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COMUNICACIÓN ALTERNATIVA

En Argentina tiene lugar una singular paradoja: a partir de la insurrección espontánea (1) del 19 y 20 de diciembre de 2001 cada vez hay más Comunicación Alternativa (C.A.), pero muy pocos saben de su existencia. Lejos de desalentar a sus artífices, esta contradicción les impulsa a reafirmar su praxis comunicacional sin abandonar la reflexión y el sentido autocrítico. A lo largo del período sociopolítico

UNA APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE COMUNICACIÓN ALTERNATIVA Federico Sager Universidad Nacional de La Plata (Argentina) En Argentina tiene lugar una singular paradoja: a partir de la insurrección espontánea (1) del 19 y 20 de diciembre de 2001 cada vez hay más Comunicación Alternativa (C.A.), pero muy pocos saben de su existencia. Lejos de desalentar a sus artífices, esta contradicción les impulsa a reafirmar su praxis comunicacional sin abandonar la reflexión y el sentido autocrítico. A lo largo del período sociopolítico abierto hace ya diez años han surgido ricas conceptualizaciones sobre la alternatividad comunicacional, ya sea desde ámbitos académicos como del interior mismo de las prácticas. La producción teórica de intelectuales como el belga Armand Mattelart, el colombiano Jesús MartínBarbero, el venezolano Antonio Pasquali, el brasileño Paulo Freire y el italiano Franco "Bifo" Berardi desde los años sesenta hasta la actualidad es referencia ineludible para las conceptualizaciones contemporáneas sobre el tema, ya sea las realizadas en la academia o aquellas llevadas a cabo por los grupos que desarrollan experiencias de comunicación. Sin embargo, en este trabajo se remitirá a las teorizaciones en torno a la C.A. llevadas a cabo por investigadores argentinos, centrándome en las de la última década, a los fines de retomarlas posteriormente como utillaje teórico en la investigación que vengo realizando sobre Indymedia La Plata (2). El recorte incluye dos trabajos anteriores al período en cuestión que se consideran paradigmáticos respecto a las actuales posiciones presentes en el campo de estudios de la C.A., y que los nuevos autores retoman a la hora de definirla. En tanto, deja de lado aquellos que fueron realizados desde el interior de experiencias concretas, por tener un objeto más parcial (generalmente el análisis de la propia experiencia o la crítica de otras) y no poner el foco en lo que implica la alternatividad a un nivel conceptual más general. Tampoco son incluidos los trabajos que no se apropian del concepto "Comunicación Alternativa" ni lo problematizan de modo explícito, adoptando en su lugar otros como "Comunicación Popular", "Comunicación Ciudadana" o "Comunicación Participativa", con significados, agentes y objetos distintos a los de la C.A. (3). Dos definiciones de alternatividad Nuestro país es rico en experiencias de comunicación que preexisten a las conceptualizaciones sobre C.A. pero que pueden denominarse alternativas (4); sin embargo, la C.A. comenzó a ser definida de ese modo y teorizada sistemáticamente en los años ochenta. Dos trabajos paradigmáticos de ese período realizados por intelectuales argentinos, aunque publicados en otros países, son el texto de Margarita Graziano (1980), difundido en una revista venezolana, y la clásica compilación de Máximo Simpson Grinberg (1989), realizada durante su larga estadía en México. Graziano manifiesta su voluntad de delimitar conceptualmente expresiones que se venían usando indistintamente: comunicación alternativa, comunicación participatoria, comunicación horizontal, entre otras. En ese sentido, se propone "ver sus mutuas implicaciones posibles, y llegar a la formulación de lo que a nuestro juicio debe entenderse por 'comunicación alternativa', y de cuál ha de ser su verdadera inserción y su rol fundamental en el seno de nuestra sociedad." Con relación a los conceptos de comunicación horizontal y participativa, plantea que ambos "son equiparables en su intento de buscar una suerte de inversión de la relación emisor-receptor y en su preocupación por instrumentalizar la nueva relación así surgida en procesos comunicacionales con fines distintos a los propuestos por los medios masivos". A la vez que señala la extraordinaria validez de las prácticas de comunicación de ese tipo, la autora remarca el carácter fundamentalmente voluntarista de estas que, en muchos casos, "obedecieron más a necesidades coyunturales a nivel de cuadros que a un proyecto concreto de participación de masas". Finalmente, propone el uso de la expresión C.A. "para aquellas relaciones dialógicas de transmisión de imágenes y signos que estén insertas en una praxis transformadora de la estructura social en tanto totalidad" y concluye que, así entendida, la propuesta de delinear más profundamente sus bases y mecanismos se vuelve un reto para los militantes e investigadores ligados a organizaciones y, posiblemente, "en un requisito básico de toda forma de organización política que dichas organizaciones deban asumir". El libro de Simpson Grinberg (1989) es, según su autor, el primer cuerpo orgánico de textos que presenta una visión de conjunto sobre el fenómeno. La mayoría de los trabajos fueron elaborados especialmente para este compendio, organizado en tres partes, que se propone ejemplificar lo que cada autor entiende por comunicación alternativa. El volumen contiene aportes de Jesús Martín-Barbero, Mario Kaplún, Andrés Cassigoli, Daniel Prieto Castillo, Diego Portales, Fernando Reyes Matta, Oswaldo Capriles y Gregorio Selzer, entre los más salientes. Allí el compilador expone su punto de vista en dos trabajos: "Comunicación alternativa: Tendencias de la investigación en América Latina" y "Comunicación alternativa: Dimensiones, límites, posibilidades". En el primero, sostiene que la C.A. no puede significar una transferencia de monopolio de una clase social dominante a una nueva élite de poder ni que se deje intacta la relación asimétrica entre emisorreceptor, diferenciándose de esta forma de perspectivas comunicacionales “conductistas”, “estatistas” y “autoritarias” como las que, para el autor, sostienen Armand Mattelart, Camilo Taufic y Margarita Graziano, que serían contrapuestas a una radical democratización del proceso comunicativo, dirigido por los trabajadores y no por una vanguardia en nombre de la clase. Se trata de "promover un cambio radical de las relaciones comunicacionales, con todo lo que ello representa desde el punto de vista de los sistemas de propiedad, control, elaboración y difusión de mensajes" (Simpson Grinberg, 1989: 39). En tanto, define lo alternativo como "todo medio que, en un contexto caracterizado por la existencia de sectores privilegiados que detentan el poder político, económico y cultural –en las distintas situaciones posibles desde el sistema de partido único y economía estatizada (Cuba) hasta los regímenes capitalistas de democracia parlamentaria y las dictaduras militares– implique una opción frente al discurso dominante" (Simpson Grinberg, 1989: 41). En el segundo texto plantea que "la práctica comunicativo-informativa constituye, en sus múltiples dimensiones, algo más que un mero fenómeno superestructural: es expresión de un modo de producción y de su interacción con el sistema político, del carácter mismo del Estado y de su particular articulación con la sociedad civil" (Simpson Grinberg, 1989: 140), en tanto entiende la proliferación de medios de información y comunicación alternativos "como antídoto frente al monopolio de la palabra por parte de quienes usufructúan también el poder político y económico" (Simpson Grinberg, 1989: 141), a la vez que "lo alternativo se opone a lo meramente complementario o marginal, pues implica, aunque en medida variable, un cuestionamiento del statu quo" (Simpson Grinberg, 1989: 145). Por último, advierte que no puede definirse a los medios alternativos como oposición a los medios masivos, ya que el problema no radica en la masividad sino en las lógicas comunicativas/discursivas de los medios, además de que se torna imprescindible generar vínculos y síntesis entre ambos tipos de medios (alternativos y masivos) en un proceso de cambio social que pretenda abolir las relaciones de dominación. El debate sobre el objetivo de la C.A. sigue siendo de primer orden para la nueva generación, atravesada por los enfoques que remarcan el uso instrumental y contenidista de los medios, como parte de estrategias totalizadoras de cambio social y aquellos que ponen el acento en los aspectos relacionales y de gestión, como modos de potenciar la autonomía de los sujetos y la creación de nuevas discursividades de resistencia. Nos aproximaremos a continuación a algunas de las conceptualizaciones producidas en la actualidad para analizar cuáles elementos de la tradición teórica son recuperados y qué críticas, rupturas, continuidades o profundizaciones están teniendo lugar en los nuevos planteos comunicacionales. La nueva generación El debate sobre C.A. cobró gran relevancia en Argentina luego de la insurrección espontánea de diciembre de 2001. Ese acontecimiento motivó el surgimiento de un sinfín de experiencias (5) y consolidó otras (6), así como también reavivó viejas polémicas dotándolas de nuevos sentidos. Hijo pródigo de ese momento histórico es el libro de Natalia Vinelli y Carlos Rodríguez Esperón (2004). Sus autores se proponen con este material "intervenir en el debate sobre el rol de los llamados medios alternativos y contrainformativos en la Argentina, pero también plantear nuevos acercamientos que, desde una indagación crítica echaran un poco de luz sobre las eternas discusiones acerca de los alcances de términos tan ambiguos como contrainformación y alternatividad". Para ello compilaron en la primer parte del libro una serie de reflexiones teóricas y, en la segunda, sistematizaciones sobre experiencias argentinas contemporáneas, en su mayoría situadas en Capital Federal y Gran Buenos Aires. En la introducción, los compiladores advierten las principales tensiones que cruzan el campo de la alternatividad, como la distancia o vinculación orgánica con los movimientos sociales y políticos, los interrogantes acerca de las formas de gestión, la relación entre emisión y recepción; el testimonio o el protagonismo del periodista militante, la participación popular, las tensiones entre la alternatividad y la masividad, la legalidad y la ilegalidad, el uso instrumental de los medios y su participación en coyunturas específicas, entre otras, reconociendo que "el resultado de este trabajo refleja en parte el estado de situación del campo de la C.A. en nuestro país”. La intervención teórica de Vinelli y Rodríguez Esperón, más allá del recorte/selección que conlleva todo trabajo de compilación, se despliega en el artículo que abre la primera parte: "Desarmando Espejismos". Este comienza con un ejemplo que permite el planteo de algunos problemas en torno a la labor periodística: "1) ¿Cuál es el grado real de independencia del periodista en su trabajo? 2) ¿Existen valores extraperiodísticos que condicionan el trabajo de la prensa?, de ser así, ¿cuáles son aceptables, cuáles no y por qué? 3) ¿Qué grado de validez tiene una perspectiva instrumental de los medios de comunicación que plantea relaciones de manipulación puestas al servicio de objetivos que no son del orden de lo periodístico?" (Vinelli-Rodríguez Esperón; 2004: 12). Estos interrogantes sirven para pensar cualquier práctica periodística, pero adquieren un tono distinto si se trata de prácticas vinculadas a los medios masivos dominantes o a experiencias alternativas de comunicación, en muchas de las cuales suele, incluso, rechazarse el periodismo "profesional", que es caracterizado como una forma de producción burguesa, elitista, separada del campo popular en lucha. Las preguntas permiten reflexionar acerca de la intrincada relación entre lo político, lo económico y lo ético, aspectos que atraviesan toda intervención comunicativa. Vinelli y Rodríguez Esperón se preguntan de qué hablamos cuando hablamos de comunicación alternativa y, al igual que sus predecesores, sostienen que existe una utilización demasiado flexible del término, en tanto aclaran que las diferentes posiciones dan cuenta de distintos proyectos políticoculturales: "Lo contrainformativo, lo popular, lo comunitario, lo participativo, las concepciones instrumentales o aquellas basadas en la gestión del medio; en fin, las diferentes formas de entender lo alternativo están asociadas a un proyecto más amplio del cual la práctica forma parte y sin la cual es imposible comprenderla" (Vinelli-Rodríguez Esperón; 2004: 12). Para los autores el elemento determinante que define el carácter de lo alternativo en la comunicación es su dependencia de un proyecto de cambio radical de la sociedad, lo que los emparenta directamente con la perspectiva sostenida por Margarita Graziano en el artículo mencionado, cuando planteaba que "la idea de una comunicación alternativa remite a una estrategia totalizadora (...) no puede ser asumida ni como experiencia parcial ni como objeto de formulación por parte de investigadores aislados, sino como uno de los más importantes aspectos a desarrollar en el seno de una organización política" (Graziano, 1980). A la vez, remarcan el discurso contrainformacional como uno de los elementos centrales de la comunicación alternativa. Para ellos la contrainformación no se limita, como para Armando Cassigoli, a la lectura crítica de medios y a dar vuelta el discurso del otro, sino que incluye la definición de una agenda temática propia y la generación de información propia, de manera que construye "otro modelo de noticiabilidad en el marco de una perspectiva instrumental" (Vinelli-Rodríguez Esperón; 2004: 15). ¿Pero qué es esto de la perspectiva instrumental? Se trata, ni más ni menos, que de la manipulación. A pesar de reconocer que las tecnologías no son neutras ni democratizadoras en sí mismas, Vinelli y Rodriguez Esperón recuperan el planteo de autores como Hans Magnus Enzensberger y Armand Mattelart, quienes reivindicaban la necesidad de que las organizaciones revolucionarias controlaran/manipularan los medios masivos de comunicación como único modo de sostener el poder político y económico en un proceso de cambio revolucionario. "Un proyecto revolucionario no debe eliminar a todos los manipuladores sino que, por el contrario, ha de lograr que cada uno sea un manipulador" (Vinelli-Rodríguez Esperón; 2004: 23), en el sentido de poder controlar la técnica, impidiendo que sea utilizada para manipular a los sujetos, es decir, una manipulación tendiente a abolir la manipulación. María Cecilia Fernández (2007) plantea un quiebre en la tradición del campo. No sólo al mirar hacia Europa a la hora de construir su objeto de estudio, sino porque se opone al paradigma de la manipulación y la contrainformación, situándose en el "paradigma de la subjetividad", orientado al "análisis de las prácticas y los discursos de sujetos sociales que experimentan nuevas formas de comunicar y organizar la producción y la gestión de los medios" (Fernández, 2007: 22). Es así que, para la autora, pensar la C.A. a partir de estos procesos de la subjetividad "nos invita a pensar en la instancia de poder que existe entre medios técnicos, saber y sujeto social –es decir, en los procesos de sujeción que instauran una relación asimétrica entre medios masivos y sociedad– [y] también nos abre la posibilidad de explorar la producción 'deseante' de nuevas formas de comunicar" (Fernández, 2007: 22). Esta perspectiva pone de relieve los procesos socio-semióticos que resultan constitutivos para los sujetos. Fernández sostiene que la producción ideológica del discurso mediático no pasa por el contenido del mensaje sino por la estructura del medio, de manera que la práctica alternativa no consistiría en generar discursos de oposición sino prácticas de interferencia (técnicas y semánticas): "La acción que le corresponde a la alternatividad está en poder des-estructurar el funcionamiento social de los medios masivos e intervenir recreando nuevas prácticas de gestión, organización y producción de los medios. En suma, indagar sobre los procesos de subjetivación (...) Por consiguiente, los medios alternativos dejan de ser concebidos como un sistema de representación –órgano de expresión o superestructura ideológica– y pasan a asumirse como medios de producción" (Fernández, 2007: 28). Este enfoque desplaza los contenidos del centro de la escena, diferenciándose así de lo planteado por Simpson Grinberg, aunque comparte con él la importancia de la gestión del medio para definir su carácter alternativo, así como su crítica a la teoría de la vanguardia política. Es, por el contrario, una teoría centrada en proyectos que no se plantean incidir en políticas nacionales de comunicación, como los analizados por Graziano, sino transformar aspectos –micropolíticos– de la vida cotidiana, que se organizan con la modalidad de red, por afinidad y por contagio y no tanto a partir de su adhesión – consciente, explícita, programática– a una estrategia totalizadora de cambio social. En su crítica a los medios "de contrainformación" que se posicionan como canales de transmisión (superestructuras ideológicas) de una estrategia totalizadora, la autora manifiesta que "fundadas en la teoría de la manipulación, estas prácticas creyeron, frente a la información falsa o tergiversada, restablecer un tipo de información –verdadera y objetiva– que se correspondiera con los intereses – verdaderos y objetivos– de las clases dominadas" (Fernández, 2007: 33), quedando supeditadas como órgano de propaganda de una organización política o de un movimiento social. Según la autora, en las organizaciones muchas veces impera una visión instrumental de comprensión de la comunicación alternativa y el lenguaje comunicativo se ve reducido a características expresivas técnico-profesionales (uso del género periodístico informativo), en tanto –lógicamente– es la estrategia política de la organización, quien determina tareas y contenidos del área de la comunicación. Por su parte, Larisa Kejval (2009) plantea que la falta de consenso sobre las definiciones de C.A. "se expresa en la frecuencia con la cual se encuentran experiencias que utilizan indistintamente estos adjetivos y experiencias, que se pueden considerar como de características similares, que se nombran de modo diverso [a la vez que ocasiona] serias dificultades a la hora de proponer criterios de inclusión y exclusión para constituir este conjunto de prácticas comunicacionales como categoría" (Kejval, 2009: 1718). Sin embargo, considera posible reconocer ciertos hilos conductores sobre este tipo de medios en las reflexiones de diversos autores y de personas involucradas en ellos. Como conclusión ensaya una tipología compuesta de tres puntos para englobar a los medios comunitarios, populares o alternativos, más precisamente a las radios de este tipo, que constituyen su objeto de análisis, pero bien puede servir como definición general de estos medios. De este modo, considerará que una radio es comunitaria, popular o alternativa cuando: "* tiene en su horizonte la resistencia o transformación de los procesos económicos, sociales, culturales y comunicacionales hegemónicos. En este sentido, pensar los proyectos político-culturales de las radios es pensarlos implicados en procesos y prácticas culturales contrahegemónicos; * este horizonte se expresa en sus acciones y reflexiones, siempre en relación con sus contextos y a los actores implicados en dichos procesos hegemónicos. * y además, construye su identidad en relación con un conjunto de prácticas y reflexiones del campo de la comunicación comunitaria, alternativa y popular y, como consecuencia, se nombra a sí misma con alguno de esos adjetivos" (Kejval, 2009: 19-20). El epílogo del libro, escrito con Claudio Vívori, tiene como propósito "ensayar reflexiones que permitan problematizar algunos aspectos del presente y el futuro de este tipo de experiencias de comunicación alternativa, de tal modo de que puedan nutrir los debates y las prácticas actuales" (Kejval, 2009: 103), por lo que se emparenta en su objetivo al prólogo del libro de Vinelli-Esperón. Lo alternativo, para los autores, "se configura a menudo como posibilidad de distorsión, cambio o subversión de los distintos elementos que componen el proceso comunicativo. Otras veces surge como arma de lucha que, en manos de una organización política –y, en algunos casos, también militar– confronta con un régimen sociopolítico determinado. Lo alternativo no tiene una definición estable, ni puede tenerla, porque su propio desarrollo está ligado a coyunturas y a modos de producción massmediáticos concretos. El mismo concepto se define en relación con la funcionalidad que cumple: una comunicación será más o menos alternativa en la medida en que subvierta un orden moral, político, social, económico, tecnológico, cultural, simbólico e ideológico" (Kejval, 2009: 104). Al final de esta conceptualización, introducen la noción de grados de alternatividad, anteriormente planteada por Simpson Grinberg, que resulta importante a la hora de definir la efectividad de una práctica alternativa dentro del campo de la comunicación como un todo. La autonomía como perspectiva estratégica Desde el título de su libro, María Cecilia Fernández otorga al concepto de autonomía un lugar central, y sostiene que comunicación-subjetividad-autonomía es un trinomio indivisible. La autonomía significa para Fernández "el rechazo activo a la explotación, la sustracción activa del dominio del trabajo, la liberación del tiempo y de los espacios para la libre expresión de la inteligencia, la creación, el placer erótico e intelectual. Autonomía es sinónimo de actividad continua y variable de saberes no asimilables a la lógica de la ganancia y a la lógica de la explotación, sea ésta de Estado o de libre mercado" (Fernández, 2007: 47-48). Para este enfoque es fundamental la reapropiación de la técnica, más precisamente de los dispositivos que facilitan la producción y difusión masiva de comunicación. El trabajo en red, voluntario-colaborativo también juega un papel de suma importancia. Remarca la autora que "el agotamiento de las viejas estructuras organizativas de los grandes medios de comunicación de masas (centralistas, unidireccionales y jerárquicas) ha sido objeto de discusión a través de la creación de comunidades virtuales autogestionadas que siguen el modelo de la red de usuarios-colaboradores de internet, de la cooperación técnica en la producción de sistemas informáticos libres no propietarios y de la autoproducción digital audiovisual independiente" (Fernández, 2007: 87-88). En tanto, esta arquitectura rizomática, descentralizada y no jerárquica, hace las veces de contrapunto del modelo de comunicación "unidireccional" de los medios tradicionales. El agente que desenvuelve esta perspectiva es el mediactivista, que surge "de la necesidad y el deseo colectivo de emprender nuevos usos de los medios tecnológicos con el fin de crear una nueva sensibilidad política en torno a la producción de medios de comunicación independientes de los procesos de mercantilización y privatización de la información, de la producción cultural y del conocimiento tecnológico" (Fernández, 2007: 89). La autora remarca la figura social del mediactivista en tanto sujeto de la comunicación que rompe la relación espectacular entre la producción y la recepción que se encuentra presente en la comunicación comercial, y en tanto este sujeto incorpora los nuevos medios tecnocomunicativos a proyectos colectivos sociales o político-militantes. "El mediactivismo se conecta con un uso táctico de las viejas y nuevas tecnologías con el fin de crear medios de enunciación colectivos capaz de construir otro modelo comunicacional autónomo al proceso de globalización y concentración capitalista" (Fernández, 2007: 89). En paralelo, Kejval y Vívori adoptan la noción de comunicación autónoma "para intentar sintetizar una serie de reflexiones y de problemas compartidos por prácticas de comunicación que, aunque muchas veces se autodenominan de otros modos, han elegido la noción de autonomía como constitutiva de sus proyectos político-culturales" (Kejval, 2009: 109). Para los autores, esta noción implica "una crítica a la militancia predominante en los partidos políticos de izquierda, al rol instrumental que asume la comunicación en función de proyectos totalizadores, a la pura crítica ideológica y a la dependencia de la cooperación internacional propia de muchas ONG. En este sentido, se trata de experiencias de comunicación que aspiran a tomar decisiones cada vez más independientes de fuerzas exteriores a ellas, a autodeterminar sus objetivos y sus acciones, a construir en su seno relaciones definidas por las mismas personas que las realizan, reivindicando la capacidad de desear y la libertad como utopía" (Kejval, 2009: 109-110). Señalan, además, que la noción sugiere un modo específico de comprender la relación comunicación-política así como un conjunto de problemas que se asocian a esa relación, abarcando la crítica a las relaciones de dominio propias de la producción capitalista, las desigualdades generacionales, el sexismo y el racismo, entre otras. Una de las posiciones más filosas respecto a esta concepción es la sostenida por Carlos Mangone (2005) quien, desde una perspectiva claramente anclada en el marxismo-leninismo, advierte en esta perspectiva "un elogio continuo al espontaneísmo de las masas, a su falta de organicidad y a su búsqueda de soluciones concretas [que resulta] funcional para un discurso hegemónico que lo hacía suyo incluso desde los grandes medios de comunicación de masas. La lucha por los derechos humanos en la Argentina, la caída de Collor en Brasil o la comunicación zapatista en México estarían mostrando la vitalidad de estas concepciones que se alejan de la tradición más regimentada de partidos y sindicatos" (Mangone, 2005: 323). Como contratendencia, Mangone remarca los logros de la comunicación alternativa en el proceso venezolano, "en el que, con dificultades, se avanza en formas de organicidad de masas" (Mangone, 2005: 323), como las que se produjeron gracias a la actuación de los medios alternativos en el contragolpe popular de 2002. En ese sentido, el autor concluye que "la comunicación alternativa no puede abstraerse de las tendencias generales de desarrollo político y por lo tanto su autonomía es lo bastante relativa como para ponerla en cuestionamiento” (Mangone, 2005: 323). El concepto de relatividad de la autonomía de la comunicación alternativa vuelve a traer a escena la posición de Graziano en cuanto a que no hay alternatividad comunicativa sin estrategia totalizadora de cambio social (es decir, por fuera de un proceso político revolucionario). Aunque, en referencia a procesos como el venezolano, corresponde recuperar la observación de Simpson Grinberg respecto a que cuando los medios alternativos se articulan con instancias estatales o gubernamentales suele ocurrir que esos medios funcionen como “correas de transmisión” del Estado o del Gobierno y que las mayorías populares continúen siendo receptoras de mensajes en lugar de productoras de su propia comunicación. En el otro extremo del campo alternativo se encuentran quienes insisten en plantear una “autonomía absoluta”, escencializando de modo purista nociones como "horizontalidad" y "anticapitalismo", sin reconocer que no están dadas de antemano sino que son procesos a construir. De esta manera puede suceder que acaben por aislarse de la dinámica de conjunto del movimiento social acercándose, sin proponérselo, a posiciones de carácter vanguardista y elitista como las que se pretenden superar. Conclusión Las fronteras de la C.A. siguen siendo difíciles de delimitar, en tanto se encuentra atravesada por diferentes concepciones prácticas y teóricas propias de su tiempo. Sus definiciones e indefiniciones, errores y aciertos, acompañan la dinámica de desenvolvimiento de los proyectos alternativos de comunicación y los conflictos sociales, políticos y culturales, así como los procesos experimentados por los movimientos y organizaciones populares, sin olvidar la importancia de las constantes innovaciones técnicas y productivas, así como las sucesivas crisis sistémicas, en los límites y posibilidades de estos proyectos comunicacionales. La perspectiva de Máximo Simpson Grinberg de entender la Comunicación Alternativa como una práctica multidimensional, esencialmente antimonopólica, que promueve un cambio radical de las relaciones comunicacionales, alterando el statu quo de los sistemas de propiedad, control, elaboración y difusión de mensajes sigue plenamente vigente. En tanto, puede resultar estrecha para leer el conjunto de los actuales procesos la propuesta de Graziano de reducir la comunicación alternativa a su “uso instrumental”, como "herramienta" al servicio de organizaciones políticas, dado que no todos los medios o experiencias están vinculados de modo "orgánico" con ese tipo de organizaciones. Larisa Kejval, en cambio, amplía el planteo de Graziano al sostener que las prácticas de comunicación comunitaria, alternativa y popular tienen en su horizonte la resistencia o la transformación de los procesos sociales hegemónicos, vinculándose a proyectos de cambio social más amplios sin los cuales es imposible comprenderlas. Por su parte, la noción de autonomía, recuperada por Fernández y Kejval-Vívori, se torna fundamental a la hora de crear una comunicación desalienante, capaz de fortalecer la criticidad de los sujetos populares y aportar a la consolidación de proyectos contrahegemónicos, siempre y cuando no se esencialice su significado pretendiendo la posible existencia de una autonomía comunicacional plena dentro del sistema capitalista. Sin duda queda mucho camino por recorrer en la producción y en la reflexión sobre comunicación alternativa, principalmente en lo que se refiere al tipo de relación que establece con la cultura popular y los sectores no militantes del pueblo trabajador, así como respecto a la masividad (políticas nacionales de comunicación, accionar de los medios masivos) y el vínculo con las universidades y demás ámbitos educativos. Además, es fundamental reflexionar sobre su rol en la creación colectiva de nuevas narrativas/discursividades de resistencia y sensibilidades críticas, y en la generación y articulación de experiencias capaces de poner en cuestión la división entre emisores/productores y receptores/consumidores de comunicación. Avanzar en el análisis y en la resolución práctica de estos problemas de primer orden es el desafío político, social y cultural de una nueva generación de comunicadores que, todavía desde la alternancia, pugnan por un cambio social radical. Notas (1) Tomo la categoría insurrección espontánea de Iñigo Carrera, Nicolás y Cotarelo, María Celia. “La insurrección espontánea. Argentina diciembre 2001. Descripción, periodización, conceptualización”. Documentos y Comunicaciones Nº 53. Ediciones PIMSA. Buenos Aires, 2003. (2) “Más allá de la contrainformación. Experiencia, balance y diagnóstico de Indymedia La Plata”. Plan de Tesis de Grado, aprobado en 2010. Facultad de Periodismo y Comunicación Social – UNLP. (3) Me refiero, por ejemplo, a los trabajos de María Cristina Mata. (4) Podrían citarse, por mencionar algunos de los de mayor relevancia, la prensa anarquista y socialista de principios del siglo XX, experiencias de prensa feminista, también de aquellos años, las pintadas clandestinas durante la Resistencia Peronista, los murales y afiches de Ricardo Carpani, el Semanario CGT, la muestra Tucumán Arde (1968), los grupos Cine de la Base y Cine Liberación y la Agencia de Noticias Clandestinas (ANCLA), desarrollada por Rodolfo Walsh y otros periodistas en el marco de la última dictadura cívico-militar. (5) En Capital Federal y La Plata surgieron con posterioridad al 19 y 20 de diciembre de 2001 distintas experiencias que se reconocen alternativas y que todavía continúan produciendo, como Argentina Arde, Agencia Walsh, Prensa De Frente, Canal 4 "Darío y Maxi", Antena Negra y Radio Estación Sur, entre otras. En el interior puede mencionarse, como algunas de las más salientes, Contrapunto (Tucumán), Noticiero Popular y Giramundo TV (Mendoza) y OyR (Neuquén). (6) Algunos de los medios alternativos con trayectoria previa al 19/20 que siguen existiendo son Indymedia Argentina, ANRed, RedEco, FM La Tribu (Capital Federal) y FM Futura (La Plata). Bibliografía FERNÁNDEZ, María Cecilia. “De las Radios libres a la red Telestreet: 1977-2004. Comunicación, Subjetividad y Autonomía en el activismo mediático italiano”. Buenos Aires. Editorial Tierra del Sur. 2006. http://comunicacion.fsoc.uba.ar/tesinas_publicadas/1695.pdf GRAZIANO, Margarita. Para una definición alternativa de la comunicación. Venezuela. ININCO Nº1. 1980. http://comunicacionymedios.files.wordpress.com/2007/03/graziano-hacia-una-definicion-alternativa-decomunicacion.pdf KEJVAL, Larisa. Truchas. Los proyectos político-culturales de las radios comunitarias, alternativas y populares argentinas. Buenos Aires. Prometeo Libros. 2009. http://www.vivalaradio.org/comunicacion-alternativa/PDFs/COM_radios_16truchas.pdf MANGONE, Carlos. “¿Crisis de los sujetos o crisis de la alternatividad?”. En Loreti, Damián; Mastrini, Guillermo y Baranchuk, Mariana (comp.). Participación y democracia en la sociedad de la información. Buenos Aires. Prometeo Libros. 2005. http://books.google.com.ar/books?id=enTenuI0egkC&pg=PA321&lpg=PA321&dq=Carlos+Mangone+Com unicacion+Alternativa&source=bl&ots=j72RRwzgk8&sig=u8Xj0lNj1p5YHag0TzL5QlWpMA&hl=es&ei=N4SrTcKdJpGH0QHL47D5CA&sa=X&oi=book_result&ct=result &resnum=8&ved=0CEUQ6AEwBw#v=onepage&q&f=false SIMPSON GRINBERG, Máximo. “Comunicación alternativa: Tendencias de la investigación en América Latina y Comunicación alternativa: Dimensiones, límites, posibilidades”. En Comunicación Alternativa y Cambio Social. México. Premia Editora. 1989. VINELLI, Natalia y Rodríguez Esperón, Carlos (Compiladores). “Desarmando espejismos”. En Contrainformación. 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