Colección: Estudios de narrativa
9. Oicios del cine: manual para prácticas cinematográicas
Pedro Alves y Francisco García García (Coordinadores)
Primera edición: febrero de 2017
© De los autores, 2017
© Icono14 Editorial, 2017
C/ Salud 15, 5º Derecha - Madrid (28013)
www.icono14.es
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Editores: Francisco García García y Mario Rajas
Director de la colección: Mario Rajas
Diseño de colección: Roberto Gamonal
Maquetación y diseño de portada: María Bastida
Depósito legal: M-9104-2017
ISBN: 978-849-4028-92-2 (Icono14)
ISBN: 978-989-8351-61-6 (CITCEM)
Impresión: Discript S.L., Madrid
Impreso en España - Printed in Spain
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Música y banda sonora:
el oficio de componer
Manuel Gértrudix Barrio
Universidad Rey Juan Carlos
Felipe Gértrudix Barrio
Universidad de Castilla La Mancha
La música es un elemento consustancial al relato cinematográico.
Aunque el componente sonoro se genere de forma paralela, en su proceso técnico, estratégica y estructuralmente forma parte de la esencia
discursiva de la narración. No es un medio añadido con el que completar un mensaje, sino que se constituye como un componente reiicador
de extraordinaria potencia expresiva que se vale de la ambigüedad y
la sugerencia sonora para proyectar la inmersión en el relato. Su justiicación, su presencia, dimana del propio amanecer histórico del cine
como arte. Forma parte del lenguaje cinematográico porque la música
es cine desde el mismo instante de su invención, primero como cine silente, después como cine sonoro. “El cine se inventa con la conluencia
de una imagen que se ve y una música que se oye”, nos recuerda José
Nieto (cit. por Gértrudix, 2003: 214), y por ello participa de él como algo
imprescindible.
En este capítulo nos interesamos por comprender el proceso que lleva
a la coniguración creativa de la banda sonora, a lograr esa producción
simbiótica en un hacer que combina tanta intuición como conocimiento
y técnica. Para ello, nos ponemos en la situación de un compositor que
recibe su primer encargo para elaborar una banda sonora y le acompañamos en este apasionante proceso.
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Manuel Gértrudix Barrio y Felipe Gértrudix Barrio
1. Tu primera banda sonora:
el proceso a vista de pájaro
Sobre la mesa, vibra el teléfono móvil. Lo hace varias veces. Está silenciado porque estás trabajando, desde hace varias horas, buscando
ideas para unos arreglos musicales que te permiten llegar a in de mes.
Decides retirarte los auriculares y mirar quién llama con tanta insistencia. Haces bien; tu primer encargo para componer la banda sonora de
una película por in ha llegado.
Sabes que componer para cine es un trabajo creativo con unas rutinas y estrategias condicionadas por su sistema expresivo y que determinan un esquema de composición cinematográica al que debes vincular
tu creatividad. Abordar un proyecto de composición para cine supone
realizar un recorrido con dos fases esenciales: una primera conceptual,
correspondiente a la fase de toma de contacto con la historia, con el director y con la idea que tiene de qué debe aportar narrativamente la música a la película y otra activa o creativa que corresponde a las fases de
composición y postcomposición (Xalabarder, 1997).
El encargo —procedente del director de la película y, en algunos casos, del productor— supone tu compromiso, como compositor, para contribuir de una forma eicaz, mediante la música, y de forma más global
el sonido, al programa narrativo global de la película.
Llegan las primeras entrevistas con el director y es esencial que comprendas bien cuáles son los condicionantes del encargo. Tan importante
resulta saber cuáles son estos a nivel creativo: el género, las motivaciones, el tipo de público, etc., como los que afectan a los medios: económicos, temporales… A partir de este estado inicial de la cuestión, podrás
iniciar tu trabajo, bien sobre el guión o sobre las imágenes ya grabadas y
montadas, en función del momento del proyecto en el que te incorpores.
Las maneras de abordar el diseño de tu concepto musical pueden ser
muy variadas en función de cuál sea tu método personal, pero habitualmente partirá del esbozo de las ideas temáticas, la búsqueda de una
coloración tímbrica asociada a un conjunto instrumental, o una estructuración de naturaleza narrativa que investigue conectar con la idea
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Música y banda sonora: el oicio de componer
principal del relato. Lo esencial en este momento es responder adecuadamente sobre el papel que ha de jugar la música en la película, el para
qué y el porqué de su presencia. Debes preguntarte sobre cuál es la relación de la música con el argumento: si va a estar coordinada con la trama o va a ejercer una función de contrapunto, qué tipo de asociaciones
va a crear o cuáles deberías resaltar con respecto al espacio, al tiempo, a
los personajes, etcétera. Para dar respuesta a estas cuestiones habrás de
realizar una fase de documentación que puede ser muy variada, y cuya
profundidad y cualidad dependerá de las características de la película y
de tus hábitos compositivos. En todo caso, te resultará útil revisar otras
bandas sonoras para conocer las soluciones ofrecidas por otros compositores a problemas parecidos, para evitar tópicos erróneos, etcétera.
El proceso compositivo en sí se inicia, una vez propuesta la presencia de la música, en su dimensión y extensión: el número de bloques,
su duración, etcétera. A continuación, se decide su ubicación física, los
puntos de inserción y inalización provisionales, y, lo que resulta fundamental, dónde no va a ir; es decir, el sentido que se otorga al silencio.
El siguiente paso es valorar el ritmo que la música le va a aportar a la
película y su relación con el montaje, o, dado el caso, cómo afectará a
los ritmos del resto de los elementos con los que se coordine. Con estas
premisas, y a partir de los tiempos y situación de los bloques, se procede, en términos gráicos, al bocetaje de la música. En función de tu manera de trabajo, este boceto será un simple guión melódico o armónico,
en otros casos un patrón rítmico, y en ocasiones una orquestación más
o menos directa por pulir. Durante este trabajo inicial irán apareciendo necesidades y planteamientos de tipo técnico, estético y narrativo
que irán conigurando el resultado, según las condiciones que estos impongan. A medida que tomas conciencia de las necesidades propias del
relato, se comienza a imponer una suerte de feed-back constante entre
las ideas que vas plasmando, unas veces de forma automática y virtual,
otras por medio de la representación sonora de esas ideas, con respecto
a las inalidades que estés buscando con tu composición en el marco del
relato cinematográico. En la medida que estas impresiones sean positivas, procederás al desarrollo más o menos inal de los bloques musicales,
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perilándolos en su forma deinitiva. Dependiendo de la relación que hayas establecido con el director, podrás ir presentándole ejemplos para
que éste te muestre su aceptación o exponga sus inconvenientes o necesidades de reformulación. Si la propuesta es aceptada, comenzarás la
fase que comprende, con múltiples variantes, tres momentos sucesivos:
a) la grabación, b) la sincronización y ajuste de los efectos, y c) la mezcla de la música. Con la música terminada, queda el momento de mezclarla y situarla en la banda de sonido. Dos cuestiones resultarán fundamentales en este punto: 1) la posición (inicio, duración y término) y 2)
la presencia e intensidad respecto al resto de elementos sonoros.
Ahora, adentrémonos en el proceso con más detalle.
2. Abordando el proyecto:
planificación y planteamiento
Como veíamos, el momento de entrar en el proyecto, de toma de contacto, es, habitualmente, a partir del guión o en la fase de preproducción,
es decir, unas semanas antes de empezar a rodar. Como es lógico, todo
depende del grado de relación que mantengas con el director, siendo
este un factor que hace variar, con mucho, el instante y la forma en
que como músico entras a participar en la película. Si la relación es muy
estrecha y está sustentada en anteriores trabajos, es más sencillo participar desde la misma idea. Cuando en la cabeza del director rondan las
primeras imaginaciones, el músico, más como amigo que como compositor, colabora en el impulso de esas ideas. En cambio se da, más frecuentemente de lo deseable, el caso opuesto: que como compositor entres en
el proyecto cuando ya se está rodando o incluso cuando ya se ha rodado
o, más allá, terminando de montar.
Para expresar sus ideas, es probable que el director te ofrezca o muestre modelos. Este ofrecimiento puede presentarse de varias formas, la
mayoría de las veces bastante pintorescas, y se coniguran mediante diversas posibilidades: que el modelo ayude a encontrar el estilo buscado,
que el director pretenda que te limites a reemplazar ese modelo, o que
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Música y banda sonora: el oicio de componer
incluso ese modelo te equivoque mediante un arquetipo desvirtuado que
no se corresponda con la idea real que él mismo imagina.
A veces, la persecución de un modelo, la primera intuición sobre la
que se trabaja, bien sea a consecuencia de los patrones entregados por el
director, bien como resultado de la propia investigación del compositor,
no es una solución sino que se convierte en un bloqueo cognoscitivo de
primera magnitud.
2.1. ¿Qué papel debe jugar la música?
Aunque la música constituye un elemento indisoluble del relato cinematográico (Lipscomb & Tolchinsky, 2005), es tarea del compositor evitar
que su aparición revele el artiicio que, creativamente, se esconde tras
ella. Por eso, debe estar pensada, tanto en sus fórmulas como en su situación, en términos de convencionalidad, de tal forma que no se revele el artiicio. Que el espectador no piense en la música como “Música”,
sino como Cine (Adorno & Eisler, 1981). Cuando se revela la maquinaria,
la trastienda, porque la música suena a falso, el espectador no se cree el
contrato audiovisual, se percata del artiicio y rompe la convención. En
ese punto, no hay lugar al mensaje, no hay comunicación posible, y esto
es lo último que debe provocar una música.
Consecuentemente, tu trabajo debe perseguir el ofrecer a la imagen
un valor que no posee, al menos revelar una lectura que no sea evidente.
En ese margen aparece un espacio para la interpretación. Hay lugar para
una implicación personal porque las películas remiten a la expresión de
unos ideales. Ello no impide que, paralelamente, se pueda pretender,
cuando lo requiere la imagen, reforzar sus signiicados.
Rara vez se producirán grandes divergencias entre las sugerencias
realizadas por el realizador y las sensaciones, las intuiciones, que las
imágenes te ofrecen como compositor. Fundamentalmente, porque el
propio director es consciente de las virtudes y deiciencias que, una vez
rodadas y montadas las imágenes, presenta su historia. Atrás quedan algunas ilusiones que no aparecen ahora, y, sorprendentemente, compare-
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cen descubrimientos de rodaje, montaje y postproducción con los que no
se contaba. Puesto que es a ese material al que hay que poner música, el
director entiende cuáles son sus necesidades y cómo deben afrontarse.
Es más común que aparezcan problemas de comunicación. Las carencias
en el manejo del lenguaje musical provocan que el director y tú podáis
estar hablando en la conianza de decir lo mismo sin que esto sea enteramente cierto. Manejarse entre metáforas — “esto es como si…”, “debe
parecerse a aquello que…”— siempre resulta confuso y puede inducir a
errores, por más que sea la única manera, en no pocos casos, de intentar
comunicarse.
2.2. Encontrando referencias
En las primeras conversaciones con el director probablemente obtengas informaciones que te orienten de muy distinta manera, pero que
se actualizan muchas veces a través de la expresión de sentimientos.
Sentimientos entendidos, como señala Marina, como “grandes bloques
de información” (1994), que siendo únicos e irrepetibles por lo que tienen de individuales, responden a modelos homogéneos dentro de los
contextos culturales en los que se desenvuelve el creador. Esa actualización sentimental activa, por sí misma, puede ser ya un elemento que
te encamine directamente hacia fases de ideación y elaboración. Sin embargo, en otros casos sentirás la necesidad de llevar a cabo un proceso
de documentación paralelo a las exigencias del realizador o a los contenidos del guión o las imágenes. A veces de forma genérica, siendo receptivo a cualquier elemento que pueda aportar algo a la película, o de manera activa, buscando referencias de diverso tipo que ilustren las claves
de la película, utilizando y buscando “pretextos” en otras obras. Tales
referencias podrán ser principalmente sonoras, aunque también se pueden mostrar de forma gráica y/o textual.
Determinados géneros, como por ejemplo el histórico, presentan la
ventaja —también puede ser un inconveniente— de situar el ambiente
de la música, facilitando el encuentro de la idea al encaminarla hacia
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Música y banda sonora: el oicio de componer
una época o un ambiente deinido. Aunque no lo condicione deinitivamente, al menos excluye lo que no encaja. Cuando hace falta que la
música mantenga una referencia de tipo histórico, folclórico, etc., resulta imprescindible, entonces, recurrir a fuentes documentales para lograr
que el resultado musical sea lo más coherente posible con la situación
argumental, independientemente del tratamiento que se le dé, posteriormente, a ese material histórico, que puede oscilar entre la pura representación y una transformación transcendente.
2.3. El punto de inicio
Como hemos comentado, el punto a partir del cual comenzarás a trabajar suele coincidir con los dos instantes en los que se inicia el proceso
creativo como tal. En unos casos la toma de contacto con el guión es
el punto de partida habitual. El guión, de este modo, resulta esencial
para interpretar la historia, para enamorarse de ella. A partir de sus
presupuestos puede comenzarse a componer, en abstracto, para buscar
el tema o la idea que organice la música de la película. Posteriormente,
una vez se dispone de las primeras imágenes sobre la base de tiempos
concretos, se determinan las posiciones de cada bloque, su duración y
sus características especíicas. En otros casos se parte del guión pero
considerándolo exclusivamente como orientador, como ilustrador de las
ideas narrativas, como indicador de las necesidades expresivas de la película. En este caso no se comienza a componer hasta que se tienen imágenes montadas. Esta disposición, no solo aporta frescura a la visión
contaminada que, a esas alturas, tiene el director, sino que esa nueva e
“inocente” mirada permite vislumbrar los verdaderos hallazgos y errores
de la película, y toca enfrentarse a lo realmente rodado y montado, que
es a lo que hay que poner música.
Este distinto acercamiento habla de la dispar forma de entender la
misma estructura del relato cinematográico que se realiza y la razón
que debe impulsar tu trabajo creativo como compositor. En unos casos
buscarás el motivo de la historia, los conlictos que mueven a los per-
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sonajes, la idea narrativa dibujada en el concepto que ilustra el guión;
en otros, realizarás una aproximación a la película con un referente que
suma, a lo anterior, cuestiones de índole visual y sonoro, de ritmo, que
evidentemente no pueden aparecer en el guión. Se produce una conexión mayor con aquellos elementos que tienen que ver con los ritmos de
las imágenes montadas, con la estética fotográica, el vestuario, el tono
de recitado y de interpretación, etc.; con los elementos de relato, en
deinitiva.
2.4. En la búsqueda de ideas
Aunque el ilósofo La Mattrie decía que “cuando más se gana en inteligencia, más se pierde en instinto”, es indudable que en el proceso de
búsqueda creativa la memoria juega un papel extraordinario. Por eso, lo
que has aprehendido, el legado de conocimientos musicales que tengas,
condiciona el repertorio de respuestas que puedes dar. En la composición
musical aplicada cuando mayor sea el bagaje de cultura musical y visual,
mejor. Aunque las imaginaciones pueden nacer de mil fuentes distintas,
si no se dispone de una buena formación musical, se haya obtenido esta
de manera formal o informal, es imposible que se maniiesten.
Entre partir de una idea previa deinida o valorar una cierta multiplicidad de ellas, que se evalúan a posteriori para elegir, hay dos formas
de trabajo diferentes. Aunque las imágenes son un surtidor de ideación
notable, en ocasiones la estructura que presentan no las hace tan evidentes. En unas ocasiones las imágenes disparan un resorte en la imaginación, hasta el punto que casi se oye la música según se ven por primera vez, pero en otras el alumbramiento de la idea supone un esfuerzo
formidable.
La improvisación, aparte de ser fundamental en la fase de interpretación y grabación de la música, a veces es también un componente esencial en la ideación. La interpretación improvisada dirige la pesquisa,
guía el oído, y, casi jugando, llega al material de partida por eliminación
de posibilidades. Hemsy de Gainza (1983: 30) airma que “la improvisa-
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ción suele ser una técnica habitual en algunos compositores durante el
periodo de producción de materiales, ya se trate de lograr un aumento
del caudal de los mismos o una mayor diversidad y riqueza”.
El planteamiento de la idea musical debe seguir siempre el cauce de
identiicación con la historia y con las imágenes. Por tanto, ese recurso
germinal debe una lealtad absoluta al texto fílmico —que se hace extensiva al director y sus criterios—. La originalidad debe estar al servicio de
la comunicación. Comunicación que busca como destinatario una colectividad que sancione ese valor. Cuando la inalidad del hecho artístico es la
originalidad per se, se pierde la posibilidad de encontrarse con el otro. Por
eso, la cuestión de novedad del lenguaje musical debe quedar relegada a
un segundo término. Si lo vital es comunicar, el planteamiento del músico
cinematográico debe buscar el ser hábil en la tarea de aplicarse a la estructura que posee la película. Y es que, en rigor, “no hay un estilo compositivo propio para el cine” (Radigales & Polo, 2008: 59).
La novedad debe ser un producto y nunca un axioma; aparece por el
simple hecho de no querer imitar, ni tan siquiera a lo propio. Debe ser
un principio de trabajo, pero entendido como argumento lúdico, como
sorpresa ante lo vinculado y lo ajeno, como paradigma de un cambio
continuo entre las formas y los conceptos.
Cuando alcanzas la idea base de tu trabajo, esta podrá tomar formas
muy distintas. A veces será una evocación de carácter melódico lo primero que se ofrece y que arrastra al resto de elementos; otras ocasiones
puede ser el color tímbrico, las densidades orquestales, el tipo de instrumentos, o las texturas el material original que se imagina. Cuando
el factor que aparece como germen ideático es la melodía, no siempre se
trata exclusivamente de una sucesión de sonidos de distinta altura, pues
el ritmo, que delimita y estructura esa sucesión, deine la isonomía del
contorno melódico. Se trata de una totalidad instantánea que supera la
teórica división entre línea de altitudes y ritmo, “una unidad que surge
como impresión releja en la fantasía del compositor” (Toch, 1989: 24).
En algunos casos la idea supera sus límites germinales para constituirse en un elemento omnipotente de la obra. Se presenta, así, como
una matriz absoluta, el argumento explicativo de todas y cada una de
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las partes de la música. No sólo por lo que se reiere al concepto de
estilo, al planteamiento estético o de lenguaje; afecta también a otros
elementos musicales primarios como las notas, el clima de relaciones armónicas, los contrastes tímbricos, la expresión, los tempos, los valores
rítmicos, etcétera. En deinitiva, cualquier compás de la partitura fílmica puede ser explicado y justiicado a partir de los componentes originales de la idea inicial.
En cualquier caso, de una u otra manera, el estadio deinitivo de esa
idea es absolutamente interino, provisorio. El proceso de elaboración se
construye a través de fases de incubación e iluminación sucesivas, y,
consecuentemente, se verá sometida a una continua reestructuración.
Esto último, implica, eso sí, que el modelo ha de ser suicientemente
lexible. En sus posibilidades de cambio, de mutación, está una de las
claves de su bondad. Por ello, la valoración de esa idea tiene que estar
también en función de sus virtudes de desarrollo. Que su diseño permita
todas las modiicaciones precisas para ajustarse correctamente a cada
momento de la película en el que debe participar.
3. Componiendo la partitura cinematográfica
Ya tienes claro cuál es el enfoque de la película; qué es lo que busca el
director y el clima general que desea que aporte la música. Ahora llega el
momento de aplicar tus conocimientos y tu técnica para hacerlo realidad.
Existen poco campos tan estimulantes para un compositor como el de
la música aplicada. Se trata de un excelente campo para la creatividad,
para la exploración y para el juego. La combinación de elementos de conocimiento y expresión, que habitualmente no están asociados entre sí
—una constante en este medio—, favorece la producción de productos
creativos. Es un campo abonado para el desarrollo de métodos heurísticos, pues como compositor puedes jugar con la renovación, con la traducción, con las aplicaciones, con las transformaciones, con la reversibilidad entre problemática y resolución; en deinitiva, con todo cuanto
imagines para crear.
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La primera búsqueda en las imágenes puede estar encaminada a encontrar el ambiente, la “textura” de la historia. Sea observando la construcción de los personajes, su forma de vestir, hablar, moverse, la construcción de los decorados, la ambientación temporal y horaria, etcétera.
Sea buscando la expresión, la noción completa de la obra, con el in de
trasmitirla a través de sugerencias conceptuales, partiendo de elementos fotográicos como la luz, el color o los encuadres. O bien rescatando
la estructura narrativa de la historia, con sus conlictos y evoluciones,
ya desde los planteamientos apriorísticos del guión, ya desde la realidad
deinitiva de la imagen montada.
En cuanto a la decisión de cuál es la cantidad o duración de la música
que debe tener globalmente la película no estará, casi nunca, en función
de la duración integral de esta, pues son otros los factores que marcan
esta condición: estructura narrativa, densidad de verbalización, etcétera. También es esencial acertar sobre cuándo empezar y cuándo acabar cada bloque; es decir, delimitar el posicionamiento de cada música.
Nuevamente, esta decisión marca trascendentalmente la intensidad de
la presencia musical y su inluencia y funcionalidad narrativa en el seno
del discurso, por lo que su corrección podrá marcar la eicacia narrativa
de la música en la película (Román, 2014).
3.1. El proceso de elaboración
Llega el momento de planiicar y preparar la música. Analizas la película en su globalidad para comprender el tipo de acercamiento musical que
precisa. En este proceso es esencial entender cómo se articula la narrativa
de la película, dónde se encuentran sus puntos de giro, cómo progresan
las acciones y cómo llegan a los puntos climáticos, cuál es el ambiente
general que destila en términos visuales (color, tempo, movimientos internos, composición de los planos, etc.). Acertando en este enfoque global,
será más sencillo establecer el diseño especíico de cada uno de los bloques en los que se producirá la aparición de la música, siguiendo criterios
funcionales (Gértrudix, 2006; Gértrudix & García, 2013).
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Considerando el carácter integrado de la partitura que estás elaborando, se trata de establecer el tipo y grado de relación que habrá entre música e imagen. La conexión de articulación entre ambas estará
sujeta, necesariamente, a las exigencias de la película, especialmente
a cuestiones que dimanan tanto de la estructura narrativa como de referencias de género, tempo del montaje, etcétera. El resultado dependerá, y mucho, de esto, puesto que mientras en unos casos será necesaria
una articulación precisa, casi sincrónica, en otros habrás de trabajar con
grandes bloques en los que los punto de sincronía se distancian o se conectan de forma muy sutil.
3.2. Atendiendo al diseño sonoro global
Otro aspecto que debes considerar es que, en la elaboración de la banda sonora, la música comparte el espectro audible con los diálogos y los
ruidos no musicales y debe formar parte de una idea global de diseño sonoro (David, 2001; Müller, 2008). Realizar una partitura eiciente supone
contar con ellos, en parte porque el valor de los silencios musicales se
signiica con un uso eiciente del resto de elementos de la banda sonora.
Es cierto que, en ocasiones, se despoja a la música de cierta presencia en
favor de elementos sonoros que son redundantes con la imagen, mientras que esta está aportando otros signiicados, otras lecturas. Pero ello,
no arrebata el poder expresivo que tienen, su valor fundamental, y la
música no debe, en ningún caso, pretender sustituirlo.
En la práctica, por regla general, en las primeras fases de composición no dispondrás de los efectos de sonido. Los primeros fragmentos
sobre los que trabajes tendrán exclusivamente los diálogos montados sin
mezclar y, esporádicamente, algún ruido de referencia grabado en directo. Tendrás que informarte, por tanto, si hay alguno esencial en aquellos
puntos en los que la música aparece, pues sólo así lograrás evitar que
entren en conlicto con ella, y se evita tener que forzar posteriormente
las mezclas. Algunas reglas que suelen ser útiles en este sentido son: a)
buscar los puntos de entrada menos problemáticos, b) diseñar una es-
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tructura dialéctica, estableciendo pausas lógicas, c) evitar la oposición
de frecuencias abriendo el espectro audible, y d) organizar las intensidades ajustando la dinámica musical.
3.3. Articulando la sincronización música-imagen
La condición de la película, su tempo, y el género, relativizan notablemente la disposición ante la sincronía entre música e imagen. Trabajarás
en proyectos en los que el valor que se le otorgue será muy variable, respondiendo a dos ideas contrapuestas: a) la defensa de su aportación en
términos absolutos, o b) su aceptación como aporte discontinuo, concreto, puntual.
En unos casos será fundamental una íntima relación de tipo sincrónico, pues es esto lo que justiica una composición ad hoc, a medida.
En otros, no será preciso un seguimiento puntual del movimiento visual, porque marcar los movimientos, las acciones sólo encontrará justiicación en textos audiovisuales cuya función sea, eminentemente, descriptiva. En estos casos, las sincronías no buscadas serán más efectivas
que las que se fuerzan, pues estas últimas pueden fraccionar el discurso fílmico. La articulación, que sí será realmente efectiva, imprescindible para la coherencia de intenciones, de tempos, de densidades, para el
efecto comunicativo, no implica, necesariamente, una sincronización a
corte de fotograma. Por eso, las sincronías internas, psicológicas, que no
se hacen evidentes de forma explícita, podrán tener más valor narrativo.
3.4. El proceso de escritura
El proceso de escritura comprende todos los trabajos encaminados a la ijación y representación de las ideas y sus desarrollos. La presentación de
una obra de arte surge como resultado de la actividad de coniguración
del artista “a partir de un lenguaje artístico determinado y plasmado
bajo una forma sensible” (Henckmann y Lotter, 1998: 200). En la músi-
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ca cinematográica abarca su anotación gráica —procedimiento, fases,
etc.—, la sistemática de sincronismo, y los métodos de registro sonoro y
edición de la música —procesos interpretativos, grabación y mezcla—.
Cuando se inicia la escritura concreta, el primer paso consiste en desbastar las ideas. Sobre ese elemento, primario y suiciente, conviene realizar una criba para quedarse con lo auténtico, con lo apropiado. Deben evitarse efectos negativos como el que se maniiesta cuando, a consecuencia
de un mal desarrollo, se enturbia el valor original de las ideas con elementos poco acertados. Suele producirse, por ejemplo, cuando se comienzan a
elaborar los bloques antes de tener la imagen rodada y montada; es decir,
desde los estrictos presupuestos del guión. Los inevitables cambios entre
este y la imagen realmente rodada —las ideas escritas variarán, necesariamente, en función de ciertos imponderables del rodaje— llevarán a la música a dotarse de un contenido dramático que, en última instancia, puede
llegar a despegarse completamente de los presupuestos de la imagen.
Precisamente por esto, conviene comenzar siempre el trabajo de composición, de escritura, a partir del visionado de las imágenes rodadas.
Las tecnologías actuales, al servicio de la composición cinematográica
permiten que el proceso de escritura se realice directamente mediante alguno de los múltiples softwares que facilitan cargar las secuencias
de imágenes y sincronizar la elaboración musical directamente sobre estas. Los métodos de trabajo a partir de aquí pueden ser muy diversos,
en función de la formación previa y los hábitos que se tengan. De este
modo, se podrán escribir las notas en una partitura convencional a través de dicho software, o bien tocarlas directamente con un teclado o
cualquier otro instrumento conectado, insertar sonidos desde librerías,
probar con experimentación sonora aplicando las numerosas posibilidades de los plugins y efectos disponibles, etcétera. Ello permite una enorme lexibilidad a la hora de trabajar con los diferentes bloques musicales, probando con distintas opciones en las duraciones, las entradas y
salidas, en la parrilla instrumental que se utiliza y en su densidad, o en
la creación de diferentes versiones.
Una de las características de la música cinematográica, que la diferencia notablemente de la música absoluta, es la gran cantidad de blo-
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ques cortos que hay que componer en muchas ocasiones. Los bloques
largos permiten sacar partido a la técnica para desarrollar la música, de
aprovechar las características de los instrumentos, de las variaciones temáticas, etcétera. Por su parte, los bloques cortos remiten a la esencialidad musical, de clímax emocional, de economía creativa.
La composición de los bloques no tiene por qué hacerse de forma secuencial. Independientemente de que el planteamiento sea estructural
y se determine la música de la película globalmente, el trabajo de los
distintos bloques puede realizarse en función de cuestiones como la facilidad o diicultad, la apetencia o el reto que suponga cada uno. A veces, abordar la composición con el bloque inicial de los títulos de crédito
ayuda; en primer lugar porque permite referenciar y justiicar la evolución del resto de la música, a partir de este —en ese caso, el bloque
actúa a la manera de las oberturas clásico-románticas—, y, en segundo
lugar, porque ayuda a signiicar la importancia de la música en la instauración de la inercia entre espectador y narración.
Aunque tampoco se trata de un precepto absoluto, la escritura, debido a los plazos con los que se trabaja, deberá ser bastante inmediata. Lo
acostumbrado es escribir de una vez, con pocas rectiicaciones, más aún
si estas pueden suponer cambios trascendentales. Esta exigencia deine
algunas de las características esenciales que debes tener en cuenta como
compositor cinematográico: rapidez, luidez de escritura y facilidad en
la orquestación.
Este proceso de escritura-composición podrá ser muy variable en función de tus características creativas. A veces resulta muy útil partir de
la estructura general que aporta el guión; la lectura intensa de la historia te llevará a una sensación global sobre la textura narrativa, evocando un concepto melódico que sea el generador de toda la música. Otras
ocasiones será la estética que propone la película la que te induce una
selección tímbrica en términos de color, de textura; ello podrá plantear
una elección de lenguaje, un primer acercamiento al carácter tonal, el
ambiente tímbrico y la plantilla orquestal, concretándose esto en una
idea temática que puede ser muy variada en función de la película: un
tema clásico, una serie de células, etcétera. Otras veces, podrás partir de
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Manuel Gértrudix Barrio y Felipe Gértrudix Barrio
la elaboración de una tipología melódica, por estilos o ambientes, que
luego versionarás en función de cada escena concreta.
Con la práctica y el hacer profesional, es posible que acabes haciendo
uso consciente y voluntario de algoritmos musicales propios en aquellos
elementos que, comprobadamente, funcionan.
A veces tendrás que repetir un bloque, o varios, porque no le encajan
al director, bien por el planteamiento musical del bloque, por el punto
de inserción o de salida de la música, o porque, simplemente, donde antes se pensó que podía encajar bien, ahora no está tan claro. Esta circunstancia es bastante común y forma parte de la necesaria lógica de un
trabajo creativo colectivo.
3.5. Creando la sonoridad musical
Hoy en día, parece incuestionable contar con las posibilidades técnicas
ya en los primeros esbozos. Se ha convertido en un elemento creativo
más y, como tal, se le debe sacar partido. Más aún, considerando que,
como bien apunta José Nieto, “la música de cine, a diferencia de la música absoluta, nace para ser grabada” (cit. por Gértrudix, 2003: 256).
Además de la mejora en términos de calidad —tanto en el rango dinámico de relación sonido-ruido, como en la respuesta de frecuencia—,
la facilidad en el manejo, la velocidad de proceso y su progresivo abaratamiento, ha procurado cambios radicales en la forma de plantear un
trabajo de composición cinematográica.
Convertido en indispensable herramienta de trabajo, el proceso de registro y tratamiento del sonido ofrece, de forma concreta, notables recursos compositivos de los que se esbozan algunos a continuación: a)
alteración de las condiciones naturales del sonido (falseamiento de niveles, transformación del equilibrio absoluto de las masas sonoras, manipulación tímbrica, dinámica, etc.); b) modiicación de la espacialidad de
la imagen, tales como marcar movimientos de cámara, desplazamientos
de objetos y/o sujetos, abrir el espacio desde la pantalla a la sala, distribuir los instrumentos en profundidad, modiicar sus distancias, etc. (a
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Música y banda sonora: el oicio de componer
través de la creación de imágenes sonoras inmersivas; mediante el procesado de la señal, o aportando contundencia al sonido con el falseando
de los registros, o alterando los rangos de frecuencias).
La mejora de los sistemas de síntesis sonora, y los ajustados presupuestos de la mayor parte de las producciones, condicionan notablemente esta fase de trabajo. Contar con músicos y formaciones instrumentales
en el proceso de registro queda reducido para aquellas películas con una
mayor dimensión. Lo habitual, cada vez más, es realizar una parte fundamental de la producción musical mediante el uso de librerías de sonidos, algunas de altísima calidad, e incorporar, para aspectos puntuales,
la interpretación de músicos en estudio. La principal ventaja de la colaboración con profesionales que conocen, profundamente, las carencias
y posibilidades de su instrumento es que esta hace posible incorporar
elementos e ideas nuevas, enriquecer el resultado con sus aportaciones.
Cuando los presupuestos son especialmente restrictivos deberás trabajar con sistemas de síntesis para sustituir, parcial —duplicando las
cuerdas, doblando algún instrumento— o totalmente, sonidos e instrumentos acústicos. En todo caso, también es cierto que, cada vez más, el
trabajo con sonidos de síntesis, y la elasticidad sonora que estos ofrecen, permiten obtener sonoridades exclusivas, imprescindibles para la
expresividad narrativa de la música que se busca.
La mezcla de la música cumple el objetivo de ajustar el nivel, calidad
y color de los distintos elementos que la integran con el in de diseñar
su aspecto deinitivo, su presencia como objeto acústico determinado.
Para ello, se siguen unas operaciones básicas: a) asociar y combinar el
número de pistas realizadas en grabación (instrumentos, voces, efectos,
etc.) para reducirlas al número de canales que dispone el sistema en el
que se va a reproducir comercialmente; b) ajustar el nivel de intensidad,
color, timbre y cualidad, a través de herramientas de procesado; c) proporcionar el nivel de señal de cada sonido registrado dentro de la imagen panorámica del sistema.
Este proceso permite todo tipo de manipulaciones sonoras: la supresión
y adición de fragmentos, partes o instrumentos grabados por pistas, la
incorporación de todo tipo de efectos —reverberación, ecos, distorsiones,
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Manuel Gértrudix Barrio y Felipe Gértrudix Barrio
ecualización—, etcétera. Para sacarle el máximo partido posible, es importante guiarse por una serie de criterios: a) que exista correspondencia entre la idea original o primaria, y el efecto sonoro; b) obtener claridad en
el posicionamiento acústico de los instrumentos, evitando la complejidad
y el abigarramiento de densidades; y c) ajustar al nivel estándar técnico,
acomodando las dinámicas a un volumen correcto que facilite la mezcla
de la película, sin que haya necesidad, posteriormente, de bajar o subir la
música para que no moleste o se oiga convenientemente.
Las diicultades más habituales, una vez salvados los problemas de orden técnico, están asociados a la diicultad de acertar sobre el timbre de
determinados instrumentos dentro de cada ámbito concreto de la música.
En la mezcla de la película se establece el estilo global, el diseño de
sonido (Müller, 2008), de la banda sonora, las características que marcan la comunicación acústica con el audioespectador (Chion, 1993). Las
ininitas posibilidades para completar esa estilística, a través del tratamiento de la señal, incluyen la segunda gran manipulación sobre el
resultado registrado de la música, y se toman decisiones estilísticas que
tienen que ver con la concepción que se aplica sobre la presencia de los
diferentes elementos sonoros (Neumeyer & Buhler, 2014: 46). El director, máximo responsable de la película —y por ello de la situación de la
música en ella—, debe ser asesorado por el ingeniero de mezclas y por
ti, como compositor, sobre la intensidad, fuerza dinámica y relación de
coexistencia con el resto de elementos sonoros, de la música, en aquellas
secuencias en las que participa. Se trata de un trabajo que combina tantos elementos técnicos como artísticos (Llinares, 2012: 130).
La representación cinematográica, como se sabe, es una representación que se basa en el efecto de verosimilitud y no en el de veracidad
con lo representado. La consideración de las implicaciones de este efecto
es especialmente relevante en la mezcla de sonido. Como indica Nieto,
la sensación de realidad hay que “recrearla mediante procesos de elaboración. [...] La utilización de criterios realistas estrictos a la hora de
elaborar las mezclas no sólo planteará graves problemas de tipo técnico,
sino que el resultado así obtenido será confuso y de escaso o nulo valor
expresivo” (cit. por Gértrudix, 2003: 185).
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Música y banda sonora: el oicio de componer
Igualmente, se debe estimar el carácter sintético del proceso auditivo
—la no necesaria correspondencia entre planos visuales y planos sonoros— para realizar una mezcla, que en vez de tratar de representar “ielmente” la realidad acústica, pretenda reproducir ese carácter sintético
del sistema de audición. El criterio debe ser el de conseguir la inteligibilidad de la música en el contexto de la mezcla, o lo que es lo mismo,
hacer comprensibles para el espectador los códigos que contiene.
Las probabilidades que ofrece el dispositivo cinematográico para esta
regulación son numerosas, pero también lo son sus riesgos. Con sentido
del humor, E. Wolfgang Korngold decía que “la inmortalidad de un compositor se pierde en el camino entre la sala de grabación y la de sonorización” (cit. por Xalabarder, 2006: 148). Y es que resulta ser un momento especialmente comprometido. No ya porque permanezca aún un
notable recelo ante una presupuesta intencionalidad ególatra del músico,
sino porque en la incorporación de los efectos sonoros aparece una pugna
constante por qué debe prevalecer en cada una de las secuencias donde
efectos y música han de compartir el espacio de lo audible. A este respecto, Les Baxter decía: “las mezclas pueden destrozar cualquier banda sonora. Odio componer música para que luego perezca ahogada por los efectos
del sonido. Por desgracia, el encargado de grabar la música y el de los
efectos sonoros nunca trabajan juntos y cada uno quiere hacer prevalecer
su trabajo” (cit. por Xalabarder, 1997: 32).
Precisamente, una de las cuestiones más problemáticas es la del volumen. Encontrar un consenso respecto al nivel de intensidad sonora adecuada, en el seno del conjunto de elementos acústicos, es, normalmente, complicado. El problema parte de una utilización funcionalista de la música que
no deja ver que, cada bloque, sólo puede producir el efecto que pretende
si aparece en las condiciones en las que se ha sido gestado, lo que incluye,
también su posición y referencia de intensidad. Lo lógico es que como compositor hayas establecido un proceso dinámico en la partitura, que responda
a su intencionalidad dramática. La alteración de esas correspondencias, mediante el artiicio volumétrico de las herramientas de ampliicación, sesga
por completo, cualquier propósito expresivo, pues puede uniformizar el discurso musical y convertirlo en un fondo descolorido y amorfo.
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Por más que parezca imprescindible, pues el objetivo de la música es
integrarse y participar en el conjunto sonoro de la película, no siempre
participarás en las mezclas de la película —por expreso deseo de los directores con los que trabajes—. Justiicar la necesidad de su presencia
es, a todas luces, una obviedad, pero parece necesario remarcarla. Como
compositor no acudes a la mezcla en la defensa de tu trabajo, sino para
colaborar activamente en el funcionamiento de la película; como creativo que pretende potenciar, al máximo, el valor narrativo de la misma.
Sí es esencial, para ello, entender como compositor que existen algunos criterios de mezcla de la película esenciales: a) la música está supeditada a los diálogos y, por tanto, tiene que dejar prevalecer a estos; b) la
música está elaborada con su propio discurso dinámico, debe aparecer a un
volumen adecuado, en un plano sonoro correcto, sin necesidad de tener
que subir o bajar la intensidad salvo lo imprescindible; c) se ha de ajustar ligeramente el volumen y modiicar las ecualizaciones para evitar los
conlictos entre determinadas frecuencias; d) se debe ayudar al director,
que sabe lo que quiere conseguir pero desconoce cómo se puede lograr
técnicamente.
3.6. A veces no llega la musa
Bloquearse, lo que vulgarmente se dice quedarse in albis, es una situación que se produce de forma común, aunque, por fortuna, esporádicamente. Como compositor te enfrentarás en algún momento a esta situación en la que conluyen diferentes circunstancias.
Nunca se trata de un blanco absoluto, un “quedarse seco”. Se trata,
más bien, de un blanco crítico, de una insatisfacción con el material encontrado hasta ese momento.
En la mayoría de los casos se produce en la búsqueda de las ideas, en
el encuentro del tono de la película, aunque hay exponentes en la fase
de desarrollo. En el primer caso, la causa suele ser la diicultad de expresar musicalmente el concepto que se está elaborando sobre la película.
En el segundo, se trata de una cierta pereza, de una fatiga a la hora de
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Música y banda sonora: el oicio de componer
sacarle partido a la idea, y se suele dar en bloques especialmente largos
en los que pesa la necesidad de que no decaiga el interés.
Depende, en gran medida, de factores como el estado de ánimo, la
disposición en ese momento, el interés por el proyecto en que se trabaja,
el grado de agotamiento, etcétera.
La premura de tiempo agiliza la solución. Tener un plazo límite obliga a un estado de concentración tal que impide que los bloqueos duren en exceso. Esos periodos son más dilatados en la composición pura
precisamente porque, salvo raras excepciones —encargos, compromisos,
etc.—, no se cuenta con esos plazos.
El éxito de trabajos anteriores puede convertirse en una lastra. Se
teme fallar en la siguiente realización. Posiblemente, más aún, cuando
se han recibido premios, o el reconocimiento ha sido generalizado y el
compositor siente la presión de la esperanza de los demás. A mayor éxito, mayor exigencia.
El método para salir de esa situación de bloqueo dependerá mucho
de tu manera de trabajar y tus características personales. En unos casos
te resultará útil seguir trabajando hasta dar con la solución. La tarea de
creación depende, fundamentalmente, de la capacidad de sacriicio, de
horas y horas de trabajo, y, por ello, para encontrar las ideas hay que salir a buscarlas. Y hay muchas maneras de hacerlo: indagando en partes
aparentemente intranscendentes del problema, tocando o improvisando,
escuchando referencias, etcétera. En otros caso te vendrá bien tomarte
un descanso y volver al día siguiente sobre ello. Tras el reposo, a veces
las ideas luyen con mayor rapidez, y si te enconas en seguir trabajando,
la ansiedad que te puede producir el vacío y el estrecho margen temporal, potencia el bloqueo creativo.
4. Evaluando el resultado
Todo texto es, en último extremo, un ejercicio pragmático de lectura. La
capacidad potencial de abarcar la totalidad signiicante está a merced de
ese último y verdadero acto de creación textual. La eventualidad de su
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ininitud, como proyecto de actualización, coniere al texto un valor de
sorpresa comunicativa, de viable transgresión informativa. Su individualización como esfuerzo decodiicador, hace posible la revelación estética,
artística e ideológica. Informa la estructura discursiva para convertirla en
elemento de comunicación, en un “aquí y ahora” posibles que descubre el
lector “penetrando la supericie de su medio” (Chatman, 1990: 27).
Consecuentemente, es inevitable que la función del espectador, como
lector-oyente de la música, y último destinatario de la actividad creativa, tenga un peso relevante en la consideración estética que tienes como
compositor.
Considerando que el in último de su música es la comunicación, es natural que se valore la respuesta del espectador a tu trabajo. No obstante,
no se trata de perseguir la consecución de una música que sobresalga de
la película, que sea espectacular. Es, más bien, una cuestión de conjugar
las expectativas del director con las posibilidades que ofrece la película,
con las imágenes que hay rodadas y montadas, y que todo ello proporcione una satisfacción lectora, nunca un halago gratuito. Pero lo que se debe
buscar, no es el espectador como ente genérico, sino una tipología concreta de este que sea capaz de decodiicar los mensajes que se le envían.
El espectador universal es una creación teórica que no es concretable de
forma práctica y, por tanto, no se puede elaborar un mensaje pensando en
un destinatario que no existe como tal. La comunicación que se establece
con él, fuera del plano denotado, se basa en múltiples connotaciones para
las que hace falta poseer un nivel determinado de lectura, imprescindible para asimilar correctamente los contenidos de la obra. Por otra parte,
otra de las características de la música cinematográica es que ese espectador, genérico o característico, es el inmediato, el contemporáneo. No sirve
construir una música que conjugue en condicional. Sus efectos tienen que
buscar el gusto y el saber lector del presente más inminente, de forma que
disponga de las claves de lectura necesarias para disfrutar la obra.
Como compositor debes de tener claro cuál es el “mensaje”, objetivo si
se quiere. Si se pretende lograr con la música un determinado ambiente, una respuesta en el espectador, para ello hay que tener claro cómo
conseguirla, de qué medios valerse. Aún jugando con la ambivalencia
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de la música, con su carácter sugerente, se puede y se debe evitar la
confusión. La música no ha de ir en contra de las imágenes, no debe
buscar por donde la imagen no deja. Lo cual no supone que no puedan contradecirse, sino que sus signiicados, lejos de sumarse, se han de
complementar a través de las múltiples fórmulas que hacen posible ese
complemento. Es evidente que cada espectador, entendido ahora como
individuo, goza de un patrón de lectura. El sedimento de sus experiencias particulariza el mensaje emitido haciéndolo propio e intransferible.
Pero ello no impide que la búsqueda de un espectador colectivo, no universal, sea necesaria y responda, necesariamente, al relejo especular del
espectador-compositor.
Como se deduce, como compositor cinematográico también considerarás la necesidad de sentirte respaldado por el público. En última
instancia, tu esfuerzo creador se cierne en torno a esa voluntad esquiva del aplauso y del reconocimiento de un anónimo público. Pero contar con el espectador no supone sentir la presión de sus exigencias, lo
cual es característico en otros campos de la composición y la interpretación musical. El audioespectador, que como oyente gusta juzgar antes de
escuchar, permanece permeable a tus propuestas como compositor y se
deja seducir por ellas. Como compositor, no obstante, es más importante saber encajar el gusto del director, sus anhelos, pues es esta la mejor
forma de acercarse al espectador. Interpretando sus reacciones, haciéndolas propias, estarás capacitado para provocar los efectos que pretendes en la película.
Como compositor eres también oyente y espectador de tu propia obra.
En esta lectura no sólo introduces tus códigos culturales y personales en
el acto creativo, sino que el feedback que mantienes con tu obra es constante, ya que vas perilándola, precisamente, a través de esos mismos
mecanismos. Cada nueva lectura está engarzada en una retícula de conocimientos, de experiencias, de deseos, de aspiraciones, etcétera. Ello causa, en ocasiones, sorpresas y desasosiegos. En tus imposibilidades de hoy
quieres reconocer las capacidades de su mañana. Como señalaba Rodrigo,
“el artista creador es un eterno descontento consigo mismo porque se reconoce incapaz de expresar lo que quisiera” (Vayá Pla, 1977: 73).
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5. Algunas conclusiones finales
Por in, con la entrega de la música has inalizado tu primer trabajo.
¡Enhorabuena! Ahora conoces mejor cómo funciona este oicio del cine y
has comprendido algunas de las claves sobre cómo trabajar en el futuro,
pero también a las limitaciones que te enfrentas.
Has descubierto que es un entorno de trabajo que cuenta con márgenes temporales muy acotados y reducidos, y que no siempre vas a tener
la oportunidad de entrar en contacto con el proyecto desde el guión;
aunque por otra parte disponer de poco tiempo puede llegar a ser positivo porque incentiva tu actividad creadora. Además, las limitaciones
económicas suelen ser importantes, y esto condiciona el tipo de recursos con los que puedes contar: desde la selección de intérpretes (cuando
puedes trabajar con músicos en estudio), las horas de grabación, etc.,
por lo que rodearse de buenos colaboradores es esencial.
En ocasiones no siempre dispondrás del peso necesario en las decisiones atinentes a la música: especialmente sobre determinadas cuestiones como la presencia de la música en las mezclas, en la posición de los
bloques, en la intensidad, etcétera. Por ello, es fundamental contar con
la plena conianza del director de manera que pueda establecerse cierta
complicidad que facilite, desde el principio, una idea conjunta sobre el
valor narrativo de la música.
Absorto en estas ideas, de repente caes en la cuenta de que aquellos arreglos que estabas haciendo están aún esperando, y que, hasta
que llegue un nuevo encargo cinematográico, posiblemente este seguirá
siendo tu medio de vida. Además, la automatización de los procesos que
permite el software de composición, como Filmstro, puede que acabe con
tus ilusiones. O tal vez no, y se convierta en un nuevo aliado para ese
tipo de proyectos de bajo coste que requieren soluciones rápidas y efectivas y ese sea tu camino.
¡El tiempo lo dirá!
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