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metrópoli y colonias, esos caminos de ida y vuelta que influyeron
notablemente en la economía, en la organización política, en el mestizaje cultural y humano y, en suma, en el conjunto de las sociedades
que conformaron un imperio que logró reproducirse durante varios
siglos hasta su desaparición definitiva a fines del ochocientos.
Luis Alonso Álvarez
Profesor honorario Universidade da Coruña
Gustavo Pérez Rodríguez, Xavier Mina el insurgente español.
Guerrillero por la libertad de España y México, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Secretaría de Desarrollo Institucional, Seminario de Investigaciones sobre Historia y Memorias
Nacionales, 2018, 443 pp. ISBN 978-607-300-099-4
Cuando Martín Luis Guzmán partió en 1924 al exilio en España,
también dejó tras de sí una gran tradición historiográfica sobre la
expedición insurgente del navarro Xavier Mina a la Nueva España
en 1817 (William David Robinson, Lucas Alamán, Carlos María de
Bustamante, Julio Zárate y Justo Sierra, entre otros). En México quedaban los libros de más de cinco grandes historiadores del siglo xix
sobre “la independencia”, para los que la narración del episodio de
Mina había sido obligatoria. Los hechos más notables de su empresa
ya engrosaban los libros de la patria, por ejemplo: la planeación de la
expedición y su azaroso desarrollo entre 1815 y 1816, la conformación de su ejército expedicionario “extranjero”, así como sus avatares
desde que arribó a Soto la Marina (22 de abril de 1817), su recorrido
por el Bajío y el contacto con tropas insurgentes, las refriegas más
significativas, sus relaciones con el gobierno y los mandos militares
rebeldes, hasta su captura y asesinato (27 de octubre y 11 de noviembre de 1817).
Sin embargo, el relato y la investigación sobre Mina no habían sido
aún completados, no para el horizonte historiográfico de principios
del siglo xx y tampoco para nuestros días. Así lo demostró Martín
Luis Guzmán cuando en el exilio escribió una biografía sobre “Javier”
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Mina publicada en 1934,1 en la que contribuyó a reconstruir la vida
del insurgente en Navarra, sus primeros actos militares y su prisión
en Francia. De algún modo, el libro de Martín Luis Guzmán venía
a subsanar las escuetas páginas que la historiografía de un siglo había dedicado a esta etapa de la vida de Mina. Tal aportación develó la
forja de su carácter liberal e insurgente, pero no fue un obstáculo para
que en la segunda mitad del siglo xx una pléyade de historiadores y
estudiantes continuaran escribiendo sobre la vida y obra del guerrillero
navarro, ahora desde el contexto de los centros de investigación y de
enseñanza histórica.
Así, el libro de Gustavo Pérez Rodríguez se suma a una larga lista
de investigaciones, artículos y tesis de grado sobre Mina. Éste tiene la
virtud de resumir y sintetizar diversas tradiciones historiográficas, lo
cual lo vuelve un mosaico sobre el insurgente navarro. En su lectura
se reúnen los escritos de toda la plétora de historiadores del siglo xix,
junto con los libros del xx, como la biografía que escribió Martín Luis
Guzmán, los trabajos de Josep María Miquel i Vergés, las investigaciones de Guadalupe Jiménez Codinach, y los textos de Manuel Ortuño
Martínez. El autor logró fundir en un solo relato todas las etapas de la
trayectoria insurgente de Mina. La narración es rica en detalles y ofrece
referencias contrastadas sobre los acontecimientos. Podemos decir que
Gustavo Pérez ha sintetizado de manera ordenada –cronológicamente– y exhaustiva lo sabido en libros, documentos editados y archivos,
sobre la vida y lucha de Mina. Su trabajo actualiza el conocimiento
acerca de un acontecimiento de gran relevancia.
Pero al igual que hace casi 100 años, como cuando apareció la biografía escrita por Martín Luis Guzmán, hoy tampoco podemos decir
que el relato haya alcanzado un estado de completitud, en parte porque
la propia empresa de Xavier Mina pudo no tener ese carácter completo
y acabado que el relato historiográfico del siglo xix fue construyendo.
Asimismo, por más detallada que una obra sea, ésta no agota su objeto, pues en nuestra lógica historiográfica progresiva –que ya empieza
a modificarse– en el futuro seguiremos recibiendo tesis, artículos y
libros sobre la expedición a Nueva España de 1817. En este contexto
Martín Luis Guzmán, Javier Mina. Héroe de España y de México, México, Joaquín
Mortiz, 2018 (primera edición, 1934).
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del “porvenir historiográfico” cabe la pregunta sobre cuál es el aporte y
la lección que los historiadores podemos sustraer del nuevo libro sobre
Xavier Mina que escribió Gustavo Pérez Rodríguez. La investigación
y síntesis histórica –e historiográfica– del autor es útil porque nos permite apreciar desde una visión casi panóptica los alcances y límites de
las tradiciones historiográficas (así como sus estrategias) que se ocupan
de la vida, obra y tiempo de Mina.
El principal límite podría encontrarse en el empleo de la narración
y el análisis cronológico como marco general de la investigación y del
libro, aunque está claro que este trabajo es la base de todo. Con la publicación de Gustavo Pérez se presume que el siglo xx y los principios
del xxi han arrojado un significativo número de trabajos sobre Xavier
Mina, los cuales ya nos ofrecen los datos suficientes para, a partir de
aquí, dar virajes al esqueleto narrativo conformado desde el siglo xix.
En este sentido, la reconstrucción que elaboró el autor tiene la virtud
de ofrecernos, en un solo cuadro, los elementos para una reinterpretación. Podemos trazar esta radiografía para un futuro, digamos de
las caras de Mina, a partir de una baraja de temáticas –interconectadas– que están presentes en el relato de la expedición y que merecen el
interés de estudios particulares. Aunque quizá hay otras líneas de investigación que no se mencionan aquí pero que también son relevantes.
1) El ejército expedicionario y extranjero de Mina es un fenómeno
en suma interesante y todavía incomprendido. La idea del navarro fue
organizar un cuerpo de oficiales que contribuyera a dinamizar y organizar las gavillas insurgentes americanas. En Europa la mayoría de los
activos que se sumaron a Mina “eran ingleses veteranos de la batalla de
Waterloo y otros del fallido levantamiento de Porlier en Galicia, aunque también había antiguos guerrilleros del francés Murat” (p. 91). En
América, los militares de Mina eran “rebeldes aventureros y marinos”
que “se refugiaban por diversos motivos” en el puerto de Nueva Orleans (p. 152), así como estadounidenses de tierra adentro.
Este grupo humano se componía de 300 individuos (“oficiales,
marineros, operarios y sirvientes, además de algunas mujeres”, p. 155),
y se integraba también por sujetos provenientes de Suiza, Italia, Trinidad y Colombia. Pero no podemos tratar a este conjunto de acuerdo
con sus nacionalidades, porque la nacionalidad es un fenómeno que
se encontraba en una etapa temprana de construcción a principios del
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siglo xix; en Nueva España todavía no había un sentido de “nacionalidad mexicana”. Por lo tanto, hay que reconsiderar la identidad política
y guerrillera de estos individuos. Para tal empresa Gustavo Pérez reúne
los datos de 165 miembros de la “División auxiliar de la República
Mexicana” (Apéndice. Cuadro 1, pp. 391-416), lo cual es un aporte
significativo. Ahora hay que rehacer la historia de estos militares foráneos, que en Nueva España fueron guerrilleros. Los historiadores
Peter Linebaugh y Marcus Rediker2 nos ofrecen nuevas perspectivas desde la historia social para repensar esta expedición “extranjera”,
pues muestran que en el Atlántico y en las revoluciones atlánticas
se tejieron redes de solidaridad entre diferentes sectores sociales y
distintos grupos étnicos que sufrieron la opresión de las compañías
capitalistas y de los estados. ¿Los oficiales de Mina caben dentro del
movimiento atlántico e interétnico de resistencia?, ¿o se explican solo
por los intereses comerciales de los patrocinadores en Londres y Filadelfia? Además, cabe añadir que la propuesta de Linebaugh y Rediker
implica invertir la relación tradicional entre líderes y muchedumbre,
o ideólogos y pueblo, puesto que muestran que el pensamiento revolucionario de las élites se nutrió de las prácticas de solidaridad y
resistencia de las capas bajas de la sociedad. Esto nos lleva a pensar de
una manera más compleja las publicaciones y el pensamiento de Mina,
para dejar de considerarlo como un foco irradiador de ideas de libertad
y apreciarlo más como un catalizador y condensador de estas.
2) El contacto sociocultural de los expedicionarios con los habitantes del virreinato es una problemática que no ha sido abordada,
porque en el siglo xix y hasta principios del xx, la pregunta sobre las
relaciones de Mina con los insurgentes “nativos” había dominado la
historiografía. Pero si cuestionamos la caracterización nacionalista
de los expedicionarios, el contacto con los habitantes del virreinato
adquiere tintes distintos. Para 1817 la voz “extranjero” tenía un significado diferente, pues designaba a aquellos sujetos que eran ajenos a
la monarquía española, que no eran súbditos del rey de España y que
además no eran católicos. Desde esta premisa se deben repensar las
Peter Linebaugh y Marcus Rediker, La hidra de la revolución. Marineros, esclavos
y campesinos en la historia oculta del Atlántico, España, Crítica, 2005 (primera edición
en inglés, 2000).
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relaciones que los “extranjeros” entablaron con la población corriente,
con los insurgentes y con los realistas, así como los procesos de justicia
que enfrentaron y el trato que recibieron en materia religiosa.
3) El comercio insurgente que posibilitó la expedición es otra veta
de investigación harto interesante. Al respecto Gustavo Pérez narra
que cuando se inició la construcción del Fuerte de Soto la Marina, y
“desde el momento mismo del desembarco los comerciantes se acercaron para vender sus productos”; señala en particular una “corbeta
estadounidense que no era de la expedición” (p. 194). También es
llamativo el mercado que se estableció en el Fuerte del Sombrero, al
que acudieron comerciantes ¿neutrales? para “vender sus productos a
los insurgentes” (p. 289). Tales datos nos hacen pensar que los recursos
que Mina y todos los insurgentes tomaron de locaciones y poblaciones “realistas” (como la hacienda del Jaral) tenían valor gracias al
comercio que se efectuaba más allá de los bandos militares o políticos.
Esto devela a una sociedad que de algún modo se había acoplado a
vivir en estado de guerrilla. Por lo tanto, a partir de esta idea podemos
cuestionar la interpretación tradicional, todavía presente en el trabajo
de Gustavo Pérez, sobre la “decadencia de la insurgencia”, o sobre la
inexperiencia de los americanos para la guerra. Pues la trayectoria de
Mina fue desencadenando el traslado de poblaciones y la reactivación
de gavillas; es decir, una gran movilidad social que ya precedía al año
1817, y que fue posible reavivar gracias a la experiencia adquirida en
más de seis años de conflicto armado.
4) Las comunicaciones son otro aspecto relevante en esta historia,
pues como ya lo ha notado Johanna von Grafenstein,3 fueron un factor definitivo para el triunfo del ejército del rey. La reconstrucción de
Gustavo Pérez nos permite identificar la estrategia del virrey Apodaca,
la cual consistió en vigilar los caminos y restablecer los correos, pero
también en diversificar las fuentes de información del gobierno, pues
el virrey mantenía correspondencia con militares y autoridades de
todas las gradaciones y jerarquías. Asimismo, intervino tanto correos
insurgentes como neutrales, lo cual es un indicio para medir la fuerza
Johanna von Grafenstein, “La expedición de Xavier Mina en las redes de comunicación realista, 1815-1817”, ponencia presentada en el coloquio “Xavier Mina y su
incursión en la Nueva España en 1817. Homenaje desde México”, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, Museo Nacional de Historia, 12 de octubre de 2017.
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militar que Apodaca había perfeccionado y heredado del anterior
virrey Félix María Calleja. Por el lado insurgente, las comunicaciones
tanto terrestres como exteriores (que se garantizaban por medio del
Fuerte de Soto la Marina) eran vitales para el movimiento. Además, la
propaganda política fue un fenómeno que se intensificó en 1817 y que
en gran parte se debe a la presencia de Mina. Así que aún nos hace falta
una historia del control realista, del correo insurgente y de los impresos
políticos, que mueastran un estado muy maduro –y crítico– del manejo
de la opinión pública, mucho antes del regreso de la Constitución de
Cádiz en 1820 y de la independencia en 1821. Así que con agrado recibimos este nuevo libro sobre Mina que nutre la reconstrucción del día
a día de su expedición y que nos invita a sumergirnos en esta historia
para averiguar su significado.
Jorge Alejandro Díaz Barrera
E l C o l e g i o d e M éx i c o
Antonio Ibarra, Álvaro Alcántara y Fernando Jumar (coords.),
Actores sociales, redes de negocios y corporaciones en Hispanoamérica, siglos XVII-XIX, México, Bonilla Artigas Editores, 2018, 344 pp.
ISBN 978-607-856-070-7
La creciente popularidad de la historia global en las últimas décadas
ha alimentado los debates sobre las escalas del análisis histórico.
Los historiadores estudian cada vez más las conexiones y las circulaciones para ir más allá de las fronteras de las localidades o del Estado
nacional. Sin embargo, como las recientes reflexiones sobre la historia
global lo han subrayado, la tendencia a detenerse en los movimientos y
flujos también tiene sus riesgos. A veces puede resultar en un desprecio
de los factores que provocan procesos integradores o desintegradores,
o también en una falta de atención para los actores que no cruzan fronteras o actúan a una escala más pequeña. El libro Actores sociales, redes
de negocios y corporaciones en Hispanoamérica, siglos XVII-XIX aborda
el tema de cómo escribir historias multiescalares y transescalares, e