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Ezama, Fontanil, Alonso. ¿Qué es la Psicoterapia?

Este libro trata de psicoterapia, así que el campo por el que discurre es el campo del sufrimiento y su alivio. Tanto el uno como la otra tienen su lógica y sus actores, y se sobreentiende que quien auxilia a otro que sufre, para llevar a término la curación, deba primero conocer la lógica del sufrimiento. De esa lógica se derivarán las herramientas adecuadas para paliarlo, que a su vez presentan su lógica, aunque necesariamente ajustada a la lógica del sufrimiento. Que una considere la naturaleza del padecimiento la posesión del maligno, un trauma infantil mal resuelto o niveles descompensados de algunos neurotransmisores, determinará que se le atribuya al sufridor un problema neurofisiológico, sobrenatural o subconsciente. 1 A casi nadie se le ocurre hoy en día, por ejemplo, explicar el comportamiento extraño o inoportuno de una persona apelando a luchas entre fuerzas del bien y del mal (eso queda ahora para el cine), pero esto no ha sido siempre así. Cada época maneja unos modelos de curación que responden a las posibilidades teóricas e instrumentales disponibles en ese momento histórico, pero también a los intereses políticos, a los movimientos sociales, que arrastran consigo una determinada forma de ver las cosas (el Zeitgeist). Actualmente, en nuestra sociedad, la forma dominante de entender y tratar los trastornos mentales es considerarlos procesos neuroquímicos. Este modelo está más justificado que el modelo que hasta el renacimiento los consideraba procesos sobrenaturales. Aunque ambas concepciones son productos de su momento histórico una es más eficiente que otra. Pero una y otra obedecen a los intereses de grupos muy poderosos que por distintos medios intentan ahogar la discordancia, sean cuales sean las pruebas en contra de sus tesis: La Iglesia Católica antes, las industrias farmacéuticas ahora.

CAPÍTULO 1. ¿QUÉ ES LA PSICOTERAPIA? I. BREVÍSIMA HISTORIA DE LA PSICOTERAPIA Y DE LA PSICOLOGÍA CLÍNICA Este libro trata de psicoterapia, así que el campo por el que discurre es el campo del sufrimiento y su alivio. Tanto el uno como la otra tienen su lógica y sus actores, y se sobreentiende que quien auxilia a otro que sufre, para llevar a término la curación, deba primero conocer la lógica del sufrimiento. De esa lógica se derivarán las herramientas adecuadas para paliarlo, que a su vez presentan su lógica, aunque necesariamente ajustada a la lógica del sufrimiento. Que una considere la naturaleza del padecimiento la posesión del maligno, un trauma infantil mal resuelto o niveles descompensados de algunos neurotransmisores, determinará que se le atribuya al sufridor un problema neurofisiológico, sobrenatural o subconsciente.1 A casi nadie se le ocurre hoy en día, por ejemplo, explicar el comportamiento extraño o inoportuno de una persona apelando a luchas entre fuerzas del bien y del mal (eso queda ahora para el cine), pero esto no ha sido siempre así. Cada época maneja unos modelos de curación que responden a las posibilidades teóricas e instrumentales disponibles en ese momento histórico, pero también a los intereses políticos, a los movimientos sociales, que arrastran consigo una determinada forma de ver las cosas (el Zeitgeist). Actualmente, en nuestra sociedad, la forma dominante de entender y tratar los trastornos mentales es considerarlos procesos neuroquímicos. Este modelo está más justificado que el modelo que hasta el renacimiento los consideraba procesos sobrenaturales. Aunque ambas concepciones son productos de su momento histórico una es más eficiente que otra. Pero una y otra obedecen a los intereses de grupos muy poderosos que por distintos medios intentan ahogar la discordancia, sean cuales sean las pruebas en contra de sus tesis: La Iglesia Católica antes, las industrias farmacéuticas ahora. Aunque siempre han existido auxiliadoras ante el sufrimiento ajeno, la psicoterapia es una actividad propia de nuestro tiempo y de nuestra cultura. Antes del siglo XX no existía la psicología como disciplina, y antes de Freud no había una explicación psicológica reputada con la que descifrar el sufrimiento humano. Pero la pujanza de tales explicaciones ha sido tal, que en el transcurso de apenas un siglo las teorías psicológicas han llegado a empapar casi todo el saber popular (“Esos dolores de cabeza que tienes van a ser algo psicológico”, “Lo hago inconscientemente”, “Lo que te pasa es que estás muy estresado, te deberías relajar”, y un interminable etcétera), al mismo tiempo que los psicoterapeutas, prácticamente inexistentes hasta los años 50 del siglo XX, desbordan las páginas amarillas. Cabe pues preguntarse qué ha pasado en nuestra tradición cultural para que ahora quepa todo esto que antes no estaba, y la respuesta a esta pregunta nos servirá de paso para enmarcar la lógica del sufrimiento y de la cu- 1 En el texto que sigue alternamos el uso del femenino y del genéricos Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 1 ración que se propondrá en el resto del libro. (Y para ser exactos llamaremos a esas lógicas “teorías clínicas”). Se podría comenzar el rastreo tan atrás como alcanza a mirar la historia, pues es seguro que las técnicas para curar y los individuos que intentan hacerlo son tan antiguos como la conciencia del sufrimiento, pero para el propósito de encuadrar históricamente nuestra teoría clínica es suficiente con retrotraerse a la ilustración. LA ILUSTRACIÓN Y SU REFORMA PSIQUIÁTRICA El renacimiento (siglos XV y XVI) fue la época en la que, gracias a la revitalización de las artes, las ciencias y del pensamiento en general, se plantó cara a la demonología predominante en el Medioevo y se cuestionaron seriamente las lógicas del sufrimiento y la curación del estilo brujería o castigo divino. Los intentos de dar explicaciones naturales, y no divinas, a los trastornos mentales, se abren paso gracias al abandono paulatino del teocentrismo propio del mundo medieval. Sin embargo, y a pesar de la revolución teórica, no es sino hasta la ilustración (siglo XVIII) cuando las cosas cambian en la práctica para los protagonistas de nuestro tema (los locos sufrientes y sus curadores). La ilustración trajo consigo las características de lo que conocemos como mundo moderno, y nuestra forma de pensar actual. La revolución ilustrada, que culmina cuando los parisinos se lanzan a las calles y toman la prisión de la Bastilla en 1789, tenía como objetivo terminar con el absolutismo en lo político, lo que quiere decir también con la intolerancia, la barbarie o la injusticia, y tuvo como consecuencia un cambio radical en la concepción del ser humano y cómo éste debe ser tratado. Hasta la ilustración, la forma normal de pensar, incluso para las personas cultivadas o piadosas, eran que la esclavitud era normal, pegar a los niños conveniente, casar a las niñas independientemente de su voluntad lo correcto, que los vagabundos debían ser encerrados, los ladrones ejecutados en público, los miembros de otras religiones eliminados… (Gombrich, 1999). Las ideas de tolerancia y respeto, la educación de los niños por la razón y la igualdad de derechos son fruto de la ilustración, aunque para nosotras se den por sentadas. Y es en este contexto en el que se abre camino la idea de que las personas pueden mejorar. Philippe Pinel (1745-1826) es el personaje de referencia en esta parte de la historia y, basándose en las ideas ilustradas, tuvo el mérito y la valentía de eliminar los métodos coercitivos en los hospitales parisinos de los que fue director (el de La Bicêtre y el de La Salpêtrière). Las condiciones de vida de los internos en los hospitales de Pinel progresaron espectacularmente con sólo abandonar el concepto fatalista del “enfermo mental” y pasar a confiar en su capacidad de mejora si se le proporcionaban las atenciones adecuadas.2 Fue la primera vez que se aplicó un tratamiento sistemático (se llamó tratamiento moral y consistía, a grandes rasgos, en atender y mantener ocupados a los internos) que demostró además una cierta utilidad. 2 En tiempos de Pinel, la población de La Salpêtrière era de unas 8000 mujeres, y funcionaba más como hospicio que como hospital. En él eran recluidas indiscriminadamente mendigas, prostitutas, enfermas incurables y locas, es decir, todo lo que la sociedad parisina no asimilaba y no era deseado en sus calles. 2 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso El problema principal de Pinel es que su trato humano se basaba en los principios propios de la ilustración (la libertad, la igualdad y la fraternidad), y en el sentido común, pero carecía de sustento teórico. Su planteamiento tenía una lógica del sufrimiento y de la curación, pero no puede ser calificado de “teoría clínica”. Sin menoscabo de la importancia de que se dejara de maltratar a las pobres desgraciadas, lo cierto es que en esta época se avanzó poco en el conocimiento de los trastornos mentales. Las explicaciones se buscaban además en el lugar equivocado, puesto que en la época de la ilustración las ciencias biológicas florecían de forma espectacular y, en armonía con ello se consideraba que el trastorno nervioso consistía en una biología alterada del sistema nervioso. Sólo había que esperar a que la investigación médica aportara la solución antes o después. En nuestros días asistimos a un fenómeno similar, y es que las revolucionarias modernas técnicas de neuroimagen y la efervescencia de la investigación en genética atraen hacia sí el estudio de los trastornos mentales, en una espiral de realimentación con los intereses farmacéuticos y la medicalización de nuestra sociedad. LOS GÉRMENES DEL SIGLO XIX Pero volvamos al XIX. Muchas vicisitudes de las ciencias biológicas, químicas y físicas de la época influyeron notablemente en el camino que habría de tomar la psicología, pero en lo que respecta a la historia de la psicoterapia, la circunstancia más influyente fue sin duda la revolución microbiológica.3 Fue la época de Louis Pasteur y de Robert Koch, gracias a los cuales los microorganismos cobraron un enorme protagonismo: su conocimiento ayudaba a combatir enfermedades de alta incidencia. Esto hizo fuerte la teoría del germen (los gérmenes, o cualesquiera otros agentes patógenos externos que nos invaden, son los causantes de las enfermedades). Lo cierto es que el tratamiento moral de Pinel no resultaba eficaz para ayudar a los enfermos crónicos, sobre todo los sifilíticos, de los cuales los hospitales mentales estaban llenos (la sífilis puede cursar con una demencia en fases avanzadas de la enfermedad). Ya se sospechaba que la sífilis estaba causada por un microorganismo, y cuándo éste (treponema pallidum) se descubrió a principios del siglo XX, ratificó, reforzó e impulsó la idea de que los problemas mentales tienen base orgánica, y que por lo tanto era la investigación médica a la que se debía confiar la búsqueda de las curas. Las instituciones psiquiátricas perdieron como pacientes a los sifilíticos, que pasaron a ser objeto de estudio de los internistas. Pero, a pesar de todo, en esta misma época se cuece a fuego lento una concepción distinta, completamente nueva y revolucionaria de los problemas psicológicos, y es la de que existen causas psicológicas y no orgánicas para ellos. Empezó también entonces una lucha de modelos (el organicista o biomédico y los modelos psicológicos) que hoy en día, un siglo y pico después, estamos muy lejos de re- 3 Como por ejemplo el gran auge las taxonomías biológicas, de las cuales nuestros manuales de diagnóstico D.S.M. o C.I.E. son herederos directos (en los que los trastornos mentales se clasifican en órdenes y familias de manera similar a los insectos), o la inspiración de Freud en la mecánica de fluidos para elaborar su modelo hidráulico sobre las pulsiones. Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 3 solver. La aproximación psicológica a los problemas mentales pionera fue el psicoanálisis, que debe en parte su éxito histórico al relleno de la laguna del modelo organicista, pues éste, a pesar de su preeminencia, sabía bastante sobre bacterias pero muy poco de los trastornos mentales y de cómo tratarlos (la situación hoy en día no ha cambiado mucho, con la diferencia desde luego de los fármacos que ahora están disponibles en el mercado y que pueden ayudar a aliviar el sufrimiento: el propio o el ajeno) LA EXPLOSIÓN PSICOLÓGICA DEL SIGLO XX A finales del siglo XIX, Jean-Martin Charcot (1825-1893), que también fue director de La Salpêtrière, formuló una teoría completamente innovadora para explicar la histeria, que hasta entonces se consideraba más bien un fingimiento (puesto que, al contrario de la sífilis, no se encontraba germen ni otra causa orgánica que la explicara). Charcot supuso que un trauma psíquico podía trastornar la conciencia y que se manifestarse en forma de parálisis y otros síntomas físicos propios de la histeria.4 De manera que Charcot tuvo la originalidad de proponer un origen psíquico para determinados síntomas físicos, y el mérito de que tal idea se haya incorporado de forma tan natural a nuestro acervo cultural. Freud estaba casualmente en La Salpêtrière, cuando Charcot elaboraba sus ideas y todos conocemos el resultado de tal coincidencia. El psicoanálisis constituye la primera teoría clínica popular que entendió la lógica del sufrimiento como una lógica psicológica, y no orgánica ni sobrenatural. El aparato psíquico propuesto por Freud se rige por unas leyes que no son accesibles a través del estudio del organismo, son otras, diferentes a las que rigen en el terreno de lo físico. De forma que para entender lo que le ocurre a una histérica habrá que estudiar el funcionamiento de su psique y no el funcionamiento de su sistema nervioso. El psicoanálisis fue el modelo dominante en psicología clínica durante mucho tiempo, hasta que los modelos conductuales empezaron a abrirse paso con gran fuerza. Un grupo de psicólogos intelectualmente herederos de la psicofisiología y de los estudios sobre el condicionamiento, propuso una teoría clínica completamente nueva y también revolucionaria, que se materializó en psicoterapia en los años 50 del siglo XX con el nombre de terapia de conducta o modificación de conducta. Esta teoría (como en realidad también todas las demás teorías psicológicas aparecidas en el siglo XX) surge como alternativa o crítica al psicoanálisis, y entiende que la psicología debe dejarse de introspecciones inverosímiles y de hipótesis incomprobables propias de la escuela freudiana. Las leyes del aprendizaje constituyen el sustrato teórico necesario y suficiente para instaurar una nueva disciplina: el conductismo, que quiere hacer de la psicología una ciencia natural comparable a las ciencias físicas. La lógica del sufrimiento cambia: para entender al ser humano y sus sufrimientos no hay que estudiar su biología ni apelar a conflictos intrapsíquicos. El ser humano es conducta, pero no conducta entendida como la manera con que los seres humanos se conducen en su vida y acciones, sino como la manera en que se mueven. Todo es asimilable al movimiento, inclu- 4 La histeria se caracteriza por la presencia de síntomas físicos que se asemejan a los que se tendrían en caso de un trastorno neurológico: parálisis, afonía, ceguera, convulsiones. 4 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso so todo lo que en el modelo psicoanalítico se califica de intrapsíquico lo es. Y la conducta se aprende. Para entender lo que ocurre es suficiente con apelar a las leyes del aprendizaje, que son las que explican como las conductas se instauran y también cómo las conductas se extinguen. La lógica del sufrimiento es que éste se deriva de aprendizajes inconvenientes, y en consecuencia la curación se conseguirá sometiendo a los protagonistas de los problemas a programas de condicionamiento adecuados. Y puesto que el condicionamiento depende de reforzadores externos al organismo (las contingencias del reforzamiento) los problemas psicológicos empiezan a estudiarse desde fuera de la persona.5 El conductismo y la modificación de conducta son un espectacular avance para la psicología clínica y un enorme enriquecimiento tanto de teoría como de técnicas psicoterapéuticas, pero desde el punto de vista clínico algo debió de fallar, pues en la consultas de los psicólogos no tardó en aliarse con el cognitivismo (generando el enfoque psicoterapéutico llamado cognitivo-conductual), y que pretende recuperar a la persona sufriente, con sus intereses, miedos, motivaciones, expectativas, que en el conductismo estaba silenciada entre los estímulos y las respuestas.6 Pero el intento de recuperar a la persona para la psicoterapia (atrapada sin remedio en el diván del psicoanalista y perdida sin rastro en los consultorios de los modificadores de conducta) no termina aquí. También a mediados de siglo, y desencantados por las limitaciones tanto de psicoanalistas como de conductistas, otra forma de entender el ser humano y su sufrimiento abre un tercer camino alternativo a los otros dos (llamadas de hecho la tercera fuerza). Son las teorías clínicas humanistas, centrados sin prejuicio científico alguno en la persona, como ser completo, libre y responsable de su propia vida, y afectado por problemas típicamente humanos, como dotar de sentido a la vida o enfrentarse con el miedo a la muerte. Esta nomenclatura proscrita por el conductismo campa a sus anchas en los consultorios de existencialistas, gestálticos, o logoterapeutas. Su lógica del padecimiento tampoco tiene que ver con lo anterior: el ser humano está dotado de forma inherente con un potencial que debe ser realizado: el sufrimiento proviene de obstáculos en su desarrollo y en el despliegue de sus potenciales. En consecuencia, el psicoterapeuta debe acompañar un proceso de crecimiento. Esta forma de ver al ser humano introduce otras variaciones importantes respecto a los otros modelos: su tendencia por ejemplo a no insistir en psicopatologías o diagnósticos y a considerar los trastornos más bien problemas en la vida de la gente (Feixas, 19##: p. 142). 5 Por cierto, la palabra contingencia está mal utilizada o mal traducida. En psicología se entiende por contingencia la relación que se da entre una conducta y su consecuencia, cuando contingente, según los diccionarios, se refiere a aquello que puede suceder o no, dependiendo de condiciones inciertas (como contrario de necesario: que con seguridad va a ser o suceder). Por lo tanto, contingencia expresa en el conductismo precisamente lo contrario de lo que en realidad significa, a saber, que no existe relación o que ésta no puede ser constatada o prevista. 6 Avances recientes de la tradición “pura” conductista (sin cognitivismo), pero ya muy alejada de la asimilación de la conducta al movimiento, están generando formas de tratar y de entender los problemas humanos sin renunciar a quien los padece, tal es el caso de la Terapia de Aceptación y Compromiso o la Psicoterapia Analítica Funcional, que se vienen llamando “terapias conductuales de tercera generación” y se acercan a una posición holista propia de las teorías clínicas humanistas (Hayes, Strosahl, Wilson, 1999; Mañas, 2007) Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 5 LA TRADICIÓN SISTÉMICA Ninguna de las teorías clínicas que hemos visto se ha extinguido, muy al contrario, todas continúan con más o menos fuerza, después de haber sufrido más o menos tropezones y a pesar de los ataques teóricos de las demás y a la disputa territorial. Y todas conviven tanto en el mercado psicoterapéutico como en el mundo académico, y conviven además con otra tradición que tuvo su inicio también en la mitad del siglo XX, que es la que encuadra las ideas que aparecerán en este libro. La aproximación sistémica y su lógica del sufrimiento y la curación se diferencia notablemente de todas las demás, puesto que parte de la convicción de que no se puede entender lo que hacen las personas sin entender las relaciones interpersonales en las que las acciones de las personas tienen sentido. La lógica sistémica no busca para el sufrimiento explicaciones que residan en el individuo, ya sean explicaciones intrapsíquicas, cognitivas, neurofisiológicas o de aprendizajes previos, sino en las relaciones que ese individuo mantiene (ha mantenido) con sus figuras significativas y que le convierten en persona. Mi depresión, por ejemplo, no es una característica de mi carácter, ni una parte de mí, ni un defecto mío, ni una descompensación de mis neurotransmisores: mi depresión es mi forma actual de relacionarme con los demás. La evolución del pensamiento sistémico en psicología va unida a la evolución de la terapia familiar. En la década de los 40 y 50, algunos terapeutas empezaron a interesarse por motivos diversos en el papel de la familia del paciente en el trastorno, y empezaron a incluirla tímidamente en los tratamientos. Es en las instituciones para veteranos de guerra donde empiezan a trabajar los primeros psicólogos que se llaman “de familia” (Bertrando y Toffanetti, 2004). Los pioneros que se aventuraron a invitar a familiares a acudir a las sesiones de psicoterapia no perseguían otra cosa que obtener de ellos información que les permitiera conocer mejor al paciente y mejorar el tratamiento individual; pero lo que descubrieron fueron patrones de funcionamiento familiar claramente relacionadas con las patologías que estaban tratando, y que les llamaron poderosamente la atención. De modo que los primeros familiares que acudieron a las terapias lo hicieron para completar las historias clínicas y lo que hicieron fue poner en evidencia una nueva lógica del sufrimiento, la propia de la terapia familiar o sistémica. Para no confundirse con los términos, hay que aclarar que terapia familiar y terapia sistémica, que suelen usarse como sinónimos, deben diferenciarse de terapia de familias. Ésta última se refiere al hecho constatable de que el usuario del servicio de atención sea una familia, como lo es una pareja en la terapia de parejas, o como lo es una sola persona en la terapia individual o un grupo de personas no emparentadas en la terapia de grupo. Todas estas modalidades de trabajo psicoterapéutico se pueden realizar desde diferentes perspectivas teóricas, por ejemplo, la terapia psicoanalítica de familia, o la terapia conductual de pareja, etc. Cuando hablamos de terapia familiar nos referimos a una tradición terapéutica que se suele llamar sistémica, y este nombre proviene de la novedad de entender el entorno de una persona como un sistema, inspirándose en la Teoría general de sistemas de von Bertalanffy (de la que hablaremos a lo largo del libro). Un entrono al que acostumbramos a llamar “familia”, pero que des6 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso de Jackson (1957) podríamos muy bien llamar el entorno de “los otros significativos”, sean cuales sean las relaciones de parentesco que se atribuyan a los participantes. En psicología, sistémico significa que abre el foco de atención del objeto de estudio para incluir no sólo las estrategias que una persona usa para vivir (o para mal vivir, si es que uno está sufriendo), sino también las que usan las personas cercanas a él, con las que están firme e inextricablemente ligadas y que determinan que las de uno mismo sean exitosas o fracasen (o sea, que uno viva o malviva).7 Existe una característica adicional que diferencia a la sistémica del resto de tradiciones: los sistémicos piensan que las psicoterapeutas tienen que aceptar que lo que define que algo va mal en la vida de unas personas es que esas personas dicen que algo va mal en sus vidas (y que no saben cómo hacer para evitarlo), y que son los terapeutas los que se tienen que adaptar a las personas que los consultan más de lo que ellas tienen que adaptarse a los terapeutas. En correspondencia, el mejor camino que la terapeuta debe tomar para ayudar es aprovechar los recursos que las personas ya tienen, antes que enseñarles otros nuevos. De ahí el nombre terapia breve, que se utiliza también para nombrar a las terapias de esta tradición. II. LA TRADICIÓN SISTÉMICA EN LA PSICOLOGÍA Lo más vistoso e interesante de una tradición psicoterapéutica es el conjunto de técnicas que utiliza, que a su vez se basan en su teoría clínica (la lógica del sufrimiento). Pero una aproximación psicoterapéutica es más que eso: supone también una posición filosófica y por lo tanto una actitud de base, que implica preguntas como qué es el ser humano, de qué factores depende el éxito o el fracaso de la gente, su felicidad o su desgracia, cuál es el objeto de estudio de la psicología, en qué consiste, cómo se define y cómo se explica lo anormal, cómo se puede conseguir que a la gente le vayan mejor las cosas. Es decir, cada aproximación terapéutica sostiene una postura ontológica característica, una comprensión particular de lo que es el ser humano (o cualquier otro ser no humano que se pueda definir como un sujeto psicológico, como veremos a continuación). Para el objetivo de situar ontológicamente al lector en la postura característica de la terapia familiar, podemos echar mano de un interesante ejemplo expuesto por Bateson y recogido en el libro Teoría de la Comunicación Humana 7 En la cultura anglosajona no se suele utilizar el adjetivo sistémico para referirse a esta tradición, lo que lleva a veces a esta confusión de términos. En los países castellano, franco y germano parlantes (y en Italia) sí se utiliza éste, y se suelen entender sistémica y familiar como sinónimos. Sin embargo nuestro título profesional es el de Terapeutas Familiares. En España y en Europa pertenecemos a asociaciones y federaciones de terapeutas familiares y los programas de formación que existen en toda Europa, en América y en Australia tienen “Terapia Familiar” en el título. Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 7 ! " # ! $ ! % ! ' ) # ( # * 56 517 & # ! +, # - . # / 0 1234 Lo que diferencia a la piedra del perro es que el perro es capaz de entender un comportamiento como mensaje. De acuerdo con este punto de vista, la ontología subyacente a la terapia familiar sostiene que algo es un sujeto cuando hace valoraciones de la realidad, y cuando puede por lo tanto hacer distinciones. Estas pueden ser muy rudimentarias, como lo son en el caso de organismos simples (distinguir por ejemplo entre un ambiente ácido y uno básico y preferir uno de ellos, como hacen algunos hongos), o más sofisticadas, pero entender que un organismo es un sujeto, y capaz por lo tanto de actividad psíquica, quiere decir que atribuimos a ese organismo la capacidad de distinguir acontecimientos, interpretarlos, prever sus consecuencias. El perro es un sujeto psicológico, la piedra no. El objeto de estudio de la psicología (sistémica) lo constituye, por lo tanto, la transmisión de información entre sujetos, o podemos llamarlo comunicación, y su unidad de análisis es la interacción. Algo que subyace en esta concepción y que de manera más o menos oculta (más bien más que menos) es que lo que caracteriza a un ser vivo es que tiene preferencias, lo cual es tanto como decir que tiene memoria, y acción propositiva (muchas veces no intencional, es decir, sin representación del objetivo o la meta de la acción). Los organismos, humanos o no humanos, microscópicos o macroscópicos prefieren unas situaciones a otras, prevén con más o menos antelación y con más o menos consistencia y actúan con más o menos eficacia. Sin eso los organismos no están vivos. A un organismo vivo lo que le ocurre nunca le es indiferente. La tradición sistémica se mueve en una tradición que define a las personas como sujetos, es decir, como organismos capaces de actividad psíquica en cuanto que distinguen y actúan de forma diferente dependiendo de aquello que han distinguido en el pasado más o menos inmediato. Todo organismo tiene su propia historia, le dure décimas de segundo décimas de siglo.8 Para seguir para adelante con esta definición, es necesario detenerse en el concepto de “actuación”. Existen dos tipos de actuaciones (de cosas que los sujetos psicológicos hacen). Por un lado están las actividades directas, no comunicativas, puramente manipulativas (como el puntapié a la piedra, siempre y cuando nadie nos esté viendo), a través de las cuales obtenemos cambios (la 8 Bateson (1979), más radical aún, afirma que pensar en términos de historias es algo compartido por los organismos y los sistemas de organismos (pp. 12-16 de la traducción castellana). 8 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso piedra reposa ahora en otro lugar) que son exclusivamente atribuibles a conocimientos y actuaciones propios, de uno mismo. Pero existen otras acciones que obtienen cambios a través de los conocimientos y actuaciones de los demás. Esto es lo que llamamos procedimientos de hacer hacer. Dicho de otro modo, la gente no simplemente “hace”, “actúa”, sino que está inmerso en una compleja red de interacciones en las que uno “hace hacer” constantemente a los demás (con el puntapié, el caminante hace al perro saltar y morder, aunque quizá lo que pretendía era hacerlo apartarse). Desde este punto de vista, las actuaciones (los comportamientos) de un sujeto, en presencia de otros sujetos, son mensajes (en el capítulo 4, explicaremos que no es posible no comunicar, siempre que exista un receptor), y el meollo de la cuestión es que para el receptor, estos mensajes constituyen un cuadro de informaciones que supera muy ampliamente el mero contenido sobre el que se informa. Si un jovencito da un puntapié a su hermano pequeño para que se aparte en el pasillo estrecho de casa (esperemos que no), está utilizando un procedimiento de hacer hacer, que será distinto del procedimiento que se pone en marcha si lo que recibe el puntapié es el cesto de la ropa sucia (aunque el puntapié sea el mismo), pues en ese caso estaríamos ante un procedimiento de hacer a secas. Si el pequeño en lugar de apartarse se vuelve y muerde a su hermano mayor (tampoco estaría bien), podría decirse que éste no ha tenido éxito con su procedimiento para despejar el pasillo (Otra cosa es que el objetivo del puntapié no fuera despejar el pasillo sino ajustar alguna cuenta pendiente). La sistémica estudia fundamentalmente la familia porque es en ella en la que se generan y en la que tienen sentido los procedimientos de hacer hacer. Es en la familia donde estas actuaciones se repiten y se convierten en rutinas, en la forma “normal” de hacer las cosas, y es en la familia donde se dan las condiciones para que estos procedimientos tengan o no éxito. Vemos pues que para los sistémicos la concepción del ser humano (del sujeto psicológico) se entiende una función de un interjuego de relaciones recíprocas entre los elementos del sistema (los miembros de la familia). Lo que ocurre en una familia debe entenderse desde la lógica del sistema, no desde la lógica de lo individual, lo cual implica conocer cómo se concatena lo que uno hace con las demás conductas familiares: lo que se aprueba, lo que se rechaza, lo que se ignora. El comportamiento, desde el punto de vista sistémico, no es reductible al lenguaje de lo individual (motivaciones, deseos, refuerzos recibidos, genética, factores de maduración). Por otro lado, el campo de estudio y de competencias de la psicología está claramente diferenciado del de la física, química o fisiología, en tanto que la psicología estudia transmisión de información y no de energía, y se trata de hechos de naturaleza mutuamente irreductible. (esto continúa en el capítulo equis) III. DE DÓNDE PROCEDE LA TRADICIÓN SISTÉMICA No es nuestra intención hacer una exposición de todos los pioneros, mentores y ascendientes de la terapia familiar, porque para ser justa y equilibrada llevaría todo el libro. Además, a diferencia de lo que ocurre con otras tradiciones psicoterapéuticas, no existe una figura histórica central a la que acudir para comenzar el relato de su hisYolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 9 toria (como Freud, Perls, Watson, Rogers o Kelly). Existen además excelentes y muy completas recopilaciones históricas como la de Bertrando y Toffaneti (2004), o más breves como la de Ludewig (1997), entre otras. En nuestra exposición nos limitaremos a aquellos autores y descubrimientos que consideramos más importantes para entender por qué los terapeutas familiares o sistémicos pensamos como lo hacemos. LA CIBERNÉTICA Y LA TEORÍA DE SISTEMAS Como ocurre con casi todos los modelos psicoterapéuticos, el sistémico aparece porque algunos pensadores y terapeutas deseaban llegar más allá de lo que les permitía el modelo imperante, el psicoanálisis, que campó como teoría clínica dominante durante toda la primera mitad del siglo XX. Una de las asunciones del psicoanálisis es la naturaleza fundamentalmente intrapsíquica del comportamiento. Unas fuerzas inobservables (pulsiones, normas, deseos, censuras, instintos) interactúan dentro del individuo siguiendo unas leyes (muy similares a las de la conservación de la energía). Una de las debilidades notorias de los modelos psicodinámicos consistía (todavía hoy) en que todo lo que queda fuera de la persona, tanto las interacciones con otros individuos como cualquier otro tipo de influencia externa, quedaba fuera de consideración. Los primeros sistémicos, que estaban interesados precisamente en esas interacciones (la del perro con el paseante, por ejemplo) necesitaban un esquema diferente y nuevo en el que encajar sus pensamientos. Además, el modelo psicoanalítico, centrado sobre todo en la neurosis, resultaba poco útil para enfrentarse a las psicosis, en las que también estaban muy interesados los sistémicos de los años 50 y 60. Por otro lado, los conductistas, muy ocupados en la época es estudiar relaciones entre estímulos y respuestas, estaban consiguiendo enormes avances para la psicología con su potente modelo del condicionamiento. Ellos sí estaban interesados en influencias externas (tanto que de hecho obviaban todo lo que ocurría dentro e interesaba a los psicoanalistas) pero su empeño en mantener la ciencia de la psicología en el terreno de lo experimental les obligó a estudiar secuencias de comportamiento muy cortas, que sean manejables en el laboratorio, y sujetas a variaciones simples y fácilmente constatables al cambiar variables de alrededor. Todo esto dejaba fuera las interacciones complejas, imposibles de reproducir en un laboratorio, aparte de exigir un punto de vista causal simple en el que el comportamiento se limita a ser una variable dependiente. El primer paso de la nueva teoría clínica lo constituyó el advenimiento de la cibernética (del griego kibernetos: timonel, piloto), termino introducido en 1948 por el matemático estadounidense Wiener, y definido por él como el estudio de la autoorganización . El concepto surge por tanto en el seno de las matemáticas y la física, y se relaciona en sus comienzos con el estudio de sistemas que se autorregulan, como los termostatos que apagan y encienden solos la calefacción. La cibernética se aplica tanto para estudiar el funcionamiento de máquinas (termostatos o computadoras) como de seres vivos (regulación de la temperatura corporal, por ejemplo) o conjuntos grandes de ellos (cantidad de basura que genera una ciudad), pues parte de la base de que las funciones de control, intercambio de información y procesamiento de la misma siguen las mismas leyes para cualquier ámbito . En lo que respecta a la psicología, el 10 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso punto de vista cibernético dice que lo importante no es de qué variables es función el comportamiento sino cómo se regulan los comportamientos. Apostarse en un punto de vista cibernético para una psicóloga supone, por una parte, abrir el foco de atención de los individuos (el perro, el caminante) a los sistemas de individuos (el perro y el caminante), y de los fragmentos cortos de comportamientos a las secuencias largas de interacciones. Y por otra, nos lleva a interesarnos de forma fundamental por los procesos de transmisión de información, o sea, en el caso de los humanos, por cómo comunicamos. La Teoría General de Sistemas (von Bertalanffy, 1934 / 1968) fue enunciada en el intento de dar explicación a fenómenos no abarcables desde planteamientos científicos reduccionistas.9 Igual que la cibernética, la teoría de sistemas se ocupa de estudiar las funciones y reglas que rigen el funcionamiento de los sistemas, no importa si mecánicos, biológicos o sociales. Según la teoría, un sistema (que en griego significa “cosa compuesta”) se define como una composición o conjunto de elementos (en nuestro caso personas), caracterizados por determinados atributos (en nuestro caso, sus comportamientos) y que se relacionan entre sí (a través de la comunicación). La familia se puede considerar un sistema en estos términos. El aspecto más característico de los sistemas es el de las propiedades supersumativas que resultan de la interacción de los miembros del sistema: la conocida máxima de que el todo es cualitativamente diferente a la suma de sus partes, de manera que no tiene sentido estudiar cada una de las piedras si queremos entender la catedral. Por otro lado, son los mecanismos cibernéticos de retroalimentación y homeostasis los que regulan el intercambio de información entre los miembros, que son los sustitutos de la causalidad lineal. Veamos sus postulados con más detalle: • • • El funcionamiento de cada miembro de un sistema no se puede entender aisladamente. La totalidad (el sistema) es más que la suma de sus partes. Según esto, el funcionamiento de la familia en conjunto no se puede deducir del funcionamiento de sus elementos componentes considerados aisladamente. Ese “más” se entiende como la interdependencia entre los elementos y su influencia mutua, y aproximarse e él supone estudiar las pautas de comunicación. La comunicación entre las partes se concibe como un proceso de realimentación, que implica una causalidad circular y no lineal, según la cual el resultado de una interacción se incorpora de nuevo al sistema influyendo en las interacciones subsiguientes en un proceso sin fin. 9 En la primera mitad del siglo XX se intentaba en muchos frentes superar la ciencia positivista y mecanicista, de causas y efectos, que había caracterizado la ciencia del siglo XIX. En el ámbito de la biología, por ejemplo, la teoría de sistemas perseguía dar cuenta de las propiedades del organismo concebido como un todo estructurado y no como un mero agregado de partes (la piel, más los músculos, más el hígado, etcétera). Con ello se pretendía precisamente resolver la controversia reduccionismo/holismo. Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 11 • La realimentación puede ser positiva y llevar a cambios, o negativa y mantener el estado del sistema (lo que se llama homeostasis). El termostato de la calefacción es un realimentador negativo, pues las variaciones en la temperatura ponen en marcha medidas correctivas para mantenerla en determinado rango. En una familia, ciertas cosas se mantienen estables como lo hace la temperatura de nuestra habitación o el nivel de glucosa en sangre. En ocasiones también se aplican medidas correctivas para evitar los cambios, para que la homeostasis no se vea perturbada (y que unos padres, por ejemplo, no se separen). Aunque la tradición terapéutica a la que nos referimos lleva el nombre de “sistémica” (además de los otros ya mencionados) en honor a la Teoría de sistemas, es necesario aclarar que la aplicación de la Teoría de sistemas al ámbito de la psicología tiene un carácter metafórico y no literal. La Teoría de sistemas es un asunto matemático y entre sus herramientas se cuentan las ecuaciones diferenciales. Tales ecuaciones se aplican sobre variables que puedan cambiar en sus valores de millonésima en millonésima. Pero no se pueden plantear con variables ordinales, ni nominales, ni discontinuas, que son las variables con las que con más frecuencia se enfrentan los psicólogos clínicos. La teoría de sistemas podría utilizarse en un familia para predecir variaciones en el nivel de alcohol en sangre de sus miembros, pero no el acuerdo o desacuerdo de un hijo con que sus padres beban (sería una variable ordinal, porque no se puede medir la distancia entre el acuerdo y el desacuerdo y por tanto no se puede realizar con ella una operación aritmética), y tampoco podríamos introducir en la ecuación si la persona que bebe es del sexo femenino o masculino (sería una variable nominal). Así las cosas, la teoría de sistemas nunca se utilizó en psicología para hacer ninguna predicción ni para tomar decisión alguna, aunque sí para hacer cálculos para el suministro de energía en una región o para el almacenamiento de residuos urbanos de las ciudades. Que esto sea así no resta valor ni utilidad al concepto de familia como sistema u organización. No hay que minusvalorar el papel de las metáforas como guías del pensamiento. Sin ir más lejos, todo el lenguaje que se utiliza para organizar el conocimiento existente sobre el sistema inmunitario es una gran metáfora bélica (agentes infecciosos, anticuerpos, natural killers, defensas…) que no solamente tiene la utilidad de que lo entiendan los no expertos, sino que realmente estructura la investigación y sirve de estructura para generar nuevo conocimiento. Lo que otorga validez a una determinada concepción en un determinado ámbito de estudio es la capacidad de transformación práctica que proporciona al investigador. La concepción de la familia como sistema tiene, como metáfora, unos límites, pero la aplicación de esa metáfora ha proporcionado en la tradición sistémica otras ideas potentes y fértiles. Como metáfora, la teoría de sistemas es a su vez una riquísima fuente de otras metáforas. Veremos muchas de ellas en los capítulos siguientes. En psicología, la cibernética y la teoría de sistemas son más instrumentos analíticos que explicativos. Y su potencia proviene de concebir la evolución de una persona en función de la evolución de otras personas. 12 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso EL MENTAL RESEARCH I NSTITUTE DE PALO ALTO, CALIFORNIA Por la trascendencia y dimensiones de su influencia en el pensamiento sistémico, son los investigadores del grupo que se conoce por las siglas MRI (Mental Research Institute) de Palo Alto (fundado por Don D. Jackson y Virginia Satir en 1959) los que merecen que se empiece por ellos, pues las investigaciones que en él se llevaron a cabo en la década de los 60 siguen siendo ineludibles para entender el pensamiento que subyace a nuestra tradición terapéutica. BATESON , EL ZOOLÓGICO Y LA ESQUIZOFRENIA La idea de emplear el nuevo punto de vista cibernético, surgido en la física y las matemáticas, a ámbitos tradicionalmente reservados a las humanidades, fue de Gregory Bateson. Como consecuencia de un psicoanálisis al que se sometió aquejado de una “depresión endógena”, comenzó su interés por la materia que manejan los psiquiatras. Después de muchos avatares en su vida, Bateson se encontraba a finales de los años 40 estudiando el característico estilo de comunicación de los pacientes esquizofrénicos. En cierta ocasión, observando un grupo de nutrias que retozaban en el zoo, Bateson se da cuenta de que el juego de perseguirse, morderse y atacarse (propio de cualquier especie depredadora, nosotros incluidos, véase sino la universalidad del pilla-pilla o el escondite) está entre las nutrias de alguna forma claramente definido como juego, de manera que los mordiscos y amenazas son entendidos por los sujetos participantes como segmentos del juego y no como verdadera agresión. Tienen entonces que existir comportamientos que actúan como señales que informan sobre el modo correcto de interpretar otros comportamientos, y por lo tanto son comunicación acerca de otros comportamientos. Piense el lector, por ejemplo, cómo se las arregla para dejar claro al interlocutor que determinado comentario irónico no va en serio (el tono de voz no es el mismo, quizás), o cómo en ocasiones nos quedamos aturdidos porque no hemos comprendido si el comentario que alguien acaba de hacer es un chiste o no lo es. Según el razonamiento de Bateson, aquellos comportamientos que tienen como función definir a otros corresponden a un tipo lógico superior y se puede considerar meta-comunicación, o comunicación acerca de la comunicación. Bateson recurre aquí a la teoría de los tipos lógicos de Russell (1910), según la cual se debe establecer una diferenciación entre los elementos de un conjunto y el conjunto mismo, de manera que la clase nunca puede ser un elemento de sí misma. La violación de esta norma lleva a paradojas en las matemáticas, pero también en la comunicación humana. 10 10 El catálogo de una biblioteca puede tener forma de un libro (hasta hace poco era lo habitual) y estar colocado en algún estante dentro de la biblioteca. Hasta aquí no hay problema; éste surge cuando una instancia superior desea elaborar el catálogo de catálogos de las bibliotecas de la región. Si el supercatálogo se incluye a sí mismo como un catálogo más (lo cual es lícito, pues no deja de ser un libro y por lo tanto debe estar catalogado y reposar en alguna estantería), estará confundiéndose entre los catálogos “simples”, que no corresponden a su tipo lógico superior, Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 13 La observación de pacientes esquizofrénicos del modo en que había observado a las nutrias dejó para Bateson en evidencia que su forma de comunicarse es rica en el tipo de confusiones de la que la teoría de los tipos lógicos nos quiere rescatar. Digamos que, visto desde los ojos de Bateson, al esquizofrénico le es difícil comprender las señales que a cualquiera le permitirían distinguir si un mordisco es jugando o no, e igualmente difícil informar de cómo debe entenderse el mensaje que él mismo manda. Al confundir niveles de comunicación, los esquizofrénicos consiguen negar lo que dicen al tiempo que lo dicen (en el tema XXX se verán las paradojas que esto genera y su relación con el concepto de psicopatología que se maneja en terapia familiar). El propio Bateson no podría haberlo expresado con una metáfora más precisa y ocurrente: el esquizofrénico es aquél que va a un restaurante y se come la carta (CITAR). Esta aguda constatación de la forma peculiar de comunicación de los esquizofrénicos fue en sí misma revolucionaria y abrió un nuevo campo de investigación de la enfermedad mental. Pero más importante aún fue la semejanza que Bateson encontró entre tal estilo de comunicarse y la forma también peculiar de interacción en las familias con miembros esquizofrénicos, donde los mensajes con muchos significados posibles o las informaciones contradictorias forman parte de lo normal. A partir de aquí Bateson elabora una teoría general de la comunicación basada en la cibernética de Wiener y recogida en la obra de Watzlawick, Jackson y Beavin (1967), Teoría de la comunicación humana, que recoge la idea, sintetizada en la Teoría del doble vínculo (ver capítulo equis), de que la esquizofrenia puede tener su origen en patrones de comunicación incongruentes dentro de la familia.11 El grupo de Palo Alto desarrolla además una forma novedosa de psicoterapia (familiar), la llamada terapia estratégica (la enfermedad es una estrategia escogida por el sujeto para enfrentarse a las situaciones), que ha hecho famosa a la escuela de Palo Alto y que tendremos oportunidad de ver más adelante. IV. LA PSICOTERAPIA COMO PROCESO DE ANDAMIAJE (Y EVENTUALMENTE DE CUIDADO-APEGO) Suele ocurrir que cuando una persona aquejada por un problema que no se ve capaz de resolver acude al psicólogo, espera que éste le aplique test, pruebas, técnicas curativas y otros procedimientos instrumentales, unos que descubran qué es lo que le pasa, otras que resuelvan el malestar. Se espera una relación profundamente asimétri- pero si no se incluye a sí mismo estará incompleto y se quedará sin catalogar. Elaborar el catálogo de todos los catálogos que no se incluyen a sí mismos es por lo tanto una misión imposible. Este es un ejemplo de las paradojas que generaba la teoría de conjuntos hace un siglo, y la teoría de los tipos lógicos pretende resolver el problema. Russell y Whitehead proponen que las paradojas son consecuencia de un uso indebido de la autorreferencia. Así, la clase no es un elemento de sí misma, la opinión de “la gente” no es lo que opinan personas concretas, el mapa no es el territorio, etcétera. 11 Esta obra se ha traducido al castellano con el título de Teoría de la comunicación humana, cuando su título original es Pragmática de la comunicación humana, en referencia a la tercera vertiente de la semiótica, junto con la sintáctica y la pragmática. 14 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso ca, en la que, tras relatar lo que le ocurre, quien consulta sea sometido a tratamiento por parte del experto, tratamiento que responde al mayor conocimiento de la psique por parte de éste. Como muchas otras ideas populares, ésta es fruto también de la omnipresencia del modelo médico en nuestra forma de pensar, según el cual el que consulta ignora y el profesional sabe. Bien es cierto que algunos psicólogos clínicos también trabajan así, pero nunca la terapia familiar. Para nosotros, la terapia es una acción conjunta que se va construyendo en un proceso de comunicación interpersonal. Los problemas se abordan de tal forma que las soluciones nunca están dadas de antemano, ni siquiera por experiencias de otras personas que hayan superado problemas parecidos. Las soluciones se construyen en el transcurso de la terapia, y los materiales de esa construcción son los recursos y los esfuerzos de las personas que piden ayuda. La intervención se hace entre las consultantes y la experta, no es algo que el experto les haga a sus consultantes. La experta no puede saber sin ayuda y a ciencia cierta qué acciones necesita emprender una persona o los miembros de un grupo para resolver un problema La psicoterapia es pues en primera línea un proceso comunicativo, y como tal se basa en conversaciones. De hecho, la mayor parte de lo que hacen los psicoterapeutas y sus clientes durante las sesiones clínicas es hablar. Pero de continuo tenemos conversaciones con otras personas en las que relatamos nuestras dificultades o preocupaciones, incluso a profesionales. Mantenemos tales conversaciones con el objeto de valorar lo que ocurre, para obtener consejo sobre qué hacer, para tomar decisiones, etc. Por su propósito, muchas de estas conversaciones no se distinguen de las conversaciones que llamamos psicoterapia. Pero las conversaciones que mantenemos con profesionales, al contrario de lo que ocurre con personas próximas (amigos, familiares, personas de confianza), los participantes se califican mutuamente de manera especial, atribuyéndose derechos y deberes de una forma muy distinta a como lo hacemos con nuestros próximos. En una relación terapéutica no se espera que exista reciprocidad (el terapeuta no contará sus propios problemas), se espera que los terapeutas cuiden a quienes acuden y se ocupen de su bienestar, pero no al revés. El intercambio de bienes también sigue derechos y deberes diferentes: el terapeuta no entrega dinero u otros bienes, a quien le consulta. Para definir la psicoterapia no sólo hay que excluir relaciones de ayuda entre próximos, sino también relaciones profesionales que, aunque también parecidas por lo asimétricas, tienen el propósito de informar o convencer, más que de buscar soluciones alternativas a las que las personas intentan con sus procedimientos ordinarios (tarea en la que han fracasado). Así, Fernández Liria, Hernández Monsalve, Rodríguez Vega (1997) que hacen una definición de psicoterapia que excluye “… el consejo médico o psicológico en el que el experto se limita a poner a disposición del cliente información que le permite realizar una elección cuya realización no está impedida por la patología mental”. Y aclara: Es consejo si se dice algo como “debe dejar de fumar porque en su caso –bronquitis crónica – fumar entraña tales y cuales riesgos”. Hay psicoterapia si se inicia una intervención para resolYolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 15 ver el problema de que el cliente no puede dejar de fumar aunque conozca los peligros y quiera hacerlo. Excluye también el “manejo clínico de un tratamiento medicamentoso, en el que el objetivo es garantizar las condiciones (de información, de confianza en el médico, expectativas, adherencia al tratamiento) que permiten optimizar el efecto de la medicación prescrita” (Fernández Liria, Hernández Monsalve, Rodríguez Vega, 1997: p. 21). Vemos por lo tanto que algunas conversaciones con profesionales en las que el profesional pretende proporcionar ayuda no debemos llamarlas psicoterapia, y que existen conversaciones con personas no profesionales que podríamos llamar psicoterapia si no fuera porque el interlocutor no es un profesional experto. Lo que hace de una conversación un segmento de psicoterapia es entonces que busque la solución de un problema que quien pide ayuda no puede resolver, y que no se limita a proporcionar consejo o información. Tales conversaciones deben estar por lo tanto orientadas a buscar una alternativa factible a lo que la persona está haciendo para resolver su problema. Para ello habrá que construir una versión del problema diferente a la versión que ha traído quien consulta, en la que éste aparezca implicado personalmente en el origen, el mantenimiento o las posibilidades de resolución del mismo. La acción conjunta terapeuta-consultante consiste por lo tanto en gran parte en construir una narración alternativa del problema presentado, una narración que para ayudar debe ser plausible, convincente y estéticamente válida (es decir, que haga la vida cotidiana más variada y emocionante, menos banal) (Manfrida, 2006). Dentro de esta narración se generarán planteamientos alternativos congruentes con ella. LA ACCIÓN CONJUNTA SEGÚN VYGOTSKY. Planteándose la psicoterapia de la forma que se acaba de exponer, uno se encuentra con una notable similitud con el concepto vygotskyano del desarrollo humano, pues está planteado en los mismos términos. Según Vygotsky, el desarrollo humano es también un proceso de acción conjunta, más largo claro está que una psicoterapia, en el transcurso del cual sujetos más expertos contribuyen constantemente a que otros menos expertos tengan éxito en sus intentos de solucionar problemas. El parecido de esta concepción y lo que nosotros entendemos por psicoterapia es asombroso. Vygotsky es un autor de referencia para los psicólogos sistémicos, pues su modo de entender la psicología es radicalmente interpersonal. Su planteamiento general sobre el desarrollo es que éste consiste esencialmente en interiorizar lo que está culturalmente presente, y tal interiorización tiene lugar a través de las interacciones con los demás. La obra de Vygotsky en general, y en particular su teoría del aprendiz (que pretende dar cuenta precisamente de cómo tiene lugar esa interiorización), han inspirado muy influyentes y fructíferas líneas de investigación, entre las que encontramos la Teoría del andamiaje de Wood, y Ross (1976), especialmente apropiada para nuestro propósito de comparar un proceso psicoterapéutico con un proceso de desarrollo (o de aprendizaje, si se prefiere). 16 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso Según Bruner, aprender es el proceso de hacerse autónomo e independiente, es decir, el proceso gracias al cual se necesita cada vez menos de personas más expertas que nosotros para resolver tareas. Mientras tanto y no, la forma en que el experto y el aprendiz afronten la tarea de aprendizaje determinará el éxito de la misma. Aprender, según esta concepción, no consiste en hacerse con una habilidad o conocimiento nuevo como reflejo del que tiene el experto, sino que es una acción conjunta en la que el aprendiz reconstruye, a través sobre todo de las experiencias externas compartidas. Las claves para que el aprendizaje sea eficaz (es decir, para que el aprendiz pueda lo antes posible ejecutar la tarea sin ayuda) dependen pues de cómo el experto y el aprendiz aborden la tarea juntos. En la relación diádica de aprendizaje, el experto no solamente tiene más conocimientos y habilidades que el aprendiz, sino que también tiene la responsabilidad de dirigir el proceso. Es sobre todo el experto el que regula las actividades, organizando la secuencia de acciones y proponiendo las tareas nuevas, o proponiendo los criterios para evaluarlas. Y este es el punto clave para el éxito del aprendizaje: que el experto organice el proceso en función de lo que el aprendiz requiere. Es lo que se llama ajuste. Para manejar este concepto de ajuste, Vygotsky propone la zona de desarrollo próximo, que define la modulación de la ayuda que proporciona el experto. Cuando el aprendiz ejecuta una tarea de forma similar a como la ha ejecutado anteriormente, no se producirá un aumento de sus competencias. Si por el contrario el experto propone una tarea en la zona de desarrollo próximo, es decir, una tarea que exceda las habilidades del aprendiz pero sólo ligeramente, no tanto como para que se produzca un fracaso, entonces el experto estará actuando con un buen ajuste que optimizará el proceso de aprendizaje. La teoría del andamiaje de Wood, Bruner y Ross (1976) viene a ser una concreción de la zona de desarrollo próximo vygotskiana en un contexto de enseñanza. El andamio es utilizado como una seductora metáfora que sostiene que enseñar es dar soportes (andamios) al aprendiz por delante de lo que es capaz para ir retirándolos posteriormente. Ello supone que el experto, de forma eventual, se haga cargo parcial o totalmente de componentes de la tarea que el experto no domina. Para bien ser, el experto debe adecuar su grado de ayuda al nivel de competencia que percibe o le atribuye al aprendiz, en una relación inversamente proporcional (a más competencia, menos ayuda). El experto así se ajusta al aprendiz: va retirando la ayuda a medida que la autonomía del aprendiz aumenta. Pero la cuestión no termina aquí. El ajuste del experto a su aprendiz no se limita a la parte técnica del aprendizaje, sino que supone igualmente velar por su bienestar, tranquilizarle cuando tiene miedo, protegerle de posibles daños, elogiarlo en lo posible y reconfortarlo si fracasa. Es decir, el experto debe servir al aprendiz como base segura, en el mismo sentido en el que Bowlby, en su teoría del apego, plantea como requisito de una relación saludable entre el progenitor y su hijo (sobre lo que hablaremos mucho más en el capítulo siguiente). El experto, igual que una madre en el parque, supone una base segura: persona desde la cual se exploran entornos desconociYolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 17 dos y a la cual se regresa en caso de miedo, cansancio o inseguridad. La base segura, para serlo, no puede limitarse a estar ahí sino que, en caso necesario, debe reconfortar, animar o aconsejar. Si asumimos que una relación psicoterapéutica es una relación de andamiaje, la forma óptima de construirla será basarla en un ajuste adecuado y anidarla en una relación segura de apego-cuidado, o al menos, la relación terapéutica ha de ser susceptible de convertirse en una relación de apego seguro, aunque sea con carácter temporal. Esto supone que tal relación esté basada en el elogio, en la disposición a cuidar, a participar en el proceso de desarrollo y a servir de guía. No debemos olvidar que la materia con la que se enfrentan el psicoterapeuta y su consultante es un atascamiento que genera malestar. La figura de apego no desatasca, pero puede ser un antídoto contra el miedo a hacer las cosas de otra manera. Visto así, la psicoterapia se desmitifica, pues es un tipo de actividad conjunta de solución de problemas que por lo demás está omnipresente en la vida de los seres humanos. Sólo la distingue de otras actividades la diferente ritualización, que es la que define los objetivos, los procedimientos, los derechos y obligaciones de los protagonistas (el más experto y el menos). Pero lo mismo que en otros ámbitos o momentos de la vida, los problemas en psicoterapia se resuelven comúnmente gracias a los hallazgos que surgen en conversaciones con personas relativamente más expertas o menos angustiadas, que andamian nuestros intentos de conseguir ciertas metas y solucionar incompatibilidades y nos sirven, si es necesario, de base segura. Esas conversaciones nos ayudan a dejar de hacer algunas cosas y a empezar a hacer otras nuevas. Nos ayudan a abandonar unos objetivos y a definir otros, a abandonar unas explicaciones adoptando otras, a desechar unos procedimientos e idear otros, a ver nuevas desventajas y ventajas, a sacar partido de lo que ocurre, etc. REFERENCIAS Bateson, G. (1972). “The group dinamics of schizophrenia”, en Steps to an Ecology of Mind. Nueva York, Chandler. (Traducción castellana: Pasos hacia una ecología de la mente, Buenos Aires, Lohlé-Lumen, 1998) Bretrando,P y Toffanetti, D. (2004). Historia de la terapia familiar. Los personajes y las ideas. Barcelona, Paidós. Fernández Liria, Hernández Monsalve, Rodríguez Vega, (1997). Psicoterapias en el sector público: un marco para la integración. Madrid: AEN. Gianmarco Manfrida (2006), Fragilidad de la realidad poder de la narrativa: ¿por qué y cuándo una historia es terapéutica?, Mosaico, 33, 27-31 Hayes, Strosahl, Wilson, (1999). Acceptance and commitment therapy: an experiential approach to change behavior. Nueva York. The Guilford Press, 18 ¿Qué es la Psicoterapia?| Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso Jackson, D.D. (1957). “El problema de la homeostasis de la familia”, The Psychiatric Quaterly Supplement, 31, pp.79-90. En Communication, Family and Mariage, Palo Alto, Science and Behavior Books, 1968. (Traducción castellana: Comunicación familia y matrimonio, Buenos Aires, Nueva Visión, 1977) Ludewig, K. (1997). Terapia sistémica. Bases de teoría y práctica clínicas. Barcelona. Herder Mañas, 2007 Wood, D. J.; Bruner, J. S.; Ross, G. (1976). “The role of tutoring in problem solving”. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 17, 89-100. Yolanda Fontanil, Esteban Ezama, Yolanda Alonso | Construcción de una Psicoterapia Sistémica 19