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LUIS EDUARDO AUTE Y FILIPINAS

Abstract

“Luis Eduardo Aute y Filipinas”, en Revista Filipina, Invierno 2016, vol. 3, núm. 2, pp. 15-43. Estudio del elemento filipino en la vida y obra de Luis Eduardo Aute, desde su nacimiento en Manila, hasta su último álbum "El niño que miraba el mar", alegoría de toda una vida desde las vivencias de la II Guerra Mundial.

Un joven pintor manileño en la España de posguerra

Gumersindo no tenía muchas más opciones después de 1946: adoptar la nacionalidad filipina, o volver a España. Al optar por la segunda, la identidad filipina de Luis Eduardo estaba claro que tendría que ponerse a prueba en un ambiente extranjero, a pesar de que el niño de once años entendiese castellano y catalán: _____________________ 25 Comunicación directa en carta fechada el 20 de mayo de 2016. 26 Existe una escasísima bibliografía sobre este autor, el cual, sin duda, está esperando a ser recuperado en el puesto que merece dentro de la pintura filipina. Véase Ingresa en segundo de bachillerato en el Colegio de Nuestra Señora de las Maravillas de Madrid, después de una estancia breve en Barcelona. Aunque su cara era caucásica, y hablaba español, tenía una formación filipina, gustos filipinos, y era, a fin de cuentas, un joven asiático en una sociedad de la vieja Europa: "Se siente desplazado no sólo por la altura -él es muy alto-, sino por las distintas inquietudes: a los chicos les atraía el fútbol y los coches, y a él le entusiasmaba la pintura" 29 .

Existe, naturalmente, una cultura humana filipina en la personalidad de Luis Eduardo Aute que, con el tiempo, ha sabido amoldar y, quizás, camuflar dentro de los hábitos españoles. Es innegable que, a pesar de su altura, y de que sacaría medio cuerpo a los filipinos de su edad, su espíritu se había conformado en la ruinosa pero digna Manila. La delicadeza, la ternura, las pocas palabras pero justas, la prudencia de no herir diciendo la verdad, el gusto por el arte, la reflexión introspectiva, mirarse hacia dentro y no hacia fuera, la constante interrogante metafísica, incluso la imitatio Christi como pauta vital, parecen elementos propios de la filipinidad de Luis Eduardo 30 . Esa búsqueda visceral de la expresión entre lo divino y lo humano, entre el sexo y el cielo, es una de las claves de la obra autiana: Y no parece, sino, que la obra de Aute refleja de algún modo la parábola sarcástica que se suele decir para resumir la historia filipina: "trescientos años en un convento, y cincuenta en Hollywood", la esquizofrenia producida por una educación católica, con cultura cinematográfica. Lo cierto es que su obra en España empieza a alejarse de la escuela naturalista de Amorsolo y García Llamas, de los paisajes bucólicos y los retratos naturalistas, y explora los terrenos del surrealismo. Para el año 1955 Fernando Zóbel se vincula definitivamente con la pintura y los pintores españoles, liderando una renovación abstracta que culminará en 1966 con la fundación del museo en las casas colgadas de Cuenca. Aute parecía destinado a seguir la misma trayectoria, como pintor de origen filipino y nacionalidad española, que era capaz de aportar nuevos aires a la anquilosada cultura de la posguerra. Y así promete la primera exposición que realiza en Madrid en 1960 con dieciséis años en la galería Alcón 32 . También lo tiene claro el propio Zóbel en la segunda exposición individual que realiza en la galería Quixote: _____________________ 28 Tuve ocasión de conocer a Fernando Zóbel en Madrid, a consecuencia de mi segunda exposición en la ciudad, en la Sala Quixote, año 1962. Me manifestaba un gran aprecio por mi pintura y me presentó a muchos de los componentes de «El Paso» como la "joven promesa" 33 .

Visto con la perspectiva de los años, hoy en día la obra general de Luis Eduardo Aute ha quedado, tal vez, demasiado determinada por el extraordinario relieve de su figura como cantante y compositor. Sin embargo, nunca ha dejado de pintar, y ha tenido, paralelamente a la producción musical, una producción que se ha desarrollado, de forma natural y continuada, como pintor. Si algún día se analiza extensamente su trayectoria pictórica, en el contexto filipino que le vio nacer, y en el español, donde desarrolló prácticamente toda su labor artística, se podrá valorar la relevancia de su contribución, si no al nivel de Fernando Zóbel (quien rompió también con la tradición naturalista de Fabián de la Rosa), sí como creador de mundos. Habría que buscar su émulo en Juvenal Sansó, un caso similar al de Aute, pero a la inversa. Nacido en Reus en 1929 pero residente en Filipinas desde los cinco años, discípulo también de García Llamas, y autor que refleja en su pintura la germinación de mundos oníricos, no tanto con personajes (como suele Aute), sino con la propia materia orgánica. Visto con esta perspectiva, la obra pictórica de Aute adquiere la dimensión filipina de la que es huérfana, la dimensión de un mundo que necesita crearse y recrearse, volver a los orígenes: "Cerca de la chimenea, ocupa su trono un libro de Manila. Manila, siempre Manila, aunque no haya regresado jamás desde que se fuera" 34 .

II. OBRA 1. Animal de Manila y la génesis de los poemigas Luis Eduardo Aute ha desarrollado una extensa labor como escritor, vinculada de algún modo a la composición de canciones, pero que adquirió en algún momento una realidad autónoma tendente a la creación poética 35 . Seguramente en el proceso compositivo, muchas de las ideas que iban surgiendo no cuajaban al final, quedaban esbozadas, desnudas, descompuestas, o sin componer, una sería de ideas abortadas o malogradas, o sólo figuradas, que resultaban ser las migajas del demiurgo. Y así parece que lo planteaba el propio Aute, como ideas con alma, animadas, que en algún momento se transformaban animalmente, y desbarataban el conato creativo, o lo exponían en su máxima crudeza. Esa reducción o exposición mínima de la creación del alma, esas migajas del animal que quería expresarse, acaban constituyendo un género poético propio: el "poemiga". Y resulta valiosa esta creación ya que, dentro de los géneros breves la visceralidad expresiva. Es como si se mostrasen al populacho las propias vísceras del poema, _____________________ 33. Comunicación directa en carta fechada el 18 de mayo de 2016. 34. Joana Bonet, "Aute y Gil de Biedma: una historia de Manila. El músico y el poeta proyectaron un disco que no vio la luz", en La Vanguardia, 8 de agosto de 2015. 35. Como principal referencia a su papel como escritor, podemos destacar el texto de José Ramón Trujillo, "Luis Eduardo Aute. Una poética de la libertad y la subversión", incluido en L. E. Aute, Volver al agua. Poesía completa, Madrid, Sial, 2015, pp. 151-186 universales -jaiku, siyo, pantun, greguería, aforismo, etc. 36 -, no parece que se haya planteado la reducción al mínimo del acto creativo, no de la agudeza o la invención (que es lo que parece predomina en el resto de géneros), sino del propio acto de creación, exponiendo su esqueleto y en una suerte de sacrilegio poético que no busca la exaltación de la palabra (de nuevo, como parece perseguir el resto de géneros), sino la obscenidad que denuncia:

La palabra, pisada en falso, trampa sobre trampa, camisa de fuerza, policía, Documento Nacional de Identidad, pretexta un ejército.

Debiera enmudecer para siempre jamás tal vez la palabra, empezando por esta que ya no nombro: 37

No es este texto un poemiga, sino un fragmento de un poema perteneciente a La liturgia del desorden . No obstante, preludia fenómenos expresivos que se van a consolidar en el futuro, sin duda la reducción de las palabras, la mayor fuerza expresiva contenida en el menor número de palabras, y la osadía de atentar contra el orden de las cosas. Creemos que, a medida que Aute se interrogaba sobre las claves del proceso creativo, y de sus necesidades expresivas, vio con cada vez mayor meridiana claridad la superficialidad de todo el adorno poético, un boato que entorpecía el fin último del arte. De ahí que, en contenido y continente, en forma y significado, el poemiga apareciese como una animalidad, juego de formas, tamaños y diseños, y juego de aliteraciones, anáforas y paralelismos; pero una animalidad, donde todo es alma. Y de ahí que el poemiga se presentase bajo su nombre más primitivo, ANIMAL, que viene de ÁNIMA, y es anagrama de MANILA: Ha decidido Luis Eduardo Aute que su palabra preferida en español es «animal», que viene del latín «anima». Y lamenta que en el género humano haya pocos animales, es decir, gente espiritual, con alma. Otra cosa, continúa, es la bestia, esa bestia que Significativamente titula este poemiga (antepenúltimo del volumen, pero que prácticamente lo concluye, pues el último es un exabrupto sobre la impertinencia de leer el libro) en lengua tagala, con la expresión "Magandang gabi", buenas noches, una manera de concluir, dada, como siempre, a múltiples interpretaciones. Es una de las pocas licencias en tagalo que hemos encontrado en la obra escrita de Aute, tagalohablante que, sin embargo, podía haber hecho un mayor uso de la lengua. Tal vez en una España demasiado cerrada el empleo de una lengua, ciertamente exótica, como el tagalo, hubiera podido entenderse como una excentricidad gratuita, y prefirió abstenerse de ello.

2. El agua y la teoría de D(yo)s Los poemigas revelan, en su conjunto, un buen número de ideas en todos los órdenes del conocimiento. Se podría pensar que son ocurrencias, o conatos de ocurrencias, pero demasiadas son seis libros de poemigas, el último publicado por Espasa este mismo año de 2016 en un libro de casi trescientas páginas: El sexto animal. Los libros de poemigas son además verdaderas obras artesanales, con cuidado tipográfico y anexos iconográficos, desde el primer Animal (donde se añadían a todo color veinticuatro páginas de inquietantes boligrafías) hasta el sexto (con la adenda Pornografía marmórea o sexo en la bañera de la habitación 19-12 del Holiday Inn de Puebla, México, 2015). Simbólicamente vienen presentados en cubierta con la imagen icónica de una sirena invertida, o un pez con piernas de mujer, o una mujer con cara de pez, imagen abierta a diversas interpretaciones:

Todo este armazón simbólico nos indica la predilección acuática de Aute, cuyos poemas completos se recogen en el volumen Volver al agua, que es también poema pórtico para introducir el conjunto: me apresura la inaplazable sed de volver al agua, al origen mismo donde se fraguara el hierro de la vida, con la irreductible intención de revivir, _____________________ probablemente todos llevemos dentro", introducción de Diego Galán, a Luis Eduardo Aute, El niño y el Basilisco, Madrid, Demipage, 2012, p. 5. desde las húmedas pavesas de lo vivido, tiernos incendios de olas en tus sueños, y en los míos 39 .

Parece claro que, como se demostrará posteriormente en El niño que miraba el mar, la obra de Aute añora el agua, el mar, volver al origen, a las islas, quizás, de una infancia demasiado alejada, de una bahía que le vio nacer, en lo femenino de un pez invertido, o una sirena perdida, en cualquier caso, un monstruo marítimo, un animal de Manila, como el propio escudo de la ciudad:

_____________________ 39 Aute, Volver al agua, ob. cit., p. 12. 40 Luis Eduardo Aute, Animal. Poemigas 1991-1994, ob. cit., p. 86.Luis La dimensión terrenal, o acuática, de los poemigas, tiene también una proyección metafísica de indudable originalidad, en la vinculación del yo con Dios, o del yo dentro de D(yo)s, pues "Dyos" es como se escribe en tagalo. Así lo podemos ver planteado en el poemiga "Libidios del indivi-duo": Según entendemos, el plano personal del yo y de Dyos es uno y mismo, o mismamente, y el yo se encuentra entre la D y la S (D-yo-S), entre Dios y el Sexo, o, inversamente, entre el Deseo Es decir, que el sentimiento religioso es uno y el mismo que el sexual, y el yo necesita tanto a Dios como al Sexo -"trescientos años en un convento, y cincuenta en Hollywood"-. Parecería que está hablando del yo filipino, con toda la naturalidad con la que podría hacerlo un escritor filipino en lengua española. Desde la perspectiva de la literatura hispanofilipina, el planteamiento de Aute, dentro del decurso natural estético y creativo de la actualidad literaria (de la escasa actualidad literaria con la que cuenta la literatura filipina en lengua española), es completamente explicable y razonable. Aute está respondiendo a los impulsos con los que se expresaría un escritor hispanofilipino actual, aunque quizás no es consciente de ello, su presentación es oscura, y la recepción española no es capaz de contextualizar correctamente la voluntad expresiva del creador. Así hace limpieza de conciencia en "Auto de fe": Tal vez ese "autismo expresivo", o a(u)teísmo, ha hecho de la obra autiana un laberinto bastante inextricable, pero sugestivo, indudablemente sugestivo, sobre todo en sus canciones, que han llegado con bastante dilección al público español. No son raros los casos de filipinos que, en la actual diáspora geográfica por todo el mundo, se dirigen a un público no filipino, comenzando por los clásicos Carlos Bulosán o José García Villa para Estados Unidos y, remontándonos más atrás, con prácticamente todos los ilustrados filipinos que se dirigían a una audiencia española, desde José Rizal a Marcelo Hilario del Pilar. Aute no es una excepción ni un caso excéntrico en la historia literaria filipina, sino todo lo contrario: el autor de origen filipino muchas veces se ha dirigido, y se sigue dirigiendo, a un público no filipino.

Muchas de las características de los poemigas nos parecen tener vínculos con la creación oriental, incluso en la brevedad de las formas. Si hubiera sido creado en Filipinas, el poemiga adquiriría sin duda una categoría internacional al lado del jaiku japonés o el pantun malayo, y sería fácilmente convertible en el género breve filipino, pues su propio nombre es de sonora resonancia hispánica, suficientemente exótico, como Filipinas es dentro del contexto asiático. Sin embargo el poemiga es algo español, creado por un "pintor-cantante", o un "cantante que pinta", inclasificable, algo que aturde y confunde al común de la crítica, algo que oscurece y puede llevar el invento a lo anecdótico. No obstante, el valor intrínseco que posee el poemiga ha comenzado a difundirse, acertadamente, en el volumen Poesía amiga y otros poemigas para Aute (2014), con composiciones poemigas por parte de algunos de los más importantes poetas españoles 42 . Sería deseable que algún autor filipino recogiese el guante y devolviese el poemiga al agua.

El niño que miraba el mar

Finalmente, y después de una trayectoria de décadas en donde lo filipino se asomaba tímida y esporádicamente o, al menos, no se manifestaba de forma explícita, Luis Eduardo Aute compuso en 2012 tres obras completamente dedicadas a Manila: su trigésimo quinto álbum de estudio, El niño que miraba el mar; el cuento gráfico El niño y el Basilisco; y un cortometraje de igual nombre. Aunaba en un mismo objeto sus tres artes predilectas: música, pintura y cine. La idea de todas estas composiciones giraba en torno a una fotografía: Fue a partir de una foto que me hizo mi padre sentado en el malecón del "Bulevar", en 1945, y otra foto que me hizo mi hija, azarosamente, en el malecón de La Habana en 2011. Fue el azar quien, juntando ambas fotos, me provocó la canción y la película. Ese trabajo fue muy importante para mí en cuanto a que me re-encontré con mi propia infancia y los fantasmas del paso del tiempo 43 .

La fotografía del niño Luis Eduardo, de dos o tres años, mirando hacia la bahía de Manila sentado en el bulevar, con camiseta a rayas horizontales y mono de pana, con mirada atenta y párvula, es sin duda bellísima, y sobrecogedora, teniendo en cuenta que, lo que dejaba a sus espaldas, era la ciudad más bella de Asia completamente arrasada. Superpuesta esta imagen a la tomada en 2010, sesenta y cinco años después, mostraba claramente el paso del tiempo, no tanto en lo físico, como en lo vivido, toda una vida desde una mirada a otra. La pregunta parece clara: ¿qué pasaría si ambas miradas se cruzaran?:

Me puse a dibujar la escena desde otro punto de vista, más frontal, de modo que se nos vieran las caras al niño y a mí. A partir de esa composición tuve la necesidad de curiosear por el juego de sus miradas observándose mutuamente 44 .

En estas palabras Aute se refiere "al niño" y "a sí mismo", como dos cosas diferentes, como si el niño ya no formara parte de él. Parece claro que sentía una necesidad de volver a ese niño, de volver a los posibles pensamientos que se le cruzaron por la cabeza, recuerdos, olores, impresiones de esa bahía y esa ciudad, la familia, el paso del tiempo, y todo, toda esa conjunción, desde la perspectiva de un señor de sesenta y siete años que ha recorrido medio mundo, pero que no ha vuelto a Manila, mientras que el niño sigue sentado allí:

Cada vez que veo esa fotografía que huye del cliché del álbum familiar, miro a ese niño que hace de vigía oteando el más allá del fin del mar. _____________________ 43 Entrevista electrónica de 4 de enero de 2016. "Fue en La Habana en el verano de 2010, paseando con mi mujer y mis hijos por el malecón, cuando a mi hija Laura se le ocurrió que nos hiciéramos unas fotos «turísticas». Tras mirarlas en la pantalla del móvil me vi en una de ellas sentado en el bordillo del malecón, mirando el mar. Me recordó otra fotografía que me hizo mi padre casi desde el mismo ángulo en 1945 en el malecón de Manila, ciudad donde nací", Luis Eduardo Aute, El niño y el Basilisco, ob. cit., p. 3. 44 Ibid., p. 4.

Aún resuena en su cabeza el bombardeo de una guerra de Dragones sin cuartel, su mirada queda oculta pero veo lo que ven sus ojos porque yo soy él.

Y daría lo vivido por sentarme a su costado para verme en su futuro desde todo mi pasado y mirándole a los ojos preguntarle enmimismado si descubre a su verdugo en mis ojos reflejado mientras él me ve mirar a ese niño que miraba el mar.

Ese niño ajeno al paso de las horas y que está poniendo en marcha su reloj no es consciente de que incuba el mal de aurora, ese mal del animal que ya soy yo. Frente a él oscuras horas de naufragios acumulan tumbas junto al malecón, y sospecha que ese mar es un presagio de que al otro lado espera otro Dragón.

Parece que Luis Eduardo no busca la nostalgia del niño que fue, sino mantener esa mirada, poseer esa mirada de nuevo, esa mirada párvula ajena al mal de aurora, al monstruo que, necesariamente, todos debemos construir en la edad adulta para poder sobrevivir a la jauría social.

El niño que miraba el mar es, hasta el momento, su último álbum de estudio. La canción que daba nombre al disco fue, sin embargo, posterior a la curiosidad gráfica de dibujar el cruce de miradas entre niño y adulto. Los dibujos fueron tramando una historia, cada vez más compleja y rica en matices, y era imprescindible, con la inquietud cinematográfica de Aute, poner todo aquello en movimiento. De este modo se confecciona el bellísimo cuento gráfico El niño y el Basilisco, seguramente la obra que mejor refleja, a golpe de imagen, todo ese subconsciente párvulo, quimérico, de una infancia filipina en una Manila arrasada por el holocausto. Los dibujos dieron forma así a un cortometraje animado de igual nombre, al estilo del largometraje Un perro llamado Dolor (2001).

Estas obras forman en su conjunto una aportación valiosísima a los numerosos testimonios (de todo tipo, desde memorias y diarios, a películas y composiciones) sobre la Segunda Guerra Mundial en Filipinas y, especialmente, sobre los días de febrero que arrasaron en 1945 la histórica ciudad de Manila, la segunda devastación más grande del conflicto mundial tras la de Varsovia. La obra de Aute es además singularmente original, pues no conocemos ningún cuento infantil, o recreación desde una visión párvula, de los horrores de 1945, además con una narración tan evocadora y fascinante como la de un niño que mira al mar, teniendo como telón de fondo tanques y escombros, y subiéndose a hombros de la bestia para escapar de toda aquella barbarie, sin saber que acabará siendo esa bestia, el basilisco con el que huye, el mal de aurora, la más melancólica de las penas: "Ese niño ajeno al paso de las horas/ y que está poniendo en marcha su reloj".

Son numerosos los dibujos que por sí mismos valen una obra, desde los aviones acercándose a Manila, los pájaros de fuego 45 en trazos exquisitamente realizados, hasta todos los detalles del niño entre escombros mirando el mar. Pero quizás el dibujo más evocador y complejo de toda la serie sea la fuga del niño a lomos del basilisco, desde una perspectiva cenital y sobrevolando los tanques y las ruinas, ruinas que parecen nacer de las piernas abiertas de una mujer. Como metáfora de lo sucedido en 1945, este dibujo realmente adquiere connotaciones sublimes. Por fin, Aute ha mostrado su filipinidad.

III. CONTEXTO 1. Aute y el escritor filipino de posguerra Luis Eduardo Aute estaba destinado a seguir la escuela de pintura filipina y constituirse, probablemente, como otro Fernando Zóbel, abandonando el realismo de Amorsolo y García Llamas para crear según patrones abstractos, vanguardistas o surrealistas. Sin embargo, un accidente del destino le fue arrastrando hacia la música, la composición y -parece ser que bastante a regañadientes-la interpretación. La composición de canciones vendría determinada por un gusto a la escritura, a la poesía, y a la creación de guiones cinematográficos durante la adolescencia. El niño Luis Eduardo escribe seguramente sus primeras composiciones en inglés. Ningún texto de este primer periodo, que sepamos, ha visto la luz. Sería muy interesante poder estudiar estas primeras obras en el contexto filipino en el que surgieron o del que nacieron, pues muchos autores filipinos en lengua inglesa comenzaron igual que Aute, con ejercicios escolares. En fin, tampoco parece que se hayan difundido los primeros textos autianos en castellano, que seguramente fueron muchos, y muy valiosos para conocer la personalidad juvenil del que luego sería uno de los mayores compositores de canción en español: Empieza a sentir la necesidad de escribir. Lo primero que realiza en castellano es una especie de cuento semi-policíaco de cinco folios. Y poemas, siempre ha habido poemas. De ese tiempo es un grueso libro -que él mismo mandó encuadernar-titulado Los estertores. Son textos muy largos, medio poemas, medio guiones de cine, con descripciones, imágenes y diálogos, que tienen una rara mezcla de Lorca, de ciencia-ficción y del montaje cinematográfico. También es de esa época su primer guión de cine 46 . Poesía y cine, no parecen artes ajenas a los inquietos filipinos que, en los años cincuenta y sesenta, querían escribir. Todo lo contrario, eran seguramente las formas expresivas predilectas de la generación filipina de posguerra (la novela y el cuento, con gran auge antes de la guerra, decaen en producción). El guión cinematográfico es un campo abierto a la experimentación. Muchas obras quedaron y siguen permaneciendo simplemente en manuscrito, o mecanoscrito, o han sido consumidas por el olvido. Poseemos dos mecanoscritos inéditos de Flavio Madrid que tratan, precisamente, de la Segunda Guerra Mundial: The Long Long Week, y An Echo of Memory, textos que publicaremos en un futuro. Se trata de un caso muy similar al de Aute: miembro de una familia hispanohablante filipina de origen español (cuyos miembros prácticamente murieron en la guerra 47 ) que escribe poesía en español y guiones de cine en inglés.

Si las inquietudes literarias de Aute no son ajenas a los jóvenes filipinos de la época, tampoco lo es su crítica a la generación ilustrada, pues ilustrados se llamaban los intelectuales filipinos que se enfrentaron a la americanización. Como hijos de un sistema americano, liberal, que forzosamente debía renegar del antiguo régimen y de la burguesía imperante (por muy burgués que uno fuese), era casi obligatorio denostar la cultura de la generación previa, y abrazar la modernidad práctica americana 48 . Sin duda después de que América se convirtiera no en el "colonizador", usurpador de la República de Malolos y genocida de cientos de miles de filipinos en 1902 49 , sino en el "libertador" que acabó con la barbarie japonesa. En fin, dentro de este contexto creemos que hay que situar varias composiciones de Luis Eduardo Aute que emplean explícitamente el concepto de ILUSTRADO, resaltándolo en poemigas anticlasistas que bien pudieran haberse escrito en Filipinas, y cualquier filipino los podría entender con meridiana claridad. Por ejemplo podemos citar el poemiga perteneciente a la sección "Desánimos razonablemente ilustrados", y titulado "Laicos like us", un juego de palabras en español e inglés muy típico filipino: _____________________ No sin cierta bondad algún respetuoso lumpen llamó "nepotismo ilustrado" a lo que no es más que una casta de clase dirigente con apellidos endogámicamente ilustres aunque, obviously, hijos de un pensamiento políticamente correcto 50 . Otro poemiga en la misma línea es "Prestidiagitador", que parece presentar a la generación de Aute como la del "iluso ilusionista", frente a la del "ilustre ilustrado". Así, frente a la clase ilustre, a la juventud le queda la imaginación, la ilusión, aunque sea ilusa y, también, la iluminación, camino indudablemente místico e intuitivo, vía intuitiva frente a la razón. No parece sino que Aute había leído algún libro sufí o budista; en cualquier caso, pensamiento muy oriental frente al imperio de la razón: I Contra la ILUstración Imaginación -le propuso (sacándose de la chistera un saco de chistes sin fondo) el ILUso ILUsionista al ILUstre ILUstrado.

II La ILUminación es el caminosugirió Buda.

-¡Vade Retro, Satanás! -le respondió el ILUstre mercader 51 .

Finalmente, un poemiga de construcción fascinante, donde se mezclan tantos elementos que es imposible desentrañarlos todos: el lenguaje roquero, la metafísica, la teología, el juego de palabras y letras, mezcla de inglés y español, lecturas metatextuales, y referencias al "primero de los ilustrados" que, para cualquier filipino, es José Rizal. Éste es el poemiga "Come on baby light my fire": Pero al pesimismo como tono constante sigue la rebeldía, osada y temeraria casi hasta la locura, en un extremo que exalta lo Quimérico como categoría existencial. Lo Quimérico había sido uno más de los recursos modernistas empleados para contribuir a la gestación de una estética netamente filipina, la cual permitiese crear una ideología nacionalista con la que enfrentarse a la agresión cultural norteamericana 55 . La generación de escritores en inglés, cuyos padres hablaban español, es el fenómeno literario que Nick Joaquín alegoriza a través de los dos ombligos en la novela posbélica The Woman Who Had Two Navels (1961), y que yo llamo «Quimerismo literario»: dos células, dos matrices culturales que se unen en conglomerado artificial y antinatural, y que causan irremediablemente una doble fractura, social (entre generaciones -padres e hijos-, y clases sociales -ilustrados y pensionados-) e identitaria. El siguiente texto de Nick Joaquín, seguramente poco conocido en España, habla a las claras de la juventud filipina de posguerra:

All over the country in those days young men were tending newspapers, writing poems, going into politics, looking for gold mines. The ferment of the Revolution had bred a climate in which poets and artists had political effects; now came the inheritors, the Esteban Borromeos-young men who, in the 1890s, had been students plotting in the cafés of Madrid and Barcelona, or starving in Parisian garrets, and who would be gathered, at the outbreak of the Revolution in the Philippines, into the military jails of Spanish Morocco, but would come trooping home in time to join in the fight against the Americans, and to rock the 1900s with their insurgence. In two swift decades they would find themselves obsolete-discarded and displaced persons gathering in each other's parlors to revile the present and regret the past. The future of which they had so happily babbled had turned into a dead end. They were to have no continuation; a breed and a history stops abruptly with them. Not from these protagonists, with their fine manners and classical vocabularies, would evolve the mind of the following generation, which was actually to speak in another tongue. A people that had got as far as Baudelaire in one language was being returned to the ABC's of another language, _____________________ 54 Guillermo Gómez Rivera, Con címbalos de caña, Sevilla, Moreno Mejías-Wanceulen, 2011, p. 47. 55 Cf. I. Donoso, "Lo Quimérico: notas de estética gomezriveriana", en Revista Filipina, Primavera 2016, vol. 3, núm. 1, pp. 65-92. and the young men writing in the 1900s would fine that their sons could not read them. The fathers spoke European, the sons would speak American. The face of Esteban Borromeo's generation and its hapless journey from the battlefields of the Revolution to the anachronistic parlors of the 1930s may be traced in the way he named his four sons: the first after Victor Hugo, the second after Porfirio Díaz, the third after Rubén Darío, and the fourth after the hero of the Aeneid 56 .

De haber seguido en Filipinas, seguramente Luis Eduardo Aute hubiera sido un pintor vanguardista y un escritor en inglés. Lo que parece claro es que los impulsos de su generación se los llevó a España consigo: el inconformismo, la constante crisis de identidad, y la quimera como última esperanza:

Siempre fui dócil al ser reclamado para ser cauce de alguna quimera, aunque ese cauce tal vez no sirviera para achicar todo el cieno estancado. Así dice en la canción "Un verso suelto" de El niño que miraba el mar. O también "En estos tiempos por venir": Pero me vais a permitir que ante estas ciencias y ficciones de vacío mercados y banderas cosmética y horteras… jamás renuncie a mi incurable desvarío de besos y quimeras.

Este tipo de textos y contenidos no parece demasiado diferente al expresado por Gómez Rivera en la otra parte del mundo, coetáneamente, habiendo vivido la misma infancia: Las dudas de la fe, el ateísmo y la interrogante sobre la creación y el ser humano, al mismo nivel todo ello que el amor erótico, son temas permanentes en Aute, planteados a veces como una batalla celestial, con la aparición de Luzbel, ángeles y demonios. Así en "Ángelus": Desciendan de la Gloria legiones de arcángeles armados de cólera divina fieramente resueltos a expulsarnos del Paraíso.

[…] Desaten sus iras, alados ejércitos sin sexo ni cerebro, cobardes hermanos de quien osó, Luzbel, imitando al Creador, ser humano. Ataquen inmaculadamente atacados por la envidia de no estar hechos a imagen y semejanza del Amo… 58 La reciente novela de Gómez Rivera, Quis ut Deus, relato mitológico entre anitos y asuanes en la isla de Panay durante la posguerra, tiene elementos que recuerdan mucho a la aproximación que hace Aute: -Sí. Cápiz es bonito… -cabeceaba Don José-, pero en sus espesísimos manglares y nipales es también madriguera de asuanes vampiros que, en tagalo, se llaman mananangal. Pues cuando se transforman de personas normales a vampiros, su cuerpo se separa en dos por la cintura. La parte superior se le crece alas de murciélago por las espaldas y vuela en busca de víctimas a desangrar, mientras que la parte inferior se queda en tierra escondida entre los nipales 59 .

La transformación de los personajes en asuanes y monstruos, historias propias de la mitología filipina, recuerda, indudablemente, al basilisco autiano. En Quis ut Deus se atenta contra lo racional, contra el logos, para ser la palabra sepultada en un mundo de ultratumba que lucha entre lo apolíneo y lo dionisiaco, entre la ortodoxia de una escritura formalista y la necesidad de volver a la oralidad. Así comienza el capítulo 48 de la novela:

La muerte de muchos asuanes y muchas mananangales, amén de la muerte de los vampiros americanos en Tabugón, Dingle, no se dio a conocer por la existente prensa de la ciudad y provincia de Yloílo ni por la de Manila. No se le quería informar al pueblo filipino en general. Las autoridades americanas amenazaron con grandes multas y confiscaciones de propiedades a los periódicos y periodistas que se atreviesen a publicar algún relato, o comentario, sobre la guerra entre malignos y civiles. Pero, el pueblo lo sabía todo de todos modos. La noticia corrió por boca a todas partes. El odio popular contra los invasores americanos recrudeció pero el pueblo, prudente a la vez de astuto, disimulaba sus sentimientos con mucha destreza. Los cantaores de composos en lengua bisaya aludían, sin embargo, a este hecho en metáforas y parábolas 60 . Los composos nos llevan a hablar de la juglaría moderna, ya no tanto la internacional, de Leonard Cohen a Bob Dylan, la canción francesa o la nueva trova cubana, sino la propiamente filipina, que tiene en Freddie Aguilar su principal estandarte. Es una lástima que durante su carrera como cantautor Luis Eduardo Aute no se haya fijado en Filipinas. La canción "Anak" (con el significado de "Hijo" y dedicada a los niños depauperados de la pobreza del tercer mundo) del cantautor Freddie Aguilar fue un éxito internacional en 1977 y fue traducida a más de veinte lenguas. Hubiera sido bastante interesante ver una mayor vinculación de Aute con la música filipina, del mismo modo que la tuvo con los cantautores cubanos. Una versión en español de "Anak" por Aute es indiscutiblemente una de las maravillas culturales que nos hemos quedado sin disfrutar.

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Hay similitudes también entre la poesía de Aute y la anarquía intelectual de Edmundo Farolán, sus juegos de palabras, repeticiones, e inconsecuencias, que revelan el esqueleto mismo de la composición, y la incapacidad de las palabras: En fin, con este pequeño trabajo hemos querido hacer un reconocimiento a la labor de Luis Eduardo Aute, artista, pero sobre todo persona, en unos momentos difíciles. Aute ha querido ser siempre ser humano, un simple ser humano, nada más, al margen de banderas y patrias. El asuán que todos llevamos dentro le devoró la infancia, o así nos lo contó, una infancia que volvió por casualidad, desde La Habana. Nos queda la pregunta de por qué no regresó a Manila, para recobrar la infancia mucho antes o, quizás, dar respuesta a alguna de las preguntas que durante toda su obra se plantean. Nos queda la pregunta de por qué Filipinas está tan extrañamente ausente. No cabe duda de que la inmensidad de su figura hubiera hecho mucho bien al conocimiento y reconocimiento de la cultura filipina en España. Tal vez a Luis Eduardo le importaba más el estar que el ser, y fue, o pudo ser, en Filipinas, pero estaba en España. Es nuestra voluntad, con su permiso, incluirle en un mundo filipino actual que le necesita, para explicarse, y explicar, la sangría humana sufrida tras la Segunda Guerra Mundial.