Academia.eduAcademia.edu

Boecio [Editado]

Una de las cuestiones que más profundamente inquietó a los estoicos de todas las épocas, fue la aparente contradicción que envuelve el hecho de que haya providencia y, al mismo tiempo, libre albedrío. A lo largo de la obra de diversos autores; tales como Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.), Marco Aurelio Antonino (121-180 d.C.) y Anicio Manlio Boecio (480-524 d.C.), se aprecia explícitamente el esfuerzo por hacer una conciliación entre ellas.

LA PROVIDENCIA: NECESIDAD VS LIBERTAD Una de las cuestiones que más profundamente inquietó a los estoicos de todas las épocas, fue la aparente contradicción que envuelve el hecho de que haya providencia y, al mismo tiempo, libre albedrío. A lo largo de la obra de diversos autores; tales como Lucio Anneo Séneca (4 a.C.-65 d.C.), Marco Aurelio Antonino (121- 180 d.C.) y anicio Manlio Boecio (480-524 d.C.), se aprecia explícitamente el esfuerzo por hacer una conciliación entre ellas. Pero, ¿cuál resulta ser la aparente contradicción y cómo la resuelven los estoicos?. Esta pregunta constituye la materia del presente artículo. Para efecto de una interpretación del pensamiento estoico distribuiré el texto de la siguiente manera: Primero una breve introducción donde presentaré algunas líneas generales de esta escuela. En un segundo momento, definiré los términos que involucra la cuestión para pasar así, en tercer lugar, al planteamiento de dos preguntas que llevarán al tema mismo de este escrito. 1. INTRODUCCIÓN Cuando se atribuye el calificativo de “estoico”, en el lenguaje común y corriente, a un determinado compor-tamiento, generalmente es despectivo indicando un acto de sumisión absurda, de total resignación y hasta de pereza. Pero ésto está muy lejos de ser realidad. Precisamente la aversión que, a través de los siglos, ha generado esta escuela se debe a la radicalidad y complejidad que exige. “Ser estoico” constituye todo un programa de vida que reclama una entrega total y una adhesión máxima al destino. ¿Qué es el destino?, ya lo veremos. Iniciemos considerando el origen de la escuela: A Zenón de Citium (333- 262 a.C.) se le conoce como el fundador del estoicismo. Zenón, alumno de Crates el "cínico", y muy amante de los clásicos, comienza en Atenas la enseñanza de su doctrina. Escoge un pórtico llamado Stoa Pecile de donde se deriva el nombre de la escuela. Es deudor de su maestro Crates de toda la herencia socrática, y sobretodo platónica, en lo referente a temas como la virtud y el papel de la razón, ya que Crates fue discípulo de Antístenes quien, a su vez, había sido discípulo directo de Sócrates. Tal influjo se conservará a lo largo de los diferentes estadios del estoicismo: En el estoicismo antiguo, Crates y Diógenes (el Perro); en el medio, Jenócrates, platónico, con sus trabajos en lógica, física y ética; y, por último, en el estoicismo tardío, Marco Aurelio y Boecio. De allí saldrán los grandes temas del estoicismo: La Lógica, la Naturaleza y la Ética. La filosofía no pretende hacer grande lucubraciones sobre hechos Fantas-magoriales, antes bien, trata de dar una explicación del universo, del mundo en el que vive. Los estoicos conscientes de la necesidad de explicar su entorno, y de la mano de toda la tradición platónica, definen el universo como un ser vivo y racional. Este universo está constituido por tres instancias: La Lógica (s), la Naturalezas) y la Ética(s). La lógica comprende la gramática y la forma del cono-cimiento; la naturaleza al mundo, al hombre y a los dioses; y, la ética la moral y lo práctico. Estas tres instancias se encuentran en tan estrechas relaciones que no se puede explicar la una sin la otra. Forman parte de un único organismo del cual son fundamento. Entre ellas, no obstante, hay una cierta jerarquía siendo la Naturaleza la predominante: En la naturaleza converge la lógica, en cuanto ella aparece con un orden y no en caos, y la ética en cuanto hay un sujeto que lo comprende y actúa conforme a él. “El fin de la vida es, para el estoico, escoger con elección reflexiva y voluntaria las cosas concordes con la naturaleza universal... vivir así, es vivir según la razón que no encuentra ante sí ninguna oposición”. ANTHONY A. LONG, La Filosofía Helenística. Alianza Universal. 1975. Vemos, en esta cita, los tres elementos entrelazados entre sí: Elección, razón y naturaleza. Hay que actuar de acuerdo a la naturaleza para lo cual se ha de reflexionar y elgir. La naturaleza se extiende sobre los otros dos. En los Pensamientos MARCO AURELIO, Pensamientos. Unam, 1992.de Marco Aurelio, se percibe desde las primeras páginas la relevancia que le da a la naturaleza: “nadie puede impedirte obrar y hablar conforme a la naturaleza de que eres parte” ( Pensamientos II,9). La naturaleza lo abarca todo, es todo y nosotros no somos más que una pequeña parte. Cuando el estoicismo lleva hasta las últimas consecuencias esta cosmo-visión, termina aniquilando cual-quier tipo de vida futura y cualquier tipo de esperanza, ya que no hay más realidad que la naturaleza. La vida es fugaz y se funde en la naturaleza de donde brotó. ¿Qué nos cabe hacer en un mundo tal?. La respuesta aterra: “Abraza el destino que es para lo cual has sido ordenado”(Pensamientos V,8). ¿A quién no le produce pánico pensar que cada dolor, cada sufrimiento y angustia hace parte de un plan general y que, por lo tanto, debemos aceptar?. Pareciese que la naturaleza nos ha condenado a muerte y no nos deja ninguna alternativa. Pero aún poseemos la capacidad de razonar. Es mediante este ejercicio que se nos impone la tarea de aprehender el destino. No se ha de dejar campo al ocio, antes bien, todos los esfuerzos han de centrarse en la búsqueda de una comunión perfecta con la naturaleza. Sólo desde la razón podremos comprender que toda la vida no es más que hacer lo que debemos hacer, sin esperar recompensas en otras vidas ulterio-res. La razón que se entrega al destino no absurdamente sino con sentido encuentra solaz para el alma. Queda así esbozada una primera aproxima-ción a lo que ha de ser el destino. No deja de sorprender en medio de una reflexión tan supremamente racional la invocación constante de los dioses, la religiosidad que profesan estos autores. Tiene uno la impresión de que existen dos reali-dades independientes: la naturaleza y la deidad. Consideremos un poco este punto. Para comenzar, no es de poca importancia esta reflexión. La naturaleza es una totalidad perfectamente constituida en donde a primera vista no cabe dios. Pero no así piensa el estoico, para quien dios resulta ser el alma de ella. En dios está la racionalidad de la naturaleza. Así como el hombre resulta ser el compuesto de cuerpo y alma, la naturaleza tiene como alma a dios. Un estoico buscará su destino en la ciencia divina ya que es dios quien posee una perfecta armonía con la naturaleza: Uniéndonos a dios, direc-tamente nos unimos a la naturaleza, y por ende, al destino propio. En la obra de Marco Aurelio es clara esta posición. Constantemente se refiere a los dioses como aquellos que poseen la Ley universal y en quienes descansa el gobierno del mundo. Da la impresión de que el estoico actúa con mucha cautela para evitar al máximo ofender a los dioses. Dice Marco Aurelio: “Mira cómo no son muchos los principios cuya posesión puede hacernos vivir una vida de curso próspero y en el temor de los dioses, los cuales no reclaman otra cosa del que observa aquellos preceptos”(pensamientos II, 5). Y más adelante dice: “Al modo que los médicos siempre tienen a mano fierros e instrumentos para la terapéutica de emergencia, así también deberás tú tener siempre prontos los principios necesarios al conocimiento al conocimiento de las cosas divinas y humanas y obrar siempre, aun en lo mismo, como quien tiene presente la mutua vinculación de ambos órdenes. No podrías, en efecto, salir adelante en ningún negocio humano sin referirlo a la divinidad, ni al contrario”(III, 13 pen). En últimas, dios es el que permite tener un contacto directo con el destino. En dios se realiza la libertad y en él se puede llegar a conocer la naturaleza. Pienso que para un estoico la naturaleza sería el cuerpo de dios, que siendo diferentes no constituyen dos realidades independientes. 2. SIGNIFICACIÓN DE LOS TÉRMINOS Hemos llegado así a la cuestión de la providencia. Dios es el alma de la naturaleza; Marco Aurelio nos orienta al respecto: “Piensa de continuo que el mundo es un viviente único poseyendo una sustancia única y una alma única, y cómo todo se resuelve en una conciencia única, que es la suya, la cual obra en todo por un impulso único, y cómo todas las cosas son concausas de todo cuanto sucede, y cuál es el urdimbre y conexión de las cosas” (Pensamientos IV, 40). La naturaleza tiene su conciencia en dios. Si dios es su alma se conoce a sí mismo y todo parece ser causado, como dice Marco Aurelio, por él. Tanto el orden del universo como todo cuanto sucede está contenido en la mente divina. A esta capacidad que tiene dios de saber las cosa tal y como van a ocurrir realmente, se le ha denominado a lo largo de la escuela estoica con el apelativo de providencia. Pero para adentrarnos en la problemática, miremos con deteni-miento las diferentes maneras en que puede interpretarse esta palabra. Podemos leer dos significados: Por un lado, prever que significa que dios tiene conocimiento de todas las cosas primero que nosotros y por ello ya sabe cuanto vamos a pensar, decidir y hacer; y por otro, el de proveer que significa que dios dota a la naturaleza de sentido y de orden. Esta última interpretación se presta a equívocos cuando se asimila con un dios que muda de parecer. Se puede pensar que en determinados momentos dios cambia el acontecer de los actos para favorecer a algunos hombres elegidos. Pero pensar ésto en los estoicos es inaceptable, porque sería de alguna manera no querer el destino e ir en contra de la naturaleza. Por ello es importante tener presente el uso que se le está dando a esta palabra. Puede equivaler a ambas significaciones, pero no se ha de caer en el error que se mencionó. Más bien se puede pensar que el hecho de proveer de sentido a la naturaleza imprime necesidad a cada suceso de la vida, lo cual constituye ya un problema para la libertad del hombre. La otra palabra que hay que tener muy en claro es la de libre albedrío. Con libre albedrío se designa a la capacidad que tiene el hombre de actuar sin ninguna coacción. El libre albedrío es la libertad de la acción. Libre es quien por medio de su esfuerzo por comprender la realidad se ajusta al destino. El libre es el que elige vivir según la naturaleza. Definidos los términos en los que haré la exposición de la problemática, me permito pasar al tercer momento de este artículo en donde procederé planteando dos preguntas salidas de los textos consultados. 3. PROBLEMÁTICA A. ¿Cómo puede dios saber todas las cosas, y el hombre tener libertad de acción? Así da inicio Boecio a su parte tercera del libro V de La Consolación de la Filosofía ANICIO MANLIO BOECIO, La Consolación de la Filosofía, Pequeña Enciclopedia Básica,Valladolid., donde plantea el problema de la providencia. La cuestión es muy clara; si dios conoce todas las cosas, han de suceder tal y como las conoce, pues resultaría nefasto que lo que conoce no ocurra de tal forma, pues se engañaría. Pero, si las cosas ocurren necesariamente como las conoce dios, no es posible que haya libertad. ¿Cómo conciliar, entonces, la providencia divina con la libertad del hombre?. Ahora bien, si dijéramos que las cosas no ocurren necesariamente y que se pudiesen cambiar en cualquier manera, el conocimiento de dios no tendría firmeza en lo referente a las cosas venideras y poseería un conocimiento imperfecto, cosa que juzgar de dios resulta atrevido. Así resulta ser la cuestión que nos plantea Boecio, así lo expresa en su reflexión. La respuesta que han dado algunos filósofos no satisface a Boecio ya que quieren demostrar que como quiera que se hallen estas cosas entre sí, es necesario que venga todo cuanto está previsto, aunque la providencia no ponga necesidad en las cosas venideras. Entendiendo así la providencia se puede apelar por la libertad del hombre, pero cómo es que la providencia no pone necesidad a las cosas. Si uno está sentado y sabe que lo está, ésto que sé es verdadero; Si sé en verdad que estoy sentado resulta forzoso que en realidad lo esté. De cualquier manera hay necesidad; en la primera que haya verdad, en la segunda que haya sentado. Luego no es posible que si hay providencia, no haya necesidad en lo venidero.¿Si las cosas no vienen necesariamente, pregunta Boecio, cómo puede dios saber las cosas futuras si son inciertas?. Pues si el conocimiento divino es el más firme nada puede ser inseguro, antes bien es preciso que venga todo cuanto tiene previsto, así los eventos naturales, así como los actos humanos. Por lo tanto no es posible que el hombre actúe en perfecta libertad. Siendo ésto verdad, qué sentido tiene dar premios o castigos a los hombres, pues obran no de acuerdo a su libertad sino de acuerdo a lo que dios ya previó. ¿ A quién si no a Dios referiremos todas las injusticias que cometen los hombres y todas sus maldades, a él que es el autor de todos los bienes?. Para qué referiremos oraciones y súplicas a los dioses si todo está ya decidido, incluso mucho antes de que naciéramos. He aquí el planteamiento de la contradicción que encierra que haya libertad y, a la vez, providencia. Cuando Boecio trata de dar una salida satisfactoria a esta incógnita, vuelve sobre la tesis que ya había señalado; que la ciencia divina no pone necesidad a las cosas venideras. Sólo así puede decirse que hay actos libres porque no está determinada la historia con suma necesidad. Si por un momento suponemos que no haya providencia es preciso admitir que de necesidad vendrán las cosas que han de venir pues gracias a algunas señales que encontramos en la naturaleza podemos predecir que se desatará tal efecto (como es el caso de causa-efecto), pero no por saberlo podemos afirmar que realmente éso vendrá. También podemos admitir que cuando de hecho se presentan sucesos o actos en la naturaleza, es necesario que sean. "Afirmo que, aunque venga todo lo que tiene previsto dios, ninguna necesidad tiene de su natural"(c.f libro V, prosa IV) Con C.F. señalo el libro: La Consolación de la Filosofía.. La primera objeción que se puede presentar ante esta afirmación es la que ya se hizo líneas más atrás: Cómo puede dios conocer aquello que no es necesario. La causa de esta falacia es crear una dependencia entre lo que se piensa y la naturaleza de las cosas. Nunca lo que se conoce alcanza, en la misma medida, la naturaleza de las cosas pues depende del vigor de cada entendimiento. Es diferente la idea que tiene de un objeto un observador lejano, a la de uno que lo toca. Así mismo será diferente el conocimiento que se obtiene, ya no por los sentidos, sino por la fantasía, como diferente será el de la razón y, sobre todo, diferente será la manera en que dios conoce. Los sentidos conocen la figura que se vislumbra en la materia; el entendimiento de la materia y la figura extrae la especie que está en los particulares, con saber universal, "mas la suma inteligencia que tiene el saber más elevado, trasciende el universal y conoce muy claramente aquella forma muy simple".(C.F. L, V prosa IV). Ahora bien, la potencia más alta incluye a las inferiores, pero nunca la inferior podrá alcanzar la más alta. La fantasía tiene la capacidad de formar muchas figuras a partir de la materia; el entendimiento humano comprende todo lo sensible y todo lo imaginable y lo reúne en el universal; el sumo conocimiento los comprende a todos en la forma, de modo que lo que él conoce ningún otro puede conocer. "Con un sólo mirar de su puro entendimiento conoce todas las cosas" (c.f. libro V prosa IV.). Se sigue de ésto que según sean las sustancias así mismo será el modo de conocimiento: Los animales que no tienen movimiento se bastarán con el tacto; los que poseen movimiento progresivo, imaginación y apetitos; los hombres, razón; y, dios inteligencia. Al igual que la razón podría objetar a la imaginación que lo que es imaginable y sensible ella lo conoce junto en el universal, y que esto que ella ve nunca ellas lo verán, asimismo el entendimiento humano piensa que no sabe dios las cosas venideras sino sólo así como el hombre conoce, es decir, causalmente o necesariamente. La mente humana arguye de la siguiente manera: " Cualquier cosa que no tiene la venida necesaria, ninguna certeza tiene si ha de acontecer o no; luego las cosas futuras no pueden estar previstas". (C.F. Libro V, prosa V).Se ha de precisar, para entender mejor, qué tipo de conocimiento es el que tiene dios, para lo cual debemos examinar su ser. El primer atributo que se le hace a dios es que es eterno. Si se entiende correctamente este término se podrá dar con el ser da dios y su ciencia. " L a eternidad es perfecta posesión de la vida no terminada, que se halla toda junta"(C.F. libro V, prosa VI). Si de dios se dice que es eterno, entonces ha de poseer su vida toda junta; mientras que el resto de los seres que están sometidos al tiempo proceden de lo pasado a lo futuro. "En esta vida presente, ¿quién vive si no un momento muy mudable y transi-torio?, pues cualquier cosa que sigue la condición temporal, aunque sea sin principio y sin fin y su vida se dilate y dure tiempo infinito, nunca será tal que pueda ser eterna. Porque aunque tenga vida infinita en duración, no la tiene toda junta pues no tiene lo futuro y le falta lo pasado". Eterno será aquello que tenga vida perfecta y toda junta, es decir, sin faltarle lo futuro y sin que se le pase lo pasado. Una vida de tal naturaleza es propia cosa de dios. Ahora, si el hombre juzga de acuerdo a su naturaleza, también ha de juzgar dios de acuerdo a la suya. Y si es la eternidad, está por encima de la limitación temporal y espacial por lo que no hay nada que le impida ver con una sola mirada lo pasado y lo futuro por muy infinitos que sean. Por su puro entendimiento conoce las cosas como siendo ahora mismo, tanto las pasadas como las futuras. Como dios vive en la eternidad, no existen para el pasado y futuro, vive en el hoy, en el presente. Para dios todo es presente. A esto es a lo que se conoce con el nombre de Providencia, "porque estando muy subida sobre esto inferior, desde aquella cumbre alta acata todas las cosas"(C.F. Libro V, prosa VI). No es necesario que venga lo que dios sabe, pues no fuerza a que venga lo que ve. La ciencia divina no altera la naturaleza de las cosas que han de venir, pues tal y como las conoce asimismo han de venir sin imprimir necesidad. Si las conoce necesarias, vendrán necesarias lo mismo que si las conoce contingentes. Dios sabe que algunas cosas vienen por necesidad, y que otras no vienen forzosamente. Pero hay algo que sí es cierto: que lo que dios tiene previsto es forzoso que acontezca. Esta verdad será visible sólo para quien intente comprender el divino entendimiento. "Así que diré que las cosas venideras, si fueran consideradas en la divina ciencia es necesario que vengan; si fueran consideradas en su misma naturaleza, son absolutas y libres"(C.F. Libro V, prosa VI). Hay, entonces, dos tipos de necesidad; una simple, como es que el sol salga, y otra condicional, como hablar. En la primera, la necesidad es por la propia naturaleza, se impone; mientras que hablar es un acto deliberado, pero que una vez se ejecuta es necesario que haya hablante. " Así diremos de dios que es necesario que venga todo cuanto tiene presente, aunque las cosas que ve, en su naturaleza no tengan necesidad"(C.F. Libro V, prosa VI). Pero no viniendo las cosas con necesidad, pareciese que por saberlas dios son necesarias. No diremos eso, pues salir el sol es necesario y hablar no. No obstante, haciéndose es imposible que no sean. Como dios conoce todo en presente, conoce las cosas actualmente siendo, necesa-riamente han de ser así. Pero en salir el sol existe una necesidad por su propia naturaleza, mientras que hablar es un acto absolutamente libre. Así que existe la posibilidad de que el hombre actúe en libertad. "Y así las cosas que dios tiene presentes, y mira, serán sin duda alguna. Luego con mucha razón decimos que si las cosas se refieren al saber divino son necesarias; si a su naturaleza, son absolutas y libres"(C.F. Libro V, prosa VI). Queda así conciliada la libertad del hombre con la necesidad que tiene la providencia. Y si hay libertad, no es posible achacarle la maldad a dios, "cualquier persona tiene libre albedrío". Luego puede ser justo o injusto. Las leyes son justas; hay que castigar al impío y dar premios a los justos. Hay necesidad de llevar una vida entregada a la oración y la contem-plación divina, obrando con rectitud y justicia porque, como dice Boecio al final de su texto: " Vivís ante los ojos de aquel eterno juez que mira todas las cosas"(C.F. Libro V, prosa VI). B. Otra pregunta que surge a raíz de la problemática de la providencia es: "Si el universo se deja guiar por la providencia, ¿por qué suceden múltiples desgracias a los hombres buenos?". Para el desarrollo de esta cuestión tomaré un texto de los Diálogos de Séneca que lleva por título: Sobre la Providencia LUCIO SÉNECA. Diálogos, Editorial Tecnos, Madrid, 1986.. Séneca ve detrás del orden del universo la ley de dios. Lo que se da por azar se destruye con prontitud, pero no es este el caso del universo. Nisiquiera los fenómenos que parecen confusos o inseguros, tales como lluvias, terremotos y rayos se producen sin ninguna razón. Lo que sucede es que nuestra mente no alcanza a comprender y lo considera accidental. Siendo esto así, las desgracias que suceden a los hombres buenos no ocurren sin ninguna razón. La divinidad se ha valido de la desgracia para poner a prueba al hombre bueno. "Al hombre bueno no puede sucederle ninguna desgracia" (Diálogos 2.1.). El hombre bueno ha de tomar cada calamidad como una prueba. La virtud sin un contendiente se marchita. La fortaleza consiste en resistir la adversidad con temple y valentía para aceptar el destino propio: "Tomar todo por el lado bueno, transformarlo en bueno" (Diálogos 2.4). La mejor forma de alcanzar fortaleza es el esfuerzo diario y la aceptación de la voluntad de dios. El propósito de dios es hacer de cada hombre el mejor posible y más destacado, por ello los pone a prueba para que salgan victoriosos. Aquello que se considera como desgracia en realidad no es tal; antes bien beneficie a quien acomete. Como ya se dijo, es una prueba tras la cual se gana fortaleza y entereza. El bueno siempre sufrirá pruebas para que cada día sea mejor, según la voluntad divina: " Nunca compadezcas a un hombre bueno; en efecto, puede llamársele desdichado, serlo no puede". (Diálogos 3.1). Ahora bien, no es de extrañar que por medio del dolor se purifique a los buenos. Para cura y mejorar los cuerpos es necesario hacer uso de medicamentos que no siempre son agradables, e incluso en muchos casos, la curación implica sufrimiento y dolor. Pero todo es por el bien del cuerpo. Con cuanta más razón, para fortalecer el alma, se ha de valer dios de caminos tan exigentes. "Cuan mayor sea el tormento, mayor será la gloria". (Diálogos 3.9). El mayor provecho que se puede obtener de la desgracia es el conocimiento de uno mismo, pues son ocasión para el valor. El que salga airoso de una penuria sabrá que es lo suficientemente fuerte para enfrentar el destino. Las órdenes más peligrosas que se dan en una batalla siempre van dirigidas a los mejores soldados. Ellos no consideran que se les esté castigando, antes bien, sienten que es una valoración de su capacidad. Así, dios ha querido poner sus ojos en los buenos para hacerles ver su importancia, y sepan salir triunfantes, renovados y mejores que antes. El método de dios es igual al de los preceptores con sus discípulos: Exigencia y esfuerzo. "No es fuerte y sólido mas que aquel árbol contra el que el viento acomete constantemente". (Diálogos 4,16) No está mal, en algunas ocasiones soportar situaciones adversas, porque no son malas sino únicamente cuando se soportan mal. Dice Demetrio respecto de la providencia: "De ésto, únicamente, puedo quejarme de vosotros, dioses inmortales, de que no me diste a conocer antes vuestra voluntad, pues hubiese llegado primero a estas situaciones en las que ahora me encuentro después de haber sido llamado". (Diálogos 5,5) Dios ha dictado una ley inamovible desde toda la eternidad frente a la cual hay que dar asentimiento. Séneca dice: "No se me obliga a nada, no sufro nada en contra de mi voluntad, no soy esclavo de dios, sino que doy mi asentimiento, tanto más cuanto que sé que todo se desenvuelve de acuerdo con una ley fija, dictada para la eternidad"(5,6). Hace tiempo que está decidido todo lo que ha de ocurrirle al hombre. Lo propio de un hombre bueno será ofrecerse al destino, consciente que es lo querido por los dioses. Ya fue dictaminado así para siempre y se ha de cumplir en su totalidad. Dios quiere que el hombre bueno se convierta en modelo para todos los demás hombres. Los ha dotado de muchos tesoros interiores más perdurables que los exteriores y mucho mejores. La felicidad para el que tiene riquezas materiales es aparente y demasiado insegura, mientras que, para el hombre bueno, todo bien se encuentra asegurado en su interior: "No necesitar la felicidad es vuestra felicidad". Sin embargo, nadie ha de sentirse obligado por el destino, dar asentimiento es un acto de la libertad que permiten los dioses. Es más, tan libres somos para elegir el destino que tenemos la facultad de abandonar la vida en el momento que deseemos. Está al alcance de cualquier hombre procurarse la muerte libremente. No obstante morir es parte integrante del propio destino. Procurarse la muerte, por lo tanto, constituye el mayor acto de libertad en un hombre, pues es configurarse con el destino. Pero se ha de tener plena conciencia de ésto para que tenga algún sentido. Este constituye un tema que también es hondamente tratado por los estoicos, pero sobre el cual no entraré en discusión. A manera de conclusión diré que la problemática sigue vigente. Nietzsche, filósofo moderno, vuelve al tema de la naturaleza pero con la diferencia de que en su sistema Dios es irrelevante; lo cual permite pensar que ésta sea una de las cuestiones que con más seriedad debemos afrontar, pues constituye un lado flaco en la argumentación estoica. PAGE 1