Andes
ISSN: 0327-1676
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Instituto de Investigaciones en Ciencias
Sociales y Humanidades
Argentina
Villagrán, Andrea; Vázquez, Estela
SALTA. PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
Andes, vol. 21, 2010, pp. 295-317
Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales y Humanidades
Salta, Argentina
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12721040012
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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
ANDES 21 - AÑO 2010
SALTA. PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
Andrea Villagrán**
Estela Vázquez*
Introducción
El trabajo propone una reflexión sobre las formas en que el pasado es construido desde determinados relatos históricos, ¿Qué imágenes y representaciones
construyen? ¿Quiénes relatan y desde qué lugar? ¿Qué universo de valores y formas de clasificación de lo social reflejan, y a la vez crean?
Se seleccionaron dos obras, la primera: Las Tradiciones Históricas de Bernardo Frías (1866-1930) serie compuesta por 17 tradiciones históricas las cuales
fueron compiladas en 7 tomos. De la primera a la novena se publicaron entre los
años 1923 y 1930, mientras que de la décima en adelante entre 1976 y 1978. La
segunda obra, La historia que he vivido de Carlos Ibarguren (1877-1956), se publicó por primea vez en 1954.
Si se atiende a las fechas de publicación de las obras, éstas se encuentran
distantes, pero sin embargo sus autores son contemporáneos, comparten recorridos de vida y principalmente trazos matrices en el modo de representar el pasado
de Salta desde la escritura. Este aspecto es central en este ensayo, donde se propone una mirada antropológica que indaga la relación entre los textos escritos, sus
autores y la construcción de representaciones sociales. Las categorías clasificatorias, adjetivaciones y valoraciones que acompañan la presentación de los sucesos
del pasado son una clave importante de acceso, desde la escritura, a esta dimensión
representacional.
Al problematizar los relatos en función a la producción y reproducción de
sentidos sociales, se trata de acceder a la arena de las disputas por la imposición de
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**
Facultad de Humanidades Universidad Nacional de Salta. Auxiliar docente de la carrera de Antropología de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Salta. Becaria de CONICET,
integrante del Proyecto CIUNSa Nº 1760.
*
Facultad de Humanidades Universidad Nacional de Salta. Docente de la Facultad de Humanidades, en
la carrera de Antropología de la Universidad Nacional de Salta. Investigadora del Consejo de Investigación de la UNSa Proyecto Nº 1760 “Procesos Sociales en Salta. Siglo XX”. 2º Parte: Sociedad,
Política y Cultura. Relaciones entre provincia y nación.
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visiones y percepciones del mundo que buscan constituirse en identidades sociales.
La particularidad de las obras escogidas consiste en ser significativas para un modo
de construir una imaginación colectiva que se pretende salteña. Por tanto, la elección de estos trabajos se debe a que comparten una manera de presentar los episodios históricos, que caracterizan a la historia y la sociedad vista por el grupo dirigente salteño de la época, y que sin embargo, tienen cierta vigencia en la actualidad.
Al ensayar una caracterización de éstas, sobre la que se detendrá el desarrollo
del trabajo, se señalan aspectos centrales; el modo autorreferencial de reconstruir los
sucesos, la búsqueda de consagración personal, familiar y del grupo de pertenencia
en la exaltación de algunos sucesos y la omisión de otros; la selección de los actores
protagonistas, de los hechos dignos de historizar y la forma de narrar.
Los hacedores de ese pasado escriben desde indiferenciados espacios de producción, y por tanto sus escritos no se encuadrarían en la categoría de historia si se
tomara por criterio la pertenencia a un campo de producción relativamente conformado, con reglas y parámetros de valoración y reconocimiento específicos1. Al
tratar de historiar la historia en Salta, o rastreando los orígenes de la formación de
ésta como un espacio profesional, podría sugerirse que es en la década del ’30
cuando se crean centros que se pretenden especializados en estudios históricos, sin
embargo, bajo este paraguas siguen produciendo el tipo de obras que se analizan.
Escribir sobre el pasado, hacer historia es para la escuela de la cual Frías es
un exponente, una pasión o vocación. Tanto este último como Carlos Ibarguren
trabajan en otras profesiones, de las leyes particularmente, y sus vidas trascurren
en la ocupación continuada de cargos y funciones públicas. Ese escribir por vocación habilita un deslizamiento entre un modo de narrar de tipo literario, con matices
autobiográficos, de memorias, entendiendo la historia de ese modo, al margen de
espacios académicos de validación.
A escala nacional, plantea Myers2 que es entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX que se sientan las bases firmes para transformar la historiografía
en una disciplina científica. La redefinición de sus prácticas junto a la instalación de
un nuevo marco normativo que permitiera trazar las fronteras disciplinares, la crea1
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Moyano sostiene, basándose en la biografía de autores salteños, que la experiencia de la Junta de
Investigaciones históricas, arqueológicas y numismáticas fundada en 1918, la cual estuvo protagonizada por el poeta Juan Carlos Dávalos, da cuenta de que faltaba una mayor autonomización y la formación de polos que, más allá de una “alegre vida intelectual”, terminaran de constituir el campo literario
salteño, cosa que recién ocurrió en los años 40. Moyano, Elisa, Periodismo y Literatura. El campo
cultural Salteño del ’60 al 2000, Susana A. C. Rodríguez (Coord.), Editorial de la Universidad Nacional
de Salta, Salta, 2007, p. 20.
2
Myers, Jorge, Pasados en Pugna, La difícil renovación del campo histórico argentino entre 19301955, Intelectuales y Expertos, Neiburg y Plotkin (comps.), Paidós, Buenos Aires, 2004, pp. 67-106.
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ción y refundación de Universidades y junto a ellas de carreras de enseñanza superior y la apertura de secciones de historia, son las condiciones que posibilitan la
estabilización y consolidación académica de la Historia en la Argentina. Asimismo,
en otro trabajo, este autor sostiene que en América latina la historia se presentó
como un oficio profético cuyo endeble nivel de desarrollo preocupaba de sobre
manera a las élites intelectuales locales: la historia patria, la historia nacional, etc. Su
lugar se vincula a la necesidad de responder con urgencia a las preguntas formuladas por Sarmiento, ¿de dónde venimos? y a ¿dónde vamos?
Para el caso de Frías, el contexto de producción de las obras, la Salta de
principios del siglo XX, es coincidente con una situación de ausencia de especializaciones, su lugar de enunciación se aproxima al de un “notable”, quien de modo
indistinto puede escribir una novela, una nota en la prensa, cuentos, relatos del
pasado, y todos ellos de manera indiferenciada cumplen con acrecentar sus signos
de distinción. Martínez caracteriza a los notables por la posesión de un capital
simbólico inespecífico, el que “lo habilitaría para desarrollar todo tipo de actividades en la producción simbólica de la sociedad, desde la legislación a la creación
artística, desde el gobierno a la beneficencia, moviéndose con frecuencia entre
una y otra sin necesidad de especialización ni profesionalización”3.
El “notable”, puede poseer reconocimiento social por el prestigio familiar del
que se siente depositario, por su apellido, la pertenencia a la “buena sociedad” y la
cercanía con los hombres influyentes. Y cuando no lo posee de “cuna”, su prestigio resultará y se construirá desde las letras, es desde este espacio de producción
cultural que puede surcar su inclusión en la cúpula de los “nobles” de la sociedad.
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Una figura tal, se aproximaría desde la propuesta de tratamiento de Altamirano
al intelectual latinoamericano, especie moderna4 de hombres de ideas, productores
culturales que presentan aptitudes cultivadas en distintos ámbitos de expresión simbólica: literatura, humanidades, artes, derechos, y que sin embargo tienen diversas
profesiones y conocimientos especializados.
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Para Myers, estos intelectuales serían expertos en el manejo de la palabra
escrita, dotados de autoridad persuasiva para lograr efectos sobre el mundo social5.
Su rol distintivo sería la producción y transmisión a la sociedad de mensajes, enun-
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3
Martínez, Ana Teresa y otros, Los hermanos Wagner: entre Ciencia, Mito y Poesía. Arqueología,
campo arqueológico nacional y construcción de identidad en Santiago del Estero. 1920-1940,
Universidad Católica de Santiago del Estero, 2003. p. 40.
4
El prototipo del intelectual en Latinoamérica se forjó en la cultura de la ilustración, sostiene
Altamirano, la cual le proporcionó una imagen de su papel social como empresa de estudio y erudición.
Altamirano, 2008, p. 15.
5
Myers, 2008, pp. 29-50.
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ciados o discursos acerca del mundo y sobre el mundo, los cuales al decir de Rama
son de legitimación del orden social y de definición de la cultura legítima, la cual
coincidía con la de los letrados. Este autor sugiere que hasta entrado el siglo XX
persistió en la fila de los intelectuales letrados una tenaz tendencia aristocrática6.
Hay entre los dos autores elegidos un modo de narrar y de representar el
pasado tan similar, que se pueden analizar algunos aspectos de sus obras como un
muestrario de una determinada manera de ver el mundo, de entender la sociedad, y
el lugar que a los miembros le corresponde ocupar. Mirada marcada por sus propios lugares, lugares apropiados por el grupo dirigente local para sus integrantes7.
Y una coincidencia fundamental que es la performatividad, en el sentido de Butler8,
como el poder instituyente de la palabra. De sus obras emana un mandato, mandato
a ser obedecido para formar parte de la “sociedad”. No sólo “hacen” la historia,
“hacen” también las reglas sociales.
En el caso de Ibarguren, su recorrido de vida trascurre entre la ocupación de
cargos tales como el de ministro de justicia, la subsecretaria de hacienda durante la
Presidencia de Uriburu, cargos docentes universitarios, presidencia del Consejo
Nacional de Educación y la escritura de tratados sobre Impuestos confiscatorios
(1919) u obras literarias como: “De nuestra tierra” (1917), “La literatura y la gran
guerra” (1920) o históricas al tipo de “Historias del tiempo clásico” (1922) y
“Manuelita Rosas” (1924). Si bien su obra no fue tan influyente como la de Frías,
puede considerársela como un ejemplo más de esa cosmovisión.
Algunos comentarios de orden metodológico
Los interrogantes que vertebran el escrito aquí propuesto emergen de la inquietud por aproximarse desde la antropología al pasado, ¿cómo mirar etnográficamente
la historia? y ¿con qué instrumentos y herramientas hacerlo?
Al indagar procesos sociales del pasado, recurrir a los escritos históricos es
imprescindible. El desafío que se plantea es entonces cómo leerlos para ingresar a ese
mundo social, a sus imaginarios y prácticas. La propuesta es interpretarlos en su
condición de relatos, más allá de su “contenido específico”, por su atributo de transportar categorías culturales y formas nativas de significar y representar. La mirada se
concentra, por tanto, en la forma del relato y en sus construcciones de sentido, en las
6
Rama, 1984, p. 33.
En este trabajo no se pretende una comparación ni un estudio detallado de las obras elegidas. Como
está expresado, se buscan aproximaciones, afirmaciones, expresiones, es decir rastros que permitan
componer sus formas de mirar. Es por esto que no se tratan tampoco las diferencias entre ellos.
8
Butler, J., Críticamente subversiva, Sexualidades transgresoras. Una antología de estudios queer,
Icaria, Barcelona, 2002.
7
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valoraciones sociales que lo atraviesan y expresan. Pero también en la voz que narra,
su posición en contexto y en su inserción en tramas de relaciones sociales.
Bastantes trabajos existen como antecedentes de abordaje del pensamiento de
autores de la región y de la época aquí tratada, entre otros, resultan de interés los de
Fleitas (1997), Martínez (2003), Arias Saravia (2000) y Ocampo (2005). Si bien
desde diversas perspectivas, tratan de responder inquietudes también presentes en
este estudio9.
La elección de los relatos históricos tiene en consideración el hecho de que
constituyen una entre las posibles formas de narrar. Así, se ubica al narrador en el
lugar de quien busca “reconstruir” el pasado en su condición de analista, pero
fundamentalmente en su carácter de intérprete. Ello implica, que además de responder e inspirarse en los cánones estilísticos de época, está influido y atravesado
por su posicionamiento en el mundo social. Es decir que accede a una representación parcial y fragmentada del mundo, participa y toma partido en luchas y disputas por la definición e imposición de los sentidos sociales, recortando y omitiendo
-en mayor o menor medida, voluntaria o inconscientemente- y seleccionando así lo
que será incorporado en la escritura de la historia.
Por lo antes expuesto, este ensayo afronta el desafío de la convergencia de
enfoque y perspectiva etnográfica frente a textos de tipo historiográficos. Es decir,
invirtiendo en alguna medida los parámetros, aquí los relatos / escritos históricos
serán puestos en el lugar de fuentes susceptibles de interpretación, más que como
bibliografía10.
En la medida en que los relatos del pasado son entendidos desde la perspectiva antes señalada es necesaria y convocante la reflexión acerca de la relación que
se establece entre las categorías y formas de nominar y clasificar que se utilizan en
ellos para dar cuenta de los acontecimientos del pasado, como así también de las
adjetivaciones que los impregnan. Confundiéndose así, éstas, con categorías nati9
Fleitas, María Silvia, El pensamiento político y económico de Benjamín Villafañe, Ed. Univ. Nac. de
Jujuy, Unidad de Investigación en Historia Regional., 1997. Arias Saravia, Leonor, La Argentina en
clave de metáfora, Ed. Corregidor, Buenos Aires, 2000. Martínez, Ana Teresa y otros, Los hermanos
Wagner: entre Ciencia, Mito y Poesía. Arqueología, campo arqueológico nacional y construcción de
identidad en Santiago del Estero. 1920-1940, Universidad Católica de Santiago del Estero, 2003.
Ocampo, Beatriz, La Nación Interior. Canal Feijóo, Di Lullo y los Hermanos Wagner. El discurso
culturalista de estos intelectuales en la provincia de Santiago del Estero, Ed. Antropofagia, Buenos
Aires. 2005.
10
Esta perspectiva comparte en gran medida la propuesta de Comaroff respecto a la intersección entre
Antropología e Historia a partir de núcleos de análisis. Asimismo se estaría ejercitando lo que Geertz
entiende como aproximación histórica de enfoque etnográfico. Comaroff, John, “Dialectical Systems,
History and Antropology: Units of Study and Questions of Theory”, Journal of Southern African
Studies, Vol. 8, Nº2, 1982, pp 143-172. www.jstor.org. Geertz, Clifford, Negara. El Estado–Teatro en
el Bali del siglo XI”, Paidós, Barcelona, 2000, p. 19.
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vas propias y situadas en las valoraciones y percepciones acerca del mundo, propias de un grupo social particular.
Para ello se requiere de un ejercicio interpretativo por parte del investigador, de
interrogación acerca de lo sugerido desde la manera de decir y el lugar de enunciación
para acercarse así a las representaciones sociales y las construcciones de sentido
históricamente situadas. Así es que el propósito que aquí se persigue es mapear la
situación de producción los relatos inscribiéndolos en su condiciones específicas de
emergencia en relación a las prácticas, sociales en general, y políticas en particular,
que activan los procesos sociales de construcción de identidades11.
El contexto de producción de estas obras es la sociedad salteña de principios
del siglo XX, con un grupo dirigente conservador, que logra articularse estratégicamente con espacios de poder político del aparato estatal nacional, circulando
alrededor de altos cargos políticos y burocráticos. La economía local enfrenta una
crisis no resuelta derivada de su nuevo espacio de integración a partir de la conformación del Estado Nacional, ya que el comercio en el territorio suroeste andino,
actividad principal de este grupo decae y entra en crisis durante todo el siglo XIX.
Las ideas que guían el pensamiento y la acción de este grupo, que si bien no
es homogéneo, pueden considerarse performativas, rescatan el pasado hispano
colonial, y en relación a él lo que consideran “autoridad paternal” para con otros
grupos sociales, dado que tienen una concepción estamental de la sociedad. Visión
que se ve amenazada con la aparición de nuevos actores políticos agrupados principalmente en torno al radicalismo irigoyenista, que cuestionan el ideario conservador, embanderándose en los modernos ideales políticos, y promoviendo desde ahí,
valores y prácticas democratizadoras.
Lo que se trata de demostrar en este trabajo está en sintonía con el planteo de
Fracois Xavier Guerra12, en tanto se ve como los encargados de construir y gestionar un estado teóricamente republicano, siguen apegados a ideas y prácticas de tipo
colonial, y en el mismo sentido también que Natalio Botana en su obra El Orden
Conservador, donde analiza la institución de legalidad para llegar a elecciones restrictivas13.
11
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En este caso se hace alusión a que los relatos históricos que reconstruyen el pasado, sirven a los
procesos de construcción y definición de identidades grupales. Y al respecto postula Friedman que
puede pensarse que los grupos se construyen a sí mismos al hacer la historia, en tanto es entendida
como una impresión del presente hacía el pasado. (Traducción de las autoras). Friedman, Jonathan,
“The past in the future: History and the Politics of Identity”, American Anthropologist, New Series,
Vol. 94, Nº 4, dec. 1992, pp 837–859. http://www.jstor.org/journals/anthro.html.
12
Annino, Antonio y François-Xavier Guerra (Coordinadores), Inventando la Nación, Iberoamérica,
Siglo XIX, F.C.E., México, 2003.
13
Botana, Natalio, El Orden Conservador, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998.
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Bernardo Frías
Vida y obra
Los escritos de Bernardo Frías son, por diversos motivos, un caso paradigmático y representativo del universo de los relatos históricos de Salta. Su inscripción epocal resulta significativa ya que será reconocido como el primero en ocuparse de la historia de Salta, inaugurando una tradición en la forma de escribir y
abordar el pasado. A continuación, a partir de un breve recorrido por la biografía y
obra, se acentúan los espacios de deslizamiento e intersección entre lo “público” y
“privado”, “lo individual” y “lo colectivo”.
Bernardo Frías nace en 1866 y muere en 1930. Se lo considera el fundador de la
Historia salteña, post mortem contó con el reconocimiento de Instituciones de estudios históricos del país y el extranjero, y en vida fue miembro de la Junta de Historia y
Numismática Americana. Su gran obra, a la que reconoce dedicó su mejores años de
vida, es la “Historia del General Martín Miguel de Güemes y de la provincia de Salta o
sea de la Independencia Argentina” publicada en 1902 y compuesta por 8 tomos.
Las investigaciones que no fueron integradas a esta obra, que de igual forma,
a su entender, son fruto de una vida de labor, fueron compiladas en la serie denominada “Las tradiciones históricas de Salta”. Esta serie está compuesta por 17
tradiciones, compiladas en 7 tomos de más de 200 páginas cada uno. De la primera
a la novena fueron publicadas entre los años 1923 y 1930, mientras que de la
décima en adelante se publicaron entre 1976 y 1978.
Las dos obras referidas son, aún en la actualidad, consideradas como bibliografía obligada para acercarse al pasado de Salta, e integran los programas escolares de enseñanza en el nivel medio.
Frías se desempeñó también en la docencia, fue profesor de historia en el
Colegio Nacional de Salta14, institución educativa en la que se formaron los distintos gobernantes y dirigentes locales, depositaria de una importante cuota de prestigio social tras haber sido, por entonces, un semillero de ilustres hombres.
Las producciones de este autor transcurren desde la escritura y publicación
de versos y novelas, la colaboración en el diario “La Prensa” desde donde participó
en distintos debates, hasta la escritura de tratados sobre Jurisprudencia. Ya que el
haber estudiado derecho en la Universidad de Buenos Aires, doctorándose por el
año 1892, lo habilitaba para el ejercicio de las leyes.
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En su trayectoria como abogado Frías ocupo diferentes cargos públicos;
como integrante de la Cámara de Justicia de la Provincia en 1918, presidente del
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14
Institución fundada en el año 1864.
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Consejo General de Educación en 1921 y vocal superior del tribunal de justicia15.
Sus biógrafos suelen presentarlo como un enamorado del pasado, tal vez sea ese el
motivo por el cual, generalmente, destacan su producción histórica negando u
omitiendo la vinculación con la política.
Géneros confusos – espacios difusos
Este autor reconoce como su profesión a la Abogacía y como vocación a la
escritura, escribir es para él una pasión. Sin embargo su situación personal ilustra,
a grandes rasgos, las condiciones de época. La no consolidada especialización e
incipiente profesionalización de la disciplina en Salta se refleja no tan sólo en los
diversos ámbitos por los que el escritor se desliza, sino también en el estilo y
contenido de sus relatos. Estos, por momentos, asumen la forma de una crónica,
ello cuando Frías habla como un testigo y escribe desde el lugar de quien lo vivió
para contarlo. Es entonces cuando recuerdos y rememoraciones embeben el relato,
impregnándolo de una minuciosa descripción de aromas y sensaciones, evocando,
desde imágenes mentales, distintos lugares de la ciudad en su infancia.
Cuán distinta que estás de lo que has sido: oh Salta heroica, Salta pulcra,
Salta noble y generosa! Que vamos a escribir un poco sobre los recuerdos
que hemos arrancado de tu vejez, es cosa cierta aunque no eres tan vieja
como para que se nos vaya la chochez. Sólo vamos a referir algo de
aquella Salta de cuando fuimos niños y algo también de cuando nuestros
abuelos lo fueron, cuando asimismo los que hoy son viejos setentones,
eran entonces jóvenes de codiciar, mozos de rechupete, como las viejas lo
decían, bien hablados con dejos de españoles todavía16.
Hay pasajes donde los relatos se respaldan en otros relatos, haciendo intervenir las voces de los antepasados, parece así que a través de Frías hablaran las
antiguas generaciones. En otros momentos se reavivan e ingresan al texto dichos y
usos del habla popular, en un jocoso diálogo con la oralidad. En una intertextualidad
permanente este autor se desliza hacía la literatura retratando una bucólica pintura
de la Salta de antes. En la pluma fluye la añoranza de los “tiempos dorados”,
mezcla rara de nostalgia y expresión de deseos.
Las imágenes literarias ingresan al relato histórico en un rol al tipo de fuentes
de información. Los acontecimientos también, fruto de esa íntima relación, adornados y coloreados parecen emanar, casi sin mediación, del sentido común propio
de la sociedad de su tiempo. El autor, como narrador, no establece la distancia,
15
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Esta información fue sistematizada, organizada, y publicada en 1983, por quien será su seguidor,
Atilio Cornejo. Este, a lo largo del siglo XX rendirá desde el trazo histórico homenaje al maestro y hará
escuela de esa forma de escritura, inaugurando en parte la promoción histórica en Salta.
16
Décima Tradición historica p. 17.
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“objetiva”, propia del discurso científico e histórico que pretende ajustarse a los
hechos. Ingresan al relato marcas autobiográficas, percepciones, sensaciones, recuerdo de vivencias y valoraciones.
El relator se desliza y ocupa, sin incomodarse, diferentes posiciones, por
momentos presenta los hechos cual si fuese un “observador objetivo”; hace referencia a documentos y fuentes como un recurso de construcción de verosimilitud.
Luego se traslada hacía sus recuerdos, y en ellos funda sus aseveraciones, ejercita
su memoria y se apoya en la autoridad que confiere la experiencia. Retrata así, un
pasado a la altura de sus vivencias. De igual forma la secuencia de los hechos tiene
un ritmo propio, sui generis, donde la temporalidad se hilvana no cronológica sino
mitológicamente.
…debe distinguirse tres épocas de la dominación española: la
primera es la época de la conquista, época bulliciosa, heroica
y gloriosa. La segunda es la verdaderamente colonial: silenciosa, miserable, sufrida y oscura. Y la tercera y final de todas
ellas, la constituye el tiempo transcurrido entre Carlos III hasta principios de la revolución, distinguiéndose la afluencia de
la inmigración noble española, abundante y animosa; por el
florecimiento del comercio y las industrias17.
Además de estos tres períodos: el heroico y glorioso, el sufrido y miserable y
el de florecimiento, Frías destaca, en su construcción del pasado, dos momentos
fundamentales: La llegada de los españoles -”tiempos en los que llegó la civilización”- y la revolución de Mayo- “cuando triunfó la patria”.
De esta forma el autor, además, alimenta un retrato mitológico de los orígenes de la sociedad salteña que ancla en el arribo de los conquistadores. El grupo
privilegiado, de los miembros de las “familias decentes” salteñas, hace uso de este
relato para legitimar su posición como tal, jactándose de ser descendientes de los
españoles y por tanto merecedores de beneficios y depositarios de las virtudes. La
siguiente cita ilustra al respecto, ya que Frías al iniciar la escritura de la primera de
las Tradiciones Históricas dice lo siguiente: “Hemos de comenzar por donde comenzaron estas cosas”, y tal punto de partida es la llegada del conquistador español
y la fundación de la ciudad de Salta por Hernando de Lerma.
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Lo privado y lo público. Historia de pocos
Frías es un caso paradigmático para indagar su escenario histórico, ya que,
hacia fines del siglo XIX en Salta, la escritura se restringe a un solo sector, al grupo
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17
Primera Tradición histórica p. 7.
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que tiene posibilidades económicas y se siente dotado de “aptitudes” sociales para
hacerlo. En sus relatos se trasluce la preocupación por el cambio en la sociedad, ya
que este es percibido como un imparable proceso de modernización que amenaza la
continuidad de las formas “tradicionales” de vida, de los valores y costumbres de la
sociedad salteña. Es en ese contexto que la preservación de las “tradiciones” es
asumida por este escritor como una misión, la escritura tiene por función salvarlas
del olvido. Prolíferas escrituras contemporáneas y posteriores al autor, darán continuidad al cometido de éste de inmortalizar en estampas de tinta cada detalle de las
costumbres y forma de vida de la sociedad de entonces, retratando el origen de la
ciudad, de sus héroes, personajes sobresalientes y valores.
En “Las tradiciones históricas” cada detalle de la vida cotidiana está registrado, recorriendo desde la arquitectura y las formas de habitar la ciudad hasta los
ingredientes básicos de una comida “tradicional”. Los acontecimientos “importantes” se narran junto con los hechos menores y cotidianos, aunque la mirada está
puesta en salvar del olvido sólo a los personajes y hechos que considera el narrador
dignos de inmortalizar. A la par de la descripción de los acontecimientos públicos
que se entiende, involucran a toda la sociedad, Frías recorre los momentos claves
de las historias familiares particulares, de las vidas privadas, de su propia familia y
de las de su grupo de pertenencia.
Podría decirse entonces, que para este autor, en alguna medida, el pasado
colectivo es la descripción pormenorizada de la forma de vida de las “familias
decentes”, de las “buenas familias” parafraseando a Caro Figueroa18. Pero en lo que
por momentos parece una estampa costumbrista, y sin pretensiones de denuncia,
queda al descubierto la contracara de la historia de pocos, a media sombra se hacen
visibles los muchos silenciosos. La “servidumbre negra” avivando el fuego para
alimentar a los “patrones”, “los opas” retirando los desperdicios, los “indios” atemorizando a la ciudad, mientras que las señoras “decentes” están en la iglesia y los
“hombres bien” en el cabildo. Frías traza, quizá sin buscarlo, su mapa de la composición social de entonces, la radiografía de su sociedad.
La construcción de realidades y los imaginarios sociales
Como todas las cosas de la creación, los seres se dividen en tres clases:
la superior, la media y la baja. No hay pueblo en la tierra que no tenga
esta división, ni sistema de gobierno que pueda suprimirla. Porque es la
ley de la justicia…así en las sociedades de Europa como en las de la
18
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Caro Figueroa, Gregorio, Historia de la Gente decente en el Norte Argentino, Ediciones del Mar dulce,
Salta, 1970. Caro Figueroa, Gregorio, Bernardo Frías, Memoria familiar e Historia local, Mes de
Junio, 2006, en http: www.iruya.com.
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América, la clase principal, distinguida y noble fue quien conquistó,
dominó y ejerció la dirección social, civilizando el mundo19.
El párrafo anterior ilustra la asunción, por parte del autor, de la imagen
autoconstruida de un grupo particular. En la aparente descripción, éste, se mimetiza
con los juicios y valoraciones constitutivos de la forma de verse a sí mismo y de
ver al mundo del grupo dominante local. La superioridad racial, moral y también
cultural de la que se jacta el grupo que detenta el poder económico, y político, se
inscribe en el orden de los imaginarios sociales y está sujeta a continua reinvención
y actualización. Constitutiva de su autoimagen es la imitación de las costumbres
cortesanas europeas, invirtiendo cuantiosos recursos en la construcción de una
nobleza a la salteña20. Los gustos distinguidos, el refinamiento, el lujo y la suntuosidad forman parte de la invención identitaria del grupo. En los relatos se enfatiza el
agrado por la música, los bailes de salón, las tertulias y actividades de alta cultura,
ello de la mano de la presentación de los integrantes del grupo como gente ilustrada,
de estudios y “cultos”.
Así llegaba la nobleza española, los hidalgos nuevos, cargados de
libros…la clase aristocrática, ilustrada y culta que esta vez se derramaba desde España en América, conducía aquella misma educación social
que al decir de un viajero francés de aquellos días, podría presentarse
en los regios salones de Versalles21 .
“La enseñanza primaria se tomaba en la propia casa. A veces algún
aficionado llegado desde el Perú, con todos los vicios de un coya pobre
y emigrado. El español de espíritu cultivado, que llegaba en abundancia
en el medio siglo anterior a la revolución no se conformaba en tener una
prole de ignorantes, vergüenza de su apellido y mancha insoportable de
su casa; su riqueza era otro aguijón que lo impelía hacía este generoso
camino de la ilustración de los suyos…su orgullo no le permitía ser menos que los demás padres de familia”22.
Puede observarse la adjetivación plasmada en los escritos, la cual lejos de
responder a una reconstrucción explicativa de los hechos, y los actores en ellos
19
Este extracto forma parte del apartado denominado la Nobleza y la Plebe, de las Quinta y sexta
Tradiciones Históricas, 1929, p. 151.
20
En un trabajo anterior se plantearon inicialmente estas reflexiones, ver Villagrán, Andrea, “Mitos,
Familias y Política en Salta”, Actas de la VII Reunión de Antropología del MERCOSUR, Porto
Alegre, 2007.
21
Así escribió Frías en la p. 87 de la octava Tradición histórica, titulada la Ilustración y la Cultura
Social, 1929.
22
Primera Tradición Histórica, pp. 110-111. Resaltado nuestro.
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involucrados, esboza un cuadro de valoraciones que clasifica entre superiores e
inferiores, con dejos racistas que, propios del espíritu de época, evidencian con
cierta claridad la autopercepción positiva de un grupo en detrimento de un “otro”
social inferiorizado y depositario de las carencias. En ese sentido, términos como
“aristocracia” o “nobleza” , utilizados en los escritos históricos para dar cuenta de
la sociedad de entonces, arraigan en imágenes autorepresentacionales próximas a la
expresión de deseo de un grupo y su voluntad de justificar y reclamar, desde la
supuesta superioridad racial y moral, privilegios.
De esa forma es que los criterios a través de los que Frías presenta los hechos parecen más bien categorías nativas, propias del modo de verse a sí mismo de
este grupo social, impregnadas de sus propias valoraciones y significaciones, en
una dinámica característica de los mecanismos de la construcción de identidades,
en términos de contrastes. El mundo social es presentado como por naturaleza
jerarquizado en “clase inferior” y “clase superior”, a cada una de estas clases se le
otorgan, atributos resultando la primera depositaria de todas las virtudes sociales:
las buenas costumbres y la decencia, mientras que a la segunda le caben la “indecencia”, “ignorancia” y “suciedad”. Así lo ilustra Frías:
Las clases aristocráticas, ilustradas y cultas …dieron realce al antiguo
hogar americano, animándolo con la cultura elegante y fina, que estaba
de moda en Europa y en la cual ellos habían sido educados, imitando en
la expresión de sus palabras, en la elegancia de sus maneras, en la conveniente y amable compostura de su rostro, la fineza y civilidad francesa, sin medro, sin embargo, de la gravedad y grandeza española. De ahí
nació la expresión gente de estrado. Expresión que se usaba por entonces para designar la corrección de las maneras y del lenguaje de la alta
sociedad de que Salta daba la prueba más acabada de la región argentina23.
Así es como categorías clasificatorias para las personas y las cosas vertebran
la narrativa histórica. Estas formas de nominación antes señaladas, que se fijan por
quien relata en la instancia de escritura, construyen en la aparente descripción lo
que dicen describir. Entonces, puede pensarse que esa imagen del pasado recreada
en los relatos, cristalizada en la letra como retrato de hechos, una vez creadas las
condiciones de posibilidad para invisibilizar las marcas de su arbitraria construcción, ocuparán el lugar de la historia, versión institucionalizada del pasado.
Pág. 306
23
Frías, Primera Tradición, p. 87.
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Carlos Ibarguren
La historia que he escrito
En esta parte se comentará el libro de Carlos Ibarguren “La historia que he
vivido” publicado en 1969 por Editorial Universitaria de Buenos Aires (EUDEBA).
El prólogo de la obra está fechado en 1954, cuando se publicó por primera vez. La
distancia temporal con la obra de Frías es sólo debido a la publicación ya que el
contenido abarca principalmente las primeras décadas del Siglo XX hasta entrados
los treintas, y partes importantes de relatos familiares, todo el Siglo XIX.
El autor elegido, nació en Salta en 1877. Hijo de un abogado que llegó a altos
cargos públicos en el poder ejecutivo, legislativo y judicial provincial y nacional, él
mismo fue abogado y siguió los pasos de su padre, como número puesto de gobiernos de distinto signo. El libro en cuestión muestra un prolijo relato de los acontecimientos políticos y familiares del autor. Explicita sus ideas y sus posiciones en la
lucha política, como así también, su versión de las otras corrientes.
Tal vez sea interesante mostrar como para el mismo autor y su prologuista, el
libro parece difícil de clasificar como género, de ahí que, para la pluma de su
creador “Esta obra es de historia y de recuerdos”24, y para el segundo “Mal encaja
esta obra en el género de las memorias. Ni el plan que acompaña, casi por capítulos, a las presidencias argentinas, ni el intento más amplio que el de narrar sólo los
hechos tenidos por testimonio personal o directo, ni el protagonista encarnado en
la patria antes que en el autor, recuerdan al género”25.
Quien escribió la contratapa de la obra sostuvo:
Los libros de memorias son raros en la literatura argentina: he aquí una
razón para que la edición original de esta obra -publicada hace quince
años- se agotara rápidamente. Otra razón que explica su éxito inmediato
es la posición expectable que el autor ocupó en la sociedad y en el Estado argentinos, lo que le permitió un acceso directo a hechos y documentos fundamentales.
No debe olvidarse, por último, que Ibarguren fue un gran historiador y
hombre de letras, circunstancia nada desdeñable pues añade garantías
especiales de seriedad y estilo a esta evocación apasionante de setenta
años de vida nacional (resaltado de las autoras).
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SIGLO XX
Estas citas tienen el propósito de mostrar que bien entrado el siglo XX, tanto
el autor como su prologuista y el autor anónimo que escribió la contratapa del libro
Pág. 295 a 318
24
25
P. 11.
P. 7.
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se deslizaban con facilidad entre la literatura, las memorias y la historia. No establecen separación entre estos géneros que los lectores actuales seguramente buscan
distinguir, tal como se señalara para Frías.
De cuna salteña
El libro se abre con el primer capítulo dedicado a Salta, lugar de nacimiento y
de vida sólo durante los primeros años, pero presente en toda la evocación como
fuente de prácticas, de amistades y parentelas, como referencia obligada de identidad del autor. Se citan los párrafos considerados más relevantes26:
Salta es, todavía, la ciudad argentina que conserva fielmente ciertas características de la época colonial…
En esas antiguas moradas, como la de mis abuelos, la vida corría simple
y prolífica. Y evoco las figuras familiares entre los muebles macizos de
caoba, los labrados bargueños con incrustaciones de marfil y nácar, los
pesados armarios que guardaban pergaminos y ejecutorias, y la vajilla de
plata de Potosí, que parecía recién lustrada por algún negro esclavo.
La casa demuestra la holgura económica de la familia, pero también la abundancia documental que habla de privilegios y de cargos dirigentes que ocuparon
sus miembros. Al pasar, aparece un esclavo. Pero no sólo esclavos habían en la
casa. Los tintes coloniales del cuadro se intensificaban en el interior de los hogares
con la numerosa servidumbre mestiza, criada en la casa:
…los mulatos ladinos, las chinitas donosas; con el espíritu supersticioso
y la religión fetichista que se corporizaba en las sacras imágenes
lujosamente ornadas, como en España, con joyas y ofrendas. Y el acento
cadencioso de un lenguaje peculiar, salpicado de vocablos y giros arcaicos, diríase que exhalaba como un perfume de cofres viejos.
Familia, Historia y Política
Toda esta descripción sirve de marco para definir las características que el
autor está interesado en atribuir a un grupo social, aquél donde se ubica.
La hidalguía de la raza, la hospitalidad abierta, la altivez frente a los
ensoberbecidos y la familiaridad paternal del patrón con el servidor
humilde, caracterizaban los rasgos psicológicos del señor salteño...
La vieja cepa, cuyas raíces se hunden profundamente en la madre patria, retoñó en mi terruño traída en la noble sangre hispana de conquis-
Pág. 308
26
En este apartado, las citas pertenecen al Capítulo I de la edición comentada.
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tadores de América. De ese linaje proceden mis padres Federico Ibarguren
y Margarita Uriburu. Mis antepasados los Ibarguren vinieron con la
corriente conquistadora y colonizadora del Perú y se casaron en América con hijas y nietas de encomenderos.
Al igual que Frías, el grupo dirigente rescata para identificarse y definirse el
pasado español, el pasado colonial. Ibarguren reivindica la figura del “señor salteño”.
En distintos lugares, el conquistador, el encomendero, es equiparable a “noble”,
“hidalgo”, “hispano”, idéntico a culto, ilustrado, hombres de bien, características
atribuibles a las familias enriquecidas y dirigentes.
En la consideración de la familia aparecen notas marginales sobre un particular acercamiento a la historia, como la búsqueda personal de rastros familiares.
La revolución de la independencia no registra como partidarios del “nuevo sistema”, en ninguno de sus documentos, a mis antecesores del apellido Ibarguren. Sólo consta la antigua y muy estrecha amistad de todos
ellos con los Isasmendi, con los Gorostiaga y con los Aramburu, acaso
las tres familias “godas” más prominentes de Salta.
Trasmite toda una forma de entender la historia al señalar a la revolución de la
independencia en términos de los familiares que no participaron y no como un
fenómeno social a ser comprendido o interpretado, no en términos de grupos que
confrontan, que oponen órdenes diferentes para la sociedad, sino de integrantes
familiares en uno y otro grupo, pero siempre en puestos de mando. No parece
arriesgado considerar que la observación además tenga que ver con el rescate de la
época colonial recién citado, la familia parece no haberse interesado por el “nuevo
sistema”. Igualmente, parece reafirmar el que la independencia no modificó demasiado el pasado colonial.
Mi abuelo don Antonio de Ibarguren vivió como un patriarca en su gran
finca, próxima a Cachi, Seclantás, en el departamento de Molinos, que
aportó en 1830 al matrimonio, como bien heredado, su primera mujer,
mi abuela Elena Díaz de Niño. (resaltado de las autoras)
Ya para más avanzado el siglo XIX, resulta interesante rescatar la referencia al
padre, que muestra una forma de entender la política y por ende, de hacer política.
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SIGLO XX
Al año siguiente27, mi padre renunció el cargo de senador por razones
puramente personales: recibió la noticia terrible del fallecimiento en
Salta de dos de sus hijos, ocurrido con intervalo de pocos días a causa
de la difteria; desesperado por esta desgracia decidió regresar a su proPág. 295 a 318
27
En 1874.
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vincia y no volver más a Buenos Aires. En ese momento estaba vacante
el cargo de juez federal en Salta y le pidió a su amigo el presidente lo
designara para ese puesto. Sarmiento se empeñó para que no se retirara
del Senado, pero ante la insistencia del peticionante, que no tenía vocación por la política y sí por la magistratura judicial, el Poder Ejecutivo
solicitó al Senado el acuerdo para este nombramiento28.
Evidentemente, la discrecionalidad en el manejo de la administración pública,
la puesta en un plano de igualdad al interés público como el privado, la increíble
facilidad para moverse en altos cargos públicos, hablan de grupos dirigentes tanto
a nivel local como nacional pequeños, nutridos por lazos familiares y personales.
Como señala Botana, “el acto de representación, al exigir prudencia y sabiduría
para su ejercicio, plantea un serio dilema: o se universaliza la ciencia y el arte del
gobierno, o bien, mientras tanto, la responsabilidad de manejar la suerte de todos,
de asumir lo público desde la particular perspectiva de lo privado debe quedar en
manos de un pequeño núcleo de privilegiados”29. Digamos que la prudencia y la
sabiduría también debieron considerarse como atributos familiares adquiridos por
herencia, parte del señorío.
El arte de adjetivar
Así como hay una forma particular de entender la política, hay varias formas
de referirse a los distintos actores políticos, según sean estos aliados u oponentes,
se verá a continuación algunas de estas caracterizaciones.
El capítulo VII se abre con este párrafo; “La cultura superior en su más alto
grado estaba representada por dos esclarecidos sobrevivientes de la generación que
sucedió a los hombres de Mayo: Vicente Fidel López y Bartolomé Mitre”. Más adelante afirma:
El doctor López, que poseía altas dotes de estadista…El general Mitre
estaba principalmente entregado, en la época a que me refiero, a su
labor intelectual. Esa labor era asombrosa, y la obra con que este escritor ha enriquecido la cultura argentina y americana es inmensa, pues los
28
Pág. 310
El padre se recibe de abogado en Montevideo, incorporándose al estudio del Dr. Vicente Fidel López.
Fue en Santa Fe presidente del Tribunal Superior y gobernador interino de esa provincia. Se casó en
Salta en 1867 con Margarita Uriburu. Desempeñó allí el Ministerio de Gobierno durante la administración de Benjamín Zorrilla y luego, en Bs. As., senador nacional por Salta. Juez Federal en Salta. El
presidente Avellaneda lo nombra interventor en Jujuy. En 1881, el presidente Gral. Roca lo designa
para que organice la justicia nacional de Bs. As., recién federalizada como capital. Luego se desempeña
como Ministro de la Corte Suprema de la Nación, hasta que fallece en 1890 a los 58 años. Según el
autor, su hijo, no tenía vocación para la política.
29
1998, p. 60.
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más variados ramos de las ciencias y de las letras están tratados y estudiados con hondura: historia, etnografía, arqueología, humanismo, filosofía, etc.
Don Manuel Alejandro Aguirre e Ituarte, a quien conocí en su ancianidad, padre de mi suegro, era un gran señor porteño. Alto, erguido, enjuto de carnes, representaba el prototipo del viejo hidalgo con su barbilla
blanca y su aspecto grave, austero; su sola presencia infundía el gran
respeto de que gozaba en nuestra sociedad. Dueño de considerable fortuna sirvió al país patrióticamente en asuntos financieros, desempeñando entre otros cargos públicos, durante largo tiempo, la presidencia del
Banco de la Nación. Había nacido en 181930.
“Maestro en el arte de engatusar y de tejer, como las arañas, telas hábilmente extendidas para atrapar adeptos y vencer enemigos, Yrigoyen sabía orientarse
con firmeza sin perder su dirección”31, es el párrafo que reserva para el Presidente
Radical. Pero no sólo palabras le dedica, sino que tiene activa participación en el
golpe que lo derroca.
Resulta interesante destacar que la emergencia del Radicalismo y su acceso a
la presidencia, viene a romper el orden conservador del que el autor y su familia
habían sido de alguna manera artífices y beneficiarios. Pone en cuestión la arraigada y conveniente creencia que la política y el estado es asunto de unos pocos, es
por ello que debían ser desplazados, debía restaurarse el orden.
Debido a su apoyo a la revuelta militar de 1930, su pariente Uriburu lo nombra
interventor en Córdoba. En su despedida como Interventor32, pinta Córdoba de la
siguiente forma:
En todos los momentos me he sentido confortado por vuestra cordialidad y simpatía, estimulado por vuestro entusiasmo patriótico y agasajado por vuestra gentilísima hospitalidad. He podido apreciar en el seno
de vuestros hogares patriarcales, que me evocaban cariñosamente el de
mis abuelos de la lejana Salta, el tesoro de la pura tradición nacional y
el calor de las virtudes que, para gloria de la estirpe argentina, guardan
las matronas cordobesas33.
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30
P. 175.
P. 303.
32
Renuncia a la Intervención para no presidir las elecciones en Córdoba y para estar al lado de Uriburu,
como amigo, ante la situación crítica del gobierno luego del “mal resultado para la revolución de las
elecciones del 5 de abril en la Provincia de Bs. As”.
33
P. 407.
31
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Pág. 311
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Sin embargo, había mediado un “complot revolucionario y terrorista que fue
desbaratado por completo”, en donde, según Ibarguren pretendían matarlo. Por un
anónimo y por un informante periodista, se entera del mismo y envía un comando
a acechar a los complotados. “Por mi parte, adopté enérgicamente las medidas
para asegurar que cualquier alteración del orden fuese absolutamente imposible, y
garantizar la completa tranquilidad de la población. Los culpables fueron apresados y sometidos a la justicia militar y civil”34.
Este complot se refiere a una tarea que comenta largamente y es el control de
la campaña política para gobernador, que emprende Emilio Olmos del partido demócrata. Ibarguren fue candidato a Presidente por ese partido en 192835, pero
como interventor mantiene posiciones diferentes con Olmos en relación al llamado
electoral.
Pero no todo era amabilidad en Córdoba, Olmos36 renuncia a su candidatura
con una carta en la que muestra a Ibarguren como poco amigo de cordialidades a la
hora de ejercer su cargo: “Por su invencible ceguera, por su incomprensión del
medio, por su absurdo tesón en destruir, por su sordera al llamado de la realidad,
con sus propias manos inexpertas decidió la suerte adversa de una etapa histórica
para el país”.
El autor entiende en su defensa que: “Olvidó también, al agredirme en su
renuncia, la dura lección recibida el 5 de abril en Buenos Aires para los que
clamaban por comicios, lección que demostró lo bien fundado de mi empeño de
postergar votaciones prematuras”37. El resultado electoral es adverso para el gobierno golpista que integra y también lo había sido al consagrar anteriormente a
Irigoyen, las votaciones no son favorables a los miembros de su grupo, de su
familia, por lo tanto, a pesar de haber sido candidato a presidente y tener actuación
partidaria no se muestra entusiasmado por los actos electorales. Se puede interpretar que el gobierno es cosa de ellos, los mecanismos electorales alteran el “orden
natural” y permiten el acceso de los “otros” en sus dominios.
Luego del triunfo electoral radical en Buenos Aires plantea Ibarguren:
34
P. 393.
A pesar de pertenecer al mismo partido político, Ibarguren se diferencia de Olmos y del Partido
Demócrata porque no acepta las presiones que los políticos ejercen sobre el Presidente golpista Uriburu
para llamar a elecciones. Como Interventor de Córdoba expresa su tenaz oposición al llamado a
elecciones y finalmente entiende que tenía razón, en vista del triunfo radical en Buenos Aires, que para
su interpretación, marca el fracaso del golpe de estado.
36
Candidato a gobernador de Córdoba “amigo” de la revolución, por el partido demócrata, no formaba
parte de la “conspiración de los radicales enemigos”, p. 405.
37
Idem.
35
Pág. 312
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el gobierno se vio obligado a la adopción de severas medidas contra los
dirigentes radicales: deportó al doctor Alvear, al doctor Honorio
Pueyrredón y varios otros que lo acompañaban y vetó las posibles candidaturas de éstos para cargos gubernativos en las futuras elecciones.
Esa resolución de veto, que fue muy criticada por la prensa, está basada
en fundamentos irrefutables desde el punto de vista histórico, revolucionario y constitucional 38 (resaltado de las autoras).
Se puede observar en la obra que la mayoría de las veces cuando hay debates
de por medio, sus puntos de vista son irrefutables aunque no medien argumentos,
al igual que sus versiones de los hechos se presentan como “verdades” en sí mismas. En estos párrafos seleccionados se puso en evidencia la forma de concebir el
poder por este grupo. El ejercicio de cargos y espacios de decisión se entienden
como atributos naturales, provenientes de la herencia familiar y de la pertenencia a
los “estratos superiores” de la sociedad.
A modo de Cierre
¿Políticas Familiares/Historias Familiares/Historia de la Política?: Políticas de
la Historia
Se ha tratado de hacer un breve recorrido a partir de los extensos relatos que
constituyen las obras que se comentan. La elección de los fragmentos ha sido
guiada, con buena dosis de arbitrariedad, por las expresiones más significativas en
relación a una forma de contar la historia, que es común en muchos autores que
ofrecen sus opiniones y visiones del mundo bajo el manto amplio de la historia de
Salta.
Para el caso de Bernardo Frías, su obra es de la década del 20. Para Ibarguren
1954, pero se puede ubicar el trabajo dentro de los relatos cuyo formato aparecen
entre el centenario y los veintes, y que se siguen produciendo, en menor escala,
hasta la actualidad.
En ellos hay patrones comunes. La ciudad de Salta que retratan e imaginan es
colonial, o por lo menos, el lugar donde superviven rasgos coloniales asociados a
nobleza, a la hidalguía. Las familias salteñas conservan las características del señorío feudal que vino con los conquistadores. Es apreciada la tradición como fuente
de valores morales y como código de conducta. Las familias salteñas, para este
relato, son las dirigentes cuyos miembros tienen alguna fortuna, profesionalización,
y están emparentados todos entre sí.
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SIGLO XX
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38
P. 409.
Pág. 313
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El tránsito en cargos públicos con las más diversas funciones es común. Se
desprende de la lectura de estas historias, que los miembros de ellas se perciben
como nacidos para gobernar, para ocupar los más altos cargos públicos, sean
estos políticos o burocráticos. La democracia puede ser un instrumento, en tanto y
en cuanto sea favorable para sus propios desempeños y consagre el gobierno de
amigos y parientes.
El relato del pasado de Frías adquiere en Salta la autoridad de la historia
misma, se consagra como la voz autorizada luego de atravesar diferentes instancias
de reconocimiento y validación social, tal como el otorgamiento de distinciones y
menciones a nivel nacional e internacional por su labor histórica. En ese sentido, es
de importancia la trayectoria y biografía del relator, ya que, en el diferente ejercicio
de funciones públicas; docencia, asesoramiento político y gestión en ministerios,
su versión irá institucionalizándose hasta finalmente devenir en “la historia”. Tras
reproducirse su manera de entender el pasado, su forma se volverá un estilo, los
acontecimientos contados por el narrador adquirirán el estatuto de hechos mismos
y su persona se inmortalizará como un personaje de culto, como padre fundador de
la historia local.
Ibarguren en sus opiniones, en sus comentarios, a través de su desempeño de
las múltiples funciones públicas, incluida la docencia universitaria en Buenos Aires,
desgrana notas sobre algunas coyunturas internacionales, construye su visión de
las distintas gestiones del gobierno nacional; y a la vez, va describiendo el entramado de sus relaciones de parentesco, de amistad y laborales. Datos de su vida personal entran en la historia de la mano de esos acontecimientos.
Se puede resumir planteando que las historias que están contando son las propias y de sus círculos de amigos. Pero crean historia y crean actores. Es cierto que
están todos en puestos de gobierno, en lugares de decisión, pero el entretejido de los
libros muestra como historia diversos relatos de un puñado de hombres que fueron
preparados por sus círculos familiares como herederos del poder, se convencieron
de que un destino histórico los había puesto en esos lugares, y estuvieron dispuestos
a todo para conservarlo. Sin perder las buenas maneras, al menos en público o en los
relatos. Así la historia deviene casi armónica, sin mayores conflictos.
Los otros, los que no son parientes o amigos, aparecen marginalmente en
estas obras. Como advenedizos cuando disputan el poder, como terroristas o
complotados cuando luchan contra un gobierno ilegítimo, o más “naturalmente”,
como esclavos o sirvientes. Para ellos son los calificativos oprobiosos. O como
dice el prologuista sobre el libro de Ibarguren:
Pág. 314
El método da una historia fresca, llana, espontánea como la que hemos
oído contar en nuestros hogares; pero compleja también, como es la
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vida, a la que no ha renunciado para mostrarse en la simplicidad
geométrica de las abstracciones. Un método realista que abarca la realidad entera y no solamente la menguada del realismo moderno, que
aparece escogida para hacer de ella extracto de hedores.
La forma particular que adquieren los relatos de los orígenes, y del pasado, en
Salta no puede pensarse deslindada de lugar desde dónde son escritos. Fundamentalmente serán los “notables” quienes se empeñarán en la construcción de un relato
más o menos homogéneo del pasado de tipo autoconsagratorio, que en el mimo
acto de construirlo también se crearán como “notables”. Esas narraciones se remontan en el tiempo para justificar y fundar las jerarquías sociales del presente.
Esta historia, lleva la marca de origen, permeada por los imaginarios del grupo
dominante, quienes desde los textos sentarán las bases de las valoraciones sociales
propias, reflejarán y construirán simultáneamente las categorías de clasificación
social en general y del grupo en particular.
Ingreso: 14 de agosto de 2008
Aceptación: 06 de marzo de 2009
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Ensayando una/otra lectura de relatos históricos.
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Resumen
En el ensayo se propone una reflexión sobre las formas en que el pasado es
construido desde determinados relatos históricos, ¿Quiénes relatan y desde qué
lugar? ¿Qué valores y formas de clasificación de lo social reflejan, y a la vez construyen los relatos? Son, entre otros, los interrogantes que vertebran el trabajo.
A través de la selección de textos paradigmáticos como “Las Tradiciones
históricas” de Bernardo Frías y “La historia que he vivido” de Carlos Ibarguren,
ambos escritores salteños, se propone una mirada antropológica de aproximación
al entramado de relaciones sociales que configuran el cuadro de situación y época
en el que los textos son escritos.
Se problematiza la compleja relación entre Política y Cultura indagando sobre
las formas de producción y reproducción de sentidos sociales, las disputas por
imponer visiones y percepciones del mundo constitutivas de las identidades sociales, entendiendo que los relatos sientan las bases de una forma particular de imaginación colectiva, histórica, en Salta. Así, indirectamente, este ensayo constituye un
intento de examinar, los usos políticos de la historia desde la disputa por los sentidos e imágenes del pasado.
Palabras clave: Relatos históricos de Salta; Imágenes del pasado; Política y cultura; Antropología
Andrea Villagrán
Estela Vázquez
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Trying out a/another reagind of historical accounts.
Salta. Beginning of the XXTH Century
Abstract
This paper intends a reflection on the forms in which the past is constructed
from some particular historical accounts. Who narrates and from where these
narrations take place ? What values and forms of classification are reflected, and at
the same time, make this narrative? These are, among others, the questions which
articulate this work.
Through the selection of some paradigmatic texts created by writers from
Salta, like Las tradiciones historicas by Bernardo Frías and La historia que he
vivido by Carlos Ibarguren, this paper intends to develop an anthropological approach
to the network of social relationships that shape the context in which these texts
were written. It considers the complex relations between Politics and Culture inquiring
into the production and reproduction of social meanings as well as the struggle to
impose visions and perceptions of the world that constitute social identities,
understanding that these narrations are the basis of a particular form of a historical,
collective imagination in Salta. Thus, in an indirect way, this paper analyses the
political uses of the History considering the dispute over meanings and images of
the past.
Key Words: Historical narratives of Salta; Images of the past; Politics and Culture;
Anthropology
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Andrea Villagrán
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