ethics and politics can serve as a protection against those distortions. Without this approach there is risk that the spaces of liberty will be limited by the power of the state in the name of ethics. Si algo parece cobrar gran actualidad en la en 99. No es casual, por cierto, que nos formulemos política contemporánea es la necesidad de analizar la la misma pregunta, sobre todo si tenemos en cuenta las singular relación que ella entabla con la ética. En un con- condiciones de crisis en las que, ahora, como entonces, texto en que los niveles de corrupción han crecido enor- se desenvuelve la política, condiciones que siempre han memente, incluso en sociedades que se caracterizan por hecho alorar los elementos más perturbadores que su su transparencia, los discursos que apelan a una ética práctica contiene. Es en estos momentos de quiebre que que contenga el desenfreno egoísta con el que parecen se plantea desde la sociedad la necesidad de ‘moralizar’ moverse en el presente los actores políticos, reactualizan la política, sin tener muchas veces en cuenta que las rela- puntos de vista incluso moralistas que no encuentran un ciones entre estas dos dimensiones se debaten siempre marco adecuado de realización. “¿Cuál es, pues, la verda- entre un deber ser imaginario, todavía inluenciado por dera relación entre ética y política?”(Weber, 984: 60), el paradigma griego, y un ser que se muestra en muchos podemos preguntarnos hoy, al igual que hiciera Weber * Universidad Nacional de Rosario, Argentina. [email protected] CONines No. / enero- junio 2005  Artículos CONines María de los Ángeles Yannuzzi Artículos CONines Ética y política en la sociedad democrática casos descarnadamente amoral. Las características de la política moderna Todos estos desfasajes no son más que el resultado de la diicultad que existe en el plano intelectual Desde Maquiavelo ya se hizo evidente que el para pensar la relación entre ética y política en la forma objeto de la política no era otro que el poder, algo que, especíica que ella adquiere en la Modernidad. Y es que, sin embargo, había sido velado durante muchos siglos; como el mismo Weber señala, no resulta “indiferente en parte, por la subordinación de la política a la ética y, para las exigencias éticas que a la política se dirigen en parte, también porque estas relaciones se insertaban el que ésta tenga como medio especíico de acción el en el seno de sociedades tradicionalmente jerárquicas, poder tras el que está la violencia” (984: 60). Probable- por lo que la asimetría propia del poder se justiicaba mente muchos dirán ante esta airmación que estamos por la condición social a la que se ingresaba en el mo- partiendo de una obviedad. Sin embargo, la obviedad no mento de nacer. Pero en los inicios de la Modernidad , resulta tal, sobre todo si tenemos en cuenta que desde el al generalizarse el desarrollo del mercado, comienza tratamiento que habitualmente se hace del tema parece a diferenciarse una esfera privada de una pública, y el olvidarse, como veremos a continuación, que el poder, poder aparece, entonces, claramente separado de toda objeto especíico de la política, al penetrar la dimensión contención ética. Esto signiica que buen hombre y buen ética, introduce su lógica particular, produciendo en ciudadano ya no coinciden, planteando de esta forma este campo importantes distorsiones. Es aquí donde que no hay continuidad entre público y privado. Esta se acentúa la separación entre ambas dimensiones, es, por cierto, una característica que deine la política separación que, si bien ya aparece en los inicios de la moderna, que pasa así a distinguir una ética pública Modernidad, caracterizando a toda la política posterior, de una privada. Ya no hay, como se dice vulgarmente, ella se torna más evidente en el contexto de la política “‘una sola’ ética, válida para la actividad política como democrática. para cualquier otra actividad” (Weber, 984: 60), por lo que el contenido de esa ética que llamamos pública no guarda relación alguna con los valores de la moral. A partir de entonces, caliicar una práctica política en particular de buena o mala en la sociedad moderna nada tiene que ver en realidad con algún atributo propio de una ética privada. Por eso, ya no es posible catalogar a los gobiernos en función de las categorías éticas que deinían en qué medida se aproximaban o no al bien común. Por el contrario, un buen gobierno en la Modernidad debe estar regido fundamentalmente por la búsqueda de la eicacia, demostrada esta última sólo en la capacidad del príncipe para conquistar y mantener  No es nuestra intención debatir en el contexto de este trabajo cuándo se inicia la Modernidad. No ignoramos que sólo algunos autores, entre los que se encuentra Toulmin (992), consideran el Renacimiento como una primera etapa de este nuevo período. Sin embargo, nuestra lectura de Maquiavelo nos permite pensar esta época, más allá de cómo se lo caliique, como el momento en que se visualizan las características que tendrá de allí en más la política. En ese sentido, Maquiavelo, un autor que ejerce gran inluencia directa o indirectamente en la relexión de los intelectuales de ines del siglo XIX y principios del XX, se caracteriza por describir la nueva forma de la política, aunque su solución sigue todavía atada de alguna manera al paradigma clásico. CONines No. / enero- junio 2005 2 autónomo que se proyecta en el plano de la política en al deinir el concepto de lo político, dice que “lo que es la igura del ciudadano. moralmente malo, estéticamente feo y económicamente dañino, no tiene necesidad de ser por ello mismo tam- ‘La autonomía de la voluntad es el único principio bién enemigo; lo que es bueno, bello y útil no deviene de todas las leyes morales’. Con esta terminante necesariamente amigo, en el sentido especíico, o sea airmación introdujo Kant2 el concepto de auto- político, del término” (Schmitt, 984: 24). La política tiene nomía del sujeto como condición de toda acción así una especiicidad que le es propia, especiicidad que moral, expresando de este modo una exigencia está deinida por el poder. que estaba implícita desde el comienzo de la ilosofía moderna (Guariglia, 996: 255). Por eso la ética pública reconoce una lógica de funcionamiento muy particular, ya que, como señala Desde el punto de vista de la ética, Kant le im- Weber, la “singularidad de todos los problemas éticos de pone al sujeto dos imperativos -la propia perfección y la la política está determinada sólo y exclusivamente por búsqueda de la felicidad del otro- que necesariamente su medio especíico, la violencia legítima en manos de debe asumir el hombre moderno. Ambos imperativos las asociaciones humanas” (984: 7). Esta peculiaridad ponen así límite a todo desarrollo meramente egoísta, que la caracteriza no deja de constituir en realidad un ya que ambos permiten incorporar como exigencia problema, ya que el monopolio de esa violencia legítima la noción de deber: “en la ética el concepto de deber lo tiene el estado moderno, que lo ejerce además sobre conducirá a ines y las máximas, relacionadas con los ciudadanos desarmados. Construido modernamente ines que nosotros debemos proponernos, tienen que como dios mortal, el estado adquiere en este contexto fundamentarse atendiendo a principios morales” (Kant, un potencial represivo que se acrecienta aún más con 99: 2). Este modo de orientar la voluntad pone en la conformación posterior del estado democrático de acto la autonomía del sujeto en el plano moral. “El hecho masas, al punto de dejar abierta la puerta a las más de que la ética contenga deberes, a cuyo cumplimiento grandes aberraciones, como da cuenta de ello la historia no podemos ser obligados (físicamente) por otros”, ex- del siglo XX. plica Kant, “es simplemente la consecuencia de que sea una doctrina de los ines, porque una coacción dirigida Pero si bien este riesgo ya está implícito en la conformación del estado moderno, en sus inicios se vio a tenerlos o a proponérselos se contradice a sí misma” (Kant, 99: 2). atemperado por el rol que desempeñó la Razón en la estructuración de la ética pública y, por consiguiente, La ética, en ese sentido, “es la única que com- del orden político. En tanto que liberadora del hombre prende en su concepto la autocoacción según leyes de su estadio de minoridad, el uso de la Razón se tradujo (morales)” (Kant, 99: 2). Es decir que, desde el punto en el plano de la ética y de la política en la eliminación de vista de la moral, la condición de autonomía supone de toda autoridad externa, es decir, de toda heterono- que el sujeto es el autor de su propia ley, exigencia que mía. Desde la Razón se instituye así un sujeto moral se traslada también al plano de la política. De esta forma Como señala Guariglia, Kant “es quien profundiza el concepto de autonomía moral hasta convertirlo en la noción predominante de la ética posterior” (Guariglia, 996: 255). 2 CONines No. / enero- junio 2005  Artículos el poder del estado. A esto apunta Carl Schmitt cuando, CONines María de los Ángeles Yannuzzi Artículos CONines Ética y política en la sociedad democrática se pudo pensar la política en la Modernidad como un manera desde la ética y que estaba garantizada en el campo de acción en el cual se construía racionalmente liberalismo por la Razón, pierde toda sustancia con la la verdad, campo que, sin embargo, reconocía por ello conformación de la democracia de masas. En parte, mismo alternativas claramente limitadas por esa misma porque con las masas se introducen en la política los razón que liberaba al hombre del autoengaño. Este elementos no-racionales, quebrando con ello la racio- límite que se imponía desde la Razón es lo que permitió nalidad propia del Iluminismo. Pero, en parte, también al liberalismo recuperar a través de la argumentación porque con la integración al estado de todos los adultos una ética pública que permitía contener la política. emancipados, al mismo tiempo que la diversidad se Como sostiene Schmitt, esta tradición de pensamiento instala en lo público, demostrando la existencia de nu- “trató de vincular lo ‘político’ desde el punto de vista de merosos puntos de vista, incluso contradictorios entre lo ‘ético’ para subordinarlo a lo ‘económico’” (984: 57). sí, todos los asuntos se politizan. ¿Cómo se entabla, entonces, la relación entre ética y política? Ya sin una Esta necesidad de contener lo político desde racionalidad única compartida en el espacio público, la lo ético aproxima el liberalismo a otra tradición de deinición de una ética pública se encuentra a merced pensamiento, el republicanismo, como deja entrever de la puja de poder entre los diversos grupos. Estas también Habermas . Sin embargo, no lo hacen, por cuestiones, si bien caras a los intelectuales que daban cierto, de manera igual. Mientras en el liberalismo se cuenta del fenómeno de la democracia a comienzos del apela a una ética racionalista que reconoce la existen- siglo XX, son las que parecen haber quedado relegadas cia de derechos fundamentales anteriores al estado, en los tratamientos posteriores4 .  en el republicanismo clásico, heredero de la tradición maquiaveliana, la conianza se deposita fundamental- La democracia de masas entabla, así, con la mente en la ética privada, garante en última instancia dimensión ética, una relación muy particular que reco- de la formación del ciudadano. Este es el sentido, por noce facetas diversas e incluso contradictorias entre sí. ejemplo, del concepto de ‘madre republicana’ que se Sin embargo, no son estas últimas las que generalmente ha desarrollado más recientemente en la historiografía se muestran en el análisis. Antes bien, la democracia se estadounidense. Sin estar inserta directamente en el describe como el régimen ideal para la realización del espacio público, su función en la república reviste un principio de autolegislación, satisfaciendo así el sujeto carácter esencial, ya que es ella la que tiene a su cargo político moderno la exigencia, en tanto que sujeto au- la formación moral del futuro ciudadano. tónomo, de darse su propia ley. También aparece como la única forma política posible que puede albergar en su seno la pluralidad de propuestas que pueden alo- Ética y política en la democracia moderna rar en una sociedad por deinición compleja.5 De esta forma, la coexistencia de propuestas distintas en un mismo espacio aparece como resultado del desarrollo Esta contención, que se entablaba de alguna del principio de igualdad, principio que deine por sí mismo la noción de democracia. Pero es aquí, en reali- “Las tradiciones políticas que (…) llamaré, simpliicando un tanto las cosas, la ‘liberal’ y la ‘republicana’ entienden por un lado los derechos del hombre como expresión de la autodeterminación moral y, por otro, la soberanía popular como expresión de la autorrealización ética” (Habermas, 998: 64).  CONines No. / enero- junio 2005 4 deinir los criterios de mejor y peor que orienten las entre distintas propuestas es posible, es porque ya no preferencias. Este relativismo moral que caracteriza hay criterio objetivo alguno que justiique la primacía primordialmente a la democracia, aunque ya insinuado de una concepción por encima de otro. Al menos no en los inicios de la política moderna, no hace más que desde el punto de vista del observador, ya que desde reairmar en realidad la ausencia de moral en términos quien adopta una concepción particular de bien, ésta objetivos. Esto es algo a lo que Hobbes intentó dar siempre se entiende como superior a las demás, por lo solución, recluyendo el problema al plano de la con- que debería ser generalizada. Sin embargo, lo cierto es ciencia, ya que al no existir parámetro objetivo alguno que no hay nada, más allá de la propia preferencia va- que permita dirimir qué es lo bueno y qué es lo malo, lorativa, que conirme dicha superioridad. Aceptar esta las sociedades se enfrentan a la posibilidad de instalar premisa es lo que, en principio, permite establecer en la guerra en su seno. Por eso, el soberano hobbesiano el plano de la sociedad, relaciones de reciprocidad y de tiene la función de objetivar un criterio, diciendo así qué reversibilidad entre esas distintas propuestas. es lo justo y qué es lo verdadero. De esta forma Hobbes daba in a la guerra de religión, dejando relegada esta Pero, para sostener este tipo de relación se requiere, necesariamente, una distribución si no simé- última al plano íntimo de la conciencia, plano en el cual no puede penetrar el estado. trica, al menos equitativa del poder entre las partes actuantes. Algo que, aunque no totalmente imposible Hobbes nos muestra de este modo la capacidad al menos en teoría, el desarrollo de la lógica del poder represiva del estado moderno, capacidad que lo autoriza tiende a desvirtuar desde un principio en el terreno de incluso a eliminar todas las diferencias en la sociedad. la práctica, ya que el poder por deinición es asimétrico. Este es un riesgo, por cierto, que está siempre presente Esto sin contar con que el estado tiene, además, por sí y que, particularmente se acrecienta en una democra- mismo, la capacidad de imponer un determinado punto cia que somete sin más las minorías a la decisión de la de vista, llegando incluso a utilizar la fuerza para ello mayoría. Pero Hobbes con esto dice algo más. Y es que si así lo considerase necesario. Son estos elementos todo relativismo se zanja mediante la objetivación de que están insertos en la política democrática, como criterios que de este modo pasan a valer para todos veremos a continuación, los que llevan a ahondar aún los integrantes de la sociedad política sin excepción, más la separación entre ética y política que se arbitra independientemente de lo que se sostenga a nivel de en la Modernidad. la conciencia individual. Esto es lo que hace el estado al Vemos así que la democracia, con el desar- imponer la ley, dando con ello contenido especíico a la rollo y profundización del ideal igualitario, introduce justicia y estableciendo, al mismo tiempo, los límites y en verdad un fuerte relativismo moral. Ahora todas alcances de la convivencia. las propuestas de vida buena quedan necesariamente igualadas entre sí al no existir parámetro objetivo –es Esta premisa no ofrece, en principio, mayores decir, externo a la conciencia del sujeto- por el cual problemas en la medida que se recupere el concepto de Razón como planteaba el Iluminismo. Pero todo cambia Tienen razón Cohen y Arato cuando dicen que “la relación del discurso de la ética con las instituciones democráticas y liberales nunca ha sido elaborada satisfactoriamente” (Cohen & Arato, 995: 47). Ésta, desafortunadamente, sigue siendo una asignatura pendiente. 4 Así lo airma, por ejemplo, Guariglia: “una ética universalista queda incompleta sin una concepción normativa de la democracia como el régimen político que mejor asegura, dentro de las variables contingencias naturales, sociales y económicas, no solamente la vigencia irrestricta de los dos principios de justicia sino también del principio de autonomía, que es el que sustenta una concepción equitativa, y en este sentido, ética, de comunidad política” (Guariglia, 996: 29). 5 CONines No. / enero- junio 2005 5 Artículos dad, donde comienzan los problemas. Si la convivencia CONines María de los Ángeles Yannuzzi Artículos CONines Ética y política en la sociedad democrática con el desarrollo de la democracia. Ahora, nos encon- el discurso democrático. No es de extrañar, entonces, tramos con una diversidad de concepciones que se en- que la vacuidad del discurso6 se cubra con una fuerte cuentran, en principio, en paridad de condiciones entre apelación a lo ético, aunque utilizado únicamente como sí. Concepciones que, además, sostienen una pretensión simple justiicación. Como sostiene Michels, siempre es de universalidad que sólo la conquista del estado puede posible hallar una apelación a la ética, como discurso asegurar, aunque más no sea transitoriamente. Es por legitimador en la democracia. este motivo que se politizan las distintas propuestas, al igual que ocurre en una democracia con los demás En ese sentido la consideran también, ya más asuntos de la sociedad, conirmando de esta forma la recientemente, Cohen y Arato. Para ambos autores el ausencia de límites éticos para el poder. Por eso, en discurso de la ética debe ser considerado como “una tanto forma de igualación total que ha politizado todo, ética política y una teoría de la legitimidad democrática la democracia no hace más que introducir la violencia en y de los derechos básicos” (Cohen y Arato,995: 5). Sin su seno, ya que todo se convierte en puja por el poder. embargo, como podemos apreciar, la perspectiva por el- Es decir, que si no se acuerdan formas de racionalización los adoptada, si bien coincide en el rol que juega la ética que permitan zanjar el conlicto –papel que juegan, por en el contexto político, diiere en sustancia de la visión ejemplo, las elecciones-, dirimir cualquier cuestión en el más escéptica de los autores de principios del siglo XX. plano público quedaría librado sólo a la mera fuerza. En este último caso, su función primordial no es otra que la de encubrir las verdaderas relaciones de poder, por La ética como discurso legitimador deinición asimétricas, no permitiendo con ello una real emancipación del hombre. Se trata, en ese sentido, de una apelación que se desenvuelve en el terreno de las ¿Cómo juega entonces el discurso de la ética apariencias, por lo que la ética, circunscripta en este caso en la sociedad democrática? Esta es una cuestión que a lo público, puede estar -y generalmente lo está- vacía no pasó inadvertida a los primeros autores que dieron de toda sustancia real moralizadora. Michels describe cuenta de la incipiente democracia moderna y que nos aquí una característica propia de la política aunque, lleva a analizar la relación entre ética y política, desde el cuando escribe Los partidos políticos, todavía no puede punto de vista de la segunda. Como Mosca, Ostrogorski, evitar un reclamo moralizador que se proyecta sobre el Pareto y Michels, entre otros, se esfuerzan en señalar, la ámbito de la política. Reclamo en principio impropio, si democracia, como tal, es un mito y en tanto que mito tenemos en cuenta que la Modernidad lleva a producir movilizador, lejos de promover en la práctica la par- una distinción clara entre el ámbito de la moral y el de ticipación real de todos los ciudadanos en la instancia la ética, correspondiendo esta última a la política. efectiva de gobierno, extiende en realidad un velo sobre la sociedad que oculta las verdaderas relaciones de Sin embargo, no deja de ser importante esta poder. Después de todo, como explican estos autores, descripción de la ética pública como un tipo de discurso toda organización forma élites que quedan legitima- legitimador que en última instancia reiere al estado y das, al mismo tiempo que encubiertas como tales, por que, por ello mismo, carece en principio de un contenido CONines No. / enero- junio 2005 6 mejor modo de mostrar el desvío antidemocrático de to no está atada a ninguna concepción particular de la fracción que se encuentra en el poder. Algo que, en bien. Rawls, en ese sentido, constituye un buen ejemplo realidad, forma parte de las tácticas de guerra que se de esto que airmamos, ya que sostiene que las teorías desarrollan entre los partidos. Parte del juego político, comprehensivas, por el hecho de participar en una so- poco importa que se trate de un mero recurso discursivo ciedad plural y diferenciada, y por tener que adoptar la sin fundamento real o de la denuncia cierta de una con- perspectiva de las personas en su identidad pública en ducta impropia. La política en el contexto de sociedades tanto que ciudadanos, debe abrirse a los requerimien- masiicadas poco tiene que ver con la verdad7 , ya que tos de la generalidad e integrar, como fundamento de el discurso no tiene por objeto llegar a ‘lo correcto y ver- la vida pública, normas morales que por su pretensión dadero’, mediante la argumentación, como sí había su- de validez universal –es decir, por su razonabilidad– hay cedido durante el estado liberal, recuperándose incluso que presuponer que pueden ser reconocidas desde el en este último caso una ética pública. Por el contrario, interior de sus convicciones éticas. su cometido es básicamente impresionar la conciencia de las masas para quebrar las adhesiones y promover Sin embargo, su modo de construir socialmente los recambios en beneicio del propio grupo. Y una pá- la justicia, si bien satisface las exigencias impuestas por tina ética siempre legitima mejor la acción propia que la diversidad, parece olvidar que la atribución de sig- el mostrar una cruda apetencia de poder. Esto signiica niicado, en la medida en que los distintos puntos de que las nociones de verdadero o falso, si bien se usan vista se encuentren en la sociedad, será el resultado de en el contexto de la lucha política, carecen en realidad la puja por el poder y de cómo ella se racionalice. Este de valor como tales, ya que todo discurso político, para es el juego, en realidad, que se entabla en el contexto ser exitoso, no debe ser verdadero, sino simplemente de una sociedad democrática, deiniendo a partir de su creíble. resultado los criterios con los que se regula la convivencia. Sin embargo, no debemos olvidar que en ese juego A ello se agrega que no siempre las acciones nada impide que, en un momento particular, alguna propias, aunque corruptas, son necesariamente rechaza- de estas concepciones se imponga y se generalice de das como impropias, sobre todo cuando ellas aseguran manera absoluta a partir del poder del estado. Todo un beneicio para el grupo, beneicio que se traduce depende de cómo se entablen las relaciones de fuerza generalmente en un mejor posicionamiento en relación en la sociedad y de cómo ellas afecten a los distintos al poder. Pero este tipo de conducta no supone forzosa- actores, entre los que las asociaciones con vocación de mente la existencia de una personalidad perversa. Por el poder tienen un lugar privilegiado. contrario, generalmente responde a esa exigencia que ya reclamaba Rousseau, de anteponer el interés del todo Es en este marco que debemos considerar al propio interés particular. De esta forma, la acción im- los cuestionamientos éticos que aloran en una socie- propia, en la medida en que no alcance una publicidad dad. Por eso la apelación a la ética se constituye en el que revierta en contra los resultados, se justiica y se En el espacio público democrático, el discurso cumple una función distinta, ya que nunca se entabla realmente, como señalaran ya Horkheimer y Adorno, una relación realmente dialógica. Todo emisor realiza una esceniicación cuyo objetivo fundamental es impresionar y lograr la adhesión de un público masivo y, por ello mismo pasivo, que reacciona favorablemente sólo ante aquel actor que mejor diga lo que quiere oír o aquello que está predispuesto a aceptar. Por eso dice Carl Schmitt que “la moderna democracia de masas ha convertido la discusión pública que argumenta en una formalidad vacía” (979: 8). 6 CONines No. / enero- junio 2005 7 Artículos especíico. Esto signiica que su lógica de funcionamien- CONines María de los Ángeles Yannuzzi CONines Ética y política en la sociedad democrática legitima por el logro de un bien mayor que necesariamente es colectivo. Pero aunque la perversión no sea en sí misma la causa de este tipo de comportamiento, Weber y la ética pública ¿cabe realmente legitimarlo? La pregunta, por cierto, Artículos no necesariamente tiene una respuesta que ligue la política a la ética, sobre todo si tenemos en cuenta que La carencia de contenido especíico que tiene en la política democrática la legitimidad popular del la ética pública es la que lleva a Weber a distinguir en poder da fuerzas impensables a los grupos dirigentes, el espacio público dos tipos de éticas diferentes, que se corrompiendo, como sostiene Michels, incluso a los más deinen por el tipo de conducta que promueven. Todo sinceros militantes. actor político puede obrar conforme a principios y valores absolutos adoptados con antelación al momento Con ello no queremos airmar que debamos re- de la acción concreta, respondiendo en este caso a una starle valor, por ejemplo, a una denuncia de corrupción ética de la convicción (Gesinnungsethik), o puede hac- y pensar que sólo se trata de andanadas en el marco de erlo sopesando en la práctica las consecuencias políticas una guerra facciosa; simplemente intentamos establecer y sociales que su decisión puede acarrear, respondiendo los límites que tiene un discurso de este tipo. Pero dado en este otro a una ética de la responsabilidad (Verant- el carácter en sí mismo corruptor del poder, éste es uno wortungsethik). Es decir que, mientras en la primera se de los lugares comunes de toda puja entre grupos. Por obra por la pasión, en la segunda se realiza un cálculo eso, lo que deberíamos hacer es separar, como decimos racional que se proyecta al futuro, tratando de inferir las vulgarmente, la paja del trigo, ya que como diría Maquia- posibles consecuencias de la decisión. velo, no es obligatorio que todos los que participan en la política sean amorales. Sólo debemos saber, para no caer Como podemos apreciar, se trata en principio ingenuamente en las redes de la manipulación, que los de dos tipos distintos de ética, incluso contrapuestas. amorales también juegan el juego del poder e, incluso, Sin embargo, no debemos pensarlas siempre como lo juegan mejor que los demás. No se nos escapa, por necesariamente antitéticas. Para Weber lo mejor sería cierto, que poder desbrozar ese campo discursivo es en articular una ética de la convicción con una ética de sí mismo algo bastante difícil de lograr en la práctica la responsabilidad: “la ética de la responsabilidad y la porque el discurso político tiende a autonomizarse de su ética de la convicción no son términos absolutamente contexto de producción, efecto que en una sociedad de opuestos, sino elementos complementarios que han de masas se logra con relativa facilidad por la incapacidad concurrir para formar al hombre auténtico, al hombre que se tiene de ser testigo directo de los hechos. Esta que puede tener ‘vocación política’” (Weber, diicultad, que existe para contrastar el discurso con 76). Va de suyo que se necesita estar convencido de el mundo objetivo, favorece, incluso, los intentos de que los propios valores son los mejores para articular generalización que obran como estrategia discursiva la convivencia común8 , teniendo la responsabilidad defensiva para atemperar o incluso diluir las acciones suiciente como para poder ponerlos bajo la crítica y sancionadoras por parte de la sociedad. evitar así imponerlos por la mera fuerza. De esta forma, 984: mientras que desde la ética de la convicción se establ- La verdad es privativa del conocimiento cientíico. Pero con el desarrollo de la democracia moderna se produce una separación entre ciencia y política. Con esto queremos decir que los avances del conocimiento cientíico no redundan directamente en el campo de la política. Ya no es posible pensar en la realización de una política cientíica, como pensaba el positivismo decimonónico. Es decir que, como señala Lyotard -aunque atribuyéndolo recién a la condición postmoderna, interpretación con la que evidentemente discrepamos- se entabla un “conlicto entre un juego de lenguaje hecho de denotaciones que sólo se reieren al criterio de la verdad, y un juego de lenguaje que dirige la práctica ética, social, política, y que comporta necesariamente decisiones y obligaciones, es decir, enunciados de los que no se espera que sean verdaderos, sino justos, y que no dependen más que en último análisis del saber cientíico” (Lyotard, 995:65). 7 CONines No. / enero- junio 2005 8 consecuencias de sus decisiones en función del mayor nar la sociedad, la ética de la responsabilidad permite bien posible para el conjunto de la sociedad. Algo que adecuar el principio al caso particular. En ese sentido, puede llevar, si no mantiene la suiciente autonomía, y suponiendo una complementación ideal entre am- a que se subordine al poder de turno, impidiendo así bas, la primera establecería los límites de hasta dónde introducir cualquier atisbo de transformación de lo ceder para asegurar la convivencia pacíica y la segunda realmente existente. ¿Cómo establecer entonces ese evitaría todo intento de subordinación de la realidad a delicado equilibrio entre lo posible y lo deseado? ¿Cómo principios abstractos. Sin embargo, ésta no deja de ser hallar esa phrónesis, a la que se refería Aristóteles, a una forma idealizada de complementación. partir de la cual se adecuaba lo universal a lo particular? En principio, podemos decir que todo va bien si el com- Si algo tiene la política en el contexto de una promiso del actor político tiene que ver con una ética democracia es su alto grado de ambivalencia. Toda ac- ciudadana, aunque por cierto se debería asignar algún ción supone al mismo tiempo riesgo y beneicio . Algo contenido especíico a esta expresión. Esto mismo se de lo que no está librada tampoco la ética pública. Así, planteó Hermann Heller en 928, para quien 9 si la ética de la convicción supone un tipo de ética atada a valores absolutos, el riesgo de subordinar la realidad a en la medida en que a las identidades parti- una abstracción idealista está siempre presente. Como darias les subyazga un vínculo de pertenencia señala Novaro, existe ciudadano consistente en un ‘mito democrático’ sobre el origen y las tradiciones de la cierta ainidad entre la ética revolucionaria (o comunidad, una ‘ética de la Constitución’, el contrarrevolucionaria, puesto que en ambas antagonismo político encontrará un suelo fértil se absolutiza una causa) y la agitación íntima en que desarrollarse y un marco dentro del cual que transforma a un actor político en un sujeto contenerse (Novaro, 2000: 26). romántico, y, por lo tanto, en un actor políticamente incompetente para desempeñarse en Pero, si esto no ocurre, ¿qué sucede? Weber el marco de las instituciones representativas conocía bien a Maquiavelo y su preocupación por una (2000: 88). política que perdía todo tipo de contención. Por eso reconocía la fragilidad y el riesgo de lo político, sobre Es decir que, desde una ética de la convicción, todo, en la Modernidad. Incluso, no ignoraba el rol que el riesgo que se plantea cuando llega a generalizarse a juega el poder en la precaria relación que se entabla en partir del estado es la intolerancia y, por consiguiente, las sociedades modernas entre ética y política. la degradación del sistema de representación. Pero la ética de la responsabilidad, en tanto que ética prag- Quien quiera en general hacer política y, sobre mática (Roth, 96: 254), no constituye en sí misma todo, quien quiera hacer política como profe- una panacea. Ella presupone que el político sopese las sión, ha de tener conciencia de estas paradojas CONines No. / enero- junio 2005 9 Artículos ecen los valores fundamentales según los cuales orde- CONines María de los Ángeles Yannuzzi CONines Ética y política en la sociedad democrática éticas y de su responsabilidad por lo que él muchos casos, produce en realidad efectos distintos. mismo, bajo su presión, puede llegar a ser. 0 Por tal motivo, debemos distinguir entre el plano espe- Repito que quien hace política pacta con los cíicamente político y el plano jurídico. Y los debemos poderes diabólicos que acechan en torno de diferenciar porque no todo lo éticamente condenable es todo poder (Weber, 984: 7). al mismo tiempo jurídicamente sancionable. La política Artículos exige siempre, en estos casos, respuestas rápidas que se Son estas características las que hacen que la decisión política se ubique siempre en un borde difuso traduzcan, por parte de la sociedad, en desconianza y pérdida de la credibilidad hacia el transgresor. en el que es extremadamente difícil establecer ex-ante la línea demarcatoria entre lo bueno y lo malo. Al ser Por eso la ética pública, pensada incluso como un terreno, como ya dijimos, que está atravesado por una ética de la responsabilidad, tiene un alto grado de las pujas de poder, la asimetría inherente a aquél entra precariedad, entre otras cosas, porque en deinitiva se en juego, penetrando y distorsionando con su propia apoya en la conciencia del actor. ¿Qué pasaría entonces logicidad el plano de la ética pública. Sólo este tipo de si las tradiciones éticas son débiles, tanto en los protago- reacción puede constituirse en freno de toda conducta nistas como en la sociedad en general? Es aquí donde impropia que afecte lo público. Sin embargo, lograr claramente vemos que política y ética se escinden en las que la sociedad en su conjunto, en tanto que colectivo sociedades contemporáneas en dos campos totalmente que expresa una unidad, establezca explícitamente los diferentes. Pero, entonces, volvemos nuevamente a la límites, no es tarea sencilla en el marco de las sociedades preocupación inicial de Maquiavelo en los inicios del masiicadas en las que vivimos, ya que ellas, al caracteri- republicanismo moderno: ¿qué contiene a la política, zarse por la diversidad, mantienen un cierto relativismo, cuyo objeto es el poder? en última instancia necesario, para que funcione una sociedad democrática. La ética de la argumentación Pero reconocer esto no signiica que no se tenga que rechazar o incluso excluir a quienes hayan tenido visiblemente una conducta impropia. Por el contrario, El problema de las sociedades contemporáneas la sanción a este tipo de comportamiento fomenta el es que esa pregunta, con la que cerramos el apartado imaginario de justicia, al mismo tiempo que marca el anterior, carece en realidad de una respuesta deinitiva. límite tolerado por esa sociedad particular. En ese sen- Pero como nos enseña Hobbes, no podemos pensar una tido, la efectiva condena del transgresor cumple una sociedad sin que se objetiven, desde el estado, determi- función pedagógica de la que ningún sistema político nados criterios especíicos, construyendo así la justicia. debería prescindir. Pero para que la condena deje efecti- Es decir, en algún momento se debe asumir alguna vamente marca en la sociedad política es imprescindible concepción para que la sociedad pueda funcionar. Esto distinguir dos planos que, si bien complementarios en supone una construcción social que no necesariamente 8 Como ya señalara Le Bon en su famosa obra La psicología de las multitudes, el encantador debe ser previamente encantado si pretende convocar al gran número. 9 Acá nos interesa establecer una diferencia con el análisis de Ulrich Beck, quien atribuye esta característica a las nuevas condiciones de la política, es decir, en el contexto de lo que llama la modernización relexiva. Nosotros, por el contrario, entendemos que ésta es una característica que ya alora con la democracia de masas. CONines No. / enero- junio 2005 0 activa y se produce, como ocurriera en las sociedades cierto, un fantasma del cual nunca estaremos deinitiva- de posguerra, lo que Habermas denominó “un ‘privatis- mente librados. La cuestión es que si reconocemos la mo político y familio-profesional’: una escala de valores diversidad existente en las sociedades democráticas, el sociales que primaba la ética burguesa del trabajo y de la conlicto debe ser entendido como co-constitutivo de la autosuperación, el repliegue del individuo sobre su ám- política, por lo que la posibilidad de restituir algún tipo bito privado, la delegación de las decisiones ciudadanas de relación entre ética y política recae necesariamente en las élites políticas y la preocupación por la seguridad en su forma de racionalización. En función de ello, y política y militar de la nación” (Colom González, 992: desde un punto de vista teórico-conceptual, se plantea 82). Esta situación es bastante común que ocurra en las entonces una solución al problema de la contención de sociedades contemporáneas, como el mismo Guillermo la política. Se trata de lo que Ricoeur llama una ética de O’Donnell señala al describir las modernas democracias la argumentación , recuperando con ella el concepto delegativas. Y, en parte, esto se debe a las serias dii- de razón. cultades que el hombre común tiene en democracia  para hacer que su doxa sea verdaderamente pública, La democracia se erige así, como ya lo dijimos, requisito indispensable que deine la política. en el régimen ideal para el intercambio de opiniones entre sujetos iguales que entablan entre sí relaciones si- Esto hace que la lógica argumentativa, aplicada métricas y reversibles. Algo que, en condiciones ideales, al espacio público, quede restringida, en la práctica, a supone necesariamente una permanente y constante unos pocos sujetos que no necesariamente comparten circulación del poder. Pero entonces la democracia se las mismas intenciones. En ese juego discursivo que tiene que entender “como un mecanismo que contribuye se entabla, habrá quienes pretendan arribar a criterios a cambiar preferencias mediante discusiones públicas” consensuados de justicia y quienes sólo utilicen la ar- (Habermas, 998: 46). La noción de democracia se gumentación como forma de posicionarse mejor en adscribe, así, a una forma procedimental a partir de relación al poder del estado, legitimando, así, mediante la cual se garantiza el intercambio de ideas. Esto quiere aquélla su propia conducta. No olvidemos que, dada la decir acotar el signiicado de la voz democracia a un diicultad para la articulación de los consensos en una tipo particular en el que encontramos, entre otras cosas, sociedad de masas, siempre se abre una gama ininita de una serie de procedimientos a seguir con la inalidad de prácticas que pueden ser designadas como corruptas, garantizar la participación activa de todos los sujetos algunas, claramente reconocibles y cuestionables por políticos. Se trata, en ese sentido, de procedimientos todos y otras, solamente señaladas como tales desde que, si bien formales, no carecen de sustancia. posiciones principistas de purismo total o, incluso, desde 2 la mera conveniencia. Pero, entonces, cabe preguntarse qué sucede si no se llega a garantizar efectivamente esa participación Con esto último estamos planteando que la mentira forma parte también del juego político. La Deinitivamente, “si un hombre eligió hacerse activo en los asuntos públicos, entonces estaba condenado a una ‘ética de la responsabilidad’ que bien podría violar sus standards personales de moralidad” (Hughes, 96: 0). Como el mismo Maquiavelo dejara ya entrever, respetando los principios propios de una moral privada se puede ganar el cielo, pero nunca conquistar y mantener el poder. 0 CONines No. / enero- junio 2005  Artículos debe seguir la solución hobbesiana, aunque ella es, por CONines María de los Ángeles Yannuzzi Artículos CONines Ética y política en la sociedad democrática máxima de Goebbels, “miente, miente, miente, que algo rol importante. Al participar con una doxa más espe- quedará”, por más que hiera nuestra sensibilidad, no deja cializada, no necesariamente anulan la participación de tener actualidad en toda puja por el poder. Esto sin del hombre común, quien, en la mayoría de los casos contar que nunca estaremos seguros de las verdaderas lo hace a partir de su identiicación con alguna de las intenciones de los sujetos políticos. El discurso, como propuestas vertidas. Pero esto nos abre un problema decía Rousseau, termina convirtiéndose en vehículo de nuevo, que nos lleva a plantear un tema subsidiario, al engaño para impresionar la conciencia de los ingenuos, que generalmente no se le presta mayor atención en teniendo en cuenta que la ingenuidad no es privativa de la relexión política. Nos referimos, en ese sentido, al alguna clase social en particular. Son estas características problema del tiempo, problema que en deinitiva releja las que instalan deinitivamente la incertidumbre en el la existencia de objetivos diferentes entre los planos que juego democrático. Y es con ella con la que, en el fondo, se distinguen en el ámbito de lo público. debemos lidiar. El tiempo del debate social no es nunca igual al Esto es algo que Habermas no tiene en cuenta tiempo del político profesional que tiene, en principio, la en su análisis, mostrando así una excesiva conianza en responsabilidad de tomar las decisiones que afectan al el valor coercitivo de la argumentación pública: conjunto de la sociedad. Una instancia de debate y, por consiguiente, de argumentación, lleva tiempo, tiempo la ocultación, por ejemplo, de intereses no sus- que, en el contexto de la práctica política concreta, ceptibles de justiicarse públicamente, bajo una puede no tenerse. Y toda dilación en la decisión puede capa pública de razones morales o éticas, obliga ocasionar tanto o más perjuicio para la sociedad que una a comprometerse con esas razones y a contraer mala decisión. Esto no signiica invalidar completamente vínculos y ligaduras que en la próxima ocasión, la lógica de la argumentación. Se trata, por el contrario, o bien desenmascararán a un proponente como de comprender cómo intervienen ambos planos en lo inconsistente, o bien con el in de mantener su que luego se traduce como decisión política. Sin argu- credibilidad, lo obligarán a tener correspondi- mentación no habría ejercicio de la crítica y sólo una entemente en cuenta los intereses de los demás. ética crítica cuestiona “la presunción del mundo como (Habermas, dado y lo expone como insostenible” (Neufeld, 2000: 95). 998: 420). Es decir, toda esperanza de transformación, de modii¿Cuál es el alcance, entonces, de una ética de la argumentación? Porque estamos de acuerdo con que cación de lo existente, debe apoyarse necesariamente en ella. la forma racional de zanjar las diferencias no es otra que el diálogo. La cuestión es ver, en las sociedades contemporáneas, quiénes dialogan o, mejor aún, quiénes Algunas relexiones inales tienen posibilidad real de intervenir en el intercambio de ideas. Aquí es donde los intelectuales juegan un Como hemos visto a lo largo de nuestro tra Es en el “arte de la conversación en el que la ética de la argumentación se veriica en el conlicto de las convicciones” (Ricoeur, 996: 9). CONines No. / enero- junio 2005 2 sabiendo que ella se constituye acá en una forma de moral, relativismo que, si bien permite la coexistencia manejar racionalmente el poder. Por eso mismo, no en un plano de igualdad de las distintas concepciones podemos coniar completamente en el valor restaura- que circulan en toda sociedad compleja, no puede ser dor que ella pueda tener, ya que no es desde la política sostenido en la dimensión política. Las condiciones pro- que se recupera la ética en la sociedad. Por el contrario, pias de la política en la Modernidad hacen necesaria la el discurso de la ética permite legitimar el poder. Esto objetivación de algún criterio que permita establecer la signiica que hay una utilización de este tipo de discurso sociedad. Y esto se hace más urgente aún en el contexto que permite velar el hecho que en el espacio público no de una democracia, ya que la pluralidad de puntos de todos los actores participan con la misma intencionali- vista puestos en paridad de condiciones entre sí, en prin- dad. Es decir que, el más encendido discurso ético puede cipio plausible como reconocimiento de la diversidad, esconder una inconfesable apetencia de poder. Si no se diicultan aún más la constitución del espacio común. Es comprende esto y si no se entiende que ello forma parte aquí donde las distintas concepciones de bien se politi- del juego del poder, se puede ser fácilmente objeto de zan, ya que la posibilidad de poder generalizarse radica la manipulación. en la capacidad de cada grupo de posicionarse mejor en relación al poder del estado. De esta forma la lógica Pero la lógica argumentativa funciona en la de poder penetra la dimensión ética distorsionándola. medida en que todos los integrantes se identiiquen con ella sobre la base del reconocimiento de una misma Así, recuperar una ética pública signiica atri- racionalidad. Este es un presupuesto que Habermas, por buirle necesariamente algún contenido especíico que ejemplo, nunca pone en cuestión. El problema es que si se establece sólo a partir de cómo se den las relaciones esto no ocurre, cosa factible de que suceda, ya contamos de fuerza en una sociedad particular. Esto hace que con los elementos perturbadores que pueden torcer las relaciones entre ética y política, en el contexto de la lógica de la argumentación vaciando de contenido las sociedades contemporáneas, se mantengan en sus enunciados. En ese sentido, la presencia del estado una constante tensión que no tiene un modo único plantea siempre como riesgo la posibilidad de apelar a de resolución. En términos generales y abusando de la su capacidad represiva para zanjar todo conlicto. Por simpliicación, podemos decir que se puede apelar a la eso es importante mantener en la sociedad una concien- simple imposición utilizando la violencia para someter cia de la precariedad con la que ambas dimensiones se a las minorías a valores no compartidos, o se puede articulan entre sí. Aunque es cierto que esta función de pensar en una forma de racionalización del conlicto que prevención puede no garantizar nada por sí misma, lo permita arribar a la deinición de valores consensuados cierto es que sin ella seguramente se eliminarían los res- en la sociedad. guardos necesarios para reaccionar ante la distorsión. Es este último caso donde necesariamente se debe recuperar la argumentación; pero siempre 2 Como señala Ricoeur, “cuanto más se quiere una concepción de la justicia estrictamente procedimental, tanto más se apoya en una ética de argumentación para resolver los conlictos que engendra” (996: 4). CONines No. / enero- junio 2005  Artículos bajo, la democracia introduce un fuerte relativismo CONines María de los Ángeles Yannuzzi Artículos CONines Ética y política en la sociedad democrática La crítica supone reconocer, en una sociedad postmetafísica, la falibilidad del hombre, estableciendo una especie de autocontrol de las decisiones. Este es un aspecto que se ve resaltado por las actuales instancias de diferenciación que se desarrollan en las sociedades presentes: “en las condiciones de la moderna sociedad democrática, cuando el aura de autoridad que circundaba los ideales tradicionales de buena vida se ha desvanecido, una ética postmetafísica tiene abierto el horizonte de la crítica no solamente a los aspectos institucionales, jurídicos, sociales y políticos de la organización social sino también a las concepciones heredadas de la buena vida, cuyos aspectos restrictivos o directamente coactivos en el plano subjetivo y en el público puede someter a revisión” (Guariglia, 996: 280).  CONines No. / enero- junio 2005 4 Artículos CONines María de los Ángeles Yannuzzi CONines No. / enero- junio 2005 5 Artículos CONines Ética y política en la sociedad democrática CONines No. / enero- junio 2005 6 Bibliografía Beck, U. (997). La reinvención de la política: hacia una teoría de la modernización relexiva. 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