LOS MORISCOS EN ROMA.
EL PROCESO A DIEGO RUIZ ZAPATA*
Bruno Pomara Saverino
Universidad de Valencia
La diáspora morisca tras el proceso de expulsión involucra también a la península italiana y los estudios en esa dirección acaban de empezar. No hay datos
definitivos sobre la cifra de moriscos que llegaron a Italia, aunque se puede estimar en unos pocos millares. Los moriscos se introducen en Italia de distintas maneras.
Por mar hay varias vías. La primera, saliendo de los puertos españoles (El Grau
de Valencia, Alicante, Denia, Los Alfaques, Cartagena) y franceses (Marsella) en
unos fletes contratados que los llevan a territorios cristianos no pertenecientes a
los dominios de la monarquía hispánica: consta un discreto número de desembarques en puertos tirrénicos como Civitavecchia, Liorna o Génova. La segunda
afecta a los desterrados en Berbería: casi con seguridad cristianos “sinceros”, estos
se organizan con todos los medios de fortuna para alcanzar y entrar en la península italiana. La tercera es el resultado de unas rocambolescas rutas caracterizadas
por naufragios y por un errar vagante sin meta. En el caso de verse detenidos por
las autoridades portuarias italianas, los refugiados piden el paso para acudir a los
centros de peregrinaje de la Península: Santa María de Loreto, cerca de Ancona,
San Marco en Venecia y, especialmente, Roma. La cuarta es la consecuencia del
sometimiento a la esclavitud de los moriscos rebeldes y de los niños por parte de
capitanes y soldados de los tercios italianos en acción durante el destierro. Esta es
la forma por la que algunos moriscos acaban en Milán, pero sobre todo en Nápoles y Sicilia.
En cambio, los que llegan peregrinando vía tierra suelen entrar desde Francia,
bien atravesando los Alpes, pasando por el ducado de Saboya, bien desplazándose
* Esta investigación se enmarca en el proyecto Nuevas perspectivas de historia social en los territorios
hispánicos del Mediterráneo occidental en la Edad Moderna (HAR2014-53298-C2-1), dirigido por Ricardo Franch Benavent.
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de Marsella a Savona y Génova, procurando evitar el paso por Milán1, su objetivo
es llegar a Venecia2, la puerta cristiana que abre el camino a Estambul. Asimismo,
muchos moriscos se sentían atraídos por proyectos de poblamiento de las marismas
toscanas y de los arrozales mantuanos, incentivados por el gran duque Cosme II y
el duque Vincenzo I3.
En el vórtice de los desplazamientos “diaspóricos”, un lugar sin duda destacado
es Roma. Capital de la cristiandad, Roma inspira la confianza de los refugiados que
abogan por la tutela paterna del papa. Los moriscos que hacen muestra de su cristiandad fuerzan el paso desde el puerto tirrénico de Civitavecchia y el adriático de
Ancona. La solicitud para alcanzar la ciudad eterna se justifica por la voluntad manifestada de hablar con el pontífice en torno al tema de la expulsión. El papa está investido del rol de interlocutor con el rey de España, porque los moriscos buscan
justicia frente a las medidas que les afectan y ven en el vicario de Cristo la persona
más adecuada para salvaguardarlos4. Dado que su intermediación no posibilita la
anhelada vuelta a sus patrias, los moriscos perciben Roma como una ciudad con una
vocación acogedora: una capital que debía aceptarles en nombre de una pietas cristiana de la que es la portavoz universal. Los moriscos sometidos a esclavitud en el
resto de Italia escriben memoriales dirigidos al papa con el fin de obtener su manumisión5. Entre ellos algunos quieren alcanzar la Urbs porque, según un breve y un
motu proprio pontificios del XVI, los bautizados esclavizados que llegan a Roma
pueden ganar su libertad tras dejar constancia de su fe a los Conservatori del Campidoglio con la aportación de los papeles pertinentes6.
1. A partir del siglo XVI entre los moriscos que quieren salir de la península ibérica se difunden unos
itinerarios de viaje para facilitar vía tierra el recorrido hasta Estambul, con útiles recomendaciones para
no incurrir en inconvenientes. Véase L. LÓPEZ-BARALT y A. IRIZARRY, «Dos itinerarios secretos de los
moriscos del siglo XVI (Los manuscritos aljamiados 774 de la Biblioteca Nacional de París y T-16 de la
Real Academia de la Historia)», en Homenaje a Álvaro Galmés de Fuentes, Oviedo-Madrid, Universidad de Oviedo-Gredos, 1985, vol. 1, pp. 547-582; J. LINCOLN, «An itinerary for moriscos refugees from
16th century Spain», Geographical Review, 129, 1939, pp. 283-287.
2. A. PELIZZA, «“Quei mori di Granata, che capitano nel nostro dominio...”. Venezia e il passaggio dei
moriscos», Quaderni storici, 3, 2013, pp. 779-812.
3. Sobre los dos casos, remito a mi libro Rifugiati. I moriscos e l’Italia (1550-1650), Firenze, en prensa.
El caso toscano también en C. SANTUS, «Moreschi in Toscana. Progetti e tentativi di insediamento tra
Livorno e la Maremma (1610-1614)», Quaderni storici, 3, 2013, pp. 745-778.
4. Interesante es el caso de unos moriscos, naturales de Aguilar e Inestrillas y casados con cristianas viejas, que desde Roma envían un memorial a Felipe III en el cual se suplica “para que no obstante qualquier orden que haya en contrario provedan volver y vivir como antes en sus tierras con sus mujeres e
hijos que allí [en sus patrias] han quedado”. Archivo General de Simancas [AGS], Estado, Roma, leg. 997,
s.f. Cit. en A. DOMÍNGUEZ ORTIZ y B. VINCENT, Historia de los moriscos: vida y tragedia de una minoría, Madrid, 1978, p. 248.
5. A modo de ejemplo, léase el caso de Catalina Bonanno de Valladolid en B. POMARA SAVERINO, «La
diaspora morisca in Italia: storie di mediatori, schiavitù e battesimi», Storia Economica, XVII, 1, 2014,
pp. 189-192.
6. S. DI NEPI, «Le Restitutiones ad libertatemdi schiavi a Roma in età moderna: prime note su un fenomeno trascurato (1516-1645)», Dimensioni e problemi della ricerca storica, 2, 2013, pp. 25-52, en particular sobre tres casos moriscos, véase p. 45.
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Paulo V había mostrado su contrariedad al decreto de expulsión al embajador
ante la Santa Sede, el conde de Castro, insistiendo sobre todo en la necesidad de eximir de las medidas a los niños. Puede sorprender, pues, el acogimiento ambiguo reservado por el pontífice a los refugiados que le piden asilo desde los puertos de
Civitavecchia y Ancona. Estos moriscos manifiestan la voluntad de descender a tierra firme para acudir a Roma y, por toda respuesta, el papa se la deniega en más de
una ocasión. Los moriscos tendrán prohibida cualquier forma de tránsito y asentamiento en los Estados Pontificios y máxime en su capital. El papa Borghese decreta
incluso la expulsión de todos aquellos ya asentados en la ciudad de Pedro. Coherente
con su posición sobre los niños, en sus órdenes el pontífice prevé la exención de
todos aquellos que –aceptando separarse de los padres– deseen quedarse7.
A pesar de ese conjunto de disposiciones aquí resumidas, muchos moriscos logran vivir en Roma. A partir de 1613 los refugiados moriscos, “sobrevividos” también a las medidas papales, se pueden estimar con más exactitud en un número
próximo a las 200 almas, constatando y sumando las anotaciones a las que están
obligados los curas en los status animarum de cada parroquia romana. No todos los
párrocos, sin embargo, son tan meticulosos en apuntar la “M” de “morisco” al lado
de los individuos de ese grupo que componen cada parroquia, así que la cifra arriba
estimada es orientativa8. Sin duda, el núcleo más relevante se halla en la parroquia
de Santa Maria del Popolo, en el retículo de calles que se entrecruzan con el Tridente (via del Corso, via Ripetta, via del Babbuino). La parroquia, una de las más
grandes de Roma, se encuentra en el barrio de Campo Marzio y linda con San Lorenzo in Lucina y Sant’Andrea delle Fratte, curatos habitados sobre todo por españoles. Una consideración previa necesaria, porque es legítimo deducir que desde
su entrada en Roma los moriscos busquen el contacto con los compatriotas cristianos viejos.
Este trabajo, pues, tratará de esbozar unas claves de lectura sobre el asentamiento
morisco en la ciudad pontificia a partir de un proceso por robo realizado en el seno
del Tribunal criminal del gobernador de Roma contra el morisco Diego Ruiz Zapata9. A lo largo de los interrogatorios nadie hace referencia al origen morisco del
imputado, pues Diego se presenta como integrante de la nación española. Sin embargo, gracias a la consulta de los registros parroquiales, consta de forma inequívoca que algunos de los protagonistas del proceso –y entre ellos, el imputado Diego–
son moriscos. En definitiva, utilizaré el proceso en cuestión como pretexto para
arrojar luz sobre la vida cotidiana de los moriscos en el nuevo destino italiano, el
nivel de inserción social y la interacción con el resto de la nación española, en una
ciudad clave como Roma.
7. Todas las disposiciones citadas están reconstruidas con más detención en B. POMARA SAVERINO,
«Presenze silenziose. I moriscos di fronte al Sant'Uffizio romano (1610-1636)», Quaderni Storici, 144,
2013, pp. 723-727.
8. Véase B. POMARA SAVERINO, «Storie di moriscos nella Roma del Seicento», Rivista storica italiana,
CXXVII, 1, 2015, pp. 5-43.
9. Archivio di Stato di Roma [ASRoma], Tribunale del governatore, b. 120, fasc. 5, ff. 129r-173v. De
aquí en adelante se citará el proceso haciendo referencia solo al número de folio.
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SOY ESPAÑOL
El jueves 6 de noviembre del 1614 Diego Ruiz es detenido por el bargello10Antonio Cupella y trasladado a la cárcel de Tor di Nona11. Las cárceles romanas del
Antiguo Régimen tienen funciones ad custodiendum y no ad puniendum, y por ello
se recluyen tanto a los imputados como a los testigos12. La acusación contra Diego
es el robo de varias joyas religiosas y objetos de menaje en casa de la prostituta Catalina Voguera13 que, en efecto, se descubren escondidas “debajo de la ropa y del
brazo” del mismo Diego14. El proceso en sí no tiene aspectos delictivos de especial
interés y cada uno de los protagonistas se limita a narrar el lugar en donde se hallaba
en el día del robo y ofrece indicios con los que pretende eximirse de la sombra de
cualquier culpa, pasando la pelota a otros individuos, casi todos españoles.
En esa noche recién empezada –son las 7 de la tarde– Diego estaba en la camera
locanda de la viuda Isabel Sánchez. Cruzando los status animarum y la declaración
del bargello se pueden deducir más tejemanejes sobre el caso a partir del lugar del
arresto. La posada está en el Vicolo dell’Inferno, una callejuela situada en el Borghetto, entramado laberíntico próximo a la plaza del Popolo que se extiende entre
la vía del Corso y el puerto fluvial de Ripetta, un gueto poblado por pobres desheredados15. El nombre del vicolo es, de por sí, significativo e incluso las calles adyacentes están densamente pobladas por moriscos que trabajan en el puerto tiberino
como faquines y barqueros. No son los únicos oficios ocupados por ellos que, por
lo general, están empleados también en los huertos al norte de la puerta del Popolo,
especialmente en la producción de aceite.
Diego comparte las habitaciones de la locanda con otros españoles. Lo dice el
bargello, lo declara él y otros testigos. Que todos estos sean moriscos consta por
los status animarum, en los cuales el fraile Gabriel de Lucca, delegado para la re-
10. La figura policial del bargello, jefe de las patrullas de esbirros y referentes para los Tribunales pontificios, está descrita en M. DI SIVO, «“Rinnoviamo l’ordine già dato”: il controllo sui birri a Roma in antico regime», en L. ANTONIELLI (a cura di), La polizia in Italia e in Europa: punto sugli studi e prospettive
di ricerca, Soveria Mannelli, Rubbettino, 2006, pp. 13-14.
11. F. 130r. Declaración previa al proceso de Antonio Cupella, baroncelli almae urbis. Octubre de 1614.
Sobre la cárcel de Tor di Nona, M. DI SIVO, «Sulle carceri dei tribunali penali a Roma: Campidoglio e
Tor di Nona», en L. ANTONIELLI (a cura di), Carceri, carcerieri, carcerati. Dall’antico regime all’Ottocento, Soveria Mannelli, Rubbettino, 2006, pp. 9-22.
12. ID., «Il braccio del tribunale: birri e carceri a Roma tra Cinque e Seicento», en M. R. DI SIMONE, La
giustizia dello Stato pontificio in età moderna, Roma, Viella, 2011, p. 261.
13. Ff. 130v-131r: “In primis un cocchiaro d’argento con il suo piede a zampa di bue con due lettere sculpite et intagliate cioé A.G.; un altro cocchiaro d’argento fatto di simil fattura ma senza lettere; una forcina a tre corni con doi lettere nel fine della manica cioé S.L.; un Agnus deo indorato con il suo vetro
dell’uno et l’altro corpo, da una banda la Nunciata, dall’altra un Christo con la sua fettuccia di seta tanhina; un alicorno d’oro piccolino con sua fettuccia color rosso et argento; un croe fino piccolino d’oro
con la sua croce con fettuccia verde et unciata puntegiata; una gargantiglia d’oro con perle et granati et
altre pietre di pezzi decessette con fittuccia rossa et gialla loca assai”.
14. F. 130r.
15. C. SBRANA; R. TRAINA y E. SONNINO, Gli “stati delle anime” a Roma dalle origini al secolo XVII,
Roma, La goliardica, 1977, p. 362.
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dacción de los registros, añade la “M” de “morisco” al lado de los locatarios o pigionanti (y, entre ellos, nuestro Diego)16. Las fichas para cada casa de la parroquia
las hace el párroco todos los años en el mes de abril. La detención de Diego ocurre
en noviembre y, al ser una posada, no todos los huéspedes son los mismos que en los
meses anteriores. Por esa temporada siguen estando Fabián de Savalle, que ha llamado la atención del párroco por vestir con ropa larga, una observación que, tal vez,
el fraile asocia al mundo musulmán17; Miguel Farugia, obrero en la “fabrica di San
Pietro”18; y, finalmente, el riojano de 29 años Francisco Ablitas de Alfaro, Francisco
afirma que conoce a Diego desde hace diez años y son casi paisanos (“él es de un
lugar cerca del mío, a casi tres millas”)19. Es difícil establecer si la distancia indicada
por Francisco permitía localizar con exactitud el pueblo de origen de Diego, por
otro lado jamás especificado en los papeles. Alfaro es un pequeño pueblo en el enclave de la frontera entre La Rioja, Navarra y Aragón. Los centros habitados más
cercanos, poblados por moriscos, son los que están alrededor de Tudela20, ciudad
no tan distante de la diócesis de Tarazona, a su vez rodeada por localidades compuestas por unas mayorías de cristianos nuevos.
Amén de los inquilinos ya mencionados, Diego afirma que “cuando fui cogido,
otros tres españoles estaban en mi posada. Uno llamado Bartolomeo [sic], Fabián
González y Domenico Asseim y todos estábamos en la cama durmiendo”21. Gracias
al cruce entre procesos y status animarum, el investigador consigue destapar que incluso la locandiera Isabel Sánchez, es morisca22. A lo largo de los años, por la misma
naturaleza de su oficio, en su locanda Isabel acoge a mucha gente de paso, españoles
en su totalidad: indiferentemente, cristianos viejos y moriscos, y no faltan tampoco
los eclesiásticos. La locanda se convierte, pues, en un centro de atracción para los refugiados que desembarcan en Roma. Quien está ya asentado procurará facilitar informaciones a los familiares y a los paisanos, todavía en sus patrias. Lugares y
condiciones psicofísicas están relatados en cartas o a través del boca a boca, hasta que
las noticias alcancen a los individuos a punto de salir. Se detecta, en fin, un “efecto llamada”, un mecanismo típico de las cadenas migratorias, que determina la elección
16. Archivio Storico del Vicariato di Roma [ASVR], Santa Maria del Popolo [SMP], Status animarum
[SA], 1614, 26r.
17. Diego Ruiz cuenta también de un joven amigo suyo, Francisco de Bides, que “veste di longo”,
f. 136r. Interrogatorio di Diego Ruiz Zapata, 8 de noviembre de 1614.
18. F. 139v. Interrogatorio de Diego Sánchez, 10 de noviembre de 1614.
19. Ff. 172v-173r. Interrogatorio de Francisco Ablitas de Alfaro, 12 de diciembre de 1614: “Detto Diego
è mio paesano, come ho detto, e lo conosco da otto o diece anni son’ al paese, che lui è di un luogo vicino al mio tre miglio. Et detto don Diego si trova preggione in Torre di Nona, che ce lo viddi hieri. [...]
Diego da doi anni son si trova in Roma, et ha habitato in una camera locanda appresso il Popolo, che la
padrona è una spagnola, dove habitava un altro spagnolo chiamato Fabiano Gonzales et un altro Fabiano
di Savalle. E dopo ancora io son stato in quell’istessa casa dai 15 o 16 mesi, che quando io ci andai a detta
camera locanda, detto Diego ci stava per prima”.
20. J. USUNÁRIZ, «Entre dos expulsiones: musulmanes y moriscos en Navarra (1516-1610)», Al-Qantara,
33, 1, 2012, pp. 45-81, en particular obsérvense Mapa 1 (p. 58) y 2 (p. 67).
21. F. 131r. Interrogatorio de Diego Ruiz Zapata, 7 de noviembre de 1614.
22. ASVR, SMP, SA, 1617, 19r.
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de los destinos migratorios. El hecho de que Francisco Ablitas se encuentre en la
misma posada que Diego confirma que estos mecanismos no son meras teorías.
Los testigos se ven empujados a declarar por el procurador de la nación española
en Roma, Pedro Marcal; este, tras recuperar los objetos robados y devolverlos a la
legítima propietaria23, busca la colaboración de todos los testigos citados para poder
solicitar la absolución de su defendido. Francisco Ruiz de Cuenca declara:
“Yo he venido aquí a examinarme por orden del señor Pietro, procurador de la nación de
los españoles, el cual me ha dicho si yo conocía a Diego Ruiz Zapata y sabía dónde estaba; y
yo le dije que lo conocía y él me replicó que era necesario que yo me examinara para él, de su
buena fama y vida suya. Y ello me lo dijo el miércoles próximo pasado en la plaza de San Lorenzo, presente el señor Francisco Ablitas”24.
El abogado, pues, defiende al morisco Diego Ruiz así como lo haría por cualquier
otro imputado de su nación. Cabe subrayar que en los estatutos de la cofradía de la
Santísima Resurrección, la confraterniza degli spagnoli en la Urbs, está prevista la
atención y los pagos de los gastos de todos los aprisionados en las cárceles romanas25.
Analizando entre líneas los interrogatorios, es fácil percibir una red de solidaridad, tejida tácitamente ante el juez, entre los testigos y el imputado. El mismo bargello explica que durante la irrupción en la locanda ha “encontrado muchos
españoles y [ha] preguntado” por el individuo buscado, “a pesar de que cada uno de
ellos intentara celar tal nombre de Diego Ruiz”26. La inquietud por encubrirse de
forma recíproca se pone de manifiesto en varias ocasiones. En primer lugar, los interrogados quieren evitar ambigüedades que les puedan vincular al mundo morisco.
Tras afirmar que vive en compañía de otros compañeros, Diego Ruiz se apresura a
detallar que “cada uno vive separadamente por sí mismo”27. ¿Tal vez sea la manera
23. F. 130r (margen de la página). Fe de Pedro Marcal, 4 de octubre de 1614.
24. F. 147r. Interrogatorio de Francisco Ruiz, hijo de Juan, de Cuenca, 33 años, 11 de noviembre de 1614:
“Io son venuto qui ad essaminarmi per ordine del signor Pietro [Pedro Marcal] procuratore della natione
de spagnoli, quale m’ha detto s’io conoscevo Diego Ruiz Zappada e sapevo donde era et io li dissi che
lo conoscevo e lui mi replicò che era necessario ch’io m’essaminassi per lui della buona fama e vita sua
e quanto me lo disse mercordì prossimo passato nella piazza di San Lorenzo presente il signor Francesco
d’Ablitas”.
25. «Del oficio de los visitadores de cárceles», en Estatutos de la Archicofradía de la Sanctissima Resurreción de Christo nuestro redentor, de la Nación Española de Roma, Roma, 1603, cap. III, pp. 25-26: “Si
[la causa] fuera criminal (sin impedir el debido castigo de los delictos) [los visitadores] tendrán gran cuidado de ayudar a todos los que están en secreta indiferentemente hasta salir della, y de que el Procurador de la Nación haga las protestas, y diligencias necesarias, y de que no sea condenado el Inocente, y
para lo uno, y para lo otro se les da facultad en nombre de la Congregación de hablar siempre que sea
necesario a los Iuezes, y a qualesquier otras personas (cuyo favor pueda aprovechar) para la defensa de
la Iusticia de los tales presos. Y en caso que fuesse necesario hablar con su Santidad o alguno de los Illustrissimos Cardenales y Excelentissimo Protector, lo comunicarán con el Governador y Priores”.
26. F. 130r: “Ivi vi ho trovati di molti spagnoli et dimandato benché ogn’uno di essi cercasse di celare
tal nome di Diego Ruiz”.
27. F. 131v. También el testigo Francisco Ablitas de Alfaro, aunque con otros fines, declara que, puesto
que ha estado todas las noches con Diego, tenía la habitación separada de la suya “y cada uno de nosotros puede partir y salir fuera de casa sin que el otro lo vea” (f. 173v: “Io son status empre tutte le sere
in casa mentre c’èstato detto Diego. […] Io havevo la mia stanza siparata dalla sua e ciascuno di noi si
può partir et uscir fuori di casa senza essere visti dall’altro”).
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para prevenir una acusación de sodomía, tópico del que eran víctimas, máxime en
Aragón, los individuos que provenían del mundo islámico, ya fueran cristianos nuevos o renegados?28.
El faquín Diego Sánchez es probablemente también un morisco, dado que vive
en el vicolo della Madonna dei Miracoli, próximo a los hortelanos y olleros españoles residentes alrededor, y en vicolo dell’Inferno, la zona morisca por excelencia.
El juez le pregunta si en la locanda había otros italianos “vel hispani sive alterius
nationis et quis”: “en esta camera hay solo españoles”, contesta29. Es más: como añadido, Diego Sánchez confiesa que es su costumbre acudir a la plaza del embajador
de España, “donde van muchos pobres españoles, donde cada día el embajador da
una hogaza a los pobres españoles”30. En el contexto del interrogatorio, la precisión
de Diego Sánchez es superflua. Según mi punto de vista, sin embargo, es útil para remarcar la integración de Diego Ruiz entre españoles: se siente autorizado a declarar
su pertenencia a una comunidad que en Roma aparece unitaria. En el extranjero
Diego se siente español y al juez no le interesa profundizar la cuestión.
BUENOS CRISTIANOS
En otro momento de su testificación, el testigo Diego Sánchez describe al juez
la tarde del domingo transcurrida con Salvatore de Cerdeña, el otro principal sospechoso del robo, mozo de la prostituta Jerónima Ramírez. De buen grado, Diego
Sánchez acepta la invitación de Salvatore para tomar juntos una garrafa de vino:
“Me dijo ‘¿quieres una garrafa de vino?’; Yo le contesté ‘¿dónde la tienes?’, él me replicó
‘vente conmigo’ y me llevó a la hostería del Bufalo. Y llegados a la hostería, Salvadore dijo al
hoste: ‘dame aquel jarro de vino y préstame la garrafa’. El hoste [lo] puso en una garrafa, yo
lo cogí y me partí con mi vino pillando el camino hacia mi casa. Salvadore vino detrás de mí
y llegó a la plaza de San Silvestre. Y allí, cerca de Sant’Orsola, hallamos a Andrea el hortolano, español, que estaba delante de la puerta de su casa y, preguntándome que llevaba en la
garrafa, él [Salvatore] respondió ‘vino griego’. Y él dijo ‘quiero que bebamos’ y Salvadore y
yo entramos. Y Andrea cogió un melón que estaba atado y así comimos aquel melón y bebimos; et Salvadore, habiendo bebido una o dos veces, se fue y se llevó la garrafa, habiendo vaciado el vino que había sobrado en otra garrafa que Andrea y yo [nos] quedamos y seguimos
bebiendo”31.
28. Cfr. V. LAVENIA, «Tra eresia e crimine contro natura: sessualità, islamofobia e Inquisizioni nell’Europa
moderna», en U. GRASSI y G. MARCOCCI (a cura di), Le trasgressioni della carne: Omoerotismo tra cristiani
e musulmani ai tempi della guerra santa, Roma, Viella, 2015, pp. 103-130; C. BERCO, Jerarquías sexuales,
estatus público: masculinidad, sodomía y sociedad en la España del Siglo de Oro, Valencia, PUV, 2009.
29. F. 139v. Interrogatorio de Diego Sánchez, 10 de noviembre de 1614.
30. Ff. 141v-142r.
31. Ff. 140v-141r. Interrogatorio de Diego Sánchez, 10 de noviembre de 1614: “L’istesso giorno di domenica intorno al mezzogiorno, andando io alla volta del Corso, m’incontrai in Salvadore appoggiato in
su in una scala ad una colonna et dimandandoli ‘che fai Salvadore?’, me rispose ‘non fo niente’. Et poi me
disse ‘vuoi un fiasco di vino?’. Io gli risposi ‘dove l’hai?’, lui me replicò ‘vien con me’ et mi menò
all’hosteria del Bufalo. Et giunti che fummo all’hosteria, Salvadore disse all’hoste: ‘date qua quel boccale
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Con la anécdota del vino, Diego Sánchez quiere dejar caer que él toma vino como
cualquier buen cristiano. Y, de hecho, cuando Salvatore el sardo se marcha sigue bebiéndolo con Andrea, el hortelano español, plausiblemente un morisco.
Los inquilinos interpelados por el gobernador habían sido apuntados por el párroco en su registro por no haber tomado la comunión32: una anomalía entre los moriscos romanos, lo cual deja una mancha en su reputación de buenos cristianos ante
la mirada atenta de las autoridades eclesiásticas. Por lo tanto, los moriscos involucrados en el proceso se preocupan de que el gobernador de Roma no se entere de su
reciente pasado, dado que este podría expulsarlos de la ciudad y de los Estados pontificios conforme a los edictos promulgados. Puede que los moriscos aparezcan desubicados por la confusión generada por la cantidad de jurisdicciones romanas, que se
sobreponen hasta duplicarse y quedan poco inteligibles para cualquier súbdito33.
Ahora están delante de un juez criminal que, sin embargo –vale la pena recordarlo–,
es un Monsignore34. La jefatura del tribunal del Governatore estaba ocupada por Giulio Monterenzi (1610-1618), canónigo en San Pedro (1609) y procurador fiscal de la
Congregación del Santo Oficio; él había sido un importante consultor inquisitorial
sobre todo en materia de brujería y, asimismo, había tenido un papel destacado en el
proceso contra Giordano Bruno y Tommaso Campanella35. Leyendo entre líneas en
los relatos de las vidas diarias de los protagonistas del proceso, se detectan indirectas
donde estos quieren dejar en claro su espontánea y sincera fe. Francisco de treinta
años, morisco de Alba de Tormes (Salamanca), en Roma es un zapatero. Tiene su taller –se ha integrado en el mundo laboral local–, precisa que maneja la dote de su
mujer –una manera para decir que no ha ingresado una dote more maometorum– y
declara haberse confesado hace tres meses en San Pedro y “ahí me tomé la comunión
muchas veces”36: en otras palabras remarca que es un cristiano diligente. El trato entre
Francisco y Diego es esporádico y reciente, pues Francisco lo conoce desde hace un
año, “con ocasión que le calzo los zapatos […] en mi taller”37.
di greco et prestatemi il fiasco’. L’hoste mise in un fiasco, io lo presi et io mi partii con il mio vino pigliando
la strada verso casa mia. Salvadore mi venne dietro et mi arrivò nella piazza di San Silvestro. Et lì vicino
a Sant’Orsola trovammo Andrea hortolano, spagnolo, quale stava lì avanti la porta di casa sua et dimandandomi che porti nel fiasco, lui rispose vino grego. Et lui disse ‘voglio che beviamo’ et Salvadore et io
entrammo. Et Andrea pigliò un mellone che era attaccato et così magnammo quel melone et bevemmo;
et Salvadore bevuto che hebbe una volta o doi, se ne andò via et si portò il fiasco, havendo votato il vino
che vi era avanzato in un altro fiasco che Andrea et io restammo et sequitammo di bere”.
32. ASVR, SMP, SA, 1614, 26r.
33. I. FOSI, La giustizia del Papa. Sudditi e tribunali nello Stato Pontificio in età moderna, Roma-Bari,
Laterza, 2007, p. 28.
34. N. DEL RE, Monsignor governator di Roma, Roma, Istituto di studi romani, 1972.
35. S. TABACCHI, «Monterenzi, Giulio», en Dizionario Biografico degli Italiani, vol. 76, 2012, ad vocem.
Desde 1618 se le nombrará obispo de Faenza y en 1623 gobernador de Ferrara.
36. Ff. 171v-172r. Interrogatorio de Francisco de Alba de Tormes, 12 de diciembre de 1614: “Io sono di
Alva, provincia di Salamanca, mio padre si chiamava Francesco come ho detto, et mia madre si chiamava Catherina. Et io ho da 30 anni in circa et sono calzolaro di Roma et tengo bottega aperta da me et
manegio 110 scudi della dote di mia moglie e mi confessai tre mesi sono in circa in San Pietro et lì mi communicai molti presenti”. Sobre su familia véase ASVR, San Lorenzo in Lucina, SA, 1615, 65v.
37. Ibídem.
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LOS MORISCOS EN ROMA. EL PROCESO A DIEGO RUIZ ZAPATA
BUENA FAMA
Para rehusar los cargos imputados por el juez, Diego argumenta que en el día del
hurto participaba en la misa de San Carlo al Corso, iglesia de la nación de los lombardos, en compañía de un gentilhombre que gestiona una posenta en el palacio del
embajador Castro38. San Carlo se halla a unos pocos metros de San Giacomo degli
Incurabili, un hospital para enfermos terminales que tiene anexa una capilla y donde,
junto a la basílica de San Pedro, desde 1619 los moriscos romanos están obligados a
acudir para las celebraciones religiosas. Diego subraya que, tras la finalización de la
misa, se había ido a comer a casa de un abad. Los detalles sobre sus buenos comportamientos como feligrés –nunca requeridos por el juez– están testificados por
un eclesiástico español: “Lo tengo por hombre de bien que lo he visto confesar y le
he dado la santa comunión y nunca he oído que haya sido perseguido por delito de
hurto ni por otro ninguno”. La sinceridad de Diego está corroborada por ese sacerdote que lo ha “visto ordenarse en Roma de primera tonsura y si lo contrario
fuera, hubiera sabido algo”39. El testimonio del cura remite a un elemento importante
que se afirma a lo largo del proceso: la buena fama del imputado sobre la que insisten todos los testigos. ¡Diego parece haber ingresado en una orden religiosa! Para remitir las instancias de exención de la expulsión, en España muchos moriscos hacían
hincapié sobre la fama “pública y notoria” de la que gozaban40.
Expone Francisco Ruiz de Cuenca: “Yo he tenido siempre al dicho Diego por
persona […] muy hombre de bien, por haber oído misa muchas veces juntos y por
haber escuchado por [boca de] todos los cortesanos de Roma decir buenas cosas
sobre sus asuntos personales”41. Según Francisco, que se presenta como “gran amigo
de Diego”, el imputado no puede haber hecho nada malo, pues encima es una “persona caritativa y amigo de los pobres y por sus cosas yo apostaría cada cosa que yo
tuviera para defender a su persona, por el bien que he oído sobre él y por lo que lo
he tratado dos años, tiempo en el que jamás he oído ni visto cosas de sus asuntos que
no sea de hombre de bien”42. Otro declarante “ha oído que [Diego] tiene buena fama
y cuando ha ocurrido este caso de su encarcelamiento, se han maravillado todos”43.
38. F. 142r. Interrogatorio de Diego Ruiz, 10 de noviembre de 1614.
39. F. 146v: “Lo tengo per huomo da bene che le ho visto confessare et io gli ho dato la santa comunione
e mai ho sentito dire che sia stato inquisito di delitto di furto né di altro nessuno. E l’ho visto ordinarsi
in Roma di prima tonsura e s’il contrario fosse n’haverei saputo qualche cosa”.
40. R. BENÍTEZ SÁNCHEZ-BLANCO, «Escapar de la expulsión. Informes sobre moriscos granadinos del
obispo de Cartagena, 1610», Murgetana, 131, 2014, pp. 25-34.
41. Ff. 148r-v. Interrogatorio de Francisco Ruiz: “Io ho tenuto sempre detto Diego per persona [...]
molto huomo da bene per haver sentito assai volte la messa insieme e per haver sentito da tutti li corteggiani di Roma dir bone [cose] delli fatti suoi”.
42. Ibidem: “M’è parsa cosa stravagante di vederlo preggione per haver inteso de fatti suoi bone sempre che non ho havuta inclinatione a far mali anzi esser persona caritativa et amico di poveri e per le
cose sue io metterìa ogni cosa ch’io havessi a difendere sua persona per il bene che ho inteso dire di lui
e per quello che l’ho trattato doi anni per qual tempo mai ho sentito né veduto delli fatti suoi cosa che
non sia di huomo da bene”.
43. F. 146r: “ho sentito dire che ha buona fama e quando è successo questo caso della sua preggionia,
ogn’uno se n’è fatto meraviglia”. En este interrogatorio no aparece ni el nombre del testigo ni la fecha
443
BRUNO POMARA SAVERINO
ENLACES Y PROTECCIONES
El proceso a Diego Ruiz revela más noticias sobre su estancia en Roma. Sin pretensiones de convertir la vida del imputado en paradigma de la cotidianidad de los
moriscos “romanos”, este juicio nos sugiere nuevos escenarios historiográficos sobre
la diáspora morisca.
En primer lugar, la frecuente “práctica” con las prostitutas Jerónima Ramírez y
Caterina Voguera44–que chirría con el comportamiento de “cristiandad ortodoxa”
que Diego pretende mostrar frente a las autoridades– no debe sorprender en Roma:
la ciudad de la Lozana andaluza cuenta con una masiva presencia masculina muy
por encima de la femenina. En segundo lugar, el proceso destapa una trama de contactos entre moriscos y los referentes de la nación española en Roma. Podría tratarse
de una estrategia defensiva del imputado: Diego se jacta de su trato amistoso y asiduo –confirmado por los testigos– con el embajador conde de Castro, los cardenales protectores Borja y Zapata, y los “gentilhombres” y criados que viven en sus
palacios. En estos edificios, Diego entra y sale con mucha desenvoltura: una vez se
adentra en el palacio del cardenal Borja “para buscar allí a Salvatori”, contra el que
Diego quiere hacer justicia para recuperar los objetos robados a Jerónima Ramírez,
“y al entrar me di cuenta que [Salvatore] estaba ahí en la puerta”45. Diego le exige la
devolución de los objetos y le intimida so amenaza de horcas46. El mismo Diego
afirma haber sido contratado por un gentilhombre del cardenal Zapata, Miguel
Osada, con el fin de encontrar lo hurtado y devolverlo a su legítima propietaria47.
Más adelante declara: “Yo salí de casa del señor embajador y me fui directamente a
la casa del cardenal Borgia […] podía ser alrededor de la una, o poco más, de la
noche”48.
Diego justifica su presencia habitual en casa de dichos personajes destacados para
comentar asuntos privados. En una ocasión desvela haber vuelto “a casa del embajador mi señor, donde traté un negocio con el señor Martino Salgado, gentilhombre
(debido a algunas lagunas documentales). Algo por el estilo declara Francisco Ablitas, que también afirma
que la noticia de su detención le “ha hecho maravilla” (172v). Asimismo Francisco Ruiz hace referencia
a la inexistencia de antecedentes penales de Diego, aunque, por su parte, lo que sabe sobre el robo viene
de los relatos del mismo imputado (ff. 147r-v).
44. F. 135r: “Io vado a casa di donna Girolama per voluntà mia, ancora che voglio pratticare con lei”;
f. 134v: “sono stato più di una volta in casa di donna Catherina, et di dì et di notte in compagnia di don
Giovan Paceco [Juan Pacheco], suo amico spagnolo, quale da un mese in qua si trovò a Napoli”. En un
proceso por desfiguración de rostro de una prostituta, aparece don Juan Pacheco que, interrogado, cuenta
tener un “morischetto” en casa: ASRoma, Tribunale del Governatore, Processi, v. 116, fasc. 1, ff. 85r-86r
(1613).
45. F. 133v.
46. Ff. 132v-133r: “Cercai poi per Salvatore et a sorte lo trovai giovedì a notte, che gli chiesi s’era intorno
alli doi hore di notte, che stava dentro la porta del Palazzo; io lo cominciai a bravare, minacciandolo di
forchi, se non mi dava la robba che haveva tolta, lui si raccomandò e diceva ‘no tengo nada’. Et io lo presi
dicendoli, ‘vigliacco, ladruni’, al che mi disse ‘non tengo altro che questo’ e mi diede tutta quella robba
che Vostra Signoria ha nelle mani”.
47. Ff. 132r y 133v-134r.
48. Ibídem.
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LOS MORISCOS EN ROMA. EL PROCESO A DIEGO RUIZ ZAPATA
del embajador”. Ahí se queda desde la tarde hasta las 23 horas; a las 24 horas cena
solo en casa, y en seguida se va “de paseo a casa del señor cardenal Borgia, donde
dormí la noche con don Francisco Carrero, gentilhombre del señor Cardenal”49. En
un pasaje de su último interrogatorio se le escapa que había “venido de España por
un negocio”50. Sabemos así que, en Roma, tanto Borja como Zapata se relacionan no
sólo con Diego Ruiz, sino también con otros moriscos51, a pesar de sus posturas oficiales favorables a la expulsión y de desprecio hacia esa minoría52. Sobre la relación
de Diego con estos personajes, las opiniones de los testigos son distintas y confusas.
Uno de ellos, de oídas, confiesa estar al corriente de que “dicho Diego es noble y he
escuchado que es de la casada del cardenal Zappada” y que lo ha “visto practicar
con gente noble, es decir sea en casa del señor Embajador de España sea en casa del
cardenal Borgia”53.
LA CARTERA DE DIEGO
A propósito de la extracción social de Diego, un testigo duda de su pobreza, aunque afirma conocerlo apenas, ya que suele coincidir con él solo los domingos en casa
del embajador54; otros lo tienen por hidalgo55.Y sin embargo el morisco sigue viviendo en una locanda, compartiendo habitación con otro español56; no disfruta de
un estilo de vida ostentoso, pues “por la mañana como por la noche suelo comer en
casa […] yo gasto y la dueña [de la posada] está en obligación de cocinar”57. El alquiler
49. F. 142v: “Tornai a casa dell’ambasciatore mio signore dove trattai un negotio con il sig. Martino Salgado, gentil’huomo dell’ambasciatore. Et mi trattenni in casa dell’Imbasciatore sino a sera che intorno
alle 23 hore mi partii de lì et dritto me n’andai a casa mia, che dovevamo essere 24 hore quando arrivai
a casa che subbito giunto cenai solo. [...] Cenato ch’io hebbi, me n’andai a spasso in casa del signor cardinal Borgia, dove dormetti la notte con don Francesco Carrero, gentil’huomo del signor Cardinale”.
50. F. 162v. Interrogatorio de Diego Ruiz Zapata, 14 de noviembre de 1614.
51. Sobre Borja y los moriscos romanos, B. POMARA SAVERINO, «Storie di moriscos nella…»; sobre Zapata, ibídem y C. SANTUS, op. cit.
52. Véase, por ejemplo, la carta de congratulación redactada por Zapata y dirigida a Felipe III en la cual
el cardenal loa “la resolución de echar de España los moros” porque “[h]a sido cristianissima y de valor
más que humano”. AGS, Estado, Roma, leg. 994, sin foliar.
53. F. 146r: “Io non son parente né affine né compare al detto Diego, né ho negotio né interesse alcuno
con lui. [...] Io so che detto Diego è nobile et ho sentito dire che della sua casata è il cardinal Zappada e
questo lo so perché son stato nel suo paese et al paisi è stato tenuto in buon concetto e fama, e qui in
Roma l’ho anco visto praticare con gente nobili, cioé in casa del signor Ambasciatore di Spagna che in
casa del cardinal Borgia”. Interrogatorio de testigo no identificado, 11 de noviembre de 1614. Véase también otros testimonios en ff. 146v y 148v.
54. F. 158v. Interrogatorio de Diego Sánchez, 23 de diciembre de 1614: “Io non so se Diego Ruiz è nudo
povero che non lo cognoscesse se non di vista qui in Roma. [...] Vedevo Diego, così, le domeniche in casa
dell’Imbasciatore”.
55. Ff. 146v y 148v.
56. F. 163r: “Nella mia camera vi è un altro letto che ci dorme un altro spagnuolo”.
57. F. 164v: “La matina come la sera io soglio magnare in casa [...] Io spendo et la padrona è in obligo
di cucina”.
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BRUNO POMARA SAVERINO
de su cama en la locanda es de 8 giulii al mes58 (una comida en una hosteria vale 1
giulio). Es más, Diego tiene una deuda con Pedro Enríquez de Herrera, español al que
debe 30 escudos desde hace un año, “y yo no soy acreedor de nadie […] y no tengo
dinero que me rente”59. ¿Cómo sobrevive Diego en Roma? La respuesta es una comedura de coco para el magistrado. El juez descubre que el morisco es un maestro
de esgrima que adiestra tanto a los pajes del conde de Castro60 como a un abad61; se
mantiene gracias a una provisión de 5 escudos mensuales, proporcionada desde hace
un año por el embajador, que puede sumar a unos emolumentos provenientes de
“personas particulares”, llegando así a los 8 escudos62. Para situar el poder adquisitivo de esta cifra, se le puede comparar al sueldo de un esbirro romano (4 escudos) o
al de un juez (alrededor de 30-40)63. Desde España ha podido salir con el equivalente
de 45 escudos64, y ahora le quedan 6, además arrebatados por el guardián de la cárcel65, correspondientes a la cantidad media que Diego suele gastar cada mes66. La mayoría de los moriscos expulsados ha podido llevarse lo estrictamente necesario, pero
muchos han podido corromper a las autoridades de las aduanas para dejar la Península ibérica con los bienes prohibidos o han encargado a terceros, como marranos y
judíos, para que hicieran de trámite. En su caso, Diego había llevado consigo una caja
donde guardaba solo ropa67: “la caja tiene mi llave y todo lo que tengo lo conservo
en dicha caja”68.“Et se si trova altrimente, sono il più infame homo del mondo”69.
CONCLUSIONES
La vicisitud procesal de Diego se configura como la prueba “en carne y hueso”
de lo que ya se ha planteado en otra sede mediante otras fuentes de descripciones narrativas70: los moriscos se mezclan con los cristianos viejos españoles y no exclusi-
58. F. 131v.
59. F. 163v: “Io sono debbitore di Pietro Henriquez di Herrera di 30 scudi da un anno in qua. Et io non
sono creditore di nessuno. [...] Io non ho denari che mi fruttino”.
60. Ff. 133v y 141r.
61. F. 142v.
62. F. 162v: “Io ho la provisione ferma di cinque scudi il mese dal signor Ambasciatore. [...] Con le provisioni che io ho da personi particolari et quella che mi dà il signor Ambasciatore posso havere da otto
scudi il mese di provisione”.
63. M. DI SIVO, «Rinnoviamo l’ordine...», p. 17.
64. F. 162v: “Da settembre in qua feci un anno è che io ho questa provisione che prima essendo venuto
per un negotio da Spagna che quando io mi partii di Spagna havevo quaranta cinque scudi”.
65. F. 163v: “Non ho altro che sei scudi che mi levò il guardiano”.
66. F. 163r: “Posso spendere il mese da sei scudi”.
67. Ibídem: “Io ho in detta cassa tre camiscie, doi para di calzette di seta di color pardo et un par di calzette di camozza, una camisciola bianca, fazzoletti, collari, et altre robbe che vi ho”.
68. Ibídem: “La cassa ha la mia chiave et tutto quello che io ho lo conservo in detta cassa”.
69. F. 165v.
70. B. POMARA SAVERINO, «Storie di moriscos nella...».
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LOS MORISCOS EN ROMA. EL PROCESO A DIEGO RUIZ ZAPATA
vamente. Que los refugiados vivan en un “submundo” urbano entre figones, ventorros y casas de prostitutas no debe causar ninguna sorpresa, aunque sin dudas
aporta un mayor conocimiento de las condiciones de la vida morisca en la diáspora.
El dato interesante es la gran movilidad de los refugiados entre la cúspide y la base
de la escala social. Las relaciones de Diego Ruiz con los más destacados personajes
de la Roma española me hacen sospechar que la historia judicial del imputado esconda más tejemanejes: ¿que el morisco negocie su retorno a España? ¿Que sea una
referencia en las reivindicaciones de los moriscos en Roma? ¿Que esté tratando la llegada de más refugiados con el visto bueno de los cardenales protectores? Hay que
recordar, de hecho, que 1614 es todavía el año en el que se vuelve a abrir con entusiasmo el intento de poblamiento de las marismas toscanas, gracias también al compromiso apasionado del cardenal Antonio Zapata. ¿O, más bien, Diego Ruiz es un
informador, un espía? Las hipótesis pueden ser muchas, como muchas son las consecuencias, repentinas y complicadas, de las diásporas.
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