OTRAS MIRADAS DEL CARIBE COLOMBIANO: LA NARRATIVA DE
MARVEL MORENO.
Lizeth Donoso Herrera
Universidad Nacional de Colombia
“El que ríes es que no ha oído las terribles noticias”.
Bertolt Bretch
La costa Caribe ha sido la cuna de varios de los escritores colombianos más reconocidos
en el mundo, y es, por lo tanto, la musa de una tendencia literaria. Esta literatura es reconocida
principalmente por la obra de García Márquez y el grupo de Barranquilla; pero la exuberancia
de los paisajes caribeños que ha dado origen a una narrativa igualmente exuberante y que este
grupo supo de inigualable manera cultivar, no es la única tendencia posible –aunque sí la más
conocida. El Caribe también ha servido como escenario de narraciones mucho más sobrias y
cosmopolitas a manos de escritores no tan conocidos, como el caso de la barranquillera Marvel
Moreno. Esta narradora, en sus cuentos desenmascara los mitos, las creencias, las prohibiciones
y los tabúes que han determinado las relaciones hombre-mujer en el Caribe. En este sentido, en
la presente ponencia me interesa especialmente rastrear la relación entre la expresión mítica
caribeña y lo femenino que se observa en algunos de sus relatos, así como ver la manera en que
los personajes masculinos hiperbólicos, representantes de un Caribe mestizo –presentes en la
narrativa de García Márquez–, son reemplazados aquí por unos menos potentes, pero
igualmente reveladores: de la hipocresía, del machismo, del servilismo. Finalmente se analizará
la alternancia de diferentes tipos femeninos, donde encontramos desde la femme fatale hasta las
mujeres costeñas dóciles y silenciosas, pasando también por la rebelde y reveladora. En fin, el
objetivo es analizar el Caribe y su literatura desde la escritura de Marvel Moreno, quien se vale
de elementos fantásticos e indagaciones en la cultura local a través de una narrativa cosmopolita
y caribeña a la vez, para valorar el aporte de la mujer al lenguaje literario colombiano y
caribeño.
Se examinarán especialmente dos cuentos de su autoría: “Algo tan feo en la vida de una
señora bien” y “la noche feliz de Madame Yvonne” que nos permitirán entender su poética y
resaltar las diferencias que existen entre la narrativa de esta escritora y la de sus coetáneos del
“Grupo de Barraquilla” y de la narrativa del boom. En Moreno predomina el paisaje citadino,
rodeado sí del mar y de la brisa caribeña, pero con personajes presos de sus vidas y de sus
trabajos, del club o el teatro de la alta sociedad. Se trata de personajes cuya vida está
determinada por el simulacro y el qué dirán, lo que los convierte en seres depresivos y
reprimidos en el sentido freudiano. Estos personajes no le pueden dar rienda suelta a sus
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sentimientos y pasiones, así que viven una vida monótona y aburrida que genera una suerte de
neurosis que Moreno logra sortear a través de la escritura.
Esta escritora nace en 1939 en Barranquilla, la misma ciudad en la que se gesta “La
cueva o Grupo de Barranquilla”, y muere en París, la ciudad luz, en 1995. Marvel Moreno tuvo
alguna cercanía al grupo mencionado y ciertamente eso influenció gran parte de su producción
literaria. Ella narró también el Caribe, pero desde su perspectiva de mujer nacida en el seno de
la burguesía. Dice la profesora Luz Mary Giraldo: “por cultura Caribe se ha entendido ese
mosaico de influencias y memorias en el cual convergen los pómulos erguidos de los
descendientes de los Karib, los Chibchas y los Arawak; los matices de los esclavos de Arará,
Mina, Carabalí, Ashanti o Bantú y las posiciones arbitrarias de los amos de los esclavos,
buscadores de fortuna y hedonistas europeos” (Giraldo 81). Así que se trata de una mezcla
cultural que se manifiesta en diversas producciones artísticas. De este modo, en el Caribe
convergen narrativas del tipo de los escritores de “La cueva” (el grupo de Barranquilla) con la
cosmopolita y citadina de Marvel Moreno. El lenguaje hiperbólico que narra sagas familiares en
un poblado recóndito como Macondo, es reemplazado por el llano vivir de mujeres costeñas de
la alta sociedad de Barranquilla. La narrativa de Marvel Moreno, muestra un paisaje
radicalmente diferente del de Macondo.
Esta barranquillera, como hemos dicho, dedicó sus narraciones al personaje citadino. En
sus relatos no predomina ya el tinte ancestral y el costumbrismo de las grandes sagas familiares,
pues ella pone en evidencia la conciencia del caos que el hombre moderno posee. En las
narraciones de esta escritora, aunque el Caribe aparece con el mar y la brisa, prevalece la
tendencia a mostrar la ciudad en donde convergen diferentes tipos sociales pero predomina la
vida de la alta burguesía y su hipocresía. Sus cuentos están centrados en el personaje y su
conciencia. El lugar funciona más bien como un ornamento pues es la conciencia la
protagonista, la portadora del mundo. Un mundo que conocemos solo a través del personaje que
lo piensa o lo recuerda.
En una sociedad de apariencias como la de la burguesía, donde se exige cumplir con
una cierta cantidad de reglas y normas de comportamiento que limitan la libertad, en ocasiones
el sujeto tiende a ensimismarse; alguien que no soporta las normas se siente asfixiado,
encerrado, encarcelado en un mundo en el que debe ponerse la máscara para conservar la
fachada feliz. Sujetos desesperanzados y desesperados como este son los que presenta el escritor
contemporáneo;
no se trata ya del sujeto fuerte de antaño, aquél que creía conocer
objetivamente la realidad, sino más bien un sujeto débil en el sentido en que lo presenta
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Vattimo, un sujeto que carece de un fundamento de pensamiento y sin utopías. Así son los
personajes de la barranquillera Marvel Moreno.
En Algo tan feo en la vida de una señora bien tenemos al personaje de Laura de Urueta,
una mujer madura, de clase alta, con una hija ya casada. Se trata de un relato en primera persona
focalizado por el personaje de Laura. Desilusionada y deprimida por la vida que decidió vivir,
Laura se sumerge en una ensoñación pero no idílica sino melancólica; toma distintos tipos de
somníferos, tranquilizantes y antidepresivos para evitar la hipocresía de su vida. Su “actividad”
predilecta es dormir porque detesta su vida que siempre ha estado determinada por lo que es
correcto que haga una niña, una señorita y una señora bien. Convive con su marido, Ernesto, y
debe simular ante la sociedad una mujer sobria, con clase y amorosa, a pesar de que el fondo no
soporte esos convencionalismos de su clase. No le gusta tomar el té y jugar canasta como a
muchas otras señoras de su clase y aunque de niña tuvo la ilusión de vivir en un cuento de
hadas y de encontrar su príncipe azul, rápidamente se dio cuenta que la vida no es así de fácil.
Su vida exterior ya no tiene sentido por lo que prefiere encerrarse en su cuarto, en lo único que
siente realmente suyo. En su cuarto propio da rienda suelta a sus pensamientos, es el único lugar
donde nadie ni puede ni tiene derecho a inmiscuirse, la única parte privada de su ser que nadie
más le maneja a su antojo.
Los personajes femeninos de Moreno distan mucho de Úrsula, la matrona de Cien años
de soledad. En los cuentos de Moreno las mujeres no tienen vida propia, son casi títeres que el
macho titiritero maneja, y lo más dramático de la situación es que ellas son conscientes de ello
pero no encuentran alternativas para escapar. La mujer costeña que se relata en ambos casos es
un ama de casa hogareña, la diferencia que hay entre las dos es el poder con el que cuenta cada
una de ellas. En el primer caso, la mujer no vive de las apariencias pues en realidad juega el
papel de compañera del hombre, lo ayuda, construye una vida con él; en el segundo, la mujer
padece una muerte en vida ya que es obligada a hacer algo que no quiere, a vivir con quien no
ama, a ser un títere. Pero también los personajes masculinos son bien diferentes:
Aureliano Buendía promovió treinta y dos levantamientos armados y los perdió
todos. Tuvo diecisiete hijos varones de diecisiete mujeres distintas, que fueron
exterminados unos tras otros en una sola noche antes de que el mayor cumpliera
treinta y cinco años. Escapó a catorce atentados, a setenta y tres emboscadas y a un
pelotón de fusilamiento. Sobrevivió a una carga de estricnina en el café que habría
bastado para matar a un caballo. Rechazó la orden del mérito que le otorgó el
presidente de la república. Llegó a ser comandante general de las fuerzas
revolucionarias, con jurisdicción y mando de una frontera a otra y el hombre más
temido por todo el gobierno, pero nunca permitió que le tomaran una fotografía.
Declinó la pensión vitalicia que le ofrecieron después de la guerra y vivió hasta la
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vejez de los pescaditos de oro que fabricaba en su taller de Macondo. (Arenas,
1968).
En cambio, los personajes masculinos de Moreno son simples seres humanos, ni más ni menos,
pertenecientes a la burguesía católica y conservadora de las “buenas costumbres”. Necesitan a la
mujer solamente para guardar apariencia de estabilidad y buen juicio pero no la aman ni la
desean, desean solo a las aventureras y a las prostitutas, pero no a la madre de sus hijos.
Aureliano es el típico macho alfa, mientras que Ernesto en Algo tan feo… es uno más del
montón, simple, egoísta, apático sexual. Horacio, el otro personaje masculino del cuento de
Moreno, es el hombre del que Laura estuvo enamorada en su juventud: un argentino vividor de
quien es posible intuir que, aunque tenía un comportamiento más apasionado, no era capaz de
asumir un compromiso y la abandonó. Estos dos hombres, aunque pertenecen a clases sociales
diferentes, comparten el desasimiento hacia las mujeres. De modo que, lo que entendemos por
masculino en la obra de García Márquez (enérgico, firme, resistente, apasionado) es en Moreno
sinónimo de egoísmo y menosprecio, despojado de todas las cualidades con las que está dotado
el héroe garciamarquiano. La religión tiene mucho que ver con los estereotipos de mujer que se
manejan, cuales son madre-virgen; Ernesto no estaba de acuerdo con los besos prolongados ni
con caricias en la oscuridad “tú no eres una aventurera” le dice una tarde (Moreno 119)
Igualmente se observan diversos tipos femeninos que han determinado la vida de la
protagonista. Así, el lector es testigo de tres generaciones: madre, hija y nieta; la primera, a
costa de sacrificios había sabido mantener las apariencias, la segunda, Laura, casada por
conveniencia con un empresario que la “salvó” de la vergüenza púbica, y la tercera Lilian,
condenada a continuar la cadena. Se trata de mujeres sobreprotegidas, consideradas frágiles e
incapaces de llevar sus propias vidas, sumisas. En la construcción del relato es posible apreciar
esa característica: Laura, sola en su cuarto, hace reflexiones sobre su historia y su vida. Se
lamenta de haber tomado las peores decisiones que pudo, o peor, de no haber tomado nunca una
decisión y permitir que fueran siempre otros los que decidieran por ella “una se deja envolver
por la rutina, se somete a un marido anulándose hasta perder cualquier asomo de personalidad,
hasta desarticularse, extraviarse en el personaje que él le impone” (Moreno, 2005) se dice en su
delirio, de manera que lector es testigo del relato de su conciencia triste. Paradójicamente esto
sucede mientras tiene lugar el Carnaval de Barranquilla, así que es fácil suponer que fuera de su
casa los barranquilleros beben y se divierten mientras ella se debate entre el ser o no ser. Se trata
de otra manera de ver la conciencia de los barranquilleros-caribeños.
En otro cuento, La noche feliz de Madame Yvonne, los eventos se desarrollan también
durante la época del Carnaval. Es reiterativo para la escritora el hecho de que sea precisamente
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en un momento de aparente felicidad donde se revelan todas las tormentas de la vida de sus
protagonistas. El escenario es de alegría: serpentina regada por el suelo y capuchones bailando
detrás de las puertas de vidrio (Moreno, 2005), pero son descubiertas las vidas miserables de
quienes en ese momento festejan. Desde el principio se anuncia lo paradójico, en época de
Carnaval se pierden las categorías y las distancias: todos se emoborrachan y el trato es familiar
sin importar la clase social, pero quienes allí convergen saben a dónde pertenecen y se
identifican dentro de un determinado grupo, sigue prevaleciendo la hipocresía.
La protagonista del relato es una francesa, Mme. Yvonne, una adivina que se ha hecho
amiga y confidente de muchos pobladores de la región. Se encuentra festejando con todos sus
amigos a quienes considera su familia. Celebran porque es época de Carnaval. La narración es
bastante compleja porque en un breve relato convergen muchos personajes, cada uno con un
problema, con una situación que se narra con detalle y majestuosidad. Poco a poco la
protagonista y narradora entra en la conciencia de los otros personajes y se relatan
maravillosamente diferentes mundos internos, llenos de conflictos psicológicos propios de un
tratado freudiano; el lector es entonces quien, en últimas, se convierte en el confidente de los
personajes de la trama. Madame Yvonne conoce la vida y los secretos de todos «ella terminaba
haciendo suyos sus problemas, tratando de encontrar el modo de ayudarlos, con un consejo, una
mentira. Concentrándose tanto que a veces, increible, llegaba a “ver”» (Moreno, 2005). Los
conocía muy bien a todos y eso le permitía advertir con claridad la ambigüedad de sus
existencias. Los personajes son entonces complejos, no planos, una cosa es lo que se observa de
manera externa, pero su conciencia nos revela lo escondido, lo que no se deja ver en público.
El tiempo del relato es el tiempo de la conciencia, transcurre en los pensamientos y
cavilaciones de sus persoajes. Prodigiosamente se articulan diferentes personajes de la América
Latina del momento y la diversidad de la cultura caribeña. Un ejemplo de ello es José Méndez,
un joven que abandona sus estudios para hacer la revolución, un representante de la vanguardia
del proletariado. José sueña con la revolución del proletariado pero no se da cuenta que la
revolución no acabará con las clases sociales porque siempre existirá un dominador y un
dominado como se observa en la siguente cita:
Se detuvo a mirarlas: sonrientes, con sus disfraces de gatas, panteras y domadoras
bailaban despreocupadas una gaita en la pista. Mentalmente José Méndez las fue
transformando en viajas harapientas que mendigaban con una lata de avena en la
mano. No, imposible, la revolución suprimiría la mendicidad. ¿Entonces?
Lavadoras, eso era cocineras y lavadoras, que supieran al fin lo que significaba
servir a los demás (Moreno, 2005).
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De la misma manera se perfilan otros revolucionarios que no son consecuentes con sus
principios porque, aunque destestan a los burgueses, se enamoran de las burguesas, de sus ojos
azules, de su docilidad, de su candidez. En el lado opuesto estaban los burgueses, o las
burguesas capaces de cruzar a nado el caribe con tal de no mezclarse con la plebe.
Observamos de nuevo, como en el relato anterior, diferentes tipos masculinos que
tienen una característica común: el egoísmo; y diferentes personajes femeninos que comparten
la indecisión y la debilidad. Mujeres hermosas casadas con hombres viejos, feos y apáticos, solo
por la necesidad de convertirse en mujeres casadas con hombres importantes. Es el caso de Ema
de Revollo “Terca, intransigente, era otra desde su matrimonio. Un puritanismo escesivo y al
mismo tiempo el afán de hacer pasar a su José por el mejor amante del mundo. José, ni más, ni
menos, educado por los gringos y como todo gringo , pulcro y decoroso, un tipo lavado con
permanganato. Ese haría el amor por asepsia, con la misma honorable intensión de quien se
toma un purgante” (Moreno, 2005). Ema, una mujer puritana que sin embargo había decidido
disfrazarse aquella noche de trapecista pues “Eso era el carnaval, pensaba, el afloramiento de lo
que para bien de todos estaba reprimido. La licencia, la situación que permitía a las mujeres
sacar a luz los más ocultos deseos: desnudarse, provocar a los hombres”. En concepto del
psiquiatra Alvaro Espinoza, personaje del relato, eso se debía al aburrimiento de su matrimonio;
su experiencia le decía que después de unos años de matrimonio a todas les pasaba lo mismo,
perdían la cabeza. La personalidad de este prsiquiatra es también compleja: convive con sus
traumas de niñez, el rechazo de sus padres y en general de todo el mundo, por feo, tiene miedo
de volverse algún día loco.
También él está casado con una bella mujer, Catalina, deseada por todos los hombres
menos por su marido, quien se había impuesto una vida que lo violentaba “todo el problema de
los hombres como él era el de no haber aceptado a tiempo su homosexualidad” (Moreno,
2005), una homosexualidad latente por la identificación al padre rechazado.
Solo Mme Yvonne lograba ver el circo, el teatro, la contradicción de las existencias de
quienes aparentaban ser personas respetables y honorables. Los hombres, los verdaderos
protagonistas de su relato rechazan todo: “Aquel rechazo a la homosexualidad, ella, Madame
Yvonne, lo resentía como un agravio. El marica, el judío, la mujer, el negro…la bruja. Todo lo
diferente lo que con su existencia negaba el mundo que para su propia desdicha los hombres se
empeñaban en prolongar. Un mundo que les daba le poder y los hacía infelices, que a duras
penas los dejaba vivir”. Revela una sociedad machista que rechaza todo lo diferente, que
uniformiza, que simplifica. Pero la autora muestra no obstante la diversidad del mundo, la
ambigüedad y la contradicción en que se encuentran todos los personajes de su relato.
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Construye mundos conflictivos que no ignoran lo absurdo y lo oscuro del mundo. Personajes
existenciales, distintos de los vitales y fogosos del realismo mágico, muestra la cara triste del
Caribe, que no es único, que es también ambiguo y complejo pues allí convergen una diversidad
de personajes con sus propios rasgos diferenciadores.
Bibliografía
Arenas, Reinaldo. “En la ciudad de los espejismos”. Casa de las Américas (La Habana). Mayojunio (1968): 134-138.
Giraldo, Luz Mary. Más allá de Macondo, tradición y rupturas literarias. Bogotá: Universidad
Externado de Colombia, 2006.
Moreno, Marvel. Cuentos Completos. Bogotá: Editorial Norma, 2005.
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