Revisitar la Guerra Fría desde la mirada de
Eunice Odio
Tania Pleitez Vela
Università degli Studi di Milano Statale
Debido a las polémicas que Eunice Odio protagonizó en el marco de las
primeras décadas de la Guerra Fría, en el campo cultural centroamericano
se ha arraigado la idea de que la poeta transitó de la izquierda política a una
postura reaccionaria. En cualquier caso, su anticomunismo es legendario,
según lo relata Carlos Cortés:
La Revolución cubana y su caída dentro de la órbita soviética no hacen sino
confirmar su desconfianza inicial y se vuelve una anticomunista visceral. La
escritora costarricense Carmen Naranjo, en una de sus visitas a México, en los
años sesentas [sic], la recuerda ensimismada repartiendo octavillas incendiarias
contra Cuba y ni siquiera se atreve a saludarla. Eunice es ya una provocadora,
un francotirador [...]. Su posición ideológica, que no es íntima, sino pública
gracias a manifestaciones, opiniones y artículos [...] la convierten en una apestada (2007, 104-105).
Considerando lo anterior, en este artículo exploraré el contexto político
en que escribe Eunice Odio (1919-1974), y me referiré a dos ensayos suyos
publicados en la revista Examen de México. El primero lleva por título,
“Cuba en la tela de araña” (abril de 1961); y el segundo, “El porqué de la
máscara de Fidel Castro” (mayo de 1961). Lo anterior se complementará
con la carta que la escritora envió a la redacción de la revista neoyorquina
Vision en julio de 1951.1 Me interesa abordar críticamente lo que podríamos llamar un “mito ideológico”, el cual se tradujo en ostracismo en los
últimos años de la vida de Eunice Odio. El propósito es problematizar las
nociones fijas con las que se ha construido la leyenda de la costarricense
1
He tenido acceso a estos textos gracias a mi estancia en la Fundación Eugenio Granell
(Santiago de Compostela, Galicia, España), en enero de 2020, y mediante el hallazgo
de uno de los números de la revista en una librería de segunda mano en la Ciudad de
México, que me fue enviado por la poeta Susana Reyes.
https://doi.org/10.31819/9783968695242_007
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y, al mismo tiempo, proponer una aproximación a su lectura personal del
momento político que atestiguó.
Eunice Odio es una de las poetas e intelectuales más destacadas de Centroamérica. Nació en Costa Rica en 1919. A los 28 años, en 1947, se estableció en Guatemala, después en Cuba, en 1953, y finalmente en la Ciudad
de México, a partir, aproximadamente, de 1954. En la capital mexicana
vivió hasta su muerte, aunque con un intermedio de dos años en la ciudad
de Nueva York, de 1959 a 1961. En cuanto a sus artículos políticos, estos
ejemplifican y ponen en evidencia las marañas ideológicas que marcaron
ese turbulento período acentuado por el enfrentamiento bipolar: la Guerra
Fría. Como dije antes, se suele afirmar que en los años cuarenta del siglo xx,
la poeta fue una conocida izquierdista, mientras que, en los años sesenta,
se convirtió en una ferviente anticomunista que rozaba lo reaccionario. Su
crítica a los regímenes de Cuba y la Unión Soviética resultaron disonantes
con respecto a gran parte de la intelectualidad literaria de la región centroamericana que, en su mayoría, se había colocado del lado de la Revolución
cubana. No son pocos los estudiosos de su obra que consideran que esta
postura le costó a la poeta su exclusión de círculos literarios determinantes.
De hecho, la poeta representó durante décadas un caso paradigmático de
olvido aun tras escribir uno de los poemarios en español más ambiciosos de
la época: El tránsito de fuego (1957). Cabe preguntarse: ¿realmente Eunice
Odio dio un viraje ideológico o más bien se volcó a desmenuzar gradaciones, matices, dentro de las izquierdas? ¿Cuál fue su verdadera preocupación
en el escenario de la Guerra Fría?
En 1947, estando en Guatemala para recibir el Premio Centroamericano de Poesía “15 de septiembre” por su libro Los elementos terrestres, Eunice
Odio publicó un largo artículo, por entregas, en El Imparcial, intitulado
“Exposición sobre política actual de Costa Rica” (1947). En este hace una
crítica al sistema semifeudal de su país y denuncia la precaria situación del
campesinado y los obreros. Años antes también había dedicado poemas a
milicianos españoles: “Nube y cielo mayor” (1945) y “Pepón de la Campa” (1946), ambos publicados en Repertorio Americano. En la decisión de
Eunice Odio de quedarse en Guatemala influyeron no solo sus deseos de
expansión poética y vital, sino también las nuevas condiciones políticas en
Costa Rica que, tras la guerra civil de 1948, significaron la llegada de José
Figueres y el ascenso de una política reformista social-demócrata aunque
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anticomunista.2 Si bien algunos especialistas sostienen que la poeta nunca militó en el partido comunista de Costa Rica (Von Mayer en prensa,
s.p.), José Ricardo Chaves afirma que la poeta fue una activa simpatizante
del movimiento comunista de su país, según lo señalan diversos informes
de espionaje de la CIA liberados en el 2003. Posiblemente por temor a la
represión política —subraya Chaves— Eunice Odio ya no volvió a su país
(comunicación personal, 25 de septiembre de 2013).3 Por otra parte, en
una entrevista a Eunice Odio publicada en abril de 1963 —la única que he
podido localizar—, se dice que “trabajó un tiempo para el partido comunista de Fortuny y Pellecer [en Guatemala], del que se separó más tarde” (N.D.
1963, 13). Lo cierto es que, cuando la costarricense llega a Guatemala, allí
se vivía la llamada “primavera democrática” (1944-1954), iniciada por el
Gobierno de Juan José Arévalo, y esto sin duda influyó en su deseo de no
regresar a Costa Rica. Ahora bien, antes de continuar, es importante que
nos detengamos a observar la manera en que se estaba conformando la llamada Guerra Fría cultural.
Aspectos básicos de la Guerra Fría cultural
En general, la polarización de la Guerra Fría hizo que políticamente, de
alguna manera u otra, todo intelectual se viese obligado, tarde o temprano,
a defender uno de los dos bandos, o mostrarse “apolítico” —postura que
paradójicamente también conllevaba una decisión política—. Es así como
2
3
Eunice Odio fue “una ardiente defensora de las conquistas sociales y laborales de las
administraciones Calderón Guardia y Teodoro Picado, y que era apreciada por sus ideas
avanzadas de izquierda” (Esquivel Tovar 2019, 42). Por su parte, tras la apertura de
informes de la CIA y otros testimonios, José Ricardo Chaves considera que, más precisamente, en aquellos años su postura era “caldero-comunista” (comunicación personal,
25 de septiembre de 2013).
Chaves señala que en Costa Rica conversó con Armando Calzada, quien había conocido
a la joven Eunice Odio en sus años de militancia antifranquista. Odio, Calzada y otra
gente de izquierda como Luisa González solían reunirse medio clandestinamente en uno
de los puentes que comunican a barrio Amón con Tournon, en San José. Querían formar una liga antifascista. En esa época organizaron un complot al recital de un pianista
franquista de paso. Calzada le tiró huevos y luego fue golpeado. Luisa González hizo la
arenga. Eunice Odio y Yolanda Oreamuno participaron en el boicot y esta última fue
despedida de su trabajo al día siguiente (José Ricardo Chaves, comunicación personal,
25 de septiembre de 2013).
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dos intelectuales, Albert Camus y Jean-Paul Sartre, también fueron tocados
por la complejidad que engarzaba a los pliegos de la Guerra Fría cultural,
la cual derivaba de la disyuntiva intelectual —o la polaridad— entre la
justicia social y la libertad individual. Patrick Iber subraya que Camus y
Sartre compartían una visión: los intelectuales debían estar comprometidos
e involucrados en la responsabilidad social y la participación política. No
obstante, en aquellos primeros años de la Guerra Fría, no podían ponerse
de acuerdo en si los intelectuales debían comprometerse defendiendo al
Partido Comunista y a la Unión Soviética, tal y como existía en ese momento —es decir, como un régimen totalitario—, o no. Sartre llegó a creer
que no había otra alternativa y que, de forma relativa, el uso de la violencia
para superar la opresión podía ser una opción legítima e inevitable. Según
el autor de La náusea (1938), el intelectual comprometido debía primero
pensarse a sí mismo como parte de un movimiento que requería de la autocensura. Desde el punto de vista de Sartre, la disidencia no era posible e
incluso llegó a decir que “un anticomunista es un perro” (Aronson 2004,
128). Sin embargo, con los años, matizará su postura, especialmente durante el nombrado caso Padilla.
En cambio, para Camus —continúa Iber (2015)— la primera obligación de un intelectual era la verdad. Desde su punto de vista, el siglo xx había justificado repetidamente crímenes políticos con argumentos filosóficos
que, si bien podían producir abstracciones plausibles, también generaban
miseria humana. En su ensayo El hombre rebelde (1951) argumentó que
los partisanos soviéticos negaban verdades elementales sobre su “utopía”,
por ejemplo, los campos de concentración con prisioneros políticos o las
masacres, y afirmó que: “The great event of the twentieth century was the
forsaking of the values of freedom by the revolutionary movements” (citado
en Iber 2015, 4).4 En aquella candente polarización, Camus creyó tener
solo una alternativa: el anticomunismo. Para Camus, no es la “revolución”
sino la rebelión constante del espíritu lo que mueve al individuo crítico,
humanista y emancipador, lo que le previene de la tiranía en nombre de la
libertad. Su modelo de intelectual era un negador del dogma, un exiliado
incluso en su propia tierra. No obstante, hoy sabemos que en nombre de
la llamada “libertad” también se cometieron abusos, injusticias, y se fundaron narrativas excluyentes. En el mejor de los casos, hubo intelectuales
4
“El gran acontecimiento del siglo xx fue el abandono de los valores de la libertad por
parte de los movimientos revolucionarios”.
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que contribuyeron a problematizar ambos lados, como lo hizo el chileno
Nicanor Parra en sus famosos Artefactos (1972): en una ilustración, sobre
las cabezas de una muchedumbre, se alza una pancarta con el siguiente
enunciado: “La izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas” (citado
en Centro Virtual Cervantes s.a, s.p.). 5
Por otra parte, hay que recordar que se trata de una época en la que, con
el fin de moldear las percepciones internacionales, se crearon dos organismos que canalizaron la diplomacia cultural e ideológica de los dos bloques
enfrentados. Por un lado, el Consejo Mundial de la Paz fue fundado en
1950 para promover campañas que se oponían al belicismo e imperialismo
inherente al capitalismo de Occidente liderado por Estados Unidos. El organismo promocionaba la idea de que la paz equivalía a los intereses de la
Unión Soviética. Aunque su sede se encontraba en Europa —Helsinki, Finlandia—, el Consejo estaba representado en América Latina por reconocidos artistas comunistas como Diego Rivera, Jorge Amado y Pablo Neruda.
Por otro lado, el Congreso por la Libertad de la Cultura fue celebrado en
Berlín en 1950 con la participación de 118 escritores, artistas y científicos
de veinte países. Su objetivo era defender el derecho a la crítica y al pensamiento libre. Entre sus participantes estuvieron Jacques Maritain, Bertrand
Russel, Benedetto Croce, Germán Arciniegas y Stefan Baciu. Su sede se
estableció en París y la sección española del Congreso publicó la revista
Cuadernos de 1953 a 1965, cuya redacción estuvo a cargo de los poumistas6
Julián Gorkin (Julián Gómez García) e Ignacio Iglesias, apoyados por el
excomunista Arthur Koestler, entre otros. Cuando en 1966 y 1967 se reveló
que secretamente la CIA había financiado sus actividades, el organismo se
propuso purgar al personal más reaccionario y creó la revista Mundo Nuevo,
que tenía como objetivo dialogar sobre Cuba. No obstante, siempre hubo
la sospecha de que la revista era un instrumento de propaganda de Estados
Unidos, aunque en ocasiones también se mostraba crítica con las políticas
estadounidenses.7
5
6
7
Para conocer los entresijos de la Guerra Fría cultural en América Latina, véanse Gilman
2003, donde además se refiere al papel jugado por la Casa de las Américas de Cuba;
Franco 2003; Iber 2015; y Glondys 2012.
De POUM, siglas para designar al Partido Obrero de Unificación Marxista, fundado en
España en 1935 y disuelto en 1980. El partido era antiestalinista y protrotskista.
Como veremos más adelante, las revistas mexicanas en las que Eunice Odio participó
tenían vínculos con el Congreso por la Libertad de la Cultura.
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En este marco, no podemos olvidarnos del rol que cumplieron las redes
de exiliados españoles en América Latina —algo que, como veremos más
adelante, incumbe a las revistas mexicanas con las que colaboró Eunice
Odio—. Las ideas del Congreso por la Libertad de la Cultura, en parte, fueron llevadas a la región por izquierdistas que sufrieron persecución por los
comunistas ortodoxos y estalinistas durante la Guerra Civil Española. Estos
exiliados españoles compartían las prioridades anticomunistas del Gobierno de Estados Unidos y encontraron aliados locales en artistas y políticos
de la llamada izquierda democrática, que también eran anticomunistas:
“Although its participants spanned the political spectrum, its dominant
ethos resembled that of Western European social democracy, with strong
anti-Communism attached to moderate social reform in a democratic
context” (Iber 2015, 3).8
Según Olga Glondys, el compromiso antiestalinista de un grupo de exiliados —vigorizado por los acontecimientos de mayo de 1937, el asesinato
del líder poumista, Andreu Nin, y la represión liderada por el Komintern
y los comunistas españoles contra sus expositores de izquierda— fue reemplazado por “un rechazo extremista de todo radicalismo izquierdista”
(2012, 43-44). Sin duda, estos exiliados españoles estaban marcados por la
experiencia de la Guerra Civil, por el dolor y el sentimiento de derrota, y
por la persecución comunista que algunos sufrieron dentro del seno de la
izquierda, sobre todo después de criticar públicamente a la Unión Soviética.
En este marco, los poumistas fueron etiquetados por los comunistas como
“trotskistas-fascistas”. Paradójicamente, una parte de estos exiliados, dirigentes revolucionarios marxistas y militantes poumistas, hicieron lecturas
“eurocentristas, pronorteamericanas y profundamente conservadoras de las
situaciones y realidades político-sociales del continente” (Glondys 2012,
155). En otras palabras, como combatientes y exiliados españoles, estos
terminaron trasladando a América Latina sus experiencias políticas y militantes de la guerra civil, situación que ponía ciertos límites a los programas
de liberación o reforma nacional de la región (Glondys 2012, 155).
8
“Aunque sus participantes abarcaban todo el espectro político, su ethos dominante se
asemejaba al de la socialdemocracia europea occidental, con un fuerte anticomunismo
unido a una reforma social moderada en un contexto democrático”.
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Eunice Odio en la revista Examen y la carta a Vision
El punto de inflexión del pensamiento político euniciano se remonta a finales de los años cuarenta en Guatemala, cuando tuvo lugar la polémica entre
Eugenio Fernández Granell —artista español exiliado en dicho país— y el
grupo Saker-ti. Por razones de espacio, no puedo detenerme en los pormenores de la polémica,9 pero, en síntesis, en 1949 el grupo Saker-ti acusó a
Granell de ser “agente franquista” cuando este mostró sus reservas ante la
intención del grupo de realizar el Primer Congreso de Intelectuales y Artistas Guatemaltecos. Granell consideraba que dicho congreso estaba siendo promovido por el comunismo estalinista. Al igual que Trotsky, a quien
admiraba, el español era crítico de lo que él consideraba una desviación
corrupta de la Revolución rusa por parte de Stalin. En varias ocasiones, el
gallego dejó clara su percepción de la política soviética y de cómo, mediante
su apuesta por el realismo socialista en el arte, penetraba en las redes culturales para distorsionar, e incluso amputar, la libertad de creación.10 Ante
las declaraciones del grupo Saker-ti, Eunice Odio fue la única que salió a la
defensa de Granell y publicó dos artículos en El Imparcial de Guatemala:
“Polémica entre artistas. Dos actitudes frente a una tiranía” (12 de abril de
1949) y “La gratitud mal entendida o de Stalin abajo ninguno” (20 de abril
de 1949). No obstante, será en los años sesenta cuando aparecerán aquellos
artículos de Eunice Odio contundentemente anticomunistas y anticastristas, los cuales le pasarán factura, porque su crítica se enunció antes del
9 Para mayor información, véase Taracena (2015).
10 En una carta a Mario Alvarado Rubio, director de la Asociación Guatemalteca de Escritores y Artistas Revolucionarios (AGEAR), Granell dice lo siguiente: “Estimado compañero, creo que los intentos solapados del comunismo por influir en la vida artística
y cultural, son mucho más peligrosos que los que generalmente se supone […]. Una
organización de intelectuales y artistas está hoy en la obligación de declarar públicamente su fe democrática y repudiar, al mismo tiempo, toda tendencia totalitaria, sea
esta fascista o comunista” (Taracena 2015, 45). Ya antes Granell había iniciado una contienda pública contra aquellos que juzgaba eran estalinistas en Guatemala. Lo hizo por
medio de dos artículos críticos con el realismo socialista y el estalinismo y publicados en
la revista Agear: “El surrealismo y la libertad” (diciembre de 1948), en el que defendía la
libertad creativa; y “Oscuridad a medio día, un libro apasionante del escritor y militante
comunista húngaro Arthur Koestler” (enero de 1949), donde Koestler criticaba la realidad social de la Unión Soviética a lo largo de los años treinta y se refería a los efectos
de un gobierno centralizado que controlaba tanto los medios de producción como los
impulsos individualistas de sus ciudadanos (Taracena 2015, 46).
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sonado caso Padilla de abril de 1971. Llegados a este punto, es importante
señalar que, en dichos artículos, Eunice Odio se mostró cercana a la social
democracia. También es cierto que nunca avaló a las dictaduras militares
latinoamericanas ni sus proyectos “modernizadores” estatales, más bien, se
mostró contraria a todo tipo de dictadura y totalitarismos, prácticas que
consideraba corruptas (Esquivel Tovar 2019, 47, 49; Lara-Martínez 2001,
174). De acuerdo con Stefan Baciu, en una época en que “gran número de
escritores e intelectuales se declararon abiertamente a favor del castrismo
(y cuando colocarse en contra de la dictadura cubana era un acto de coraje
bastante insólito)”, la costarricense adoptó “una posición netamente democrática” (1976, 128).
La revista Examen era publicada por la Asociación Mexicana por la Libertad y la Cultura y administrada por el mexicano Rodrigo García Treviño, autor de La injerencia rusa en México (1959). García Treviño, en los
años treinta, había sido un destacado intelectual marxista, librero, periodista y, más tarde, un activista anticomunista. No es fácil establecer su evolución política, pero se sabe que militó en el Partido Comunista Mexicano,
padeció reclusión en las Islas Marías y, después, fue colaborador de Trotsky.
En los años cincuenta llegará a ser la cabeza de la Asociación Mexicana por
la Libertad de la Cultura, la afiliada nacional del Congreso por la Libertad
de la Cultura en ese país. Recordemos que, en México, Eunice Odio también colaboraba con la revista Respuesta, a su vez fundada por el exiliado
español Enrique Castro Delgado. Este había sido dirigente y miembro del
Partido Comunista de España durante la guerra civil, donde tuvo un papel
destacado, ya que llegó a ser el primer comandante del Quinto Regimiento
de Milicias Populares.11 Sin embargo, tras su expulsión del partido, Castro
Delgado se convirtió en un ferviente anticomunista y publicó dos libros
de memorias muy críticos con sus antiguos correligionarios: Mi fe se perdió
en Moscú (1951/1964) y Hombres “made in Moscú” (1960). En Respuesta,
además de Eunice Odio, también colaboraban Margarita Michelena, el rumano Stefan Baciu y el ya mencionado García Treviño.12 En pocas palabras,
11 Se trata del famoso cuerpo militar de voluntarios de la II República Española, que surge
en los primeros meses de la guerra civil. Estas milicias se formaron bajo la iniciativa del
Partido Comunista y las Juventudes Socialistas Unificadas.
12 Stefan Baciu se refiere a las proclamas de los escritores que colaboraban en Respuesta:
“La democracia se halla gravemente amenazada y una de las peores amenazas en su
contra está representada por la cobarde actitud de muchos demócratas que, en nombre
de la falsa libertad, colocan a la democracia y al comunismo en el mismo plano, a fin de
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estamos hablando de redes que ponían en evidencia la división y los debates
en el seno mismo de la izquierda política, conflictos que incluso surgieron
antes de la Guerra Fría —como es el caso del enfrentamiento entre poumistas y comunistas durante la Guerra Civil Española13—, pero que en ese
momento se inscribían en las competencias de las dos superpotencias, lo
cual ponía límites al significado de la democracia, como señala Patrick Iber.
Ahora bien, ¿qué temas trató Eunice Odio en sus artículos de la revista
Examen? En el primero, intitulado “Cuba en la tela de araña” y publicado
en abril de 1961, Eunice Odio se refiere al encarcelamiento de veinte mil
presos políticos y los fusilamientos que habían tenido lugar en la isla desde
enero de 1959 hasta ese momento, al tiempo que alude al famoso discurso
que pronunció Fidel Castro el 2 de enero de 1961. También acusa de ingenuos a los intelectuales que estuvieron en un primer momento adscritos
a la Revolución cubana y que no identificaron a tiempo que se trataba
de la llegada del “fascismo rojo”, puesto que consideraba que en la isla
pronto se seguirían los pasos de Stalin.14 Más adelante subraya: “No hubo,
en verdad, imposibilidad de saber. Hubo, sí, la falta de vigilancia que nos
caracteriza a los demócratas de todos los matices y países. Faltaron, en la
infame trama, los detectives que siguieran pistas. Pistas que, por otra parte,
estaban al alcance de todos” (1961a, 19). Eunice Odio menciona el caso de
Huber Matos, quien después de pelear en la Revolución cubana, interpeló
a los Castro sobre la presencia comunista totalitaria en el proyecto político
cubano. Matos fue acusado de sedición y estuvo preso de 1959 a 1979.
Así, la costarricense hace un encadenamiento de las dictaduras de la isla:
“Cuba ha estado soportando una pesadilla muy larga, Machado-Batista... la
pesadilla varía. Durante los gobiernos de Prío y Grau parece casi un sueño
r ealizar, de esta manera, un ‘dialogo’ que tarde o temprano, se transformará en monólogo comunista. […] El llamado caso cubano es en realidad un caso de infiltración rusa en
América Latina, a través del agente soviético Fidel Castro. […] Un escritor demócrata
puede ser ‘al mismo tiempo’ demócrata y anticomunista, pues el anticomunismo constituye la única arma eficaz en la lucha contra el fascismo rojo, defendido, propagado y
camuflado por los falsos demócratas” (1962, 12).
13 Aquí no podemos dejar de mencionar la novela de Leonardo Padura, El hombre que
amaba a los perros (2009), la cual retrata el enfrentamiento internacional entre estalinistas y trotskistas.
14 Como ya lo evidencian archivos oficiales descalificados, el régimen de Stalin llegó a
ejecutar a casi 800 000 personas entre 1921 y 1953, aparte de los cientos de muertes
sucedidas en los Gulag.
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agradable. Y después, de nuevo, Batista. Y luego, la catástrofe definitiva”
(1961a, 19). También afirma que Marx “no sabía la razón que le asistía
cuando hablaba de ‘el fantasma del comunismo’. Marx no podía saber en
qué fantasma purulento se iba a convertir el comunismo, gracias a Lenin y
Stalin” (1961a, 14). Cierra el artículo con una cita libertaria de José Martí y
comenta que “su palabra [la de Martí], hoy más que nunca, es una palabra
en llamas” (1961a, 20).
En el segundo artículo, “El porqué de la máscara de Fidel Castro”, publicado en mayo de 1961, la costarricense hace un rastreo de los puntos
flacos del Partido Comunista soviético. Entre otras cosas, se refiere a las
confrontaciones entre dicho partido y Julio Antonio Mella, cofundador del
Primer Partido Comunista cubano en 1925, quien más adelante será asesinado en la Ciudad de México, en enero de 1929. Eunice Odio considera a
Mella como una de las últimas figuras generosas y nobles del comunismo
cubano. Seguidamente, ataca al gobierno soviético, sus dogmas y su injerencia en América Latina, así como a las máscaras de Fidel Castro, que en
mayo de 1961 todavía no se había declarado marxista-leninista15:
Los comunistas, los compañeros de viaje y algunos tontos con opinión dicen:
Fidel Castro no es comunista. Su régimen no es comunista. Su régimen no sirve
los designios del imperio ruso. [...]
El régimen de Fidel Castro se ajusta al esquema del más feroz régimen comunista que empezó con Lenin, en la Unión Soviética, y que, con Stalin y
Khrushchev, ha sido llevado hasta sus últimas consecuencias. No importa lo
que diga Fidel Castro. Importa lo que hace. Podría decir versos (1961b, 10).
En 1963, en la entrevista arriba mencionada y realizada cuando Eunice
Odio se encontraba en San José de Costa Rica como corresponsal para cubrir las conferencias de John F. Kennedy en el marco de la Alianza para el
Progreso, la costarricense enfatizó lo siguiente: “sobre todo comprobé, y me
indigno hasta rebasar los bordes de mi paciencia, que el comunismo es llanamente la dictadura de los mediocres sobre los que piensan” (N.D. 1963,
13). Por supuesto, esta opinión podría ser disputada, ya que, en varios países de América Latina, diversos movimientos de izquierda que incluían al
comunismo luchaban contra gobiernos militares y dictatoriales que estaban
a la orden de trasnacionales estadounidenses. Sin embargo, me interesa que
15 Castro se declarará marxista-leninista el 22 de diciembre de ese mismo año mediante un
discurso en la Plaza de la Revolución de La Habana.
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nos detengamos en la última parte de dicho enunciado: “el comunismo es
llanamente la dictadura de los mediocres sobre los que piensan”. Si bien
podríamos decir que alude a la persecución política de intelectuales por
parte de un aparato burocrático-ideológico, en el primer artículo publicado
en Examen, la poeta también se refiere a la importancia de saber identificar
prácticas represivas y autoritarias, para después agregar, de manera controversial, lo siguiente:
Me arriesgo —¡que [sic] le vamos a hacer!— a que se enojen conmigo casi todos
los intelectuales, diciendo lo que voy a decir: [...] No hay como ser intelectual
para dejarse ‘obliterar’ con el mejor esfuerzo. [...] no sólo el fascismo rojo tiene
éxito en reclutar [...], sino en hacer que muchos intelectuales ‘obliterados’ lo
sirvan con la actividad o con la indiferencia. [...] Su ingenuidad no es una ingenuidad cualquiera. Es la ingenuidad típica del intelectual. Resultado: [Hubert
Matus] fue aprehendido, condenado, está en la Isla de Pinos (1961a, 13-14;
cursiva del original).
Me parece que el meollo del asunto se encuentra en la férrea defensa
que Eunice Odio hizo del pensamiento crítico y la reflexión, ya sea que
provenga del campo intelectual o no, especialmente en un período complejo que, como vimos, estaba coaptado por las competencias e intereses de
la Unión Soviética y Estados Unidos. Precisamente, una década antes, en
una carta enviada a la dirección de la revista estadounidense Vision, fechada
en julio de 1951, Eunice Odio se esmeró por demostrar la diferencia entre
izquierdistas y estalinistas; los primeros, anticomunistas, se organizan para
“defenderse de la derecha egoísta y del stalinismo [sic] cada día más voraz y
ambicioso” (s.p.). Más adelante afirma que:
...toda la prensa democrática mundial, pero especialmente la de Estados Unidos, no sólo debe saber cuán grandes son las diferencias que cada día deslindan
más claramente a la izquierda democrática del terror staliniano [sic], sino que
debe orientar a la opinión de su país hacia una sabiduría política que le permita la verdadera apreciación de lo que es el izquierdismo funcionando en una
democracia y dándole contenido humano y económico, y lo que son la fe y la
organización stalinianas [sic], parecidas a la organización de los termes, —tal
cual la describe Maeterlinck—, como una naranja a otra naranja. A quienes
crean que stalinismo [sic] e izquierdismo son cosas idénticas, es bien fácil demostrarles lo contrario con sólo hacerles un esquema superficial de lo que a
ambas tendencias define (Odio 1951, s.p.).
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Entre esas diferencias, Eunice Odio destaca que el izquierdista “conjuga
el verbo equivocar”, por lo tanto, “su pensamiento asume, automáticamente, la función obvia: el derecho de crítica contra sus dirigentes o contra sí”
(s.p.). Más adelante, en 1961, dirá que el leninismo-estalinismo es “una
desviación monstruosa del marxismo y la negación misma del socialismo y,
por tanto, de la democracia” (1961b, 10).
A partir de lo que hemos observado hasta ahora, deduzco que la costarricense no era “reaccionaria”, como se ha dicho, sino que buscaba desenmarañar los hechos que tuvieron lugar en la primera mitad de la Guerra Fría,
aunque quizá lo que no se le ha perdonado es que en ese momento no atacara de la misma manera a la injerencia estadounidense en América Latina.
Asimismo, me pregunto: ¿podría ser que su tono irónico, desobediente, incisivo, haya también incomodado o incluso irritado? A través de la ironía que
destilan sus escritos políticos, emerge la imagen de una mujer con independencia de criterio y pensamiento, que construye su discurso desde premisas
lógicas argumentativas y una retórica satírica.16 Es la imagen opuesta de una
mujer domesticada y recatada, sentimental y romantizada. ¿Hasta qué punto
desagradó no solo lo que expresó sino también cómo lo dijo? Podemos estar
o no de acuerdo con lo planteado por Eunice Odio en sus artículos, pero no
cabe duda de que era poco común que una escritora ridiculizara en público
a sus colegas hombres a partir del pensamiento crítico.17
Su postura política terminó por llevar a Eunice Odio al aislamiento
literario y se le adjudicó, como ya dije, el sobrenombre de “reaccionaria”.
El resentimiento puesto en su ruptura con gran parte de la izquierda se
tradujo en su marginación de sectores que controlaban gran parte de la
actividad cultural y artística de México, lugar donde seguía predominando
16 En “La gratitud mal entendida o de Stalin abajo ninguno”, la ridiculización y la ironía ya
se hacían explícitas en sus escritos: cuando relata que los jóvenes sakertianos han dicho
que Granell “lanza un acto de provocación a las fuerzas democráticas guatemaltecas”,
ella enfatiza: “no se dice ‘lanzar’ un acto; un acto no se lanza; se puede lanzar un grito
o una pelota; se puede lanzar un barco al agua o a la tierra; y hasta se puede lanzar un
sujeto con una lanza si se está de mal humor. […] Procedía decir de otro modo” (Odio
1949, 3).
17 Eunice Odio conoció a Fidel Castro en 1956, cuando este se encontraba en la Ciudad
de México planificando la revolución. Desde ese momento aborreció su personalidad
(Cortés 2007, 104) y mostró poca confianza en el cubano (Baciu 1976, 129). De su
odio a dictadores como Franco y Somoza nacía también su “furia contra el dictador
antillano” (Esquivel Tovar 2019, 27). En un artículo, llama a Castro un “egomaniaco,
dominado por su ego torturado, más grande que un sistema de ferrocarril” (1961a, 13).
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el “mito de la Revolución”. Además, tampoco ayudó que fuera íntima amiga de Elena Garro, personaje entonces demonizado en el campo cultural
mexicano. Eunice Odio también mantuvo una estrecha amistad con otro
personaje controversial del período, José Revueltas, quien fue expulsado
dos veces del Partido Comunista de México precisamente por mantener
una posición crítica.
Coda
El tránsito de fuego, publicado en El Salvador en 1957, apareció un año
después del nacimiento de la llamada Generación comprometida, a la que
perteneció el salvadoreño Roque Dalton, y tan solo dos años antes de la
Revolución cubana. En general, la poesía de la región entraba en un momento histórico menos inclinado a la poesía hermética y las reflexiones
sobre la lengua y la filosofía, y más a la llamada poesía “comunicante”, en
palabras de Mario Benedetti (1972). La preparación intelectual en torno
a la revolución —que culminaría en las guerras centroamericanas de los
años ochenta—, podría ser otra de las causas del olvido en que cayó esta
impresionante obra, según Lara-Martínez (2001, 173-174). No obstante, si
leemos su poemario con atención, como propone el mismo Lara-Martínez,
su propuesta también podría verse como una revuelta contra los signos de
su tiempo; es decir, un acto simbólico, una “compensación utópica” ante la
progresiva deshumanización que tenía lugar en la vida cotidiana y política.
En ese sentido, El tránsito de fuego bien podría ser una resolución simbólica
ante la crisis de la modernidad (Lara-Martínez 2001, 175).
En esta línea, Iber sostiene lo siguiente: “The problem that intellectuals
from the region would face in their relationships with revolutionary
states was therefore an intimate rather than an abstract one” (2015,
8).18 Para fundamentar lo anterior, este investigador cita las palabras del
poeta salvadoreño Roque Dalton dirigidas a un amigo: “Yo llegué a la
revolución por la vía de la poesía. Tú podrás llegar (si lo deseas, si sientes
que lo necesitas) a la poesía por la vía de la revolución” (1969, 7). En ese
sentido, coincido en que no hay que perder de vista el carácter íntimo de
los actores dentro de la complejidad ideológica de la Guerra Fría cultural.
18 “El problema al que se enfrentarían los intelectuales de la región en sus relaciones con
los estados revolucionarios era, por tanto, más íntimo que abstracto”.
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Tania Pleitez Vela
Como enfatiza Kirkendall: “our understanding of the Cold War has been
too narrow. We certainly need to know more about what the Cold War
meant to Latin Americans. [...] Was the Cold War a war of mentalities as
much as ideologies?” (2014, s.p.).19
El modelo del intelectual exiliado incluso en su propia tierra —aludido por Camus—, ¿podría aplicarse también al campo literario y sus hegemonías, a los circuitos de visibilidad y prestigio? ¿Es posible decir que
la propuesta de Eunice Odio en El tránsito de fuego no es únicamente una
reflexión metafísica, una alegoría, del poeta apátrida, desterrado, errante,
descalificado, sino también una resolución simbólica contra aquellas “reglas
del arte” de la Guerra Fría cultural? ¿Una invitación a cosechar la reflexión
en tanto semilla del pensamiento crítico? La obra literaria y ensayística de
Eunice Odio, sin duda, es un importante eslabón en la concepción liberadora de la poesía, el arte y el pensamiento.
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19 “[…] nuestro conocimiento de la Guerra Fría ha sido muy estrecho. Definitivamente
necesitamos saber más sobre lo que la Guerra Fría significó para los latinoamericanos.
[…] ¿fue una guerra tanto de mentalidades como de ideologías?”.
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