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Colección de Monografías del Museo Arqueológico de Tetuán (II)
En la orilla africana
del Círculo del Estrecho.
Historiografía y proyectos actuales
Actas del II Seminario Hispano-Marroquí de especialización en Arqueología
Darío Bernal, Baraka Raissouni, José Ramos, Mehdi Zouak y Manuel Parodi (Editores)
Servicio de Publicaciones
ÍNDICE
11
Presentación
María José Valencia García
15
Crónica del II Seminario Hispano-Marroquí de Especialización en Arqueología
José Ramos, Darío Bernal, Manuel Parodi, Mehdi Zouak y Baraka Raissouni
Bloque I. Historiografía
33
Los primeros pasos de la Arqueología en el norte de Marruecos
Enrique Gozalbes
63
Notas sobre Historiografía Arqueológica Hispano-Marroquí. 1939-1946, Pelayo Quintero
Manuel J. Parodi
93
Las prospecciones de Miguel Tarradell en estaciones de superficie
del noroeste de Marruecos
Enrique Gozalbes
105
El africanismo en los estudios pre- y protohistóricos. La aportación de Miguel Tarradell
José Ramos, Manuela Pérez Rodríguez, Juan Carlos Domínguez Pérez y Eduardo Vijande
143
L’établissement préromain d’Emsa (Tétouan, Maroc)
Mohamed Kbiri Alaoui
155
Los Congresos Internacionales sobre el Estrecho de Gibraltar
Fernando Villada
185
En la otra orilla. La Arqueología española frontera a la del norte
de Marruecos: algunas notas
José Beltrán
Bloque II. Proyectos arqueológicos actuales
209
Reflexiones sobre la investigación y su proyección socio-económica:
España-Marruecos/Marruecos-España
Diego Ruiz Mata
221
El Arqueológico de Tetuán, una plataforma científica para el conocimiento
de las civilizaciones humanas del Estrecho de Gibraltar
Mehdi Zouak
231
La Carta Arqueológica del Norte de Marruecos (2008-2012).
Un ilusionante proyecto hispano-marroquí de valorización patrimonial
Darío Bernal, Abdelaziz El Khayari, Baraka Raissouni, José Ramos y Mehdi Zouak
265
Carta Arqueológica del Norte de Marruecos (campaña 2008).
Primeros resultados de las ocupaciones de sociedades prehistóricas
José Ramos, Mehdi Zouak, Eduardo Vijande, Juan Jesús Cantillo, Manuela Pérez Rodríguez,
Salvador Domínguez-Bella y Ali Maate
313
El valle del río Martil en época preislámica e islámica.
Primeros resultados de la Carta Arqueológica (campaña 2008)
Darío Bernal, Baraka Raissouni, Abdelaziz El Khayari, Layla Es Sadra, José Juan Díaz Rodríguez,
Antonio M. Sáez, Macarena Bustamante, Fernando Villada, José Lagóstena, Juan Carlos Domínguez Pérez
y Manuel J. Parodi
351
Actuación arqueológica preventiva en el asentamiento púnico, mauritano y medieval
de Quitzán (Tetuán). Resultados preliminares
Darío Bernal, Abdelaziz El Khayari, Baraka Raissouni, Layla Es Sadra, Antonio M. Sáez,
José Juan Díaz Rodríguez, Macarena Bustamante, Macarena Lara, José Vargas y Cristina Carrera
381
Geología y arqueometría en la región Tánger-Tetuán. Recientes proyectos de investigación
Salvador Domínguez-Bella y Ali Maate
397
Caractérisation du Néolithique ancien de Kahf Boussaria
Abdelaziz El Idrissi
425
Lixus: el sector oeste del conjunto monumental
Carmen Aranegui y Ricardo Mar
441
Etude du territoire de Loukos : nouvelles dates pour les centuriations
Mohamed El Hasroufi
459
Histoire des fouilles à Tamuda
Mustapha Ghottes
473
La torre noroeste del castellum de Tamuda (Tetuán, Marruecos): últimos avances
sobre su proceso de construcción y evolución histórica
Juan Campos, Victoriano Cortijo, Salvador Delgado, Jessica O’Kelly, Javier Verdugo, Nuria de la O Vidal,
Mustapha Ghottes y Baraka Raissouni
537
Reconsiderando la datación del castellum de Tamuda.
Actuación Arqueológica de apoyo a la restauración en la puerta occidental (2008)
Darío Bernal, Macarena Bustamante, Antonio M. Sáez, José Juan Díaz Rodríguez, José Lagóstena,
Baraka Raissouni, Mustapha Ghottes y Javier Verdugo
609
La materia de Tamuda. Su conservación
Juan Antonio Fernández Naranjo
627
Anexo. El Plan Estratégico de la Zona Patrimonial de Tamuda (PET)
Los primeros pasos de la
Arqueología en el norte
de Marruecos
E. Gozalbes
Resumen
Se expone un análisis de los comienzos de la arqueología en la península Tingitana, con los
hallazgos fortuitos en Tánger, Ceuta y otros lugares, la labor de los pioneros en el siglo XIX
(De las Cuevas, Tissot, Martinière), y la primera organización de la arqueología en la primera mitad del siglo XIX (Mission Scientifique du Maroc dirigida por Michaux-Bellaire)
en Tánger, y la actuación de los españoles (Montalbán y la Junta Superior de Monumentos
Históricos de Marruecos) en Tetuán. Se recogen datos diversos acerca de las distintas aportaciones a la arqueología antes de 1940: paleolítico, prehistoria reciente, arqueología clásica, y arqueología islámica y moderna.
Palabras clave: Historiografía, Arqueología, exploración científica, colonialismo.
← Lixus. Conjunto de
salazones nº 10. Sala de
despiece del pescado.
33
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
Introducción
Desde comienzos del siglo XX la arqueología ha venido aportando abundante documentación para el conocimiento de la península Tingitana. La misma se define
a partir de tres fachadas litorales diferentes, la del litoral de Tetuán que sirve de límite respecto a la zona del Rif, la del Estrecho, de intenso contacto con el litoral hispano pero de difícil navegación, y finalmente la del Atlántico, por lo general de
carácter bajo y arenoso. Esta zona occidental es la única plenamente abierta, puesto
que en la oriental el valle de Tetuán es una excepción, y las ensenadas del Estrecho
son de escasas dimensiones; por el contrario, la zona del interior se caracteriza por
su carácter agreste y montañoso, la cadena de Yebala, prolongación de similares
características del Rif, y sirve mucho más de aislante que de comunicación.
Estas características geográficas han marcado siempre la ocupación territorial
por parte de las comunidades humanas. Las únicas ciudades, ligadas a la explotación agrícola, o al desarrollo portuario, han estado en el valle del Martín
(Tamuda y después Tetuán), en la costa del Estrecho (Ceuta), o han ocupado las
zonas más fértiles y llanas del Fahs tangerino (la Tingi de la antigüedad) o de las
llanuras entre Larache y Arcila (Lixus y Zilil), o el curso del río Lucus. Estas características geográficas también explican la peculiaridad de los hallazgos arqueológicos en la península Tingitana.
Cada vez que se ha realizado una “carta arqueológica” los datos han sido coincidentes en ese vacío de hallazgos en el interior del Yebala; desde la primera y tosca
sistematización, la Carta arqueológica de César Luis Montalbán (1933) a la Guía
arqueológica del Marruecos español de Tarradell (1953), por supuesto, no rectificado por las Contributions à l’Atlas archéologique du Maroc, publicados en su día
por el Bulletin d’Archéologie Marocaine (elaboración de Ponsich y de Tarradell) que
volvían a centrar los hallazgos en los dos extremos litorales. Las investigaciones más
recientes no han hecho otra cosa que volver a documentar hallazgos arqueológicos en los mismos o en similares lugares a los estudiados hasta el momento.
Arqueología e institucionalización
La historia de la arqueología en el norte de Marruecos puede dividirse en varias
etapas. En lo que a nosotros nos interesa podemos considerar la primera fase anterior al siglo XX, y la segunda entre ese momento y la Segunda Guerra Mundial.
La transición entre una etapa y la otra viene marcada por una cierta institucionalización de la arqueología, que superaba la etapa de las voluntaristas actividades desarrolladas hasta ese momento por parte de agentes consulares, tales
como fueron los franceses Tissot o De La Martinière, o los españoles De Cuevas
y Rotondo, o incluso las actividades de los sacerdotes españoles en la Misión
que realizaron una labor protectora muy poco conocida. Inicialmente el cambio se produjo en Tánger, desde el año 1904, con la actividades de la francesa
Mission Scienfique du Maroc, dirigida por Edouard-Leon Michaux-Bellaire, que
durante algunos años realizaría excavaciones y exploraciones en ese territorio
(figura 1), excavaciones desarrolladas por G. Salmon y S. Biarnay.
34
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Figura 1. Buchet y
Michaux-Bellaire en el
descubrimiento de una
tumba púnica en Tánger.
En lo que respecta al resto del norte de Marruecos, en los últimos años de la independencia de Marruecos se estaba produciendo un deterioro bastante fuerte; la
apertura del país al exterior, en un medio de crisis de autoridad por parte del
Majzen, facilitaba un fuerte expolio de objetos arqueológicos que salían del país.
En Lixus una compañía alemana, eso sí bajo protección española desde 1911, había
comenzado a explotar como cantera la ladera norte de la colina, destrozando parte
de una de las principales necrópolis de la ciudad (figura 2). El agente consular español Adriano Rotondo, ante el deterioro, había solicitado permiso para efectuar
excavaciones en Lixus, pero el Gobierno Cherifiano denegó el permiso, y prohibió
todo tipo de exploración arqueológica en el país. En esta situación fue en la que en
1912-1913 se estableció el Protectorado español en el norte de Marruecos.
Un Dahir de agosto de 1913 se ocupaba ya de la conservación de los monumentos y objetos artísticos e históricos de la zona de protección asignada a
España. Problemas en la organización y en la propia concepción del Protectorado,
así como la absoluta ausencia de un personal adecuado, condujeron a retrasar
decisiones de tipo organizativo. En 1916 se creó una Junta Superior de Historia
y de Geografía de Marruecos, ineficaz y con sede en Madrid. Hasta 1919 no se creo
en Tetuán la Junta Superior de Monumentos Históricos y Artísticos, que sería la
encargada de proteger y de investigar el patrimonio, con su sede central en
Tetuán y que en el futuro tendría sedes locales (muy poco o nada activas) en algunas de las escasas ciudades del norte de Marruecos (Gozalbes, 2005, 116). La
dirección de la JSMHAM quedó virtualmente en manos de los intérpretes principales, primero Clemente Cerdeira, y después Emilio Álvarez Sanz-Tubau.
35
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
Figura 2. La cantera de
Lixus en 1913.
En cualquier caso, el retraso también venía condicionado por las dificultades del
ejército español para controlar el territorio. La primera actividad importante realizada fue el encargo a un antiguo viajero y explorador, César Luís Montalbán (figura 3), para que realizara prospecciones en el valle del río Martín, producto de
las cuales fue la localización en el año 1921 de la antigua ciudad de Tamuda.
Montalbán fue nombrado en 1923 como “Asesor Técnico”, y a partir de 1926 en
el organigrama, ya con la existencia de hecho de un Servicio de Arqueología, como
“Inspector de Antigüedades” de la JSMHAM. Su dilatada labor, que aparecerá en
muy diversas ocasiones en este trabajo, presenta claros y oscuros, pero resulta imprescindible superar la etapa de ignorancia de los resultados de sus trabajos, plasmados en Memorias inéditas escritas a máquina y de las que existen algunas copias.
En lo que respecta a Museos, en Tánger, la colección de objetos arqueológicos
de la Mission Scientifique pasó por diversos destinos, incluida su ubicación en
el Licée Regnault de esta ciudad, su fecha oficial de creación debe considerarse
1928, cuando la colección organizada por Michaux-Bellaire pasó al Palacio del
Bajá Ahmad al-Riffi en la Kasbah. El Museo vivió de forma lánguida a lo largo
de los años treinta cuando en el mismo ingresaron donativos particulares, así
como hallazgos diversos, entre los que destacó especialmente la estatua romana
de la noble mujer con túnica, bellísima producción de la época de los primeros
Antoninos, y sin duda una de las mejores piezas escultóricas de la Tingitana.
Por otra parte, en Tetuán la JSMHAM organizó en 1924 una exposición temporal, a la que de una forma pomposa desde 1926 llamó “Museo”. La verdadera
creación del Museo Arqueológico de Tetuán se produjo en noviembre de 1931,
con edificio propio, en el que se ubicaron por vez primera no sólo los objetos procedentes de Tamuda sino también una parte de los de Lixus; en efecto, algunas
piezas de esta ciudad se trasladaron al Museo Arqueológico Nacional de Madrid,
y con las restantes se formó una sección del Museo tetuaní. En 1940 el Museo se
trasladaría al edificio actual, por lo que es muy corriente confundir inauguración
del edificio con la del Museo que en realidad se efectuó en 1931 (figura 4).
Montalbán elaboró el Catálogo de los objetos que existen en el Museo Arqueológico
de Tetuán, informe o memoria que presupone la existencia del propio Museo,
por lo que de forma razonable es posterior a 1931. El hecho se confirma con la
36
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
indicación de que el encabezamiento es de la Junta Central de Museos de Museos
de Marruecos, que es una denominación ambigua pero que, por la referencia a
“Central”, indica el periodo de la Segunda República española, probablemente
en el año 1932. Y también complemento el “Mapa arqueológico” (1933) con
notables imprecisiones.
Investigaciones sobre Prehistoria Reciente
El Marruecos más primitivo surgió ante el conocimiento debido al impacto que
en los viajeros ingleses iba a ocasionar el monumento protohistórico de Mezora.
Como una simple curiosidad, sin relación con el pasado, el monumento ya fue
conocido por los portugueses; la crónica Anais de Arzila, de Bernardo Rodrigues,
menciona en el siglo XVI la que denomina Pedra Alta, obvia mención del monolito más alto (“El-Uted”), por donde pasaron en diversas ocasiones con motivo de sus cabalgadas, y a la sombra de cuya piedra descansaron no pocas veces,
preguntando sin respuesta acerca de quiénes la habían levantado.
Figura 3. César Luis
Montalbán Mazas.
Foto de 1923.
No obstante, fue en 1828 cuando el monumento recibió la visita de Sir Arthur
Capell Brooke, quien publica los primeros datos sobre el mismo en 1831 en el
tomo II de su Sketches in Spain and Morocco, relato de viajes por los dos países.
Cappel Brooke realiza la primera descripción bastante exacta del monumento,
que nombra como “El Uted”, cuenta los monolitos que estaban a la vista (noventa) y reseña otros existentes en la zona y que reflejan, a nuestro juicio, la
existencia de otras posibles tumbas. Incluye además el primer dibujo conocido
sobre Mezora. Y lo que será más trascendental, Cappel Brooke relaciona su construcción con los hombres primitivos, en concreto considerando que se trataba
de un túmulo antiguo, en relación con las construcciones druídicas, nombrando
como modelo de forma expresa Stonehenge.
El relato de Capell Brooke sobre Mezora iba a causar una cierta conmoción en
algunos círculos eruditos de Gran Bretaña. Desde ese mismo año alguno de los
Magazines británicos se hicieron eco de aquello que les llamaba más poderosamente la atención: la extensión de los druidas celtas nada menos que hasta
Marruecos, de forma que Mezora atraía, ya que hermanaba a británicos y a marroquíes. Ello ocasionó que rápidamente se realizara la visita por parte de muchos viajeros que desde España accedían al país africano en busca de exotismo.
Entre ellos puede mencionarse a Robert Spence, quien en 1837 publicó (A visit
to Wazan, the sacred city of Morocco) la referencia a su paso por el lugar. A su juicio se trataba de un “círculo druídico” al que atribuye más de 220 yardas de circunferencia. No aporta gran cosa, si bien es destacable el hecho de que realizara
un nuevo grabado sobre el monumento, en el que de nuevo destaca la silueta de
El-Uted.
En años siguientes visitarían Mezora, eso sí con mención muy somera, John
Davidson, quien publica en 1839 Notes taken during travels in Africa; David
Urquhart, que recoge un relato más extenso en The Pillars of Hercules. A narrative of travels in Spain and Morocco in 1848; o John H. Drummon Hay, que se
37
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
limita a mencionar la colina y el gran monolito y círculo
en Western Barbay, its wild tribes and Savage animals, obra
publicada en 1844. En cualquier caso, Tissot sería después
de Cappel Brooke quien expondría más en detalle, junto
a su colaborador M.G. Bleicher, las características de Mezora, ahora ya perfectamente identificada como tumba.
Tissot señalaba que los dos monolitos redondeados, de
un metro de altura, descritos por Capell Broke y que formaban una especie de puerta de entrada (uno de ellos
con una serie de trazos entrecruzados), no eran visibles en
ese momento.
También Tissot fue el primero que indicó la realización de
una “excavación arqueológica” en un abrigo rocoso ubicado algo al sur del cabo Espartel en Tánger, indicando la
aparición de algunos fragmentos de sílex y de puntas de
flecha bien trazadas; cerca de este lugar añadía que había aparecido un hacha de piedra pulimentada (Tissot, 1877, 176),
todo lo cual apunta a restos del Neolítico. Tissot mencionará además una gran cantidad de túmulos de la Prehistoria
avanzada en las colinas entre Alcazarquivir y Tlata de Raisana
y junto al río Mejazen bastante más al norte.
Figura 4. Vitrinas de una
sala del Museo
Arqueológico de Tetuán.
Foto de 1935.
Estos restos, quizás tumbas del periodo mauritano, no han sido nunca estudiados, aunque por esas mismas fechas fueron observados por el agente consular español en Larache, Teodoro de Cuevas. Realizó a caballo una curiosa visita a Mezora,
que consideró un templo druídico, y rechazó las fantasiosas consejas que corrían
acerca de que se tragaba a los animales: “hemos estado a caballo con seis o siete
amigos en aquel mismo sitio, sin haber experimentado percance alguno” (Cuevas,
1883, 168). Menciona de forma imprecisa, con una toponimia difícil de precisar,
los principales de ellos, los que los naturales llamaban “sepulcros de gigantes” o
“Cobar al-Johal”. Eran nueve de unas proporciones muy considerables, una decena de metros de diámetro, y unos seis o siete de altura, lo cual los relaciona en
dimensiones con Mezora. Los describe como construcciones de base cuadrada, cubiertas de terraplenes que forman una plataforma superior.
Las primeras exploraciones de carácter científico fueron desarrolladas en Tánger
por parte de la Mission Scientifique du Maroc. Destacó a este respecto la exploración de las tumbas de cista de la Edad del Bronce que Tissot había mencionado en El Mries. La gran mayoría de ellas habían sido violadas, pero contenían
todavía algún material: los esqueletos, fragmentos de cerámica, en una ocasión
fragmentos de concha de tortuga. Es importante que en las excavaciones entonces realizadas se detectaron datos sobre el ritual funerario: eran tumbas por
lo general colectivas, en las que en algún caso se habían depositado los huesos
que habían sido teñidos de rojo.
Pallary había señalado en el tangerino cabo Malabata restos de habitat con los
residuos de conchas, de época neolítica. La exploración principal de la Mission
38
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Scientifique fue realizada en la excavación de la denominada
“Grotte des Idoles” en el conjunto de las llamadas Grutas de
Hércules. Aunque la excavación fue realizada por Buchet con
metodología antigua, en el material del Musée de l’Homme se
conservan abundantes fragmentos de cerámica cardial del
Neolítico Antiguo (la primera aparecida en Marruecos), así
como cerámica acanalada y decorada del Neolítico Medio y
más avanzado, y lo que dio nombre al lugar, un conjunto de figurillas de terracota, unos exvotos de tipo fálico. La gran cantidad de estos ídolos sugiere que la gruta pasó de ser lugar de
habitación durante todo el Neolítico a convertirse en un santuario durante la Edad del Bronce.
Figura 5. Objetos
prehistóricos del Museo
de Tetuán en 1935. Las
dos hachas
pulimentadas son de
Tamuda.
Fuera de Tánger los hallazgos arqueológicos sobre el Neolítico y la Edad de los
Metales no fueron inexistentes, pero sí poco útiles para el conocimiento científico. Tan sólo podemos destacar que ya Pallary, de quien luego trataremos,
mencionó la existencia en el valle del Martín, entre Tetuán y la desembocadura
del río, de un túmulo en la zona de Beni Madan. Dicho monumento fue confundido con un “puente”, y constituía un monumento con gradas de dimensiones bastante notables, unos veinte metros; de acuerdo con la descripción
posterior de Ghirelli, y otra muy reciente de Cerdeira, se trataba de una construcción de dimensiones bastante notables (en realidad entre 12 y 15 metros),
que a nuestro juicio podría corresponder más bien a una tumba de época mauritana. Eso sí, en los años treinta en la construcción de la presa de Talambot, en
Aït Talat, aparecieron y se destruyeron varias tumbas de cista del tipo de las tangerinas de la Edad del Bronce.
En el inicio de las excavaciones arqueológicas en Tamuda aparecieron algunos
restos de la prehistoria reciente, en concreto dos hachas pulimentadas neolíticas (figura 5), junto con algunos fragmentos de cerámica basta realizada a mano,
y también algunas piezas poco típicas de sílex retocados. Estos restos aparecieron justamente en la parte más profunda de un sondeo realizado en el castellum
romano, hasta el que prácticamente no se ha vuelto después en la excavaciones
(salvo en un caso con Quintero). Sugieren la existencia de un poblado indígena
anterior a la fundación de la ciudad (finales del siglo III a.C.), y con chozas en
la zona donde más tarde no sólo se extendió la ciudad mauritana, sino en dónde
los romanos establecieron su campamento (Gozalbes, 2005c), por lo que la investigación es más difícil. De igual forma, en las excavaciones realizadas por
Montalbán en Lixus apareció un hacha de metal (en los fondos del Museo) de
la Edad del Bronce (cuando revisamos los materiales del Museo en 1979 no
tenía indicación de lugar de procedencia, pero el número de la misma corresponde al del primitivo inventario de Montalbán).
En cualquier caso, deben citarse las exploraciones realizadas por el P. Henry
Koehler. Realizó una nueva excavación en la denominada “Grotte des Idoles”, con
materiales que se conservan en el Museo Arqueológico de Rabat. Por un lado,
en los dos niveles inferiores de la cueva (C y D). Koehler halló la cerámica cardial del Neolítico Antiguo, con alguna pieza de excepcional conservación y que
39
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
publicó incluso de forma monográfica (figura 6);
por el contrario la cerámica con decoración de incisiones o acanaladuras, y con engobe rojo, procedía de los estratos más modernos (B) e intermedio
(C). Por otra parte, tan sólo apareció un fragmento
de cerámica campaniforme (estrato intermedio C),
mismo nivel en el que se encontró la estatuilla de
un ídolo, y que era similar a las halladas por Buchet.
Y tenemos que terminar este apartado por donde
lo comenzamos: el túmulo de Mezora. Más allá de
su estudio, basado en una descripción ya superada,
por parte de Ghirelli (1930), y del P. Koehler (1932),
el monumento protohistórico fue convertido a partir de 1932 en el proyecto principal de la arqueología
española en el norte de Marruecos, destinado a
convertirse en un foco de atracción del turismo en
una especie de “parque arqueológico”. La excavación realizada por César Luís Montalbán ha sido
objeto de justificadas críticas, pero a nuestro juicio tuvo dos partes bien diferentes.
Figura 6. Vaso de
cerámica cardial de
Achakar, recuperado por
el P. Koehler.
El trabajo inicial de limpieza fue muy efectivo, en este caso desarrollado con
una relativa profesionalidad, que dejó al descubierto el círculo de 167 monolitos, tallados, que eran muchos más que los detectados por el viajero inglés
Cappel de Brooke en 1830, el muro de contención con un paramento de sillares cortados en alguno de los puntos del circuito, un enlosado muy cuidado situado en buena parte del círculo entre los monolitos y el muro de contención.
Este conjunto de datos aportados por el trabajo de Montalbán a nuestro juicio
representa la unidad de construcción del monumento, pues círculo, enlosado y
muro de contención se relacionan directamente.
La segunda parte de la excavación, a partir de 1934, fue la que se desarrolló en
el interior del túmulo (figuras 7 y 8). Presuponía la existencia de un corredor,
de acuerdo con el modelo de las tumbas dolménicas españolas, cuestión en la
que estaban de acuerdo todos los especialistas de la época, incluido Koëhler.
Por esta razón, buscando dicho corredor, partiendo del Uted (como hipotética
señal de la entrada) Montalbán abrió una zanja de varios metros de anchura con
destino al centro; seguidamente, abrió otra zanja transversal, probablemente
debido a lo infructuoso del trabajo inicial. En 1935 la excavación llegó de forma
definitiva al centro del monumento, y contra lo que se ha indicado en ocasiones, sí se realizaron hallazgos. Un documento del Protectorado, de 1935, indicaba que en el centro había un “dolmen formado por cuatro piedras”.
El testimonio de Montalbán, dado verbalmente tiempo más tarde a Quintero,
fue que en el interior había un enterramiento en cista: “resultó, según el Sr.
Montalbán, solamente una cista o caja de lajas de piedra que hoy yacen desperdigadas en los alrededores” (Quintero, 1941, 36). No se indica la existencia
40
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
de huesos, probablemente porque la tumba fuera saqueada en la propia antigüedad. Pero la mayor mala fortuna se centró también en la historia; el propio
Quintero en dos ocasiones refleja que los trabajos “hubieron de suspenderse
prematuramente a causa de los sucesos políticos de julio de 1936” (Quintero, 1941,
9), o “no pudieron terminarse las excavaciones, a consecuencia de los sucesos
derivados del levantamiento nacional” (Quintero, 1941, 36). Las piedras de la
cista rodaron por el lugar, y se utilizaron incluso para fabricar un rústico banco
de piedra tal y como aparece en alguna fotografía.
Investigaciones sobre el Paleolítico
Si los datos sobre arqueología clásica son relativamente utilizables en estudios
actuales, respecto a los del paleolítico existen lógicas prevenciones. La clasificación de las culturas prehistóricas norteafricanas actualmente vigente es, en
buena parte, incluso posterior a los testimonios que recogemos. No obstante, debe
indicarse que en muchos casos nos hallamos ante referencias nada despreciables pues la propia descripción de piezas a veces es relativamente significativa.
Y en otros casos, muy señaladamente por parte de Hugo Obermaier o de Henry
Koëhler, su dominio de la tipología paleolítica ofrece bastantes garantías para
discernir entre paleolítico y neolítico.
Los primeros estudios se realizaron justo a inicios del siglo XX, a través de las
visitas a Marruecos realizadas por Paul Pallary, malacólogo francés, residente en
Orán, quien recogió sílex al tiempo que conchas marinas. Su primer estudio lo
realizó en una visita a Ceuta, donde consideró que el Hacho reunía las condiciones que él consideraba adecuadas para la habitabilidad primitiva, en concreto por la protección ejercida por el mar. Así indicó la aparición de sílex, que
calificó de “neolíticos”, en las faldas del monte Hacho (Pallary, 1902, 915).
Después continuó sus exploraciones en el valle de Tetuán, con una estación de
superficie con algunas piezas de sílex ubicada entre la alcazaba y el cementerio
musulmán, y en Tánger con diversos hallazgos (Charf el Akab, Mries, Ziaten),
y algunos años más tarde en Larache (donde en los acantilados halló piezas de
sílex calificados de musterienses, con la publicación de dibujos que confirman
la conclusión, aunque el autor hablaba de “Kreideriense”).
Establecido el Protectorado español en el norte de Marruecos, el ingeniero militar Antonio Blázquez y Delgado-Aguilera (1913) elaboró una pequeña monografía en la que intentaba realizar una primera síntesis de la prehistoria del
norte de Marruecos. En esta primera síntesis, Blázquez citaba muy de pasada el
monumento de Mezora que destacaba como espectacular; igualmente mencionaba los restos de Melilla, de Ceuta, Tetuán y Tánger que habían sido reconocidos por Pallary, y sobre todo aludirá a los sílex muy retocados del Neolítico,
y algún hacha pulimentada, hallados en las grutas de Beliunex, cerca de Ceuta.
Un salto importante en la historia de la investigación se produjo con la visita científica realizada en 1927 por Hugo Obermaier, prehistoriador de origen alemán
y nacionalizado español que era profesor de la Universidad de Madrid. En esos
41
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
Figura 7. Vista aérea
del monumento de
Mezora durante la
excavación (1934).
momentos realizaba una intensa campaña de exploraciones, con el descubrimiento de múltiples yacimientos paleolíticos de superficie. Acababa de finalizar
la guerra del Rif, y la exploración suponía la aplicación en el norte de Marruecos
de la técnica de las prospecciones arqueológicas que él mismo desarrollaba en
España. En su trabajo indicaba que lo que más le motivaba al estudio era el
vacío absoluto de conocimientos, especialmente grave en una zona que debió
ser punto de convergencia de las migraciones a través del estrecho de Gibraltar
(Obermaier, 1928).
En la zona atlántica identificó una terraza cuaternaria del Lucus, al norte de
Alcazarquivir, en la que detectó la presencia de cuarcitas talladas (Ulah Hamid),
en los cerros en torno a las ruinas de Lixus identificó vestigios que clasificó como
“neolíticos” (?); otros yacimientos en los alrededores del cementerio judío de
Arcila, con piezas que clasificaba como un Musteriense típico; el importante yacimiento de Cuesta Colorada, en el que recogió sílex que consideraba pertenecían a dos facies distintas (Musteriense y Epipaleolítico o “capsiense”); el puente
de Zinat con cuarcitas que clasificó en el Paleolítico Inferior; Zinat, con una gran
cantidad de piezas de sílex del final del Paleolítico, que por la descripción podrían
clasificarse en el Epipaleolítico. En total, seis estaciones de superficie.
En la zona de Tetuán los yacimientos de la estación de ferrocarril del Rincón de
Mediq, precisando que en las inmediaciones de la misma, en las trincheras de
la vía aparecían cuarcitas con aspecto del Paleolítico Inferior, el de Seguelet (ubicado al oeste de Mediq) con presencia de Musteriense y Epipaleolítico, el de
Kitzan (junto a la desembocadura del arroyo en el Martín), con “cuarcitas che-
42
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Figura 8. Proceso de
limpieza y excavación de
Mezora (1933).
lenses”, el de Mogote 1 o Tamuda, con cuarcitas talladas musterienses (discos,
hachas de mano y puntas de mano), el de Mogote 2, al este de la anterior con
cuarcitas talladas “acheulo-musterienses” y sílex del Paleolítico Superior, el de
Beni Salah, con Paleolítico Inferior de cuarcitas y Superior de sílex, finalmente
el yacimiento de Samsa, con indicios de Paleolítico Inferior. En total, siete estaciones, coincidentes con las zonas en las que años más tarde Garriga Pujol y
Tarradell recogieron y estudiaron cuarcitas talladas de tipo “musteriense”.
Señalaba Obermaier (1928): “como se ve, se ha podido comprobar en la zona
estudiada la existencia de todas las fases paleolíticas: Chelense (Kitzan), Acheulense
(El Mogote 2), Musteriense (Arcila, Cuesta Colorada, Zeguelet y El Mogote 1),
Capsiense Antiguo (Cuesta Colorada), Capsiense Superior o Final (Zinat)”.
Debe indicarse que los datos obtenidos por Obermaier resultan bastante coherentes con los estudiados después. Es cierto que, como es lógico dada la época,
en su informe recogía la desfasada clasificación de la prehistoria norteafricana
entonces vigente. Así desconocía el Ateriense, industria del Paleolítico Superior
pero de tradición musteriense, y consideraba “capsiense” la industria de laminas y laminillas que hoy sabemos corresponde al Epipaleolítico (o “iberomauritano” según otra denominación). Obermaier aportaba la primera visión
científica en el norte de Marruecos, más allá de los datos genéricos y sin valor
de algunos simples y desconocedores aficionados.
La visita de Obermaier tendría además la virtud de que instruyó en aspectos de
la prospección arqueológica y conocimiento de la Prehistoria en César L. Montalbán, el encargado del servicio arqueológico del Protectorado español. Montalbán en 1928 realizó una exploración en la zona atlántica, cuyos resultados
expuso en una memoria, probablemente escrita en 1931, y que tituló Exploraciones
arqueológicas en la kabila de Sumata. Es la Memoria número 8 depositada en el
Museo Arqueológico de Tetuán. En Beni Gorfet localizó sílex de tecnología paleolítica, en Sumata (junto al santuario de Sidi Mesaud) restos que catalogó
como “neolíticos” (entre ellos un hacha pulimentada), y como dato de una ex-
43
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
cepcional importancia (y desconocido), localizó la cantera de la que se obtuvieron
los monolitos del túmulo-cromlech de Mezora.
Al año siguiente, en 1929, Montalbán realizó otra de sus exploraciones, esta vez
en la costa mediterránea, y que describiría en su memoria titulada Viaje de estudio desde el río Lau al río Nekor, Memoria número 9 en el Museo Arqueológico
de Tetuán. Montalbán mencionaba algunos restos muy poco típicos en algunos puntos costeros, en especial cerámica que consideraba antigua. En cualquier caso, en las terrazas del río Lau indicaba la existencia de Paleolítico, al
igual que en el curso del río Tiguissas, en la zona algo al oeste de la alcazaba de
Snada. En el río de Sidi Mesaud, junto a Cazaza, identificó sílex y cuarcitas talladas; también en Cazaza misma pudo observar restos paleolíticos, así como cerámica púnica y romana, aunque los restos principales eran de la etapa medieval.
En octubre de 1931 se produjo la inauguración del Museo Arqueológico de
Tetuán, con los escasos instrumentos de sílex entonces recogidos. En el entorno
de esa fecha un estudioso de origen italiano, Angelo Ghirelli, se interesará por
los “orígenes” de los beréberes, para lo que buscará vestigios prehistóricos. En
1932 publicará unos “Apuntes” en los que recogerá los datos sobre los túmulos
prehistóricos (Edad del Bronce) de la zona de Tánger, y se ocupará sobre todo
también del monumento de Mezora y de la descripción del mismo. En su trabajo sobre Mezora, Ghirelli (1930) citaba al este de Beni Gorfet, en la garganta
de Bab el Kebir, un importante taller de sílex, con abundantes hallazgos de núcleos, percutores, puntas de flecha, raspadores, y también un hacha de mano
de 14×7 centímetros, en lo que aparenta ser un importante taller de extracción
y manufactura del Paleolítico.
En 1933 Montalbán elaboraba Mapa arqueológico de la zona española en Marruecos,
publicado en Madrid en mayo de 1933, por parte de la Junta Central de Monumentos
Históricos y Artísticos. Dicho texto no ha sido objeto de atención con posterioridad, de forma que su existencia ha sido totalmente ignorada por la historiografía española. Pierre Cintas en 1954, dada la indigencia informativa sobre la época
prerromana, decidió recogerla. Por su parte, Georges Souville (1973, 31) indicaba: “L. de Montalbán a établi une carte des vestiges préhistoriques et archéologiques du Maroc español… En raison des inexactitudes qu’elle contient et des
imprecissions qui la caracterisent, il n’a pas été possible d’en tenir compte”.
La lista de yacimientos enumerada por Montalbán es la siguiente (figura 9):
} Cuesta Colorada (Paleolítico, yacimiento localizado por Obermaier).
} Regaia (Paleolítico, yacimiento localizado por Obermaier).
} Arcila (Paleolítico, estación localizada por Obermaier).
} Zona de Mezora (Paleolítico, estación además localizada por Koehler).
} Tenin de Sidi Yamani (Neolítico, sin duda se refería al túmulo).
} Norte de Larache (Neolítico).
} Zona de Alcazarquivir (Paleolítico, probablemente el yacimiento de Ulah
Hamid documentado por Obermaier).
} Valle del Martín (Paleolítico, yacimientos localizados por Obermaier).
44
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Figura 9. Principales
yacimientos paleolíticos
detectados antes de
1939.
} Sur de Xauen (Neolítico).
} Valle del Lau (Paleolítico).
} Valle de Tiguissas (Paleolítico).
} Zona de Alcazaba de Snada (Paleolítico).
Finalmente, en este capítulo también deben mencionarse las exploraciones que
en la zona de Tánger realizó el ya mencionado P. Henry Koehler en su época de
destino en esta ciudad. En el año 1927 indicó que durante su estancia en Tánger
había localizado un total de 18 estaciones de superficie, la mayoría de ellas con
piezas de sílex, indicando que los únicos lugares en los que logró identificar
cuarcitas talladas muy primitivas, que databa en el Paleolítico Inferior, eran los
de Cuesta Colorada (Seguedla), Boubana (actual barriada al oeste de la ciudad
de Tánger) y “Le Lazaret”. Esta estación de superficie es indudablemente la del
Lazareto, al este de Tánger, en dirección al cabo Malabata.
Su exploración se extendió hasta zonas algo más meridionales; en la región de
Larache localizó por vez primera una importante estación de superficie en
Douar Krimda, donde recogió muchas cuarcitas y sílex: puntas musterienses, puntas pedunculadas aterienses, un bifaz, láminas y laminillas, raspadores, etc. Más
adelante, en las prospecciones realizadas por Miguel Tarradell, se confirmaría
la importancia de esta estación de superficie. También en los alrededores del
túmulo de Mezora recogió bastantes piezas de sílex.
45
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
En la parte final de este capítulo debemos referir las excavaciones realizadas en
una de las grutas de Hércules de Tánger, la de Mugharet el Aliya. Los datos sobre
la misma forman parte del elenco principal de la Prehistoria de Marruecos, en
especial en lo referido al Neolítico y al Ateriense. No obstante, debemos indicar
que generalmente en los estudios se obvian en este caso concreto las propias
circunstancias en las que los hallazgos se realizaron, y que distan mucho de los
parámetros científicos actuales. En una urbe en la que residían gran cantidad de
extranjeros, y con una notable riqueza arqueológica, existían bastantes aficionados a las antigüedades, y se formaban colecciones de sílex, monedas y cerámicas, entre ellos el encargado de negocios de Estados Unidos, Hooker A.
Doolitle, y el médico Ralph Nahon, de la misma nacionalidad.
En 1938 y 1939 realizaron algunas excavaciones por su cuenta, entre ellas la de
Mugharet el Aliya (figura 10). En 1939 se sumó a las excavaciones el profesor Coon.
En 1940 Nahon y Doolittle continuaron las excavaciones, conectados por radio con
las instrucciones de Coon, y que en 1941 los restos salieron para el Peabody Museum
de la Universidad de Harvard. Las excavaciones se retomarían, en plan ya más
científico, a partir de 1947 y ofrecerían ciertamente resultados muy importantes
para el Paleolítico y Neolítico, pero inseparables de los primeros hallazgos.
Carleton S. Coon escribió un circunstanciado relato, que destaca por su honestidad. Nahon y Doolitle tan sólo habían llegado al nivel del Neolítico; en 1939 Coon
profundizó mucho más y encontró “puntas de lanza perfectas, hechas de sílex y
retocadas luego, de punta y filos muy agudos y extremos finalmente pedunculados”. Se trataba de las famosas puntas pedunculadas del Ateriense (Paleolítico
Superior), que con su retoque absoluto han sido después conocidas como “puntas marroquíes”. Coon informa que en la colección de Nahon, formada en las
prospecciones en la región tangerina, tan sólo existía una similar, recogida en la
parte superior de la cornisa rocosa en la que se encuentran las cuevas.
En las excavaciones del estrato paleolítico aparecieron numerosos huesos que
pertenecían a 42 especies, entre ellos había de elefantes, leones, rinocerontes,
búfalos, hipopótamos, jirafas, ciervos, etc. Cuando Coon estaba pasando en
Tánger los últimos días encontró, no en posición original, un fragmento de
hueso, pieza del maxilar izquierdo: correspondía con el resto fósil del niño neandertalense descubierto en el lugar. Coon reconoce que el fragmento estaba desplazado por el propio proceso de excavación, pero la observación del color de
algunos granos de tierra que quedaban de él le permitían concluir que procedía del nivel correspondiente a la industria Ateriense.
Después de la marcha de Coon a Estados Unidos, los aficionados continuaron
con su trabajo en la cueva, asistidos por el profesor por radio de onda corta: “hasta
que un día los soldados españoles, que habían tomado bajo su protección la
zona internacional, capturaron la estación de radio del doctor Nahon, con lo cual
pusieron fin a las emisiones y a la excavación”. España ocupó Tánger el 14 de junio
de 1940, por lo que fue en ese verano cuando se clausuraron las excavaciones en
la cueva tangerina. Después según Coon, “me enteré de que se había convertido la cueva grande en un establo para mulas. Los soldados habían nivelado el
46
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Figura 10. Excavaciones
en Mugharet el Aliya. El
personaje agachado de
espaldas es Coon.
terreno para proveer a sus animales de un suelo firme. Encima de una cueva
contigua habían montado una batería antiaérea para disparar a los aviones procedentes de Port-Liautey, y cada vez que estos cañones disparaban se resquebrajaba
el techo de alguna de las cuevas de los alrededores”.
La Arqueología Clásica
La arqueología clásica en Marruecos, como es bien sabido, tiene su origen en las
prospecciones de Charles Tissot. Es cierto que el cónsul francés contó con el
eficaz asesoramiento, silenciado en su mayor parte por él mismo, de Teodoro de
Cuevas, que le ofreció informes muy diversos sobre Lixus, acerca de la localización de Banasa (Pons, 1998), así como sobre otros vestigios en la región de
Larache. En cualquier caso, con anterioridad a la acción de Tissot existen algunos precedentes importantes, imposibles ahora de detallar en toda su extensión. La mayor parte de ellos están en relación con las plazas ocupadas por los
europeos en las costas marroquíes.
Así en la obra de Bernardo de Aldrete, Varias antigüedades de España y África,
publicada en Amberes en 1613, existe un grabado sobre la plaza de Larache que
estaba recientemente conquistada; en el mismo, con la indicación de “edificios
antiguos”, aparece representado el lugar de la colina de Lixus. En el siglo XVIII,
en condiciones desconocidas, en Ceuta se encontró una estatua romana de la Dea
Luna, que pasó a una colección inglesa, y también en obras de fortificaciones aparecieron gran cantidad de restos romanos y medievales, en especial monedas.
47
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
En cualquier caso, la mayor parte de los objetos antiguos aparecían en Tánger,
la antigua Tingi. Desde el siglo X los autores árabes hablaban de los frecuentes
hallazgos de joyas y objetos de la antigüedad, sobre todo en las tumbas antiguas. Las grandes obras de las fortificaciones en el Tánger ocupado por Portugal
(1471) ocasionaron, sobre todo en el siglo XVII, la constante aparición de restos de época romana. Fernando de Menezes, en su Historia de Tangere, menciona la abundancia de pesca de atunes en la zona al sur del cabo Espartel, e
indica: “de que havia antiguamente pescaria, ou almadraba, e hoje se vem as ruinas de hum Castello, que devia fabricarse para este effeito”, lo cual es una evidente alusión a la gran fábrica de salazones de Jebila (Cotta). Si los portugueses
no prestaron especial atención a las antigüedades, en el siglo XVII un espía español en el Tánger inglés elaboraba un extenso informe en el que recoge multitud de datos sobre hallazgos de antigüedades que allí se realizaban, hasta el
punto de consignar las monedas romanas como una fuente de negocio para los
soldados de la guarnición (Gozalbes, 2000).
Tánger fue por excelencia el lugar de las antigüedades. Entre ellas una de las
más destacadas fue sin duda el puente romano. Citado simplemente junto a las
atarazanas hacia Tanya Balia por parte de Fernando de Menezes, el espía español del siglo XVII no lo menciona, sino que refiere simplemente las numerosas
ruinas de la bahía (el “puente” que cita en el río de los Judíos corresponde en
realidad a los restos del acueducto romano). No obstante, Lemprière en su
Voyage realizado en 1790 sí menciona y lo identifica a la perfección, señalando
que el mismo habría sido destruido para permitir el paso de los barcos a la
bahía: “el espesor y la solidez de lo que permanece prueban la bondad de las
obras de los antiguos, que sabían unir la fuerza y la belleza en sus edificios”.
El puente de la bahía tangerina fue utilizado por los portugueses, y aparece citado expresamente en las crónicas sobre la toma de la plaza en 1471. Desde finales del siglo XVIII son muchos los escritores que lo mencionarán, destacando
sus magníficas características constructivas. Ello dará lugar a todo un debate
sobre la cuestión, quizás el primer debate arqueológico sobre el norte de Marruecos, entre la gran mayoría que lo consideraba romano, y aquellos que lo ponían
en duda. Aunque con alguna foto inédita de la colección de La Martinière puede
tenerse alguna duda, en otros grabados del siglo XIX como el del Taylor aparece
el arco apuntado que indica que se trataba de un puente de la Baja Edad Media,
aunque probablemente utilizaría cimientos romanos.
Otra mención destacada debe hacerse de los subterráneos de la alcazaba, en los
que los portugueses a comienzos del siglo XVI, según el relato del cronista
Valentim Fernandes, ya habían descubierto una cámara con un nicho en el que
había una estatua de Hércules de cerca de medio metro. En 1810 John Buffa, en
su Travels through the Empire of Morocco, mencionaba de forma que se ha considerado imaginativa los subterráneos de la alcazaba. En efecto, señalaba que los
mismos se hallaban en el castle. Según él indicaba, por esos subterráneos se llegaba a numerosos apartamentos donde había objetos antiguos. Entre ellos había
fragmentos de numerosas urnas, y en algunas partes se detectaban inscripciones
realizadas con caracteres de tipo púnico. Según le decían, esos subterráneos tan-
48
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
gerinos llegaban hasta muchas millas más allá de las puertas. No tiene por qué
negarse una realidad, esos compartimentos subterráneos que habrían sido rehabilitados en las obras militares lusas e inglesas, pero la imaginación aquí volcada es muy evidente como señalaría Salmon. En cualquier caso, estos subterráneos
volverían a ser explorados en 1951 por parte de César Luís Montalbán.
En 1845, en un viaje realizado por la zona, el alemán Barth logró identificar por
vez primera la ubicación exacta de la ciudad antigua de Lixus. Ésta será el gran
objeto de atención a partir de ese momento, y el lugar desde el que salían antigüedades a la venta en países europeos. Como señalaría años más tarde el Padre
Castellanos, “en la derecha del Luccos, se ven las ruinas de la antigua colonia
fenicia Lixa, de la que habla Plinio, en la cual se han encontrado entre otras
cosas antiguas, no pocas monedas romanas que nos indican su antigüedad”. Las
ruinas, tal y como se podían ver, fueron descritas por Tissot, que habla del puerto
en la zona de las factorías de salazón (en realidad el muro de cierre de la factoría de salazón), por Teodoro de Las Cuevas, que traza un magnífico panorama
acerca de las distintas partes observables en la ciudad antigua, incluidas las murallas, y señala la pérdida de objetos que salían al extranjero. Él pudo ver “varias monedas de oro y plata con las efigies de Nerva, de Domiciano, de Trajano
y de Alejandro Severo”.
Por otra parte, De las Cuevas nos informa de lo bien visible que era en ese momento el acueducto romano que traía las aguas desde el manantial de Yemis de
Sahel: “arruinadas cañerías cuyos vestigios se encuentran todavía”. Por otra parte,
“en el Jemis debieron tener sus casas de recreo los habitantes de Lixus, a juzgar por
otras ruinas de las que hará cosa de 20 años se sacó una pequeña tortuga de oro
macizo”. La apreciación de De las Cuevas es justa, en toda esta zona de El Kh’mis
el “Atlas” de Ponsich menciona una gran cantidad de construcciones aisladas, por
tanto del tipo de las villas o granjas, con fragmentos de ánforas y cerámicas.
La figura de Charles Tissot siempre es muy justamente valorada, en ocasiones
sin tener en cuenta que recibió notables informaciones por parte de Las Cuevas
(Pons, 1998). De hecho, Tissot no sólo exploró ruinas romanas, sino que identificó buena parte de los vestigios de los topónimos citados por las fuentes clásicas, las más de las veces con acierto. Uno de sus errores se produjo precisamente
en uno de los lugares que conoció mejor, en el que acampó y donde realizó una
excavación, y que identificó con Ad Mercuri, que hoy sabemos que correspondía con la colonia romana de Iulia Constantia Zilil. También Tissot realizó otra
excavación en el campamento romano de Tabernae, entonces mucho mejor
conservado ante la vista, por no estar plantado todavía el bosque de olivos cuyas
raíces han destrozado las ruinas; la excavación la realizó en el edificio más monumental a la vista, los principia del castellum romano.
Si se valora mucho a Tissot, por lo general se tiene mucho menos en cuenta a
La Martinière. Fue un incansable buscador de vestigios romanos, y de hecho
localizó muchísimos que no mencionó. Tenemos noticia de una exploración
de la costa entre Tetuán y Ceuta donde, según su propio comentario, halló diversos restos romanos si bien de escasa importancia. También él realizó una ex-
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EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
cavación arqueológica pionera, en concreto en Lixus. El estudio de La Martinière
significará también la primera aportación numismática, con el hallazgo en la plataforma al lado de la tumba de varios bronces de Lixus, y una pieza de Tingi. De
igual forma, a partir de otra excavación en una colina anexa a la propia ciudad
es la aportación del primer epígrafe en caracteres púnicos, un epígrafe funerario publicado por Philippe Berger.
La Martinière no sólo es arqueólogo en el estilo del siglo XIX. Aporta ya una primera novedad que tiene un valor considerable: como elemento de modernidad, a los sitios va acompañado de una cámara fotográfica. Si los restos antiguos
hasta ese momento aparecían en curiosos dibujos, como el de Windus sobre
Volubilis, o el de Capell de Broke sobre Mezora, ahora el objetivo fotográfico
reflejará la realidad visual de ruinas y conjuntos monumentales. La Martinière
donará la colección; en la Biblioteca Nacional de Francia en París se conserva
una carpeta, con el título de Maroc. H.M.P. de la Martinière, 1887, que son las
fotografías remitidas a la Société de Géographie de Paris, entre las que destacan
las fotografías de Lixus (la basílica), Tánger y Volubilis.
A comienzos de siglo XX las actividades en Tánger de la Mission Scientifique incluyeron numerosos estudios arqueológicos, entre ellos podemos destacar el
estudio de la tumba púnica de Mogogha es-Srira, una cámara sepulcral con cúpula, con urnas y una inscripción latina en la antigua legación francesa; los descubrimientos efectuados en 1910 en la necrópolis de Marshan. La excavación de
Biarnay y Pérétie, realizada en el año 1910, se realizó en un grupo de catorce sepulturas, de las que sólo una estaba intacta, y contenía un ataúd en plomo (actualmente en exposición en el Museo de Tánger) con huesos de un niño, un
vaso roto de vidrio, y una pequeña estatua de terracota. Finalmente, las excavaciones de Ponsich, en los años sesenta, concluyeron que su posible construcción se efectuó en época púnica, pero el material conservado sin duda era de los
siglos II y I a.C.
En los años posteriores al final de la actuación de la Mission Scientifique la atención se desplazó hacia el Protectorado español. En 1914 las autoridades españolas realizaron una limpieza de la colina Lixus que desbrozaron para hacerla
visitable, pero que al decir de Martinière fue muy agresiva para las ruinas. En
1921 se produce la exploración de Cesar Luis de Montalbán en el valle de Tetuán,
con la conocida localización de Tamuda en Suiar (o “El Mogote”), donde hasta
ese momento se suponía que se encontraba un castillo portugués.
Mucho menos conocido es que en la zona de la antigua desembocadura del
Martín, cerca de Sidi Absalam del Bahar, descubre también un castellum romano, que luego fue totalmente desconocido para Tarradell. Indica que tenía la
puerta “hacia fuera”, lo que sugiere el reforzamiento del Bajo Imperio similar al
baluarte defensivo de la puerta de Tamuda, que era cuadrado de 60 metros de
lado, por tanto en torno a dos tercios del tamaño del de Tamuda, que disponía
de una torre en cada ángulo; en el interior tenía numerosas construcciones, con
departamentos, y la exploración de Montalbán sacó del lugar una piedra de
molino romana, un ánfora y una moneda de Graciano.
50
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Figura 11. Piezas
cerámicas de Tamuda.
Exposición en la Junta
Superior de Monumentos
de Tetuán (1926).
Las excavaciones realizadas por Montalbán en Tamuda en los años 1921 y 1922,
en realidad es donde aprendió arqueología de campo, tuvieron un notable éxito
(figura 11). Incluso la interpretación, si bien en este caso muy probablemente
parte de ella se debe a la visita realizada por Manuel Gómez Moreno. El informe
de éste en 1922 es sencillamente magistral. Cosas que Gómez Moreno ve y analiza en 1922 no serían descubiertas por Tarradell hasta 1958, después de una
decena de excavaciones en Tamuda. Nos referimos en concreto a la existencia
de un nivel en el castellum romano anterior al de la época de Diocleciano. Gómez
Moreno ya indicaba que la construcción inicial era de los comienzos del siglo
II, siendo remodelado en el siglo III. La remodelación con casi total seguridad
se produjo en época de Gordiano III, como hemos señalado en la última edición del International Congress of the Roman frontier, puesto que en esa época
fue cuando se construyó la más monumental de las puertas. Y sobre todo, Gómez
Moreno identifica las monedas de la ceca de Tamuda, atribuidas por Müller a
Thamusida, puesto que habían aparecido muchas en las excavaciones.
El original de la Memoria de Montalbán, Estudios sobre la situación de Tamuda y
exploraciones realizadas, se encuentra en el Museo Arqueológico de Tetuán. De la
misma hay otra versión, quizás coincidente con ésta, con el título de La situación de
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EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
Figura 12. Relieve de
dios marino descubierto
en 1923 en Lixus.
Tamuda y exploraciones realizadas en la misma, copia con papel carbón en la Biblioteca
Nacional de Madrid, procedente de la donación de García Figueras, dirigida a la
Junta Superior de Monumentos Históricos y Artísticos. Está fechada en Larache en
agosto de 1929, y se compone de un volumen con 83 hojas y fotografías.
Las excavaciones de Montalbán en Lixus dieron inicio en el mes de septiembre de
1923, y las conocemos por su Memoria titulada Estudios y excavaciones realizados
sobre la ciudad de Lixus. Es el número 5 de las Memorias presentadas a la JSMHA,
conservada en el Museo de Tetuán, y que fue elaborada con toda probabilidad en
el año 1927. Las excavaciones se concentraron en la parte más alta de la ciudad (el
área de templos en torno al foro romano). Allí señaló un importante edificio de
época romana, una basílica, que consideró que estaba construida sobre los restos
de un templo fenicio anterior; en realidad, Montalbán detectó su antigüedad y monumentalidad, por lo que lo consideró en sus orígenes nada menos que un edificio “micénico”. Aquí se encontró en esa época una pieza artística singular, un
bronce de unos 25 centímetros (figura 12), artísticamente trabajado con la representación de una divinidad antigua (antefixa). Montalbán consideraba que las
circunstancias del hallazgo, su ubicación, avalaba la hipótesis de que estuviera colocada en el centro del pórtico. Sin duda la antefixa, atribuida al dios Océano
(Montalbán consideró que era de Neptuno), el Baal Haddad púnico, es una de las
piezas más artísticas que la arqueología ha descubierto en Marruecos.
52
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Figura 13. Factorías de
salazón de pescado de
Lixus excavadas por
Montalbán. Foto de los
años treinta.
Otros lugares en los que desarrolló excavaciones Montalbán en los años veinte
fueron una pequeña basílica cristiana, unas termas de época bajo-imperial y, sobre
todo, en la parte baja de la ciudad, cerca del río, las formidables instalaciones industriales de salazón de pescado, que en un principio no supo interpretar (figura
13), al considerar que eran silos para facilitar el traslado de las mercancías al
puerto. Todas ellas son zonas bien conocidas después, que han permanecido en
el estado del descubrimiento, como demuestran las fotografías que se realizaron
desde esa época. En efecto, las fotografías publicadas desde los años treinta prueban que en las campañas de excavaciones de Montalbán se sacaron a la luz la parte
más importante de las instalaciones de época romana de salazones de pescado.
Y sobre todo, destacan las excavaciones realizadas en el que luego se ha identificado como Conjunto nº 10, en el cual el nivel de arrasamiento había sido
menor, por lo que los paredones alcanzaban una mayor altura (figura 14). Las
instalaciones se comunicaban por tres anchas puertas abovedadas de ladrillo.
Respecto a su cronología, la falta de indicaciones correctas, fijadas por escrito
por parte de Montalbán, impide tener datos más concretos. En todo caso, un pequeño sondeo posterior ofreció material del siglo I a.C. Se trata de una época
en la que prácticamente no se estudiaba la cerámica, en este caso ni siquiera la
que llevaba marcas, y tan sólo se buscaban las obras de arte, extraordinariamente raras en unas industrias de salazón de pescado.
En la Memoria se alude bastante a las excavaciones en las necrópolis: en la necrópolis este exploró varias sepulturas de tipo dolménico, sin duda púnicas, de
las que había dos intactas, en una de ellas descubrió una moneda de Cádiz con
caracteres púnicos; otra necrópolis en la parte norte tenía sepulturas de tipo de
pozo, así como otras romanas hechas con tejas. El ajuar de algunas de estas tumbas presentaba ungüentarios de cerámica de tipo púnico.
Los materiales recogidos fueron relativamente numerosos, unas dos mil piezas, entre
las que había numerosas marmitas y recipientes de la factoría de salazón, numerosísimos restos de cerámicas sigillatas sin identificar o clasificar (con muchísimas
marcas de alfarero), y un fragmento de una magnífica estatua de mármol representando a Apolo. Aparte de piezas perdidas o repartidas entre coleccionistas, una
parte de los hallazgos pasaron al Museo Arqueológico de Tetuán, y algunas pasaron al Museo Arqueológico Nacional de Madrid. De las monedas remitidas al
Museo de Tetuán había dos piezas de Lixus, dos de Tamuda (en realidad son mo-
53
EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
Figura 14. Lixus.
Conjunto de salazones
nº 10. Sala de despiece
nedas de tipo númida), una indígena sin identificar, nueve de Tingi, dos de Iuba
II, dos de acuñación de Cástulo, y ciento ochenta y ocho bronces imperiales romanos de los siglos II al IV, con cierto predominio de las de Constantino.
del pescado.
Excavaciones de
Montalbán.
Arqueología islámica y moderna
Pese a haber constituido la “pariente pobre” de la época del Protectorado, en
sus orígenes fue la primera que llamó la atención. Los orígenes se encuentran
en 1859 en la decisión del Consejo de Ministros español que, a instancias de la
Real Academia de la Historia, comisionó al arabista granadino Emilio Lafuente
Alcántara para que, en la guerra de Marruecos, intentara recuperar las piezas de
valor histórico (figura 15). Aunque las mismas se resumirían a códices árabes,
Lafuente Alcántara ofrece unos primeros datos de cierto valor acerca de edificios en Ceuta y su entorno.
En la propia Ceuta se hallaba ya abandonado y en ruinas el antiguo convento
de los Trinitarios, en el cual observó abundantes restos de época nazarí: “edificio que fue convento de trinitarios, cuya torre conserva restos de algunos arcos
morunos de ladrillo, y en el patio existen dos columnas semejantes a las de los
Leones de la Alhambra, y pertenecen al estilo árabe de la última época, siendo
probablemente del siglo XIV o principios del XV” (Lafuente Alcántara, 1862, 5).
En el collarín de una de las columnas detectó la existencia de epigrafía árabe, en
concreto los versículos 16 al 18 de la Sura 30 del Corán. De época árabe la mitad
inferior de la torre. Hoy sabemos que éstos eran los restos de la Madrasa alYadida ceutí.
54
LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Por otra parte, la ampliación del espacio ocupado insertaba en la
propia Ceuta los restos de “Ceuta la Vieja”, hasta ese momento muy
comúnmente considerados de época romana: “no falta quien califique aquellas construcciones de romanas, pero basta una simple inspección y ligero examen de tales restos para persuadirse de que son
en un todo arábigos, sin rastro ni huella de otro género de fábrica.
Aquellas murallas de tapial, aquellos torreones almenados y de forma
cuadrangular, y sobre todo, la ornamentación de ladrillo, en arcos de
círculo que aún subsiste en una de las puertas”. Se trata de El Afrag,
una gran fortaleza meriní.
Finalmente, Lafuente Alcántara (1862, 7) realiza una descripción del
palacio del Serrallo, como bien se sabe muy tardío y construido a
efectos de residencia en uno de los cercos de Ceuta: “que los moros
llaman Dar Beida, y que en su mayor parte se halla destruido en la
actualidad. La puerta que hoy sirve de entrada a lo poco que resta habitable, y que no debió ser la principal del edificio, es un arco de herradura de pequeñas proporciones que comunica con un patio de poca
extensión, con otros cuatro arcos grandes”.
Figura 15. Emilio
Lafuente Alcántara.
Los inicios del siglo XX nuevamente en este campo vienen marcados por los estudios de la citada Mission scientifique au Maroc. Sus trabajos sobre el medio
rural incluirán algunos datos valiosos, que pasarán bastante desapercibidos, por
ejemplo la localización por parte de Michaux-Bellaire de la ciudad idrisí de Hadjr
en-Nasr (en 1906) en un pico en Sumata. Respecto a los vestigios urbanos, G.
Salmon realizó un buen estudio de la alcazaba tangerina, y A. Joly realizó una extensa descripción de Tetuán, de sus murallas, monumentos y de su historia. Este
trabajo se completa con otro realizado por Teodoro de Cuevas, ya mencionado,
que en los últimos años del siglo XIX estuvo destinado en Tetuán como cónsul.
Sus aportaciones inéditas fueron utilizadas más de medio siglo más tarde por su
nieto Teodoro Ruiz de Cuevas, en sus Apuntes para la Historia de Tetuán.
La visita de 1922 de Gómez Moreno a Tetuán también incluyó el estudio de
Sania Sultan. Aunque identificó mal los vestigios, consideró que pertenecían a
un palacio construido por un rey de Fez mientras asediaba Ceuta. En realidad
se trataba del palacio de Ahmad al-Riffi en Quitzan, asaltado y destruido por la
revuelta de los tetuaníes en 1727, como tiempo más tarde destacaría Fernando
Valderrama Martínez. En todo caso, Gómez Moreno destacaba el interés que presentaba el estudio de la organización de los palacios (figura 16), realizando una
breve descripción de lo visible: “la entrada con su pasadizo de arcos de herradura consérvase bastante completa, sigue un gran patio con pórticos y salas a
derecha e izquierda, luego otro patio con galería en torno, alberca en forma de
complicada estrella y sala en el fondo, a los costados dos series de pequeñas cámaras abovedadas, con claraboyas como baños, que conservan hasta sus pinturas
y de otras así en alto subsisten grandes porciones. Pavimentos, escalones y zócalos se revestían con alicatados primorosos, como los de Fez que a veces asoman bajo tierra, arcos y bóvedas mantienen la tradición medieval bastante pura
impregnada de andalucismo” (Gómez Moreno, 1922, 12).
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EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
La organización de la Junta Superior de Monumentos Históricos en Tetuán estuvo
impregnada de la voluntad de fomentar los estudios. Las limitaciones, no obstante, fueron muy evidentes. Más allá de las propias ciudades era muy problemático para los españoles aventurarse antes de 1927. Por esta razón los estudios
se centrarán de forma exclusiva en los núcleos urbanos, en especial en Tetuán.
Allí las casas palaciegas serán objeto de estudio, sobre todo por parte de Emilio
Álvarez Sanz-Tubau. No obstante, si Hadjr en-Nasr había sido localizada en
Sumata, en estas fechas hacia 1919 Fernández de Castro localiza Cazaza en el
Marruecos oriental (siguiendo para ello las sugerencias verbales de militares españoles en 1910), Angelo Ghirelli lo hace con Tamuda hacia 1926, y sobre todo
en 1934 Andrés Sánchez Pérez logrará por vez primera localizar la ciudad, capital de reino, de Nakur, en el valle de Al-Hoceima, junto a la laguna de Tamdahua.
Objetivo significativo fue el estudio de las mazmorras tetuaníes. En marzo de
1921 Montalbán visitó por vez primeras las mazmorras, acompañado por el citado vocal de la JSMHA Emilio Álvarez Sanz-Tubau. A las mismas se entraba por
una claraboya, y los tres departamentos que pudieron reconocerse estaban cegados. En diciembre de 1922 se reanudó la limpieza y exploración; GómezMoreno consideró que desde el punto de vista artístico y monumental las
mazmorras carecían del interés que, sin embargo, sí tenían desde la perspectiva
sentimental para un cristiano. El arquitecto Carlos Ovilo realizó un plano de los
compartimentos que se pudieron estudiar, destacando sobre todo la identificación del altar y de la iglesia de los cautivos.
La Memoria de Montalbán, Las mazmorras de Tetuán, su limpieza y exploración,
es la menos problemática de todas puesto que fue publicada en 1929 en Madrid.
Dicho folleto, con 36 páginas, incluye en las páginas 35 y 36 una somera lista de
objetos de las mazmorras recuperados y conservados en el “Museo”, que en esa
época era todavía la colección arqueológica de la JSMHA (inaugurada en 1926).
Destacaban los mosaicos que adornaban la hornacina de la iglesia, algunas vinajeras y candiles, pipas para fumar, escudillas de barro, etc. Los datos de la
Memoria de Montalbán han sido utilizados en trabajos más modernos, que incorporan textos históricos sobre cautiverio y actuaciones de los padres redentoristas (especialmente en los estudios de Guillermo Gozalbes Busto).
La atracción por el viejo cementerio tetuaní también tenía especial motivación
por hallarse allí enterrados los emigrados de la Granada nazarí. Algunas tumbas
fueron objeto de atención por parte de Clemente Cerdeira, intérprete y uno de
los interesados en el fomento del turismo; junto con el cónsul francés en Tetuán,
George S. Colin, estudió algunos epígrafes árabes, publicados sólo por este último.
Pero en el año 1923 apareció un conjunto de estelas funerarias musulmanas en
la parte baja de las faldas del monte Dersa, estelas muy similares a otras del propio cementerio. Montalbán elaboró el texto de su Memoria, Estudios sobre las estelas funerarias encontradas en la Alcazaba de Tetuán, que debe ser del año 1926.
Se trataba de un conjunto bastante uniforme, y con ejemplares muy paralelos
a las existentes en el cementerio tetuaní, datables en el siglo XVII, en concreto
del cementerio de los granadinos y moriscos. Las estelas esculpidas fueron tras-
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LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
Figura 16. Patio del
palacio califal de Tetuán.
Fotografía de 1923.
ladadas al Museo de la JSMHA, y a partir de noviembre de 1931 al nuevo Museo
Arqueológico de Tetuán (figura 17). Las estelas, en total de 37, correspondían a
cabeceras y pies de tumbas, predominando las primeras. Fueron objeto de estudios más detallados algunos años más tarde por parte de Miguel Tarradell y
Ahmad Muhammad al-Mekinassi.
De igual forma, en estos años se acomete la restauración y el estudio de las murallas portuguesas de Arcila y de Alcazarseguer. Nuevamente será Montalbán el
que realizó los estudios. Sobre la primera escribirá la Memoria, Apuntes sobre la
ciudad de Arcila, número 4 de las entregadas a la JSMHA y conservadas después
en el Museo Arqueológico de Tetuán. La fecha de esta primera aproximación debe
también ubicarse en el entorno de 1926. El título de “Apuntes” refleja bastante
menos que una monografía completa; otra Memoria, Antecedentes históricos de
Arcila. Resumen de la memoria sobre dicha ciudad, es la plasmación definitiva.
Con ese título se conocen dos ejemplares. El primero de ellos, de fecha imprecisa (¿hacia 1936?), está mecanografiado y se compone de 31 hojas, más una
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EN LA ORILLA AFRICANA DEL CÍRCULO DEL ESTRECHO. HISTORIOGRAFÍA Y PROYECTOS ACTUALES
Figura 17. Estela
sepulcral de Tetuán
(siglo XVII). Museo
Arqueológico.
hoja desplegada de mapa; el segundo de ellos es un manuscrito, que debe coincidir con el anterior, compuesto por 92 cuartillas y con mapa, fechado en el año
1937. Ambos ejemplares se encuentran en la Biblioteca Nacional.
Alcazarseguer fue motivo de atracción especial en los años veinte, cuando recibió la visita de diversos portugueses (en especial de Alfonso de Dornellas). El trabajo de Montalbán es la memoria titulada Estudios sobre Alcazarseguer, escrita
hacia 1926. La investigación de Montalbán se centró en este caso en el estudio
del castillo portugués de los siglos XV y XVI. En la Biblioteca Nacional de Madrid
existe una colección de ilustraciones, que es la correspondiente a dichos “Estudios”,
con el título de Gráficos de la Memoria sobre Alcazar-Seguer, fechada en 1926, y
con dedicatoria a García Figueras.
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LOS PRIMEROS PASOS DE LA ARQUEOLOGÍA EN EL NORTE DE MARRUECOS
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