Myrtia, nº 35 (2020), 53-92
Eros en Aristóteles
[Eros in Aristotle]
Juan Antonio López Férez*
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Madrid
Resumen:
El nombre érōs y su variante éros aparecen 37 veces en Aristóteles, que tiene un notable
interés por varios aspectos relacionados con el amor: 1. Como dios; 2. Como deseo
vehemente; 3. Como algo involuntario; 4. Eros homosexual masculino; 5. Ejemplos de ese
amor; 6. Tener amores masculinos y femeninos; 7. Posible acto venéreo con personas de
ambos sexos; 8. Deseo incestuoso de una madre respecto a su hijo; 9. Amor incestuoso entre
hermanos; 10. Incesto en general; 11. Pasión erótica de una mujer casada hacia un joven;
12. El cuerpo sufre en relación con el amor; 13. El amor atribuido a ciertos animales; 14. El
amor alado reflejado en la pintura.
Abstract:
The noun érōs and its variant éros appear 37 times in Aristotle, who has remarkable interest
in various issues related to love and offers different meanings of the word. 1. As god; 2. As
a vehement desire; 3. As something involuntary; 4. Male homosexual Eros; 5. Examples of
this love; 6. Having male and female loves; 7. Possible venereal act with people of both
sexes; 8. The incestuous desire of a mother regarding her son; 9. Incestuous love between
brothers; 10. Incest in general; 11. The erotic passion experienced by a married woman
towards a young man; 12. The body suffers in relation to love; 13. The love attributed to
certain animals; 14. The winged love depicted in the painting.
Palabras
clave:
Aristóteles, amor
Keywords:
Aristotle, love
Recepción:
27/01/2019
Aceptación:
20/03/2020
Este trabajo se ocupará de la presencia en Aristóteles del sustantivo
érōs, érōtos, de la misma raíz, desconocida, que éramai. Registrado en griego
desde Homero, con escasa presencia en los poemas homéricos, y sólo en
nominativo, incrementa mucho los usos en los líricos y es bastante utilizado
por los trágicos. Aristóteles lo recoge en 35 ocasiones; a esas apariciones hay
que añadir 2 de éros, con ómicron, lo que dan un total de 37 secuencias del
concepto. Nuestro objetivo esencial es examinar el término indicado, con las
*
Dirección para correspondencia: Islas Cíes 9. 28223 Pozuelo de Alarcón
(Madrid). E-mail:
[email protected]
Artículo elaborado dentro del Proyecto FFI2017-82850-R del Ministerio español de
Economía, Industria y Competitividad.
Mi agradecimiento a los dos revisores anónimos del trabajo por todas sus observaciones.
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dos variantes fonéticas, prestando toda la atención a sus diversos valores,
que oscilan entre la referencia al dios del amor y la pasión amorosa1. Por su
interés, recogeré también el sentido de “deseo”, en general. De todos esos
valores presentaré un cuadro esquemático al final de este estudio. Ofrezco
todos los pasajes en donde se encuentra el concepto estudiado, con
traducción al español y un pequeño comentario centrado en el sustantivo que
revisamos. Procuro presentar las obras en orden cronológico y, por no
extenderme en demasía, no entraré en el estudio del verbo correspondiente
ni en el de otros términos íntimamente relacionadas con el término que nos
ocupa (adjetivos, adverbios) 2 . Mis comentarios serán breves, atentos a lo
esencial para no sobrepasar una extensión razonable de esta aportación.
1. En los Tópicos, libro sexto, capítulo séptimo, el filósofo afirma que
conviene considerar si lo definido (tò horisthén) se dice mejor de algún modo
de acuerdo con la explicación dada (katà tòn apodothénta lógon). Por otro
lado, hay que ver si la cosa (tò […] prâgma) admite el más (déchetai tò
mâllon), pero la explicación dada, no; o, al revés. Pues es preciso que lo
admitan ambas. Y, además, si las dos admiten el más, pero ambas no toman
el incremento a la vez:
Por ejemplo, si la pasión erótica es deseo de unión íntima (hoîon
ei ho érōs epithymía synousías estín), pues el que ama más (ho gàr mâllon
1
De entre la bibliografía, enorme en el caso de Aristóteles, menciono aquí la que
tiene alguna relación con el tema que iremos viendo. Entre las aportaciones aconsejadas
figuran: Kraut, 1975; Reiner, 1976; Adams, 1988; Annas, 1988; Price, 1989; Rogers,
1994; Capriglione, 1999; Sihvola, 2002; Burger, 2003, 2019; Salim, 2006; Fitterer,
2008; Konstan, 2008; Vallejo Campos, 2009; Leontsini, 2013; Thumiger-Carey-Lowe
(eds.), 2013; Ben-Said, 2014; Gauthier-Muzellec, 2014; Majithia, 2014; Daza y García,
2017; Franco Benavides, 2019. Salvo algunas excepciones, en los ejemplos ofrecidos
suelo citar solamente la línea de la edición de Bekker donde aparece el concepto
estudiado. Las traducciones son mías, bastante literales. He preferido transcribir el
griego a fin de que el contenido sea accesible al mayor número posible de lectores.
Quienes deseen leer el texto griego, pueden encontrarlo con facilidad en la red. La
indicación […] alude a la supresión de términos innecesarios para nuestro objetivo.
2
Señalo algunas obras con importantes contribuciones sobre el pensador y su obra:
Barnes (ed.), 1995; Leigh McEvoy (ed.), 2011; Shields (ed.), 2012; Anagnostopoulos
(ed.), 2013; Natali (2013.19911); etc. Además de los repertorios puntuales ofrecidos por
L´Année Philologique, Gnomon, etc., es muy útil (desde 1900 hasta hoy día) The
International Aristotle Bibliography, Leiden, Brill (en línea). Asimismo, a partir de 1957,
son de gran interés los resultados aportados por cada Symposium Aristotelicum, celebrado
trienalmente.
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erôn) no desea más la unión (ou mâllon epithymeî tês synousías), de tal
modo que ambos elementos no aceptan el ‘más’ a la vez (ouch háma
amphótera tò mâllon epidéchetai), pero sería necesario, si son la misma
cosa (eíper tautòn ēn)3.
Varios puntos merecen nuestra atención: 1. Para la estrecha relación
érōs-epithymía 4 en esta secuencia, podría ser oportuno aportar algunos
ejemplos hasta llegar al texto aristotélico. En primer lugar, Jenofonte (Mem.
3.9.7), donde, a propósito de Sócrates que razonaba acerca de la locura, nos
dice el prosista que “tal como al deseo intenso lo llaman amor (hṓsper tḕn
ischyràn epithymían érōta kaloûsin), así también a la gran pérdida de la razón
la llaman locura”; asimismo, el historiador presenta en otra ocasión al
protagonista de la Ciropedia hablando con Araspas, homótimo medo y
amigo desde la niñez, a propósito del amor y sus manifestaciones; en tal
ocasión (Cyr. 5.1.14), el primero sostiene que las personas nobles (hoi kaloí)
no obligan a los hombres a que estén enamorados de ellos ni a que deseen lo
que no deben, “pero los hombrecillos malos, pienso, son incapaces de
dominar todos sus deseos, y, entonces, culpan al amor (allà tà mochthērà
anthrṓpia pasôn oîmai tôn epithymiôn akratê esti, kápeita érōta aitiôntai)”.
En segundo lugar, Platón, en cuyas obras los contextos en que ambos
conceptos aparecen estrechamente unidos son abundantes. Entre ellos
selecciono unos pocos: Phd. 66c (el cuerpo, a causa de sus necesidades, nos
llena de amores, deseos, temores, etc.), Smp. 196c (Eros domina a los
placeres y deseos), 197a (Apolo descubrió la mántica al ser guiado por el
deseo y el amor), 205d (en resumen, todo deseo de bienes y de ser feliz es
para cualquiera el grande y engañoso Amor), Phdr. 237d (para cualquier
persona es evidente que el amor es un deseo), etc.; 2. Respecto a la synousía,
presente en griego desde Esquilo (Eu. 285), la encontramos en seguida con
el valor de “unión sexual” a partir de Demócrito (B 32), y, luego, por
ejemplo, en Platón (Smp. 173 a; etc.), Jenofonte (Cyr. 6.1.31; etc.) y en
nuestro pensador, donde la hallamos, tanto referida a las personas (cf. Pol.
1269b27; 1335a24.26), como a los animales (GA 723b9.13; 727b34; HA
630b35; etc.); 3. El verbo eráō, precisado por el adverbio de cantidad y modo
mâllon, lo leemos desde Isócrates (12.96), pero es Platón el que lo utiliza con
más abundancia (cf. Smp. 181b, 183e); a continuación, el estagirita lo
3
Top. 6.7.146a9. Para los Tópicos, el TLG sigue la edición de Ross, reimp. 1970.
A propósito del concepto epithymía en Aristóteles, véase Pearson, 2012. En su
aportación aborda también el estudio de dos términos muy importantes en el filósofo:
órexis (“apetito”, “deseo”) y boúlēsis (“voluntad”, “deseo”, “intención”).
4
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presenta en varias secuencias. Por ejemplo, aparte de esta secuencia, en Top.
152b7 y en EN 1167a5. La posteridad raramente recoge la expresión; 4. En
lo concerniente a la frase ou mâllon epithymeî tês synousías, Alejandro de
Afrodisias recoge el pasaje aristotélico en su exegesis a los Tópicos (in Top.
p.461.7) y explica que “unión destructiva es propia del amor. Pues el que
desea más unirse, ama menos. Y sería necesario que ambos elementos
recibieran a la vez el ‘más’ y el ‘menos’, si es que la misma definición
(horismós) debe ser para lo definido (horistôi)”; 5. En la frase epithymeî tês
synousías observaremos el genitivo propio, régimen sintáctico del verbo allí
presente, y también del sustantivo correspondiente. Tanto en esta secuencia
como en la que veremos a continuación, el sentido de synousía, por
distribución contextual, entra en el campo de la relación sexual, lo que es una
aportación innovadora del estagirita, pues, en contextos semejantes, tenía
otro sentido en la literatura anterior. Efectivamente, la indicada construcción
sintáctica es conocida desde Platón (Prt. 318 b. Se nos habla de cómo el
médico Hipócrates deseaba conseguir la amistad y trato del pintor Zeuxipo),
pero, en ese caso, no tiene otro sentido que el propio de la relación amistosa,
la conversación, la compañía. No obstante, en la posteridad encontramos
algún ejemplo en donde aparece un sentido sexual semejante al aristotélico.
Así, en Jenofonte de Éfeso (5.7.4), donde leemos que Antía encontró una
manera de librarse de los hombres que deseaban unirse a ella en el burdel
donde se hallaba; a saber, hizo como si le ocurriera como a los que padecen
la enfermedad sagrada (es decir, la epilepsia) y de ese modo los presentes
sintieron pena y miedo por ella y “desistieron de desear unión íntima” con
ella (kaì toû mèn epithymeîn synousías apeíchonto).
2. Siguiendo en los Tópicos, libro séptimo, capítulo primero, se analiza
la conveniencia de saber si dos cosas no pertenecen a un único género de
predicado (en henì génei katēgorías), sino que una indica “cómo”, y la otra,
“cuánto” o “respecto a algo”. Y se aborda, además, si el género de cada una
es el mismo, y si las diferencias predicadas son las mismas, o una es teórica
y la otra práctica:
Además, a partir del ‘más’ (éti ek toû mâllon), si una admite el
‘más’, pero la otra no, o si ambas lo admiten pero no al mismo tiempo.
Por ejemplo, el que ama más no desea más la unión íntima (katháper ho
mâllon erôn ou mâllon epithymeî tês synousías), de manera que no es lo
mismo pasión erótica que deseo de unión íntima (hōst´ou tautòn érōs kaì
epithymía synousías)5.
5
Top. 7.1.152b9.
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La relación léxica “amor”-“unión íntima” ya la hemos visto (Cf.
apartado 1.1). Por lo demás, en el ejemplo anterior, se ha examinado la
construcción epithymeî tês synousías. Así, pues, añadiré ahora sólo una
observación respecto a la frase consecutiva del final, concretamente la
expresión que termina con epithymía synousías. La construcción está
registrada en griego desde Platón, donde si en Protágoras (Prt. 318a) nos
informamos del deseo de Hipócrates antes señalado, lejos, por el contexto,
de toda alusión a la unión carnal, en las Leyes (Lg. 838b), en cambio, sí tenemos
ese valor sexual, semejante al que tiene en el estagirita. Efectivamente en
dicho pasaje, el ateniense le dice al lacedemonio Megilo que los más de los
hombres, por muy pervertidos que sean, se abstienen de la unión íntima con
las personas hermosas en caso de que se trate de un hermano o una hermana,
un hijo o una hija, pues una ley no escrita (ágraphos) las protege para que no
se acueste con ellos, ni de modo evidente ni oculto, ni los toque de ningún
modo. Es más, el deseo de esa unión ni siquiera les viene en absoluto a los
más (all´oud´epithymía taútēs tês synousías tò parápan eisérchtai toùs
polloús). Por otro lado, tocante a la posteridad, sólo aludiré a una secuencia
de Crisipo (Fr. 397, transmitido en un texto espurio atribuido a Andronico
de Rodas), donde, a propósito de los tipos de deseo, se dice: “Eros, deseo de
unión corporal (Érōs dè epithymía sōmatikês synousías)”.
3. En los Analíticos primeros el pensador está hablando sobre la
convertibilidad de los términos, las alternativas opuestas y las combinaciones
de éstas:
Si cualquiera que ama (pâs ho erôn) preferiría, en razón del amor
(katà tòn érōta), el A –que esté en tal condición (tò hoútōs échein) como
para que le haga un favor (hṓste charízesthai) e incluso para que no le
haga un favor (mḕ charízesthai) (el C)− a que le haga un favor (el D) pero
no esté en condición como para hacerle el favor (el B), es evidente que el
A, estar en tal condición, es preferible a que le haga un favor. Por tanto
ser querido (tò phileîsthai) es preferible, en razón del amor (katà tòn
érōta), a la unión sexual (synousías). Por tanto el amor es más propio de
la amistad (philías) que de unirse sexualmente (ára ho érōs mâllon estì
tês philías ḕ toû syneînai). Y si es propio especialmente de eso, también
su fin es eso. Por tanto la unión sexual (tò syneînai), o no existe en
absoluto, o lo es a causa de ser querido (toû phileîsthai héneken). Y, en
realidad, los demás deseos y artes son así.6
6
APr.2.22.68a38, 68b3.4. El TLG presenta los Analíticos primeros según la edición
de Ross, reimp. 1968.
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Hagamos algunas consideraciones sobre la secuencia traducida,
donde el término buscado se nos presenta tres veces, subrayadas en el pasaje:
1. La estructura de la frase pâs ho erôn es generalizadora, referida a todo el
que ama a otro, en voz activa. En ho erôn estamos precisamente ante una
forma participial sustantivada, que funciona como un verdadero sustantivo.
La expresión ho erôn –y me limitaré al nominativo de singular− surge en
Platón (Smp. 204de (precisamente en 204e, dos veces), Phdr. 249e) y la
recoge el estagirita (aparte del presente pasaje, en EE 1238b37, 1245a257, en
ambos casos referida a la relación del amante con el amado en el plano
homosexual), y, después, la utilizan algunos escritores posteriores. Es otra
manera de referirse al erastḗs, el que tiene la función activa dentro de la
relación amorosa homosexual (respecto a dicho término en el estagirita,
véase el apartado 22.1). Precisamente la frase aristotélica pâs ho erôn mereció
la atención de Juan Filópono (Joannes Philoponus, llamado también, Joannes
Grammaticus: 490-570 d. C., perteneciente al círculo del filósofo
neoplatónico Amonio, discípulo a su vez de Proclo) en sus comentarios al
citado tratado aristotélico (volumen 13.2.472.1), y, asimismo, de Juan
Pediásimo (Joannes Pediasimus: c. 1282-1326; en su exegesis a dicha obra
del estagirita: p. 85.4). También la menciona, pero en contexto distinto, el
poema bizantino del siglo XII Dígenes Acritas, de autor anónimo (3.1. e cod.
Grottaferrata), donde leemos que “De ese modo todo el que ama es esclavo
del amor” (Hoútōs doûlos pâs ho erôn toû érōtos hypárchei); 2. La
construcción en acusativo precedido de preposición katà tòn érōta, traducida
por muchos como “en razón de su amor”, puede referirse, en su primera
aparición, al sujeto “que ama”, mencionado poco antes. No obstante podría
aludir, de modo amplio, al amor, no al experimentado por una persona
concreta; 3. El infinitivo de presente charísesthai, aquí en la voz media, suele
tener el sentido de “hacer un favor”, “conceder una gracia”, “complacer”; en
cambio, en la pasiva, uso muy raro, equivale a recibir favores o compensaciones.
El texto ofrece indudables dificultades al no aparecer expresado ni quién
hace esos favores ni a quién se le hacen, de tal modo que los traductores
suelen incluir términos diversos (como “el amado”, presumible sujeto del
infinitivo) que no están en el original griego. La estructura sintáctica,
reducida al mínimo, puede dar lugar a problemas de interpretación, como
reflejan bastantes versiones. Por nuestra parte, nos sumamos a los que
entienden que el sujeto de tò hoútōs échein es el “amado”, no expresado, que
7
Esta cita la veremos en el apartado 12.
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es también el sujeto del infinitivo charísesthai. Ahora bien, al no estar
expresado, lo dejamos como está; con alusión a una persona distinta del
sujeto, pero no puesta claramente de manifiesto por el filósofo. En lo
referente a esta forma verbal, digamos que la leemos desde Píndaro (Fr. 1:
eiē kaì erân kaì érōti charízesthai katà kairón, “Que suceda tanto amar como
complacer al amor, en su momento oportuno”). Por su lado, en los ejemplos
platónicos citados más abajo, la persona que recibe esas atenciones se
construye en dativo. Así lo leemos en Smp. 182abd, donde se nos dice que es
hermosa la costumbre de complacer a los amantes. Pueden verse otras
referencias relevantes en Phdr. 234b, 235e, 237b, 243d. En cambio, en Phdr.
231c, se trata de gratificar a los amados; 4. Por su parte la construcción tò
phileîsthai, “el ser querido”, con sentido erótico, o en la frontera del mismo,
la tenemos precisamente en dicha forma8−es decir, precedido del artículo
neutro, y sólo referido al nominativo-acusativo)−, 8 veces en el estagirita, de
las 69 en que el citado infinitivo está registrado en esos casos. La relación
con érōs la hallamos otra vez en EE 1235b19, pasaje del que nos ocuparemos
en el apartado 11; 5. La estrecha relación léxica érōs-philía estaba bien
establecida antes de Aristóteles. Veamos algunos pasajes que pueden
ayudarnos a delimitar el sentido de ambos términos: 5.1. En lugar de honor hay
que poner a Platón, al que dedicamos cuatro subapartados. Efectivamente,
dentro del Banquete, leemos (Smp. 179c) 9 que Alcestis, al mostrarse
dispuesta a morir por su esposo (Admeto), había superado a sus suegros en
afecto (têi philíai), a causa de su amor (dià tòn érōta), pasaje donde el primer
sustantivo puede entenderse referido a las relaciones sentimentales
establecidas entre padres e hijos, mientras que el segundo correspondería al
lazo que une a los esposos; 5.2. Además, en la relación homosexual de
Aristogitón y Harmodio (Smp. 182c)10, los tiranicidas, son nombrados, como
elementos esenciales para acabar con el poder (realmente sólo con la vida
de Hiparco): concretamente, se alude al érōs del primero (que era el erastḗs)
y la philía del segundo (el erṓmenos. Con respecto a éste, véase el apartado
8
Sus primeros usos están en relevantes autores del círculo socrático: Jenofonte (7) y
Platón (4).
9
Corresponde al discurso de Fedro, tal como lo recordaba Aristodemo de Cidateneo,
un seguidor de Sócrates. Véase en 7.1 algunos detalles sobre el mismo.
10
Acerca de los dos citados, véanse nuestros apartados 10 y 19. La cita del Banquete
pertenece al discurso de Pausanias, ateniense del demo de Cerámico, amante del poeta
Agatón y defensor de la homosexualidad.
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6.2); 5.3. Agatón11 indica en su discurso (Smp. 192b) que, a diferencia de los
dioses mencionados por Hesíodo y Parménides, desde que Eros reinaba entre
los dioses no había violencias ni cautiverios ni violencias, sino amistad y paz
(philía kaì eirḗnē) (Smp. 195c)12; 5.4. A su vez, en el Fedro, dentro de la
exposición de Sócrates en que relata el discurso de Estesícoro de Hímera
sobre el amor, aquél expone (Phdr. 255e) que, a juicio del amado, lo que éste
siente respecto al amante, es “no amor, sino amistad” (ouk érōta allà
philían); 5.5. Esquines (1.133) menciona la amistad por amor (philían
di´érōta) establecida entre Patroclo y Aquiles; 5.6. Vienen luego los dos
ejemplos aportados por el estagirita, tanto aquí como en EE 1245a24 (cf. el
apartado 12); 5.7. La importancia del concepto philía13 en Aristóteles es extraordinaria14;
11
Autor trágico griego, quizá el más sobresaliente tras los tres grandes. Fue el
organizador del famoso banquete, inmortalizado por la obra platónica, para celebrar su
victoria literaria, obtenida en el 416 a. C.
12
Respecto a la estrecha vinculación entre Eros y la amistad, véanse, por ejemplo,
dos pasajes: 1. Proclo, In Tim. 32c(2.54 Diehl)=Ferecides, 7B3 D.-K., donde leemos:
“Ferecides decía que Zeus, cuando se disponía a crear, se transformó en Eros (eis Érṓta
metabeblêsthai), porque, tras haber compuesto el mundo a partir de opuestos, los llevó
al acuerdo y amistad (eis homologían kaì philían ḗgage) […]”. La referencia alude a
Ferecides de Siro, mitógrafo del VI a. C; 2. Jenofonte, Smp. 8.12, pasaje donde Sócrates
tiene por muy preferible el amor del alma que el del cuerpo (ho tês phsychês ḕ ho toû
sṓmatos érōs), “pues que, sin amistad, no hay ninguna unión digna de mención (synousía
oudemía axiólogos), todos lo sabemos”.
13
Al revisar el concepto mediante el TLG hay que descontar todos los ejemplos en
que tenemos un adjetivo (de phílios,-a (-ē), -on). El sustantivo lo leemos a partir de
Teognis, y resulta conocido, luego, entre otros, por Esquilo y Eurípides, pero es en la
prosa donde adquiere en seguida una fuerte presencia: Heródoto, Tucídides, Jenofonte,
Platón y, posteriormente, el estagirita. Contando todas las formas del vocablo (en sus
distintos casos con inclusión de las adjetivales), tenemos en Platón 102 usos, pero, en
Aristóteles, 421, lo que lo convierte en el autor griego que más ha utilizado ese término.
Destaca, sobre todo, la Ética nicomaquea, en especial, los libros octavo y noveno de la
misma. Según el filósofo, la philía es necesaria para cualquier persona, rica o pobre,
joven o vieja, y resulta imprescindible en las organizaciones sociales y religiosas, pues
contribuye incluso a la cohesión de cualquier ciudad. Véase, entre otros, nuestro apartado 11.
14
Entre los numerosos y útiles aportaciones sobre la “amistad” en el filósofo
menciono unos pocos: Reiner, 1976; Annas, 1977; Sherman, 1987; Pakaluk, 1988; Price,
1989; Alberti, 1990; Reiner, 1991; Stern-Gillet, 1995; Berwari, 1997; Mulgan, 1999;
Burger, 2003, 2019; Pangle, 2003; Araiza, 2005: Flasse, 2006; Peroli, 2006; Salim,
2006; Calvo Martínez, 2007; Perrin, 2007 ; Konstan, 2008; Aubenque, 2009; Vallejo
Campos, 2009; Nehamas, 2010; Biss, 2011; Szaif, 2011; Benetatos, 2013; Leontsini,
2013; Natali, 2013; Ben-Said, 2014; Bretin, 2014; Miller, 2014; Zagal, 2014; Ward,
2016; Badhwar- Jones, 2017; Daza y García, 2017; Franco Benavides, 2019; etc.
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5.8. Selecciono, asimismo, entre muchos testimonios posteriores al
estagirita, el de Zenón (Fr. 263. Recogido por Ateneo, 13.561c), pues indica
que Eros era el dios de la amistad y libertad; 6. La synousía como “unión
sexual” ya la hemos visto en el apartado 1.2; 7. Reparemos en syneînai, aquí,
“unirse sexualmente”. Cf., asimismo, Pol. 1262a33, referido a los amantes
(masculinos, aunque no se especifica expresamente), y, asimismo, a una
desmentida relación íntima entre una madre y su hijo (Rh.1400a26).
4. En la Metafísica el escritor, tras distinguir cuatro tipos de causa, se
detiene en la tercera, a saber, aquélla de la que procede el comienzo del
movimiento. Para asentar su afirmación dice lo siguiente:
Podría sospecharse que Hesíodo es el primero que buscó tal
asunto, aunque cualquier otro pusiera en las cosas amor o deseo como
principio (érōta ḕ epithymían en toîs oûsin éthēken hōs archḗn), tal como
lo hizo también Parménides, pues también éste, al disponer la génesis del
todo, afirma: ‘a Eros, el primero de todos los dioses,/lo preparó’ 15
(prṓtiston mén, phēsin, érōta theôn mētísato/ pántōn), y Hesíodo: ‘antes
de todo Caos se engendró,/y tras eso Gea de ancho pecho, […],/y Eros,
que destaca entre todos los inmortales (d´éros, hòs pántessi metaprépei
athanátoisin)’16/17.
Algunas observaciones: 1. Advertimos en la secuencia tres veces el
término estudiado: dos con vocalismo largo y declinación atemática, y una
con vocalismo breve y declinación temática. Precisamente, ésta consta sólo
en dos secuencias del filósofo, y las dos son citas hesiódicas; 2. Respecto a
la pareja léxica “amor”-“deseo”, véase lo que decimos en el apartado 1.1; 3.
La relación estrecha entre Eros y el “principio” (archḗ) volvemos a verla
dentro del estagirita (Metaph. 988a34 y Rh.1.11.1370b22, pasajes que
estudiaremos después), y, asimismo, en autores posteriores como el filósofo
15
Parm., 28B13 D.-K. Se discute sobre el sujeto del verbo: quizá Afrodita, según
piensan algunos. La referencia la recogen, aparte del estagirita, Platón (Smp. 178b),
Plutarco (756f), Sexto Empírico (M. 9.9), Simplicio (in Ph. vol.9.39.18), etc.
16
Hes., Th. 116-120. La cita, en la que hemos suprimido elementos innecesarios, no
refleja exactamente el texto hesiódico transmitido. En el pasaje teogónico (Th. 120) se
dice, en realidad, que Eros es “el más hermoso (kállistos) entre todos los inmortales”
17
Metaph. 1.4.984b24.27.29. Para la Metafísica, el TLG sigue la edición de Ross,
reimp. 1970. Por atenerme a la fuente seguida, recojo con minúscula (dos veces) el
término que nos ocupa, pero, en realidad, al tratarse de una divinidad debería estar con
mayúscula. Así lo hacen tanto la edición de Diels-Kranz de los Presocráticos para el texto
de Parménides, como Solmsen, en su edición de Hesíodo (1970).
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Eudemo (Fr. 150.12), Luciano [Am. 32.2], Alejandro de Afrodisias (in
Metaph., p. 32.24; 33.6; 62.3.7), etc.; 4. La consideración expresa de Eros
como “dios” (theós) la leemos en griego a partir de Parménides (cf. la cita
aquí vista), Sófocles (Tr. 354-355), Eurípides (Fr. 136.1, 269.1, 430.3), y,
asimismo, en numerosas citas de la literatura ulterior; 5. La estrecha relación
del calificativo “inmortal” con Eros la encontramos ya en la cita hesiódica
recogida en la nota pertinente; Platón, por su lado, se interesó por el
particular (cf. Smp. 202d, donde Diotima 18 sitúa a Eros en una condición
intermedia entre lo inmortal y lo mortal); Aristóteles recoge dos veces la cita
del poeta beocio (además de esta secuencia, la veremos en el apartado 29);
y, en la literatura tardía, la consideración de “inmortal” atribuida a Eros la
tenemos claramente expresada en Teófilo de Antioquía (Autol. 2.6.5), el
Corpus Hermeticum (Poimandres 18.6), Porfirio (Plot. 22.53, 23.34),
Atanasio [28.1397.15], Libanio (Or. 14.293), etc.
5. Dentro del mismo tratado, el estagirita pasa revista a los pensadores
que se habían manifestado sobre los principios (archaí) y la verdad
(alḗtheia). Sin mencionarlos expresamente –pues algo antes había nombrado
sucesivamente a Platón, los itálicos (a saber, los pitagóricos), Empédocles y
Anaxágoras− agrupa a quienes habían entendido el principio como materia
(hýlē), y, a continuación, hace una breve referencia a los mismos y pasa a
otro grupo de filósofos:
Ésos, por tanto, todos ellos, se atuvieron a tal causa, pero algunos
otros, a la de dónde procede el comienzo del movimiento (hóthen hē archḕ
tês kinḗseōs). (Tal como cuantos proponen amistad y odio, o inteligencia
o amor como principio)(hoîon hósoi philían kaì neîkos ḕ noûn ḕ érōta
poioûsin archḗn)19.
Por lo que se refiere a nuestro objetivo, ya hemos visto, en el apartado
4.3, la conexión léxica entre amor y “principio”.
18
Platón, por boca de Sócrates, la presenta (Smp. 201d-212b) como una sabia de
Mantinea, la cual le habría explicado al último muchas cuestiones y habría sido su
maestra en asuntos eróticos. No hay acuerdo entre los estudiosos sobre dicha mujer, pues,
para unos, es una creación literaria del filósofo, para otros, un personaje real. En la
literatura posterior se ocuparon de ella, entre otros, Luciano, Elio Aristides, Máximo el
sofista, Estobeo, Libanio, etc.
19
Metaph.1.7.988a34. Ross (1970, 1.178) cree que el estagirita estaba pensando en
Parménides, y quizá también en Hesíodo, al escribir esta secuencia. Remite, asimismo, a
Metaph. 1.4.984b24, al que nos hemos referido en la nota 17.
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6. En Sobre los ensueños se analizan los errores producidos por ciertas
sensaciones:
Además de eso, nos equivocamos fácilmente respecto a las
sensaciones en las afecciones, unos, en unas, otros, en otras. Por ejemplo,
el cobarde con su miedo, y el enamorado con su amor (ho erōtikòs en
érōti), de modo que, partiendo de una pequeña semejanza, uno cree ver a
los enemigos, y el otro, a su amado (tòn dè tòn erṓmenon)20.
Veamos tres puntos: 1. La construcción innovadora ho erōtikòs en
érōti no tiene apenas continuadores en la literatura posterior. La mencionan
algunos exegetas del estagirita: Temistio (in PN, vol. 5.6, p.34, l.16) la
recoge en su comentario aristotélico al tratado ya mencionado; también lo
hace Proclo (in Alc.1, sección 27.1). Ahora bien, por la función desarrollada
en el contexto, ho erōtikós equivale a ho erastḗs, “el amante”, ya que, a
continuación, se menciona a su “enamorado”; 2. En cuanto al adjetivo
erōtikós,-ḗ, -ón, propiamente, “el-la-lo referente al amor”, téngase en cuenta
que aparece a fines del V y se generaliza en el IV. El primero en utilizarlo es
Tucídides (6.54.1, donde habla de la “circunstancia” (o “suceso”) (xyntychía)
en relación con la pasión amorosa en la que acontecieron los hechos que
llevaron a la muerte de Hiparco; el historiador (6.57.3) se refiere a la ira, o
pasión (orgḗ) erótica propia de Aristogitón como uno de los motivos de la
famosa acción; y, finalmente, en 6.59.1 insiste en que fue el dolor (lýpē)
propio de su pasión erótica el que llevó a Harmodio y Aristogitón a su
audacia irreflexiva). Dicho adjetivo, bien conocido, entre otros, por Lisias
(7), Jenofonte (4) y Platón (43), forma parte también del léxico aristotélico
(23 apariciones); 3. El erṓmenos, el “amado”, con referencia a la relación
homosexual, aparece, por primera vez, en la prosa de comienzos del IV.
Limitándome a los usos del singular, el participio de presente, voz media, de
eráō, con frecuencia sustantivado, lo leemos desde Jenofonte (Smp.
8.11.16.26.27.36) y, especialmente, en Platón (pondré unas pocas
apariciones: Euthphr. 14c, Smp. 178e, 180b, 185c, 192e, 204c; Phdr. 238e,
239a; etc.). Con respecto al estagirita, lo vemos en Ath.17, EE 1233b10,
1238b38, 1244a5.7, EN 1157a6, 1159b16, 1164a5.7, Insomn. 460b7, P.
1303b23, Rh. 1370b22, y en cuatro fragmentos).
20
Insom. 2.460b5. Para Sobre los ensueños, el TLG sigue la edición de Ross, reimp.
1970.
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7. En la Historia de los animales el filósofo se ocupa de la inteligencia
de los delfines, y explica lo siguiente:
De los animales marinos se cuentan, con referencia a los delfines,
muchísimos indicios de su mansedumbre y domesticidad, y, además, sus
pruebas de amor y pasión por sus hijos (kaì dḕ kaì pròs paîdas érōtes kaì
epithymíai), tanto cerca de Tarento como en Caria y otros sitios. Cerca
de Caria, habiendo sido apresado un delfín y sufrido heridas, se cuenta
que una multitud de delfines entró apiñada al puerto, hasta que el pescador
lo soltó. Entonces se marcharon de regreso todos juntos. Y a los delfines
pequeños siempre los acompaña uno de los grandes para protección21.
Veamos algunos puntos: 1. He aquí una secuencia donde el vocablo
que revisamos se utiliza también para expresar las atenciones amorosas de
ciertos animales con respecto a sus hijos. Respecto a la relación léxica
“animal”-“amor” señalemos algunos textos importantes, previos al
pensamiento del estagirita. En Jenofonte (Mem. 1.4.7), Sócrates dialoga con
uno de sus seguidores, Aristodemo, llamado “el chico”, el cual no creía ni en
los dioses ni en la adivinación, y aquél le aporta muchas pruebas de lo
contrario: la postura erguida del hombre, el habla, los placeres amorosos y
ser el único que adora a los dioses. Así, pues, en ese contexto, Sócrates,
apuntando a una serie de hechos que parecen ser obra de un designio y no
resultado del azar, se detiene en la realidad de “haber hecho nacer deseo de
hacer hijos y de haber hecho nacer en las paridas deseo de criarlos (érōta tês
teknopoiías emphŷsai, emphŷsai dè taîs geinaménais érōta toû ektréphein)”,
todo ello referido a los animales (zôia), aludidos a continuación. Platón, a su
vez, por boca del médico Erixímaco22 (Smp. 188a), nos indica que cuando
los cuatro elementos (lo caliente, lo frío, lo seco y lo húmedo) logran el amor
morigerado (toû kosmíou érōtos) les traen prosperidad y salud “a los
hombres, a los demás animales y las plantas (anthrṓpois kaì toîs állois zṓiois
te kaì phýtois)”. En el mismo diálogo (Smp. 197a) Agatón pregunta
retóricamente quién se atrevería a negar que la creación de los seres vivos
forma parte de la sabiduría del Amor (Érōtos eînai sophían), por la que nacen
21
HA 9.48.631a10. El TLG, en Historia de los animales, sigue el texto de Louis,
1964-1969.
22
Médico ateniense, amigo de Fedro, discípulo de Sócrates. En el Banquete platónico
defiende su profesión, recurriendo a un vocabulario técnico y no accesible para muchos,
y trata de elogiar a Eros apoyándose en razones científicas. Aparece en varios diálogos
platónicos, y, también, en Andócides.
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y se producen todos los seres vivos (gígnetai te kaì phýetai pánta tà zôia).
Pues bien, sólo en el lugar aristotélico antes visto hallamos la correspondencia
léxica “animal”-“amor”, a pesar de que el estagirita compuso varios tratados
dedicados al mundo animal; 2. Finalmente, de la íntima relación entre los dos
términos érōs-epithymía nos da noticia cumplida el estagirita, como hemos
visto en el apartado 1.1.
8. Dentro de la Marcha de los animales el estagirita se detiene en la
postura de las aves. Razona del modo siguiente:
Y es evidente a partir de eso que no se acepta que el ave sea erguida
como el hombre, pues la naturaleza de sus alas, tal como tienen el cuerpo
ahora, les resulta útil, pero les resultaría inútil si estuvieran erguidas, a la
manera que pintan a los amores con alas (hṓsper gráphousi toùs érōtas
échontas ptérygas)23.
Tenemos en el pasaje otro valor del término estudiado, a saber, la
representación pictórica de Eros. Apunto ahora cuatro secuencias donde se
trata el mismo asunto. 1. Ya en el Hipólito euripideo24, en sólo seis versos
(Hipp. 1270-1275) se insiste cuatro veces en la condición de alado, dotado
de alas, propia de Eros (poikilópteros-pterôi-potâtai-ptanós); 2. En los
Acarnienses aristofánicos (Ach. 990-991)25 el Coro invoca a Reconciliación
(Diallagḗ), con el deseo de que los uniera algún Amor, como el del cuadro
en que estaba pintado con una corona de flores (Érōs […] /hṓsper ho
gegramménos, échōn stéphanon anthémōn)26; 3. Filóstrato (Im. 1.29.2), en
su descripción del cuadro de Perseo, señala que Eros, en la representación,
aparece dotado de alas, según lo acostumbrado, pero joven, contra lo que era
costumbre (gégraptai dè ptēnòs mén tò eiōthós, neanías dè par´hò eíōthe), y
respirando con dificultad, motivo no ajeno a haber realizado algún esfuerzo
con fatiga; 4. Por su lado, en Heliodoro (4.2.3), por boca de Teágenes, leemos
que los pintores les ponen alas a Eros (tòn Érōta pteroûsin hoi gráphontes),
mostrando de modo enigmático la ligereza de los dominados por él (tò
eukínēton tôn hyp´autoû kekratēménōn ainittómenoi).
23
IA 11.711a2. El TLG, en Marcha de los animales, sigue el texto de Jaeger, 1913.
Obra del 427 a. C.
25
Representada en el 425 a. C., por primera vez.
26
Un escolio (Ach. 992a) explica que se trataría de un cuadro de Zeuxis, existente en
el templo ateniense de Afrodita. En aquél el artista habría pintado un Eros jovencísimo
coronado de flores.
24
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9. La Ética eudemia es el segundo tratado aristotélico por el número
de secuencias del término que examinamos: cuatro apariciones. El filósofo
describe una acción involuntaria, a saber, cuando alguien se ve obligado a
actuar, sin que haya desacuerdo entre la razón y el deseo, y lo hace por causa
de un bien o por librarse de un mal mayor, pues esas circunstancias no
dependen de él:
Por eso también al amor muchos lo consideran algo involuntario
(diò kaì tòn érōta polloì akoúsion tithéasin), y también a algunas iras y
reacciones naturales (kaì thymoùs eníous kaì tà physiká), porque son
violentas y por encima de la naturaleza, y perdonamos al que por su ser
natural ha forzado a la naturaleza27.
Tres observaciones pueden ayudar a entender mejor el pasaje. 1. Con
respecto a la secuencia examinada, entiéndase por el contexto que se trata de
un juicio sostenido por muchos (polloí), pues el estagirita no manifiesta aquí
su opinión. No obstante, al no refutar el criterio de otros, lo acepta en cierto
modo, o, al menos, no toma postura contra lo afirmado; 2. Dentro de EE el
adjetivo akóusios, “involuntario”, es bastante utilizado en neutro, precedido
del artículo con frecuencia: contamos con 16 secuencias en esa obra. En ella,
el autor delimita los conceptos hekoúsios-akoúsios, “voluntario”-“involuntario”,
y, en su exposición, pone algunos ejemplos de acto involuntario. Leemos que
lo forzoso es involuntario, y todo lo involuntario es forzoso (EE 1224a11);
lo que se hace forzado, por la violencia ejercida sobre alguien, es algo
involuntario (EE 1224b39); y de aquí se desprende la consecuencia recogida
en el texto seleccionado. Otro ejemplo de acto involuntario es el que se
realiza por ignorancia, tal como leemos algo después (EE 1225b7); 3. Nótese
la presencia de thymós, “ira”, en plural, y con la precisión de “algunas”, lo
que permitiría pensar que no toda ira, sino sólo algunas de entre ellas, no
especificadas en el contexto, entran en el mismo plano que la pasión amorosa
en cuanto a ser algo involuntario. La correspondencia estrecha entre ambos
conceptos, “amor”-“ira” la vemos ya en Platón (Lg. 645d, 649d; además, en
dos epigramas espurios), Aristóteles (aquí y en EE1229a21, recogido más
abajo), Andronico de Rodas [1.4.1], Josefo (BI 1.444), Plutarco (61e, 501d,
[755d)], etc.
27
EE 2.8.1225a20. El TLG, en Ética eudemia, se atiene al texto de Susemihl, reimpr.
1967.
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10. El pensador sigue reflexionando sobre cinco formas de valentía
(andreía) por analogía:
Otra es a causa de una pasión irracional (dià páthos alógiston),
como por causa de amor y de ira (di´érōta kaì thymón), pues, si está
enamorado (erâi), es más osado que cobarde (thrasỳs mâllon ḕ deilós), y
afronta muchos peligros (kaì hypoménei polloùs kindýnous), como el que
dio muerte al tirano en Metapontio28 y el que se cuenta que ocurrió en
Creta29.30
Tres indicaciones sobre la secuencia: 1.La construcción páthos
alógiston, innovadora, sólo la hallamos en este lugar dentro de las obras
aristotélicas. La ofrecen después Clemente de Alejandría (Paed. 2.4.40.1),
Tito Bostrense (Man. 2.24), Efrén de Siria (Enc. Bas. p. 346), Juan
Crisóstomo (49.154.24; 57.376.13; 62.431.26; 63.828.54; […]), etc.; 2. La
cercanía léxica érōs-alógistos es otra primicia en este pasaje y por única vez
en el estagirita. Hallamos reflejos de la misma en Teofrasto (Fr. 115), Ateneo
(12.511 b y Epit. 2.2, p.73), Clemente de Alejandría (Paed. 2.4.40.1), etc.; 3.
Sobre la correspondencia “amor”-“ira”, ya hemos hablado en el apartado 9.3;
4. Respecto a la relación léxica entre eráō, “amar, estar enamorado”, y el
adjetivo thrasýs, “osado”, otro pasaje importante del filósofo (Ath. 18)
describe el modo de ser de uno de los hijos de Pisístrato, a saber, Tésalo,
“osado y violento” (thrasỳs kaì hybristḗs), y que se había enamorado de
Harmodio (erastheìs gàr toû Harmodíou). Leemos allí cómo todo acabó con
la muerte de Hiparco, y, a continuación, la de Harmodio y Aristogitón . Otro
ejemplo de esa proximidad léxica lo vemos en Plutarco (Cic. 28.19) y en
escritores posteriores.
28
Podría tratarse de unos hechos recogidos por Plutarco (Erótico 760b) a propósito
de que Antileonte dio muerte al tirano de Metapontio (ciudad de la Magna Grecia,
localizada en el golfo de Tarento, a unos 20 kms. de Heraclea), pues éste intentaba seducir
al amado del citado, el hermoso Hiparino. A su vez, el historiógrafo Fenias de Éreso (Fr.
16=Partenio 7) sitúa los sucesos en Heraclea. Partenio nos da numerosos detalles sobre
cómo surgió el amor de Antileonte por Hiparino, las sucesivas pruebas a las que se
sometió voluntariamente para ganárselo y los hechos que le costaron la vida al tirano.
29
Ni el TLG ni los exegetas nos permiten saber de qué suceso cretense se trata en el
pasaje. Por el contexto debería de ser alguna muerte violenta ocurrida en Creta por causa
de los celos surgidos en el amante ante los requerimientos amorosos que alguien pudiera
haber hecho al amado del primero.
30
EE 3.1.1229a21.
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11. Siguiendo con el mismo tratado, el libro séptimo de la Ética
eudemia está dedicado al tema de la amistad (philía. EE 1234b18-1246a27).
En aquél se resumen numerosos puntos tratados con más amplitud en los
libros séptimo y octavo de la Ética nicomaquea. Pues bien, en su exposición
sobre la amistad el estagirita se detiene en las dificultades y contradicciones
respecto a la misma:
Supone también una dificultad si lo placentero o lo bueno (tò hēdỳ
ḕ tò agathón) es lo amado (tò philoúmenon), pues si amamos (philoûmen)
lo que deseamos (hoû epithymoûmen) −y, especialmente, el amor es algo
tal (kaì málista ho érōs toioûton), pues no hay ningún amante que no ame
siempre (erastḕs hóstis ouk aeì phileî)31−, y el deseo lo es de lo placentero,
en ese sentido lo amado es lo placentero, pero, si lo es de lo que queremos
(boulómetha), es lo bueno. Y es diferente lo placentero y lo bueno32.
Nótese que philéō resulta aquí muy próximo a la esfera propia de érōs,
el deseo sexual. Efectivamente, de éste, en una frase parentética y explicativa,
se afirma que es algo parecido (toioûton) a la condición en la que amamos
(philoûmen) lo que deseamos (epithymoûmen). En el terreno conceptual, dentro
de esta secuencia al menos, están muy próximos, casi en el plano de la
sinonimia, los dos verbos (philéō-epithyméō) y el sustantivo que estamos
estudiando. Además, en el ejemplo tomado de las Troyanas euripideas, el
pensador cree oportuno recurrir a una cita donde el “amante” (erastḗs)
−dicho allí en sentido heterosexual, o al menos, indiferente al sexo, pero
referido a la relación entre esposos (Menelao-Helena)− es el sujeto de una
oración cuyo verbo es philéō, con lo que, otra vez, la diferencia semántica
eráō/philéō parece desdibujarse.
12. Con respecto al tema de la amistad, dentro de la misma obra, el
capítulo duodécimo del libro séptimo aborda la cuestión de si el hombre
autosuficiente tiene necesidad de amigos o no. El estagirita razona que, a
diferencia de actos primarios como comer y beber juntos, propios de muchos
animales, una nota característica del hombre es hablar durante los mismos,
no con el primero que sea, sino con los amigos dentro de un plano de
igualdad, así como poder compartir, con uno, el placer corporal (hēdonês
31
Eurípides, Tr. 1051. Cuando los griegos, rendida Troya y acabada la guerra, se
disponían a partir desde dicha ciudad hacia su patria, Hécuba le pide a Menelao que no
suba a Helena en la misma nave donde fuera él, porque ningún amante pierde el amor
para siempre.
32
EE 7.2.1235b20.
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sōmatikês), con otro, la contemplación artística, y con estotro, la filosofía.
De ahí que los amigos deban estar a nuestro lado, y no separados, pues según
un proverbio “carga son los amigos a distancia”33:
Y, por ello, el amor parece ser semejante a la amistad (hóthen kaì
ho érōs dokeî philíai hómoion eînai), pues el que ama (ho erôn) desea
vivir juntamente (syzên orégetai), pero no como debe precisamente ser,
sino de acuerdo con la sensación (kat´aísthēsin)34.
Algunos elementos requieren una explicación: 1. Ante todo el dokeî
subraya que se trata aquí de una opinión general, no la del pensador, el cual
se escuda tras el criterio de otras personas anónimas; 2. Nótese que el
participio sustantivado ho erôn es más amplio que erastḗs, término en que
suele haber un matiz de pasión homosexual, mientras que el participio deja
abierta la posibilidad de que se trate, bien de ese amor, bien del heterosexual;
3. Lo que queda claro es que a esa persona que ama le caracteriza la acción
de “desear”, “aspirar a”, “pretender” (todos esos matices, y más aún, caben
en orégomai. Piénsese que el sustantivo correspondiente, órexis, equivale a
“apetito”, “deseo”, “hambre”, entre otros valores)35 a syzên, es decir, “vivir
junto a otro”, o “en compañía de otro”, pues ese valor es el que aporta el
preverbio sýn- al verbo záō, “vivir”; 4. El giro preposicional kat´aísthēsin
aparece aquí por primera vez, y sólo en esta cita dentro del filósofo. En la
posteridad recurren al mismo escritores como Filón, Galeno, Sexto Empírico, etc.
13. En el libro tercero de la Ética nicomaquea el pensador aborda el
estudio de la valentía (andreía).
Como queda dicho, la valentía es un punto intermedio entre lo que
inspira confianza y lo que da miedo, en los términos que se han dicho, y,
respecto a lo hermoso, da confianza y aguante, pero, respecto a lo
vergonzoso, no. Y morir huyendo de la pobreza o del amor o de algo
doloroso no es propio de un valiente (tò d´aphothnḗskein pheúgonta
penían ḕ érōta ḗ ti lypēròn ouk andreíou), sino más bien de un cobarde
(deiloû). Pues debilidad es huir de las dificultades, y no se hace frente a
un bien, sino que se evita un mal36.
33
La frase sentenciosa móchthos hoi tēloû phíloi constituye algo más de la mitad de
un trímetro yámbico. Está recogida entre los Tragica adesponta 77 y en el Appendix
proverbiorum 3.99.
34
EE 7.12.1245a24.
35
Véase, por ejemplo, Pearson, 2012, 17-87.
36
EN 3.7.1116a13.
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Tres observaciones. 1. La expresión “huir del amor”, es decir, escapar
de él (en griego el verbo correspondiente, pheúgō, se construye con objeto
directo) lo hallamos en Anacreonte (Fr. 55), y, a continuación, en el estagirita.
Hallamos construcciones semejantes en autores posteriores: Teócrito (27.18),
Aspasio (in EN, p. 83.28; recoge el pasaje aristotélico), Hefestión (p. 39.16;
cita la secuencia anacreóntica), Longo (pr. 1.3), etc.; 2. La aparición en
contextos próximos de la idea de morir (aphothnḗskō) y la noción que
revisamos la tenemos dos veces en Platón (Smp. 179bd, en ambos casos
referidos al proceder decidido y valiente de Alcestis), y, luego, ya en este
pasaje. Por ceñirme a un ejemplo de la literatura posterior, siglos más tarde,
la recogerá Plutarco [761e, dentro del Amatorius], y referido asimismo a
Alcestis; 3. Con respecto a la oposición polar andreîos/deilós, “valiente”/
“cobarde”, vemos secuencias desde Jenofonte (Mem. 4.6.10.11), Platón
(Phdr. 239a; Prt. 359cd; Euth. 281c; Grg. 498a; etc.), Aristóteles (EE
1228b4, 1229a4.9; EN 1103b15, 1104b7, 1108b18, etc.; HA 629b33; MM
1.5.4, 1.9.2; […]), etc.
14. También en dicha obra el pensador deduce, como conclusión parcial,
que la presencia de los amigos debe preferirse en todos los casos. Y añade:
Entonces, ¿tal como para los que aman (toîs erôsi) el ver (tò
horân)37 es muy deseado y prefieren ese sentido (taútēn tḕn aísthēsin) a
los demás, en la idea de que en ése precisamente el amor está y se produce
(hōs katà taútēn málista toû érōtos óntos kaì ginoménou), así también para
los amigos es muy preferido el vivir juntos (tò syzên)? Pues comunidad
es la amistad (koinōnía gàr hē philía)38.
Algunas indicaciones ayudarán a entender mejor el texto: 1. Desde
Eurípides leemos que el dios Eros instila el deseo (póthon) por los ojos (Med.
525-543), versos donde el trágico nos indica que la propia divinidad lo pone
allí, gota a gota (la forma verbal stázeis nos hace pensar en que el dios lo
administraría como si lo estuviera aplicando mediante un cuentagotas), y
logra que entre en ellos desde arriba hacia abajo (kat´ommátōn). Con todo,
37
Este infinitivo de presente, voz activa, aparece 162 veces en el filósofo, con
frecuencia sustantivado. Limitándome a la Ética nicomaquea el escritor señala, por
ejemplo, que ver y oír, según los fisiólogos, les producen dolor a determinadas personas
(EN 1154b8) y que ver a los amigos es agradable, especialmente cuando uno se encuentra
en alguna situación adversa (EN 1171a35)
38
EN 9.12.1171b31. Para la Ética nicomaquea, el TLG sigue el texto de Bywater,
reimpr. 1962.
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es anterior la idea de que ese deseo se manifiesta en los ojos (Esquilo, Pr.
654; Sófocles, Tr. 107); 2. Ahora bien, en el pasaje aristotélico, el autor, de
modo no expresado pero sí insinuado por la distribución léxica y sintáctica,
les adjudica a los que están enamorados (toîs erôsi) la creencia en que en el
sentido de la vista (“el ver”, propiamente) está y se produce el amor.
Pensemos que la construcción de katá más acusativo indica expresamente el
lugar donde está el amor. Nótese, además, cómo los que aman creen que ése
se produce, se forma, precisamente en ese sitio. Observemos, por otro lado,
que, si a la hora de expresar el genitivo óntos, el escritor no tiene más
alternativa léxica que el participio de futuro de eimí, en cambio, para captar
la idea contenida en el ginoménou que viene a continuación, sí contaba el
filósofo con riqueza léxica suficiente en lo pertinente al verbo gínomai
(realmente, aparte del participio de presente aquí constatado, disponía de los
de futuro, aoristo y perfecto). Así, pues, al utilizar el participio de presente,
el pensador subraya que, en el plano del aspecto, se trata de un proceso
continuo, distinto tanto del momento puntual propio del aoristo como del
resultado y estado indicados por el perfecto.
15. La Retórica es el tratado aristotélico donde tenemos más usos del
término estudiado: ocho veces. Así, al detenerse en los placeres que
provienen de la imaginación y el recuerdo, el filósofo expone que, tras la
mayoría de los deseos, viene un cierto placer, tanto al recordar lo sucedido
como al esperar que vuelva a ocurrir. Recurre al ejemplo de quienes, sedientos
a causa de una fiebre, recuerdan que bebieron y esperan beber en el futuro.
Y, a continuación, leemos:
También los enamorados (hoi erôntes) disfrutan hablando,
escribiendo y haciendo algo siempre con referencia a su amado (perì toû
erōménou), pues al recordarlo en todas las acciones tales creen como si
percibieran a su amado (toû erōménou). Y el comienzo del amor (kaì
archḕ dè toû érōtos) en todos es éste: cuando no sólo disfrutan del que
está presente, sino que también, al acordarse del ausente, lo aman
(erôsin)39; se le suma pena a no estar presente, y, del mismo modo, en los
sufrimientos y lamentos sobreviene cierto placer. Pues la pena acompaña
al hecho de no estar, y el placer se da en el acordarse y ver en cierto modo
a aquél y lo que hacía y cómo era40.
39
40
Varios editores secluyen erôsin. Otros puntúan tras ese término.
Rh.1.11.1370b22. Para la Retórica, el TLG sigue la edición de Ross, reimp. 1964.
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Nos detendremos en algunos puntos relevantes: 1. Es importante la
acumulación de términos relativos al amor, la atracción homosexual, en este
caso. Las cuatro formas de eráō (erôntes-erōménou-erōménou-erôsin) muestran
claramente que estamos ante un pasaje muy trabajado, con alta concentración
de vocabulario referente a la pasión sexual; 2. En la frase kaì archḕ dè toû
érōtos tómese el genitivo del término estudiado como subjetivo, es decir, la
construcción equivaldría a “el amor comienza”. Dicha distribución la
hallamos por primera vez en Esquilo (Th. 686-687), y, a continuación, en el
estagirita. Sobre la relación estrecha entre “amor” y “principio”, véase el
apartado 4.3; 3. Aunque no los hemos señalado por no extendernos
demasiado, el lector que pueda leer el pasaje en griego observará que hay en
la secuencia otros términos indicadores del amor: bien procesos internos
−sustantivos: placer (hēdonḗ: dos veces)/pena (lýpē). Además pénthos,
“aflicción”, “dolor”, “sufrimiento”; y también un verbo como chaírō,
“alegrarse”, “regocijarse”, donde entran asimismo las señales visibles,
externas−, bien manifestaciones especialmente externas, tales como la
expresada por thrênos, “gemido”, “lamento”.
16. El estagirita aborda el estudio de la cólera (orgḗ) y de las
disposiciones propias de los que tienden a padecerla. Pone varios ejemplos
de quienes se encolerizan contra los que menosprecian (oligōroûntas) su
situación presente:
El que está enfermo, contra quienes menosprecian su enfermedad,
y el que sufre pobreza, contra quienes menosprecian su pobreza, y el que
hace la guerra, contra quienes menosprecian la guerra, y el que ama,
contra quienes menosprecian el amor (pròs toùs oligōroûntas […] erôn dè
toîs pròs tòn érōta), y de igual modo en los demás casos, <y, si no, cuando
alguien menosprecia cualquier otro asunto>41/42.
17. El filósofo examina qué es el favor (cháris), a quiénes se le hace,
y si aquél es grande de acuerdo con las necesidades de quien lo recibe:
Y las necesidades (deḗseis) son los apetitos (oréxeis), y, de entre
éstos, precisamente los que van acompañados de pena (lýpēs) por lo que no
se realiza. Tales son los deseos (epithymíai), como el amor (hoîon érōs) y
los que acontecen en malas condiciones del cuerpo y en los peligros, pues
tanto el que está en peligro como el que sufre tienen deseos (epithymeî)43.
41
Lo contenido entre corchetes angulares lo añaden varios editores a partir del texto
sugerido por las traducciones latinas.
42
Rh.2.2.1379a21. En las cuatro frases que comienzan por “contra” falta el participio,
en dativo, del participio de presente de oligōréō, pues se evita reiterar el participio, cuyo
acusativo, oligōroûntas, ha sido expresado poco antes.
43
Rh.2.7.1385a23.
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La estrecha relación léxica amor-deseo (érōs-epithymía) la hemos
visto ya en el apartado 1.1. Por otro lado, es interesante la enumeración de
tres “deseos”: uno, el amor; otro, el que se produce en condiciones de
deterioro del cuerpo (en taîs toû sṓmatos kakṓsesin)44; otro, el que tiene lugar
en circunstancias de peligro (en kindýnois).45
18. Los capítulos 18 y 19 del libro segundo de la Retórica están
dedicados a los tópicos comunes de las tres clases de retórica. En primer
lugar, se pasa revista a lo posible y lo imposible. Así, si es posible que
acontezca lo posterior, también lo será que exista lo anterior; si es posible
que exista un hombre, también lo será un niño, pues llega a existir antes; y,
si un niño, también un hombre, porque el comienzo es aquél:
Y también (sc. son posibles) aquellas realidades de las que hay o
amor o deseo por naturaleza, pues nadie ama lo imposible ni lo desea, por
lo general (kaì hôn ḕ érōs ḕ epithymía phýsei estín. oudeìs gàr adynátōn
erâi oudè epitymeî hōs epì tò polý)46.
Unas observaciones: 1. De la íntima relación léxica “amor”-“deseo”
ya nos hemos ocupado en el apartado 1.1. Entiéndase hôn como genitivo
objetivo dependiente tanto de “amor” como de “deseo”, es decir, equivalente
a un complemento directo si tuviéramos los verbos correspondientes (“amar”
y “desear”) en vez de los sustantivos relacionados con ellos; 2. Con respecto
a la expresión de la que se deduce que existe un amor por naturaleza (phýsei)
44
La kákōsis se aplica desde los escritos hipocráticos al deterioro del cuerpo, el mal
estado del mismo. Limitado con la precisión en genitivo “del cuerpo” (subjetivo), lo
hallamos desde Aff. 13; luego, ya en este pasaje aristotélico y en Divis. (Divisiones
Aristoteleae) 56.9.16; siglos más tarde recogen la expresión, entre otros, Josefo (BI
7.138), Galeno (18b458.1), etc.
45
Para la relación entre el término que revisamos (érōs, con el sentido quizá de “deseo
intenso” de bienes materiales) y “peligro” (kíndynos) tenemos un buen ejemplo
preliminar desde Tucídides (3.45.5), pues, inmediatamente después de haber dicho que
diversas pasiones humanas conducen a los peligros, el historiador indica que la esperanza
y el deseo causan siempre grandes daños. Ahora bien, es Platón el primero en relacionar
ambos conceptos en un pasaje donde el sustantivo que revisamos entra en la esfera erótica.
Se trata de una secuencia del Banquete (Smp. 208c) donde Diotima le explica a Sócrates
que muchos hombres, llenos de insensatez por culpa del amor, están dispuestos a correr
cualquier peligro, más que por sus propios hijos, así como a gastar su fortuna, soportar
cualquier fatiga e incluso a sacrificar su vida. Posteriormente, el propio estagirita se
ocupa del particular en otra ocasión ya vista (EE 3.1.1229a21. Secuencia aludida en la
nota 30).
46
Rh.2.19.1392a23.
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no he hallado documentos en la literatura anterior; sí en la posterior (cf.
Menandro, Fr. 57. Corresponde al drama perdido Anepsioí (Los primos);
Caritón (2.6.4; 3.9.4), etc.); 3. De la expresión “amar lo imposible” tenemos
un precedente en Eurípides (HF 316), y varios casos en la posteridad: Filón
(De somnis 2.120), Luciano (DDeor. 13), etc.
19. Por su parte, el capítulo 24 del mismo libro se ocupa de diez
tópicos que son entimemas aparentes (phainoménōn enthymēmátōn). Como
cuarto tópico leemos así:
Otro es el que procede del signo (ek sēmeíou), porque también éste
es impropio de un silogismo (asyllógiston). Por ejemplo, si uno dijera: ‘A
las ciudades les convienen los amantes (hoi erôntes), pues el amor de
Harmodio y Aristogitón derrocó al tirano Hiparco (ho gàr Harmodíou kaì
Aristogeítonos érōs katélyse tòn týrannon Híparchon)’. O si uno dijera
que Dionisio es ladrón, pues es malvado. Porque también eso es impropio de
un silogismo, pues no todo malvado es ladrón, pero todo ladrón es malvado47.
Del amor de los dos famosos tiranicidas hallamos una referencia
importante en Platón (Smp. 182c, donde leemos que los tiranos de Atenas
tomaron buena nota de los efectos provocados por el amor, ya que fueron el
amor (érōs) de Aristogitón y la amistad (philía) firme de Harmodio las que
derribaron su gobierno). Cf., además, en un sentido paralelo, Ateneo
(13.602c). Por lo demás, son muy abundantes las menciones de los dos
tiranicidas: Heródoto (5.55, 6.109.123), Tucídides (1.20.2, 6.53.3, 54.2, 57.1,
59.1), Lisias (en varios fragmentos), Iseo (5.47), Andócides (1.98), Platón
[Hipparch. 229cd], Demóstenes (20.18.19.70.127.128.159.160; 21.170),
Aristóteles (Ath. 18, 58; Pol. 1311a38; Rh. 1368a13, 1398a18.21), etc.
20. En el capítulo 25 de la Retórica se aborda la refutación (lýsis) de
los entimemas. Es posible refutarlas aportando un contra-silogismo o una
objeción. De ésta se describen cuatro modalidades; la primera de ellas se
consigue “a partir de lo mismo” (ex heautoû). Y el autor sigue diciendo:
Llamo ‘a partir de lo mismo’, por ejemplo, si el entimema fuera sobre
eros en el sentido de que es bueno (hoîon ei perì érōtos eíē tò enthýmēma
hōs spoudaîos), la objeción es de manera duplicada (énstasis dichôs): o
diciendo, de modo universal (kathólou), que toda carencia (éndeia) es
mala, o, en particular (katà méros), que no se mencionaría el amor caunio
(Kaúnios érōs), si no hubiera amores malos (ponēroì érōtes)48.
47
48
Rh.2.24.1401b11.
Rh.2.25.1402a38, 1402b3 (bis).
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Varios elementos llaman nuestra atención. 1. El adjetivo spoudaîos es
ciertamente polisémico, pero, en este pasaje, por oposición a ponērós (“malvado”,
“perverso”, “maligno”), adquiere el sentido de “virtuoso”, “noble”, “bueno”.
Antes del estagirita sólo hallamos un ejemplo de dicha oposición en
Jenofonte (HG 2.3.19). El filósofo, por su lado, solamente la registra aquí.
Además, tras él, hay escasa presencia en la literatura ulterior; 2. La oposición
“de modo universal”/ “en particular” (kathólou/katà méros) se establece por
primera vez en el pensador, donde es muy usada: APr. 24a16.17.19, 25a3.7,
etc.; 3. Es probable que, al reflejar la estrecha relación de éndeia con el
sustantivo que estudiamos, el estagirita tuviera en mente la que, antes de él,
leemos establecida, por primera vez y en dos ocasiones, por Platón dentro
del Banquete: primero, cuando, en su diálogo con Agatón (Smp. 200e),
Sócrates hace la pregunta de si, en primer lugar, existe el Amor de algunos
asuntos (ho Érōs prôton mèn tinôn), y, en segundo lugar, de algunos asuntos
de que aquél tiene carencia (éndeia); y, segundo, cuando Sócrates insiste en
que su interlocutor había reconocido (Smp. 202d) que Eros, por carencia de
asuntos hermosos y buenos (di´éndeian tôn agathôn kaì kalôn), deseaba ésos
elementos de que está falto; 4. Una atención especial merece la referencia al
“amor caunio”, presente en el filósofo por primera vez en la literatura griega.
Diogeniano, gramático y paremiógrafo de los años de Adriano, explica (5.70)
que la expresión se dice “a propósito de los deseos no conseguidos, pues
habiéndose enamorado de Cauno su hermana y no consiguiendo su amor, se
dio muerte a sí misma”: esta explicación se recoge también en la Suda,
k.1138 y en el paremiógrafo Miguel Apostolio (9.38). Por su lado, Esteban
de Bizancio (Étnicos, epítome, p. 370.2) dice lo siguiente: “Cauno, ciudad
Caria, a partir de Cauno, del que se enamoró su hermana, Bíblide, y,
habiendo huido aquél, [se estranguló]. De donde el proverbio “amor caunio
[…]”. A su vez, Eustacio, en sus Comentarios a Dionisio Periegeta (533),
recoge esta última aclaración, con algunas variantes, y añade que trata “de
los que se enamoran de modo ilícito o de los que recibieron daños por obra
de los que se enamoraron de modo ilícito”. En cambio, el épico y
epigramático helenístico Nicéneto (1.6) habla de que Cauno, de modo
involuntario (aékōn), se había enamorado de su hermana y se marchó de su
ciudad, pero aquélla, Bíblide, al saberlo, convertida en lechuza, gemía por su
regreso. Partenio (11) cuenta con cierta extensión la historia de Bíblide,
recoge los versos de Nicéneto y añade que, a juicio de muchos autores, fue
aquélla la que se había enamorado de su hermano, y, al no conseguir sus
propósitos, se ahorcó. Ahora bien, Antonino Liberal (cap. 30.2.3) los
presenta como gemelos: ella tuvo muchos pretendientes, pero estaba
enamorada de su hermano, y decidió arrojarse desde una roca, aunque las
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ninfas, apiadadas de ella, le infundieron sueño y la libraron de la muerte,
convirtiéndola en la ninfa Bíblide. Asimismo, Nono (13.548-562) apunta
algunos detalles sobre Cauno, el cual todavía no había experimentado el
desamor por su hermana ni huido lejos de su patria, e indica, a la vez, que
Bíblide aún no se había convertido en un manantial de llorosa corriente.
Finalmente, Focio (186.131a) recoge también detalles sobre el relato y
expone que Bíblide, al ser rechazada, se marchó de su ciudad y, haciendo un
lazo con su cinturón, se ahorcó colgándose de un nogal; 5. En cuanto a la
expresión ponēroì érōtes, empleada aquí por primera vez, tenemos algunos
reflejos en la literatura posterior, concretamente, en singular: Dionisio de
Halicarnaso (8.26.1), Libanio (Or. 12.95; Progymnasmata 3.4.14), Efrén de
Siria (Sermo in eos qui in Christo obdormierunt, p.100.2), etc.
21. Si pasamos a la Política, dentro de la crítica de la comunidad de
esposas, hijos y propiedades propuesta en la República platónica, nuestro
pensador se detiene en los problemas que se plantearían al transferir los hijos
de los labradores y artesanos a los guardianes, y, al revés, pues sería
necesario en todo caso que quienes lo hicieran supieran a quiénes se los
entregaban y de qué niños se trataba. Sobre dichas dificultades, advierte lo
siguiente:
Y, además, en esas circunstancias, es necesario que ocurran
precisamente los asuntos referidos anteriormente 49 , como agravios,
relaciones sexuales, homicidios (aikías érōtas phónous)50.
En el pasaje, donde conviene insistir en el fuerte asíndeton, hay que
entender un sentido diferente del término que examinamos, pues se refiere,
no ya a los deseos amorosos, sino a las relaciones plenas, las uniones
consumadas en el terreno sexual, establecidas entre familiares de primer
49
A las afrentas (aikías) y los homicidios (phónous), voluntarios e involuntarios, el
escritor se había referido ya poco antes: P. 2.1.1262a26. No había mencionado, en
cambio, el término que estudiamos, pero a las relaciones incestuosas les dedica un párrafo
bastante extenso (P. 2.1.1262a32-40), cuando afirma que resulta extraño que Platón, una
vez establecida la comunidad de hijos, suprimiera sólo la relación íntima de los amantes
(tò syneînai […] tôn erṓntōn), pero no el enamorarse (tò d´erân) ni los demás tratos
(mēdè tàs chrḗseis tàs állas) de un padre con un hijo (“lo más indecente de todo”, pántōn
estìn aprepéstaton) ni de un hermano con otro, ya que, nos dice, también lo es el simple
hecho de enamorarse (epeì kaì tò erân mónon). Añade, asimismo, como algo extraño,
que aquél suprima la unión íntima (tḕn synousían) porque el placer que se produce es
excesivamente fuerte (hōs lían d´ischyrâs tês hēdonês ginoménēs) y que piense que no
hay ninguna diferencia por el hecho de que sea un padre o un hijo o hermanos entre sí.
50
P.2.1.1262b30. Para la Política, el TLG sigue la edición de Ross, reimp. 1964.
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grado, padres con hijos e hijos entre sí. Efectivamente, después de esta
secuencia, nuestro prosista explica que los guardianes, una vez entregados a
los demás ciudadanos, no llamarían hermanos, ni hijos, ni padres, ni madres
a los demás, ni tampoco lo harían los demás ciudadanos que convivieran
junto a los guardianes. Reflexiona sobre esos puntos a fin de evitar que se
cometan las acciones indicadas, reprobables a causa del parentesco.
22. En su exposición de las mejores constituciones el estagirita aborda
la de Tebas, y cuenta que Filolao de Corinto fue legislador de los tebanos.
Antes de referirse a sus logros como legislador, el prosista explica por qué
se había establecido en aquella ciudad:
Y era Filolao de los Baquiadas51 por su linaje, y, tras llegar a ser
amante (erastḗs) de Diocles52 , el que venció en los Juegos Olímpicos,
como éste dejara la ciudad por haber sentido horror de la pasión erótica
de su madre, Alcione (diamisḗsas tòn érōta tòn tês mētròs Alkyónēs), se
marchó a Tebas. Y allí acabaron su vida ambos. Incluso hoy muestran sus
tumbas bien visibles para ambos lugares; una, visible para el país de los
corintios, pero la otra, no. Y cuentan (mythologoûsi) que ellos dispusieron
su tumba de ese modo: Diocles, por aversión a su sufrimiento (dià tḕn
apéchtheian toû páthous), que el país corintio no fuera visible desde su
túmulo, y Filolao, que fuera visible. Pues bien, por tal causa, habitaron
junto a los tebanos53.
51
Los Baquiadas (Bacchiádai) eran una familia aristocrática de enorme importancia
en Corinto: cf. Heródoto (5.92), Dionisio de Halicarnaso (3.46.3), Estrabón (7.7.8;
8.6.20), Plutarco (Lys. 1.2), etc. Acerca de Filolao como erastḗs, véase Máximo de Tiro
(35.23); sobre su función como legislador, cf. Bestonso, 2011.
52
Algunos estudiosos han señalado que, en esta secuencia, el filósofo no condena la
homosexualidad, pero sí censura el intento de incesto de Alcione con su propio hijo
(Capriglione, 1999, 572-574; Sihvola, 2002, 215-216). Véase, Bestonso, 2011. Por otro
lado, en nuestros apartados 20 y 21, hemos visto la decidida posición del pensador contra
las relaciones incestuosas en sus diversas modalidades. Conviene recordar, por otro lado,
que Diocles fue vencedor durante los juegos Olímpicos del 728 a. C. en la prueba de la
carrera del estadio (192,7 mts.): cf. Moretti, 1957, nº 13; Scanlon, 2002, 94-95, 97, 328.
Por su parte, ese Diocles nos parece que guarda ciertos parecidos biográficos con el
homónimo mencionado por Teócrito (12.27-38) y localizado en Nisea (puerto de
Mégara), en cuya tumba, al comienzo de la primavera, se celebraba una competición de
besos de muchachos, y se llevaba el premio el que con más dulzura apretara sus labios
con los de otro. No hay más datos sobre el certamen aludido por Teócrito: cf. Gow, reimp.
1973, 2. 227.
53
P.2.9.1274a35.
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Varios elementos lingüísticos pueden dar alguna luz en el pasaje: 1. El
término erastḗs es un nombre de acción provisto del sufijo -tḗs (Cf. Chantraine,
1968, 364), relacionado con el verbo éramai. Su sentido es polisémico:
“amante”, “apasionado”, etc., con respecto a diversos asuntos; funciona a
veces como adjetivo, y es rara su utilización en femenino. Ya en su primera
manifestación en griego (Arquíloco, Fr. 327) tiene un significado especial,
“amante”, con referencia a la relación homosexual: véase, asimismo,
Eurípides (Cyc. 588) y en otros poetas. En prosa la primera aparición con
dicho matiz la presenta Tucídides (6.54.3, aludiendo a Aristogitón en su
relación amorosa con Harmodio). Otros valores, ajenos a ese valor, los
hallamos en Heródoto (3.53.4), Eurípides (Her. 377), Platón (Smp. 203c),
etc. Con todo es Platón el que más utiliza el vocablo en su tiempo (123
ocasiones), y, con mucha frecuencia, apuntando a la relación homosexual.
Aristóteles lo presenta en 12 ocasiones, casi siempre con este último sentido,
deteniéndose en detalles dentro de la relación “amante”-“amado”; por ejemplo,
respecto a las diferencias entre ambos cuando uno no daba lo prometido o el
otro no recibía lo esperado (cf. EN 1157a6.8, 1159b15.17, 1164a3.8); 2. El
verbo diamiséō aparece sólo 12 veces en griego54, y el primero en usarlo es
Aristóteles, sólo aquí; 3. En tòn érōta tòn tês mētrós señalamos la insistencia
léxica y sintáctica tòn […] tón, indicador de que el escritor pone un énfasis
especial en la expresión. Tómese el genitivo tês mētrós como subjetivo, es
decir, equivalente por su función a la que tendría el sujeto del verbo
correspondiente al sustantivo del que depende (érōs), a saber, eráō (en este
caso, la construcción sería “la madre desea sexualmente”). El único
precedente de la construcción érōs mētrós lo leemos en Platón (Smp. 203a),
donde Sócrates le pregunta a Agatón sobre si el amor al que éste se refería
era de algo o de nada, pues sería ridículo preguntar si se trataba del amor de
un padre o de una madre (geloîon gàr àn eíē tò erṓtēma ei Érōs estìn érōs
mētròs ḕ patrós). En dicho contexto platónico no queda claro si “padre” y
“madre” son genitivos subjetivos (el amor que ellos tienen) u objetivos (el
amor que se les tiene), pero en todo caso no se desprende del pasaje la
presencia de ninguna desviación extraña respecto al sentido usual del
término; 4. El filósofo pone en boca de otros la explicación referente a las
tumbas de los amantes, pues con mythologoûsi se apunta a lo que otros dicen,
cuentan, verbo en estricta relación con el valor general del sustantivo mŷthos;
5. El sustantivo apéchtheia, “odio”, “enemistad”, “aversión”, está registrado
54
Lo encontramos después en Filón (5), Josefo (2), Plutarco (1), etc. El preverbio
dia- puede aportar un matiz especial de intensidad (cf. Chantraine, 1968, 275).
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a partir de Esquilo (Pr. 121), y es bastante utilizado por los oradores.
Aristóteles lo recoge asimismo en 7 usos. El giro preposicional en que ese
término, en acusativo, aparece precedido de diá, lo encontramos por primera
vez en Demóstenes (18.36; 19.12), y, a continuación, en el estagirita. Luego,
la emplearán Polibio (4.30) y otros. En cuanto al genitivo toû páthous,
considérese objetivo, equivalente a “odiar su sufrimiento”; en otras palabras,
lo que le había sucedido, su detestable experiencia.
23. En los Fisiognómicos pseudo-aristotélicos 55 , el texto comienza
estableciendo la estrecha relación entre las facultades psíquicas y las
peculiaridades corporales. A continuación el autor anónimo expresa lo siguiente:
Pues es evidente que las condiciones psíquicas (diánoiai) resultan
muy alteradas a partir de las afecciones del cuerpo. Y, consiguientemente,
también resulta claro, por el contrario, que el cuerpo padece conjuntamente
con las afecciones del alma en lo referente a los amores, los miedos, las
penas y los placeres (kaì tounantíon dḕ toîs tês psychês pathḗmasi tò sôma
sympáschon phaneròn gínetai perí te toùs érōtas kaì toùs phóbous te kaì
tàs lýpas kaì tàs hēdonás)56.
Según los datos disponibles ésta es la primera vez en que el término
que revisamos se considera una afección (páthēma). El siguiente ejemplo lo
leemos en Máximo de Tiro (25.6), donde se habla de un discurso que eleve
consigo las almas hacia arriba por encima de la tierra y de cuantas pasiones
existen en ella dependientes de placeres, deseos, ambiciones, amores, ira,
pena y embriaguez. Véanse también Plotino (4.4.43), Estobeo (1.47.6), etc.
24. No es este lugar oportuno para entrar en los numerosos problemas
planteados por la transmisión de los fragmentos de Aristóteles57. El TLG, que
55
El tratado consiste en seis capítulos; los tres primeros habrían sido escritos por un
discípulo o seguidor del filósofo; los otros tres parecen corresponder a un redactor
conocedor del léxico hipocrático e interesado por aplicarlo al saber fisiognómico. Véase,
por ejemplo, la Introducción de T. Manzano a su traducción de la obra (Pseudo
Aristóteles, Fisiognomía, Madrid, Biblioteca clásica Gredos, 1999, 9-38).
56
Phgn.1.805a7. Para los Fisignómicos, el TLG sigue el texto de Bekker, reimpr. 1960.
57
Rose publicó en 1863 su Aristoteles Pseudepigraphus (Leipzig, Teubner). Como
deja entender el propio título, el estudioso consideraba espurios los fragmentos del
filósofo, pues éstos muestran una fuerte influencia del platonismo, corriente filosófica
para la que el estagirita mostró serios reparos. Dividió (1863, 20-22) los materiales en
once apartados: el último fue precisamente el de Dudosos (Dubia); en total, recogió 616
fragmentos. En 1870 editó los Aristotelis qui ferebantur librorum fragmenta dentro del
volumen quinto de la edición de Bekker. (5.1463-1589. Véase la bibliografía).
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se atiene a la edición de Rose3, ofrece entre los citados siete menciones en
donde, por diversos motivos, aparece el término estudiado. Pues bien, en el
Fr. 90 58 , entre otros pasajes, se recoge una cita de Estrabón (14.5.9), de
acuerdo con la cual el filósofo habría mencionado a Sardanápalo 59 a
propósito de que éste, el último rey del primer imperio sirio y famoso por su
depravación, dijera que ‘tenía cuanto se había comido y los excesos que
había cometido y los placeres que había tenido acompañados de amor
(met´érōtos térpn´épathon)’60.
Posteriormente, 1886, sacó a la luz, como un volumen aparte, sus Aristotelis qui
ferebantur librorum fragmenta (Leipzig, Teubner), citado generalmente como Rose3(es
el texto seguido por el TLG). El método de dicho editor para seleccionar y distribuir los
materiales ha sido muy criticado, pues, por ejemplo, parte de la afirmación de que el
catálogo de Diógenes Laercio sobre las obras aristotélicas (D. L. 5.22-27) era, casi todo
él, apócrifo. Posteriormente, en 1955, destaca el trabajo de Ross, Aristotelis Fragmenta
Selecta (Oxford, Typographeo Clarendoniano), que se ocupó, sucesivamente, de los
“Diálogos, Obras lógicas, Obras filosóficas y Composiciones en verso” del estagirita,
prescindiendo de los fragmentos históricos. Otra edición de los fragmentos aristotélicos
es la de Gigon (1987), recogida en la bibliografía: ofrece 1020 fragmentos, recurriendo
a las mejoras ediciones del texto griego o latino.
58
Fr. 90 Rose3=16a Ross=5 Gigon. Según Rose, correspondería al tratado perdido
Sobre la justicia (Perì dikaiosýnēs).
59
En tres ocasiones aparece Sardanápalo en las obras conservadas del filósofo: 1. EE
1.5.1216a16, donde, respecto a quienes consideran felices a Sardanápalo y a
Esmindírides de Síbaris, el sabio sostiene que cabría pensar que ponen la felicidad en el
disfrute del placer −Diremos que el segundo es mencionado ya por Heródoto (6.127). A
su vez, Ateneo (273b, 541b) cuenta que era de refinamiento exquisito y tenía a sus
órdenes mil cocineros; y Séneca (De Ira 2.25) refiere que ese sibarita, viendo a uno que
cavaba y levantaba el azadón, se quejó de que le estaba fatigando y le prohibió hacer
dicho trabajo en su presencia−; 2. EN 1.4.1095b22, pasaje en que el estagirita señala que
muchos de los poderosos comparten las pasiones de Sardanápalo; 3. P. 5.8.1312a1,
contexto donde leemos que alguien le dio muerte a Sardanápalo cuando se peinaba los
cabellos en medio de mujeres, si es que tal relato era verdadero.
60
Rose3 selecciona sólo unos versos en que se recoge un extracto de las palabras
pronunciadas por Sardanápalo. En Ateneo (8.335f-336b) tenemos la variante sỳn érōti,
“con amor”, construcción en que entra tanto la idea de instrumento con que se realiza una
acción como la noción de tiempo en que sucede la acción verbal. Si completáramos el
resumen ofrecido por Rose, podríamos ver los términos en que el monarca afirmaba que
sus demás riquezas se habían gastado. Los versos fueron muy conocidos, y aparecen
recogidos, total o parcialmente, en varias fuentes: Quérilo de Jaso (o Yaso) (Cf.
Supplementum Hellenisticum 335), Ctesias (Fr. 1b.702), Polibio (8.10.4), Diodoro de
Sicilia (2.23.3), Estrabón, ya citado, Plutarco (330f, 546a), Dión Cristóstomo (4.135),
Ateneo (ya indicado, quien afirma, además, que se trata de un epitafio en siete versos
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25. En el Fr. 9761, atribuido al Erótico del estagirita, tenemos una cita
del Erótico (Amatorius 17.761de) de Plutarco, donde leemos que:
Es una tarea mencionar los demás amores de Heracles (Hērakléous
dè toùs mèn állous érōtas) a causa de su número, pero creyendo que Yolao
fue amado del mismo (erṓmenon autoû) lo veneran hasta hoy y lo honran
recibiendo sobre su tumba juramentos y promesas de amor (érōtos
hórkous te kaì písteis) de parte de los amados (parà tôn erōménōn).
En el texto, pues, leemos dos veces el término estudiado. Es Plutarco
el primero, tanto en ese lugar, como en Pel. 18.5 (“Se dice también que
Yolao, siendo el amado de Heracles (tòn Ióleōn toû Hērakléous erṓmenon),
compartió sus hazañas y combatió a su lado con el escudo”), quien se hace
eco de tal relación de Yolao62 con Heracles. Con respecto al erṓmenos ya
hemos hablado en el apartado 6.2.
26. El Fr. 98 Rose63, incluido por este editor en los pasajes relacionados
con el Erótico del filósofo, recoge un extenso pasaje del Erótico de Plutarco
donde el queroneo explica lo que le sucedió a Cleómaco de Farsalo, el cual,
al frente de un contingente tesalio de caballería, luchó en apoyo de los
calcideos durante su guerra contra los eretrieos64. Nos cuenta el polígrafo
cómo Cleómaco se despidió de su amado y lo abrazó con afecto, y cómo
venció en la batalla, pero, a pesar de eso, murió. Añade que los calcideos
mostraban una columna situada en el lugar de la muerte del citado, y, aunque
hasta entonces consideraban la pederastia (tò paiderasteîn) algo reprochable,
la apreciaron a partir de lo sucedido y la honraron más que otros. El biógrafo
señala lo siguiente:
Aristóteles afirma que Cleómaco murió de otra manera, una vez
hubo vencido a los eretrieos en la batalla, y que el besado por su amado
transmitido por Crisipo: cf. su Epítome, p.159), Antología Griega (AP 16.27, como
procedente de autor anónimo), Anthologiae graecae appendix Epigr. 130 (que presenta
los versos como anónimos o escritos por Quérilo), y otros autores tardíos.
61
97 Rose3=2b Ross= 44 Gigon.
62
El indicado, hijo de Ificles, hermano de Heracles sólo por parte de madre (cf.
Pausanias, 8.14.9), era, por tanto, sobrino del gran héroe, a cuyos hijos defendió
valientemente tras la muerte de éste. Eurípides, en sus Heraclidas, recogió el tema mítico
de cómo los hijos del difunto Heracles se refugiaron en Maratón (Ática), acompañados
en todo momento por la madre del héroe (Alcmena) y por Yolao.
63
3 Ross=44 Gigon.
64
Los sucesos habrían acontecido en la primera mitad del siglo VII a. C.
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(tòn d´hypò toû erōménou philēthénta) era uno de los calcideos
procedentes de Tracia, enviado como auxiliar en apoyo de los calcideos
de Eubea. Por eso, entre los calcideos se canta:
¡Oh niños que por suerte obtuvisteis gracias y padres buenos!
No rehuséis a los valientes la compañía de vuestra juventud,
pues, con hombría, también Eros que afloja los miembros (kaì ho
lysimelḕs Érōs)
en las ciudades calcideas florece65.
Plutarco añade que Antón era el nombre del amante, y, el del amado,
Filisto, como Dionisio66 el poeta había relatado en sus Causantes.
27. Rose, como fragmento 55667 −incluido entre los pertenecientes a
la clase octava, los considerados Historica, y, con más precisión, adjudicado
a la 8.44, la titulada Politeîai (Constituciones) 68 , y, en concreto, bajo el
subtítulo Milēsíōn (De los milesios)− recoge un texto amplio procedente de los
Sufrimientos de amor, obra del mitógrafo Partenio de Nicea69, concretamente
de la historia decimocuarta, la cual comienza con un epígrafe que nos
advierte que el contenido lo contaban tanto Aristóteles como los autores de
los relatos milesios (historeî Aristotélēs kaì hoi tà Milēsiaká). Por no
extenderme, me centraré en los datos esenciales para nuestro objetivo.
Efectivamente, se nos cuenta allí que Anteo, un joven de linaje real, era rehén
en la corte de Fobio, el cual gobernaba a la sazón en Mileto. La mujer70 de
ése, Cleobea, llamada por algunos poetas Filecme, se enamoró de Anteo,
pero, ante los reiterados rechazos del mismo, decidió vengarse:
65
Plu., Amatorius 17.760e-761b.
No se sabe de qué Dionisio se trata. Por la descripción sumaria de Plutarco,
deducimos que era poeta y autor de unos Causantes (Aítioi). Quizá es el mismo autor
mencionado por el polígrafo en 860c, a saber, Dionisio de Calcis.
67
=565 Gigon.
68
En el título entrarían los fragmentos 381-603.
69
Parth. 14.
70
Se trata del llamado, en literatura, “motivo de Putifar”, nombre procedente de lo
narrado en el Génesis (39:1-20) a propósito de la mujer de Putifar y José. En literatura se
usa especialmente para el caso en que una madrastra se enamora de un hijastro joven al
que le declara su pasión, y, en general, se dice de la mujer casada que le hace
proposiciones sexuales a un joven. Homero (Il. 5.152-170) recogió ese motivo universal
a propósito de Belerofonte y Antía. En la literatura griega posterior, destaca Eurípides,
pues se ocupó de dicho tema literario en varias tragedias donde aparece una mujer que
le declara a un joven su amor culpable: a saber, Estenebea, Peleo, Hipólito velado e
Hipólito portador de una corona. Ésta última es la única pieza conservada.
66
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fingió estar liberada de su amor (toû mèn érōtos apēlláchthai
prosepoiḗthē), arrojó una perdiz al fondo de un pozo y le pidió a Anteo
que bajara a recogerla; cuando éste hubo bajado a dicho lugar, le arrojó
una roca pesada, y él murió al instante. Cleobea, dándose cuenta de la
terrible acción que había cometido, y, además, consumida por su violento
amor por el joven, se ahorcó (kaì állōs dè kaoménē sphodrôi érōti toû
paidós71anartâi heautḗn).
La historia sigue diciendo, entre otros asuntos, que lo arrojado al pozo
no había sido una perdiz, sino una joya de oro, tal como lo indicó Alejandro
de Etolia72 en unos versos de su Apolo, de los que Partenio ofrece 38, bastante
oscuros y enrevesados.
28. Finalmente, en un apartado recogido por Rose como n, no
numerado –dentro de la clase 8 (Historica), y subclase 8.50, Péplos (Peplo),
título sobre el que un texto espurio atribuido al historiador Hesiquio de
Mileto [Vita Aristotelis. Vita Menagiana, línea 189] afirma que contiene
“relato mezclado” (historían sýmmikton)− leemos un pasaje de Sócrates de
Constantinopla (o “El escolástico”) en que se critica a Porfirio, Juliano,
Libanio y a otros que habían censurado la religión cristiana, y concluye que
ésos no se avergonzaban de haber colocado a muchos hombres entre el
número de sus dioses, y que ojalá lo hubieran hecho con los buenos, justos y
sensatos, y no con los injustos dominados por la embriaguez:
Y lo afirmo de los Heracles, Dionisos y Asclepios por los que
Libanio no se avergüenza de jurar continuamente en sus discursos, y
cuyos amores, masculinos y femeninos (hôn toùs arsenikoùs kaì thēlykoùs
érōtas), si yo quisiera contarlos, sería largo mi discurso referente a su
degeneración. Y para quienes quieran conocer esos puntos les bastará el
Peplo de Aristóteles73, la Corona de Dionisio74 y el Muy memorioso de
71
El sustantivo paîs abarca una edad imprecisa, que puede abarcar desde el recién
nacido hasta los 18 años.
72
Importante escritor trágico del siglo IV y autor, además, de elegías y epigramas,
entre otros géneros literarios.
73
En el mismo lugar, Rose cita dos lugares de Tzetzes (ad Hes. p.15, y ad Lyc. 488)
donde se mencionan “los Peplos” del filósofo. El título de dicha obra se recoge, con
variantes, en Juan Laurencio, De mensibus, sección 4.4; Eustacio, ad […] Iliadem, vol.
1.439; Etymologicum Magnum, p. 426.30; Jantópulo, en el lugar indicado más abajo;
escolio a la Ilíada 11.688; etc.
74
Citado asimismo en el pasaje de Jantópulo recogido en la nota siguiente. Quizá es
el Dionisio mencionado en la Antología Griega (AP 5.142).
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Regino75. Y el gran número de poetas que escribieron sobre ellos muestra
ante todos que la teología de los griegos es realmente irrisión y
palabrería76.
29. Por último, en atención a que el escrito pseudo-aristotélico titulado
De Melisso, Xenophane, Gorgia77 lo ofrece el TLG78 , recojo otra cita del
término estudiado, con vocalismo breve, localizada en dicha obra espuria y
de fecha desconocida79 . Precisamente en la exposición del pequeño tratado
referente a Meliso se dice que, frente a los postulados de ése, se admite que
cosas que no existen lleguen a existir y que muchas cosas surjan de lo que no
existe. Y, a continuación, se pasa a citar al autor de la Teogonía:
Por ejemplo, Hesíodo afirma: ‘Antes que todas las cosas Caos se
engendró, y, a continuación, Gea de ancho pecho, asiento firme de todas
las cosas, y Eros (Éros), que se distingue entre todos los inmortales (hòs
pántessi metaprépei athanátoisi)80’81.
El autor sigue explicando que todas las demás cosas se producen a partir
de ésas82, pero ésas, a partir de ninguna83. En resumen, parece desprenderse
75
La Suda, r 119, añade la precisión de que se trata de un gramático. El autor y la
obra son mencionados también en Nicéforo Calisto Jantópulo, Historia ecclesiastica
10.36. En cambio, en un escolio a Licofrón (177b), se hace referencia a Regino
Polymnḗmōn, es decir, “el muy memorioso”.
76
Socr.Sch., HE 3.23.
77
En la edición de Bekker, reimp. 1960, ocupa desde 974a1 hasta 980b21.
78
El TLG sigue el texto de Diels, 1900, 15-35. Sobre su carácer espurio y fecha
desconocida, cf. Brémond, 2017, 227. A propósito del autor del tratadito se ha dicho que
sería un escéptico y que habría compuesto su escrito entre Andronico de Rodas (director
de la Escuela peripatética en los años 78-47 a. C.) y Alejandro de Afrodisias (el cual
floreció en torno al 200 d. C.). Así pensaba Diels, 1900, 10-11: cf. Mansfeld, 1990, 266.
Este estudioso (1990, 269) cree que el anónimo escritor muestra sus simpatías por el
pirronismo y debía de ser un maestro, o estudioso, del aristotelismo.
79
Cf. Cassin, 1980; Mansfeld, 1990, 239-276.
80
Hay varias omisiones y variantes respecto al texto de Hesíodo, Th. 115-120,
aceptado hoy día. Quizá lo más relevante, con respecto a Eros, es la presencia de
metaprépei en el pasaje pseudo-aristotélico, mientras que en la transmisión literaria
común y en los papiros tenemos kállistos (Th. 120: hòs kállistos en athanátoisi theoîsi),
“el que es hermosísimo entre los dioses inmortales”.
81
Arist. [Xen. 1.975a14].
82
A saber, Caos, Gea y Eros.
83
Mansfeld, 1990, 248-249, examina esta secuencia, a la luz de los comentarios de
Diels, 1900, 9, el cual cree que el anónimo toma la referencia sobre Eros de Metafísica
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del pasaje que el escritor desconocido no toma partido del lado de quienes
contradecían los postulados de Meliso, ante todo, la generación ex nihilo,
sino que se contenta con mostrar que varios grupos de personas e incluso
expertos se oponen a las teorías del citado filósofo84.
30. Resumen de los valores de los términos érōs-éros en Aristóteles
(Los apartados correspondientes se expresan mediante el cardinal contenido
entre paréntesis).
1. Como dios.
El filósofo recoge sendos textos de Hesíodo y Parménides (4); un
pasaje, no literal, de Hesíodo en que aparece como la divinidad que se
distingue entre todos los inmortales (29); Eros el que afloja los miembros
(26); como divinidad, pero sin decir expresamente de quién procede la teoría (5).
2. Eros como deseo vehemente.
El amor como deseo (epithymía) (17, 18).
3. Eros como algo involuntario (akoúsion) (9).
4. Eros homosexual masculino.
Se analiza el comienzo del amor (archḕ dè toû érōtos)(15); se propone,
como posibilidad, que la pasión erótica sea un deseo de la unión íntima
(epithymía synousías)(1); ahora bien, no es lo mismo (ou tautón) la pasión
erótica que el deseo de unión íntima (2); la pasión erótica es más propia de
la amistad (philías) que de unirse sexualmente (3); la pasión amorosa parece
ser semejante a la amistad (ho érōs dokeî philíai hómoion eînai) (12); el amor
está y se produce en el sentido del ver (hōs katà taútēn málista toû érōtos
óntos kaì ginoménou) (14); en el estudio de la cólera (orgḗ) se incluye la que
quien ama siente contra los que menosprecian el amor (pròs toùs
oligōroûntas […] erôn dè toîs pròs tòn érōta) (16); la referencia a la
homosexualidad está implícita, pues se habla claramente del “amado” con el
que establece una cierta oposición un término que alude al enamorado
(erōtikós) (6); a las relaciones homosexuales parece apuntar el pasaje donde
se habla del amor como pasión irracional (páthos alógiston)(10); alguna
secuencia no lo explica expresamente, pero parece aludir al amor
heterosexual. Así donde se considera que si amamos (philoûmen) lo que
deseamos (hoû epithymoûmen), el amor es algo tal (11).
1.4 (cf. nuestra nota 13) y no de la Física, pues en este tratado no se menciona a dicha
divinidad.
84
Cf. Mansfeld, 1990, 249.
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5. Ejemplos de amor homosexual masculino, con expresión del antropónimo
correspondiente.
Los amores de Heracles (25); el amor de Harmodio y Aristogitón (19).
6. Tener amores masculinos y femeninos (28).
7. Posible alusión al acto venéreo practicado con personas de ambos sexos.
Es el caso de los placeres acompañados de amor (24), referidos a
Sardanápalo, famoso por sus orgías con mujeres y hombres.
8. El deseo incestuoso de una madre respecto a su hijo (22).
9. El amor incestuoso entre hermanos (=amor caunio) (20).
10. Referencia al incesto, en general (21).
11. La pasión erótica experimentada por una mujer casada hacia un joven (27).
12. Reflexiones generales donde no se expresa a quiénes se refiere, sin
indicaciones precisas del sexo del que se habla.
El cuerpo padece conjuntamente con las afecciones del alma en lo
referente a los amores (toîs tês psychês pathḗmasi tò sôma sympáschon
phaneròn gínetai perí te toùs érōtas) (23); huir del amor no es propio de un
valiente sino de un cobarde (13).
13. El amor atribuido a ciertos animales.
Aludiendo a los delfines se nos habla de sus pruebas de amor y pasión
por sus hijos (7).
14. El amor con alas representado en la pintura (8).
BIBLIOGRAFÍA SELECTA
1. Ediciones seguidas
1.1. Aristóteles.
1.1.1. Obras conservadas.
Analíticos primeros
Aristotelis analytica priora et posteriora, ed. W. D. Ross, Oxford, Clarendon
Press, 1964 (reimpr. 1968).
Ética eudemia
Aristotelis ethica Eudemia, ed. F. Susemihl, Leipzig, Teubner, 1884 (reimpr.
Amsterdam, Hakkert, 1967).
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Ética nicomaquea
Aristotelis ethica Nicomachea, ed. I. Bywater, Oxford, Clarendon Press,
1894 (reimpr. 1962).
Historia de los animales
Aristote. Histoire des animaux, vols. 1-3, ed., trad., not., P. Louis, París, Les
Belles Lettres, 1964-1969.
Marcha de los animales
Aristotelis de animalium motione et de animalium incessu. Ps.-Aristotelis de
spiritu libellus, ed. W. Jaeger, Leipzig, Teubner, 1913.
Metafísica
Aristotle’s metaphysics, 2 vols., ed. W. D. Ross, Oxford, Clarendon Press,
1924 (reimpr. 1970, sobre la edición corregida de 1953).
Política
Aristotelis politica, ed. W. D. Ross, Oxford, Clarendon Press, 1957 (reimpr.
1964).
Retórica
Aristotelis ars rhetorica, ed. W. D. Ross, Oxford, Clarendon Press, 1959
(reimpr. 1964).
Sobre los ensueños
Aristotle. Parva naturalia, ed. W. D. Ross, Oxford, Clarendon Press, 1955
(reimpr. 1970).
Tópicos
Aristotelis topica et sophistici elenchi, ed. W. D. Ross, Oxford, Clarendon
Press, 1958 (reimpr. 1970).
1.1.2. Obra espuria
[De Melisso Xenophane Gorgia] H. Diels, “Aristotelis qui fertur de Melisso
Xenophane Gorgia libellus”, Abhandlungen der königlichen Akademie
der Wissenschaften zu Berlin, Philosoph.-hist. Kl. 1900, 15-35.
1.1.3. Obras completas
Aristotelis Opera, ed. A. I. Bekker, Berlín, Typis et impensis Georgii
Reimeri, 1-5, 1831–1870 (reimpr. Berlín, de Gruyter, 1960).
1.1.4. Fragmentos.
Aristotelis Fragmenta Selecta, ed. W. D. Ross, Oxford, Typographeo
Clarendoniano, 1955 (numerosas reimpresiones).
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Eros en Aristóteles
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Aristotelis Opera (ex recensione I. Bekkeri, ed. 2), Vol. 3. Librorum
Deperditorum Fragmenta, ed. O. Gigon, Berlín-Nueva York, de
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