Escenarios de la Guerra Fría*
Domingo Lilón
Universidad de Pécs
Con un complicado conflicto bélico en Afganistán e Irak, un Irán cada vez más provocador en
materia nuclear, un Gaddafi que promueve en Venezuela la creación de una OSAN, “una
OTAN del Atlántico Sur”, una crisis en Honduras que refleja la situación política en que se
encuentra América Latina caracterizada por unas bases militares estadounidenses en
Colombia y un “Socialismo del siglo XXI” promovido por el Gobierno venezolano de
Chávez, podemos preguntarnos si estamos verdaderamente ante una nueva y original Guerra
Fría como lo estipula la obra de Edward Lucas The New Cold War: The Future of Russia and
the Threat to the West.1
Del peso de la nueva Rusia de Putin en las relaciones internacionales tenemos
constancia. En noviembre de 2008 la prensa española escribió sobre las intenciones de la
empresa rusa Gazprom de adquirir el 20% de las acciones de Repsol YPF que estaban en
manos de la constructora española Sacyr-Vallehermoso. Esta información causó un gran
revuelo, tanto desde el Gobierno de Madrid, como desde Bruselas hasta Moscú. Al final, la
misma empresa Gazprom hizo un desmentido sobre ello, aunque, según otras fuentes, el
interesado en adquirir ese 20%, y más, sería la también rusa Lukoil. En un mundo tan
interrelacionado, máxime en materia de energía, por qué tanto revuelo. Al fin y al cabo
Gazprom está presente en todos los continentes, así como la misma Repsol YPF. Según
algunos, esta adquisición pondría en peligro la seguridad de España, y por ende, de la Unión
Europea (UE). Los partidarios de esta opinión se basan en el papel y la influencia del
Gobierno de Moscú (léase Putin) en las empresas energéticas rusas en la realización de la
política exterior. Pero, ¿acaso no realiza el mismo papel la alemana E.ON, la francesa
TOTAL o la misma Repsol YPF? Otros, en España, por el contrario, veían con buenos ojos la
participación de Gazprom o Lukoil en Repsol YPF, por cuanto ésta tendría, de esta forma,
acceso a las grandes reservas rusas. Al fin y al cabo, esta noticia reflejó muy bien las
complicadas relaciones entre la Unión Europea y Rusia, y entre ellos, la cuestión energética.
10 de los 27 miembros de la UE pertenecían a la entonces llamada Europa del Este,
incluido tres de ellos, Estonia, Lituania y Letonia, que pertenecían a la entonces URSS. En
materia de energía, la ex-URSS era la principal proveedora, quedando tras el colapso de sus
sistemas políticos los mismos oleoductos y gasoductos, y, naturalmente, la misma
dependencia. En algunos de estos países esta dependencia es, hasta cierto punto, peligrosa
desde el punto de vista de la seguridad. Por ejemplo, según datos de 2005, siete países
comunitarios, Eslovaquia, con una dependencia exterior de gas de un 64,6%, Lituania, con un
58,4%, Letonia, con un 56%, Finlandia, con un 54,7%, Bulgaria, con un 47,1%, Rumania, con
un 27,4% y Estonia, con un 25,8%, dependen de las importaciones de gas ruso. Y el gas es
primordial no sólo para la industria, sino para uso doméstico, especialmente la calefacción
durante estos largos y fríos inviernos. De allí la búsqueda de nuevas fuentes o nuevos socios
por parte de la UE, que en todo caso conlleva a la geopolítica, principalmente en lo referente a
lo segundo.
Entre las nuevas fuentes de energía, la nuclear es la que más se perfila, aunque las
opiniones entre los miembros de la UE sean muy diversas. En cuanto a los socios alternativos
a la variante rusa, la situación es más complicada, mostrando un verdadero juego geopolítico
entre la UE y Rusia. La UE quiere reducir su dependencia de gas de Rusia, actualmente de un
25% de su consumo, el cual, según previsiones, sería de un 70% para el 2030. De allí lo vital
de la búsqueda de socios alternativos para la UE. Uno de éstos es Noruega. Otros serían
países africanos como Argelia, Libia o Nigeria. En el 2007, la UE organizó una cumbre
África-UE en Lisboa, Portugal. Sin embargo, Rusia respondió también con negociaciones con
estos países, invitándolos a formar parte en su “OPEP del gas”, lo que dificulta las relaciones
entre ambas partes. Pero donde mejor se refleja este juego geopolítico es la región del Caspio
en donde se concentra una gran cantidad de países que poseen reservas de gas. Por ejemplo,
Turkmenistán, Kazajstán o Uzbekistán, todos ellos ex-repúblicas federadas soviéticas. La
geopolítica de la energía se refleja aquí en las construcciones de gasoductos. Rusia considera
que Turkmenistán tiene que ser miembro de su “OPEP del gas” e intenta incluirla en la
construcción de gasoductos en el Mar Caspio que suministrará gas a Europa. La UE, por su
parte, intenta atraerse a Turkmenistán en la construcción de diferentes corredores que
excluyan a Rusia. Entre ellos, el más interesante es el proyecto Nabucco que cubriría TurquíaBulgaria-Rumania-Hungría-Austria.
Rusia conoce muy bien las necesidades comunitarias de abastecimiento de su gas.
Desde esta posición, Moscú no se apresura en agilizar las relaciones entre ambas partes. Y
entre su política exterior y geopolítica, un papel importante lo juegan empresas como
Gazprom, la cual controla como dueño del 50% de la misma. La mejor muestra de esta
colaboración es la actual dirección política rusa: Dimitri Medvedev dejó la presidencia de
Gazprom para ocupar la presidencia de Rusia, sustituyendo a Vladimir Putin, quien pasó a
ocupar el cargo de primer ministro, sustituyendo éste a su antecesor, Viktor Zubkov, quien a
su vez pasó a sustituir a Medvedev en la presidencia de Gazprom. Todo esto bajo la atenta
mirada y dirección del verdadero hombre fuerte de la nueva Rusia: Vladimir Putin.
¿Volveremos a una nueva Guerra Fría en un sistema de relaciones internacionales que
intenta ser multilateral, en donde nuevos agentes están ocupando lugares y roles claves? Es
difícil predecirlo. De algo sí podemos estar seguro: las nuevas relaciones internacionales,
marcadas por las grandes y las nuevas y emergentes potencias, están más exentas del factor
ideológico que caracterizó al mundo bipolar. Y, sin embargo, en estos nuevos escenarios
internacionales vemos algunos elementos “cíclicos” que dejaron su huella durante la casi
mitad de siglo de la Guerra Fría. Unos de estos elementos son las “guerras de insurgencia y
contrainsurgencia”, características de las décadas de los 60 y 70 del siglo XX.
Insurgencia y contrainsurgencia
A pesar de ser un viejo fenómeno, sería el siglo XX, principalmente su segunda mitad, la que
mitificaría la insurgencia (levantamiento, sublevación) más conocida como guerra de
partizanos o guerrilleros, o como la popularizaría Mao y el Che Guevara, guerra de guerrillas.
Durante la II Guerra Mundial, la guerrilla partizana soviética, los partizanos yugoslavos de
Tito o la guerrilla albanesa de Enver Hoxha (tres países en donde luego se implantaría la
dictadura), jugaron, entre otros, un enorme papel en la guerra contra los ocupantes, nazis
alemanes o fascistas italianos. En Yugoslavia serían ellos quienes liberaran al país de la
ocupación. Unos años más tarde, el triunfo de la guerrilla de Mao conllevaría a la creación de
la República Popular China. Igual importante papel jugaría la guerrilla en Vietnam tanto en su
lucha contra el colonialismo francés como contra los EE UU. A partir de la década de los 60
del siglo XX se inicia la descolonización de África en cuyo proceso y lucha de liberación
nacional un papel importantísimo lo jugarían los movimientos insurgentes en aquellos países
en que la lucha armada fue la vía tomada. Entre ellos destacan la guerra de independencia de
Argelia contra Francia y las guerras de las entonces colonias portuguesas contra Lisboa.
La guerra de Argelia (1954-1962) fue, como otras, una guerra muy sangrienta, que
dejó un saldo de unos 300.000 argelinos muertos. Unos 24.000 soldados franceses perdieron
la vida, así como unos 6.000 colonos franceses. Además, la guerra de Argelia provocó un
éxodo masivo, tanto de la población argelina a otros países del área, como el retorno a Francia
de más de un millón de colonos, principalmente los llamados Pieds-Noirs (Pies negros),
colonos franceses y judíos. El Frente de Liberación Nacional (FLN) fue el órgano que
aglutinó y dirigió la guerra de guerrilla de los independentistas argelinos contra el Ejército
francés y la Organisation de l'Armée Secrète (OAS) que se dedicaba a la guerra sucia contra
la insurgencia. En esta guerra, los militares franceses se destacaron por el uso de la violencia
y la tortura no sólo contra los insurgentes argelinos, sino contra la población civil también,
provocando con ello el odio de éstos hacia el ocupante francés. Y en ese ambiente de
violencia y odio emerge la figura del teniente coronel francés David Galula y su teoría de
guerra contrainsurgente.
David Galula (1919-1967) era un militar francés de origen tunecino. Se había
graduado en la Academia Militar Francesa de Saint-Cyr en 1940, habiendo servido durante la
II Guerra Mundial en el norte de África, Francia y Alemania. Entre 1945-1948 sirvió en la
Embajada de Francia en China como Attaché Militar Asistente y entre 1949-1950 como
observador militar de la Comisión Especial de la ONU en los Balcanes (UNSCOB) durante la
guerra civil en Grecia (1946-1949), guerra librada entre el Gobierno griego, monárquico y
conservador, apoyado por EE UU y Gran Bretaña de un lado, y las fuerzas guerrilleras del
Ejército Nacional de Liberación Popular (ELAS) dirigido por el Partido Comunista Griego y
apoyado por las entonces Unión Soviética y Yugoslavia. Por haber tenido lugar este
acontecimiento histórico inmediatamente tras la II Guerra Mundial y en el que indirectamente
participaron países que formarían más tarde parte de los dos grandes bloques militares del
mundo bipolar, muchos lo consideran como el inicio de la Guerra Fría. Tras la derrota de los
comunistas griegos, Grecia ingresa en la OTAN en 1951. Hasta 1956, David Galula era el
Attaché Militar de Francia en Hong Kong. Ese año de 1956, marcado por la Guerra de Suez y
la rebelión de Hungría, Galula es destinado a la Kabila argelina en donde implementaría
nuevas tácticas y estrategias en la guerra contrainsurgente adquiridas de sus experiencias en la
China durante la guerra de guerrilla de Mao y la Grecia de 1946-1949. La teoría de Galula,
hoy día, era más que sencilla: 1) ganarse a los militares franceses para que no siguieran
cometiendo actos de violencia contra la población civil y lograr, de esta forma, de que los
argelinos no los vieran como enemigos, 2) ganarse a parte de la población civil para que ésta
no sea fuente y base de apoyo a la insurgencia. Con estos métodos no logró Galula que
Francia saliera victoriosa en Argelia. El 5 de julio de 1962 se proclamó la independencia de
Argelia. Sin embargo, Galula demostró que las guerras contrainsurgentes, por ser guerras
irregulares, no se ganan solamente mediante el enfrentamiento bélico, sino que las ideas y la
propaganda surten mucho efecto en la población y juegan un papel primordial.
Durante los días 16-20 de abril de 1962, la Rand Corporation organizó un simposio
sobre contrainsurgencia al cual David Galula fue invitado como conferencista. Como
resultado de esta colaboración la Rand Corporation publicó en 1963 la obra de Galula
Pacification in Algeria, 1956-1958,2 mientras que The Center for International Affairs de la
Universidad de Harvard auspiciaba la publicación en 1964 de la obra de Galula CounterInsurgency Warfare. Theory and Practice,3 institución a la que estuvo ligada como
investigador. Transcurrió el tiempo, la insurgencia o guerrilla se fue haciendo más fuerte y
popular, principalmente en América Latina tras el triunfo de las revoluciones cubana y
nicaragüense y sobre la cual fueron apareciendo varias obras, entre ellas a destacar, La guerra
de guerrilla (1960) de Ernesto Che Guevara4 o el Manual del guerrillero urbano (1969) de
Carlos Marighella.5 Hasta que, de nuevo, Galula, o mejor dicho, su tesis, es recuperada, ahora
con relación a la guerra en Afganistán y en Irak. Esta vez de la mano del teniente general
estadounidense David H. Petraeus, comandante de la Fuerza Multinacional en Irak, en su
manual Counterinsurgency (2006)6 y en el ensayo de Arthur Herman, profesor de la
Universidad de Georgetown, titulado “How to Win in Iraq – and How to Lose”, publicado en
la revista Commentary en abril de 2007,7 dadas las dificultades de enfrentarse a un enemigo
que hace uso de la guerra no convencional o guerra de insurgencia.
¿Será aplicable la tesis de David Galula a Afganistán o Irak? ¿Logrará el Gobierno de
Obama y sus aliados derrotar a la insurgencia en Afganistán o Irak? Hoy como ayer, nos
enfrentamos a “escenarios de la Guerra Fría”, aunque, naturalmente, en nuevas condiciones.
Escenarios de la Guerra Fría: Hungría (1956 ) - República Dominicana (1965)
Desde el análisis comparativo sobre los acontecimientos que desembocaron en la invasión
soviética a Hungría en 1956 y los que dieron lugar a la invasión norteamericana a la
República Dominicana en 1965 dentro del marco de la Guerra Fría podemos encontrar una
serie de semejanzas entre ambos hechos, así como también, naturalmente, una serie de
diferencias, tomando siempre como punto de partida los elementos de política interna y los de
política internacional que influyeron en el desenlace de ambas invasiones dentro de la política
de la Guerra Fría.
Ambos levantamientos, la húngara de 1956 y la dominicana de 1965, estaban
destinados a fracasar ya que en el mundo bipolar la ubicación geográfica de ambos países,
Hungría y la República Dominicana, se enmarcaban dentro del área de esfera de intereses de
las potencias que dominaban el mundo bipolar de entonces: los EE. UU. y la URSS.
Un papel importante en los acontecimientos aquí analizados lo jugaron las doctrinas
que sostenían los EE. UU. y la URSS. En el caso húngaro, aunque Jruschov sostenía, en
teoría, la política de “coexistencia pacífica”, la dirección soviética no hubiera permitido un
cambio político en un país que colindaba con sus fronteras; los EE. UU., por su parte y tras el
triunfo de la Revolución cubana, los acontecimientos de Bahía de Cochinos (1961) y la crisis
de los misiles de 1962, nunca hubieran permitido el nacimiento de otra Cuba en el Caribe,
aunque la situación dominicana, y sus dirigentes, diferían mucho de lo cubano
La situación internacional antes del '56 húngaro y del '65 dominicano
Los acontecimientos de Hungría de 1956 estuvieron precedidos por una serie de sucesos que
marcarían el llamado periodo del “deshielo” durante la dirección de Jruschov, pero que en
realidad, y a pesar de algunas tímidas reformas, seguían representando la política
expansionista o de mantenimiento de la esfera de influencia de la dirección soviética.
En marzo de 1953 murió Stalin con lo cual Jruschov toma el poder y tras el XX
Congreso del PCUS logra afianzar su posición y criticar la forma arbitraria, dictatorial y
totalitaria de los métodos de terror de Stalin. Ese mismo año de 1953 tiene lugar la crisis en
Alemania Oriental. Pero los acontecimientos que marcaron mayores hitos serían los de
Polonia y los de Hungría en el mismo año de 1956.
Tras el XX Congreso del PCUS, en febrero de 1956, en el cual Jruschov criticó la
dictadura de Stalin, aunque no utilizando esta terminología, sino abuso de poder, desviación
de la dirección comunista, culto a la personalidad, etc., en varios países de Europa Oriental se
creyó que soplarían nuevos vientos.
Los polacos vieron en Gomulka el símbolo de la oposición a la URSS. Mas, y bajo la
amenaza de una intervención armada en Polonia por el ejército soviético, para evitar males
mayores Gomulka se comprometió a ser un gobierno fiel al bloque liderado por la URSS. Con
este paso Gomulka evitó el derramamiento de sangre que tendría lugar en Hungría unos días
más tarde.
Lo que se inició como una manifestación de apoyo por parte de los húngaros hacia los
polacos en poco tiempo se convirtió en una revuelta popular que acabaría con la intervención
de las fuerzas soviéticas.
En el caso dominicano los acontecimientos internacionales que influirían en la
posterior invasión norteamericana de 1965 están estrechamente relacionados con los ocurridos
en la vecina Cuba: Bahía de Cochinos (Playa Girón) de 1961 y la crisis de los misiles, la
mayor, quizá, de todo el periodo de la Guerra Fría ya que directamente se enfrentaron la
URSS y los EE. UU.
Tras este conflicto con Cuba era natural para la política norteamericana el impedir
cualquier tipo de acción que amenazara sus intereses en el Caribe, zona que, al fin y al cabo,
era esfera de influencia de los EE. UU. Y entonces surgió la crisis dominicana.
Durante 31 años (1930-1961), la República Dominicana estuvo regida por el dictador
dominicano Rafael Leonidas Trujillo Molina. Este, que tomó el poder a través de la violencia,
había sido un producto de los marines norteamericanos que ocuparon el país entre 1916-1924.
En mayo de 1961 el dictador fue ajusticiado, iniciándose un periodo de caos y anarquía en el
país.
En diciembre de 1962 se convocaron elecciones libres tras varias décadas, resultando
vencedor el candidato del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Juan Bosch. Tras 31
años de dictadura era natural que algunas medidas del nuevo gobierno atentaran al status quo
existente anteriormente. En marzo de 1963 se proclamó una nueva Constitución, la cual no
fue muy aceptada por varios círculos. Luego se pasó a actos concretos en contra del gobierno
bajo la acusación de infiltración y orientación comunista. De esta forma, en septiembre de ese
mismo año de 1963 la República Dominicana, y el mundo, se despertó con el golpe de Estado
al Gobierno de Bosch efectuado por la jerarquía de las Fuerzas Armadas Dominicanas. Los
posteriores sucesos dieron lugar a la revuelta popular de abril de 1965 y a la invasión
norteamericana de ese mismo mes y año.
Semejanzas entre el '56 húngaro y el '65 dominicano
Si analizamos detenidamente ambos acontecimientos vemos una serie de semejanzas entre
ambos. A saber:
1.- Ambas revoluciones estuvieron precedidas de una feroz dictadura: en Hungría la de
Rákosi (el Stalin húngaro), en la República Dominicana, la de Trujillo.
2.- Los respectivos gobiernos, el de Imre Nagy y el del depuesto presidente dominicano Juan
Bosch, tras la dictadura intentaron democratizar sus países, aunque en el caso húngaro las
iniciativas de Nagy fueran más radicales, como, por ejemplo, la salida de Hungría del Pacto
de Varsovia y sus intenciones de convertirse en un país neutral.
3.- Ambos líderes revolucionarios, Imre Nagy y Francisco Caamaño (líder de los
acontecimientos dominicanos de 1965), eran representantes del viejo poder: Nagy como
comunista (y funcionario) y Caamaño como miembro del estamento militar (con el grado de
coronel), cuya carrera militar la había desarrollado durante la dictadura de Trujillo.
4.- Tras el estallido de las revoluciones ambos líderes, Nagy y Caamaño, asumieron el papel
histórico y político que le fue asignado en su momento.
5.- En ambos acontecimientos hubo una dualidad de poder: en Hungría se expresó entre Nagy
y Kádár (gobierno establecido y apoyado por los dirigentes soviéticos), mientras que en la
República Dominicana entre Caamaño y Wessin (apoyado por el estamento conservador
cívico-militar y por los EE UU).
6.- En ambas revoluciones, el triunfo del movimiento de las masas populares parecía
inminente a corto plazo, siendo abortado sólo por las invasiones soviética y norteamericana.
7.- Ambas revoluciones fueron eclipsadas por acontecimientos internacionales que desviaron
la atención pública internacional: en el caso húngaro fue la crisis del Canal de Suez y en el
dominicano, la escalada militar norteamericana en Vietnam.
8.- Las revoluciones húngara y dominicana no encontraron el apoyo necesario en los foros
internacionales: el silencio de la ONU en el caso de Hungría fue más que elocuente, mientras
que en el caso dominicano, los norteamericanos capitalizaron la OEA a tal punto que,
amparándose en el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), varios países
latinoamericanos enviaron tropas a la isla caribeña. Fue ésto tal descaro político que en varios
círculos latinoamericanos la siglas OEA (Organización de Estados Americanos) fue
interpretada con lo de “Otro Engaño Americano”.
9.- Independientemente del desarrollo posterior, ambas revoluciones tuvieron un gran eco de
apoyo en la opinión pública internacional.
10.- Instaurados los gobiernos afines a la URSS y los EE. UU., el de János Kádár y el de
Joaquín Balaguer respectivamente, una de las principales tareas de éstos fue la eliminación o
la captación de la oposición.
11. Por último, con la muerte violenta de ambos líderes de las revoluciones húngara y
dominicana, Nagy (fusilado) y Caamaño (muerto en 1973 tras un desembarco guerrillero
liderado por él) llegaron a convertirse no sólo en mártires, sino en símbolos de la resistencia a
la política imperial de la URSS y de los EE. UU.
Escenarios de la Guerra Fría: Chile 1973 – Polonia 1981
“Aquí no puede pasar. Hace treinta años atrás, eso era lo que coreábamos, lo que cantábamos,
en las calles de Santiago de Chile. Aquí sí que eso no puede pasar. Una dictadura jamás podrá
encarnizarse en este país, proclamábamos a los furiosos vientos de la historia que estaban a
punto de descender sobre nosotros; nuestra democracia es demasiado sólida, nuestras Fuerzas
Armadas definitivamente comprometidas con la soberanía popular, nuestro pueblo enamorado
en forma inclaudicable de la libertad. Y, sin embargo, sucedió aquello que no podíamos
concebir.”8 Con estas palabras se refería el escritor Ariel Dorfman a los acontecimientos de
Chile de aquel septiembre de 1973 que instalaría la dictadura de Pinochet por más de tres
lustros en un escrito suyo publicado en el 2003.
“Y sucedió lo que sucedió. Los chilenos izquierdistas debían poner la misma cara por
la mañana de un bonito día de 1973. Aunque todos sabíamos que podía ocurrir, aunque
parecía que la tensión iba creciendo, que la izquierda presionaba cada vez más y los círculos
locales de “sensatez” volvían a repetir sus advertencias… Sin embargo, cuando al final
ocurrió, el principal sentimiento que nos invadió a todos fue el asombro. Nos sorprendió el
hecho mismo, tanto como el avanzado grado de su preparación. El asombro polaco fue más
grande que el chileno, si soy capaz de imaginarme acertadamente aquella situación. La toma
de poder por parte de los militares podía tener lugar en aquellas tierras lejanas, así
pensábamos en Polonia, en Chile, Brasil, o en África. ¡Pero jamás en nuestra parte del mundo,
en un país civilizado (sic)! El hombre siempre tiende a creer que “el protagonista de este
cuento será alguien distinto a él mismo”. Sí, es cierto que a veces hay accidentes de tráfico,
pero a nosotros no nos van a pasar, nosotros conducimos con prudencia... Lo mismo pasa con
los robos - sí, ocurren, y los diarios lo comentan. Y de repente, un día resulta que las leyes de
la historia no hacen excepciones con respecto a determinados individuos o grupos de
personas.”9 De esta forma describe el profesor polaco Marcin Kula la introducción en Polonia
de la Ley Marcial del 13 de diciembre de 1981 que conllevaría al régimen dirigido por el
general Jaruzelski. En ambos casos la primera reacción sería la del asombro, la del “¿cómo es
posible en este país?” Y, sin embargo…
Chile 1973 - Polonia 1981
En la víspera del golpe de Estado de Pinochet al Gobierno democrático de Salvador Allende,
Chile vivía lo que el historiador chileno Armando de Ramón denomina “la cara visible de la
contrarrevolución”, es decir, “violencia, huelga y atentados”.10 Detrás de estos actos que
desestabilizaron el país se encontraban los representantes de los grupos de derecha, en su
mayoría, aunque varias organizaciones de izquierda, en su afán de llevar medidas
revolucionarias más rápidas, contribuyeron también a ese ambiente de inestabilidad
económica, política y social. Era el precio a pagar de un experimento que hacía “camino al
andar” como dice el poema de Machado.
En 1981, Polonia presentaba un cuadro semejante al chileno. Desde el punto de vista
económico, la situación polaca se caracterizaba por una quiebra casi total: en 1976, Polonia
no podía pagar a sus acreedores. A ello se le unía un ciclo de malas cosechas que provocarían
la importación de cereales y productos básicos. Aumentó también el precio de la carne y los
envíos de la URSS y de otros países de la Europa del Este no eran suficiente para abastecer el
mercado interno. Tampoco los miles de millones de dólares que los soviéticos “inyectaron”
con tal de mantener el régimen y, de paso, evitar el contagio polaco, cuyos síntomas se
estaban dando en la zona soviética del Báltico o en Bielorrusia.
Desde el punto de vista político, la situación era tan complicada como la arriba
mencionada. El principal problema era Solidaridad, un movimiento sindical que promovía una
serie de huelgas, entre ellas, la de los astilleros de Gdansk, de entre cuyos líderes destacaría
un electricista llamado Lech Walesa, más tarde presidente de Polonia. Desde el punto de vista
internacional, la crisis polaca, a su vez, crisis dentro del mundo comunista europeo, estaría
íntimamente relacionada con la figura de Karol Wojtyla, polaco él, que bajo el nombre de
Juan Pablo II ocuparía la silla de San Pedro.
Escenarios de la Guerra fría
El Chile de 1973 venía condicionado por una serie de acontecimientos regionales e
internacionales característicos de la Guerra Fría. Muy frescos estaban aún los ecos de los
acontecimientos cubanos de 1961 y 1962, los de la invasión norteamericana a la República
Dominicana de 1965, los del Che Guevara en Bolivia, el Gobierno de Velasco Alvarado en
Perú, etc., pero también Vietnam, entre otros. De allí que la Administración norteamericana
de Nixon intentara socavar el Gobierno de Allende. Una buena ilustración de ésto son las
conocidas palabras de su entonces secretario de Estado, Henry Kissinger: “No veo por qué
tenemos que mantenernos al márgen y observar a un país convertirse en comunista debido a la
irresponsabilidad de su propio pueblo”. Y no se quedaron al márgen. Para nadie es un secreto
la participación de los EE UU en el derrocamiento del Gobierno de Allende. Ilustrativas son
también las palabras de Kissinger respecto a esto último: “Los militares chilenos habían
salvado a Chile de un régimen totalitario y a los Estados Unidos de un enemigo”.11
El caso polaco presenta también ciertas similitudes con el chileno, dentro del concepto
de “escenarios de la Guerra Fría”. A la Polonia de 1981 le precedía Praga de 1968, pero
mucho más la intervención soviética a Afganistán de 1979, que, según palabras del historiador
soviético Vladislav M. Zubok, provocaría que “el cupo de intervenciones en el extranjero se
ha agotado”,12 palabras de Yuri Andropov, jefe del KGB, entonces uno de los tres hombres
fuertes (junto a Ustinov, ministro de Defensa, y Gromiko, ministro de Exteriores) ante la
desaparición e inercia del secretario Brezhnev. A ésto habría que agregarle otros factores
como la llegada de Reagan a la Casa Blanca, la participación de Zbigniew Brzezinski, polaco
él, como consejero de Seguridad Nacional del presidente Carter y, principalmente, la elección
del también polaco Karol Wojtyla, quien como Juan Pablo II despegó una intensa labor en
aras de provocar los cambios políticos, económicos y sociales no sólo en Polonia, sino en toda
la entonces denominada Europa del Este.
En una entrevista, el general Jaruzelski declaró que introdujo la Ley Marcial del 13 de
diciembre de 1981 para evitar la intervención soviética y con ello “La guerra. Una
intervención de la URSS en Polonia hubiera desencadenado una guerra. Las consecuencias
hubieran sido mucho más graves que lo que pasó en Checoslovaquia en 1968 y en Hungría en
1956. Decreté la ley marcial para acabar con el caos social, económico y político y evitar una
guerra con la URSS.”13 Aunque varios autores coincidan más bien con el punto de vista de
que Jaruzelski fue presionado por los líderes soviéticos para dar tal paso, evitando con ello
cualquier compromiso o participación soviética, aunque difícil fuera no ver allí la política del
Kremlin.
Semejante conclusión era la del general Pinochet: “yo no soy ni fui un militar golpista.
Pero cuando en 1973 vi las posibilidades de guerra civil, el armamento ilegal que llegaba
secretamente al país, el acta de Chillán, las disertaciones que hacía el señor Allende en Cuba,
la destrucción de todo aparato productivo del país, y la tentativa de marxismo de infiltrarse en
las Fuerzas Armadas, tuve que decidir si debía ser más leal con la patria o con el presidente. Y
el país estaba primero, porque además, en caso contrario, se produciría la destrucción de Chile
como nación soberana.”14
Artículo publicado en Ferwagner Péter Ákos-Kalmár Zoltán (szerk.): Az átmenet egyensúlya. Áron Kiadó,
Budapest, 2010, 322-332. old. El siguiente ensayo forma parte de una obra monográfica (en húngaro y en
español) titulada América Latina desde la Guerra Fría hasta nuestros días, aún en redacción. El ensayo se ha
realizado dentro del marco de las actividades del Grupo de Investigación Hungría, Europa e Iberoamérica de la
Academia Húngara de Ciencias y la Universidad de Pécs (MTA – PTE Magyarország, Európa és Ibero-Amerika
Kutatócsoport).
*
1
Edward Lucas The New Cold War: The Future of Russia and the Threat to the West. Palgrave Macmillan,
2008.
2
David Galula, Pacification in Algeria, 1956-1958. RAND Corporation, 2006.
3
David Galula, Counter-Insurgency Warfare. Theory and Practice. Frederick A. Praeger Publisher, New York –
London, 1964.
4
Ernesto Che Guevara, La guerra de guerrillas. Cuba, 1960
Carlos Marighella, Manual del guerrillero urbano. Brasil, 1969.
6
David H. Petraeus, Counterinsurgency. USA, 2006.
7
Arthur Herman, “How to Win in Iraq – and How to Lose”. Commentary, April 2007.
8
http://www.carbonell.com.ar/treintaanosdelgolpeenchile.htm
9
Marcin Kula, “Ajuste de cuentas con las dictaduras en Polonia y América Latina”, In: América Latina.
Interpretaciones a inicios del siglo XXI. Varsovia, 2009, p. 102.
10
Armando de Ramón, Historia de Chile. Desde la invasión incaica hasta nuestros días (1500-2000). Santiago
de Chile, 2006, p. 200.
11
Véase http://www.gwu.edu/~nsarchiv/NSAEBB/NSAEBB110/index.htm
12
Vladislav M. Zubok, Un imperio fallido. La Unión Soviética durante la Guerra Fría, Crítica/Barcelona, 2008,
p. 399.
13
www.colpisa.es
14
María Eugenia Oryazún, Augusto Pinochet: Diálogos con su historia. Conversaciones Inéditas. Santiago,
Editorial Sudamericana, 1999.
http://redescolar.ilce.edu.mx/redescolar/act_permanentes/historia/html/11_sep_73/entre_ap.htm
5