LA MONTAÑA COMO ESCENARIO VIVO Y DE VIDA.
EXPERIENCIA DE CAMPO CON LOS NIÑOS DE LA VEREDA ZANJA ABAJO EN
CHINAVITA, BOYACÁ
Mountain as scene of life and the alive word: Field work with the children of
village Zanja Abajo in Chinavita, Boyacá
Milton David Rodríguez Ahumada
Karen Milena Martínez Guerrero1
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Apertura
La siguiente crónica pretende compartir la experiencia de campo realizada en el
marco del proyecto de clase del seminario concepciones de la vida y lo vivo y
enseñanza de la biología, con el objetivo de evidenciar la importancia de la formación
de maestros que reflexionen su práctica y la pertinencia de su quehacer en contextos
culturalmente diversos, específicamente en lo rural.
Preludio
La experiencia relatada tuvo lugar el 27 y 28 de septiembre del 2014, en el municipio
de Chinavita, departamento de Boyacá, con doce niños habitantes del municipio,
situados en el casco municipal y la vereda zanja abajo, con el fin de indagar sus
concepciones espontáneas sobre la vida y lo vivo, y con base en ellas reflexionar y
proponer alternativas para la enseñanza de la biología, de acuerdo a las
particularidades de un contexto y las concepciones de los sujetos que lo habitan.
La vida en la montaña…
En aquella cumbre iluminada, que entre sombras resplandece, se pierde la mirada
confusa de los siervos del sol, aquellos que detrás del cerro esperan impacientes la
llegada del señor. Y es allí, cuando después de miles de luces desvanecidas en la
montaña y ocultas en la tierra, que con la fuerza de la fe, se funda el municipio de
Chinavita. Aquel 1822 quedará grabado como el año en que inicia un nuevo día para
la gente venidera y transformada, así como un anochecer para aquellos seres que
fuertes y resistentes caminaron hacia el plano infinito de las estrellas: los Garagoas,
los Tenzas y los Teguas, .
27 de septiembre de 2014: El viaje comienza
El camino está marcado por la belleza de sus formas y colores; atrás queda la ciudad,
su ruido, su extraño movimiento. El gris del cielo empieza a tornarse azul, y el blanco
de las nubes, con sus destellos rosa pálido, trae al pensamiento la sublime delicadeza
de los cielos de Monet. Los cultivos en las montañas recuerdan un gran cobertor de
tela, hecho de muchas parcelas, que arropa la tierra con su abrazo, mientras el sol se
pierde en el horizonte.
Con el transcurrir de las horas, las aves se tornan cada vez más coloridas y la melodía
de su cantar es música para el alma. El olor de la hierbabuena endulza el olfato,
mientras los campesinos aran la tierra, riegan las plantas, y guardan el ganado. Las
innumerables casitas, desprenden sobre las 6:00 un halo de vida por sus pequeñas
1
Estudiantes de la Licenciatura en Biología de la Universidad Pedagógica Nacional, pertenecientes
al semillero de investigación Enseñanza de la Biología y Diversidad Cultural.
chimeneas humeantes, mientras los abuelos ven caer la tarde al calor de un café o
de una agua e’ panela.
Aún resta camino por recorrer, pero los valles y las montañas asombran la vista con
su imponencia; la tarde besa nuestros hombros, mientras las flores que caen de los
árboles tapizan el camino. La noche trae la calma y un relativo silencio.... los insectos
se preparan y embrujan los oídos con sus sonidos, iluminando el camino con sus
destellos y coqueteando con las farolas de los autos. De cuando en vez, la fuerza de
las aguas golpea contra las rocas de las quebradas que atraviesan los caminos y uno
que otro río asoma con el correr de sus aguas.
Hemos llegado, la calidez del aire nos abriga, mientras la mirada se ilumina con el
destellar de la luna y el brillo de las estrellas - es una noche clara, el aire tiene otro
sabor-. Chinavita es un poblado pequeño, asentado sobre la montaña, sus coloniales
casas recuerdan las laminillas sobre historia patria; refleja en su sencillez la riqueza
de sus tierras, atrás el páramo de Mamapacha, y lejos hacia la planicie la llanura del
Casanare, basta con caminar unas pocas horas para pasar de la exuberancia del
clima templado a la imponencia del paisaje de páramo.
Septiembre 28: “... Las piedras del camino parecían querer abrazar mis botas,
puesto que cada metro que avanzo deseo quedarme inmóvil admirando la
cantidad de seres sorprendentes y el escenario creado por su existencia...”
En la mañana el sol asoma en la ventana, el rocío cubre el verde de las plantas y las
aves nos despiertan con su canto. El cacarear de las gallinas se junta con el relincho
de los caballos, la niebla aún cubre las montañas vecinas pero los habitantes ya se
han puesto en marcha en sus trabajos.
Nos desplazamos hacia la vereda Zanja Abajo, donde esperan los niños y niñas
prestos a tener un día de aprendizaje y de enseñanza, pues en realidad son ellos
quienes nos permiten acercarnos, conocer y valorar sus modos de vida, su
cotidianidad rural.
Caminamos como saltando entre tiempos por las historias y cuentos del municipio
que nos narraban por la calle y la trocha, saltamos de toros a muertos, de ejército a
guerrilla, de arquitectura a cementerios y fantasmas. Las piedras del camino parecían
querer abrazar las botas, puesto que cada metro que avanzamos deseamos
quedarnos inmóviles admirando la cantidad de seres sorprendentes y el escenario
creado por su existencia...
Las mariposas nos acompañan con su aleteo, las abejas visitan las flores a nuestro
paso, las arañas se pierden entre la hierba, los perros nos sorprenden en el camino
avisando nuestra llegada. Arribamos a la vivienda de doña Diana Roa, quien nos
ofrece su casa para trabajar con los niños, entre ellos sus hijas Viviana, Sofía y Paula,
de catorce, ocho y once años respectivamente. Eso sí, primero las tareas de la casa,
los niños nos invitaron a que los acompañáramos a cuidar los conejos y alimentar a
los peces.
Antes de cumplir nuestro cometido, la señora Diana nos solicita acompañarle a una
casa vecina. Doña Ana Rosa Ibáñez, madre de doña Diana, nos esperaba en el portal
mientras alimentaba sus gallinas, al fondo un trapiche un poco ajado por los años,
desprendía el olor dulce de la panela recién hecha. Doña Ana Rosa, fue una mujer
cálida y nos acogió rápidamente: su día comenzaba muy temprano, a eso de las tres
de la mañana, caminaba unos cinco minutos hacía un potrero cercano y se disponía
a ordeñar sus vacas, luego llevaba la leche fresca a su casa, hacía el desayuno y
preparaba quesos y cuajadas.
Después de comer, alimentaba las gallinas, miraba los conejos, limpiaba el corral de
la cerda, daba sal al ganado, volvía para vestirse y salir hacía el cultivo, recoger
alguna comida y regresar de nuevo para preparar el almuerzo, alimentar a sus perros
y comentar por el camino, alguna novedad con sus escasos vecinos.
Durante la visita, otro habitante de la vereda se acercó a saludar, nos comentaba
preocupado la soledad que se siente en el campo, la falta de niños y el cierre de las
escuelas, -Muchas casas están abandonadas, los viejitos se van muriendo y como
los jóvenes se van para la ciudad, por ahí ya no queda nadie- comentaba, mientras
la preocupación se fijaba en su rostro.
Luego de compartir un poco de guarapo, volvimos a la casa con doña Diana donde
nos reunimos con todos los pequeños presentes ese día en la vereda, algunos se
encontraban en misa, otros simplemente ya no vivían allí y se habían desplazado
hacia el casco municipal, Tunja o Bogotá.
El objetivo de nuestro encuentro era conocer sus concepciones espontáneas sobre la
vida y lo vivo. A través del juego y el dibujo, estos niños plasmaron sus imaginarios y
visiones sobre la vida como un proceso inseparable de lo vivo, mostrando deleite en
sus formas y expresiones.
El primer acercamiento tuvo lugar en un potrero cercano a la vivienda, allí mediante
un juego nos presentamos ante los pequeños y ellos ante nosotros: Bridny, Yojan,
Paula, Sofía y Viviana. Utilizando una madeja construimos una telaraña, en la que
cada nodo representaba una pregunta que permitía reconocer al otro. Dicho ejercicio
marcaría aquella experiencia, pues es en el reconocimiento del otro donde se legitima
su existencia, su estar vivo.
Luego del juego llegó la hora del dibujo, cada niño plasmó sobre papel, los colores
con los que ve la vida, la alegría de sus trazos evidenciaba lo trascendente de la
pregunta: la vida reflejada en montañas de dulce, el sol resplandeciente, los conejos,
las vacas, el pasto, el río, la familia y la escuela. La vida como su hacer diario, el
cuidado del otro, el afecto y la belleza encontrada en la naturaleza y sus formas. Para
estos pequeños y sus familias no hay tal distinción entre la vida y lo vivo, la vida es
un transcurrir atravesado por infinidad de sucesos, acciones, lugares y gentes.
Una vez realizados los dibujos, cada niño explicó su creación a los demás,
expresando así ideas como: “la vida es ser feliz”, “La vida es el amor, la naturaleza,
la vida es el amor por la naturaleza, por las demás personas, la vida significa por
ejemplo la amistad, entre nosotras las personas y también los animales, que no
debemos matarlos porque se están acabando mucho”, es “las montañas, el sol, el
caballo y los conejos, la casa, la casa de mi mamá… los animales, las matas y las
montañas”. La vida son “Los gatos, las casas, las vacas, un niño, las montañas, el
pasto, las florecitas, los niños.2
2
Respuestas de las niñas a la pregunta ¿Para ti qué es la vida?
Los niños se sentían extraños, nos contaban que en raras ocasiones hacían esas
actividades en la escuela, e inclusive Paula no gustaba de ir al colegio, su profesora
le regañaba en demasía por ser una niña curiosa e inquieta. A Paula le gusta trepar
los árboles y comer sus frutos, además le gusta coger las orugas con la mano y
ponerlas sobre la cara -ese es quizá su juego favorito-, no tiene temor de serpientes
ni de ningún “bicho”, doña Diana nos comenta que la profe le llama la atención por
no portarse como una -señorita-, y que esa situación reiterativa le genera tensiones
con la profesora, sin embargo, ella apoya a su hija, pues sabe que en el futuro quiere
ser bióloga o veterinaria.
Enseguida, cogimos la cámara y les pedimos a los niños que tomaran una foto que
representaran lo que más les gustaba de su vida en el campo; los retratos, en su
mayoría de flores, mariposas y la mamá, evidencian la complejidad con que ellos ven
la relación entre su vida, y el lugar donde ésta transcurre y se hace posible: la
montaña.
Al finalizar las actividades les explicamos lo que habíamos hecho, y les comentamos
nuestro gusto por el campo, por la enseñanza y por la vida misma; compartimos con
los niños y sus familias al calor de un sabroso almuerzo y nos dispusimos a jugar un
rato: a las cogidas con Yojan y Sofía o al triciclo con Bridny mientras que Paula
trepaba, sin temor y con gran habilidad, el tronco de un árbol, (de altura considerable),
hasta llegar a su copa. Nos despedimos de la señora Diana y los niños nos
acompañaron hasta una parte del camino, allí una sonrisa forjó la esperanza de
volver.
La tarde caía de nuevo, y los niños volvían por el camino hacia sus casas mientras
nos alejábamos, solo quedaba a lo lejos el sonido rechinante de las ruedas del viejo
triciclo y las carcajadas de los pequeños, mientras el estrecho sendero nos devolvía
camino al pueblo. El silencio y su inminencia nos sorprendieron, en este camino de
alturas, rocas extrañas y gente bonita, se viajó con colores cambiantes y un aire
amoroso, fue un viaje de esos que funden la mirada, el oído y el olfato en un solo
sentido; y no precisamente norte, sur, oriente u occidente, es más hacia adentro, en
lo profundo y cálido del espíritu.
Nuestro siguiente destino fue una casa en el casco municipal, allí realizamos una
actividad similar, para contemplar la misma cuestión en niños del pueblo de Chinavita.
El sol ya declinaba, el cielo se colmó de nubes y la lluvia se echó sobre nosotros, la
niebla se apoderaba de nuevo de las montañas vecinas. Llegamos entre una lluvia
leve a la casa, allí nos esperaban la señora Elizabeth y el señor Orlando Vela, además
de cinco niños en este caso menos tímidos, más bien con ánimo de sobresalir.
En este caso no jugamos a la telaraña, sino que dialogamos sobre nuestros gustos,
preguntando sobre experiencias y concepciones. Los niños, muy curiosos, hacían
bromas y chistes mientras jugaban con el largo cabello de David, ya que tener el
cabello largo no es común en el pueblo. Luego de unas onces, llegó la hora del dibujo,
juntos en la mesa de la casa los niños compartían colores, lápices y risas, mientras
nos preguntaban una infinidad de cosas.
La estancia daba hacía el balcón y se veía el caer de la noche, poco a poco las aves
cesaban su canto y le abrían paso a grillos y otras criaturas, la calma se apoderaba
del lugar y las estrellas anunciaban su presencia en la amplitud del claro cielo; los
niños comentaban sus dibujos, e incluso competían entre sí por tener el mejor.
Luego empezamos a compartir los significados de sus trazos, en ellos ya se
evidenciaba las nociones escolares y las percepciones de las experiencias vividas,
aunque igual que en la vereda, vida y vivo no representaron nociones distintas.
¿Para ti qué es la vida?, -preguntamos-: “Hice el dibujo explicando todo lo que existe,
un poco, en todo el mundo, hay las nubes, montañas, volcanes, la vida es todo lo que
está en la tierra”; “El pato significa la paz, el agua que vemos acá eh, significa la vida,
porque el agua nos da vida, hay rayos de luz del sol que vienen de lo profundo del
agua y simboliza la paz, el reconocimiento y la amistad”; “La vida son los animales,
las personas, las plantas y todo lo que nace crece y se reproduce”; “Para mí la vida
es el agua, el sol, una mariposa y las nubes, el cielo porque es azul y es un color que
me gusta, el sol porque es brillante, las mariposas porque algunas mariposas tienen
muchos colores y las cascadas porque hacen un sonido muy bonito”3.
Era hora de partir, luego de compartir con la familia Vela, dormimos nuestra última
noche en una casa vecina mientras llenábamos de memorias nuestra libreta de
campo para luego sentarnos a dialogar nuestros hallazgos, dudas y reflexiones:
Para estos niños la vida está representada en muchos aspectos de su cotidianidad,
desde concepciones de la vida como inventario en la que se expresan ideas de que
la vida son “Los gatos, las casas, las vacas, un niño, las montañas, el pasto, las
florecitas, los niños y la vaca” (Brandy); o la vida como reflexión y cuestión existencial
en la que se denota la búsqueda de sentido de los niños en la que “la vida es ser
feliz”(Yojan), haciendo evidente sus relaciones con el espacio y los organismos con
quienes viven, no limitando la vida a los sistemas bióticos, así, escuchamos frases
como “El agua nos da vida” (Felipe) ; también podemos encontramos concepciones
de la vida como cuestión estética y emocional en cuanto se encuentra deleite en sus
formas y expresiones recordando la vida como “el agua, el sol, una mariposa y las
nubes, el cielo porque es azul y es un color que me gusta, el sol porque es brillante,
las mariposas porque algunas mariposas tienen muchos colores y las cascadas
porque hacen un sonido muy bonito.”
(Laura); o incluso la vida como apropiación del-territorio “Las montañas, el sol, el
caballo y los conejos, la casa, la casa de mi mamá… los animales, las matas y las
montañas.”(Sofía) en dónde se nombran elementos, pero no como individuales o
fragmentados, los elementos aquí nombrados son parte del territorio de vida de los
niños, los reconocen como propios, y resaltan la apropiación que tienen de ellos, no
se trata tan solo de inventariar su entorno sino de apropiarse de él.
La montaña toma un lugar central en su existencia, ésta tiene vida, en tanto es el
escenario de la vida y el lugar donde estos niños viven su vida, la vida es el acontecer
de la cotidianidad en la montaña, y ese acontecer les incluye a ellos, sus familias, los
animales y plantas con los que se relacionan. La vida es una red de relaciones, que
trasciende la materialidad de los seres, es también, acciones, deseos, preguntas,
emociones, sonidos y colores. De ellos, recuperamos un poco la poesía de la vida y
lo vivo, la admiración por sus múltiples figuras y formas de expresión, por la
complejidad inminente que enmascara su belleza, por una visión ética como estética.
3 Respuestas de los niños a la pregunta ¿Para ti qué es a vida?
Todas estas concepciones de vida nos permiten evidenciar un elemento común: el
gradiente estético y emocional. Las reflexiones de estos niños están mediadas por la
emocionalidad propia de su subjetividad, de su capacidad expresiva, lo que emerge
al preguntar ¿qué es la vida? son un sinnúmero de explicaciones que evidencian la
complejidad de las relaciones que para ellos dan lugar a la vida. Si bien, se revelan
perspectivas diferentes con las que se responde a esta pregunta, cada niño recurre a
sus experiencias cotidianas y a las emociones y sentimientos que surgen de esas
experiencias para definir la vida.
Por nuestra parte, reconocemos la importancia de propiciar encuentros entre los
maestros en formación y las diversas realidades que se desenvuelven en Colombia,
poniendo en diálogo los saberes y construyendo nuevos conocimientos desde el
reconocimiento del otro, desde la construcción intersubjetiva y la valoración de nuevas
prácticas. La enseñanza de la vida y lo vivo puede ser una posibilidad para la
transformación social y el reconocimiento de la diversidad biológica y cultural desde
una perspectiva de resistencia a la cultura hegemónica del desconocimiento y
anulación de las otredades. Reconocemos también, la necesidad de volver a la poesía
de la vida para poder re-significarla, y así, hacer de los futuros maestros sujetos
sensibles y conscientes de su existencia, de su rol social y cultural como sujetos
sembradores de esperanza y futuro.
Esta experiencia nos permitió cuestionarnos, sentir y reflexionar frente a nuestro
quehacer; aquellos caminos de pensamiento nos permitieron encontrar nuevas
perspectivas para enriquecer nuestra formación como maestros, comprendiendo lo
que conlleva la profesión docente y cómo ésta varía de acuerdo al contexto. Esto
significa que ser maestro requiere cierta versatilidad, cierta apertura al mundo, se
necesita ser un maestro cambiante, un maestro que camina por distintos lugares para
crear escenarios de vida para los niños y niñas que ven en la escuela un lugar de
aprendizaje, en donde, se vive y se es, riendo y jugando.
Aquella telaraña que construimos nos permitió dialogar con el otro y reconocerlo,
entrar en una conversación de experiencias, intenciones y modos de vida;
entendiendo la vida como esa araña que teje continua y cambiante nuestra forma de
vivir y relacionarnos, pero en la que cada uno es un punto y cadeneta. Así, nos
acercamos desde un emocionar, a ese lugar fantástico en donde el cielo susurra
tranquilidad mientras se posa en la espalda de la montaña, y entre tanto, los niños
corren acompañando a sus madres y padres a las tareas del campo, o juegan tirando
piedras al río, persiguiendo mariposas o contando historias.