CAMPO JURÁSICO
Hugo Quinterno
Campo Jurásico
Un mundo perdido de chacareros bonaerenses
(Saladillo, 1960-1980)
Colección UAI – Investigación
Quinterno, Hugo
Campo Jurásico: un mundo perdido de chacareros bonaerenses
(Saladillo, 1960-1980) / Hugo Quinterno. – 1a ed. – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Teseo; Universidad Abierta Interamericana, 2021. 492 p.; 20 x 13 cm.
ISBN 978-987-723-316-2
1. Economía Agraria. 2. Industria Agropecuaria. I. Título.
CDD 338.1098212
© UAI, Editorial, 2021
© Editorial Teseo, 2021
Teseo – UAI. Colección UAI – Investigación
Buenos Aires, Argentina
Editorial Teseo
Hecho el depósito que previene la ley 11.723
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Campo Jurásico
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Dr. Mario LATTUADA
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Dr. Alejandro BOTBOL
Los contenidos de los libros de esta colección cuentan con
evaluación académica previa a su publicación.
Presentación
La Universidad Abierta Interamericana ha planteado desde su fundación en el año 1995 una filosofía institucional
en la que la enseñanza de nivel superior se encuentra integrada estrechamente con actividades de extensión y compromiso con la comunidad, y con la generación de conocimientos que contribuyan al desarrollo de la sociedad, en
un marco de apertura y pluralismo de ideas.
En este escenario, la Universidad ha decidido
emprender junto a la editorial Teseo una política de publicación de libros con el fin de promover la difusión de los
resultados de investigación de los trabajos realizados por
sus docentes e investigadores y, a través de ellos, contribuir al debate académico y al tratamiento de problemas
relevantes y actuales.
La colección investigación TESEO – UAI abarca las distintas áreas del conocimiento, acorde a la diversidad de
carreras de grado y posgrado dictadas por la institución
académica en sus diferentes sedes territoriales y a partir
de sus líneas estratégicas de investigación, que se extiende
desde las ciencias médicas y de la salud, pasando por la
tecnología informática, hasta las ciencias sociales y humanidades.
El modelo o formato de publicación y difusión elegido
para esta colección merece ser destacado por posibilitar un
acceso universal a sus contenidos. Además de la modalidad
tradicionalimpresacomercializadaenlibreríasseleccionadas
y por nuevos sistemas globales de impresión y envío pago por
demandaendistintoscontinentes,laUAIadhierealaredinternacional de acceso abierto para el conocimiento científico y a
lo dispuesto por la Ley n°: 26.899 sobre Repositorios digitales
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institucionales de acceso abierto en ciencia y tecnología, sancionada por el Honorable Congreso de la Nación Argentina el 13
de noviembre de 2013, poniendo a disposición del público en
forma libre y gratuita la versión digital de sus producciones en
elsitiowebdelaUniversidad.
Con esta iniciativa la Universidad Abierta Interamericana ratifica su compromiso con una educación superior
que busca en forma constante mejorar su calidad y contribuir al desarrollo de la comunidad nacional e internacional en la que se encuentra inserta.
Dra. Ariadna Guaglianone
Secretaría de Investigación
Universidad Abierta Interamericana
Índice
Presentación, aclaraciones y agradecimientos ........................ 15
Prólogo ........................................................................................ 19
Mario Lattuada
Introducción ............................................................................... 31
1. Vicisitudes y vaivenes de la producción agropecuaria
pampeana en el siglo 20............................................................. 53
2. Cara y cruz de dos variables condicionantes: la cuenca
del Salado y la infraestructura de transporte ........................... 97
3. La evolución de la propiedad en el partido de Saladillo:
de las estancias a las chacras (1863-1980).............................. 139
4. Un recorrido histórico por la población y la producción
del mundo rural saladillense................................................... 183
5. ¿El huevo o la gallina? La pequeña ganadería y su
importancia en Saladillo.......................................................... 215
6. Más allá del dinero: escenas y retratos sociales del
mundo chacarero ..................................................................... 283
7. La Escuela 40: sueño, realidad y agonía de una
comunidad................................................................................ 365
8. Senderos y experiencias de un acopiador: los recorridos
por las chacras y el mercado del huevo .................................. 405
9. El fin de una era: una lluvia de asteroides sobre el mundo
chacarero................................................................................... 425
Conclusiones ............................................................................ 441
Anexos ....................................................................................... 463
Bibliografía................................................................................ 469
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Presentación, aclaraciones y agradecimientos
Pensé este trabajo en 2013 y lo hice como una forma de
acercarme a una parte de la vida de mi padre, que había
cumplido sus ochenta años un tiempo antes. Luego de
dedicarme a otras cuestiones y temáticas, que por fortuna también pudieron ser publicadas, volví hace unos años
sobre aquella idea postergada. Creo que fue parte –tanto
entonces como ahora– de ese momento vital en que la
edad madura (o el inicio del envejecimiento, como se lo
quiera llamar) nos lleva a revisitar y repensar la relación
con los progenitores.
En lo referente a los aspectos formales del texto, mantengo la tendencia de expresar los siglos en números arábigos, excepto en los casos de citas textuales. También restrinjo de la mayor forma posible el uso de las mayúsculas, a
fin de evitar ahondar en esa fuente de caos ortográfico.
Es necesario expresar que gran parte de esta investigación fue posible gracias a la atención recibida en las bibliotecas Nacional Mariano Moreno, de la Academia Nacional
de la Historia, del Instituto Ravignani, del Instituto de Geografía Romualdo Ardizzone, de las Facultades de Filosofía
y Letras y de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, del Congreso de la Nación, de los Ministerios
de Economía y de Agroindustria, del Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria, del Instituto Nacional de Estadística y Censo, y de los repositorios en Internet de distintos centros académicos de la Universidad Nacional de
La Plata. Vaya mi reconocimiento al personal de todas y
cada una de ellas.
Por otra parte, este trabajo no se hubiera materializado sin la ayuda, el aporte, la colaboración, la información,
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los consejos y la paciencia de un grupo de gente de Saladillo. En especial, deseo destacar a Marcelo Pereyra, quien,
desde su lugar en el Museo de Saladillo y a través de su
portal de historia local, se sumó fervoroso al proyecto y me
facilitó un sinfín de posibilidades, además de ilustrarme
sobre muchos aspectos del pasado del municipio y rescatarme de la ignorancia y desconocimiento sobre cosas
del viejo Saladillo. Asimismo, también del Museo quiero
agradecer a Claudia Caicedo, Romina Virgili, Juan Manuel,
Natalia y Margarita, y en especial a Silvina Krupitzky.
Deseo dejar constancia del apoyo brindado por parte
del intendente municipal, el ingeniero José Luis Salomón.
Recibió mi iniciativa con calidez y sinceridad y me contagió su entusiasmo. Por otra parte, ese sostén no ha significado comprometer recursos públicos.
La profesora Soledad Cadavieco, en su carácter de
docente de la Escuela 40, fue fundamental para poder
acceder a los archivos de ese establecimiento. No podría
haber escrito el capítulo correspondiente sin su notable
predisposición. Manifiesto asimismo mi reconocimiento a
Carlos Ripoll. Una charla de vereda me sirvió para enfocar
el valor de rescatar la historia (poco transitada) de algunos
parajes del partido. También agradezco a Lorenzo Espíndola por una agradable conversación telefónica que resultó
fructífera para algunas secciones del trabajo.
Deseo recordar sobremanera a Oscar Luque, quien se
desempeñó hasta su muerte como director de Catastro del
municipio. Él me facilitó el acceso a materiales y allanó
varias consultas sobre el área de su competencia. Además,
a través de su persona, manifiesto mi homenaje a quienes perdieron la vida por consecuencias de la pandemia
de SARS-CoV-2.
Quiero saludar también a la Biblioteca Popular Bartolomé Mitre y su personal. Me resultó muy grato volver
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a las mesas de esa querida institución donde empezó mi
amor por la lectura.
Seguramente, me olvidaré de algún nombre, pero a
todas las personas con las que conversé acerca de esta
pesquisa quiero decirles, simplemente, una cosa: muchas
gracias, cada una hizo su aportación.
Desde ya, para que este proyecto haya llegado a puerto, debo destacar la confianza y el estímulo de Mario Lattuada y Ariadna Guaglianone, quienes, en su carácter de
vicerrector de Investigaciones y de responsable de la Secretaría de Investigación de la Universidad Abierta Latinoamericana (UAI), respectivamente, oyeron en su momento
la idea, pensaron en su viabilidad e hicieron posible la edición y publicación de este libro.
Por supuesto, en cada instante del proceso de construcción de este texto, tuve a mi lado el soporte de mis dos
grandes afectos: mi hija Mercedes y mi esposa Marisa. Además, Mercedes leyó y revisó los borradores e hizo valer sus
comentarios como correctora de estilo. Las imperfecciones
que, a pesar de todo, perduran recaen en manera exclusiva
bajo mi responsabilidad.
Dedico este trabajo a dos personas que no se conocieron entre sí, pero que comparten el desasosiego producido
por no haber podido despedirme de ellas.
En primer lugar, lo hago a la memoria de Rogelio
Paredes. Nos dejó demasiado temprano y con tantas cosas
por hacer, por discutir, por compartir, por enseñarnos. Por
fortuna, y como me pasó en el transcurso de esta labor, la
luz de sus ideas, la fuerza de sus escritos, la claridad de su
pensamiento siguen mostrando el norte a quienes solemos
perdernos en los laberintos del pasado.
En segundo término, comparto esa dedicatoria con el
recuerdo de Fernando Volonté. Siempre supe de su capacidad, honestidad y nobleza. El solo hecho de haber sido
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testigo de la forma en que él y su esposa Maux acompañaron a mi familia en la hora más oscura fue una muestra
fenomenal de integridad. Pero puedo decir que, por uno
u otro motivo, no lo había valorado con justicia hasta que
pude sumergirme en los ejemplares de los periódicos que
legó al Museo. Gracias a eso, la historia de Saladillo podrá
ser escrita y reescrita una y otra vez. Cada investigador o
investigadora que fatigue esos materiales y los ponga en
valor a través de una monografía le estará haciendo un
homenaje y –aunque ignore totalmente su nombre y trayectoria– lo mantendrá en la posteridad.
Finalmente, como señalé en el primer párrafo, esta
investigación es un homenaje a mi padre. Pensaba culminarla para poder entregársela como una ofrenda, pero la
situación sanitaria demoró por varios meses la recolección
de una buena parte de los datos. Por desgracia, nos dejó
cuando la confección del trabajo había ingresado en el tramo final. Antes, me contó un sinfín de cosas importantes
para este estudio. Muchas de ellas aparecerán a lo largo
de los capítulos, junto a personas que le eran conocidas.
Es la evocación y conmemoración de la gente que formó
parte de ese mundo perdido, al que intentaré presentar en
las páginas siguientes.
Buenos Aires, julio de 2021
Prólogo
MARIO LATTUADA
Los antecedentes personales y profesionales del autor, así
como el de sus obras previas publicadas por nuestra universidad, auguraban un recorrido potencialmente interesante para elaborar el prólogo de este libro. Pero, luego de
su lectura, debo reconocer que estaba equivocado.
La obra supera con creces los buenos antecedentes y
ubica a Hugo Quinterno entre los mejores especialistas en
microhistoria que tiene la Argentina. Nos entrega en una
escritura amena, sin dejar de ser académicamente rigurosa, la pintura de una población del interior pampeano desde la fundación del partido por el gobernador Juan Manuel
de Rosas en 1839 hasta la década de 1980, a partir de una
urdimbre de los principales hechos políticos, económicos
y sociales de la Argentina, los acontecimientos internacionales que en algunos casos sirvieron de condicionantes y
las extraordinarias crónicas locales aportadas por fuentes
escritas y orales.
El arduo y sistemático trabajo de archivo realizado
sobre fuentes primarias y secundarias, y principalmente
sobre el periódico local El Argentino, a partir de sus editoriales, noticias, avisos publicitarios y parroquiales y sus
ricos obituarios, junto con los recursos etnográficos de
ciertas historias de vida de conocidos y familiares, es enhebrado con particular maestría literaria con datos censales,
actas de cooperadoras escolares y otras fuentes para trasladarnos en un viaje temporal de más de un siglo en el
que podemos ver la construcción y desvanecimiento de un
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mundo rural compuesto por hacendados y chacareros, no
solo en cuanto a los grandes trazos de la historia, sino también en los pequeños detalles de la vida rural cotidiana.
De este modo, Quinterno nos ofrece un recorrido
sobre los orígenes y la posterior evolución del partido de
Saladillo, de algo más de 268 mil hectáreas en el centro
norte de la Provincia de Buenos Aires, en la zona de pampa
deprimida que comprende la cuenca del río Salado. Un
territorio condicionado desde sus inicios por inundaciones
frecuentes y suelos salitrosos, pero también por sequías, y
cuyas posibilidades de desarrollo estuvieron acotadas por
las idas y venidas de las obras públicas proyectadas para
solucionar sus problemas hídricos y la infraestructura de
transporte, especialmente en sus inicios a partir del tendido ferroviario y luego vial.
Estas características, junto con la distribución original
y evolución posterior de la estructura de tenencia de las
tierras conquistadas en esta zona de frontera, acotaron las
actividades productivas a una producción ganadera extensiva predominante y en menor medida combinada con
agricultura en las zonas donde los suelos lo permitían.
La evolución de la estructura fundiaria en los orígenes
del partido puede observarse con detalle a partir del entramado de relaciones entre la política, la milicia y el comercio, así como su posterior evolución hacia fines de siglo
xix, cuando la llegada del ferrocarril les agregaba valor
a estas, pero a la vez daba inicio al proceso de la incorporación de inmigrantes, de forma que se duplicaron los
habitantes del campo y se cuadriplicaron los del pueblo
y, de esta manera, se posibilitó una progresiva desconcentración de la tenencia de la tierra y una mayor diversificación productiva.
El libro describe el proceso iniciado en el decenio
de 1820 con el proyecto de enfiteusis de Bernardino Riva-
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davia, que distribuyó enormes parcelas y que más tarde
daría lugar a los campos medianos y a las chacras. En los
inicios participaron quienes anclaban sus fortunas terratenientes en los orígenes mercantiles de la época borbónica, los extranjeros o inmigrantes rápidamente asimilados
a la sociedad local cuyos recursos originales procedían del
comercio de exportación e importación, los provincianos
que incorporaron a sus patrimonios tierras bonaerenses,
los propietarios que, a partir de su participación como
agentes financieros, multiplicaron luego sus posesiones,
los referentes de la milicia local, los jueces de paz y los
operadores políticos del mitrismo y el alsinismo que fueron actores fundamentales para la construcción del orden
público bonaerense. Un entramado social en el que la élite
de grandes propietarios ocupaba distintos cargos políticos locales, provinciales y nacionales, participaba en la
dirección del Banco Provincia, se desempeñaba a cargo de
los juzgados de paz, actuaba como agentes financieros o
comerciales, y ocupaba puestos de jerarquía en la milicia.
No obstante, la evolución de la propiedad agraria saladillense progresó en forma rápida, diversa y compleja, siendo
temprana la división de grandes propiedades y el acceso
de los arrendatarios a la propiedad de la tierra en el primer
cuarto del siglo xx.
Si bien, como afirma el autor, Saladillo no era todavía
un paraíso farmer, las pequeñas y medianas propiedades
mostraban un proceso incipiente y temprano de acceso
a la tierra, principalmente de los sectores inmigrantes, y
llegaron a mediados del siglo xx a registrar 2,245 establecimientos agropecuarios, la cifra más alta de la historia local,
de los cuales más del 70 % tenían una superficie que no
superaba las 50 hectáreas y fueron la base de la producción de cerdos, aves y huerta de la zona. Un universo que,
a partir de la segunda mitad de la década de 1970, fue
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desintegrándose al desaparecer el 60 % de los establecimientos, con particular impacto en los de menor dimensión, pero también en las grandes extensiones mayores a
2,500 hectáreas, que dejaron de existir, lo que dio fin de
este modo a la historia de un grupo de clanes y apellidos
tradicionales de Saladillo.
El detallado análisis que Quinterno realiza de Saladillo nos permite transformar la imagen homogénea y compacta de una zona ganadera extensiva de cría asociada al
oeste bonaerense y las tierras del Salado en un colorido
caleidoscopio en el que es posible observar la organización
de las producciones de granja y la importancia de la agricultura y, sobre todo, de la pequeña ganadería porcina y
avícola de la región, poco o nada conocida para quienes
no son locales.
En los inicios el saladero, los cueros y el sebo fueron
las primeras actividades productivas del territorio, para
luego dar paso a partir de 1850, durante la fiebre del lanar, a
la práctica habitual que combinaba prioritariamente la cría
de ovejas y, en forma secundaria, la de vacas. Con la llegada del ferrocarril, el ingreso de un contingente creciente
de inmigrantes europeos, la valorización de la tierra junto
a la especulación que la acompañó y la práctica extendida
del arriendo posibilitaron un sostenido avance de los cultivos. Chacras exclusivamente agrícolas y establecimientos
mixtos conformaban una parte importante del territorio
hacia 1937, en las que se producían una serie de bienes a
los que suele prestarse poca atención en la historiografía
rural: papas, productos de huerta, montes frutales y cáñamo, además del tambo. Como se mencionaba más arriba,
medio siglo después ese mundo ya no existía. El número
de explotaciones había caído a niveles de 1914, y las tierras
dedicadas a los cultivos se retrajeron al menor porcentaje del siglo, ocupando la quinta parte del partido. Solo el
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maíz y el girasol resistieron, y en tercer lugar se ubicaba
por primera vez una oleaginosa que recién comenzaba a
difundirse. La soja marcaría la recuperación agrícola de
Saladillo, pero también la pérdida de la diversidad productiva previa.
No obstante esta diversidad, como nos muestra Quinterno, el peso de la ganadería en la producción rural de
Saladillo ha sido históricamente dominante. Antes de iniciar el siglo xx, la ganadería vacuna había desplazado en
importancia a la ovina, con el predominio de animales de
raza Shorthorn, que más tarde serían reemplazados por
Aberdeen Angus siguiendo las indicaciones del mercado.
A partir de ese momento, las existencias ganaderas continuaron incrementándose, a diferencia de las tropillas de
caballos, que fueron suplantados de forma progresiva por
las máquinas, y de la ganadería destinada al tambo, cuya
actividad declinaría a partir de la década de 1960, cuando
las exigencias de pasteurización y sobre todo el traslado de
residencia de la población del campo a los centros urbanos clausuraron definitivamente las tareas que requerían
la presencia continuada en la explotación (huerta, tambo, pequeña ganadería porcina y avícola). Las estadísticas
confirmaron este proceso de crecimiento del stock vacuno
hasta la segunda mitad de la década de 1970, pero también
la tendencia a la concentración de la actividad.
El inicio de un largo período de liquidación de existencias a partir de 1977, la combinación de pérdida de
mercados externos, la caída del consumo interno y las
inundaciones que azotaron la provincia en la década de
1980-1990 se reflejaron en el censo nacional agropecuario
de 1988. Los propietarios medianos pudieron resistir mejor
la situación a partir de una combinación de extensiones
viables para la supervivencia de los emprendimientos. Surgió un nuevo mundo marcado por la soja y el engorde a
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corral, con poco o escaso lugar para la pequeña ganadería
que fuera durante años un motor importante de la economía rural de partido y, en algunos momentos, el orgullo
de Saladillo, que lideró durante décadas las estadísticas
bonaerenses de producción de ganado porcino y aves de
corral.
Como advierte el autor, existe una subvaluación económica y comercial de esta pequeña ganadería en la
bibliografía sobre la producción agropecuaria pampeana
y bonaerense. Sin embargo, en Saladillo, una zona considerada marginal dentro del complejo productivo de la
provincia, los productos de estas actividades como los de
huerta superaban con creces el destino del autoconsumo
familiar o la subsistencia. En la década de 1940, la rama
aviar exhibía una dinámica muy intensa, e incluso durante
el período de la Segunda Guerra Mundial tuvo un aumento
notable de las exportaciones de huevos y aves congeladas.
A ello se sumó el crecimiento constante de la demanda del
mercado interno, debido a los efectos de la urbanización
y las posibilidades que brindaba el ferrocarril para colocar
en pocas horas los productos en los mercados del cinturón
bonaerense y la capital provincial. Aun así, las propuestas
gubernamentales para intensificar este tipo de producciones a niveles industriales y masivos no encontraban la respuesta buscada en tiempos no tan lejanos (1970), en los
que el precio del kilogramo de pollo eviscerado era equivalente al internacional y, en el mercado interno, similar al
del lomo de novillo, y duplicaba el del asado. Una bonanza
que terminó cuando los sistemas industriales integrados se
generalizaron en la producción aviar, lo que transformó a
los productores prácticamente en jornaleros y al pollo, en
un producto sustituto de consumo masivo de menor valor.
Por su parte, el ganado porcino se duplicó entre 1916
y 1930 en la zona del Salado, concentrándose mayoritaria-
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mente en las chacras que no superaban las 100 hectáreas,
de forma que convirtió a Saladillo en el primer productor
provincial, al que solo superaban los tradicionales departamentos cordobeses de Río Cuarto y Marcos Juárez a nivel
nacional. En 1947 se inició una larga declinación, originada sobre todo por la baja de los precios internacionales
desde el fin de la Segunda Guerra.
Quinterno nos recuerda que ese mundo de la avicultura y los porcinos, así como el de la huerta y los frutales, fue
el universo de pequeños productores chacareros de Saladillo cuyas estrategias de diversificación productiva eran
posibilitadas por la residencia en el campo y el trabajo de
la familia. Un espacio en que lo productivo y lo doméstico
eran permeables entre sí, pero también atravesados por los
“núcleos de sociabilidad” en los que participaban, como
las asociaciones corporativas, la política, la religiosidad,
el universo amplio de la recreación y la escuela. A partir
de un minucioso análisis microhistórico, nos introduce en
postales temporales que describen buena parte de la vida
cotidiana, en las que podemos observar tanto las difíciles
condiciones del ámbito rural, como los ingentes esfuerzos
de los miembros de la comunidad por superarlas.
Probablemente, una de las expresiones más gráficas
de los rigores de la vida rural sean las viviendas y los servicios. En los inicios, la vigencia de los arrendamientos de
corto plazo y su movilidad se consideraban un obstáculo
para levantar viviendas con materiales nobles. Sin embargo, la construcción precaria (ranchos de adobe y retretes
externos, cuando los había) no era una condición exclusiva
de los arrendatarios, sino extendida aun en los establecimientos de propietarios, a los que se sumaba una carencia
absoluta de comodidades domésticas. A ello se agregaba
el retraso en la llegada de los servicios más elementales,
como la electricidad. Para 1960, el 70 % de las casas de
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campo no contaba con electricidad: la electrificación rural
del distrito se inició en marzo de 1973, y recién en 1998
pudo arribar la luz eléctrica a las zonas más postergadas.
Aun en estas condiciones y a pesar de las distancias existentes entre los establecimientos y las localidades cercanas,
la vida social era muy activa, con participación en numerosas instituciones y actividades locales, entre las que se destacaban aquellas vinculadas a la actividad productiva como las
cooperativas y la Sociedad Rural. La primera surgió en el gran
impulsorecibidoparalacreacióndeestasasociacionesdurante el primer peronismo. Fueron muchas las que se formaron,
pero solamente dos sobrevivieron al tiempo: la Cooperativa
Eléctrica y la Cooperativa Agrícola Ganadera y de Consumo
Limitada. Por otra parte, en 1964, se fundó la Sociedad Rural
de Saladillo, con la participación fundacional de 80 productores, en su mayoría terratenientes importantes, consignatarios de hacienda y profesionales relacionados con la ganadería. La Sociedad Rural, como otras similares de la provincia, se
sumó como entidad de base a la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (carbap), que a su vez
integraConfederacionesRuralesArgentinas(cra).
En cuanto a la participación política, superada la etapa previa que se extendió hasta el fraude patriótico, en
la que los grandes propietarios ponían a los subalternos
(peones, arrendatarios) al servicio de sus intereses tanto en
la milicia como en las urnas, las preferencias de aquellos
se volcaban a los partidos conservadores, y la gran mayoría
de los chacareros dividían sus lealtades partidarias entre
peronistas y las diversas fracciones radicales, pero también
existían productores que optaban por expresiones minoritarias del arco partidario nacional (socialistas y comunistas).
Como era de suponer, las actividades religiosas ocupaban un lugar importante en el pueblo y la campaña de
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Saladillo, como lo ha sido en general en las localidades del
interior del país. El aumento demográfico de fines de siglo
xix resultó tan significativo que requirió la importación de
clérigos de las regiones de donde provenían los inmigrantes, y con ellos vinieron los santos y ritos de las zonas de
procedencia, de los cuales tuvieron especial importancia
en Saladillo los provenientes del pueblo de Teggiano en
Salerno (Italia), lo cual generó una fuerte devoción local
por San Cono, un santo poco conocido fuera de sus límites. Los representantes de la Iglesia tendrían en diferentes momentos de la historia local activa participación e
incidencia en aspectos políticos institucionales, como en
la defensa de los chacareros desalojados en la década de
1930, o en la injerencia en las escuelas estatales a partir
del período de la Revolución argentina bajo el gobierno de
facto de Juan Carlos Onganía.
Entre los núcleos de socialización del Saladillo rural,
ocupaban un lugar importante, además de las fiestas religiosas, los espacios de recreación y divertimento, entre los
que el almacén ocupaba un lugar destacado. Ubicados cerca de las estaciones de tren o en encrucijadas de caminos
rurales, estos negocios eran centros de abastecimiento y
recepción de bienes producidos por los chacareros de la
zona, de información sobre precios, expectativas y condiciones del mercado agropecuario, de reunión política,
ámbito para los juegos por dinero, lugar para cierre de un
trato, o simplemente un lugar para beber y de encuentro
social. Junto con los clubes, los almacenes daban movimiento a una vida rural que estaba lejos de la imagen del
aislamiento que la geografía imponía.
Las reuniones bailables, por su parte, fueron un clásico del mundo rural durante largo tiempo, las que se llevaban a cabo en los salones de las escuelas rurales, los
clubes y algunos almacenes. Estas, así como las kermeses
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CAMPO JURÁSICO
y carreras varias (pato, cuadreras), formaban parte también de las herramientas que diferentes instituciones de la
comunidad utilizaban para obtener recursos con el objeto de realizar obras o fines específicos, como por ejemplo
infraestructura o insumos de las escuelas.
Un párrafo aparte se llevan los clubes de fútbol y
la Liga Agraria en la que competían. Es de destacar el
comienzo muy temprano (1904) en Saladillo de esta actividad deportiva originada en Inglaterra en 1863, que, como
allí en sus inicios, fue un juego donde participaban la flor y
nata de la sociedad local, desde hijos de estancieros hasta
los notables del pueblo. Un juego que luego se generalizó
y popularizó en numerosos clubes que integraban la Liga
Agraria, con partidos que convocaban hasta 4,000 espectadores, y en el que las condiciones para formar parte de los
equipos eran el nacimiento o la residencia rural. Pero otro
hecho extraordinario, adelantado por mucho a su época
en cuanto a reivindicaciones de género, ha sido la formación de un equipo femenino de fútbol, que participó en
el torneo llevado a cabo en la Exposición de la Sociedad
Rural local de 1974.
El libro da cuenta de una vida rural de Saladillo bastante animada en su faceta social, y gran parte de esas
actividades de recreación y esparcimiento se organizaron
en torno a las escuelas rurales, las que en buena medida
las promovían como fuente de ingresos para mejorar sus
instalaciones y adquirir insumos.
En 1872 funcionaban algunos colegios en la zona de chacras y en unas pocas estancias, y maestros en forma individual daban clases en ciertos latifundios. Las escuelas rurales
tuvieron una expansión progresiva, con especial intensidad en
el período 1920-1930 y posteriormente en la década de 1940.
Pero muchas de ellas solo aportaban alfabetización básica, al
no ofrecer clases desde cuarto a sexto grado. A ello se agrega-
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bancomodificultadadicionallasgrandesdistanciasqueseparaban las escuelas de los hogares de los alumnos. Para 1948
solo el 9 % de las 10,335 escuelas rurales argentinas ofrecían los
siete años de educación primaria. En este contexto, más allá de
la voluntad estatal, la comunidad local tuvo un rol central en
promover la instalación y mejora de las escuelas en el territorio,lascualesdebíanconseguirlosfondosparalaconstrucción
o ampliación de las aulas y los materiales para los alumnos,
lidiarconlavelozrotacióndedocentes,paraquieneslaasignación de un puesto en una escuela del campo era comúnmente el primer paso de una carrera profesional, y ser muy creativos para brindar a los alumnos y sus familias los estímulos y las
ayudasnecesariosparaqueconcurrieranalasaulasynoabandonaran sus estudios. En esos años la iniciativa le perteneció
a la comunidad, que presionaba a los gobiernos provincial y
municipal a involucrarse y comprometerse, mientras que desde 1973 en adelante se produjo una inversión de sentido con
un predominio casi absoluto de los actores e instituciones oficiales.
Quinterno, a partir del análisis de los libros de la Asociación Cooperadora y los registros del Club de Madres
de la Escuela rural n.º 40, da cuenta de esos esfuerzos
personales e institucionales de la comunidad, y, salvando
las diferencias, aun para aquellos que hace más de medio
siglo hemos cursado el ciclo primario en escuelas urbanas,
genera imágenes que nos traen la nostalgia de haber tenido clases en tranvías convertidos en aulas o participado
de las distintas actividades de las kermeses escolares para
la recaudación de fondos con el fin de mejorar las instalaciones escolares.
En síntesis, el libro nos lleva a recorrer la conformación de una estructura productiva y social de la población
rural saladillense que hasta los años sesenta daba lugar
también a una intensa actividad social, política y cultural,
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expresada en la constitución y acción de los partidos políticos, asociaciones económicas (cooperativas) y gremiales,
clubes, almacenes, y las escuelas, en las que los esfuerzos
y la participación de la comunidad para su instalación y
crecimiento superaban ampliamente al Estado.
Un mundo rural que tuvo su desvanecimiento en
los términos de Balsa y que tan minuciosamente describe
Quinterno para Saladillo a partir de avanzada la década de
1960; un desvanecimiento a causa de tendencias tecnológicas, el cambio de producciones, la urbanización y migración rural en busca de mejores condiciones de vida, el cierre de ramales ferroviarios, y políticas públicas altamente
perjudiciales para la economía local a partir de 1975, que,
como una lluvia de asteroides, en palabras del autor, transformaron definitivamente el universo construido durante
más de un siglo y medio. Un espejo en el que bien pueden
reflejarse las historias de numerosos pueblos del interior
rural pampeano.
Rosario, julio de 2021
Introducción
En la madrugada de cada lunes, martes y viernes, entre los
años 1960 y 1980, mi padre trajinó los caminos rurales de
un sector del partido de Saladillo, en especial los parajes
de La Barrancosa, La Mascota y La Razón. Muchas veces
–en tiempos de recesos escolares u oportunidades particulares–, pude acompañarlo en ese recorrido, que lo llevaba
a recoger los hoy día denominados “productos de granja”,
en un conjunto de chacras agrupadas por itinerarios previstos, precisos y rutinarios.
Este trabajo tiene entonces por lo menos tres vectores
para desplegar miradas: por una parte –y este es el objetivo central de la investigación–, el colectivo de las familias
chacareras involucradas en estas actividades comerciales
y sociales; por otra, el papel protagónico de un modesto
agente económico que interactuaba entre el sistema productivo rural, el mercado de consumidores urbano de la
ciudad cabecera del partido y los acopiadores que trasladaban esos bienes hacia el Área Metropolitana de Buenos
Aires; y, por último, intenta ser una interpretación de un
segmento concreto y específico del pasado saladillense,
desde la lente de quien pretende conjugar recuerdos vivenciales de la niñez con el oficio de historiador.
El texto no aspira a explicar el funcionamiento de la
economía agraria bonaerense en el período seleccionado,
ni se aboca a un análisis exhaustivo de la propiedad rural,
ni da cuenta de las modificaciones de la estructura productiva del sector en cuestión, ni busca exponer las formas de
vida de los chacareros desde la perspectiva de la historia
social clásica. Aunque todas esas cuestiones aparecerán,
para ellas ya hay trabajos de gran porte, páginas muy útiles
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para hacerse una buena idea del problema, ya sea en términos generales o como estudios particulares por sectores
productivos, regiones, grupos sociales, etc.
Es claro que todo ese soporte estará presente aquí,
como notará quien revise la bibliografía utilizada. En ciertas oportunidades, algunos de los casos comprendidos
entre el conjunto demarcado cumplirán con las categorías o tipologías construidas por quienes han estudiado el
agro bonaerense y a los chacareros en particular. En otras
ocasiones, tal vez las experiencias puntuales no se ajusten
demasiado a los manuales.
En todo caso, mi pretensión principal no es hacer
una verificación a escala mínima de las distintas hipótesis
acerca de los desarrollos y las crisis del agro pampeano,
sino anexarle cierta complejidad al examen de un mundo
a cuyo actor principal –el chacarero– mayormente se lo
aborda y define por su carácter de productor agropecuario,
sin detenerse demasiado en otras connotaciones ni en las
modificaciones del significado del vocablo a lo largo de las
distintas etapas históricas.
Asimismo, opino que la preeminencia de los análisis
con base económica, productiva y comercial dejan como
resultado que el chacarero raras veces sea interpelado
como sujeto sociocultural y portador de un modo de vida
particular. En este sentido, pretendo recuperar otros aspectos de la vida en el campo (la casa misma, los vecinos, el
entretenimiento) y ahondar en actividades como las fiestas, el fútbol agrario, la acción cooperativa, la política partidaria, la religiosidad, o la relación con la escuela rural.
Dada la extrema limitación del área física sujeta a
revisión, esta investigación ni siquiera podrá leerse en las
claves de la “historia local” (al menos no es la motivación
central). Antes bien, la indagación –que, anticipo, se caracterizará como claramente recortada– tiene inspiración y
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puntos de contacto con los denominados “microanálisis
históricos”, originados en el grupo de historiadores culturales italianos de los Quaderni Storici, que han sido ampliamente difundidos, discutidos y reformulados en las últimas décadas, y de manera habitual se definen dentro de la
categoría historiográfica de la “microhistoria”.
Vale la pena explicar brevemente cuáles pueden ser
los aportes de esta corriente, así como el modo en que usé
sus herramientas. En términos generales, según la cita de
Giovanni Levi, “la microhistoria en cuanto práctica se basa
en esencia en la reducción de la escala de observación,
en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del
material documental”. Pero no puede confundirse tamaño
con densidad analítica, ya que, “para la microhistoria, la
reducción de escala es un procedimiento analítico aplicable en cualquier lugar, con independencia de las dimensiones del objeto analizado” (Aguirre Rojas, 2003: 287).1
En este sentido, el propio Levi definió que la ventaja
de una exploración de estas características es la de proporcionar la sugerencia de que “existen multiplicaciones
en redes más complejas de los modelos del Estado a utilizar” (Beltrán & otros, 1993: 24). Por ello, en los textos
de los microhistoriadores italianos, parece primar que una
“defensa analítica de la realidad histórica se puede organizar mejor integrando el estudio de las formas con el
análisis histórico social”, para así volver a “reconstruir los
procesos cuya acción y expresión son componentes fundamentales: una imagen no es sólo hija de otra imagen,
está también conectada con una situación que expresa y
organiza”.
En este caso, el camino es alejarse de criterios basados en
el “individualismo metodológico” y partir, sobre todo, de rela-
1
La cursiva proviene del original.
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ciones interpersonales que se expresan en redes, grupos, instituciones,etc.(Bragoni,1998:140).Además,comoseñalóCarlo
Ginzburg, “cada configuración social es el resultado de innumerablesestrategiasindividuales:unatramaquesólolaobservaciónmuycercanapermitereconstruir”(Ginzburg,1996:68).
Por otra parte, una de las imágenes más comunes sobre
las pequeñas comunidades rurales es la del aislamiento con
respecto a las urbanas, así como la prevalencia de los intereses
personales o familiares, que anteponen las cuestiones del grupo íntimo a la voluntad de la sociedad o el bien general. El mismoPerónloremarcóenundiscursosobreelcampo,emitidoel
29demarzode1947:“ElproblemadelagronoesenlaRepúblicaArgentinaunproblemaaislado,aunquemuchoschacareros
creenqueelmundogiraalrededordesuschacras”.2
Sin embargo, si algo me ha dejado esta pesquisa, es la
confirmación de lo observado por Susana Marini al estudiar el
mundocampesinoitaliano:
Una comunidad rural pequeña no es casi nunca un mundo aislado ni termina en sí misma, aunque ciertamente existen realidades cerradas, sin reportes externos, pero son casos muy raros. En
general, los contactos han existido siempre, ya sea con un foco
urbano más o menos vecino e importante, ya sea con otra región
donde se iba a desempeñar un trabajo estacional, a visitar un
famoso santuario, o a encontrar un mercado periódico. En efecto, aquel pequeño mundo del que se ocupa la microhistoria es
una pequeña estructura inserta en una más amplia y más compleja, y esta última –por ejemplo el centro urbano más vecino– es
solo aparentemente externa y totalmente separada del contexto
rural con el que, de todas formas, estrecha las relaciones, pero
manteniéndola asimétricas. Por estos motivos, la evolución de
las comunidades rurales debe ser estudiada sin perder de vista
la evolución de la sociedad urbana con la que entra en contacto
(Marini, 1991: 219-220).
2
Presidencia de la Nación (1953): El campo recuperado por Perón, Buenos Aires, SubsecretaríadeInformaciones,p.75.
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Por ello, como se apreciará en las próximas páginas,
si bien el trabajo no se desvía del universo de la campaña,
muchas veces estarán presentes elementos de la vida pueblerina saladillense, seguida principalmente en la prensa
local y, con particular énfasis, a través del semanario El
Argentino. Es notorio que podrá objetarse la desproporción en la utilización de esta fuente periodística por sobre
los otros periódicos que aparecían en Saladillo, y acerca de
esto quiero hacer algunas aclaraciones.
En primer lugar, es el único medio exclusivo del distrito que cubrió la totalidad del período temporal de la investigación, fuera del pequeño intervalo de casi cinco meses
producido entre la muerte de Miguel Ángel Volonté, a fines
de junio de 1966, y la asunción de la dirección editorial
por su hijo Fernando, en noviembre de ese año. En segundo término, la calidad de su información social me parece inmejorable. Dado que esta obra trata de reconstruir
algunas historias de vida de personas que mayormente no
trascendían de forma pública, el detalle informativo exhibido en los obituarios resulta el único modo de descubrir
ascendencias, parentescos, derroteros, o logros materiales.
La tercera explicación es que, como dije en la presentación,
esta labor es un homenaje a Fernando Volonté, ya que, sin
su oportuna donación, el Museo local no dispondría de los
valiosos materiales que preserva.
Dicho esto, en los ricos artículos de ese periódico
familiar, pude comprobar también otra de las afirmaciones de Susana Marini, aquella donde sostiene que en las
crónicas locales
hay muchas noticias sobre el trabajo, libre, asalariado o servil,
sobre los modos de apropiación de la tierra, sobre los sistemas
culturales, sobre las innovaciones técnicas, sobre los trabajos
artesanales, sobre el pasaje del autoconsumo a la economía de
mercado (Marini, 1991: 219).
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Precisamente, esta autora coronó su artículo en la
Revista di Storia dell’Agricoltura recuperando la interesante tipología creada por el mexicano González y González
sobre tres modelos posibles de historiadoras e historiadores del ámbito local: el microhistoriador hormiga, un positivista que presenta hechos tomando distancia y, aunque
puede ser un buen compilador y es laborioso, no formula
explicaciones ni agrega nada de su imaginación; el microhistoriador araña, que, a partir de su ideología, crea redes y
puede dar explicaciones creativas, pero sin sustento, debido a que antepone su imaginación a la investigación; y el
microhistoriador abeja, que recorre, extrae, toma elementos de distintos orígenes, los procesa y deja un producto
final que no es esclavo ni de sus herramientas, ni de sus
prejuicios (Marini, 1991: 221-222). Mis simpatías con este
último modelo son obvias, y espero haberlas dejado formuladas de manera inequívoca.
En torno a la voz “chacarero”: en persecución de una palabra esquiva
Esta investigación tiene por objeto el mundo chacarero de
Saladillo, de modo que no podría adentrarme en sus contenidos sin hablar de este sustantivo que, dentro de los sujetos de estudio del cosmos rural, es una de las voces más
complicadas para definir. En este sentido, vale la indicación hecha por Juan Manuel Palacio: “El apelativo chacareros con el que se engloba a esa variedad de actores sociales
es, como todo concepto simplificador, una ayuda a la vez
que un problema” (Palacio, 2006: 10). En efecto, es una
palabra que tiene el beneficio de permitir la caracterización de un tipo determinado de agente económico y social
de la campaña, distinto del campesino y del hacendado.
Una muestra de esta flexibilidad es la definición de un
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trabajo clásico acerca del mundo rural donde, para salir de
esta disyuntiva, se manifestó que “la palabra ‘chacarero’ no
designa un modo de producción, sino una actividad productiva, una ocupación” (Archetti & Stølen, 1975: 148).
En cambio, resulta conflictivo si se busca a rajatablas
encajarlo en categorías del enfoque clasista tradicional, si
no se distinguen las diferencias regionales entre emprendedores familiares que operan dentro de las disímiles
zonas productivas de la región pampeana (y aun dentro
de cada una de esas áreas), si se restringe su análisis a
cuestiones económicas o de tenencia de la tierra, o –y esta
me parece la tensión más común en los trabajos sobre los
chacareros– cuando no se presta la atención necesaria a la
evolución del vocablo en el largo plazo.
Esta última es una cuestión central. En 1887 el publicista francés Charles Lemée publicó un libro llamado exactamente El chacarero. Para él, este individuo era un inmigrante, preferentemente con familia constituida, dedicado
a la agricultura en calidad de colono a través de un arrendamiento. Su objetivo debía ser la propiedad de la tierra,
por pequeña que fuera la parcela anhelada. La ganadería no estaba en su repertorio y, de hecho, no le dedicó
ninguno de los capítulos de un texto en el cual explicaba
con detalle las características de los territorios agrícolas
argentinos, los tipos de suelo que podían encontrarse, los
mecanismos de siembra y cosecha, y la correcta utilización
de los animales y útiles de laboreo y exaltaba las ventajas
de la asociación de los labriegos. Luego, ofrecía secciones
específicas a los cereales, las pasturas, los cultivos industriales y la huerta. Un punto esencial era que, dada la escasa mecanización de la agricultura en esa época, el capital
principal de una familia chacarera era su prole, el único
recurso capaz de brindarle los brazos necesarios para evitarle contratar un personal al que no podría pagar. Como
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conclusión, sintetizaba una serie de consejos que garantizarían el éxito económico (Lemée, 1887). Esa descripción
era válida y útil para el momento, pero no es posible sostenerla casi un siglo y medio después.
Sin embargo, como muy bien advirtió Alfredo Pucciarelli, la mayoría de la historiografía creó con los chacareros
una tipología rígida, en especial para el periodo comprendido entre 1880 y 1930:
Empresa familiar pasó a ser, de ese modo, sinónimo de campesino pobre, de colono extranjero improductivo y descapitalizado,
expropiado, tanto por el dueño de la tierra como por las variadas formas del capital vinculadas al proceso de circulación del
excedente agrícola. Todo lo cual es verdadero cuando se refiere
al grupo más numeroso de las explotaciones familiares, pero no
tanto cuando se engloba en la misma caracterización a los diferentes estratos de ese conglomerado relativamente heterogéneo
que hemos denominado genéricamente la pequeña producción
mercantil (Pucciarelli, 1986: 105).
Por fortuna, en las últimas décadas, esta idea de darle
mayor amplitud al examen del asunto fue ganando terreno.
En su tesis doctoral, Javier Balsa mencionó a los varios
autores que hicieron hincapié en la “heterogeneidad social
presente en el agro pampeano”. Para él, esos “matices y
las situaciones diversas han sido una medida saludable
frente a la abundancia de simplificaciones que terminaban
imponiendo visiones estereotipadas”. Por supuesto, concluyó advirtiendo que esas distinciones no eximen “de buscar conceptualizaciones que sinteticen las características
centrales del desarrollo agrario pampeano, sin que esto
implique negar la diversidad” (Balsa, 2006: 12).
Un aporte fundamental de estas nuevas interpretaciones fue trasponer la limitación de los estudios rurales a la
ecuación simple de chacarero = productor, que a lo sumo
se aventuraba en la cuestión de la explotación familiar y
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su especificidad. Waldo Ansaldi, por ejemplo, incorporó
a sus reflexiones de tiempos anteriores una mirada más
amplia al afirmar que, en la diferencia entre campesino
y chacarero, “la definición de clase de unos y otros no
está dada solamente por la propiedad o no propiedad de
la tierra: ella debe resultar de un conjunto de atributos,
entre los cuales son muy importantes los de orden cultural”. De todos modos, remarcaba como relevante la cuestión de la “geografía social chacarera”, que, nacida de la
oposición o el conflicto de intereses con los terratenientes, “reduce su alcance a la región pampeana y quizás a
algunas áreas agroindustriales” (Ansaldi, 1998: 19-20). En
ese mismo momento, Marta Bonaudo y Élida Sonzogni
plantearon que
hablar de la identidad del chacarero pampeano no sólo implica
discutir un modo de acercamiento a la tierra y consecuentemente determinar las relaciones sociales que se gestan en torno a
la misma, sino también apelar a un universo cultural que opera
como su espacio de pertenencia y de referencia, en el que se
autodefine y se diferencia de los otros actores que comparten esa
compleja trama social (Bonaudo & Sonzogni, 1998: 3).
Esta renovación de los estudios agrarios no negó las
continuidades con líneas de investigación y preocupaciones de las décadas anteriores, pero conformó una nueva
agenda de temas para ser abordados, menú ampliado a
cuestiones como el comercio rural, la producción familiar,
o las condiciones materiales de vida y de trabajo de asalariados y agricultores. A través de estas entradas, se puede
pensar el pasado del campo como algo complejo y diverso, con matices que evitan “las construcciones polarizadas,
monolíticas y generales” (Graciano & Lázaro, 2007: 10-11).
Bajo este prisma, los chacareros no perdieron su condición de agentes económicos, pero podían ser interpelados como “portadores de un modo específico de organizar
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la producción –signada por el compromiso de la familia
con el trabajo directo y/o la gestión de la empresa–, y de
entender su práctica social” (Gras & Bidaseca, 2010: 26).
De esta manera, el ámbito rural escapa de un abordaje
que los pensaba como algo fijo, cerrado, arcaico, inmóvil y socialmente homogéneo. Aparte de ser una entidad
real, se integra la subjetividad de los actores, y para ello
resulta provechosa la contribución de pensadores como
Raymond Williams, quien considera el campo no como
una categoría sociológica, sino como un espacio cultural,
construido por operaciones simbólicas que remiten a un
imaginario social, lo que atribuye importancia a lo cultural
como un elemento configurador de las relaciones sociales
(Salomón, 2011: 3).
Este incremento del enfoque permite también repasar
mejor las relaciones entre el mundo rural y el urbano,
donde obviamente están presentes las diferencias, pero en
las que también existen articulaciones y complementaciones. Como bien señalan María Isabel Tort, Sílcora Bearzotti y Guillermo Neiman, al mirar la agricultura familiar,
es necesario prestar atención a su conformación histórica
y a las “pautas culturales transmitidas intergeneracionalmente (responsables de su comportamiento social antes
que económico-productivo)”, elementos que introducen la
noción de la existencia de un estilo de vida propio de
esos sujetos. Esa ruralidad de los productores indica por
lo menos dos cosas: por un lado, lo más nítido, es decir,
el ámbito geográfico donde residen los productores; pero,
por otro, también un espacio donde las relaciones sociales
adquieren un carácter distintivo con respecto a los grandes
centros urbanos y a la población más dispersa (Barsky &
otros, 1988: 567).
Más arriba planteé la importancia de darle densidad
histórica al vocablo “chacarero”, ya que la palabra mutó
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de significado con el curso de las décadas y los cambios
económicos, productivos y sociales, tanto los propios del
país como los internacionales. Una apreciación empírica
de esta transformación la brinda Guido Gandolfo, quien, a
pesar de escribir un relato autobiográfico ambientado en
San Francisco (este de Córdoba), expresó con claridad el
alcance y la modificación de la voz.
En el inicio de un apartado denominado “La familia
chacarera”, comenzaba expresando: “La familia chacarera
abarca una organización de producción agrícola-ganadera
constituida por la chacra, el chacarero y su familia”. Es
decir, reconocía al menos tres elementos de importancia. Para él, la chacra debía generar recursos suficientes
para “cubrir las necesidades del grupo familiar. Su explotación comprende las tareas agrícola-ganaderas incluyendo
el tambo, la cría de ganado menor y huerta” (Gandolfo,
1995: 23).
De todos modos, Gandolfo sostenía que, tras el crítico
período comprendido entre 1929 y 1939, surgió un mundo
chacarero distinto. Los elementos de la vieja generación
eran la pertenencia extranjera y el mantenimiento de las
costumbres de las regiones originarias, la austeridad, el
autosostén, la autoridad de las mujeres con hijos (madres
y suegras), el papel reservado al primogénito, los matrimonios jóvenes entre vecinos, y la profesión de la fe católica
romana, o al menos la observancia de sus rituales más significativos, como el bautismo y el matrimonio. Para él, la
extensa crisis económica y de rentabilidad fue la causante del cambio de muchas de tales costumbres (Gandolfo,
1995: 23-24).
Además, en ese largo período caracterizado por la
autosuficiencia, el chacarero cumplía una gran cantidad
de papeles dentro de su explotación. Una obra clásica ya
citada determinaba –entre otros aspectos– que el sistema
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CAMPO JURÁSICO
de producción familiar de una chacra contenía dos ciclos:
uno de subsistencia, donde se generaban valores de uso
(huerta, quinta, aves, porcinos y ganado vacuno), destinados al autoconsumo y a la disposición de recursos para
atender gastos corrientes; y un ciclo agrícola, en el que
se producían los valores de cambio (cultivos, ganadería
mayor), utilizados para sostener la renta y la capitalización
(Archetti & Stølen, 1975: 70-81).
En general, en los ciclos económicos no se contabilizaba como gasto el trabajo de los miembros del grupo
doméstico, una prueba adicional de la tendencia al ahorro
de la compra de trabajo de terceros. Ello convertía a un
colono (y a un chacarero) en agricultor, mecánico, carpintero, albañil, ganadero, etc., un simple hecho que, en la
opinión de esta pareja de investigadores, no era compatible con un comportamiento capitalista.
Fuera de esta discusión sobre su ubicación en el mercado, también hay que considerar que, en muchos casos
de las generaciones de productores arribados con la inmigración europea que llegó hasta 1914, los individuos no
se convertían automáticamente en chacareros o arrendatarios al pisar suelo argentino. En las historias de vida insertas en el capítulo 3, podrán apreciarse recorridos en los
cuales las personas se dedicaron a distintos oficios antes
de trabajar una parcela. Eran trayectorias que, más allá de
cualquier recurso literario, son factibles de rastrear en uno
de los poemas camperos de mi abuelo, quien, al evocar
su propio camino vital, escribió lo siguiente: “Fui peón de
mano, resero / cocinero, esquilador, / capataz, alambrador, / emparvador, chacarero, / acopiador, carnicero, / de
todo un poco aprendí” (Quinterno, 1973: 56). Curiosamente, pasó por todas esas profesiones, excepto la de chacarero, aunque en este caso la palabra le facilitó la rima de
la décima.
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Esas características de las viejas familias agrícolas
también fueron detalladas por Adolfo Coscia, para quien,
hasta mediados del siglo 20, conservaban “muchos de los
rasgos y modalidades de sus países de origen”.
Sus costumbres eran austeras, hasta simples, y con una marcada
propensión al trabajo y al ahorro. En muchos productores, especialmente en los que se decidían a radicarse definitivamente en
el país, la meta ambicionada era llegar a constituirse en propietarios de la tierra que trabajaban (Coscia, 1983: 10).
Pero, como observaron en carne propia Gandolfo y, a
través de la observación científica, la mayoría de los estudios, las transformaciones operadas desde la década de
1950 (de las que me ocupo con cierta profundidad en el
capítulo 1) produjeron también un desplazamiento, tanto
en términos productivos como sociales y culturales. Así,
la forma “chacarera” de producción que se consolida durante
los años ’60, se refiere a un estrato mayoritariamente propietario
de la tierra, predominantemente dedicado a la actividad agrícola
(dependiendo de las áreas de la región) sobre la base de una
dotación tecnológica relativamente simple y con una estructura
ocupacional caracterizada por un compromiso generalizado de
la familia en las tareas de la explotación en producciones de
orientación comercial y para el consumo de los residentes de la
finca (Barsky & otros, 1988: 599).
La tecnología simplificó las faenas y convirtió en una
carga intolerable la descendencia demasiado prolífica. En
el curso de dos generaciones, las familias pasaron de diez
o más hijos a cinco o seis, en primera instancia, para disminuir a dos o tres en la segunda. Pude observar con claridad este fenómeno entre aquellos clientes de mi padre
de quienes conseguí información acerca de sus ancestros,
para después constatarlo con el elenco de los repartos: de
casi cincuenta familias, solamente una tenía cuatro hijos.
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CAMPO JURÁSICO
La mayoría estaba entre dos y tres, pero no eran raros los
casos del vástago único.
Asimismo, como dice Javier Balsa, tras los críticos
años 30 y 40, aunque “muchos chacareros, especialmente
los más pequeños, se habían ido del campo (voluntariamente o expulsados), aquellos que lograron permanecer
habían afianzado su posición. Para fines de la década de
1960, la gran mayoría eran propietarios y de importantes
extensiones”. En definitiva, las innovaciones productivas
consolidaron “las bases materiales del mundo chacarero”,
pero se aproximaban más a lo que en otros lugares se
denominaba “granjero” o farmer, algo que tuvo “profundas
consecuencias en la redefinición del mundo rural bonaerense” (Balsa, 2006: 130).
Por supuesto, como pasa casi siempre con el lenguaje,
estas gentes siguieron utilizando la palabra “chacarero”
para identificarse, e incluso buena parte de ellos mantuvo
esa denominación con un marcado orgullo. En la misma
forma actuaron quienes interactuaban con ellos, que mantuvieron este sustantivo para ubicarlos económica o socialmente, ya fuera como valoración positiva o negativa.
En este orden de ideas, creo que los chacareros, en
particular los bonaerenses y sobre todo los de esta investigación, conformaban una comunidad social. Uso este sintagma en un sentido que combina elementos estructurales
y funcionales, sobre la base de lo expuesto por Mercedes
Causse Cathcart, donde lo “estructural está dado por la
consideración de un grupo enmarcado en un espacio geográfico delimitado [el campo y la chacra, en este caso], y lo
funcional está presente en los aspectos sociales y psicológicos comunes para ese grupo”. Este último aspecto proporciona un sentido de pertenencia, compuesto por “historia
común, intereses compartidos, realidad espiritual y física,
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costumbres, hábitos, normas, símbolos, códigos” (Causse
Cathcart, 2009).
Por tal motivo, coincido con Coscia en que el chacarero tenía características que lo diferenciaban del hombre
del medio urbano, y agrego que eso era perceptible aun
con respecto a quien habitaba las ciudades chicas o medianas como Saladillo. Para el autor citado:
[…] el aislamiento en que vivían, la dureza de las labores que
realizaban, su acentuada propensión al ahorro, su natural desconfianza hacia las personas que no eran de su medio, la escasa
escolaridad e imperfecto dominio del idioma castellano en los
no descendientes de españoles, en suma su limitado “pulimiento” social los segregaba en alguna medida de la población urbana, especialmente en su clase media (Coscia, 1983: 108).
Sin embargo, en la materia que examino, disiento con
él acerca de la desaparición de esas distinciones para inicios de los años 80 del siglo pasado. La mayoría de aquellos chacareros que conocí a partir de las actividades de
mi padre mantenían unas costumbres y comportamientos muy disímiles a los de quienes habitábamos en la ciudad, y seguían asemejándose a los descriptos en el párrafo
anterior.
Sin ir más lejos, en una de las últimas oportunidades
en que acompañé a mi padre a hacer unas compras, nos
encontramos con un veterano exchacarero de San Benito,
integrante de una familia muy conocida de esa zona. Algo
que me impactó fue observar que, a principios de 2021,
una persona que desde hace años vive en la ciudad se presentara en un negocio no solamente ataviado con ropas
camperas de faena (bombachas, alpargatas, gorra y faja en
la cintura), sino que ostentara en la parte trasera de la faja
un cuchillo dentro de su vaina de alpaca labrada.
Este ejemplo puntual ratifica lo apuntado por Hugo
Ratier sobre cómo los vestigios de un modo de vida chaca-
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CAMPO JURÁSICO
rero sobreviven en las ciudades de la pampa bonaerense.
Conforme él lo destaca, en una
cola de jubilados que esperan la paga, en las ciudades regionales,
[se] advertirá un tipo de vestimenta peculiar. Boinas, bombachas
y botas prolíferas, así como los ponchos en invierno y algunas
rastras. Mucho rostro surcado de arrugas, mucha mano curtida
testimonia un pasado campestre innegable (Ratier, 2009: 64).
Un breve recorrido por la obra
El resultado final de esta investigación está presentado, a
grandes rasgos, sobre un recorrido que va desde lo general
a lo particular, aunque mi ambición ha sido la de entablar un diálogo permanente entre las unidades de análisis
mayores (la región pampeana bonaerense), las medianas
(la depresión del Salado, por ejemplo), las menores (el
partido de Saladillo), y las mínimas (el área de actuación
de mi padre).
Así las cosas, y más allá de la utilización de herramientas de microanálisis histórico, el objeto de la indagación
se encuentra dentro de un espacio geográfico de referencia determinado, y transcurre en un momento específico
del acontecer nacional y mundial. Por ello, en el capítulo
1 reviso lo acontecido con el agro pampeano en el siglo
20. Si bien se trata de un análisis somero de una cuestión
sobre la que hay excelentes materiales producidos, introduje ciertos datos o notas relacionadas con la zona rural
saladillense, de forma de ir haciendo esos ajustes entre el
marco amplio y la realidad más pequeña.
En la sección siguiente, restrinjo el área de pesquisa
a lo regional para detenerme en dos asuntos estructurales que considero de suma importancia. El primero es el
problema de la cuenca del río Salado, con sus ciclos de
CAMPO JURÁSICO
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inundaciones y sequías. Es un dolor de cabeza de larga
data para un territorio significativo de la Provincia de Buenos Aires, sin solución hasta la fecha. Dada la situación
de Saladillo, fue (y es) un factor altamente condicionante
para el desarrollo del sector agropecuario local. El segundo tema es el análisis de la red ferroviaria y caminera del
distrito, en cuanto constituye un elemento nodal para la
producción local. En este apartado traté de prestarles bastante atención a los caminos rurales, el verdadero nervio
comunicante del mundo chacarero.
El capítulo 3 se ocupa de la evolución de la propiedad
rural en el partido. Por agotador que resultara, tuve la necesidad de arrancar ese viaje a mediados del siglo 19, cuando estas tierras entraron de lleno en un mercado mundial
en clara expansión. En tributo a la línea de investigación
abierta por Rogelio Paredes, creo que cualquier análisis
sobre el poder en el entramado bonaerense debe considerar, antes que nada, que el proceso de apropiación de la
tierra “estuvo lejos de ser unívoco y unidireccional”, que
la mejor mirada para entender las relaciones entre la clase dominante bonaerense y los municipios debe hacerse
“desde los municipios mismos”, y que es inevitable considerar en manera conjunta tres factores: tierras, dinero y
política (Paredes, 1995: 7-13).
Por ello, la primera parte de la sección aspira a dar
cuenta de este proceso a partir de historias vitales que
muestran el paso de las grandes estancias a las chacras,
desde la reseña de las grandes familias terratenientes que
concentraban la propiedad hasta las no menos interesantes vidas de individuos anónimos para los diccionarios biográficos, pero que fueron quienes conformaron un patrón
de propiedad local donde prevaleció la pequeña tenencia,
una característica que Saladillo aún no ha perdido y que lo
distingue de otros municipios bonaerenses.
48
CAMPO JURÁSICO
En tal sentido, es bueno señalar que, en el censo agropecuario de 2002, el partido ocupaba el segundo puesto
provincial en cantidad de explotaciones (1,244), apenas
superado por Bolívar (1,484), pero con una superficie total
por distrito mucho menor.3 Para una mejor comprensión
de este entramado, el segundo apartado del capítulo repasa ese cambio en el registro propietario a partir de los
datos de los censos nacionales y provinciales, hasta el de
1988 inclusive.
El capítulo 4 habla de la población y la producción
rurales. En la primera parte, hago una exploración del problema poblacional, con su rápido crecimiento entre el último cuarto del siglo 19 y al menos 1914, hasta el estancamiento del número de habitantes total del distrito, que
se extendió hasta 1980. Dentro de esta cuestión, sobresale el impresionante aumento de la población rural en la
primera etapa, y su no menos impactante descenso desde
1947 en adelante. En la segunda sección, me detengo en la
producción del campo. Mi objetivo no es solamente mostrar cómo fue cambiando esta matriz con el paso del tiempo y la demanda internacional y del mercado local, sino
exhibir que, al menos hasta bien entrada la segunda mitad
del siglo pasado, y más allá de la primacía de la actividad
de cría de ganado bovino en forma extensiva, existía una
diversidad en la generación de riqueza agropecuaria que al
menos relativiza la etiqueta colocada en los estudios rurales sobre Saladillo, donde se ha menospreciado el valor de
su agricultura y de otras ramas poco examinadas, como la
ganadería menor del porcino y las aves.
Justamente, este es el contenido del capítulo siguiente. Por desgracia, casi no existen trabajos sobre estos sectores pecuarios, de modo tal que, en primer lugar, presento
3
El partido de Bolívar posee una superficie de 5,027 km², en tanto que la de Saladillo no llega a los 2,700 km².
CAMPO JURÁSICO
49
una sección dedicada al análisis histórico de la economía
del cerdo y las aves, con sus vicisitudes, aceleraciones y
crisis a nivel nacional. Luego me encargo de estudiar su
importancia en el partido, ya que Saladillo fue una plaza
muy importante en materia porcina y aviar, y esta última
era la ocupación de mi padre, a través de la cual pude internarme en el mundo chacarero.
Deseo formular aquí algunas aclaraciones. Uno de
los motivos por los que la avicultura resulta un objeto de
escrutinio bastante difícil es la ausencia de datos confiables acerca de ella. Baste para justificar esta afirmación el
siguiente párrafo de la primera editorial de la revista Orientación Avícola, donde se sostenía:
En avicultura es notoria la falta de información estadística. Esto
ha sucedido a través de todas las épocas, y si en otros tiempos
el nivel de la actividad podía permitirse esa carencia, hoy, dado
el carácter empresarial de la mayoría de las explotaciones, es
imprescindible contar con ella.
Y en efecto, uno de los objetivos principales declamado por el consejo de redacción de la revista era la confección y sistematización de información relacionada con
la actividad.4
Pero, por otro lado, no era un secreto que este subsector de la ganadería representaba una parte significativa
de la riqueza pecuaria. En 1975, por ejemplo, y a pesar de
la enorme cantidad de operaciones transadas de manera
informal (entre ellas las de mi padre y las de los demás
acopiadores de Saladillo), las ventas de aves y huevos registradas alcanzaron los 8,777 millones de pesos, equivalentes
al 6.5 % del producto bruto agropecuario, y al 16 % del
producto bruto ganadero.5
4
5
Orientación Avícola, año i, n.° 1, agosto de 1976, p. 7.
Orientación Avícola, ejemplar citado, p. 19.
50
CAMPO JURÁSICO
A partir de entonces, este trabajo va posando su lente
sobre universos cada vez más pequeños. En el capítulo 6,
intento presentar al mundo chacarero fuera de los circuitos
económico y productivo. Si bien es cierto que el primer
apartado tiene que ver con condiciones materiales de vida,
el punto que me preocupa es la vida social de las comunidades rurales saladillenses entre 1960 y 1980, la cual abordo mediante la elección de una serie de aspectos puntuales como la política, el asociacionismo, la religiosidad, el
entretenimiento (en particular, los bailes y el fútbol agrario) y el papel de las escuelas de campo, lugares con más
funciones que impartir una instrucción básica.
Pienso que esta sección es la que justifica sobremanera el título del texto, ya que es ese mundo el que desapareció casi por completo, o al menos ya no resulta reconocible.
Siguen existiendo productores, la propiedad saladillense
aún conserva un alto grado de subdivisión, algunos equipos de la zona rural participan de los torneos de fútbol
local, se mantienen con vida varias capillas o templos en
la campaña, y todavía en el censo poblacional de 2010 se
registraron más de 4,000 habitantes rurales dispersos en la
jurisdicción del municipio; pero ese retrato que ofrezco a
lo largo del capítulo más extenso de este libro es verdaderamente algo tan lejano como el período jurásico, y no faltan
incluso los restos fósiles de dinosaurios sociales, como las
penosas ruinas de la Escuela 31 en La Mascota.
Si justamente en esta sección me detengo mucho en
las escuelas, es porque las considero una pieza medular
del paisaje social del campo. Por eso, en el capítulo 7 hago
un estudio de caso sobre la Escuela 40, favorecido por el
acceso a un grupo de fuentes que me permitió una reconstrucción de la vida comunitaria y educativa de ese colegio
desde el momento mismo de su creación, en 1963.
CAMPO JURÁSICO
51
Del mismo modo, en el capítulo que le continúa,
repongo buena parte de la vida de mi padre o, al menos,
de su desempeño laboral como acopiador. Divido este segmento en dos apartados: el primero revive sus itinerarios y
presenta algunos datos de quienes eran sus clientes y sus
familias, tomados de la tradición oral, pero también de la
prensa, y en especial de las necrológicas, ese instante postrero en el que hasta personas anónimas tenían al menos
unas líneas periodísticas que les devolvían cierta notoriedad. En el anexo, adjunto un cuadro descriptivo de tamaños de propiedades, detalles de confort, movilidad y producción de la mayoría de esos clientes, presentado de forma anónima y sin correspondencia con el desarrollo de los
recorridos. La segunda parte exhibe algunos datos cuantitativos y cualitativos sobre el negocio familiar, el papel de
un acopiador (que excedía claramente lo comercial), y sus
relaciones con los mercados, ya fueran el urbano local o el
del Gran Buenos Aires.
Finalmente, el capítulo 9 expone una serie de factores
que contribuyeron al colapso de ese cosmos chacarero,
cuyo resultado fue la aceleración final del despoblamiento rural, la crisis del modelo productivo de pequeños y
medianos productores y el hundimiento de la pequeña
ganadería saladillense. Muchos de esos elementos disruptivos tenían raíces estructurales (las transformaciones
agropecuarias, por ejemplo), y otros derivaron del desastroso rumbo que tomaron la economía y la política a partir de 1975, primero en democracia y luego en dictadura.
Además, no poco contribuyó la naturaleza (con el auxilio
humano, claro está), que, con inundaciones como la de
1980, golpeó con dureza un sector ya con enormes dificultades.
Como corolario, dejo algunas breves consideraciones
en las conclusiones, donde vuelvo inevitablemente sobre
52
CAMPO JURÁSICO
argumentos del último capítulo, pero me detengo para
reflexionar acerca del desplazamiento de un modelo productivo por uno especulativo, los ricos debates sobre la
despoblación de la campaña y la paralización del número
de habitantes del partido, y la crisis profunda del subsistema escolar rural.
Soy plenamente consciente de las omisiones que puede haber en este texto, así como de la discrecionalidad con
que elegí ciertas variables de análisis y descarté otras. Pero,
al final de este viaje, sentí el placer de recuperar lugares y
sensaciones que pensaba perdidos, o que al menos estaban olvidados, y que afloraron al sumergirme en las páginas de los periódicos, o al transitar por caminos dejados
atrás desde mi infancia. Casi puedo decir que me devolvieron percepciones mínimas de quien conoció ese mundo
chacarero cuando todavía existía, como el olor característico de las cocinas de las casas de campo, con sus notas de
ahumado, paja y humedad.
Bajo todo punto de vista, fue una experiencia formidable. Para expresarla con las palabras que dejó Luis
González tras efectuar un estudio de microhistoria en su
pueblo natal de México, me consintieron “volver por vía
de la memoria a las raíces perdidas, como una manera de
reintegrarme al terruño” (González, 1991: 23).
1
Vicisitudes y vaivenes de la producción
agropecuaria pampeana en el siglo 20
Este trabajo trata sobre chacareros de Saladillo, en general,
y sobre un grupo aún más localizado espacial y temporalmente, en particular. Sin embargo, y más allá de las especificidades de las explotaciones locales, no creo posible
encarar una investigación –aunque sea de alcance local
o con elementos de microanálisis histórico– sin tener en
cuenta el contexto en que se desarrollaron las acciones de
los sujetos estudiados. En ese sentido, este capítulo está
destinado a revisar las características del agro de la región
pampeana en la centuria pasada de la forma más sintética
y sencilla posible.
Como queda dicho, no voy a referirme a los avatares
agropecuarios nacionales, sino que he de restringirme a
la zona comprendida por las provincias de Buenos Aires,
Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y La Pampa, en cuanto comparten ciertas particularidades ecológicas que determinan
tipos productivos y concurrieron durante el siglo 20 a generar más del 80 % de la riqueza agrícola y ganadera del
país, así como más del 70 % de las exportaciones primarias.
Además, la mayoría de la abundante y buena bibliografía
sobre el tema se refiere de manera exclusiva a esta área
geográfica.
Por otra parte, considero que cualquier referencia al
cambio de siglo en la historia de Occidente debe tomar
1914 como fecha divisoria de aguas. Esta datación fue
53
54
CAMPO JURÁSICO
popularizada por Eric Hobsbawm y obtuvo un amplio consenso dentro de la historiografía, pero merece ser explicada a quien tal vez no se encuentra familiarizado con las
reyertas propias de la tribu que integro. Se puede afirmar
que, hasta el comienzo del conflicto bélico en Europa, el
mundo mantuvo una marcada continuidad con el período
iniciado a partir de la “doble revolución” (política francesa
e industrial británica, ambas a finales del siglo 18). Más
allá de las fluctuaciones propias del comercio, las ideologías y la política mundiales, las cosas no se hacían en
1906 de manera muy distinta a 1898, por poner dos fechas
cualesquiera.
Podían presentarse situaciones de zozobra –como las
acontecidas en Argentina en el quinquenio 1890-1895–, pero
las reglas del juego seguían siendo las mismas y resultaban
igualmente claras. Incluso en momentos de incertidumbre
económica o financiera, existían tres certezas inalterables: el
intercambio internacional era regido por el patrón otro, referenciado con la libra esterlina; Gran Bretaña continuaba siendo la principal potencia del planeta y su gran árbitro; y nuestro país estaba ligado al Reino Unido por una relación bilateral
especial.
En contraposición, en diciembre de 1914, la situación era
totalmente diferente a la imaginada apenas unos meses antes.
No solamente los ingleses se encontraban empantanados en
el fango de las trincheras, sino también otros clientes importantes para los productos nacionales, como Alemania, Francia y Bélgica. La guerra afectaba asimismo a Rusia, Canadá y
Australia, competidores directos del trigo pampeano. Los trabajadores italianos y españoles –que constituían el grueso de
la mano de obra inmigrante– no estaban movilizados militarmente (aunque Italia se sumó a la masacre en 1915), pero no
podían cruzar fácilmente el océano aunque lo deseasen. En
1914, por ejemplo, el saldo migratorio fue negativo en 265,000
CAMPO JURÁSICO
55
personas, lo que significaba más de un 3 % de la población
argentinadelmomento.6
En conclusión, con el estallido de la guerra, se
detuvieron bruscamente los tres motores del crecimiento
argentino: el comercio exterior, la inmigración y las inversiones externas. Ninguno de ellos desapareció por completo –no lo hizo siquiera con la gran crisis de 1929–,
pero todos sufrieron un marcado retroceso primero y unas
transformaciones profundas luego que los hacían irreconocibles veinte años más tarde. Como sostiene Luis Alberto Romero: “Con la Primera Guerra Mundial –muchos más
que con la crisis de 1930– terminó una etapa de la economía argentina: la del crecimiento relativamente fácil, sobre
rumbos claros” (Romero, 1999: 66).
El agro bajo el peso de la guerra y la crisis (1914-1939)
El ciclo traumático empezado con la Gran Guerra no supuso tampoco el fin de la expansión, ya que el crecimiento
siguió, aunque a tasas menores, al menos hasta 1930, e
incluso se reanudó, más moderadamente todavía, después
de 1933. El cambio central fue que las crisis iniciadas en
1914 mostraron un ritmo más rápido de presentación y una
profundidad mayor a las anteriores, e instalaron la presencia definitiva de la incertidumbre de los negocios. Al
6
Este último dato refleja que, en realidad, las dificultades para la economía argentina
habían comenzado en 1913. En ese año se frenó el flujo de las inversiones británicas
haciaelpaís,debidoalaumentodelastasasdeinterésenLondres,poreltemoralasconsecuencias de las guerras balcánicas. En este sentido, Argentina no solamente dejó de
recibirlibrasesterlinas,sinoquedebióafrontarserviciosdeladeudaysalidadecapitales. Por otro lado, un ciclo de grandes inundaciones iniciado en 1912 y continuado
duranteelañosiguienteprovocóunaseveracaídadelaproduccióndegranosyunabaja
sensibleenlasexportaciones.Porsupuesto,eliniciodelaguerraagudizólasituación.
56
CAMPO JURÁSICO
mismo tiempo, se acompañaron de un sostenido deterioro
de los términos del intercambio.
En definitiva, por conformar la base de la riqueza
nacional y su única usina de divisas, el sector agropecuario resultó también el más afectado por las inclemencias
globales. Si el estallido de las acciones bélicas produjo
un freno de las exportaciones de granos, dada la falta de
medios para transportar el trigo y el maíz al otro lado del
Atlántico, favoreció por su parte, hasta 1918, al sector ganadero, que sí pudo seguir consiguiendo bodegas para enviar
carne enlatada al frente de batalla; la dura paz de 1919
implicó primero una recesión, y luego una inversión de
los perjuicios: las carnes retrocedieron, mientras que los
cereales recuperaron terreno. Cuando la situación parecía
estabilizarse, después de una cierta normalidad recobrada en 1925, el derrumbe del mercado estadounidense y la
internacionalización de la crisis asestaron un nuevo golpe
a todo el complejo agropecuario, aunque nuevamente más
a los granos, cuyos precios cayeron de forma nunca vista.
En medio de este cuadro, no faltaron los conflictos.
Algunos ya habían aflorado antes de 1914, como las protestas de los chacareros y arrendatarios de 1912, que, bajo
el denominado Grito de Alcorta, se levantaron contra los
abusos de propietarios, acopiadores, financistas y proveedores (también conocidos como “rameros”, ya que eran los
dueños de los almacenes de ramos generales). Las manifestaciones contra esos sectores tuvieron cierto eco y llevaron al dictado de una ley para regular el sistema de
arriendos menores a las 300 hectáreas, cumplida de forma
muy relativa. Más exitoso fue el remplazo de los prestamistas particulares por los bancos oficiales, que permitió a
muchos chacareros convertirse en propietarios en la década de 1920.
CAMPO JURÁSICO
57
Estas acciones señalaron asimismo el comienzo de
la intervención estatal en áreas donde los poderes públicos casi no habían incursionado. A través de la legislación
sobre arriendos, colonización de tierras, creación de juntas nacionales para el manejo de las políticas agrícola y
ganadera, organización de un sistema bancario más centralizado, y regulación de ciertos aspectos de los circuitos
productivos y comerciales del sector primario, el antiguo
modelo liberal, propio del siglo 19, fue sustituido por uno
con mayor injerencia gubernamental.
En el universo de los ganaderos, el fin de las exportaciones de carne enlatada y la vuelta del negocio de colocación de reses enfriadas (chilled) en el mercado británico
marcó una separación más taxativa entre los criadores y los
engordadores o invernadores. Aunque esta división y sus
conflictos tal vez fueron exagerados por la historiografía
más allá de su verdadero impacto, las tensiones aumentaron de forma proporcional a las dificultades. El cierre
del mercado estadounidense, bajo la coartada de la fiebre aftosa, y el derrumbe general de precios y volúmenes
negociados, después de 1929, produjeron un divorcio real
en 1932, cuando un grupo de hacendados de la región
pampeana, mayormente criadores, se alejó de la Sociedad
Rural Argentina para fundar la Corporación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP).
En 1933, la polémica escaló cuando se firmó el tratado
Roca-Runciman, ya que se acusó a un grupo de grandes
frigoríficos, estancieros y miembros del gobierno conservador de favorecerse de los cupos de exportación impuestos por los ingleses, en detrimento de los criadores y los
productores medianos y chicos. La discusión llegó hasta el
Senado de la Nación y culminó de forma violenta en 1935,
cuando un matón del oficialismo disparó contra Lisandro
de la Torre y asesinó a uno de sus colaboradores.
58
CAMPO JURÁSICO
De todos modos, las enseñanzas –por duras que fueran– dejaron como resultado la necesidad de mantener la
mayor flexibilidad posible a la hora de elegir las opciones
productivas. La estancia mixta se impuso como modelo, y
el norte de cualquier emprendedor no fue tanto maximizar
las ganancias, sino minimizar las eventuales pérdidas. Al
“poner los huevos en varios canastos”, como reza el famoso
adagio de la diversificación especulativa, quienes podían
se cubrían de potenciales desastres. Como es lógico, las
posibilidades de variar las opciones eran más sencillas
para aquellas explotaciones con tierras suficientes, en cantidad y calidad, capaces de combinar agricultura, forrajes y
ganadería (Palacio, 2000).
Los pequeños chacareros con propiedades mínimas
o tenencias con limitaciones ecológicas para posibilitar la
producción conjunta carecían de estos mecanismos defensivos. Más desprotegidos aún estaban aquellos arrendatarios de las grandes estancias, candidatos principales a ser
las víctimas de la reconversión productiva y a terminar precarizados en sus relaciones contractuales o, directamente,
expulsados de sus parcelas.
Para completar este escenario difícil, en la década
de 1920, llegó a su límite la frontera agrícola, uno de los
elementos dinámicos que explicaba la expansión agropecuaria nacional, incluso en tiempos complicados, como
durante la larga recesión mundial de 1873-1896. Las hectáreas disponibles en las zonas más aptas para la agricultura
se acabaron y, con la tecnología con la que todavía se contaba, las cosechas de cereales encontraron el techo de la
superficie disponible. A su vez, la recuperación del comercio de los granos, operada gracias al repunte de los precios
a mediados de la década de 1930, se detuvo nuevamente
con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, que volvió
a privilegiar los envíos cárnicos.
CAMPO JURÁSICO
59
Cuadro 1.1. Cantidad de explotaciones agropecuarias
Censo
Año
Explotaciones
Total nacional
Explotaciones
Prov. de Buenos
Aires
% del total
1914
257,450
78,668
30.56
1937
452,007
108,649
24.04
1947
471,389
122,480
25.98
1952
564,891
129,973
23.01
1960
471,756
101,493
21.51
1969
538,430
113,774
21.13
1974
509,817
93,441
18.34
1988
421,221
75,479
17.92
Fuente: elaboración propia, con información proporcionada por los
censos nacionales, disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de Estadística y Censo (indec).
Estancamiento y transformaciones (1939-1960)
A finales de los años 30, el sector agropecuario entró en un
período de largo estancamiento. No existe consenso entre
los autores sobre el momento preciso en que empezó este
aletargamiento, ni tampoco sobre cuándo las variables dieron señales de despabilarse. En principio, concurren dos
situaciones para explicar la compleja datación del inicio
y cierre de esta meseta productiva. En primer lugar, no
existe otro modo de revisar los ciclos que la interpretación
de datos censales, y, por ello, muchas investigaciones se
ajustan a las fechas de los censos agropecuarios nacionales
(1937 y 1960) que abarcan el segmento. En segundo término, la aparición de problemas o la adopción de medidas
para intentar resolverlos no generan efectos inmediatos.
60
CAMPO JURÁSICO
Así, se reconoce que, desde el principio de la década de
1950, había un diagnóstico sobre las dificultades y se llevaron a cabo acciones para corregirlas, pero las sequías de
1950-1951 las retrasaron.
A la vez, fueron veinte años de grandes transformaciones políticas, económicas, demográficas y sociales en
el país. Durante su transcurso, la nación asistió a los años
finales del régimen conservador, conoció la experiencia
peronista, fue testigo de los intentos para borrar al justicialismo del registro público, vio cómo se dividía (nuevamente) el radicalismo, y finalmente experimentó el intento
desarrollista de Frondizi.
Debido a la Segunda Guerra Mundial, la Argentina
aceleró el proceso de sustitución de importaciones iniciado, con timidez, en 1914. Se desarrolló así una importante
industria liviana, que desplazó en relevancia a la producción primaria. Como consecuencia de esto, la demografía
cambió de forma sustancial, con el exponencial crecimiento de las áreas urbanas, en especial las cercanas a las ciudades más populosas. El cinturón de partidos que rodeaba a la Capital Federal incrementó su población de forma
notable. El aumento de habitantes y las mejoras salariales
de los sectores populares crearon un verdadero mercado
de consumo, que absorbió una buena parte de los bienes
antes dedicados al comercio internacional.
Por otro lado, las dos décadas de atasco productivo
no afectaron a todos los sectores por igual. La agricultura
sufrió más que la ganadería vacuna, capaz de compensar los problemas del mercado externo con una demanda
doméstica en aumento sostenido. De hecho, desde 1914 el
sector agrícola venía siendo postergado contra el pecuario. Como decían los responsables del censo de 1937, desde la primera fecha no existían datos fehacientes sobre la
evolución de la agricultura, excepto las estimaciones del
CAMPO JURÁSICO
61
ministerio. Asimismo, en 1939, y debido al inicio del conflicto bélico, se paralizó la importación de maquinarias e
insumos vitales para el agro, situación que no se había normalizado todavía en 1950. Como resultado de ello, el censo
de 1947 mostró un retroceso de las hectáreas sembradas,
que cayeron a niveles inferiores a los de 1914, y a la mitad
del período 1939-1943.7
En cambio, el sector ganadero logró movilizar mejor
a las autoridades, que antes de 1930 ya habían realizado al
menos tres mediciones importantes: el censo ganadero de
la Provincia de Buenos Aires de 1916, y los censos ganaderos de alcance nacional de 1922 y 1930. El primero fue obra
de un gobernador conservador, pero a los otros dos los
mandó a levantar el presidente radical Hipólito Yrigoyen,
quien durante décadas fue hacendado, con propiedades o
arriendos en las cercanías de Saladillo.
No obstante, este período de retracción agropecuaria
también dejó elementos positivos. Como señalan Barsky
y Murmis:
[…] se fortaleció el rol de las cooperativas en el proceso de
comercialización, donde también participó el Estado debilitando un sistema de intermediación con una cúspide comercializadora que absorbía fuertes excedentes a los productores, se
democratizó el acceso al crédito eliminándose un viejo sistema
usurero articulado entre los bancos oficiales y privados y la cadena de propietarios de la tierra, acopiadores, almaceneros y rematadores que expoliaban duramente a los chacareros y pequeños
ganaderos (Barsky & Murmis, 1986: 104-105).
7
En 1947 la superficie sembrada fue de unos 11 millones de hectáreas, mientras
que en 1914 había sido de 13 millones y, en el segmento 1939-1943, de 21 millones. Véase la editorial “Situación de la agricultura”, El Argentino, 15/04/1950. El
artículo atribuía el descenso de la producción a la fijación de precios y la política
monopólica para las exportaciones del gobierno peronista, así como al aumento
de los costos.
62
CAMPO JURÁSICO
Una parte importante de esas acciones se orientaron
al abordaje del problema de los arrendamientos. Después
del intento inicial de 1921, en 1932 se sancionó la primera
de una serie de leyes para regularizar la cuestión. La norma
ampliaba el universo de arriendos afectados, consagraba
plazos más largos para los alquileres, y obligaba a poner
los contratos por escrito y a registrarlos en los juzgados
de paz. Como su antecesora, su éxito fue modesto. Según
el censo de 1937, la mitad de los arrendatarios no tenían
contratos firmados (Balsa, 2015: 96-97), pero en el partido
de Saladillo, por ejemplo, este número alcanzaba a casi al
70 % de las explotaciones en alquiler.
De este modo, muchos propietarios siguieron teniendo la puerta abierta para deshacerse de sus inquilinos y
reconvertir sus estancias hacia la ganadería, aunque, como
también enfatiza Javier Balsa, este golpe de timón no era
tan sencillo, ni tampoco resulta posible medirlo en términos estadísticos. Pero, como sea, en toda ciudad bonaerense se conocían los casos de expulsiones, y, fuera de su real
dimensión aritmética, crearon un verdadero mito, perfectamente compatible con una época recordada como cruel.
En atención a ello, desde 1940 empezó a plantearse
alguna solución de fondo al problema de los arrendamientos y los desalojos. Mario Lattuada reseñó las distintas
medidas adoptadas: la Ley 12,636 abrió el camino para las
colonizaciones o expropiaciones de grandes extensiones,
con la división y la salida al mercado de tierras de parcelas
de tamaño mediano. En 1942 se prorrogaron los contratos
y se tomaron medidas para sostener el precio de los cereales (Ley 12,771). El gobierno surgido de la revolución de
junio de 1943 dictó un decreto-ley que dispuso la baja de
los arrendamientos, extendió la prórroga de los contratos y
suspendió los desalojos. También desde el Consejo Agrario
Nacional (creado en 1940, pero activo recién en 1943) se
CAMPO JURÁSICO
63
tomaron medidas para favorecer a los chacareros, algunas
de ellas en el marco de la campaña electoral de 1946, y con
el claro objetivo de seducir al electorado de minifundistas,
arrendatarios y pequeños productores (Lattuada, 1986).
Así parece indicarlo el discurso de Perón del 8 de
agosto de 1945, en el que pedía al Consejo Agrario dar tierra a quien deseara trabajarla
a fin de que ningún hijo de chacarero se [viera] obligado a
desertar de los campos, encandilado por las luces engañosas de
la ciudad, donde la lucha es áspera y sin las compensaciones
espirituales que proporciona la labor ruda pero fresca y sana
del campesino.
No había mucho espacio para otro tipo de compensaciones materiales, e incluso más adelante hablaba del
hambre de tierras del habitante rural, que siempre estaba dispuesto a “sacrificar las condiciones de vida propias
y de los suyos en el afán de encontrar una chacra donde
levantar su rancho”.8
De todas formas, no se produjo nada parecido a una
reforma agraria. Si bien se llevaron a cabo expropiaciones y
hubo varios desarrollos colonizadores, su impacto real fue
bastante moderado. Un estudio exhaustivo sobre la cantidad de tierras expropiadas y colonizadas en el área pampeana, y específicamente en la Provincia de Buenos Aires,
demuestra que no involucraron a mucho más que el 2 %
de la superficie total (Balsa, 2015: 104-106). Igualmente,
el temor a la intervención estatal, la incertidumbre sobre
el derecho a la propiedad, una cierta presión impositiva
sobre las grandes tenencias, y el desaliento de la actividad agrícola movieron a muchos terratenientes a dividir
8
Presidencia de la Nación (1953): El campo recuperado por Perón, Buenos Aires,
Subsecretaría de Informaciones, p. 12. También citado por Lattuada, 1986: I, p.
57.
64
CAMPO JURÁSICO
sus latifundios o a vender partes de ellos a chacareros. Es
más, Noemí Girbal-Blacha destaca en su historia del Banco
Provincia que, para asegurarse buenos precios, no fueron
pocos los estancieros que se presentaron ante los gerentes
locales de los bancos oficiales con el objeto de facilitar la
gestión de los créditos a favor de sus potenciales compradores (Balsa, 2015: 113). Varios de ellos tenían, a su vez,
intereses en la industria, y era una buena forma de moverse
hacia inversiones más rentables.
Otros terratenientes se inclinaron por fragmentar sus
enormes unidades y colocarlas bajo la titularidad de personas jurídicas para evitar ser alcanzados por las leyes
de colonización o tributos patrimoniales; además, debe
tenerse en cuenta la división de las grandes propiedades
entre herederos. Por unas u otras causas, y como señala Alfredo Pucciarelli, el fenómeno de desaparición de las
grandes estancias de más de 10,000 hectáreas resultó sorprendente por su magnitud: en 1923 controlaban más de
9 millones de hectáreas, pero, para fines de la década de
1950, poseían solo 850,000, es decir que “en menos de
sesenta años habían liquidado o subdividido el 91 % de
su patrimonio original y entrado en un franco proceso de
descomposición”.
Tomados en conjunto, los latifundios mayores a las
5,000 hectáreas cedieron 1.8 millones de hectáreas entre
los años 1920-1940. En los dos decenios siguientes, hasta
1960, las grandes propiedades se retrajeron casi 8 millones
de hectáreas, es decir, “el 70 % de la superficie controlada
en 1939”. En un tercer momento, comprendido entre 1960 y
1980, la desconcentración avanzó más lentamente, pero de
todos modos las tenencias mayores a las 5,000 hectáreas
perdieron 1,200,000 (Pucciarelli, 1991: 87-88).
Todos estos movimientos fueron acompañados por un
proceso llamado “presión nacional sobre la tierra”, según
CAMPO JURÁSICO
65
la denominación de Antonio García. Este concepto, que va
más allá del hambre de tierras de los no propietarios, en
realidad interpela el papel de la producción agrícola en la
conformación de la riqueza nacional y su capacidad para
alimentar a la población y –sobre todo– para generar saldos exportables, destinados a sostener el crecimiento del
sector industrial:
La presión nacional sobre la tierra, no debe entenderse como
una presión campesina en busca del acceso a la tierra, sino como
una creciente presión desde fuera de la estructura agraria, desde
el sistema global, que exige a aquella una alta producción de
alimentos y materias primas a bajos costos, empleo y un mercado que absorba parte de la producción de la industria nacional, ahorro interno para cubrir las necesidades del presupuesto
público, y fundamentalmente divisas obtenidas por los productores agropecuarios de exportación que sirvan para financiar las
importaciones y el desarrollo de otros sectores de la economía
(Lattuada, 1986: I, p. 31).
En este orden de ideas, el problema central del modelo sustitutivo ligero radicaba en la necesidad de importar
insumos y combustibles para las industrias, y en su incapacidad para exportar los productos terminados, orientados
casi de manera exclusiva al mercado interno. De forma casi
contradictoria, en la medida en que el crecimiento industrial era más sostenido, reforzaba su dependencia de las
divisas que solamente la producción agropecuaria podía
generar. Además, el campo no disfrutaba de la riqueza que
sustentaba, al ser pocos los bienes durables fabricados por
la industria nacional que llegaban a las chacras.
Por otra parte, el auge del consumo obligó a controlar
ciertos precios para evitar los desbordes inflacionarios,
sobre todo el de los alimentos, y esto desalentó, por ejemplo, la producción de trigo, lo que hizo descender los
saldos exportables. La ganadería bovina pudo adaptarse
66
CAMPO JURÁSICO
mejor para atender un mayor consumo interno, que pasó
a estabilizarse por sobre el 70 % del total de la carne vacuna producida, gracias a un aumento de su ingesta, que,
para inicios de la década de 1950, llegó a superar los 100
kilos por habitante.
Las dificultades fueron apreciadas por las propias
autoridades justicialistas y, después de 1949, Perón dejó
atrás las tácticas de enfrentamientos con las corporaciones agrarias para dar lugar a un período de convivencia.
Las expropiaciones disminuyeron de manera significativa
y la gran propiedad dejó de ser estigmatizada. Asimismo,
se buscó relanzar una agricultura muy deprimida, aunque las condiciones climáticas no colaboraron en un primer momento. También trató de limitarse la caída de las
existencias ganaderas al instalarse en febrero de 1952, de
manera inédita en la historia nacional, una veda parcial,
que consistió en la prohibición de venta de carnes vacunas en todo el país y durante un día a la semana ( Reca
& Gaba, 1973: 336).
Una vez asegurada la reelección, la modificación del
rumbo se hizo más notable con la elaboración del Segundo
Plan Quinquenal. Durante el ciclo de conferencias radiales destinado a presentar los objetivos de este programa,
en febrero de 1953, Perón habló concretamente de “elevar
el índice de vida y la seguridad social en el campo”. Para
tal fin, el gobierno utilizaría el crédito agrario planificado,
orientado hacia las nuevas determinaciones en materia de
vivienda rural y propiedad de la tierra. Junto con ello, presentó iniciativas para sostener los precios de los cereales
y oleaginosas, desarrollar la mecanización rural, brindar
apoyo técnico y fomentar el desarrollo cooperativo.
También el problema habitacional en el campo mereció un apartado especial. Se pensaba impulsar la construcción de viviendas rurales tendiendo a convertir el resultado
CAMPO JURÁSICO
67
de las cosechas en bienes inmuebles, con el objetivo de
capitalizar las explotaciones. La solución a este problema
ayudaría –en opinión del primer mandatario– al arraigo de
la población agraria, un aliciente para descongestionar las
grandes ciudades, desbordadas por los efectos industrialistas del Primer Plan Quinquenal (Lattuada, 1986: I, 52-54).
Con todo, las expectativas del régimen no pudieron
cumplirse. Cuando fue desalojado del poder por el golpe
militar de septiembre de 1955, aunque algunos resultados ya podían verse (el aumento del parque de tractores y
los subsidios agrícolas, por ejemplo), muchas de sus nuevas ideas estaban a medio camino, como la radicación de
fábricas de automóviles, la apertura a las empresas petroleras y el impulso a la industria pesada.
Pero ni el gobierno militar surgido de la revuelta,
ni sus continuadores después de 1958, ni la oposición al
peronismo y al desarrollismo (los radicales del pueblo)
tenían recetas tan distintas para el sector agropecuario. El
gobierno de la autodenominada “Revolución Libertadora”,
si bien ayudó al campo con una importante devaluación,
en 1956 aplicó por primera vez en la controvertida historia
tributaria argentina un impuesto a las exportaciones primarias, luego popularizadas como “retenciones”, a fin de
evitar que los beneficios de la depreciación de la moneda
se trasladaran a los precios del mercado interno. La obra
más importante de este interregno militar resultó sin dudas
la creación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (inta), una agencia estatal llamada a efectuar un
aporte extraordinario para salir del atolladero productivo,
financiada con un pequeño porcentaje de las retenciones
a las exportaciones.
Por el lado de los radicales, el programa aprobado en
la convención nacional en 1956 no difería de forma significativa del peronista, incluso con ciertos aspectos de la
68
CAMPO JURÁSICO
versión anterior a 1952: oposición al latifundio, desinflación de los arrendamientos, colonización de tierras públicas, intervención estatal sobre los esquemas de precios,
soporte crediticio, mecanización, impulso de las cooperativas, mayor cobertura de seguros, mejora de las condiciones laborales, salariales, previsionales y de seguridad
social de los trabajadores rurales, etc.
Como novedad, agregaba la “transformación industrial de las materias primas agropecuarias por los productores organizados y en los propios centros de producción, a
fin de reactivar económicamente y repoblar el interior del
país”, un supuesto plan orgánico de construcción y mejora
de las viviendas rurales, la electrificación del campo y la
expansión de un sistema de escuelas especializadas. Según
se aprecia, ya estaba presente la problemática del despoblamiento rural, que poco después sería ratificada por el
censo de 1960 (Carrera, 1956: 58-60).
Esta cuestión apareció asimismo en la agenda del
secretario de agricultura de la administración desarrollista.
En 1959, Bernardino Horne enfatizó que el objetivo último
de la política agraria del gobierno sería
[…] el afianzamiento de la familia, eje sustancial de nuestra
manera de vivir, ofreciendo justos alicientes a todos sus componentes, con una diversificación adecuada de actividades, [que]
nos llevará a alcanzar niveles de vida y de productividad como
los que hemos señalado, de manera de hacer un campo que sea
centro de arraigo y de progreso (Horne, 1959: 14).
La revolución agrícola y el subibaja ganadero (1960-1975)
Desde 1960 se inició una época de recuperación de la
producción agropecuaria, marcada especialmente por el
gran crecimiento de la agricultura, visible de manera más
CAMPO JURÁSICO
69
notable en al área pampeana. Los cambios que impulsaron esa transformación fueron el desarrollo de las técnicas
agronómicas, la mecanización agrícola, la difusión de las
semillas híbridas, las mejoras efectuadas en la producción,
el uso de fertilizantes y la ampliación de las políticas crediticias gubernamentales iniciadas durante el peronismo.
Todo ello se conjugó para poner en marcha un proceso
que ha sido incluso denominado como la “segunda revolución agrícola pampeana” (Obschatko, 1988; Coscia, 1983;
Sábato, 1980).
La primera de las variables resultó de la combinación
del accionar estatal a través de inta y otros organismos
y la investigación privada nucleada en instituciones como
los grupos crea (Consorcio Regional de Experimentación
Agrícola). El primero de estos pequeños colectivos fue fundado por Pablo Hary, en 1957, en la ciudad bonaerense de
Daireaux, donde un grupo de estancieros se reunió para
analizar los problemas derivados de la erosión de los suelos. Con el paso de los años, la idea se divulgó por gran
parte de la zona pampeana, y se constituyó una asociación
nacional de grupos crea.
Las estaciones experimentales del inta, que crecieron en
cantidad y dotación de especialistas, al menos hasta mediados
de la década de 1970, contribuyeron con un soporte científico
que resultó determinante para la mejora de muchas especies
agrícolas, en la lucha contra la aftosa y en el favorecimiento del
tránsito de la avicultura desde la producción básica hacia una
actividad industrial moderna. De este último aspecto, me ocuparé con mayor detalle en el capítulo 5, a causa de la importancia que tuvo para Saladillo. Pero las agencias tuvieron además
el mérito central de llegar directamente hasta los chacareros,
escuchar sus problemas y capacitarlos con las posibles soluciones.
70
CAMPO JURÁSICO
En el caso saladillense, los recurrentes pedidos de las
autoridades, representantes agrarios y otras instituciones
lograron la instalación de una delegación, que finalmente
comenzó a funcionar en marzo de 1976, bajo la denominación de Agencia Cooperativa de Extensión Rural inta Saladillo.9 Desde sus inicios, esta dependencia tuvo un plan de
actividades importante y, a mediados de 1978, comenzó a
publicar un boletín mensual, donde se reproducían artículos y trabajos regionales, así como noticias del ámbito agrario local.10 A diferencia de muchas publicaciones de corto
alcance, el boletín continuó apareciendo con regularidad
con el paso del tiempo. Asimismo, también se realizaban
reuniones en los parajes y zonas rurales del partido, con
frecuencia casi semanal, y en general utilizando como sede
las escuelas de campo.11
A la acción del inta, debe agregarse la del selsa
(Servicio de Luchas Sanitarias Animales), organismo creado con rango de dirección general dentro del Ministerio de Agricultura en 1963, que sistematizó y mejoró el
combate contra la fiebre aftosa mediante planes piloto de
vacunación obligatoria, iniciados a principios de la década
de 1950 y fuertemente ampliados en el decenio siguiente
(Pecker, 2007). Según puede verse en la prensa de Saladillo, el selsa también tuvo una acción importante en la
contención del “mal de los rastrojos”, e hizo una gran contribución contra la aftosa en las zonas ganaderas. Incluso,
en diciembre de 1968, Saladillo fue elegido como una de
las diez zonas del país para implementar un plan piloto de
inoculación contra esa epizootia.12
9
10
11
12
“Agencia Cooperativa de Extensión Rural del inta de Saladillo”, El Argentino, 11/
03/1976.
“Boletín”, El Argentino, 24/08/1978.
“Plan de reuniones del inta Saladillo para 1979”, El Argentino, 05/04/1979.
“Ha sido designada Saladillo zona piloto de vacunación antiaftosa”, El Argentino,
12/12/1968.
CAMPO JURÁSICO
71
En cuanto al aporte de los grupos de productores,
su expansión numérica y geográfica permitió la elaboración de diagnósticos regionales precisos, vitales para encarar soluciones sectoriales y proyectos de escala pequeña
y mediana. Así, en el orden local, en 1967 se conformó
un grupo denominado crea “Arroyo de Las Flores”, que se
integró por trece productores de los partidos de Saladillo,
Alvear y Las Flores, “cuyos campos se encuentran vinculados con el arroyo del que toma su nombre”. Al igual que
todas las entidades de base de esta iniciativa, reunía además el apoyo de instituciones técnicas y profesionales del
sector, con el objeto de promover métodos experimentales en las explotaciones agroganaderas. Unos meses más
tarde, esta nueva formación pudo participar del congreso
crea desarrollado en Mar del Plata, entre el 3 y el 7 de
octubre de 1967.13
La segunda pieza para la reactivación fue la mecanización del agro. Adolfo Coscia resalta el aumento del parque
vehicular y su amplio acceso por parte de los chacareros
como uno de los elementos centrales de esta revolución,
ya desde mediados de la década de 1950 (Coscia, 1983:
69-70). En efecto, el número de tractores en el país subió
de los 29,150 censados en 1947 a los 49,759 que se registraron en 1952. Pero, además del aumento en la cantidad,
desde inicios de la década del sesenta creció la potencia
y calidad de los tractores. En gran medida, la “tractorización” del campo fue impulsada por los subsidios indirectos
para su compra, formados por la desgravación impositiva
y la abundancia de créditos a tasa negativa, sobre todo en
el período 1963-1977. Para tener idea de esa evolución,
basta precisar que solamente en la región pampeana la
13
“Se ha constituido el C.R.E.A. ‘Arroyo de Las Flores’”, El Argentino, 06/04/1967;
“Se realiza el v Congreso anual de los C.R.E.A.”, El Argentino, 05/10/1967; y “v
Congreso Anual de los C.R.E.A.”, El Argentino, 23/11/1967.
72
CAMPO JURÁSICO
flota de tractores subió de 86,061 en el período 1960-1963
a 142,840 para los años 1970-1973, y 160,215 en 1980-1983
(Obschatko, 1988: 42).14
El boom de los tractores tuvo un gran impacto en
Saladillo. Los avisos de las casas dedicadas a su venta
ocupaban grandes espacios en los semanarios locales, en
especial en El Argentino, donde llenaban las páginas centrales, reservadas únicamente para publicidades. Además,
con el correr de los años sesenta aumentó el número de
comercios de venta de tractores y maquinaria agrícola, y se
abrieron representaciones de las marcas disponibles en el
mercado, tanto nacionales como extranjeras. En 1961, por
exponer una muestra, la casa Tordó Hermanos & Cía convocaba a los chacareros a adquirir los tractores fabricados
por Concord Argentina en Córdoba (de marca Fiat y Someca), bajo el lema “Compre ahora con nuestra financiación
complementaria a los Bancos Oficiales”.15
Sin embargo, estas supuestas facilidades (que alcanzaban hasta el 80 % del precio de venta de una unidad,
y hasta el 70 % para una segunda, siempre a cinco años
de plazo) fueron refutadas por la cra (Confederaciones
Rurales Argentinas) en el invierno de ese mismo año. Los
ruralistas sostenían que la medida era impulsada por los
propios fabricantes, “ya que [era] público y notorio que sus
playas [estaban] repletas de tractores, que no [podían] vender debido al exagerado precio de los mismos”. Para la cra,
desde 1958, el Banco Nación había destinado la preferencia de su cartera crediticia al comercio y la industria (un 74
%), mientras que en los años anteriores los préstamos agrarios superaban los del sector secundario y terciario por 55
14
15
De acuerdo con el Censo Nacional Agropecuario de 1960, había en todo el país
104,184 tractores. En 1988 se censaron 267,782. Por desgracia, ningún censo desagregó las cantidades por partido.
El Argentino, 09/02/1961.
CAMPO JURÁSICO
73
% contra 45 %. En defensa de sus intereses –que no eran los
de los agricultores, claro está–, la corporación reclamaba
menos plata para tractores y más créditos blandos y largos
para “compras de hacienda y reproductores, retención de
vientres, siembra, transportes, etc.”.16
De todos modos, los argumentos de las federaciones
ganaderas no hicieron mella en los vendedores de tractores, que competían con ahínco para ganar el favor de los
chacareros. Así, y en un hecho inédito para la época, John
Deere Argentina SA anunció, en abril de 1964, la presentación simultánea en todo el país del “tractor diésel ‘445’,
de 41 HP que ha fabricado especialmente para la agricultura argentina”. En Saladillo, los interesados debían darse
cita en la concesionaria de Dabel Valsecchi.17 Un año más
tarde, la empresa Pedro J. Grecco y Hermanos presentó el
tractor Fiat 450, “con potente motor diésel de inyección
directa, de 4 tiempos, arranque instantáneo y otras características, que lo convierten en inestimable colaborador para
las tareas del campo”. Según el anuncio, la firma de Turín
ya llevaba entregadas 56,000 unidades en el país.18
El progresivo aumento del número de tractores y
maquinaria agropecuaria llevó asimismo a que organismos provinciales, el municipio, la Cooperativa Agrícola y
algunos de los concesionarios locales dedicados a su venta organizaran cursos gratuitos para el mantenimiento de
esos equipos, con la presencia de técnicos y asesores de
las empresas fabricantes, como el que se llevó a cabo en
Polvaredas, entre el 16 y el 18 de octubre de 1969.19
16
17
18
19
El Argentino, 20/07/1961.
“Presentación del nuevo tractor John Deere”, El Argentino, 30/04/1964.
El Argentino, 29/07/1965.
“Cursos gratuitos sobre mantenimiento de tractores y maquinaria agrícola de
todas las marcas”, El Argentino, 09/10/1969.
74
CAMPO JURÁSICO
La mecanización agrícola implicó también novedades
en los hábitos urbanos municipales. En mayo de 1965, la
filial local de la Federación Agraria Argentina dirigió una
nota al Concejo Deliberante, con copia a los periódicos
para garantizar una mayor difusión. La misiva criticaba
la actitud policial por lo siguiente: “[Invocando] obedecer
órdenes de la intendencia, advierte a los tractoristas que no
pueden entrar en la planta urbana, ni menos estacionarse en las calles, haciendo una excepción cuando sea para
cargar o llegar a un taller de reparación”. Los agrarios resaltaban la mecanización de las tareas rurales y el esfuerzo
hecho por los agricultores para adquirir esos equipos. A la
vez, esto producía la falta de caballos para sulkys y, como
no todos podían comprar una camioneta, debían “utilizar
el tractor para llegar al pueblo, no para pasear, sino para
surtirse de las mercaderías o para cumplir con las varias
disposiciones legales o compromisos bancarios”.20 Esas restricciones al tránsito de maquinaria agrícola en el casco
urbano de Saladillo se formalizaron finalmente en 1971,
con el dictado de un reglamento de tránsito, que establecía
las limitaciones, excepciones y sanciones para la circulación vehicular.21
Fuera de los vigilantes del tráfico urbano, la difusión
masiva de los tractores en los campos saladillenses llevó
a muchos nostálgicos del pasado a evocar los tiempos de
la tracción a sangre y las bondades del caballo, dejados de
lado por los jóvenes chacareros, que preferían el volante y
la caja de cambios a las riendas y la montura. Osmar Pallero lo dijo con vehemencia al prologar De mi tierra, el libro
de poemas de mi abuelo, pero él le dedicó una estrofa de
su décima “Recordando la tradición”, donde escribió: “Ya
20
21
El Argentino, 13/05/1965.
“Comenzará por fin a aplicarse el Reglamento de Tránsito para Saladillo”, El
Argentino, 15/04/1971.
CAMPO JURÁSICO
75
no hay quien ate un arao’ / con seis caballos como antes; /
hoy andan lo más campantes / sentaos en un buen tractor
/ con más pinta que un doctor / arando con finos guantes”
(Quinterno, 1973: 14).
El tercer motor de la renovada expansión fueron las
semillas híbridas. Esta búsqueda se había iniciado en todo
el mundo, aunque especialmente en Estados Unidos, a
principios del siglo 20, pero, desde la década de los cincuenta, las investigaciones tuvieron grandes avances. A las
compañías privadas que, como Dekalb, Klein, Cargill y
Morgan, ya operaban en Argentina, se les sumó el inta,
que relanzó con gran éxito los saberes preexistentes de los
centros experimentales en funcionamiento desde varias
décadas antes, al absorberlos bajo su dependencia (Gear,
2010).
Un buen ejemplo de esto fue el resultado para recuperar las áreas sembradas con girasol que, tras un arranque
prometedor a principios del decenio de 1930, se desplomaron dos décadas después, por efectos de la baja del precio
primero y por las plagas, a partir de 1955. Las investigaciones del inta lograron la primera semilla híbrida en 1960,
que se difundió con rapidez y mostró un éxito formidable
en sanidad y rendimiento. Ello trajo una mejora productiva
para zonas ecológicas como aquellas donde se encuentra
Saladillo, a punto tal que entre 1960 y 1985 estas áreas
superaron el incremento nacional y el de la región típico
(Obschatko, 1988: 55).
Así, en el otoño de 1962, El Argentino dio cuenta del
notable rendimiento de la cosecha de girasol de esa campaña. El semanario remarcaba como principales indicadores el alto nivel de rinde (veinticinco bolsas por hectárea) y
el peso de las pepitas. Para lograr esto, habían contribuido
las lluvias escasas –que, por otro lado, arruinaron la ganadería vacuna y la siembra de maíz en ese año– y el uso de
76
CAMPO JURÁSICO
una nueva sementera. La nota culminaba explicando las
razones de la superación:
El empleo de la nueva variedad de semilla –Manfredi Inta sag–
ha sido de capital importancia y es el resultado de prolongados
trabajos de investigación de la reproducción genética iniciados
por los técnicos Jorge Báez y Héctor Bauer el año 1947, continuados por el Dr. Julio Mácola, quienes recurrieron a especies
silvestres y a otros cruzamientos interespecíficos, en la Estación
Experimental que el inta posee en Manfredi.22
El nivel de mejora de la cosecha de girasol volvió
a destacarse en 1968, cuando se informó de resultados
superlativos en campos saladillenses, como el de Justo
Larrea, donde la variedad de sementera Guayacán ofreció
50.5 bolsas por hectárea.23
El inta logró asimismo grandes avances en la formulación de maíces híbridos de resistencia al vuelco, raíz
profunda, tallo grueso, maduración pareja y adaptación a
la sequía. Una de sus mejores muestras fue el maíz colorado “Abati inta”, desarrollado en 1963. Estas propiedades
facilitaron la mecanización de su cosecha y acabaron con
la tradicional recolección manual.24
Los fertilizantes y agroquímicos, cuarto elemento de
la aceleración productiva agrícola, tampoco constituían
ninguna novedad. Si bien hasta finales de los años setenta
la mayoría de los fertilizantes eran importados, en la década de 1930 ya estaban instaladas en Argentina las empresas
Compañía Química (del grupo Bunge y Born) y Atanor,
fundada en 1938 como empresa mixta, a la que en 1944
se asociaron Fabricaciones Militares y las familias Braun
Menéndez Behety y Roberts. La difusión de los fertilizantes
22
23
24
El Argentino, 12/04/1962.
“Récord de Girasol”, El Argentino, 11/04/1968.
“Temas rurales. La cosecha de maíz”, El Argentino, 15/04/1971.
CAMPO JURÁSICO
77
contribuyó a la recuperación de los suelos, facilitó el control de las malezas y llevó a la eliminación de muchas de las
plagas y patologías de los cultivos, aunque en esos primeros años no hubo demasiadas alertas sobre los eventuales
daños que su utilización podía causar al medio ambiente y, en especial, a la salud de las personas. Para 1976, la
Argentina ya importaba unas 7,500 toneladas de fitosanitarios para satisfacer la demanda interna, “de las cuales el 45 %
correspondía a insecticidas, un 30 % a fungicidas y un 25 % a
herbicidas” (Romero, 2014: 71).
Finalmente, el quinto factor para tener en cuenta fue la
políticaestataldepréstamosblandos–respaldadaconincentivos fiscales sectoriales–, garantes de créditos con tasas negativas,queenrealidadoperaroncomosubsidios.Deacuerdocon
las estimaciones de Graciela Rodríguez, en el caso de la adquisicióndetractores,estossubsidiosimplícitosdadosporelBanco de la Nación a los productores rurales entre 1956 y 1975 –sin
contar las desgravaciones impositivas– se mantuvieron siempreporencimadel25%(aexcepciónde1967,quefuerondel19
%) y, en algunos años, como en 1974, llegaron al 78 %. El cálculo de estos alicientes se hizo sobre la relación entre el monto
finalmente pagado por el productor en moneda real y el precio
nominaldeltractorenelañodesuventa(Sábato,1980:91).
Incluso en ese año de 1967, cuando los subsidios fueron ligeramente menores, la entidad también lanzó una
línea de créditos para la adquisición de tractores usados,
de hasta $500,000, y con límite del 50 % del precio de
la unidad. Los plazos de cancelación eran de tres años,
y la amortización estaba vinculada con los ingresos del
productor. Además, debía acreditarse la relación entre la
potencia del equipo y la explotación a la que estaría afectado.25
25
“Tractores”, El Argentino, 23/02/1967.
78
CAMPO JURÁSICO
En lo concerniente a la infraestructura agrícola, en
el otoño de 1967 el Banco Nación hizo pública una nueva reglamentación de los créditos para construcción de
silos en chacras y elevadores de campaña. Según la entidad oficial, desde los inicios de ese programa, en 1964,
“se habían acordado prestamos por un importe total de
$3,480,000,000 para financiar instalaciones con una capacidad de almacenamiento de más de 1,000,000 de toneladas”. Las condiciones de los créditos eran muy ventajosas
(hasta el 80 % del monto de la inversión y diez años de
plazo), y permitirían “controlar la humedad y temperatura de los granos almacenados y su preservación contra el
ataque de insectos, sin perjuicio de continuar concediendo
créditos para la instalación de silos aislados, galpones-silos
y baterías de silos”.26
Pero también el banco oficial contribuyó a mejorar las
viviendas de los chacareros. Destinó a este fin una línea
específica de créditos blandos, cuyo objeto era la mejora
de los hogares rurales. El banco partía del supuesto de que
“gran parte de las viviendas rurales existentes en el país”
necesitaban “ser ampliadas, refaccionadas o acondicionadas”. En tal sentido, tendía sus préstamos a pequeños y
medianos propietarios que habitaran las tierras con sus
propias familias. Como siempre, las condiciones de otorgamiento eran muy buenas, con tasas pasivas, cinco años
de plazo y cuotas relacionadas con la productividad de las
explotaciones.27
Aunque con mayores intermitencias, el Banco Provincia también sostuvo la política de tasas negativas. Si
bien, durante los primeros años de la dictadura surgida
26
27
“Banco de la Nación Argentina. Préstamos para construcción de silos en chacras
y elevadores de campaña”, El Argentino, 04/05/1967.
“Préstamos con destino a la ampliación y refacción de la vivienda rural”, El
Argentino, 26/10/1967.
CAMPO JURÁSICO
79
en 1966, este mecanismo se morigeró bastante, en 1970
la entidad bonaerense decidió bajar las tasas de los créditos otorgados y por otorgar para la compra de tractores
y maquinarias, rebaja que luego agregó a otras líneas de
créditos destinadas a los productores agrarios. En general,
con esos recortes ninguna de las tasas de interés superaba
el 10 % anual, bastante por debajo de la inflación de ese
año (13.6 %), y mucho menor a lo que sería el alza de precios del año siguiente, cercana al 35 %.28 El subsidio se hizo
más evidente en 1972, cuando la inflación anual se disparó
hasta el 58.5 %. En mayo de ese año, el Banco Provincia
bajó la tasa de intereses para adquirir fertilizantes del 20
al 14 %, es decir, a menos de un cuarto del incremento
de los precios. Poco después, una publicidad de esta entidad exponía un panel de esas tasas subvencionadas para
el agro: electrificación rural, 8 %; créditos para vivienda
rural, 16 %; compra de forrajeras, 18 %; compra y mejora
de reproductores, 19 %; compra de vacuna de invernada,
21 %. Indicadores que hablaban por sí mismos.29
Esa política se sostuvo incluso en los primeros tiempos del “Proceso de Reorganización Nacional”. Así, el Banco Provincia anunció una línea de créditos a corto plazo
(180 días con tasa del 48 % anual en un contexto inflacionario del 444 % anual), destinados a superar la emergencia
sectorial y a espolear la cría de bovinos, actividad afectada
por el desplome de las exportaciones y los bajos precios
relativos existentes en el mercado interno desde 1975. El
estímulo también alcanzó al financiamiento de la compra
de reproductores de raza de vacunos, lanares y equinos. La
ayuda se continuó con el lanzamiento de préstamos dirigidos al sector agrícola, para el establecimiento de silos,
28
29
“Reduce tasas de interés el Banco de la Provincia”, El Argentino, 02/07/1970.
“Intereses”, El Argentino, 18/05/1972 y aviso publicitario oficial en la edición del
03/08/1972.
80
CAMPO JURÁSICO
elevadores, equipamiento y accesorios para tratamiento de
granos, y el desarrollo de criaderos y semilleros.30
De lo expuesto, se aprecia que los factores capaces de
romper el estancamiento tuvieron más éxito en relanzar la
agricultura que la ganadería. Si el sector pecuario no había
sido tan afectado por la larga retracción productiva del
período anterior, en compensación, tampoco pudo beneficiarse de los cambios en igual proporción que la rama agrícola, al menos en los primeros tiempos. Igualmente, entre
los años 1950-1960, la ganadería vacuna también acusó
una desaceleración, y esa pérdida relativa de importancia
ya era apreciable a inicios de los años sesenta. Así, en 1964,
el inta preveía que, de no estimularse la producción y las
existencias, Argentina dejaría de ser país exportador en
poco tiempo. Este fenómeno sobresalía por su intensidad
en el territorio bonaerense. Según la agencia, en la década
1953-1962, el número de cabezas apenas había aumentado
de 6,993,900 a 7,006,400, un escaso 0.2 %.31
Segúnseñalémásarriba,buenapartedeladirigenciacorporativa de los emprendedores vacunos se quejaba de la discriminación que supuestamente recibían en la política crediticia, en medio de uno de los ciclos ganaderos de liquidación
de existencias. Esa situación empezó a modificarse en 1964,
cuando nuevamente se instauró una veda de venta de carne
bovinaymejoraronlosprecios.Entreeseañoy1967,hubociertarecomposicióndelosrodeos,hastaque,entre1967y1970,se
produjo una nueva etapa de liquidación, que llevó a su vez a la
vueltadelasvedasdeconsumodesde1971.
30
31
“El Banco de la Provincia de Bs. As. prestará apoyo a criadores de bovinos de carne”, El Argentino, 27/05/1976; “El banco de la Provincia de Buenos Aires actualizó los préstamos para compra de reproductores”, El Argentino, 01/07/1976;
“Nuevos créditos para el sector rural implementó el Banco de la Provincia de
Buenos Aires”, El Argentino, 24/06/1976.
“Carne vacuna: producción estacionaria ante una creciente demanda”, El Argentino, 17/12/1964.
CAMPO JURÁSICO
81
En medio de tales vaivenes, el mecanismo estatal del
financiamiento se fue extendiendo también a la ganadería. A
iniciosde1967,El Argentino dabacuentadeunalíneadecréditos especiales del Banco de la Nación, destinado a la implantación de pasturas mejoradas. Los préstamos podían cubrir hasta el 80 % del gasto total, que incluía la preparación de la tierra,
lacompradesemillas,lasiembra,cortesylalimpieza,ypodían
tramitarse con la sola firma del productor, ya fuera este propietario,arrendatariooaparcero.Amediadosdeeseaño,seanunció el lanzamiento de una nueva etapa de créditos de este programa, iniciado en la primavera de 1966. Cada fase contempló
la implantación de alrededor de 700,000 hectáreas, con tasas
deinterésdel12%anualyasesoramientotécnico.32
Por otra parte, en los primeros años de la década del 70, la
ganadería vacuna se favoreció por el aumento sostenido de la
demanda de Estados Unidos, la Comunidad Económica Europea y Japón, lo que elevó los precios en el mercado mundial y,
por acto reflejo, también en el local. Para citar datos concretos,
el incremento de las exportaciones de carnes vacunas, principalmente hacia los mercados europeos, se sintió con fuerza en
el primer trimestre de 1972, cuando se registraron envíos por
más de 94,000 toneladas, contra las 34,000 del mismo período
en el año anterior.33 En enero de 1973, las exportaciones argentinas de carnes alcanzaron topes máximos con 60,909 toneladas, lo que significó un incremento del 45 % con respecto al
mismomesdelañoanterior.34
Ello puso en marcha una nueva fase de aumento de las
existencias, inusualmente extensa, que se prolongó hasta
1977 y no fue afectada por la caída de las exportaciones
derivada de la crisis petrolera que empezó a sentirse con
32
33
34
“NuevocréditoparapasturasotorgaelBancodelaNación”,El Argentino,26/01/1967;y
“Créditosparaimplantacióndepasturas”,ElArgentino,13/07/1967.
“LasExportacionesdeCarnes”,ElArgentino,11/05/1972.
“Lasexportacionesdecarneregistranunmarcadorepunte”,ElArgentino,22/03/1973.
82
CAMPO JURÁSICO
fuerza ya en 1974, cuando las exportaciones de carne bovina bajaron de las 352,600 toneladas del año anterior a solamente 164,154, lo que significó una pérdida de más de 320
millones de dólares en remesas del exterior.35
Un trabajo puntual sobre este tema calcula que las
tasas negativas llegaron a representar un subsidio del 35 %
en 1975, lo que favoreció la capitalización del sector. Después de 1974, y a pesar de la baja generalizada de los precios de la carne y las restricciones impuestas a las importaciones por los europeos, los productores no liquidaron sus
planteles, ya que la depreciación del peso tras el Rodrigazo
hizo conveniente mantener los activos antes que cambiarlos por papel moneda (González & Pagliettini, 1984).
Más allá de los aspectos particulares desarrollados
anteriormente, la actividad agropecuaria no fue para nada
ajena a los avatares políticos del período 1960-1975. Dentro de la experiencia desarrollista, por ejemplo, convivieron un gobierno nacional que rápidamente se desmarcó de
los viejos postulados sostenidos por Frondizi en los años
anteriores a 1958 (que hablaban de una “reforma agraria
inmediata y profunda”) y una administración provincial
que, en manos de Oscar Alende, mantuvo la cuestión de la
redistribución de la tierra como una de sus banderas, aunque logró avances mínimos en esa materia (Lázaro, 2013;
Balsa, 2006: 105-106).
Dentro del ciclo político caracterizado por la proscripción del peronismo, las políticas agrarias aplicadas por
el denominado “radicalismo del pueblo”, cuando tuvo su
oportunidad con Arturo Illia en la presidencia, entre 1963
y 1966, se conservaron en el llamado “plano industrialista”. Esto consistía en impulsar el crecimiento productivo
agropecuario –en especial de la región pampeana– a fin
35
“Carnes”, El Argentino, 06/02/1975.
CAMPO JURÁSICO
83
de satisfacer la demanda del consumo interno y, a la vez,
producir saldos exportables destinados a generar divisas
para financiar la importación de bienes de capital. Por otra
parte, para alcanzar estos objetivos, era necesario sostener los incentivos de la llamada “etapa transformista”, que
estaba dejando atrás la época de declinación productiva
(Lattuada, 1988: 31-41; Lázaro, 2003; Lázaro & Galafassi,
2005: 204-205).
Ese rumbo produjo malestar en las corporaciones
agrarias. Sus principales factores de irritación con el
gobierno fueron:
[…] la fijación de precios máximos para la carne y de días de
veda para su consumo; el restablecimiento del control de cambios en noviembre de 1964, permitiéndole al gobierno quedarse
con una parte de la renta diferencial de los exportadores; y las
disposiciones tributarias de emergencia de 1963 y de 1965, así
como el mantenimiento de los derechos de exportación, por más
que, de todos modos, la presión fiscal sobre el sector resultó relativamente baja (Nun y Lattuada, 1991: 11).
El gobierno de los radicales del pueblo dio continuidad a la política de prórrogas de los arrendamientos,
iniciadas en los tiempos de los conservadores y seguidas
por todas las administraciones siguientes. Buena parte de
esas normas otorgaron además la ventaja de la opción de
compra a los arrendatarios, por lo que muchos de ellos no
vacilaron en adquirir sus chacras, y los censos muestran el
sostenido crecimiento del número de hectáreas en propiedad, así como el consecuente descenso de los arriendos,
aunque esto no significó la promoción de todos los arrendatarios a la liga de los propietarios.
En el otoño de 1964, El Argentino puso en su tapa
la noticia del tratamiento parlamentario de la que, a las
postres, sería una de las últimas leyes sobre alquileres rurales. La iniciativa empezaba a debatirse en la Cámara de
84
CAMPO JURÁSICO
Diputados, con media sanción del Senado, e incluía la
enésima renovación de la legislación sobre contratos de
arrendamiento y aparcería, así como la suspensión de los
desalojos, algo que el semanario calificó como “un tema
básico para el campo argentino” y que, según el periódico
de la familia Volonté, recogía “las aspiraciones de los agricultores federados y en general la necesidades más perentorias del trabajador rural”.36 También el gobierno provincial, encabezado por Anselmo Marini, lanzó a principios
de 1964 un programa de colonización denominado “Más
propietarios y menos arrendatarios”. La provincia planeaba
adquirir 40,667 hectáreas en diez partidos para destinarlos
a colonos, mayormente en las zonas sur y oeste del territorio, aunque también las había en el partido de Esteban
Echeverría, en el mismísimo conurbano bonaerense.37
Fuera de los anuncios, los planes colonizadores no
lograron dar pasos firmes y la ucrp fue expulsada del
poder en junio de 1966. El golpe de Estado abrió la puerta
a un nuevo gobierno militar, que tomó el pomposo nombre de “Revolución Argentina”. Bajo la conducción de Juan
Carlos Onganía, la gestión retomó ciertos aspectos de la
vieja “Revolución Libertadora” y, como ella, devaluó un
40 % el peso, pero impuso retenciones a las exportaciones
para transferir recursos a la industrialización pesada. De
los desarrollistas recogió el deseo de convertir el país en un
imán para las inversiones extranjeras, y del peronismo, el
más austero legado del apoyo brindado en un principio por
buena parte del sindicalismo, soporte que, por otro lado,
no consiguió la venia del líder, y resultó efímero.
En lo relacionado con el sector agropecuario, las
retenciones se compensaron con la continuidad de las
36
37
“Trata el Congreso la nueva ley de arrendamientos rurales”, El Argentino, 02/04/
1964.
El Argentino, 26/03/1964.
CAMPO JURÁSICO
85
ayudas crediticias (aunque en 1967 las tasas resultaron
positivas por la baja de la inflación) y siguieron también
las desgravaciones impositivas particulares, pero en 1968
el gobierno impuso un impuesto de emergencia sobre la
tenencia rural, en busca de bajar los altos niveles de evasión fiscal y equilibrar el presupuesto.
Sin dudas, el hecho más saliente de ruptura con el
pasado fue el final de las prórrogas a los arrendamientos,
sancionadas con el decreto-ley 17,427 en abril de 1967.
Aunque hubo protestas, como la de diciembre de 1967,
oportunidad en que la Federación Agraria Argentina publicó una solicitada contra la decisión de finalizar el sistema
de prórrogas de arrendamientos y aparcerías y habilitar los
lanzamientos judiciales de quienes no pudieran cumplir
sus contratos o adquirir la tierra,38 para finales de 1968
quedó clausurado un proceso extendido por más de un
cuarto de siglo (Lázaro & Galafassi, 2005: 220-224; Balsa,
2006: 109).
El proyecto económico, social y político (esos eran los
tiempos de acción declamados por Onganía) fue herido
de muerte en 1970, y, de allí a 1973, se limitó a tratar de
reducir los daños institucionales que produjo a las fuerzas
armadas. Desde los levantamientos populares de Córdoba
y Rosario, su existencia no pasó de ser penosa, en medio de
un ascenso notable de la violencia política, un drama que
había llegado para quedarse. El corolario del experimento
fue la vuelta definitiva de Perón y el categórico triunfo electoral del justicialismo.
La nueva etapa peronista ya no pensó tanto en el
problema de la propiedad, ni en una reforma agraria, sino
en la productividad. Su iniciativa más importante fue la
sanción de un impuesto a la renta potencial de la tierra,
38
El Argentino, 21/12/1967.
86
CAMPO JURÁSICO
que tenía como enemigo a los campos ociosos antes que
al latifundio propiamente dicho. Esta ley tuvo la contundente aprobación en las cámaras, de las corporaciones sectoriales (hasta la Sociedad Rural le dio su apoyo) y de la
opinión pública en general, y una no menos contundente
dificultad para su aplicación, que terminó convirtiéndola
en algo simbólico.
También se sumó a los productores rurales a la firma
de un acta de concertación para articular políticas comunes, se potenció la intervención estatal en las exportaciones a través de las Juntas Nacionales de Granos y de Carnes, se fijaron precios al sector agropecuario mediante la
aplicación de retenciones, se usó el control del tipo de
cambio para favorecer las exportaciones, se sancionó una
ley para suspender los juicios de desalojos, y se aprobó una
ley crediticia favorable a los pequeños productores.
Pero el supuesto consenso dentro del justicialismo era
un equilibrio inestable y delicado, que estalló definitivamente con la muerte de Perón, el 1.° de julio de 1974. De
allí en más, las diferencias internas hicieron inviable cualquier intento reformista, como la ambición de dictar una
ley agraria pensada por Horacio Giberti y su equipo para
encarar transformaciones estructurales, que fue rechazada en estado de anteproyecto (Lattuada, 1988; Balsa, 2006:
141-142; Raccolin y otros, 2012: 227-235).
Penurias en dictadura y democracia (1975 y después)
El último recorrido de esta sección se inició en 1975,
cuando la descomposición del gobierno peronista y de la
economía argentina entró en una etapa de aceleración,
que llevaría, a partir del 24 de marzo del año siguiente,
a los tiempos más tenebrosos de la historia nacional. Por
CAMPO JURÁSICO
87
desgracia, la restauración democrática acaecida en 1983,
si bien cerró el ciclo autoritario y consiguió un funcionamiento institucional que al menos dejó de lado la violencia como mecanismo de resolución de los disensos, no
logró torcer el rumbo de una larga decadencia. Debido al
segmento temporal comprendido en esta investigación y
la complejidad de los acontecimientos, no me extenderé sobre la situación agropecuaria más allá de mediados
de la década de 1980, aunque necesariamente deba citar
referencias bibliográficas y datos relacionados con el censo
agropecuario de 1988.
En términos generales, las complicaciones que ya
mostraba el rumbo económico del gobierno justicialista
desde 1974 (caída de exportaciones, cierre de mercados,
inflación, puja salarial) se desbordaron por completo tras
la adopción de medidas drásticas por el entonces ministro
de Economía, Celestino Rodrigo, quien, a pesar de haber
transitado de manera fugaz por el Palacio de Hacienda,
dejó su nombre grabado a fuego en la memoria colectiva.
En efecto, el “Rodrigazo” se convirtió en un sustantivo que
define la presencia conjunta de una devaluación brusca,
aumentos feroces de las tarifas y los combustibles, aceleración de la inflación (en 1975 llegó al 777 % anual), desabastecimiento y caída del salario.
Sus consecuencias liquidaron la poca credibilidad y
capacidad de manejo de la gestión justicialista y, junto con
ello, de la democracia argentina. El golpe militar que le
siguió confió el manejo de la economía a José Alfredo Martínez de Hoz, quien anunció el inicio de un nuevo modelo de acumulación regido por el “mercado”, con el consiguiente desmantelamiento de la injerencia y el control
estatales. Sus primeras medidas para el sector agropecuario fueron: la eliminación de las retenciones a la exportación; la reducción de los aranceles para la importación de
88
CAMPO JURÁSICO
maquinaria agrícola; y la liberación de los precios internos
y de los mercados financiero y cambiario.
Estas medidas despertaron “la euforia de los productores agropecuarios de la pampa húmeda. A esto, se agregó
el establecimiento de un tipo de cambio muy favorable,
que prometía un rendimiento importante para la actividad agrícola” (Raccolin y otros, 2012: 236-237). A los pocos
meses de iniciada la dictadura, por ejemplo, una solicitada de la Cooperativa Agrícola de Saladillo reprodujo el
comunicado final de la 19.° Convención de la Federación
Argentina de Cooperativas Agrícolas, realizada en Mar del
Plata, en octubre de 1976. El segundo punto de la declaración sostenía: “Creemos en el acierto y la autenticidad
de los lineamientos de la política agropecuaria formulada
por el Gobierno y explicitada por sus máximas autoridades económicas”.39
No obstante este comienzo visto como promisorio por
muchos productores y por la mayoría de las corporaciones
agrarias, la situación cambió en 1977, cuando el gobierno
priorizó el combate contra la inflación y efectuó una reforma financiera que acabó con las tasas negativas y puso
un freno al proceso de capitalización del agro. Al mismo
tiempo, para contener la inflación, se manipuló el tipo de
cambio, que rápidamente quedó atrasado y perjudicó las
exportaciones. Para bajar los precios, incluso se facilitó
la importación de productos alimenticios, que imposibilitaron el traslado de los productores hacia un mercado
interno que, además, se achicó por efectos de una política
recesiva, con caída de los ingresos de los consumidores.
Estas medidas tuvieron como complemento el desmantelamiento del aparato estatal de apoyo a la producción y el control. Se eliminó el Consejo Agrario Nacional, se
39
El Argentino, 25/11/1976.
CAMPO JURÁSICO
89
limitaron las funciones de las juntas reguladoras, se quitó
la autonomía presupuestaria del inta, y se sancionó un
decreto-ley de arriendos que acortaba los plazos de los
contratos y ponía a buena parte de las relaciones laborales
(como los contratos accidentales y algunos de pastoreo)
fuera de ese marco normativo. Muchos desarrollos tecnológicos y genéticos fueron abandonados, en especial a instancias de empresas privadas competidoras.
El desfinanciamiento y la pérdida de autonomía del
inta reconocieron un antecedente importante en la dictadura de Onganía, cuando, bajo la consigna de la racionalización, se produjeron una serie de ajustes que motivaron la
desintegración de equipos y un importante éxodo de profesionales y técnicos hacia el sector privado. En su momento,
este intento motivó incluso una fuerte preocupación de la
Sociedad Rural Argentina, que llevó sus planteos críticos
ante la Secretaría de Agricultura.40 Por supuesto, no tuvo
las características atroces desarrolladas entre 1976 y 1983,
que impulsaron una persecución ideológica cuyo resultado fue la expulsión de gran cantidad de profesionales
y expertos, que fueron cesanteados. Además, no faltaron
entre ellos quienes pasaron a engrosar las nóminas de las
personas desaparecidas (Lattuada, 2002; Balsa, 2006: 144;
Gárgano, 2014).
En realidad, la aparente bonanza de los primeros años
del Proceso tuvo que ver con cuestiones ajenas a las medidas gubernamentales. Desde 1974 comenzaron a verse con
mayor claridad los resultados de la revolución agrícola
antes aludida. Si, en la década del 60, ya se había vuelto a
las 16 millones de toneladas de producción agrícola de las
décadas del 20 y el 30, como muy bien señala Javier Balsa
en su tesis doctoral:
40
“La jerarquización del inta”, El Argentino, 31/10/1968.
90
CAMPO JURÁSICO
[…] fue en los convulsionados años de la década de 1970 cuando
se produjo un vertiginoso incremento de la producción agrícola
regional, con un aumento del 60 %. Este ritmo de crecimiento fue
mayor aun durante los primeros cinco años de la década de 1980,
hasta alcanzar la cosecha récord de 1984-1985: 36 millones de
toneladas de cereales y oleaginosas en la región pampeana y 44
millones de toneladas en el conjunto del país (Balsa, 2006: 134).
Susana Torrado coincide con Felipe Solá en que, a
partir de mediados de la década de 1970-1980, se asistió
a una nueva fase en la formación de tipos socioeconómicos agrarios en la región pampeana, cuando se dio inicio
a la denominada “expansión agrícola con especialización
productiva”. La modernización y el crecimiento generados
por el cambio tecnológico en la agricultura tuvieron como
agente del auge al contratista “tantero”, un sujeto productivo, muchas veces proveniente de esas familias de chacareros sobremecanizados durante la etapa de la capitalización, que puso nuevamente en actividad una importante
cantidad de tierras antes dedicadas a la ganadería u ociosas, ya que una de las causas del importante aumento del
tonelaje de las cosechas fue la ampliación de la superficie
sembrada, que no había dejado de caer desde 1937 (Torrado, 1992: 167-168; Solá, 1985).
La expansión agrícola, que desplazó a los bovinos
de forma lenta pero constante hacia zonas marginales, se
sumó a otras causas que explican el deterioro sistemático
de la ganadería vacuna. Un motivo estructural –y hasta el
momento irreversible– lo constituyó el inicio de la merma
del consumo de carnes rojas en general y vacuna en particular. La vinculación entre su ingesta excesiva y ciertas
patologías cardiovasculares y digestivas ha hecho mella en
la demanda. Relacionado con esto, pero a la vez un fenómeno independiente, se produjo la pérdida de mercados
internacionales por parte de Argentina, que, ya a principios del decenio de 1970, cedió el liderazgo mundial como
CAMPO JURÁSICO
91
exportadora de carnes bovinas. Desde la crisis de 1974 hasta 1990, los envíos no pararon de descender. Por otra parte,
la ganadería vacuna no tuvo la capacidad de la agricultura
y de otros sectores para incorporar tecnologías de punta,
lo que condicionó la mejora de su productividad (Raccolin
y otros, 2012: 95-102).
También la expansión de la agricultura encontraría
un límite a mediados de la década de 1980. Después de
esa cosecha récord de la campaña 1984-1985, las hectáreas
sembradas disminuyeron de manera significativa y el volumen de las campañas siguientes cayó de forma drástica por
la combinación de la baja de los precios internacionales
y las complicaciones climáticas. La democracia recuperada se encontró con enormes dificultades con respecto al
desempeño del sector primario, pero tampoco halló las
respuestas para superar los inconvenientes.
En un momento difícil para el país como fue 1982,
Lucio Reca concluyó su análisis del sector agroganadero
pampeano con un párrafo que, a pesar de todo, transmitía
un tono esperanzador:
En resumen, el sector agrícola-ganadero pampeano ha emergido
en los últimos años como un elemento dinámico, materializando
parte de su vasto potencial de crecimiento mediante el empleo
de tecnologías adecuadas. El acceso a estas tecnologías ha sido,
en parte, posible por la labor de investigación agropecuaria llevada a cabo en la Argentina desde fines de la década del cincuenta y por la aplicación de políticas –en particular precios, créditos e impositiva–, que, en términos generales, reconocieron el
valor de los incentivos económicos con instrumentos para lograr
incrementos de producción ( Reca, 1982: 38).
Esa visión optimista –acaso uno de los problemas con
que el gobierno radical encaró su accionar desde diciembre de 1983, del que Reca fue secretario de Agricultura,
Ganadería y Pesca hasta 1987– iba a contrastar con los
92
CAMPO JURÁSICO
indicadores obtenidos en el censo agropecuario de 1988,
que, además de devolverle al país precisiones estadísticas
de las que se carecían desde 1960, visibilizó las dimensiones de las crisis en que se encontraba el sector en ese
momento.
A excepción del censo de 1914, la cantidad de explotaciones a nivel nacional era la más baja del siglo. Con respecto a 1969, habían desaparecido más de 110,000 unidades, lo que significaba un retroceso del 21.77 %, pero en la
Provincia de Buenos Aires el número de establecimientos
era más bajo que en 1914 y, en comparación con 1969, ya
no existían más de 38,000 productores, lo que representaba
una merma del 33.66 %.
Además, al comparar determinados datos de 1960,
1974 y 1988, puede verse con claridad el nivel de deterioro de la producción agropecuaria. En la parte agrícola, la
superficie total implantada con cereales en la Provincia de
Buenos Aires en 1988 era apenas superior a la de 1960. En
efecto, y a pesar de la revolución analizada con detalle más
arriba, solamente había en actividad unas 300,000 hectáreas más (5 millones y medio de hectáreas). En cambio, en
1974, en plena expansión, la superficie cultivada se calculó
en casi 7 millones de hectáreas. Asimismo, las superficies
cultivadas con trigo eran prácticamente idénticas en 1960
y 1988 (alrededor de 2.3 millones), aunque las de maíz crecieron desde 730,000 en 1960, a poco más de 900,000 en
1988, las de girasol se duplicaron (1,166,000 contra 567,000
de 1960), y ya aparecían más de un millón de hectáreas
sembradas con soja. Sin dudas, fueron el resto de los cereales los que pagaron la cuenta de la disminución.
Los números de la retracción eran más elocuentes
en la ganadería bonaerense. La cantidad de explotaciones
y cabezas de bovinos, que en 1960 eran respectivamente
80,800 con 17.5 millones de animales, habían mermado
CAMPO JURÁSICO
93
hasta 56,153 productores con 16.8 millones de cabezas (en
1974, en pleno incremento de los rodeos, se registraron
casi 75,000 establecimientos con 21.5 millones de vacunos). Más grave todavía era la baja en unidades productivas
y ejemplares de los porcinos: de los 42,721 productores
bonaerenses que poseían poco más de un millón de cerdos en 1960, quedaban en pie 17,257, con unas 860,000
cabezas. Antes de ese derrumbe final, en 1974, la ganadería
porcina ya mostraba indicadores preocupantes, pero relacionados con la concentración productiva, ya que 31,000
explotaciones criaban más de 1,200,000 animales.
Dentro de estos pésimos guarismos, las chacras
pequeñas y medianas llevaron la peor parte. La disminución de las unidades productivas de entre 26 y 100 hectáreas en la Provincia de Buenos Aires fue dramática entre
1960 y 1988: de las 30,407 registradas en 1960, solamente
sobrevivían 19,852 en 1988 (Pucciarelli, 1991: 91).
En realidad, este fenómeno con las explotaciones más
chicas ya se había iniciado en la década de 1950 y obliga a pensar con más detenimiento el proceso de acceso
a la tierra observado en la segunda mitad del siglo 20.
Como muestra Ignacio Llovet, entre 1947 y 1960 el marcado descenso del número de arrendatarios bonaerenses
no significó una conversión directa de esas personas en
propietarias. Además de las diferencias intercensales, que
registraron menos hectáreas, y del crecimiento del Gran
Buenos Aires –algo que también convirtió zonas rurales
en espacios urbanizados–, una buena cantidad de explotaciones dejaron de existir: más de 20,000 arrendatarios
no pudieron devenir en dueños de la tierra y ni siquiera
lograron mantenerse en el negocio agropecuario (Llovet,
1986: 21).
Ese sumario de conmociones y crisis, que significó
la desaparición de miles de unidades productivas de tipo
94
CAMPO JURÁSICO
familiar, tuvo una expresión fuerte en la década de 1950 y
se reanudó en la de 1970. La opinión de Llovet –compartida al menos para el área bonaerense por otros autores–
es que no produjo la aparición de bolsones de pobreza
debido a la capacidad de crecimiento de las zonas urbanas
cercanas a las explotaciones, capaces de absorber la mano
de obra ociosa, de manera que “este camino de salida de la
población activa hacia ocupaciones no agropecuarias evitó
que la estructura social agraria adoptara cortes y desigualdades más llamativas” (Llovet, 1986: 67-68).
En este sentido, continúan siendo muy válidas las preguntas formuladas hace más de tres decenios por Barsky y
Murmis acerca del bajo nivel de conflicto social que supuso el quebranto y desarraigo de muchos pequeños productores familiares pampeanos, así como la caída del número
de peones y asalariados agrícolas. Por otro lado, y como
ellos advirtieron, siempre debe tenerse en cuenta la heterogeneidad del campo al momento de tomarlo como una
unidad investigativa, y esto es válido no solamente para
la región pampeana tomada como conjunto, sino también
cuando se examina a la Provincia de Buenos Aires como
un distrito único. Así, la “concentración de los análisis en
zonas especialmente expansivas puede llevar a dejar de
lado la existencia de grandes contingentes de unidades
cuya situación económica puede ser desfavorable, aun en
momentos en que zonas de diferente aptitud muestran
indicadores boyantes” (Barsky & Murmis, 1986: 101-102).
Por eso, y aunque nadie puede dudar del valor de
las observaciones generales y del poder explicativo de los
contextos macroanalíticos, pienso que vale la pena revisar
las realidades de distritos más pequeños, o de aquellos
considerados marginales. Desde la difusión de los medios
de comunicación masiva (sobre todo de la radio), cualquier productor de Saladillo, por aislado que estuviese,
CAMPO JURÁSICO
95
escuchaba los informes del agro antes de tomar alguna
decisión importante. Del mismo modo, el chacarero más
modesto de La Barrancosa, La Razón o La Mascota recogía
diversas informaciones, fueran estas acercadas por acopiadores o vecinos, que le permitían decidir las estrategias de
expansión (o supervivencia) más aptas para sus recursos.
Esas determinaciones podían encajar en los patrones
generales o no. Y, aun cuando se ajustaran a las grandes
orientaciones de su tiempo y un mercado determinado
por los intereses principales, podían contener matices o
mutaciones. Muchas veces, uno de los aspectos interesantes de los análisis microscópicos es mostrar cómo lo que
parece idéntico a simple vista puede esconder enormes
diferencias en la visión de acercamiento. Esa lente también
consiente el observar vidas, movimientos y conductas de
organismos demasiado chicos para la mirada a distancia.
Será el viaje por emprender en las próximas páginas.
2
Cara y cruz de dos variables condicionantes:
la cuenca del Salado y la infraestructura
de transporte
Según los datos oficiales de la Dirección Provincial de Geodesia, recogidos por la empresa que efectúa la cartografía rural bonaerense, y actualizados hasta 2015, Saladillo
ocupa 268,518 hectáreas en el centro-norte de la Provincia
de Buenos Aires. Como bien informa la página web del
propio municipio, el partido fue fundado por el gobernador Rosas “el 25 de diciembre de 1839, como una razón
política por los acontecimientos de la Revolución de los
Estancieros del Sur”.41
Asimismo, y de acuerdo con la clasificación de Gustavo Moscatell –sobre la base del informe edafológico del
Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (inta) de
1977–, los suelos de Saladillo son parte de la denominada
“Pampa Deprimida”, que comprende toda la cuenca del río
Salado. “La característica más notable de toda la región es
la de tener una muy exigua pendiente, y agudos problemas
de escurrimiento de las aguas superficiales que sólo alcanzan a desaguar en el Atlántico merced a obras artificiales”.
Por otra parte, este autor destaca la presencia de sales
de sodio en porcentajes perjudiciales para la estructura del
suelo y la absorción de nutrientes. En el área específica
41
Ver bit.ly/3itUS6x, consulta efectuada el 07/04/2020.
97
98
CAMPO JURÁSICO
ocupada por el partido de Saladillo, además, los inconvenientes de drenaje, al producir anegamientos frecuentes,
“depositan en ocasiones capas lino-arcillosas portadoras
de sales perjudiciales”. “La anegabilidad, sodicidad, baja
permeabilidad, influencia de la capa freática, escasa profundidad, y en muchos sectores condiciones desfavorables
del horizonte superficial debido a su delgado espesor y
pobreza de nutrientes minerales y orgánicos” determinaron la predominancia de la actividad ganadera, excepto en
las zonas onduladas (Barsky y otros, 1988: 28-30).
Las tierras agropecuarias del distrito se dividen en
dos zonas claramente diferenciadas por el Canal 16: al
norte existen unas 120,000 hectáreas de aptitud agrícola
ganadera, con predominio de esta última actividad; al sur
(donde más se detiene este trabajo), hay 148,000 hectáreas que ofrecen un panorama variado, de un lado unas
70,000 de aptitud ganadero-agrícola y de otro, unas 72,000
de zona exclusivamente ganadera, con suelos que agregan
un grado mayor de salinización a las dificultades de escurrimiento ya mencionadas. Las 6,000 hectáreas restantes
de esta sección se ubican en el este del partido, en torno
a la laguna de Los Toldos, y tienen aptitud agrícola plena
(Tauber, 1996: 120).
Un estudio de campo bastante exhaustivo, llevado a
cabo a principios de la década de 1970 por investigadoras del inta, determinó los enormes desequilibrios químicos en esos suelos alcalinos y los problemas derivados de
ello en términos de nutrición vegetal y animal. El estudio
señalaba que, además de la reducción de los niveles de
oxígeno, hierro y manganeso en los suelos, el mal escurrimiento provocaba que el subsuelo permaneciera inundado, aunque la superficie no lo estuviera ( Lurati de Paoli
& Femia, 1974: 7).
CAMPO JURÁSICO
99
Con tales antecedentes, en este capítulo voy a revisar
con cierto detalle dos elementos que, entiendo, son ineludibles para entender tanto los condicionamientos como las
posibilidades para la producción agrícola en Saladillo: por
una parte, el problema de la cuenca del Salado y los continuos ciclos de exceso e insuficiencia hídricos. Esta cuestión no es solamente estructural, sino que refleja de manera cabal el fracaso provincial (y nacional, si se tiene en
cuenta la importancia económica de la región) para encarar políticas de largo plazo, capaces de afrontar la adversidad de la naturaleza; por otro lado, es necesario prestar
atención a la evolución de la infraestructura de las comunicaciones, es decir, las redes ferroviarias y el entramado
vial, constituido por las rutas y los caminos rurales.
Uno y otro han sido factores de singular gravitación
para posibilitar o inhibir el desarrollo agropecuario del
partido, favorecer unos distritos en detrimento de otros,
influir en el precio de la tierra, o determinar distintas estrategias de crecimiento o supervivencia de los emprendimientos agropecuarios.
El problema de la cuenca del Salado y los ciclos de inundación
y sequía
El fenómeno de las inundaciones no solamente ha sido
recurrente, sino que se encuentra presente en todos los
trabajos historiográficos sobre Saladillo. Un ejemplo temprano es rememorado por Manuel Ibáñez Frocham, sobre
hechos acontecidos en 1856, cuando:
[…] sufrió Saladillo una de las más grandes inundaciones que
de antiguo se tengan noticias. Según documentación y relaciones verbales de la época, los arroyos y cañadones estaban todos
a nado; las tierras cubiertas casi totalmente por aguas livianas
100
CAMPO JURÁSICO
emergiendo únicamente las crestas de las lomas como verdaderas islas. Las pérdidas de hacienda fueron de bastante importancia aunque atenuada[s] porque careciendo de cercas los campos,
la misma hacienda lograba su salvación huyendo hacia donde
encontraba medios de subsistencia (Ibáñez Frocham, 1963: 90).
Periodista y apasionado por el antiguo Saladillo,
Miguel Ángel Volonté contó que en 1862, en cambio,
se presentó una sequía extraordinaria. Asimismo, expuso
contratiempos propios del fenómeno, en una época en que
todavía no se utilizaba el alambrado para delimitar las propiedades. En aquella oportunidad, el ganado de Domingo
Olivera se movió en busca de agua hasta la estancia Toldos
Viejos, de José Díaz de Bedoya. Como buena parte de esos
vacunos estaba aún sin marcar, el beneficiario del éxodo
bovino comenzó a cuerear las haciendas, con el argumento de que era ganado orejano. El asunto terminó ante el
juez de paz, quien determinó que Díaz de Bedoya debía
cesar con la práctica hasta la normalización de la situación
climática, cuando las vacas de Olivera volverían “a sus respectivas querencias”.42
En 1876, Estanislao Zeballos abordó el problema en
su Estudio geológico de la Provincia de Buenos Aires, para
reiterarlo luego en la primera parte de su Viaje al país
de los Araucanos, escrito en 1880. En esta última ocasión,
Zeballos hizo sus reflexiones a la luz de la gran inundación
de 1877. En un tono pedagógico, y a partir de una ficticia charla con un supuesto inglés dueño de una estancia
ovejera en la zona sur, el autor explicaba que, a las dificultades naturales del Salado para transportar las aguas hasta
el mar, se les debía sumar la (todavía incipiente) transformación fitográfica de la pampa, donde las necesidades
del pastoreo ganadero remplazaban los pajonales por los
42
“Estampas del pasado local”, El Argentino, 17/03/1966.
CAMPO JURÁSICO
101
pastos blandos destinados a bovinos y ovinos. Así, postulaba como solución la plantación de arboledas, hasta que
se hicieran estudios e inversiones serias y costosas para
canalizar y mejorar la nivelación de la gran depresión central bonaerense.43
Con todo, las autoridades provinciales relativizaron el
fenómeno. Al publicarse el censo de 1881, el apartado relacionado con la hidrografía bonaerense decía lo siguiente:
En la región Central, hay una gran parte, aproximadamente mil
quinientas leguas cuadradas, ó sea unos cuarenta mil kilómetros cuadrados, que están propensos á inundarse, cuando, de
tarde en tarde, vienen de golpe lluvias densas y sostenidas. Este
inconveniente, como se comprende, es del todo localizado, y
á más, puede decirse que una misma generación no alcanza á
verle sino dos veces.44
No obstante, cada una de las generaciones que ha
pasado desde entonces lo sufrió más de una o dos veces.
Basta contactarse con varios de los artículos publicados
por Marcelo Pereyra en su portal de historia local para
anoticiarse de la magnitud y las consecuencias de inundaciones como las de 1884, 1913 o 1967.45 También Adolfo
Borracer señaló la dimensión de las inundaciones por lluvias que se sucedieron entre 1912 y 1914, y una por escurrimiento de los arroyos Vallimanca, Saladillo y Las Flores,
producida en 1919 (Borracer, 1984: 147).
Justamente después de una inundación extraordinaria
como la de 1919, Carlos Wauters publicó su obra sobre
43
44
45
Descripción amena de la República Argentina. Tomo I: Viaje al país de los Araucanos, Buenos Aires, Imprenta de Jacobo Peuser, 1881, pp. 17-23.
Censo General de la Provincia de Buenos Aires. Demográfico, Agrícola, Industrial,
Comercial. Verificado el 9 de octubre de 1881, Buenos Aires, Imprenta de El Diario, 1883, p. 74.
Véanse los siguientes artículos: “La llegada del primer tren y una fiesta que se
aguó”, “La inundación de 1913” y “Con el agua en las casas (1967)”, todos ellos
disponibles en bit.ly/3Bah90h.
102
CAMPO JURÁSICO
la problemática del río Salado, que recogía asimismo los
debates generados en torno a ello en la Legislatura provincial. Para comenzar, este publicista reseñó lo actuado
desde finales del siglo 19. Así, reconoció que la primera
propuesta merecedora de consideración fue la de un ingeniero neerlandés, Juan Waldorp, quien, sobre la base de
su experiencia en los Países Bajos, recomendó el dragado permanente del río para agilizar la circulación de las
aguas hacia el mar.
Ya en 1884 hubo un par de intentos serios para atender el problema de la depresión del Salado, producto de
las grandes inundaciones del año anterior. Por un lado, un
proyecto de los ingenieros italianos Lavalle y Medicis proponía mejorar los canales existentes, trazar nuevos aliviadores del río y crear un sistema de compuertas, para vincularlo mejor con los arroyos tributarios y las lagunas que
atravesaba a su paso. El estudio aspiraba además a vehiculizar el escurrimiento del agua en momentos de exceso
hídrico y almacenar los sobrantes para capear las épocas
de sequía. Además, señalaba la rectificación del cauce o
su dragado como algo demasiado caro para los beneficios
que proveerían estas soluciones, pero consideraba positivo
levantar diques en los márgenes (Wauters, 1920: 11-13).
Asimismo, en 1884 también se editó un trabajo de Florentino Ameghino sobre el tema. Este estudioso coincidía
con el diagnóstico de los italianos: sacar el agua rápido era
una parte del problema, la otra cara de la moneda era disponer de ella en los tiempos de sequía. Ameghino no renegaba de los canales como forma de drenaje, pero se oponía
a los planes para evacuar el agua por cañadas artificiales
con mucha celeridad, porque el aumento de la velocidad
de los caudales agravaría la denudación de los suelos. Una
de las soluciones presentadas, además de generar lagunas de retención del agua de lluvia en las zonas altas (lo
CAMPO JURÁSICO
103
que evitaría el escurrimiento violento, o avenida), era la
forestación en gran escala, como forma previa al remplazo
de los pajonales por los pastos tiernos que necesitaba la
ganadería. Retomaba de esta forma algunas de las ideas
expuestas poco antes por Zeballos (Ameghino, 1984).
En 1890, a diferencia de lo escrito unos años antes, los
redactores de la memoria del censo provincial sí hablaron
de la cuestión. Al describir la denominada “región central
bonaerense”, comprendida entre el sur del río Salado y las
estribaciones de las sierras, reconocieron que en “las épocas lluviosas puede anegarse” a causa de su horizontalidad
y la falta de obras para desaguar, lo que limitaba su desarrollo, “en tanto que no se abra una red de canales que
den fácil salida á las aguas que periódicamente la inundan, y sirvan de vías de comunicación para el trasporte
de sus productos”.46
A partir de entonces, las autoridades bonaerenses
prestaron atención al proyecto de Lavalle y Medicis, pero
lo consideraron muy costoso. Así, en 1892, el Departamento de Ingenieros de la Provincia de Buenos Aires desarrolló un proyecto de desagüe más modesto: solamente preveía trazar un gran canal aliviador y rectificar algunos de
los numerosos meandros del río, para agilizar el escurrimiento y ampliar la cantidad de metros del caudal. Los
diques se dejaban de lado por onerosos y además existían dudas acerca de su utilidad. El proyecto fue corregido
por la Dirección de Desagües, que construyó un aliviador
superior capaz de derivar los afluentes de la zona sur hacia
el mar y mandó a excavar varios canales con ese fin.
Con estos antecedentes, la legislatura sancionó en
1893 la primera de una serie de leyes para autorizar la
46
Censo General de la Provincia de Buenos Aires levantado el 31 de enero de 1890,
La Plata, Dirección General de Estadística de la Provincia de Buenos Aires, 1890,
p. 47.
104
CAMPO JURÁSICO
ejecución de un plan de desagües, sobre la base de los trabajos del Departamento de Ingenieros provincial. Además,
se creó la Dirección y Administración de los Desagües de
la Provincia, una comisión compuesta por once grandes
propietarios de las zonas bajas, que debía implementar la
ley. Para financiar esta empresa, se votó una contribución
directa que pagarían los predios comprendidos en la zona
por intervenir (Pujol, 1980: 38-39).
Apenas sancionada esta norma, comenzaron las discusiones para modificarla; debates que concluyeron en
1895, cuando una nueva ley dividió la zona en siete áreas,
se fijó el monto del impuesto a los desagües, y se incluyó a las empresas ferroviarias como contribuyentes (Pujol,
1980: 39). De acuerdo con los datos disponibles, se calculaba un costo de 14 millones de pesos, que, según la
prensa nacional, no alcanzarían a cubrirse con recursos
genuinos.47 Esta nueva norma levantó una ola de críticas,
en especial de dueños de estancias de Tapalqué y General
Alvear, y motivó la publicación, en 1897, de un libro del
presidente de la Comisión de Desagües, Ezequiel Ramos
Mejía. En ese trabajo se defendían las iniciativas oficiales
bajo el ropaje de explicaciones técnicas. Uno de los puntos
centrales de este texto era la justificación del financiamiento por vía impositiva, que generaba fuertes rechazos.
En realidad, como el autor explicaba, lo ideal hubiera
sido la gestión de un empréstito, pero en 1895 la reputación
de la Provincia de Buenos Aires como deudora internacional era desastrosa:
47
El Diario estimaba el déficit en cuatro millones de pesos en su edición del 29 de
mayo de 1895. Para La Nación, en cambio, la brecha entre gastos y recaudación
del impuesto era de dos millones, sobre todo porque sostenía un costo menor
para los trabajos. Artículos publicados en Desagües del Sud, pp. 87-137 (ver
bibliografía).
CAMPO JURÁSICO
105
[…] las cédulas hipotecarias provinciales, con la garantía del
estado, arrastraban una existencia vergonzante en las plazas
comerciales de todo el mundo; los títulos de deuda pública no
se servían desde mucho tiempo, porque la provincia no tenía
con que hacerlo; hoy mismo si renuevan los servicios será por
la quita que le hagan los acreedores y la garantía del Gobierno
Nacional que ella les ofrece. No tiene crédito alguno el estado,
y solo mueve á risa que alguien pueda invocarlo con seriedad
( Ramos Mejía, 1897: 77).
En ese marco de polémicas, en 1900 se votó una
nueva ley que autorizaba el inicio de las obras de canalización, pero siguiendo un proyecto del sueco Carlos Nyströmer, que no coincidía con el preparado por los ingenieros.
Esos trabajos fueron nuevamente ampliados por una ley de
1905. En 1900, Nyströmer calculó el costo de las obras en
poco más de 21 millones, pero, cuando se discutió sobre
el funcionamiento del sistema, tras la inundación de 1913,
Julián Romero, un consultor técnico más que reconocido,
sostenía que se llevaban gastados 49 millones, y todavía
faltaban trabajos por 8,5 millones.48
La obra recibió muchas críticas, sobre todo porque
agregaba más caudal de agua que la desalojada, y esto
colmaba muchas de las lagunas cercanas a los canales y
afluentes del Salado. En particular, Wauters hizo una revisión muy negativa de la obra del Canal 16, que, en su
intento de volcar las aguas del Vallimanca en la boca del
arroyo de Las Flores, provocaba “en el grupo de lagunas
allí existentes una más rápida subida de las aguas, e inundaciones mayores que antes y también más frecuentes”
(Wauters, 1920: 16).
Tras una nueva inundación en 1922, el tema volvió a
ser objeto de discusiones legislativas y ocupó a la máxima
48
Informes sobre Desagües en el Sur de la Provincia, La Plata, Taller de Impresiones
Oficiales, 1913: p. 46.
106
CAMPO JURÁSICO
autoridad provincial, a punto tal que Valentín Vergara, a
poco de asumir la gobernación en mayo de 1926, mandó a
reunir una comisión de notables para preparar un informe
meticuloso y proponer vías de acción, tarea culminada en
1929. Un hecho que demuestra las cuantiosas intervenciones y debates sobre el asunto y la bibliografía acumulada
por entonces acerca del tema es que el primer capítulo del
texto final enumeraba 40 compendios de normativa, informes, trabajos y publicaciones técnicas que los especialistas
habían examinado para efectuar sus consideraciones.
Luego, el grupo de consultores expuso todos los proyectos y obras realizadas desde finales del siglo 19, un acopio de información que ocupó 179 páginas de la obra, a
las que podían sumarse las 66 de las revisiones críticas de
las principales iniciativas. Como conclusión, y al ponderar
los aspectos técnicos y el costo, la comisión pensaba que
solamente las proposiciones de los ingenieros Romero y
Mercau eran viables.
En cumplimiento de sus cometidos, los peritos también hicieron una serie de viajes de reconocimiento por
las zonas involucradas, que incluyeron una visita de cuatro
días al partido de Saladillo, donde llegaron el 25 de mayo
de 1927, en un trayecto que se inició en la estancia La
Dulce de la familia Posadas. Al día siguiente, se constituyeron en las estancias La Barrancosa y 7 de Diciembre. El
27 de mayo, viajaron a la zona oriental del municipio, para
pernoctar en el establecimiento San Felipe, de Juan José
Blaquier. Finalmente, en la última jornada, recorrieron el
Canal 16 y el arroyo Las Flores y, por la tarde, regresaron
a Buenos Aires.49 Más allá del esfuerzo de recolección de
datos y del proyecto definitivo elevado por la comisión,
49
Dirección de Desagües de la Provincia de Buenos Aires: Dictamen de la Comisión Asesora designada para estudiar los distintos desagües existentes e Informe
del Ing. Agustín Mercau (Director de la Oficina Técnica) sobre el mismo. Año 1929,
CAMPO JURÁSICO
107
nada pudo hacerse. Con la llegada de la crisis y el golpe
militar de 1930, las obras quedaron en los papeles y no
serían retomadas hasta unos años más tarde.
En 1933, en plena depresión económica, se publicó la
imponente obra de un hijo de Saladillo: el ingeniero Carlos
Posadas.50 Esteautorrepasótodoloactuadohastaesemomento y agregó una gran cantidad de mediciones, muchas hechas
en los campos de propiedad de su familia, contiguos al arroyo
Saladillo, en la localidad de Del Carril. Al igual que Wauters y
Romero,fueundetractordelmanejohechohastaentoncespor
los funcionarios, pero además aportó tres datos muy significativos: en primer lugar, consideró injustificada la teoría de las
avenidas de agua desde las zonas altas hacia las bajas, que era
uno de los principios sostenidos desde finales del siglo anterior; en segundo término, demostró que la cuenca del Salado, en condiciones normales, podía absorber y escurrir lluvias intensas de hasta 300 milímetros sin muchas dificultades;
finalmente, sostuvo que los problemas principales de las grandes inundaciones estaban muy relacionados con la seguidilla
de varios años lluviosos (como pasó entre 1912 y 1919), que
poco a poco saturaban los suelos, hasta provocar que cualquier precipitación deviniera en un anegamiento extraordinario(Posadas,1933).
En el plano operativo, y de acuerdo con un resumen de
actuación confeccionado por Manuel Fresco al finalizar su
mandato, entre 1936 y 1940 se llevaron a cabo algunas intervenciones en la “zona inundable”, como la llamaban los textos oficiales. El gobernador conservador afirmaba haber con-
50
Buenos Aires, Establecimiento Gráfico Tomás Palumbo, 1930, pp. 21-23 y
139-140.
CarlosPosadasnacióenSaladillo,en1881,ymurióenBuenosAires,el15denoviembre
de1969.Eraingeniero,docenteuniversitario,miembrodelaComisióndeDesagüesde
laProvinciayfueunensayistaprolíficosobreelproblemadelasinundacionesenelSalado,peronuncadescuidólaactividadagrícoladesufamilia.Másdetallesdesuvidapuedenleerseensuobituario,enElArgentino,27/11/1969.
108
CAMPO JURÁSICO
tinuado con el mantenimiento de la red de canales y mandado
a estudiar soluciones definitivas para el área, incluido un proyecto referente al arroyo Saladillo, amén de publicitar la realizacióndel“canaldelazonaSaladillo-Cazón-DesvíoÁlvarezde
Toledo al arroyo Saladillo” y el desagüe “en la zona comprendidaentreRoquePérezydelCarril”.51
Sinembargo,esasobrasfueronnuevamenteinsuficientes
frente a la naturaleza, ya que otro crédito de la historia saladillense, en este caso Alberto Benítez, anotó en su cronología unas inundaciones producidas en el invierno de 1940, que
causaron graves pérdidas en la cosecha gruesa, al afectar el 70
% de los cultivos de girasol y el 50 % de los maizales (Benítez,
2000:88).Enesamismadécada,elcensonacionalde1947consignó la suma de 21,248 hectáreas como “superficie de desperdicio” de las 244,363 relevadas, lo que equivalía al 8.70 % de las
tierras productivas de Saladillo, un guarismo superior al anotado en 1937, cuando fueron señaladas como “inaptas” 17,567
hectáreas.
El recurrente flagelo del exceso hídrico se manifestó otra
vez en 1959. El 29 de junio, hubo fuertes precipitaciones que
anegaron gran parte de la superficie del partido. En esa oportunidad, señalaba El Argentino: “La insuficiente y deficiente canalización no permite al agua de superficie desplazarse
con la rapidez deseada hacia sus cauces naturales y la mayor
parte de los caminos están obstruidos”. Con respecto a sus
consecuencias económicas, el semanario agregaba: “Grandes
extensiones de pasturas han quedado inutilizadas y la siembra
deltrigoquedaráreducidaaunáreamuypequeña”.52
Como era lógico, la preocupación ganó espacio en la
agenda corporativa del mundo agrario local, que se reunió
51
52
ProvinciadeBuenosAires:CuatroañosdeGobierno.1936-1940,Volumenv∙Hidráulica∙
Pavimentación∙ObrasSanitarias∙GeodesiayCatastro,BuenosAires,TalleresGráficos
deGuillermoKraftLimitadaSA,1940,pp.12-13.
ElArgentino,09/07/1959.
CAMPO JURÁSICO
109
el 17 de julio de 1960, en los salones del Club Huracán, para
constituirlaAsociacióndeProductoresdeCampodeSaladillo.
Entre los objetivos básicos de esta fugaz institución, se destacaba en tercer término el impulso de los “actos y gestiones
necesarios para el mejoramiento vial e hidráulico del centro de la Provincia de Bs. As.”.53
Por su parte, la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo emitió un documento tras su asamblea anual de 1960 en
el que alertaba sobre la disminución del movimiento económico en el ejercicio anterior. El fenómeno era atribuido a lo
siguiente: “[…] exceso de lluvias que ha disminuido la producciónagrícolaennuestropartidodedosotresañosaestapartey
alacaídadelospreciosdelaganadería,especialmentelosporcinos, que no resultan compensatorios”.54 Tales inconvenientesquedaronexpuestosenelcensoagropecuariode1960,que,
en el cuadro de destino de la superficie, mostró la existencia
de33,138hectáreasociosas,yafueraporquenoestabansiendo
aprovechadas,obienfigurabancomodesperdicio.
En 1963, nuevamente las lluvias trajeron el fracaso de
las cosechas (fina y gruesa debido a que fueron muy copiosas entre fines del invierno e inicios de la primavera) y sus
consabidas consecuencias. El Argentino puso una extensa
nota en su tapa donde describía los inconvenientes. Allí
se podía leer lo siguiente: “Las aguas desbordadas de los
arroyos Las Flores y Saladillo cubrieron vastas extensiones
y obligaron en algunos casos al retiro de las haciendas”.55
A principios de 1964, el mismo periódico publicó una
estadística de lluvias, sobre la base de registros llevados por
un “caracterizado ganadero” en su campo, a unos tres kilómetros de la planta urbana. Las anotaciones comprendían
53
54
55
ElArgentino, 07/07/1960.
ElArgentino,08/12/1960.
“Temas rurales. El exceso de lluvias ha perjudicado a la agricultura”, El Argentino, 07/11/1963.
110
CAMPO JURÁSICO
desde 1953 hasta 1963 y mostraban que, en tres años (1956,
1958 y 1963), las lluvias habían superado los 1,000 milímetros anuales (en 1963, por ejemplo, cayeron 1,223), mientras que en 1954 y 1962 habían caído menos de 600 milímetros. Solamente había en ese listado dos años “normales”,
1960 y 1961, cuando las lluvias habían oscilado entre los
750 y los 900 milímetros.56 En efecto, según se comenta en
un texto de mediados de la década de 1990, unos de los
fenómenos climáticos apreciables en la zona de Saladillo
durante el siglo pasado fue el aumento progresivo de las
precipitaciones, que, a principios de la centuria, tenían una
media anual de 800 milímetros (Tauber, 1996: 119).
El ciclo de lluvias de 1963-1964 arruinó por enésima
vez las cosechas locales de trigo, maíz y girasol. Mientras que en el resto del país se obtuvieron rindes altos, El
Argentino sostenía: “En un cuadro de suerte general para
la agricultura, Saladillo ha quedado convertido en campo
marginal”.57 La editorial de este periódico del 11 de junio de
1964, a la vez que describía los efectos de esta nueva inundación, recordaba la letal combinación del flagelo sequía/
inundación en la cuenca del Salado.
En aquella oportunidad, el exceso hídrico –tanto por
las abundantes lluvias como por el drenaje de aguas provenientes del oeste– llegó incluso al casco urbano y cubrió
sus partes más bajas. Miguel Ángel Volonté escribió: “El
espectáculo no es nuevo, sino una repetición periódica de
fenómenos que están conocidos y estudiados, pero a los
que no se les pone remedio”. Luego, reponía los argumentos de Florentino Ameghino sobre procedimientos para
aprovechar las aguas y hacer un sistema de canalización
racional, a fin de no expulsar toda su demasía al mar, sino
56
57
“Un estudio comparativo del régimen de lluvias en Saladillo”, El Argentino, 06/
02/1964.
“Una escasa cosecha de maíz y girasol”, El Argentino, 14/05/1964.
CAMPO JURÁSICO
111
también de almacenar los sobrantes en lagunas artificiales,
y solicitaba la confección de un plan integral para resolver
este problema estructural.58
Poco después, una nueva editorial reclamaba abordar
en forma conjunta el problema de los desagües, tanto rurales como urbanos, y, unas semanas más tarde, el reconocido dirigente agrario Isidoro Medina envió una carta de
lectores al semanario en que se apoyaba esta preocupación
de su director, así como las quejas efectuadas desde las
columnas de opinión del semanario, a la vez que planteaba
formar una mesa de trabajo sobre el tema, apoyado en el
hecho de la inusual representación parlamentaria de Saladillo, que en ese momento contaba con cuatro legisladores
nacionales y provinciales.59
La cuestión del ciclo inundaciones/sequía de la cuenca del Salado fue presentada ante el gobernador Francisco Imaz por las instituciones rurales en ocasión de una
reunión de intendentes de la región central, celebrada en
Saladillo el 17 de marzo de 1967. Un día antes de ese
encuentro, el periódico (ya dirigido por Fernando Volonté)
editorializaba una vez más los planes de Ameghino y de
Carlos Posadas, destinados a trazar un plan amplio para
solucionar el problema.60
Justamente en la columna de opinión del último
ejemplar de El Argentino de 1967 –y al referirse a la producción agropecuaria–, se sostenía lo siguiente: “Este fue
un año en que el hombre de campo se vio muy castigado,
primero sequía, luego inundación”.61 En efecto, las lluvias
llegaron con renovada intensidad en invierno y llevaron a
58
59
60
61
“Saladillo bajo una grave inundación”, El Argentino, 11/06/1964.
“Obras de desagües que constituyen una prioridad”, El Argentino, 27/08/1964 y
“Cartas de lectores”, El Argentino, 10/09/1964.
“Inundación y sequía”, El Argentino, 16/03/1967.
“1967. Un año para ser olvidado”, El Argentino, 28/12/1067.
112
CAMPO JURÁSICO
que, en el mes de noviembre, la Sociedad Rural local pidiera al Banco Provincia una ampliación de créditos, con el
fin de paliar las consecuencias de la inundación y poder
encarar la cosecha gruesa, ante las dificultades de los productores para financiar insumos y mano de obra.62
Apenas dos años después, en 1969, nuevas inundaciones y los desbordes de los arroyos Vallimanca y Saladillo provocaron la inclusión del municipio como zona
de emergencia.63 Por eso, en la inauguración de la sexta
muestra de la Sociedad Rural de Saladillo, en septiembre
de ese año, el presidente de esa entidad reclamó una vez
más la atención del problema de los excesos hídricos. Allí
señaló un dato importante: que, fuera de la inundación
de 1967, que se debió a las intensas lluvias caídas en el
distrito, las de 1964 y 1969 se debían al avance de aguas
“provenientes de los partidos más altos”, que rebosaban
los arroyos y anegaban campos a su paso. Sin embargo,
también se permitió anunciar la promesa del ministro de
Asuntos Agrarios bonaerense, quien le comunicó la decisión de conformar una comisión multisectorial dedicada
al estudio y resolución del problema: “Confiemos en que
todos esos proyectos pasen a ser realidad”, dijo Lorenzo
Lenzi, lleno de un optimismo que (nuevamente) se mostraría injustificado.64
Por otra parte, los datos aportados por Lenzi tenían
anclaje en la realidad. A pesar de las recurrentes inundaciones, de acuerdo con una medición de la Cooperativa
Agrícola, en el quinquenio 1966-1970 llovió en Saladillo
4,097 milímetros, lo que daba un promedio de 819.4, una
62
63
64
“Se solicitan al Banco Provincia créditos para la cosecha gruesa”, El Argentino,
23/11/1967.
“Saladillo ha sido incluido en la zona de emergencia”, El Argentino, 28/08/1969.
“Con todo éxito se realizó la 6ta. Exposición de la Sociedad Rural”, El Argentino,
02/10/1969; y “La Sexta Exposición Rural de la Sociedad Rural de Saladillo”, El
Argentino, 09/10/1969.
CAMPO JURÁSICO
113
cantidad ajustada a la media anual. Como bien se sostenía, solo en 1967 hubo un exceso de precipitaciones, con
1,060 milímetros, buena parte de los cuales cayeron en
octubre, cuando se registró un acumulado mensual de 324
milímetros.65
De todos modos, mientras se requería la intervención
del gobierno provincial, muchos chacareros entendieron
que debían poner manos en el asunto para evitar daños
mayores. En este sentido, no faltaron las propias comunidades que se hicieran cargo del problema del mantenimiento de caminos y la limpieza de arroyos. En noviembre de 1969, por ejemplo, la prensa informaba sobre la
conformación de una “Comisión Pro Limpieza del Arroyo
Vigilante, Construcción de Puentes y Caminos”, cuyo primer objetivo era mantener el drenaje de ese curso de agua,
entre la laguna Centinela y su vertedero en el Canal 16,
en el Cuartel ii del partido, ya que, “en época de grandes
lluvias”, solía “inundar más de 15.000 hectáreas de tierra
ocupadas por chacareros”.66
Además, lejos de solucionarse el problema de las
inundaciones por la acción estatal, este se iba a incrementar en la década siguiente. En parte, la situación se retroalimentó con los avances de la agricultura en la zona pampeana. Como ha explicado Edith de Obschatko, un factor
que contribuyó a la explosión productiva de la agricultura
pampeana en la década de 1970 fue el sostenido aumento
de los promedios de precipitación, en especial en la zona
oeste de la Provincia de Buenos Aires, el norte de La Pampa y el sur de Córdoba. De acuerdo con las mediciones
del Servicio Meteorológico Nacional, al comparar las lluvias de ese decenio con las del anterior en las estaciones
65
66
“Registro de lluvias”, El Argentino, 21/01/1971.
“Se ha constituido una Comisión Pro Limpieza del Arroyo Vigilante”, El Argentino, 13/11/1969.
114
CAMPO JURÁSICO
de Pergamino, Marcos Juárez, Río Segundo, Laboulaye,
Pehuajó y General Pico, se observaba un total de precipitaciones de 5,695 milímetros contra 4,715 de la década previa. Esto significaba 980 milímetros más sumando
las seis estaciones, equivalente a un incremento de 20.78
% interdécadas, y representaba una cantidad significativa
para una zona donde el escurrimiento de las aguas constituyó un problema histórico (Obschatko, 1988: 127).
Todo ello contribuyó a que los intervalos entre ciclos
de exceso hídrico se hicieran más cortos y devastadores.
En el invierno de 1973, el intendente Delía y los diputados
provinciales Volonté y Lissalde solicitaron nuevamente la
declaración de estado de emergencia para el partido. En
la nota elevada al Ministerio de Agricultura, explicaban
que a esa altura del año “las lluvias sobrepasaban los 900
mm (promedio anual de las mismas en los años normales)”. Estas precipitaciones produjeron pérdidas del 80 %
de la cosecha de girasol, e impidieron la recolección de
lo que asomaba como una muy buena cosecha de maíz,
al tiempo que bloqueaban la renovación de pasturas y la
siembra de trigo.67
La inspección enviada por la repartición superó aun la
descripción de los funcionarios mencionados, al calcular
que al 20 de junio las lluvias acumuladas llegaban a 1,200
milímetros y el 65 % de la superficie del municipio estaba
anegado, aunque en los Cuarteles ii, viii, ix y la mitad del
vii las zonas inundadas eran del 90 %.68 Como conclusión,
poco después el gobierno bonaerense decretó el estado de
emergencia agropecuaria, hasta el 31 de enero de 1974.69
67
68
69
“Solicitud para que Saladillo sea incluido en la zona de emergencia”, El Argentino, 12/07/1973.
“Informe sobre la situación del partido de Saladillo”, El Argentino, 26/07/1973.
“Emergencia agropecuaria en Saladillo”, El Argentino, 09/08/1973.
CAMPO JURÁSICO
115
Casi un año después de este fenómeno, el empadronamiento agropecuario de 1974 señaló que en Saladillo
existían 6,555 hectáreas de campo aptas para la producción, pero inutilizadas debido a las inundaciones; mas esa
situación se agravó el año siguiente, cuando, entre el 17 y
18 de marzo de 1975, cayeron alrededor de 300 milímetros
en 48 horas, lo que obligó inmediatamente a la Liga Agraria
a suspender su torneo preparatorio, que se iba a jugar entre
marzo y abril, por estar casi todas las canchas anegadas.70
En mayo, el partido de Saladillo volvió a ser declarado
zona de emergencia hasta el 31 de octubre de ese año,
medida que fue acompañada por el Banco Provincia, a fin
de paliar los compromisos financieros de los productores
afectados. Además, la Cooperativa Agrícola, la filial de la
Federación Agraria y la Sociedad Rural local pidieron la
exención al pago del impuesto inmobiliario. Como en otras
oportunidades, los requirentes argumentaban que las lluvias de finales del verano arruinaron la cosecha gruesa,
impidieron el laboreo de los campos para la cosecha fina
y el pastoreo, y llevaron a muchos productores a “malvender su hacienda”.71
En ese contexto, en el invierno de 1975, El Argentino publicó una extensa y muy interesante nota acerca del
problema de las inundaciones en el centro y noroeste de
Buenos Aires. Allí, por primera vez el semanario introdujo otros elementos que los citados en cada evento hídrico
anterior, como el descubrimiento de una intrincada red
de ríos y arroyos subterráneos que alimentaba la cuenca
del Salado desde Córdoba, San Luis y Santa Fe, los efectos
70
71
“Fútbol Agrario”, El Argentino, 27/03/1975.
“Se realizaron las sesiones preparatoria y primera ordinaria del Honorable Concejo Deliberante de Saladillo”, El Argentino, 29/05/1975; “El Banco de la Provincia de Buenos Aires incluyó en zona de emergencia agropecuaria a diversas
áreas bonaerenses”, El Argentino, 05/06/1975; “Solicitase la exención del
impuesto inmobiliario al sector rural”, El Argentino, 30/07/1975.
116
CAMPO JURÁSICO
del trabajo intensivo por el desarrollo de la agricultura,
la sobrecarga animal en zonas pobres donde las pasturas
eran afectadas por plagas, y otros aspectos técnicos que se
sumaban a los ya conocidos sobre el difícil drenaje de la
zona ante grandes precipitaciones, del tipo de las producidas durante ese año.72
Si bien es cierto que el presupuesto bonaerense votado por la Legislatura para 1975 incluía una importante cantidad de obras en la red vial y los canales que atravesaban
Saladillo (desde puentes de hormigón sobre el canal Vigilante hasta la realización de obras de admisión y la mejora
de los terraplenes del Canal 16),73 la cada vez más difícil situación política y económica imposibilitó su concreción. Tal inacción impidió atemperar futuros excesos y, de
hecho, en el verano de 1977 volvieron a presentarse lluvias
muy copiosas, acompañadas de vendavales, que produjeron anegamientos y plantas de girasol volteadas.
Los graves daños de estos sucesos fueron calculados
por la agencia local del inta “en muchos casos hasta el
50 % y en algunos casi total”. Además, aunque en muchos
campos los rindes no eran malos, las máquinas no podían
acceder para cosechar por el estado de los suelos.74 Así las
cosas, en marzo la Comisión de Emergencia Agropecuaria
recomendó la declaración de emergencia por inundaciones en un grupo de distritos de la provincia en el que se
incluyó a Saladillo.75 En el mismo sentido, y ante el pedido
formal del Centro Juvenil Agrario, la intendencia postergó
72
73
74
75
“Cielo, tierra y hombre asociados para un gran desastre”, El Argentino, 30/07/
1975. Vale la pena recordar que el ingeniero Fernando Volonté, dentro de su sólida formación profesional, había realizado una especialización en hidráulica.
“Obras para Saladillo incluidas en el Presupuesto de la Provincia”, El Argentino,
06/03/1975.
“Informe sobre la Situación Agropecuaria”, El Argentino, 07/04/1977.
“Emergencia”, El Argentino, 21/04/1977.
CAMPO JURÁSICO
117
el pago de la primera cuota de la tasa de conservación de
la red vial hasta mediados de año.76
El ciclo de excesos se prolongó en el invierno de 1978,
cuando nuevamente se produjeron inundaciones que llevaron a la recurrente declaración del estado de emergencia, en este caso hasta el 15 de octubre de ese año, en
varios partidos bonaerenses, incluido Saladillo, donde solo
los Cuarteles vii y viii quedaron fuera de la medida. Sin
embargo, en noviembre la emergencia debió ser ampliada
a la totalidad del distrito y prorrogada, en principio, hasta
el 31 de diciembre, aunque al final la situación especial se
extendió hasta el 15 de mayo de 1979.77
Pero estos meteoros serían casi una anécdota al compararlos con la tremenda inundación producida en 1980, a
la que me dedicaré en el capítulo 9.
El papel de la infraestructura: ferrocarriles, rutas y caminos
Cuando hubo que definirse la locación del centro del pueblo
de Saladillo, en 1863, las disputas se saldaron privilegiando el
sitio desde donde resultaban más fáciles las comunicaciones
hacialaslocalidadesvecinas.Así,MarianoAcostaeligiólacresta de una loma en la que el camino real al Fortín Esperanza
(actualavenidaRivadavia)ofrecíaunabifurcaciónasuizquierda y permitía llegar al partido de Las Flores (la avenida Moreno
de hoy día). Como reza la famosa frase del pato y la gallareta,
fue esa encrucijada el lugar determinado para la plaza central
(Pereyra,2018h).
76
77
“El Centro de Juventud Agraria solicitó se postergue el vencimiento del pago de
la Tasa por Conservación de la Red Vial Municipal” y “Por Decreto Nro. 52/77 fue
prorrogada la Tasa Vial Municipal”, El Argentino, 05/05/1977.
“Estado de emergencia agropecuaria”, El Argentino, 03/08/1978; “Saladillo fue
declarado en estado de emergencia agropecuaria”, El Argentino, 16/11/1978;
“Emergencia”, El Argentino, 07/12/1978.
118
CAMPO JURÁSICO
Dos décadas más tarde, en 1884 y en plena euforia de la
especulación de tierras, el Ferrocarril del Oeste arribó a Saladillo. Del mismo modo que en otras líneas y en casi todos los
lugares, antes de llegar a la cabecera del partido el tren se detenía en paradas intermedias, en este caso Del Carril y Cazón,
donde estaban las grandes propiedades de esas familias, que
se apuraron a “donar” los solares destinados a las estaciones. El simple paso del ferrocarril por sus campos era una
enorme ventaja, pero que hiciera una escala allí era un
beneficio extraordinario.
En una época de expansión de la frontera agrícola y acceso de la Argentina a los mercados internacionales de materias
primas e inversiones, bien definida por Rogelio Paredes como
el “banquete de tierras” de la oligarquía nacional conformada
despuésde1880,lavalorizacióndelapropiedadruralporefectos de vías férreas conectadas al puerto adicionaba un valor
singular a esas formidables fortunas, que hasta se permitían
disponer de una playa de cargas propia para despachar sus
productos(Paredes,1995:118-126).78
Una vez superado el difícil quinquenio de 1890-1895
–con su explosivo cóctel de crisis financiera y revoluciones
políticas–, desde 1897 se continuó el trazado hacia General Alvear y se agregaron las paradas de La Barrancosa y
José María Micheo, mientras que el posterior desvío hacia
San Enrique (partido de 25 de Mayo) recalaba en Esther
y San Benito. Como puede verse, las humeantes locomotoras surcaban las pampas polvorientas, pero no dejaban
de pasar (y sobre todo detenerse) por los grandes latifundios. Bien lo observó Orlando Sanguinetti en un breve pero
78
Enestesentido,RogelioParedesseñalainclusocómoAndrésVacarezzaforzóalosdirectivos del Ferrocarril del Oeste (actual línea Sarmiento) a detenerse en la cabecera del
partidodeAlberti,algoquenoestabaenlosplanesdelaempresa.Porsupuesto,también
“donó” el terreno donde se iba a edificar la estación, que, vale la pena recordarlo, se
denominaVacarezzaynoAlberti(Paredes,1995:124).
CAMPO JURÁSICO
119
esclarecedor artículo: fuera de Emiliano Reynoso, todas las
estaciones ferroviarias rurales del partido llevaban los apellidos de los dueños de las estancias donde se ubicaban, o
el propio nombre de los campos (Sanguinetti, 1939).
Este formidable periodista y ensayista local –parte
de cuya obra se resguarda en la Biblioteca Nacional– ya
anexaba al trazado del entonces Ferrocarril del Sud el del
Ferrocarril Provincial. Pensado en 1904 por el gobernador
Marcelino Ugarte como parte de su proyección política
nacional, no pudo lograr su realización hasta inicios de la
década de 1910, para llegar a Saladillo en 1912. Marcelo
Pereyra no solamente cuenta sus antecedentes, diseño y
ejecución, sino que exhibe además en uno de los artículos
dedicados al Provincial cómo era el recorrido en el plano
original de principios de 1904, reproducido oportunamente por el diario El Pueblo. Si se presta atención a este proyecto, puede verse que las vías corrían de forma exclusiva por grandes extensiones de tierras, a punto tal que ni
siguiera iban a cruzar el casco urbano de Saladillo.
La demora en iniciar las obras permitió un cambio en
la trayectoria. El ferrocarril siguió pasando por latifundios,
pero no por los originales, sino por la gigantesca tenencia
de los Álvarez de Toledo y por la estancia Santa Isabel, propiedad de la familia del entonces ministro de Obras Públicas provincial, José Tomás Sojo. Para unir estos últimos dos
puntos, se obligaba al tren a hacer un giro bastante pronunciado, que fue luego conocido como “la curva de Sojo”
y que dio origen a una frase popular acerca de algo demasiado extenso.79 Es más, Sojo consideró que la estación de
su campo debía llevar el nombre de su padre, y es así como
se la denominó. Asimismo, en ese parador se construyó
79
El dicho popular era “más largo que la curva de Sojo”. Esta frase tenía todavía
mucha circulación en Saladillo en los años setenta y ochenta de la última centuria.
120
CAMPO JURÁSICO
uno de los tres galpones mayores que tenía la línea de casi
1,000 kilómetros de extensión, con una superficie de 600
metros cuadrados, y destinados a alojar “coches de pasajeros, locomotoras y anexos” (Pereyra, 2018a y 2018i).
Ambos ferrocarriles, que dividieron al partido en cuatro sectores bastante proporcionales, aportaron la ventaja
de la cercanía a vías y estaciones y dieron a Saladillo un
gran impulso, tanto a nivel del crecimiento poblacional
como productivo, como mostraré en el capítulo 4. Según
el censo agropecuario de 1937, que midió la distancia de
los establecimientos hasta las estaciones ferroviarias, 1,216
de las 1,724 chacras y explotaciones mixtas relevadas se
hallaban ubicadas a menos de 10 kilómetros de una de esas
paradas (un 70.53 % de los casos), mientras que casi el 53
% de los emprendimientos ganaderos de cría e invernada
se hallaban en ese mismo rango.
Pero, en los años treinta del siglo pasado, cuando la
crisis económica se hizo sentir, los servicios ferroviarios
perdieron calidad. En forma paralela, y justamente para
ensayar una recuperación de la depresión, desde el Estado se priorizó la obra pública en carreteras. En 1933, el
gobierno nacional creó la Dirección Nacional de Vialidad
y puso en marcha un ambicioso programa de construcción de caminos. En espejo de esta iniciativa, el Ejecutivo bonaerense también remplazó el antiguo departamento
de caminos por una moderna agencia vial en 1936, aunque Saladillo no se benefició particularmente de estos proyectos.
Un cuarto de siglo después, se produjo la concurrencia de dos situaciones contradictorias. Por una parte,
el gobierno nacional de entonces, encabezado por Arturo
Frondizi, reforzó la apuesta por las carreteras y los camiones, e impulsó algunas obras de importancia, como avanzar con la pavimentación de la ruta nacional 205 hasta
CAMPO JURÁSICO
121
Saladillo, que estaba pendiente desde tiempo atrás y era
fuertemente reclamada por las autoridades locales ante
Vialidad desde 1950.80 Pero, por otro lado, el desarrollismo
inició un proceso de cierre de aquellos ramales ferroviarios
considerados deficitarios o de importancia relativa, iniciativa que luego fue irreversible y se aceleró desde 1966. Una
de esas víctimas fue el antiguo Ferrocarril Provincial.
El Ferrocarril Provincial, Meridiano v, o de Fomento,
como también se lo llamaba, fue traspasado por la administración bonaerense a la jurisdicción nacional el 31 de
diciembre de 1951, poco tiempo después de las elecciones que consagraron como gobernador a Carlos Aloé, y
en medio de la embestida final de Perón contra Domingo Mercante, que terminó con la caída en desgracia de
este último. La medida fue entonces crudamente criticada por El Argentino, que enfatizaba en una entrega de ese
patrimonio sin discusión previa, consulta, respaldo de una
ley, o participación de la legislatura, algo calificado como
un acto arbitrario de quien “regala una cosa de su propio
peculio y de la que no debe rendir cuenta a nadie”.81
Tras unos años en el ámbito de los ferrocarriles nacionales, luego de ser absorbido por la línea Belgrano, su funcionamiento se desactivó en 1961. Si bien los trenes del
Provincial dejaron de correr en esa fecha, la agonía de la
línea fue bastante larga. Desde el cese de la prestación, los
intendentes municipales demandaron la vuelta del servicio con mayor o menor fuerza, pero siempre con la misma
falta de éxito. A ello se sumó el intenso reclamo y movilización de las instituciones urbanas y rurales y del vecindario
de las siete estaciones del partido. Basta revisar los periódicos de la época para ver cómo se repetían las peticiones, y
80
81
“Comunicado referente a la pavimentación de la ruta 205”, El Argentino, 24/02/
1950.
“La transferencia del Ferrocarril Provincial”, El Argentino, 10/01/1952.
122
CAMPO JURÁSICO
se formaban y reformulaban comisiones que trajinaron los
despachos de los funcionarios nacionales y provinciales en
busca de una solución.
En noviembre de 1967, los pedidos para rehabilitar
el Provincial todavía estaban muy activos. En esa oportunidad, la Sociedad Rural de Saladillo sumó su voz a la de
otras entidades que peticionaban a las autoridades para
rever el desmantelamiento del ramal. Los ruralistas expresaban que el transporte por tren era el único medio eficaz
en esta zona de la cuenca del Salado, “de tierras inundables, que exigen medios rápidos para que emigren sus
haciendas […], pues el agua no impide su funcionamiento, como sucede con los camiones”.82 Sin embargo, estas
manifestaciones no evitaron el levantamiento definitivo de
la línea, decidido por el gobierno de Onganía a principios
de 1968.83
En respuesta a esta drástica medida, en octubre
de 1968 se creó la Comisión Pro Rehabilitación del exFerrocarril Provincial, un colectivo integrado por todos los
municipios otrora recorridos por este tren, que realizaba
reuniones periódicas y unificaba las peticiones. La comisión saladillense sostuvo un sinfín de encuentros con funcionarios nacionales y bonaerenses, e incluso obtuvo una
promesa fuerte de restablecimiento del servicio por parte del gobernador Llorente, pero sus esfuerzos resultaron
vanos. A principios de 1969, y ante la falta de respuestas,
se encomendaron al mismo presidente de la nación.84 Por
supuesto, la única respuesta fue un acuse de recibo de la
carta a las autoridades, y luego lo que El Argentino llamó
82
83
84
“Nuevas gestiones en favor del ex F. C. Provincial”, El Argentino, 23/11/1967.
“Ha sido clausurado definitivamente el ramal del ex F.C.P.B.A”, El Argentino, 11/
01/1968.
“Se dirige al Presidente de la Nación la Comisión Pro Rehabilitación del ex
F.C.P.B.A”, El Argentino, 23/01/1969.
CAMPO JURÁSICO
123
una “pausa silenciosa”, que daba a entender lo definitivo
de la situación, como bien sospechaba el semanario.85 En
efecto, en febrero, la comisión volvió a escribir (esta vez
al administrador de Ferrocarriles Argentinos), y seguiría
insistiendo todavía hasta 1974.
Pero, mientras la comisión recorría oficinas y recogía
promesas, las autoridades ferroviarias daban señales claras
de que no habría vuelta atrás. Por ejemplo, unos días después de la infinita entrevista con el ministro de gobierno
bonaerense, los administradores entregaron a particulares
terrenos e instalaciones de la estación Álvarez de Toledo, “inclusive todo lo clavado y plantados, es decir rieles,
molino, embarcadero, etc.”, al tiempo que se les negaba
a los productores locales la posibilidad de depositar su
cereal en los galpones del parador, algo que era una práctica habitual, aunque poco después esta última medida
fue revertida.86
Además, desde 1969 se había iniciado el desmantelamiento de las instalaciones y el levantamiento de vías.
Este lastimoso proceso fue incluso motivo de una extensa nota en la edición del 1.° de abril de la revista Gente.87
Así, cuando en 1972 se completó con el abandono final de
las estaciones y las residencias de empleados y depósitos
y con el retiro de los rieles, las gestiones de las autoridades comunales se dirigieron a pedir la donación o cesión
de las viviendas de los ferroviarios, el traspaso de galpones y terrenos, y la consolidación de un camino mejorado de tierra allí donde antes habían corrido los trenes. El
final de la historia del Provincial se convirtió así en una
85
86
87
“Sobre el ex Ferrocarril Provincial”, El Argentino, 27/02/1969.
“Extraña medida adoptan las autoridades del Ferrocarril Belgrano”, El Argentino,
29/05/1969; y “Novedades de la Comisión Pro Rehabilitación del ex F.C.P.B.A.”, El
Argentino, 12/06/1969.
“Sobre el ex Ferrocarril Provincial”, El Argentino, 08/04/1971.
124
CAMPO JURÁSICO
competencia de los municipios (y también de muchos de
los propietarios linderos) para quedarse, al menos, con los
despojos del viejo ferrocarril de fomento.88 Agotadas todas
las súplicas, en agosto de 1974 Fernando Volonté presentó
un proyecto de ley para construir una ruta pavimentada
sobre esa traza abandonada.89
También el Ferrocarril Roca sufrió el embate del denominado “Plan Larkin”, destinado a suprimir ramales y desarticular la red ferroviaria argentina. Durante toda la década de 1960, pudo verse el deterioro del servicio, la falta
de inversiones y la indolencia oficial. Basta con leer las
abundantes cartas de lectores en la prensa local para tomar
conocimiento de la degradación sistemática de la prestación, que se aceleró a partir de la gestión de Onganía.
Así, en agosto de 1970, Ferrocarriles Argentinos sacó
de circulación las antiguas locomotoras a vapor, y, con ello,
dejaron de correr dos de las formaciones que vinculaban a
Saladillo con Plaza Constitución, ya que no se remplazó las
viejas máquinas por otras de propulsión diésel. De a poco,
las frecuencias del Roca iban siendo recortadas hasta una
expresión mínima y las estaciones comenzaban a languidecer, en especial aquellas de las localidades y parajes.90
Como lo sostuvo un lector del semanario de los Volonté, en 1970 se volvía a la cantidad de servicios de 1931, pero
el viaje a Buenos Aires demoraba media hora más que en
ese año.91 El ataque definitivo se reinició con la dictadura
surgida en 1976, cuyos funcionarios eliminaron en abril de
1977 uno de los servicios que unía Saladillo con Cañuelas,
para trasbordar luego hacia Constitución, que corría desde
88
89
90
91
“Sobre el futuro destino del ex Ferrocarril Provincial. Pedido de la Municipalidad
local”, El Argentino, 29/06/1972.
“El Diputado Volonté presentó un proyecto de ley propiciando la construcción
de una ruta en las tierras del ex Ferrocarril Provincial”, El Argentino, 29/08/1974.
“Eliminación de trenes y nuevos horarios”, El Argentino, 06/08/1970.
“Cartas de Lectores”, El Argentino, 03/09/1970.
CAMPO JURÁSICO
125
1912.92 Finalmente, el 19 de diciembre de 1977, se suprimió
el único tren que comunicaba en forma diaria Saladillo con
Plaza Constitución. Con esa simple decisión administrativa, se cerraba toda una época de la historia local.93
La política de recortes liquidó además al ramal del
Roca que unía Saladillo con San Enrique. Los rumores del
cierre de ese tráfico tomaron fuerza en 1968, y se materializaron en enero del año siguiente con la baja de categoría
de la estación San Benito, que pasó a funcionar como apeadero, es decir, un lugar donde el tren se detenía, pero sin
que hubiera personal a cargo.94 En noviembre de 1970, una
cuadrilla del ferrocarril comenzó a desarmar la estación,
muestra categórica de la decisión de avanzar con la eliminación final del ramal.95 El certificado oficial de defunción
se libró el 21 de marzo de 1977, cuando fue anunciado su
cierre definitivo por levantamiento de las vías.96
Mientras las locomotoras iniciaban su proceso de
desaparición, durante la gobernación de Oscar Alende
(1958-1962) se intentó definir un rumbo diferente al nacional para la provincia, en especial por la gestión del economista Aldo Ferrer. El objetivo de las políticas de esa
administración era la recuperación y modernización de la
matriz productiva de la provincia, gracias a tres ejes de
acción: energía, caminos y reforma agraria. En el capítulo 1, ya señalé que en este último punto no logró avanzar demasiado, pero, en lo referente a la mejora del sistema vial del distrito, hizo una importante diferencia para
Saladillo, al licitar la continuación del asfaltado de la ruta
92
93
94
95
96
“Pasos Atrás”, El Argentino, 14/04/1977; “Carta de Lectores”, El Argentino, 05/05/
1977.
“Adiós al Ferrocarril”, El Argentino, 29/12/1977.
“La estación San Benito ha sido convertida en ‘Apeadero’”, El Argentino, 20/02/
1969.
“Desmantelamiento”, El Argentino, 12/11/1970.
“Clausura Definitiva”, El Argentino, 24/03/1977.
126
CAMPO JURÁSICO
provincial 51 para el tramo 25 de Mayo-Azul e iniciar los
estudios preparatorios para la pavimentación de la ruta 63
hacia Las Flores.
La primera de las obras era un viejo anhelo de las
ciudades y áreas económicas involucradas en su traza y en
particular para Saladillo. Por esto, la prensa local enfatizó
la presencia de las autoridades provinciales en la zona, en
diciembre de 1960, quienes inspeccionaron el estado de
los trabajos. El desarrollo y asfaltado de esta carretera, que
una vez finalizada uniría los puertos de San Nicolás y Bahía
Blanca tras correr de forma transversal por una buena parte del territorio provincial, alentaba a El Argentino a sostener que, entre sus logros, estaría el de unir las áreas de cría
ganadera con las de invernada, amén de permitir al municipio “salir del aislamiento vial en que permaneció durante
tanto tiempo”, ya que de forma contemporánea se estaba
culminando la pavimentación de la ruta nacional 205.97
El 24 de junio de 1962, con un “asado a la criolla”,
se festejó la finalización del tramo 25 de Mayo a Saladillo.
Esta buena noticia quedaba ligeramente empañada por las
informaciones que daban cuenta de la disminución del ritmo de las labores para llegar hasta Azul, pero estos inconvenientes se solucionaron al cabo de un tiempo, a pesar
de la aparición de denuncias sobre deficiencias severas en
la calidad de la carpeta asfáltica en el segmento General
Alvear-Tapalqué.98 La trascendencia de la obra excedió de
todas formas la alegría local, a tal punto de ser destacada
por la revista oficial del Automóvil Club Argentino (Autoclub), que le dedicó un artículo relevante en la edición de
febrero de 1964.99
97
98
99
El Argentino, 17/12/1960.
“Terminó el tramo pavimentado de la ruta 51 entre 25 de Mayo y Saladillo”, El
Argentino, 05/07/1962.
“La ruta 51, un camino para el turismo”, El Argentino, 16/04/1964.
CAMPO JURÁSICO
127
Las obras viales de enlace de Saladillo con las localidades vecinas siguieron a buen ritmo durante toda la década de 1960-1970. Tras la pavimentación de las rutas 205
y 51, a finales de 1965 comenzó el proceso de asfaltado
de la ruta provincial 63 hasta Las Flores. Este nuevo avance era saludado con euforia por el periódico de la familia
Volonté, al considerar que la nueva carretera le permitiría
“afirmar que Saladillo [estaba] unido por caminos seguros
hacia los cuatro rumbos”, después de que “solamente seis
años atrás” se hallaban “faltos de comunicación por rutas
pavimentadas en todas las direcciones”.100
Entusiasmados por el éxito, en el verano de 1966 un
gran número de instituciones y asociaciones saladillenses
relacionadas con la producción, el fomento, el deporte,
el mutualismo y el sindicalismo (es decir, las denominadas “fuerzas vivas” comunales) pidieron a las autoridades
nacionales la prolongación del asfaltado de la ruta 205 hasta Bolívar, ya que abriría la conexión de Saladillo con la
región patagónica.101 Este reclamo fue enseguida acompañado por los intendentes y entidades de los partidos de
General Alvear, Tapalqué y Bolívar, y generó un sinfín de
pedidos y comunicaciones ante los responsables de Vialidad Nacional.
La inquietud por la demora en el llamado a licitación de la pavimentación recibió una respuesta oficial el
último día de 1969, cuando sus autoridades comunicaron
la inclusión de la obra en el plan de trabajos 1970-1974,
con la previsión de haberla completado durante 1973.102
A las dificultades presupuestarias que pospusieron una y
otra vez la realización de las tareas, se les sumaron, en
100
101
102
El Argentino, 04/11/1965.
El Argentino, 03/03/1966.
“Ruta Nacional 205. En 1973 será pavimentado el tramo Saladillo – Bolívar”, El
Argentino, 15/01/1970.
128
CAMPO JURÁSICO
este caso, innumerables disputas sobre modificaciones al
trazado caminero. Según Adriana Pereyra, la presión de
los grandes estancieros consiguió finalmente la sustitución
del trazado original, que, de pasar bordeando los centros
urbanos, se desplazó a los linderos de sus establecimientos
(Pereyra, 2005: 77).
Tras tantas idas y vueltas, en abril de 1977, los responsables de Vialidad Nacional anunciaron la obtención de un
crédito internacional para financiar el inicio de las obras,
estimado esta vez para 1978, y a realizarse en cuatro etapas.103 El primero de esos tramos (35 kilómetros) se licitó
en abril de 1979,104 y los restantes, durante 1980. Por desgracia, y a pesar de su singular importancia para la zona,
hubo que aguardar bastante para verla finalizada, ya que la
ruta se liberó al tránsito solo en 1983.
Es que disponer de caminos asfaltados realmente significaba un antes y un después. Un censo efectuado por
Vialidad Nacional en marzo y junio de 1970 mostraba con
números concretos su importancia: mientras que, por el
tramo Cañuelas-Río Salado de la ruta 205, circularon 3,012
vehículos en el mes de marzo y 2,893 en junio, el sensor instalado en el kilómetro 190, a inicios del segmento Saladillo-Bolívar, apenas registró 205 y 253 rodados en
cada uno de esos meses. Además, casi el 80 % de los
vehículos censados eran autos y camionetas, y solamente
un 6 % eran camiones con acoplado.105
Por otra parte, el incremento del tejido carretero se vio
reflejado en el aumento del parque automotor. Según un
relevamiento de la Asociación de Fabricantes de Automotores, al 31 de diciembre de 1968 Saladillo tenía patentados
103
104
105
“Ruta”, El Argentino, 14/04/1977.
“Licitación”, El Argentino, 08/02/1979.
Censo Nacional de Tránsito. Realizado en marzo y junio del año 1970, Buenos
Aires, Dirección Nacional de Vialidad, 1971, p. 10.
CAMPO JURÁSICO
129
3,471 vehículos, de los cuales 1,755 eran automóviles particulares y taxis, y 1,718, rodados comerciales (camiones,
camionetas, colectivos). Lo destacable era que la proporción de vehículos por habitante local era de 6.6, mucho
mejor que la media provincial y porteña (un automotor
cada diez pobladores y uno cada nueve, respectivamente).106
En lo concerniente a la injerencia de la Dirección
Provincial de Vialidad, la mejora de la red vial no solo
involucró la apertura y el mantenimiento de rutas jurisdiccionales. Junto con ello, esta dependencia también llevó
adelante la construcción o ampliación de puentes sobre
arroyos y canales, algo que mejoró sobremanera la circulación dentro del partido. En abril de 1968 –para citar un
dato relevante–, se licitó la ampliación del puente de la
ruta provincial 63 sobre el Canal 16 y el levantamiento de
otro totalmente nuevo en el tramo de enlace entre esta
última carretera y la ruta 51, mientras que en ese mismo
momento se suscribió el contrato para tender un puente
de hormigón sobre el arroyo Los Toldos, en el camino de
Polvaredas a Blaquier, la zona del distrito con más dificultades de comunicación y mayores distancias a la ciudad
cabecera.107 En 1971, entre otras obras, Vialidad Provincial anunció la finalización del puente de cemento sobre
el camino a La Razón, en remplazo del “viejo y peligroso
puente de madera”.108
No menos importante fue la realización de otras obras
menores, como el alcantarillado de los caminos rurales,
algo que preservaba esas vías de comunicación interior
contra los desbordes hídricos. En este sentido, se puede
106
107
108
“Cifras ilustrativas sobre el parque automotor”, El Argentino, 25/03/1971.
“La D.v.B.A. licitó dos puentes sobre el Canal 16” y “Se construirá un puente en el
camino Polvaredas-Blaquier”, ambas notas en El Argentino, 11/04/1968.
“Municipales”, El Argentino, 16/12/1971.
130
CAMPO JURÁSICO
leer una nota de 1964 sobre la construcción de “una alcantarilla de hormigón armado, de tres metros de luz, en el
camino a La Razón y Estrugamou, en el paraje denominado el Capricho”;109 o la noticia difundida en la primavera
del año siguiente, cuando se licitó la construcción de otras
dos alcantarillas de hormigón armado en el camino desde
La Campana a La Razón.110
Ambas publicaciones son simples muestras de las
múltiples contrataciones acometidas por el departamento zonal de la vialidad provincial, continuadas con buena
frecuencia en los años siguientes, y fueron escogidas de
manera discrecional solamente por el hecho de estar vinculadas con parajes revisados en esta investigación. Incluso en los primeros tiempos de la última dictadura, y en
medio de la crispación generada por el anuncio del desmantelamiento de la delegación local de Vialidad, este
organismo continuó licitando obras de alcantarillado y
construcción de terraplenes en la zona rural del partido, al
tiempo que elevó a las autoridades provinciales un plan de
mejoramiento para 257 kilómetros de caminos de tierra.111
Pero, si el asfaltado de las rutas mejoraba la conectividad de manera notable, el tránsito por los caminos rurales
todavía no era nada sencillo hasta avanzada la década de
1960. Según los planos de Edelberg de la primera mitad
del siglo 20, las vías camineras interiores del partido no
eran demasiadas. En general, acompañaban los límites de
las grandes estancias y cruzaban algunas de las más grandes de ellas. Sin dudas, fuera del alcance de estos agrimensores, existía una vasta trama de callejones y huellas,
pero no hay que hacer un gran esfuerzo para imaginar las
109
110
111
“Se construirá una alcantarilla en el camino a La Razón”, El Argentino, 12/11/
1964.
El Argentino, 07/10/1965.
“Obras por contrato de la Zona Sexta de Vialidad”, El Argentino, 21/07/1977.
CAMPO JURÁSICO
131
complicaciones de transitar por allí en momentos de lluvias intensas, o las dificultades para su mantenimiento.
En un trabajo donde recuerda sus tiempos de muchacho, Osmar Pallero evocaba esos caminos de campaña,
andados a uña de caballo, polvorientos en verano, llenos de
barrizales en invierno, con lagunas pacíficas que atravesar mientras descansa la cabalgadura, llenos de sol y pastos, con tres
huellas a veces en el centro, señal de poco andados por algunos
sulkys (Pallero, 1981: 15).
Fuera de las mejoras que seguramente se derivaron de
la subdivisión de la propiedad y la difusión de los vehículos a motor, circular por ellos seguía siendo un deporte de
alto riesgo, como podía leerse en un suelto de octubre de
1960, cuando el estanciero Pedro Mario Saralegui dejó en
las oficinas de El Argentino una chapa patente recogida en
el camino a su establecimiento (El Capricho), para que el
propietario pudiera acercarse a recuperarla.112
La mejora de estos tortuosos e inhóspitos senderos
recibió un gran impulso a partir de la renovación de equipos por parte de la Dirección Provincial de Vialidad y la
transferencia de las motoniveladoras usadas a los municipios, en condiciones muy ventajosas. En tal sentido,
en septiembre de 1961, esta dependencia adquirió 200
máquinas de última generación y puso a disposición de
las comunas un número casi similar de las unidades remplazadas, que podían pagarse a tres años de plazo deduciéndolo de los porcentajes recibidos como coparticipación vial.113
A pesar de los cambios de mando producidos en La
Plata, derivados de la convulsionada política argentina,
112
113
El Argentino, 06/10/1960.
“Las comunas podrán disponer de máquinas motoniveladoras”, El Argentino,
07/09/1961.
132
CAMPO JURÁSICO
este rumbo se mantuvo. Cuando los radicales del pueblo
llegaron al gobierno provincial, el proceso de renovación
de equipos y cesión a los municipios no se modificó en
absoluto. En efecto, a inicios de 1965, la Dirección de Vialidad anunció un plan de licitaciones para adquirir una
gran cantidad de maquinaria vial que incluía 85 palas de
arrastre, 70 niveladoras, 69 tracto-cargadoras, 150 camiones y 130 tractores. El destino de ese importante parque
era su trasferencia a los municipios, a fin de afectarlos a
la conservación y el mantenimiento de los caminos de tierra.114 Poco más tarde, para el beneplácito local, se confirmó que una de las máquinas motoniveladoras se destinaría a Saladillo.115
Esta política de equipamiento continuó aun durante
la dictadura surgida en 1966. Entre 1968 y 1970, la Dirección de Vialidad Provincial adquirió 440 tractores John
Deere 730-I, destinados a la construcción y el mantenimiento de la red caminera provincial, muchos de los cuales
también fueron asignados a los municipios.116 Uno de esos
tractores, acompañado de una niveladora de arrastre, llegó
a Saladillo en septiembre de 1970 para contribuir a la mejora de los senderos rurales.117 En 1971, los fondos del plan
vial sirvieron también para comprar dos motoniveladoras
y un tractor.118 Por otra parte, en esos años el municipio trabajaba con representantes agrarios en una comisión vial,
que proponía mejoras y hacía planes para presentar ante
las agencias camineras estatales.119
114
115
116
117
118
119
El Argentino, 07/01/1965.
El Argentino, 25/03/1965.
“La Dirección de Vialidad de la Pcia. de Bs. As. Adquirió 292 tractores John Deere”, El Argentino, 16/07/1970.
“Municipales. Nuevo equipo”, El Argentino, 24/09/1070.
“Municipales”, El Argentino, 08/04/1971.
“Caminos de Fomento Agrícola”, El Argentino, 06/05/1971.
CAMPO JURÁSICO
133
La llegada de estos equipos hizo posible la mejora
de la intrincada red caminera saladillense. Entre 1962 y
1963, el intendente de facto Fernando López (“comisionado municipal” era la denominación dada a esta autoridad) impulsó una amplia intervención del renovado plantel mecánico comunal en los caminos rurales secundarios,
es decir, aquellos que no eran mantenidos por la vialidad
provincial.
El resumen de esa iniciativa apareció en una extensa
nota de El Argentino, en mayo de 1963. En la reseña podía
leerse el amplio detalle de las tareas, que para la zona
de este estudio incluían mejoras en el camino a Estrugamou, desde El Capricho hasta La Mascota, en la zona de la
Escuela 4, desde el paso a nivel hasta el campo de Nazareno Magi, la construcción de un tramo de 2,500 metros
que unía el acceso desde la ruta 51 con el cruce del camino
a La Mascota pasando por el campo de Mengoni, y la construcción de un abovedado de 200 metros con desmantelamiento de terraplén en La Barrancosa, junto a los campos
de Mario Candia y Wuiovich, entre otra gran cantidad de
obras.120
Si bien la ampliación de la red vial rural fue notable
desde la década de 1960, algunas zonas permanecieron
retrasadas en su conectividad. Fue el caso de la localidad
de Juan Blaquier. Al dejar de correr el Ferrocarril Provincial, el desplazamiento a Saladillo se hizo difícil, ya que
debían trajinarse 61 kilómetros de caminos de tierra. A
finales de 1975, 68 vecinos de esa localidad pidieron al
diputado Fernando Volonté que gestionara ante Vialidad
Provincial la apertura de un enlace de 1,500 metros a través de un campo privado (con la anuencia de su propietario, claro está) y la habilitación como carretera del puente
120
“Una importante obra vial está realizando la comuna”, El Argentino, 09/05/1963.
134
CAMPO JURÁSICO
ferroviario sobre el arroyo de Las Flores, de modo de alcanzar la ruta 63 a la altura del paraje El Trigo, y facilitar la
movilidad hacia Saladillo y Las Flores.121
Para tener una magnitud de la extensa red vial, vale
citar que, en 1973, y cuando Fernando López finalizaba
otro período como intendente de facto, el mandatario presentó una especie de balance de gestión, hizo un resumen
sobre el problema del mantenimiento de estos caminos
y resaltó el incremento de la maquinaria vial durante su
mandato. Según el funcionario, en ese momento debían
atenderse “1,500 kilómetros de caminos comunales, que
por ser de tierra” estaban “en constante deterioro”.122
Las mismas complicaciones financieras y políticas
que afectaron al país y a la gobernación bonaerense también estorbaron a la gestión municipal peronista entre
1973 y 1976. La desatención de la conservación de los
caminos de tierra se fue agudizando, a punto tal que, en
octubre de 1976, el intendente de facto designado por las
autoridades militares justificó las dificultades para cumplir
con esas tareas diciendo que el 24 de marzo, al momento
del golpe de Estado, solamente funcionaba una máquina motoniveladora de las cinco disponibles en el corralón
municipal.
En tal sentido, en una nota de opinión publicada en
la portada de El Argentino en el invierno de 1976, Lorenzo
Espíndola se quejaba de la escasa atención brindada a la
red vial rural y al bordo del Canal 16 en Santa Elina, la
zona donde tenía una finca. Para este chacarero, él y sus
vecinos debían pagar fletes más caros por el estado de los
caminos, a pesar de abonar una tasa de mantenimiento
nada despreciable. Incluso Espíndola agradecía la falta de
121
122
“Se gestiona la apertura de un camino en Juan Blaquier”, El Argentino, 26/12/
1975.
“Municipales”, El Argentino, 26/04/1973.
CAMPO JURÁSICO
135
lluvias en esa estación, la cual hubiera agregado un “más
triste panorama”.123
El asunto escaló unos meses más tarde, cuando, en
octubre de 1976, el semanario dedicó su editorial al problema de la conservación de los caminos de tierra. Además
de resaltar la importancia de su mantenimiento, Volonté
reprodujo una nota presentada en junio al intendente por
cuarenta vecinos de José María Micheo, quienes reclamaban el arreglo del trazado entre la ruta 51 y la estancia Los
Tilos, con comunicación a la estación Micheo del Ferrocarril Roca, que hacía cuatro años no conocía reparaciones y
se encontraba en un estado deplorable.124
Esta nota generó una respuesta descomedida del jefe
comunal. En primer lugar, en su intervención enunció el
listado de aquellos firmantes que no estaban al día con el
pago de la tasa vial. Luego, cargó las culpas sobre la magra
herencia de la administración, algo a lo que me referí
más arriba.125 Además de la crítica del periódico ante estas
contestaciones, poco después otra carta –en este caso, de
uno de los propietarios denunciados como morosos– no
solamente demostraba que ese listado de deudores incluía
a contribuyentes cumplidores (como él y dos familiares),
sino que los propios chacareros, cansados de esperar la
atención de su petición, habían arreglado una buena parte
del camino.126
Para complicar este cuadro, a comienzos de 1977, el
gobierno militar bonaerense decidió iniciar el traspaso a
los municipios del mantenimiento de todos los caminos
de tierra y el consecuente desmantelamiento de varios de
los doce distritos zonales de Vialidad Provincial. El conoci-
123
124
125
126
“Obligaciones y Derechos”, El Argentino, 08/07/1976.
“La conservación de los caminos de tierra”, El Argentino, 14/10/1976.
“Carta de Lectores”, El Argentino, 21/10/1976.
“Carta de Lectores”, El Argentino, 04/11/1976.
136
CAMPO JURÁSICO
miento de la iniciativa produjo una fuerte movilización de
la mayoría de las instituciones locales y las entidades agropecuarias, culminada con la presentación de un petitorio
ante el propio gobernador Ibérico Saint Jean.127
Estos rumores fueron confirmados por el ministro de
Obras Públicas de la provincia en abril, en el acto de asunción de un nuevo administrador de la vialidad provincial,
cuando el funcionario sostuvo que esta agencia solamente
se concentraría en los caminos pavimentados de la geografía bonaerense.128 La drástica decisión se formalizó con el
decreto 343/1978, dictado en abril de ese año, que redujo las dependencias provinciales a ocho y eliminó cuatro,
entre ellas la que funcionaba con cabecera en Saladillo.
Ello significaba lisa y llanamente que la conservación de
todos los caminos comunales pasaba a ser responsabilidad
de la comuna.129
Tal delegación no era una carga menor. La contracara
del esfuerzo municipal sobre la red caminera interior fue el
peso que esas faenas adquirieron dentro del presupuesto
municipal. En 1964, el intendente Valerio de Iraola (de la
Unión Cívica Radical del Pueblo) consiguió la sanción de
una ordenanza que grababa con una tasa “todas las propiedades rurales, ya sean quintas, chacras o campos de
jurisdicción del partido”. Según la norma, el destino de los
recursos era el arreglo y la conservación de
caminos, desagües, adquisición de maquinarias, medios de
transportes, construcción de obras y caminos, reparación de
maquinaria, pago de personal caminero mensual, por día o por
127
128
129
“Fue elevado al Gobernador un petitorio en favor del mantenimiento de la Zona
vi de Vialidad en Saladillo”, El Argentino, 07/04/1977.
“A la transferencia de los caminos de tierra se refirió el Ministro de Obras Públicas”, El Argentino, 21/04/1977.
“Adiós a la Zona Sexta de Vialidad”, El Argentino, 20/04/1978.
CAMPO JURÁSICO
137
tanto, cancelación, amortización y/o intereses de los implementos adquiridos que [fueran] necesarios para estos fines.
La retribución se fijó en $5 por hectárea y por año.
Además, el canon se percibía por propietario y no por
lote.130 Por efectos de la inflación, ese monto se fue actualizando desde fines de la década de 1960. Para poder ilustrar
su evolución, podemos decir que en 1974 ya era de $30
por hectárea, subió a $40 en 1975 y trepó a $150 para 1976,
siempre con sumas expresadas en moneda nacional.
Fuera de la impostergable necesidad de mejorar las
comunicaciones de la zona rural en un partido donde la
producción y el dinero generado por el campo eran casi
el único recurso genuino que mantenía la buena salud
de la economía municipal, no se puede soslayar tampoco
que en esos años el volumen de la población rural (y, en
consecuencia, el voto de las localidades) tenía todavía una
importancia significativa, como se verá en el capítulo 6.
No en vano, en el verano de 1962, los candidatos a
concejales por la Unión Cívica Radical Intransigente pagaron un aviso de página entera en El Argentino, incluso a
sabiendas de las escasas simpatías del semanario para con
la ucri. En la imponente publicidad, podía leerse como
saldo positivo de la gestión del intendente Carlos Arrospide: la creación de cinco escuelas, cuatro de ellas en la
zona rural; el inicio y avance de la pavimentación de las
rutas 205 y 51; el estudio para la licitación de la ruta 63; y
la inversión en el mantenimiento y mejora de los caminos
vecinales. De todos modos, los logros esgrimidos no resultaron suficientes. Al abrirse las urnas, se anoticiaron de la
categórica victoria de los radicales del pueblo. Igualmente,
los electos no tuvieron tiempo para festejar: el 29 de marzo
130
“Una tasa por hectárea cobrará la intendencia para arreglo de caminos”, El
Argentino, 06/02/1964.
138
CAMPO JURÁSICO
de 1962, las autoridades constitucionales fueron depuestas
por un golpe cívico-militar y, en definitiva, vencedores y
vencidos se marcharon juntos a sus respectivas casas.131
En la misma orientación, en 1973 los radicales inscribieron en su plataforma municipal el objetivo de desarrollar un “intenso plan de conservación de caminos agrícolas”. Al igual que con sus primos intransigentes once años
antes, tampoco este señuelo fue suficiente para seducir al
electorado rural.132
131
132
El Argentino, 22/02/1962.
“Plataforma de la Unión Cívica Radical para Saladillo”, El Argentino, 11/01/1973.
3
La evolución de la propiedad en el partido
de Saladillo: de las estancias a las chacras
(1863-1980)
En un principio eran solo las estancias. Aunque, a decir
verdad, la génesis de la propiedad rural en el partido
de Saladillo tiene una precuela: aquellos tiempos en que
todavía los blancos no habían logrado hacer pie al sur del
río Salado, y ese enorme espacio austral era lugar de tránsito de los sujetos nómadas a los que los “huincas” denominaban “naturales” o “indios”. En estas partes de la pampa,
el “desierto” –como lo ha llamado la vieja historiografía–
solamente cedió paso a la ocupación de la tierra después
de 1820, pero su asentamiento no llegó hasta que dieron
frutos las campañas de Juan Manuel de Rosas, poco más
de una década después.
Sin embargo, en el decenio de 1820, y muy especialmente
con el proyecto de Rivadavia, a través de la enfiteusis comenzó
la distribución de enormes parcelas. De hecho, el registro histórico de catastro de la provincia tiene anotaciones de mensuras efectuadas desde 1827, en lo que luego sería el partido de Saladillo. Asimismo, se conoce la lista de los primeros
enfiteutas beneficiados por la iniciativa, que incluía a Juan
Varela, Domingo Arévalo, Julián Rodríguez, Ramón Gallegos,
los sucesores de Felipe López, Félix Frías, Juan Millán y las
varias sucesiones gestionadas por la Sociedad Rural, entidad
139
140
CAMPO JURÁSICO
sin parentesco con su más célebre homónima, fundada en
1866(Levene,1941:584).
En los tiempos de Rosas, el plantel se reforzó con
allegados y simpatizantes del entonces gobernador. Varios
de esos estancieros del partido contribuían con el abastecimiento de ganado a la guarnición del Fortín Mulitas y
–por la cantidad de cabezas movilizadas– probablemente
también al negocio de indios. De acuerdo con los vales
extendidos en 1847, todos los propietarios importantes de
la región acreditaban haber enviado vacunos, desde Casimiro Villegas hasta Bonifacio Alisal, incluidos, entre otros,
Cascallares, Ortega, Atucha, Justo Villegas, Máximo Terrero, Prudencio Arnold y el mismísimo “restaurador de las
leyes”.
Al año siguiente, el partido fue dividido en cuatro
cuarteles que se turnaban para enviar mensualmente 150
animales cada uno. La mayoría de las cabezas era de marcas desconocidas (orejanas), pero los ganaderos debían
completar el número y recibían a cambio una papeleta
extendida por cada alcalde de cuartel. De 1848 a 1850,
figuraban en esa nómina Andrew Dick, los Galíndez, los
Villegas, Alisal, Cascallares, Huergo, Manuel Paz, Nicolás
Anchorena, la sucesión de Basualdo, varios nombres más y
el propio gobernador provincial.133
A su vez, Marcelo Pereyra aporta un reparto del período que se extiende entre la batalla de Caseros y la fundación del pueblo de Saladillo. En él se encuentran María
Dolores Balbastro, el ya presentado Dick, Salomé Cascallares, viuda de Casimiro Villegas e integrante de una de
las familias de mayores propietarios de la provincia, muy
vinculados a la expansión del ganado ovino, Carlos Camilión, Benito Galíndez, Rosario Acosta, dueño de la estancia
133
“Crónica histórica de Saladillo”, El Argentino, 27/04/1967.
CAMPO JURÁSICO
141
El Mangrullo, José María Barrera, Ana Byrne, los señores
Ardoy y Frías, antiguos dueños de Polvaredas Grandes, y
Joaquín Cazón, quien ya estaba a cargo de Polvaredas Chicas (Pereyra, 2015c).
En 1863, la Provincia de Buenos Aires sancionó una
ley para determinar el pago de la contribución directa
sobre la propiedad. La reglamentación de la norma facultó
al juez de paz de cada partido para efectuar el relevamiento correspondiente. En esa obligación, la autoridad local
remitió al Ministerio de Hacienda el listado de las personas alcanzadas por el tributo, así como el monto anual a
abonar por cada uno de ellos. Los contribuyentes no eran
demasiados por una razón: no se contaba entre ese elenco a quienes tenían tierras en enfiteusis, o eran arrendatarios del propio Estado provincial, que al año siguiente
fueron obligados a comprar o marcharse de los campos.
De acuerdo con esos registros, los principales propietarios
eran Federico Álvarez de Toledo, Alejandro Mena, Joaquín
Cazón, Pedro Frías, Tomás Varela, Manuel Paz, Decoud y
Bedoya, José Atucha, José Bedoya, Santos Casavalle, Bernabé Hernández, Mariano Cascallares, Pedro Rojas, Félix
Ferreira, Ángel Cascallares y Manuel Atucha, todos ellos
dueños de más de una legua cuadrada, a quienes se agregaban un grupo de diez propietarios de media o un cuarto
de legua.134
Las leyes de enajenación de la tierra pública bonaerense transfirieron grandes extensiones a favor de particulares. Según Marta Valencia, entre 1864 y 1867 se vendieron
en el partido de Saladillo 184,064 hectáreas, y este proceso
tuvo otra oferta de tierras entre 1871 y 1876 (Valencia, 2005:
305 y 310; Balsa & Colombo, 2007: 5).
134
Contribución Directa. Registro Catastral de la Provincia de Buenos Aires. Con
esclusión de la Capital. Año 1863, Buenos Aires, Publicación Oficial, pp. 123-129,
en adelante CD-RC: 123-129.
142
CAMPO JURÁSICO
Para 1871, en cambio, se puede disponer de una
radiografía de increíble precisión. Se trata de los famosos
cuadros estadísticos confeccionados por José Antonio Rossi, quien no solamente ofreció el listado completo de los
propietarios, con la extensión de sus estancias y las existencias de hacienda, sino que también consignó a cada
uno de sus arrendatarios y puesteros, detalló las chacras
del partido y transcribió mucha más información relevante sobre la riqueza y potencialidad del Saladillo de ese
momento.
Además, desde 1869 comenzaron con cierta regularidad las mediciones censales. Más allá de la exactitud de
cada una de ellas, de las diferentes categorías y tipificaciones usadas y de su carácter anónimo, la información
de esos censos permite construir una secuencia bastante
completa de la evolución de la propiedad rural.
Para ponerles nombre a las estancias, resultan mucho
mejores las distintas capturas realizadas por los agrimensores que dibujaron la cartografía catastral desde inicios
del siglo 20. En primer lugar, y aunque la obra no reflejaba de manera precisa el estado de la propiedad rural al
momento de su realización, el monumental atlas catastral
del país publicado en 1905 por Charles de Chapeaurouge
sí permite observar la distribución de los mayores latifundios. Más fiable es, en cambio, el paisaje rural mostrado
por las diversas ediciones de los planos catastrales preparados por Gregorio Edelberg entre 1919 y 1939.
Asimismo, hay varios otros caminos para rastrear a los
personajes que irán surgiendo en este derrotero, incluso a
pesar del relativo anonimato de algunos de ellos. En este
sentido, a los buenos aportes de los historiadores locales,
se debe adjuntar la contribución de los periódicos saladillenses (en especial sus formidables obituarios), y los diccionarios biográficos de Vicente Cutolo y Jorge Newton.
CAMPO JURÁSICO
143
En definitiva, el ejercicio no es solamente exponer en
listados quiénes eran los terratenientes, sino cómo se fue
modificando la geografía de la posesión, de qué manera se
dieron algunos de esos cambios (por lo menos, aquellos
de los que existen evidencias) y, sobre todo, la forma en
que esos grandes fundos dieron lugar a los campos medianos y las chacras.
Para evitar convertir el texto en una galería interminable de biografías o en una colección de anécdotas, es
razonable sistematizar los datos con algún criterio. En este
sentido, me parece oportuno seguir los lineamientos que
Rogelio Paredes desplegó en su obra Origen y poder (ver
bibliografía), donde le dio vida al entramado entre fortunas
y dominio político en algunos municipios de la Provincia
de Buenos Aires.
Como señaló este autor, en el acceso a la gran propiedad bonaerense, se vivencia lo que él denominó “la flexibilidad de la riqueza”, que permite distinguir al menos tres
grupos muy dinámicos del proceso:
a. quienes anclaban sus fortunas terratenientes en los
orígenes mercantiles de la época borbónica;
b. los extranjeros o inmigrantes rápidamente asimilados
a la sociedad local, cuyos recursos originales procedían del comercio de exportación e importación; y
c. los provincianos que incorporaron a sus patrimonios
tierras bonaerenses.
Junto con ellos aparecieron poco más tarde los “terratenientes banqueros”, gentes que ya disponían de campos,
pero que, gracias al control de las instituciones financieras de Buenos Aires o de la entonces flamante República Argentina, multiplicaron luego sus posesiones (Paredes,
1996: 75-82).
144
CAMPO JURÁSICO
Dado que Saladillo era el caso de una frontera reciente
hasta bien entrado el siglo 19, mi intención es anexar a
estos colectivos a los referentes de la milicia local y los operadores políticos del mitrismo y el alsinismo, piezas fundamentales para la construcción del orden público bonaerense surgido tras la revolución del 11 de septiembre de
1852, y consolidado con el éxito de Pavón, cuando este
proyecto logró nacionalizarse.
Un acercamiento a la propiedad a través de las biografías (grandes
o pequeñas)
Presentada la cuestión, y para comenzar este análisis por
alguna parte, se puede citar a Andrew (o Andrés) Dick,
quien no figuraba en el listado de esos enfiteutas originales, pero que sí fue uno de los primeros grandes propietarios locales. Por caso, tampoco aparece como terrateniente
o estanciero en el diccionario biográfico de Vicente Cutolo,
sino como un personaje curioso: “Médico. Era nacido en
Inglaterra. Llegó a Buenos Aires en 1807, y a poco de su
arribo se preocupó por la enseñanza de la educación física
a través de movimientos y del desarrollo de los músculos”. Fue pionero en esa disciplina y “fundó el atletismo”
(Cutolo, 1971: iii, 569). Pero en un tono menos romántico, y según el catálogo provincial de mensuras, el galeno
británico mandó a hacer varias mediciones en sus campos
en 1827, las primeras a cargo de T. Schuster y otra con
José Antonio Conesa, y una posterior en 1845, a cargo del
agrimensor M. Chiclana.135
135
Catálogo general de mensuras de la Provincia de Buenos Aires. Existentes en el
Archivo de la Repartición desde 1824 al 30 de junio de 1944, La Plata, Ministerio
de Obras Públicas Archivo de la Dirección de Geodesia, Catastro y Tierras, 1945,
p. 326. En adelante: CGM-PBA: 326.
CAMPO JURÁSICO
145
A esta última propiedad debe referirse Miguel Ángel
Volonté al sostener que “el ciudadano inglés Andrés Dick
adquirió a Rosas 18 leguas y media de campo en 1845” (el
equivalente a poco más de 46,000 hectáreas).136 Ese enorme territorio –que ocupaba la mayor parte del actual cuartel 2.° de Saladillo– fue traspasado en 1861 a la sociedad de
Jorge Atucha, Federico Álvarez de Toledo y Lauro Galíndez.
En 1872, Atucha vendió su parte a los otros dos, y en 1882
se disolvió la sociedad de Toledo y Galíndez. Álvarez de
Toledo conservó la parte noroeste, cuya estancia principal
era Los Tres Bonetes, mientras que Galíndez mantuvo la
fracción suroeste, que dio origen a La Barrancosa y otros
establecimientos. Ambas parcelas se dividieron en partes
iguales (Volonté, 2013: 48-49).
Otra fracción del pantagruélico territorio de Dick pasó
a Bonifacio Alisal. De acuerdo con lo aportado por Manuel
Ibáñez Frocham, este súbdito español, nacido en 1805,
vivió largos años en Lobos, donde ejerció funciones de
alcalde. Devoto de Juan Manuel de Rosas, se trasladó al
recién creado partido de Saladillo y, entre 1846 y 1849, ocupó el cargo de juez de paz local. Asimismo, era el propietario de la estancia Leonchos, de cuatro leguas y media de
superficie (unas 11,250 hectáreas). Ibáñez Frocham agrega
además que su sucesor en el cargo entre 1849-1850, Casimiro Villegas, poseía diez leguas cuadradas (25,000 hectáreas), parte de las cuales acabaron luego como ejido del
pueblo (Ibáñez Frocham, 1963: 65-66).
136
La República Argentina no adoptó el sistema métrico hasta 1878. En general,
para expresar la extensión de las estancias, parcelas, lotes y distancias, a lo largo
del siglo 19 se mantuvieron en uso las viejas medidas castellanas de longitud y
superficie. Sin embargo, no eran regulares en todas las regiones, ni siquiera dentro de las mismas provincias. El Estado de Buenos Aires, por ejemplo, las determinó en 1857 y estableció la paridad 1 legua = 6,000 varas. Al simple efecto de
facilitar la lectura, utilizo la siguiente conversión: 1 legua cuadrada equivale a
2,500 hectáreas; a su vez, una hectárea es igual a 14,400 varas cuadradas.
146
CAMPO JURÁSICO
Así, en los renglones precedentes se han introducido
los apellidos de algunos de los más importantes estancieros del Saladillo del siglo 19, catálogo que se irá enriqueciendo con el correr de la centuria.
En su obra biográfica sobre los terratenientes argentinos –escrita para conmemorar el centenario de la Sociedad
Rural Argentina–, Jorge Newton cita a muy pocos nombres,
ya fueran contemporáneos o históricos, vinculados al partido de Saladillo. Forman parte de ese selecto contingente:
Mariano Acosta (miembro fundador de la Sociedad Rural y
presidente de la institución entre 1882 y 1885); los Federico
Álvarez de Toledo, padre e hijo; Carlos Antonio Arrospide, intendente municipal durante el período 1958-1962; los
Jorge de Atucha (bisabuelo, abuelo, padre e hijo), a quienes
el autor califica como una “dinastía”; los Del Carril; Joaquín
Cazón; José Tomás Sojo; Nicolás Bruzzone, dueño de la
estancia Esther; y Benjamín Butteler (Newton, 1972).
A diferencia de muchas de esas personas, Benjamín
Butteler (1824-1891) ya había nacido hacendado. Poseía
fortuna y tierras por herencia, pero las incrementó notablemente a partir de su ascenso político. Tuvo altos cargos
en el Banco Provincia (primero llavero del tesoro y después
director). Luego fue comandante de milicias en los tiempos
del conflicto entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación, y operador del mitrismo y juez de paz de Saladillo,
entre 1858 y 1861. Según Rossi, tenía en enfiteusis la estancia El Mangrullo, de unas 5,000 hectáreas (Rossi, 1871: 62
y 76), pero debe haberla adquirido en propiedad en algunas de las ventas masivas señaladas más arriba, porque
en 1872 encargó una mensura al agrimensor González.137
Cuando murió, sus restos fueron despedidos por el propio
Bartolomé Mitre (Cutolo, 1971: I, 584). Sin embargo, en
137
CGM-PBA: 327.
CAMPO JURÁSICO
147
el atlas de Charles de Chapeaurouge, su nombre aparece
todavía con una gran fracción de tierra en el ángulo occidental del partido, que, en uno de sus extremos, contenía
una parte de la laguna El Potrillo Chico, en coincidencia
geográfica con lo apuntado por Rossi.
Como puede apreciarse, a medida que avanza la lectura, el plantel de estancieros se hace más amplio y su
seguimiento es más complejo. La nómina se acrecentó
siguiendo la lógica de incorporación planteada por Paredes y, tal como se verá en algunos de los ejemplos seleccionados, en buena medida ese incremento se nutrió de la
combinación entre las vicisitudes de la política local y los
flujos del mercado internacional, tanto de bienes, como de
capitales y personas.
En su reseña sobre las primeras elecciones municipales en el partido de Saladillo, Orlando Sanguinetti expuso
con claridad el solapamiento entre poder político y poder
económico. Los jueces de paz del partido eran los estancieros, y los despachos estaban en sus propios establecimientos. Esos mismos personajes formaban parte de las
listas de legisladores anteriores a 1854 y de las autoridades
municipales habilitadas por la Constitución del Estado del
Buenos Aires a partir de esa fecha, aunque, por supuesto,
los más poderosos de ellos jugaban (o aspiraban a hacerlo) en el tablero provincial. Este autor también señala que
en 1856 el juez de paz de Saladillo era Antonio Bozán, y
la sede judicial funcionaba en la estancia de su propiedad, la Santa Isabel, que a su muerte pasó a manos de
José Ramón Sojo. Por distintos motivos, tanto provinciales
como locales, las elecciones municipales no se hicieron
efectivas hasta febrero de 1867 y, desde ya, confirmaron al
mismísimo Bozán y a otros ganaderos en los principales
cargos (Sanguinetti, 1949).
148
CAMPO JURÁSICO
Pero hay otro artículo de este notable periodista y
ensayista que echa todavía más luz sobre el asunto. Se
trata del estudio del origen del nombre de la estancia 7
de Diciembre, cuya lectura es un ejercicio formidable. En
sus inicios, este campo de unas 5 leguas cuadradas (unas
12,500 hectáreas) era parte de otro mayor, obtenido en
enfiteusis antes de 1841 por José María Ezcurra, pariente
del gobernador Rosas. El establecimiento original se llamaba La Barrancosa y tenía doce leguas cuadradas de superficie, o sea, unas 30,000 hectáreas (sin dudas, la mitad suroeste del viejo campo de Dick).
En esa división, la futura 7 de Diciembre pasó a Miguel
Fuentes, hasta que, en 1853, el gobernador Pastor Obligado
adoptó medidas punitivas contra los antiguos federales no
redimidos. En ese momento aparecieron los Aguilar: Eulalio atendía la hacienda y Joaquín, la pulpería. La historia
personal de los tres hermanos Aguilar (los dos ya nombrados y Victorino) está enraizada con la defensa de Buenos Aires contra el ataque de las fuerzas de Urquiza. Allí
actuaron a las órdenes de Mitre y se destacó especialmente
Victorino, coronel de las milicias porteñas, quien tuvo un
papel estelar en el combate librado el 7 de diciembre de
1852, en el Retiro. De ahí proviene –según Sanguinetti– la
denominación de la estancia.
En cuanto a la tenencia, el campo estaba a nombre
de Eulalio Aguilar, quien figuraba como arrendatario de la
provincia y aparentemente no pudo comprarlo cuando, en
1864, el Estado bonaerense liquidó muchos de esos alquileres. Allí la propiedad pasó a Benito Galíndez, terrateniente local y juez de paz, mientras que los Aguilar se mudaron hacia Olavarría, que en ese momento era una frontera
recién afirmada, y, años más tarde, Eulalio se convirtió allí
en juez de paz y referente municipal.
CAMPO JURÁSICO
149
Benito Galíndez, en cambio, era un antiguo poblador
del partido de Saladillo. Al menos en 1845, en sus años
jóvenes, habitaba en la estancia Polvaredas, propiedad de
Salomé Cascallares de Villegas. En 1852 el gobernador
Vicente Fidel López lo nombró juez de paz, en remplazo
del antiguo funcionario rosista Casimiro Villegas (arrendatario de la estancia Leonchos y gran propietario del
partido). Ocupó ese cargo nuevamente en 1866-1867 y
1871-1872. Ya en 1851 su nombre aparece encargando una
mensura, a cargo del agrimensor Eguía.138 La adquisición
de la estancia 7 de Diciembre resultó posible gracias a su
asociación con uno de los más importantes financistas y
terratenientes bonaerenses, Santos Unzué, quien lo ayudó
a pagarla al precio de $150,000 la legua cuadrada, a cancelar en siete cuotas anuales al gobierno provincial.139 Su
actuación continuó en ascenso al convertirse en el primer
presidente de la municipalidad de Saladillo, tras las elecciones locales de 1867, y permaneció como un personaje
local destacado hasta su muerte.
A su vez, Domingo Ayarragaray se convirtió en nuevo
propietario de la 7 de Diciembre en 1880, para dejar la
posesión en manos de su familia durante largas décadas.
En 1919, según el plano catastral de Edelberg, la gigantesca
estancia se había dividido en tres partes. La sección norte
mantuvo la denominación del establecimiento, tenía 7,000
hectáreas y figuraba a nombre de Domingo Ayarragaray.
Una fracción central de 3,500 hectáreas quedó en manos
de María Ayarragaray de Navarro Viola, y el campo más
austral, también de 3,500 hectáreas, pertenecía a Samuel
Ayarragaray, que fue asimismo juez de paz e intendente
de Saladillo en tiempos de los conservadores. La familia
138
139
CGM-PBA: 326.
De hecho, José Antonio Rossi indica que la estancia era propiedad de Galíndez y
Unzué.
150
CAMPO JURÁSICO
también tenía otra estancia, La Razón, a pocos kilómetros
de distancia, en este caso propiedad de otra hija de don
Domingo (Isabel), con una extensión de 2,699 hectáreas,
siempre según los mismos registros catastrales.
Los enlaces entre política, descendencia, gran propiedad y topografía pueden verse también en el caso de la
familia Cazón. Como decía el periódico de los Volonté:
La estación Cazón debe su nombre a José María Cazón, que
integró la comisión fundadora del pueblo y era dueño de la
estancia Polvaredas, de 8 leguas [cuadradas de extensión, unas
20,000 hectáreas], donde residía transitoriamente. Fue varias
veces senador provincial y murió en 1880 a la edad de 71 años.
Sus padres eran Joaquín M. González Cazón y Rafaela Pereyra
Lucena, habiendo casado con una hija del prócer Nicolás Rodríguez Peña.140
Joaquín Cazón (1809-1880) provenía de una familia
porteña del patriciado. Una madre de abolengo y una esposa hija de egregio. Tenía dos hermanos: Cayetano, quien
tuvo una larga carrera política en la Ciudad de Buenos
Aires y era estrecho colaborador de Mitre y Alsina; y Vicente, legislador y funcionario de alto grado de la provincia y
presidente del Banco Provincia entre 1860 y 1865. A diferencia de ellos, Joaquín se dedicó a la actividad rural, aunque, luego de la construcción institucional del municipio
de Saladillo, ocupó varias veces una banca en la legislatura provincial (Cutolo, 1971: ii, 259-260). Si bien en 1858
estaba listado como contribuyente directo de un campo de
seis leguas (unas 15,000 hectáreas),141 su nombre apareció
por primera vez en el catálogo de mensuras de la provincia
en 1860, en este caso asociado a “Atucha, Jorge y otros”.
Luego se lo inscribió (esta vez en soledad y a pesar de
140
141
El Argentino, 01/11/1962.
“Crónica histórica de Saladillo”, en El Argentino, 04/01/1968.
CAMPO JURÁSICO
151
haber muerto poco antes), en 1883, en una medición de
Muñiz, al que se agregó, entre paréntesis, la leyenda “después Riglos, E. M.”.142
Ese campo de Riglos en Saladillo era solamente una de
las tenencias de esta familia, a pesar de figurar aún a nombre de su antiguo titular en los planos de De Chapeaurouge, quien en cambio ubica a un Miguel Riglos con una gran
estancia en 25 de Mayo, cerca del actual deslinde de ese
partido con el de Roque Pérez, y otra de 16,550 hectáreas
en jurisdicción de General Alvear, junto al arroyo de Las
Flores y vecina a la estancia El Quemado, de los Cambaceres. En los planos de Edelberg de 1919, 2,728 hectáreas que
habían sido propiedad de los Cazón ya aparecen a nombre
de Esteban M. Riglos.
Los Riglos pertenecían a una antigua familia virreinal.
Un primer Marcos Riglos figuraba como alcalde, juez y síndico procurador a inicios del siglo 18. Luego se emparentaron con otros patricios: los Lezica. Uno de sus miembros
(José María) tuvo una disputa con los Anchorena, en la
que ambos clanes hicieron valer sus relaciones políticas.
Opositor al rosismo, fue apuñalado cuando estaba a punto
de emigrar a Montevideo.
Otra rama de la parentela, originada en el teniente
coronel Miguel Fermín (hijo de Marcos), aportó linaje con
Miguel, quien también tuvo una significativa inserción
política y social en Buenos Aires hasta su muerte en 1843.
Justamente, Miguel fue parte de la Sociedad Rural, formada en 1829 para la colonización de campos bajo el régimen de enfiteusis en la zona sur, con la dirección de Gaspar Campos. Un hermano de Miguel (José) jugó un papel
importante en las guerras de Independencia y murió como
cónsul en Lima, en 1829.
142
CGM-PBA: 326 y 328.
152
CAMPO JURÁSICO
Por supuesto, resulta impensable hablar de Saladillo
sin citar a Mariano Acosta (1825-1893). El fundador del
pueblo reunía muchas de las condiciones señaladas por
Rogelio Paredes, como la pertenencia al patriciado, las funciones políticas y el papel de agente financiero. Para empezar, integraba una familia porteña tradicional, ya que su
madre era una Santa Coloma. Tras estudiar abogacía, y
dadas sus desavenencias con el rosismo, se exilió en Europa hasta su regreso en 1853. Tras su vuelta, se convirtió en
un importante referente bonaerense: participó en la redacción de la Constitución de 1854, luego fue diputado del
Estado porteño por la campaña, y formó parte de la comisión revisora que estudió la adecuación de la Constitución
Nacional, en 1860. Finalizada esta tarea, se tomó un pequeño descanso en su estancia La Constitución, situada en
Lobos, antes de retornar al gobierno provincial, convocado
por Mariano Saavedra.143
Tal es sabido, ocupaba el puesto de ministro de
gobierno cuando fundó Saladillo, para pasar posteriormente a la presidencia del Banco Provincia, en el momento exacto en que se estaban vendiendo los viejos campos
públicos arrendados. Su actuación política vivió un permanente ascenso: diputado nacional y gobernador provincial
entre 1872 y 1874, saltó ese año a la vicepresidencia de la
república, como compañero de Nicolás Avellaneda.
En su carácter de terrateniente, en 1881 figuraba mandando a efectuar una mensura en Saladillo, a cargo de
Meyrelles.144 En el compendio de De Chapeaurouge, aparece al menos dos veces: con la estancia citada más arriba
(una buena fracción al sur del partido de Lobos, sobre la
ribera del río Salado) y, lo más importante, en carácter de
propietario de la estancia La Barrancosa, a pesar de haber
143
144
“Quién fue Don Mariano Acosta”, El Argentino, 31/07/1974.
CGM-PBA: 328.
CAMPO JURÁSICO
153
fallecido unos años antes. De hecho, en 1919 Edelberg
señaló como titular de esa estancia a Dolores Anchorena.
La vertiente de los comerciantes españoles de los
tiempos borbónicos también tuvo representación en Saladillo. Voy a citar a dos de importancia excepcional. En
primer término, se encuentra la llamada “dinastía Atucha”, cuyo recorrido permite ilustrarse sobre la formación
de una trayectoria aristocrática. Fue inaugurada por Jorge
(1810-1872), el primero de su familia nacido en el Río de
la Plata. Hijo de un inmigrante vasco radicado en 1789 en
Buenos Aires y dedicado al comercio, desde joven se volcó a las tareas rurales. Tuvo establecimientos en Tandil y
Zárate y se destacó como cabañero, ya que fue uno de los
introductores de la raza Shorthorn.
A pesar de ser un ferviente opositor a Rosas, no se
inmiscuyó en las reyertas civiles previas a 1852 y pudo
prosperar como estanciero. Tras la batalla de Caseros y el
sitio de Buenos Aires, ocupó un juzgado de paz y luego fue
legislador del Estado de Buenos Aires, hasta 1864, en que
se retiró para dedicarse a la actividad privada y recreativa
(principalmente, las carreras de caballos) en su quinta de
Belgrano, donde falleció en 1872.
Su hijo, por lo contrario, se ocupó de obtener recursos
de la venta de sus estancias para volcarlos a la especulación inmobiliaria urbana hacia mitad del siglo 19, cuando
Buenos Aires empezó a vivir su transición de gran aldea a
ciudad moderna, y ya antes expresé que se deshizo de la
parte familiar de Tres Bonetes en el mismo año de la muerte de su padre. El tercer Jorge de Atucha hizo el camino
inverso: liquidó los bienes urbanos, adquirió 37,000 hectáreas y a su muerte, a mediados de la década de 1930,
legó al cuarto Jorge de Atucha una gran cantidad de tierra
y una posición social prominente, que lo llevó a ser miembro de la Comisión Directiva de la Rural entre 1944-1946
154
CAMPO JURÁSICO
y director de la revista Anales de la Sociedad Rural. Pero,
para esa época, esta rama de la familia ya había perdido
sus vínculos con Saladillo (Cutolo, 1971: I, 263; Newton,
1972: 50-51).
El segundo caso es el de los Álvarez de Toledo, quienes
remontaban su prosapia a España, donde sostenían estar
emparentados con el duque de Alba. Todo indica que llegaron al Río de la Plata a finales de la época colonial. De un
poco conocido Joaquín, nació Federico padre (1826-1923),
exiliado en Chile en tiempos de Rosas; allí conoció a Sarmiento e hizo amistad con él. Regresó tras Caseros e inició una carrera política en la Legislatura bonaerense y en
el Banco Provincia, del que fue director. También estuvo
en el Ferrocarril del Oeste y fue fundador de la Sociedad
Rural Argentina.
Tras la ya presentada compra de sus campos en Saladillo, fue parte activa de las comisiones municipales desde entonces, sobre todo en la que determinó la fundación
e instalación del pueblo. En 1894, Toledo padre “trasladó el casco de la estancia y le puso el nombre de María
Antonieta, en homenaje a su esposa, María Antonieta Faix”
(Pereyra, 2015c). Según el plano de Edelberg de 1919, esta
monumental posesión alcanzaba 25,089 hectáreas, lo que
significaba casi el 10 % de la superficie total del partido, cantidad que el grupo familiar superaba al sumarle la
estancia San Juan y San Pedro de su hijo homónimo, de
3,852 hectáreas.
En las administraciones rural y pública, le siguió el
joven Federico, ingeniero agrónomo de profesión y político
de vocación. En “Saladillo ocupó sucesivamente los cargos
de Comandante Militar, Presidente de la Municipalidad,
Juez de Paz, Intendente y Presidente del Consejo Escolar”,
pero trascendió al campo nacional al convertirse primero en ministro de Marina y luego embajador en París y
CAMPO JURÁSICO
155
Londres del gobierno de Yrigoyen (Pereyra, 2015d). Federico hijo se retiró de la política en 1928 y falleció en su
estancia saladillense, el 13 de febrero de 1939.145
Desde el Interior llegaron en cambio los Del Carril.
Esta estirpe era originaria de la provincia de San Juan,
donde nació Salvador María (1798-1883). Tras recibirse de
abogado, inició una fructífera carrera política en su terruño, donde fue secretario del gobernador a los 24 años y
primer mandatario local en 1823. Simpatizante de Rivadavia, luego apoyó y asesoró a Lavalle en la deposición y el
fusilamiento de Dorrego. Con el ascenso de Rosas, se exilió
primero en Uruguay y luego en el sur de Brasil. Después de
Caseros, se vinculó con Urquiza y la causa de la Confederación, de la que fue vicepresidente entre 1854 y 1860.
Tras la batalla de Pavón, Salvador María del Carril se
pasó al bando vencedor y entró en la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, en la que permaneció hasta 1877,
para retirarse tras haber ejercido la presidencia desde 1870.
Tuvo dos hermanos de actuación también destacada. Uno
de ellos era Federico (1818-65), militar que peleó con Lavalle y que estuvo en Caseros, pero que en 1852 se unió a
la causa porteña y por ella combatió durante el sitio, en
Cepeda, Pavón y Cañada de Gómez. Como jefe de milicias,
estuvo en Tandil y Campana y marchó con Paunero a las
campañas contra el interior federal. En reconocimiento,
Mitre lo hizo teniente coronel en 1863. El otro hermano,
José María, había nacido en el exilio familiar en Uruguay y
volvió a San Juan para hacer carrera política, hasta convertirse en gobernador en 1869.
Un hijo de Salvador María, Víctor del Carril, nació en
Brasil durante el exilio paterno y militó en política desde
muy joven. Su primer punto destacado fue la participación
145
La Semana, 18/02/1939.
156
CAMPO JURÁSICO
en la revolución de 1874, en la que se mantuvo leal al
gobierno y desairó a Mitre al aportarle tropas al general
Arias para la batalla de La Verde. Luego fue juez de paz
de Saladillo, en 1874-1875, 1877-1878 y 1883-1884, senador provincial entre 1880 y 1890 y vicegobernador desde
esa fecha hasta la intervención federal que sucedió a la
revolución de 1893. Su nombre está anotado por lo menos
cuatro veces en el registro provincial de mensuras: entre
1887 y 1888, el agrimensor Dodds realizó varias labores a
su nombre, una primera asociado a José Sarasola, otras con
José Viale y dos más sin acompañantes.
En el atlas de De Chapeaurouge, su nombre aparece
una y otra vez, en general junto a Pedro del Carril. Figura
en el oeste del partido de Saladillo, justo en el triple límite
con los municipios de General Alvear y 25 de Mayo, donde
poseía en soledad una parcela no menor a las 5,000 hectáreas, que se expandía por los tres distritos. Era vecino
de sí mismo, con una fracción algo menor a nombre suyo
y de Pedro, con quien gozaba de otros dos campos en
jurisdicción de General Alvear, uno de ellos muy extenso y
lindero al del gran terrateniente José Crotto. Por supuesto,
su tenencia central era la gigantesca estancia del norte del
partido, que abarcaba las actuales localidades de Del Carril
y Polvaredas y se encontraba entre los cinco campos más
grandes de Saladillo.
De todos modos, los efectos sucesorios fueron dividiendo esos latifundios. En el plano de Edelberg de 1919, la
vieja propiedad ya aparece separada en fracciones de unas
2,000 hectáreas cada una, entre Ofelia del Carril, Emilio
del Carril, A. T. del Carril de Güiraldes, Carlos Federico
del Carril, Ramiro del Carril y el Banco el Hogar Argentino (tenedor de dos fracciones que sumaban más de 3,200
hectáreas). Asimismo, el campo del oeste había cambiado
de manos: una gran parte fue absorbida por la estancia El
CAMPO JURÁSICO
157
Mangrullo, y otra menor pasó a formar parte de la imponente hacienda de los hermanos Sojo.
El nombre de esta última familia pertenece a la temprana historia saladillense. Según se ha escrito, el fundador del clan fue José Ramón Sojo, un comerciante español de origen vasco, nacido en 1840. De acuerdo con los
datos aportados por Marcelo Pereyra, se radicó en el partido en 1859,
con un comercio que instaló en el campo de un señor Rodríguez,
en las inmediaciones de Cazón. Desde entonces, su nombre
estuvo ligado a Saladillo, que lo tuvo como uno de sus más activos impulsores en los años de la fundación.
En efecto, fue censado por el juez de paz como contribuyente en 1863, aunque con una valuación pequeña de
$7,000.146 Conoció a quien sería su esposa en un viaje a
España, en 1869, y al regresar se instaló en la Ciudad de
Buenos Aires, donde se dedicó también al comercio. No
obstante, nada indica un descuido de sus intereses al sur
del Salado, ya que, en 1877, junto con los señores Dalto y
Holze, encargó una mensura al agrimensor Cassier.147 En
1897 se retiró de sus negocios para instalarse en su estancia, la Santa Isabel.
Dos de sus descendientes (Enrique T. y Ángel Sojo),
juntos con José Salaberry y Pedro Bercetche, confiaron
al agrimensor Edo la mensura del campo Santa Rita en
1918.148 Justamente la hermandad de los Sojo había devenido en 1919 en dueña de cantidades imponentes de tierras. En el catastro de Gregorio Edelberg de ese año, se
consignan a su nombre los campos: El Carmen, de 2,755
hectáreas; El Bañadero, de 2,179; La María, de 1,631; San
146
147
148
CD-RC: 123.
CGM-PBA: 327.
CGM-PBA: 330.
158
CAMPO JURÁSICO
Víctor, de 2,342; San Ignacio, de 2,130; y la ya nombrada
Santa Rita, de 1,400; todas ellas colindantes. A eso debe
sumarse la originaria estancia Santa Isabel, ubicada en la
zona centro-oriental del partido, de 1,610 hectáreas, que
en ese momento se hallaba en trámite sucesorio. Como
puede apreciarse, acumulaban un total de más de 17,500
hectáreas, a las que solo el fraccionamiento hace figurar
en los censos como campos menores a 3,000 hectáreas. El
vástago más reconocido de don José padre fue José Tomás
Sojo, ingeniero y ministro provincial, que murió el 13 de
junio de 1938.
Otro hijo célebre de Saladillo fue Alejandro Posadas
(1870-1902). En este caso, no por su trayectoria política, sino por sus excepcionales dotes en el campo de la
medicina argentina, disciplina que lo considera uno de
sus padres. Por desgracia, murió de tuberculosis a los 31
años, no sin antes convertirse en maestro de varios de los
nombres grandes de esa ciencia. Era hijo de don Alejandro Posada (aparentemente así el apellido original, sin la
S final), un inmigrante gallego que arribó al Río de la Plata en 1854.149
Posadas padre se dedicó al comercio, y en 1863 lo
registraron para la contribución directa, con una base tributaria de $11,000, un capital todavía modesto. Pero apostó también por las actividades agropecuarias, y ya en 1871
Rossi lo señaló como propietario de un campo de 832 hectáreas y arrendatario de seis puestos en la estancia Tres
Bonetes, donde pastoreaban 16,000 ovejas y 180 vacunos
(Rossi, 1871: 61 y 70). Los negocios debían ir bien, porque
Alejandro hijo pudo marcharse a Buenos Aires en 1888 a
realizar sus estudios universitarios y, en efecto, De Chapeaurouge nominó para la familia dos parcelas de la zona
149
“Así fue la primera operación filmada en la historia de la medicina: se hizo en
Buenos Aires, hace más de 130 años”, Infobae, 05/01/2020.
CAMPO JURÁSICO
159
norte del partido: una vecina a la laguna del Indio Muerto,
no muy lejos del actual paraje San Blas, y la otra junto
al arroyo Saladillo, de la orilla que hoy día pertenece a
Roque Pérez.
Los planos dibujados por Edelberg en 1919 y 1939,
cuando las propiedades se habían fraccionado por efectos
de la sucesión, aportan mayor certeza: el primero de los
campos se extendía por 2,361 hectáreas y el segundo alcanzaba las 3,232. A la muerte del padre y el primogénito, todo
indica que la administración de esas estancias recayó en
los otros hijos, en especial en Carlos Posadas, a quien ya
me referí en el capítulo 2.
Como dije más arriba, a las tipologías presentadas por
Paredes, es bueno sumarles los casos de quienes se hicieron importantes propietarios desde el servicio de armas,
pero empezando como soldados-colonos en la mitad del
siglo 19. Dionisio Pereyra (1823-1871) es el caso de un miliciano que recibió tierras por sus tareas y luego se forjó un
nombre dentro del padrón saladillense. Había nacido en
Buenos Aires, en el seno de una familia unitaria que debió
exiliarse durante el rosismo.
Después de Caseros, participó en la lucha contra los
malones, y, en 1855, el gobernador Pastor Obligado lo
designó como jefe del fortín El Mangrullo, en la estancia
homónima, propiedad entonces de Roque Carranza. Allí
levantó ese sitio destinado a vigilar posibles invasiones y
asegurar la línea de frontera, además de intervenir en la
construcción de otra fortificación con destacamento de
tropas, en el margen del arroyo Las Flores. En esos avatares, en 1856 fue hecho prisionero por Calfucurá, durante
su famosa invasión.
Una vez recuperada la libertad, lo nombraron comandante del Regimiento 6 de Caballería de Guardias Nacionales y se le encargó la construcción del fortín Las Parvas
160
CAMPO JURÁSICO
(futuro Regimiento 9 de Guardias Nacionales). Mientras
tanto, se había convertido en estanciero, ya que el agrimensor Hudson le practicó una mensura en 1863, pero
Rossi solamente lo menciona como enfiteuta de unas 2,500
hectáreas. En 1867 obtuvo el ascenso a teniente coronel y
la designación de comandante militar de Saladillo. Era el
titular de la estancia El Porvenir, donde criaba unas 5,000
ovejas y 1,200 vacunos, y del campo La Fortuna, sitio en el
que falleció el 11 de octubre de 1871 (Rossi, 1871: 62 y 80;
Cutolo, 1971: vi, 180).150
Su hija se casó con un primo, Aureliano Roigt, otro
prohombre local que debió su ascenso social a la milicia.
Sobrino de Pereyra, Roigt se radicó en Saladillo en 1869,
para sumarse a la defensa del fortín El Mangrullo. En 1874
participó de la batalla de La Verde como jefe del batallón
Saladillo. Como premio por la victoria, le otorgaron el grado de mayor, se convirtió en referente local del alsinismo y
ejerció el puesto de juez de paz entre 1879 y 1880. En 1890
se sumó a la Unión Cívica y tres años más tarde fue parte
de la revolución radical de 1893, junto a Emiliano Reynoso.
Falleció en la Capital Federal, a finales de 1920.151
Si bien sus propiedades no figuran en el atlas de De
Chapeaurouge de 1905, en 1919 Edelberg demarcó a la
familia Roigt-Pereyra con varias parcelas en el sur del partido, entre la estancia La Barrancosa por el oeste y el arroyo
de Las Flores por el este. La suma de sus fracciones, que
incluía los campos La Armonía y La Agripina, pasaba las
2,000 hectáreas.
Un antecedente miliciano también estaba en el origen
del fundador de otra familia de notables locales: los Bustingorri. El primero de la progenie, don Miguel, nació en
25 de Mayo, el 30 de marzo de 1865. Su padre (también
150
151
“Don Dionisio Pereyra. En el centenario de su muerte”, El Argentino, 14/10/1971.
“D. Aureliano Roigt. Centenario de su muerte”, El Argentino, 23/06/1945.
CAMPO JURÁSICO
161
llamado Miguel) era un migrante vasco y “pertenecía a la
guarnición del Fortín Mulitas desde 1850, los años en que
Calfucurá reinaba soberano en la extensión de la pampa y
adelantarse a la línea de fronteras era un acto de genuino
heroísmo”. Con todo, Miguel padre poseía una estancia llamada Santa Juana.
Miguel hijo vivió allí hasta que se trasladó a la estancia
La Carolina. Desde ese lugar se mudó, en 1905, al campo
San Patricio, cercano a Mamaguita, “en calidad de arrendatario primero y propietario después”. En 1897 hizo un
buen casamiento con María Basabe, “perteneciente a una
de las familias más tradicionales de 25 de Mayo”, con quien
tuvo diez hijos. El éxito empresario lo llevó a disponer de
dos grandes establecimientos: Las Dos Marías, en 25 de
Mayo, y San Miguel, en Saladillo, entre los que reunía 3,000
hectáreas de campo. En 1928 se radicó en la planta urbana de Saladillo, donde murió el 7 de mayo de 1945.152 Por
supuesto, en la búsqueda de elevar la situación social de su
descendencia, su primogénito Miguel fue enviado a estudiar al Colegio del Salvador primero, luego al Nacional de
Buenos Aires y posteriormente a la Facultad de Derecho
de la Universidad de Buenos Aires, donde se graduó como
abogado ( Bustingorri, 1953).
Ciertamente, no todas las historias de búsqueda de
ascenso económico y social concluyeron de manera exitosa; ni tampoco en todos los casos los herederos de esas primeras generaciones de emprendedores lograron mantener
las posiciones (y sobre todo los bienes) de sus ancestros;
ni son las trayectorias de sujetos poseedores de grandes
parcelas las únicas en que vale la pena detenerse. Lejos de
ser lineal, la evolución de la propiedad agraria saladillense
presenta diversidad y complejidad.
152
“Don Miguel Bustingorri. Se cumple el centenario de su nacimiento”, El Argentino, 25/03/1965.
162
CAMPO JURÁSICO
Una historia con altibajos es la de otro clan local de
gran ascendencia: la familia Cabral. Máximo fue uno de los
fundadores del pueblo, juez de paz entre 1864-1865 y de
nuevo en 1869 y 1883. El registro de contribuciones directas no lo nombra, aunque figuran en él tres personas de
apellido Cabral, todos con capitales menores, pero Rossi lo
cita como arrendatario del campo San Alejo, que, en sus
cinco puestos, albergaba a 14,500 ovinos, 240 bovinos y 275
equinos, y formaba parte de la estancia Santa Rosa, de Páez
y Rosales, ubicada junto al arroyo Las Flores, en el actual
Cuartel v, cerca de Blaquier (Rossi, 1871: 80).
Don Máximo estaba (aparentemente) relacionado
con el célebre sargento de San Lorenzo y con las familias
Monteagudo y Del Valle, en tanto que su esposa, Matilde
Fernández Mansilla, era pariente del general Mansilla y del
mismísimo Rosas. El matrimonio tuvo una abundante descendencia, entre ellos Carlos, octavo en orden de llegada y
nacido en 1864. El joven Cabral no sintió la comezón por el
negocio agropecuario, sino que se dedicó a la educación,
y llegó a ser un maestro rural muy reconocido. En 1892
se casó con Emilia Thompson, propietaria de un campo
en la zona de El Parche, donde Carlos fundó una escuela
rural y continuó con la enseñanza. En 1906 volvió al pueblo, pero no pudo poner en marcha la escuela particular
que tenía en mente. Como decía El Argentino al recordarse
el centenario de su natalicio, “las condiciones económicas
adversas, y también influido por la bohemia de su carácter independiente, lo llevan a ejercer uno de los aspectos
más sacrificados de la enseñanza, el de maestro particular
rural”, tarea desempeñada hasta su muerte, en 1935.153
En la otra vereda, es interesante revisar un caso afortunado de ascenso social como el de Santiago Cartier. Hijo
153
“Hoy se cumple el centenario del nacimiento de D. Carlos Cabral”, El Argentino,
16/07/1964.
CAMPO JURÁSICO
163
de inmigrantes franceses, nació en Saladillo el 31 de julio
de 1875. Su padre (también llamado Santiago) figura en el
censo de Rossi como arrendatario de Galíndez y Atucha en
Tres Bonetes, con cuatro puestos y 9,500 ovejas en su campo (Rossi, 1871: 74). El joven Santiago trabajó en sus años
mozos en estancias de Lamadrid, Córdoba y Santa Fe. En el
trabajo de Charles De Chapeaurouge, un Santiago Cartier
ya figura como propietario de un campo mediano, justo
en el límite de las estancias La Barrancosa y la citada Tres
Bonetes, y, en los planos de Edelberg de 1919, la sucesión
de esa propiedad entre los Cartier y sus parientes sumaba
más de 1,000 hectáreas, ubicadas entre las estancias Leonchos y las dos ya mencionadas.
Una curiosidad anexa de Cartier era la de haber formado parte de la primera conscripción en Curamalán, en
1896. En 1907 se casó con una prima suya y, con una
posición hecha, fue presidente del Club Social en los años
veinte. También tuvo cargos en la Sociedad Francesa, la
Sociedad Rural e Hipódromo de Saladillo y algunos puestos políticos menores en representación del radicalismo
local. Como muchos hijos de inmigrantes, era “un acendrado cultor del criollismo” y cerró su trayectoria de notable saladillense como miembro de la Comisión de Festejos
del Centenario, organizadora de las celebraciones del 31
de julio de 1963. En muestra del reconocimiento público,
su largo obituario no se publicó en la sección necrológica,
sino en la primera página de El Argentino.154
Como las de Sojo y Posadas, muchas de las fortunas
rurales de Saladillo tuvieron origen en el comercio local,
aunque no alcanzaran igual magnitud. Lucas Mañana, por
ejemplo, hijo de un padre homónimo, “había nacido en
Las Flores […] y desde niño se radicó en nuestro pueblo,
154
El Argentino, 23/07/1964.
164
CAMPO JURÁSICO
donde su padre ejerció el comercio y luego se estableció en
el cuartel 7°, con un importante establecimiento de campo”. Si bien el joven Lucas hizo carrera como empleado
bancario, luego regresó a vivir en la estancia familiar, hasta que falleció a los 82 años, a causa de un incidente de
tránsito.155
No muy disímil fue la trayectoria de Manuel Villanueva, legendario comerciante de Saladillo nacido en 1886.
Empleado de comercio en el almacén de Oliver en su primera juventud, luego hizo la misma actividad en la ciudad
de San Fernando, lo que le permitió juntar el capital para
abrir, en 1914, el almacén El Globo, en la esquina de las
actuales Mitre y Sojo. Más tarde se expandió, con la apertura de un almacén rural en El Parche, y, en paralelo a
esto, comenzó “a dedicarse a las actividades agropecuarias, tareas que siempre desarrolló con mucho placer”, aun
cuando cerró su primera tienda, en 1947. Devenido en ciudadano ilustre, fue elegido para presidir la Comisión del
Centenario. Murió a los 81 años, el 9 de marzo de 1967.156
Es que, a principios del siglo 20, la zona rural de Saladillo podía ofrecer las posibilidades para un rápido progreso, desde inmigrante reciente a propietario, en un tiempo
relativamente breve. Una de esas historias de vida es la de
don Juan Ferro. Nacido en la provincia de Salerno, hacia
1879, de adolescente fue a “hacer la América” a Estados
Unidos. Volvió a su original paese de Sassano para casarse con Filomena de Lucca. Llegó a Argentina en 1905 y
se avecindó en las estancias San Miguel y El Capricho de
la familia Saralegui, asociado a su hermano Francisco. En
1924, en cambio, pudo adquirir “una importante extensión
de campo en Cazón, donde se estableció con su familia”
155
156
El Argentino, 17/03/1966.
“Don Manuel Villanueva”, El Argentino, 16/03/1967.
CAMPO JURÁSICO
165
(compuesta por once hijos), para poner en marcha un establecimiento modelo, al que denominó “San Juan”.157
Contrariamente a la idea historiográfica común sobre
la dificultad, la casi imposibilidad o la inconveniencia de
los arrendatarios bonaerenses para acceder a la propiedad,
en Saladillo abundan ejemplos en sentido contrario y las
fuentes muestran que la circulación, el aprovechamiento
de oportunidades y la posesión de la tierra como coronación del trabajo podían ser más habituales de lo pensado.
El caso de Pascual Puricelli lo grafica muy bien. Había nacido en Las Flores, en 1879. Luego su familia pasó al partido de General Belgrano y en 1903 se radicó en Saladillo,
en la estancia La Materna. Tras casarse, pudo adquirir su
propio establecimiento de campo, “contiguo a Álvarez de
Toledo, donde ha vivido desde entonces”, como se leía en
su necrológica.158
Justamente la estancia de los Toledo fue la puerta de
entrada de otro inmigrante italiano, Cesare Benigni, quien
llegó de Osimo, provincia de Ancona (región de Le Marche), en 1906, cuando contaba con 19 años. En un principio, el joven Cesare se radicó en la estancia La María
Antonieta, y para 1921 ya era capataz del establecimiento.
En 1925 se abrió camino como arrendatario de esos terratenientes, hasta que en 1933 se trasladó a la zona de La
Campana. Allí, fue parte del grupo fundador de la Escuela
Laínez 186 del paraje, y presidente de su cooperadora. Pero
su sueño se haría realidad poco más tarde: “Corría el año
1937 cuando cumplió el gran anhelo de su vida: adquirir
una fracción de campo, que luego de haber construido en
ella una casa habitación y una capilla, se instaló para vivir
allí en 1945”. Permaneció al frente de ese establecimiento
157
158
El Argentino, 09/08/1962.
El Argentino, 24/12/1964.
166
CAMPO JURÁSICO
hasta 1975, cuando, ya con 88 años, decidió establecerse
en el pueblo.159
Algo similar ocurrió con Manuel Martínez Revaldería,
quien arribó desde Lugo, Galicia, en septiembre de 1906.
Con veinte años, se instaló en Del Carril para dedicarse a
las faenas rurales. Primero fue arrendatario, pero un tiempo después ya era propietario, y en 1929 pudo darse el gusto de volver a España para poder pasar un año entero en
su patria de origen.160 Y debe tenerse en cuenta que Toledo,
La Campana y Del Carril habían sido zonas de estancias
enormes hasta la década de 1910, según reseñé antes, y
puede contrastarse sin inconvenientes al mirar los planos
de De Chapeaurouge y Edelberg.
En efecto, basta revisar rápidamente la prensa saladillense para encontrar ejemplos del proceso de división de
propiedades grandes y medianas en predios menores. Así,
en abril de 1927, se anunció la venta en remate público del
campo Santa Rosa de Juan Moreno, cerca de Micheo. Esas
680 hectáreas se fraccionaban en nueve lotes de 73 a 80
hectáreas y podían financiarse “con préstamos de colonización del Banco Hipotecario Nacional”.161
Poco más tarde, se ofreció una de las subdivisiones de
la herencia de Víctor del Carril, identificada como estancia
La Revancha. Este caso se aprecia en un afiche que está resguardado en el museo local, de 1929, donde se publicitaba
la salida al mercado de una fracción de 1,024 hectáreas
y diecisiete lotes que, en superficies desde 41 hasta 115
hectáreas, totalizaban 944 hectáreas. Como rezaba el aviso,
estas parcelas menores aspiraban a que “los trabajadores
rurales que [dispusieran] de algunas economías o de un
pequeño crédito [pudieran] adquirir un pedazo de tierra”,
159
160
161
“Don Cesare Benigni”, El Argentino, 16/08/1979.
El Argentino, 05/03/1964.
“Campo ‘Santa Rosa’. Su venta en lotes”, El Argentino, 28/04/1927.
CAMPO JURÁSICO
167
algo para lo que incluso contarían con el apoyo financiero
del Banco Provincia.162 Aun en plena crisis, en el invierno
de 1930, también se comunicó la subasta de 440 hectáreas
pertenecientes a Samuel Ayarragaray, junto a la estación
San Benito, fraccionadas en fincas de 12 a 24 hectáreas,
también con financiación de esa entidad.163
¿Qué pasó en esa misma época en la zona sur del
partido, que es el foco de esta investigación? Aquí van algunos ejemplos. Ernesto Arbeloa, un navarro nacido en Eibar,
probablemente en 1895, llegó a Saladillo todavía adolescente. “Trabajó primero en la colonia del campo de Gorchs
y luego se estableció en Barrancosa, a partir de 1925, donde
años después iba a adquirir la tierra regada con el sudor
de su frente”.164 También Joaquín Ripoll pasó por Gorchs,
antes de recalar en La Barrancosa. Nacido en España, probablemente en 1893, además de dedicarse al cuidado de
su chacra en compañía de su familia, fue asociado de la
Federación Agraria y miembro fundador de la Cooperativa
Agrícola. La muerte lo sorprendió a los 58 años, “mientras
se hallaba en la feria, entregado a sus habituales ocupaciones de hacienda”.165
Aunque sus campos no estaban tan cerca, Ripoll compartió muchos intereses con Ángel Abarca, cuyo deceso
aconteció el 3 de diciembre de 1957, a los 72 años. Español
de nacimiento, llegó al país en 1903, a los 18 años, para
radicarse “primero en Sojo, luego en Toledo y finalmente
en Barrancosa, de la cual fue vecino destacado, fundador y
primer presidente del Club Carlos Calvo”. A pesar de haberse afincado en el pueblo desde 1943, Abarca “continuó
162
163
164
165
Museo de Saladillo, afiche publicitario sin catalogar. Agradezco su localización a
Romina Virgili.
“440 hectáreas de campo serán loteadas en Saladillo”, El Argentino, 13/09/1930.
El Argentino, 18/07/1963.
El Argentino, 19/04/1951. Agradezco la localización del aviso fúnebre a Silvina
Krupitzky.
168
CAMPO JURÁSICO
apoyando el movimiento de agricultores federados y, al
fundarse la Cooperativa, fue uno de sus miembros más
entusiastas”.166
Según puede verse, la cuestión de la posesión de la
tierra fue apenas una faceta de las vidas de estas personas,
a pesar de que esa complejidad y riqueza queda muchas
veces oculta bajo el rótulo que tipifica a muchos chacareros como gente “simple y sencilla”. Un ejemplo de esta afirmación es el formidable obituario que El Argentino dedicó
a don Santos Capponi, fallecido el 22 de noviembre de
1961, a los 82 años. Nacido en 1879 en Ancona (región
de Le Marche, Italia), llegó al país en 1903, ya casado con
Enriqueta Ciampichini. En 1906 el matrimonio se instaló en Saladillo, como uno de los primeros pobladores de
la colonia agrícola fundada por Rafael Domínguez en la
estancia La Barrancosa. Además de colono, se empleó “en
el movimiento de bolsas del galpón de la misma estación”,
y en 1910 se radicó “con chacra propia en el campo 7 de
Diciembre de don Domingo Arrayagaray”. Más allá de las
alegrías y los sinsabores de las faenas agrícolas y de una
familia con nueve descendientes, el periódico lo recordaba
también como “un factor de progreso, tanto en el vecindario donde actuara por tantos años, como en el medio rural
que fue practicando luego los sistemas cooperativos, a los
que prestó un decidido apoyo”.167
Unas semanas más tarde, se produjo la defunción de
Nazareno Ciampichini, cuya historia personal estaba muy
entrelazada con la de Capponi, de quien era casi contemporáneo y cuñado. También era nativo de la región de Le
Marche (en este caso, de la provincia de Macerata) y arribó
a Argentina en 1907, casado con Asunta Bellesi y ya con un
166
167
El Argentino, 12/12/1957. Agradezco la localización del aviso fúnebre a Silvina
Krupitzky.
El Argentino, 30/11/1961.
CAMPO JURÁSICO
169
hijo. Se asentó asimismo inicialmente en Barrancosa, pero
luego pasó por Micheo y Pueblitos, para afincarse definitivamente en Leonchos, en 1919.168
Agustín Baiocco, en cambio, era un marchegiano
de Osimo, donde había nacido, probablemente, en 1873.
Ingresó a Argentina en 1896, ya casado, y se estableció
en Roque Pérez (en ese entonces partido de Saladillo). En
1907 se ubicó en La Barrancosa, para pasar luego a San
Benito, siempre como arrendatario. En “1926 pudo alcanzar la satisfacción de adquirir la tierra propia, al producirse
la subdivisión del campo La Mascota”.169 Cerca de esa chacra, se localizó Víctor Pérez, fallecido el 4 de noviembre
de 1965. “Había nacido en el pueblo de Criales de Losa,
provincia de Burgos, en 1900, y trece años después llegó
en compañía de su madre a este pueblo, donde ya estaba
radicado su padre, trabajando en las faenas rurales”. Tras
casarse en 1926, se instaló en la estancia Los Puestos, hasta
que pasó a La Barrancosa, en 1941, “al campo que luego
habría de adquirir en propiedad”.170
Pero no todos pasaron directamente del barco al campo. Por lo contrario, Pedro Fasano nació en el pueblo de
Saladillo, en 1885. Trabajó en la construcción junto a su
padre y luego se radicó en su chacra de La Razón, “a cuya
labor dedicaría más de 40 años de su vida, y fruto de la
misma fue el acrecentamiento de su patrimonio”. Se había
casado con la hija de inmigrantes irlandeses (María Inés
Killian), de lo que tal vez derivó el apodo de “el Inglés”,
con el que se conocía a su hijo.171 Su parcela no era muy
grande, pero parece que incluso tenía al menos un peón en
el establecimiento. Así lo informaba también El Argentino,
168
169
170
171
El Argentino, 04/01/1962.
El Argentino, 12/03/1964.
El Argentino, 11/11/1965.
El Argentino, 01/10/1959.
170
CAMPO JURÁSICO
que recordó la muerte del jornalero Juan Antonio Rivero, a
los 48 años, el 30 de abril de 1962.172
Mientras las chacras remplazaban las viejas estancias,
los antiguos apellidos del catastro de inicios del siglo 20
vinculados a esos latifundios se iban apagando en su
segunda mitad. Algunas de esas personas hacía tiempo se
habían mudado de Saladillo, como Isabel Ayarragaray, que
murió en la Ciudad de Buenos Aires, en julio de 1959, a
los 85 años. Su obituario recordaba que era hermana del
“extinto don Samuel Ayarragaray”, y que “poseía en la estación Barrancosa una importante extensión de campo heredada de su padre, don Domingo Ayarragaray”.173
No todos los retoños de los antiguos terratenientes
partían de este mundo rodeados de la vieja fortuna y de
las amistades de sus pasados vínculos sociales. Una necrológica muy breve anunció, en diciembre de 1960, la prematura muerte de la integrante de una de esas grandes
castas ya presentadas:
Recibieron sepultura en nuestra necrópolis, el sábado por la
mañana, los restos de la señora Julia Ofelia Riglos, fallecida en su
domicilio de Del Carril, a los 42 años de edad. Era hija de quien
fue propietario del conocido campo entre Cazón y Del Carril,
aunque actualmente carecía de todo bien de fortuna.174
Tal vez más desahogada en términos financieros, pero
casi en soledad, se apagó el 5 de febrero de 1964 la vida
de María Ofelia Roigt, en la Capital Federal, “donde residía
desde [hacía] muchos años”. Era la hija “de don Aureliano
Roigt y de doña Agripina Pereyra, era nieta del teniente
coronel Dionisio Pereyra, jefe del cantón en El Mangrullo
y uno de los fundadores de Saladillo”. El Argentino dijo lo
172
173
174
El Argentino, 10/05/1962.
El Argentino, 20/08/1959.
El Argentino, 15/12/1960.
CAMPO JURÁSICO
171
siguiente sobre ella: “[En su juventud] destacóse netamente en nuestro medio social, por su cultura y distinción, que
le eran proverbiales”. Pero, cuando sus restos fueron trasladados para ser sepultados en el cementerio de Saladillo,
apenas formaban el cortejo su hermano Luis María y “un
puñado de fieles amigos”.175
La evolución de la propiedad, medida a través de los censos
y las encuestas
Cuando la Provincia de Buenos Aires mandó a levantar
un registro de propietarios a fin de calcular el importe que
debía percibir cada uno de ellos en concepto de contribución directa inmobiliaria, el entonces juez de paz de Saladillo informó la existencia de un grupo pequeño de propietarios rurales que disponían de poco más de 240,000 hectáreas. Como he dicho, muchos terratenientes eran en realidad arrendatarios del Estado provincial o viejos enfiteutas,
situación que empezó a ser saneada al año siguiente.
A pesar de esto, todavía en 1871 Rossi diferenció los “campos de propiedad” de los “campos enfitéuticos”. Los primeros
comprendían unas 274,000 hectáreas, y los segundos, alrededorde70,000.Además,ensutrabajomencionólaexistenciade
111propietarios,quienesconcentrabancercade384,614delas
442,459hectáreasqueélcalculócomosuperficiedeunpartido
que todavía contenía al actual de Roque Pérez. De esos terratenientes, seis poseían más de 5,000 hectáreas, y otros ocho, más
de10,000(Rossi,1871;Balsa&Colombo,2007:5-6).
También individualizó a los arrendatarios (sin señalar
las superficies ocupadas) y a un buen número de puesteros,
encargados, medieros, habilitados y dependientes de las
175
El Argentino, 13/02/1964.
172
CAMPO JURÁSICO
estancias para completar ese retrato del antiguo Saladillo. Una
década después, el censo provincial de 1881 consignó mucha
información sobre población y efectuó cálculos acerca de la
riqueza agrícola, ganadera, industrial y comercial del distrito,
pero no echó luz alguna sobre la cuestión de la propiedad: no
figuraronensuspáginasnipropietarios,niarrendatarios.
En 1888, todavía fue bastante escueta la información
acercadeltemadelatenenciadelatierra,peroesteprimercensoagropecuarioreportólapresenciade365arrendatarios,que
laboraban 165,694 hectáreas. Es bueno recordar que el relevamiento tuvo como destino la presentación de información
estadísticaenlaexposicióninternacionaldeParísde1889y,en
tal sentido, buscaba atraer inversores e inmigrantes para desarrollar la potencial riqueza del país. Por eso, tenía un especial
énfasis en mostrar las leyes de colonización agrícola sancionadas poco antes, en medio de la onda especulativa. Según el
censo, Saladillo participaba de ese jolgorio con una colonia de
2,719 hectáreas, aunque, en realidad, en el registro de mensuras se anotaron cuatro probables colonias, bajo las denominaciones de Centro Agrícola, a saber: La Fortuna (1888),
Ayarragaray (1889), Oficial (1889) y Caminos Arévalo (1890).176
Para desgracia de los mentores de estas iniciativas, esa burbuja
inmobiliaria explotó en 1890 y, por unos años, la Argentina
ya no apareció ante los mercados internacionales de crédito
comoundestinodeseado,sinocomoundeudorinsolvente.
A partir del censo nacional de 1895, puede disponerse
de información más precisa y de mayor calidad analítica, a
pesar de no consignarse en esta medición la escala de extensión de las explotaciones, y de presentarse los datos en una
división taxativa entre agricultura y ganadería, que no permite ver la superposición de actividades (explotaciones mixtas).
En esa oportunidad, en Saladillo (Roque Pérez incluido) fue-
176
RGM-PBA:328/329.
CAMPO JURÁSICO
173
ron comprobadas 964 explotaciones dedicadas a la agricultura,286delascualesestabanacargodesuspropietarios,563, en
manos de arrendatarios, y 115, bajo el régimen de mediería o aparcería.
Cuadro 3.1. Evolución de la propiedad en el partido de Saladillo
Año
Tipo de
Censo
EAP (a)
Propietarios
Hectáreas
Arrendatarios
Hectáreas
Otros (b)
1871
Rossi
390
111
347,000
N/I
N/I
279
1888
Nacional
N/I
N/I
N/I
365
165,694
N/I
1895
Nacional
964
286
N/I
563
N/I
115
1908
Nacional
1,277
N/I
N/I
N/I
N/I
N/I
1914
Nacional
1,212
334
N/I
700
N/I
178
1916
Ganadero
1,878
858
95,331
1,020
66,825
N/I
1937
Nacional
1,903
658
N/I
1,172
N/I
73
1947
Nacional
2,245
896 (c)
101,294
1,068
105,151
281
1960
Nacional
1,790
N/I
147,083
N/I
66,548
27,436
1969
Nacional
1,840
N/I
194,145
N/I
44,663
20,445
1974
Nacional
1,556
N/I
203,655
N/I
33,232
19,068
1988
Nacional
1,318
1,218
193,916
64
30,149
(d)
9,495
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales
disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de Estadísticas
y Censo (indec). Las cifras de 1871 corresponden a las informadas por
José Antonio Rossi y comprenden a los enfiteutas (véase bibliografía).
174
CAMPO JURÁSICO
(a) Explotaciones agropecuarias.
(b) En otros incluyo medieros, aparceros, ocupantes de tierras fiscales,
ocupantes con permisos, ocupantes gratuitos, tierras de propiedad
estatal y demás categorías que aparecen en los distintos censos, siempre que no sean propietarios ni arrendatarios.
(c) En este censo se consignaron categorías que combinaban propiedad
con otras formas de regímenes legales de ocupación de la tierra. El
principal era “Propietarios y Arrendatarios”, que señala a 114 explotaciones con 28,294 hectáreas. Ese número está agregado al de propietarios, pero no puede precisarse la cantidad de hectáreas en propiedad o
en arriendo, por no estar discriminado.
(d) Dentro de esta columna, quedan consignadas hectáreas cuyos
arrendatarios también eran propietarios. Las tierras exclusivamente en
arriendo eran 13,460 hectáreas.
Nota: hasta el censo nacional de 1914, los datos de Saladillo incluyen
los del actual partido de Roque Pérez. El censo ganadero de 1916
solamente registró datos de ese sector. Para la tenencia, el número
indica la cantidad de propiedades, no de propietarios. En cambio, para
las explotaciones, esta medición informó los propietarios de ganado,
no las propiedades.
De acuerdo con este cuadro, es sencillo apreciar el
incremento sin pausa, entre un censo y otro, del número de
propietarios o de las explotaciones de propiedad de quienes las trabajaban. Por desgracia, las mediciones dan cifras
que nunca se perfeccionaron hasta 1988, cuando se consignó el número de cada categoría y las hectáreas correspondientes a esa situación. Asimismo, la baja de la cifra de
hectáreas en el último registro se relaciona con la menor
superficie censada (poco más de 233,000), con respecto al
empadronamiento de 1974, que alcanzó a casi 260,000.
Esta tabla puede combinarse con una que indica las
cantidades de explotaciones por escala de su extensión,
aun con el riesgo de extraer datos que no son necesariamente complementarios. Igualmente, y en concordancia
con lo acontecido en la región pampeana, el acceso a la
propiedad tuvo una línea ascendente suave desde fines del
siglo 19 hasta 1937, y se aceleró desde 1947 en adelante. Incluso en Saladillo hubo una fuerte suba en el corto
CAMPO JURÁSICO
175
segmento que va desde 1960 a 1969, cuando los propietarios sumaron poco más de 47,000 hectáreas, una cifra equivalente al 17.53 % del total de la superficie del partido.
Cuadro 3.2. Explotaciones por escala de extensión
Año
Total
de EAP
Hasta
25 ha
Hasta
100 ha
Hasta
200 ha
Hasta
1000
ha
Más de
1000
ha
Sin
espec.
1908
1,277
–
839
203 (a)
159
76
0
1914
1,212
301
469
–
393
49
0
1916
858
161 (b)
487
80
141
69
0
1937
1,903
596
787
285
198
19
18
1947
2,245
747
869
281
181
40
127
1960
1,790
514
798
258
187
30
13
1969
1,840
525
777
284
220
34
0
1988
1,318
209
621
231
193
26
38
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales
disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de Estadísticas
y Censo (indec).
(a) Incluye explotaciones de hasta 300 hectáreas. La categoría correspondiente indicaba las explotaciones de entre 101 y 300 hectáreas, la
siguiente iba desde las 301 a las 500 hectáreas.
(b) Expresa propiedades de hasta 20 hectáreas. La categoría siguiente
incluía propiedades de 21 a 40 hectáreas y forma parte de la columna “Hasta 100 ha”.
Nota: en el mismo sentido de lo expuesto en la nota al cuadro 3.1, el
censo de 1908 incluye al actual partido de Roque Pérez, y el censo ganadero de 1916 indica cantidades de propiedades, no de propietarios.
De todos modos, los incrementos registrados entre
los censos de 1914 y 1947 no son despreciables y acompañan los ejemplos de trayectorias de vida seleccionadas
en el apartado anterior. Así, entre 1914 y 1937, los propietarios casi se duplicaron, para subir un 36.17 % en la
176
CAMPO JURÁSICO
década que separó esa encuesta de la efectuada en 1947.
Por supuesto, con estas fuentes no es posible saber las
dimensiones físicas de estas nuevas tenencias. Tampoco
se pueden conocer las condiciones del acceso, porque es
factible que, entre muchos de los nuevos propietarios, existieran quienes heredaron fincas por efectos de las divisiones de bienes, ya que es obvia la relación directa entre la
ampliación del número de propietarios –y el consecuente
descenso de los arrendatarios– y la división o liquidación
de los grandes latifundios del partido, algo también señalado más arriba.
El censo que permite ver una foto superpuesta de propiedad y extensión de las tenencias es el de 1916, ya que,
al tomar como base el registro de propiedad del fichero de
la oficina provincial de rentas, confeccionó una escala segmentada de la superficie de las parcelas rurales del partido.
Por supuesto, el número total de propiedades no indica
el de propietarios, ya que había casos de tenencias múltiples (por caso, ya mostré el de los Sojo), pero igualmente
aporta datos interesantes: de las 161 parcelas de entre 1
y 20 hectáreas, 57 eran de menos de 10 hectáreas, y 487
propiedades eran chacras de 20 a 200 hectáreas; 33 estancias se hallaban en el segmento de 1,000 a 2,000 hectáreas;
y existían 36 grandes extensiones de más de 2,000 hectáreas (véase el cuadro 3.2). Como se observa, no era todavía
un paraíso farmer, pero la cifra de pequeñas y medianas
propiedades mostraba un proceso incipiente y temprano
de acceso a la tierra.
Otro buen indicador del arribo a la propiedad de
sectores nuevos iniciados desde abajo es el número de
inmigrantes señalados por los censos como dueños de sus
parcelas. En 1908, por ejemplo, 94 italianos y 45 españoles tenían sus propias chacras, condición que alcanzaba además a 100 argentinos. Incluso en las explotaciones
CAMPO JURÁSICO
177
ganaderas, donde primaban los nativos, 22 italianos y 10
españoles ya se habían convertido en propietarios. Lamentablemente, este dato no se repitió en los censos siguientes,
al informarse nacionalidad de los productores sin discriminar su condición de propietario o arrendatario.
En 1927, Orlando Sanguinetti señaló la existencia de
670 fracciones de campo, 774 chacras y 344 quintas, es
decir, un total de 1,788 unidades agropecuarias, una evolución perfectamente compatible con las 1,212 explotaciones
de 1914, las cifras de propietarios de ganado de 1916 y
los 1,903 productores de 1937. Asimismo, indicó la venta
anual de 14,600 hectáreas, por poco más de 3.5 millones de
pesos, o sea, a un promedio de casi $240 la hectárea (Pereyra, 2014). En la misma línea, el censo de 1937 mostró que,
durante el año anterior a ese relevamiento, en Saladillo
hubo 6 ventas de campos de más de 625 hectáreas, por un
total de 8,767 hectáreas (a $100 la hectárea), mientras que
se transaron 68 compras de lotes de 26 a 625 hectáreas, por
un total de 6,500 hectáreas, a $265 cada una. En definitiva,
y junto con las ventas de quintas de menos de 25 hectáreas,
en el período se habían negociado 129 propiedades rurales, equivalentes a 15,806 hectáreas.
Debe tenerse en cuenta, además, que esa encuesta
se llevó a cabo en un período particularmente difícil para
la economía en general, y para el sector agropecuario en
particular. Aunque en 1937 el precio de los cereales se estaba recuperando (luego de tocar fondo en 1933), fueron
años muy malos para los agricultores, pero un poco menos
complicados para la ganadería vacuna, lo que empujó a
muchos estancieros a decidir su vuelta a la explotación
extensiva, a costa de la expulsión de sus inquilinos, favorecida asimismo por que muchos de ellos no tenían contratos firmados, como los 801 del total de 1,072 arrendatarios de Saladillo.
178
CAMPO JURÁSICO
Este cambio de matriz productiva tuvo un peso social
muy significativo. Fueron los tiempos de los desalojos
compulsivos, durante tantas décadas recordados por la
memoria colectiva como parte integrante de la denominada Década Infame, vinculados además al fraude político,
la violencia y la injusticia. Eran los años en que el entonces párroco de Saladillo, José Raed, se ganó la devoción
de gran parte de la comunidad local y una merecida fama
de defensor de los débiles, al oponerse con ahínco a los
lanzamientos de las familias chacareras, como en el caso
de los arrendatarios del campo de los Díaz Vélez (Pereyra,
2017a; Benítez, 2000: 87).
No obstante, por esas resistencias y otros motivos,
también fue la era en que se inició el dictado de leyes
y decretos para prolongar los arrendamientos, congelar o
retrotraer sus precios y suspender los desalojos de arrendatarios, extendido con variantes durante casi tres decenios
más (ver capítulo 1). Ello, junto con las modificaciones de
producción y consumo derivadas de la Segunda Guerra
Mundial y los cambios políticos ocurridos en Argentina
tras la revolución de junio de 1943, puso en marcha un
nuevo escenario del mundo rural.
Así, en el censo de 1947, se registró la cifra más alta de
explotaciones agropecuarias en la historia local: 2,245. Lo
más destacado al descomponer esta cantidad es la impactante suma de pequeñas explotaciones, que representaban
casi el 72 % del total, con la preeminencia de las fracciones
de entre 26 y 50 hectáreas (376 casos), seguidas por las de
entre 11 y 25 hectáreas (318), las parcelas comprendidas
entre 51 y 75 hectáreas (299), y los minifundios de menos
de 5 hectáreas (263). En el capítulo 5, me detendré en la
relación clara de este universo de pequeños productores
con el desarrollo de la ganadería porcina y la avicultura.
CAMPO JURÁSICO
179
La postergación de la agricultura frente a la ganadería,
al menos hasta 1952, el crecimiento poblacional del área
metropolitana y las migraciones que produjo, el aumento del consumo interno de alimentos y la aceleración de
la liquidación de los grandes latifundios se vieron reflejados en los datos entregados por el censo agropecuario de
1960. En Saladillo, las propiedades de menos de 5 hectáreas (149) disminuyeron un 43.35 % con respecto a 1947.
En cambio, las explotaciones de entre 5 y 25 hectáreas se
mantuvieron casi sin variables (365, apenas 13 menos que
en 1947), y las comprendidas entre las 25 y las 100 mermaron un 8.17 %. En esta medición se eliminaron las categorías de 25-50 y 50-75 hectáreas, por lo que es imposible
saber cómo fueron los movimientos entre esas porciones,
pero sí se registró el número de hectáreas totales de cada
categoría y gracias a eso se puede establecer un promedio
de superficie de 59 hectáreas para las 798 explotaciones
de entre 25 y 100, mientras que las 258 parcelas del rango
siguiente (hasta 200 hectáreas) presentaban un promedio
de 141, con una caída en cantidad del 8 % en comparación con 1947.
En el otro extremo, la gran propiedad disminuía, pero
muy lentamente. Si en 1914 existían 69 campos de más
de 1,000 hectáreas, con dos estancias de más de 3,000
hectáreas, cuatro de más de 5,000 y otros cuatro de más
de 10,000 (el censo ganadero de 1916 daba también esas
cifras para las grandes propiedades de más de 5,000 hectáreas), no resultan tan sencillos de interpretar los números
del censo de 1937, ya que apenas 19 explotaciones de las
138 calificadas como de “ganadería” poseían más de 1,000
hectáreas, una cifra que no es compatible con los mapas
catastrales de Edelberg de 1939. Pero, en la categoría de
explotaciones mixtas, se anotaron 26 unidades de más de
625 hectáreas, y, además, hubo 18 establecimientos más
180
CAMPO JURÁSICO
cuyo destino productivo no se calificó, lo que elevaría la
cantidad definitiva a un número intermedio entre las anteriores 69 y las 40 explotaciones de 1947.177
A su vez, este último relevamiento determinó que en
Saladillo ya no existían latifundios de más de 10,000 hectáreas, y solamente había dos estancias con extensiones
superiores a las 5,000, mientras que –siempre sobre esa
barrera– el censo de 1960 anotó una sola propiedad de
6,800 y otra de 10,150. A pesar de esto, los 12 establecimientos de más de 2,500 hectáreas concentraban todavía
51,733, poco menos del 20 % de la superficie del partido.
Poco había cambiado en 1969, cuando las 13 explotaciones
de más de 2,500 hectáreas sumaban 50,836, aunque ya no
existían propiedades por sobre las 10,000.
Este censo de 1969 mostró también pocas variaciones
en las otras categorías, más allá del aumento de 50 explotaciones con respecto a 1960. Por un lado, hubo una recuperación de los minifundios de hasta 5 hectáreas, que se
incrementaron para llegar a 164 explotaciones; una ligera
baja de los establecimientos de hasta 100 hectáreas, sin
que se modificara casi el promedio de las tenencias (58.77
hectáreas); y una suba consistente del rango de más de 100
y hasta 200 hectáreas, cuya cantidad creció hasta las 284
chacras, con un promedio de 137 hectáreas cada una.
Finalmente, el censo agropecuario de 1988 solo trajo
malas noticias. El número de explotaciones decreció de
forma significativa, para quedar en 1,318 unidades, casi un
40 % menos que en 1969, y una baja del 18.25 % con respecto a los resultados del empadronamiento de 1974. La
cantidad de minifundios de hasta 25 hectáreas se desplomó desde las 525 de 1969 a 209 (poco más del 60 %), pero
177
El censo dividió las explotaciones por destino. Las categorías eran chacra, ganadería (cría, invernada, cabaña y tambo), huerta, frutales, forestal y mixta (agricultura con ganadería).
CAMPO JURÁSICO
181
las explotaciones de menor tamaño (hasta 5 hectáreas) casi
desaparecieron del radar. De hecho, el relevamiento no
consignó cantidades, sino que su total ocupaba 99.4 hectáreas, aunque puede suponerse que las 38 explotaciones
sin determinar debían estar en esa columna. Las chacras
de hasta 100 hectáreas –que comprendían 261 de entre 25
y 50 hectáreas, y 360 de 50 a 100– cayeron un 20.07 %, y
se perdieron 53 parcelas del grupo de 100 a 200 hectáreas,
es decir, una baja del 18.66 %. Incluso el lote de campos
de entre 200 y 1,000, que fue el más resistente a los efectos
de la crisis, tuvo una importante disminución al dejar en el
camino a 43 explotaciones (un 12.27 %).
Hasta la gran propiedad con tenencias superiores a
las 1,000 hectáreas sufrió las vicisitudes de esos tiempos
turbulentos, al reducirse las 34 explotaciones de 1969 a
26 (un 23.53 %), al tiempo que la superficie controlada
por estos terratenientes se contrajo hasta las 41,614 hectáreas, cuando en 1969 sumaban 81,271 hectáreas. Además,
y teniendo en cuenta que este recorrido empezó hablando
de estancias gigantescas, el censo de 1988 entregó un dato
lapidario: las últimas dos columnas de la escala, destinada a explotaciones de entre 2,500 y 5,000 hectáreas y de
más de 5,000, estaban marcadas con una raya. Un signo
mínimo, casi imperceptible, que borraba de cuajo los 150
años de la historia terrateniente de Saladillo y, con ello,
marcaba la desaparición definitiva de un grupo de clanes
y apellidos. Aquellos con mayor suerte en la consideración
de la memoria local apenas se perpetúan en los nombres
de un puñado de calles del casco urbano.
4
Un recorrido histórico por la población
y la producción del mundo rural saladillense
La cuestión de la población: crecimiento, estancamiento y cambios
De acuerdo con los datos del censo de la campaña del
Estado de Buenos Aires, realizado en 1854, el partido de
Saladillo no llegaba al millar de habitantes. En general, hay
ciertas dudas sobre el procesamiento de los datos obtenidos en esa medición, y, en cambio, son más aproximadas
las cifras de los conteos posteriores, ya que desde 1869
comenzaron a usarse procedimientos estadísticos modernos. A continuación, puede verse una tabla que señala los
años, el tipo de censo y las cifras correspondientes:
Cuadro 4.1. Evolución de la población en el partido de Saladillo
Censo
año
Censo
tipo
Población Población
total
rural
% del
total
Población
urbana
% del
total
1854
Provincial
995
995
100.00
0
0.00
1869
1.°
Nacional
7,341
6,704
91.32
637
8.68
1871
J. A. Rossi
7,750
5,238
67.59
2,512
32.41
1881
Provincial
9,635
8,114
84.21
1,521
15.79
1890
Provincial
10,237
6,335
61.88
3,902
38.12
1895
2.°
Nacional
15,209
12,467
81.98
2,742
18.03
183
184
CAMPO JURÁSICO
1910
Municipal
19,418
15,460
79.61
3,958
20.39
1914
3.°
Nacional
19,024
12,860
67.60
6,164
32.40
1922
Est.
Provincial
23,263
16,263
69.91
7,000
30.09
1924
Municipal
24,851
12,713
51.16
11,868
48.84
1927
Sanguinetti
26,370
S/D
–
S/D
–
1938
Provincial
25,353
S/D
–
S/D
–
1947
4.°
Nacional
24,591
17,005
69.15
7,586
30.85
1960
5.°
Nacional
23,554
10,261
43.56
13,293
56.44
1970
6.°
Nacional
23,214
9,397
40.48
13,817
59.53
1980
7.°
Nacional
24,727
8,708
35.22
16,019
64.78
1991
8.°
Nacional
26,136
7,027
26.89
19,109
73.11
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales
y provinciales disponibles en la base de datos del Instituto Nacional
de Estadísticas y Censo (indec). Las cifras de 1871 corresponden a las
informadas por José Antonio Rossi (véase bibliografía). Para el censo municipal de 1910 y las estadísticas provinciales de 1922 y 1924,
tomo los datos aportados por Ibáñez Frocham (1963). Para 1927, véase Pereyra (2014), sobre la base de lo publicado por el periódico Las
Noticias. Existen otras cifras muy superiores publicadas por Levene
(1941), Borracer (1984) y Benítez (2000), pero no consignan su origen
y no resultan del todo consistentes al efectuar su comparación con
censos cercanos u otros datos aportados por los dos últimos autores
en esos mismos textos.
Nota: hasta el censo nacional de 1914, los datos de Saladillo incluyen a
los del actual partido de Roque Pérez.
Como se aprecia, el primer censo nacional de población anotó para el partido 7,341 habitantes, de los cuales
6,704 habitaban en la zona rural y los 637 restantes, en el
CAMPO JURÁSICO
185
pueblo, fundado apenas unos años antes. La certeza relativa de esos datos fue contrastada dos años después por José
Antonio Rossi, quien sumó un total de 7,750 pobladores
para todo el partido. En sus datos estadísticos, señaló la
presencia de 5,238 personas que vivían en el área rural, en
tanto consignó a 2,512 pobladores de la zona urbana. Esa
ostensible diferencia entre la población del pueblo entre
una encuesta y otra se debe a que Rossi englobó en un
solo concepto a los moradores del pueblo y su ejido, de
modo que ese ítem comprendía a los habitantes de las
quintas y chacras cercanas al casco urbano. En la campaña
vivían 4,583 personas de nacionalidad argentina, incluidos los doce indios que encontró, quienes seguramente no
figuraban en el censo de 1869, cuando no se mensuró a la
población de naturales ( Rossi, 1871: 31-32 y 107).
Pasada una década, cuando la Provincia de Buenos
Aires levantó el primer censo moderno llevado a cabo en
forma exclusiva en su territorio, la población rural era de
8,114 personas, lo que equivalía al 84.12 % de la totalidad
del distrito y representaba un aumento del 21.03 % con
respecto a 1869, cifra que expresa un notable incremento poblacional. Por otra parte, en 1888 se efectuó el primer censo agropecuario nacional. Más allá de la forma en
que se tabularon los datos y del hecho de anotarse mucha
información de manera parcial, allí se calculó la población
económica rural del partido en 3,277 trabajadores, de los
cuales 2,005 eran argentinos. Lo saliente con relación a
los censos anteriores fue el aumento de la presencia de la
inmigración europea: ya había por lo menos 525 italianos
y 476 españoles trabajando en los campos del distrito.
La siguiente medición con datos significativos remite
al censo nacional de 1895, cuando Argentina estaba dejando atrás el difícil lustro de crisis y revoluciones, y permite
además medir mejor el impacto de la llegada del ferrocarril
186
CAMPO JURÁSICO
a Saladillo, así como el crecimiento del modelo agroexportador. Sus resultados son contundentes: mientras que la
población total creció en un 57.85 % con respecto a 1881,
el área rural congregaba a 12,467 almas, es decir, un 81.97
% del total del partido, con un incremento del 53.65 % por
sobre la cifra de 1881. En el cuarto de siglo entre un censo
nacional y otro, los habitantes del campo casi se habían
duplicado, y los del pueblo se cuadruplicaron con holgura.
El último relevamiento que comprendió a Saladillo
junto con Roque Pérez no fue nacional ni provincial, sino
municipal, y lo llevó adelante Manuel Ibáñez Frocham,
en 1910, por pedido de la Intendencia. La población total
alcanzaba los 19,418 habitantes, de manera que era un
26.35 % superior a la de 1895. El incremento del sector
rural, en cambio, solo alcanzaba al 13.83 % en los 15 años
entre censos, una cifra bastante modesta, pero no es posible determinar cuál fue el criterio utilizado para con quienes vivían en quintas y chacras del ejido, ya que, según
los guarismos, el pueblo figura sumando un 90 % más de
población.
De todos modos, esas cifras globales pueden ser analizadas mejor con el aporte del censo agropecuario efectuado en 1908. En sus tres volúmenes, desplegó una gran
cantidad de variables, además de tener una ostensible
mejora en la recolección de fichas y haber sido el primero
que enfatizó en la utilización de las escuelas rurales como
medio de difusión y concienciación de la población del
campo. El primer tomo estaba dedicado de manera solitaria a la ganadería, y allí se puede encontrar que esta actividad empleaba a 5,690 personas en el partido, entre ellas
781 niños. A su vez, todavía podía notarse la importancia
de la hacienda ovina, que movilizaba a casi 2,000 trabajadores temporarios en las tareas de esquila. Por otra parte,
la población económica total dedicada a faenas agrarias
CAMPO JURÁSICO
187
ascendía a 6,887 trabajadores: 3,074 estaban empleados en
forma fija, mientras que 3,813 lo hacían en manera temporaria durante las cosechas.
Cuatro años después, y con la división del territorio
del municipio ya consumada, el censo nacional consignó
datos concretos y exclusivos sobre Saladillo que facilitan la
realización de comparaciones más certeras. Por una parte, sobresale la incidencia de la población extranjera en
el total, que con 4,687 inmigrantes representaban casi un
cuarto del total de los habitantes del partido. Pero estos
números, además, se superaban en la zona rural, ya que,
por ejemplo, en el Cuartel ix pasaban del 45 % de los vecinos, en el Cuartel ii eran poco más del 36 %, y en el Cuartel
iv sumaban casi un tercio de los pobladores.
Por otro lado, no había dudas del valor de estos extranjeros en la generación de la riqueza agropecuaria: los italianos encabezaban la administración del 47 % de las explotaciones calificadas como agrícolas (460 de 977) y rebasaban por
100 a los argentinos (360), mientras que también se destacaban116españolesy23franceses.Porsupuesto,enelmundode
lasestanciasganaderas,losargentinosmanteníanlasupremacía,con127delos235administradorescensados,pero,aunasí,
se contaba a 54 españoles y 34 italianos. Estos números fueron
confirmadosdosañosmástardeporelcensoganaderoque,en
la discriminación de tenedores de ganado por nacionalidad,
indicaba 882 argentinos, 644 italianos y 251 españoles de un
totalde1,878propietarios.
En buena medida, podría ser el punto de partida para un
seguimiento ajustado del Saladillo moderno, pero hubo que
esperar 33 años para la realización del siguiente censo nacional, lo que resulta un hecho desgraciado en términos estadísticos, ya que las mediciones efectuadas entre 1914 y 1947 tuvieronalcancemunicipaloprovincial,o,peoraún,sonsolamente
estimaciones.
188
CAMPO JURÁSICO
El censo de 1914 dedicó asimismo secciones especiales
a la geografía humana de la agricultura y la ganadería. Según
lo informado, en la zona rural de Saladillo, había 9,132 personas ocupadas en el sector agropecuario. Al igual que en 1908,
la gran mayoría correspondía a miembros de las familias de
dirigentes de los establecimientos, que totalizaban 7,628 personas,entreloscualesseseñalaban3,529menores,entantolos
censadoscomoempleadoseran1,504.
No obstante los reparos formulados más arriba, las cifras
de población total de los registros de 1922 y 1924 citadas por
Ibáñez Frocham parecen consistentes,178 aunque la cantidad
de población rural para el segundo relevamiento es demasiado baja (100 personas menos que en 1914), mientras que la
plantaurbanacasiparecehaberduplicadosushabitantes.Una
explicación plausible es que, al publicar las cifras de 1924, Ibáñez Frocham –como antes Rossi– agrupara a los habitantes del
puebloconlosmoradoresdequintasychacrasdelejidodentro
del Cuartel i, y que por eso las diferencias sean excesivas para
unperíodotancortodetiempo.Contodo,lapoblacióntotaldel
partidohabíacrecidoun27.98%conrespectoa1914.
Por otro lado, hay algunos datos interesantes dejados por
esteautorparaelárearural,sobretodoencomparaciónconlos
de 1914, que fue el último en medir la población por cuarteles:
entre los censos municipales de 1910 y 1924, por ejemplo, los
habitantes del Cuartel ix pasaron de los 1,114 relevados en el
año del Centenario a 900 en la segunda fecha, mientras que en
1914 eran 689, de los cuales 313 eran extranjeros. Estos guarismos marcan una población bastante inestable, justificada tal
vez por la presencia de trabajadores temporarios que circulaban con las cosechas o la esquila. En cambio, en el Cuartel ii
178
Enefecto,afinesde1926,laDireccióndeEstadísticadelaProvinciadeBuenosAiresestimó la población de Saladillo en 24,117 habitantes, pero esos datos no discriminaban
entre población urbana y rural. Los datos pueden verse en “Anuario Estadístico de la
ProvinciadeBuenosAires”,ElArgentino,30/12/1926,p.1.
CAMPO JURÁSICO
189
hubounincrementoconstante:delos770de1910,loshabitantes subieron a 898 en 1914 (572 argentinos y 326 extranjeros),
para ascender a 1,173 pobladores en 1924 (Ibáñez Frocham,
1963:150-151).
Justamente en ese segmento temporal de oscuridad
estadística nacional, es el momento en que aparecen las
menciones sobre una población saladillense superior a los
30,000 habitantes. Es posible que esas cantidades se apoyaran en las optimistas proyecciones hechas con base en el
crecimiento del período intercensal 1895-1914, que fueron
publicadas en su momento por un anuario del diario La
Razón (31,045 habitantes), así como las cifras consignadas
por el Anuario Estadístico oficial de la provincia (32,471
personas). No resulta un número sencillo de creer y, si bien
es cierto que entre 1930 y 1950 hubo un importante éxodo
hacia el Área Metropolitana de Buenos Aires, La Plata e
incluso ciudades como Mar del Plata, el censo provincial
de 1938 contó poco más de 25,000 pobladores en el partido, aunque no discriminó entre el pueblo y las áreas rurales. Los resultados preliminares de esta medición se dieron
a conocer a inicios del año siguiente y, según la prensa
local, causaron cierta sorpresa al resultar en “varios miles
inferior a la que se daba como población de Saladillo”.179
Los cómputos definitivos se publicaron en 1942,
momento en el cual una actualización calculaba a la población saladillense en 26,810 habitantes. Apenas más tarde,
la policía provincial presentó en su estadística de la década
una estimación de 27,230 personas que vivían en el partido
al inicio de 1943.180 De hecho, el efecto migratorio se ve
reflejado en la medición de 1947, que colocó a la población
179
180
“La población de Saladillo”, El Argentino, 04/02/1939.
Estadística Policial. Decenio 1934-1943, La Plata, Dirección de Identificación
Civil y Estadística General, Ministerio de Gobierno de la Provincia de Buenos
Aires, 1943, p. 14.
190
CAMPO JURÁSICO
por debajo de los 25,000 habitantes y exhibió, por primera
vez en la historia del municipio, una tasa de crecimiento
demográfico negativa.
Asimismo, el muy completo censo agropecuario de
1937 dejó dos datos muy valiosos en cuanto a la población rural. En primer término, señaló la presencia de 1,556
productores con descendencia directa y familia. Sus hijas
e hijos eran 7,225, a quienes se debían sumar 930 de la
categoría “otros familiares”, para totalizar 9,311 personas.
Esto significa que cada productor tenía un promedio de
4.65 hijos. En segundo lugar, el relevamiento determinó
8,320 personas ocupadas en el sector agropecuario. De
ellas, 6,460 eran integrantes de la familia de quien dirigía el
establecimiento censado, entre los cuales figuraban 1,564
menores de edad. También se consignaron 1,860 asalariados rurales, discriminados en 882 empleados en condición
permanente y 978 en forma temporal. Por otra parte, 824
de los productores contados (un 44.16 % del total) eran
inmigrantes europeos, dentro de los que se destacaban 629
italianos y 170 españoles.
Estos números son interesantes en comparación con
los de 1914. Tal vez por efectos de la crisis económica, con
sus bajas de precios y rentabilidad, pero quizás debido a los
primeros resultados de la mecanización temprana del agro
(con la misma consecuencia de caída de la mano de obra,
o de menor necesidad de trabajadores familiares), casi 800
personas menos laboraban en el sector rural en 1937. Sin
embargo, mientras que la cifra de empleados creció en
poco más del 20 %, los miembros de familias dedicados
a las faenas descendieron en 1,168 personas, a pesar de
existir un mayor número de productores.
Según las cifras del cuadro de población, en 1947 se
registró el número absoluto de población rural más alto de
toda la serie estadística, en plena correspondencia con los
CAMPO JURÁSICO
191
datos nacionales, que también mostraron ese fenómeno
(poco más de seis millones de habitantes de los quince que
conformaban el total del país). A partir de esa medición,
el proceso de despoblamiento del campo fue permanente,
con momentos de descenso extraordinario, como el que va
desde 1947 a 1960, cuando los habitantes del sector rural
cayeron casi un 40 % (de 17,005 a 10,261 personas), a la
baja escalonada que se observa hasta 1991.
El nivel de pérdida de gente en la campaña saladillense fue de tal magnitud que resultó impactante para los
contemporáneos, al punto tal de emerger como el dato
más contundente extraído por los censistas de 1960:
La primera conclusión y sin duda la más llamativa, que debe
mover a reflexión, determinada por el censo de población que
acaba de practicarse, es la creciente despoblación de las zonas
agropecuarias, mientras acrece el conglomerado del Gran Buenos Aires. Esta atracción originada por la actividad fabril, queda
probada por la circunstancia de que las ciudades del interior
donde se ha registrado un descenso de la población, son aquellas
donde no existen industrias de alguna importancia.181
Como se ve en el cuadro 3.3, entre 1947 y 1991, la
población rural del partido cayó del 69.15 % al 26.89 %
del total. La planta urbana absorbió una buena parte
de esa migración, en un traspaso sencillo de apreciar,
en virtud del estado de casi congelamiento del número
de habitantes del distrito, al menos hasta 1980, cuando
se inició una lenta recuperación. Otro segmento de esa
fuga del campo se marchó hacia los grandes centros
poblacionales, junto con aquellos moradores del pueblo que también escaparon en busca de un trabajo
y unas oportunidades que Saladillo no podía ofrecerles. Entre unos y otros explican esas cuatro décadas
181
El Argentino, 20/10/1960.
192
CAMPO JURÁSICO
de crecimiento poblacional cero: en 1980 había en el
partido solamente 136 habitantes más que en 1947.
Por otra parte, el censo nacional de 1960 presentó
como curiosidad un listado de centros poblacionales
con más de 100 habitantes. En esa compaginación figuraban diez localidades del municipio: la propia ciudad
de Saladillo y otras nueve de la zona rural, que sumaban 7,599 personas. El criterio de agrupamiento de esos
nueve sitios respondió a la denominada “fracción de
censo”, el territorio en que se dividió a los partidos,
cuyo alcance no coincidía exactamente con un cuartel,
sino que combinaba el radio de acción de las escuelas
usadas como asientos de la encuesta, con superficie,
densidad habitacional, accidentes geográficos naturales
y estaciones ferroviarias.182
Debido a esto, se consignó a más de una localidad
para algunos cuarteles y en el caso del Cuartel viii (El
Mangrullo) a ninguna, mientras que la única estación
de trenes no considerada fue Sojo. De resultas, en la
lista figuraban Del Carril, la más poblada, con 1,717
moradores, seguida de La Barrancosa (1,174), Toledo
(1,040), Cazón (999) y Polvaredas (862). No deja de llamar la atención que, según el censo, en Esther vivieran
330 habitantes y en Blaquier, 547. La lista se completaba con Emiliano Reynoso (572) y San Benito (358).
En contraste, en el censo de 1970, hubo una importante depuración metodológica y se determinó con precisión qué era una localidad. Así, se establecieron tres
atributos necesarios: más de una vivienda por hectáreas,
trazado regular de calles y manzanas, y que no incluyera
182
IV Reunión Nacional de Estadística. Censo 1960, Buenos Aires, Secretaría
de Estado de Hacienda, Dirección Nacional de Estadística y Censo, 1958,
p. 3.
CAMPO JURÁSICO
193
a zonas destinadas a la explotación agropecuaria.183 Con
estos nuevos criterios, las localidades se redujeron a seis
y todas mostraban un descenso marcado en su población
con respecto a lo escrutado diez años antes. El nuevo listado incluía a Del Carril (1,029 habitantes), Toledo (356),
Polvaredas (355), Reynoso (280), Cazón (215), Sojo (86) y
Blaquier (40).
Por otro lado, entre las pocas cifras útiles procesadas
por el frustrado censo agropecuario de 1969, se puede
nombrar la del personal ocupado en las explotaciones.
Según ese cuadro, en Saladillo alcanzaba a 5,128 individuos, de los cuales 4,314 eran no asalariados que correspondían a los productores y sus familias, 168, a familiares
asalariados, y apenas 646, a asalariados fijos y permanentes ajenos a la familia. Como se nota, la baja con respecto a
1937 era más que significativa.
En confirmación de la tendencia descendente, en el
censo de 1980, Reynoso y Sojo salieron de la lista de localidades. Del Carril apenas había sumado 18 habitantes en
una década (subió a 1,047), en tanto que Cazón registró
un crecimiento del 29.77 % (gracias al vivero, sin dudas), al
llegar a 279 personas. Polvaredas solamente perdió 5 habitantes (250), Toledo, 26, para quedar en 324, y Blaquier se
convirtió en una verdadera curiosidad demográfica: apenas la poblaban 16 personas, pero tenía 18 viviendas, como
si se tratara de una exclusiva villa turística.
Por lamentable que fuera, el fenómeno estuvo lejos
de ser un problema local. De acuerdo con Susana Torrado,
a pesar de acompañar nuestro país la tendencia mundial
hacia la urbanización, la disminución de la población rural
argentina sorprende por su impacto, al desplomarse desde
183
Censo Nacional de Población, Familias y Viviendas. 1970. Resultados Provisionales. Localidades con 1.000 y más habitantes, Buenos Aires, Instituto Nacional de
Estadística y Censo, 1973, p. 4.
194
CAMPO JURÁSICO
el 37.8 % al 17 % de la población total del país entre 1947 y
1980. Esta autora, al analizar las migraciones internas desde las zonas rurales a las urbanas, marca que, en el período 1947-1960, los principales flujos de desplazamiento de
población –en valores absolutos– se originaron además en
las áreas agrarias de la región pampeana. La disminución
se hizo más lenta en el segmento temporal 1970-1980 y,
sobre todo, mostró una menor asimilación de esos movimientos hacia el Gran Buenos Aires y un incremento de la
recepción de población en los centros urbanos medianos
(Torrado, 1996: 78, 85 y 88-89).
La producción rural: ganadería extensiva y algo más
Apenas la campaña de Rosas de 1833 logró asegurar las
condiciones mínimas para el establecimiento de las estancias, las nuevas explotaciones fueron llenando el territorio
con ganado vacuno, destinado principalmente a la actividad del saladero, los cueros y el sebo. Pero, desde inicios
de la década de 1850, los campos empezaron a poblarse
también de ovejas. La denominada “fiebre del lanar” llegó
con fuerza a la zona meridional del río Salado, aunque con
características ligeramente diferentes a las señaladas por
Hilda Sábato en su célebre trabajo, ya que parecen haber
sido menos relevantes la explotación familiar y la aparcería
como motor de esa expansión (Balsa & Colombo, 2007: 16).
Justamente estos dos autores han hecho un exhaustivo análisis de los datos aportados por José Antonio Rossi en
sus Cuadros estadísticos. En ese texto se aprecia que, si bien
la importancia del ovino era central, la práctica habitual
combinaba la cría de ovejas con la de vacas. Así, y teniendo en cuenta la carga animal por hectárea, han señalado
una proporción de dos tercios de producción ovejera y un
CAMPO JURÁSICO
195
tercio bovina. Sin dudas, la posesión de cabezas de vacunos se concentraba en los grandes campos, algo lógico al
considerar la disponibilidad de superficie y organización
social del trabajo de la ganadería extensiva. Como bien
concluyen estos investigadores: “[…] hacia 1870, la gran
‘estancia tradicional’ (entendida como la dedicada casi
exclusivamente a la cría del vacuno) ocupaba un lugar muy
secundario en Saladillo” (Balsa & Colombo, 2007: 21).
El algo más de la agricultura
Desde ya, poco y nada decía Rossi de la producción agrícola. En la misma línea, pero dos años antes, y al hablar de la
riqueza bonaerense, el superintendente del primer censo
nacional sostuvo lo siguiente: “La agricultura puede considerarse naciente y aún precaria en su desarrollo, pues á
pesar de ser Buenos Aires el primer productor de cereales,
estos no alcanzan, por lo general, á cubrir las necesidades
del propio consumo”.184
En efecto, el censo provincial de 1881 indicaba que,
en el partido de Saladillo, las tierras dedicadas a labranza
eran unas escasas 2,050 hectáreas. Sin embargo, antes de
finalizar ese decenio, la agricultura comenzó a ganar espacio dentro de la producción primaria y el universo agropecuario empezó a tornarse cada vez más rico. El impulso
fue rápido, porque en el censo de 1888 se contabilizaron
un total de 18,342 hectáreas sembradas con los principales
cereales, incluidas 718 con alfalfa.
La expansión de la frontera agrícola, la llegada del
ferrocarril, el ingreso de una legión cada vez más grande de
inmigrantes europeos, la valorización de la tierra junto a la
especulación que la acompañó, y la práctica extendida del
184
Primer Censo de la República Argentina. Verificado en los días 15, 16 y 17 de septiembre de 1869, Buenos Aires, Imprenta del Porvenir, 1872, p. 6.
196
CAMPO JURÁSICO
arriendo de chacras empujaron en Saladillo un sostenido
avance de los cultivos, al menos hasta la década de 1930,
como se observa en el cuadro siguiente, y sin menosprecio
de la importancia central de la ganadería en el partido.
Cuadro 4.2. Hectáreas dedicadas a ganadería y agricultura
Año
Tipo decenso
Hectáreas
ganadería
Hectáreas
agricultura
1881
Provincial
No informada
2,050
1888
Nacional
No informada
18,342
1895
Nacional
No informada
46,810
1908
Nacional
349,914
74,278
1914
Nacional
198,296
87,098
1916
Ganadero
162,156
60,754
1937
Nacional
117,584
104,490
1947
Nacional
137,567
72,098
1960
Nacional
146,616
56,300
1969
Nacional
133,431
97,796
1974
Nacional
147,189
88,412
1988
Nacional
94,883
47,978
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales y
provinciales disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censo (indec). Los censos anteriores a 1914 incluyen al
actual partido de Roque Pérez.
A principios de la centuria pasada, gran parte de lo
producido en las chacras se comercializaba a través del
ferrocarril. Según los datos estadísticos del entonces Ferrocarril del Sud, en 1906 los vagones que pasaban y se abastecían en las cinco estaciones del distrito (Roque Pérez,
CAMPO JURÁSICO
197
Del Carril, Cazón, Saladillo y La Barrancosa) despacharon
más de 11,000 toneladas de trigo, 40,000 de maíz, 3,480
de lino, así como casi 6,600 toneladas de avena, 240 de
otros cereales diversos y alrededor de 6 toneladas de frutas.
Sin dudas, las locomotoras conducían vacas, ovejas y otros
productos de la ganadería, pero esta no era su única carga
(Pereyra, 2015e).
Cuadro4.3.Hectáreasdedicadasa los principalescultivos
Fuente: Elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censo (indec).
Los censos anteriores a 1914 incluyen al actual partido de Roque Pérez. Para
1927, son las cifras ofrecidas por Orlando Saguinetti en Las Noticias, citadas
por Marcelo Pereyra (2014).
En 1914, en un año en que la cosecha fina sufrió las
consecuencias de las inundaciones, ya existían 929 explotaciones abocadas a la agricultura, además de otras ocho
que se ocupaban exclusivamente de frutales y hortalizas,
variedades que también ganaban interés gracias al crecimiento demográfico del casco urbano. Además, 720 de
ellas correspondían a productores que trabajaban menos
de 100 hectáreas. Dos años más tarde, en plena guerra
europea y en medio de los problemas generados por el
198
CAMPO JURÁSICO
conflicto para la agricultura argentina, el censo ganadero
de 1916 señaló que un 27.23 % de la superficie de Saladillo
estaba reservada a cultivos para cosecha, tanto en propiedad como en arriendo.
Con la recuperación de los precios de los granos y la crisis
más recostada sobre el sector ganadero, en los años 20 del siglo
pasado los números de las áreas de labranza recuperaron su
importancia, al menos hasta el colapso generado en 1929, que
produjo una caída excepcional de los precios internacionales
de los cereales, en especial del trigo y el maíz. Aun así, los agricultoresnoabandonaronsusfaenas(esmás,muchoslasintensificaron para compensar el menor precio con mayor volumen, algo que favorecía el aumento de la demanda y acentuabalasbajasenlascotizaciones).
Según el trabajo de Ricardo Levene sobre la historia de los
pueblos bonaerenses, publicado en 1940, una característica
destacada de la economía de Saladillo era el constante incremento de la agricultura, que, hasta el cambio de siglo, había
sido insignificante, pero décadas después se había vuelto relevante ya que, en la campaña 1935-1936, “el área sembrada con
maíz abarcaba 55,000 hectáreas”. El texto destacaba datos de la
cosecha fina de 1939, que comprendía 19,600 hectáreas de trigo, 8,000 de lino, 9,450 de avena, 3,450 de cebada, 1,650 de centenoy250dealpiste(Levene,1940:591).
De hecho, el censo agropecuario de 1937 contó
1,119 chacras, categoría solo reservada para la producción agrícola, y 601 explotaciones mixtas, es decir, aquellas que combinaban agricultura con ganadería. Las cifras
de superficie están consignadas en el cuadro 3.5, por lo
cual no tiene sentido repetirlas, pero sí vale señalar lo
siguiente: el más del millar de explotaciones que sembraban trigo obtuvieron rindes promedios de 1,600 kilos
por hectáreas (kg/h), y cosecharon 52,800 toneladas; los
todavía más numerosos productores de maíz alcanzaron
CAMPO JURÁSICO
199
un rendimiento de 1,560 kg/h, con una cosecha de casi
60,000 toneladas, a pesar de haber perdido 8,000 hectáreas
de producción por problemas climáticos. Completaban el
cuadro de cereales y oleaginosas las 10,400 toneladas de
avena, el aún vigente lino y –por primera vez en un registro censal– los 669 chacareros que habían apostado por el
girasol y recogieron casi 8,200 toneladas.
Pero ese cuadro se enriquecía con otro tipo de productos, al que rara vez se presta atención en los trabajos
de historia agropecuaria. Ya el censo de 1888 había señalado en el partido la existencia de 156 hectáreas sembradas
con papas, y el relevamiento de 1908 indicó la presencia de 3,204 hectáreas de montes frutales, pero en 1937,
cuando los censistas se presentaron con cuestionarios más
amplios, dejaron constancia de la existencia de 590 explotaciones con huerta, que ocupaban 344 hectáreas, de 875
productores de duraznos, con 52 toneladas cosechadas en
sus 89 hectáreas, de 659 dueños de perales que trabajaban
58 hectáreas y recolectaban 58 toneladas, así como de los
más modestos 324 poseedores de plantas de mandarinas,
con sus 38 toneladas de producción. Incluso, ese universo
de diversidad tenía lugar para cultivos que hoy resultarían
casi extravagantes en la geografía local, como las 41 hectáreas dedicadas a la obtención de cáñamo, acaso destinadas
a la célebre fábrica de alpargatas de los hermanos Martínez.185 Por desgracia, el censo de 1947 solamente ofreció
datos por provincias y territorios de estos bienes, sin discriminarlos por partidos o departamentos.
185
Pereyra, Marcelo (2017). “La alpargatería de los hermanos Martínez”, en bit.ly/
3afsnVC.
200
CAMPO JURÁSICO
Cuadro 4.4. Otros productos en hectáreas o plantas
Censo
año
Papa
hectáreas
Huerta
hectáreas
Durazno
plantas
Pera
plantas
Mandarina
plantas
1914
44
48
N/I
N/I
N/I
1937
41
344
38,000
26,000
2,282
1960
1,410
61 (a)
9,212
3,496
5,470
1988
25
797 (b)
600
0
0
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales
disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de Estadísticas
y Censo (indec).
(a) Aproximada por suma de los cultivos censados (no incluye batatas).
(b) Incluye 736 hectáreas dedicadas a la producción de choclos, cultivo
no registrado anteriormente.
A pesar de los altibajos derivados de la Segunda Guerra Mundial y el relativo paso a segundo plano de la producción de cereales durante el primer peronismo, en el
censo de 1947 volvió a notarse la fuerza relativa de la agricultura. Solamente los cinco cultivos principales ocupaban más de un cuarto de la superficie total del partido.
Como novedad, el girasol se había convertido en el principal desafío de los labradores, con 1,256 explotaciones que
habían sembrado casi 30,000 hectáreas. Para su infortunio,
los recurrentes inconvenientes climáticos les permitieron
cosechar solo la mitad de esa extensión.
A continuación, seguía el maíz, un grano muy vinculado a la pequeña ganadería que he de revisar en la próxima
sección, con un área sembrada sensiblemente menor a la
de 1937 (un 43.60 % inferior a la del censo anterior), a
pesar de haberse incrementado ligeramente el número de
productores. Más marcada todavía fue la merma del trigo:
la cantidad de hectáreas en producción en 1947 estaba por
debajo de la mitad con respecto a la década anterior y lo
CAMPO JURÁSICO
201
cultivaban muchos menos labriegos, quienes además apenas pudieron recoger la mies de 10,000 hectáreas. También
los registros marcaron un claro retroceso de las explotaciones de avena y cebada, mientras que el lino comenzó su
larga agonía, al quedar circunscripto a 17 explotaciones.
En 1960, el relevamiento censal coincidió (otra vez)
con una situación climática difícil. Como mostré en el
capítulo 2, más de 30,000 hectáreas habían quedado sin
trabajar por los acumulados hídricos generados desde el
invierno de 1959. Esa situación se reflejó en la baja generalizada de explotaciones dedicadas a la agricultura (excepto
las de trigo) y de la superficie sembrada, que, con todo,
superaba en la suma de las cinco mayores especies el 22
% de la superficie del distrito. En cambio, en esa medición
se registró una notable expansión de la siembra de papas
que, con 335 productores y 1,410 hectáreas, significó un
dato tan inédito como anómalo, en cuanto, en todas las
demás mediciones desde 1914, este tubérculo nunca había
pasado de las 50 hectáreas activas.
Justamente en la década de 1960-1970, nadie dudaba
en Saladillo acerca del cuantioso aporte del campo a la
economía municipal. En una editorial escrita con sumo
optimismo en la primavera de 1964, El Argentino citaba las
cifras de un estudio sobre la riqueza de los distintos partidos bonaerenses, que destacaban a Saladillo como uno
de los mejores en cuanto a la renta per cápita. Con escasa
presencia de industrias, esta prosperidad provenía básicamente de la producción rural, e incluso daba como resultado “el alto precio” que tenían “las tierras en Saladillo, muy
superiores a los que [era] posible obtener en otras zonas
donde los campos” se tenían “por mejores”.186
186
“Saladillo en marcha”, El Argentino, 24/09/1964.
202
CAMPO JURÁSICO
Al menos para el director del periódico, la fuerza
dinámica de esa riqueza era la subdivisión de la tierra, y
de hecho volvió sobre esas ideas poco más tarde, cuando
publicó los auspiciosos resultados de la primera exposición de la novel Sociedad Rural local. La tapa de la edición del 8 de octubre de 1964 se distribuía en tres grandes notas relacionadas con el campo: una larga y emotiva
editorial (“Un campo unido y fuerte”) en la que resaltaba
el potencial productivo del partido, arengaba a dejar atrás
las antiguas divisiones del mundo agrario (terratenientes
vs. colonos, ganaderos vs. agricultores), y esperaba la conversión definitiva de los arrendatarios en propietarios; una
nota sobre la colocación de los remanentes exportables de
la cosecha de trigo en la China comunista; y la publicación
de un conjunto de premios de la muestra de la Rural.187
Los buenos presagios se confirmaron en el otoño de
1965, cuando comenzó la cosecha de girasol. Más allá de
algún retraso por los fríos tempranos de ese marzo, los chacareros esperaban resultados satisfactorios en los rindes
y el peso de las semillas, y calculaban que el área sembrada alcanzaba “a unas 40,000 hectáreas, que, sin ser un
récord”, señalaba “un considerable avance sobre los últimos años, en que el exceso de agua impidió realizar esta
cosecha”. A ello se le agregaban unas 15,000 hectáreas de
maíz, de rendimientos mediocres por la falta de lluvias del
verano anterior.188
En febrero de 1966, El Argentino volvió a dedicar su
tapa al año agrícola:
El tiempo, supremo juez de la agricultura, resolvió sonreír este
año a nuestros colonos, que habiendo contado con un régimen
de lluvias tan oportuno como de una frecuencia moderada, aún
187
188
El Argentino, 01/10/1964 y 08/10/1964.
El Argentino, 01/04/1965.
CAMPO JURÁSICO
203
durante el mes de enero, han asegurado cosechas óptimas de un
volumen como hace muchos años que no se conocían.
El artículo estimaba en 35,000 las hectáreas sembradas de trigo, que habían tenido rindes de hasta 60 bolsas
por hectárea, mientras que calculaba al área sembrada con
maíz “entre las 15 y 20 mil hectáreas, pero tan pródigo
en espiga, que los productores” no recordaban “un rendimiento igual”. También eran muy buenos los resultados
para las 20,000 hectáreas de girasol y sorprendentes en lo
concerniente a las papas, que según el periódico arrojó “no
menos de cien mil bolsas”.189
En el censo de 1969, la superficie sembrada o en preparación dedicada a la agricultura alcanzaba al 36.5 % del
total del partido. Cinco años después, el empadronamiento
de 1974 daba una cifra un poco menor pero parecida: el 33
%, a pesar de que esta última encuesta se llevó a cabo en
un período particularmente bueno para la ganadería.
Veinte años más tarde, esas crónicas parecían extraídas de otro mundo. Cuando, después de la enésima inundación, por fin se efectuó un censo nacional, las cifras
agropecuarias eran desgarradoras. No solamente el número de explotaciones había caído casi hasta los guarismos
de 1914 (1,318 en 1988 y 1,212 setenta y cuatro años antes),
sino que las tierras dedicadas a los cultivos exhibían el
menor número de hectáreas del siglo, y apenas llegaban al
17.93 % de la superficie del partido.
Todos los cultivos tradicionales quedaban en sus
mínimos históricos de superficie de siembra, a excepción
del girasol –que, por lo demás, apenas estaba un centenar
de hectáreas por sobre las cifras de 1937– y del lino, cuyos
volumen e importancia eran intrascendentes; pero el trigo
189
“El resultado del año agrícola en Saladillo puede estimarse en mil millones de
pesos”, El Argentino, 24/02/1966.
204
CAMPO JURÁSICO
se llevaba las palmas, con sus escasas 1,735 hectáreas. La
huerta y los frutales habrían desaparecido de las estadísticas, de no ser por la irrupción de la producción de choclos,
que, medidos por primera vez de manera separada, mostraban más de 700 hectáreas cultivadas.
En realidad, detrás del maíz y el girasol, el tercer lugar
por extensión laborada correspondía a una oleaginosa que
recién empezaba a difundirse y marcaría, en su lado positivo, la recuperación agrícola de Saladillo y, en el negativo, la pérdida de esa paleta productiva variopinta que he
presentado hasta aquí. En efecto, el relevamiento de 2,809
hectáreas plantadas con soja anunciaba a las viejas y jóvenes generaciones de agricultores la llegada de una nueva
era, afortunada y despiadada al mismo tiempo.
La ganadería extensiva: de vacas de cría, estancieros y chacareros
Fuera de todo lo apuntado, es indudable el peso de la
ganadería en la producción rural saladillense. Si todavía
hasta 1881 las ovejas tenían el claro liderazgo como especie
más difundida, antes del comienzo del nuevo siglo se había
iniciado el cambio de matriz ganadera. Por una parte, estaba decayendo el negocio de las exportaciones de lanas,
pero, por otra, despegaba la actividad frigorífica y el imán
del mercado británico por las carnes vacunas argentinas
aceleraba las mejoras de los planteles y la rentabilidad de
este sector. Asimismo, el aumento del precio de las tierras bonaerenses culminó el desplazamiento de las grandes majadas hacia el territorio austral. En 1888, si se aplica
el coeficiente de carga animal sobre la tierra utilizado por
Balsa y Colombo, los vacunos ya superaban a los ovinos en
importancia relativa dentro de la producción ganadera.
CAMPO JURÁSICO
205
Cuadro 4.5. Evolución de la ganadería
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales
y provinciales disponibles en la base de datos del Instituto Nacional
de Estadísticas y Censo (indec). Para 1871, son las cifras publicadas
por José Antonio Rossi. Los censos anteriores a 1914 incluyen al actual
partido de Roque Pérez. Los datos de 1964 corresponden a la Encuesta
Anual de la Dirección de Estadística del Ministerio de Asuntos Agrarios,
publicada por El Argentino, el 5 de noviembre de 1964. No agrego los
datos del censo ganadero de 1977, cuyas cifras son desaconsejadas
para tomarse en cuenta.
Como puede verse, más allá de los vaivenes derivados
de los ciclos ganaderos, las crisis puntuales, las vicisitudes del mercado internacional, las diferentes épocas en
que se levantaron los censos (si eran en primavera, contenían los aportes de las pariciones anuales, por ejemplo),
las vacas han tenido un desempeño bastante homogéneo,
en especial al compararlas con la agricultura y las otras
especies animales.
Sin dudas, la partición de Roque Pérez supuso un
impacto considerable en los números de vacunos y ovinos,
mientras que los caballos no sufrieron ese fuerte descenso
206
CAMPO JURÁSICO
en el período 1908-1914, probablemente porque en buena
parte constituían la fuerza motriz de la agricultura de las
chacras. Según esos datos, las cabezas de bovinos y ovejas
bajaron respectivamente a bastante menos de la mitad y
a un cuarto de las existencias de la primera de las mediciones. En buena medida, puede decirse que la ganadería
extensiva del antiguo Saladillo se nutría bastante con las
estancias roqueperenses.
Así, en 1908 existían 76 establecimientos con extensiones superiores a las 1,000 hectáreas que concentraban
más de 100,000 cabezas de ganado vacuno de las 189,003
censadas, y 227,359 ovinos de los 385,895 totales. El principal aporte de ese selecto grupo de hacendados lo efectuaba la monumental estancia de los Álvarez de Toledo, que
poseía 6,847 vacas, 23,040 ovejas y apenas 68 cerdos.
Seis años después, la medición de 1914 no registró
a los poseedores de ganado de la misma forma, pero sí
introdujo el cálculo de la riqueza supuesta por cada subsector de la ganadería. Las cifras eran concluyentes: de
los 15 millones de pesos estimados para el valor de todas
las haciendas, los vacunos se llevaban más de 9 millones,
seguidos por los equinos, que alcanzaban a casi 3.2 millones de pesos. No cabían dudas sobre la pérdida de relevancia económica de los lanares, que, con 1.17 millones
de pesos, eran superados por el precio calculado para los
porcinos.
En cambio, existen elementos más finos para el análisis
enelcensoganaderode1916.Losrodeostuvieronbajasencasi
todaslascategorías,y,sienalgunaslamermafuebastanterelativa, ello puede atribuirse a la fecha de encuesta (19 de marzo).
Pero, en el caso de las ovejas, resultó muy significativa, al registrarsecasilamitaddelosanimalesquedosañosantes.Asuvez,
fue el primer censo que consignó la cantidad de poseedores de
ganado, en el que destacaban los 1,014 propietarios de vacu-
CAMPO JURÁSICO
207
nos, de los cuales 670 tenían menos de 25 cabezas. Además,
la tabla de nacionalidad de los ganaderos informaba que los
argentinossolopredominabanenlatenenciadeovejas,donde
concentraban el 61 % de las cabezas. En cambio, poseían poco
más del 40 % de los vacunos y el 48 % de los equinos. Los españoles, con 22,781, y los italianos, con 11,152, sumaban en conjunto un 47.17 % de las vacas y el 43.88 % del ganado yeguarizo,
lo que vuelve a subrayar la capacidad de tracción de los inmigrantesenlasactividadesagropecuarias.
Hasta los críticos años 30 –y también durante ellos–, los
rodeos no dejaron de incrementarse, con excepción de las tropillas de caballos, que desde 1930 comenzaron a sentir su remplazo por las máquinas, aunque al principio de manera lenta.
En lo concerniente al ganado vacuno, entre 1916 y 1930 hubo
un aumento del 21 %, para registrarse una nueva suba del 19
% entre esa última fecha y 1937; pero los ovinos se recuperaron a un ritmo todavía mayor, al incrementarse un 48.62 % de
1916 a 1930, y un 38.55 % en los siete años siguientes. Además,
loscensosmejoraronlacalidaddelainformación,alcomenzar
a discriminar entre razas, edades y categorías de los distintos
ganados.
La resultante de esa mayor densidad informativa no
era ninguna sorpresa, ni para los contemporáneos, ni para
los historiadores: Saladillo era una región de cría, con más
del 40 % del ganado vacuno catalogado como vacas de
vientre de dos o más años, y la raza Shorthorn o Durham
tenía una supremacía casi absoluta (en 1930 más del 82
% de las cabezas y en 1937 más de 94,000 de las 103,000
contadas).
Junto con las cantidades absolutas de cabezas vacunas, también ascendió el número de productores, que
superaban el millar y medio en 1937. Lo más interesante
de esa cifra era su composición según el régimen legal de
la tierra: 559 de estos ganaderos eran propietarios, 843,
208
CAMPO JURÁSICO
arrendatarios, y 129 tenían otro tipo de vinculación. Por
otro lado, 1,091 explotaciones disponían de menos de 25
cabezas, pero eran 1,290 si se computaban hasta 50 ejemplares y llegaban a 1,411 (un 92 % del total) al adjuntarles
los rodeos de hasta 100 vacas. En el otro extremo, había
17 productores con más de 1,000 cabezas y concentraban
el 34 % de los vacunos, pero entre ellos se contaban cuatro arrendatarios.
La etiqueta de zona de ganadería extensiva para cría
ya estaba tan colgada que, en 1946, el investigador estadounidense Carl Taylor eligió un establecimiento emblemático de Saladillo para ejemplificar la tipología. En su
famosa recorrida argentina de poco más de tres meses,
el antropólogo se hizo tiempo para visitar la estancia Los
Puestos. Como muestra de su revista, dejó un formidable
croquis con el detalle de la distribución de las instalaciones
del establecimiento, la división de los arriendos, el número
y la clase de ganado en cada parcela, y los distintos tipos de
cereales existentes (Taylor, 1948: 219, figura 28).
Asimismo, los resultados arrojados por el censo del
año siguiente confirmaron esa elección, ya que casi el 69
% del total de los vacunos del distrito fue clasificado como
vacas de vientre y terneros de menos de un año. Por otro
lado, esta medición marcó un nuevo aumento de las existencias bovinas, aunque de solamente un 10 % en la década intercensal. Por desgracia, fue limitado el fraccionamiento para indicar la cantidad de cabezas en propiedad
de los productores, de modo que la primera columna iba
desde 1 hasta 100 ejemplares. Esa categoría comprendía a
1,375 explotaciones (un 87.47 % del total), con una posesión de alrededor de 32,000 animales (un 28 % del stock),
mientras que los 16 estancieros con más de 1,000 cabezas
sumaban unas 40,000 (el 35 %). Así, en tanto los ganaderos medianos y pequeños exhibían un ligero retroceso,
CAMPO JURÁSICO
209
los grandes apenas incrementaban su participación porcentual.
El dato más sobresaliente del censo de 1947 fue el
notorio inicio del proceso de desplazamiento del Shorthorn como raza más difundida. En apenas diez años, la
primera especie importada por los cabañeros había caído al 58 % de las existencias (unos 66,000 animales), en
detrimento de la ascendente Aberdeen Angus, que, de ser
mínima en los años treinta, saltó al 19 %, con 21,500 cabezas. Esa tendencia se ratificó un lustro después, cuando el
censo ganadero de 1952 –que no publicó la desagregación
de estos datos por partido– señaló el sostenido retroceso
de los Durham en la Provincia de Buenos Aires, que en
solo cinco años habían perdido 2 millones de unidades,
mientras que los Angus ganaron 2.2 millones.
El proceso de sustitución, derivado de las exigencias del
mercado internacional de carnes, era claro e irreversible en
1960: solamente quedaban 36,500 Shorthorn, en tanto se contaban unos 61,000 Angus entre las casi 140,000 cabezas de
ganado vacuno del partido. El censo de ese año, a pesar de las
dificultadesclimáticasdelacampaña1959-1960,dejócifrasen
general alentadoras para la ganadería, con la obvia excepción
del ganado caballar, que, bajo las ruedas de los tractores y la
maquinaria agrícola, cayó en más de un tercio con respecto a
1947.Deunarazauotra,elperfildeSaladillocomozonadecría
permaneció inalterable en cuanto a los porcentajes retenidos
porlasvacasdecríaconsusterneros(un71%).
El primer elemento que resalta del relevamiento sobre
los bovinos fue el aumento de las existencias totales de vacunos, que, si bien mostraban un retroceso con respecto a 1952,
se habían acrecentado en más de un 22 % contra 1947. Luego,
se notaba la pérdida de importancia relativa de las explotaciones medianas y chicas: no solamente bajaron en 99 productoreselnúmeroabsolutodeexplotaciones(1,276),sinoqueexhi-
210
CAMPO JURÁSICO
bían un incremento menor al global y una cantidad de cabezas (34,159) que representaba un 24.5 % del total. En tercer término, la expansión afirmó a los grandes ganaderos, quienes
aumentaron su selecto club de 16 a 21 estancieros, y controlaban en conjunto casi 50,000 cabezas de ganado, equivalente al 35 % de las existencias. Dentro de ellos, el censo señaló la
presencia de dos rodeos imponentes: uno con 6,007 animales
yotrocon7,400.
De todos modos, desde 1962 la ganadería entró en un
ciclorelativamentevirtuoso,conpolíticasdeestímuloymejora
depreciosquetambiénparecenhaberalcanzadoalosproductores saladillenses y les permitieron dejar atrás los años complicados del lustro anterior. Por lo menos, en el mismo sentido que lo expresado para la agricultura, la prensa local se hacía
eco de resultados positivos extraídos de una encuesta ganadera llevada a cabo por la Dirección de Estadística del Ministerio
de Asuntos Agrarios el 30 de junio de 1964, donde se indicaba que en Saladillo había 241,092 hectáreas en explotación, es
decir,un88.12%delasuperficietotaldelpartido.190
En contraste con esa expansión, un sector de la ganadería vacuna que había tenido cierta importancia gracias
al crecimiento urbano sufrió en esos años un golpe mortal: la actividad tambera. Osmar Pallero, quien, bastante
antes de ser poeta, periodista y dueño de una imprenta,
supo ser tambero y acopiador de huevos, rememoraba en
uno de los relatos de sus años jóvenes el oficio de la leche,
que daba sustento a muchas chacras de la zona periurbana
(sobre todo el área vecina a la Escuela 4). En 1963, se hizo
obligatoria la pasteurización, y la mayoría de los tambos,
incluido el suyo, fueron forzados a cerrar. Él lo consideraba
otro motivo más de despoblación en Saladillo, “donde las
chacras eran el recurso primordial de una economía, que
190
“Se advierte un comienzo de recuperación de nuestra ganadería”, El Argentino, 05/11/
1964.
CAMPO JURÁSICO
211
junto con la gallina a campo y el cerdo, permitía hacer rentable las pequeñas extensiones” (Pallero, 1981: 23-25).
Por desgracia, la frustrada experiencia del censo agropecuario de 1969 no permite medir con certeza el volumen
de esos cambios. De todas formas, la encuesta ganadera de
1974 confirmó la sustancial suba de las existencias vacunas
por sobre las de la década anterior, ratificó la agonía de
la cría de ovinos en Saladillo, con majadas cada vez más
reducidas y solamente orientadas al sacrificio dentro de los
establecimientos, para destinarlas a la alimentación de las
familias y empleados de las chacras y estancias, y señaló
la casi desaparición de los caballos, antiguo símbolo mismo de las pampas.
Por lo demás, los resultados procesados de esta medición no ofrecieron demasiado detalle sobre la composición
de las haciendas por su grado de importancia numérica,
y se limitaron a indicar cifras totales de cabezas, con un
único desagregado de “sexo y edad”, del que se colige únicamente la vigencia de la cría, al mantener las vacas de más
de dos años y los animales de menos de uno su histórico
porcentual (esta vez el 68 %) con respecto a los guarismos
globales. Pero el relevamiento también dejó en claro que
el negocio se estaba concentrando y que algunos sectores
pecuarios iban quedando de lado: el número de explotaciones ganaderas descendió hasta 1,344, una cifra bastante
más baja que la de 1937 y un 12 % menos que los productores censados en 1960. Es cierto que este empadronamiento, a diferencia del método de entrevista directa del censo,
se basó en la participación de encuestados que remitían
sus declaraciones, pero aun así la diferencia en menos era
relevante. De todas formas, y aunque los contemporáneos
(tal vez) no podían verlo, lo peor estaba todavía por venir.
El inicio de un largo período de liquidación de stocks
a partir de 1977, la combinación de problemas de los que
212
CAMPO JURÁSICO
hablaré en el capítulo 9, la pérdida de mercados externos,
la caída del consumo interno y las inundaciones que azotaron la provincia en la década de 1980 se reflejaron en
el censo nacional agropecuario de 1988. En paralelo a la
agricultura, los indicadores de la ganadería vacuna fueron
decididamente desastrosos: las unidades productivas estaban apenas arriba de las de 1916 y exponían una baja de
casi un 15 % en comparación con 1974. En otras palabras,
desde 1960 unas 380 familias chacareras se habían retirado
de este negocio. Las existencias también se hallaban por
debajo de las registradas en 1960, con una merma del 20 %
con relación a 1974, ya que los datos del censo de 1977 no
pueden tenerse en cuenta por su descrédito.191
La mayoría de las ausencias entre esos registros provenían del segmento de poseedores de hasta 100 cabezas
de bovinos. Entre los 645 que tenían hasta 50 animales,
y los 239 de entre 51 y 100 ejemplares, totalizaban 884
propietarios, es decir, 392 menos que en 1960 (un 30 %),
aunque el porcentaje de hacienda con que contaban se
mantenía en torno al 25 % del total (33,378 cabezas). La
decadencia alcanzó igualmente a los estancieros con más
de 1,000 vacunos, que, a pesar de aumentar su grupo a 23
productores, sufrieron una baja de casi 8,000 ejemplares
sobre las cantidades de 1960 y redujeron su participación
en el total al 30.7 %. El nuevo colectivo de relevancia eran
las explotaciones con más de 200 y menos de 500 unidades, que pasaron a reunir el 30.21 % de las existencias
(41,808 cabezas).
191
Según este censo ganadero, en 1977 había en Saladillo 206,672 vacunos, más de
32,000 que los relevados por el empadronamiento de 1974, lo que daba un
aumento del 18.65 % en menos de tres años. En equinos y porcinos no existían
casi diferencias con la medición anterior. En cuanto a los ovinos, se contaron
casi 36,500, poco más de 12,000 menos que en 1974.
CAMPO JURÁSICO
213
Por uno u otro motivo, este sector logró sobrellevar
mejor la dureza de los tiempos, del mismo modo que, en
la agricultura, los propietarios medianos pudieron recortar
el volumen de los daños. Sin dudas, fue una combinación
de una extensión de tierra más viable para la supervivencia
de los emprendimientos, con la adopción de estrategias de
gestión (productivas y técnicas) más aptas para un capitalismo agrario de carácter moderno y competitivo. Un sistema productivo (y social) donde resultaría más correcto
identificar a sus exponentes como pequeños empresarios
que como chacareros.
Un nuevo mundo marcado por la soja y el engorde a
corral, con poco o escaso lugar para la pequeña ganadería,
esa que, más allá de todo lo dicho en este capítulo, fue
durante años un motor importante de la economía rural
del partido, y en algunos momentos el orgullo de Saladillo,
que lideró durante décadas las estadísticas bonaerenses de
producción de ganado porcino y aves de corral. Ese universo perdido al que voy a dedicar las próximas palabras.
5
¿El huevo o la gallina? La pequeña ganadería
y su importancia en Saladillo
La subvaluación económica y comercial de la pequeña ganadería, en especial de las actividades porcina y aviar, es una
constante que recorre casi todos los trabajos sobre la producción agropecuaria pampeana y bonaerense. Con contadas
excepciones, la mirada se ha posado casi siempre en la agricultura de los cereales y las oleaginosas, y la ganadería mayor,
sobre todo la del bovino. Es innegable que, hasta la difusión de
lasoja,eltrigo,elmaíz,elgirasolylasvacasllenaronlosgrandes
númerosdelariquezadelaregiónpampeana.
De todas formas, desde los inicios de las estadísticas
agropecuarias, los censos recogieron información sobre cerdos y aves de corral, aunque en muchas oportunidades no
la desagregaron por partidos. Sin embargo, en Saladillo, una
zona considerada de cierta marginalidad dentro del complejo
productivo provincial, estas especies eran más que elementos
desubsistencia,comolascalificaAdolfoCoscia,quienlasigualaba con los productos de la huerta y los agrupaba a todos bajo
eldestinodelautoconsumofamiliar(Coscia,1983:138-139).
Un rápido recorrido histórico por gallineros y porquerizas
Según la bibliografía disponible sobre el tema, más allá de que
las distintas variedades se hayan introducido por los colonizadores españoles, no fue hasta 1857 que la avicultura tomó
215
216
CAMPO JURÁSICO
algún tipo de importancia, con el establecimiento de la colonia San José, por Justo José de Urquiza. En ese año, el entonces
presidente de la Confederación estableció la explotación “de
lasavesensucolonia,formadaporfamiliassuizo-francesas,de
indudable tradición granjera, y al importar de Francia ejemplares para la reproducción y mejoramiento de los planteles”,
inauguró la futura industria avícola nacional (Álvarez & Gobbi,1961:7).
Luego, comenzó un impulso privado para la cría y
la multiplicación de las razas puras desde la Sociedad
Rural Argentina, que inició la difusión sobre el asunto. La
creación del Ministerio de Agricultura, en 1898, marcó el
comienzo de la actividad oficial, a través de campañas de
fomento y circulación de artículos y bibliografía especializada. A principios del siglo 20, la creación de las carreras de
grado específicas relacionadas con la agricultura y la ganadería permitió la inclusión de la cuestión en los programas
académicos de las universidades nacionales y los institutos
provinciales. Más adelante aún, las tareas de fomento continuaron con las empresas comerciales del sector (sobre
todo en lo concerniente a las cuestiones técnicas de la alimentación y la sanidad) y el periodismo especializado.
La avicultura ya apareció con cierta entidad en el trabajo dedicado por el emprendedor francés Charles Lemée
a los inmigrantes que llegaban al país y se instalaban como
arrendatarios o pequeños productores en la región pampeana. En 1887, este prolífico publicista aconsejaba a los
chacareros “tratar de desarrollar con empeño en su casa
varias pequeñas industrias”, que ocupaban a la familia y
dejaban “mucha utilidad, como la cría de aves, la venta
de huevos, de manteca, de quesos y en ciertos casos, de
legumbres” (Lemée, 1887: 23).
Poco más tarde, en 1895, el director del segundo censo
nacional, Gabriel Carrasco, fue muy somero en el análisis
CAMPO JURÁSICO
217
de la información sobre las aves de corral, de las que indicaba solamente las cantidades absolutas de las gallinas (sin
discriminar pollos o gallos), y de una segunda categoría
que agrupaba a patos, pavos, gansos, etc. Debajo del cuadro comparativo, una escueta frase señalaba “un aumento
de 87 % en la primera clase de aves y de un 15 % en la
segunda” con respecto a 1888.192 En cambio, al referirse a
la ganadería, y en la sección descriptiva en la que comparaba los resultados de esa medición con la anterior, dejó
un pequeño apartado relacionado con los porcinos. Allí,
remarcaba el aumento del 66 % entre un relevamiento y
otro, y concluía lo siguiente:
El aumento de esta clase de ganado puede considerarse como
un progreso de mucha importancia, puesto que, dada la manera
de alimentarlos y de criarlos [a los cerdos], se demuestra que
comienzan á utilizarse los residuos de la agricultura y de la alimentación del hombre, produciendo una nueva fuente de riqueza que está sin duda destinada á un poderoso desarrollo.193
En el siguiente censo agropecuario, levantado en
1908, el estanciero Godofredo Daireaux se ocupó del papel
del cerdo en los grandes establecimientos argentinos. En
su reconocido ensayo, agregado dentro del tomo de monografías especiales que integraban la publicación de los
resultados de la encuesta, Daireaux se lamentaba de la
poca atención brindada hasta ese momento por las estancias a la especie: “El cerdo es hacienda agrícola, diremos,
y demasiado poco hace que nuestros hacendados se van
volviendo agricultores, para que todavía se hayan dignado
echar una mirada sobre este interesante animal. Interesantísimo en esta pampa, maicera por excelencia”.
192
193
Segundo Censo de la República Argentina. Mayo 10 de 1895, Buenos Aires, Taller
Tipográfico de la Penitenciaría Nacional, tomo iii, 1898, p. lxxxv.
Ídem, pp. lxxxiii/lxxxiv.
218
CAMPO JURÁSICO
Para este autor, en los albores del siglo 20, las publicaciones técnicas y la bibliografía circulaban bastante y se
difundían de forma superior a las prácticas ganaderas porcinas. Sin embargo, y a pesar de estos comentarios, según
los cuadros estadísticos la existencia de cerdos se había
más que duplicado entre 1895 y 1908, mientras que en la
Provincia de Buenos Aires no estuvieron lejos de triplicarse. De todas formas, Daireaux confiaba en lo siguiente:
[Cuando] nuestros agricultores se hayan cansado de vender á
precios tirados sus buenas y abundantes cosechas de maíz, para
engordar en Europa cerdos, que nos devolverán en forma de
salazones y jamones de altísimo precio, empezará el negocio á
tomar forma.
Asimismo, él reconocía que la calidad de los animales
había mejorado mucho desde los tiempos pasados, pero
todavía se estaba lejos de disponer de establos e instalaciones que hicieran racional la explotación: hasta ese
momento, el consumo interno era muy bajo, y nula la
demanda para exportación.194
También expresó su parecer sobre las aves de corral.
Al respecto, pedía “organizar su cría y su refinamiento con
el mismo cuidado que si se tratase de animales mayores”.
Igualmente, y fuera de lo visto en las exposiciones de la
Sociedad Rural, era una rama productiva a la que muy
pocos hacendados le prestaban atención. Como en el caso
de los cerdos, había un gran potencial de cría y un mercado
europeo formidable para sus productos, pero la actividad
no despegaría jamás en la forma en que se la desarrollaba
en las estancias:
194
Censo Agropecuario Nacional. La Ganadería y la Agricultura en 1908, Buenos
Aires, Talleres de Publicaciones de la Oficina Meteorológica Argentina, tomo iii,
1909, pp. 47-48.
CAMPO JURÁSICO
219
[…] generalmente, se crían en absoluta libertad, es decir, con
la mayor dejadez, bastantes gallinas, muchas de ellas de origen
catalán y que podrían ser otra cosa de lo que son, si se cuidasen; pero muchas veces, ni gallinero tienen. Ponen en cualquier
parte, duermen en los árboles, si lo hay, ó en el techo de algún
galpón; comen lo que encuentran, y el resultado es que se pierden los huevos, que las comadrejas y otros bichos se comen los
pollos, y que las gallinas, flacas y vagabundas, no dan ningún
producto al amo.
Las esperanzas de Daireaux estaban puestas en la
capacidad femenina para sacar adelante este sector postergado de la pequeña ganadería:
El pato, el ganso, la paloma, también podrían abundar. Pero
no abundan las aves y en la misma capital, cuestan un precio
loco, cuando deberíamos abastecer á Europa entera con nuestras
gallinas y nuestros pavos. Creemos que así sucederá cuando las
mujeres, en las estancias, así lo quieran; pues en gran parte de
ellas depende crear esta riqueza.195
En el volumen dedicado a la ganadería del censo
de 1914, Alberto Martínez hizo consideraciones generales sobre cada uno de los sectores mensurados. Mientras
que guardó silencio sobre los porcinos, escribió un extenso
apartado acerca de la avicultura. La primera conclusión
era que su existencia no marcaba “el progreso acentuado” que el país reclamaba. En opinión del funcionario, el
problema principal era la preponderancia de la gran propiedad, a diferencia de lo que acontecía en Estados Unidos o Canadá.
Resultado de ello era la escasez de granjas, aquella
“pequeña explotación agropecuaria, donde familias trabajadoras e industriosas cultivan productos agrícolas, manipulan otros de origen animal y crían aves de corral por
195
Ídem, p. 49.
220
CAMPO JURÁSICO
métodos y procedimientos adelantados”. Esta deficiencia
del modelo agrícola argentino tenía consecuencias económicas muy claras:
El hecho innegable es que, bajo este punto de vista, nos encontramos en una situación muy desventajosa si nos comparamos
con otros países que han multiplicado el número de granjas. Esta
situación de inferioridad se comprueba de manera elocuente,
consultando los renglones de nuestras importaciones. Representa muchos millones de pesos el valor de los productos de granja
que el país importa cada año del exterior y que podrían obtenerse entre nosotros, si existiese una buena organización agraria y
agrícola; y si se descongestionase la población de nuestras ciudades, principalmente la de la Capital Federal, encaminando hacia
la campaña un número considerable de familias necesitadas,
que llevan una vida precaria y estrecha, en lucha permanente
con la miseria, cuando por medio del trabajo agrícola podrían
encontrar bienestar, independencia económica y llegar, tal vez, a
la fortuna dentro de un porvenir no muy lejano.
Martínez enfatizaba que, en 1913, y justo antes del
estallido de la guerra europea, la Argentina había importado frutas naturales y en conserva, limones, naranjas,
manzanas, pasas de uva y de higo, pimientos al natural
y pasta de tomate. También ese año se introdujeron huevos extranjeros por $1,380,600 y –en el país de las vacas–
quesos y leche condensada por más de $4,500,000. Para
solucionar esta cuestión, proponía estimular la fundación
de granjas, en especial en los alrededores de la Ciudad
de Buenos Aires, donde todavía se practicaba la ganadería
mayor. Al redactar ese informe, cuando ya estaba en su
pleno apogeo la lucha armada, pensaba que el conflicto
ofrecía una buena oportunidad, y la posguerra podía convertirla en un gran negocio.196
196
Tercer Censo Nacional. Levantado el 1° de junio de 1914. Censo Ganadero, Buenos Aires, Talleres Gráficos de L. J. Rosso & Cía, tomo vi, 1917, pp. liv-lix.
CAMPO JURÁSICO
221
Con todo, el número de aves de corral no dejaba de
crecer entre un censo y otro. Las poco más de 4 millones de unidades no discriminadas de 1888 se acercaron
a los 8 millones en 1895, y prácticamente se volvieron a
doblar para 1908. En 1914, aunque el ritmo de incremento
se redujo, superó igualmente el 60 % entre los dos censos.
También los porcinos duplicaron sus totales entre 1908 y
1914, pero tuvieron un fuerte descenso en 1922, cuando
regresaron a las cifras de 1908. En esa oportunidad, los
censistas explicaron que el importante retroceso se debía
a la existencia de “un porcentaje de esta especie ubicado
en los radios urbanos”, que había “escapado en gran parte
al recuento”, ya que los encuestadores se enfocaron en las
zonas rurales.197
A pesar de no ser el objeto central de la ley que lo
autorizó, el censo ganadero de 1930 recabó asimismo las
existencias de gallinas, pavos, patos, gansos, gallinetas, faisanes y conejos con la excusa de su “gran valor económico actual” y los agrupó bajo la tipología de “animales de
corral”. Luego, dedicó un apartado conceptual a las gallinas, donde las autoridades sostenían lo siguiente:
La crianza de aves en nuestro país es una industria que recién
se inicia con verdadera orientación científica y práctica, debido
al esfuerzo oficial y privado, tendiente a encaminar este negocio,
complemento obligado de la granja, por el verdadero camino
racional.
A continuación, se desplegaban las expectativas por
su fomento, con la esperanza de poder compararla con
los Estados Unidos, donde “su importancia comercial” era
“tan grande como la del trigo”. El texto resaltaba las buenas
condiciones geográficas del país para el desarrollo de la
197
Extracto Estadístico del Censo Ganadero Nacional, Buenos Aires, Talleres Gráficos del Ministerio de Agricultura, 1923, p. 10.
222
CAMPO JURÁSICO
avicultura, y hacía votos para que contribuyera a “mejorar
el estado económico de nuestra gente de campo, dedicada
[…] a las explotaciones de carácter unilateral, con resultados casi siempre infelices”, pues no tenía “a su alcance
medios de defensa en los casos de pérdida de la cosecha”, o
cuando “los cereales” no tenían “valor compensador para
el productor”.
En el texto se lamentaba el escaso avance de los planteles
degallinasentrelasmedicionesde1914yesade1930,comoun
reflejo de la falta de adelanto en la industria avícola nacional,
aunque reconocía que, al haberse efectuado el censo en junio,
nosehabíainiciadotodavíalacrianzaanual,razónqueseguramente incidía en no menos de un 10 % de las verdaderas cifras
del sector. Más allá de los números, para los responsables de la
encuesta, la nota positiva era el avance en la mestización, producto de la introducción de reproductores de raza pura importados de los Estados Unidos y el Reino Unido, “mejoramiento traducido en aumento de peso de nuestra gallinita criolla,
capacidadproductoradehuevosymejorcalidaddecarne”.
Al mismo tiempo, el atraso productivo podía apreciarse
en las importaciones de huevos, que superaban en proporción
de 10 a 1 las exportaciones del producto. A pesar de existir un
mercado como el inglés, con capacidad para recibir unas 30
millones de docenas de huevos por año, la avicultura argentina no podía llenar ese espacio por falta de cantidad y calidad. Para la comisión del censo, esta era la explicación: “[…] la
explotación avícola está, entre nosotros, en manos del chacarero, quien la explota con el máximo de descuido, y también a
los medios de transporte que son demasiado deficientes, causasambasqueatentancontralabondaddelproducto”.198
198
Censo Ganadero Nacional de 1930. Ley n.° 11.563. Existencia al 1° de julio de 1930, Buenos Aires, Talleres Gráficos del Ministerio de Agricultura de la Nación, 1932, pp. xvii,
xxxii-xxxiii.
CAMPO JURÁSICO
223
Las reflexiones que precedían a los cuadros estadísticos de ese censo también se enfocaron en los porcinos,
sobre quienes se afirmó que “su rubro” había “entrado
definitivamente en la balanza comercial del país”. Por desgracia, las buenas condiciones naturales para el desarrollo
de la actividad del sector (clima, pasturas, abundancia de
cereales y granos) y el atractivo de los mercados internacionales de Europa y el Pacífico oriental quedaban postergados por la crisis mundial.
Al igual que en la avicultura, podía destacarse el avance en la calidad de las piaras, donde se observaba el desplazamiento del antiguo cerdo criollo en beneficio de las razas
Duroc Jersey, Berkshire y Poland China, preferidas por los
frigoríficos y estimuladas por estos con tanta determinación que, según el informe, los propios mataderos traían
reproductores de pedigrí para mejorar los planteles. En el
pasivo, todavía quedaba pendiente la cuestión sanitaria,
en la que ni el empeño de los criadores había evitado las
grandes pérdidas por cólera porcino y tuberculosis.199
Poco después de este censo, en 1932, Adolfo de Bruyn
publicó un trabajo en el que intentaba alentar a los estancieros (al menos a los del oeste bonaerense) a impulsar
la explotación porcina. En su opinión, esta zona tenía los
elementos vitales para el éxito:
[…] el clima benigno y tierras que pueden producir alfalfa y maíz;
un mercado como el Imperio Británico, del que sólo satisfacemos el 0.6 [%] de sus pedidos y con medios de comunicación tan
rápidos que, en 15 días, recibe nuestros productos.
Para alcanzar esos objetivos, recomendaba organizar
crianza e invernada en un mismo lugar y con cercanía a
199
Ídem, pp. xiv-xvii.
224
CAMPO JURÁSICO
las áreas lecheras, de ahí su recomendación para la zona
occidental de Buenos Aires (De Bruyn, 1932: 95).
De acuerdo con los cálculos de De Bruyn, hechos
sobre la base de estimaciones mundiales de principios de
1930 del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, Argentina era un productor menor y periférico, con
menos de 1.5 millones de cabezas de ganado porcino, cifra
insignificante en un universo de más de 282 millones de
animales. En ese momento, Brasil contaba con más de 16
millones de cerdos, y China, el primer productor, tenía al
menos 76 millones. De allí que se permitiera hablar de una
industria totalmente descuidada.
No obstante, la situación cambió en pocos años, en
medio de la tremenda crisis económica mundial de los
años 30. En la introducción del censo agropecuario de
1937, ya se podía leer lo siguiente:
La cría del ganado porcino ha aumentado en un 5.2 % durante
los últimos años. A pesar del desconcierto económico de este
último tiempo como ya se ha señalado, las exportaciones de carne porcina aumentaron notablemente; llegando de esta manera
a pesar sobre la balanza comercial y a conservar en parte las disminuciones que se produjeron en los valores de otras especies.
La rapidez con que el capital evolucionó durante su explotación,
despierta interés y sea posiblemente una de las causas por la cual
se intensifique su cría.200
En efecto, mientras que los precios de la mayoría de
los bienes primarios exportables argentinos sufrieron bajas
de consideración en volúmenes y precios, los cerdos, tras
perder el 50 % de su valor entre 1928 y 1933 (de 44 centavos a 22 el kilo vivo, pagado por frigorífico), habían recuperado gran parte de los precios para 1937, al negociarse
200
Censo Nacional Agropecuario de 1937. Ley n.º 12343. Levantado el 30 de junio de
1937. Ganadería, Buenos Aires, Guillermo Kraft Ltda., 1939, p. lxv.
CAMPO JURÁSICO
225
a 38 centavos el kilo vivo. Pero, además de esto, las de
carnes congeladas de porcinos fueron las únicas exportaciones que aumentaron, e incluso lo hicieron a un ritmo
impropio de una era de crisis: las 3,858 toneladas despachadas en 1928 se dispararon a 15,099 en 1934, cuando
todavía el colapso del comercio internacional estaba en un
punto álgido. Por cierto, bajaron cuando los otros bienes
recuperaron terreno, pero se estabilizaron por sobre las
9,000 toneladas, un piso muy superior al de la década anterior. Asimismo, para satisfacer esa demanda, los frigoríficos
más que duplicaron sus adquisiciones en ese período: de
las 430,000 cabezas comercializadas en 1928, llegaron a
más de 1,000,000 en 1937.201
Eso explica que, a mediados de la década de 1940,
Roberto Müller Defradás insistiera con argumentos muy
parecidos a los De Bruyn y además agregara nuevas posibilidades. Para este autor, a la cría intensiva vinculada a
las cremerías y al aprovechamiento de remanentes de la
industria lechera –más relacionada con la producción en
granjas y chacras, que al parecer en ese momento era también sostenida por el propio Ministerio de Agricultura–,
deseaba asociarle el desafío de la explotación extensiva,
para tratar de transformar “los cereales y pasturas en carne, a un precio más elevado y menos variable, así como a
un flete menor”. Desde ya, debía lucharse contra los prejuicios de los ganaderos para con los cerdos, quienes –en
su opinión– consideraban al ganado porcino en un cuarto
orden, detrás de vacunos, equinos y ovinos, y, en consecuencia, lo relegaban a los peores sectores de sus propiedades, como los “campos más bajos, pantanosos y con las
peores condiciones para la procreación” ( Müller Defradás,
1946: 268 y 565).
201
Ídem, p. lv.
226
CAMPO JURÁSICO
En realidad, tras el impulso recibido durante los años
30 y la Segunda Guerra Mundial, el censo de 1947 demostró un marcado descenso de las existencias porcinas, que
exhibían una merma de un cuarto con respecto a las cifras
de 1937. Si bien según el censo ganadero de 1952 los rodeos
porcinos se habían recuperado hasta los 4,000,000 de cabezas, de allí en adelante se estabilizaron sin exhibir grandes diferencias, al menos hasta la década de 1980, cuando
retrocedieron de manera acentuada.
Es probable que ese estancamiento haya llevado a
poner al desarrollo de la producción porcina entre las propuestas presentadas por el radicalismo para el agro. En
1956, el dirigente Rodolfo Carrera pedía dinamizar este
sector. Entre los datos más significativos que destacaba,
se encontraba la marcada diferencia entre los cerdos y los
ganados vacuno y lanar: mientras que estos últimos estaban caracterizados por la concentración de grandes rebaños en manos de terratenientes importantes, el grueso de
la cabaña de porcinos (un 68.6 %) descansaba en chacareros de hasta 100 hectáreas (Carrera, 1956: 35).
Según este dirigente de la ucr, su partido aspiraba a
poner en marcha una política de colonización de los grandes latifundios –una idea ya sostenida en 1948– para llevar
la cifra de productores agropecuarios desde los 450,000
existentes en ese momento a “varios millones” y, de paso,
repoblar el campo. Con estas medidas, se buscaba generar
una multitud de chacras familiares con estos objetivos:
[…] se trabajaría para una producción diversificada, a base de un
cultivo científico e intensivo de la tierra, que permitirá que cada
empresa agraria familiar produzca maíz, cerdos, cereales, aves,
productos de granja, y también un tipo de vacuno especial que se
puede criar en predios de mediana superficie, para el consumo
nacional o de los países vecinos (Carrera, 1956: pp. 49-51).
CAMPO JURÁSICO
227
Cuadro 5.1. Evolución de las existencias de ganado porcino
Censo
República Argentina
Provincia de Buenos Aires
Año
Explotaciones
Cabezas
Explotaciones
Cabezas
% del total
1881
–
–
No
informa
155,134
–
1888
No
informa
403,203
No
informa
208,888
51,81
1895
No
informa
652,766
No
informa
248,720
38.10
1908
No
informa
1,403,591
No
informa
711.241
50.67
1914
No
informa
2,900,585
No
informa
1,394,042
48.06
1922
No
informa
1,436,638
No
informa
621,544
43.26
1930
No
informa
3,768,738
No
informa
1,838,491
48.78
1937
242,317
3,965,945
66,593
1,712,067
43.17
1947
198,075
2,930,793
54,112
1,082,862
36.95
1952
249,433
4,023,558
63,393
1,392,769
34.62
1960
194,862
3,880,675
42,721
1,063,372
27.40
1974
151,102
4,126,686
31,306
1,201,840
29.12
1988
89,459
3,210.153
17,257
861,112
26.82
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales
disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de Estadísticas y
Censo (indec). El censo de 1881 fue de carácter provincial, por lo cual
no se consignan cifras nacionales.
Fuera de los cerdos, Müller Defradás también había
manifestado sus opiniones acerca de las aves de corral. En
un apartado de su texto sobre administración de estancias,
explicó que las consideraba apenas como “un agregado
228
CAMPO JURÁSICO
de las grandes explotaciones en las que la crianza de aves
sólo interesa para el consumo interno de pollos y huevos”.
Igualmente, y con acierto, advertía que “las razas destinadas a la alta postura desmerecen como aves de consumo y,
en cambio, las razas destinadas a consumo no responden
como ponedoras”, por lo que recomendaba inclinarse por
las aves de propósito dual, como las gallinas Rhode Island
Red, o la Plymouth Rock (Müller Defradás, 1947: 275).
A pesar del atraso en las técnicas y las prácticas, y
a diferencia de lo ocurrido con sectores como la agricultura, la producción avícola vivió un boom exportador con
la Segunda Guerra Mundial, en especial desde 1943, hasta
quintuplicar el monto de los negocios en 1945, con respecto a los años inmediatos a la salida de la crisis de 1930.
En términos de volumen, en 1944 Argentina exportó 28.46
millones de docenas de huevos, 31 millones en 1945 y
todavía 23.37 millones en 1946, cuando el conflicto había
concluido. En cambio, en 1947 la cifra se desmoronó a 2.12
millones de docenas y, posteriormente –excepto en 1959 y
1961, cuando se exportaron más de 5 millones–, las ventas
de huevos a los mercados externos ya no pudieron recuperarse (conade, 1969a: 67 y 86).
A fines de la década de 1970, una publicación especializada en avicultura reseñaba que, hasta el decenio de
1950, “cuando la producción avícola era casi exclusivamente de chacra, la Argentina exportó grandes cantidades
de aves congeladas y de huevos en cáscara y deshidratados”, principalmente con destino al Reino Unido, pero
también a otros países limítrofes y europeos. La facilidad
para el comercio con los británicos era la utilización de
los mismos barcos de línea regular que llevaban las carnes congeladas y enfriadas. Esa ventaja se perdió poco
más tarde, cuando los antiguos compradores se sumaron a
la revolución tecnológica aviar y lograron autoabastecerse
CAMPO JURÁSICO
229
primero, y tener superávit productivo luego. Por supuesto
existían mercados alternativos, ya fuera en Asia, África o
Europa Oriental, pero la necesidad de buscar otras líneas
mercantes encarecía los fletes de tal forma que los productos argentinos se tornaban poco o nada competitivos.202
Mientras tanto, la búsqueda para conseguir animales
destinados al doble propósito reconoció varias etapas, un
proceso que da cuenta del aporte fundamental de la ingeniería biológica en la mejora productiva de la avicultura y
que no pasó con la misma intensidad en la ganadería porcina. Como reseñaba un estudio del inta fechado en 1964,
en los años treinta se percibió el desarrollo de dos clases de
criadores de aves: los de doble propósito y los de producción de huevos exclusivamente. Sobre la base de la progenie, se utilizaron machos de familias con elevada postura
para aparearlos con hembras de mayor producción. Con
este método, en Estados Unidos consiguieron elevar los
promedios de postura hasta 150 huevos anuales, pero nunca pudieron superar la falta de uniformidad en sus planteles y enseguida notaron la imposibilidad para sobrepasar
ese número siguiendo ese sistema de selección.
En conclusión, ya antes del fin de la Segunda Guerra
algunos criadores norteamericanos se convencieron de la
inconveniencia de continuar apostando en las razas de
doble propósito, al comprobar que ambas características estaban negativamente correlacionadas. Por eso, en la
década de 1950, se diferenciaron definitivamente los criadores dedicados al mejoramiento de la raza Leghorn (gallina de alta postura, con 250 huevos anuales de promedio y
con una conversión de 2 kilos de alimento por docena de
huevos) de los cabañeros orientados hacia la producción
de carne, quienes se dedicaron tanto a los pollos parrilleros
202
Orientación Avícola, año 1, n.° 8, marzo de 1977, p. 5.
230
CAMPO JURÁSICO
(raza Cornish), como a las gallinas de raza Plymouth Rock
Blanca (Bonino, 1964: 6).
Lo que estas líneas anteriores exponen con claridad
es la transformación profunda sufrida por la avicultura en
un par de decenios, que generó asimismo una importante
literatura técnica y comercial. Uno de los primeros trabajos
en ese sentido fue el de Carlos Henin. El primer párrafo de
su análisis de la avicultura nacional decía lo siguiente:
La actividad avícola se desarrolló originariamente en la República Argentina como complementaria de las explotaciones
agrícola-ganaderas, pero en la actualidad es encarada en forma
preponderante con las características de un rubro de granja y
constituye la principal, y en muchos casos la exclusiva, fuente de
recursos de un sector de la población.
Para este autor, existían dos elementos que contribuían a explicar esa elección: por un lado, la subdivisión
de la tierra operada en las décadas anteriores; por otro,
“la aparente simplicidad de su funcionamiento y el escaso
capital inicial necesario, sin olvidar tampoco el convencimiento muy generalizado [de] que proporciona grandes y
fáciles beneficios” ( Henin, 1960: 9).
Según su estudio, uno de los problemas existentes en
la avicultura argentina era la baja producción anual por
ave, que en 1956 se calculó en 57 huevos. La cifra era de
las mejores para Latinoamérica, pero resultaba irrisoria
en comparación con los Estados Unidos, Bélgica y Japón
(entre 170 y 156 unidades), y se hallaba muy por debajo
de Australia, Reino Unido, Países Bajos, Alemania Federal
y Francia, que conseguían más de 100 huevos por gallina
(Henin, 1960: 19).
Al año siguiente, la Comisión Nacional de Administración del Fondo de Apoyo al Desarrollo Económico (cafade), creada por el gobierno de Frondizi y con dependencia
de la propia Presidencia de la Nación, encargó a Enrique
CAMPO JURÁSICO
231
Álvarez y Erasmo Gobbi la confección de un diagnóstico
sectorial. El texto comenzaba explicando las dificultades
e incertidumbres estadísticas que desde siempre conllevó
la avicultura (de hecho, han sido reconocidas tanto por
las fuentes oficiales como por las privadas hasta al menos
el fin del siglo pasado) y posteriormente examinaba el
desempeño avícola argentino desde sus inicios.
En opinión de estos autores, la política económica seguida desde 1946 determinó “bajos precios para el huevo y una
significativa elevación del precio de los granos, alimento básico de las aves. Esto produjo una profunda perturbación en el
desarrollodelaavicultura,quedebiósoportarunperíodofrancamentecrítico”.Detodosmodos,en1947serestableciólalibre
exportación de productos avícolas, con sistema de cupos, y se
flexibilizaron las medidas sobre el mercado interno, con una
consecuente recuperación sectorial, que sobrellevó incluso la
intervención oficial sobre los precios iniciada a principios de
los años cincuenta. Después de 1956, con la liberalización de
la economía, los autores creían que la avicultura se encontraba
ante un contexto claramente favorable (Álvarez & Gobbi, 1961:
10-12).
El trabajo también examinó el valor de las mejoras en los
planteles y en las técnicas de manejo, y su correlato en los índices de postura. Si en 1937 una gran mayoría de gallinas eran
aves criollas, o comunes, que ponían entre 60 y 70 huevos por
año,en1947senotóunaumentoimportantedelasrazasmejoradas, un descenso de las livianas al 75 % de las existencias y un
promediodeposturade75huevosporanimal.
Como en toda actividad, los años críticos sirvieron para
depurar la producción, racionalizarla y corregir las deficiencias de la cría. Así, se perfeccionaron las prácticas alimenticias
y sanitarias, se remplazaron los ejemplares criollos, se difundieronlasgallinasdedoblepropósitoycomenzaronaverselos
resultados de medidas oficiales, como la creación de los regis-
232
CAMPO JURÁSICO
tros genealógico y de productores, el control de los balanceados, las campañas de lucha contra algunas enfermedades y,
pocomástarde,losprimerosefectosdelacreacióndelinta.De
resultas, en 1960 el estudio estimaba ya la postura anual promedioen110huevosporgallina.
Del mismo modo, pudo verse un aumento muy significativo de la producción de pollos parrilleros, que, a inicios de
esa década, superaban los 15 millones permanentes de cabezas. Aun así, eran los huevos los que hacían el gran aporte al
pesoproductivodentrodelsectoravícola,conun68.51%delos
$9,400,000 anuales generados por el total de la avicultura, que
remitía más del 90 % de su producido al mercado interno, más
allá de observarse un aumento de las exportaciones de huevos con cáscara a finales del decenio de 1950, principalmente
a Europa y Venezuela. En gran medida, este crecimiento estaba respaldado por la expansión de las fábricas de alimentos
balanceados: en 1961 ya funcionaban 66 plantas productoras,
que volcaban en el mercado más de 150,000 toneladas anuales
(Álvarez&Gobbi,1961:19-31).
Las conclusiones de esta investigación oficial eran una
serie de medidas para impulsar el sector. Entre ellas se destacaban: el incremento productivo por animal, a través de
la incorporación de híbridos; la mejora de las instalaciones, la sanidad y la alimentación; el fomento de la investigación en materia de reproducción, veterinaria, difusión,
capacitación y organización de los productores; la modificación de los sistema comerciales, a fin de evitar la intermediación; la tipificación de los productos; el avance de
las redes de transporte; el requerimiento de compilar cifras
estadísticas nacionales y provinciales; y la necesidad de
“interesar al público en un mayor consumo de aves y huevos, mediante planes adecuados de difusión”. Este es probablemente el esbozo del primer programa para utilizar la
recién descubierta capacidad de la avicultura y, así, liberar
CAMPO JURÁSICO
233
recursos de la ganadería vacuna volcados en el mercado
interno y redirigirlos al comercio internacional (Álvarez &
Gobbi, 1961: 125-126).
Cuadro 5.2. Evolución de la avicultura (gallinas, gallos y pollos)
Censo
República Argentina
Provincia de Buenos Aires
Año
Explotaciones
Cabezas
Explotaciones
Cabezas
% del total
1881
–
–
No
informa
732,979
–
1888
No
informa
4,249,754
No
informa
2,324,799
54.70
1895
No
informa
7,886,354
No
informa
3,315,094
42.04
1908
No
informa
15,213,771
No
informa
5,556,838
36.53
1914
No
informa
24,691,286
No
informa
10,186,795
41.26
1930
No
informa
37,428,427
No
informa
15,260,203
40.77
1937
392,990
42,988,840
99,085
16,186,325
37.65
1947
381,133
29,410,762
106.744
10,632,992
36.15
1952
434,362
43,646,360
102,457
14,943,472
34.24
1960
316,220
29,299,139
72,096
8,541,475
29.22
1969
No
informa
44,727,029
No
informa
19,341,748
43.24
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos nacionales
disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de Estadísticas
y Censo (indec). El censo de 1881 fue de carácter provincial, por eso
no se consignan cifras nacionales. Los censos posteriores a 1969 no
relevaron existencias de aves de corral.
234
CAMPO JURÁSICO
Durante toda la década de 1960, las investigaciones
y monografías se prodigaron y dieron origen a una gran
cantidad de publicaciones, generadas tanto por organismos vinculados a la Secretaría de Agricultura, las cámaras
sectoriales de productores de aves y huevos, como por el
inta. Justamente la Estación Experimental Agropecuaria
Pergamino organizó una primera prueba de postura con
muestras al azar, en la que participaron diez líneas de gallinas de origen argentino, norteamericano y europeo. El testeo se inició en octubre de 1962, en las instalaciones de la
Estación Experimental Agropecuaria Oliveros, y concluyó
el 20 de febrero de 1964. En octubre de 1963, y en cumplimiento de los planes de trabajo oportunamente trazados, la agencia de Pergamino inició dos pruebas más de
este tipo en sus nuevas instalaciones. La primera de ellas,
para líneas de postura, y la segunda, para líneas madres de
pollos parrilleros (Bonino, 1964: 11).
Por su parte, el Consejo Nacional de Desarrollo
(conade) publicó entre 1964 y 1969 al menos tres trabajos
sobre la situación y las posibilidades del sector avícola. Todos ellos compartían el interés gubernamental por
ampliar la producción para hacerle un lugar mayor en el
mercado interno. Según ya he dicho, aspiraban a sustituir
–o, al menos, a reducir– la presencia de los cortes vacunos
en las mesas de las familias argentinas, a fin de disponer
de mayores saldos exportables, en un momento en el que,
además, se volvió al recurso de la veda parcial para ayudar
a la recuperación de las existencias bovinas, inmersas en
un ciclo ganadero de liquidación.
Años más tarde, y como es bastante habitual en nuestro país, se discutían cosas más o menos parecidas. En esa
oportunidad, una de las revistas del sector avícola sostenía
lo siguiente en su editorial de marzo de 1977:
CAMPO JURÁSICO
235
Un retraimiento circunstancial de la oferta de carne vacuna ocurrido en los primeros años de la década del ’60 hizo que su precio
relativo se elevara y determinó que el gobierno, para contrarrestar esta tendencia, decidiese alentar la producción y el consumo
de sustitutos. Lo hizo poco y mal. Pero así y todo esas medidas,
aunque fueron insuficientes para obtener el buscado incremento de las existencias de ganado porcino, bastaron para que los
productores de carne de pollo parrillero conquistasen su lugar
en el mercado, colocando a la avicultura argentina entre las diez
mayores y más integradas del mundo occidental.203
El primero de los trabajos colectivos realizado para el
conade incluyó asimismo un apéndice con la traducción
de un estudio de los aspectos económicos de la producción
argentina de pollos, firmado por Morris Moses, y llevado
a cabo entre 1963 y 1964. En este texto se exponían las
principales dificultades para la expansión de la carne aviar:
“La carne de pollo es, en Argentina, un alimento de lujo”,
sostenía el autor, para quien la preferencia por las carnes
de vaca estaba dada –antes que nada– por la relación de
precios. Según sus observaciones, mientras que el precio
del kilo de corte bovino más costoso era de $190, el kilo
de pollo listo para cocción oscilaba entre los $180 y los
$215, sin contar además con el rendimiento mucho más
favorable de las primeras. Moses enfatizaba que, en ese
momento, el kilo de pollo en Estados Unidos costaba 5.71
veces menos que el de carne bovina. Por ello, en Argentina el pollo se dejaba para “ocasiones festivas”, u ocupaba
un “lugar prominente en el menú de los restaurantes más
caros” (conade, 1964: anexo, 3).
Las esperanzas estaban puestas entonces en la capacidad ya probada por la avicultura de transformarse gracias
a técnicas industriales, que le permitirían multiplicar su
producción y, consecuentemente, bajar los precios. Este
203
Cátedra Avícola, marzo de 1977, p. 7.
236
CAMPO JURÁSICO
potencial, así como los peligros que podían traer aparejados, fue expuesto por el secretario de Agricultura del
gobierno radical, Walter Kugler, el 11 de julio de 1964, al
inaugurar el Centro de Actividades Agrícolas de la Estación
Experimental de Pergamino del inta. En esa ocasión, el
funcionario señaló la “transformación espectacular operada en la actividad avícola con la aplicación de nuevas
técnicas para producir carne y huevo”. Pero, mientras que
recordó el valor subsidiario de la actividad granjera en la
economía chacarera, advirtió que el veloz pasaje de este
rubro hacia un sistema industrial, con fuertes tendencias a
la integración vertical, podría empujar al pequeño productor a “convertirse en un simple asalariado de los grandes
consorcios”, en caso de no contarse con una contención
técnica estatal y el accionar cooperativo de los interesados
(Kugler, 1965: 179-183).
Junto con la genética, uno de los aspectos que más
contribuyeron a los cambios en la avicultura fueron los
avances en la fabricación de alimentos balanceados. Según
un periódico sectorial, a partir de 1940 surgieron los primeros fabricantes de estos productos, en pequeña escala,
que promovieron su colocación entre los productores avícolas. En 1948 ya se habían instalado las primeras plantas
elaboradoras, lo que llevó al Ministerio de Agricultura a
reglamentar la actividad en 1950 y a abrir la inscripción oficial para fabricantes de balanceados, un año más tarde.204
Este despegue se había confirmado en el decenio
siguiente. En el primero de los estudios del Consejo Nacional de Desarrollo, se calculaba que, para 1963, los alimentos balanceados ya tenían un 30 % de penetración en el
mercado de crías de pollos. Esto y los avances en genética
anticipaban “que la mayor parte de la producción futura de
204
Orientación Avícola, año 1, n.° 11, julio de 1977, p. 38.
CAMPO JURÁSICO
237
pollos” sería “criada a galpón y en consecuencia” requerirían “únicamente alimentos del tipo balanceado”. Los técnicos esperaban un espiral de tal magnitud que, según sus
estimaciones, para 1973 proyectaban una injerencia directa en el mercado del 90 % (conade, 1964: 37).
La realidad se acercó bastante a esos pronósticos. En
1977, un mensuario vinculado a las cámaras de productores aviares estimaba la existencia de cuarenta empresas,
con capacidad para producir 220,000 toneladas mensuales.
Pero apenas cuatro de estas firmas liberaban más de 20,000
toneladas al mes cada una. Entre 1967 y 1976, la fabricación anual de balanceados aumentó un 307.2 %, desde las
585,000 toneladas del primer año hasta las 2,382,000 del
último registro. El grueso de estos alimentos se destinaba
al sector avícola (siempre más del 90 %), aunque desde
1974 se notaba un sostenido incremento de los balanceados para otros animales.205
Además del precio y la poca participación de las
carnes aviares en el mercado interno, otra preocupación
permanente de las dependencias y agencias estatales fue
la baja productividad y las dificultades en los circuitos
comerciales del subsector de los huevos, en una época en
la que aún el negocio no estaba demasiado concentrado y
podían distinguirse varios tipos de productores.
Cuando el sector agropecuario del Consejo Nacional
de Desarrollo publicó su más exhaustiva investigación
acerca de la actividad avícola, en 1969, tipificó tres categorías de criaderos de huevos: las dos primeras correspondían a las mayores empresas integradas y a los grandes criadores; y la tercera era la de aquellas explotaciones
pequeñas y medianas relacionadas con el mundo chacarero. Además de ser exactamente el grupo sobre el que versa
205
Ídem, p. 42.
238
CAMPO JURÁSICO
mi pesquisa, el propio estudio calculaba que esta tercera
categoría representaba un 70 % de los productores del país,
que se distinguían por las siguientes características:
[Poseen] por lo general cualquier tipo de aves y con cruces de
distintas variedades; la alimentación es a base de granos de su
producción y en cantidades reducidas; el alojamiento de las aves
es al aire libre o a lo sumo en galpones tipo tinglado y por último,
este tipo de establecimientos no llevan ningún tipo de control ni
emplean técnica alguna, es decir hacen la explotación totalmente a campo (conade, 1969a: 10).
Aunque esta descripción se parece un poco más a la
situación de los años cincuenta, o tal vez se ajusta mejor
a zonas marginales antes que a los chacareros de la Provincia de Buenos Aires, que, entre otras cosas, rápidamente incorporaron a la dieta de sus gallinas los alimentos
balanceados, los niveles de postura por animal eran indudablemente bajos.
Ese dato intentó ser sostenido con una serie de gráficos publicados en otro texto del conade, también de 1969,
y confeccionado con información proporcionada por operadores privados, lo que tal vez exagere los malos resultados. Allí se ilustraba que, en los criaderos de tercera categoría (de chacras pequeñas y cría a campo), el pico de
postura se alcanzaba en septiembre, momento en que se
obtenían 65 huevos cada 100 gallinas; entre enero y julio
no se lograban más de 25 huevos por 100 gallinas; y en
los meses de postura mínima (febrero a julio), un centenar de aves apenas ponía 10 huevos (conade, 1969b:
figura 6, s/n).
Por otro lado, una característica común de todos los
textos sobre la avicultura era el reconocimiento de la debilidad de las cifras. Como decía el diagnóstico de 1969,
aunque en general se podían sacar conclusiones más precisas sobre los precios (en especial en años de escasez
CAMPO JURÁSICO
239
del producto, como en 1967, cuando, en la época de baja
postura, los huevos aumentaron hasta “límites exageradamente altos”), se carecía, en cambio, de “estadísticas fehacientes sobre la producción”. La incertidumbre era tal que
incluso las propias agencias estatales divergían sobre sus
cálculos: por ejemplo, en cuanto a la existencia de pollos
parrilleros en el segundo lustro de la década de 1960 (el
momento en que explotó la producción), mientras que la
Secretaría de Agricultura sostenía una cifra fluctuante en
torno a los 60 millones de ejemplares, el inta la colocaba
por sobre los 70 millones, con picos de casi 80 millones de
pollos en 1967 (conade, 1969a: 24 y 31). De todos modos,
no existían dudas de la velocidad con que se poblaban los
criaderos. Para dar una cifra, en 1977 un especialista del
inta estimó que la producción nacional de pollos parrilleros pasó de unos 65 millones de ejemplares en 1965 a 155
millones en 1974 (Santos, 1977: 4).
Asimismo, una característica atractiva del comercio
de huevos era el alto porcentaje del precio final recibido
por el productor. Sobre la base de los valores acordados
en el viejo mercado concentrador de Parque Patricios, los
técnicos del conade calculaban que la participación de
los productores oscilaba entre el 80 y el 85 % del precio de venta, una suma muy superior “a otros productos
agropecuarios, como ser carne, pollos leche, etc.”, un factor
adicional que hacía tentador el emprendimiento (conade,
1969a: 110). Este porcentaje, si bien tendió a bajar durante
la década de 1970, se mantuvo en general por encima del
70 %, excepto en algunos momentos de alteración de los
mercados y desmadre inflacionario, pero nunca cayó del
50 %, como podía verse en los registros mensuales publicados por Orientación Avícola, una de las revistas especializadas en el tema.
240
CAMPO JURÁSICO
El alto porcentual del precio que retenían los productores tendía a poner en dudas el gráfico del circuito completo de producción y comercialización de huevos presentado por el conade en 1969, que establecía siete pasos.
En la mayoría de los casos, esta cadena de intermediación no pasaba de cuatro etapas, ya que los acopiadores
del conurbano bonaerense fusionaban las tareas de transporte, mayorista y distribuidor zonal, por lo que el pasaje
entre el acopiador local y la boca minorista que vendía al
público se concentraba en un solo operador comercial. Por
otra parte, a medida que avanzó la integración vertical, el
ciclo tendió a concentrarse todavía más y fue eliminando
a los acopiadores, tanto locales como regionales (conade,
1969b: figura s/n).
Por supuesto, el sector también tenía riesgos y puntos
negativos. Entre ellos, los especialistas del Consejo Nacional de Desarrollo mencionaron la alta mortalidad de las
gallinas por falta de infraestructura, pestes, escasez de
vacunas y falta de veterinarios especializados. Aunque
resulte difícil de creer, a finales del decenio de 1960, se
había relevado la magra existencia de “unos 30 o 40 médicos veterinarios especializados en patología aviar. La mitad
de ellos [trabajaba] en laboratorios particulares, vale decir
entre unos 15 y 20, unos 10 en la actividad oficial y los
restantes en la actividad privada” (conade, 1969a: 167).
Una nueva publicación oficial salió a la luz en agosto
de 1970. En esa oportunidad, el entonces director nacional
de Economía Agraria, Planeamiento y Desarrollo Agropecuario, Humberto Pereira, dio a conocer un trabajo que
presentaba un nuevo conjunto de medidas para mejorar
la situación de la producción avícola y fomentar el consumo de carnes blancas. Pereira estimaba que, ya en ese
momento, el 17 % de la producción de pollos parrilleros
se obtenían con el denominado “régimen de integración”,
CAMPO JURÁSICO
241
es decir, el sistema de gestión en el que una misma firma principal proveía los pollitos bebés (bb) y el alimento
balanceado y le aseguraba al criador un precio promedio
anual. El funcionario explicaba también que las cuestiones
de habilitaciones, jurisdicción y tributos estaban muy poco
claras, amén de resultar imposible hacer cualquier estimación seria, tanto de producción como de consumo. Un
dato notable era que, al tomar el porcentaje de carne aviar
absorbido por el área metropolitana (donde era difícil criar
pollos caseros y la gente tendía a abastecerse en centros de
consumo mensurables), se obtenía un promedio anual de
11.3 a 12.4 kilos por persona, mientras que para el resto del
país el consumo per cápita registrado era de 3.7 a 4.1 kilos,
lo que evidenciaba la incidencia del autoconsumo, o de la
provisión en mercados fuera del alcance de las autoridades
censales e impositivas.
Con todas las limitaciones estadísticas del caso, las
cifras brindadas por Pereira parecen consistentes. Varios
años después, según datos ofrecidos por la Junta Nacional de Carnes, entre 1966 y 1977 el consumo de carnes de
todas las especies de aves subió desde 6.9 a 13.6 kilos por
habitantes. A su vez, dentro de ese universo, la ingesta de
carne de pollos parrilleros ascendió de los 4.8 a los 10.3
kilos por persona.206
Pero más allá de toda duda, sí se podían comparar
los precios en las bocas de expendio principales (supermercados y comercios minoristas), con resultados que hoy
día resultan sorprendentes: en 1970 el kilo de pollo eviscerado solamente competía a la par del precio del lomo
de novillo (el corte vacuno más caro), mientras que podía
situarse entre 1.5 a 2.6 veces sobre el kilogramo de asado.
Como decía el autor, a pesar de tener la carne de pollo
206
Orientación Avícola, año 3, Suplemento del n.° 37, agosto de 1979, p. 68.
242
CAMPO JURÁSICO
un precio internacional promedio (apenas más caro que
en los Estados Unidos), el problema central era el bajísimo precio de la carne vacuna en el mercado argentino
(Pereira, 1970: 4-5).
Pereira proponía una serie de medidas novedosas
destinadas a estimular la producción y el consumo de
pollos parrilleros, con el viejo y anhelado sueño de ampliar
los saldos exportables de carne bovina para conseguir
dólares: que el gobierno fomentara la distribución de alimentos balanceados a granel dando créditos a los criadores para instalar silos y comederos automáticos; que
se promoviera la fabricación de camiones para transporte de alimento a granel (su importación estaba prohibida
en ese momento); y que se desgravaran impositivamente
las inversiones. Asimismo, pedía producir pollos de menor
peso, que tenían mejor tasa de conversión costo del alimento/costo del animal, hacía hincapié en legislar o controlar la producción integrada, sistema que perjudicaba a
los criadores en favor de los grandes jugadores del sector,
y pensaba que una política de subsidio del precio del maíz
lograría bajar los costos del engorde.
Además, ofrecía algunas iniciativas para incentivar el
consumo (la presentación por piezas trozadas en bandejas,
por ejemplo) y solicitaba dar “especial importancia a la estructuración de un sistema de recolección sistemática de datos
sobre la producción, comercialización y precios”, ya que no
consideraba representativos los datos informados por el MercadoConcentradordeAvesyHuevos(Pereira,1970:12).
Las iniciativas de Humberto Pereira iban más allá de los
planteos anteriores porque este funcionario ya advertía cómo
el proceso de concentración de la actividad podía acabar con
un negocio de grandes dimensiones en manos de un puñado
de empresas. En esa dirección, en 1973, el dirigente coopera-
CAMPO JURÁSICO
243
tivista Felipe Giai publicó un artículo más que revelador sobre
losavanceshacialamonopolizacióndelsector.
Este publicista mostraba que, mientras que todavía
a esa altura la genética era completamente importada (y,
en consecuencia, producía salidas de divisas), el resto de
los procesos involucraba un pequeño grupo de grandes
empresas –mayormente transnacionales– que controlaban
la producción de los pollitos bb, la provisión de los alimentos balanceados y las plantas de faena. Una de ellas era,
incluso, dueña de los supermercados Minimax, por lo que
cerraba el ciclo hasta la venta al detalle. Asimismo, estos
auténticos pulpos estaban asociados con los laboratorios,
de modo que aun el paquete sanitario estaba “integrado”,
como empezó a llamarse a este sistema productivo.
El único eslabón de la cadena donde existía un lugar
para el pequeño emprendedor familiar era la cría. Pero,
justamente en esa etapa –donde, por otra parte, era necesaria una buena inversión en instalaciones–, se concentraban los riesgos del negocio. El desarrollo y engorde de
los pollos hasta su punto de venta (70 a 75 días) era el
momento cuando las enfermedades, el calor extremo, el
apiñamiento, y otros problemas podían culminar con una
tasa de mortandad capaz de dejar pérdidas en lugar de
reportar beneficios.
Además, siempre según Giai, estos productores quedaban atados de pies y manos al tener que vender sus
pollos terminados a precios fijados por los centros de faena, establecimientos que habían remplazado a los antiguos “peladeros”. En realidad, el proceso de cría se estaba convirtiendo cada vez más en un “alquiler” de lugares
y mano de obra para engorde, mediante un “contrato de
integración” firmado entre empresas gigantescas, como
Cargill-insa, Molinos Río de la Plata, Provita o San Sebastián, y pequeños agentes rurales, sobre todo bonaerenses y
244
CAMPO JURÁSICO
entrerrianos. Para el autor, la complicidad de la dictadura
de turno era notoria, ya que, entre otras medidas, había
favorecido a las empresas mencionadas al aplicar una serie
de regulaciones sanitarias, en especial en la etapa de faena,
cuyas consecuencias fueron la eliminación de los pequeños establecimientos de procesado ( Giai, 1973).
En este sentido también debe leerse un decreto del
gobernador bonaerense de mediados de 1971, que prohibió el comercio de aves vivas en el territorio provincial.
La medida –reglamentaria de la Ley 18,819– fue dura y
rápidamente cuestionada por la filial Saladillo de la Federación Agraria Argentina, que elevó un petitorio al mandatario para pedir su revisión. En esa nota, los agrarios
locales sostenían que la prohibición perjudicaba a muchos
chacareros,
al hacer desaparecer lo que se llama la industria de la producción
de la gallina y los pollos de campo, producto que ayuda en
forma particular a la economía casera de muchos productores
del campo, formando un renglón más en las explotaciones agropecuarias.
La representación agrícola también cuestionaba esta
política porque conspiraba contra el envío de huevos de
campo a cámaras de frío, en favor de los de criaderos, que
según la faa eran más caros que los de chacra, preferidos por los consumidores, del mismo modo que los pollos
camperos lo eran por sobre los híbridos.207
Las dificultades coyunturales de la avicultura se reflejaron asimismo en otro trabajo estatal, en los últimos instantes del gobierno militar de Lanusse. El primer párrafo
de ese diagnóstico aviar, confeccionado a inicios de 1973,
sostenía: “[La] actividad avícola ha atravesado reciente207
“Petitorio de la filial local de la F.A.A. sobre venta de aves vivas”, El Argentino, 24/
06/1971.
CAMPO JURÁSICO
245
mente por una severa crisis cuyos efectos se sienten con
rigor en la actualidad”. En el informe se hacían estimaciones de existencias de pollos destinados al mercado de
carnes para consumo. Según esos cálculos, a fines de 1972
había en crianza unos 170 millones de ejemplares, de los
cuales alrededor de 10 millones eran criados en el campo
(Ministerio de Industria y Minería [miym], 1973: 1 y 15).
Sin embargo, y como forma de corroborar lo oscuro
de las estadísticas sectoriales, esas cifras no eran consistentes con las de producción de alimentos balanceados,
provenientes de la propia cámara sectorial. En el mismo
estudio, se resaltaba el aumento sostenido de la producción de alimentos para pollos parrilleros, que pasaron de
menos de 250,000 toneladas a casi 781,000 entre 1965 y
1971, pero también decía que los balanceados para crianza
de pollos comunes mantuvieron en ese período una participación que, si bien era decreciente, se mantenía constante: de un mínimo de 53,000 toneladas en 1967, crecieron a un máximo de 130,000 en 1971, números que no
guardaban relación alguna con las supuestas proporciones
del párrafo anterior. Asimismo, el balanceado para gallinas
ponedoras también mantuvo un incremento incesante y
una participación algo menor al 20 % del volumen total
entregado por las fábricas en el lapso temporal relevado
(miym, 1973: 32-33).
Otro aspecto que se consignó en este análisis fue la
persistente buena reputación de la que todavía gozaban los
“huevos de campo” entre los consumidores. Al hablar de
los circuitos de negocios del huevo, los voceros del Ministerio decían lo siguiente:
Puede ocurrir que los avicultores comercialicen directamente su
producción. Este tipo de distribución se apoya en la preferencia que el público demuestra por los huevos ‘caseros’ a los que
246
CAMPO JURÁSICO
considera más frescos y nutritivos, cualidades que en la mayoría
de los casos no reúnen (miym, 1973: 64).
Justamente antes de dejar el poder, las autoridades de
facto dictaron el decreto 3,891/73, que estableció la regulación para el procesado de los huevos destinados a salir al
mercado. Con esta reglamentación, y dada la complejidad
y el costo del procedimiento, solamente las grandes firmas podían estar presentes en las bocas de expendio y, de
hecho, apenas dos plantas habían obtenido la habilitación
correspondiente en todo el país, una de ellas perteneciente
al grupo Cargill-insa (miym, 1973: 65-66).
El negocio del huevo se favoreció por el aumento de la
demanda en los centros urbanos. Entre 1960 y 1972, según
estimaciones del Departamento de Granjas del entonces
Ministerio de Agricultura y Ganadería, el consumo por persona había subido desde las 109 unidades a 136. Aunque
es difícil validar cifras basadas exclusivamente en la suma
de las operaciones negociadas en los mercados concentradores de las grandes ciudades y la producción destinada
a materia prima de alimentos que incluían al huevo como
ingrediente, sí resultan más confiables los guarismos de las
exportaciones de aves y huevos.
En este caso, los números eran contundentes sobre el
peso del mercado doméstico en el consumo: desde 1960
ambas categorías se habían hundido como bienes exportables; en el caso de los huevos, de las casi 30 millones
de docenas enviadas al exterior en 1960, se había llegado a cero en 1971, mientras que el caso de las aves congeladas mostraba un comportamiento similar. No obstante, el aumento de la producción registrada seguía siendo
modesto: apenas un 24.26 % en los doce años comprendidos entre 1960 y 1972 (miym, 1973: 77 y 82).
Con la asunción del gobierno justicialista, se produjeron una serie de cambios. El primero, y acaso el más
CAMPO JURÁSICO
247
significativo, fue la sanción de la Ley 20,535, en 1973. Por
esta norma se incorporó la avicultura a la Junta Nacional
de Carnes, lo que colocaba al sector en cierto plano de
igualdad de condiciones con la ganadería vacuna, ovina
y porcina. Un logro de la Junta fue la reanudación de las
exportaciones de carne aviar congelada, pero poco más
pudo hacer por la actividad. Además, cuando desde 1976 la
dictadura militar inició el desmantelamiento de las juntas
reguladoras, la avicultura volvió a ser relegada dentro de
la rama ganadera.208
Otra decisión específica se anunció en abril de 1974,
cuando el equipo económico presentó los lineamientos del
Plan Avícola Nacional. El programa era un “conjunto de
medidas tendientes a instrumentar una política integral
para el sector, buscando superar los problemas de las crisis
cíclicas, de la dependencia exterior y del aprovisionamiento de materia prima”. Una parte central de las acciones
era la centralización de información, controles, inversión
y regulación del mercado por la Junta Nacional de Carnes,
así como el apoyo crediticio al sector y el estímulo para la
incorporación de las aves a la dieta familiar.209 En términos
mensurables, se fijó como meta alcanzar una producción
de 190 millones de pollos, de los cuales se destinarían 173
millones al consumo interno, y el resto, a la exportación
(unas 22,000 toneladas de carne).210
Estas nobles iniciativas tuvieron escasa materialización debido a las dificultades políticas y económicas que se
precipitaron en la segunda mitad de 1974, e hicieron eclosión al año siguiente. En un reportaje concedido a Cátedra Avícola, a inicios de 1977, el empresario avícola Emilio
Rasic manifestó que, en su opinión, la integración de la
208
209
210
Orientación Avícola, año 1, n.º 3, octubre de 1976, p. 5.
Boletín Semanal del Ministerio de Economía, n.° 27, 26/04/1974, pp. 1-2.
“Avícola”, El Argentino, 21/02/1974.
248
CAMPO JURÁSICO
producción de pollos parrilleros tuvo una dramática aceleración a partir del Rodrigazo, como un mecanismo desesperado para sobrevivir ante un contexto catastrófico.211
Los efectos de la crisis tuvieron una notable repercusión en la avicultura. Una sola cifra marca su profundidad: de acuerdo con datos de la cafab (Cámara Argentina
de Fábricas de Alimentos Balanceados), responsable de la
elaboración del 80 % del total nacional, la producción de
alimentos para pollos parrilleros bajó de 1,082,407 toneladas en 1975 a 792,965 en 1976, o sea, una merma del 26.74
%; el balanceado para gallinas ponedoras, en cambio, apenas se redujo de 364,439 toneladas a 360,466. En 1977, las
cifras fueron nuevamente decrecientes: la comida de los
parrilleros cayó a 664,304 toneladas, y las de ponedoras, a
322,681. En 1978 los números mostraron un nuevo deterioro: el balanceado para parrilleros bajó a 623,516 toneladas,
y el de ponedoras, a 284,449.212
Cuando se produjo el golpe de Estado, las cámaras
de la actividad pensaban que las cosas iban a mejorar,
optimismo que, por otra parte, compartían casi todas las
corporaciones agropecuarias. Aun en tiempos en que el
pesimismo ganaba terreno, Cátedra Avícola todavía revindicaba los cambios producidos en marzo de 1976. En la
editorial de enero de 1978, la revista advertía sobre el ingreso de la avicultura en una nueva etapa, regida por la concepción industrial de su producción y comercialización:
“[…] una nueva fase que poco o nada tiene que ver con
el pasado inmediato”. El mensuario festejaba las reglas de
juego impuestas por la administración militar desde abril
de 1976, “removedor de trabas o condicionamientos para
el creador y el realizador”, y agregaba la siguiente arenga:
211
212
Cátedra Avícola, febrero de 1977, pp. 8-10.
Orientación Avícola, año 1, n.º 8, marzo de 1977, p. 15; año 2, n.º 22, mayo de
1978, p. 36; y año 3, n.° 31, febrero de 1979, p. 46.
CAMPO JURÁSICO
249
Bajo estas condiciones ya no existirá la opción del Estado paternalista. Ni los créditos para subsidiar la ineficiencia. Esta avicultura 1978, no perdonará a aquellos que no apliquen tecnología,
ni a los que no trabajen intensamente en el área de los costos.213
Lo notable de esta apología es que, durante 1977,
tanto esta revista como Orientación Avícola, ambas muy
vinculadas a las cámaras del sector aviar, no dejaron de
mostrar las dificultades en que se hallaba la actividad. Por
ejemplo, en el invierno de 1977, la Cámara Argentina de
Productos Avícolas advirtió sobre la nula rentabilidad de
la producción de huevos. Según sus cálculos, el costo por
docena de huevo blanco grande era de $231, mientras que
el producto se vendía puesto en granja a $240, es decir,
con una utilidad mínima.214 El mes siguiente, los precios se
desplomaron hasta $170, lo que asestó un nuevo golpe al
negocio, ya que los costos mantenían una presión ascendente.215 La situación tocó su punto culminante a mediados de septiembre, cuando la docena cayó hasta $150.
Solo en medio de tales turbulencias las corporaciones
aviares empezaron a ejecutar tres medidas de respuesta:
buscar los mercados exteriores a través de exportaciones
convenidas por la Junta Nacional de Carnes; iniciar una
campaña en favor del consumo de huevos; e incrementar
el envío de cajones a cámaras frigoríficas a la espera de una
recuperación de las cotizaciones.216
Sin dudas, la primera era una medida de largo plazo
y que implicaba mucho esfuerzo y compromiso. Además,
ya existía el antecedente desde mediados de 1976, cuando las condiciones todavía parecían auspiciosas y se había
formado el Comité para la Exportación de Huevos, que
213
214
215
216
Cátedra Avícola, enero de 1978, p. 8.
Cátedra Avícola, agosto de 1977, p. 30.
Cátedra Avícola, septiembre de 1977, p. 24.
Cátedra Avícola, octubre de 1977, p. 20.
250
CAMPO JURÁSICO
habilitó una oficina en el microcentro de Buenos Aires,
bajo el auspicio de la Asociación de Productores de Huevos (aprohue).217 La segunda iniciativa podía tener resultados más o menos mediatos, y la tercera era básicamente
coyuntural. Como en tantos sectores productivos argentinos, el moderado éxito de las dos medidas cortoplacistas
postergó la decisión de pelear por un lugar en el comercio mundial.
Así, Cátedra Avícola informó en octubre de 1977 que
“las negociaciones sobre exportación de huevos entraron,
lamentablemente, en una vía […] definitivamente muerta,
pese al formal compromiso de 5,000 cajones de 30 docenas cada uno, efectuado por capia a la Junta Nacional de
Carnes, con ese destino”. La revista atribuía ese paso atrás a
la recuperación del mercado interno, y criticaba la falta de
mentalidad empresarial del sector.218
Esta limitación también fue subrayada por la otra
revista aviar de circulación nacional. En agosto de 1977, la
editorial de Orientación Avícola mostraba su preocupación
por el nivel de dispersión y fragmentación de las entidades
vinculadas con la avicultura, lo que conspiraba contra la
posibilidad de tener una representación conjunta ante las
autoridades y los organismos intermedios del sector ganadero. El mensuario remarcaba la creciente incidencia de
las aves y los huevos dentro de los negocios agrícolas (un
13.7 % de la ganadería total y un 5.6 % del producto bruto
agropecuario), pero reclamaba la institucionalización del
sector para conformar un frente empresario poderoso, y
enfatizaba en que:
[…] el individualismo que siempre caracterizó a los agricultores,
si en otras épocas podría disculparse debido a la disminución y
217
218
Orientación Avícola, año 1, n.º 1, agosto de 1976, p. 21.
Cátedra Avícola, octubre de 1977, p. 30.
CAMPO JURÁSICO
251
dispersión de las explotaciones, es imperdonable que subsista a
esta altura del desarrollo y tecnificación de la industria, cuando
cada establecimiento avícola configura una empresa por el monto del capital invertido y el volumen de sus negocios.219
En noviembre de 1977, la editorial de esta publicación
repasó las vicisitudes de la actividad avícola argentina
durante ese año. En su penúltimo párrafo, reclamaba la
formación de un sistema de registros estadísticos medianamente confiable para la avicultura. Según la revista, el
principal obstáculo eran los propios productores, que no
suministraban “con exactitud y a tiempo la información
primaria correspondiente”, lo que hacía inútil cualquier
tipo de elaboración o recopilación por parte de los organismos públicos.
Asimismo, el último segmento estaba dedicado a la
falta de proyectos para mejorar la venta de pollos, con base
en las experiencias existentes (y exitosas) en otros países:
“El troceado de aves, la venta de comidas preparadas con
elevados porcentajes de carne de aves son, entre muchos
otros, dos de esas posibilidades”.220 Cabe recordar que esta
propuesta ya figuraba entre las recomendaciones efectuadas por Humberto Pereira en 1970, cuando era funcionario
del Departamento de Agricultura, lo que no hablaba demasiado bien de un sector privado al que, teóricamente, debía
importarle comercializar más pollos. Recién a mediados
de 1978, comenzó a venderse en los supermercados de la
Cooperativa El Hogar Obrero de las grandes ciudades del
país el “pollo en trozos”. La primera firma en prepararlo fue
Avekash s.c.a., que lo presentaba en bandejas individuales
de patas y pechugas, con 350 gramos de contenido neto.221
219
220
221
Orientación Avícola, año 2, n.º 13, agosto de 1977, p. 6.
Orientación Avícola, año 2, n.º 16, noviembre de 1977, p. 6.
Orientación Avícola, año 3, n.º 37, agosto de 1978, p. 6.
252
CAMPO JURÁSICO
En cambio, fue una experiencia más interesante el lanzamiento de la campaña publicitaria destinada a estimular el
consumo de huevos, que aspiraba a incorporar este alimento
eneldesayuno,unacostumbrecomúnenmuchospaíses,pero
de escasa penetración en Argentina. La campaña fue costeada
por la cafab y encargada a la agencia Trivex, y resultó la primera de esas características, que luego fue acompañada con
publicidadparalaingestadepollosparrilleros.222
Por supuesto, para los funcionarios de la dictadura militar, la situación del sector avícola era muy buena. Según ellos,
como en tantos aspectos, la avicultura del país había ingresado en una fase del capitalismo moderno y competitivo, sobre
todo gracias a la capacidad de las grandes empresas. Así lo sostenía un artículo de la publicación mensual del Ministerio de
Economía en 1977. Allí se promocionaban las ventajas del sistema productivo industrial de carnes de aves y huevos, e incluso figuraba el listado de las principales firmas exportadoras de
pollos eviscerados. Si bien se reconocía que esto era un fenómenomundial,eltextoremarcaba:
En la Argentina, esa evolución ha sido más acentuada. De una
producción estacional extensiva o semi-intensiva con animales
de doble propósito, a partir de 1960 se pasó a su industrialización. Al modificarse el modo de producción e incluso la comercialización, el consumo de aves de corral que en 1960 había sido
de 1.5 kilogramos por habitante y por año, aumentó en 1975 a 12
kilogramos. Tecnología, eficiencia, presentación y agresividad en
el mercado, fueron factores fundamentales que incidieron en la
obtención de esos resultados. Por diversos motivos, este ritmo de
desarrollo no fue acompañado por el subsector de huevos, que
totaliza el proceso industrial de la avicultura.223
222
223
CátedraAvícola,diciembrede1977,pp.10-12.
“Desarrollo intensivo de la industria avícola”, en Información Económica de la
Argentina, Secretaría de Programación y Coordinación Económica del Ministerio de Economía de la Nación, n.° 74, julio de 1977, p. 15.
CAMPO JURÁSICO
253
Un año más tarde, la información oficial seguía desbordando optimismo. El mismo boletín reseñaba la importancia que la rama aviar había tenido dentro de la ganadería durante 1977:
La producción anual del sector ascendió a más de 500 millones
de dólares durante 1977, fijando una participación en el producto bruto agropecuario del 6,3 por ciento. De esta cifra el 3,9 por
ciento correspondió al total de carne de aves y el 2.4 por ciento
a huevos. Respecto del producto bruto pecuario –aves y huevos–
representan un 14 por ciento, colocándose a continuación de la
producción de carne vacuna y superando a renglones como la
lechería y la producción de lana.224
La confianza transmitida por las autoridades de facto
no era compartida por los publicistas de la avicultura, aunque muchos de ellos distaban de ser críticos del gobierno.
Un estudio sobre la producción de huevos publicado en
agosto de 1978 sostenía:
Todo el sector productor de huevos está en condiciones de ratificar que desde abril de 1976, en que comenzó el sistema de
libertad en materia de fijación de precios, se viene deteriorando
–a igual fecha de distintos años– la relación precio de la docena
de huevo/costo del kilo de alimento balanceado.
Este cuadro completaba las malas noticias con las dificultades para colocar excedentes en el mercado externo y
la cada vez mayor industrialización de la avicultura. En este
sentido, para el autor del informe, “el sector productivo de
huevo de consumo” había “entrado en un período crítico”
que se extendería “más allá de la coyuntura y del corto
plazo”, del que solamente podría rescatarlo el aumento del
224
“Más de 500 millones de dólares de producción anual. La industria avícola”, en
Información Económica de la Argentina, Secretaría de Programación y Coordinación Económica del Ministerio de Economía de la Nación, n.° 90, noviembre
de 1978, p. 32.
254
CAMPO JURÁSICO
consumo por persona o el mejoramiento del poder adquisitivo de la población.225
En ese mismo año, y con idéntica mirada, se expresó
un artículo aparecido en la revista Coyuntura y Desarrollo, suscripto por la Federación de Investigaciones para el
Desarrollo (fid). El texto arrancaba de forma contundente:
“La actividad avícola atraviesa hoy por una etapa de estancamiento y caída de la rentabilidad de difícil reversión en
el corto plazo”. Tras la modernización y una expansión
concluida en 1975, los indicadores mostraban una clara
declinación. Así, la cantidad de docenas de huevos anuales
apenas había subido de las 246 a 256 millones entre 1970 y
1977, mientras que el consumo por persona incluso mostraba una baja, desde las 128 unidades a solamente 119,
con una ingesta promedio de pollo por habitante estabilizada en torno de los siete kilos por persona (fid, 1978: 32).
Tanto para los pollos como para los huevos, la tendencia de los años setenta fue la persistente baja de precios.
Según esta investigación, la combinación del freno al consumo (por razones médicas en el caso de los huevos, o por
la caída del precio de la carne vacuna en el de los pollos
parrilleros), la apreciación del peso impulsada por el equipo de Martínez de Hoz, con su consecuente imposibilidad
para colocar saldos en el mercado externo, los subsidios
de las economías centrales a sus granjeros, y la cada vez
más agresiva política de integración productiva ponía al
pequeño y mediano productor en una situación de gran
compromiso (fid, 1978: 40).
Además, la relación entre las grandes firmas y los
engordadores avanzó tanto en su asimetría que redujo a
los últimos a un nivel de dependencia absoluta: a pesar de
ser los dueños de las instalaciones, aportar el trabajo y ser
225
Orientación Avícola, año 3, n.º 25, agosto de 1978, p. 29.
CAMPO JURÁSICO
255
sujetos fiscales plenos, quedaron minimizados a comerciar
bajo una relación que apenas les garantizaba un ingreso
laboral modesto (aunque relativamente estable). Asimismo, al basarse todo el sistema en fórmulas de concertación
del ámbito privado, desapareció la referencia representativa de la cotización del kilo de pollo vivo y cualquier indicio
de determinación de precios por la oferta y la demanda.
La consecuencia de esto era la facilidad para manipular el
mercado y colocarlo en la única clave de la rentabilidad de
un conjunto reducido de grandes firmas (fid, 1978: 14).
La situación se agravó debido a los problemas del
equipo económico para domesticar la inflación, que, entre
febrero de 1978 e igual mes de 1979, registró un alza del
171.6 % (solamente en enero y febrero de 1979, se detectó
un acumulado del 21.2 %). La solución intentada entonces
por Martínez de Hoz para detener esa escalada de los precios fue la apertura de las importaciones. Tras el remplazo
del secretario de Agricultura y Ganadería –Jorge Zorreguieta sustituyó a Mario Cadenas Madariaga–, estas medidas
llegaron también a los productos de granja.
Por una primera disposición, se autorizó la importación de carne y productos de origen porcino desde Australia, Nueva Zelanda, Gran Bretaña, Alemania Federal,
Dinamarca, Países Bajos y Estados Unidos.226 Poco después
se anunciaron aranceles cero para la importación de huevos en épocas de alta postura, y del 10 % en temporada
de baja postura. Como entre febrero y marzo de 1979 el
precio de la docena de huevos tuvo un incremento significativo, al pasar la docena desde $650 a $1,050, pagados en granja o criadero, el gobierno anunció el permiso
de importación desde Brasil. El 27 de marzo de 1979, la
aprohue se dirigió por carta a la Secretaría de Comercio y
226
Orientación Avícola, año 3, n.° 32, marzo de 1979, p. 61.
256
CAMPO JURÁSICO
Negocios Económicos Internacionales pidiendo la suspensión de la libre importación de huevos desde Brasil, desde
donde los productos llegaban con dumping y subsidios a
las exportaciones.
Para la cámara sectorial, los aumentos del verano
estaban reacomodando los precios y permitían empezar a
superar la larga crisis de rentabilidad que arrastraba la avicultura nacional. Una medida como la anunciada favorecía
a los productores brasileros (con la ayuda de su gobierno)
a limitar los efectos de su superproducción de 1978, mientras podía volver a postergar a los emprendedores argentinos. En simultáneo, se manifestó también la Cámara de
Productores de Huevos, que además enfatizaba en los problemas sanitarios del sector aviar de Brasil, y le proponía al
gobierno militar algunas medidas adicionales para preservar a los avicultores argentinos.227
El 19 de octubre de 1979, la aprohue volvió a dirigirse
a las autoridades para alertar sobre los efectos que ya estaban haciendo sentir las importaciones sobre los precios, y
denunciaron la incapacidad para competir debido al atraso cambiario y la rigidez de los costos nacionales, anclados a una fuerte inflación en dólares. Además, el gobierno
había mantenido el arancel cero a las importaciones hasta
inicios de octubre, en contradicción con lo prescripto originalmente por la resolución que abrió la importación de
huevos.228 Según se ve, la crisis económica complicaba
seriamente la actividad, pero las medidas gubernamentales tenían la capacidad necesaria para destruirlo.
227
228
Orientación Avícola, año 3, n.° 33, abril de 1979, pp. 12, 14, 16-17.
Orientación Avícola, año 4, n.° 40, noviembre de 1979, pp. 14-15.
CAMPO JURÁSICO
257
La importancia de la pequeña ganadería en Saladillo
En su meticuloso relevamiento sobre la riqueza de Saladillo, José Antonio Rossi indicó la existencia de 38 productores de cerdos, que en conjunto disponían de 2,264
animales. Este autor individualizó a cada una de las personas a cargo de aquellos establecimientos, y así se puede
conocer que, en el total de las chacras, existían unos 220
animales, mientras que la mayoría de las piaras mayores a
las 100 cabezas pertenecían a propietarios o enfiteutas; tal
es el caso de Dionisio Pereyra, que, con sus 333 ejemplares, era el mayor poseedor de porcinos del partido (Rossi,
1871: 70-88).
Una década más tarde, el censo provincial de 1881
ofreció buenos indicadores sobre el estado de la pequeña ganadería en Buenos Aires. La encuesta no solamente
detallaba las cantidades de cerdos, cabras y mulas, sino
que aportaba también los números de las aves (discriminadas entre “gallinas en general” y otra categoría donde
se agrupaban “patos, gansos, pavos, etc.”), los avestruces
(separados entre los “del país” y aquellos “de África”), los
gusanos de seda y las colmenas de abejas. Cada una de
esas divisiones tenía además un valor estimado en pesos,
que se consignaba en la columna derecha final. En ese
momento, en Saladillo se contaron poco más de 4,000 cerdos (entre ellos, 122 de pedigrí), casi 11,000 aves entre
gallinas, gallos y pollos, unas 2,300 de la otra categoría, 4
colmenas y 65 avestruces, todos ellos de los autóctonos.
Ninguno de esos guarismos impresionaba. Al comparar la incipiente avicultura local con otros distritos, Saladillo ocupaba una posición periférica, lejana del primer
municipio gallinero bonaerense, que era Quilmes, con más
de 35,000 cabezas, seguido por Flores (hasta 1887, parte de la provincia), con 27,000, y Pilar, donde disponían
258
CAMPO JURÁSICO
de unos 26,000 ejemplares. Entre los porcinos, en cambio, sobresalía el vecino municipio de General Alvear, que,
con sus 12,000 cerdos, ocupaba un lugar destacado en el
mapa bonaerense.
Cuadro 5.3. Evolución de los porcinos y las aves en Saladillo
Censo
Porcinos
Aves de corral
Tipo
Año
Explotaciones
Cantidad
Explotaciones
Cantidad
Rossi
1871
38
2,264
No
informa
N/I
Provincial
1881
No
informa
4,063
No
informa
10,971
Nacional
1888
No
informa
5,437
No
informa
S/D
2°
Nacional
1895
No
informa
7,356
No
informa
77,644
Nacional
1908
No
informa
34,755
No
informa
S/D
3°
Nacional
1914
No
informa
56,278
No
informa
167,817
Ganadero
1916
1,108
47,591
No
informa
N/I
Provincial
1930
No
informa
103,444
No
informa
324,247
Nacional
1937
1,550
118,837
1,832
361,425
Complem.
1938
No
informa
88,062
No
informa
N/I
4°
Nacional
1947
1,204
38,168
2,284
345,538
Ganadero
1952
No
informa
44,900
No
informa
S/D
5°
Nacional
1960
1,109
34,087
1,628
331,676
CAMPO JURÁSICO
259
MAA
1964
No
informa
27,986
No
informa
N/I
Nacional
1974
955
48,883
No
informa
N/I
Nacional
1988
638
26,989
No
informa
N/I
Fuente: elaboración propia sobre las cifras de los censos provinciales
y nacionales disponibles en la base de datos del Instituto Nacional de
Estadísticas y Censo (indec). Los datos de 1871 son los consignados
por José Antonio Rossi en sus Cuadros Estadísticos (véase bibliografía).
Los datos de 1964 corresponden a la Encuesta Anual de la Dirección
de Estadística del Ministerio de Asuntos Agrarios, publicada por El
Argentino el 5 de noviembre de 1964. En los censos de 1888, 1908,
1952 y 1969, se consignan datos sobre aves, pero el nivel de desagregación es provincial.
Según puede verse en el cuadro 5.3, el crecimiento
productivo general del distrito, la llegada del ferrocarril y
los inmigrantes y la proliferación de chacras también hicieron sentir su influencia en la expansión de la pequeña
ganadería local. Si, al menos hasta 1908, ese aumento fue
moderado en el rubro porcino, sí se hizo muy perceptible
en el sector avícola, donde las existencias estuvieron a punto de multiplicarse por siete entre 1881 y 1895, para incrementarse un 116 % entre esa última fecha y 1914. Por desgracia, si bien el censo de 1908 relevó las aves, no consignó
esas cifras por partido, pero, según se aprecia en el cuadro
5.2, en territorio bonaerense se produjo una suba sostenida del stock aviar, en particular en el período 1908-1914.
Más allá de toda conjetura, según lo informado por el
Ferrocarril del Sud, las cinco estaciones del partido (con
inclusión de Roque Pérez) transportaron en 1906 unos
640,950 kilos de aves y huevos, y 13,151 cerdos en pie,
un movimiento nada despreciable (Pereyra, 2015e). Sin
dudas, estos números ya reflejaban el impresionante incremento del ganado porcino saladillense a principios del
260
CAMPO JURÁSICO
siglo 20. Desde 1895 hasta 1908, las existencias estuvieron
cerca de quintuplicarse y, lejos de sufrir un estancamiento
al separarse Roque Pérez, hacia 1914 habían dado un nuevo salto, para superar las 56,000 cabezas, lo que ubicaba en
ese año a Saladillo como el primer productor de cerdos de
la Provincia de Buenos Aires.
Además, aunque el censo de 1908 no consignó la cantidad de explotaciones porcinas, sí desagregó a los productores por cantidad de cabezas. Gracias a eso, puede decirse
que, a diferencia del ganado vacuno, con su concentración de rodeos entre las grandes propiedades, en el universo suino los chacareros de hasta 100 hectáreas poseían
casi la mitad del todos los ejemplares (16,357 cabezas) y,
al sumarles los establecimientos de hasta 300 hectáreas,
reunían 24,076 de los 34,755 animales, es decir, un 70 %
del total.
Lamentablemente, el censo de 1914 no ofreció una
información de este tipo. Sin embargo, se encargó de revisar los animales considerados como “puros” dentro de
cada especie, un indicador para ilustrar el proceso de
mejora de los planteles ganaderos del país. En lo referente
a los porcinos, Saladillo también se destacaba dentro de los
lugares donde se hacían mayores esfuerzos por remplazar
los viejos cerdos criollos por razas europeas o estadounidenses: con 2,122 cerdos catalogados de pedigrí, solamente era superado por Carlos Casares, donde los productores locales contaban más de 4,000 animales puros de los
40,000 existentes en todo el territorio bonaerense.
El censo ganadero de 1916 dejó una foto de mejor
calidad sobre los pormenores de la producción porcina de
Saladillo. Si bien las existencias totales de cabezas eran
inferiores a las de 1914, en buena medida esto tenía que
ver con la fecha de la encuesta, realizada en marzo, bastante antes de las pariciones. Pero aquí se contaron las
CAMPO JURÁSICO
261
explotaciones dedicadas al cerdo, que sumaban 1,108, y se
volvió a fragmentar unidades productivas, en esta ocasión
por número de cabezas. De allí surgía la enorme preponderancia de los pequeños y medianos propietarios: el 90 %
de los establecimientos (992) tenía menos de 100 animales
cada uno. Otro dato muy interesante de ese relevamiento fue la distinción de la nacionalidad de los dueños de
haciendas, así como las cantidades que correspondían a
cada grupo: el mundo de las porquerizas mostraba una
clara preponderancia de los inmigrantes italianos, con el
58 % de los animales, mientras que los argentinos poseían
un 27 % y los españoles, poco más del 10 %.
En cuanto a las aves de corral, en 1914, a pesar del
gran incremento mostrado, Saladillo marchaba décimo en
las estadísticas provinciales de gallinas, gallos y pollos.
Todavía las zonas cercanas a la Capital Federal lideraban
las existencias, con el partido de Avellaneda a la cabeza
(516,000 unidades), seguido por La Plata, que declaraba
casi 350,000 aves. Junto a ellos, Lomas de Zamora, Quilmes, Morón y San Martín sumaban más de 100,000 ejemplares cada uno.
Esa situación había empezado a cambiar para 1930,
cuando la mayoría de esos municipios ingresó en un
importante proceso de urbanización, acelerado aún más
en la década siguiente. Según el censo ganadero de ese
año, aunque los partidos antes señalados todavía conservaban cifras superiores a las 100,000 cabezas, el centro
aviar se había desplazado al Interior. Pergamino, con sus
412,000 gallinas y pollos, lideraba con comodidad un tablero en el que Saladillo ya era el segundo productor. En realidad, toda la zona del Salado mostraba cifras importantes
en materia avícola: 25 de Mayo y Las Flores tenían más
de 300,000 ejemplares, mientras que Roque Pérez, Lobos,
Chivilcoy, Bragado y Bolívar estaban sobre los 200,000.
262
CAMPO JURÁSICO
En el ámbito del ganado porcino, las existencias se
duplicaron entre 1916 y 1930. Ese notable incremento llevó
a que, en otoño de 1927, se desarrollara en el partido la
Primera Exposición de Reproductores Porcinos, que fue un
auténtico acontecimiento. Contó con el apoyo del Ministerio de Agricultura bonaerense, de la Sociedad Rural Argentina y de la Asociación Argentina de Criadores de Cerdos,
además de conseguir el respaldo de frigoríficos, instituciones y empresas vinculadas a la producción agropecuaria.
Si bien el encuentro fue el 3 de abril de 1927, desde marzo la prensa local anunciaba en sus primeras páginas los
detalles, el programa, las autoridades que participarían y
los premios para entregar. Una de esas notas enfatizaba en
“la indiscutible y notable trascendencia para la selección y
mejoramiento del ganado porcino”, que constituía “para el
partido de Saladillo la base de una floreciente industria y
una copiosa fuente de riqueza”.229
La crónica de la exposición fue la noticia principal de
la edición de La Semana del 10 de abril. Además de describir las distintas actividades, se expuso la lista de compradores de los padrillos, una nómina que reunía a buena parte de los hacendados locales, muchos de los cuales
hicieron también donaciones para instituciones de salud y
beneficencia locales.230
En 1930 Saladillo ya superaba las 100,000 cabezas de
cerdos. Con esa cantidad, se mantenía en el podio bonaerense, que tenía a Pehuajó en lo más alto, con 141,631
ejemplares, seguido muy de cerca por Bolívar, que registraba 140,439. Esa tendencia ascendente en las cantidades
de cabezas se continuó durante toda la década, ya que,
como sostuve más arriba, las exportaciones argentinas de
229
230
“La Exposición de Reproductores Porcinos”, La Semana, 26/03/1927.
“La 1.° Exposición de Reproductores Porcinos. Se verificó el domingo 3 en Saladillo. Asumió brillantes proporciones. Crónica del acto”, La Semana, 10/04/1927.
CAMPO JURÁSICO
263
carne porcina se recuperaron muy rápido de la crisis de
1929 y, para 1937, habían mejorado en volumen y precios
los valores anteriores al colapso capitalista.
En efecto, el censo agropecuario de ese último año
exhibió el número de ejemplares porcinos más alto de la
historia local, con 118,344 animales. Saladillo era el primer
productor provincial, y nada más lo superaban los departamentos cordobeses de Río Cuarto y Marcos Juárez a nivel
nacional. La cría de cerdos comprendía a 1,550 productores, de los cuales 519 eran propietarios, y 995, arrendatarios. Si bien un tercio de esos establecimientos poseía
menos de 25 unidades (con un promedio de 11 cerdos por
cada uno), y casi el 94 % de los productores eran dueños
de menos de 200 cabezas, entre todos ellos sumaban más
de 80,000, que eran el 68 % del total. Solamente los 243
propietarios del segmento de entre 101 y 200 cerdos contaban con alrededor de 34,000 ejemplares. En el extremo
superior, las piaras de seis explotaciones pasaban de las
900 unidades y, de ellas, cuatro eran manejadas por arrendatarios. No en vano en el trabajo preparado por Ricardo
Levene y su equipo sobre las historias de los pueblos de
la provincia, al hablar de la riqueza ganadera del partido,
el texto resaltaba que Saladillo figuraba “entre los distritos bonaerenses que [poseían] mayor existencia de ganado
suino” (Levene, 1940: ii, 591).
Es muy probable que esa extraordinaria presencia del
negocio porcino haya contribuido a minimizar los efectos
de una década particularmente difícil en el campo saladillense, en especial para las explotaciones pequeñas, que
todavía en 1947 representaban una cantidad significativa.
Como sea, entre 1914 y 1937, las unidades productivas del
partido subieron un 57 % contra un promedio provincial
del 38 %, y volvieron a aumentar por sobre la media bonaerense en la década siguiente (15.23 % y 12.73 %, respectiva-
264
CAMPO JURÁSICO
mente), si bien es cierto que, en la medición de 1947, ya se
estaban perdiendo un gran número de explotaciones en el
Gran Buenos Aires por efectos de la urbanización.
La importancia de la actividad porcina fue evocada
décadas más tarde por Osmar Pallero, quien le dedicó uno
de los trece capítulos en que organizó sus remembranzas
juveniles:
Hubo un tiempo en que Saladillo era la zona de más criadores de
cerdos el país, y no cuesta nada averiguar el porqué: esta zona no
está compuesta por grandes estancias, y la mayoría de los pobladores, partiendo radialmente desde la ciudad, viven en chacras.
[…]. Como hay que extraerle todo el jugo posible a la tierra, cada
productor que siembra, procesa y transforma su producción. Por
lo tanto, todo el maíz sembrado no estaba dedicado al acopiador,
sino que se transformaba en kilos de carne, ya sea de cerdo o de
gallina (Pallero, 1981: 47-48).
Por otra parte, todo indica que, para muchas personas, los cerdos representaron una gran oportunidad para
cambiar su estatus económico y social, antes que una simple estrategia de subsistencia. Al igual queG en el capítulo
3, me parece oportuno revisarlo a través de historias de
vida, como la de Germán Frontalini. Cuando falleció, su
obituario destacaba el origen de su ascenso:
Comenzó desde el plano más modesto, en el negocio de porcinos, en el que llegó a ser uno de los acopiadores más fuertes
de la provincia. Al tiempo que afirmaba su posición económica,
ampliaba la esfera de sus actividades y así le vimos como dirigente de empresa en varias firmas industriales, en la explotación
rural propia y asociada y también en la dirección de la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo Ltda.
Además, Frontalini también tuvo participación en la
política del municipio, a la que ingresó en 1946, en el bando radical. En 1956, al dividirse la ucr, se inclinó por los
CAMPO JURÁSICO
265
intransigentes, que lo llevaron a la presidencia del Concejo
Deliberante en 1958. Dentro de sus ocupaciones en el campo de la industria, no es menor el dato de haber sido uno
de los impulsores de la fábrica de alimentos balanceados
de indesa, el establecimiento que en 1963 fue absorbido
por el grupo Cargill-insa.231
Algo parecido, pero en menor escala, podía decirse
de don Valentín Calvitti, fallecido el 22 de diciembre de
1964, a los 80 años. Su necrológica rememoraba el origen
inmigrante (“italiano de origen, llegó a nuestro pueblo en
la primera década del siglo [20]”) y remarcaba que, producto de su superación, “llegó a constituirse en uno de los
más fuertes comerciantes del negocio del cerdo, vastamente conocido en todo el ámbito provincial”.232
De todas formas, mientras la producción agrícola y las
carnes bovinas se estaban recuperando, el censo de 1937
midió la cresta de la ola de la producción porcina. En la
encuesta complementaria realizada el 30 de junio de 1938,
publicada por el Ministerio de Agricultura en 1940, ya se
observaba una disminución muy sensible de las existencias: de un año a otro, se produjo en Saladillo una pérdida de 30,000 animales, es decir, una merma superior
al 25 %, por encima incluso de la baja del stock provincial, que igualmente llegaba al 19 % con respecto a 1937.
Según se puede ver en los cuadros 5.1 y 5.3, los números se
habían desplomado en 1947: entre un censo y otro, hubo
una contracción de un millón de cabezas a nivel nacional, pero solamente en los campos bonaerenses se esfumaron más de 755,000 cerdos, lo que significaba un 41 %
de los animales relevados en 1937. A nivel local, la caída
resultó estrepitosa: la cantidad de productores tuvo una
baja del 22 %, pero la disminución del rodeo total fue de
231
232
El Argentino, 22/10/1964.
El Argentino, 31/12/1964.
266
CAMPO JURÁSICO
80,000 ejemplares, el equivalente al 67.75 % del número
del censo anterior.
En la misma tendencia del nivel nacional, y a pesar
de algunas recuperaciones parciales, la producción porcina quedó estancada y ya no volvería a conocer un ciclo
de expansión. Esta larga declinación, originada sobre todo
por la baja de los precios internacionales desde el fin de
la Segunda Guerra, tuvo una corta primavera en 1971, a
raíz de la instauración de la veda de carnes vacunas. En
ese momento, se registró un importante incremento de las
existencias, y aumentaron de forma significativa los envíos
al mercado de Liniers.233 Para desgracia de los productores
de Saladillo, las contingencias climáticas del año les impidieron sacar provecho de la situación.
Mientras las puertas ofrecidas en su momento por los
cerdos se iban cerrando, los indicios parecen indicar que
la pequeña ganadería de Saladillo se recompuso en torno
a la avicultura. En 1937, a pesar de haber perdido la primacía aviar entre los distritos de la provincia, se registró un
incremento del 11.47 % con respecto a 1930, y el número
de explotaciones –que fue consignado por primera vez en
un censo agropecuario– superaba los 1,800 productores,
lo que daba un promedio de casi 200 cabezas por cada
establecimiento. Una década después, si bien el total de
unidades retrocedió ligeramente, se habían sumado al sector 452 nuevos emprendedores, lo que lógicamente bajó el
promedio por unidad productiva a 150 animales. La cantidad de avicultores es sorprendente, porque rebasaba al
total de explotaciones indicada por el censo para Saladillo, que eran 2,245.
A pesar de todo, creo que esta aparente contradicción
puede explicarse de manera razonable. En primer lugar,
233
“La producción porcina”, El Argentino, 25/11/1971.
CAMPO JURÁSICO
267
es probable que los censistas hayan registrado emprendimientos avícolas del propio casco urbano, o de su inmediata periferia (la zona de quintas, por ejemplo), poseedores de una cantidad de aves lo suficientemente importante
como para considerarlos una explotación y no un simple
gallinero doméstico. Esta situación no era novedosa, ya en
el censo de 1937, en el registro de existencias de aves de
corral por partidos, hubo una categoría denominada “centros urbanos”. En esa oportunidad, para Saladillo se consignó la presencia de 33,733 gallos, gallinas y pollos, que
resultaban poco menos del 10 % del total del distrito.
Luego –y esto me parece lo más atendible–, en aquellas chacras donde vivía más de una familia, pero se mantenía la unidad productiva de la finca, es posible que a los
censistas les fueran declaradas explotaciones aviares separadas por cada grupo de habitantes. Digo esto con base en
la experiencia comercial de mi padre, que tenía al menos
dos clientes que eran hermanos y no habían dividido la
propiedad familiar heredada. Si esta era única para la agricultura y la ganadería bovina, en ambos casos disponían
de cuentas separadas en el caso de los porcinos, las gallinas
y la venta de huevos, por lo que el acopiador llevaba dos
registros en un solo establecimiento.
Fuera de esos detalles, en la década de 1940, la rama
aviar exhibía una dinámica muy intensa e incluso vivió
unos años de cierto esplendor. En el apartado anterior,
reseñé el aumento notable de las exportaciones de huevos
durante la Segunda Guerra, oportunidad en la que también se enviaron al mercado exterior aves congeladas. Por
las escasas necesidades de inversión y la relativa sencillez
de su manejo, pudo ser una buena alternativa para los
346 productores porcinos que se bajaron de esa actividad
entre 1937 y 1947.
268
CAMPO JURÁSICO
A ello se sumó el aliciente del mercado interno, con
una gran expansión debida a los efectos de la urbanización. Para la actividad de los avicultores de Saladillo,
este proceso tuvo dos consecuencias significativas. La más
obvia fue el aumento de la demanda de un conglomerado
urbano relativamente cercano. Bastaban unas pocas horas
de transporte ferroviario para colocar la producción local
en los mercados del cinturón bonaerense o en la capital
provincial, y ya mostré en el capítulo 2 cómo el trazado
de los ferrocarriles dejaba a una enorme mayoría de las
chacras en cercanía de las estaciones.
Pero no menos importante resultó otro hecho: las
zonas que se estaban urbanizando más velozmente habían
tenido una fuerte presencia en la producción avícola. En
1937, uno de los distritos que en 1914 tenían más de
100,000 aves de corral, el partido de San Martín, lindero a
la Capital Federal, ya había bajado sus existencias a 25,000
cabezas. Aunque menos notable, también Quilmes estaba
perdiendo su antiguo sector avícola, a pesar de mantener
todavía unos 84,000 ejemplares. Pero en 1947, esa retracción se hizo impresionante en algunos distritos como Avellaneda, donde apenas quedaban unas 2,800 aves de las
250,000 relevadas un decenio antes. También era impactante la baja en Lomas de Zamora, donde sobrevivían solo
7,500 de los 143,000 ejemplares contados en 1937. En los
partidos de San Martín y San Isidro, las existencias eran de
una quinta parte con respecto a 1937, de una cuarta parte
en La Matanza, de un tercio en Esteban Echeverría y Tigre,
y de la mitad en Caseros, Florencio Varela, Quilmes y San
Fernando. De todos modos, ningún municipio mostraba
una declinación tan espectacular como La Plata, que en
1937 era el partido con mayor cantidad de aves de corral:
de las 462,000 cabezas de aquel censo, bajó a 92,000, lo que
equivale a una contracción del 80 % en una década.
CAMPO JURÁSICO
269
En conclusión, para la avicultura de Saladillo –como
para varios partidos del interior bonaerense–, lo mejor de
la explosión urbana del área metropolitana fue que, mientras creaba un mercado gigantesco de consumidores, se
encargaba de liquidar a los principales competidores. En
los terrenos donde hasta pocos años antes se levantaban
los criaderos, la industrialización liviana dio lugar a las
fábricas y los loteos, que se multiplicaron como hongos.
El auge aviar no solamente produjo una legión de
pequeños productores, también desarrolló un buen número de agentes comerciales que adquirían esos bienes y los
colocaban en el mercado. En general, recibieron el mismo
nombre que los viejos compradores de cereales, hacienda
u otros bienes del país: acopiadores. Al principio, la gran
mayoría de ellos eran de las zonas cercanas a las chacras
donde operaban, algo entendible en una época en que los
caminos rurales –y los medios de transporte para enfrentarlos– constituían un verdadero desafío. La ampliación del
negocio y la mejora de la red vial convocaron luego a otros
intermediarios, ya fueran del casco urbano o, directamente, del conurbano bonaerense.
Es imposible nombrar a todas esas personas, porque
de varias de ellas no existe recuerdo escrito de su presencia, pero se pueden citar algunos ejemplos. Al menos hasta
mediados de los años treinta, en la zona de Micheo, La
Barrancosa y El Mangrullo, recorrían las chacras en busca
de aves, huevos y afines José Rogelio Aimo y su cuñado
Francisco Gascó.234 Según los datos que pude recoger, esta
familia procedía de Lobos, pero Gascó y su esposa se dedicaron a la agricultura en las dos primeras localidades mencionadas, para finalmente adquirir una fracción de campo
en La Barrancosa.235
234
235
El Argentino, 20/05/1965.
El Argentino, 13/12/1973.
270
CAMPO JURÁSICO
Por cuestiones cronológicas, mi padre no recordaba
esos nombres, pero sí se acordaba de Manuel Torres,
quien, si bien falleció en Avellaneda, trajinó durante años
caminos similares a los que luego serían los suyos. Como
decía su necrológica: “Durante muchos años fué su oficio
el de acopiador en la campaña, y su llegada a casa de los
medios rurales era recibida con placer y confianza”.236 También tenía presente que, hasta fines de la década de 1950,
operaban en el área de La Barrancosa los acopiadores De
Paula, Piersantelli y los hermanos Martínez.
De las lecturas de las necrológicas de la prensa local,
puedo asimismo destacar a Enrique Fanesi y Miguel Dibiase. Sobre este último, El Argentino señalaba que había llegado en 1921, procedente de Ripacandida (Potenza), para
radicarse en Cazón, donde se instaló en una chacra y fue
“acopiador de aves y huevos durante más de 20 años”.237
Según me refirió Lorenzo Espíndola, en las décadas de
1960 y 1970, solamente en la reducida área de Santa Elina
el negocio de los huevos y las aves estaba a cargo de los
hermanos Pasucci, de Saladillo, y de los acopiadores Incolla y Ferreyra, de Toledo, además del ya nombrado Fanesi.
En Polvaredas operaban los hermanos Blanco, a quienes
conocí personalmente porque venían al comercio de mi
padre para intercambiar opiniones. En cambio, es muy
exhaustiva la enumeración de algunos de estos comerciantes que puede leerse en el atractivo trabajo sobre el paraje
Emiliano Reynoso de Luis Lambert. A fines de la década de
1970, este autor resaltaba de este modo la importancia de
la pequeña ganadería aviar en esta zona:
La avicultura ha alcanzado gran difusión y desarrollo, siendo ella
una de las más importantes fuentes de ingresos. Entre los vecinos
236
237
El Argentino, 11/08/1960.
El Argentino, 06/03/1969 y 27/03/1969, respectivamente.
CAMPO JURÁSICO
271
que se han dedicado al acopio de la producción avícola, figuran
los señores Antolín Bullón, Francisco E. Dalto, e hijo, César J.
Freccero e hijos, Luis Martínez y Pedro Di Pascual. De los procedentes de otros lugares se registran los nombres de los señores
Roque Cecceri, Mateo Serna, Domingo Trentino, Alfredo Bilén
e hijos, Osmar J. Pallero, Miguel Pace, y los hermanos Carlos y
Tomás Carrasco (Lambert, 1979: 19).
Tal vez el nombre que durante mucho tiempo tuvo
más importancia en el mundo de los acopiadores avícolas de Saladillo fue el de Mario Schenardi. Llegado desde
el área metropolitana hacia 1940, junto a su cuñado, de
apellido Cisi, abrió un local en la avenida Cabral y Alem,
al costado de las vías del Ferrocarril del Sud, y bastante
cerca de la estación de trenes del pueblo. Como bien reseña Marcelo Pereyra, el emprendimiento se denominaba
“Casa Mario”, y, al contar con refrigeración, podía clasificar
hasta 25,000 cajones de huevos anuales. También poseía
un peladero, donde se limpiaban y evisceraban cerca de
60,000 pollos y gallinas, luego congelados para su colocación en Buenos Aires. Además, parece que, a principios
de los años sesenta, también realizaba otras actividades
conexas: “En la temporada de caza faenaban alrededor de
40,000 liebres, de las que además de sus cueros vendían
trozados los cuartos y lomos. Estos tenían gran aceptación
en Alemania Occidental” (Pereyra, 2017b).
Casa Mario tenía una sede en Buenos Aires, a la
que enviaba parte de su producción, y además abastecía
a varias fábricas alimenticias metropolitanas que usaban
huevos en sus preparados, pero, entre finales de la Segunda Guerra y la inmediata posguerra, el negocio de Schenardi fue parte activa en las enormes exportaciones hacia
Gran Bretaña. Fue un tiempo breve, pero esplendoroso,
que descansó sobre el agotador trabajo de un grupo de
obreros (entre ellos, un adolescente que mucho después
sería mi progenitor), quienes laboraban hasta 14 horas por
272
CAMPO JURÁSICO
jornada. Excepto dormir, todo se hacía en la planta, desde
el almuerzo a los refrigerios. La tarea principal era seleccionar y clasificar los huevos destinados al embarque, que
además debían ser sellados uno por uno con una rúbrica
provista por los propios británicos, quienes incluso enviaban regularmente inspectores para controlar el proceso.
La mayoría de esos bienes se despachaban por ferrocarril, pero las dificultades para conseguir vagones de carga y los compromisos de envíos llevaron al propietario
a adquirir un camión Caimán. Esta bestia motorizada de
origen estadounidense podía transportar 1,500 cajones de
huevos (45,000 docenas) en cada viaje, y además estaba
equipado como para enfrentar el derrotero por la antigua
traza de tierra de la ruta nacional 205, que en días lluviosos
podía convertirse en una aventura extrema.
Como dije más arriba al citar a Pereyra, Casa Mario
llegó a procesar 25,000 cajones de huevos por año, o sea,
750,000 docenas. La cifra puede asombrar, pero es perfectamente compatible con la información ofrecida por aquellas mediciones que dieron cantidades sobre la producción
de este alimento. Según el censo de 1937, los 1,809 productores de huevos de Saladillo habían recolectado casi 11
millones de unidades (915,833 docenas) durante los 365
días anteriores a la encuesta. De esta suma, 9.2 millones
procedían del campo, y 1.8, de la ciudad.
Es difícil saber cuán acertados son estos números,
porque solamente en un sistema productivo industrial se
podría tener una aproximación cuantitativa de ese tenor,
ya que es improbable creer que los más de 1,800 entrevistados tuvieran un registro diario de la postura de sus
gallinas e hicieran acumulados mensuales y anuales. Igualmente son objeto de discusión las cifras consignadas en
1960, cuando los censistas aseguraron que, desde el 1.°
de julio de 1959 al 30 de junio de 1960, los productores
CAMPO JURÁSICO
273
saladillenses juntaron 1,257,560 docenas de huevos. De
todos modos, aun con errores, eran cantidades significativas e ilustraban la importancia de la avicultura local. Por
lo pronto, vale la pena recordar que, en 1960, Saladillo era
el único distrito de la provincia donde la producción de
huevos superaba el millón de docenas.
Asimismo, los datos permiten hacer estimaciones de
postura, que coinciden con la baja productividad de las
gallinas bonaerenses antes de los cambios genéticos y las
mejoras de los planteles. De acuerdo con los guarismos de
1937, el promedio de postura era de 36 huevos por animal
por año, un número verdaderamente bajo (un huevo cada
10 días). En cambio, en 1960, y solamente con la adopción
de razas más aptas y mejores técnicas, ya que los avances
en alimentación y sanidad apenas estaban disponibles, el
promedio de postura pasaba los 60 huevos por gallina.
En 1960, además, el censo agropecuario devolvió a
Saladillo al primer lugar provincial por existencias de aves
de corral, pero el análisis de los datos dejaba también otras
consideraciones. El total aviar (con inclusión de gallos y
pollos) estaba un poco por debajo de los números de
1947, había unas 55,000 gallinas menos que en esa fecha,
y el número de explotaciones avícolas descendió de forma
considerable, dado que, entre censo y censo, se perdieron
656 productores, un 28.72 % con respecto a 1947. La contracara de esa baja fue el aumento del promedio de animales por explotación, que llegó a 204 ejemplares. En 1960 no
se informó sobre existencias en centros urbanos, de manera que no se puede inferir si en los gallineros pueblerinos
estaban las aves faltantes, o si el auge de 1947 había sido
producto de ese momento exportador que luego desapareció. Pero, más allá de cualquier conjetura, vale la pena
recordar como contexto un hecho señalado en el capítulo
274
CAMPO JURÁSICO
anterior: la caída de pequeñas explotaciones y población
rural saladillenses que señaló el relevamiento de 1960.
Más allá de los resultados de esta encuesta, los chacareros y la ciudadanía del partido conocían el lugar destacado de la pequeña ganadería local en el ámbito provincial.
Por eso, a fines del invierno de 1960, la prensa anunció la
primera exposición de la Asociación de Avicultores, Cunicultores, Apicultores y Afines de Saladillo, pautada entre
el 27 de septiembre y el 2 de octubre de ese año, en el
salón de los Bomberos Voluntarios.238 Al año siguiente, y
ante el “éxito” que había tenido “la muestra realizada el
año anterior”, la cita se repitió, pero esta vez en la pista
del Club Colegiales. En esa ocasión, además de los animales y productos de los sectores avícola, cunícola y apícola,
se anticipaban “atractivos stands” que mostraran “maquinarias y otras manifestaciones industriales estrechamente
vinculadas al agro”.239
Por cierto, los cerdos, a pesar de la pérdida de importancia y la permanente baja del número de animales, todavía ocupaban una posición provincial destacada. Según el
censo de 1960, Saladillo era el séptimo productor bonaerense de ganado porcino y, aun en la peor medición (la
de 1988), mantenía el décimo puesto, en un universo cada
día más restringido.
En parte debido a eso, y por el recuerdo de los buenos
tiempos, cuando el 25 de marzo de 1961 se llevó a cabo
la primera exposición anual de reproductores porcinos en
Saladillo, El Argentino sostuvo que era normal la inauguración del calendario de muestras en el partido, en cuanto
era “una plaza tradicional para este ramo de la ganadería”. Se trató de la 134.° Exposición Regional, organizada
por el Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia y la
238
239
El Argentino, 08/09/1960.
El Argentino, 10/08/1961.
CAMPO JURÁSICO
275
Asociación Argentina de Criadores de Cerdos, con la presencia de un jurado reconocido a nivel nacional. La ceremonia de apertura estuvo presidida por el propio ministro.
El acontecimiento fue exitoso, aunque los montos pagados
por los animales premiados resultaron “en general bajos,
a pesar de la calidad de los ejemplares expuestos”, y ello
se atribuyó a “la declinación” que había “experimentado
la industria porcina, debido a precios poco remuneradores de plaza”.240
Sin embargo, al año siguiente, el ciclo de exposiciones
se abrió en 25 de Mayo, para continuar por Bolívar, Rojas y
Vedia, sin que Saladillo figurara siquiera en el plan anual,
a pesar de haber sido el lugar donde hacía “alrededor de
35 años” se había realizado “la primera exposición de ese
tipo”, como informaba con acritud la prensa local.241 El desplante se repitió en 1965, cuando nuevamente Saladillo no
formó parte del plan anual de exposiciones de reproductores, que incluía cuatro muestras y que se iniciaría en Roque
Pérez, a finales de marzo.242
En compensación al primero de los desprecios, en
marzo de 1964 el Ministerio de Asuntos Agrarios bonaerense y la Asociación Argentina de Criadores de Cerdos
realizaron en la estación del Ferrocarril Roca la 146.° Exposición Regional de Reproductores Porcinos, en la que participaron animales de distintas cabañas y establecimientos,
tanto de la zona como de frigoríficos del área metropolitana, y de la propia Facultad de Agronomía y Veterinaria
de la uba.243 La segunda ofensa fue subsanada en 1967, al
determinarse que el plan de exposiciones regionales de esa
240
241
242
243
El Argentino, 09/02/1961, 23/03/1961 y 30/03/1961.
El Argentino, 29/03/1962.
El Argentino, 11/02/1965.
El Argentino, 19/03/1964.
276
CAMPO JURÁSICO
temporada volvía a abrirse en el municipio, otra vez en el
terreno del ferrocarril.244
A pesar de la lenta declinación de Saladillo como zona
de producción porcina, todavía en 1970 volvió a ser elegido
como uno de los partidos sede de las exposiciones. El 27
de junio, siempre en los terrenos del Roca, se llevó a cabo
otra de estas muestras, y en ella participaron unas cuarenta cabañas bonaerenses.245 Lo mismo se repitió en 1973,
cuando la exposición de reproductores volvió a abrirse en
Saladillo.246 Por otra parte, el inta siguió atendiendo a los
productores por medio de la capacitación, como sucedió
el 13 de agosto de 1974, cuando la Escuela 8 de Del Carril
prestó sus instalaciones para una conferencia de técnicos
denominada “La cría del cerdo”, que formaba parte del programa de extensión que la agencia agropecuaria sostuvo
durante ese año en esta localidad.247
Igualmente, y fuera de los esfuerzos para racionalizar
la producción, todavía en 1975 sobrevivían rasgos alarmantes en sus métodos de engorde. Por ejemplo, en la
sesión del 6 de febrero de ese año, el Concejo Deliberante
consideró la propuesta de un vecino para adquirir toda la
basura recolectada en el casco urbano, por la que ofrecía
$1,500 por mes. La negativa unánime de los ediles se sostuvo en el conocimiento del destino de esos residuos: servir
como fuente alimenticia de un criadero de cerdos.248
La cuestión de los criaderos porcinos recién se terminó de reglamentar en territorio bonaerense en 1978, cuando el Ministerio de Asuntos Agrarios dictó un resolución
244
245
246
247
248
El Argentino, 26/01/1967 y 23/03/1967.
“Saladillo será sede de la 173a. Exposición de Reproductores Porcinos”, El Argentino, 18/06/1970.
“Exposiciones”, El Argentino, 01/02/1973.
“Conferencia en Del Carril”, El Argentino, 29/08/1974.
“Realizó una sesión extraordinaria el Honorable Concejo Deliberante de Saladillo”, El Argentino, 13/02/1975.
CAMPO JURÁSICO
277
en que determinaba las características mínimas que los
establecimientos debían reunir, su localización exclusiva
en zonas habilitadas por los municipios, el equipamiento
indispensable, las conductas frente a las epizootias, el control rutinario por parte de las autoridades y la prohibición
de “ser alimentados los cerdos con residuos de comidas,
cualquiera sea su procedencia”, así como la instalación de
criaderos en “basurales (quemas o depósitos de basura)”.249
Con sus idas y venidas, durante toda la década del
sesenta, Saladillo fue sede de muestras vinculadas con la
pequeña ganadería. Por ejemplo, en el otoño de 1964, se
llevó a cabo en la localidad Del Carril una de las exposiciones regulares de Fomento de Granja, organizada por la
Dirección de Agricultura del Ministerio de Asuntos Agrarios provincial. Entre los días 29 de abril y 2 de mayo, se
mostraron, evaluaron y remataron “reproductores de raza
de aves, conejos, pavos, gansos y patos, libres de taras o
enfermedades, debidamente controlados”, lo que los hacía
“aptos para el mejoramiento de los planteles existentes o a
formarse”. También se brindaron cursos de asesoramiento
“referentes a temas avícolas” y se proyectaron “películas
alusivas a temas granjeros”.250
Además, en uno de los momentos en que se buscó
incrementar la producción de carnes blancas y huevos
como sustitutos de la carne bovina (véase el capítulo 1 y
arriba en este), la avicultura también se nutrió del crédito
oficial. Para El Argentino, la apertura de una de las líneas de
préstamos fue tan relevante que colocó la noticia en la tapa
de su edición del 2 de julio de 1964. El periódico juzgaba la
iniciativa como especialmente buena para Saladillo, donde
“uno de los rubros más fuertes” de sus chacras lo constituía
249
250
“Se fijan normas para la instalación de explotaciones porcinas en la provincia”, El
Argentino, 16/03/1978.
El Argentino, 09/04/1964.
278
CAMPO JURÁSICO
“la cría de aves”. La financiación apuntaba a asistir a quienes deseaban lanzarse a la avicultura, buscaban aumentar
sus posibilidades ampliando la infraestructura (galpones,
silos, calefacción, comederos, incubadoras, etc.), mejorar
sus planteles, o producir alimentos balanceados.251
Asimismo, la vitalidad del sector podía medirse por
la gran cantidad de publicidades que llenaban semanarios como el de la familia Volonté. Junto con las propagandas de concesionarios de tractores, maquinaria agrícola y camionetas, se hacían presentes también los avisos vinculados a los productos de las chacras, como el
de Granja Nelly, donde se convocaba a los vendedores
de pollos, gallinas, gallos, pavos y lechones mediante la
siguiente promesa: “Pagamos altos precios. Defienda sus
intereses”.252 También tenían cabida las primeras muestras de anuncios de los avances sanitarios de la ganadería.
Así, a principios de 1961, los laboratorios Lederle costearon una página entera de El Argentino para publicitar su
antibiótico Aurofac, que prometía “Rápido crecimiento –
mejor carne – mayores ganancias”, e ilustraba sus votos con
el dibujo de un vacuno, un porcino y un pollo, todos rozagantes y risueños.253
Bajo todo punto de vista, uno de los motores de ese
apogeo temporal de la pequeña ganadería en general y de
la producción aviar en particular fue la difusión casi explosiva de los alimentos balanceados. En una fecha tan temprana como los inicios de 1960, una publicidad de Provita
animaba a los productores bajo el lema “Criar cerdos es el
mejor negocio”, y los instaba a alimentarlos con balanceados, que permitirían obtener un gran peso en poco tiempo.
251
252
253
“El Banco Nación otorga créditos para avicultura”, El Argentino, 02/07/1964.
El Argentino, 31/03/1960.
El Argentino, 02/02/1961.
CAMPO JURÁSICO
279
Pero nada tuvo tanto impacto como la radicación
local de una de las plantas de elaboración de balanceados
del grupo transnacional Cargill. Este hecho fue producto
de una negociación que condujo a la absorción y luego
ampliación del pequeño establecimiento de indesa SA,
que estaba instalado desde hacía poco tiempo en uno de
los accesos al pueblo, sobre la avenida Ibáñez Frocham,
muy cercano a la ruta nacional 205. Esta modesta fábrica
de mezclas era propiedad de emprendedores saladillenses, como el caso ya visto de Germán Frontalini (Pereyra, 2017b).
Los acontecimientos se precipitaron a comienzos de
1963. El 24 de marzo de ese año, la firma anunció su asamblea general ordinaria. Además de cumplir con la normativa para las sociedades y revisar las cuentas del ejercicio
anterior, el punto 2 del orden del día hablaba de considerar
la propuesta de Cargill SA.254 Sin dudas, los socios aceptaron esa proposición, porque, en agosto, un comunicado
del directorio llamaba a suscribir acciones, o ampliar sus
tenencias, a fin de poder culminar el engrandecimiento de
la planta. El texto enfatizaba en “el ritmo acelerado” con
que se estaban “llevando a término los trabajos de la Planta
Industrial de Alimentos Balanceados, con el firme propósito de proceder a la inauguración de la misma para el último
trimestre del año en curso”.255
En efecto, los trabajos finalizaron a finales de 1963.
La reestructuración amplió las instalaciones y las dotó
con maquinaria de última generación, lo que permitía
una capacidad productiva de 80,000 toneladas anuales de
balanceados (Pereyra, 2017b). La fábrica de alimentos de
Cargill fue la primera industria moderna importante instalada en el distrito. No solamente daba trabajo a varias
254
255
El Argentino, 21/03/1963.
El Argentino, 29/08/1963.
280
CAMPO JURÁSICO
decenas de obreros, técnicos y administrativos, sino que
colocó a Saladillo como uno de los centros de distribución de balanceados más importantes de la provincia. A
los playones de la empresa, llegaban los camiones de proveedores desde Buenos Aires –con insumos nunca vistos
por estas latitudes, como la harina de pescado, fácilmente reconocible por su pestilencia–, pero también se daban
cita los transportistas regionales que repartían el alimento
por toda la zona, ya fuera en las tradicionales bolsas de
cartón de 25 kilos, como aquel despachado a granel en los
vehículos con tolva.
La elección de Saladillo como centro de fabricación y
distribución, así como el momento histórico en que se produjo la radicación, tiene su explicación. Cargill (en realidad, el nombre del establecimiento era alinsa SA) era una
empresa de capitales estadounidenses y larga trayectoria
en el país, vinculada sobre todo a los cereales, a las exportaciones de granos, y luego a la naciente industria avícola,
que, si bien en Saladillo tenía su mayor exponente provincial, era de gran relevancia en toda la zona. Apenas asfaltada la ruta nacional 205, y con las facilidades que esto
significaba, esta planta abría el mercado de balanceados
a la cuenca del Salado, pero también hacia las regiones
serrana y atlántica, gracias a la pavimentación de la ruta
provincial 51.
Junto con la instalada en territorio saladillense, que,
una vez inaugurado el asfaltado de la ruta provincial 63
hasta Las Flores, permitía también la vinculación directa
con el sur de la provincia y la Patagonia, Cargill tenía otras
plantas en Concepción del Uruguay, con la que atendía la
avicultura entrerriana, la más fuerte detrás de la bonaerense, en Pilar, sobre la ruta nacional 8, desde donde irradiaba la producción a la zona norte de Buenos Aires y sur
de Santa Fe, y en Capilla del Señor (partido de Exaltación
CAMPO JURÁSICO
281
de la Cruz), que servía para cubrir el área surcada por la
ruta nacional 7, con acceso a todo el oeste bonaerense.
Con estos dos establecimientos, abarcaba por completo lo
que después se conocería como “zona núcleo” del sistema
agropecuario argentino. Como se ve, la de Saladillo era otra
pieza fundamental de esa telaraña expansiva. La poderosa avicultura local fue un factor de conveniencia, pero el
desarrollo carretero hizo a la oportunidad.
Hoy día sería impensable imaginar una planta de estas
características en pleno casco urbano, aunque, a inicios de
los años sesenta, su ubicación resultaba todavía algo alejada. El lugar no solamente era una romería de camiones
y un auténtico ir y venir de gente, sino que, además, el
proceso de elaboración del balanceado generaba un olor
bastante desagradable, que se sentía con fuerza en el centro del pueblo cuando soplaba viento del norte.
Pero, más allá de toda consideración sonora u olfativa,
la presencia de una fábrica de balanceados tan importante
a pocos pasos fue una gran ventaja para los avicultores
locales, que podían abastecerse con precios más competitivos que sus contrincantes de los partidos vecinos. Por
otra parte, para promocionar sus productos, Cargill llegó a
hacer reuniones de difusión que culminaban con servicios
de confitería, como la desarrollada en el Club Social el 18
de julio de 1975. Allí, antes de los bocadillos, la empresa
mostró los beneficios de sus balanceados para la cría de
aves y otros ganados.256
Y, de hecho, aprovecharon esa comodidad y el beneficio. Hasta mediados de los años setenta, la avicultura saladillense continuó con su época dorada. Por desgracia, el
censo agropecuario de 1969 midió las existencias avícolas,
pero sus fichas no fueron procesadas con acierto y buena
256
“Cargill ofreció una charla sobre alimentos balanceados”, El Argentino, 30/07/
1975.
282
CAMPO JURÁSICO
parte de la información resulta inaccesible. Igualmente,
es sencillo hacer cálculos cuando un negocio mediano,
como el de mi padre, llegó a comerciar hasta 12,500 kilos
(500 bolsas) de balanceados por mes y, por supuesto, no
era el único distribuidor del municipio. La gran mayoría
de ese volumen lo constituían las mezclas especiales para
pollos parrilleros (bb y engorde) y gallinas ponedoras, que
en conjunto se llevaban casi todo el movimiento. Incluso
el comercio familiar abastecía a criaderos independientes, algunos de ellos de tamaño respetable, como aquel
ubicado detrás de la planta de tratamiento de líquidos
cloacales,257 que hacía adquirir unas tres toneladas de alimento a granel por medio de un intermediario, dado que
Cargill solamente lo vendía en esa forma a sus criaderos
integrados.
Ese mundo de la avicultura y los porcinos (de a
poco, los balanceados para cerdos también fueron ganando espacio) era, sin dudas, un mundo de pequeños productores. De chacareros que llevaban sus explotaciones
con sus familias y en el que la diversificación era una estrategia y una herramienta a la vez. No obstante, la complejidad de ese universo no solamente provenía de los bienes
generados para el mercado: también se fundaba en una
serie de pertenencias que iban más lejos de aquellos susceptibles de ser medidos en términos económicos. Parte
de la trama social y cultural de esa colmena será el objeto
de la siguiente sección.
257
Debo reconocer que poner ahí los galpones para cría de pollos era de una astucia extraordinaria: ¡escondía un vaho molesto detrás de uno insoportable!
6
Más allá del dinero: escenas y retratos sociales
del mundo chacarero
Al prologar un texto sobre la vida en pequeños poblados
bonaerenses, Eduardo Archetti escribió que “uno de los
hallazgos fundamentales del libro es la persistencia de
relaciones que no están regidas exclusivamente por el
lucro”. En el mejor de los casos, la afirmación resulta candorosa, porque nadie puede creer que, ya sea en una
comunidad de pequeñas explotaciones rurales (como es el
caso), o en un conglomerado fabril de grandes dimensiones, sean los lazos monetarios o las ganancias el ordenador
único de los vínculos (Ratier, 2009: 5).
En realidad, creo que la frase está condicionada porque, al hablar del mundo chacarero, la enorme mayoría
de las investigaciones se centran en la cuestión económica, sobre todo poniendo como eje el punto de la producción. Actividades de la explotación (agricultura, ganadería u otras), rentabilidad, capitalización, técnicas y manejo
de la unidad productiva, régimen de tenencia, relaciones
contractuales, trabajo familiar, o comercialización de los
excedentes son los aspectos abordados con principal frecuencia. Todos ellos tienen, además, un elemento común:
se trata de variables mensurables en dinero, o al menos en
bienes susceptibles de ser transados en el mercado.
Es indudable el peso del factor económico en la existencia, el desarrollo y el final de una explotación agropecuaria, pero pienso que también hay otros elementos
283
284
CAMPO JURÁSICO
dignos de ser revisados, y que, asimismo, ellos ayudan a
entender de una forma más completa la vida de las personas que llevan adelante esas tareas y, con ello, el tejido mismo de las comunidades donde accionan. Por otra parte, mi
opinión es que esa mirada retroalimenta una comprensión
más amplia del propio funcionamiento económico.
En este sentido, resultan muy oportunas las palabras
de Susana Marini:
[…] la vida de una comunidad pequeña no se agota en la satisfacción de sus necesidades inmediatas, motivo por el que el campo
de estudio se extiende a aquellas instituciones que la regulan: la
familia, la escuela, la iglesia, la policía o los sindicatos. A diferencia de la macrohistoria, que se ocupa de los aspectos penosos de la condición humana, la microhistoria presta atención
también al ocio y a la fiesta, a cada tipo de espectáculo, especialmente si refleja una tradición asentada. No menos importante en la vida de la comunidad es el conjunto de creencias,
de ideas, de devociones y de sentimientos religiosos, que son
producto y se convierten en patrimonio de una sociedad dada
(Marini, 1991: 218).
También es necesario aclarar que el análisis de esas conexiones no puede restringirse sin más al ámbito de la campaña. En un distrito como Saladillo, se dan las condiciones planteadas por Alejandro Ratier acerca de la articulación de redes
socialesque“enlazancampoyciudadenunatramaúnica”.Así,
loruralnofuncionaría“entérminosdicotómicoscomoopuesto y contrario de lo urbano, sino como continuidad entre dos
realidades emparentadas e intercomunicadas” (Ratier, 2009:
30). De todos modos, y más allá de estas yuxtaposiciones, cada
espacio conforma sus propias organizaciones, que marchan
con lógicas independientes, atienden demandas diversas y
canalizan impulsos diferentes. En definitiva, es factible que la
urdimbre sea una, pero, dentro de ella, pueden existir (y de
hecholoshay)interesescontrapuestos.
CAMPO JURÁSICO
285
En este capítulo trataré justamente de aspectos que
van más allá de la ecuación chacarero = productor. Pretendo transitar por un conjunto de relaciones regidas por contactos humanos en los que la búsqueda de un beneficio no
constituye algo esencial o, aun cuando pueda existir, ella
está mediada por otro tipo de acercamientos, cuyo examen
es más relevante que el propio resultado comercial que
pudiera perseguirse. Se trata de lo que Ratier denominó
“núcleos de sociabilidad”, que abarcan las distintas asociaciones, como clubes de fútbol, cooperadoras de escuelas, salas de primeros auxilios, grupos confesionales, peñas
folklóricas o tradicionalistas, corporaciones productivas,
agremiaciones agrarias y otros colectivos, donde se reunía
la población del campo (Ratier, 2009: 76).
En cuanto a los temas escogidos, se podrá coincidir
o no con el listado y la importancia asignada, pero responden también a los condicionamientos derivados de
las fuentes documentales a disposición del historiador. En
este caso, seleccioné las asociaciones corporativas, la política (sobre todo la municipal), la religiosidad, el universo
amplio de la recreación, y la educación, vista a partir de
su sistema institucional, es decir, la escuela. Asimismo, la
ventaja de hacer una pesquisa muy concentrada en términos temporales y espaciales es que permite la utilización
de herramientas de microanálisis histórico, pieza fundamental para un acercamiento profundo, algo no viable en
un trabajo de mayor alcance.
Pero, antes de abordar estos ejes analíticos, deseo
detenerme un poco en un aspecto material que sirve para
ilustrar las condiciones en las que se desarrollaba la vida
cotidiana en el medio rural. Es cierto que todavía en los
años sesenta del siglo pasado, en una ciudad chica como
Saladillo, no abundaban el confort ni el esparcimiento –o
al menos no estaban al alcance de todas las personas–,
286
CAMPO JURÁSICO
pero la vida era mucho más dura aún en el campo. A quien
vive en la época actual, incluso a quienes tienen limitaciones para acceder a los bienes domésticos más sofisticados,
debe resultarles difícil imaginar un día sin gas, electricidad,
heladera, teléfono, o siquiera un dispositivo sencillo para
calentar el agua del baño. Para la mayoría abrumadora de
los chacareros de hace unas décadas, esa era no la realidad
excepcional de una jornada, sino la usual de todo el tiempo. En buena medida, esas carencias también contribuyeron a buscar en la comunidad las respuestas para mejorar
el nivel de existencia, o al menos para hallar el consuelo
de su aceptación.
La dureza de las condiciones de vida en el medio rural
En 1871, el escrupuloso notario de la riqueza saladillense
José Antonio Rossi calificó como “ranchos” a 1,515 de las
2,114 casas del partido. De ellas, 1,107 estaban en el área
rural (Rossi, 1871: 107). En esa era, nadie podía asustarse de tales cifras: los rancheríos eran la realidad habitacional del país, y ni siquiera la Ciudad de Buenos Aires
había iniciado el tránsito hacia una urbe moderna. Pero
uno de los problemas centrales de la vida en la campaña fue la lentitud con que se produjeron las mejoras de
las condiciones de vida, sobre todo en el rubro vivienda,
y eso aun en la pampa bonaerense, una de las áreas más
prósperas del país.
No todos los censos registraron los tipos de construcciones donde habitaban las personas encuestadas, pero, a
través de los pocos relevamientos que sí lo hicieron, puede
seguirse la persistencia del atraso. Sin dudas, uno de los
factores más influyentes fue la dificultad para el acceso
masivo de los chacareros a la tenencia de sus parcelas. La
CAMPO JURÁSICO
287
vigencia de los arrendamientos de corto plazo, sin contratos, y la correspondiente incertidumbre acerca de cuánto
tiempo permanecería una familia en la explotación constituyeron un obstáculo para realizar una inversión significativa, como podía ser la de levantar un hogar con materiales nobles.
El censo agropecuario de 1937 aportó datos contundentes sobre la cuestión. En la zona rural de Saladillo, de
las 1,909 viviendas relevadas, solamente 278 estaban construidas con ladrillos (un 14.56 %), 31 eran de cinc, 162 fueron catalogadas como ranchos de barro y paja (un 8.48 %),
y las 1,438 restantes estaban apenas un escalón arriba de
las anteriores, al ser categorizadas como de barro y cinc, lo
que significa que tres cuartas partes de las residencias del
campo local eran ranchos con techo de chapa, y una enorme mayoría de ellas no tenían más de cuatro ambientes
habitables, en una época en que todavía eran habituales las
familias con mucha descendencia. Como puede verse, los
hogares campestres no se habían modernizado demasiado
a lo largo de seis decenios.
El cuadro se completaba asimismo con la carencia
absoluta de comodidades domésticas, y el resultado final
era una imagen de pobreza material que impactaba a un
observador llegado de donde eran comunes los bienes de
confort. Fue el caso de Carl Taylor, el antropólogo estadounidense que, en 1946, recorrió las zonas rurales argentinas durante 100 días. Este investigador, al pasar por el
área ganadera de cría (entre ellas, Saladillo, véase el capítulo 4), señaló el contraste entre las fabulosas residencias
de los estancieros y las moradas de los arrendatarios y
dependientes rurales. Según sus observaciones, al menos
un cuarto de las casas de chacareros y puesteros estaban
construidas con paredes de barro y techo de paja, y el 48
288
CAMPO JURÁSICO
% de esos hogares tenían tres o menos habitaciones (Taylor, 1948: 218).
Al año siguiente de la visita de Taylor, el cuarto censo
nacional publicó las cantidades de residencias y edificios
discriminadas por partidos, pero no diferenció entre las
zonas urbanas y rurales. En todo el municipio de Saladillo,
había casi 5,000 viviendas, divididas en mitades casi iguales entre las de dueños y las alquiladas, y 3,000 de ellas
disponían de solamente una o dos piezas. Además, si bien
existían un 52 % de las construcciones de mampostería,
todavía un 25.6 % eran viviendas de adobe, y otro 20 %
fue colocado en la incierta categoría de “sin determinar”,
que seguramente agrupaba casas levantadas con partes de
ladrillos, barro y chapas. Aunque el censo no lo especificaba, si se tienen en cuenta los antecedentes anteriores,
es muy posible que la mayor cantidad de esas residencias
de menor calidad constructiva estuvieran ubicadas en el
área rural.
En 1960, el censo nacional hizo un exhaustivo relevamiento de las viviendas. Si bien no presentó resultados por partidos, el análisis de las casas de la zona agraria bonaerense todavía mostraba importantes condiciones
de retraso. Un 27 % de las 204,000 viviendas fueron tipificadas como “casa de construcción rústica del tipo predominante en zonas rurales”, y todavía 26,352 residencias
tenían paredes de adobe. Un dato interesante es que el
porcentaje de hogares levantados con ese material era más
elevado entre los propietarios (un 14 %) que en las otras
categorías (inquilinos, empleados, ocupantes gratuitos), lo
que demuestra que la construcción precaria no era una
condición exclusiva de los arrendatarios, sino que, quizás,
tal concepción espartana se hundía en la propia cultura
chacarera, al menos en la de esa generación que hizo los
más grandes sacrificios para procurarse la propiedad de
CAMPO JURÁSICO
289
la finca, algo también observado por Horacio Giberti en
un análisis del partido de Pergamino, sobre los datos del
censo de 1937 (Giberti, 1998: 10-11). Del mismo modo, un
28.35 % de estas viviendas tenía piso de tierra, y solamente
el 42 % del total poseía inodoro con descarga de agua. La
gran mayoría de las casas rurales de la provincia usaban un
retrete sin ese accesorio, pero incluso un 13 % ni siquiera
tenía un retrete, lo que habla de condiciones de vida verdaderamente arcaicas.
Como bien señaló Carlos Rodríguez Sánchez, uno
de los obstáculos principales para mejorar el desarrollo
humano en el campo era la carencia de luz eléctrica, un
tema estructural de complicada resolución, al depender
“de importantes inversiones, de lenta y difícil recuperación” (Rodríguez Sánchez, 1987: 75). En efecto, si bien, en
las dos décadas que separan los censos nacionales estudiados en este texto, hubo una mejora sensible en la cantidad de viviendas con electricidad, aún en 1980 un 36 %
de las casas ubicadas en las áreas rurales estaban privadas
de este servicio.
Es cierto que en esos veinte años hubo notables avances, dado que en 1960 un 71.5 % de las casas del campo
no tenían electricidad, pero, en el caso de Saladillo, ese
progreso resultó tortuoso y tardío. No por nada Alberto
Benítez incluyó dentro de su cronología la fecha de llegada
del suministro eléctrico a las distintas localidades del partido. Para este cronista, era una efeméride que merecía ser
destacada dentro de la historia local. De acuerdo con él, la
electrificación rural del distrito se inició en marzo de 1973,
y cinco meses más tarde llegó a Cazón. En enero del año
siguiente, le tocó a Del Carril, y luego se fue extendiendo
por otros parajes y cuarteles, pero hubo que esperar hasta
fines de 1996 para inaugurar la electrificación en El Mangrullo. Recién el 21 de marzo de 1998, y gracias a aportes
290
CAMPO JURÁSICO
provenientes del municipio y de la nación, pudo arribar
la luz eléctrica a La Razón, mas solo en el filo del cambio de milenio se consiguió dar fluido a Blaquier (Benítez,
2000: passim).
La lentitud y la disparidad en la extensión del tendido
eléctrico marcaron también los distintos tiempos de evolución del interior saladillense. En La Barrancosa, La Razón
y La Mascota, durante la década del setenta, la situación
de confort prácticamente había dado pocos pasos, pero en
otras zonas los cambios se hicieron notar con cierta rapidez. En Emiliano Reynoso, por ejemplo, Luis Lambert destacaba la desaparición de los “antiguos ranchos de paredes de barro y techos de paja”, a excepción de uno que
la poetisa Rosa García Costa había dejado en pie para su
conservación.
Además, este autor enfatizaba el proceso de sustitución
de las características construcciones de adobe con techo de
chapas, que estaban siendo reemplazadas por otras “de estilo
más moderno, de paredes de ladrillos, buenos techos, instalaciones sanitarias, y comodidades tales como cocinas a gas de
kerosene y envasado, lavarropas, estufas, televisores y muchos
otros artefactos modernos”, que hacían “a un mayor bienestar”.
En su opinión, gran parte de esa prosperidad obedecía al desarrollozonaldel“plandeelectrificaciónruraldeSaladillo,cuyas
líneas” sobrepasaban ya “los cuatrocientos kilómetros de longitud” y que alcanzaban “a varios en el cuartel tercero” (Lambert,1979:26).
Igualmente, este proceso de extensión de la red fue particularmente lento. Según las fuentes periodísticas disponibles,
la llegada de la electricidad a Del Carril recién empezó a plantearsecomoalgoposibleen1969,cuandolaDireccióndeEnergía de la Provincia (deba) inició las gestiones para la provi-
CAMPO JURÁSICO
291
sión de un grupo electrógeno, mientras una cooperativa de esa
localidadavanzabaconeltendidodelareddoméstica.258
A principios de la década de 1970, la electrificación
rural se convirtió en uno de los grandes temas de quehacer
saladillense. La Municipalidad y la Cooperativa Eléctrica
estuvieron muy activas recorriendo los parajes donde se
consideraba viable la extensión del tendido, y trataron de
formar comisiones locales para difundir el asunto y convencer a los vecinos y chacareros sobre la importancia de
encarar la inversión, que era bastante significativa en términos de costo. Un buen ejemplo de ello fue la importante
movilización en Emiliano Reynoso, donde el compromiso
de la comunidad empujó la llegada de la electricidad.259
Por su parte, a nivel provincial, el Ministerio de Asuntos Agrarios y deba proyectaron un ambicioso plan para
dar servicio eléctrico a una superficie de 3.5 millones de
hectáreas.260 Gracias a esta iniciativa, a fines de 1971, un
vasto proyecto con financiación internacional y nacional
parecía hacer posible el sueño de la electrificación rural. La
Intendencia, la Cooperativa Eléctrica y representantes de
varias localidades del campo mantuvieron reuniones donde se discutieron las posibilidades de un gran plan eléctrico. Incluso se conformó una comisión municipal que
reunía a vecinos de casi todas las zonas y parajes, a la vez
que cada localidad tenía una pequeña subcomisión. En sus
primeras manifestaciones públicas, la comisión estimaba
que, con este adelanto, la “familia campesina” podía “equiparar su confort y sistema de vida al de las ciudades”.261
258
259
260
261
“ElectrificaciónparaDelCarril”,ElArgentino,06/11/1969.
“Importante reunión, El Argentino, 18/03/1971.
“Electrificación rural”, El Argentino, 10/06/1971.
“Reunión Sobre Electrificación Rural”, El Argentino, 04/11/1971; “Se constituye
la Comisión Pro Electrificación Rural de Saladillo”, El Argentino, 11/11/1971;
“Electrificación Rural”, El Argentino, 23/12/1971.
292
CAMPO JURÁSICO
El ambicioso plan para electrificación puesto en marcha en el comienzo de 1972, una vez firmado el convenio
de apoyo con deba y el Ministerio de Asuntos Agrarios,
incluyó una amplia encuesta en todo el partido, destinada
a recabar el interés de los pobladores del campo. Se capacitó a un grupo de encuestadores, se dividió el partido en
once zonas y se puso en marcha un relevamiento, primera
parte del amplio programa.262 Para septiembre de ese año,
el personal a cargo de las encuestas había registrado la opinión de 989 establecimientos agropecuarios, que representaban casi 108,000 hectáreas del partido, y a 891 familias,
compuestas por 2,975 integrantes.263 Sin embargo, después
de ese auspicioso movimiento, el proyecto se frenó.
En agosto de 1974, una carta de lectores contrastaba la
situación de Saladillo con la de Chacabuco, donde la insistencia de las autoridades y los chacareros había llevado a
buen término el tendido de la red en la zona rural del partido.264 Tiempo después, en julio de 1976, el exintendente
de facto Fernando López acusó directamente a la administración municipal justicialista por haber desatendido
completamente la cuestión de la electrificación rural, al
no producir ninguna acción para darles continuidad a las
iniciativas en curso desde 1972. En cambio, López reconocía la actitud de la Cooperativa Eléctrica, que había hecho
“llegar parcialmente el beneficio de la electrificación rural
al Cuartel i (Saladillo Norte), para continuar la línea hasta
los cuarteles iii y vii”.265
Mientras tanto, las familias chacareras debían arreglarse con medios alternativos. Por ejemplo, para poder
262
263
264
265
“Electrificación Rural en Saladillo. Encuesta a productores rurales”, El Argentino,
11/05/1972.
“Electrificación Rural en Saladillo: paso al progreso”, El Argentino, 14/09/1972.
“Carta de Lectores. Es necesario extender la electrificación rural”, El Argentino,
22/08/1974.
“Carta de Lectores”, El Argentino, 01/07/1976.
CAMPO JURÁSICO
293
ver la televisión, podían conseguirse aparatos que funcionaban abasteciéndose de una batería de doce voltios. Al
menos, así lo sostenía un aviso publicitario de “El rey de los
precios”, que anunciaba la posibilidad de seguir la programación televisiva en “toda granja, chacra o estancia”.266 Si,
en cambio, se deseaba iluminación eléctrica en todas las
instalaciones, debía atenderse la promesa de la firma de
grupos electrógenos Wincolux, representada en Saladillo
por las firmas Mazza Hermanos y Tordó & Rivanera, quienes anunciaban lo siguiente: “Disfrute de todo el confort
de la Ciudad en su Estancia o Chacra”.267
Más allá de estos detalles, para un estudioso del agro
como Adolfo Coscia, la electrificación rural fue una de las
causas importantes del acercamiento intercultural entre el
habitante del campo y el urbano, y quizás en Pergamino,
la zona en que él se desempeñó como agente del inta, en
los años sesenta ya se había impulsado este proceso, que
significaba un gran salto adelante, tanto en lo productivo
como en lo relativo a la calidad de vida de las familias
rurales (Coscia, 1983: 108-109); pero buena parte de los
parajes de Saladillo no participaban del adelanto, ya que el
censo de 1980 mostró un 46.13 % de viviendas rurales sin
electricidad, y un 11.72 % que solamente contaba con la
energía que podía generar, mientras que un 42 % sí podía
disponer en sus casas y establecimientos de fluido eléctrico distribuido por red.
En este sentido, en esa fecha seguía teniendo vigencia
el comentario realizado por Arturo Frondizi muchos años
antes. Al reflexionar sobre el modelo de industrialización
liviana argentino, el expresidente remarcaba acertadamente la relación paradojal entre ese desarrollo (con su consecuente aceleración de la urbanización) respecto del campo
266
267
El Argentino, 16/04/1970.
El Argentino, 03/02/1972.
294
CAMPO JURÁSICO
y la población rural: mientras que el éxodo rural se radicó
en la industria liviana y en los servicios, que además pudo
expandirse gracias a recursos aportados por las exportaciones primarias, los productos de la industria liviana arribaron “al campo en proporciones limitadas por la escasa
capitalización de las explotaciones; los servicios –electricidad y transporte– no llegan por su escasa o nula expansión” (Frondizi, 1965: 25).
El censo nacional de 1980 dejó además un buen cuadro de situación sobre las viviendas rurales en Saladillo,
que sumaban entonces 2,534 unidades. Todavía en ese
momento existían 328 ranchos y 63 construcciones precarias, es decir, más de un 15 % del total. Aunque un 23.41 %
de las casas particulares del campo local tenían una antigüedad inferior a los 10 años, un 60 % se habían levantado
hacía más de dos décadas. Una enorme mayoría estaban
hechas de ladrillos, pero aún 520 eran de adobe, y 379 de
ellas tenían piso de tierra (casi un 15 %, lo que superaba
el promedio provincial, que era del 10.8 %). Por cierto, en
cerca de la mitad de esos hogares, se cocinaba sin gas, y 700
residencias conseguían el agua de una bomba, ya que carecían de cañerías hídricas interiores. Como consecuencia
de esto, 739 viviendas no tenían descargas en sus retretes,
y 53, ni siquiera un retrete.
Finalmente, esta foto del atraso se completaba con
un dato que clarificaba sobre la categórica ausencia del
mínimo bienestar en gran parte del mundo chacarero saladillense: apenas 866 casas poseían agua fría y caliente, 851
solo contaban con agua fría, y 817 directamente no tenían
ni ducha ni bañera. Todas estas cifras ponen sobre la mesa
una existencia cotidiana realmente severa. Son testimonios que raramente se divulgan cuando se evoca –con nostalgia o idealismo– el antiguo paisaje rural.
CAMPO JURÁSICO
295
El asociacionismo rural de Saladillo: la Cooperativa y la Sociedad
Rural
Desde inicios del siglo pasado, los chacareros locales formaron parte de organizaciones colectivas. Algunas de estas
los convocaron por su nacionalidad de origen, como forma
de preservar su pertenencia cultural, pero también como
medio eficaz para ser reconocidos por los cónsules de sus
países en la defensa de intereses más concretos. En términos de la protesta contra los abusos de propietarios, acopiadores y proveedores, muchos productores rurales locales se acercaron a la Federación Agraria Argentina (faa),
que logró constituir una institución de reconocimiento y
presencia territorial de fuerte injerencia en la región pampeana.
Una de las acciones derivadas de estas luchas fue el
inicio de la acción cooperativa. Marcelo Pereyra efectuó un
análisis más que pormenorizado sobre la formación de las
primeras cooperativas saladillenses, que incluyó sus antecedentes más importantes, como la frustrada experiencia
de La Fraternal en los años veinte, finalmente barrida por
la crisis en la década siguiente, y continuó con el gran
impulso recibido por estas asociaciones durante el primer
peronismo. Fueron muchas las que se formaron, pero solamente dos sobrevivieron al tiempo: la Cooperativa Eléctrica, creada en 1944, para mejorar el suministro de ese servicio en el casco urbano; y la Cooperativa Agrícola Ganadera
y de Consumo Limitada (Pereyra, 2015a).
El acto constitutivo de esta última asociación se celebró el 15 de enero de 1950, en el Teatro Español, y contó
con la presencia de representantes y autoridades de la faa
y de la Federación Argentina de Cooperativas Agrícolas
(faca). Esa primera asamblea, compuesta por 152 socios,
dictó el estatuto, eligió la comisión directiva y resolvió
296
CAMPO JURÁSICO
afiliarse a la faca. El primer presidente fue Marcelo Almada, y lo secundaban, entre otros, dos productores de la
Barrancosa ya presentados en el capítulo 3: Joaquín Ripoll,
como secretario, y Ángel Abarca, que era uno de los vocales
(Pereyra: 29-30).
Pese a los tiempos aciagos en que dio sus primeros
pasos, la Cooperativa no solamente sobrevivió al derrumbe
del justicialismo (que significó el final de las otras asociaciones de reciente creación), sino que pudo consolidarse.
Así, el número de socios aumentó a gran velocidad en los
años siguientes: tenía 856 en 1955, y ya eran 1,261 cinco
años más tarde; además, solo durante su quinto ejercicio
vendió veinte tractores y tres cosechadoras, al margen de
otros equipos para la labranza (Borracer, 1984: 131-134).
Durante la década de 1960, las actividades siguieron a
muy buen ritmo. Para mostrar algunos datos, puede decirse que, en noviembre de 1962, la Cooperativa presentó el
cierre de su doceavo balance, operado el 31 de agosto de
ese año. Las cifras consignadas, ya fuera por ventas de mercaderías, maquinaria, semillas, cereales y combustibles, así
como los planes de inversión en la ciudad cabecera y en la
localidad de Álvarez de Toledo, eran muy auspiciosos. Además de marcar un crecimiento significativo con respecto al
ejercicio anterior, los 1,317 asociados señalaban la fuerza
del movimiento cooperativo agrario local.268
En la asamblea del ejercicio sucesivo, más allá de
resultar los números generales bastante buenos, tanto en
comercialización de cereales, semillas, maquinarias y mercaderías, el dato más importante consistió en que “la
asistencia de socios fue la mayor registrada hasta ahora en actos de esta índole”, y también la participación
de los accionistas, “que promovieron interesantes debates
268
El Argentino, 22/11/1962.
CAMPO JURÁSICO
297
aclaratorios”.269 Ese ambiente optimista continuó en los
años siguientes, como cuando, a fines de 1965, se aprobó el balance del quinceavo ejercicio, que mostraba buenos guarismos de transacciones y la existencia de 1,250
socios activos.270 Esa cifra se mantuvo estable durante el
resto de ese decenio, pero en 1972, al cerrarse el vigésimo
segundo ejercicio, la Cooperativa llegó a los 1,431 asociados, el número de cotizantes más alto de su historia, en un
momento en que en Saladillo existían alrededor de 1,800
explotaciones agropecuarias.271
La Cooperativa Agrícola se focalizó en la agricultura,
en la venta de equipos y en facilitar el acceso de sus asociados a bienes de consumo básicos, como alimentos y artículos de despensa, rubros en los que competía con éxito
contra los almacenes rurales, el lugar tradicional de abastecimiento de los chacareros, quienes también vendían allí
parte de su producción de granos, cueros y otros artículos
menores. Su tarea principal era centralizar la compra de
cereales y oleaginosas y eliminar su intermediación, con
beneficio directo para los productores (incluso a principios
de los años cincuenta se pensó en hacer una cooperativa
paralela para fabricar aceite de girasol), pero también se
dedicó a comercializar papas, un cultivo que, como mostré
en el capítulo 4, tuvo un gran desarrollo en el Saladillo de
los años sesenta.
Como muestra de esa pujanza, en diciembre de 1971,
la Cooperativa Agrícola inauguró su actual edificio de
Moreno y Alem. En la cena realizada en el Club Colegiales para festejar el acontecimiento, se congregaron 1,500
269
270
271
“Asamblea de la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo”, El Argentino, 05/
03/1964.
El Argentino, 09/12/1965.
“Realizó su Asamblea anual la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo Ltda.”,
El Argentino, 05/04/1973.
298
CAMPO JURÁSICO
personas, que luego pudieron disfrutar de un baile. Poco
después también levantó silos e instalaciones para mejorar
el acopio de granos.272 Pero, mientras que movía cantidades importantes en estos rubros, era escaso su volumen
de operaciones en materia de ganadería, y prácticamente nula su acción en avicultura, pese a la importancia de
esta rama en el partido. En este sentido, solamente en 1977
comenzó a incursionar activamente en el comercio ganadero, al organizar su primer remate feria el sábado 3 de
septiembre de ese año.273
La Cooperativa no solamente reportaba a su entidad
federativa de segundo grado (la faca): también tenía lazos
sólidos con la Federación Agraria Argentina (faa). Así, no
solo algunos de sus directivos lo eran también de la filial
local de la faa, sino que se realizaban muchas actividades
en común y era bastante habitual que, tras las asambleas
ordinarias de la Cooperativa, se llevaran a cabo reuniones
de la Federación. Pero, en cuanto la Cooperativa era una
organización de corte más doméstico y social, la Federación constituía un espacio corporativo para la defensa de
los intereses globales del sector agrario y, en ese orden, se
ocupaba de los problemas políticos y productivos.
En mayo de 1961, por ejemplo, la Federación Agraria
Argentina reunió su asamblea comarcal en el Teatro Español de Saladillo. Unos trescientos delegados debatieron
desde una temática tan amplia y ansiada como la reforma
agraria hasta “cuestiones tales como el éxodo campesino,
la mecanización agraria, los altos costos de producción y
los escasos valores remunerativos”.274 Un año más tarde, en
272
273
274
“Se inauguró el edificio de la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo Limitada”, El Argentino, 09/12/1971.
“Realizó su remate feria inaugural la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo
Ltda.”, El Argentino, 08/09/1977.
“Tuvo lugar la asamblea comarcal de la Federación Agraria”, El Argentino, 18/05/
1961.
CAMPO JURÁSICO
299
agosto de 1962, en el salón de los Bomberos Voluntarios,
la filial Saladillo de la faa celebró el cincuentenario de la
fundación de esa institución. El encuentro sirvió además
para renovar parte de la comisión directiva y nombrar a
los delegados que asistirían al 50.° congreso, que se realizaría en Rosario.275
Fuera de su referencia con esta corporación agraria
nacional, la Cooperativa mantuvo una prescindencia
político-partidaria. Dentro de su comisión, había gente de
distintas ideologías, desde peronistas hasta toda la tipología de radicales, pero también algunas de las escasas
muestras de la izquierda rural del distrito. Los chacareros
medianos y chicos componían el grueso de su conformación social, aunque también podía encontrarse en el registro de asociados (y muchas veces en la comisión directiva)
a algún integrante de la familia Inda, propietaria del campo
La Colonia, de 1,341 hectáreas de superficie, según el mapa
de Edelberg de 1919.
Bajo todo punto de vista, ni la Cooperativa ni la Federación Agraria eran el lugar de los ganaderos ni de la mayoría
de los estancieros. Por eso, el 23 de mayo de 1964, se fundó la
Sociedad Rural de Saladillo.276 En su momento, unos 80 productores concurrieron a darle nacimiento, y un mes más tarde
se conformó la comisión directiva. A diferencia de la otra institución, el grueso de sus miembros eran terratenientes importantes,consignatariosdehacienda,oprofesionalesvinculados
al mundo vacuno, pero, en su primigenia lista de autoridades,
también se podía encontrar a Valentín Calvitti y Agustín Saizar,
claros representantes del universo de los chacareros. Asimismo, dadas las actividades, las pertenencias y las expectativas
275
276
El Argentino, 09/08/1962.
Desdevariasdécadasantes,existíalaSociedadRuraleHipódromodeSaladillo,antecedentedelaSociedadRuraldeSaladillo,perosinlascaracterísticasestrictamentecorporativasdeestaúltima.
300
CAMPO JURÁSICO
de los socios de la Sociedad Rural, no venía a representar una
competencia para la Cooperativa Agrícola, que, junto con la
representación regional del inta, dio una cordial recepción a
lanuevaentidad.277
La Sociedad Rural se afilió rápidamente a la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa
(carbap) y, a través de ella, a Confederaciones Rurales Argentinas (cra), una asociación de emprendedores ganaderos de
marcado cuño conservador. Su primera actividad destacada
fue la organización de una exposición rural, que se desarrolló
con singular éxito entre el 26 y el 28 de septiembre de 1964 en la
feria de remates de la firma Raúl M. Seoane.278 A partir de allí, la
Rural de Saladillo devino en un acontecimiento anual de gran
resonancia, y una muestra a escala de la tradicional exposición
dePalermodelaSociedadRuralArgentina.
Años más tarde, con la puesta operativa del predio de la
actual avenida Dellatorre, terminó de asegurarse un lugar significativo dentro de la agenda del municipio. Al igual que su
hermana mayor –pero favorecida además por la realización en
primavera–,seconvirtióenunpaseoobligado,consuspuestos
de exhibición, demostraciones del maltrato animal conocido
como “destreza criolla”, entretenimientos varios y práctica del
juego del pato, un deporte ecuestre emparentado con el polo,
de origen nacional, pero menos exclusivo a nivel social y más
acordeconlaspretensiones(ylasbilleteras)delosjineteslocales. Al éxito de sus exposiciones anuales, se sumó en 1971 la
determinacióndecelebrarenlaRuraldeSaladillola7.°Exposición Ganadera de la Provincia de Buenos Aires, llevada a cabo
entreel10yel21deseptiembredeeseaño.279
277
278
279
“HaquedadofundadalaSociedadRuraldeSaladillo”,ElArgentino,18/06/1964.
“SerealizaunaimportanteExposiciónrural”,ElArgentino,17/09/1964.
“Un éxito total acompañó a la Exposición de la Sociedad Rural”, El Argentino, 23/09/
1971.
CAMPO JURÁSICO
301
La política en el medio rural: entre la ideología y los votos
del campo
El vínculo entre el mundo rural bonaerense y la política fue
intensodurantetodoelsiglo19.Elpapeljugadoporlasmilicias
y los jueces de paz, habitualmente estancieros o comerciantes
destacados de la campaña, es una pieza central para entender
laconstruccióndelordenpolíticoprovincial,desde1820yhasta por lo menos los albores de la centuria pasada. En el capítulo
3,ejemplifiquéinclusocómoestarelaciónpodíaabrirlaspuertas a un estatus económico y social relevante en partidos como
Saladillo,quereciénabandonósuposicióncomozonadefronteraenladécadade1870.
Justamente en ese decenio, cuando las diferencias dentro
de la coalición gobernante produjeron repetidas convulsiones,sepudoverlamovilizacióndeunabuenapartedeloshabitantes del campo en algunos de los episodios más extremos de
esas tensiones, resueltos en general por medio de los métodos
tradicionales,osea,larevueltaylaviolencia.Soloen1874hubo
dos ejemplos claros: un contingente saladillense tomó parte
enelcombatedeLaVerde,quesellóladerrotadelintentorevolucionario de Mitre; y grupos antagónicos referenciados con
Alsina y el mismo Mitre se enfrentaron a tiros para dirimir la
jefatura municipal, en un hecho que sería recordado durante
muchotiempo.280
En todos ellos participaron peones rurales, puesteros, mayordomos y otras personas al servicio de los estancieros locales, quienes no solamente los empleaban en
sus establecimientos, sino que normalmente los utilizaban como reclutas o votantes. Además, al empadronarlos en la guardia nacional, se replicaban las jerarquías
280
Sobrelosdosepisodios,puedenverselosprotagonistasylosdetallesensendosartículos
de Marcelo Pereyra: “Tropas saladillenses en la batalla de La Verde” (2015), en bit.ly/
3DsmYag,y“Lastrágicaseleccionesde1874”(2015),enbit.ly/3oKJ3wD.
302
CAMPO JURÁSICO
propias de sus funciones laborales: los estancieros figuraban como comandantes, los mayordomos hacían de oficiales, los puesteros cubrían los cargos subalternos, y la
peonada era la base de la soldadesca.
La llegada masiva de los inmigrantes modificó el cuadro económico y social del distrito, pero no influyó (al
menos por unos años) de manera determinante en el cambio de las formas y los actores de la política local. Si bien la
participación política de los extranjeros estaba consentida
a nivel municipal, tanto en el país como en la provincia y
las intendencias existía un sistema representativo más que
imperfecto. El acto comicial en sí mismo era una ficción (a
veces un filme de aventuras, no exento de derramamiento
de sangre), y solamente en 1912, con el dictado de una
serie de normas que la posteridad simplificó bajo el sintagma “Ley Sáenz Peña”, comenzaron a hacerse modificaciones que introdujeron el reconocimiento de las minorías, mejoraron lentamente la confección de los padrones
y tendieron a limitar la coerción sobre los votantes en el
momento de elección de las papeletas de su preferencia.
Pero esos cambios –más allá de representar un avance
sustancial– no sustituyeron otras cuestiones. En muchos
comicios no se constituían mesas receptoras de sufragios
en la zona rural, lo que limitaba la asistencia de los chacareros. Es cierto que muchos de ellos no estaban habilitados
para votar (y posiblemente tampoco interesados) por su
condición de inmigrantes, pero esa situación se empezó a
revertir con la generación de sus hijos. Aun así, trasladarse
al pueblo un domingo de votaciones era todo un trámite,
excepto que se tuviera una gran vocación republicana, o
–lo más probable– que se formara parte de la clientela de
un terrateniente, donde la asimetría de las relaciones de
poder significaba un compromiso para mantener el arriendo, el puesto o el sueldo.
CAMPO JURÁSICO
303
En una época en la que la población del campo
todavía era mayoritaria, una decisión de este tipo reducía la cantidad de sufragios a una expresión menor. Marcelo Pereyra reseñó estas limitaciones de la democracia
vernácula en un artículo esclarecedor sobre las elecciones
municipales de 1924 (Pereyra, 2014a). Sin embargo, en los
comicios legislativos provinciales de 1927, sí se habilitaron mesas receptoras de votos en la campaña. Según la
prensa local, mientras que en el casco urbano había once
mesas de votación, se dispusieron cinco centros de votación rurales en las escuelas 14 de Toledo, 11 de Cazón,
8 de Del Carril (dos mesas), 10 de La Margarita y 21 de
La Barrancosa.281 Esa tendencia a habilitar mayor cantidad
de centros electorales rurales se amplió en 1946, cuando, de las 33 mesas receptoras de sufragios, hubo 17 en
el pueblo y 16 en la campaña, divididas en seis colegios
receptores: Del Carril, Cazón, Toledo, Reynoso, La Margarita y La Barrancosa.282 En 1958, en cambio, las 58 mesas
electorales se dividieron de forma similar entre la planta
urbana y el campo.283
Por otra parte, después de 1930, los conservadores
convirtieron un mecanismo defectuoso en una farsa (por
cierto, su violencia le quitaba todo aire de comedia), que
incluso se permitió en determinados momentos sumar
como comparsa a los opositores. Recién a mediados del
siglo, las cosas parecieron corregirse, cuando se realizaron las elecciones nacionales de 1946, tal vez las primeras virtuosas en lo referente a la limpieza del acto comicial. En el ámbito local, el diario Los Principios las calificó
como ejemplares, y enfatizó su “evidente contraste con los
281
282
283
“Mesas receptoras de votos”, El Argentino, 24/03/1927.
“Cómo votó Saladillo”, El Argentino, 02/03/1946. Agradezco la localización de
este artículo a Silvina Krupitzky.
“Ubicación de los comicios”, El Argentino, 30/01/1958.
304
CAMPO JURÁSICO
comicios fraudulentos y las violencias a que [los] tenían
acostumbrados administraciones anteriores”.284
Poco después, la legislación subsanó la histórica postergación de las mujeres en materia de ciudadanía. Además, durante la década peronista, pudo verse en Saladillo
incluso el raro fenómeno de la alternancia en el poder
municipal: los radicales ganaron en 1948, perdieron contra
el peronismo en 1951 y vencieron nuevamente en 1954.
No obstante, una vez desalojado Perón del poder, se intentó construir una nueva democracia ficticia, que prescindía de la participación del justicialismo, la fuerza política
mayoritaria.
Con todo, el desarrollo del radicalismo saladillense
ya había ampliado de manera notable la participación de
los vecinos en la política, aunque en esta cuestión todavía
queda pendiente una investigación profunda. Tras los años
conservadores, las posibilidades crecieron aún más con
el surgimiento del peronismo. Cuando esa fuerza empezó
a organizar su estructura municipal, logró una importante penetración entre la población rural. Según el estudio
de caso de Julio Navarro acerca del perfil de la afiliación
peronista entre 1948-1950, hecho sobre la base de la información contenida en las fichas de adhesión partidaria, un
30 % de los afiliados declararon ser agricultores, y seguramente entre el 40 % de los registrados como jornaleros
había peones rurales. Este estudio es además interesante
porque, al comprender los primeros años del justicialismo, muestra que la afiliación oportunista o compulsiva era
todavía escasa o irrelevante y, en efecto, apenas el 5 %
de los enrolados eran empleados estatales (Navarro, 2003;
Pereyra, 2015a).
284
“En un clima de normalidad se realización los comicios”, Los Principios, 03/03/
1946. También agradezco el conocimiento de este artículo a Silvina Krupitzky.
CAMPO JURÁSICO
305
En un análisis a nivel nacional, Mario Lattuada mostró
igualmente el peso del voto del campo y el fuerte arraigo
del primer peronismo en el ámbito rural. En el capítulo 1,
señalé los esfuerzos de Perón por ganarse el voto de los
chacareros, a lo que deben sumarse las medidas que favorecieron a los peones, desde el famoso estatuto, hasta los
aumentos salariales y la sindicalización. De acuerdo con
este autor, los “sectores y clases subordinadas de la estructura agraria representaban a mediados de la década del
40, como fuerza electoral –varones, argentinos y en edad
de sufragar– alrededor del 31 % del total de votantes del
país”, pero asimismo constituyeron un 59 % de los votos
obtenidos por la coalición triunfante en las elecciones de
1946 (Lattuada, 1988: 33).
En Saladillo, de todos modos, esos beneficios no
lograron el éxito de la fórmula Perón-Quijano, que, con sus
2,216 votos, quedó bastante lejos del binomio de la Unión
Democrática, que superó los 3,300. No obstante, cuatro
años más tarde, y con el oficialismo en su mejor momento,
el peronismo pudo recortar gran parte de esa diferencia en
la elección para gobernador y renovación parcial del parlamento y del Concejo Deliberante. En esa oportunidad,
si bien el radicalismo volvió a ganar, apenas lo hizo por
463 votos. Además, la ventaja de la ucr se cimentó casi
exclusivamente en la planta urbana, donde el partido de
Alem e Yrigoyen consiguió 434 sufragios de ventaja sobre
sus adversarios.285
En cambio, el voto rural fue decisivo en dos elecciones
para intendente: primero para el triunfo radical en 1948,
y luego para el peronista en 1951. En ambos casos, se dio
285
“Por 463 votos triunfó la U.C.R.”, El Argentino, 18/03/1950. Es cierto que, a diferencia de lo ocurrido en las elecciones de 1946, en esta oportunidad los partidos
socialista y comunista presentaron candidatos propios. De todos modos, estas
fuerzas sumaron apenas unos 140 sufragios entre ambas.
306
CAMPO JURÁSICO
una votación muy cerrada en el casco urbano: en 1948 la
ucr apenas se impuso por 33 papeletas en el pueblo y
logró estirar la distancia final a 116 votos gracias al aporte rural.286 En 1951, en cambio, los radicales ganaron por
ocho votos en el caso urbano, pero los casi 500 sufragios
de la campaña a favor del justicialismo sellaron la victoria
de su candidato a intendente, quien se impuso por 5,947
sufragios contra 5,458 de los radicales. La ucr venció en
Reynoso, La Margarita y La Barrancosa, cayó en Toledo
y Cazón por un margen apreciable, pero sufrió una dura
derrota en Del Carril, donde se acumuló prácticamente la
diferencia entre triunfadores y perdidosos.287
Tres años más tarde, el 25 de abril de 1954, los radicales pudieron revertir esa caída gracias a un triunfo claro
en la planta urbana y en la mayoría de los cuarteles, que
permitieron absorber los habituales resultados negativos
de Del Carril y Cazón y obtener una diferencia de 600 votos
sobre el peronismo. En una elección en la que sufragó más
del 90 % del padrón (a pesar de ser una jornada algo destemplada y por momentos lluviosa), se destacó el resultado
de Toledo, donde la ucr dio vuelta el resultado adverso de
1951, mientras que reforzó sus guarismos en las localidades donde ya había vencido en aquella ocasión.288
A pesar del retroceso de la población rural entre 1947
y 1960, aún en esta última fecha el peso electoral del sector
rural del partido era considerable, y no podía obviarse en
caso de unos comicios reñidos. Por ejemplo, en las elecciones legislativas de marzo de 1960, el padrón de Saladillo
era de 15,299 personas, de las cuales 6,471 (un 42.30 %)
286
287
288
Una particularidad de estos comicios fue que, en la categoría de senadores provinciales, el peronismo logró imponerse por casi 200 sufragios, en “Los cómputos finales”, El Argentino, 13/03/1948. Agradezco la localización de este artículo a
Silvina Krupitzky.
El Argentino, 15/11/1951.
El Argentino, 29/04/1954.
CAMPO JURÁSICO
307
sufragaban en el campo. La mayoría de los cuarteles habilitaron tres mesas de votaciones. En La Barrancosa, se agrupó al electorado de los Cuarteles viii y ix, con cinco mesas
que funcionaron en el Club Carlos Calvo y en la Escuela 21,
y un total de 1,150 inscriptos.289
Con la proscripción del peronismo y el desencanto
de muchos votantes de Frondizi, los radicales del pueblo
vencieron con cierta holgura en la renovación de la mitad
de las bancas de concejales, aunque consiguieron menos
votos totales que en 1958. Esta victoria fue en parte cimentada sobre una estrategia de apertura de comités en las
localidades. A lo largo de todo el año, pueden seguirse en la
prensa las distintas inauguraciones de locales partidarios.
En septiembre, por ejemplo, la ucrp conformó el subcomité La Barrancosa, que funcionaba en la casa de Emilio Taddei. En una muestra de circulación de personas en
espacios sociales superpuestos, muchos de esos mismos
nombres reaparecieron unos días más tarde en la comisión
directiva del club Carlos Calvo, de esa misma localidad.290
Vale la pena ahondar en esta cuestión. En 1962, el
padrón radical era de 3,322 afiliados, pero 1,600 de esos
simpatizantes residían en el campo. En términos proporcionales, los radicales del pueblo mantenían la lealtad de
un 25 % del total del empadronamiento rural de Saladillo,
una cifra considerable, y más si se tiene en cuenta que, fuera de los breves interregnos en que Hilario Armendáriz fue
intendente municipal (1948-1951, 1954-1955, y un pequeño período durante la “Revolución Libertadora”), esa facción de la ucr no había ejercido ningún poder importante
desde 1930.
Propiamente en 1962, los radicales del pueblo honraban
otra vez su tradición de parcialidad belicosa. En pleno verano,
289
290
“Como se distribuirá el comicio en Saladillo”, El Argentino, 28/01/1960.
El Argentino, 22/09/1960 y 29/09/1960.
308
CAMPO JURÁSICO
también calentaban el clima político, mientras se acercaba la
fechadeeleccionesdeintendente.Trasfracasarlosintentosde
presentar una lista unificada, en enero se conocieron las dos
fracciones que disputarían una interna para dirimir las postulaciones. Por un lado, se presentaron los “blancos”, encabezados por Guillermo Hansen; por otro, los “amarillos”, enlistados
traslacandidaturaaintendentedeValeriodeIraola.
Ambaslistasmostrabanensusnóminasavarioshombres
(las mujeres brillaban por su ausencia, excepto en puestos del
consejo escolar) del ámbito rural, como los vecinos Damián
Urús,JuanFaganyJuanLambertporelgrupo“blanco”,yCarlos
Martini, Joaquín Ripoll (h), Baldomero Capponi y José Cacciagiú en el bando “amarillo”. El propio candidato amarillo a
jefemunicipal–unreconocidoconsignatariodehacienda–era
una persona vinculada al mundo agropecuario, aunque exactamente no se lo podía catalogar como chacarero. Para contrarrestarlo, los blancos impulsaban como concejal a un colega
y competidor suyo: Rául M. Seoane. De las 19 mesas electorales habilitadas por las autoridades partidarias, 13 estaban en la
campaña, lo que demostraba el valor potencial del voto rural
enloscomiciosinternos.291
Los amarillos vencieron con comodidad esas internas,
y la urcp obtuvo también un sólido triunfo en las votaciones generales de marzo, aunque finalmente el gobierno
anuló esas elecciones por la presión de los militares, que
no tenían ningún encono especial contra los radicales de
Saladillo, pero no podían soportar la victoria del sindicalista peronista Andrés Framini para gobernador de Buenos
Aires. Todo terminó siendo una fea anécdota, pero debe
indicarse que la ucrp venció con amplitud en La Barrancosa: obtuvo 530 votos contra 189 de la lista neoperonista
(que usó el nombre “Unión Popular”), 180 de la ucri, 60
291
ElArgentino,04/01/1962y18/01/1962.
CAMPO JURÁSICO
309
de la Unión Conservadora y 13 del Partido Conservador
Popular.292
En la derecha del espectro político, y tras la experiencia justicialista, a principios de la década de 1960 la Unión
Conservadora seguía representando a los viejos estancieros o a sus descendientes. Un claro ejemplo de ello era
la lista de concejales presentada por esa agrupación para
las elecciones de marzo de 1960: entre los siete puestos
en disputa, al menos tres estaban ocupados por apellidos
de terratenientes (Mario Candia, Miguel Riglos y Carlos
Saralegui). Sus resultados fueron bastante alentadores, en
especial en la zona rural, ya que recogieron parte de los
sufragios perdidos por los radicales intransigentes y los del
pueblo, para sumar 1,346 boletas, un poco atrás de los
votos en blanco, que totalizaron 2,101.293
Mientras tanto, los radicales del pueblo –y De Iraola
en particular– tuvieron su revancha en julio de 1963, cuando lograron alzarse con el triplete (presidente, gobernador, intendente), pero lo más novedoso de esa campaña
electoral en Saladillo fue el intento de organizar una fuerza neoconservadora local, relacionada con la candidatura
presidencial del general Aramburu. Su fogonero era Raúl
Ondarts –un empresario vinculado a Álvaro Alsogaray que
sería parte de la fórmula de la Nueva Fuerza en 1973– y
llegó a Saladillo en otoño para organizar el armado de la
agrupación.
También estuvo de visita Bernardino Horne, exsecretario de Agricultura del gobierno de Frondizi, quien fue
presentado como “iniciador de un movimiento que promueve la fundación del Partido Agrario”. Estos esfuerzos
aspiraban a constituir una Unión Vecinal, capaz de captar
el apoyo de los grupos más conservadores de los partidos
292
293
El Argentino, 22/03/1962.
“Cuadro de resultados provisionales”, El Argentino, 31/03/1960.
310
CAMPO JURÁSICO
tradicionales y canalizarlo a la lucha municipal.294 La búsqueda de consensos y la deposición de egos tampoco
resultaron fáciles entre las derechas. Finalmente, bajo la
denominación de “Partido Social Agrario”, sin postular a
ningún candidato a jefe de Estado (aunque sí presentaba
aspirantes a electores de presidente), pero con el apoyo de
un sector de la Federación Agraria Argentina, los vecinalistas lograron constituir una lista municipal, encabezada
por Evelio Cotignola y Néstor Almada. Sus principales integrantes se nutrían del conservadurismo y el frondizismo
desencantado.295
Gran parte de la entusiasta vida partidaria saladillense
quedó congelada, al igual que en el resto de la nación, con
el golpe de Estado de 1966. Sin embargo, la política siguió
su curso, pese a carecer de un espacio institucional donde
expresarse. El gobierno militar de Onganía no toleraba a
los intelectuales, profesores, estudiantes universitarios y,
en general, a cualquier persona progresista, pero soportaba a los políticos pueblerinos. Por eso, no fue extraño que,
en marzo de 1967, al fallecer Salvador Di Benedetto, sus
exequias se convirtieran en un pequeño acto radical. Al
muerto le rindió homenaje Alejandro Armendáriz,
quien dijo en algunos párrafos de su oración fúnebre: su almacén
y bar de La Razón, fue centro obligado del comercio de la zona,
y también lugar propicio para la tertulia y la camaradería de ese
importante y populoso barrio de nuestro partido.
Como puntero del radicalismo, su figura era tan sentida que El Argentino agregó una foto del difunto, algo
verdaderamente inusual en las páginas necrológicas del
semanario.296
294
295
296
El Argentino, 16/05/1963.
El Argentino, 13/06/1963.
El Argentino, 06/04/1967.
CAMPO JURÁSICO
311
La política partidaria comenzó a descongelarse en
1971, cuando el fracaso de la “Revolución Argentina” abrió
las puertas a un nuevo proceso electoral. Durante 1972,
las agrupaciones retomaron sus actividades, iniciaron las
acciones de afiliación y renovaron sus disputas internas.
En Saladillo, y como era de esperar, los radicales fueron los
primeros en lanzarse a la lucha. En sus elecciones internas de mayo de 1972, de los 1907 sufragios emitidos, 844
correspondían a las trece mesas ubicadas en las localidades y parajes del interior partido, lo que resultaba un significativo aporte del 44 % a la masa de votantes.297
Para las elecciones de marzo de 1973, el padrón cerrado en julio del año anterior incluía a 18,109 personas, distribuidas en 11,747 de la planta urbana y 6,362 del área
rural. Como puede apreciarse, el registro electoral del campo había perdido un centenar de votantes con respecto a
1960. Además, la opinión pública hablaba de un empadronamiento carente de depuración, que contenía a personas
fallecidas y tal vez un millar de casos excedentes.298 Igualmente, y pese a su declinación en el total del padrón, fueron los votos del campo los que permitieron al peronismo
hacer la diferencia para imponerse como primera fuerza
municipal (contra todo pronóstico), ya que, en el casco
urbano, se dio un virtual empate entre el Frente Justicialista (frejuli) y los radicales en el segmento presidencial.
En la categoría de intendente, el corte de boleta sufrido por el candidato de la ucr, Rodolfo Pérez, sentenció con mayor holgura el resultado a favor del postulante
peronista. A pesar de mantener la primacía en gran parte
de la zona rural del distrito, los radicales sufrieron duras
297
298
“Categórico triunfo de la Lista 1 en Saladillo en los comicios de la U.C.R.”, El
Argentino, 11/05/1972.
“El padrón electoral del partido de Saladillo contiene 18.109 inscriptos”, El
Argentino, 22/02/1973.
312
CAMPO JURÁSICO
derrotas en Del Carril, Polvaredas y Cazón, amén de ser
superados en Toledo (el pago chico de su candidato), y
habían perdido 300 votos con respecto a las elecciones
de 1965.299
Según mostraron una y otra vez los resultados de
los comicios, la gran mayoría de los chacareros dividían
sus lealtades partidarias entre peronistas y las variopintas fracciones radicales, pero también existían productores rurales que optaban por expresiones minoritarias del
arco partidario nacional. Sus principales referentes eran
personas muy respetadas en la sociedad y aquilataban una
vasta experiencia en la política y en la militancia corporativa en la Federación Agraria. Representaban lo que los
encuestadores contemporáneos califican como dirigentes
con alto nivel de imagen positiva y escasa intención de
voto, y que el dicho popular sentencia como “predicador
en el desierto”.
Uno de ellos provenía del socialismo y se llamaba
Isidoro Medina. Su historia de vida es la de un luchador
incansable, y un muy documentado artículo de Marcelo
Pereyra reseña su trayectoria en los ámbitos del ruralismo
y la política, desde los duros años treinta, cuando se convirtió en una de las principales voces contra los abusos de
los propietarios, en especial contra los desalojos de arrendatarios. Tenía una explotación agropecuaria en la zona de
El Trigo, en el este del partido, donde impulsó la radicación
de una escuela rural (ver más adelante). Se presentó repetidas veces como candidato a diputado provincial por el
Partido Socialista y publicó un periódico partidario junto a
Julio Falasco, cuyos ejemplares forman parte del acervo del
Museo local. Una curiosidad adicional es que su hija Irma
–también ruralista, publicista y militante socialista– fue la
299
“Análisis de la elección”, El Argentino, 15/03/1973.
CAMPO JURÁSICO
313
primera mujer en postularse como candidata a intendenta
municipal, en 1987 (Pereyra, 2016a y 2016c).
Isidoro Medina falleció a los 83 años, el 1.° de marzo
de 1973. El Argentino le dedicó un importante obituario,
donde puede leerse: “Desde su juventud militó siempre
en el socialismo, defendiendo con entusiasmo sus ideales políticos; su nombre estuvo así ligado durante varias
décadas a cuanta representación o lista debiese designar el
Partido Socialista de Saladillo”. Como buen antiperonista,
había formado parte de la comisión asesora municipal surgida tras el golpe de septiembre de 1955. También tuvo un
significativo reconocimiento social al integrar la Comisión
del Centenario, en 1963.300
La otra rara avis de la izquierda que pobló el universo
rural de Saladillo fue Agustín Castorina, a quien tuve la
suerte de conocer, ya que, al volante de su Rastrojero, solía
frecuentar el negocio de mi padre. Castorina tenía una chacra en La Campana, también fue dirigente de la Federación
Agraria y, como señalé más arriba, un socio muy activo en
la Cooperativa Agrícola. En política, fue un histórico exponente del comunismo local, al que los conservadores y el
peronismo persiguieron con entusiasmo. Incluso pasó una
breve temporada en el penal de Sierra Chica en 1955, como
represalia por el bombardeo contra la multitud reunida en
la Plaza de Mayo, en junio de ese año. Era una persona
amable y muy leída, con quien resultaba agradable conversar. Luego de esa charla, el interlocutor quedaba con
dos certezas: la primera era que había cruzado comentarios con alguien totalmente convencido de su ideario y de
extrema lealtad a su fe; la segunda, que las posibilidades
de éxito del comunismo en Argentina eran decididamente nulas, más allá de lo imprevisible de la política nativa.
300
El Argentino, 08/03/1973.
314
CAMPO JURÁSICO
Como en el caso de Isidoro Medina y su prédica socialista,
los suelos de Saladillo podían ser más o menos aptos para
el maíz o el girasol, pero eran absolutamente infértiles para
las semillas del marxismo, en cualquiera de sus múltiples
presentaciones.
La religiosidad: de santos, procesiones y fiestas
Si las conexiones y los reclamos vinculados con la política
podían servir para conseguir ciertas mejoras materiales,
por ejemplo, arreglos de caminos, nombramiento de delegados, alivios tributarios, algún subsidio, o mayor atención
a las localidades por parte de los intendentes municipales,
era poco lo que los referentes partidarios locales o nacionales podían hacer en cuestiones de mayor peso, como la
gentileza de la naturaleza para con las cosechas, la liberación de las posibles pestes y enfermedades de plantaciones
y ganados, la salud de las personas, la fortuna de las decisiones, o, más importante aún, la posible trascendencia
humana después de la muerte. Estos eran asuntos de la
religiosidad, y no se regían por el calendario electoral del
país o de las agrupaciones políticas, sino por el santoral.
La masiva llegada de inmigrantes provenientes de países de tradición católica romana no solamente proveyó a la
nación de una gran cantidad de fieles que, en casos como
el de los italianos, debieron ser atendidos también por
sacerdotes venidos de los países de origen (e incluso de las
regiones) de los creyentes, quienes tenían dificultades para
expresarse en castellano. Además, el aumento demográfico
resultó tan significativo que desnudó la carencia de curas
locales, por lo que la importación de clérigos se convirtió
también en una necesidad.
CAMPO JURÁSICO
315
En el caso de Saladillo, están muy bien documentados
el proceso de construcción del primer templo y, luego, su
remplazo por el actual en las primeras décadas del siglo
pasado. Hay menos datos sobre cómo se institucionalizó la
presencia de la Iglesia romana en las zonas rurales, aunque
las descripciones de las grandes estancias hablan de las
capillas instaladas en muchas de ellas, donde seguramente
se practicaban los cultos con alguna regularidad, en especial en las principales celebraciones.
Fuera de estos lugares, sin dudas los crucifijos, las
imágenes, las vírgenes y los santos tenían su lugar dentro de las viviendas de chacareros, encargados, puesteros y
otros dependientes el mundo rural. Asimismo, el panteón
se fue enriqueciendo con la llegada de migrantes provenientes de determinadas zonas de España o Italia, que portaron a sus santos originales y los integraron rápidamente
en la religiosidad popular local. Al producirse los casamientos entre migrantes de distintos orígenes, esas devociones se fueron entremezclando.
Una de las décimas compuestas por mi abuelo, descripción en verso de su entonces flamante realidad en el
rancho que pasó a compartir con la esposa, en 1929, da
una buena muestra de ese sincretismo:
Un cuadro de San José / que me regaló mi mama / enfrente mismo a la cama / con cariño lo colgué; / una rama le agregué / y una
vela bendecida / y pa’ más seguro ‘e vida / en la pared sin revoque / también lo colgué a San Roque / un poquito más arriba.
Y, por lo que recuerdo, no era un hombre particularmente dado a la religión (Quinterno, 1973: 30).
En la difícil coyuntura de los años treinta, el mundo
chacarero y el de la Iglesia romana se entrelazaron con
mucha fuerza gracias al accionar del entonces párroco de
Saladillo, el Dr. José Raed. Marcelo Pereyra da un buen
316
CAMPO JURÁSICO
panorama sobre la vida de este sacerdote y de su destacado papel contra los desalojos de arrendatarios, que le
valieron un gran reconocimiento público. Según su artículo, el ministro ya había hecho una buena experiencia en las
cuestiones rurales mientras se desempeñaba como cura en
Carhué, entre 1927 y 1933, localidad donde llegó a participar como representante local en congresos de la Federación Agraria Argentina, lo que es todo un dato en sí mismo.
Raed, hijo de inmigrantes sirio-libaneses, llegó a Saladillo tras la muerte del anterior párroco, en marzo de
1933, y demostró enseguida su capacidad de emprendedor.
Entre otras varias realizaciones, puso la piedra basal para
la construcción de la capilla de Del Carril, en 1938. Estuvo
en su cargo hasta 1953, momento en que lo destinaron al
conurbano bonaerense, donde murió en 1958. La “repatriación” de sus restos a Saladillo originó una demostración popular muy recordada, y años más tarde se dio su
nombre a una plaza en el Barrio Obrero. El destino de la
toponimia local hizo que una de las calles laterales de ese
espacio verde recibiera la denominación del representante
agrario y militante socialista Isidoro Medina, a quien me
referí en el apartado anterior (Pereyra, 2017a). Por determinación o azar, la conjunción urbanística entre un cura
católico y un político marxista convirtió ese lugar del norte
de la ciudad en un pequeño homenaje a la obra de Giovanni Guareschi.301
301
Giovanni Guareschi (1908-1968) fue un escritor y humorista italiano. Su obra
más importante fue la trilogía de libros sobre el cura Don Camilo y su eterno
amigo/enemigo, el alcalde comunista Peppone, publicada desde 1948. Los textos narran el permanente enfrentamiento ideológico entre ellos, así como su
cercanía personal y la estrecha colaboración entre ambos en defensa de los
intereses de la comunidad y en el marco de la pobreza y el atraso de la posguerra
de la Segunda Guerra Mundial en un pueblo del norte de Italia. La saga fue llevada al cine por Julien Duvivier, entre 1952 y 1953.
CAMPO JURÁSICO
317
Más allá del indiscutido vínculo que pudo constituirse
entre el clérigo y su feligresía, la comunidad rural siempre
había expresado su pertenencia religiosa a través de las
fiestas patronales. Si bien los relatos de Guido Gandolfo
están ambientados en el norte de Córdoba, su descripción
de esas celebraciones es aplicable a cualquier otro sitio de
la región pampeana, así como las actividades desarrolladas
durante esa jornada de conmemoración, que comprendían misa, procesión, banquete, entretenimientos para
grandes y chicos, baile, servicio de cantina, cantos de la
región de origen y juegos de naipes (Gandolfo, 1995: 57).
Estas ceremonias no eran distintas en Saladillo. Por
ejemplo, para festejar las fiestas patronales locales del 15
de agosto de 1961, el club Carlos Calvo de La Barrancosa
planeó un programa de día completo: una vez liquidada
la liturgia, la diversión empezaba a las 12:00, con carreras de sortijas y pollas; continuaba con un cuadrangular
de fútbol; y finalizaba con un “gran baile en el salón del
Club”, que amenizaron “el conjunto de jazz de Rudy Varela
y el cuarteto de Esteban de los Santos”. La convocatoria era
tan importante que habría colectivos desde la ciudad, La
Razón, General Alvear y desde El Parche, servicio este que
incluía una escala en El Mangrullo.302
La mencionada festividad del 15 de agosto evocaba a
la Virgen de Nuestra Señora de la Asunción, elegida como
patrona del pueblo. Era (y es) la celebración religiosa católica más importante, y, hasta 1976, ese día aparecía en los
almanaques locales con rojo, equiparado a los feriados.
Pero, para los apasionados de las veneraciones, a la jornada siguiente se conmemoraba a San Roque, el patrono
todoterreno de peregrinos, enfermos de peste, personal
sanitario y mascotas y, por extensión, de los animales en
302
El Argentino, 27/07/1961.
318
CAMPO JURÁSICO
general, si bien en este último rubro comparte jurisdicción con Francisco de Asís. Como la fama de este santo
fue igualmente sostenida por italianos y españoles, San
Roque se mantuvo siempre como otro de los puntos altos
de la movilización religiosa popular y conservó el reconocimiento de la población rural.
Una muestra tomada de entre las tantas documentadas por la prensa local es la nota que anticipaba el programa del 16 de agosto de 1968, cuando se llevarían a
cabo “diversos actos en celebración de la festividad de San
Roque, de hondo arraigo” en el pueblo. Conforme era habitual en estos casos, a lo largo del día se efectuaría una
misa, el recuerdo de los difuntos devotos y la tradicional
procesión, prevista para las 14:30, que culminaría con la
bendición sacramental.303 Los avisos se repetían puntualmente cada año y, en más de una oportunidad, se cerraban
anticipando una “crecida adhesión popular a esta clásica celebración”.304 En 1975, asimismo, la festividad de San
Roque incluyó como cierre el “reparto de estampas y pan
bendecido”, algo que antes no se había anunciado y que se
hizo costumbre a partir de entonces.305 Todavía en 1979 y
1980, esta fiesta se siguió haciendo, pero para ese momento el programa se había abreviado a una misa y la tradicional procesión.306
Asimismo, algunas colectividades de inmigrantes
aportaron sus propias figuras. Aunque posteriormente el
auge de las quinielas y juegos de azar lo desacreditaron, al
convertirlo en referente de una actividad poco relacionada
con la espiritualidad, la presencia en Saladillo de un buen
303
304
305
306
“Fiesta de San Roque”, El Argentino, 14/08/1968.
“Fiesta de San Roque”, El Argentino, 07/08/1969.
“Fiesta de San Roque”, El Argentino, 14/08/1975.
“Fiesta de San Roque”, El Argentino, 09/08/1979.
CAMPO JURÁSICO
319
número de inmigrantes de Salerno (y en especial de Teggiano) generó una fuerte devoción por San Cono.
Una curiosidad accesoria –cuya respuesta aún no
pude resolver– es la fecha determinada por esa feligresía para su celebración, el 27 de septiembre de cada año,
cuando el día indicado por el santoral es el 3 de junio,
momento en que se llevan a cabo las festividades en el resto del mundo donde se lo venera. Esto ya era así al menos
en 1930, cuando se celebró al santo con un gran programa de actividades que incluyó una vigilia de bombas de
estruendo desde la puesta del sol del 26 de septiembre.
Al día siguiente, la celebración siguió con una salva de
bombas para recibir el día, concierto de la banda 25 de
Mayo a las 07:00, misas varias hasta el mediodía, procesión
con quema de baterías desde las 14:30 y un cierre a toda
orquesta a las 20:30, cuando frente al templo se quemaron
“variados y vistosos fuegos artificiales”.307
Más allá del traslado de día, a principios de la década
de 1960, se realizaba su conmemoración y la tradicional
procesión. En 1962, por poner un caso, la comisión organizadora convocaba a los fieles a las fiestas de ese año, que
se iniciaban con una “misa por los socios difuntos”, a las
8:30; a continuación, había otra misa, esta vez en honor
del propio santo; y, finalmente, la procesión, pautada para
las 15:00.308 San Cono volvería a ser reconocido el viernes
27 de septiembre de 1963, con misa de difuntos, panegírico del santo y la tradicional “procesión conduciendo la
imagen del Santo alrededor de la plaza y bendición en
el interior del templo”.309 Como en otros casos, los avisos
se sucedieron sin solución de continuidad hasta 1969.310
307
308
309
310
“Fiesta de San Cono”, Las Noticias, 13/09/1930.
El Argentino, 13/09/1962.
El Argentino, 19/09/1963.
“Fiesta de San Cono”, El Argentino, 25/09/1969.
320
CAMPO JURÁSICO
Luego de varios años de ausencia, en 1975 reapareció en la
prensa la fiesta de San Cono. En este caso, y por primera
y única vez, se nombraba con todos sus cargos a la comisión oficial dedicada a la gala del santo, a la vez que se
invitaba a la comunidad a concurrir a los actos.311 No tengo
elementos para asegurar que la conmemoración dejara de
realizarse en los años siguientes, pero sí para afirmar que
desaparecieron sus anuncios.
Además de la celebración, no fueron pocos los chacareros y pobladores del pueblo que bautizaron con ese
nombre a sus hijos. La importancia de esta inmigración y
de su santo fue recordada en junio de 1965 por El Argentino, al publicar el obituario de uno de sus devotos destacados. Al fallecer Francisco Cimino, el semanario recordó
que había nacido en Teggiano, Salerno, “la región que rinde culto a San Cono y que volcó prácticamente su población en los campos de Saladillo y Lobos, trayendo su tradición familiar, su dialecto y hasta su propio santo”. El difunto
llegó a Argentina con 16 años, el 8 de enero de 1900, y se
dedicó a las faenas agrícolas en Emiliano Reynoso,
desde el primitivo trabajo de boyero por 6 pesos mensuales, hasta que pudo adquirir su propia tierra en 1918 y también en 1929.
Su actividad social se desplegó además en la Sociedad Italiana y
en la fundación de la escuela 16, en 1921, junto a Juan Arrospide
y Agustín Saizar.312
Tal vez gracias a las facilidades en las comunicaciones
y los desplazamientos que se abrieron en la década de
1960, reseñados en el capítulo 2, la propia parroquia de
Saladillo amplió sus vínculos con los parajes y las áreas
rurales. En 1972, se había organizado incluso el denominado “Equipo Parroquial Rural” (epar), que, en noviembre
311
312
“Fiesta de San Cono”, El Argentino, 19/08/1975.
El Argentino, 13/06/1965.
CAMPO JURÁSICO
321
de ese año, se desplazó hasta Azul para participar de un
encuentro de jóvenes católicos rurales. En esa oportunidad, la delegación saladillense estuvo en una misa especial, que fue transmitida por Radio Azul.313
Una muestra significativa de ese accionar pudo apreciarse en diciembre de 1973 cuando, gracias a las donaciones del vecindario, pudo inaugurarse la capilla de El
Mangrullo, puesta bajo el patrocinio de San José.314 Las
tareas para levantar ese templo se habían iniciado varios
años antes. En un claro ejemplo de la interrelación entre
las fiestas laicas y las religiosas, el fútbol y el baile también
podían ser el soporte para una causa mística. Así, el 12 de
octubre de 1969, en el Club El Mangrullo y el salón de la
Escuela 17 se realizó un campeonato octogonal y un evento
danzante, amenizado por Apolo vi (la orquesta de Miguel
Ángel Rial) y organizado por la “Comisión Pro-Capilla de
El Mangrullo”.315 Una vez puesta en operaciones la capilla,
cada año pasó a festejarse en esa localidad la fiesta de su
santo, aunque adaptada a la agenda de los trabajos rurales,
ya que, en caso de caer el 19 de marzo en día laboral, como
aconteció en la primera ocasión, no había dudas de celebrar a San José con dos días de anticipación.316
Desde su puesta en marcha y durante toda la década
de 1970, el Equipo Parroquial Rural desarrolló una actividad intensa. Además de efectuar reuniones de manera
sistemática, impulsó la realización de programas litúrgicos en las localidades. Estos se incrementaron desde 1973
y, para 1975, ya estaban utilizando con regularidad a las
escuelas rurales como sedes para los cultos de comuniones
313
314
315
316
“Parroquiales”, El Argentino, 09/11/1972.
“Donaciones para la Capilla de El Mangrullo”, El Argentino, 20/12/1973.
“Torneo octogonal”, El Argentino, 09/10/1969.
“Festividad de «San José»”, El Argentino, 14/03/1974.
322
CAMPO JURÁSICO
y confirmaciones.317 Incluso en ese último año, se organizó
un conjunto de actividades denominado “Semana Santa
en el Campo”, que incluyó celebraciones pascuales simultáneas en Del Carril, Toledo, Reynoso, La Barrancosa y El
Mangrullo.318
Asimismo, a mediados de 1975, la parroquia local
recibió una donación desde Italia, con la que adquirió un
automóvil Peugeot 404 cero kilómetro, herramienta fundamental para el “trabajo pastoral que [realizaba] en las
zonas rurales”, como se decía en la prensa local.319 Según
puede seguirse a través de El Argentino, las reuniones del
EPAR mantuvieron su buen ritmo en los años siguientes, y
en 1978 volvió a programarse la Semana Santa en el Campo, en ese caso con actividades en Polvaredas, Cazón, El
Mangrullo y Reynoso.320
Poco después, en septiembre de 1978, se celebraron
las fiestas patronales de La Barrancosa, dedicadas a la exaltación de la cruz, y realizadas entre el miércoles 13 y el
sábado 16, día en que el cierre de las actividades concluyó
con una cena comunitaria a la canasta.321 Además, desde
abril de 1979, todos los terceros viernes se llevaba a cabo
la “misa del campo”. Si bien cada una de estas celebraciones era organizada por una comunidad rural, la liturgia se
desarrollaba en el templo de la ciudad.322
Pero no todos los inmigrantes, o sus descendientes,
eran personas religiosas. Del mismo modo que entre italianos, españoles e irlandeses existía una gran mayoría de
fervorosos creyentes del catolicismo romano y sus santos,
también estaban presentes las minorías anticlericales. Las
317
318
319
320
321
322
“Parroquiales”, El Argentino, 06/03/1975.
“Prosiguen los oficios de Semana Santa”, El Argentino, 27/03/1975.
“Un Peugeot 404 para la Parroquia de Saladillo”, El Argentino, 30/07/1975.
“Parroquiales”, El Argentino, 09/03/1978 y 16/03/1978.
“Fiestas Patronales en La Barrancosa”, El Argentino, 07/09/1978.
“Parroquiales”, El Argentino, 12/04/1979.
CAMPO JURÁSICO
323
influencias del anarquismo en las penínsulas itálica e ibérica, los malos recuerdos de una infancia transcurrida en
colegios de comunidades religiosas, la convivencia de las
jerarquías eclesiásticas de esos países pobres con los sectores sociales y políticos privilegiados, el conservadurismo
de muchos integrantes del clero, y seguramente muchas
otras causas de alcance personal y privado convirtieron
a no pocos sujetos en acérrimos enemigos de la Iglesia
romana y sus representaciones.323
Aunque prefiero dejar al protagonista en el anonimato, recuerdo un par de anécdotas contadas a mi padre –y
también por él– sobre este tipo de comportamientos. La
primera de ellas refiere a una de las grandes sequías que
afectó a la zona rural de Saladillo en los años setenta. Mientras que el chacarero miraba con preocupación los efectos
de la falta de lluvias sobre sus maizales, su esposa rezaba
todos los días para que Dios enviara el agua desde el cielo. Cuando finalmente el milagro de la meteorología no se
produjo y la cosecha quedó irremediablemente arruinada,
el agricultor acabó a escopetazos con el crucifijo de la casa
que servía de sitio a las plegarias de su señora, bajo la acusación de simbolizar una divinidad inútil. Poco después, al
morir el padre, que era un inmigrante italiano, el mismo
chacarero y su hermano removieron con un destornillador
la cruz incrustada sobre la tapa del ataúd. Ante el asombro
del dueño de la casa funeraria, los hijos del difunto les
recordaron a los presentes en el velatorio que su progenitor
detestaba a los curas y la religión, un sentimiento adquirido en el internado católico donde había pasado su niñez.
323
Una antigua tradición de los países latinos, en especial en Italia y España, pero
que también se afirmó en Argentina, es la de atribuir a los sacerdotes el estigma
de ser portadores de mala suerte.
324
CAMPO JURÁSICO
Las fiestas laicas: los espacios de recreación y divertimento
Fuera de la importancia propia y la posibilidad de expresar
los sentimientos religiosos de buena parte de la población
rural, las fiestas devotas muchas veces eran a la vez la ocasión para enmarcar reuniones recreativas con contenidos
laicos. Apenas unos párrafos más arriba, expuse cómo el
club de La Barrancosa planeó toda una jornada de esparcimiento y actividad social a partir de la celebración de
la fecha de la patrona de Saladillo. Los días especiales,
como los feriados, eran la mejor oportunidad para la diversión, pero también cada domingo permitía una pausa y un
desahogo de las pesadas faenas del campo.
En el mismo poema donde se refería a los santos
colocados como protección de su casa y conjuro contra las
desgracias, mi abuelo dejó esta estrofa, que ejemplifica el
valor de esos momentos dedicados a la distracción:
Muy poca comodidad / en aquel rancho tenía, / pero le juro
vivía / con toda tranquilidad; / borracho de libertad / ningún
impuesto pagaba. / Los domingos no faltaba / en mi rancho ‘e
barro y paja / juegos de bochas, barajas, / la lotería y la taba
(Quinterno, 1973: 30).
Esto no significa que el resto de la semana, de permitirlo las ocupaciones, un chacarero y su familia estuvieran
confinados en su propiedad. La imagen del paisano que
toma mate con su china bajo el alero del rancho, solamente
rodeados por la inmensidad de la pampa, tan popularizada por los almanaques de Molina Campos, caricaturizó
al campo y sus personajes en los años cuarenta del siglo
pasado, pero no guardaba parecido alguno con la realidad.
Como bien pudo apreciar Carl Taylor, los literatos, artistas
e intelectuales argentinos se sentían en esa época mucho
más atraídos por los gauchos de los tiempos coloniales o de
CAMPO JURÁSICO
325
los años de las guerras civiles que por el universo chacarero
contemporáneo, al que rara vez retrataron. El mundo rural
tenía una grande y permanente cantidad de contactos, tanto intercomunitarios como con las pequeñas ciudades cercanas, e incluso con las grandes urbes, especialmente la de
Buenos Aires (Taylor, 1948: 426-432).
El almacén
En el siglo 19, uno de los espacios más significativos de esa
comunicación fueron las pulperías. En la centuria pasada, en gran medida ese lugar pasó a ser ocupado por los
almacenes y comercios rurales. Ubicados cerca de las estaciones de tren o en encrucijadas de caminos rurales, estos
negocios no eran solamente centros de abastecimiento o
recepción de bienes producidos por los chacareros de la
zona, sino también sitios de información sobre precios,
expectativas y condiciones del mercado agropecuario, centro de reunión política, ámbito para los juegos por dinero,
lugar para cierre de un trato, o, simplemente, un parador
para tomar un trago y socializar con vecinos.
En Saladillo existieron muchísimos, algunos de ellos
célebres, como el almacén de La Lola, en Emiliano Reynoso, el Veterano, sobre la actual ruta 63, el de Manuel
Villanueva en el Parche, el de Urbano en San Blas, el de
Frontalini en Atucha, el de La Unión, en ese paraje, o el
de Cardillo, junto a la Escuela 15. En La Razón se destacó
el de Salvador Di Benedetto, un puntero radical al que ya
mencioné, que se inició en las tareas rurales, pero luego
pudo montar “un almacén y acopio de cereales y lanas y
cueros, [y] últimamente contaba con una carnicería”.324 No
demasiado lejos de allí, en La Mascota, se encontraba el
almacén de Grassi, y sobre la ruta 51 se hallaba el de Evelio
324
El Argentino, 06/04/1967.
326
CAMPO JURÁSICO
Candia, que, como se verá más adelante, hasta en términos organizativos tenía otros objetivos y una constitución
más sofisticada. Para una mejor evocación de sus dueños
y localizaciones, en el largo recorrido de las estrofas de
su poema “Almacenes de campo”, Ramón Brun nombra 41
firmas de este rubro, entre ellas muchas de las ya citadas
más arriba (Brun, 2002: 37-44).
Además, la zona rural era normalmente visitada por
vendedores ambulantes, que iban por las chacras ofreciendo sus productos, especialmente ropas y telas. Los nombres de algunos de estos comerciantes itinerantes aún se
conservan en la memoria colectiva, o sus pertenencias forman parte del patrimonio del Museo, como fue el caso de
Yasem Balleto,325 pero también un hermano de mi abuelo, Rodolfo Quinterno, trajinó los caminos camperos como
vendedor y comisionista; y hasta se vio envuelto en un episodio dantesco, el 22 de marzo de 1956, cuando un rayo
mató los dos caballos de su carro, hecho que aparece en
la cronología histórica de Alberto Benítez (Benítez, 2000:
108). En los años setenta, cuando los caminos y los medios
de transporte habían mejorado de manera sustancial, también las principales tiendas de Saladillo destacaban comisiones que recorrían la campaña ofreciendo sus productos,
según me informó Lorenzo Espíndola.
Junto con los clubes, los almacenes daban movimiento a una vida rural que no tenía nada que ver con el aislamiento. Basta leer las crónicas de los periódicos locales para ver la riqueza de ese ajetreo social. En la década
del treinta, por ejemplo, el semanario La Semana editó
durante un tiempo Agriconda, un mensuario de contenidos exclusivamente agrarios, que tenía corresponsales en
cada una de las localidades más importantes del partido.
325
Véase el artículo de Pereyra, Marcelo (2016): “Yasem Balleto y su bicicleta”, en
bit.ly/3iPrzLM.
CAMPO JURÁSICO
327
Allí se leían, entre otras cosas, las vicisitudes de las vidas
de muchos vecinos, que excedían sus chacras y los alrededores, dado que algunos se permitían pequeños viajes a
Buenos Aires o La Plata, y no solo por trámites o cuestiones
de salud, sino también para gozar de las grandes ciudades;
algo que podía resultar peligroso para quienes no estaban
acostumbrados a su tráfico, como aparentemente le ocurrió a Alberto Abarca, hijo de Ángel, del que se informó
el regreso a La Barrancosa después de su recuperación
por el accidente sufrido al ser embestido por un colectivo porteño.326 Agriconda intentó convertirse en un medio
para otorgar voz al mundo rural saladillense, daba cabida
a opiniones de profesionales agropecuarios, y distribuía en
forma gratuita unos 3,500 ejemplares, pero su publicación
se hizo en un decenio difícil y su existencia terminó siendo
breve (Pereyra, 2013).
La radio
Los periódicos locales, si bien reproducían noticias del
ámbito nacional, mayormente se restringían a cuestiones domésticas, donde los temas rurales solían estar bien
representados, de modo que eran un medio importante
para vincular a los habitantes del campo con los del pueblo. Pero, sin dudas, el nexo principal entre las familias
chacareras y la gran ciudad fue la radio. Como acotó Carl
Taylor, esa relación era unidireccional, porque los pobladores del campo no tenían forma de influir sobre las emisoras de la capital, pero, además de las noticias, llevaban
la música (en ese tiempo el tango, que pasaba por su era
dorada), las propagandas y la atracción de los radioteatros, un género particularmente exitoso. El estadounidense reconoció que, de todos modos, era imposible saber
326
Agriconda, año 2, n.° 15, 30/04/1936.
328
CAMPO JURÁSICO
cuánta gente del medio rural poseía un aparato radial en
1946 (Taylor, 1948: 428-429).
Su curiosidad fue saciada parcialmente al año siguiente, por el censo nacional de 1947, que contabilizó unas
620,000 radios entre el millón de viviendas de la Provincia
de Buenos Aires, aunque solo dio un número total de aparatos, sin discriminar siquiera entre ciudades y campaña.
Sin dudas, esa cantidad fue aumentando en las décadas
siguientes, al difundirse las radios a transistores que funcionaban con pilas. Por otra parte, en 1952 en Saladillo
empezó a captarse una nueva emisora, LU10 radio Azul,
que ampliaba la difusión de las novedades a los partidos
circundantes y, por sus temáticas relacionadas con asuntos agropecuarios, era muy escuchada en los parajes del
interior del distrito.327
A ello se sumó, el 5 de mayo de 1956, el recordado
Orlando “Lito” Andriuolo, quien salió al aire por primera vez en Radio Mitre, en un programa matinal sobre el
estado del tiempo y la evolución de los cultivos en el área
de Saladillo (Benítez, 2000: 108). La expansión de la radiofonía agregó cada vez más detalle informativo. En lo que
concierne a este trabajo, por ejemplo, se puede decir que,
en la década de 1970, los productores e interesados en
el mercado del huevo y las aves disponían de audiciones
diarias para conocer las novedades y cotizaciones de los
productos. Por un lado, desde 1969 y todas las mañanas,
entre las 07:00 y las 07:20, se emitía La hora avícola en
Radio Argentina. Por Radio Splendid, a la misma banda
horaria, salía al aire Cátedra avícola.328
327
328
Al principio funcionó como repetidora de LR3 Radio Belgrano. Después de 1957,
al obtener una licencia oficial, comenzó a producir una programación propia
dedicada a la región y adoptó el eslogan “La voz del centro de la provincia”.
Orientación Avícola, año 3, n.° 36, julio de 1979, p. 11.
CAMPO JURÁSICO
329
La penetración de Radio Azul en Saladillo se intensificó en 1969, gracias a la construcción de una nueva antena transmisora de 120 metros de alto, ubicada sobre la
ruta 51, a la ampliación de la frecuencia de difusión del
programa Saladillo, que primero pasó de una a dos veces
por semana, para ir desde 1970 de lunes a sábado, y a la
incorporación de noticias saladillenses de forma regular
en los boletines diarios de la emisora.329 Asimismo, para
mejorar la captación de la audiencia rural, en diciembre de
ese mismo año Radio Azul convirtió en cotidiana la audición “Campo y Progreso (…al campo lo que es del campo)”,
que hasta entonces se transmitía solamente en ocasión de
la temporada de exposiciones, comprendida entre julio y
octubre.330 Además, en septiembre de 1970, se sumó a la
oferta LU29 Emisora Cóndor de Las Flores, que también
tenía corresponsalía en Saladillo y se presentaba como una
emisora zonal.331
Pero la radio no solamente podía traer entretenimiento e información. A principios de 1973, la Provincia de Buenos Aires puso en marcha un programa de alfabetización y
enseñanza para adultos a través de una emisión denominada Nunca es tarde. El personal docente de cada distrito
debía efectuar el seguimiento y la evaluación de quienes
desearan participar de esta iniciativa, cuyo objetivo era la
acreditación del ciclo primario.332
329
330
331
332
“Radio Azul construye una nueva antena irradiante de 120 metros de altura” y
“Saladillo en Radio Azul”, El Argentino, 24/07/1969; y “Lu 10 Radio Azul”, El
Argentino, 29/10/1970.
“Audición”, El Argentino, 10/12/1970.
“Inauguróse LU 29 Emisora Cóndor de Las Flores”, El Argentino, 10/09/1970.
“Pan Radial de Alfabetización y Educación de Adultos”, El Argentino, 03/05/1973.
330
CAMPO JURÁSICO
Los bailes de campo
Fuera de esta última acotación, las radios servían para
anoticiarse de las cosas y como pasatiempo, en especial
para oír música. Mientras pasaban una grabación o un
concierto en vivo, quienes receptaban los sonidos podían
ensayar sus pasos para el baile, aquella ocasión en que
se disfrutaba del ritmo sin intermediación. Las reuniones
bailables fueron un clásico del mundo rural durante largo
tiempo. El sitio habitual de realización eran los salones de
las escuelas rurales, los clubes y algunos de esos almacenes
que tenían un lugar suficientemente amplio para montar
una cantina, recibir a la orquesta y habilitar una pista destinada a las personas con deseos de danzar. Cada jueves,
la sección “Bailes anunciados” de El Argentino ofrecía el
programa de los encuentros pautados para esa semana y
las siguientes, así como la disposición de medios de transporte para quienes no contaran con una forma de traslado propia.
Para dar algunas muestras, puedo citar el anuncio de
un baile en la sede del club Carlos Calvo de La Barrancosa,
programado para el 10 de diciembre de 1960. El aviso consignaba las facilidades para llegar en colectivos especialmente rentados desde General Alvear, La Razón y los Cuatro Caminos, con previo paso por El Mangrullo.333 Meses
más tarde, otro mensaje citaba en el salón de la escuela
del paraje El Mangrullo, donde tendría lugar una “matiné danzante” organizada por el club Defensores. Antes de
bailar, se iba a disputar un partido de fútbol entre los anfitriones y La Razón.334
En la primavera del mismo año, el club El Arriero convocó para un baile el 27 de noviembre de 1960, amenizado
333
334
El Argentino, 01/12/1960.
El Argentino, 15/06/1961.
CAMPO JURÁSICO
331
por la orquesta de José Scarcini. Al igual que en otros casos,
un colectivo que salía de la plaza principal de Saladillo llevaría a quienes desearan participar.335 Un tiempo después,
esta misma institución anunció un programa múltiple para
las vísperas de las fiestas patrias del 25 de mayo, cuando se
realizarían “carreras de sortijas, fútbol y otros juegos y esa
misma noche un gran baile con una buena orquesta”.336
Estas son apenas selecciones discrecionales, pero, a lo
largo de toda la década, esos anuncios proliferaron, sobre
todo entre los meses de febrero y noviembre. En determinadas fechas el menú era abundante, como en carnaval y
en primavera, y solamente decaía a una expresión mínima
entre mediados de diciembre y enero. A mitad de la década
de 1960, la oferta de bailes en los parajes era tan surtida
que las propias orquestas anunciaban dónde actuarían. Un
claro ejemplo de ello es una publicación del 1.° de julio
de 1965. En un suelto, Carlos Beneventano informaba sus
presentaciones durante las semanas siguientes: “Julio 8, en
La Barrancosa; julio 10, en El Cañuelero de Saladillo Norte;
Julio 24, Escuela n.° 4; agosto 7, en San Benito y agosto
14, en Cazón”.337 Ese sería el primero de la habitual tanda
de avisos mensuales de este conjunto, que trabajó a agenda completa durante muchos fines de semana, hasta bien
entrados los años setenta.
En 1970, por ejemplo, la orquesta de Beneventano
comenzó a publicar avisos de media página con todos los
bailes anunciados de cada año. En esa oportunidad se
podía ver que estaban tomados todos los fines de semana, pero, además, la realización de reuniones en la festividad del Carnaval y las vísperas de los feriados hacía
que el conjunto tuviera previsto actuar en más de sesenta
335
336
337
El Argentino, 17/11/1960.
El Argentino, 23/04/1964.
El Argentino, 01/07/1965.
332
CAMPO JURÁSICO
oportunidades. De todas ellas, cerca de cuarenta estaban
pautadas en clubes o salones de la zona rural.338
Lo mismo se repitió al año siguiente. Según un cronograma publicado en las vísperas de la Navidad de 1970,
el conjunto tenía ocupado todos los fines de semana de
1971. Sin contar los bailes de carnaval, habría 56 salidas,
de las cuales 37 eran en clubes, escuelas y salones de la
zona rural.339 En 1972, la orquesta de Beneventano tenía
previstas 59 presentaciones, a las que debían sumarse los
tradicionales bailes de las carnestolendas, a realizarse en
Colegiales. De ellas, 47 eran en el campo y apenas doce
en el casco urbano; curiosamente, todas en el salón de
Bomberos.340
El auge de estas reuniones determinó incluso la aparición de un sujeto especializado en su conducción: el presentador profesional de baile y eventos. Tal vez el mejor
ejemplo fue el de Carlos Ferrario, quien también publicaba su agenda en la prensa local. Por este anuncio podía
conocerse que no tendría ningún sábado libre entre marzo
y abril de 1968, ya que todos los fines de semana animaría bailes en la zona rural del partido, fuera en la Escuela 6 de Campo Gorch, el salón de Urbano, Cazón o La
Barrancosa.341
Kermeses y carreras varias
Muchos de esos encuentros bailables se inscribían en las
llamadas “kermeses”, que eran jornadas de diversión de
larga duración y variedad de atracciones, muchas veces
desarrolladas en ocasión de las conmemoraciones patrias.
Lo normal era que comenzaran a mediodía, con alguna
338
339
340
341
El Argentino, 15/01/1970.
El Argentino, 24/12/1970.
El Argentino, 23/12/1971.
El Argentino, 21/03/1968.
CAMPO JURÁSICO
333
actividad lúdica y almuerzo, para extenderse a lo largo de
todo el día. Si la danza llegaba al atardecer –algo común
en domingos–, era una matiné; si, en cambio, la música
se dejaba oír de noche, se convertía en baile. Un ejemplo
de ellas se observa en los festejos del 25 de mayo de 1969,
cuando la Cooperadora de la Escuela 10 de La Margarita
organizó un programa de día entero, con carreras de sortijas, cuadreras, un campeonato octogonal de fútbol y el
tradicional baile, amenizado por Beneventano. Además, se
ofrecería “todo el día parrillada y asado con cuero”342.
Al igual que en el caso mostrado, entre las actividades
competitivas, un clásico eran las carreras de caballos,
conocidas como “pollas”, o “cuadreras”, dado el corto trayecto que recorrían equinos y jinetes. A veces estas competencias se realizaban en forma solitaria, como las anunciadas para el 4 de diciembre de 1960, en La Barrancosa,343
o la pautada para el 10 de marzo de 1968, en el hipódromo
local.344 El problema con estos encuentros era que usualmente generaban apuestas en dinero, y por eso muchas
instituciones preferían descartarlas de sus programas de
entretenimiento.
Fue lo acontecido en una reunión de la Asociación
Cooperadora de la Escuela 40, en marzo de 1967. En esa
oportunidad, la comisión directiva propuso la realización
de un festival a beneficio del colegio, que incluía una cuadrera. La respuesta de la docente responsable del establecimiento fue tajante: “Ante la posibilidad de organizar una
carrera de caballos, la señorita Directora […] deja absolutamente aclarado que no puede permitir la realización de
la misma, sin consultar antes la opinión de la Inspectora de Enseñanza”. Después de esta ducha helada, la justa
342
343
344
“Gran fiesta en La Margarita”, El Argentino, 22/05/1969.
El Argentino, 01/12/1960.
El Argentino, 07/03/1968.
334
CAMPO JURÁSICO
ecuestre se dejó de lado.345 Sin embargo, no todas las directoras escolares eran tan reacias a las carreras hípicas. En
noviembre de 1971, por ejemplo, la Cooperadora de la
Escuela 36 organizó un amplio programa de cuadreras, con
interesantes premios en efectivo.346
Otras carreras que atraían sobremanera a la población
de Saladillo, tanto urbana como rural, fueron las de automóviles, en especial las del Turismo de Carretera (tc). Esta
categoría fue creada en 1937 y es la más antigua con continuidad hasta nuestros días de la que se tenga conocimiento a nivel mundial. La gran ventaja de las competencias
del antiguo tc era que, además de poder seguirlas por la
radio, en algunas ocasiones los propios actores acudían
hacia su público, al pasar por las rutas locales. Quienes
vivían en el campo apenas tenían que trasladarse al margen de los caminos principales para vitorear a sus ídolos
del volante, en un espectáculo que, por si fuera poco, era
gratuito. En parte, este fue el secreto de su fulgurante éxito,
al convertirse en la disciplina más federal del país, que, a
lo largo de su calendario, transitaba por las carreteras de
muchas provincias.
Así, cuando todavía esos caminos no estaban asfaltados, el 1.° de octubre de 1961 una multitud se agolpó a la
vera de las rutas 51 y 205 para ver las glorias del tc. Aquellas “500 Millas Mercedinas”, finalmente ganadas por Juan
Gálvez, ya habían movilizado a la gente desde los meses
previos, al decidirse que en Saladillo habría una comisión
encargada del control de paso. Bastante antes de la carrera,
esta junta anunció la venta de rifas para costear sus gastos.347 La misma carrera volvió a pasar por Saladillo el 4 de
noviembre de 1962, con idéntico recorrido. Fue la décima
345
346
347
Libro de Actas de la Asociación Cooperadora de la Escuela 40, p. 7.
“Hípicas”, El Argentino, 18/11/1971.
El Argentino, 10/08/1961.
CAMPO JURÁSICO
335
edición de esta tradicional competencia, disputada entre
1952 y 1975, y aquella vez venció Dante Emiliozzi.348
Unos años más tarde, en marzo de 1965, la ruta provincial 51 –ya pavimentada– fue escenario del gran premio
“Dos Océanos”. El día 7 se corrió la primera etapa, y el
17, la sexta; en ambas ocasiones, y con diferente sentido
de circulación, los participantes cubrían el trayecto entre
Venado Tuerto y Mar del Plata.349 Si bien, con la incorporación a principios de la década de 1970 del macabro circuito
rutero de 25 de Mayo, el espectáculo llegó a la vecindad,
todavía había posibilidades de ver tc gratis desde los alambrados. En febrero de 1976, el gobierno bonaerense organizó y financió el denominado “Gran Premio de Turismo
Carretera de la Provincia de Buenos Aires”, una competencia sin puntaje para el campeonato, pero que recorría 1,716
kilómetros del territorio provincial, dividido en dos etapas,
una de las cuales pasaba por Saladillo.350
Además de las tradicionales carreras del Turismo de
Carretera, no faltó la ocasión para que, desde los márgenes
de la vieja traza de ruta 205, pudiera verse una competencia internacional. El 11 de mayo de 1970, a las 22:00, Saladillo fue punto de partida de una de las maratónicas etapas
de uno de los desafíos automovilísticos más exóticos de la
historia: el rally Copa del Mundo, que, a lo largo de 25,000
kilómetros, se desarrolló entre Europa y América, bajo el
auspicio del diario británico Daily Mirror.351
El frenesí por las carreras de autos quizás condujo a
que, en 1968, un socio de la Cooperadora de la Escuela 40
llevara a la asamblea una propuesta tan ambiciosa como
348
349
350
351
El Argentino, 10/10/1962.
El Argentino, 25/02/1965.
“Competencia”, El Argentino, 29/01/1976.
“Rally Copa del Mundo. Pasará por Saladillo el 11 de mayo”, El Argentino, 30/04/
1970, y “El Rally Copa del Mundo”, El Argentino, 14/05/1970.
336
CAMPO JURÁSICO
distinta a las habituales. Según el libro de actas de la institución, a la hora de evaluar mecanismos para recaudar
fondos, los asociados debatieron lo siguiente: “Se trata la
realización futura de una carrera de automovilismo, buscando para ellos un asesoramiento completo”.352 Esta vez, la
directora no pudo presentar objeciones éticas, pero igualmente la iniciativa nunca llegó a efectivizarse.
Los clubes y el fútbol agrario
En los ejemplos de bailes y reuniones citados poco antes,
presenté algunos de los clubes que poblaban la zona rural
saladillense. Muchos eran asociaciones civiles nacidas al
calor de la importante movilización agraria desarrollada
desde los años treinta. No todos esos colectivos sobrevivieron al paso del tiempo, como fueron los casos de la Agrupación Cultural de Agricultores Bernardino Rivadavia, creada
por Isidoro Medina en mayo de 1935, o el Club Juventud
Agraria Pedro Goyena, impulsado por Joaquín Ripoll en
agosto de 1944 (Pereyra, 2015a).
Uno de ellos, el Centro Juvenil Agrario de Capacitación Carlos Calvo de La Barrancosa, fundado el 15 de agosto de 1930, se fue reconvirtiendo con los años en un club
social y deportivo, y tuvo una gran incidencia en ese paraje
y en el Cuartel ix en general. La sede original del club Carlos Calvo era de chapas, lo que provocó más de una voladura y reconstrucción, hasta que se levantaron nuevas instalaciones y en 1958 fue inaugurado el piso de mosaicos.353
Desde sus orígenes, este club agrario desarrolló actividades de todo orden, desde las simplemente recreativas, deportivas, o sociales, hasta aquellas vinculadas a
352
353
Libro de Actas de la Asociación Cooperadora de la Escuela 40, p. 10.
“Bodas de Oro del Centro Juvenil Agrario ‘Dr. Carlos Calvo’ de La Barrancosa”, El
Argentino, 28/08/1980.
CAMPO JURÁSICO
337
cuestiones de asesoramiento y apoyo a los productores, o
centro de fomento del cooperativismo y el asociacionismo
rural. En septiembre de 1946, por poner un caso, el club
organizó una reunión destinada a tocar “temas de índole cultural y técnico de sumo interés para el hombre de
campo”. El encuentro preveía varios oradores: Sara Abarca,
quien disertaría en nombre de la “mujer campesina”, Agustín Castorina, por la Federación Agraria, un veterinario, un
ingeniero agrónomo y un delegado de los clubes agrarios,
que dedicaría su discurso a “candentes temas del agro y a
la importancia de la asociación campesina”.354
Tal vez la última expresión de una asociación de este
tipo se dio a finales de 1976, cuando un grupo de 30 jóvenes vinculados a la producción agropecuaria de todos los
cuarteles del partido fundó el Centro de Juventud Agraria
de Capacitación Rafael Obligado, creado en las instalaciones de la Cooperativa Agrícola, cuya presidencia se confió
a Lorenzo “Lolo” Espíndola, chacarero, militante radical
y asiduo publicista de El Argentino (véase el capítulo 2,
por ejemplo).355 En sus primeros meses de vida, el colectivo logró desarrollar talleres de manualidades y artesanías,
así como un curso de mecánica diésel para reparación de
tractores, ambas actividades bajo el auspicio de la Federación Agraria.356
Sin dudas, el acontecimiento más importante organizado por el centro en su primer año de existencia fue una
conferencia de Humberto Volando, presidente de la faa,
realizada en el Salón de Bomberos, en agosto de 1977. En
plena dictadura, más de 300 asistentes oyeron el discurso
354
355
356
“Un acto cultural agrario tiene lugar en La Barrancosa”, El Argentino, 28/09/1946.
Agradezco la localización del artículo a Silvina Krupitzky.
“Quedó Constituido en Saladillo un Centro Juvenil Agrario”, El Argentino, 23/12/
1976.
“Se realizaron dos cursos organizados por el Centro Juvenil Agrario ‘Rafael Obligado’”, El Argentino, 14/04/1977.
338
CAMPO JURÁSICO
del líder ruralista, quien fustigó al gobierno por un régimen
tributario que penalizaba la producción y no la tenencia de
la tierra, y criticó la unificación de las tasas crediticias, que
eliminaron los préstamos de fomento con tasas pasivas.357
El centro permaneció muy activo al menos hasta 1980.
En septiembre de 1978, por ejemplo, festejó el Día del Agricultor con una cena en las instalaciones del Club Huracán
y la participación de unos 200 comensales/agricultores.
Por supuesto, hubo discursos de dirigentes de la Federación Agraria sobre la situación del agro en aquel momento,
pero también una serie de actividades artísticas.358 Fuera
de las actividades gremiales y sociales, además publicaba
notas de interés sobre sanidad animal, en especial de las
epizootias vacunas, como las firmadas por su asesor veterinario, Horacio Morena.359
No muy lejos del Carlos Calvo funcionaba un espacio
físico donde convivían un emprendimiento comercial, un
centro de reuniones y un club conformado bajo la figura de
una asociación civil. Según el momento del día, o la actividad desarrollada, podía ser respectivamente el almacén
de Evelia Candia, el salón de fiestas de El Arriero o el club
El Arriero.360 La publicación de una noticia acerca de la
renovación de autoridades del club, cuyo presidente obviamente era el propio dueño del almacén, permite conocer
buena parte del elenco de chacareros que eran clientes de
mi padre en la zona. Además, como desarrollaré en el próximo capítulo, el club jugó un papel muy destacado en las
357
358
359
360
“Humberto Volando y la Realidad del Agro”, El Argentino, 25/08/1977.
“Los agricultores festejaron su día”, El Argentino, 14/07/1978.
“La fiebre aftosa como zoonosis”, El Argentino, 22/02/1979.
El almacén de Candia se levantaba al costado de la ruta provincial 51, kilómetro
287.3, sobre la mano derecha en el sentido Saladillo a General Alvear, distante
unos 750 metros de la Escuela 40. El edificio fue demolido hace varios años.
CAMPO JURÁSICO
339
gestiones que concluyeron con la instalación de la Escuela
40 en sus cercanías.361
En el club El Arriero, se practicaban muchos juegos,
pero no había lugar para la principal atracción que podía
ofrecer una asociación de este tipo, garantía asimismo de
convocatorias seguras: el fútbol, o “fóbal”, como lo llamaban comúnmente las personas de mayor edad. De acuerdo
con los registros históricos, en Saladillo el primer partido
de fútbol se jugó en la plaza Falucho, el 27 de julio de
1904, entre dos equipos (azules y colorados) de un mismo
club. Se trataba del Club Atlético, formado apenas diez días
antes de ese encuentro y a su efecto. La iniciativa correspondió a Manuel Ibáñez Frocham, y en la comisión de la
entidad se daba cita la flor y nata de la sociedad local, desde hijos de estancieros hasta los notables del pueblo.362
Al igual que en el resto del país y el mundo, el juego
se difundió en los decenios siguientes con un éxito sin
parangón con respecto a los otros deportes colectivos o
individuales. Alberto Benítez relevó en su cronología las
fechas fundacionales de varios de los clubes del interior
del partido, así como sus primeros directivos y jugadores,
entre ellos: el Club Atlético Pampero, de Polvaredas, fundado el 15 de julio de 1928, bajo la presidencia de Américo
Giordano, posteriormente un importante político peronista local; Defensores de Del Carril, creado el 9 de julio de
1941, que jugó su primer partido contra el Club Álvarez de
Toledo (que, sin dudas, ya estaba en funcionamiento); o el
Club La Unión, que inició sus actividades futbolísticas en
febrero de 1960 (Benítez, 2000: passim).
361
362
“Club El Arriero”, El Argentino, 23/04/1964.
“Estampas del pasado local”, El Argentino, 07/04/1966. Para un relato más completo sobre este acontecimiento, puede leerse el artículo de Marcelo Pereyra
(2017): “El primer partido de fútbol”, en bit.ly/3AvPCp5.
340
CAMPO JURÁSICO
Además de estos clubes con mayor formalidad documental, también existían muchos otros de conformación
institucional más sencilla, o directamente nula. En realidad, no eran ningún tipo de asociación, sino, simplemente,
cuadros de fútbol. Uno de ellos fue El Tropezón, conformado en el vecindario de la Escuela 15, bajo los auspicios
del almacén de Cardillo, que también facilitaba el predio
donde se desarrollaban los partidos, un escenario donde
–según una décima de mi abuelo– los anfitriones hacían
valer su condición de locales (“No saben que el Tropezón
/ en esta cancha es un lobo”). A esta escuadra le dedicó
un poema, que evocaba un encuentro contra el poderoso
representativo de La Barrancosa y que había finalizado en
un épico empate.363
Uno de los aspectos que hace atractivo el trabajo de
Luis Lambert es su esfuerzo por describir la vida social de
su paraje. Vale la pena detenerse en el apartado dedicado
al club La Lola, el fútbol y la Liga Agraria. Según cuenta el
autor, La Lola tuvo una primera y frustrada fundación en
1927. Sin embargo, en 1940:
[…] un grupo de jóvenes, a los que se unieron enseguida los
jugadores de la primera hora, reanudan la práctica permanente
del fútbol, compitiendo con equipos de La Margarita, la Rabia,
Monteverde, Saladillo Norte y otras zonas, en un terreno ubicado frente al almacén [La Lola] donde está actualmente la sede
social, cancha que cambian luego tres veces, pero siempre en
el mismo predio.
Unos años más tarde, el 21 de septiembre de 1952 –y
siempre bajo el impulso principal de la familia Elordi–, se
fundó el Club Social y Deportivo la Lola, con el objetivo de
363
“Al cuadro de Barrancosa y El Tropezón de Saladillo”, en Quinterno, Luis (1973):
pp. 56-57. Por los nombres que aparecen citados, como el de los hermanos
Papavero, el partido podría haberse disputado a principios de la década de 1950.
CAMPO JURÁSICO
341
“fomentar las relaciones sociales, las actividades deportivas y culturales en esa comunidad rural”. Un hecho extraordinario es que, en la década de 1970, La Lola formó un
equipo femenino, en el que descollaba Julia Oyhanart. Ese
dato de color citado por este autor puede referenciarse en
la realización de un torneo de fútbol femenino llevado a
cabo en la Exposición de la Sociedad Rural, en 1974.364
La Liga Deportiva Agraria de Saladillo se fundó el 11
de mayo de 1968, y un mes después dio inicio el primer
campeonato organizado por esta entidad (aunque oficialmente se lo denominó “segundo campeonato”). En esa
edición inicial, participaron siete equipos (San Benito, La
Campana, San Blas, Atucha, La Barrancosa, El Mangrullo y
La Unión), pero, a partir de la segunda fecha, se sumó Santa Elina, y así se completaron los ocho clubes que disputaron las catorce fechas del torneo.
Además de las primeras divisiones, también jugaban
las reservas de estos equipos, y en julio se formó un combinado al que se denominó “Seleccionado de la Liga Agraria”,
que jugó su primer partido contra la reserva de Apeadero
como parte de los festejos del aniversario 105.° de Saladillo.
En el novel torneo, el campeón fue San Benito, vencedor
por 4 a 1 de San Blas, en un partido de desempate, ya que
ambos terminaron la fase regular con la misma cantidad
de puntos.365
La Liga Agraria, que según Lambert no contaba con
otros “antecedentes conocidos en el país según investigaciones de la Federación Agraria Argentina” (Lambert, 1979:
31), tuvo una gran convocatoria y organizó campeonatos
364
365
“Se inaugurará el domingo próximo la 11° Exposición de Ganadería, Granja y
Exhibición Industrial de la Sociedad Rural”, El Argentino, 12/09/1974.
“ii Campeonato oficial organizado por la Liga Deportiva Agraria”, El Argentino,
13/06/1968; “Seleccionado agrario”, El Argentino, 18/07/1968; “Auténtico San
Benito obtuvo el campeonato agrario de fútbol”, El Argentino, 28/11/1968.
342
CAMPO JURÁSICO
regulares muy competitivos, al menos hasta finales de la
década de 1980. Además de los equipos ya mencionados,
participaron en sus distintas ediciones El Cristo, La Lola,
La Mascota, Toledo, Cazón y La Margarita, en una competencia donde jugaban partidos todos contra todos, de ida y
vuelta, lo que extendía el torneo a lo largo de casi 20 semanas. Todos eran clubes de localidades o parajes, aunque no
todos sus futbolistas vivían en el campo. Por distintos motivos, Defensores de Del Carril y Pampero de Polvaredas,
también equipos de la campaña, no participaban de esta
liga y jugaban el campeonato con los equipos del pueblo.
Las condiciones para formar parte de los equipos
agrarios eran el nacimiento en la jurisdicción del club al
que se representaba o una vinculación probada con esa
institución, aunque, al momento de fichar, el futbolista
viviera en otra zona rural. Además, ninguna formación
podía tener más de tres jugadores con residencia en las
zonas urbanas establecidas (la ciudad de Saladillo y las
localidades de Del Carril y Polvaredas). Sin embargo, a
principios de 1973, se flexibilizaron algo las condiciones
para incluir futbolistas, al habilitarse la categoría “semiagrario” y autorizar a los clubes a fichar cuatro integrantes de esta clase, que podían sumarse a los tres “urbanos”.
Asimismo, en esa oportunidad la Liga decidió catalogar a
Cazón y Toledo como “zona agraria”.366
El éxito del campeonato inicial de la Liga Agraria llevó
a la incorporación de Deportivo Cazón y Defensores de
El Cristo en 1969, aunque el torneo perdió a La Unión,
participante del anterior.367 En 1971, la Liga Agraria recibió un nuevo integrante: el Athletic Agro Club, una nueva
entidad que funcionaba en Toledo y tenía su campo de
366
367
“Liga Deportiva Agraria”, El Argentino, 01/02/1973.
“Deportivas”, El Argentino, 10/04/1969.
CAMPO JURÁSICO
343
juego en la chacra de Puricelli.368 De todas formas, este
club se disolvió en febrero de 1973, y fue absorbido como
departamento de fútbol del Club Atlético Álvarez de Toledo, que desde entonces mantuvo su participación regular
en la asociación.369
El entusiasmo con el fútbol rural saladillense condujo
a que, a comienzos de 1972, el Club Social San Enrique
solicitara su afiliación a la Liga Agraria, que fue rechazada
porque la localidad no pertenecía al partido de Saladillo,
restricción impuesta por los estatutos de entonces.370 En
cambio, poco después, se aceptó sin observaciones la afiliación de La Lola, que se había retirado de la liga de fútbol de Saladillo en el marco de un serio conflicto interno.
Como pasivo, en ese año se produjo la defección definitiva
de Defensores de El Cristo.371
El éxito de la actividad impulsó la necesidad de mejorar ciertos aspectos de la competencia que en sus inicios
no habían recibido demasiada atención, como el estado
de los campos de juego, sometidos a medidas de regularización e inspecciones para verificar sus condiciones. Por
otra parte, esto estimuló que algunos clubes sin cancha
propia se pusieran en campaña para tenerlas y fortalecer
la localía. Fue el caso de Defensores de Atucha, la entidad nacida sobre la base aportada por “algunos jóvenes
que practicaban regularmente fútbol en las proximidades
de la Escuela n.º 24” (Lambert, 1979: 31). Los azulgranas
pudieron disponer de un campo de juego propio en abril
de 1971, gracias a la cesión de una parcela propiedad de
Mario D’Aloia.372
368
369
370
371
372
“Deportivas - Liga Deportiva Agraria”, El Argentino, 04/02/1971.
“Club A. Álvarez de Toledo”, El Argentino, 08/03/1973.
“Realizó su asamblea la Liga Deportiva Agraria”, El Argentino, 03/02/1972.
“Liga Deportiva Agraria”, El Argentino, 08/02/1973.
“Inaugura su field Defensores de Atucha”, El Argentino, 15/04/1971.
344
CAMPO JURÁSICO
La cara más notoria del suceso del fútbol agrario fue
su convocatoria popular. En 1972, cuando la igualdad en
puntos al cabo del torneo regular llevó a la necesidad de
dirimir el campeón del balompié chacarero mediante un
partido de desempate en campo neutral, la prensa informó
de la presencia de 4,000 espectadores. En aquella oportunidad, Deportivo Cazón venció a La Barrancosa por tres a
uno.373 Al año siguiente, el último partido del campeonato, entre La Lola y San Blas, fue incluso transmitido por
Emisora Cóndor de las Flores. Ese encuentro, jugado bajo
la lluvia y con la presencia de más de 2,000 espectadores,
culminó con la consagración del recién afiliado equipo de
Emiliano Reynoso como campeón.374
Por supuesto, el fútbol rural no fue ajeno a las peripecias hídricas del distrito. En 1975, por ejemplo, luego de
anular el campeonato iniciado en el otoño y programar
otro torneo especial para octubre en su remplazo, la Liga
Agraria debió cancelar todas sus actividades oficiales debido a las inundaciones, ya que, en el momento en que la
situación mejoró, los productores rurales estaban abocados a las tareas agrícolas, en pos de salvar un año particularmente difícil. La única solución fue la realización de un
gran campeonato nocturno en enero de 1976, donde además participarían los equipos de la Liga Deportiva local.375
Las complicaciones meteorológicas llevaron también
a que, en 1977, el torneo de fútbol agrario se realizara en
una sola rueda. La tardanza en comenzarlo se vio agravada por la temprana llegada del calor. Finalmente, la Liga
Agraria decidió cancelar la actividad oficial en noviembre. Según comunicó la institución, junto con la canícula,
debían comenzar las tareas de recolección de la cosecha
373
374
375
“Fútbol Agrario”, El Argentino, 26/10/1972.
“Deportivas. Fútbol Agrario”, El Argentino, 19/10/1973 y 01/11/1973.
“Deportivas. Deporte Agrario”, El Argentino, 06/11/1975.
CAMPO JURÁSICO
345
fina, otro hecho que conspiraba contra el normal desarrollo del torneo. Por otra parte, la solución pensada para evitar nuevas complicaciones fue la de alentar la instalación
de iluminación de algunas canchas para disputar partidos
nocturnos.376
La situación fue todavía más difícil en 1980, cuando
las grandes inundaciones redujeron el número de participantes a ocho equipos. Además, se disputaban jornadas
dobles en los estadios de los cuarteles menos afectados por
los anegamientos. Aun así, en septiembre debieron programarse todos los encuentros en una sola cancha, la de La
Lola en Emiliano Reynoso.377
Las escuelas rurales de Saladillo: vida y nervio de las comunidades
Todo ese variado cosmos de recreación abordado en el
apartado anterior demuestra que, aunque áspera en términos materiales, la vida rural hasta 1980 era bastante animada en su faceta social. Como también mostré, gran parte de
esas actividades de esparcimiento se organizaron en torno
a las escuelas rurales, que, por su importancia y significado, merecen ser consideradas con detenimiento.
Cuando la ciudad de Saladillo cumplió 100 años, la
Comisión de Festejos encargó a Carolina Buren la tarea
de hacer un recorrido histórico del sistema educativo del
distrito. Dentro de esa investigación, pueden encontrarse
detalles de la evolución de la instrucción básica en el ámbito rural del partido. Según esta autora, ya en 1872 funcionaban algunos colegios en la zona de chacras y en unas
pocas estancias. Sea en La Barrancosa o en La Razón, es
376
377
“Deporte Agrario”, El Argentino, 09/06/1977, y “Deporte Agrario”, El Argentino,
24/11/1977.
“Deportivas. Fútbol Agrario”, El Argentino, 10/07/1980 y 12/09/1980.
346
CAMPO JURÁSICO
factible rastrear la continuidad de la presencia institucional escolar, que conoció una permanente ampliación de
la oferta, en especial en el período 1920-1930, cuando los
establecimientos ubicados en el campo pasaron de catorce
a veintidós. Ese número se mantuvo hasta la década de
1940, cuando se produjo otro impulso en la creación de
escuelas rurales, para llegar a las 34 operativas en 1963,
momento en que Buren efectuó su trabajo. A ellas debía
sumarse la Escuela 186, creada en el marco de la Ley Láinez de 1905 y, por lo tanto, bajo jurisdicción nacional hasta
su provincialización en 1968 (Volonté, 1964: 78-81).
Asimismo, hay constancias de emprendimientos privados de enseñanza en la zona rural desde 1871 y, como
destaca esta autora, era sabida la existencia de maestros
que daban clases en los grandes latifundios entonces existentes (Volonté, 1964: 85). Esta situación era común en
todo el territorio nacional y constituía un motivo recurrente de queja de los funcionarios del Ministerio de Educación, especialmente porque muchos de los docentes ad
hoc eran extranjeros, y muchas veces también ellos eran
trabajadores de las estancias. Sin ir más lejos, fue la realidad en la que se encontró mi propio abuelo, sin paso a lo
largo de su vida por colegio alguno, al haberse convertido, con solamente siete años, en uno de los once huérfanos que un padre recolector de maíz dejó a su viuda en
1912. Como él escribió en su poema “Así soy de criollazo”: “Escuela no conocí / ni tampoco tuve infancia / mi
escuela fue alguna estancia / donde a vivir aprendí” (Quinterno, 1973: 9).
Más allá de toda anécdota, la evolución del sistema
escolar saladillense resulta avalada por los datos de los distintos relevamientos escolares oficiales llevados a cabo en
la primera mitad del siglo 20, que exhiben un crecimiento permanente –aunque lento, es cierto– para el sector
CAMPO JURÁSICO
347
primario y un registro mínimo para la educación media y
superior. Así, es posible aislar algunos indicadores interesantes del censo nacional educativo de 1909. En ese año,
de 3,932 niños de Saladillo en edad escolar (menores de 14
años), solamente asistían a las veinte escuelas del partido
el 36.8 %. Además de ello, de los 1,926 escolares registrados, 467 había aprendido a leer en sus domicilios, algo
que incluía a los establecimientos donde trabajaban sus
padres, lo que respalda la afirmación de una enseñanza
básica impartida en las estancias.
En el censo provincial de 1931, se registraron 4,075
menores de 14 años, de los cuales 2,105 concurrían a los
colegios primarios (casi un 52 %), pero también se contabilizaron 1,901 analfabetos de entre 7 y 14 años. La gran
mayoría de esa joven población vivía en la zona rural
(3,276 niños). Además, dentro del universo considerado
alfabetizado, el 86 % de los casos solamente había asistido
hasta el viejo tercer grado del ciclo primario (de 2,343 casos
relevados, 2,021 declaraban haber llegado a ese nivel), y
apenas el 13.74 % había culminado el antiguo sexto grado,
punto de llegada de la educación primaria. Otro dato destacado de esa información era que 1,733 de los menores
censados trabajaban y que, de ellos, 1,624 lo hacían en sus
casas o con sus grupos familiares.
En 1943 se realizó el cuarto censo nacional escolar.
Esta encuesta contenía además una gran cantidad de información adicional, como datos acerca del hábitat de la
niñez, los motivos de la deserción y la educación de los
padres, al mismo tiempo que extendió los cuestionarios
hasta las personas de 22 años, lo que amplió la muestra
de Saladillo a 17,856 casos. En aquel año, 2,394 niños de
hasta 13 años concurrían a la escuela, pero 1,278 personas
de ese universo nunca habían ido al colegio, y 692 habían
asistido, pero ya no iban. Del grupo de entre 14 y 21 años, el
348
CAMPO JURÁSICO
81 % había concurrido, pero sin finalizar el ciclo primario
completo. Un aspecto significativo era que se consultaban
los motivos del abandono de la escolaridad primaria. De
ahí surgía que 1,122 personas solo habían llegado a tercer
grado, y que 503 abandonaron la escuela para ir a trabajar,
285, por falta de oferta de grado en el lugar donde vivían,
444, por “negligencia”, 263, por la distancia a los establecimientos, y 57, por pobreza. Asimismo, se detectaron 271
analfabetos de 14 a 21 años (177 varones y 94 mujeres),
pero los padres y madres de todos los entrevistados que no
sabían ni leer ni escribir alcanzaban un 18 %.
Ese mismo porcentaje ya había sido consignado por
el censo agropecuario de 1937, al preguntar por el nivel
de instrucción de los emprendedores rurales saladillenses, cuando se informó como analfabetos a 338 de los
1,866 productores. Borracer sostiene que todavía en 1960,
y según el censo de ese año, vivían en el campo saladillense 2,085 personas analfabetas, es decir, un 17.7 % de la
población rural del partido (Borracer, 1984: 85); pero esa
cantidad parece excesiva si se tiene en cuenta una investigación hecha poco más tarde, los días 8 y 9 de noviembre
de 1965, cuando se realizó en el territorio provincial un
“relevamiento general de analfabetos” y se pudo conocer
que, en el partido de Saladillo, había 1,080 personas que no
sabían leer ni escribir, aunque apenas 43 eran menores de
20 años y 646 de ellas habitaban en la campaña.378
De todas maneras, más allá de la lentitud con que
bajaba, ese índice ignominioso continuó su curva descendente en los años siguientes. Para 1980, la situación bonaerense en materia de educación rural era la mejor a nivel
nacional, con un índice de analfabetismo del 6.8 % (era del
9.5 % en 1960), muy por debajo del 14.8 % indicado por el
378
El Argentino, 25/11/1965.
CAMPO JURÁSICO
349
censo de 1980 como tasa nacional de analfabetismo rural
(Rodríguez Sánchez, 1987: 77).
La permanencia de malos indicadores de nivel educativo en la zona rural tenía sus múltiples explicaciones.
Allí estaban esas escuelas que no podían ofrecer clases
desde cuarto a sexto grado, y era el sitio donde el trayecto que separaba la residencia familiar del colegio sumaba
una dificultad anexa. En efecto, un hecho que impresionó
a Carl Taylor fue la distancia entre las casas y las escuelas
en aquellos pueblos o pequeñas ciudades que visitó. De
acuerdo con sus cálculos, casi un 53 % de las viviendas
de chacareros distaba a más de tres millas (5 kilómetros)
de la escuela más cercana, y el 31.6 %, a más de 9 millas
(14.5 kilómetros) de los centros comerciales (Taylor, 1948:
218-219). Ese dato fue acopiado también por el censo agropecuario de 1937, bajo una planilla especial denominada
“Ubicación de las explotaciones con relación a la escuela pública”. Para Saladillo, la relación de cercanía era algo
mejor, ya que un 52 % de las unidades productivas estaban
a menos de 5 kilómetros de una escuela estatal, pero también hay que decir que más de un cuarto de las explotaciones tenía su colegio a más de 5 kilómetros de recorrido, y,
en un 16 % de las fichas, los censistas no pudieron determinar cuán lejos quedaba la escuela más cercana de la chacra
donde realizaron su encuesta.
La distancia entre las chacras y las escuelas era un
problema importante, pero más relevante aún resultaba
el abismo entre las posibilidades de educación y acceso a
otros bienes de desarrollo humano entre la población de
las ciudades y la campaña. Una de las observaciones más
agudas de Taylor es la siguiente: “El aislamiento cultural
de las clases medias y bajas de la agricultura argentina es
mucho más grande que su aislamiento físico” (Taylor, 1948:
431). Para la época de la observación del estadounidense,
350
CAMPO JURÁSICO
esto tenía una muestra determinante en la limitadísima
propuesta de los colegios del campo para con sus estudiantes, al punto que, en 1948, un estudio oficial informaba
que apenas el 9 % de las 10,335 escuelas rurales argentinas
ofrecían los siete años de educación primaria.379
Este dato contundente explicaba la función original
asignada a los establecimientos educativos radicados en
las zonas rurales: la alfabetización básica. La lucha contra
el analfabetismo se intensificó con la aplicación de la Ley
n.° 4,874, sancionada en 1905 y conocida por el nombre de
su impulsor –el senador Manuel Laínez–, que difundió la
instalación de escuelas primarias de jurisdicción nacional
en las áreas más postergadas del país, como complemento
de la Ley n.° 1,420, cuyo alcance se restringía a la Ciudad
de Buenos Aires y los territorios nacionales.
Este esfuerzo, y el realizado por la Provincia de Buenos
Aires, logró mejorar de forma notable las cifras de niños
con escolarización mínima, pero gran parte de esa población apenas recibió unos conocimientos esenciales, y solamente a partir de la década de 1950 la mayoría de las
escuelas rurales bonaerenses pudo completar la oferta
educativa de siete grados, algo que las ponía en un relativo
pie de igualdad con los establecimientos urbanos.
De hecho, la escuela rural fue el tema de las jornadas
pedagógicas panamericanas de 1960, desarrolladas en el
Instituto Bernasconi de la Capital Federal, en la primavera
de ese año, bajo el auspicio del Ministerio de Educación de
la nación, y con la participación de representantes de gran
parte de Latinoamérica, docentes de casi todas las provincias argentinas, y delegaciones de la Federación Agraria,
el Ministerio de Agricultura y el inta. Las propias autoridades partían del supuesto del atraso de la educación de
379
El Monitor de la Educación Común, Año lxx, n.º 933-934-935, septiembre, octubre y noviembre de 1960, p. 114.
CAMPO JURÁSICO
351
campaña, a punto tal que la calificaban como anclada en
el tiempo, con una acción casi inmutable desde 1884, “sin
entrar en el ritmo de vida de la hora presente”.380
La gran cantidad de exposiciones y trabajos presentados insistían en la escasa calidad de la educación ofrecida
por la mayoría de las escuelas rurales, debida a las malas
condiciones edilicias, la falta de formación específica de
sus docentes, las dificultades representadas por las distancias y los caminos, la carencia de recursos pedagógicos
y didácticos, la inexistencia de una dependencia específica del Consejo de Educación que atendiera las cuestiones
propias de estos colegios, o la imposibilidad de cumplir
con los objetivos de los programas de cada ciclo de enseñanza en aquellos casos en que un único maestro debía
dar las clases.
Además de esto, la homogenización nacional de programas y contenidos, confeccionados sobre la base de
modelos, necesidades, consumos y estilos de vida eminentemente urbanos –ampliados por la difusión masiva
de bienes de confort desde finales de los años cuarenta–,
contribuyó a un progresivo divorcio entre las escuelas rurales y sus comunidades. Según decía una de las ponentes
del congreso:
El fracaso de nuestra escuela rural incide en su desentendimiento con el ambiente. Siempre es la misma escuela urbana, trasplantada con maestra y todo al campo, sin más semejanza con el
medio rural que la miseria de sus materiales y útiles de trabajo.381
Casi todas las personas participantes de las jornadas
reclamaban la adopción de cambios y solicitaban esfuerzos que permitieran a las escuelas de campaña dejar de ser
380
381
El Monitor de la Educación Común, ejemplar citado, p. 4.
Ídem, p. 42.
352
CAMPO JURÁSICO
colegios de segunda categoría, pero hubo también algunas
posturas que consideraban normal y apropiado ese estatus
marginal. Uno de ellos fue Luis María Monferrer, quien,
en su colaboración (por llamarla de algún modo), sostenía
que el objetivo de la educación en el campo debía ser “la
formación de niños argentinos con la mínima capacitación”. Sus contenidos tenían que instruir a la descendencia
de chacareros y campesinos en “el amor al trabajo, a la
familia y a la Patria”: “[…] el hijo de un agricultor no puede
convertirse en médico o abogado. Este hecho puede sólo
producirse excepcionalmente, en razón de las inteligencias
superdotadas”.382
Más allá de estas consideraciones, en lo relativo a la
matrícula primaria de Saladillo, a principios de la década
de 1960 todavía concurrían más estudiantes a las escuelas rurales que a las urbanas. De acuerdo con las cifras
recabadas por Carolina Buren, en 1963 había en el sector
público 1,550 escolares en la ciudad y 1,807 en la campaña,
a quienes debían sumarse respectivamente 230 del colegio
confesional local y 39 de un establecimiento rural (Volonté,
1964: 86); pero esa situación cambió en unos pocos años,
cuando el despoblamiento del campo y el estancamiento demográfico general del distrito comenzaron a mostrar
sus efectos.
Así puede verse en dos fotos ofrecidas por Luis Borracer. La primera corresponde a 1968, cuando, según sus
investigaciones, concurrían a las escuelas primarias de
gestión oficial 3,371 estudiantes. Aunque el número total
era casi igual al de 1963, en apenas un lustro los establecimientos rurales habían perdido un 32 % del alumnado,
ya que registraban 1,056 escolares. La segunda instantánea, de 1975, capturó uno de los peores momentos del
382
Ídem, pp. 174-175.
CAMPO JURÁSICO
353
descenso de la matrícula del municipio, debido a la retracción demográfica: la inscripción total había caído a 2,184
alumnos, con una pérdida superior al 54 % en apenas siete años. En cambio, en este lapso temporal, la zona rural
retrocedió un 14 %, con una presencia de 926 estudiantes.
De todas formas, esto significaba que, en las escuelas de
campo, quedaba la mitad de la población escolar de 1963.
Solamente los colegios de gestión privada escapaban al
vaciamiento de las aulas, al pasar de 343 estudiantes en
1968 a 443 en 1975 (Borracer, 1984: 75-78).
Por otra parte, uno de los temas abordados de manera
más recurrente en las jornadas pedagógicas de 1960 fue la
imposibilidad de las escuelas rurales de ofrecer la continuación de estudios formales a sus comunidades una vez
terminado el ciclo primario. Por desgracia, esta limitación
no pudo ser resuelta en lo inmediato y se convirtió en una
de las grandes debilidades del sector. No obstante, en el
tiempo en que se realizó ese congreso, este no era un problema exclusivo del campo, ya que, en el Saladillo de esa
década –y a pesar del alto índice de escolarización primaria–, el acceso, la permanencia y el egreso en la educación
secundaria todavía seguía siendo muy restringido, tanto
por motivos sociales y económicos, como de género.
El primer gran inconveniente para la expansión de
la educación media en el distrito fueron las dificultades
para lograr el funcionamiento regular de un colegio público secundario, que no pudo estabilizarse hasta la década
de 1940. Esas vicisitudes se reflejaron en el censo de 1943,
donde se informó que apenas 142 estudiantes locales, de
entre 14 y 21 años, habían pasado por el nivel medio (un
misérrimo 3.8 % de la matrícula primaria), mientras que
nada más que 92 concurrían en ese año. Por supuesto, en
cuanto a los estudios universitarios, sobraban los dedos de
354
CAMPO JURÁSICO
la mano, ya que se contaron apenas nueve universitarios
saladillenses, entre ellos, ocho varones y una sola mujer.
Pero, veinte años más tarde, la situación no era tanto
mejor. Para poner unos pocos ejemplos, puedo decir que,
en el año académico de 1961, el Colegio Nacional apenas
produjo dieciocho egresados, y, entre ellos, solo había una
única mujer.383 Al año siguiente, la ceremonia de graduación involucró a trece estudiantes, aunque pudieron contarse dos mujeres.384 Al finalizar el ciclo lectivo de 1963,
el Nacional produjo diez bachilleres (que se dividían en
mitades iguales entre varones y mujeres), pero ese año
también egresó la primera cohorte de peritos mercantiles, compuesta por nueve estudiantes (siete varones y dos
mujeres). En cambio, durante todo ese decenio, fue numerosa la promoción de maestras normales salidas del Instituto Niño Jesús, con una cifra constante cercana a las
cuarenta egresadas.385
Recién en 1966 pudo superarse la barrera de las 30
graduaciones, pero aún en esa fecha la cantidad de mujeres recibidas seguía siendo exigua.386 Todavía en 1968 el
número de egresados del Colegio Nacional era bajo: veinte
bachilleres y once peritos mercantiles, y, de estos últimos,
únicamente dos eran mujeres.387 Solamente a principios de
la década siguiente, el nivel de egreso comenzó a incrementarse de modo regular: en 1971 egresaron del Nacional
veinte bachilleres y dieciséis peritos mercantiles, en tanto
383
384
385
386
387
“18 nuevos bachilleres egresan del Colegio Nacional”, El Argentino, 07/12/1961.
El Argentino, 06/12/1962.
El Argentino, 12/12/1963. En esa ocasión, las graduadas fueron 39, pero en otros
años llegaron hasta 42.
El Argentino, 22/12/1966.
“Veinte bachilleres y once peritos mercantiles egresan del Colegio Nacional
‘Manuel Pardal’”, El Argentino, 12/12/1968.
CAMPO JURÁSICO
355
se produjo la colación de la primera cohorte de técnicos
electromecánicos, que eran ocho estudiantes.388
Este incremento de la graduación media, que acompañaba las cifras nacionales aportadas por las estadísticas
de Ministerio de Educación (una suba de casi el 17 % para
el quinquenio 1967-1971, y un crecimiento del estudiantado universitario de un 21 % en ese mismo lustro),389 siguió
en el decenio su curso ascendente en Saladillo, con un
número cada vez mayor de egresados del Colegio Nacional, a quienes se sumaban el grupo de técnicos de la Escuela Industrial. Como puede seguirse en este recorrido, e
incluso contando a las alumnas del magisterio, que carecieron de oferta en el sector estatal local hasta inicios de la
década de 1970, la gran mayoría de los adolescentes –habitaran en el pueblo o en el campo– estuvo mucho tiempo
marginada de la escuela secundaria.
Pero tampoco fue sencilla la tarea de ampliar la cantidad de establecimientos rurales de nivel primario, ni puede emitirse un juicio solamente por la cantidad de locales.
En el detrás de la escena de esos momentos ya señalados en que creció el número de escuelas, además de la
voluntad de la administración pública, siempre estuvo la
presión de la comunidad, que fatigó todas las instancias
burocráticas hasta conseguir su objetivo. Algunos casos
han sido nombrados al paso, en el marco de exposiciones
de biografías de personajes locales que comprometieron
sus esfuerzos para hacer realidad la apertura de la escuelita
del paraje, como fue el caso de Isidoro Medina.
Justamente este representante agrario tuvo mucho
que ver en la radicación de la única escuela Laínez del
388
389
“Veinte Bachilleres y Dieciséis Peritos Mercantiles Egresaron del Colegio Nacional ‘Manuel Pardal’” y “Ocho Técnicos Electromecánicos Egresan de la Escuela
Industrial”, El Argentino, 16/12/1971.
“Aumentó la población estudiantil en 1971”, El Argentino, 27/01/1972.
356
CAMPO JURÁSICO
partido, la entonces numerada como 186 (actualmente, es
la Escuela 43, situada en La Campana), donde atendió un
verdadero anhelo de educación, ya que el ciclo lectivo inicial contó con 68 estudiantes y, sin embargo, según la prensa local, había al menos 100 niños que aspiraban a ingresar,
lo que motivó a los vecinos a escribir al Consejo Nacional
de Educación para pedir la designación de al menos otra
maestra, a fin de colaborar con la primera docente designada para atender el establecimiento.390 En 1936 la escuela
tenía 90 alumnos, pero en 1963 la matrícula había descendido a 53 estudiantes (Volonté, 1964: 78).
La historia de la Escuela 27, en el paraje San Blas, no
resulta muy distinta. Según una reseña hecha con motivo
de su 75.° aniversario, en 1942 Francisco Bagnato prestó
un salón donde se dictarían las clases a las que concurrirían 98 estudiantes. Un año después, con la designación
de la primera maestra, se consiguió la oficialización. Pero
el local donde funcionaba el colegio no soportó un fuerte
temporal, y la docente con sus escolares debieron reasentarse en el almacén de Ángel Urbano, donde estuvieron
hasta que, producto de los petitorios del vecindario para
conseguir una sede definitiva, el gobierno provincial pudo
construir el edificio de material que aún se conserva, junto
a la ruta nacional 205, en un solar de una hectárea que
habían donado los hermanos Bagnato en 1943.391
Del mismo modo, el surgimiento de la Escuela 10 de
La Margarita, en 1908, se debió a una donación de Cecilia
Eusebia y María Teresa Risso,392 y la Escuela 15, fundada en
1921, también se instaló sobre una cesión, en este caso el
de la Sra. Emilia Soria de García. Cincuenta años después,
390
391
392
Agriconda, año 2, n.° 15, 30/04/1936.
“El aniversario 75 de la Escuela 27. Historia”, en La Síntesis, 14/10/2020. Disponible en bit.ly/3ltDKQb.
“La fiesta del reencuentro en la Escuela Nro. 10”, El Argentino, 16/12/1976.
CAMPO JURÁSICO
357
la misma familia concedió asimismo el predio donde se
levantó un renovado salón de fiestas.393 También la Escuela
11 recibió en su totalidad los terrenos, las mejoras y las
construcciones que durante muchos años ocupó el club El
Cañuelero, gracias a la donación efectuada por los hermanos Lili, depositarios legales de la disuelta asociación.394
Del mismo modo, muchos clientes de mi padre tenían
compromisos fuertes con las comunidades escolares de
sus vecindarios. En el próximo capítulo, me ocuparé con
detalle de la Escuela 40 de La Barrancosa, pero algunos
de sus chacareros de La Mascota integraban la Comisión
Cooperadora de la Escuela 31, como los hermanos Pérez y
Ventura Moreno, el suegro de ambos, los hermanos Recalde y Juan Baiocco.395
También varios clientes de La Razón hacían lo suyo
con la Escuela 15. Incluso cuando este colegio inauguró
su nuevo salón de actos en el invierno de 1971, algo que
no hubiera sido posible sin las donaciones y el apoyo de
la comunidad, muchos de los contribuyentes que aparecieron en un listado de agradecimiento no regatearon en
aportar dinero, lechones, corderos, cajones de vino o gallinas, aunque varios de ellos enviaban a su descendencia
a las Escuelas 40 y 31. En esa oportunidad –y de forma
casi simbólica–, también efectuaron donaciones instituciones como la Cooperativa Agrícola, que hizo la modesta
contribución de una damajuana de vino. Además, no faltó
quien enviara como presente una botella de coñac y otra
de Hesperidina.396
Según se aprecia en estos y otros ejemplos, para satisfacer sus necesidades la comunidad debía anteponerse al
393
394
395
396
“Cumple sus Bodas de Oro la Escuela Nro. 15”, El Argentino, 28/10/1971.
“Donación”, El Argentino, 05/11/1970.
“Comisión Cooperadora de la Escuela n.° 31”, El Argentino, 13/06/1974.
“Donaciones”, El Argentino, 15/07/1971.
358
CAMPO JURÁSICO
Estado, a fin de forzarlo a convalidar los hechos. Las escuelas rurales podían ser creadas y hasta las autoridades se
permitían dotarlas con una planta orgánica mínima, pero
la materialización del deseo solo llegaba cuando se lograba
el edificio, y esta tarea, la mayor parte de las veces, era
producto del aporte de los chacareros de la zona. Ello se
constata asimismo en el caso de la Escuela 34 (situada
entre La Barrancosa y José María Micheo), que debió su
radicación a las donaciones de particulares.397 Más allá de
la voluntad puesta por el vecindario, la sede escolar no
pasaba de ser una escuela rancho, y su déficit edilicio fue
motivo de gestiones oficiales desde principios de la década
de 1970. Si bien en 1975 se la incluyó en un plan de obras
de emergencia,398 solamente el 30 de noviembre de 1979
pudo inaugurarse el edificio definitivo de material.399
Aunque precario durante muchos años, la Escuela
34 tenía un inmueble. Por el contrario, muchos colegios
no disponían de instalaciones propias, y a veces padecían
las vicisitudes y vaivenes de las propiedades donde funcionaban, además de la recurrente falta de recursos de
la Dirección General de Escuelas provincial. Una muestra
clara pudo verse a principios de 1962, cuando el comisionado escolar del municipio, Lorenzo Aparicio, se dirigió al
Ministerio de Obras y Servicios Públicos nacional “solicitando un tranvía en desuso” para que pudiera funcionar
la Escuela n.° 36 del distrito. El funcionario explicaba que
la escuela se hallaba en el paraje La María Antonieta, en
Álvarez de Toledo, y a unos 30 kilómetros de Saladillo, pero
la situación era grave:
397
398
399
“Colaboración del vecindario para construir una escuela”, El Argentino, 09/07/
1959.
“Una nueva sesión realizó el Concejo Deliberante de Saladillo”, El Argentino, 30/
07/1975.
“Se inauguró el nuevo edificio de la Escuela n.° 34”, El Argentino, 06/12/1979.
CAMPO JURÁSICO
359
[Va a] ser desalojada del galpón que ocupa y que es cedido por
el propietario de la tierra, Sr. Mateo Defelippis. Y digo galpón,
cuando en verdad es sólo medio galpón de barro, piso de tierra,
con una puertita y dos ventanucos, donde funciona esta escuela
del Estado Argentino.
La nota continuaba describiendo una situación de aislamiento y miseria propia del siglo 19, ya que el medio tinglado restante estaba ocupado como depósito de granos.
Aparicio elogiaba de todos modos al dueño del lugar, ya
que lo había ofrecido generosamente, pero comentaba la
necesidad del dueño de recuperarlo para guardar cereales
y herramientas. La nota del comisionado continuaba así:
Hace dos años y medio que lo tiene prestado en estas condiciones. Para reemplazar al derruido e inhabitable galpón, el señor
Defelippis ha donado a la Dirección de Escuelas una esquina de
lo más alto de su campo, 50 x 50 metros, para que allí se instale
la nueva escuela. Solo hace falta hacerla.
La misiva cerraba indicando que asistían a ese
colegio 18 estudiantes, “hijos de chacareros afincados en
la zona”.400
Otras historias recompensaron la tenacidad vecinal
con un final feliz. Fue la situación de la Escuela 23, situada
en San Benito. La construcción de un edificio nuevo, de
material y con mayor comodidad, motorizó una pertinaz
acción de su Asociación Cooperadora durante 1962. El
punto culminante fue una gran celebración para festejar el
feriado del 12 de octubre. En esa ocasión, los cooperadores
organizaron un amplio programa de festejos, destinados a
juntar fondos para la biblioteca del colegio. La diversión
incluía, en primer término, “números de arte folklórico”.
Después del almuerzo, se anunciaban carreras de sortijas
400
El Argentino, 15/04/1963.
360
CAMPO JURÁSICO
y cuadreras, carreras de bicicletas, “y un partido de fútbol entre el cuadro local y Carlos Calvo de La Barrancosa,
disputando una copa donada por el presidente del Club, Sr.
Mariano Bruno”. La competencia hípica incluía un premio
de $60,000. Como atractivo adicional, el anuncio se cerraba de esta forma: “Habrá parrillada desde la mañana para
comodidad del público”.401
El nuevo local se inauguró el 17 de agosto de 1963.
La asociación comunitaria agradeció luego “la brillante
cooperación del vecindario y público en general, y del cura
párroco”. También se destacaba el gesto de la señora Ilda
Gallo, quien “donó a la Cooperadora el sol de noche que
le correspondiera en la rifa”. Según puede verse, en una
empresa de este tipo, contaban hasta los gestos más sencillos.402
Igualmente, la presencia del esfuerzo privado y comunitario en la construcción de edificios escolares no fue
solamente una cuestión de las escuelas rurales. El nuevo establecimiento del Colegio Nacional (inaugurado en
1977) fue costeado principalmente por la comunidad local,
que aportó el 85 % de los recursos necesarios para levantarlos. En 1969, cuando se iniciaron los trabajos, se calculó
que la sede costaría $120,000,000, de los que el Ministerio de Educación contribuiría apenas con $18,000,000.403
Aunque es cierto que las autoridades municipales lograron
subsidios estatales para aliviar los pagos, el edificio no
se hubiera culminado sin el aporte extraordinario de su
cooperadora y el vecindario.
En su carácter de centro referencial de las comunidades del campo, las escuelas sirvieron asimismo para la
401
402
403
El Argentino, 27/09/1962.
El Argentino, 29/08/1963.
“El edificio del Colegio Nacional ‘Manuel Pardal’ de Saladillo”, El Argentino, 13/
11/1969.
CAMPO JURÁSICO
361
divulgación de cuestiones relacionadas con la vida económica y social chacarera. Bien decía El Argentino al sostener
que “la escuela rural no sólo puede educar a los niños,
sino también orientar y enseñar a los mayores”. Esta reflexión era el corolario de una nota que daba cuenta de una
reunión desarrollada en la Escuela 20, el sábado 7 de septiembre de 1968, donde la Cooperadora escolar, padres y
madres de estudiantes y vecinos participaron de una serie
de charlas guiadas por profesionales sobre los temas más
diversos: las enfermedades de los animales, el cuidado de
los perros de la chacra, la apicultura, la polinización de
frutales, etc.404 Ese mismo día, pero en la Escuela 19 de
La Razón, se festejó el día del productor agrario, en este
caso con una exposición de un técnico del inta acerca del
control de malezas.405
De todas formas, el edificio en sí mismo no constituye
una escuela. Es imposible pensar la educación sin su
comunidad, el estudiantado y el o la docente. Tanto en las
mencionadas jornadas de 1960, como en un trabajo de la
Dirección General de Escuelas de 1984, uno de los problemas más citados era la escasa preparación y experiencia de
la mayoría de los maestros rurales.
En un sentido lógico, la asignación de un puesto en
una escuela del campo era comúnmente el primer paso de
una carrera profesional, y la mayoría de las personas del
magisterio que llegaban a esos colegios alejados y muchas
veces marginales deseaban transitarlo de la manera más
veloz posible. Este problema de la docencia rural fue objeto de un proyecto de ley de Fernando Volonté y otros dos
diputados radicales en la legislatura bonaerense, por el que
se pretendía aumentar el cómputo por antigüedad en un
404
405
“Reunión en la Escuela n.° 20”, El Argentino, 12/09/1968.
“En la Escuela n.° 19 de La Razón se celebró el Día del Productor Agrario”, El
Argentino, 19/09/1968.
362
CAMPO JURÁSICO
50 % para quienes ejercieran en ese ámbito, como una
forma de estímulo para mantener las plantas docentes en
el campo.406
Aunque en 1978 se creó la carrera de Asistente Rural,
con dictado en los institutos de formación docente de la
provincia, con el objeto de “establecer un nexo entre la
Escuela Rural y la Comunidad”, esta titulación no logró
despertar entusiasmo ni, mucho menos, colmar las necesidades profesionales de los docentes de campaña.407 La
cuestión no tuvo solución en el mediano plazo, y en el
próximo capítulo podrá notarse cómo desfilaban docentes y directivas por la Escuela 40, donde permanecían por
períodos fugaces.
Pero no todos los maestros rurales se desempeñaron
en forma tan efímera. Otros mostraron que la tarea
emprendida era el producto de la convicción y la vocación,
y lograron enraizarse con las comunidades donde sirvieron. Sin dudas, podrán citarse varios casos, pero tal vez
el de Jorge Novella es el más reconocido, a punto tal de
ser retratado en un libro, al tiempo que Marcelo Pereyra escribió un artículo donde hace una distinguida semblanza sobre su vida personal y laboral. Allí puede leerse que su abuelo fue arrendatario en Tres Bonetes, para
luego convertirse en propietario, y que su propia madre
también ejerció como maestra rural (Pereyra, 2018e). Su
huella resultó tan profunda que, al momento de jubilarse,
en mayo de 1994, recibió un homenaje de los vecinos de La
Razón, La Mascota y Los Gatos (partido de Alvear), tres de
las localidades donde fue docente (Benítez, 2000: 155).
406
407
“Solicítanse mejoras para el magisterio rural a través de una ley”, El Argentino,
06/09/1973.
“Instituto Superior de Formación Docente de Saladillo. Carrera de Asistente
Rural”, El Argentino, 04/05/1978.
CAMPO JURÁSICO
363
Asimismo, en el texto de Mario Bianchini, puede comprenderse hasta dónde podía ampliarse el papel de un
maestro rural. Según este autor, una de las tareas cotidianas de Novella era llevar el pan a su escuela, así como
proveer a los padres y madres de sus estudiantes bienes, repuestos o insumos que debían ser conseguidos en
Saladillo (conocidos como “encargos”). También recogía a
algunos escolares, cuyos padres los acercaban en sulky al
camino por donde pasaba. Como queda dicho, al tiempo
que trabajaba de docente, era comisionista, chofer, representante, vocero, etc. Un cúmulo de responsabilidades que
solo podía descansar sobre la base de una actitud y una
aptitud férreas (Bianchini, 1994: 8-12).
El edificio, el personal docente, los escolares, la
cooperadora, las celebraciones patrias, los encuentros
sociales, los bailes, el centro de reunión, etc. No hay dudas
de que las escuelas rurales constituyeron el alma de la vida
de los parajes, e historias como las reseñadas podrían multiplicarse en cada cuartel. En esta investigación, el interés,
el recorte geográfico escogido y los actores involucrados
me llevan a bajar la lupa sobre un caso concreto: el de la
Escuela 40. La intención de poner en movimiento el juego
de variables que han ocupado los apartados de este capítulo será entonces el objetivo de la próxima sección.
7
La Escuela 40: sueño, realidad y agonía
de una comunidad
Pocos argumentos pueden movilizar a una comunidad o a
un vecindario con la fuerza de la educación. Valor instalado, desarrollado y jerarquizado como pocos por la sociedad burguesa surgida en el siglo 19, en la centuria siguiente
se convirtió en una de las demandas sociales más significativas.
En este caso, el impulso del mundo chacarero que
analizo en particular tiene una serie de ventajas adicionales para ser revisado, y por eso le dedico una sección
especial. En primer lugar, su principal desarrollo transcurre dentro de las coordenadas temporales del trabajo; en
segundo término, las personas que se pusieron al frente
de esta singular batalla formaban parte del “reparto” de
mi padre, es decir que me refiero a un grupo de mujeres y varones a quienes conocí personalmente; en tercer
lugar, pude disponer de una gran cantidad de archivos,
documentos y fotografías para poder seguir la evolución
de la cuestión, en especial los libros de actas de la Asociación Cooperadora y del Club de Madres y el Registro de
Matrícula Escolar; en cuarto orden –y gracias a lo anterior–,
ese amplio conjunto de fuentes me permite utilizar herramientas de análisis microhistórico; finalmente, se ajusta en
buena forma a la hipótesis central de la investigación.
A la vez, la historia de la Escuela 40 revisada en este
capítulo puede dividirse, en mi opinión, en dos tramos
365
366
CAMPO JURÁSICO
perfectamente distinguibles: el primer período está comprendido entre los inicios del decenio de 1960 y se extiende
hasta finales de 1972; el segundo comienza en 1973 y, puede decirse, no ha concluido aún, por lo que su duración
excede largamente esta pesquisa. Como sea, mi análisis se
prolongará hasta la década de 1980.
Fuera del carácter discrecional de cualquier cronología, cada uno de los segmentos tiene características muy
disímiles. En el primer tramo, el eje central de análisis es
la comunidad. En esos años la iniciativa le perteneció y
fue la voluntad del vecindario la que obligó a los gobiernos provincial y municipal a involucrarse y comprometerse. Ambas administraciones se vieron obligadas a convalidar y acompañar ese empuje, que dio como resultado una
secuencia de triunfos para la población del paraje: la aprobación de la escuela en 1964, la inauguración del primer
edificio en 1965 y la construcción del local definitivo de
material, que aún se mantiene en pie, en 1972. Ese fue el
punto alto de envión comunitario, y es notable cómo, una
vez conseguido tal logro, la actividad vecinal se derrumbó.
En la segunda etapa, desde 1973 en adelante, se observa un debilitamiento de la red comunitaria. Al examinar
la Asociación Cooperadora, el Club de Madres y la evolución de la matrícula, se aprecia un cambio de tendencia,
cuyas manifestaciones fueron la aparición de dificultades
de índole administrativo en la Cooperadora, la culminación de la labor del Club de Madres, el alejamiento de
algunos protagonistas centrales de la primera etapa, en
especial de las madres y los padres “fundadores” (debido,
por otra parte, a distintos motivos), y la baja notable de la
matrícula escolar. La característica central de ese recorrido
es que el retroceso comunitario comenzó a ser llenado por
las instituciones oficiales, cada vez con mayor intensidad.
Como podrá verse más adelante, en este tramo la Comisión
CAMPO JURÁSICO
367
Directiva de la Cooperadora iba cada día más a la zaga
de la conducción docente de la escuela. Una funcionaria
estatal remplazó al vecindario, fijó sus prioridades, dictó la
agenda y estableció incluso los mecanismos de recreación
y vinculación social.
La comunidad vecinal por delante del Estado (1963-1973)
Por desgracia, el repositorio documental y las fuentes disponibles no me permiten aportar algún elemento concreto
sobre lo que se denomina habitualmente “antecedentes
del tema”, es decir, cuándo, cómo, dónde y a través de quiénes se puso en marcha la decisión de dotar a este paraje
de una escuela primaria. Desde ya, hay un dato insoslayable: la mayoría de los chacareros de la zona tenían, en
esos años, hijas e hijos en edad escolar. Ninguna de estas
familias se componía de una prole como aquellas en las
que se habían criado las madres y los padres (siete, ocho
u once hermanos, conforme podía encontrarse a inicios
del siglo 20), pero sí existían casas donde habitaban cuatro,
tres o al menos dos menores, y eso era una buena fuente
de reclutamiento para un colegio elemental.
En todo caso, es más fácil explicar el porqué. Al
mirar un plano del partido de Saladillo, puede verse que
la Escuela 40 ocupa el centro de un polígono formado por
otros establecimientos educativos. Los puntos que delimitan esa geometría son al norte la Escuela 15, al este la
Escuela 19, al sur la Escuela 31, y al oeste la Escuela 21.
Actualmente, el acceso a cualquiera de estos sitios parece
bastante sencillo –aunque, para llegar a la Escuela 21 de
La Barrancosa, hay que internarse varios kilómetros por
caminos de tierra, y la vinculación con la Escuela 19 de La
Razón también implica recorrer algún tramo hostil–, pero,
368
CAMPO JURÁSICO
a principios de la década de 1960, esta tarea no era tan fácil.
Como analicé en el capítulo 2, la ampliación y la mejora de
la red vial y la pavimentación de las rutas provinciales 51
y 63 facilitaron de forma cualitativa las comunicaciones de
Saladillo con los partidos vecinos y agilizaron los desplazamientos internos dentro de la zona rural del partido.
Más allá de esto, existe evidencia de movimientos y
gestiones concretas del vecindario para tener su propia
escuela rural. Así, en la primavera de 1963, la prensa local
informaba en un suelto acerca del inicio de los trámites
para “establecer una nueva escuela, que llevaría el número 40 del distrito”. El periódico no tenía todavía claras las
coordenadas geográficas del establecimiento, y la ubicaba
“en el límite de los partidos de Saladillo y 25 de Mayo, a
15 kilómetros de las actuales [escuelas] de El Mangrullo
y de Pueblitos”.408
El primer triunfo de la comunidad fue precisamente
la creación oficial de la escuela, formalizada en mayo
de 1964, mediante la Resolución 75/1964 de la Dirección
General de Escuelas de la provincia. Tal validación fue
acompañada con la designación de la primera maestra,
Alba Rina Faretta, quien inició el dictado de las clases en la
casa de la familia Di Virgilio.
De acuerdo con los datos del Libro de Matrícula Escolar, el 27 de mayo la docente anotó los datos de quince
alumnos: tres asistían por primera vez a clases, en cuanto
formaron parte del antiguo primero inferior; un chico provenía de la Escuela 15; y once se pasaron desde la Escuela
31. El 3 y 4 de junio, fueron anotados una alumna y dos
alumnos más; la niña ingresó en primero inferior y los
varones trajeron su pase desde la Escuela 15. El 1.° de septiembre, se completó la matrícula, con la llegada de otra
408
El Argentino, 17/10/1963.
CAMPO JURÁSICO
369
menor, que venía también de la Escuela 15 para primero
superior, actual segundo grado.409
Apenas ocho días después, se formó la primera Comisión Directiva de la Asociación Cooperadora. Los participantes se reunieron en la residencia donde funcionaba provisoriamente la escuela y decidieron elegir como
presidente a Leopoldo Abelenda, a quien secundaron en
los principales cargos Evelio Candia (secretario) y Nicolás
Gianonni (tesorero). La única mujer en la lista de catorce
autoridades era la dueña de casa, que ocupaba uno de los
cargos de vocal suplente.410
Con la escuela en marcha, quedaba pendiente la cuestión edilicia, y allí pusieron el empeño las familias chacareras. En la primavera de 1964, la comisión impulsora de
la Escuela 40 formó un gran colectivo fusionándose con
el club El Arriero, cuyas actividades presenté en el capítulo anterior. A diferencia de las autoridades de la asociación social que funcionaba en el almacén de Candia
(sobre este sitio y su ubicación, véase el capítulo 6), en
este nuevo elenco abundaban las mujeres, tal vez porque
la preocupación central del grupo era la cuestión educativa. Alberto Ortalli fue designado presidente, secundado
por un vicepresidente, un secretario, un prosecretario, un
tesorero, un protesorero y ¡34 vocales!, lo que constituía
un conjunto de 40 personas. Muchos de los nombres de
la comisión del club se repetían, pero, en el multitudinario grupo de vocales, surgían 17 mujeres. Si bien en esta
categoría cumplían a rajatablas con la paridad de género
en la representación, por supuesto que los tres delegados a
409
410
Registro de Matrícula, Pases y Retiros de la Escuela nº 40, Año 1964; en adelante
RMPR-E40: 1964.
Libro de Actas de la Asociación Cooperadora de la Escuela n.º 40”, p. 1; en adelante LAAC-E40: 1.
370
CAMPO JURÁSICO
la comisión central eran varones: Alberto Ortalli, Armando
Candia e Ítalo Bravo.411
La primera actividad concreta se llevó a cabo el 28
de noviembre de 1964, justamente en el salón del club El
Arriero. Esa noche se realizó un baile organizado por la
cooperadora escolar. Para la parte musical, se había contratado al “conjunto de C. Beneventano y la voz de Gonzalito”. Era entonces una de las primeras apariciones de esa
orquesta que, según mostré en la sección anterior, fue una
de las grandes animadoras de las reuniones danzantes del
medio rural, en especial cuando poco más tarde se agregó
como cantante el popular y recordado Rodolfo Casavalle,
más conocido como Maneco.412
Los recursos conseguidos por este medio, distintas
donaciones y el aporte económico y de trabajo de los
miembros de la comunidad lograron levantar la primera
sede del colegio, una construcción bastante básica, premoldeada y de madera, es decir, una “prefabricada”, como
se designaba por entonces a este tipo de local. El sueño no
hubiera sido posible sin la donación de un solar de 2,500
metros cuadrados, sobre el denominado “Callejón de Candia”, a unos 500 metros de la ruta 51, cedido por Hipólito
“Polo” Rodríguez.
Al iniciarse el ciclo lectivo siguiente, la matrícula de la
Escuela 40 mostró un gran crecimiento: los 19 estudiantes
del año anterior se convirtieron en 26. Tres niños fueron
inscriptos para primero inferior: dos de ellos eran hijos
de chacareros que formaban parte del grupo fundacional
del colegio, y el tercero, descendiente de un arrendatario
vecino. El grupo de los cuatro restantes se formaba con
la niña de un chacarero que desde 1964 enviaba a su hijo
varón a la Escuela 40 y tres chicos (dos de ellos hermanos)
411
412
“Subcomisión Escuela Nro. 40”, El Argentino, 12/11/1964.
“Bailes anunciados”, El Argentino, 12/11/1964.
CAMPO JURÁSICO
371
cuyos padres figuraban como jornalero y empleado, aunque no se consignó la escuela de la que venían (para la
evolución de la matrícula, véase el cuadro 7.1, inserto más
adelante).
El acto de inauguración del establecimiento y la imposición del nombre “Rafael Zamorano”, en memoria del primer maestro que impartió clases en Saladillo, empezaron a
ser organizados por la Cooperadora en la reunión del 4 de
abril de 1965.413 De acuerdo con lo asentado en el acta n.º
2, ese fue el motivo único de la reunión. En primer lugar,
se eligieron a la madrina y al padrino de la escuela, honor
que recayó en la Sra. María Mancini de Di Virgilio y en Polo
Rodríguez. No podía ser de otra forma: la primera había
prestado una habitación de su vivienda para permitir el inicio del dictado de clases en 1964, mientras que el segundo,
como quedó dicho, era el donante del terreno. Los socios y
las socias presentes decidieron también que, una vez concluida la ceremonia, se efectuara “una cena y baile en el
local del Sr. Evelio Candia […], cuyos fondos a recaudar”
serían “destinados a la escuela para su mejoramiento y
proveer así los elementos de mayor necesidad”.414
Tres semanas después, el 25 de abril de 1965, se realizó la ansiada inauguración del edificio. El acto comenzó
a las 17:00, con el discurso de la directora del establecimiento, Elba Galpasoro. Luego de la bendición religiosa,
habló el presidente de la Cooperadora, Leopoldo Abelenda, quien agradeció: a los hermanos Hipólito y Santiago
Rodríguez la donación de la parcela; a Juan Bautista Di
Virgilio, quien “facilitó el año anterior su casa para que funcionara la escuela”; y a Evelio Candia, por su compromiso
413
414
Sobre la vida y el accionar de Rafael Zamorano, puede consultarse el interesante
artículo de Marcelo Pereyra (2017): “Don Rafael Zamorano: El primer maestro”,
disponible en bit.ly/30hYzWB.
LAAC-E40: 2.
372
CAMPO JURÁSICO
con la causa comunitaria. Abelenda destacó que “todo ello
era fruto del esfuerzo y que hasta la última tabla del edificio había sido clavada por los vecinos”. Una vez terminada
la ceremonia, de acuerdo con los planes y como se había
previsto, “tuvo lugar en el local cercano de los señores Candia Hnos. una cena y baile que congregó una numerosa
concurrencia”.415
Al año siguiente, mientras que el núcleo de familias
fundadoras aportaba cuatro nuevos ingresantes a primero inferior (todos ellos varones), para llevar la matrícula a
30 escolares,416 comenzaron a verse dos fenómenos constantes: el permanente recambio de docentes y la pérdida
de matrícula a lo largo del desarrollo del período anual
del curso.
El primero se constata por la habitual modificación de
la caligrafía y las actas de la Cooperadora, que usualmente
citaban la presencia del cuerpo docente y confiaban a las
maestras o directoras su redacción. Sobre lo segundo, ya
en 1966 hubo siete bajas. Una de ellas, la de un niño de
once años, se produjo el 31 de agosto y fue anotada como
“trabajo” en la columna reservada para la causa del abandono. Dos hermanos regresaron a la Escuela 15, de donde
habían venido; uno de los alumnos de primero inferior
dejó el colegio el 11 de abril por “enfermedad”; dos más,
hijos de un jornalero rural, por motivos no señalados ni
pase informado y también el 11 de abril; el último caso,
aunque la anotación es confusa, parece haber emigrado
a la Escuela 15 el 19 de mayo, y su padre constaba como
jornalero rural.417
415
416
417
“Inauguración del edificio de la nueva Escuela Nro. 40”, El Argentino, 29/04/
1965.
RMPR-E40: 1965.
RMPR-E40: 1966.
CAMPO JURÁSICO
373
De todas formas, y no obstante estas contingencias,
la vida comunitaria seguía boyante. En marzo de 1967, la
Cooperadora, con la asistencia del personal docente, se
reunió para evaluar la realización de acciones destinadas
a generar recursos. Tras discutir un par de alternativas, la
comisión se inclinó por llevar a cabo un baile y, con ese
propósito, concluyeron en consultar “las fechas libres de la
orquesta Beneventano, solicitar la cesión del Club Carlos
Calvo de la Barrancosa y convocar oportunamente a una
nueva cita para definir la cuestión”. Poco más tarde, se estableció la fecha del baile para el 22 de abril de 1967. El resultado de la actividad dejó más de $57,000 en las arcas de la
Cooperadora, con las que se decidió adquirir una bandera
nacional e instalar juegos infantiles en el patio.418
En 1968, los cooperadores volvieron a escoger como
sede de su baile de otoño al club Carlos Calvo, pero esta
vez confiaron la música a la orquesta de “José Antonio y
sus tropicales, de la Cap. Federal”. Asimismo, se añadió un
incentivo a la reunión danzante: “Se hará una rifa de $100
el número, para una mesa servida”. Unas semanas después,
en la reunión del 27 de abril de 1968, además de aprobarse
el balance del ejercicio 1967-1968, que había sido debidamente comunicado al Consejo Escolar, se acordó el arreglo
de los techos. Por otra parte, la formalización de la actividad cooperadora ganaba lugar al informar la Comisión
Directiva sobre la apertura de una cuenta corriente en el
Banco de la Provincia, por lo que en la asamblea se definió
quiénes tendrían firmas para librar cheques.419
En cuanto a la fuga escolar, en 1967 cinco estudiantes
se cambiaron de establecimiento: una pareja de hermanos
(primos de emigrantes del año anterior) también se fueron
a la Escuela 15, mientras que otros dos hermanos, hijos de
418
419
LAAC-E40: 5-7.
LAAC-E40: 8-11.
374
CAMPO JURÁSICO
una ama de casa que a veces fue registrada también como
agricultora, se marcharon a la Escuela 33 de 25 de Mayo.
La quinta mudanza correspondió a una chica de 12 años
y alumna de cuarto grado, que se fue de la escuela el 26
de junio, sin indicación de motivo y nuevo destino.420 En
1968, en cambio, se perdió una sola estudiante, de 12 años
y en cuarto grado, que retornó a la Escuela 33 de 25 de
Mayo el 24 de abril. Una hermana suya se había mudado
a la Escuela 1 en marzo, pero se reintegró a la 40 en el
mes de julio.421
El año 1969 fue el más prolífico en actividades y
reuniones e inició un período muy rico en lo concerniente
a la actividad comunitaria, culminado en 1972, con la inauguración del actual edificio. En realidad, fue el momento
álgido en el que, con la aparición del Club de Madres, el
vecindario puso su máximo esfuerzo en pos de la gran
meta de construir un local de material para remplazar la
prefabricada, que, por otra parte, mostraba problemas en
techos y pisos, y no era la mejor sede para albergar a un
grupo estable de más de veinte estudiantes.
En primer término, después de cinco años de labor,
Leopoldo Abelenda cedió la presidencia a Ítalo Argentino
Bravo. En este recambio, y por primera vez, dos mujeres
del vecindario pasaron a formar parte de la comisión.422
La nueva conducción se juntó el 19 de abril para determinar las principales actividades del año: el consabido baile
–esta vez planeado para el 23 de agosto, con la orquesta
de Carlos Beneventano– y la pintura del local escolar, tarea
confiada a los padres del alumnado.
Dos semanas más tarde, se produjo lo que considero
que es el hecho más significativo para explicar el notable
420
421
422
RMPR-E40: 1967.
RMPR-E40: 1968.
LAAC-E40: 11-12.
CAMPO JURÁSICO
375
dinamismo comunitario vivido hasta 1972 y su posterior
declinación. El 1.° de mayo de 1969, se formó el Club de
Madres de la Escuela 40. Las catorce mujeres que se dieron
cita esa tarde lo hicieron al solo efecto de registrar el inicio
formal de las actividades del grupo y elegir una comisión,
a cuyo frente resultó electa Juana Natalini de Mengoni. La
primera actividad oficial anotada se produjo el 25 de mayo
siguiente, para festejar el aniversario del primer gobierno
patrio. En el local escolar, a las 15:00, se inició “una reunión
infantil, en unión con los alumnos de la escuela n.º 40,
con los siguientes números: poesías, recitados y bailes folclóricos”.423
Justamente la organización del baile citado más arriba
motivó un nuevo encuentro cooperador, el 7 de agosto
de 1969. En el acta levantada para testimoniar la reunión,
aparece citada por primera vez la presencia del Club de
Madres, mientras que, curiosamente, no figura representación del personal docente. Una semana más tarde, se
afinaron los detalles del baile: el presidente de la Cooperadora se encargaría de contratar un colectivo para que
hiciera viajes desde la plaza del pueblo a La Barrancosa, se
designó a los encargados de la boletería, se establecieron
las actividades a cargo del Club de Madres y la participación de las docentes de la escuela y se pidió la colaboración de todos para limpiar el salón una vez finalizadas
las actividades.424
Sin embargo, y esta es la riqueza de la fuente documental producida por las mujeres, la versión de esa
reunión es bastante más densa en el libro de actas del Club
de Madres. Por ejemplo, en él se asentó la realización del
balance de un bono donación, que dejó en las arcas de la
423
424
Libro de Actas del Club de Madres de la Escuela 40, pp. 1-3, en adelante LACME40: 1-3.
LAAC-E40: 14-15.
376
CAMPO JURÁSICO
Cooperadora $99,000. Luego, en efecto, se habló del baile
del 23 de agosto, que ocuparía una reunión operativa de
las madres antes de la fecha. Pero, además, se agregó otro
tema de debate: “A continuación, se considera la compra
de juegos infantiles, con lo que se adeuda de merienda”
por parte del Consejo Escolar. Así las cosas, el 19 de agosto
el Club de Madres se dio una nueva cita para planear los
quehaceres propios del baile, que finalmente se llevaría
a cabo en el Salón Cardillo y no en La Barrancosa, como
se había determinado originalmente.425 Para contribuir, la
comisión de mujeres ponía “su total colaboración en atendimiento de kioskos y café”.426 Como no podía ser de otra
manera, la reunión tuvo su espacio publicitario en la sección permanente de bailes anunciados de El Argentino.427
A diferencia del registro formal de la Asociación
Cooperadora, las madres llevaron su libro de actas al lugar
del baile. Allí escribieron lo siguiente:
A las once y cuarenta horas [pm], se da por descontado el éxito,
ya que el Salón cedido gentilmente por la Comisión Cooperadora de la escuela n.º 15, se ve colmado de Público, en el cual
las Sras y Sritas del Club de Madres, como también las Señoras
maestras de la escuela n.º 40, ofrecen su desinteresada y valiosa
colaboración, la cual es aceptada con agradecimiento, ellas se
encargan de atender kioskos y ventas de café, que contribuyen
en gran parte a la remuneración obtenida.428
Según lo anotado, el baile se dio por finalizado a las
03:30 de la madrugada, momento en que los cooperadores
425
426
427
428
El almacén de Cardillo se ubicaba vecino a la Escuela 15, sobre el llamado
“Camino a Estragamou”, relativamente cerca de la Escuela 40. Junto al almacén
había un salón de reuniones utilizado para fiestas y bailes. En los libros de la
Cooperadora y del Club de Madres, muchas veces también son referidos como
el Salón de Actos de la Escuela 15.
LACM-E40: 4-5.
El Argentino, 07/08/1969.
LACM-E40: 6.
CAMPO JURÁSICO
377
y las madres contaron los ingresos, que llegaron a $157,356.
Todavía con fuerzas y energizadas por el éxito, a las cuatro
de la mañana debatieron “en forma breve la organización
de una pequeña rifa”, aunque prefirieron dejar la discusión
para otra oportunidad, “quedando tal como base de un
nuevo propósito de este grupo colaborador”, para que la
escuela “siguiera en continuo a[s]censo”.429
En un año verdaderamente prolífico, la Comisión y las
madres volvieron a juntarse el 20 de octubre, con tres puntos para revisar: la aprobación de la compra de los juegos
infantiles; la realización de una fiesta de fin del año escolar en la parrilla de Ocampo, un acontecimiento que iba a
reunir a las seis escuelas que formaban parte del mismo
núcleo de establecimientos rurales; y la organización de
un almuerzo de camaradería para la comunidad exclusiva
de la Escuela 40.430
Luego de un breve receso, a mediados de 1970, la
Cooperadora y el Club de Madres sesionaron en asamblea
para abordar tres temas de importancia: el recurrente baile, esta vez planeado para el 1.° de agosto en el salón de
Cardillo; el urgente arreglo de los pisos del colegio; y la iniciativa del Club de Madres, “con el fin de recaudar fondos,
en pro de obras benéficas para la escuela y los desgraciados sucesos acontecidos en el Perú, mediante la iniciación
de ventas de pequeñas rifas”.431 Este último punto no deja
de ser curioso, ya que, en toda la existencia revisada de la
Cooperadora y el Club de Madres, fue la única vez en que
un hecho internacional, además totalmente ajeno al país,
como fue en este caso el tremendo terremoto y aluvión de
Áncash –que dejó más de 60,000 víctimas–, se coló en la
agenda de la asociación.
429
430
431
LACM-E40: 6.
LAAC-E40: 17.
LAAC-E40: 20.
378
CAMPO JURÁSICO
Asimismo, en esta oportunidad el libro de las mujeres
fue más escueto que el de la Cooperadora. En su entrada,
las madres anotaron como primer asunto que recibían la
propuesta del presidente para organizar el baile anual el
1.° de agosto. Luego, señalaron que Ítalo Bravo les cedió
la palabra, para que declarasen sus proyectos. Así, la presidenta dio “a conocer la intención de formar socias, cosa
esta que [era] indispensable para poder inscribir esta institución como Entidad de Bien Público”.432 Como puede
verse, las madres aspiraban a conformar algo más que una
simple agrupación destinada a funcionar como soporte de
la Cooperadora. El anhelo era adquirir personería como
organización legalmente reconocida, deseo que, finalmente, nunca pudo materializarse.
No había pasado un mes cuando tuvo lugar una nueva
asamblea conjunta. En esta ocasión, con un único tema: la
realización de un carro alegórico para participar de la fiesta
de la primavera, que se desarrollaría en Saladillo el 21 de
septiembre siguiente, organizada por la novel Asociación
de Amigos de la Avenida Belgrano.433 En efecto, la Escuela
40 fue parte de esa fiesta con su carroza, denominada “Jardín Primaveral”, y postuló como reina de la fiesta a Graciela
Casella. Ni una ni otra obtuvieron los premios mayores en
sus categorías, pero al menos la Cooperadora se alzó con
$10,000 Ley 18,188, o un millón de la anterior denominación, una suma nada desdeñable.434
En plena tarea de culminación de los detalles ornamentales de la carroza, el 15 de septiembre de 1970, el
Club de Madres se reunió en el local escolar en forma independiente. De ese encuentro salió la decisión de realizar
un festival de largo aliento el 4 de octubre, en el local de
432
433
434
LACM-E40: 8-9.
LAAC-E40: 21.
“El éxito coronó la Fiesta de la Primavera”, El Argentino, 08/10/1970.
CAMPO JURÁSICO
379
Ocampo.435 La jornada comenzaría a las 14:00, con dos partidos de fútbol: el primero entre las reservas de La Barrancosa y El Mangrullo, y el segundo, “un encuentro infantil
interescolar entre la Escuela n.º 40 [y] la n.º 37 [de] San
Blas”. Las actividades competitivas se cerrarían por el juego entre los equipos de primera de La Barrancosa y El
Mangrullo. Luego, la actividad sería solamente recreativa,
a través de “kermeses y baile con servicio de cantina y
bufet”.436 La kermés se anunció en la prensa local con suficiente antelación. En el aviso se presentaba el programa
de actividades completo y la nota cerraba con el tradicional recordatorio de bailes y fiestas: “Partirá colectivo de la
plaza principal”.437
En la primavera de 1970, la Cooperadora y el Club de
Madres iniciaron el abordaje de un tema central: la construcción de un nuevo edificio, hecho de material. El 13 de
octubre, en un encuentro donde además se hizo el balance
del baile anual, se fijó la fecha para un torneo de fútbol
interescolar y se organizó la fiesta del Día de la Madre; los
presentes aprobaron por unanimidad impulsar la edificación del nuevo local y pedirle una colaboración monetaria a la Intendencia para poder llevarla a cabo.438 Por su
lado, esta vez las mujeres volcaron en su libro una versión
similar, con una única adición: dar cuenta del cambio del
horario de funcionamiento de las clases.439
Tomada entonces la decisión de avanzar con el gran
proyecto del nuevo local escolar, las madres iniciaron una
espiral de trabajo formidable. Como he de exponer, la
Comisión Directiva de la Cooperadora hizo su parte, pero,
435
436
437
438
439
A mediados de 1970, el almacén y salón de Candia fue adquirido por Ángel
Ocampo.
LACM-E40: 9-10.
“Kermeses”, El Argentino, 17/09/1970.
LAAC-E40: 23.
LACM-E40: 10-11.
380
CAMPO JURÁSICO
al leer ambos registros, es inevitable pensar que el edificio debía en buena medida su existencia a la capacidad de estas chacareras para movilizarse y ocuparse de
la cuestión.
Con esa meta en sus mentes, el 17 de noviembre de
1970, las madres se juntaron para empezar la organización
del baile/kermés planeado para inicios del año siguiente.
El festival se llevó a cabo el 17 de enero de 1971 y, según
el programa publicado por El Argentino el jueves anterior,
comenzaría a las 08:30, con un torneo cuadrangular de fútbol, seguiría con campeonato de truco y remataría con un
baile y kermés en el club Carlos Calvo.440
De acuerdo con el acta siguiente, levantada el 20 de
marzo de 1971, el balance de esa actividad dio una ganancia de $87,021, que el club acordó entregar a la Cooperadora “para la construcción de un nuevo salón”.441 La maratón
de acciones continuó el 31 de marzo de 1971, cuando, en
conjunto con la Cooperadora, se convino hacer un festival
en abril, “en el establecimiento del Sr. Ángel Ocampo”.442
El 4 de mayo de 1971, y con la presencia del inspector
de enseñanza primaria del partido, se renovó la Comisión
Directiva de la Cooperadora y Ramón Mengoni quedó a
la cabeza de la institución. El encuentro comenzó con la
consideración de los avances de la obra del nuevo edificio, que había arrancado finalmente en febrero de 1971.
La participación del inspector tenía además el efecto de
anunciar que el Consejo Escolar colaboraría “para poder
concluir con dicha obra”.443 Sobre este punto, las mujeres se
expresaron así: “El Señor Inspector ofrece la posibilidad de
una donación de dinero, con destino a la construcción del
440
441
442
443
“Festival en La Barrancosa”, El Argentino, 14/01/1971.
LACM-E40: 12-13.
LAAC-E40: 23.
LAAC-E40: 25.
CAMPO JURÁSICO
381
salón”. De paso, ellas también renovaron sus autoridades y
confirmaron a la presidenta.444
Por lo que surge de ambos libros, esta fue la primera
vez que hubo una intervención de un representante estatal
en la decisión de edificar la nueva sede. En un sistema
absolutamente institucionalizado, como es el marco de la
educación pública, resultaría hoy impensable la distancia de la Dirección General de Escuelas, la Intendencia
o el Consejo Escolar en una cuestión tan sensible como
la construcción de un local dedicado a impartir enseñanza primaria. Si bien es cierto que la directora del establecimiento estaba anoticiada y seguramente debió haber
informado a la superioridad acerca del emprendimiento,
no existe en los registros ningún dato sobre el diseño de la
obra, la confección del plano y la contratación de las tareas
de edificación. Es un ejemplo claro de lo que sostengo en
el título del apartado acerca de la manera en que la comunidad iba por delante del Estado.
Mientras tanto, las actividades seguían con gran dinámica. El domingo 20 de junio de 1971, dada la coincidencia
entre la fiesta de la bandera y el Día del Padre, el Club
de Madres repitió su celebración del primer año: “[…] una
reunión infantil con los siguientes números: poesías, recitados. Y luego los alumnos de dicha entidad [la Escuela 40]
les hacen entrega a sus padres de un hermoso presente,
conmemorando su día”.445
Un par de meses más tarde, se trató la organización
del baile y kermés previstos para el 26 de septiembre en el
salón de Ocampo. Sin descanso veraniego, las madres se
juntaron otra vez el 20 de diciembre para dar forma a otra
reunión bailable y recreativa en el mismo sitio, pautada
para el 8 de enero de 1972. El primero de esos encuentros
444
445
LACM-E40: 14-15.
LACM-E40: 16.
382
CAMPO JURÁSICO
trasladó a la caja de la Cooperadora $103,276, mientras que
el segundo dejó $115,836, aunque en este caso no dejaron
constancia de haber cedido fondos a la Cooperadora.446
Incansables, las madres aprovecharon el feriado del 25 de
mayo de 1972 para planear el enésimo baile/kermés, esta
vez para el 17 de junio y en el salón que cedía sin cargo la
Escuela 15. Una semana más tarde, el Club de Madres hizo
el balance de esta última actividad, que generó $240,000,
de los que decidió traspasar $200,000 a la Cooperadora,
“para la finalización del nuevo edificio”.447
Por su lado, y mientras la obra del nuevo local continuaba, la Cooperadora se dio cita en marzo de 1972, para
tratar una nota del intendente, en la que el jefe comunal
deseaba la remisión de un “pedido de las necesidades más
imperiosas de la escuela, detallando los trabajos” que se
debían “realizar y el monto aproximado de cada obra”. La
petición de los cooperadores fue concreta: “La Comisión
resuelve presentar un pedido para refacción de techos, con
un costo aproximado de 950 pesos”,448 y así lo anotaron en
el acta respectiva.449
Por otra parte, el 29 de abril se renovaron las autoridades, con una particularidad: por primera vez, toda la
Comisión estaba conformada por varones. En este caso, la
docente de la escuela quedaba excluida, y se daba la razón
de tal decisión: “Se aclara que como secretario de la Comisión directiva no es colocada una maestra por problemas
ya habidos anteriormente, o sea la falta de continuidad
446
447
448
449
LACM-E40: 17-20.
LACM-E40: 21-22.
Téngase en cuenta que desde 1970 regía el peso Ley n.º 18,188, llamado de forma
usual “Peso Ley”, que le había quitado dos ceros al histórico peso Moneda Nacional. De todos modos, por la dificultad para hacer la conversión, la mayoría de las
personas seguía expresándose en los viejos valores. Tal es así que, en los libros
de Cooperadora y Club de Madres, las sumas de dinero se consignaban en
moneda nacional y luego se remarcaba la coma antes de los dos últimos ceros.
LACM-E40: 29-30.
CAMPO JURÁSICO
383
en el cargo, resolviéndose colocar en el lugar a un padre
de familia”.450
Más arriba señalé que el permanente recambio
docente se estaba convirtiendo en un verdadero fastidio
para la comunidad educativa y, al influir también sobre el
normal desenvolvimiento de los ciclos lectivos, alimentaba la otra cuestión anotada: la circulación de escolares y
pérdida de matrícula.
Al revisar estos años, se encuentran los siguientes
movimientos: en 1969 iniciaron las clases 22 estudiantes,
pero el 10 de marzo ya habían emigrado hacia la escuela
confesional del casco urbano de Saladillo los hijos de un
conocido comerciante de la zona; dos hermanas se pasaron a la Escuela 38, una en marzo y la otra el 1.° de agosto; y un alumno de séptimo grado, hijo de un empleado
rural, emigró a la Escuela 2 el 13 de marzo, lo que era lógico, porque, al momento de la inscripción, su padre había
denunciado un domicilio sobre la ruta 205. Como curiosidad de ese año, el 30 de abril llegaron al colegio cuatro
hermanos, procedentes de la Escuela 2, e hijos de un jornalero. El 1.° de julio, ya se habían ido. Según las anotaciones
correspondientes, los dos mayores (tercero y cuarto grado)
continuaron su escolarización en la Escuela 35; una niña
que iba a segundo fue informada como baja por “enfermedad”, y la más chica, alumna de primer grado, fue anotada
como “desertora”.451
Tras un año de relativa tranquilidad, en 1971 solamente abandonó el ciclo escolar el hijo de uno de los chacareros del paraje, y el motivo de esto no se conoce. En
cambio, llegaron cuatro hermanos, hijos de un empleado
rural y el hijo de otro chacarero vecino, proveniente de la
450
451
LAAC-E40: 30-31.
RMPR-E40: 1969.
384
CAMPO JURÁSICO
Escuela 31, quien ingresó en cuarto grado.452 En 1972 volvió
el drenaje, al retirarse de la escuela seis estudiantes: los
cuatro hermanos arribados en 1971, quienes volvieron a su
lugar de origen (Marcos Paz, Provincia de Buenos Aires),
y dos hermanas que habían ido y vuelto varias veces en
períodos anteriores, y se marcharon esta vez definitivamente a la Escuela 38.453
Finalmente, llegó la conclusión del nuevo edificio y
hubo un nuevo motivo de fiesta. El 23 de agosto de 1972,
se trató la inauguración del nuevo edificio y el baile anual,
programado esta vez para el 30 de septiembre.454 Tras la
rendición del baile (cuyos números no se consignaron),
efectuada en una asamblea el 8 de octubre de 1972, la Asociación Cooperadora comenzó un período turbulento.
Escuela n.º 40 Rafael Zamorano. Evolución de la matrícula
Año
escolar
452
453
454
Matrícula Matrícula
inicial
final
1° a 4°
grado
5° a 7°
grado
Familia
F° Otra
chacarera profesión
1964
19
19
12
7
16
3
1965
26
26
17
9
23
3
1966
30
23
23
7
23
7
1967
24
19
19
5
19
5
1968
25
24
18
7
22
3
1969
22
17
14
8
19
3
1970
19
17
11
8
15
4
1971
21
20
11
10
15
6
1972
23
17
9
14
16
7
RMPR-E40: 1971.
RMPR-E40: 1972.
LAAC-E40: 32.
CAMPO JURÁSICO
385
1973
13
12
6
7
12
1
1974
10
10
6
4
10
0
1975
10
10
4
6
9
1
1976
18
16
11
7
14
4
1977
22
20
11
9
17
5
1978
25
21
17
8
17
8
1979
22
20
12
10
14
8
1980
21
8
11
10
12
9
1981
16
14
9
7
8
8
1982
23
16
18
5
5
18
1983
24
20
15
9
1
24
1984
23
20
16
7
2
21
1985
25
20
17
8
1
24
1986
29
19
22
7
2
27
1987
23
19
16
7
3
20
1988
23
19
16
7
2
21
1989
25
17
17
8
4
21
Fuente: elaboración propia sobre datos de los libros de registro de
matrícula, pases y retiros de la Escuela n.º 40 Rafael Zamorano.
Nota: en “Familia chacarera” consigno a hijas e hijos de propietarios y
arrendatarios de chacras de la zona, con residencia real en el paraje,
aunque a veces en el registro aparezcan como “comerciante” o “mecánico”, como es el caso de dos vecinos. En “Familia con otra profesión”,
incluyo a hijas e hijos de mensuales, peones rurales, empleados, puesteros, encargados, amas de casa, albañiles, mecánicos y otros oficios
anotados en el registro, en casos de personas que, además, no reúnen
las características del grupo anterior.
386
CAMPO JURÁSICO
El Estado en remplazo de la comunidad (1973 y después…)
Al iniciarse el ciclo lectivo 1973, la asamblea ordinaria de
la Asociación Cooperadora renovó la Comisión Directiva,
pero uno de los puntos del acta enfatiza acerca de la discusión “sobre algunos problemas”. El inconveniente emergió
en términos documentales el 30 de noviembre de 1973,
cuando la Comisión se dio cita para anoticiarse del rechazo
del balance 1972-1973, dado que no se habían presentado los números del año anterior. La falta de cumplimiento de la normativa establecida para rendir fondos por la
dependencia oficial que controlaba a las cooperadoras se
anexó al enésimo relevo del cuerpo docente y el resultado
fue un marcado inmovilismo, al menos desde el punto de
vista burocrático.455
Todavía en marzo de 1974 el asunto seguía sin resolverse y en esa oportunidad se decidió que un miembro
de la Comisión viajaría a La Plata para tratar de solucionar el inconveniente. Por otra parte, el Banco de la Provincia cerró la cuenta de la Cooperadora, “por falta de
reconocimiento de autoridades por [parte de la Dirección
de] Cooperación Escolar”, de modo que en esta oportunidad debió comisionarse a un gestor para enmendar la
situación, movida que terminó con un categórico fracaso y
motivó que la propia directora de la escuela debiera acudir
a la capital provincial a entrevistarse con las autoridades.
Finalmente, la actuación de la funcionaria dio sus frutos y la situación comenzó a regularizarse. Si, por un lado,
los problemas sirvieron para recuperar cierta actividad, ya
que, en el otoño de 1974, la Cooperadora se reunía cada
quince días para evaluar el curso de los acontecimientos,
455
LAAC-E40: 33-34.
CAMPO JURÁSICO
387
por otra parte, el atolladero administrativo impedía a la
Comisión abordar cualquier iniciativa.456
En cuanto al Club de Madres, una vez concluida la
faena extraordinaria del nuevo edificio, no se reunió hasta
mayo de 1973, cuando el único motivo del encuentro fue la
renovación de la Comisión Directiva. Luego, los conflictos
de la Cooperadora parecen haber bloqueado también al
colectivo femenino, porque la siguiente entrada del libro
corresponde a marzo de 1975, cuando se procedió a elegir autoridades para 1975-1976. Esta asamblea se hizo con
la presencia de los esposos, quienes incluso –y por única
vez desde 1969– firmaron el acta; tuvo además un formato
procedimental bastante rígido, similar al de las asambleas
de Cooperadora (lectura del acta, aprobación del balance, elección de autoridades), y es la última constancia de
existencia del club.457
Las cosas tampoco iban bien en lo relacionado con
la matrícula. En 1973 iniciaron el ciclo lectivo apenas 13
escolares y lo finalizaron 12, ya que durante el curso emigró hacia el Escuela 23 el hijo de un empleado rural.458 De
acuerdo con el cuadro 7.1, en 1972 concluyeron el período de dictados de clases 18 estudiantes, pero cinco de
ellos egresaron de séptimo grado y al año siguiente apenas
había una alumna en primer grado. En esa misma tabla,
puede seguirse la cuestión del descenso de escolares del
ciclo primero a cuarto grado: si en 1966 eran 23 de los 30
matriculados, en 1972 las cifras se habían invertido a favor
del nivel superior (quinto a séptimo grado), donde cursaban 14 de los 23 menores.
Así, en 1974 y 1975 apenas concurrieron diez niños
y, en el segundo de esos años, la llegada de una alumna a
456
457
458
LAAC-E40: 35-39.
LACM-E40: 23-25.
RMPR-E40: 1973.
388
CAMPO JURÁSICO
tercer grado, proveniente de la Escuela 24 y cuyo padre fue
inscripto como agricultor, alcanzó a compensar el egreso
de un estudiante en diciembre de 1974. De todas maneras,
y aun con la recién arribada, solamente había cuatro estudiantes de primero a cuarto grado.459
El fenómeno que se estaba produciendo tenía que ver
con una cuestión estructural, y es posible que un estudio
de la evolución de la matrícula de otras escuelas rurales
muestre similitudes: desde mediados de la década de 1950,
las familias chacareras rara vez tenían más de tres hijos,
si no menos. Como lo han señalado los estudios agrarios,
las causas remiten al cambio del régimen de propiedad, al
proceso de división de las chacras por la herencia familiar
y, sobre todo, a los efectos de la mecanización del agro,
con la consecuente disminución de la necesidad de mano
de obra.
En el caso de la Escuela 40, desde fines de la década de
1960, pero especialmente a principios del decenio siguiente, estaban egresando de séptimo grado las hijas y los hijos
del núcleo de las familias impulsoras de la creación de la
escuela, que fueron el motor para la cuestión edilicia. Este
movimiento tuvo su pico culminante en 1972, cuando finalizaron la escuela primaria cinco hijos de las madres y los
padres “fundadores”. Además, la mayoría de estas personas
estaban en rangos etarios similares, lo que contribuyó a
reducir el universo de la niñez calificada para ingresar a la
escolaridad básica. Las hijas y los hijos mayores de estos
chacareros eran todavía demasiado jóvenes para reponer
una nueva generación, o, si ya eran mayores, no seguían
viviendo en las chacras.
Si bien es cierto que algunos de los miembros históricos de la comunidad siguieron formando parte de la
459
RMPR-E40: 1974 y 1975.
CAMPO JURÁSICO
389
Cooperadora, lo hicieron por lealtad a la vieja causa, pero
con muchas menos motivaciones. En definitiva, ese decaimiento de la intensidad estaba justificado: habían luchado
por la escuela e incluso dejaron como símbolo de su compromiso un edificio moderno, pequeño pero digno, para el
usufructo de las nuevas camadas.
En este nuevo y difícil contexto, la Cooperadora tuvo
su primera reunión del año 1975 el día 11 de abril. Allí
se trató la organización del consuetudinario baile anual,
previsto para fines de ese mes, la colocación del nombre de
la escuela en la entrada, la pintura del frente del edificio,
el corte del césped y la reparación de los juegos infantiles
“para poder utilizarlos”. En este encuentro, apenas se dieron cita doce padres y madres, además de la responsable
de la escuela, en tanto que al mes siguiente se desarrolló la
asamblea anual ordinaria destinada al exclusivo objeto de
la renovación de la Comisión Directiva.460
No solamente el resto del período careció de actividad, sino que, a principios de 1976, la Asociación volvió a
reunirse con un temario idéntico al de abril del año anterior, al que solamente se le agregó “recaudar fondos para
gastos de librería”, pero, en esta última asamblea, apenas
pudieron juntarse ocho socios y la nueva directora a cargo
de la escuela.461
En esa tendencia, entre abril de 1976 y el año siguiente, la Comisión ya no se encontró más que para designar sus autoridades, excepción hecha de una asamblea en
octubre de 1976, cuyo único objeto fue la organización del
baile anual, nuevamente en el salón de Cardillo, y la puesta en circulación de una rifa. Ese sería, por otra parte, el
último baile organizado por la Cooperadora de la Escuela
460
461
LAAC-E40: 44-46.
LAAC-E40: 47-48.
390
CAMPO JURÁSICO
40. La crítica situación acababa también con una de las
tradiciones más sentidas de la comunidad escolar.462
Mientras la participación del vecindario iba decayendo, las preocupaciones de las distintas directoras que pasaban por la escuela eran otras y muy serias: reclutar escolares para recuperar la matrícula y así evitar una posible
disminución de la planta orgánica del establecimiento, en
un momento en que se iniciaba en el país una dictadura
que no tenía para la educación otro plan que la contención
presupuestaria, la eliminación de docentes sospechados
por su ideología y una revisión profundamente conservadora de los contenidos programáticos.
Este esfuerzo dio sus frutos en 1976, con la incorporación de nueve estudiantes. Dos alumnas llegaron para
primer grado, una de ellas hija de una familia chacarera del
paraje. La otra escolar vino con una hermana mayor, sin
que se registrara su colegio de origen. Tampoco se anotó
la proveniencia de cuatro estudiantes más, hijos de dos
chacareros cuyas parcelas estaban algo distantes de la zona
de influencia de la Escuela 40 y que ingresaron en segundo
y quinto grado. Entre abril y junio, vinieron para el ciclo
superior los hijos de dos puesteros, uno de ellos con pase
de la Escuela 19 y el otro de la Escuela 21. El primero de
estos chicos abandonó el curso el 31 de agosto y fue anotado como “desertor” en el registro, mientras que una de las
arribadas emigró luego a la Escuela 21.463
Al año siguiente, la matrícula tuvo un nuevo impulso al subir a 22 inscripciones. Este incremento se respaldó con el arribo de ocho escolares, siete de los cuales
provenían de la Escuela 31. Cuatro de los recién llegados
eran hijas e hijos de familias con chacras más cercanas a
La Razón, aunque uno de estos chicos era primo de un
462
463
LAAC-E40: 50-51.
RMPR-E40: 1976.
CAMPO JURÁSICO
391
antiguo estudiante de la Escuela 40. Los otros tres eran hermanos (dos mujeres y un varón) que, si bien llegaban de la
Escuela 31, tenían un domicilio correspondiente al acceso
a Saladillo por la ruta 51, comúnmente llamado “El Cristo”,
y el padre fue anotado como “empleado”. El alumno restante trajo su pase de la Escuela 36, se puso como responsable
a la madre, cuya ocupación para el registro era “ama de
casa”, vivía en el Cuartel ii y en septiembre se marchó a la
Escuela 21. La otra baja de ese año fue la del hijo de un
puestero, que se mudó a 25 de Mayo.464
La curva ascendente tocó su techo en 1978, cuando
la escuela recibió seis estudiantes; dos de ellos venían de
General Madariaga, eran familia de un puestero y abandonaron el distrito y la Escuela 40 el 31 de octubre; otros dos
eran hermanos provenientes de la Escuela 2, hijos de un
albañil, con domicilio consignado como “Saladillo”, y también dejaron el colegio en abril, por cambio de domicilio.
Los otros dos casos pertenecen a un chico de diez años que
vino para tercer grado, con pase de la Escuela 19, quien
estaba a cargo de una ama de casa que no parece ser su
madre, sino una tutora, y a una alumna de la Escuela 4 de
quien no se registraron otros datos.465
De todas formas, y más allá del aspecto cuantitativo,
desde 1976 es notable el cambio en la matriz de reclutamiento de la Escuela 40. Si bien –como se expone en el
cuadro 7.1– el número de escolares integrantes de familias
chacareras mantuvo todavía su preeminencia hasta 1980,
llegaban desde un radio más alejado que en la década
anterior, cuando se nutrían casi en exclusiva de las chacras vecinas al establecimiento. Por otra parte, en forma
paulatina pero sostenida, se fue incrementando la cantidad de hijas e hijos de familias de otras profesiones, e
464
465
RMPR-E40: 1977.
RMPR-E40: 1978.
392
CAMPO JURÁSICO
incluso empezaban a aparecer estudiantes con domicilios
de otros cuarteles.
En cuanto a la Cooperadora, desaparecido el baile
anual, los escasos (y difíciles) esfuerzos para recaudar fondos se concentraron en las rifas. Así, el 19 de abril de 1978,
esta fue la iniciativa que trajo a los socios a una asamblea.
El objetivo era un sorteo de $200,000 en premios, con la
última jugada de junio de la Lotería Nacional.466
Asimismo, y en un hecho insólito, cuando un mes más
tarde se renovaron las autoridades de la Comisión Directiva, el acta se confeccionó a máquina y se adhirió al folio
56 del libro, mientras que en otra página se colocaron las
firmas de quienes daban fe de la reunión. El testimonio
no solamente era atípico (y nulo, desde el punto de vista
de la legalidad, ya que las actas deben escribirse a mano),
sino que además salta a la vista la perfección de la escritura
mecanografiada, sin errores, enmiendas, ni correcciones,
lo que lleva a pensar que fue pasado en limpio antes o después de la cita, si es que esta efectivamente se llevó a cabo.
Su contenido, como todas las actas desde 1975 en adelante, era una suma de formalidades más propias de una
sociedad que de una cooperadora o un consorcio de propietarios: lectura y aprobación del acta anterior, informe
de los revisores de cuentas, aprobación del balance, designación de socios para firmar el acta, elección de la nueva
comisión directiva y fijación de la cuota social. Aquella
espontaneidad de las actas de los años anteriores había
desaparecido por completo para dar paso a un trámite rutinario, en el que solamente se modificaban las fechas, las
cifras del balance, algunos nombres del elenco cooperador
y –debido a una inflación fuera de control como la de aquellos años– el monto de la cuota societaria.
466
LAAC-E40: 55.
CAMPO JURÁSICO
393
La excepción a estos encuentros de la Cooperadora
fueron reuniones como la de diciembre de 1978, en que
el acta registró la entrega de las llaves, los bienes y toda
la papelería propia de la actividad docente por parte de
la directora de la escuela, para custodia por la Comisión
Directiva, en coincidencia con el cierre del ciclo lectivo de
ese año. Pero no era nada más que un trámite burocrático
institucional.467
Esa apatía comunitaria fue quebrada en octubre de
1979 por un encuentro para determinar qué días se realizarían “las fiestas [de cierre del curso] y una misa de fin de
año”. Tras convenir que el 30 de noviembre se efectuaría la
ceremonia de clausura del ciclo lectivo, se acordó:
[…] [se realizará una] misa de fin de curso y a continuación, en
el local Candia (ahora Moreno), se servirá una cena. Para dicha
cena se venderán tarjetas. En esta reunión los padres hablan
con la catequista sobre reuniones, lugar y fecha de la Primera
Comunión de los alumnos.
El cónclave cooperador terminó a las 19:00, para dar
lugar “a la reunión que realizan los asesores de Inta”. Por
lo demás, no es posible saber cuántas personas asistieron
ese día, el acta solamente estaba suscripta por la directora
de la escuela.468
En todo sentido, fue una asamblea muy especial. Por
una parte, el punto central del encuentro fue la deliberación sobre cuándo y cómo efectuar la celebración del fin
de las clases. La única actividad comunitaria consistía en
una comida en el antiguo almacén de Candia. En segundo
lugar, es la primera constancia en la documentación oficial
de la Cooperadora acerca de la realización de una misa
para conmemorar el cierre del ciclo lectivo, aunque, según
467
468
LAAC-E40: 58-59.
LAAC-E40: 60-61.
394
CAMPO JURÁSICO
un suelto de El Argentino, el sábado 25 de noviembre de
1978 se había anunciado una misa de primera comunión
en las instalaciones del colegio.469
Es cierto que los edificios, tanto el viejo como el nuevo, habían sido benditos por el párroco de Saladillo en el
momento de su inauguración, pero allí terminó la actuación religiosa, que, por lo demás, no expresa en términos
simbólicos más que la rotura de una botella de vino espumante contra la proa de un barco en el instante de su botadura. Según se verá más adelante, a partir de la misa de
1979, creció la injerencia eclesiástica sobre la comunidad
escolar del colegio. Finalmente, la cita cooperadora terminó casi abruptamente para dar lugar a la presencia de los
funcionarios de la agencia nacional de tecnología agraria.
Nunca tampoco se había hecho presente en el libro de
actas la interacción entre la comunidad y el mundo productivo, a pesar de ocupar las escuelas un papel importante en la distribución de formularios y en la realización de
los censos y encuestas agropecuarios o ganaderos.
Mucho más modesto resultó aun el encuentro de
octubre de 1980, en el que solamente se arregló fijar la
fecha del acto escolar de fin de año para el 6 de diciembre,
y se convino en que, luego de eso, se serviría un almuerzo,
con una presencia societaria mínima, ya que en el acta
quedaron consignadas las firmas del presidente de la Asociación y su esposa, una socia y un socio.470
No podía ser de otro modo; en el otoño de 1980, se
produjo una de las mayores inundaciones del siglo en la
depresión del Salado (véase el capítulo 9). Ello tuvo un
efecto demoledor en todo el partido de Saladillo ya que
una inmensa masa de agua cubrió gran parte de las zonas
cercanas a los arroyos y canales. En ese contexto, la Escuela
469
470
“Parroquiales”, El Argentino, 23/11/1978.
LAAC-E40: 64.
CAMPO JURÁSICO
395
40 perdió cuatro estudiantes en marzo, cinco más entre
mayo y junio –donde se anotó el pase “por inundación”
hacia otras escuelas, sobre todo del casco urbano, aunque
una alumna se mudó a 25 de Mayo–, dos en agosto y dos en
octubre. A fin de año, se habían ido 13 de los 21 escolares
de la matrícula.471
La desesperada situación no hizo más que reforzar
el peso de la autoridad institucional. Así, la directora de
entonces tomó cartas en el asunto y decidió anotarlas en
el viejo libro de actas del Club de Madres, que fue reconvertido en un registro de reuniones de padres y de anotaciones propias del seguimiento escolar. Antes señalé que
la última entrada correspondía a 1975. La siguiente, en la
página 26, pertenece a 1981 y testimonia la nueva función
de ese registro.
En concordancia con el desplazamiento verificado
en la Asociación Cooperadora, la directora del establecimiento absorbió las funciones antes desempeñadas por la
comunidad, con el solo auxilio y colaboración de la maestra de turno. En esta nueva realidad, el 20 de junio de
1981, no hubo fiesta, sino una típica reunión de padres con
el equipo docente. No asistieron escolares, y el programa
cambiaba por completo. Las poesías y los recitados dejaron
lugar al siguiente temario:
1) Buena conducción del aprendizaje, aprovechamiento del
tiempo; 2) Gran firmeza en la conducta de los alumnos; 3) Cultivar las normas de cortesía; 4) Panorama de los alumnos de la
escuela de 4° a 7° grado [que] piensan continuar estudios secundarios; 5) Fiel control de los deberes en el hogar; 6) Buena relación entre maestros – padres.
471
RMPR-E40: 1980.
396
CAMPO JURÁSICO
A la firma de la directora, le siguen las rúbricas de las
cuatro personas presentes.472
En espejo, la Cooperadora se reunió abocándose a
un amplio temario, que incluía principalmente la aceptación de distintas donaciones (una pelota de fútbol, elementos para el botiquín, pintura, caños para hamacas) y el
reconocimiento de diversas reparaciones y trabajos menores, como la colocación de las hamacas, la limpieza de
las mechas de las estufas y el arreglo de los juegos del
parque. Curiosamente, la mayoría de los donativos fueron de comerciantes del pueblo o de otras comunidades
escolares, como los caños para las hamacas, cedidos por
la Cooperadora de la Escuela 5. Apenas si algunos arreglos
eran obra de padres de estudiantes, y, de forma llamativa, los miembros de la comisión directiva no aparecían
nombrados en ninguna de esas acciones. Como actividad
comunitaria, se estableció la circulación de una rifa y la
realización de un festival en el salón de la Escuela 15.473
El programa recreativo se celebró en octubre de 1981
y se conformó con una peña folklórica, un partido de fútbol contra el representativo de la Escuela 19, un concurso
de barriletes y un baile familiar, acciones que dejaron un
buen beneficio monetario, según se informaba. Las actividades se planearon un par de semanas antes, pero, excepto
la directora del colegio, de la reunión de la Cooperadora
solamente participaron seis personas, y eran apenas cuatro
cuando, el 26 de octubre, se hizo el balance y la rendición
de cuentas del acontecimiento.474
Poco más tarde, el 18 de noviembre, una Cooperadora
que expresaba cada vez más la voluntad de la responsable de la escuela decidió hacer una movida especial por
472
473
474
LACM-E40: 28.
LAAC-E40: 67-68.
LAAC-E40: 71-73.
CAMPO JURÁSICO
397
el cierre del curso académico. En efecto, la fiesta escolar y
comunitaria planificada tuvo ribetes nunca vistos hasta el
momento. Una vez terminada la fiesta de fin de año en el
establecimiento, se serviría un “almuerzo criollo en la chacra de Mario Abarca. Menú: 15 kilos de asado. Lechones:
4. Corderos: 3”. Ello sería acompañado de “vino blanco y
tinto, soda […], pan miñón”, ensalada y fruta.
Lo notable de la fiesta no era su magnitud gastronómica, sino que se agregara una lista de invitados especiales,
apartado en el que constaban las siguientes figuras públicas municipales: “Intendente y secretario, Srta. Inspectora
y Secretaria, Cura Párroco”. También se invitó a algunos de
los viejos cooperadores y gente de las Escuelas 5, 15 y 19.
Asimismo, se pensaron “actividades después de almorzar”,
pero, por pudor o dudas, los presentes dejaron cuatro renglones en blanco, jamás completados. Todo se financiaría
mediante la venta de tarjetas que costaban $13,000 (Ley
18,188) el cubierto, aunque los alumnos no pagarían el
derecho al menú.475
Junto con esto, seguía la emergencia matricular. Si
bien en 1981 la llegada de cuatro estudiantes, tres de ellos
hermanos provenientes de la Escuela 1, trajo la ilusión de
la mejora de los números, estos se morigeraron por dos
bajas debido a cambios de domicilio. Según la reunión de
padres de agosto de 1981, en ese momento había apenas
ocho estudiantes que asistían a la escuela.476 La situación
determinó que, a principios del año siguiente, la directora
hiciera una serie de entrevistas a vecinos para pedirles que
enviaran a sus hijas e hijos a la Escuela 40.
En el primer caso documentado, la familia vivía a once
kilómetros del colegio, en dirección hacia General Alvear,
pero enviaban a su hijo a la Escuela 1, en el centro de la
475
476
LAAC-E40: 74-75.
LACM-E40: 30-31.
398
CAMPO JURÁSICO
ciudad. También iban a ese colegio la pareja de vástagos de
una segunda familia de encargados de un campo, distante
a quince kilómetros de la Escuela 40. Mientras que el primer intento fue fallido, en el segundo caso, la funcionaria
logró los dos pases.
La tercera visita fue a una familia con un chico de trece
años a cargo (no un hijo), que había abandonado la Escuela 1 en 1979. El problema para este grupo era la escasez de
recursos económicos, ya que, según la docente, estaban a
tres kilómetros de distancia. Para hacer tentadora la oferta,
la directora decidió proveerlos de guardapolvo y útiles, al
tiempo que gestionó el regalo de una bicicleta. Una última entrevista fue con otra familia que también tenía un
varón a cargo. Este chico había cursado algunos grados en
la Escuela 40 años antes y, aparentemente, se había pasado a la Escuela 15. Para garantizar su vuelta, la directora
tenía que trasladarlo desde su domicilio, distante a cuatro
kilómetros del colegio.477
Al mismo tiempo, la directora reunió a la Cooperadora
el 8 de marzo de 1982, apenas iniciadas las clases: en esta
oportunidad, la docente propuso un plan de acciones para
el mejoramiento del edificio, a saber: la pintura de los interiores, exteriores, bancos y sillas de los estudiantes, preparar una rifa que circularía desde el 15 de marzo y la limpieza total del edificio y el terreno. Como representación de
los poderes actuantes, la firma de la responsable docente
de la escuela tomaba todo el centro del pie de acta, mientras que los cuatro cooperadores asistentes (el presidente
de la Comisión, su esposa y dos madres más) suscribían
cada uno en un renglón, pegados al margen izquierdo.478
Unos días después, el 25 de marzo, se renovaron las
autoridades. En esta asamblea, donde participaron unos
477
478
LACM-E40: 32-39.
LAAC-E40: 76-77.
CAMPO JURÁSICO
399
pocos varones (tal vez cinco, por lo que se deduce de las
firmas), se conformó un cuadro directivo para el período 1982-1984, en el que desaparecían casi todos los viejos apellidos fundacionales, a excepción de algunas de sus
esposas.479
En un cambio de rumbo, lo burocrático dio lugar a
una actividad social el 21 de septiembre de 1982, cuando
la directora comenzó “una campaña de la formación del
equipo de fútbol ‘Padres de la escuela n.º 40’, para participar en la reunión comunitaria del 2.10.82, a llevarse a
cabo en la localidad [de] La Razón, escuela n.º 19 ‘Nicolás
Avellaneda’”. Participarían de este campeonato cuadrangular los padres de la escuela anfitriona, de la 43 (La Campana) y de la 13 de General Alvear. Además del fútbol de
padres, se programaba comida a la canasta, fútbol interescolar y truco.480
Las últimas tres actas del libro de Cooperadora que
analizo pertenecen a 1982. Una era de finales de junio, y
está relacionada con la organización de una lotería familiar
en conjunto con otras escuelas rurales, con una actividad
escolar municipal en la que participaría la Escuela 40, planeada para el 4 de julio en el club Colegiales, donde se
esperaba recibir entre 4 y 5 millones de pesos Ley 18,188,
y con un breve debate sobre qué hacer con remanentes
de los bonos del Fondo Patriótico destinados al apoyo de
la guerra del Atlántico Sur entregados a la escuela, que
habían quedado sin vender al finalizar el conflicto.
La segunda acta corresponde a la reunión del 17 de
agosto de 1982, donde se buscaba “algún beneficio, destinado a mantener los bienes y alumnos de la escuela”. Para
ello, el vicepresidente de la Comisión presentó un “plan
de trabajo” que incluía una cena en las instalaciones de la
479
480
LAAC-E40: 78-79.
LACM-E40: 47-48.
400
CAMPO JURÁSICO
Sociedad Rural, con menú criollo y guitarreada. Por tentador que fuera, los presentes quedaron en pensarlo y contestar, pero la iniciativa no tuvo eco.
La última acta es del 31 de agosto y tuvo el mismo
objeto que la cita anterior: “realizar algún beneficio para
solventar gastos escolares y mantenimiento de alumnos
gratis”. Esta vez la propuesta fue organizar una carrera cuadrera en la rural en forma conjunta con la Escuela 15 y
“rifar un lote de animales donados (ovejas o cerdos)”. Junto con ello, se inició la campaña para vender una rifa a
sortearse en noviembre, que contaba con la autorización
oficial del municipio, a punto tal que se incorporó en una
hoja del libro de actas una copia fiel del decreto municipal
que lo disponía. Firmaban la directora, la maestra interina
y cuatro socios de la Cooperadora.481
Por otra parte, no quiero pasar por alto las actas 39 y 40
del libro de actas del Club de Madres. En la primera de ellas,
la directora de la escuela reunió a los padres de los tres niños
de la escuela que se confirmarían en el rito católico romano en
octubre de 1983. El tema tratado fue la caravana desde el colegio hasta la capilla de La Barrancosa, donde el obispo de Azul
llevaría adelante la ceremonia, “la vestimenta de los niños; los
padrinos” y si querían hacer un almuerzo a la canasta en el
lugar de la ceremonia religiosa o preferían un festejo en la misma Escuela 40. En el acta siguiente, el tema fueron las comuniones, previstas para el lunes 24 de octubre de 1983, y la duda
esencialerasielfestejosepodíahacerjuntoconeldelosconfirmandos, “con apertura comunitaria [sic]”. Luego, el documentodiceasí:“Seconversasobrelavestimenta,lacolectaylacompra de una cruz de madera. La visita de la catequista […], que
los preparará para la confesión”. Luego se anotó el listado de
quienestomaríansuprimeracomunión.482
481
482
LAAC-E40: 80-83.
LACM-E40:61-63.
CAMPO JURÁSICO
401
Es lo que se puede llamar un final a toda orquesta.
Si alguien lo leyera en forma aislada, podría pensar que
este texto pertenece a un cuaderno de comunicaciones
de una escuela confesional. Sin embargo, en este caso, no
hace sino confirmar el nivel de corrimiento de los actores
al que me dediqué en este apartado. Asimismo, desde el
antecedente de las misas de comunión de 1978 y de fin
de año de 1979, el espacio cada vez mayor ocupado por
celebraciones religiosas dentro de un ámbito laico (una
escuela de gestión estatal) puede leerse como muestra de
la confusión entre lo público y lo privado, un reflejo de
la combinación entre la política municipal y la acción de
jerarquía eclesiástica local que hubo en Saladillo durante
la última dictadura militar.
Para concluir, y volviendo al problema de la matrícula,
es justo decir que la campaña de “reclutamiento” iniciada
por la directora en 1982 tuvo cierto éxito, al menos cuantitativo. Entre el 16 de marzo y el 4 de abril de ese año,
la escuela recibió diez nuevos alumnos. Dos venían de la
Escuela 1, y otros dos, de la 11; en un caso no se consignó
el origen; otro era un alumno de primer grado que se sumó
a su hermana, con pase de la Escuela 42 de 25 de Mayo; un
estudiante figuró como proveniente de una escuela privada; hubo uno arribado de la Escuela 15; y el último llegó
de la Escuela 21.
El 16 de abril, la visita de la inspectora dejó constancia
de una “matrícula real de 20 alumnos”, pero no logró contener la sangría, que siguió con cuatro bajas: dos retornos
a la Escuela 1, y los dos hermanos llegados de 25 de Mayo,
que volvieron a cambiar su domicilio. Por primera vez,
asimismo, los padres señalados con la profesión de “agricultor” quedaron como minoría, con apenas cinco casos,
que respondían por seis estudiantes. En cuanto al resto
del universo de progenitores, un albañil era responsable
402
CAMPO JURÁSICO
de cinco hermanos, había tres puesteros, un comerciante
y un encargado de campo, y los dos padres y la madre
restantes fueron inscriptos respectivamente como empleados y empleada.483
En 1983, en la escuela se produjo una nueva recuperación de la matrícula, gracias a la llegada de nueve estudiantes de otros establecimientos: seis de escuelas locales y tres
de partidos vecinos (dos de General Alvear y uno de 25 de
Mayo). En el pasivo, a lo largo del ciclo lectivo, se perdieron
cuatro alumnos, todos por cambio de domicilio, según la
constancia del libro, que además no consigna hacia dónde
se fueron. Además, y por primera vez en la historia del
colegio, un solo alumno era hijo de un chacarero, lo que
mostraba un tremendo desplazamiento de la comunidad
social donde se nutría el grupo de escolares.484
Al año siguiente, la escuela recibió dos nuevos estudiantes, llegados desde las escuelas 1 y 26 de Saladillo,
pero tres alumnos emigraron por cambio de domicilio.
Solamente dos padres figuran como “agricultor”, mientras
que la mayoría fueron consignados como “empleado”, uno
como “mecánico” y dos mujeres como “ama de casa”. En
este año hubo un “sinceramiento” con relación a la propiedad de la tierra que trabajaban muchos de ellos, ya que las
mismas personas que en 1984 eran empleados habían sido
anotadas como agricultores en el año anterior. También es
llamativo que madres y padres que en 1983 figuraban con
domicilio en otros cuarteles pasaron a consignarse como
habitantes del Cuartel ix.485
En 1985, la Escuela 40 recibió a tres estudiantes de
otros colegios, uno de ellos de Roque Pérez y dos de las
Escuelas locales 1 y 34, mientras que cinco alumnos la
483
484
485
RMPR-E40: 1982.
RMPR-E40: 1983.
RMPR-E40: 1984.
CAMPO JURÁSICO
403
abandonaron, por cambio de domicilio. En la planilla de
padres, se anotó un solo agricultor, dos albañiles y dos
amas de casa, y el resto figuraba como empleados y todos
los progenitores fueron declarados vecinos del paraje.486
La escuela tuvo su último auge de inscripción en 1986,
cuando los guarismos llegaron a 29 escolares, gracias a
la llegada de seis estudiantes, venidos de las Escuelas 15
(tres), 1 (dos) y 26 (uno), pero eso se vio más que matizado
por la pérdida de diez estudiantes. Todas las salidas fueron
por cambios de domicilio, pero en estos casos se anotaron las escuelas o distritos de destino: cuatro hermanos se
mudaron a una escuela privada; dos estudiantes, a Roque
Pérez; una alumna, a Morón; uno, a la Escuela 15; otro, a
la 1; y el restante, a la 21. Solamente había dos padres agricultores en el registro, mientras que en la plantilla figuraba
un mecánico, un albañil y cinco amas de casa, y al resto se
lo inscribió como “empleados”.487
En 1987, con el ingreso del nieto de uno de los chacareros fundadores, llegaron a tres los propietarios de la
zona que enviaban sus vástagos a la Escuela 40, pero al año
siguiente la hija de uno de ellos egresó de séptimo grado
y el número volvió a dos, para recuperarse en 1989 con el
ingreso de la hija y del hijo de otras familias chacareras
de la zona.488 Justamente ese año se hizo la fiesta del 25.°
aniversario de la escuela, la última reunión comunitaria
de importancia, documentada con fotos, y la cooperadora
confeccionó una medalla conmemorativa para entregar a
los antiguos estudiantes, docentes y directivos.
En la década siguiente, la última de la centuria pasada,
el número de las inscripciones osciló entre los once y los
ocho alumnos, pero la matrícula real rara vez se mantuvo
486
487
488
RMPR-E40: 1986.
RMPR-E40: 1986.
RMPR-E40: 1987, 1988 y 1989.
404
CAMPO JURÁSICO
por sobre los nueve estudiantes. En 1997, por ejemplo, de
los ocho escolares anotados a comienzo del año escolar, se
habían perdido tres antes de finalizar el curso.
En 1999, solamente un alumno pertenecía a las viejas
familias que tanto habían soñado y trabajado por la Escuela 40. El hermano de su abuelo había sido secretario de
la Cooperadora en una época –la década de 1960– en que
la palabra “futuro” equivalía a “mejor”. Incluso su propio
abuelo fue presidente de la Cooperadora un tiempo más
tarde, ya cuando los años de esplendor habían quedado
lejos. Sin embargo, al menos aquellos eran todavía tiempos
en que ni la Escuela 40 ni el paraje donde se levantó su
edificio podían imaginarse como páramos, donde apenas
habitaban los recuerdos.
8
Senderos y experiencias de un acopiador:
los recorridos por las chacras
y el mercado del huevo
En el capítulo 5, me referí a la importancia económica
de la avicultura en Saladillo y hablé de Casa Mario,
tal vez el comercio más relevante de este rubro en la
historia del partido. Fue justamente en ese lugar donde
mi padre se empleó siendo apenas un adolescente. Allí
trabajó duramente más de una década (entre mediados
de 1940 y finales de 1950), aprendió los secretos del
negocio de las aves y los huevos y se relacionó con
un buen número de los chacareros que le vendían su
producción a Mario Schenardi, su dueño.
Con esos antecedentes, ya casado y con una hija,
abandonó su condición de asalariado y se dedicó al
oficio de acopiador. En el principio llevó a cabo su
actividad en el marco de un emprendimiento familiar,
que comprendía a su propio padre (Luis) y a dos primos. Luego, el grupo se redujo a su progenitor y un
hermano, y posteriormente él siguió con la actividad en
forma individual. En 1960 adquirió el solar de la calle
Emparanza donde, junto con mi madre, levantaron la
casa y un negocio que, con cambios y ampliaciones, se
mantuvo abierto durante cincuenta años.
405
406
CAMPO JURÁSICO
Los recorridos de lunes, martes y viernes
En los primeros años, la escasez de recursos materiales
y las dificultades operativas circunscribieron las tareas a
un recorrido entre las quintas y fincas que rodeaban a la
Escuela 4, en el Cuartel i, un lugar no demasiado lejano del
casco urbano –y hoy día casi integrado a él–, aunque en
esa época era un área rural donde prevalecían los tambos
y otros rubros relacionados al abasto de alimentos para el
mercado urbano saladillense.
A ese periplo inicial, se le sumó más tarde otro poco
más distante, ya ubicado en el Cuartel ii, en una zona de
chacras medianas que habían sido parte de la estancia 7
de Diciembre y de una gran fracción nominada en 1905
por De Chapeaurouge a favor de Carlos Darnley, que se
desplegaba formando un rectángulo de unas 500 hectáreas
delimitadas por la ruta 51 en el norte, las vías del Ferrocarril Roca en el oeste, la actual traza de la ruta nacional 205
camino a Bolívar en el este y un camino rural en el sur.
Ambos acopios los hacía con una “chata”, el tradicional carro plano de cuatro ruedas iguales, sin paredes
laterales, generalmente arrastrado por seis caballos, que, a
pesar de su simpleza y aspecto rudimentario, podía soportar cargas importantes de hasta 70 bolsas de cereal, de
acuerdo con la precisa descripción ofrecida por Osmar
Pallero en su texto de remembranzas juveniles (Pallero,
1981: 27-30).
Por cuestiones cronológicas, no anduve en aquel
carro, ni conocí esos establecimientos, aunque sí a algunas
de esas personas, ya retiradas y viviendo en el pueblo. De
todas formas, puedo citarlos invocando la memoria de mi
padre: Américo Magi y su primo Ricardo, Osvaldo Ciampichini y su hermano, Luis Calvitti, Aroza, Ruiz, Pacheco,
Goñi y Carmiglio. La mayoría eran pequeños propietarios,
CAMPO JURÁSICO
407
y varias de esas familias estaban emparentadas entre sí,
como los Magi, los Ciampichini y los Giannoni. Mayormente eran argentinos de primera generación. Por ejemplo, Américo Magi era hijo de Amadeo, un italiano que
murió en julio de 1971, a los 75 años. Además del nombrado, tenía otros siete vástagos.489
Según los recuerdos paternales, todos eran buenos
clientes, y, sin dudas, las restricciones impuestas sobre la
producción y comercialización de leche en 1963 (ver capítulo 4) habían sacado de circulación a varios de ellos para
mediados y fines de la década de 1960. Por supuesto, también la naturaleza hizo su parte; tal fue el caso de Juan
Goñi, quien falleció el 29 de junio de 1962, a los 75 años, y
fue recordado por la prensa como un “antiguo y apreciable
vecino, quien vivía en su chacra en las proximidades de
la Escuela n.° 4”.490
En el capítulo 2, dediqué bastante espacio a la pavimentación de la ruta provincial 51 hacia Azul y al mejoramiento de los caminos rurales, proceso iniciado a principios de los años sesenta. En el caso laboral de mi padre,
este factor fue determinante para planear una red de proveedores mucho más amplia y organizar repartos que lo
alejaban a más de 20 kilómetros del pueblo. A fin de poder
aprovechar las oportunidades que abrían estas mejoras,
hizo el gran sacrificio económico de dejar la chata y adquirir un camioncito Chevrolet, modelo 1937, que unos años
después cambió por un Dodge De Soto de 1960.
La primera extensión de su elenco lo llevó hasta la
zona vecina a la estancia Leonchos. Allí tuvo un grupo de
clientes que estuvieron activos en los primeros años de
esa década, pero que habían abandonado su agenda a inicios de los años setenta, cuando yo ya pude sumarme a
489
490
El Argentino, 22/07/1971.
El Argentino, 05/07/1962.
408
CAMPO JURÁSICO
la aventura por los campos. Entre otros motivos, eran personas bastante mayores, sin descendencia o con parientes
sin interés en continuar viviendo en la campaña, de modo
que fueron vendiendo sus campos, o los alquilaron, pero
abandonaron la pequeña ganadería, motivo de la relación
comercial entablada en su momento.
Este conjunto lo constituían las familias Refort, López,
Ortalli (los hermanos Alberto y Juan Carlos), Wrigth y
Vidal, junto a tres productores que sostuvieron sus actividades un tiempo más: Valentín Calvitti (h), los Salguero,
un matrimonio ya mayor, y Pío “El Guapo” Marcelli, un
personaje muy atractivo que –siempre según los recuerdos
transmitidos por él a mi padre– había sido amigo personal
de Hipólito Yrigoyen, quien lo pasaba a visitar por su rancho cuando andaba por Saladillo.
Con respecto a los primeros de la lista, la mayoría
eran antiguos propietarios de la zona y estaban vinculados
entre ellos por relaciones parentales. De hecho, ya figuraban como tenedores de parcelas medianas (entre 150 y 200
hectáreas) en los planos de Edelberg de 1919, al noreste del
ángulo formado por la ruta 51 y el Canal 16. En el atlas de
De Chapeaurouge, esos predios estaban a nombre de los
hermanos García y de Santiago Cartier, pero, quince años
más tarde, se habían subdividido por efectos sucesorios.
Uno de estos antiguos chacareros era Juan Ortalli,
quien falleció el 5 de diciembre de 1969, a los 92 años.
Según su obituario, vino de Italia y se instaló en La Barrancosa. A través del casamiento de sus hijas, su familia se
cruzó con los Refort y los Cartier.491 Por los registros de
mi padre, dos de sus hijos siguieron con la explotación,
aunque, ya en el invierno de 1963, Juan Carlos Ortalli ofrecía en un aviso publicitario “buen pastoreo con atención
491
El Argentino, 11/12/1969.
CAMPO JURÁSICO
409
personal” en su campo en ruta 51 y Canal 16, una muestra
de la búsqueda de otro rumbo para su emprendimiento
agropecuario.492
Alberto, otro de los descendientes de don Juan Ortalli,
contrajo matrimonio con Aurelia, hija de Benicio Wright
(en realidad, la gente los conocía como los Urí), lo que
marca cómo estas familias estaban enlazadas entre sí.493 En
cambio, es poco lo que puedo aportar sobre López y Vidal,
a excepción del aviso necrológico de Juan Vidal, fallecido
el 18 de mayo de 1972, de quien se decía que “nunca pudo
recuperarse de una fractura de cadera provocada por la
caída desde un caballo”.494
Con su posición comercial ya mucho más consolidada
y otros medios a su disposición, en el segundo lustro del
decenio de 1960, mi padre pudo organizar finalmente los
tres repartos que mantendría casi sin cambios hasta 1980.
Cada uno de ellos le demandaba entre cinco y seis horas.
Arrancaba hacia las 06:00 de cada lunes, martes y viernes,
y regresaba sobre el mediodía, más allá de las variaciones derivadas del nivel de actividad de cada momento del
año. Así, si en invierno las vueltas resultaban más cortas
por la baja postura de las gallinas, desde la primavera las
tareas eran más arduas, para llegar al clímax de diciembre,
cuando las fiestas de fin de año incrementaban la búsqueda de productos de granja, en especial la compra de
lechones, pollos y pavos, destinados a ser plato principal
de las celebraciones.
Cada uno de estos recorridos tenía puntos en común
y compartían segmentos de caminos rurales, y ocurría que
los martes y viernes pasaba por delante de chacras visitadas el lunes, aunque desde ya no volvía a entrar en ellas.
492
493
494
El Argentino, 04/04/1963.
El Argentino, 03/11/1960.
El Argentino, 25/05/1972.
410
CAMPO JURÁSICO
Pero, fuera de la vecindad, eran a su vez tres secciones bien
diferenciadas y centradas en parajes distintos. El lunes la
acción se desarrollaba en La Barrancosa, en las proximidades de la Escuela 40; el martes, en La Mascota, en el
entorno de la Escuela 31; y el viernes, en La Razón, donde
una parte de las fincas era cercana a la Escuela 15.
Así, los lunes se dirigía por la ruta 51, en dirección
a General Alvear, hasta el kilómetro 287, donde giraba a
la izquierda hacia el llamado “callejón de Candia”. Apenas
salirse de la cinta asfáltica, ya tenía sus dos primeros clientes, los hermanos Hipólito y Tomás Rodríguez. Junto con
otros siete hijos, ambos descendían de don Juan Rodríguez, español, fallecido en Lomas de Zamora, en septiembre de 1969, a los 85 años. Según el aviso de su muerte,
se había dedicado a las faenas agrícolas durante más de
veinte años, antes de dejar sus hectáreas a los dos vástagos
que continuaron como productores.495 Hipólito Rodríguez
estaba casado con Eusebia Rodilla, también de una familia
de La Barrancosa.496
Luego de dejar atrás a estos hermanos y pasar por delante
de la Escuela 40, continuaba por el callejón hasta su fin. En la
bifurcación, tomaba hacia la derecha e iba a la propiedad de
Tito Casella. Esta familia estaba asentada desde bastante tiempo en el país y en la zona. En las necrológicas se puede leer
que José Ernesto Casella, muerto a los 74 años, en diciembre
de 1962, había nacido en Lobos. Desde allí acompañó a sus
padresytíosenlaslaboresagropecuariasenelcampoGorchsy
en El Mangrullo, “pero desde 1932 se estableció en Barrancosa
y merced a sus hábitos laboriosos pudo adquirir la tierra que
trabajaba”. Su esposa era María La Regina, y su descendencia
comprendíacuatromujeresydosvarones.497
495
496
497
El Argentino, 18/09/1969.
El Argentino, 06/09/1973.
ElArgentino,20/12/1962.
CAMPO JURÁSICO
411
Desde ese lugar, retomaba sus pasos y recorría el
callejón en dirección norte, para ingresar en varias chacras contiguas. La primera era la de Roque Di Virgilio, un
inmigrante del Abruzzo, nativo de Orsogna, provincia de
Chietti, quien falleció el 13 de marzo de 1974, a los 79
años.498 Desde que yo recuerdo, la finca estaba a cargo de
su hijo Juan Bautista y su familia. Del lado septentrional de
sus linderos, se hallaban los hermanos Vicente y Domingo
Mengoni, quienes a su vez tenían otros dos parientes colindantes por el este, pero que formaban parte del reparto de
los viernes. Tres de estos cuatro Mengoni estaban casados
con hermanas de apellido Natalini. En los orígenes de este
clan, estaba César Mengoni, italiano de nacimiento y fallecido el 5 de julio de 1969, a los 71 años.499
En el fondo de ese sendero (calificarlo de “camino”
sería un abuso vial), estaban las familias de Ítalo Bravo y
Leopoldo Abelenda. No encontré en las fuentes periodísticas nada relacionado con los parientes de Bravo, pero hallé
que el 21 de agosto de 1973, a los 77 años, falleció Pedro
Abelenda, padre de Leopoldo, que era el primogénito.500 La
esposa de Leopoldo era Emilia Renzi, integrante de otra
familia muy tradicional y prolífica de La Razón, parte de
la cual estaba integrada al recorrido de los viernes. Una
vez cerrados los tratos con Abelenda, mi padre rehacía el
camino a casa.
El amanecer de los martes se iniciaba como una copia
del día anterior, pero variaba al llegar al mojón del 287,
cuando, en vez de doblar, ingresaba al campo de los hermanos Candia. Desde ese sitio, había que seguir avanzando unos kilómetros más, para adentrarse en las chacras
de la familia Abarca, habitadas por la prole de don Ángel
498
499
500
El Argentino, 21/03/1974.
El Argentino, 24/07/1969.
El Argentino, 30/08/1973.
412
CAMPO JURÁSICO
–a quien presenté en el capítulo 3– y su esposa, Baltasara
Mangas, cuyo deceso se produjo en marzo de 1964.501
El predio que había pertenecido a este colono tuvo
más de 300 hectáreas, que se dividieron en seis fracciones
tras su muerte, un número bastante limitado teniendo en
cuenta que el matrimonio dejó once hijos. No todos siguieron en la propiedad original: uno de ellos se mudó tras
casarse con la hija de un chacarero de La Razón, que estaba
incluido en el reparto de los viernes. Desconozco el destino
de todos ellos; sin embargo, puedo precisar que una de las
mujeres (Teresa) se había mudado al pueblo, donde murió
a la temprana edad de 43 años, aparentemente soltera.502
Otro de los varones, Julio, vivía en el campo familiar, pero
se dedicaba al oficio de amansar potros, a punto tal de ser
conocido como El Domador Abarca.
El fraccionamiento del campo se reflejaba en el número de clientes del recorrido de ese día, ya que, de los catorce chacareros visitados cada martes, seis eran Abarca, a
saber: Ángel (h) y Luis Mario, dueño del taller de soldadura
junto a la ruta 51, Luis, Pedro, Atilio, el Vasco, y Carlos.
Entre ellos, mi padre siempre recordaba que Atilio supo
criar más de 500 gallinas ponedoras, y era uno de los más
grandes abastecedores de huevos de toda su clientela.
Después de atravesar estas chacras, cosa que hacía
por dentro de los campos, sin salir a la ruta, cruzaba a visitar a otro clan, el de los Pérez-Moreno. En esas parcelas se
encontraban los hermanos Víctor y José Pérez y el suegro
de ambos, don Ventura Moreno. En el capítulo 3, hablé
del padre de estos hermanos, don Víctor, un inmigrante
español instalado en ese predio en 1941 y fallecido en 1965.
Como queda dicho, ambos se casaron con hijas de Moreno.
Estas familias compartían una importante extensión, que,
501
502
El Argentino, 12/03/1964.
El Argentino, 10/05/1962.
CAMPO JURÁSICO
413
por su lado norte, limitaba con la chacra de Casella, la cual,
según señalé más arriba, estaba en el reparto del lunes,
y con la de Giannoni, último integrante del recorrido de
los viernes.
Una vez atendidos los Pérez-Moreno, la gira continuaba por la calle que servía de lindero oriental de esta
propiedad. Mi padre tomaba rumbo a su derecha y por allí
encontraba el camino principal que une la ruta 51 con La
Mascota, en la intersección donde se levantaba el edificio
de la Escuela 31, hoy en ruinas. Tras girar a la izquierda,
llegaba a la finca de Juan Carlos Baiocco, hijo de Agustín,
a quien también presenté en el capítulo 3. Según su obituario, Agustín Baiocco tenía además una hija, Enriqueta,
casada con un Recalde, otro habitante vecino de la zona.503
Desde esta chacra, la ruta seguía hasta encontrar el
cliente más distante de todos, el campo de Gualberto. Junto
con Baiocco, esta familia poseía una importante parcela,
adquirida también en forma temprana. Si bien es cierto
que ni uno ni otro aparecían en las mediciones de Edelberg
de 1939, en un plano catastral muy aproximativo mandado
a hacer por el Distrito Militar 21 en 1953 ya figuran ambas
propiedades a cargo de sus dueños. Sin dudas, eran predios suficientemente importantes para ser señalados, aunque el dibujo y las dimensiones relativas en comparación
con las grandes estancias evidencian que no eran producto
del trabajo de agrimensores profesionales.504
Una vez alcanzado el punto más alejado, mi padre
deshacía su camino en dirección a la ruta 51. Casi al encontrarse con el asfalto, atendía a sus últimos clientes, los hermanos Ramón y Enrique Recalde y los también hermanos
Fermín y Agustín Rodríguez. Apenas terminaba, cerraba
503
504
El Argentino, 12/03/1964.
El original de este plano, en regular estado, está resguardado en el Museo de
Saladillo. Agradezco su localización a Romina Virgili.
414
CAMPO JURÁSICO
tras de sí las tranqueras de estos chacareros, retomaba el
pavimento en el kilómetro 290.5 y desde allí regresaba a
casa.
A diferencia de lunes y martes, si bien el periplo de
viernes arrancaba en la continuación de la avenida Rivadavia en el tramo conocido como “acceso al Cristo”, al llegar a
la actual calle que recuerda al intendente Carlos Arrospide,
el camión enfilaba a la izquierda por el llamado “camino
a Estrugamou”. En el trayecto mi padre pasaba por el lugar
de su niñez (una vieja construcción cercana al almacén
de Cardillo), dejaba atrás la Escuela 15 y, antes de cruzar
el enlace entre las rutas 51 y 63, ingresaba en la primera
chacra del día, la de la viuda de Abarca. La señora vivía con
su padre tras el fallecimiento de su esposo, Ramón Abarca,
a los 43 años, en marzo de 1963 y en la Capital Federal,
donde se hallaba en tratamiento contra el cáncer.505
Del otro lado del asfalto, el recorrido continuaba con
la finca de Pedro Fasano y su familia, ubicada a la vera
del Canal 16, justo antes de atravesar el nuevo puente de
cemento inaugurado en 1971 (ver el capítulo 2). Cerca de
allí, el siguiente destino era la propiedad de Braulio Aguilar, anfitrión que además ofrecía sistemáticamente a su
comprador/huésped un mate cocido, infusión oportuna
para encarar el resto de una todavía larga jornada.
De nuevo sobre el camino a Estrugamou, a un lado
y otro de él se encontraban las parcelas de los hermanos
José y Carlos Ripoll. Herederos ambos de Joaquín Ripoll,
celebridad local presentada también en el Capítulo 3, se
habían dividido en partes iguales las hectáreas de su padre,
al tiempo que tenían una fracción menor un poco más al
sur, en lo que habían sido las tierras de Cartier.
505
El Argentino, 27/03/1963.
CAMPO JURÁSICO
415
José Baltasar Ripoll era un miembro activo y presidente de la Cooperadora de la Escuela 15. Murió de forma
súbita de un ataque cardíaco el 30 de agosto de 1973, a
los 50 años.506 Su esposa era María Celestina Renzi, y sus
suegros, José Renzi y Adelina Foresi (otro apellido renombrado de la zona, emparentado con varias familias, como
la de Américo Magi, cuya madre era una Foresi). Su única
hija, Marta, se casó poco después con Armando Piersantelli, miembro de un reconocido clan de La Barrancosa
que eran buenos proveedores de mi padre, pero que no
estaban en un reparto y traían su producción directamente al negocio.
El derrotero continuaba por la misma carretera rural
hasta una encrucijada con un camino menor, y allí se accedía a la parcela de Tito Nanni. Vecino a él estaba el campo
de Saralegui, la última posesión de una estancia que en
su momento fue gigantesca. Si bien en el atlas de De Chapeaurouge no figuraba esta propiedad y el territorio que
ocupaba todavía estaba asignado a Toledo y Atucha, en
los planos de Edelberg aparecía en cambio un imponente
conjunto de 5,400 hectáreas divididas en dos fracciones de
2,700 hectáreas cada una. La sección norte se hallaba aún
indivisa, y se registró como estancia San Miguel, a nombre
de Miguel Saralegui. La parte sur ya se había dividido por
efectos hereditarios en ocho parcelas irregulares de entre
270 y 360 hectáreas. La suma de estos campos formaba un
gran cuadrado, seccionado en diagonal por el camino a
Estrugamou, cuyos límites eran las estancias Santa Isabel,
de Santiago Gómez, por el sur, La Barrancosa, de Matilde
Anchorena, por el oeste, La Razón, de Isabel Arrayagaray,
por el este, y la nombrada San Miguel, por el norte.
506
El Argentino, 06/09/1973.
416
CAMPO JURÁSICO
Detrás de ese retazo sobreviviente, normalmente
arrendado a algún chacarero de la zona, se hallaba la finca
de los Renzi. Varias veces nombré a esta familia, que, gracias a su tamaño, estaba vinculada con muchos otros clanes del área. Ni siquiera mi padre recordaba con precisión
cuál rama de ellos eran sus clientes, pero, en las necrológicas de El Argentino de 1960, se puede observar una breve
reseña de la señora Celestina Pierdominici de Renzi. Nacida en Osimo (Ancona), había llegado a Argentina en 1902,
ya casada. Luego de cuatro años viviendo en Roque Pérez,
se radicó con su esposo y cuatro hijos (entre ellos, uno de
nombre José) en La Barrancosa.507
Por macabro que suene, los Renzi ocuparon con asiduidad esa sección del semanario. Así, Juan Renzi falleció
el 2 de enero de 1961.508 El 30 de agosto de ese mismo
año, hizo lo propio Anunciada Sampaoli de Renzi, viuda de
Enrique Renzi y presentada como vecina de La Razón.509
Por su parte, a mediados de 1962, murió José Renzi, y el 2
de junio de 1963 se produjo el deceso de su esposa, Asunta
Massaccesi, a la edad de 77 años. Según las necrológicas,
se habían casado en Italia en 1908 y al poco tiempo emigraron a Saladillo.510
El reparto en ese ángulo de La Razón culminaba con
la chacra de Manuel Capobianco. Desde ella, mi padre iniciaba el regreso desandando el recorrido hasta el primer
cruce con un camino secundario, en el que doblaba a la
izquierda para internarse en las propiedades de la familia Angelani, integrada por don Alfredo, migrante italiano
fallecido en 1976, y sus hijos Alfredo y Julio. A continuación, ingresaba en la propiedad de los hermanos Faustino
507
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El Argentino, 21/07/1960.
El Argentino, 12/01/1961.
El Argentino, 06/09/1962.
El Argentino, 13/06/1963.
CAMPO JURÁSICO
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y Ramón Mengoni, y finalmente en la de Nicolás Giannoni. Como era lógico, estas dos familias estaban emparentadas, ya que la esposa de Giannoni era María Luisa
Mengoni, fallecida a la joven edad de 46 años, el 13 de
febrero de 1973.511
Asimismo, al igual que los Renzi, los Giannoni eran
una parentela amplia. Algunos miembros de esa familia
vivían al norte de las vías del Roca y eran los clientes mencionados más arriba. Otro Giannoni tenía un campito en el
cruce de las rutas 51 y el enlace hacia la ruta 63, en la zona
conocida como Las Gallaretas, debido al nombre la laguna
cercana. También ocuparon varias veces las necrológicas, y
aquí van varios ejemplos: en diciembre de 1962, se informó
la muerte de Juana La Regina de Giannoni, de 55 años.512
Años más tarde, una nota escueta anunció el fallecimiento de Juan Giannoni, italiano de nacimiento, asentado en
La Barrancosa y padre de nueve hijos.513 A mediados de
1971, dejó de existir Gerónimo Giannoni, de 67 años, quien
según, el semanario de los Volonté, era el padre de Raúl y
Juan Giannoni y vivía en La Garita, Cuartel ix.514 Por último,
en junio de 1975, se produjo la defunción de don Carmen
Giannoni, de 75 años, esposo de Ángela Casella, que, como
se ha visto, era otro apellido del vecindario.515
Más allá de estas notas fúnebres, cuyo objeto principal
es exhibir el entrecruzamiento entre familias de la zona,
con la chacra de Giannoni concluía el trabajoso reparto
de los viernes. Tras haber abierto y cerrado un sinfín de
tranqueras, mi padre salía a la huella que bordeaba el campo de Casella, para volver a la bifurcación del callejón de
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El Argentino, 22/02/1973.
El Argentino, 13/12/1962.
El Argentino, 16/05/1968.
El Argentino, 22/07/1971.
El Argentino, 12/06/1975.
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CAMPO JURÁSICO
Candia. A continuación, pasaba frente al colegio y subía
a la ruta 51 en el kilómetro 287, donde sus actividades
habían empezado con las primeras luces del lunes anterior.
Un agente económico en acción: anatomía del “reparto”
En 1961, al publicar su trabajo sobre la actualidad de la industria avícola en ese momento, Enrique Álvarez y Erasmo Gobbi
dejaron esta observación: “A veces los pobladores rurales suelen entregar sus productos en forma directa al acopiador, recibiendo en pago artículos comestibles o de vestir. El trueque
también lo practican los compradores ambulantes” (Álvarez &
Gobbi, 1961: 82). Gracias a la constatación directa, puedo afirmarqueestoeraasíenelcasodemipadre,aunqueelgruesode
las operaciones se transaba con dinero en efectivo y en el propioinstantedelintercambio.
En realidad, la preparación de cada reparto era una tarea
que comenzaba el día anterior e insumía un tiempo nada despreciable. En primer lugar, se requería efectuar el cálculo de
loscajonesparahuevosnecesariosencadaitinerario,cantidad
variable según la época del año. El sistema era simple: en cada
recorrido mi padre recogía los cajones llenos con la produccióndecadaclienteydejabaotrosvacíos.
Un cajón completo contenía (y aún contiene) 30 docenas
de huevos, divididas en dos secciones de quince docenas cada
una, separadas por una tabla fina. Hasta principios de la década de 1970, se acomodaban en cinco compartimentos de cartónblandoconcuadriculasunitariasparatresdocenasdehuevos. En esos años irrumpieron los envases de cartón duro de
dos docenas y media, conocidos como “maples”, que se estibabandeaseisporcadamitaddelcajón.
Los cajones ocupaban la parte delantera de la caja del
camión,ysedisponíandeformatalquefacilitaranelingresode
CAMPO JURÁSICO
419
losllenosylasalidadelosvacíos.Lacajateníadosaccesos,uno
chico por el medio y otro grande en la parte trasera. La apertura lateral servía para definir un pasillo de tránsito de subida
y bajada de los productos, por lo que debía quedar libre. En la
partetrasera,seacomodabanlasbolsasdealimentobalanceado, mayormente destinado a gallinas y pollos, pero también a
lechones. En la sección posterior, se ubicaban unas jaulas para
transporte de aves, de madera y alambre tejido. En el llamado
“buche” (la parte delantera de la caja que se eleva por sobre la
cabina de conducción), se colocaban damajuanas o envases
de botellas, además de la lona prevista para caso de lluvias. En
la mitad de la caja, frente a la puerta, viajaba un cajón grande
de madera, en el que mi padre transportaba provisiones para
susclientes.
En realidad, un segmento importante de programar cada
reparto se consumía en preparar los artículos que servirían
paraesteintercambio.Laofertadebienesalimenticiosseconstituía de yerba, azúcar, café, té en hebras, galletitas saladas,
latas de tomate para salsa, sal, fideos secos, vino en damajuanas de diez y cinco litros, y –muy rara vez– botellas de bebidas
gaseosas; el menú de artículos de limpieza comprendía jabonesdelavarropaydetocador,hojasdeafeitaryescobasdepaja.
También proveía cigarrillos. A ellos se sumaban pedidos especiales, es decir, requerimientos puntuales de cosas demandadasdeformaesporádica.Algoquemellamabalaatencióneran
las damajuanas de veinte litros de un solvente de alta combustión conocido como “nafta blanca”, utilizado para las viejasplanchasderopa.Recuerdoqueestabancontenidasenuna
especiedecestodemaderayacolchonadasconpaja,comoformadeevitarlosgolpesylafricción.516
516
La“naftablanca”seusabacomocombustibleenplanchasderopadefundicióndehierro. Estos aparatos tenían un depósito en el que se introducía el solvente. Con ello se
generaba el calor para poder alisar la ropa. De todos modos, la mayoría de las casas de
campoutilizabalaplanchadehierro,queformabapartedelosimplementosdelallama-
420
CAMPO JURÁSICO
Según lo expuesto, era una lista bastante sencilla y de
necesidades básicas. Por ejemplo, jamás vi que mi padre
portara pasta dental, desodorantes, o cepillos de dientes,
ni siquiera por encargo. Justamente los encargos eran otro
componente del reparto. Entre un viaje y otro, muchas
veces mi padre recibía pedidos puntuales, que podían ser
una marca especial de cigarrillos, tabaco y papel para
armar cigarros caseros, bolsas de galletas de piso o galleta nuez, algún producto de librería. Excepcionalmente,
podían solicitarle alguna gestión determinada, como llevar
a reparar una radio, por ejemplo. Nunca supe que hiciera
algún tipo de trámite a nombre de sus clientes.
No todos los chacareros adquirían estos bienes en el
reparto. La mayoría de ellos los compraba directamente
en los negocios del casco urbano (la Cooperativa Agrícola
era el principal centro de abastecimiento de quienes estaban asociados a ella), o en los almacenes más cercanos
a sus chacras, acerca de los que hablé en el capítulo 6.
Pero, para algunos clientes con menos recursos y medios
de movilidad, como quienes solamente tenían un sulky,
esta prestación era una solución simple, sencilla y barata,
dado que mi padre apenas obtenía una ganancia de estas
actividades, que eran mucho más un servicio al cliente que
un factor de ingresos.
Como reconocimiento de este gesto, era muy común
que recibiera regalos de su clientela. Los obsequios eran
inevitablemente alimentos. Los más apetecidos (al menos
en mi caso) los constituían los productos de la factura
del cerdo, esa tradición comunitaria celebrada en cada
invierno, a la que mi padre era a veces invitado, pero
rehusaba participar debido a sus obligaciones laborales y
familiares. Junto con los chorizos frescos, las longanizas,
da“cocinaeconómica”,alimentadaaleñachica,ramas,omazorcasdesgranadas(marlosdemaíz).
CAMPO JURÁSICO
421
las morcillas, el queso de chancho y los chicharrones, en
la época fría lo normal podía ser la ofrenda de un queso “cavallo”,517 o algún zapallo, ya fueran los blancos para
puchero o los rayados destinados a hacer dulce. Por el contrario, en primavera y verano el buche del camión siempre volvía con duraznos, ciruelas, melones y sandías (esta
última, la fruta más obsequiada). De esta forma, aunque
en mi niñez no sabía que existía una disciplina llamada
“antropología”, pude conocer de manera empírica el juego
de la reciprocidad.
Más allá de toda disquisición etnográfica, y junto con
la venta de alimentos balanceados, el negocio familiar se
nutría principalmente de la compra y venta de huevos. Una
vez que el reparto terminaba, comenzaba la etapa de clasificación, preparación y colocación en el mercado. En el
capítulo 5, me explayé sobre los ritmos y los ciclos productivos de la avicultura a campo, con una baja postura
en otoño e invierno, y un alto rendimiento en primavera y
verano. Esto se reflejaba en los volúmenes de recepción y
despacho del comercio de mi padre.
En temporada alta, no era raro que cada acopio concluyera con el ingreso de 70 cajones de huevos (2,100 docenas), lo que daba una recolección de 200 cajones semanales, a lo que debía agregarse el aporte de quienes traían
sus huevos directamente al galpón de la calle Emparanza,
que, lejos de ser casos aislados, resultaban una contribución sistemática y consistente. En esos meses, el trabajo se
multiplicaba y apenas si todas las manos familiares podíamos tener al día el proceso de selección. Por el contrario,
517
El queso “cavallo” o cacciocavallo, como es su nombre original, es un producto
de leche vacuna cruda, de masa media y compacta, que tiene forma de pera o
lágrima. Su maduración se hace colgando las piezas. Su sabor es suave y debe
comerse joven, ya que la crianza lo termina secando y agrietando y lo vuelve
picante. Es originario del sur de Italia.
422
CAMPO JURÁSICO
en los meses fríos, las cantidades disminuían de manera
sensible, con un promedio de 25 a 30 cajones por salida,
cifra que incluso a veces era menor por efectos de cuestiones climáticas.
El procedimiento de clasificación era el pasaje de
los productos arribados en los cajones recolectados en el
reparto a otros cajones dispuestos para el mercado. En ese
traspaso se descartaban los huevos cuyos estado, tamaño
o aspecto los excluían de ser vendidos como productos de
calidad. Una acción que de niño me resultaba divertida
era ver si estaban podridos. Para ello se acercaba el huevo
a una lámpara y se comprobaba la situación de la yema,
que debía verse de manera nítida dentro de la albúmina. Si
esos huevos se rompían, invadían al ambiente con un olor
sulfúrico insoportable.
Esta revisión era más exhaustiva en verano, cuando a
veces los chacareros dejaban el producto demasiado tiempo en las nidadas, y el calor y la humedad aceleraban la
descomposición. También se descartaban los que estaban
demasiado sucios, normalmente con barro o estiércol de
gallina (a los poco o apenas enlodados, se los raspaba suavemente en seco con una esponja de alambre, dado que
a los huevos no se los puede lavar porque se degradan
rápidamente), los rotos o cachados, los pequeños, y los
“infiltrados”, como los huevos de pata o de pavita (estos
últimos eran muy ricos, los primeros demasiado grasosos).
Los descartados pero frescos se vendían a precio mucho
más bajo. Sus demandantes eran las familias pobres que
ni siquiera podían permitirse comprar huevos comunes, o
negocios como las panaderías o fábricas de pasta, quienes
se beneficiaban de su costo inferior y a quienes el aspecto
o el tamaño poco les importaba.
Una parte menor de lo recogido se colocaba en los
propios cajones de mi padre, identificados con una hoja
CAMPO JURÁSICO
423
impresa que contenía el nombre, la dirección completa
y la leyenda “Ferrocarril General Roca”, folio pegado con
engrudo en las caras frontal y posterior de cada cajón.
Estos envases se utilizaban para el despacho local. Si iban a
ser vendidos a acopiadores mayoristas, el traspaso se hacía
directamente a los cajones de esos comerciantes.
La enorme mayoría de los huevos tenían como destino el mercado de la actualmente denominada “Área
Metropolitana de Buenos Aires”. De esto se encargaban dos
compradores: uno de ellos era de la Zona Sur del conurbano bonaerense (Temperley) y el otro de la Zona Oeste (Gregorio de Laferrere). En general, se mantenían muy
buenas relaciones con ambos, a quienes mi padre les hacía
creer que era su proveedor exclusivo y balanceaba las existencias para asegurarles cuotas lo más parejas posibles.
El mayorista de Temperley venía los martes a la tarde,
por lo que se llevaba la recolección de los viernes y una
parte de la de los lunes; el de Laferrere llegaba los viernes después del mediodía, y se hacía con algo del reparto del lunes y la totalidad de la del martes. A diferencia
de su colega sureño, este comprador también aumentaba
su frecuencia en épocas navideñas, ya que adquiría pollos
de campo y lechones para atender la demanda estacional.
Incluso a veces hacía viajes específicos e iba directamente
con mi padre a las chacras a proveerse de lechones.
En los tiempos de gloria de la producción avícola local
y en la temporada de mayor postura, cada comprador se
llevaba unos 100 cajones semanales para el Gran Buenos
Aires, es decir, unas 12,000 docenas de huevos mensuales
que se volcaban en ese gigantesco mercado, y supongo que
otros acopiadores, como Carlos Carrasco o los hermanos
Blanco, por ejemplo, no despachaban una cantidad menor
que esa. A fines de la década de 1970, cuando la actividad
comenzó a declinar, mi padre perdió a Enrique Cristiani,
424
CAMPO JURÁSICO
su comprador de Temperley. Domingo Villarroel (h), el
representante de Laferrere, se mantuvo fiel durante varios
años más. Todavía bien entrados los años ochenta, seguía
viniendo a Saladillo, aunque entonces el botín era cada
vez más magro. Nunca supe nada más de ellos, y creo que
mi padre tampoco.
9
El fin de una era: una lluvia de asteroides
sobre el mundo chacarero
Conforme con lo expuesto hasta aquí, desde 1975 la economía y la política argentinas se sumergieron en un abismo
de problemas. Lejos de corregirse esas dificultades con el
derrocamiento del gobierno de Isabel Perón, la dictadura
instalada en marzo de 1976 aceleró la destrucción de la
matriz productiva nacional, desalentó la inversión, favoreció la especulación financiera, ayudó a la concentración
empresarial y –al fracasar en su intento de contener la
inflación– produjo un marcado retroceso del poder adquisitivo de la población. Ninguna de todas estas desgracias
eludió a los pequeños y medianos emprendedores rurales
locales, que fueron alcanzados también por las duras condiciones impuestas a sus vecinos urbanos y a una enorme
mayoría de sus connacionales.
Pero, además de este contexto general, el mundo chacarero de Saladillo debió enfrentarse a otros cataclismos
que concurrieron a su desaparición, al menos en los términos de interacciones económicas, sociales y comunitarias
evocadas en las secciones anteriores. Por supuesto, esta
lluvia de asteroides no se ensañó de manera exclusiva con
el campo saladillense, y trabajos como el de Javier Balsa
muestran de forma adecuada cómo colapsó ese universo
en distintos lugares de la geografía bonaerense, a pesar de
la diversidad productiva.
425
426
CAMPO JURÁSICO
Sin embargo, en la medida en que Saladillo había
logrado conformar hacia la década de 1960 un conglomerado económico y social de una gran vitalidad, basado
sobre la dinámica de la propiedad chica y mediana, esa
destrucción tuvo un impacto tal que ya no hubo recuperación posible. Desde ya, y aunque fueran bastante menos
en números, la zona rural del partido siguió teniendo productores, pero el paisaje social donde ellos habían existido
era una completa ruina en el decenio de 1980.
Como señaló Balsa: “Dos factores causaron esta transformación: por un lado, la ya analizada drástica reducción
en la cantidad de pequeñas explotaciones agropecuarias;
por el otro, la radicación urbana de la mayoría de los productores que lograron sobrevivir” (Balsa, 2007: 162). Cada
uno de ellos implicó asimismo una serie de motivaciones
adicionales, cuyo análisis desagregado ayuda a entender
mejor un proceso que puso fin a casi un siglo de paciente
construcción colectiva.
Los cambios estructurales y el peso de la coyuntura económica
Buena parte de las circunstancias que liquidaron el complejo socioeconómico representado por los pequeños chacareros tuvo que ver con el resultado de mediano plazo de
las transformaciones producidas desde 1960, examinadas
en el capítulo 1. El auge de la agricultura, la mecanización,
las nuevas técnicas y la preeminencia del capital de trabajo
por sobre la mano de obra redefinieron la viabilidad de las
unidades productivas y fijaron la necesidad de superficies
mayores para generar una rentabilidad mínima.
De acuerdo con Alfredo Pucciarelli, entre 1960 y 1988
hubo una importante ampliación de la extensión media
global de las explotaciones bonaerenses, que pasaron de
CAMPO JURÁSICO
427
262 a 316 hectáreas por unidad (un 38 % de incremento).
Si bien un segmento de ese aumento se debió a la pérdida
de importancia de la gran tenencia,
[…] la explicación de aquel fenómeno se halla, como es de suponer, en los cambios operados en el otro extremo de la escala;
allí, las pequeñas unidades de menos de 200 ha parecen haber
entrado en un proceso de virtual descomposición: desaparecen
25,780 representantes de esa especie y por esa causa entregan a
los estratos mayores casi 1,3 millones de ha, es decir un tercio
de la superficie que controlaban antes de iniciarse el proceso de
agriculturización; su participación cae del 17 % al 12 % del total.
Este es el cambio fundamental, el que parece tener mayor trascendencia social y permite, a la vez, explicar en su mayor parte el
aumento de la superficie media global (Pucciarelli, 1993: 76).
También sobresale la abrumadora caída de la mano
de obra familiar en las explotaciones agropecuarias de
Buenos Aires: de las 91,729 personas ocupadas en 1960,
para 1988 solamente quedaban en actividad 27,212, lo que
representa una baja del 70 %. El número de productores, asimismo, descendió de 140,858 en la primera fecha a
68,673 en la segunda, es decir, un 51 % menos (Pucciarelli, 1993: 87). Del mismo modo, otro trabajo remarca que
las explotaciones bonaerenses de entre 25 y 100 hectáreas
disminuyeron desde las 30,442 existentes en 1969 hasta las
25,138 de 1981, en tanto las de entre 100 y 200 hectáreas se
mantuvieron casi constantes alrededor de las 16,000 unidades (Obschatko, 1988: 134).
Estos datos dan cuenta de las difíciles condiciones
en que se fueron encontrando la mayoría de los pequeños productores desde la década de 1970. El proceso de
eliminación de las chacras más chicas no era algo totalmente nuevo, porque, en el capítulo 3, mostré el notable
descenso operado entre 1947 y 1960 en el segmento de las
unidades de menor tamaño en Saladillo, en especial en las
428
CAMPO JURÁSICO
explotaciones por debajo de las 25 hectáreas. Ese movimiento continuó, dado que muchas de las fincas de mayor
extensión se fueron subdividiendo por motivos hereditarios. Allí donde uno de los hijos no conseguía mantener la
unidad de la explotación, el resultado era el surgimiento
de chacras demasiado chicas para la operatoria agrícola o
ganadera, que tarde o temprano salieron de producción.
Aquellas propiedades cercanas a la planta urbana, o
bien comunicadas con ella gracias al desarrollo caminero
y las rutas asfaltadas, tuvieron además la presión para la
venta que significó el inicio de la expansión de las “casas
quintas”, o residencias alternativas de familias acomodadas
del pueblo. Antiguas zonas de campaña se convirtieron en
loteos periurbanos y, donde allí habían existido productores de leche, artículos de granja, frutas y verduras, se
levantaron clubes o viviendas particulares con piscina. La
transformación sufrida en la zona de El Cristo, en la continuación de la avenida Rivadavia en dirección al cruce con
la ruta 51, es uno de los ejemplos más nítidos.
Por otra parte, en los años setenta, comenzó a verse
también un fenómeno cada vez más común: la aparición
de compradores del Área Metropolitana de Buenos Aires,
que adquirían chacras y campos como inversión, sin interés en sostenerlas en su función agropecuaria. Este hecho
tuvo, sin dudas, relaciones con la incertidumbre económica nacional, el descontrol inflacionario y la necesidad
de muchos tenedores de dinero físico de optar por bienes seguros como la propiedad inmobiliaria, ya fuera esta
urbana o rural.
Estos nuevos propietarios no eran productores, ni
estaban interesados en serlo, solamente buscaban un refugio seguro contra la crisis económica y política desatada
después de 1975. A finales de 1976, por ejemplo, el entonces joven chacarero Lorenzo Espíndola reflexionaba sobre
CAMPO JURÁSICO
429
el abandono de las fincas por parte de los jóvenes y el
cambio en el modelo de tenencia en la zona rural de Saladillo, donde, remarcaba, “muchas extensiones de campo”
habían sido “absorbidas por inversionistas o capitalistas”.518
No fueron pocos los chacareros que se vieron tentados
por una suma importante para enajenar la propiedad,
sobre todo quienes disponían de una explotación mínima
que cada día se convertía en más inviable. Se enfrentaron
en aquel momento a una verdadera encrucijada: ¿para qué
seguir luchando por la supervivencia cotidiana, cuando
tenían un capital cuya venta les permitiría mudarse al pueblo, vivir cómodamente, y conseguir una renta financiera
gracias a los fondos sobrantes depositados en el banco?
Más allá de su costado comercial, con ello pusieron
fin a un recorrido familiar de una o más generaciones, un
viaje iniciado en Europa por un padre o un abuelo. Fue el
caso de varios de los clientes de mi padre. Uno de ellos,
tras vender su chacra en La Barrancosa, pasó a saludar
por el negocio en un momento en que había otro cliente
presente, quien lo recibió con una aclamación categórica:
“¡Acá llega un millonario!”. Otro ejemplo fue el de aquel
antiguo productor, vecino de la Escuela 4, que, a principios de 1973, vendió su parcela a un comprador forastero.
Este le pagó en efectivo con una cantidad de billetes que el
chacarero jamás había visto en su vida. En ese momento,
era un hombre mayor de 60 años, viudo desde 1963, sin
hijos.519 Con el monto de la operación, compró una casita y un Renault 12 cero kilómetro, y destinó el excedente
monetario a unos plazos fijos con el fin de suplementar
largamente la jubilación.
Como alguna vez contó en el comercio de mi padre
(que desde entonces satisfizo en parte sus necesidades de
518
519
“Hacia nuevas generaciones agrarias”, El Argentino, 18/11/1976.
El Argentino, 07/03/1963.
430
CAMPO JURÁSICO
socialización), uno de sus ancestros se había suicidado
durante la crisis de los años treinta, agobiado por las deudas y una prole a la que no podía mantener, y él no pensaba llegar a una situación semejante. Aunque la esperanza
rentista se hundió con la caída de la moneda nacional, la
casa, el auto y su modesta pensión lo acompañaron hasta la muerte. Bastante antes había perdido a su mascota,
Gastón, el perro que evocaba el único recuerdo viviente de
sus tiempos de labriego.
Buena parte de la modernización que se dio en la
campaña bonaerense desde 1960 estuvo relacionada con la
abundancia de créditos baratos, convertidos por efectos de
la inflación en virtuales subsidios a la producción. En 1975
se llegó al tope de la situación, porque el desmadre de los
precios hizo que los préstamos tuvieran tasas muy negativas, pero fue también el canto del cisne de ese mecanismo
de transferencia de ingresos. Desde 1977, con el cambio
de la política financiera implementado por la dictadura, el
recambio de maquinaria y equipo se volvió muy dificultoso. De acuerdo con Felipe Solá, el capital “pasó a ser el factor más caro”, a la vez que el proceso de innovación lo había
convertido en el recurso central de los cambios. Así, las
empresas familiares que habían ingresado a la agricultura
moderna liquidando en muchos casos sus existencias de ganado
y realizando inversiones con crédito, estaban fuertemente
endeudadas y no tenían ya la posibilidad de usar la ganadería
como fuente de financiación de corto plazo (Solá, 1985: 43).
En idéntica dirección se manifestó Lucio Reca, al
sostener que, después “de la reforma financiera de 1977,
la demanda de crédito a períodos extensos para financiar inversiones en maquinaria, tractores, almacenamiento, etc., declinó drásticamente”. La tendencia alcista y la
incertidumbre generaron el corte de la vía crediticia para
CAMPO JURÁSICO
431
proyectos de largo aliento (Reca, 1982: 31-34). Una muestra de ello es el derrumbe de la venta de tractores: de los
22,000 colocados en 1977, la cantidad bajó a 6,300 en 1978,
y a alrededor de 3,000 para 1981 (cepa, 1984: 103-104). Justamente, en mayo de 1978, una de las revistas avícolas se
hizo eco de la preocupación de la Asociación de Fábricas
Argentinas de Tractores (afat) y publicó la queja de esta
entidad ante las autoridades nacionales, en la que calificaban “la crisis más grave de su historia”.520 Si bien en 1979
la fabricación tuvo un repunte importante, las ventas, en
cambio, no lograron mejorar.521
Fueron años en que los precios internacionales tampoco
acompañaron a los productores de maíz y sorgo. Los tiempos
dorados de principios de los setenta, cuando ambos granos
superaron holgadamente los 100 dólares por tonelada, se acabaron desde 1976. En efecto, la tonelada de sorgo bajó desde
el precio récord de usd 115 de 1973 hasta usd 71 en 1979, tras
haber perforado el piso de los usd 70 en 1978. En 1980, cuando
el precio se recuperó hasta superar los usd 97, las inundacionesimpidieronalamayoríadeloschacarerosdelazonaelgoce
del aumento. En el mismo sentido, el maíz se desplomó desde
los fantásticos usd 145 por tonelada de 1974 a los usd 86.50 de
1979. Al igual que el sorgo, en 1980 el precio volvió a superar
losusd100portonelada,peroenesosdíaslasmazorcassaladillensessepudríanenelaguaestancada(cepa,1984:119).
La crisis profunda afectó también la ganadería vacuna.
Según el trabajo de Graciela Martínez Dougnac sobre este sector pecuario bonaerense entre 1960 y 1988, buena parte de los
26,000 emprendimientos desaparecidos durante el plazo de
pesquisa eran de pequeños propietarios, ya que la disminucióndelnúmerodeexplotacionesllegóal45.6%entreaquellos
que poseían hasta 100 cabezas (Martínez Dougnac, 2000: 107).
520
521
Orientación Avícola, mayo de 1978, p. 60.
Orientación Avícola, agosto de 1979, p. 96.
432
CAMPO JURÁSICO
En gran medida, a este hundimiento contribuyeron los bajos
precios relativos de las carnes bovinas del período 1978-1987,
coincidente “con una de las fases de liquidación (1978-1982)
más prolongada desde 1960”. Una consecuencia accesoria de
esto fue el desaliento a las inversiones y a la “adopción de tecnologías mejoradoras de la producción”. Según sostiene Jorge
Pizarro,esta
situación fue más severa en la zona ganadera que en la zona agrícola o mixta, probablemente porque en estas últimas los beneficios logrados por la agricultura permitieron mantener la infraestructura ganadera a la espera de su recuperación por mejores
precios (Pizarro, 1998: 37).
Muchos contemporáneos pudieron dar cuenta de esa
realidad.Enelplanolocal,enabrilde1978,unanotadelCentro
de Juventud Agraria Rafael Obligado se pronunció sobre la
pérdida de rentabilidad del negocio agrario. Según el artículo, entre 1976 y el momento del comunicado, los precios de
los insumos y bienes de uso habían tenido fuertes subas, que,
en el caso de los combustibles, repuestos de tractores, gastos
de transporte y productos y servicios veterinarios, superaban
el 500 %, mientras que los cereales se habían incrementado
un 240 % y la hacienda vacuna, un 300 %; todo ello sin contar el aumento del impuesto inmobiliario (un 1,100 %), ni el
aludido abandono de la política de tasas de interés negativas,
que ya no compensaban las pérdidas en forma de subsidios.522
Al año siguiente, un informe de coninagro indicó que, entre
septiembre de 1979 y febrero de 1980, mientras que los precios agropecuarios crecieron un 8.5%, los no agropecuarios
aumentaronun28.2%,ylosminoristas,un38.4%.523
522
523
“AnálisisdelaPolíticaAgropecuaria”,ElArgentino,06/04/1978.
“coninagroanalizalarealidaddelagestióneconómicanacional”,ElArgentino,15/05/
1980.
CAMPO JURÁSICO
433
A diferencia de las crisis que afectaron la ganadería
mayor en las décadas de 1930 y 1960, su hermana menor
no pudo convertirse en una alternativa para superar las
dificultades. La tijera entre costos y precios de mercado
iniciada en 1976 se profundizó en los años siguientes y
favoreció el fuerte proceso de concentración que ya estaba
en marcha (ver capítulo 5). La política de apertura de las
importaciones de productos de granja impulsada por Martínez de Hoz para controlar la inflación dio un golpe mortal
a la actividad. El ingreso de huevos desde Brasil, iniciado
en 1979, continuó en el año siguiente, a punto tal que la
prensa saladillense se hizo eco de una de las recurrentes
notas de la Asociación de Productores de Huevos contra
esta medida.524 Ese año, la situación sectorial era tan difícil
que los productores entrerrianos decidieron suspender la
xv Fiesta Nacional de la Avicultura, tradicional encuentro
desarrollado en Crespo.525
En 1984, Horacio Pereira –nuevamente en la función
pública en la Secretaría de Agricultura y Ganadería del
gobierno de Alfonsín– remarcaba la delicada situación del
sector en una monografía propositiva de medidas para
corregir la crisis de las empresas avícolas. En su diagnóstico, enfatizó en que uno de los principales desfasajes era
el aumento constante de los alimentos balanceados, cuyo
incremento fue del 15 % en términos reales entre 1973 y
1982, y que contrastaba con la baja del precio de la carne aviar, donde se observaba un descenso del 33 % en
el mismo período. También la cada vez mayor injerencia de la genética y la farmacéutica veterinaria conllevaba
una dependencia extrema de las empresas transnacionales
con base en Estados Unidos (principalmente), Israel y la
Comunidad Europea (Pereira, 1984: 6).
524
525
“Huevos”, El Argentino, 12/09/1980.
“Suspensión”, El Argentino, 09/10/1980.
434
CAMPO JURÁSICO
A nivel de la base productiva, la concentración sectorial adquirió un carácter casi compulsivo, a punto de poner
a los criadores independientes ante el dilema de integrarse
a las grandes empresas verticales o desaparecer. Así, en
1983 el mercado de pollos parrilleros estaba reducido a
un grupo de 39 empresas que controlaban un 85 % del
negocio, a la vez que durante la década anterior hasta la
geografía aviar había cambiado: más allá del predominio
de la Provincia de Buenos Aires en la actividad (un 56 % del
total), Entre Ríos desplazó a Santa Fe y Mendoza, al consolidarse con un 27 % de la producción (Pereira, 1984: 10-12).
El desaliento productivo no pudo ser compensado
con la ayuda que otrora habían brindado los organismos
estatales, en particular el inta. Adolfo Coscia destaca
sobremanera el impacto de la política de destrucción de
la autonomía y desfinanciamiento de esa agencia, implementada a partir del desplazamiento de los sectores más
progresistas durante el mismo gobierno peronista, después
de 1974, pero culminada por los militares, que cercenaron el sostén con los recursos propios en 1980 y colocaron
al instituto como una dependencia burocrática de nivel
inferior, dependiente del presupuesto general de la nación
(Coscia, 1983: 46-47). Por supuesto, la persecución política,
la expulsión de técnicos y la transferencia de investigaciones a favor de las empresas privadas también afectaron la
experimentación científica en genética avícola, que tanto
había avanzado en los años previos (Gárgano, 2014).
En marzo de 1980, al aprobarse el balance cerrado el
30 de noviembre anterior, la memoria anual de la Cooperativa Agrícola de Saladillo hablaba de un rubro agropecuario “sumergido en el desamparo y la indiferencia del sector
oficial”. El informe continuaba:
Nos encontramos con un panorama desolador: gente que abandona sus chacras ante la imposibilidad de seguir trabajando,
CAMPO JURÁSICO
435
grandes extensiones de tierra improductivas puestas al servicio
de la especulación y de los grandes capitales, falta de apoyo oficial para aumentar la producción, y lo que es peor aún, falta
de perspectivas favorables que alienten esperanzas en los productores.
Dos datos contundentes completaban este oscuro
panorama: el cierre del ejercicio con una pérdida superior
a los $800,000, debida sobre todo a los costos financieros; y
la baja de 256 socios por falta de operaciones.526
“Y más allá, la inundación”
A estas cuestiones de raíz económica y financiera, se les
sumaron las inclemencias climatológicas. Las inundaciones de 1980 comenzaron a gestarse con una situación
meteorológica bastante particular, que produjo una intensa ola de calor entre fines de marzo y abril, con temperaturas tan elevadas que obligaron a suspender las clases.
A partir del 20 de abril, se iniciaron las lluvias, prolongadas con intensidad hasta el 29 de ese mes debido a una
situación de boqueo atmosférico, en el que se mantuvieron las condiciones de humedad intensa y reciclado de las
precipitaciones.
Pero uno de los efectos más destructivos fue la caída
de más de 650 milímetros en poco tiempo en las zonas
altas (Tandil, Olavarría, Azul), que primero provocó un aluvión en esas ciudades y luego se desplazó hacia las áreas
más bajas. En los primeros días de mayo, el agua desbordó los cauces del arroyo de Las Flores y el Canal 16, y
provocó el corte de las rutas 51 y 63. Durante unos días,
526
“Realizó su Asamblea anual la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo Ltda.”,
El Argentino, 03/04/1980.
436
CAMPO JURÁSICO
Saladillo quedó aislada de General Alvear y Las Flores,
aunque las vías del Ferrocarril Roca se mantuvieron operativas y sirvieron para desviar el tránsito de los ramales
desde Las Flores hasta Azul, afectados por las avenidas
hídricas. Como decía una editorial de El Argentino, se trataba de “un siniestro meteorológico que por sus características” no tenía “antecedentes en la historia”. Al concluir ese
otoño, al menos cuatro millones de hectáreas bonaerenses
estaban anegadas.527
A finales de mayo, la Comisión de Emergencia Agropecuaria del partido determinó el nivel de afectación por
las inundaciones en cada uno de los nueve cuarteles
de Saladillo: mientras que el Cuartel i (zona de quintas
y periurbana) no estaba comprometido en absoluto, los
Cuarteles iii y vi registraban anegamientos muy menores;
los Cuarteles iv y vii alcanzaban el 40 % afectado, pero,
en los Cuarteles ii, v, viii y ix, el área inundada era del
90 % o más.528 Meses más tarde, cuando la situación ya
había mejorado, la agencia local del inta calculaba que
la superficie de trigo sembrada en Saladillo apenas había
alcanzado a 500 hectáreas, contra las 12,000 o 15,000 que
eran el número habitual. Asimismo, debido a la falta de
forrajes, se estimaba una drástica reducción en la producción de carne, superior a la mitad, medida en kilos por
hectárea anuales.529
Todavía a principios de 1981, la representación local
de la Federación Agraria reclamaba por la extensión de la
emergencia y el alivio tributario para Saladillo, dado que,
aun allí donde las aguas no habían cubierto el 90 % de los
terrenos, la altura de la vertiente era tal “que imposibilitó la
527
528
529
“Ante las gravísimas inundaciones”, El Argentino, 08/05/1980.
“Zonas afectadas por las inundaciones en Saladillo”, El Argentino, 05/06/1980.
“Datos referentes a perjuicios causados por inundaciones”, El Argentino, 16/10/
1980.
CAMPO JURÁSICO
437
siembra de cosecha fina, salvo pequeñas parcelas de niveles muy altos”. Además, entre noviembre de 1980 y enero
de 1981, volvieron a caer lluvias copiosas que provocaron
grandes pérdidas en el maíz y girasol apenas sembrado,
debidas a la imposibilidad de absorción de los suelos.530
En el capítulo 2, revisé la cuestión de los ciclos sequía/
inundaciones en la cuenca del Salado, caracterizada por
la ausencia de inversiones y respuestas para atender un
problema de larga data. Si, por un lado, la fitotecnia contribuyó mucho para el desarrollo del cultivo del girasol
en suelos pobres como los del Salado, por otro, alentó la
sobreexplotación en las décadas de 1960 y 1970, lo que
motivó una gran degradación de esas áreas pampeanas.
Esta causa, aunque tal vez no fue la más importante, contribuyó también a hacer más impactantes los efectos de los
excesos hídricos de los años ochenta de la centuria pasada
(Coscia, 1983: 86-87 y 128-130).
El aumento de los niveles de precipitación, la falta de
obras y la saturación de los suelos dieron como resultado inundaciones más frecuentes y de un poder devastador cada vez mayor, en consonancia con las observaciones
hechas por Carlos Posadas muchas décadas antes. Cuando
algunas zonas apenas se habían recuperado de los efectos
del meteoro de 1980, los campos volvieron a llenarse de
agua en 1985. Así, el censo agropecuario de 1988 determinó que en Saladillo había 65,952 hectáreas aptas pero no
utilizadas, y 20,788 se consideraron no aptas o de desperdicio, lo que significaba la existencia de 86,740 hectáreas
fuera del sistema productivo, casi un tercio de la superficie
total del partido.
Ese relevamiento también marcó una baja notable de
la cantidad de explotaciones agropecuarias en el partido,
530
“La filial local de la Federación Agraria Argentina reclama beneficios para zonas
afectadas”, El Argentino, 12/02/1981.
438
CAMPO JURÁSICO
según expuse en el capítulo 4 (ver cuadro 4.1), y reforzó
el fenómeno de despoblamiento rural observado desde las
décadas anteriores. Un gran estudio colectivo sobre el agro
pampeano no deja dudas al respecto, al afirmar que, en
los años posteriores a 1960, tanto el productor chico como
el mediano continuaron radicándose en los pueblos cercanos a sus predios, situación que contribuyó a ampliar la
planta urbana y la capacidad de esos centros para posibilitar un mejor y diferente desarrollo de las aspiraciones
de la familia rural. Uno de los resultados de este proceso
fue el vaciamiento poblacional de las áreas rurales (Barsky
& otros, 1988: 581).
A principios de la década de 1980, Adolfo Coscia enfatizaba el avanzado estado de despoblamiento del campo:
Las taperas o las pequeñas isletas de árboles dispersas en los
campos agrícolas, resto de lo que fueron viviendas de productores hasta hace una década o poco más, constituyen hoy un
elocuente testimonio de una agricultura que en pocos años ha
sufrido cambios muy profundos en todos los órdenes (Coscia,
1983: 79).
Sin dudas, muchas de esas casas vacías pertenecían
a emprendedores mudados al pueblo en busca de educación para su descendencia, confort y mejores condiciones
de vida.
A lo largo de este trabajo, en varias oportunidades
enfaticé en que este fue uno de los puntos irresueltos de
la modernización productiva de las actividades agropecuarias. En la medida en que el campo no podía ofrecer los
bienes necesarios para acompañar el disfrute de productores más eficientes, se empeñaba en generar la radicación
urbana de los chacareros, y con ello contribuía a destruir
no solo el modo de vida, sino también a las propias comunidades rurales.
CAMPO JURÁSICO
439
La falta de electricidad, gas, escuelas de calidad, etc.
convencía a cualquier emprendedor más o menos próspero de que la única manera de hacer valer la condición
económica era vivir en el pueblo y disfrutar de idénticas
(o superiores) comodidades a aquellas a las que podía
acceder un simple asalariado urbano. Coincido con Javier
Balsa en que las transformaciones productivas acabaron
por cambiar la autopercepción de los actores (de chacarero a capitalista), porque, aunque en términos de posesión
de bienes pudiera ser rico, mientras viviera en su finca,
en materia de bienestar seguía siendo un marginal (Balsa,
2007: 161-235).
El despoblamiento afectó especialmente la pequeña
ganadería. A diferencia de la cría de vacunos, la avicultura
requería una dedicación temporal constante. La alimentación de gallinas, pollos y cerdos, la recolección de los huevos, el mantenimiento de gallineros y chiqueros, la revisión
de la sanidad de los animales, y otras tareas específicas de
la actividad implicaban una movilización familiar continua, al menos si se buscaba producir para el mercado. Pero
la caída de la rentabilidad le quitó el papel de alternativa, y
con ello hizo que las chacras pequeñas o poco aptas para la
agricultura y la cría vacuna no pudieran siquiera asegurar
la supervivencia familiar.
Estos chacareros no pensaron en trasladarse a la ciudad para participar de las comodidades que ofrecía, sino
simplemente como única opción para pasar su vejez, si
estaban cerca del retiro, o para reinsertarse en cualquier
actividad posible. En estos casos, el fruto de la venta de
la explotación solo alcanzó para una vivienda modesta, tal
vez apenas un poco superior al rancho que dejaban atrás.
La suma de las circunstancias desarrolladas más arriba liquidó el mundo chacarero de Saladillo, tal como se lo
había conocido hasta ese momento. Muchos productores
440
CAMPO JURÁSICO
vendieron sus campos para pagar sus deudas y se retiraron
al pueblo. Los más viejos tratarían de vivir con algún ahorro derivado de la enajenación de su predio y una exigua
jubilación. Buena parte de los todavía económicamente
activos probaron suerte con la apertura de un comercio.
Aquellos menos favorecidos buscaron en un empleo su
forma de sustento. Quienes no se vieron obligados a desprenderse de su tierra trataron de reconvertirse con los
elementos a su alcance: la especialización, el contratismo
rural o el arrendamiento de su establecimiento a otros productores mayores.
Incluso quienes salieron favorecidos con la cruda
transición, sin dejar de producir en sus chacras, se establecieron en la ciudad con el afán de dar mayores posibilidades de instrucción y desarrollo humano a sus hijos, o simplemente para acceder a una mejor calidad de vida. Pero,
ya les fuera peor o mejor, los campos se fueron quedando
sin gente, como si alguien hubiese lanzado una gigantesca
bomba neutrónica.
Del mismo modo, también mi padre consideró un día
que ya carecía de sentido hacer unos recorridos en los que
cada día encontraba más tranqueras cerradas con candado. Aunque mantuvo su negocio por otro cuarto de siglo,
y siguió en contacto con muchos de sus antiguos clientes,
no volvió a trajinar esos caminos. Cuando, mucho tiempo
después, rehízo sus viejos derroteros, fue para acompañarme en esta investigación. Para entonces, una buena parte
de su vida era simplemente una postal irreconocible.
Conclusiones
Un mundo pequeño, lejano y perdido
El 28 de marzo de 1981, al aprobar el balance del ejercicio
finalizado el 30 de noviembre del año anterior, las autoridades de la Cooperativa Agrícola Limitada de Saladillo
describían una situación crítica para el sector agropecuario local:
Nadie puede negar hoy que la rentabilidad de una explotación
mediana es escasa o nula (ni hablemos de explotaciones pequeñas), porque el valor de los productos agropecuarios sigue decreciendo tomado a nivel del costo de los consumos, que el crédito
sigue siendo prohibitivo porque las tasas de interés superan la
capacidad de devolución que tienen los productores y que la
presión tributaria se acentúa, afectando a todas las ramas de la
producción.531
Por oscuro que parezca, este crudo diagnóstico solamente exponía una parte del problema: la del mundo chacarero visto desde el costado de la actividad económica. La
otra cara de esa situación era el final de un sistema de relaciones humanas que había caracterizado largas décadas de
la vida rural de Saladillo. Ese conglomerado social al que
me referí especialmente en el capítulo 6.
Es innegable que, más allá de la crisis iniciada en 1975,
el escenario productivo y social de la campaña saladillense
–en consonancia con el del resto de la región pampeana–
531
“Realizó su Asamblea anual la Cooperativa Agrícola Ganadera de Saladillo Ltda.”,
El Argentino, 09/04/1981.
441
442
CAMPO JURÁSICO
también evidenciaba a esa altura del siglo los efectos de
las transformaciones profundas descriptas al inicio de este
texto, pero lo asombroso resultaron ser el dramatismo y la
velocidad con que, a principios de la década de 1980, se
produjo ese “desvanecimiento”, para usar la eficaz expresión de Javier Balsa (2006).
En términos económicos, una de las consecuencias
más significativas de la llamada “segunda revolución agrícola”, caracterizada por las nuevas técnicas, la mecanización, la ingeniería biológica, la agroquímica y la política de
créditos baratos, fue la fijación de un nuevo “piso tecnológico” de viabilidad de las explotaciones, que colocó a la
superficie de una finca competitiva por encima de las 200
hectáreas. Como bien sostiene Alfredo Pucciarelli, ningún
grupo sufrió tanto la fijación de ese umbral como el de los
minifundios de entre 5 y 25 hectáreas, que perdió el 46 %
de las unidades entre 1960 y 1988, y el segmento de entre
26 y 100 hectáreas, donde dejaron de existir el 33 % de las
explotaciones (Pucciarelli, 1993: 77).
Para exponer ejemplos concretos de la realidad rural
de Saladillo, puedo citar dos casos puntuales, separados
apenas por unos años. En julio de 1976, una nota de Lorenzo Espíndola sobre problemas en su zona (Santa Elina) era
una pequeña foto de un modelo productivo agrario que,
aunque con dificultades, aún funcionaba: “[…] hay nueve
chacareros que ocupan alrededor de 996 Has, […] donde
podemos ver que se producen de 320 a 400 terneros, de
600 a 850 cerdos, y además cosecha gruesa y fina”.532 Solo
un lustro después, Osmar Pallero comparaba la situación
del mundo rural en sus años mozos (las décadas de 1930 y
1940), con inicios del decenio de 1980:
532
“Obligaciones y Derechos”, El Argentino, 08/07/1976.
CAMPO JURÁSICO
443
Hoy no se ven en el campo más que taperas. Un ejemplo:
en el campo donde vivimos de chicos –trescientas Has– en un
momento dado éramos 97 habitantes; hoy lo explota una sola
persona que ni siquiera vive en él (Pallero, 1981: 25).
En el capítulo 1, reseñé que los cambios productivos
se sintieron mucho más en la agricultura que en la ganadería y repercutieron en una zona como la de Saladillo,
que, según la clasificación regional formalizada por Slutzky
en 1968, quedaba dentro de la tipología “área de producción ganadera, zona de cría, con menos del 30 % de la
superficie bajo explotación correspondiente a forrajeras”
(Slutzky, 1968: 133). Fuera de lo rígido de esta categorización general, que, al delimitar grandes zonas por actividad
prevalente, pasaba necesariamente por alto una riqueza
y diversidad productiva como la presentada en el capítulo 4, no puede soslayarse el peso pecuario en la riqueza
del distrito.
En este sentido, vale la pena detenerse en las complicaciones propias de este sector en la década de 1970. Lucio
Reca señala tres hechos significativos sobre la ganadería
vacuna en ese decenio: la rotura del modelo de crecimiento excluyente, es decir, que la expansión de la agricultura
fue concurrente y no inversa a la de la ganadería, como
había pasado desde los años cuarenta; la evolución del
precio de la hacienda, que subió más de un tercio entre
1970 y 1974, para luego precipitarse sin recuperación hasta el inicio de los años ochenta, algo que determinó un
período extenso de baja rentabilidad, aunque sin impactar en las existencias, una cosa que resultó novedosa; y
el inicio del desplazamiento de los bovinos hacia nuevas
áreas productivas, antes consideradas marginales (Reca,
1982: 14-17).
Los bajos precios se combinaron con el fin de los
créditos baratos que permitían capear las dificultades de
444
CAMPO JURÁSICO
corto y mediano plazo. Si entre 1975 y 1977 los chacareros
no se desprendieron de sus rodeos a pesar de las malas
cotizaciones de la hacienda, fue porque la inflación desbocada favorecía la política de mantener los animales antes
que convertirlos en pesos. Desde la reforma financiera, eso
cambió, ya que algunos tuvieron que liquidar sus existencias para pagar préstamos cada vez más caros, mientras
que otros lo hicieron para volcar el efectivo a la especulación financiera.
Pero, según señalé con detalle al analizar la matriz
productiva rural saladillense, una de las características
salientes del partido fue la importancia de la pequeña
ganadería, en este caso la de los porcinos y la avicultura. Si
bien la economía local del cerdo tuvo relevancia nacional
y provincial en las décadas de 1920 y 1930, se hallaba en
clara decadencia desde los decenios siguientes (al igual
que en todo el país) y nunca pudo recuperar su nivel, a
pesar de seguir representando un inciso no menor en las
explotaciones, y el detalle de la actividad en las fincas de
Santa Elina enunciado más arriba da cuenta de ello.
No obstante, fue la producción aviar y de huevos la
que colocó a Saladillo en el tope de las mediciones sectoriales en los censos de 1947 y 1960, y seguramente un
correcto procesamiento de los datos de 1969 hubiera ratificado esos números. Así, en su momento no resultó extraño
que, al presentar un memorando al intendente municipal
en ocasión de los graves daños provocados por las inundaciones del verano de 1971, la filial Saladillo de la Federación Agraria no solamente hiciera hincapié en “la gran
cantidad de productores que crían aves”, sino que calificara
ese sector local como “un factor de equilibrio financiero de
nuestras explotaciones mixtas”.533
533
“Nota de la Filial Saladillo de la Federación Agraria Argentina”, El Argentino, 01/
07/1971.
CAMPO JURÁSICO
445
A pesar de esta importancia, los productores y las
autoridades locales nunca pudieron dar el salto para colocar a Saladillo como una referencia simbólica nacional
en esta área, ni consiguieron sacar provecho de ello. Con
muchos menos pergaminos en los rubros de explotaciones
y existencias aviares, Rauch implementó en 1975 la Fiesta
del Ave de Raza, que se repitió en septiembre de 1978. En
esos años, esta ciudad se había convertido en la “capital
nacional del ave de raza”, a punto tal que se registraban
unos cincuenta criaderos de especies de pedigrí, dedicadas
al doble propósito (carne y huevos).534
En este sentido, Saladillo perdió la oportunidad de
sumarse a la tendencia de diversas ciudades de identificarse con un producto (ya fuera un bien tangible o cultural), declararse su “capital” y organizar una fiesta nacional o regional para celebrarse a sí misma. Para citar solo
unos pocos ejemplos de municipios bonaerenses, puedo
señalar que, desde 1966, Lobos realizaba en noviembre de
cada año la Fiesta de la Tradición, que durante dos días
convocaba a jinetes, domadores y artistas reconocidos del
folklore nacional.535
Poco más tarde, el éxito de esa primera Fiesta del
Ternero de Ayacucho, en 1969, hizo que el acontecimiento se difundiera por toda la provincia. Por ejemplo, para
la segunda edición, a inicios de mayo de 1970, El Argentino publicó el detalle de las actividades en primera plana,
como si se tratase de una noticia local de relevancia, y con
la certeza de que una buena cantidad de saladillenses se
desplazarían para participar en ella.536 Si Ayacucho tenía
su celebración del ternero, la localidad de Rivadavia consi-
534
535
536
“La gran fiesta de los avicultores”, El Argentino, 31/08/1978.
“Fiesta”, El Argentino, 12/10/1972.
“Segunda Fiesta Nacional del Ternero y Día de la Yerra”, El Argentino, 30/04/
1970.
446
CAMPO JURÁSICO
guió también en 1969 dar regularidad a la Fiesta Nacional
del Novillo, que se realizaba en octubre de cada año.537
Tampoco faltaron las festividades relacionadas con la
agricultura tradicional, al sumarse Chacabuco en 1970 con su
Fiesta Nacional del Maíz, desarrollada de forma anual a principios de agosto.538 En este ramo productivo, en Saladillo se
intentó implementar en 1971 la Fiesta del Girasol, cuya primera y única edición se llevó a cabo en el salón del Centro de
Comercio. Nada indica que haya sido particularmente exitosa
y,dehecho,lacelebraciónnoserepitió. 539
Además, el estancamiento del producto bruto interno del
sector ganadero vacuno entre 1970 y 1985 se contrastó con el
marcado incremento del pbi de los denominados “productos
degranja”.Sinembargo,elagentedinámicodeesteúltimoindicadoryanoeranlaschacras,sinolasestacionesintegradasvinculadasalasgrandesfirmasqueconcentrabanelnegocio,únicasfavorecidasconesecrecimiento(Obschatko,1988:95).
Detodosmodos,yafueraqueseprodujeranvacas,cerdos
o gallinas, lo que quedó claro desde la reforma financiera
de Martínez de Hoz fue que las tasas de interés conspiraban
contra cualquier emprendimiento productivo, aunque siguieran siendo negativas, como ocurrió en 1978, cuando el Banco
Provincia promocionaba créditos para la campaña maicera a
números astronómicos (las de plazos más extensos superaban
el 100 %). A pesar de esos guarismos, todavía estaban bastante por debajo de la inflación, que ese año llegó al 171 %. Por
supuesto, cabe pensar si a ese nivel de intereses tenía sentido
apostar por los riesgos de una cosecha, o si era mejor negocio
constituirunplazofijo.540
537
538
539
540
“Fiesta”, El Argentino, 03/05/1973.
“Fiesta”,ElArgentino,29/07/1976.
“FiestadelGirasol”,ElArgentino,08/04/1971.
“Los créditos implementados por el Banco Provincia para la campaña maicera”, El
Argentino,31/08/1978.
CAMPO JURÁSICO
447
La fiebre de las colocaciones de dinero a término se
aceleró con la política oficial, a punto tal que, en el invierno
de 1979, por primera vez El Argentino incluyó un cuadro
comparativo de las tasas de interés ofrecidas por las cinco
entidades financieras que operaban en la plaza local, con
el detalle desagregado de los porcentajes que comprendían desde los siete hasta los 365 días, una tabla que se
mantuvo hasta la crisis bancaria de 1981.541
Junto con ello, desde 1979 en el semanario se incrementaron las propagandas de las instituciones crediticias
dedicadas a captar ahorristas, y, en mayo de 1980, de
manera inédita, una de ellas pagó un aviso de página entera. A pesar de su tamaño, el texto era sencillo y esclarecedor de un tiempo recordado por la posteridad como el de la
“Plata Dulce”: “Compañía Financiera Saladillo le propone
realizar la mejor inversión con garantía total de la Nación
Argentina en depósitos de hasta $100.000.000”.542 Mientras
que en la década de 1960, la competencia por los anuncios
más vistosos era entre los vendedores de tractores, camionetas e insumos agrícolas, en 1980 la puja era por atraer
rentistas. Pocos elementos, como detenerse a revisar las
publicaciones comerciales de una y otra época, ilustran el
hundimiento productivo del país.
Los efectos de esta catástrofe fueron de tal magnitud
que, en 1983, las plataformas del radicalismo y el justicialismo para el sector agropecuario, lejos de prometer como
antaño la reforma agraria o transformaciones estructurales, enfatizaban sus propuestas en la necesidad de que los
bancos oficiales refinanciaran las deudas impagas (e impagables) de los productores rurales (Nun & Lattuada, 1991).
A los desastres de la conducción económica de la
dictadura, se les sumó la furia de la naturaleza. Según un
541
542
El Argentino, 09/08/1979.
El Argentino, 15/05/1980.
448
CAMPO JURÁSICO
estudio realizado en 1987 por Oscar Domínguez y Stella
Carballo, basado en el uso de satélite, en 1972 se ingresó
en un ciclo climático húmedo de aumento de las precipitaciones que, al concentrar “en pocos días importantes volúmenes de lluvia, superó la capacidad de infiltración del
suelo y la capacidad de desagüe de aguas superficiales por
cursos naturales o canales”, un fenómeno que se extendió
hasta 1986 (Pereyra, 2005: 91). También la especie humana
hizo su parte, ya que, en esa misma época, el desarrollo
intensivo de la agricultura pampeana contribuyó a elevar
los niveles de precipitaciones. El punto culminante de ese
incremento pluvial fue la inundación de 1980, tal vez la
más importante del siglo.
Según sostuve al inicio de esta sección, el colapso
productivo fue apenas una parte del final del mundo chacarero saladillense repasado en este texto. El costado tal
vez más notable de esa descomposición fue la considerable caída de la población rural del partido y el consecuente desmantelamiento de las redes comunitarias y sociales
que lo caracterizaban.
Desde ya, aunque las dificultades económicas agudizaron el despoblamiento de la campaña, este fenómeno
tenía raíces más profundas y se había iniciado muchos
años antes. En primer lugar, fue un proceso mundial que
la historiografía vinculó a la mecanización, el uso intensivo
de fertilizantes y agroquímicos y la llamada “revolución
verde” (aplicación de la ingeniería genética, principalmente). La dimensión en la disminución de la población rural
global permitió designarlo como “la muerte del campesinado”, y es habitual fecharlo a partir de 1950, en concurrencia con la fase expansiva del capitalismo industrial
finalizada con las crisis petroleras de 1973 y 1979.543
543
Hobsbawm, Eric (1999): Historia del Siglo
Mondadori, pp. 292-297.
XX,
Buenos Aires, Crítica/Grijalbo
CAMPO JURÁSICO
449
Sin embargo, para un representante del mundo agrario local, en Saladillo este movimiento se había iniciado
un tiempo antes, aunque, en el censo de 1947, no se había
podido registrar todavía su intensidad. Así, Aquilino Álvarez, presidente de la Cooperativa Agrícola, expresó en 1970
que el problema del despoblamiento rural era de larga
data, e hizo el siguiente resumen de la situación:
Saladillo, en los años 1942, 1943 y siguientes, fue escenario de
un éxodo continuo, principalmente de gente de campo. Ayudó a
ello las dificultades con que se enfrentaban los que trabajaban la
tierra, por falta de precios remunerativos, poca ayuda económica
(en años en que las condiciones climáticas fueron desfavorables), la mala legislación sobre la tenencia de la tierra, que no
daba ninguna seguridad al productor en su explotación, ya que
no se querían romper las viejas y caducas estructuras, mientras
se aceptaba todo cambio en la evolución que el progreso y la
modernización traían aparejados; fue la causa que hizo buscar
nuevos horizontes a los chacareros. La mecanización del campo
trae también menor empleo de mano de obra, que al no ser ocupada y no haber industria local, tiene por fuerza que emigrar.544
Por supuesto, fueron las cifras del censo de 1960, que
reflejaron una reducción alarmante de la campaña saladillense (los habitantes cayeron de 17,000 a poco más de
10,000), lo que inició un largo período de discusiones e
interpretaciones acerca de porqué los campos del distrito
se estaban vaciando de gente. Para Miguel Ángel Volonté
–fiel a su ideario antiperonista–, el éxodo radicaba en el
descontento sectorial, originado en “las consecuencias de
ensayos demagógicos de los gobiernos argentinos” de esos
“últimos 20 años”. Al menos, lo presentó en estos términos
en el invierno de 1962, cuando, en una de sus editoriales,
manifestó lo siguiente: “En el agro no hay seguridad; no
hay estímulo para el esfuerzo, y el bienestar va siendo cada
544
“Despoblación e industrias (X)”, El Argentino, 18/02/1971.
450
CAMPO JURÁSICO
día menor. No existe comunismo en el campo argentino,
pero sí descontento”. En su opinión, ese desaliento explicaba el éxodo, y, si bien la vieja generación seguía soportando
la situación en sus chacras, “el hijo, en cambio”, atravesaba “las fronteras que separan el campo de las ciudades” y
llegaba a estas “para radicar su malestar y sumarse a las
falanges que aspiran a cualquier cambio con tal de que
[mejorase] su suerte”.545
También lo veía en estos términos Luis Borracer,
quien, en su trabajo de historia local, se mortificaba por
la sostenida caída poblacional del partido, y ponía como
ejemplo justamente los datos del censo de 1960. Tras cartón, ensayaba el planteo de una cuestión estructural, que
desbordaba lo estrictamente demográfico y contra la cual
no habría remedio:
Existe otro fenómeno internacional que se repite en Saladillo,
con persistente intensidad, la emigración rural: El campo viene
al pueblo, y el pueblo va a las capitales. Hay en las zonas rurales
infinidad de chacras abandonadas, mermando por ese motivo
la producción tradicional de la familia chacarera. Huevos, aves,
verduras y frutas, dejan de producirse en la quinta tradicional
para venir de los grandes mercados de concentración hacia las
ciudades del interior (Borracer, 1984: 54).
Más allá de los lamentos de Volonté y Borracer sobre
el despoblamiento rural, en 1960 el proceso recién estaba
comenzando, y, de acuerdo con las cifras de ese censo, en
Saladillo existía el mismo porcentaje de viviendas desocupadas en el campo y en el pueblo, un 10 % del total.
Aquellas reflexiones de los años sesenta fueron eclipsadas por la amplia cobertura dada en el periódico a este
problema a partir de octubre de 1970, tras conocerse los
resultados provisionales de la encuesta poblacional de ese
545
“Comunismo en el Campo”, El Argentino, 09/08/1962.
CAMPO JURÁSICO
451
año. La primera muestra resultó una nota donde se planteaba que era necesario ayudar al hombre de campo, pero
no con medidas económicas o crediticias, sino con apoyo
de la “logística”. El artículo explicaba:
De nada le servirá disponer de dinero, si no dispone de buenos
caminos para transportar su cosecha. Tampoco le servirá ese
capital si no tiene un mínimo de comodidades urbanas para su
diario vivir. Porque es comprensible que aspire a comodidades.
Para el semanario, el problema de la despoblación
abrevaba en cuatro cuestiones: las necesidades de estudios
por parte de los hijos del chacarero, originadas por el nuevo piso de conocimientos mínimos que se estableció entre
una generación y la siguiente; los déficits de infraestructura
(caminos aceptables y luz eléctrica); migración de los hijos
por falta de expectativas; y disminución del tamaño de las
familias, que impedía la continuidad de algún descendiente en la explotación.546
Luego de esa intervención, El Argentino mantuvo su
mirada sobre las dos cuestiones centrales que dejaron las
cifras censales todavía frescas: el nulo crecimiento poblacional del total del municipio y la incesante baja de habitantes en la campaña.547 Estas dos variables fueron la base
de una serie de diez entrevistas a autoridades y referentes institucionales del distrito, desarrolladas por Fernando
Volonté entre mediados de noviembre de 1970 y febrero del
año siguiente. Los coloquios se presentaron bajo el título
“Despoblación e industrias” y se publicaron en la primera
plana de cada edición.
En general, hubo una tendencia a asimilar los dos
fenómenos en uno solo, a pesar de que eran cosas distintas
546
547
“Porqué el campo va despoblándose”, El Argentino, 15/10/1970.
“Después del censo”, El Argentino, 05/11/1970.
452
CAMPO JURÁSICO
y tenían orígenes disímiles, más allá de sus obvias interrelaciones. El intendente Fernando López, por ejemplo,
pensaba que, si se aceleraba la tecnificación del campo,
se frenaría su drenaje poblacional, cuando, en realidad, y
como ya se sabía a esa altura, la mecanización era una de
las causas principales de la caída demográfica rural.548
Para otros entrevistados, mientras los habitantes de
Saladillo emigraban por la falta de industrias (carencia
mayormente atribuida al mal abastecimiento de energía
eléctrica), la población del campo decrecía por las dificultades propias del sector agropecuario, como los bajos
precios, los desalojos provocados por la Ley de Arrendamientos de Onganía, la presión fiscal, y el levantamiento
de los servicios del Ferrocarril Provincial.
Ninguna de estas causas puede desecharse por completo, pero claramente no alcanzan para dar una explicación consistente. En los capítulos 4 y 5, puede apreciarse
que el decenio de 1960 no fue particularmente negativo
para el campo, ni en lo relacionado con la agricultura, ni
con la ganadería, ya fuera esta la del bovino o la aviar. Desde ya, las cosechas se vieron afectadas en varios años de
ese período por inundaciones y, en menor medida, debido
a alguna sequía, al tiempo que la ganadería porcina no
consiguió quebrar la tendencia de bajos precios que arrastraba desde varios años antes.
El cambio de legislación sobre los alquileres de
campos sancionado bajo la dictadura gobernante entre
1966-1973 produjo asimismo en Saladillo algunos lanzamientos importantes, en especial en los campos de la familia Navarro Viola y en la estancia San Blas, junto con otros
de menor cuantía, pero no solamente estaban lejos de
lo vivido en el período conservador, sino que algunos de
548
“Despoblación e industrias (I)”, El Argentino, 19/11/1970.
CAMPO JURÁSICO
453
los propios opinantes sostenedores de esta argumentación
como causa del éxodo rural aclaraban que varios de los
desalojados eran a su vez propietarios de parcelas. Mucho
menos podía calificarse como asfixiante a la demanda tributaria de aquellos años, aunque son ciertos los intentos
para gravar la producción agropecuaria y controlar la evasión, que significaron una mayor supervisión de la agencia
impositiva sobre las actividades rurales.
En cuanto al levantamiento de los servicios ferroviarios, sobre todo el del Ferrocarril Provincial, es también
innegable su peso en las localidades que perdieron sus
estaciones y cuya vinculación con los mercados se complicó, pero, más allá de ciertas áreas específicas, en el capítulo
2 presenté el importante desarrollo vial producido en los
años sesenta. Esto no solamente alivió la interrupción de
unos servicios ferroviarios que, por otra parte, desde varias
décadas se venían degradando en sus prestaciones, sino
que facilitó las comunicaciones de Saladillo con otros centros urbanos y mejoró la red y el estado de los caminos
de la campaña.
Por otra parte, la explicación no responde por qué
perdieron población rural distritos bonaerenses donde los
servicios ferroviarios siguieron vigentes, o por qué migraron los habitantes de parajes que nunca habían tenido
estaciones de tren, como San Blas, La Campana, La Mascota o La Razón. Asimismo, muchas de las personas se marcharon porque trabajaban en las instalaciones ferroviarias
que cerraron, pero eran asalariados radicados en zonas
rurales y no podían calificarse como chacareros, campesinos o gente dedicada a la producción agropecuaria.
No obstante lo expuesto, en mi opinión el desmantelamiento de los ferrocarriles sí destruyó gran parte de la
trama comunitaria que las estaciones habían ayudado a
construir, como los almacenes y centros de reunión, y, allí
454
CAMPO JURÁSICO
donde no había un club o una comunidad escolar fuerte
para mantener las redes de relaciones aceitadas, se produjo un desgranamiento social.
Mas no todos los contemporáneos restringían sus
miradas a estos determinantes. Dentro de las opiniones
recabadas, se destacó por su lucidez la de Donato Doti,
comerciante, poeta y militante peronista. Por un lado, distinguió con claridad que se trataba de dos problemas distintos. Para él, mientras el éxodo poblacional general se
producía por la falta de industrias y las tentadoras posibilidades ofrecidas por la cercanía al Área Metropolitana
de Buenos Aires, la acelerada emigración rural se asentaba
en “la desaparición de las viejas patriarcales familias con
numerosos descendientes, hecho que no se repite en la
actual familia agraria”.549 Del mismo modo, Aquilino Álvarez –quien ya mostré que vinculaba caída demográfica con
mecanización– agregó que: “Si no se dota de comodidad
al campo, trabajar por trabajar, ya sean chacareros o peones, se ubicarán en las ciudades, donde siempre hay más
comodidad para vivir, pasear y divertirse”.550
En contraposición con estos ricos debates, no quedaron registros periodísticos sobre la problemática tras el
censo siguiente, realizado en 1980, a pesar de mostrar este
relevamiento la persistencia del estancamiento poblacional saladillense, y una nueva baja en los habitantes del
sector rural, donde incluso se registró una tasa de hogares
deshabitados del 15 %.
En una revisión general sobre la región pampeana, a
inicios de la década de 1980, Adolfo Coscia calculaba que,
en algunos lugares de esa zona, al menos el 50 % de los productores se había radicado en las áreas urbanas cercanas
a su explotación, elemento que diferenció esta movilidad
549
550
“Despoblación e industrias (vi)”, El Argentino, 24/12/1970.
“Despoblación e industrias (X), El Argentino, 18/02/1971.
CAMPO JURÁSICO
455
espacial de la registrada en los decenios de 1930 y 1940,
cuando la pobreza y los desalojos de chacareros expulsaron a la gente hacia las grandes ciudades industriales. En
su opinión, ese proceso finisecular sería paradojalmente
irreversible, al coincidir con las notables mejoras de la vida
en el campo gracias a la mecanización, la difusión del automóvil (y yo agregaría de las motocicletas), la evolución de
la red carretera, y la electrificación. Incluso se reforzaría
aún más unas décadas después, cuando el impacto de la
soja revitalizó la renta agrícola hasta en comarcas antiguamente marginales (Coscia, 1983: 222-223).
En este sentido, ya fuera por los efectos del éxito o
el fracaso económico de las explotaciones, el destino del
mundo chacarero estaba sellado desde que se sintieron los
efectos de los grandes cambios productivos. Quienes eran
alcanzados por la fortuna de la rentabilidad buscaban en
los centros urbanos cercanos ese bienestar y disfrute que
el campo no les ofrecía. Lo que para la generación anterior
había sido un destino anhelado una vez llegada la hora del
retiro y de confiar la finca a la descendencia se convirtió
en una necesidad.
En el caso de algunos clientes de mi padre, ese proceso se había iniciado ya en el decenio de 1970. En particular
con dos chacareros de La Mascota, que adquirieron casas
urbanas para asentarse. Uno de ellos, propietario de una
fracción no demasiado extensa, pero que se había convertido tempranamente en contratista, convirtió la vivienda
en la base operativa para que su descendencia pudiera
continuar los estudios secundarios en la ciudad. Incluso la
mayor de sus hijas consiguió un título universitario, lo que
seguramente satisfizo las ansias de superación del padre
y la madre.
El otro –titular de un predio mediano con diversidad
productiva y capacidad para timonear tiempos difíciles–
456
CAMPO JURÁSICO
compró un lote bastante céntrico y construyó un hogar
pensado originalmente para sus progenitores, pero que
sirvió también para su propio grupo familiar. Ambos se
ajustaban al modelo de reconversión competitiva y, de
hecho, en los años siguientes, pudieron comprar más tierras, según las comprobaciones que efectué en distintas
ediciones de mapas rurales de la década de 1990 y del
presente siglo. Por casualidad (o no), ambas residencias
estaban en la proximidad del negocio de mi padre.
Para aquellos afectados por los magros beneficios
entregados por una chacra que no garantizaba siquiera la
subsistencia, el pueblo fue el lugar donde tratar de sobrellevar mejor una vida de escasez. Uno de los chacareros del
reparto de La Razón, por ejemplo, con la enajenación de su
pequeña finca, apenas obtuvo para una casita en una zona
entonces subvaluada del pueblo (junto a uno de los viejos
canales a cielo abierto que acompañaban algunas avenidas). La vivienda era apenas mejor que el rancho donde
vivían, pero al menos disponían de electricidad y agua de
red (no así de cloacas). Los ingresos del grupo se limitaban a la jubilación del padre y el escaso salario del hijo,
empleado municipal en tareas de limpieza.
Asimismo, para ellos y otros tantos forzados a la misma encrucijada, el tremendo costo de esta elección fue
la venta de una parcela adquirida por el enorme sacrificio propio o de sus ancestros, una situación que superaba la angustia de los duros años treinta, cuando muchos
arrendatarios fueron expulsados de sus chacras, aunque
habían sido más raros los casos de propietarios que debieran venderlas.
De hecho, en el capítulo 3, creo haber demostrado que,
inclusive en los tiempos de crisis, no se detuvo el proceso de
acceso a la propiedad por parte de pequeños productores, y
basta una mirada a los periódicos de esos años para obser-
CAMPO JURÁSICO
457
var cómo siguió la venta de fracciones medianas y chicas de
antiguos predios importantes. Por citar un solo ejemplo, en el
verano de 1939, La Semana publicó las transferencias de campos realizadas durante ese enero por solamente una de las firmas más destacadas de martilleros, la de Raúl M. Seoane. Allí
se daba cuenta de la venta de varias fracciones del campo Los
Guaypos a favor de tres familias de chacareros, que adquirieronparcelasde200,150y80hectáreas,respectivamente.551
No obstante, y aunque muchos productores se quedaron
en el campo, hasta ellos fueron cortando los lazos que los
habían unido a su comunidad, principalmente el envío de sus
hijos a las escuelas rurales más cercanas. En el caso analizado
de la Escuela 40, puede verse el cambio de matriz de reclutamiento, que cada vez dejó en las aulas menos estudiantes de
familias chacareras. Y esto no se debió solamente a la disminución del número de potenciales alumnos por la caída demográfica, sino también a la aparición, desde los años setenta, de
la convicción de sus padres de enviar a sus vástagos a los colegios primarios de la ciudad, a fin de darles una educación de
más calidad y facilitarles el tránsito hacia la escuela media o los
estudiossuperiores.
El marcado desfasaje entre el nivel formativo de los establecimientos urbanos y rurales no puede soslayarse. Era uno
de los puntos centrales del congreso sobre escuelas de campaña realizado en 1960, donde se afirmó que las “calidades de
las ofertas de la escuela rural las conoció el padre, y sabe que
son las mismas que les van a trasmitir a sus hijos”,552 algo que
resultabafrustranteagentequeteníaotrasesperanzasparasus
familias.
551
552
“Ventas de tierras realizadas durante el mes de Enero, en particular y en remates”, La
Semana,19/02/1939.
El Monitor de la Educación Común, año lxx, n.° 933-935, septiembre-noviembre de
1960,p.72.
458
CAMPO JURÁSICO
Incluso, y debido a la baja de la matrícula, la última
dictadura intentó adoptar una iniciativa que hubiera dado
un rápido y anticipado golpe de gracia a la situación. A
fines de 1977, corrieron versiones sobre un proyecto para
la concentración de los colegios de campo, una medida
por la cual se agruparían establecimientos y los estudiantes pasarían a estar más tiempo en las aulas, pero para
la mayoría significaba un desplazamiento físico mayor. El
rumor generó un artículo en el que Lorenzo Espíndola
advertía de sus nefastas consecuencias (favorecer la deserción, por ejemplo), a la vez que también reflexionaba sobre
las escuelas de campaña: “[…] nunca se reformaron para
que sean más atractivas, porque no es cuestión de que el
niño concurra para cumplir y nada más”.553
Si bien seguramente hubo escuelas donde el compromiso entre la comunidad y el cuerpo docente consiguió reducir la brecha cualitativa y gestionar el proceso de
aprendizaje con algún logro, se trató de excepciones. Tal
vez una de ellas fue la Escuela 12 de Emiliano Reynoso,
de la que Lambert describe un crecimiento inaugurado en
la década de 1950, cuando pudieron completar todos los
grados y obtuvieron la designación de maestros. Incluso
el autor señalaba con orgullo que, para la época en que
dejó su texto póstumo, “exalumnos de la escuela” cursaban
“estudios universitarios habiéndose ya graduado algunos
de ellos” (Lambert, 1979: 34).
Pero, más allá de esos casos extraordinarios, el panorama era desolador. Un trabajo diagnóstico sobre la situación escolar en el campo efectuado apenas recuperada la
democracia describía de manera sencilla y categórica la
ruptura del antiguo vínculo entre estos establecimientos
educativos y el mundo chacarero: “En virtud de que las
553
“Escuelas de Campo”, El Argentino, 15/12/1977.
CAMPO JURÁSICO
459
escuelas rurales, en la mayoría de los casos, no han realizado una efectiva acción, fueron perdiendo influencia sobre
las comunidades viendo disminuidas sus posibilidades de
agentes de cambio social y económico”. Por otra parte, las
cifras de concurrencia eran lapidarias. En 1982, el 67 %
de los servicios escolares bonaerenses se brindaban en la
campaña, pero apenas atendían al 8 % de la matrícula provincial. Además de inadecuada, la prestación era un despropósito presupuestario, ya que la cantidad de directivos
de los colegios rurales casi igualaba a los de los establecimientos urbanos (López de Branca & Piaggio de Pioli,
1984: 10 y 40).
Esa desconexión con sus comunidades quedó notablemente expuesta al revisar lo acontecido en la Escuela
40. Conforme mostré en el capítulo 7, desde mediados de
la década de 1970 el libro de actas del desaparecido Club
de Madres, una de las fuentes más ricas para apreciar el
empuje y el compromiso con la educación pública de esas
mujeres chacareras, devino en un cuaderno de comunicaciones de la directora de la escuela, regido por una lógica burocrática no exenta de autoritarismo y jerarquías. Al
cabo de poco tiempo, la voz del Estado sustituyó a la del
vecindario.
Asimismo, la ferocidad de la dictadura militar instalada en 1976 también impuso el silencio entre la gente.
La clausura de la política cerró los espacios institucionales
donde los chacareros (y toda la sociedad, por supuesto)
podían manifestarse, a pesar de que El Argentino mantuvo
sus columnas abiertas para receptar las críticas contra el
levantamiento de los servicios ferroviarios, el desmantelamiento de las dependencias locales de organismos públicos como Vialidad Provincial, las medidas gubernamentales para con el sector agropecuario, el alza de las tasas
municipales, y la falta de mantenimiento de los caminos
460
CAMPO JURÁSICO
rurales, aunque ello significó el hostigamiento y la persecución para Fernando Volonté y algunos de sus colaboradores más cercanos.
En este sentido, el Centro de Juventudes Agrarias
Rafael Obligado, creado a finales de 1976, fue un espacio
en el que, tras el formato de una asociación civil de jóvenes
productores, pudo mantenerse un mínimo grado de participación, discusión y activismo políticos, orientado hacia
la problemática agrícola y con un claro contenido contestatario con respecto al accionar del gobierno militar nacional y sus secuaces locales. Como me señaló en una entrevista telefónica su entonces primer presidente, resultó una
forma sutil y posible de sostener la llama de la militancia
política en una época de oscurantismo y maldad.
Con la despoblación, la radicación pueblerina de los
productores y el colapso de la matrícula escolar rural, desapareció también la animada vida social y de divertimento
retratada en el capítulo 6, de la que los bailes de campo y
el fútbol agrario habían sido sus muestras más rutilantes.
Es notable cómo la sección de “Bailes anunciados” de El
Argentino se fue achicando desde 1975, para convertirse
en una expresión mínima a fines del decenio, cuando ya
era poco frecuente la realización de al menos una reunión
danzante semanal.
Así, a principios de 1980, la orquesta de Carlos Beneventano había pasado del aviso recurrente de media página a uno pequeño y aislado en página par, donde se publicitaban solamente las actuaciones correspondientes a los
bailes del carnaval de ese año.554 De hecho, este mítico
conjunto no sobrevivió mucho más y su director volcó sus
esfuerzos hacia la enseñanza musical particular y la reparación de televisores a color.
554
El Argentino, 21/02/1980.
CAMPO JURÁSICO
461
La Liga Agraria logró sobreponerse mejor a los tiempos tempestuosos y extendió todavía su actividad durante
toda la década de 1980, aunque sin el éxito y la convocatoria de sus momentos gloriosos. Incluso recibió algún
nuevo equipo, como el de La Mascota, sumado a las competencias en 1981. Poco antes, en el campeonato de 1979,
se había inscripto otro club. Su nombre era “El Cambalache”555, y, por pintoresco que parezca, retrataba de manera
cabal un tiempo de desconcierto y desventura, preludio de
una era que se acercaba a su final.
555
“Fútbol Agrario”, El Argentino, 10/05/1979.
Anexos
Cuadro comparativo de confort, propiedad, movilidad y producción
Clien- CA
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46
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52
X
18
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53
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11
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35
X
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X
X
X
X
X
36
X
62
X
X
X
X
X
Referencias:
CA: casa de material.
RA: rancho o vivienda precaria.
HAS: número de hectáreas según lo informado en los mapas rurales.
TR: tractor.
PI: pickup o camioneta.
AU: automóvil.
SU: sulky o vehículo de paseo de tracción a sangre.
TG: trigo.
MA: maíz.
SO: sorgo.
GI: girasol.
CAMPO JURÁSICO
465
VA: vacunos.
CE: porcinos.
X+: productor intensivo de cereales, oleaginosas, o ganado; poseedor
de maquinarias dedicadas a tareas de contratista.
X-R: productor que arrendaba la parte agrícola de la explotación.
X-C: productor que era contratista rural.
S/D: sin datos catastrales sobre la extensión de la chacra.
Fotos actuales de las Escuelas 40, 15 y 31
Escuela 40 de La Barrancosa (edificio escolar y salón de actos)
466
CAMPO JURÁSICO
Ruinas de la Escuela 31 de La Mascota
Escuela 15, sobre el “camino a Estrugamou”. Sede escolar
CAMPO JURÁSICO
467
Escuela 15. Salón de actos
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Agriconda
La Semana
Las Noticias
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