«LO REAL MARAVILLOSO AMERICANO»:
UNA PROPUESTA DE INTEGRACIÓN
ALICIA LLARENA
" Todo resulta maravilloso en una obra imposible de situar en Europa'^.
pontáneo, frente a la sofistical continente americano, y no
ción y la artificiosidad de cierprecisamente como una suertas experiencias vanguardistas de
te de moda transitoria y provisiolas que Alejo Carpentier aprennal, siempre ha estado teñido de
de, justamente, uno de los valoun halo mágico que acompaña a
res más sustanciales del contisu historia cultural en momentos
nente: la profunda raíz
diversos, y por motivos muy disontológica de su aparente fantintos. Si rastreáramos en el imatasía. Es en El reino de este munginario los signos de identidad del
do donde nuestro escritor se procontinente, enseguida podríamos
pone desarrollar como praxis
ver una nota esencial y tópica que
narrativa este principio expuesya ha sido suficientemente destato en su prólogo, páginas prelicada: la imagen de América es una
minares donde algunas anotasuerte de intersección entre la fanciones se vinculan de un modo
tasía y la realidad. Ciertas notas
especial a la dialéctica de "munetnográficas desde aquel encuendos" y de "visiones" que identitro de 1492, se encargaron de abrir
fican a Carpentier en el conjunpor entonces perspectivas y horito de la prosa latinoamericana.
zontes ni siquiera previstos en la
Es fácil darse cuenta de que, a
conciencia universal: la conviventravés de ese texto de propósicia entre la modernidad y el anatos e intenciones previo a la nocronismo, entre la mirada indígevela misma, Alejo Car-pentier
na y el raciocinio europeo, entre la
modela ciertamente nuestro
Alejo Carpentier, por Juan David.
naturaleza y la civilización, son sólo
"horizonte de expectativas", adtres de los más conocidos factores que alimentan esa
virtiendo que la ficción es, en realidad, un seguimiencuriosa imagen de América Latina. No es extraño por
to histórico riguroso, cuyo cotejo de ^Jugaresy hasta de
ello que una de las expresiones más certeras y reconocalles' es fácilmente susceptible de emparentarse dicidas en el ámbito americanista sea, precisamente, la
rectamente con la verdad histórica, esto es, objetiva^.
que nace en una de las zonas culturales que con más
Si como señalan algunos teóricos de la narración una
constancia y fortaleza han asumido y analizado su cude las necesidades primarias de todo novelista consiste
rioso sincretismo: desde la publicación de El reino de
en ''establecer una correspondencia entre la historia y el
este mundo, las palabras "lo real maravilloso americamedio ambiente y los efectos que pueden deducirse de esta
no" han servido de término inaugural para una visión
correspondencia'^, no cabe duda de que en un escritor
de América como el espacio de las infinitas e imprevisibles probabilidades naturales.
^ "Se narra una sucesión de hechos exrraordinarios, ocurridos en la
E
El prólogo de esta breve novela carpentieriana ha
cobrado tanta fortuna que es casi imprescindible su
mención en cualquier estudio cuyo objetivo sea, en
primer término, explicar ese universo donde lo extraordinario se circunscribe a un surgimiento telúrico es' Alejo Carpentier, prólogo a El reino de este mundo, Barcelona, Edhasa,
1982, p. 57.
isla de Santo Domingo, (...) dejándose que lo maravilloso fluya libremente
de una realidad seguida en todos sus detalles. Porque es menester advertir
-continúa el prólogo- que el relato que va a leerse ha sido establecido sobre
una documentación extremadamente rigurosa que no solamente respeta la
verdad histórica de los acontecimientos, los nombres de personajes -incluso secundarios-, de lugares y hasta de calles, sino que oculta, bajo su aparente intemporalidad, un minucioso cotejo de fechas y de cronologías"
(56-7).
' Bourneuf y Ouellet, La novela, Barcelona, Ariel, 1983, p. 129.
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cuya fuente más inmediata proviene casi siempre de la
historia, como es el caso de Alejo Carpentier, tal necesidad se plantea como un principio inmediato a resolver, y como una de las claves fundamentales para la
organización de su discurso literario. Al mismo tiempo, pronto sabemos que los sucesos de El reino de este
mundo van a situarse en una confrontación dialéctica
que es, sobre todo, una confrontación espacial, pues
la ^'encrucijada mágica de la Ciudad del Cabo' (57) se
presenta como un lugar de coincidencias, pero también como un lugar de colisión o, en otras palabras,
un espacio integrador, pero escindido también en una
constante dualidad de perspectivas. Tal vez por ello la
denominación que Carpentier atribuye a la especial
situación de este espacio urbano no puede ser más exacta, ni más acertada, que esa reunión de la multiplicidad y la maravilla, resumiendo en su carácter sincrético,
en sus personajes "encrucijados", la materia sustantiva
de la narración, y en su contraste y adjetivación mágica el modo en que esa sustancia se cristaliza. Desde
luego, el espacio de El reino de este mundo, y de la prosa carpentieriana en general, no puede explicarse, como
se sabe, sin esa fluctuación constante entre las dos perspectivas que se enfrentan y reúnen en la novela; tampoco es lícito, por ello, hacer caso omiso a su particular concepción de los '^contextos', expuesta en su conocido libro Tientos y diferencias*. Si los contextos "raciales", "económicos", "crónicos", "políticos", "burgueses", de "distancia y proporción", de "desajuste
cronológico", "culturales", "culinarios", de "iluminación" e "ideológicos", tal como él mismo los define,
determinan la escritura americana, cierto es que buena parte de la crítica recogió la necesidad de analizarlos en nuestra novela, tal vez más que en ninguna otra,
llamada como está a "acusar un énfasis desmedido sobre
el "espacio", sobre el "ambiente novelístico'^, y sobre "los
sistemas referenciales de las alusiones" a la realidad, constantes organizativas del texto. La incidencia de estos
variados "contextos" en la novela de Alejo Carpentier
tiene, al menos, dos consecuencias inmediatas sin las
cuales no se explica la visión de "lo real maravilloso
americano", pues afecta en primer grado a la perspectiva novelesca, de una parte, y a la plasticidad de la
lengua carpentieriana, por otra. Para Carlos Rincón,
" no es a Sartre, sino al concepto de lo real-como-contexto
propio de la época moderna, al que hay que referirse. El
enfrentatniento de las figuras de Carpentier con esos
"contextos" es el nuevo tipo de "resorte dramático" con
que el novelista ha reemplazado uno de losprocedimien"• Alejo Carpentier, Tientos y diferencias, México, U.N.A.M., 1964.
^ Emil Volek, "Alejo Carpentier j la narrativa latinoamericana actual
(dimensiones de un "realismo mágico"). Cuadernos Hispanoamericanos, 296
(1975), p. 332.
Espejo de paciencia
tos fundamentales para producir la ilusión realista en la
novela: la motivación sicológica de los personajes y el análisis de elld'^. He aquí uno de los efectos fundamentales de la escisión espacial sobre la que se estructura la
novela, la confrontación de espacio y personaje, la fricción entre mirada europea y mirada americana que
surge a partir de esta noción de "contexto" como "resorte dramático" explicitada por el crítico. Pero además, la necesaria construcción de esos "contextos" que
justifiquen la conducta de los personajes novelescos
determina también la lengua -y la perspectiva- de
Carpentier:
"Por su carácter más o menos marginal respecto de
la tradición literaria de Occidente -señala Mauricio
Ostria-, la narrativa hispanoamericana está más
urgida y necesitada de verbalizar orgánicamente
stís entornos culturales y suplir de esa forma la
ignorancia que de ellos se tiene más allá de sus fronteras. De allí el carácter barroco que Alejo Carpentier ha
subrayado como rasgo esencial de los relatos hispanoamericanos: el hecho de la novedad inaugural de
América (...) y, luego, su marginalidad y autoctonía,
han obligado a nuestros narradores (...) a construir
lingüísticamente todos los contextos extraverbales (...)
de aquella realidad sw generis. Tales contextos -continúa- son recreados mediante descripciones frecuentes, explicaciones, inclusión de léxico autóctono,
abundancia de imágenes sensoriales y, últimamente, a
través de la incorporación del habla coloquial, la
imitación lingüística y la creación de un lenguaje capaz
de potenciar una visión americana desde dentro"^.
El mismo sentido tiene la reivindicación de Carlos
Rincón en torno al aparato descriptivo de Alejo
Carpentier, cuyo mecanismo contribuye a la integración final de todos los elementos contextúales del relato. Lelia Madrid reconoce también que
' Carlos Rincón, "La poética de lo real maravilloso americano". Recopilación de textos sobre Alejo Carpentier (Salvador Arias, comp.). La Habana, Casa de las Américas, 1977, p. 169; (el subrayado es nuestro).
' Mauricio Ostria, "Notas sobre la importancia de los entornos en la
literatura hispanoamericana". Escritos de varia lección, Chile, Ed. Sur, 1988,
pp. 62-63 (el subrayado es nuestro). Ostria toma como punto de partida
para explicar esta necesidad las ideas de Eugenio Coseriu, quien determinó desde un punto de vista lingüístico los diferentes "contextos":
"idiomático", "verbal" (inmediato o mediato -contexto temático en general-; y negativo o positivo -lo que se dice o no se dice) y "extraverbal"
(físico, empírico, natural, práctico u ocasional, histórico, cultural), (E.
Coseriu, "Determinación y entorno", Teoría del lenguaje y lingüistica general, Madrid, Credos, 1982, pp. 282-323). Es evidente que en la escritura
de "lo real maravilloso" la necesidad del contexto extraverbal es superior, si
partimos del hecho de que es necesaria una confrontación entre, al menos,
dos espacios distintos y que, por otra parte. El reino de este mundo tenía
como propósito dignificar la realidad de un continente cuya marginalidad
(desconocimiento) es importante.
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«Lo
R E A L MARAVILLOSO A M E M C A N O » :
U N A PROPUESTA D E INTEGRACIÓN
'' en gran parte, mucho del estilo carpentieriano
tiene que ver con esta inicial concepción de América
como vacío. La necesidad de llenar todos los espacios, la
compulsión a agotar morosa y minuciosamente los
detalles y matices de lo que se describe, la función
vigilante de lo que Carpentier concibe como "la
observación" (...), no son, para nada, gratuitas\
" Quizá sea Carpentier -añade- uno de los casos más
ejemplares en el que el problema de la creación (por
otro nombre, la creación de América) esté tan dramatizado. América se trata de inventar, de recrear en los
términos de lo real maravilloso, lo cual inserta la obra
en el terreno de la repetición (...) la problemática pasa
primero por la del lenguaje y sus referentes, esto es, la
necesidad de nombrar lo que no tenía espacio en
el contexto de la literatura occidental. Amén de las
consecuencias epistemológicas (...) existen otras que
conciernen al escritor y a su obra. Son éstas quizá las
más interesantes para el estudioso delfenómend^^.
"la mole, imponentemente intacta (...) de la Ciudadela
La Ferriéré', "la todavía normanda Ciudad del Cabo",
"larguísimos balcones", el "palacio de cantería habitado
antaño por Paulina Bonaparte" (51), forman parte de
aquel viaje iniciático que el escritor realiza a las tierras
de Haití y que suponen, en rigor, la primera motivación para la urdimbre de esta novela, y el primer impulso de "lo real maravilloso americano". Es significativo que desde la primera palabra del prólogo hasta el
primer punto ortográfico, el referente espacial del escritor cubano sea un espacio de reconocible estigma
colonial, pues la información que estas líneas contienen producen enseguida un efecto sorpresivo, antitético: y es que este espacio de ropajes ajenos y de extrañas vestiduras, de cantería artificiosa y europeísta, incrustado en la isla americana, es en realidad un espacio "de advertencias mágicas" cuya naturalidad ensombrece enseguida la artificiosidad del contexto anterior.
Efectivamente, Carpentier deshace pronto esa imagen
señalando que "Después de sentir el nada mentido sortilegio de las tierras de Haití-zsí continúa el prólogo-¿/i?
Pero el detallismo descriptivo, cuyo objetivo es,
haber hallado advertencias mágicas en los caminos
fundamentalmente, generar los "contextos" carpenrojos de la Meseta Central, de haber oído los tambores del
tierianos, canaliza también, a través de la capacidad
Petroy del Rada, me vi llevado a acercar la maravillosa
modelizadora del espacio, y este es sin duda su efecto
realidad recién vivida (51)". Nótese bien: una simmás importante, nuestro "horizonte de expectativas",
ple pausa sintáctica en el texto yuxtapone dos ámbinuestro punto de vista. Se entiende así que el alarde
descriptivo de nuestro narrador actué en la novela como
tos. Además de recurrir a este "orden" en la presentauna ecuación que a falta de otras palabras podría
ción del espacio que en el prólogo se describe, y de
resumirse en '^ubicación es iguala conocimiento^"^, pues unirlos y refractarlos con tan simple mecanismo lin"^una relación espacial (...) encauza mi concepto de las güístico, algo añade Alejo Carpentier que no debe olcosas hacia una relación lógica'^'^. Veremos por ello
vidarse: frente a los nombres de " Sans-Soucf, " Ciudade qué modo el narrador de El reino de este mundo
dela La Ferriéré', "Ciudad del Cabo", y "Paulina
encauza también para nosotros las múltiples posibiliBonaparte", la presencia única de "Haití, adornada
dades de ese fragmento caribeño orientado por propia
de una simple y roja "Meseta Central'. Una clara acunaturaleza hacia "lo real maravilloso" y cuyos conflicmulación de elementos espaciales sustantivos -de clatos son susceptibles de actualizarse a la luz de los giros
ra irradiación europea- al lado de una parca nominaculturales e ideológicos de este fin de siglo. Antes de
ción americana. Resulta sorprendente ese despliegue
entrar en algunos de los aspectos más interesantes de
pleonástico de las primeras líneas del prólogo, sobre
su novela, el prólogo de Carpentier nos revela aún otros
todo porque lo que el ámbito europeo gana en fortalesecretos.
za o en presencia física ("mole", "intacta", "calle de
larguísimos balcones", "palacio de cantería"), el NueUno de ellos, sin ir más lejos, es el conjunto de los
vo Continente lo gana en matices y en una solidez que
primeros núcleos espaciales que él se mencionan: ''El
proviene, justamente, de su "verdad" ("nada mentido
reino de Henri Christophé\ las "ruinas de Sans-Soucf;
sortilegio", "haber hallado", "haber oído", "realidad
^ Lelia Madrid, "Alejo Carpentier: el retorno al reino de este mundo",
recién vivida"). Valdría la pena desmenuzar al máxiEl sueño del origen. La tradición postromdntica, Madrid, Fundamentos,
mo, este fragmento inicial del prólogo, y describir to1991, p. 44; el subrayado es nuestro.
dos y cada uno de sus elementos gramaticales, pero
nos basta asumir "simplemente" estas señales apunta' "El nombre provee el espacio (y el tiempo) para la realidad de América. La función del novelista es superior -ontológicamente- a la de Adán;
das aquí: mientras que el espacio europeo necesita de
el novelista aquí se quiete -y denuncia- como una suette de dios omnipouna enorme laboriosidad, de un artificio extremo, de
tente que puede nombrarlo, ubicado y, pot tanto, conocerlo todo" (L.
una imagen lírica, "poética" -producto de un pasado
Madrid, loe. cit., p. 46).
histórico que, como todo lo antiguo, no se sustrae al
"^ O. Friedrich BoUnow, Hombre y espacio, Barcelona, Labor, 1969, p.
190; (el subrayado es nuestto).
Espejo de paciencia
" Los subrayados son nuestros.
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encanto mágico-, al espacio americano le es suficiente
con una parca descripción que, desde su verdad, se
impone luego en el relato. La grandilocuencia y la
mecánica del espacio europeo continua desarrollándose en el prólogo en torno a ciertos motivos de filiación surrealista dignos de tener en cuenta'^. André
Masson y Wilñ'edo Lam sintetizan -entre tantos nombres que se mencionarán aquí- las dos perspectivas
novelescas que desde el prólogo dirigen luego la ordenación de la novela, pues mientras "la maravillosa verdad' de la isla de Martinica sólo es un motivo de asombro o de perplejidad en el primero (¿Paulina Bonaparte
ante el ensueño tropical?), para el pintor cubano se
convierte en material estético extra-ordinario y familiar. Las constantes oposiciones del prólogo se atienen
siempre a fortalecer el vivo espacio americano frente a
la historia y, así, si en ^^Europa occidental el folklore
danzario (...) ha perdido todo carácter mágico o invocado f\ "rara es la danza colectiva, en América, que no
encierre un hondo sentido ritual' (55). Más que el contraste evidente entre Europa y América, a Carpentier
le interesa la fingida construcción del primero frente a
la vivacidad de su propio terreno. Por ello, frente a las
metamorfosis de Lautreamont, por ejemplo, él plantea la soberana existencia de Mackandal; mientras que
de Maldoror "sólo quedó una escuela literaria de vida
efimerd', de "Mackandal el americano, en cambio, ha
quedado toda una mitología, (...) himnos mágicos (...)
que aún se cantan en las ceremonias del Vaudou' (56).
Todo en el prólogo del escritor cubano tiene un destino común, y ése no es otro que el de dignificar, legitimar, la realidad del continente, y apuntalar así una
suerte de "edificación pedagógica" del espacio americano: " Todo (...) se subordina a un solo objetivo: introducir a Ti Noely a los suyos en el contexto cultural mundial, presentarlos como herederos no sólo de las tradiciones afroamericanas, sino también de todas las riquezas
espirituales creadas por la humanidad al nivel de la conciencia mitológica. A la luz de lo dicho, tampoco debe
considerarse casual la elección del lugar en que se desarrolla la acción del relato, pues precisamente allí, en la
zona del Caribe, tuvo lugar el encuentro histórico de tres
'^ "Viejos clisés de la selva de Brocelianda", "reuniéndose objetos que
para nada suelen encontrarse", "la vieja y embustera historia del encuentro
fortuito del paraguas y de la máquina de coser sobre una mesa de disección", "caracoles en el taxi", "la cabeza del león en la pelvis de una viuda",
"manos clavadas sobre la puerta de un castillo" (52), son situaciones que
Alejo Catpentier muestra como efectos de una elaboración artificial. Todas ellas están generadas desde una concepción "espacializadora", haciendo uso de ámbitos, lugares, "fortuitos": "lo maravilloso se queda -resume
el escritor- (...) sobre una mesa de disección, en el interior de un cuarto
ttiste, en un desierto de rocas".
'^ Lev Ospovat, "El hombre y la historia". Recopilación de textos sobre Alejo Carpentier, op. cit., p. 223.
Espejo de paciencia
razas"^^, como señala Lev Ospovat. La "encrucijada
mágica de la Ciudad del Cabo' no es precisamente un
espacio de invención artificial, un lugar de encuentros
fortuitos como lo maravilloso en la mesa de disección,
sino el espacio de lo espontáneo, de la simbiosis, de lo
imprevisible, de lo inesperado, donde la licantropía
no es un síntoma literario sino una posibilidad vital.
Para mostrar la intensidad y el valor de este espacio,
Carpentier necesitará de un sistema de oposiciones,
de la eterna dialéctica entre cultura y contracultura,
asentado en un territorio que por ello mismo es casi
siempre escindido, tenso, dual.
II
Del mismo modo que en el prólogo nuestro escritor presenta, de entrada, un espacio de clara orientación europea, el comienzo de la novela también está
presidido por ese ámbito, y por la irradiación de sus
contradicciones: Con Ti Noel se nos da la oportunidad de penetrar en un mundo -el Cabo Francés- que
enseguida se proyecta en un barrio marítimo concreto: "almacenes olientes a salmuera", "lonas atiesadas por
la humedad', "la tienda delpeluquero', la "tripería contigua' y hasta el alambre donde el librero "había colgado (...) las últimas estampas recibidas de París'. Desde
las primeras líneas el narrador nos sitúa en una " Ciudad de profundos contrastes', como se respira en la escena inaugural de la novela, lo es sobre todo porque
en ella asistimos a la " ciudad terreno virgen, recién apresado, campo de acción de lo real maravilloso"^'^, como
bien advirtiera el mismo Carpentier en una de sus entrevistas: " Siempre pensé -óii)o a César Léante- que el
escritor latinoamericano (...) debía tratar de expresar su
mundo, mundo tanto más interesante por cuanto es nuevo, se encuentra poblado de sorpresas, ofrece elementos
dificiles de tratar porque aún no han sido explotados por
la literatura. Pensé (...) que el escritor latinoamericano
tenía el deber de "revelar" realidades aún inéditas" ^'^. Parte
de esa originalidad consiste, como se sabe, en la superposición del clima americano con esa otra ambientación de sello europeo. Carlos Rincón advierte entre
las tantas recurrencias narrativas del escritor cubano la
de inaugurar sus novelas, precisamente, en barrios cuya
condición lleva el signo del encuentro:
"cada novela de Carpentier tendrá un mundo
escindido dualmente. Personajes y ambiente pertenecerán a esta o a la otra orilla (...) Los personajes, claro
'"* Aimée González, loe. cit., p. 96.
'^ César Léante, "Habla Aejo Catpentiet. Confesiones sencillas de un
escritor barroco", Recopilación de textos sobre Alejo Carpentier, op. cit.,
pp. 18-19.
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está, serán los mismos aquí que allá, aunque elevados a
disímiles realidades que se oponen desde el comienzo.
una dimensión más significativa, epónima. Para
Ante la estampa de un rey negro, un rey de su país, "el
encender su aneblada humanidad, el personaje ha de
joven esclavo había recordado, de pronto, aquellos relatos
abandonar la situación inicial que lo enmarca. No es
queMackandalsalmodiaba' (62), y el narrador cubaextraño, por esta razón, que el espacio que mejor ilustra no se complace en establecer un clima de encantamienla posibilidad del viaje -los muelles- estén dentro de las
to que llegue a los ojos del lector habitual por medio
preferencias del novelista. En efecto, en El reino de este de una sutil predisposición a la leyenda. Mackandal,
mundo, "El camino de Santiago", "Semejante a la
como se sabe, "solía referir hechos que habían ocurrido
noche". El siglo de las luces, son muelles el espacio
en los grandes reinos de Popo, de Arada, de los Nagós, de
inaugural. (...) Es demasiada coincidencia como para
los Eulas", el "invencible imperio de los mandingas"
indicar un sentido diferente'.'"''
(62-3), abriendo con ello esa "confrontación intencionada" descrita por Bajtin. Así, "En el África, el rey
Esta sutil observación con que el crítico descubre
era guerrero, cazador, juez y sacerdote"; "Allá (...) había
uno de los espacios privilegiados en el discurso genepríncipes (...) que eran el leopardo, (...) que conocían el
ral del narrador cubano tendrá en adelante razones para
lenguaje de los árboles, (...) dueños de la nube, de la semanifestar su carácter múltiple a través de ese motivo
milla, del bronce y del fuego' (63-4). Frente al telurismo
espacializador que propicia el "encuentro": "Elencuende estas palabras, la calle "se había llenado de gente'
tro -señala Bajtin- es uno de los acontecimientos constitutivos más antiguos del argumento de la épica (especial- plural, "encontradiza": "negras que regresaban del mercado', "señoras que salían de la misa de diez y "un monito
mente de la novela). (...) El motivo del encuentro -añade- es uno de los más universales, no sólo en la literatura de Brasil, vestido a la española' (64), escenario multicolor donde los haya. Como quiera que en este inicial
(...), sino también en otros dominios de la cultura, y en
las diferentes esferas de la vida socialy cotidiana', y está acotamiento del espacio narrativo de El reino de este
"ligado estrechamente a otros motivos importantes, espe- mundo se produce una inseminación dual que determina al resto de elementos de la estructura novelesca,
cialmente al motivo del reconocimiento-no reconocies clave recordar algunas de sus sentencias: el "Cabo
miento, que ha jugado un enorme papel en la literatuFrancés, (...) era bien poca cosa en comparación con las
ra'. La observación de Bajtin es esencial, pues al trasciudades de Guinea' {G6) -señala el narrador-. Allá, en
ladarla a El reino de este mundo se adivina enseguida la
el "Gran Allá", había
oportunidad de algunas de sus conclusiones: "El exotismo -aclara Bajtin- presupone una confrontación intencional de lo que es ajeno con lo que es propio; en él es
"mercados que eran famosos hasta más allá del
subrayada la ajenidad de los ajenos; por decirlo así se
lindero de los desiertos, hasta más allá de los pueblos
saborea y representa detalladamente en eltrasfondo del sin tierras (...). Las lluvias obedecían a los conjuros
universo propio, corriente, conocido, y que está sode los sabios y (...) en la urbe sagrada de Widah se
rendía culto a (...) los dioses que regían el mundo
breentendido'^^, lo cual alumbra la estrategia llevada
vegetal y solían aparecer, mojados y relucientes,
a cabo como sistema de dualidades y oposiciones por
entre (...) las orillas de lagos salobres" (67).
Alejo Carpentier. En efecto, la intencionalidad con la
que en determinadas obras se confronta lo propio y lo
Todo el segundo capítulo de El reino de este mundo
ajeno surge desde ese motivo literario ancestral, y tiecarga su poder semántico sobre esta evocación de un
espacio mágico, precedente lingüístico llamado a norne pronto en El reino de este mundo una imagen conmalizar el acontecimiento extraordinario. Mackandal,
creta y miniaturizada, en las estampas recibidas de París
que Ti Noel contempla: " el rostro del rey de Francia, en quien " Inútil para trabajos mayores (...) se le había despertado un raro interés por las existencia de ciertas planmarco de soles, espadas y laureles' (61) que el criado
tas siempre desdeñadas" (68), permanece desde entonsingular del texto ve, no son comparables a h,presentaces atento a la vegetación y a sus ramificaciones, acba algo asi como un almirante o un embajador francés,
tuando de guía y portador de lo maravilloso, e introrecibido por un negro rodeado de abanicos de plumas y
duciéndonos así en un ámbito oculto, sagrado, que
sentado sobre un trono adornado de figuras de monos y
repite en la isla americana los mismos gestos que el
lagartos" (62). Los "contextos" ornamentales de las dos
"Gran Allá" de Guinea. Para acceder a los secretos de
siluetas monárquicas descritas aquí intentan, en efecMackandal, y a su universo fabuloso, es necesario que
to, subrayar las diferencias, y "en-marcar" en objetos
las indicaciones semánticas del texto aludan siempre a
" Carlos Santander, "Tiempo y espacio en la obra de Alejo Carpentier",
la "lejanía", a la ausencia de proximidad entre los dos
Recopilación de textos sobre Alejo Carpentier, ibid., pp. 184-185ámbitos (el europeo y americano) que se enfrentan en
" M. Bajtin, Teoríay estética de la novela, Madrid, Taurus, 1989, pp. El reino de este mundo, de tal forma que sea necesario
250 y ss.; los subrayados son nuestros.
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''alejarse de la hacienda de Lenormandde Mezy durante
horas', ''hacia el lindero del valle, hacia donde la tierra
se hacía fragosa, y la falda de los montes era socavada por
grutas profundas' (69). Todo conduce en estas líneas a
señalar la existencia de lo maravilloso a través de márgenes, límites, extrarradios, dimensiones aparte del
espacio convencional del texto. En este sentido, el espectáculo de la caverna donde Ti Noel puede dar satisfacción a su deseo de ver de nuevo a Mackandal no
tiene desperdicio, pues penetramos aquí "en el alucinante mundo haitiano, mundo de sortilegios y brujerías
del "vudú ", donde la magia parece dominar los senderos
de la historia, donde masas humanas reaccionan, actúan
a virtud de causas y motores difíciles de interpretar por
mentes europeas'^'^, como señala Salvador Bueno. En
efecto, esta unidad espacial, "caverna de entrada angosta, llena de estalagmitas que descendían hacia una oquedad más honda'^"^, con sus correspondientes "murciélagos", "enseres Uticos y espinas de pescado petrificadas",
" húmeda penumbra, un olor acre y pesado', "pieles de
lagarto' y útiles para la maceración (71-2), se convierte en uno de esos reductos que conserva, guarda, protege, el espacio de lo real maravilloso americano. La
variedad de objetos hizo pensar al joven esclavo "en las
tiendas de los herbolarios del Cabo", adicción comparativa que el personaje padece desde el inicio del texto, y
explicable a partir de la vocación carpentieriana de
homologar su cultura con la cultura europea a través
del reconocimiento. Ahora bien, lo que asombra a Ti
Noel -esto es trascendental- no es la extrañeza de una
caverna que contiene, en realidad, las mismas cosas
que un comercio cualquiera; ni siquiera su lejanía, esa
"oquedad más honda", sino otro elemento cuyo signo
espacial es más fuerte. Se equivocan quienes encuentran "lo real maravilloso americano" en la exuberancia
religiosa, y en las múltiples imágenes de sus formas
vivas, pues "Lo que más asombró a Ti Noel fue la revelación de un largo y paciente trabajo, realizado por el mandinga desde la noche de su fuga. Tal parecía que hubiera
*' * Salvador Bueno, "Carpentier en la maestría de sus novelas y relatos
breves", Anales de Literatura Hispanoamericana, 4 (1975), p. 157.
''' J.E. Cirlot recuerda cómo este espacio (la "caverna") está adscrito
"al término de lo continente, cerrado, oculto. Sirve de substrato para ciertas identificaciones, como la medieval, en que la caverna aludía al corazón
humano como "centro" espiritual. Con cierta frecuencia -concluye- aparece en la iconografía emblemática y mitológica como lugar de reunión de
imágenes de divinidades, antepasados o arquetipos" (Diccionario de símbolos, op. cit., p. 122). Por otra parte, "el nacimiento de ciertos héroes, la
ocultación de armas, símbolos de poder, etc., se verifica en cuevas" (ídem.,
p. 161). La relación de este símbolo y El reino de este mundo es evidente,
pero nos interesa, más que el "espacio guarida" o "espacio reunión", el
concepto de "substrato" que aquí menciona Cirlot. Las unidades espaciales del texto no pueden separarse por un momento de su cosmovisión; la
caverna es un "centro" físico, pero es sobre todo un centro espiritual, el
núcleo de la perspectiva americana (Mackandal, Maman Loi).
Espejo de paciencia
recorrido las haciendas de la llanura, una por una, entrando en trato directo con los que en ellas laboraban"
(72), "el veneno se arrastra por la Llanura del Norte",
"la subterránea marcha de la muerte" (74-5). Nada detiene en el espacio novelesco de El reino de este mundo
la amenaza de este "enemigo inapresable", y el veneno
sigue alcanzando "el nivel de las bocas por las vías -nótese bien- más inesperadas' (76). Es ahora cuando aparecen, por esa misma razón, los "dioses mayores", "los
Mandatarios de la otra orilla", y cuando "La Llanura
(...) se llenó de ladridos y blasfemias' (76). Con una
economía de medios realmente envidiable, "ladridos"
y "blasfemias" nos remiten al universo colonial, por
una parte, y a la particular creencia indígena -hereje,
revoltosa, demoníaca- por la otra. La conversión del
espacio de El reino de este mundo en un conflicto de
climas culturales, en ese choque de visiones donde "la
estructura del espacio del texto se convierte en modelo de
la estructura del universo"^°, transforma nuestro "lugar
narrativo" en el lugar de la escisión. La Llanura se convierte en una atmósfera entregada a la violencia: "reinaba en todas partes una mala atmósfera' (101); "se respiraba una mala atmósfera en aquel crepúsculo de sombras harto impacientes por abrasarse a las cosas" (138).
Lo maravilloso empieza a sucederse aquí de manera
frecuente, activando signos, señales telúricas, abandonando el estrecho y limitado marco de una caverna
para invadir la realidad^'. Pareciera que el espacio narrativo se ha convertido en otro, y que esta presencia
mágica no necesita ya de mayores efectismos para su
consolidación en la novela, pero la espacialidad dualista
que se palpa en El reino de este mundo no permite, sin
embargo, que todos en la novela sean susceptibles a la
percepción de lo extra-ordinario, y que lo maravilloso
fluya de otro modo que no sea por el contraste (la
confrontación) ante otra realidad.
Pero la unidad espacial donde a nuestro juicio se
consuma la escisión de perspectivas novelescas es, desde luego, la "Plaza Mayor'. En ella tiene lugar el acontecimiento más extraordinario del relato, la metamorfosis de Mackandal, y los dos "mundos" que colisionan
en la novela firman un divorcio definitivo. Ese lugar
-aparentemente común y colectivo, centro de la ciudad- se fracciona en dos: " Como de palco a palco de un
^° Yuri Lotman, Estructura del texto artístico, Madrid, Fundamentos,
1978, p. 270.
^' "Una iguana verde se había calentado el lomo en el techo del secadero de tabaco; alguien había visto volar, a mediodía, una mariposa nocturna; un perro grande, de erizada pelambre, había atravesado la casa, a
todo correr(...); un alcatraz había largado los piojos -tan lejos del mar- al
sacudir sus alas sobre el emparrado del traspatio. Todos sabían -concluye el
narrador- que la iguana verde, la mariposa nocturna, el perro desconocido, el alcatraz inverosímil, no eran sino simples disfraces" asociados a los
poderes licantrópicos de Mackandal (78).
• 1996 • n° 1
25
«Lo REAL MARAVILLOSO AMERICANO»:
UNA PROPUESTA D E INTEGRACIÓN
vasto teatro conversaban a gritos las damas de abanicos y bra, Vaudoux , que " lo llenó de zozobra haciéndole commitones (...). Aquellos cuyas ventanas daban sobre la pla- prender que un tambor podía significar, en ciertos casos,
za, hablan hecho preparar refrescos de limón y de horcha- algo más que una piel de chivo tensa sobre un tronco
ta para sus invitados'. Sin embargo ^^Abajo, cada vez ahuecado' (100). Ahora bien, para mostrar ese sintomás apretados y sudorosos, los negros esperaban un espec- mático desasosiego de la sólida cultura europea al contáculo que había sido organizado para ellos; una función tacto con la realidad americana, el personaje crucial
de gala para negros' (83); "proximidades", "lejanías",
quizá sea Paulina Bonaparte. El viaje hacia Las Anti"refrescos" o "sudores", "sobre la plaza" o "abajo" no
llas de esta delicada dama francesa es bien significatison más que indicios lingüísticos de dos modos de vivo: "cada cambio de brisa se llevaba varios alejandrinos"
sión que se resumen en una imagen espacial. Poco desy tras pasar el Canal de las Azores percibe con claridad
pués, para los hombres que pueden percibir "lo real
que "el mar se estaba renovando", "la revelación de la
maravilloso", es decir, para los americanos de la noveCiudad del Cabo y de la Llanura del Norte (...) encantó
la, el mandinga sobrevive a la hoguera en la que los
a Paulina', quien pronto habría de sentirse "algo ave
europeos pretendían quemarlo, metamorfoseado y ludel paraíso', hasta gozar "despreocupadamente de aquel
minoso como los grandes hombres del "Gran Allá".
lujo, de aquella abundancia que nunca había conocido
en su niñez' (107-9). Carpentier describe esta entrega
al espacio americano como "el ensueño tropical de
III
Paulina Bonaparte' (110), feliz metáfora que resume
Ahora bien, puesto que la confrontación de universos es
una entrega provisional. Realmente, Paulina llega a
en esta novela una "confrontación intencionada", tras esta
sentir y a percibir "lo real maravilloso americano" en
consolidación de la visión indígena empieza a fortificarse,
algunos momentos del relato, pero ya hemos visto con
por decirlo así, su opuesto, esto es, la sólida supervivencia de
la visión europea, en la s^unda parte de El rano de este mun- anterioridad que el "exostismo" es, sobre todo, una
confrontación entre lo ajeno y lo propio, y un motivo
do. Después de "la muerte" de Mackandal "¿z dudad había
intencional para subrayar, precisamente, la ajenidad y
progresado asombrosamente', ^^había más sastres, sombrereros,
plumajeros, peluqueros', "un teatro de drama y ópera' ''dondela extrañeza. Así, enseguida comprobamos en este perverdaderas actrices de París cantaban arias de Juan Jacobosonaje la fundamental incomprensión entre los dos
espacios culturales superpuestos en El reino de este
Rousseau o escandían noblemente los alejandrinos trageos (88-9).
mundo, pues en poco tiempo, tras el primer encuenEn este marco, cualqiáer referencia a la negrimd parecería
tro con la isla, teñido por la exuberancia y la lujuriosa
estar vedada, si no fuera porque el contrapunto -la
vivencia del Caribe, "el trópico se le hacía abominable',
comparatividad- es la técnica de la que se nutre constantey " embarcó presurosamente a bordo del Switshure" (113).
mente esta novela. Pero el poder mágico del espacio haitiano
Ahora bien, la marcha de Lenormand de Mezy y la
continua adormecido bajo el disfraz de una serenidad un
misma "partida de Paulina señaló el ocaso de toda sensatanto sospechosa y curiosamente comienza a trascender para
tez en la colonia' (114), y por vez primera en todo el
ciertos personajes europeos que se suman a esta constmcción
relato, lejos ya de la intersección de lo europeo, la isla
conflictiva del espacio novelesco. Como se recordará
recupera su propia identidad: "Fue entonces -cuenta el
Lenormand de Mezy abandonó la isla con dirección de renarrador- cuando aparecieron en los campos unos sacergreso hacia París:
dotes negros (...) tan sabios como los curasfranceses(...) se
''Pero entonces le había ocurrido algo muy sorprenles entendía mejor', y la estricta dualidad de mundos y
dente: al cabo de pocos meses, una nostalgia de sol, de
espacio, de abundancia, de señorío, de negras tumbadas visiones que Alejo Carpentier construye hasta este
momento parece disolverse: "Por fin -resume- ciertos
a la orilla de una cañada, le había revelado que ese
asuntos de vivos y de muertos empezaban a tratarse en
"regreso a Francia", (...) no era ya, para él, la clave de
familia' (115).
la felicidad. Y después de tanto maldecir la colonia, de
tanto renegar de su clima, (...) había regresado a la
IV
hacienda" {?>9).
Pero las semillas de esa convivencia conflictiva entre América y Europa no se detienen aquí y, a pesar de
Esta atracción del espacio americano provoca no
que el universo indígena de Haití logra con su revuelpocas constusiones en la psicología de este curioso
ta legitimar su propia cosmovisión, los frutos del mespersonaje, quien se siente a la vez fascinado y temerotizaje mostarán en adelante algunas de sus más crueles
so, a medio camino entre el prodigio y el terror de ese
-también maravillosas- proyecciones. Henri Chistophe,
fragmento de Caribe. Volvió a la isla, es cierto, pero
el Primer Monarca Coronado del Nuevo Mundo, un rey
huye enseguida tras el levantamiento de los esclavos
negro, crea en la tercera parte de la novela aquel espanegros, al comprender el sentido de una extraña pala-
Espejo de paciencia • 1996 • n° 1
26
ALICIA LLARENA
CÍO que suscitó en Alejo Carpentier la necesidad de
escribir esta novela. Así, aunque Ti Noel ya libre de su
ancestral esclavitud camina "sobre una tierra en la que
la esclavitud había sido abolida para siempre' (118), y
"el suelo se había llenado de advertencias", tras haber
"reconocido ciertos lugares" como la caverna de
Mackandal, tuvo que detenerse, " maravillado por el
espectáculo m.ás inesperado, más imponente que hubiera
visto en su larga existencia': "Sans-Soucf (122-4)^^. La
residencia de Henry Chrístophe es, en esta parte de la
novela, la unidad espacial más importante, no únicamente por su figura sólida y espectacular, paralizante,
sino porque convierte el ya de por sí violento espacio
de la novela en un lugar de consecuencias imprevistas.
En principio, de esta unidad espacial no va a interesarnos su exquisita artificiosidad, su "mole de ladrillos
tostados, levantada más arriba de las nubes con tales proporciones que las perspectivas desafiaban los hábitos de la
mirada' (126), aditamentos que ya se comentan por sí
mismos; nos fijaremos, antes bien, en aquello que desde este delirante espacio asombra al antiguo esclavo:
"el descubrimiento de que ese mundo prodigioso, como
no lo habían conocido los gobernadoresfrancesesdel Cabo,
era un mundo de negros' (123). Por fijera y por dentro,
este espacio es parte de "lo real maravilloso americano", como ahora explicaremos, y tal vez por ello se
presente con las señales lingüísticas que remiten a la
distancia abrupta, a un "allá", a la separación. Además, la construcción del monarca haitiano debe
interpretarse de acuerdo a una de las sentencias que
resumen, en el texto, la negatividad de este espacio,
núcleo de resistenciafirentea lo extraño que acaba siendo, como se sabe, un centro de poder: "Era -dice el
narrador- como si en una misma casa los hijos pegaran a
los padres, el nieto a la abuela, las nueras a la madre que
cocinaba' (128). Si El reino de este mundo, y sus distintas unidades espaciales, se organizan en torno a la escisión ("aquí'V'allá", "cerca'V'lejos", "dentro/firera") que
gobierna un mismo locus narrativo, este reducido espacio sintetiza de algún modo todos los grados y matices de esa dualidad. La fortaleza de Henri Cristophe
-metáfora audaz del falso o irresoluble sincretismo
haitiano- es, finalmente, "el espacio del poder", de sello europeizante, implantado sobre las raíces de la isla.
La Ciudadela es en El reino de este mundo una de las
unidades espaciales de "lo real maravilloso", un sitio
donde acontece lo extra-ordinario: la mezcla extraña
entre la negritud y lo extranjero en una construcción
donde se funden, justamente, sus caracteres más peyorativos. Es en este instante cuando "lo real maravilloso americano" renace a través de ese sustrato musical permanente en la novela, digno de un análisis por-
menorizado: los tambores, símbolo de la espontaneidad y la naturalidad de la cultura americana frente a la
aparatosidad y la artificiosidad de La Ciudadela, entregada desde su construcción a lo europeo. Sentado
en su trono, mientras H. Cristophe recita las actas
públicas de su gobierno, el ruido de fondo crece
"en ese momento, la noche se llenó de tambores.
Llamándose unos a otros, respondiéndose de montaña a
montaña, subiendo de las playas, saliendo de las
cavernas, corriendo debajo de los árboles, descendiendo
por las quebradas y cauces (...). Era una vasta percusión
en redondo, que avanzaba sobre Sans-Souci, apretando el cerco" (143).
V
La última parte de El reino de este mundo cambia
de escenario, y se ubica en un mundo que hasta ahora
sólo conocimos a través de los personajes y de sus reminiscencias. La Roma estival marca el último sello
de la "confrontación intencionada" que lleva a cabo
nuestro narrador como eje estructurante del relato
novelesco, y el espacio europeo aparece ahora como
escenario real, tangible, y antitético del texto. Nuevos
contextos, nuevos palacios (o proyecciones de algunos
de sobra conocidos), nuevas leyes foráneas que no coinciden con la cosmovisión americana, ilustran al final de la novela la completa enajenación de espacios
que hemos venido padeciendo. Ahora, como resumen
que consuma definitivamente ese ciclo de interpenetración y rechazo, y resultado previsible de la ausencia
de unidad, Carpentier "des-contextualiza" a ciertos
personajes de su "marco habitual", sometiendo sus
perspectivas a una dura prueba de consolidación y resistencia. Ninguno de ellos, ni siquiera el propio Ti
Noel, supera este importante reto espacial. Algunos
indicios permiten percibir de modo claro la distancia
irreparable entre Solimán, por ejemplo, y la cultura
europea: "los niños lo seguían a todas partes, llamándolo
Rey Baltasar (...). Los papanatas que lo escuchaban no
tenía una idea muy precisa del lugar en que habían ocurrido esos hechos. Algunos pensaban en Madagascar, en
Persia o en el país de los bereberes" (153). La dualidad
del relato alcanza en estos instantes una posición que
va más lejos, aún, de lo que hasta aquí ha podido adivinarse, pues lo que aquí se señala es la ignorancia, el
desconocimiento, la disrancia, la incomunicabilidad,
de ambas culturas. La síntesis cultural, el mestizaje
cosmopolita que aparentemente se vive en una ciudad
como Roma, siempre aparece en el texto como una
simple curiosidad exótica o turística: el foro romano,
sin ir más lejos, "era visitado, sobre todo, por gentes estudiosas -clérigos de paraguas verdes, ingleses de manos fi-
^^ El subrayado es nuestro.
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«Lo REAL MARAVILLOSO AMERICANO»:
UNA PROPUESTA D E INTEGRACIÓN
ñas- que solían extasiarse ante una columna rota' (154).
espacio mismo se convierte en el primer "resorte draEl negro Solimán, un día ''quiso aventurarse más allá
mático" de la novela, y que el enfrentamiento de los
de las estancias destinadas al servicio' (154), y su acom- personajes con los distintos "contextos" actualizados
en la obra es el fundamento de su dinámica narrativa.
pañante le ''descubrió a Solimán el mundo de estatuas
Por otra parte la creación de esos "contextos" a los que
que poblaba una de las galerías laterales', un "mundo
han de ser enfrentadas las dos miradas (culturas, persblanco, frío, inmóviü (155). Mientras Solimán invade
pectivas o ideologías) de El reino de este mundo, reel espacio europeo, en la isla americana "aparecieron
los Agrimensores (...) venidos del remoto Port-au-Prince" quieren por parte del escritor un ejercicio lingüístico
importante, la necesidad de caracterizar, explicitar y
(162) y Ti Noel "advirtió con furor que hablaban el
idioma de losfranceses'(162), "los Agrimensores estaban describir los diferentes marcos espaciales de la novela,
en todas partes (...) dirigían grandes obras de labranza y a través de un detallismo estilístico que sobresale a primera vista en la lectura. Esta necesidad de definición
deslinde", y van a significar en la novela los hijos direcde los entornos está estrechamente vinculada a la obtos e inmediatos del desequilibrio mestizo: hombres
jetividad
del narrador de "lo real maravilloso america"mulatos", "ni siquiera Henri Christophe-señala el nano",
pues
sin duda la primera délas justificaciones que
rrador- hubiera sospechado que las tierras de Santo Dooperan
en
la novela es la justificación espacial. Más
mingo irían a propiciar esa aristocracia entre dos aguas"
que
de
un
espacio
homogeneizado se trata aquí de una
(163). El final de la novela no puede por ello ser mereunión
de
"contextos"
carpentierianos que dan lugar
nos que una preciosa metáfora de la búsqueda de una
a
un
espacio
sincrético,
mestizo, que si bien integra a
identidad que se intuye ya como algo irrecuperable.
sus
elementos
no
los
unifica.
Se explica de este modo
Al metamorfosearse, Ti Noel recibe en el clan de los
que
la
escritura
del
escritor
cubano
tenga como claves
gansos una lección extraordinaria, haciéndole comde
su
desarrollo
narrativo
tres
mecanismos
identificaprender por fin la inutilidad de todo esfuerzo de intedos
plenamente
con
esa
fragmentación
(o
dualidad)
gración: "El clan aparecía ahora como una comunidad
espacial: el "cronotopo del encuentro", el contrapunaristocrática, absolutamente cerrada a todo individuo de
to y la comparatividad. La "confrontación intenciootra casta' (166). "un gran viento verde, surgido del Océanada" del escritor, a través de estos instrumentos, hace
no, cayó sobre la Llanura del Norte, colándose por el valle
posible que el sistema de oposiciones dé como resultadelDondón con un bramido inmenso" y borrando para
do la aparición de "lo real maravilloso americano", a
siempre los restos desechables del contexto europeo.
partir del "no reconocimiento", la "ajenidad' o la "extraLos objetos de Sans-Souci "echaron a volar de golpe, en
ñezd' ante determinados "contextos" cifrados en la
el derrumbe de las últimas ruinas de la antigua haciennovela. Todo se revela a partir del contraste, de la opoda', poco antes de que Ti Noel desapareciera en "las
sición. El motivo del "viaje" (Lenormand de Mezy,
espesuras del Bois Caimári' (168).
Paulina Bonaparte), el muelle inaugural de El reino de
La lectura detallada de la gramática espacial de
este mundo, los cambios de escenarios, en fin, son elela novela nos permitirá extraer ciertas conclusiones que
mentos espacializadores que modelan el discurso nade algún modo hemos ido destacando ya. Conviene
rrativo, y viceversa: "Si se buscan lafrecuencia,el ritmo,
integrarlas ahora, brevemente, para subrayar los efecel orden y sobre todo el motivo de los cambios de escenario
tos de la escisión en el espacio de "lo real maravilloso
de una novela, puede llegar a descubrirse hasta qué punamericano". Como correspondencia interesada entre
to estosfactores son importantes para asegurar a la narrala historia y el medio ambiente. El reino de este mundo
ción, al mismo tiempo, su unidad y su movimiento"'''^. Es
plantea, como sabemos, una confrontación dialéctica
curioso que los cambios de escenarios que hemos vis(de perspectivas) que es, sobre todo, una confrontato en la novela tengan siempre como motivación coción espacial. El mismo narrador bautizará este espamún la "descontextualización" del personaje y la comcio en el "prólogo" a la novela con el nombre de "enprobación, a través de ella, de la irreconciliable distancrucijada mágica", lo cual permite intuir que la novela
cia entre los mundos culturales que aparecen en la
va a desarrollarse en un espacio de coincidencias, pero
novela. Así sucede con los personajes de Paulina y
también en un espacio de colisión; un espacio que inSolimán, para quienes "el viaje" no fue otra cosa que
tegra, pero que no homogeneiza a los elementos que
la prueba de consolidación de cada una de sus miradas
respectivas. Pero además, estos cambios, ciertamente
dependen de él. La rección espacial es siempre una
vitales para asegurar la unidad narrativa, remiten sin
rección conflictiva sobre el total del texto carpentieembargo a la noción de dualidad. Finalmente, para
riano, y por ello la distancia entre el "aquí" y el "allá"
lograr a través de la modelización espacial no sólo la
que hemos visto al frente de los primeros episodios
dualidad cultural de la novela, sino sobre todo, la "verrepresentan una inseminación dualista que contamina -que modela- el discurso narrativo. Tal es así que el
Espejo de paciencia • 1996 • n° 1
28
ALICIA LLARENA
dad" de "lo real maravilloso americano", el narrador
insiste en generar incluso desde el prólogo una suerte
de relación opositiva entre el "contexto" europeo y el
americano, en la cual el término binario es el de "solidez" frente a "autenticidad". Así, mientras el espacio
europeo es el espacio de la fortaleza física, de la escultura fría, de la balaustrada y del mármol (incluida la
Ciudadela del rey Christophe, espacio de imitación más
que de sincretismo, como hemos señalado ya), las unidades espaciales que representan lo americano (la caverna de Mackandal, la casa de Maman Loi, el Bois
Caimán) están signadas por la autenticidad, por la verdad de su existencia nítida, aunque a veces sea velada.
Es en este punto donde quisiéramos integrar, precisamente, las líneas de esa propuesta, o esa sugerente
invitación, que a nuestro juicio contiene la teoría y la
práctica de "lo real maravilloso". Para Carpentier, nada
era tan importante en aquellos años como responder a
la sed exotista de algunas corrientes europeas con signos literarios que, aparentemente ficticios, son en verdad una parcela importante de su propia sustancia
cultural. Ya es sabido que América satisface muchas
veces las oleadas inconformistas, contraculturales, del
pensamiento europeo, y que ello permite revelar primero, y homologar después, la diferencia, y la especificidad de la realidad americana, en el imaginario universal. Al mismo tiempo, es fácil reconocer que el discurso carpentieriano trabaja sobre dos de los núcleos
ideológicos más relevantes de este siglo, y cuyos síntomas fueron reducidos a meros fenómenos contraculturales en el mundo occidental. Paradójicamente, de
ambos núcleos surgen contenidos y funciones que
merecería la pena esbozar aquí. Luis Britto García señala la existencia de las ^'contraculturas de la irracionalidad^ y las '^ contraculturas de la identidad\ fenómenos que repiten fortuna en el período vanguardista y
en los años 60. Con respecto a las primeras, es fácil
detectar que actúan como contestación al ''razonamiento lógico y científicd\ a través, fundamentalmente, del
''pensamiento mágico de la colectividad primitiva', o
cualquiera de las formas del "pensamiento delirante"
(intuición, sueño, analogía aparentemente disparatada,
o visiónj\ Esta transgresión hacia la lógica busca producir la "integración de opuestos" y, acaso, el fruto
" más hermoso, y el más devastador: (...) deja de apreciar
diferencias... hasta la recuperación de la totalidad'^'^. En
lo que concierne a las "contraculturas de la identidad\
sobran razones en América Latina para hacerse portadora de una intensa reivindicación social y cultural en
este sentido, de tal forma que Alejo Carpentier, con El
reino de este mundo argumentó precisamente aquel
núcleo de tensiones señalado por Martí en Nuestra
^' Bourneuf y Ouellet, op. cit., p. 121; (ei subrayado es nuestro).
Espejo de paciencia
América: " el libro importado ha sido vencido en América
por el hombre natural-óácc-. Los hombres naturales han
vencido a los hombres artificiales. El mestizo autóctono
ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la
naturaleza^''. Justamente, esa batalla entre "erudición"
y "naturaleza", entre "razón" y "espontaneidad", es el
móvil más evidente de la novela carpentieriana. De
todas las "vastas tareas" que aún quedan por realizar
en el continente americano, apunta Luis Britto, "acaso
la más adelantada es la de la revelación de nuestra especificidad cultural', pues "A pesar de masivos procesos de
aculturación y de penetración cultural, nuestra identidad sobrevive y nos permite reconocernos como fundamentalmente distintos'. Por ello, "contra todas las derrotas y las adversidades, tenemos en la mano la palanca de
la identidad cultural'•'•''. Alfredo Roggiano observó también la recurrencia de esta "palanca" cultural en distintos instantes del proceso histórico y literario del
continente, señalando que ese "espíritu americano es el
que ha surgido delfondo de cada "negación agazapada"
cuantas veces hemos querido ponernos al descubierto en
un nuevo examen de conciencia (épocas de la independencia, romanticismo, organización nacional, modernismo, vanguardia, boom novelístico de no hace mucho"^^.
Ambas afirmaciones, desde el plano sociológico o artístico, inciden en el significativo papel de aquellas
contraculturas destinadas a invertir el orden y los valores de la modernidad, entendida ésta como un centro que niega a sus periferias (llámense irracionalidad
o minorías étnicas). El "examen de conciencia" que
América Latina lleva a cabo en cada "negación" dialéctica de Europa, tiene en "Lo real maravilloso" uno de
sus momentos claves, pues la tradicional escisión dramática entre modernidad y primitivismo aparece de
pronto como propuesta de universalidad: la búsqueda
de "lo maravilloso surrealista" en la propia realidad
continental, y la simpatía por la cosmovisión mágica,
hacen de la convivencia entre "novedad" y "anacronismo" ya no una frustración social, sino al contrario,
una posibilidad de afirmación, una oportunidad de
expandir la conciencia americana en el imaginario
universal. Así, la tesis carpentieriana de "lo real maravilloso" se convierte en un verdadero manifiesto que
reclama el valor de la diferencia, de la pluralidad, de la
^' Luis Britto Garda, El imperio contracultural: del rock a la postmodernidad, Caracas, Nueva Sociedad, 1991, pp. 71-157; el subrayado es nuestro.
^^ José Martí, Nuestra América (ed. crítica de C. Vitiet), La Habana,
Casa de las Américas, 1991, p. 16.
^^ Luis Britto García, op. cit., p. 215.
^^ Alfredo Roggiano, "Acerca de la identidad cultural de Iberoamérica",
Identidad cultural de Iberoamérica en su literatura, op. cit., p. 13.
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«Lo REAL MARAVILLOSO AMERICANO»:
UNA PROPUESTA D E INTEGRACIÓN
otredad, de la periferia, de la alteridad, y con ello la
importancia de todos los contextos llamados a afirmar
que "lo maravilloso" es, en el continente, no un estilo
sino " una forma de ser del hispanoamericano que excluye la reflexividadpara dar paso a lafé'^^, o, si se prefiere, el resultado de practicar la ''cultura como liberacióri'^'': así, el negrismo de El reino de este mundo, los
ritos del vudú, los tambores y las transformaciones
licantrópicas de Mackandal, pertenecen a esa zona de
la identidad americana cuya espontaneidad no ha sido
mediatizada todavía por el juicio consustancial al logos
europeo. No cabe duda de que todo encuentro invita
a practicar un rechazo o un reconocimiento, tal como
expuso Bajtin, y que entender ese modo de ser hispanoamericano, o esa fracción plural, rica, mestiza y
mágica de su realidad, sólo sería posible si América
Latina deja de ser, para ojos exteriores, un espacio cultural definido como "exótico", para adquirir los valores de la verdad y de la autenticidad. Y eso es justamente lo que intentaba Carpentier: el reconocimiento de algo tan primario y evidente como los elementos
maravillosos e identificadores de su realidad.
^^ R. González Echevarría, "Carpentier y el realismo mágico", Otros
mundos. Otros fuegos, Michigan, 1975, p- 227.
^' B. Subercaseaux, "El reino de la desalienación", Recopilación de
textos sobre Alejo Carpentier, La Habana, Casa de las Américas, 1977, p.
332.
Espejo de paciencia • 1996 • n° 1
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